Los cuerpos sin vida de aquellos tipos habían caído al suelo tras los disparos, sin que supieran quién había efectuado los disparos. Daryl aún estaba dolorido del golpe en la cabeza y Michonne fue la primera en orientarse entre la maleza para mirar hacía el lugar desde donde habían venido las balas.
Pese a que aquellos disparos les habían salvado la vida, Rick recuperó su revolver del suelo y encañonó en dirección a la maleza que se movía al fondo.
Lentamente, de entre los arbustos alguien se abrió paso y sus rasgos comenzaron a ser reconocibles para todos. Rick, incrédulo, afinó su mirada, sin asimilar del todo que realmente aquella mujer les hubiera salvado. Precisamente ella, a él y a su hijo.
Daryl intentó incorporarse, pero antes de ponerse en pié fue ayudado a levantarse, siendo abrazado por quien les había salvado.
—Carol… —dijo un tanto escéptico porque realmente fuera la mujer.
Tras los segundos de desconcierto, y al comprender que seguián vivos pero esos disparos habrían llamado la atención de todo caminante en kilómetros, no pudieron evitar surgir las preguntas.
—¿Cómo sabías que…? —comenzó Rick.
La mujer aún permanecía sujetando al cazador por el costado, hasta que Daryl se estabilizó y se alejó un paso de ella.
—Casualidad. Estaba inspeccionando los alrededores, para cazar… Los oí. Sabía que eran demasiados y quise alejarme sin ser vista, pero escuché que hablaban de ti .—Miro a Daryl—. Te nombraron y dijeron que tenías una ballesta, así que no pude darme la vuelta, no sabiendo lo que ocurrió en la prisión.
—¿Sabes lo que pasó? ¿El ataque? —preguntó Michonne.
Carol asintió con la cabeza, vagando la vista por cada uno de sus compañeros con el recuerdo de los que no estaban con ellos en la memoria.
—Conozco un lugar seguro, cerca… No estoy sola —declaró.
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Dentro de las habitaciones se podía sentir que ese no era un día más dentro del Grady Memorial. Se notaba agitación, pese a que nadie decía nada, el ir y venir de los policías ella llamativo.
Mara y Beth se encontraban limpiando la habitación de un paciente que no se había recuperado de sus lesiones, dejándola lista para cuando llegara otro superviviente, para que lo curasen y pusieran a trabajar por ello. Mara no sabía nada de Dillan pero suponía que si había peligro fuera a él le habrían enviado en primer lugar, como siempre. Por ello necesitaba estar cerca de su amiga, pasara lo que pasara no volver a separarse de ella de nuevo.
—¿Por qué no cantas algo? Aunque sea en bajito —pidió Mara casi sin pensar, mientras limpiaba la encimera que había junto a la cama—. ¿Qué pasa? —Se giró al notar la mirada de Beth sobre ella.
—No te parece frívolo, cantar… —preguntó la chica con dudas.
—No, para nada —aseguró—. En casa siempre lo hacías, sobre todo en los malos momentos. Nos tranquilizabas a todos, ¿no lo recuerdas?
—Sí… —dijo con una mirada nostalgia—. ¿También la sentías nuestra casa?
—Sí, lo era. Era nuestro hogar —afirmó Mara contagiada por el mismo sentimiento de añoranza que tenía Beth segundos antes.
Sin decir nada más la joven de cabello rubio comenzó a entonar una canción, pero apenas llevando la voz fuera de su boca, para que nadie la pudiera oír. Esa leve melodía trasladó a su compañera a un momento no muy lejano que, aunque pareciera ilógico por las circunstancias, ella recordaba con cariño, como una de las partes más felices de su vida: su tiempo en la prisión.
La puerta de la habitación de abrió de golpe, y Tara entró con el aire nervioso.
—Ha habido otro ataque. Si nos queremos ir debemos hacerlo hoy, ahora —declaró con respiración agitada—. Hablan de aumentar la vigilancia, y si lo hacen ya no saldremos de aquí.
—¿Quién ha atacado? ¿Se sabe? —preguntó Mara.
Dillan tenía la intuición de que podrían ser compañeros suyos, tal vez Vicent, porque tenían un vehículo militar. Pese a que Mara sabía que Vicent se había marchado en su Ecoroline amarilla, no era imposible que hubiera conseguido un vehículo militar. Si era él no podían desaprovechar la oportunidad.
—No, nadie ha vuelto, pero he escuchado la radio de los que están fuera.
Mara y Beth cruzaron una mirada, la rubia estaba con dudas, dejaría la decisión final a su compañera que tenía más experiencia sobreviviendo fuera, sola o encabezando grupos.
—Está bien, si dices que no debemos perder la oportunidad lo haremos, confiaré en ti —dijo a Tara la medioasiática—. Pero debemos saber cómo.
Tara asintió, y al no querer perder un segundo más les hizo un gesto con la cabeza para que la siguieran fuera de la habitación.
Recorrieron los pasillos mirando a cada lado, temerosas de que algún agente, o incluso Dawn, les saliera al paso e intuyera que tramaban algo. Llegaron hasta unas grandes puertas que daban a un recibidor. Tara las empujó y dieron a un pasillo que terminaba en un la abertura de un ascensor, cuyo hueco estaba abierto y comunicaba verticalmente con la planta baja, a Cinco pisos de altura.
—Hay que bajar por aquí. —Señaló la abertura—. Tengo sábanas, las anudaremos y nos desplazaremos hasta abajo. Tal vez no lleguen hasta abajo pero podremos saltar.
—Elena no podrá hacerlo, no si está herida—dijo Mara—. Y yo no puedo saltar y caer. Es peligroso.
—No es… —intento hablar Tara.
—Pero vosotras sí —dijo entonces Mara.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó Beth, que sí entendía lo que decía Mara pero no lo quería aceptar—. No nos separaremos. No lo haremos más.
—Beth, escúchame. —Tomo las manos de la joven y la miró fijamente—. Puede que sea Viz quién esté ahí fuera. Debes encontrarlo, y si no es él sal de la ciudad y busca a los nuestros con Tara. Búscalos…
—No, no sin ti .—Negaba con la cabeza reiteradamente.
—Sí. Tienes que hacerlo, ¿me escuchas? Yo no puedo irme por ahí, no como estoy. No puedo arriesgarme a perderlo.
—Pero…
—Beth, eres lista y fuerte. Sabes que lo eres, sobreviviste aquí tú sola. Sabes qué hacer, solo debes creerlo, como yo lo creo. Yo creo en ti, tienes que salvarme, salvarnos.
—Mara…
Tara permanecía al margen, sin entender del todo la conversación de aquellas dos amigas, pero aceptando la decisión de Mara.
—Si te quedas podrás distraerlos para que podamos salir sin que sepan qué ocurre hasta que sea tarde.
—Lo haré —aceptó Mara, mirando a Beth con decisión. Ya había resuelto qué hacer y no cambiaría de opinión.
—Debemos prepararnos, e irnos cuanto antes —dijo Tara—. Iré a por las sábanas. Tú coge la comida que tengas guardada, nos vendrá bien —dijo a Beth que se quedó desconcertada—. Te he visto escondiendo comida. Era para la fuga, ¿no? Es una buena idea.
—Sí, bueno…
La comida que robaba sin ser vista se la daba a Mara, pues debía comer más sin que nadie lo notase.
—No hay que perder tiempo, en una hora nos veremos aquí, si pasa algo…
—Pase lo que pase escaparemos de aquí —dijo Mara.
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Caminaban con lentitud por el bosque mientras a la salida del sol. En silencio, a pesar de todas las cosas que Rick quería decirle y preguntarle a Carol. Y de todas las que la mujer debía decirle a Daryl.
En un claro del bosque vislumbraron una pequeña cabaña, que no solo parecía deshabitada, sino también inavitable por su lamentable estado. Sin embargo, cuando les faltaban apenas 50 metros para llegar a su entrar la puerta se abrió y ante sus ojos se mostró la última persona que esperaban que estuviera junto a Carol: Tyreese.
Extrañamente el hombre la verlos volvió al interior de la vivienda. Pero salió un par de segundos después, portando a la pequeña Judith en sus brazos. La sorpresa que sintieron tanto Rick como Carl al verla quedó demostrada al salir corriendo hacía la pequeña, sin poder contener la emoción.
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Sin pararse a pensar en qué ocurriría si alguien entraba en la habitación y las viese Mara y Beth guardaban en un funda de almohada todo lo que necesitaba para la huida.
—No quiero dejarte…
—Hay que hacerlo —dijo sin mirarla—. Tal vez sea un ilusa, pero creo que quien haya atacado a los agentes estos días no es ajeno a nosotras. Si no es Vicent, puede que sea otro, aunque no imagino quién. Y, sino, debes ir al bosque. Volver hacia la prisión. —Beth miró confusa a Mara—. Las vías del tren, recuerdas que había una tramo frente a la prisión que iba hacía aquí, debes seguir ese, dos días antes de llagar a la prisión a un par de kilómetros de las vías hay una pequeña granja. Carol, Ty y las niñas Samuels están allí con Judith. Debes ir allí, decirle a Carol dónde estoy, que Daryl está vivo y hacer lo que ella te diga, ¿de acuerdo?
—Sí.
—Beth, nuestra familia está hay fuera. Están vivos. Más de los que pensamos… seguro. Debes encontrarlos.
—Ven conmigo —la tomó la mano.
—No puedo dejar a Elena. Cuando se recupere más…
Sin haber llamado a la puerta Dillan entró en la habitación con lentitud, pero la escena que encontró lo sorprendió.
—Nos tienes que ayudar —dijo Mara nada más verle—. Ella y Tara se van hoy, ya…
—¿Y tú?
—Yo no puedo, es peligroso para mí.
La expresión de alivio del policía fue evidente.
—¿Nos ayudarás?
—Sí. Y te protegeré estando aquí.
Rápidamente el antiguo ayudante del sheriff les contó que ese día no había habido un ataque en realidad, pero varias patrullas habían localizado supervivientes armados por la zona y estaban rastreándoles. Salir del hospital podría resultar más sencillo por lo agitado que están todos, pero esconderse fuera no lo sería tanto.
Tras escucharlo salieron hacía el pasillo del ascensor. Comprobando que nadie les veía.
Tara estaba allí, anudando las sábanas y por un segundo sintió pánico al ver aparecer a Dillan, pensado que la habían descubierto. Pero se tranquilizó al ver a Mara y Beth.
—Tara, sé que para ti salir de aquí es lo más importante, pero nosotras necesitamos tenemos a quién buscar fuera. Si algo pasara, si Beth y tú os separáis o algo le pasara a ella… Quiero que tengas esto. —Le mostró el colgante en forma de pájaro que Daryl le había regalado meses antes—. Es algo que me regalo Daryl, el hombre del que estoy esperando un hijo .—Los ojos de la joven se abrieron de par en par al escuchar a Mara—. Si te cruzas con un tipo con una ballesta, enséñaselo. Dile que estoy viva, que los dos lo estamos y dónde estoy. ¿De acuerdo?
Beth observó la escena en silencio.
—Debéis iros —dijo Dillan nervioso.
—Sí.
Mara y Beth se abrazaron con fuerza.
—Eres fuerte, Betty —le susurró a la rubia, usando el apelativo cariñoso que empleaba Hersel.
Dejando a las dos chicas junto al ascensor, salieron del pasillo para distraer a cualquiera que se acercarse, y darle tiempo a ella.
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Entre los brazos del Sheriff se encontraba la pequeña Judith que lo miraba reconociendo sus facciones y acariciando cada una con su pequeña mano. La alegría que sentía tanto él como su hijo era evidente en sus expresiones y miradas. A unos metros Daryl estaba sentado, mirando la escena con disimulo, acallando lo que despertaba en él la visión de aquella pequeña criatura que, contra todo pronostico, había conseguido sobrevivir en el apocalipsis sin estar tras unas vallas fortificadas. Michonne también los observaba en silencio, aceptando que en ocasiones la vida mostraba milagros como aquel.
Los único que parecían ajenos a lo que vivían los Grimes eran Tyreese y Carol, que pese a observarlos por la ventana, se encontraban en el interior de la cabaña hablando entre ellos.
—¿Sé lo has dicho?, ¿lo que pasó con Mara y las niñas?
—No, no es necesario —dijo Carol—. Ellas ya no están.
—Daryl debería saberlo. Mara está viva y…
—Eso no lo sabes —dijo Carol—. Él piensa que no, y tal vez sea lo mejor.
—¿Cómo sabes que cree que está muerta?
—Por que no la está buscando —declaró la mujer—. Quieren ir al Santuario, y es lo mejor para todos.
—¿Para ti también? —preguntó el hombre de color.
—Yo…
—Bien, tú puedes decidir qué hacer, decide por ti, pero no le ocultes a Daryl lo que sabemos de Mara. No es justo —determinó Tyreese.
—¿Qué sabéis de Mara? —preguntó la ronca pero leve voz de Daryl que había traspasado la puerta de la cabaña.
La pareja le miró, sorprendidos por su presencia. Las paredes de aquella endeble casa eran finas y seguramente les habría escuchado pese a hablar de forma comedida.
—¿La viste caer? ¿Es eso? —preguntó a Tyreese
Carol miró a su compañero, pidiéndole con la mirada que asintiera, pero el hombre no fue capaz y negó.
—Pero le dije que te vi caer a ti —confesó bajando la cabeza.
—¿Cómo? —preguntó Daryl y lo miró con el rostro crispado.
—Cuando Carol y ella me encontraron al día siguiente de perder la prisión. Yo te había visto con aquel caminante que te cayó por detrás, pensé que habías muerte y creía que debía saberlo.
—¿Está viva? —preguntó desviando la vista. Preparado para que le dijeran que había muerto en algún lugar cercano.
—No lo sabemos —dijo entonces Carol—. Nos dejó hace unos días, puede que ya sean semanas. Es difícil llevar la cuenta. —Daryl negó desconcertado por lo que oía —. Nos dejó una nota. Quería buscar a Vicent, y encontrar la zona segura para criar al bebé.
Esas últimas palabras hicieron que Daryl clavara los ojos en Carol y una sensación de emoción y nervios se extendiera por su cuerpo.
—¿El bebé…?
—Sé fue por mí —confesó entonces Carol—. Se fue porque sabía lo que hice antes de irme, y tenía miedo de que le hiciera algo a ella por verla débil… No lo dijo, pero sé que no confiaba en mí y por eso se fue.
Durante semanas Daryl había estado asimilando que Mara había muerto y lo había dejado para siempre. Se convencía de que su destino debía ser ese y que lo que Mara le había ofrecido era algo para lo que no había venido ha este mundo. Una parte de él quería pensar que en algún lugar, ajeno a ese mundo podrido, ella lo esperaba, que incluso podría ser capaz de estar a su lado pese a no verla. Quería convencerse de eso para mantener la esperanza de que no la había perdido del todo. Sin embargo, al saber que Mara sí estaba viva pero lejos creyó volverse loco.
Tyreese que se había alejado unos pasos hacía el interior de la cabaña, regresó frente a Daryl cargando con algo que en principio el cazador no reconoció por no ser capad de reaccionar, pero luego no comprendió que Mara no lo llevara con ella.
—¿Se fue sin ella? Se fue…
—No, se la llevó —apuntó Tyreese dejando la ballesta sobre la mesa—. La encontramos a unos kilómetros de aquí fuera de un bar de carretera.
—También había un rastro de sangre —dijo Carol.
—¿Dónde fue? —dijo Daryl y salió de la cabaña, preparado para escuchar una dirección hacía la que dirigirse.
Rick se levantó de dónde estaba sentado cargando a Judith al ver a su amigo y la actitud que tenía. Michonne también lo miró alerta y curiosa.
—Daryl… Ella no estaba allí —dijo Carol—. No encontrarás nada.
Pero Daryl no la escuchaba.
El cazador se dirigió a Rick.
—Está viva, se salvó del ataque… y podría haber un rastro —dijo, y pese a la poca claridad de sus palabras Rick supo de quién y qué hablaba y asintió. También sabía que le diría a continuación—. Seguid hacía el santuario. No está lejos y es seguro para el bebé. Yo voy a buscarla.
El Sheriff no dijo nada, sabía que era inútil, y tampoco quería convencerlo de algo que lógico o no sabía que Daryl necesitaba hacer. Carol negó con la cabeza, pero no dio voz a sus comentarios al igual que Tyreese pero en su caso, el hombre, tenía una expresión diferente.
—Iré contigo —declaró Michonne, acercándose a Daryl.
—Puedo ir solo.
—Lo sé, pero no lo hago por ti —dijo la mujer.
Rick asintió, aupando un poco a su hija.
—Nos veremos en el santuario —propuso, aceptando la decisión de sus compañeros de ir a buscar a Mara.
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Tara y Beth anudaban las sábanas con fuerza y las descolgaban por el hueco del ascensor. No había tiempo que perder. Mara y Dillan no podrían hacer mucho si alguien quería entrar en aquel pasillo, y si resultaba muy evidente que los habían ayudado y eran descubierto las consecuencias para ellos podían ser terribles.
—Yo iré primero —dijo Tara y le mostró a su compañera una 8mm—. Abriré camino si nos encontramos con podridos.
Beth esperó a que tara fuera descolgándose poco a poco por las sábanas, mirando cada tanto hacía la puerta, para volver la vista a su compañera que cada vez estaba a menos distancia de la última planta.
—Beth, te toca. —Escuchó la voz de la chica.
Miró la oscuridad del fondo y tomó aire.
En lo más profundo de sí temía no poder hacerlo, no lograr tener el valor para arriesgarse. Odiando aquella parte temerosa de su ser se aferró a la sábana y se dejó caer hacia delante.
Sus piernas y brazos se aferraron a las sábanas con fuerza, casi por instinto supo qué debía hacer.
—Tienes que saltar. —Escuchó que le indicaba Tara—. La sábana no llega hasta abajo.
No sabía la distancia que le quedaba hasta el suelo, pero la voz de su compañera no parecía muy lejana, así que sin mirar e ignorando el miedo que le atenazaba la boca del estómago se soltó de la sábana.
Su cuerpo cayó sobre una superficie irregular, branda e inestable, que supo rápidamente que era, sintiendo una mezcla de lástima y asco por unos segundos, no demasiados porque no tenía tiempo. A partir de ese momento debían correr, huir de allí.
Sin dudar siguió a Tara que sabía por dónde debían ir para salir del hospital por el lado contrario a donde las patrullas se encontraban.
Los gruñidos de los caminantes eran audibles y cada vez más cercanos, aún así Beth se sorprendió cuando escuchó el primer disparo y se quedó cegada por el fogonazo unos instantes.
—¡Corre! —dijo Tara.
Tras el disparo no tardarían en saber que habían huido en todo el hospital.
Corrieron hacía la salida y la luz del sol las cegó a ambas durante unos segundos, acostumbraras a las oscuridad de los pasillos que habían recorrido. Continuaron corriendo sin mirar la dirección, en esos momentos lo único que las preocupaba era alejarse del edificio. Sin embargo, de un lado de la fachada aparecieron unos agentes, empuñando sus armas.
—Nos cogerán —dijo Tara.
—No, no a las dos…
Por un momento la joven cadete temió que Beth la dejara atrás y por ello no supo que hacía cuando se arrancó la cadena que pendía de su cuello.
—Toma .—Le dio también su colgante en forma de dos corazones que su hermana había llevado en su boda—. Sí encuentras a mi familia, dáselo. Me gustaría que mi hermana lo tuviera.
Sin esperar que Tara reaccionara la rubia se giró y corrió en otra dirección, más cerca de los agentes y hacía la que no tenía salida, dando la ventaja que necesitaba a su compañera para lograr la libertad.
Cuando su cuerpo cayó al suelo por el placaje del agente que llegó a ella primero vio como Tara se alejaba sola, sin dejar de correr y se sintió satisfecha. En el fondo, ella no quería irse de allí sin Mara, no quería estar lejos de su familia.
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Tyreese le había indicado dónde se encontraba el local dónde habían encontrado la ballesta que Mara utilizaba desde que le había enseñado. Sin embargo, en el último momento Carol se ofreció a guiarlos, en realidad ella no tenía ningún interés en llegar al Santuario. Si había acompañado a Tyreese tras lo sucedido con las niñas Samuels había sido para asegurarse de que llegaba con Judith a un lugar seguro, pero no tenía intención de quedarse, no con él.
Le había confesado que había sido ella quién acabó con la vida de Karen y David. Se lo había dicho tras tener que matar a Lizzie por el peligro que representaba y no poder cuidar de ella sin poner en riesgo al resto. Nunca pensó que la pequeña fuera tan peligrosa, ni siquiera lo aceptaba a esas alturas, pese a haber ver visto que había matado a su hermana sin comprender lo que significaba morir.
Lizzie estaba enferma y representaba un peligro, y por eso había hecho lo que hizo, al igual que con Karen y David. Sin embargo no se lo confesó a Tyreese porque lo fuera a comprender, no. Se lo confesó porque esperaba que le quitara la carga que llevaba encima con un rápido disparo. Pero el hombre no lo hizo. Por piedad, cobardía, humanidad o lógica, y la dejó vivir para que lo protegiera a él y a la bebé en el camino que los quedaba.
—No se fue por ti —dijo Daryl, sacando a Carol de sus pensamiento—. Mara no es así.
—No lo hizo por mí, lo hizo por su hijo… tú hijo —contestó acelerando el paso—. Es por aquí.
Sin quererlo, pero sin evitarlo tampoco Michonne escuchó la conversación de sus compañeros, y las sospechas que tenía sobre Mara se confirmaron.
Llegaron hasta una ensenada junto a la carretera, con un restaurante que había sido expoliado y saqueado en más de una ocasión. Daryl no tardó demasiado en deducir dónde habían encontrado el arma de Mara, como Carol había dicho, había un rastro de sangre, que iba desde el interior del local hasta unas cajas en el exterior.
Intuyendo que Mara fue herida en el interior del local traspasó la puerta y buscó respuestas. Allí se encontraban varios caminantes abatidos, pero todos por disparos.
—No estaba sola, ella no mató a estos… y por la sangre y los rastros salió con quien la encontrase. —Volvió al exterior. Observó con detenimiento el lugar donde había más sangre y el rastro se perdía—. ¿Qué coño…? —tomó una caja con material médico usado.
—¿Piensas que la curaron? —preguntó MIchonne.
—No es eso… —dijo y señaló la cruz que estaba marcada en la cesta—. Los que se llevaron a Beth tenían este mismo símbolo en el coche.
—Es material médico, por eso… —indicó Carol —puede ser una casualidad.
—O no —dijo Darly poniéndose en pie y mirando en rededor.
Michonne tomó su lugar, agachándose y comprobando el contenido de la cesta.
—Todas las cosas son el hospital Grady Memorial de Atlanta, hasta esta toalla manchada… —dijo la mujer—. Que se lleven medicinas de un hospital es lógico, pero ropa de cama y baño no tanto…
—Un hospital es un buen sitio para asentarse, y tal vez… tal vez lo que hacen sea ayudar —asintió Daryl, notando un atisbo de esperanza en su interior.
—Atlanta está a dos días de camino andando… Si vamos ligeros —propuso Michonne.
—No tienes porqué venir, ninguna tenéis— dijo Daryl.
—Te he dicho que no lo hago por ti —repitió Michonne.
—Rick debería saber qué ha pasado. Debes volver, llegar con ellos al santuario y decírselo —la mujer iba a negar pero no fue capaz.
—Yo iré contigo —dijo Carol a Daryl.
Daryl intuía que Carol no tenía intención de permanece en el grupo. En realidad no debía hacerlo, Rick la había echado, no sabía que pasaría con ella cuando todos se reunieran, si llegaban al santuario, pero sabía que sería ma´s fácil que la volvieran a aceptar, pese a lo que hizo, si ayudaba a traer con ello a Mara o incluso a Beth.
—De acuerdo —aceptó Michonne—. Les diré que vais a Atlanta.
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Todos se habían enterado del intento de fuga que se había producido horas antes, al igual que todos también sabían que se había quedado en un intento al perecer. O, al menos, eso era lo que Dawn se había esforzado en que todos supieran, de allí nadie se iba sin que ella lo aceptase. Sin embargo, Dillan le había asegurado que no había rastro de Tara por ningún lado, pero Beth sí había sido llevada al despacho de Dawn.
—¿Qué le harán? —preguntó con angustia.
—Castigarla —dijo Dillan cruzado de brazos—. No pensarás que la pondrán una medalla.
—Es una niña, D. Solo una niña…
—Mara, no es lo que piensas, no la tocarán. Dawn la golpeará, le hará saber que ella es la que administra la ley y la dejarán una buena marca visible para que todos los demás vean qué pasa si no sigues las normas. Pero nada más.
—¿Y después? —cuestionó—. Beth se libraba de los abusos porque Stevens intercedía por ella y Dawn lo aceptaba, pero ya no lo aceptará .—se llevó las manos a la frente—. Ahora es más vital que nunca huir.
Dillan se puso frente a ella y la sujetó por las muñecas con fuerza, en sus ojos se podía ver que había mucha rabia contenido, pero Mara no entendía porqué.
—Te dije que era mala idea, te pedí que confiaras en mí y yo te protegería, pero no me hiciste caso… —la espetó—. Siempre has sido y eres una cabezota, y encima tienes predilección por las malas ideas. ¿Ahora es vital escapar? ¿No lo era antes acaso? Antes Beth se podía librar de Gordman, como tú lo conseguías gracias a mí, pero ya nada la librará de ser su desahogo, y no me pidas que haga nada, Mara, porque si lo hago te dejaré a ti vendida. Si hacemos más será peor.
—Dillan…
—¿Tanto te cuesta aceptar lo que digo? ¿Tanto te molesta que sea yo el que esté contigo, el que cuide de ti y no otro?
—Sabes que no es eso, que no se trata de estar contigo. Quiero que vengas conmigo, que sigamos juntos de aquí en adelante. No quiero perderte más, no en este mundo… Pero lo quiero lejos de aquí.
—No es posible.
—Claro que sí, lo he visto, lo he hecho —aseguró Mara.
—Y has terminado aquí, Mara. Has terminado aquí, conmigo.
La puerta de la habitación se abrió de una raudo movimientos y Dawn apreció frente a Dillan y Mara, con semblante serio y poco amistoso.
—Jonhson no deberías estar aquí a estas horas, tienes trabajo que hacer, no todo es hacer rondas —ordenó Dawn con tono herético—. Y tú, te necesito conmigo ahora, acompáñame —se dirigió a Mara.
Antes de cumplir sus ordenes Mara miró a Dillan que negó con la cabeza, para que no preguntase por el estado de Beth, pero Mara no parecía muy conforme con ese consejo.
—Ehh… ¿Qué a pasado con la fugada? —preguntó él.
—Beth está en su cuarto, ahora mando a alguien a que la vea… —dijo Dawn, pero se quedó mirando con atención a Dillan—. De hecho, ves tú. Tal vez necesitará que la limpien un poco. Espero que si has estado con ella —Miro a Mara—. Hagas lo que te mando y nada más. Beth necesita un par de días para descansar.
—Entendido.
Mara siguió a Dawn más tranquila tras lo que acababa de escuchar. Sequía preocupada por saber qué le habían hecho a Beth y cómo se encontraba en realidad, pero saber que Dillan sería quien cuidase de ella le daba algo de calma.
Estaba pensando en aquello cuando Dawn paró frente a una puerta y la miró fijamente.
—Espero que tú no me traiciones, porque contigo no tendré tanta consideración. Si dices algo de lo que vas a ver aquí o de lo que tienes que hacer te aseguro que te arrepentirás.
Tras escuchar eso Mara supo dónde se dirigían. Iban a la planta inferior, donde se encontraba Elena. Ahora ella sería la encargada de cuidar de la rehén secreta de Dawn.
Entraron en la oscura habitación, iluminada por una pobre lámpara. Pero en cuanto Dawn presento a la nueva carcelera Pocker se quedó rígida
—¿Qué ha pasado con Beth? —preguntó.
—Tiene otras obligaciones ahora, ha sido elección suya —dijo Dawn, lo que provocó tanta rabia en Mara que apunto estuvo de contestar.
Hasta se le pasó por la cabeza, que allí, a solas, y contando con el factor sorpresa podría atacar a Dawn y superarla sin mucho esfuerzo, pero era arriesgado y no solo para ella.
—Ella cuidará de ti ahora, al igual que Beth entró herida, la hemos curado y cuidado.
—¿La puedo preguntar? ¿Puedo quedarme con ella a solas, como con Beth? O es eso lo que vas a hacer, cambiar a mi carcelero cada tanto para que jamás pueda confiar en nadie y tú estés siempre aquí.
Dawn no contestó pero se alejó hacia la puerta.
—No te acerques demasiado a ella —dijo antes de cerrar.
Mara dudó unos segundo si confiar en hablar con Elena con calma o no, pero tras casi medio minuto en silencio y sin señal de Dawn se acercó hasta la cama.
—¿Qué a pasado?, ¿dónde está la niña?
—Hoy tuvimos oportunidad de huir y ella lo intento, alguien está creando problemas a esta gente y pensamos que podría ser Vicent, o alguien de la prisión que de algún modo sepa lo que pasa… Ahora que lo pienso sé que no fue un gran plan.
—¿Qué pasó?
—Cogieron a Beth.
—¿Y tú?
—Yo me quedé para estar contigo y porque era muy arriesgado para mí.
—Pero hay que salir de aquí, con o sin mí.
—Estas lejos del resto, debes hacer algo para que te suban con nosotros, diles algo que quieran oír, colabora… miente o haz lo que sea, pero debemos estar todas juntas y juntas enfrentarles o huir, lo que sea.
—Creo pequeña Marita que no estás pensando con la cabeza.
—Puede que tengas razón…
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Tara corrió hasta que sintió que sus piernas estaban hechas de mantequilla y sus pulmones llenos de azufre. Corrió entre los edificios de la arrasada Atlanta, hasta alejarse tanto del Grady Memorial que apenas ponía identificar si alguien se asomaba a una ventana.
Cuando se sintió seguro y lejos paró a descansar, tan agotada como nerviosa y sintió que le subía levemente la fiebre. Despertó siendo noche cerrada, con dolor en el pecho y agujetas en las piernas, pero feliz con no estar dentro del hospital. No olía a ese lugar y eso la llenaba de vida.
A esas horas sabía que era seguro moverse, lo agentes no estaban patrullando y no perdió tiempo en salir del edificio dónde se había ocultado.
Dado su estatus en el hospital era conocedora de mucha de la información que traían los agentes tras sus rondas, y sabía que zona dirigirse según sus intereses: encontrar una vía de salida de la ciudad segura de caminantes o hallar a esos individuos que tantos problemas habían traído a Dawn y los suyos en los últimos días. La cuestión era por cuál optaría.
Irse era lo más inteligente y práctico, apenas conocía a Beth y Mara y no les debía nada. Ella solo quería alejarse de aquel lugar y… ¿Y? ¿Qué haría después? Estaba sola, sola en ese horrible y brutal mundo, y tan solo contaba con una pistola automática sin munición. Busca a esos desconocidos, aun suponiendo que sí conocieran a Mara y Beth era muy arriesgado para ella. No la conocían de nada, y su gente los había atacado en los último días, tal vez no la dieran tiempo a explicaciones y la reventaran la cabeza de un certero disparo.
—De algo hay que morir… —se dijo a sí misma.
Se levantó con pesadez y salió a la calle, poniendo rumbo hacía la zona dónde habían sido avistados aquello individuos con su vehículo militar el día de antes.
Caminar por aquellas calles desiertas y desapacibles la ponía los pelos de punta a cada paso. La azul luz de la luna no iluminaba todo lo deseado, y Tara fue consciente de todo el tiempo que había pasado en el hospital y de que sin están bien allí al menos era un lugar seguro. Escuchó unos gruñidos lejanos y apunto estuvo de dar media vuelta, con la intención de regresar de nuevo en dirección al Gredy y pedir perdón y clemencia a Dawn por querer huir, cuando su pies se toparon con algo que la hizo trastabillar y caer al suelo provocando ruidos metálicos a su alrededor.
Había caído por sorpresa y el golpe contra el suelo la dejó desconcertada y dolorida durante unos segundos. Pero escuchó pasos acelerados, que la hicieron incorporarse con premura desoyendo el dolor que sentía en su cuerpo. Se puso en pié, viendo que había caído en una trampa con un cable atado a latas, pretendiendo salir corriendo de allí.
—Ni se te ocurra moverte. —Escuchó a su lado, y puso las manos en alto sin pensar.
—No tengo nada, no quiero nada… —dijo sin pensar
—¿De dónde has salido? —Era una voz femenina.
Frente a ella apareció una mujer morena con cara de pocos amigos.
—Responde a la pregunta —la instó de nuevo la primera voz, masculina, pero no sabía qué responder.
—Eh, está sola y no lleva uniforme. —Una nueva voz llegó a sus oídos.
El tono y forma de hablar le hizo sentir algo de tranquilidad y vagó los ojos hacía aquellos emisores que hasta ese momento no había llegado a ver. Sus ojos se abrieron más aún al ver que uno de ellos iba vestido de militar.
—Tengo una cosa —balbuceó—. En el bolsillo, si no lo reconocéis me podéis matar pero… pero
Todos se miraron al escucharla, pero en cuanto quiso bajar la mano para llevarla a su bolsillo el militar la encañonó con su fusil.
—Mira en su bolsillo —ordeno ese tipo al otro que estaba a su lado—. Rosita no dejes de apuntarla.
El joven de voz amistosa se acercó y metió con cuidado la mano en el bolsillo de Tara, agarrando lo que llevaba allí y quedando desconcertado ante su tacto.
—¿Qué es esto? —preguntó antes de mirar el contenido que ahora estaba en la palma de su mano, pero algo llamó su atención haciendo que mirase fijamente a la desconocida. Tara pudo observar sus rasgos asiaticos —. ¿De dónde lo has sacado? —La mostró el colgante de corazones—. ¿quién te ha dado esto?
—Su dueña, me lo dio para que su familia lo tuviera y supieran que estoy con ellas. ¿Eres su familia?
El chico pareció desconcertado, pero asintió. Y bajó la vista identificando el otro colgante también. Se lo había visto a Mara al cuello cada día en los últimas semanas.
—Soy su… su familia. ¿Dónde están? ¿Están bien?
—Sí, creo que sí, pero hay que ayudarlas a escapar —respondió Tara.
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.TWD.
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Sé que he tardado mucho en actualizar, me he centrado en sacar varias novelas en Amazon, una de ellas en parte inspirada por Norman Reedus y eso me ha dejado poco tiempo. Pero como siempre digo la historia no está cancelada y poco a poco voy escribiendo nuevos capítulos.
Un gran abrazo a los lectores que aún siguen leyendo la historia de Mara y Daryl.
