Acogida Familiar

La mente de Beth no podía dejar de recordar el rostro de Dawn tendido sobre el suelo del hospital, sin vida y cubierto por la sangra. La había matado, al igual que a Godman… pero le parecía un sueño, algo ajeno a ella, pese a que sabía a ciencia cierta que ella había sido quien había apretado el gatillo y había terminado con la vida de ambos. El recuerdo era tan intenso que apenas tomaba conciencia de lo que sucedía a su alrededor.

Poker estaba tendida en el camastra de aquella caravana, junto a ella Mara, tendida a sus pies, intentaba taponar infructuosamente la herida de su pierna, que no dejaba de sangrar en abundancia.

—¿Y Maggie? ¿Dónde está Maggie? —preguntaba Glenn—. ¡Beth, ¿sabes algo de tu hermana?! —gritó hasta sacarla de sus recuerdos.

—No… no… —negó vagando los ojos por toda la caravana.

Dillan intentaba tranquilizar a su sobrino, mirando también hacía todos lados, seguramente sin comprender del todo lo que estaba sucediendo. Tara estaba junto a la chica latina que conducía.

—¿Dónde vamos? —preguntó el hombre rubio vestido de oficial.

—A recoger al resto, una parte del grupo está escondido, a salvo —explicó explicó la conductora, maniobrando con brusquedad al volante.

—¿En la ciudad? —cuestionó Dillan de nuevo.

—Sí, no muy lejos.

—Alejarnos de la ciudad no es lo mejor —aportó entonces el rubio, lo que logró que la conductora lo mirara confusa—. Sus coches son más rápidos y solo hay tres vías limpias por las que poder alejarse, en un par de horas nos cogerían.

—Tiene razón —asintió Tara.

—En ese caso pensaremos un plan B —determinó Rosita.

—¡Beth! —llamó Mara, con tono desesperado desde el fondo de la caravana.

La rubia corrió hacía su amiga y se agachó también junto al catre donde yacía Poker. Era evidente que Mara no sabía que hacer, sus conocimientos de medicina eran muy escasos y necesitaba la ayuda de Beth, pues el tiempo pasado junto al doctor Stevens la había dado más habilidades.

—Está perdiendo muchas sangre… —dijo taponando la herida con sus manos, a pesar de que una voz interior, a la que no quería escuchar, le decía que todo era inútil pues por la rapidez y cantidad de sangre que perdía seguramente la bala habría seccionado una arteria importante.

—Déjalo —dijo Poker, intentando apartar las manos de la chica de su pierna—, déjalo…

—¿Qué? ¡No! —replicó Mara—. Elena, te pondrás bien, ¿sí? Ya estamos fuera, salimos… Te podrás bien y buscaremos a Vicent, Daremos con él y Shally, los encontraremos y…

—No, Marita. Tú lo encontrarás.—La voz de la militar se notaba débil, al igual que era palpable el lívido de su rostro, fruto de la perdida de sangre—. Yo ya hice mi parte, te saqué de ahí. Díselo cuando lo encuentres… Dime que lo encontrarás, tienes que hacerlo, niña. Tienes que encontrarlo, porque él irá a buscarte, él lo hará y si no te encuentra… Búscalo, por favor.

—Sí, lo haré. Pero lo haremos juntas. Elena, no te rindas por favor —suplicó la chica, inclinándose hacía la militar que tan solo negaba levemente con la cabeza, ya sin fuerzas.

Desde el estrecho pasillo que daba paso a la parte trasera de la caravana Glenn contemplaba la escena. Su cerebro no había podido comprender que había sucedido con las leves frases que se habían dicho antes de subir al vehículo, y aunque sabía que era una situación limite y no podía prever que sucedería unos segundos después, pues huían de los policías del hospital en esos momentos, prefirió esperar para más adelante a las explicaciones. Se acercó hacía Beth y Mara e intentó consolar a esta última que no aceptaba que la vida de la mujer se extinguiera con esa facilidad.

—Déjala, Mara… Déjala —susurró a su amiga, que seguía nefando.

.


.

Desde que la silueta de Atlanta era reconocible en el horizonte Daryl había ido acelerando el paso paulatinamente, llevado por un ansia que le hacía olvidar, o tal vez solo ignorar, el cansancio y la fatiga. Algo en su interior le decía que aquello que a cada paso estaba más cerca de sus anhelos, que Mara estaba cerca, más cerca cada segundo y con esa idea en su inconsciente no podía frenarse, aun cuando el sol comenzaba a ocultarse.

—Debemos parar… —dijo Carol

—Estamos cerca —respondió Daryl, casi sin escucharla.

—No lograremos nada de noche en la ciudad, y menos agotados —insistió no sin motivo—. Si dices que son los mismo que se llevaron a Beth… tal vez allá que luchar, tal vez haya…

Daryl se detuvo, aunque a regañadientes debía admitir que Carol tenía razón. Quería encontrar a Mara y a Beth, pero si quería recuperarlas debía estar en buenas facultadas, porque suponía que no sería fácil.

—Busquemos un lugar para descansar unas horas —accedió.

Carol soltó un suspiro al escucharle, satisfecha porque hubiera sido tan sencillo que cediera a su petición de parar. Ella sí achacaba el cansancio acumulado y apenas sentía más que dolor en sus piernas y pies.

—Conozco esta zona —dijo al cazador—. Esto es Morrow, dónde vivía no estaba lejos y sé dónde podemos encontrar un lugar para descansar.

Daryl asintió sin pedirle más explicaciones. Tenía muchas emociones dentro de su cuerpo, pero era incapaz de darles salida, incluso con Carol.

Volver a ver a Rick, Carl y Michonne con vida unos días antes había trastocado su mente, se había convencido de que habían muerto o que jamás volvería a verlos. AL igual que había hecho respecto a Carol, junto a quién caminaba. Así que no podía acallar la voz que le decía que volvería a ver a Mara, que la recuperaría y podrían tener esa vida que ella le había mostrado. Pero de igual manera algo en su cabeza le decía que no podía ser tan iluso de conservar esas esperanzas, que esa eran ideas típicas de alguien como Beth, no como él. Beth… tal vez también pudiera salvar a Beth de la gente que se la había llevado. Y, sin embargo, pese a lo culpable que se sentía porque la joven hubiera sido capturada por aquel vehículo, no podía anteponer siempre a Mara. Nadie le había importado tanto como ella. Ni siquiera Merle.

—Es aquí —indicó Carol, sacándole de sus pensamientos.

Daryl alzó la vista y contempló el cartel que había en la fachada.

«NECCO – Hogar de acogida familiar»

—Algunas vez vine aquí, con Sophia… —fue todo lo que dijo Carol, y Daryl no necesitó más explicaciones.

Él también conocía sitios así, no de primera mano, porque nunca había llegado a entrar en el sistema. Pero sabía que existían y quienes eran los que acababan allí. Sin embargo, en lugar de pensar en su propia vida o en la de Carol, que en esos momentos abría las puertas y comprobaba que no hubiera caminantes en las instalaciones como lo tenían por costumbre, Daryl pensó en Mara. No pudo evitar que ella regresara a su cabeza al imaginar que ella trabajaba en un lugar así, que ella siempre había intentado hacer del mundo un lugar mejor y sanar a aquellos que estaban heridos, no físicamente, sino con heridas más profundas y secretas. Ella había hecho de su mundo un lugar inimaginable para él antes de conocerla, y descubrirlo el mundo sin ella era insoportable. Por eso estaba tan agitado y nerviosos, porque sabía que frente a él se abría un abismo. Volver a tener una vida o seguir limitándose solo a sobrevivir, como había hecho antes de conocerla.

Con la ballesta apuntando a su frente caminó por los pasillos tras Carol, comprobando que todo estaba despejado y aquel era un lugar seguro. No solo seguro, sino un buen lugar donde poder descansar aquella noche, como Carol había dicho.

Se metieron en una habitación con dos literas, semejante a todas las que había en aquel pasillo. Se notaba que aquella estancia había sido ocupada por alguien, pues tenía objetos personales, como una colcha de punto y un par de peluches, así como libros sobre el escritorio y algunos objetos decorativos infantiles.

—Aquí estaremos bien —indicó Carol—. Si quieres buscar otra habitación…

—No. Desde aquí se ve la calle, así podremos controlar la salida y no correr riesgos.

—Haré la primera guardia —prepuso la mujer acercándose a la ventana—. Tu debes descansar y despejar la mente.

Daryl le dedicó una mirada inquisitiva por esa última frase pero la mujer lo ignoró y miró a la calle exterior.

—Esto es seguro, ambos podemos descansar. También lo necesitas.

—A mi me basta con sentarme, tú tienes que dejar de pensar. Aunque no te guste sabes que te conozco, sé lo que piensas, y debes tener la mente despejada para mañana.

—¿Qué te preocupa? Dilo —preguntó tajante Daryl, sentándose en la litera inferior.

—Que dudo que podamos salvarlas, no se si ya se puede salvar a alguien…

Durante unos segundos Daryl le aguantó la mirada, aquella idea no quería que pasara por su cabeza, no por el momento, y no dudó en hacérselo saber a su compañera.

—A ellas sí, lo haremos. Comenzaremos de nuevo.

—¿Crees que se puede? ¿Comenzar de nuevo?

—Se puede intentar.

»Y si te preocupa que Mara tenga miedo, por lo que pasó en la prisión. Yo sé que no es así…

—No es ella. No es nadie… Ya es tarde para comenzar de nuevo, lo es para mí —confesó la mujer.

—No es verdad. Yo también te conozco, y superarás esto, puedes hacerlo, lo has hecho antes —aseguró Daryl.

—Lo que pasé, las cosas que pasaron antes de llegar a la prisión me consumieron, la mujer que era dejó de existir y la mujer que fui después también se ha consumido, ya no queda nada de quién has conocido.

—Es mejor que durmamos, los dos necesitamos descansar —dijo llevándose la mano a la frente, indicando que ambos debían despejar su mente—. Verás las cosas más claras después.

Carol negó, pero no replicó a Daryl y se acercó hasta la litara donde él se acomodaba. El cazador solo se puso cómodo y tomó aire con fuerza antes de comenzar a relajar su mente. Quería sumirse en un sueño donde volviera a ver a Mara, quería soñar esa noche con ella con la esperanza de verla al día siguiente en la vida real.

La caravana había esquivado las patrullas y llegado hasta el lugar donde Abraham y Eugene estaban esperando a salvo. Pero debían alejarse de allí cuanto antes. Apenas habían tenido tiempo para presentaciones y menos aún para explicaciones de qué había ocurrido o quienes eran en realidad los nuevos miembros del grupo.

.


.

Era evidente que para el militar encontrar a una compañera del ejercito había sido una buena noticia, pese a que su estado lo complicaba todo y suponía un problema. Apenas se mantenía consciente, y nadie podía esperar que se recuperase. Aun así se calló el comentario de que era irónico que justamente necesitara un médico por huir del hospital.

—Alejarse por las autovías de Atlanta no es una buena idea ahora mismo —dijo Dillan acercándose a él, antes de que se sentara a conducir.

—¿Por qué lo dices? —preguntó el militar.

—Sé como trabajan, solo hay tres posibles salidas el resto están bloqueadas. Y ellos las conocen a la perfección. La líder ha caído, quien dé con nosotros casi garantizará hacerse con el mando del lugar y tomar su puesto. No van a cometer errores ni darnos tregua, nos seguirán con todo lo que tienen y con sus vehículos es muy probable que nos alcancen —explicó lo más rápido que pudo.

—¿Qué propones? —volvió a preguntar el pelirrojo arrancando el vehículo.

—Salir del centro pero quedarnos en alguna localidad cercana, ocultos, al menos hasta mañana. Ellos esperaran que nos alejemos rápidamente, es lo lógico, y si nos ocultamos y esperamos a que nos adelanten tendremos una oportunidad de esquivarlos y continuar sin que den con nosotros y nuestra ruta.

—¿Una noche? —cuiestionó.

—Sí.

—No nos retrasaríamos mucho y sería más seguro —apuntó la chica latina.

—¿Acaso tenéis prisa? —preguntó Dillan.

—Podría decirse así. Ese tipo que ves ahí —comenzó a decir el militar, señalando al hombre con el que se encontraba antes de subir a la caravana, que conducía con cuidado pero fuerte velocidad—. Se llama Eugene Porter, y es el único que conoce una cura para todo lo que está pasando. Yo soy el sargento Abraham Ford y ella Rosita Espinosa y tenemos la misión de llevarle a Washington, y cuanto antes mejor para que esto termine de una vez. Así que no es a nosotros, sino al mundo al que le corre prisa que partamos a nuestro destino.

—Si él es el único que puede cambiar lo que pasa, será mejor que velemos por su seguridad. Lo que digo es lo más seguro para todo, entre ellos él, sargento —dijo entonces Dillan.

Rosita y Abraham intercambiaron una mirada y terminaron por asentir.

—¿Sabes que ruta es la más segura? —preguntó ella y el agente asintió.

—Guíame en ese caso, hasta un lugar seguro para él.

Cuando Poker dejó de respirar y su rostro pálido quedó inerte Glenn apartó a Mara de su lado y sacó el cuchillo que colgaba de su cinturón para evitar que la mujer pudiera reanimarse tras la muerte. No perdió tiempo, pese a ser lo más delicado posible.

—Tal vez fue una mala idea querer huir… —susurró la morena.

—Teníamos que hacerlo, y no sucedió por ti, sino porque ya no había más opción —comentó Beth.

En ese momento Mara fue consciente por primera vez de todo lo ocurrido. De cómo y por qué habían escapado ese día, de aquella morena.

—¿Qué te hicieron? ¿te hicieron algo? —preguntó a la rubia con preocupación, culpándose por no haber pensado antes en ello.

—No, me defendí y Dillan llegó antes que el resto —explicó Beth.

—Menos mal —dijo Mara y se abrazó a su amiga, llevando los ojos al cadáver de Elena a continuación.

No podían volver a arriesgarse a estar en una situación similar, a tener que improvisar en el último momento y a la desesperada, porque entonces perderían a más personas y lo arriesgarían todo. Aquella idea clarificó su mente y pese a que aún tenía presente el timbre de la voz de Elena en sus últimas palabras, Mara decidió no perder tiempo para lamentos.

—¿Cuál es el plan, Glenn? ¿En qué puedo ayudar? —preguntó al asiático aún abrazada a Beth.

El chico miró para la cabina de la caravana, había oído un poco la conversación mantenida entre Abraham y el rubio y se la hizo saber a su amiga.

—¿Él por qué está con vosotras? No eran los policías quién os retenían.

—El es un viejo amigo, nos criamos juntos —explicó Mara.

—No habríamos salido sin su ayuda —apuntó Beth.

—Será mejor que vaya a ver cómo está el pequeño —comentó la chica morena, saliendo de la pequeña habitación de la caravana.

.


.

La sonrisa de Mara era un pensamiento al que Daryl solía recurrir para relajarse, para atraer un sueño que pudiera sumirlo en una fantasía relajada y tranquila. Más que las curvas de su cuerpo, que la sensación de sus besos, el tacto de su piel o la calidez de su cuerpo acogiéndole, la sonrisa de Mara era para él el reflejo de todo lo bueno del mundo y aquello que le alejaba de lo mundano y real. Estaba recreándose en ella, en la curvatura de los labios de Mara y el hoyuelo que se formaba en la comisura izquierda de su boca cuando el chirriar de unas ruedas haciendo un giro brusco lo sobresaltó, sacándole de aquella fantasía.

Sin perder tiempo abandonó la cama y corrió hacía la ventana, sin preocuparse por Carol que descendía de la litera también sobresaltada.

Una caravana entró en la calle de enfrente, un pequeño callejón que se ocultaba de la avenida principal y se perdía en un estrecho giro que hacía desaparecer de la vista a todo el que se ocultara tras él.

Ante las preguntas agitadas de la mujer, el cazador se limitó a negar, no sabía qué pasaba ni a qué se debía. Pero unos pocos segundos después tres coches patrullas recorrieron a toda velocidad por la avenida, pasando por alto el callejón por dónde la caravana se había metido, despertando en Daryl un sexto sentido y una fuerte corazonada.

—Los están persiguiendo —declaró Carol.

Daryl asintió y siguió con la vista los vehículos, comprobando que en las lunas traseras de todos ellos estaba marcada una cruz blanca que él ya conocía bien.

—Han huido de esa gente, y son los que se llevaron a Beth y tal vez a Mara… —dijo antes de alejarse de la ventana, tomando su arma rumbo a la salida del edificio.

—¿Qué? —preguntó para sí Carol, sin comprender del todo. Sin embargo siguió al cazador, aunque no sabía que era exactamente lo que se proponía.

—Tenemos que dar con los de la caravana, ver qué saben… saber quienes son… —comentó como única explicación Daryl, avanzando a toda velocidad por el pasillo que llevaba hasta la calle.

—Es peligroso —evidenció Carol.

—Pero hay que intentarlo —declaró Daryl.

No pensaba dar más explicaciones. Tampoco las tenía. Algo le decía que debía dar con los que iban dentro de la rulot, porque era muy posible que ellos le acercasen hasta el paradero de Mara, que podrían conocerla y como poco decirle cómo se encontraba. No podía explicar a qué se debía aquella seguridad que sentía, pero la sentía por completo, con tanta claridad que le cegaba.

Sin apenas preocuparse por si había caminante por la calle cruzó la avenida siguiendo el rumbo de la caravana por el callejón donde la había visto internarse apenas un par de minutos antes. Aquello en realidad no era un callejón sin salida, sino una via peatonal y estrecha, donde un vehículo como la caravana maniobraría con mucha dificultad, pero donde era obvio que nadie esperaría encontrarla.

Con Carol a su espalada avanzó pegado a la pared, con precaución, en realidad no sabía quienes eran sus ocupantes ni si resultarían peligroso, pese a su corazonada, no podía fiarse por completo. Y, a pasar de la precaución, recorrió la calle tan rápido como era capaz, hasta divisar el vehículo tras una esquina.

—Van a entrar en ese edificio —indicó Carol al ver descender a un hombre pelirrojo y una mujer morena con aire disuelto pero cauteloso—. Espera… Mira… Es…

Daryl agudizó aún más la vista, asomando la cabeza tras el container de basura tras el que estaba oculto. En otro momento de su vida podría haber creído que sus ojos le fallaban y que en realidad todos los chinos se parecen, pero él sabía que estaba viendo a un coreano.

Estaba a punto de salir de su escondite, cuando tras Glenn vio descender del vehículo a Beth, con su coleta rubia característica y vestida de enfermera, y tuvo que parpadear para asegurarse de que no estaba teniendo una alucinación. Pero, entonces, su pulso agitado se quedó helado al reconocer a Mara. Ella fue la siguiente en bajar de la rulot, apenas un par de segundos después de Beth y Daryl supo que estaba soñando. Debía seguir soñando y por eso estaba viendo algo como aquello. Estaba viendo a las personas que más deseaba encontrar, juntas y a salvo, y no pudo evitar sonreír levemente. Era una buena visión.

Y, se dijo, «si era un sueño no debía tomar precauciones». Sin apenas pensar salió tras el container con la ballesta en sus manos apuntando al cuelo.

—¡Chip! —gritó hacía el otro lado de la calle.

Todos los presentes se quedaron inmóviles por la sorpresa durante un microsegundo, incrédulos al ver al hombre que se encontraba a un extremo de la calle. Un instante después Glenn y Beth lo reconocieron aumentando su escepticismo, pero ni por asomo tanto como Mara, a la que el corazón se le paró en seco al identificar la voz y reconocer la silueta del hombre. Pero no necesitó pensar o cuestionarse qué hacer, pues sus piernas comenzaron a moverse guiadas por su corazón y antes de ser consciente ya corría hacía él, olvidando cualquier otra cosa que formara parte del mundo.

Sin reparar en la actitud de Mara, tanto Rosita como Abraham encañonaron sus armas hacía aquel desconocido, con la misma rapidez con la que Glenn se avanzó hacía ellos instándolos con nerviosismo a que no disparasen, al igual que Beth, que pese a su incredulidad se antepuso para proteger a Daryl en la línea de tiro.

Por un segundo el cazador temió que Mara se desvaneciera ante él antes de tocarla, pero, sin embargo, la pudo estrechar con fuerza entre sus brazos y ella se encaramó a su cuello con la misma intensidad, oprimiendo su pecho agitado por la respiración tras la carrera contra el torso de él.

—Daryl… Daryl… —La escuchó susurrar emocionada.

—No quiero despertar —dijo para sí, sintiendo con toda intensidad la presencia de ella.

—No tienes que hacerlo —declaró ella, y Daryl apretó los ojos, temiendo que todo terminara ahí y queriendo arañar unos instantes más a aquella fantasía. Sin embargo, Mara siguió allí, abraza a él.

Confuso Daryl se apartó levemente de ella para contemplarla, para ver su rostro, apartando su melena negra a un lado con la palma de su mano. El rostro de Mara estaba aconjogado, lloroso, pero resplandeciente de emoción al mirarle. Sus ojos, eran sus preciosos ojos dorados que lo observaban incrédulos, como él debía mirarla, y bajo ellos y su pequeña nariz contempló una enorme sonrisa, familiar y a la vez única como no la había visto jamás.

—Esto es real —susurró para convencerse y ella asintió sin dejar de sonreír.

Daryl comprendió entonces que no se había preparado para ello, y no sabía que hacer. No tenía ni idea de qué debía hacer al encontrarla al fin, así que se limitó a hacer lo que más deseaba en el mundo y la besó.

Mara se entregó a él en aquel beso, que no la pilló de sorpresa, y volvió a abrazarse al cuerpo de Daryl con total entrega, bebiendo la pasión y en anhelo que sentía en su boca y deseando permanecer así hasta que el mundo terminara de llegar a su fin. Daryl la abrazó con fuerza rodeando su espalda cuando se separó un poco de sus labios.

—Estas viva... estas bien... te he encontrado

—Nos has encontrado —le corrigió—. Los dos estamos bien.

Daryl se mostró un tanto confuso al principio, sin comprender las palabras de Mara, hasta que esta se separó un poco de su cuerpo y se llevó la mano al vientres con gesto emocionado.

—Has vuelto con nosotros.

Daryl observó su incipiente barriga, más abultada que la última vez que había estado junto a ella, cuando solo él, que conocía de memoria su cuerpo podía percibir el cambio. Y a causa de toda la emoción y conmoción de esos últimos instantes cayó de rodillas frente a Mara y apoyó el rostro contra su estómago. Él nunca soñaba con el bebé, en sus sueños Mara jamás mencionaba al bebé, porque sino al despertar no podía continuar adelante, podía despedirse de ella con la luz del sol, pero no de todo, no de la familia que podría haber tenido. Y entonces supo con más certeza que nada que nada de aquello era un sueño y Mara tenía razón, había vuelto a su hogar.


~.TWD.~


.

Ya, por fin... Sé que ha costado llegar al reencuentro pero al fin llegó y Mara y Daryl están de nuevo juntos... por ahora, jajaja. No, no voy a ser mala. Están juntos ya... de momentos, jejeje. Que no, en serio. No temáis, esto no es un sueño ni nada así. La pareja se ha reencontrado y en los próximos capítulos veremos que cambios ha provocado que hayan estado separados y todo lo que les ha pasado en este tiempo.

En realidad no sé si alguien aún sigue interesado además de AnaGutierrez18, que siempre comenta. Mil gracias, corazón, por tu paciencia y fidelidad al fic. Pero si aún quedan lectores interesados por las aventurillas de F.E pues espero que este cap le haya gusta.

En realidad tenía pensado otro reencuentro, en la carretera, pero me pareció más predecible y no sé, creo que este ha sido un poro sorpresivo y tal vez alguno no esperaba que se diera ya...

Antes de irme, quería recordaros que aparte de los fanfic, también escribo novelas. Tengo tres novelas publicadas en Amazon, para adultos, románticas y de corte erótico publicados con el seudónimo Cora Spark, y una más de genero juvenil que salió este mismo mes, versa sobre Halloween, el bullying y también tiene romance. Se llama Prefiero los jueves y la he publicado con mi nombre Carmen Serrano. Si os interesa o si queréis saber más de ella podéis poneros en contacto conmigo.

Muchas gracias por leer. :* :* :*