Los minutos pasaban mientras varios miembros del grupo iban mostrando sus diferentes intereses y planes que realizar desde esa mañana. Abraham hablaba tanto por él como por Rosita y Eugene, que aunque no compartieran todas sus directrices asentían cada tanto con la cabeza a sus palabras. Por su parte Glenn y Daryl replicaban las ordenes del militar al no querer dirigirse a Washington desde allí, ya que ellos estaban más que decididos a encontrarse con Rick y el resto del grupo que se encontraba con el Sheriff.

—No vamos a dejar a nuestra gente —aseguró Glenn—. Ni voy a dejar a mi mujer atrás. Si quieres que vayamos con vosotros tendréis que hacer algunas concesiones.

—Tal vez en ese santuario encontréis más gente que os quiera acompañar —propuso Tara.

—Algunos de nosotros no os vamos a acompañar si ese lugar es seguro —declaró entonces Daryl, provocando que Mara le mirase sorprendida.

Dillan por su parte observaba evaluando la situación sin decir una sola palabra, pero observando como cada uno de los presentes asentía y reaccionaba a los diversos comentarios.

—Creo que no sois conscientes de la importancia de nuestra misión —tomó la palabra Abraham—. Esto es más importante que vuestros amigos o esposas, más importante que nadie, porque se trata de todos, de el mundo y toda la humanidad que queda.

—Para mí la humanidad que queda no son más de una docena de personas, y no voy a arriesgar nada por nadie más —determinó Daryl, decidido a alejarse dando la discursión por terminada para él.

—Sin nuestra gente no iremos a ningún lado —se unió Glenn al talante del cazador.

—Y la caravana sigue siendo nuestra —apuntó entonces Tara.

Abraham mostró en su semblante lo contrariado que se encontraba, pero se mordió la lengua para acallar los juramentos que quería liberar.

—No nos retrasaremos demasiado, y tal vez consigamos más gente en ese sitio —intentó consolarle Rosita, pero el militar se limitó a bufar.

Mara fue tras Daryl al ver que este se alejaba del grupo. En cuanto recogieran saldrían de Atlanta intentando que los policías del hospital no los descubrieran.

—De verdad piensas que ese lugar es seguro —preguntó cuando quedaron a suficiente distancia del resto.

—Rick lo piensa y, si lo es, sería justo lo que necesitamos ahora mismo. Un lugar seguro…

—Quiero ir a Washington —afirmó sin asomo de dudas—. Vicent y Shally se debían dirigir al mismo sitio al que nos llevará Eugene. Tenemos que ir con ellos.

Daryl se limitó a mirarla en silencio pero no dijo nada, limitándose a recoger unas pocas cosas para llevar consigo en una mochila.

—Toma, tenemos que salir cuanto antes —la indicó, entregándola la mochila donde había metido un par de linternas y algo de ropa de la que había encontrado la noche anterior. Dirigiéndose hacía el exterior de establecimiento.

Mara, con la mochila al hombro se acercó hasta donde estaba Beth, también recogiendo algunas cosas útiles para el viaje.

—¿Te quedarías en ese lugar al que vamos? —le preguntó sin tapujos a la rubia.

—No lo sé, no hay forma de saber si será segura… Pero no quiero separarme más del resto. Quiero que lo que se decida y se haga lo hagamos todos juntos. Pero… alejarme… Maggie podría seguir por aquí, en algún lugar cercano. Si el resto nos hemos encontrado ¿por qué no a ella también?

Mara asintió. La decisión no sería fácil, había muchos intereses diferentes y llegar a un consenso sería complicado, aunque solo los discutieran entre los miembros de su grupo sin considerar al resto. Eso la hizo pensar en Dillan con cierta culpabilidad, ella le había insistido en que abandonase su refugio para ir con ella con la promesa de protección para su sobrino, pero ahora veía con claridad que eso no sería del todo posible. Le observó durante unos segundos hasta que sintió que ella misma estaba siendo escrutada desde la distancia y miró con curiosidad hasta encontrar a Carol con la vista fija en ella.

No había llegado ha hablar con la mujer sobre cómo se había encontrado con el resto, pero por lo que Daryl había dicho la noche anterior de quién se encontraba con Rick sabía que las niñas Samuels ya no estaban entre ellos, y temía descubrir qué había sucedido, por lo que desvió la vista, buscando algo que hacer para disimular.

Sin dudar se encaminó hacía el científico, Eugene, quién decía conocer una solución para el mundo y tener que llegar a Washington para cambiar todo.

—¿Cuánto se tardaría? ¿En cuanto tiempo estaríamos allí? —preguntó sin poder disimular su interés apremiante.

—Eso es difícil de determinar —dijo Eugene—. Muchos factores influyen en los viajes. Considerando que las rutas directas no estarán habilitadas para transitar por ellas sin resultar un gran peligro y tendremos que desviarnos por carreteras secundarias y dar numerosos rodeos que alargarían el trayecto, y teniendo también en cuenta otros factores que nos retrasarían por jornadas enteras, y siendo muy optimista en los cálculos puede que un mes. Pero como he dicho, es solo un cálculo estimado, ya que no se puede dar por hecho ninguno de los factores que alterarían los cálculos.

—¿Y allí saben que están en camino? ¿Tienes una forma de comunicarte con ellos, decirles con quién estas, o mandar algún mensaje?…

—Glenn no dijo que alguien de los vuestros iba a Washington —dijo entonces Abraham, aproximándose a Mara por un costado—, tú pareces estar informada de ello.

—Sí, es mi tío. Iba con la mujer que murió ayer. Eran compañeros tuyos, boinas verdes de la división de Alabama. Tenían información sobre la zona segura de Washington, se adelantaron hacía allí hace ya un par de meses junto con una mujer y su hija, pero al parecer tuvieron complicaciones… Pero sé que él llegará hasta allí, me lo prometió, y también que enviaría ayuda a nuestra comunidad…

—Pero ya no hay tal comunidad —apuntó Abraham con suspicacia.

Mara negó, sin disimular su abatimiento.

—Si hay alguna forma de advertirle, de informar que sigo viva y a salvo, para que no venga, ni crea que…

—Ellos son los que se comunicarán con nosotros si lo necesitan. No hay más —dijo con cierto pesar Abraham.

Mara miró al científico, esperando que este contradijera al militar y le ofreciera una alternativa, pero este solo se mostró dubitativo y nervioso.

—Nuestro proyecto era alto secreto, no creo que tu familiar fuera al mismo lugar que nosotros ni estuviera informado de él.

—No lo sé, solo él y Elena tenían toda la información… y ahora ella esta muerta.

Las puertas del gimnasio se abrieron cuando Mara dijo la última palabra, entrando entre ellas Daryl y Glenn. El primero cargaba en brazos con un vuelto que se intuía era de un cadáver. Mara supo que se trataba de Elena. Mientras que Glenn solo llevaba una garrafa en las manos.

—Salid todos e ir montando en la caravana, es hora de irse —indicó Daryl.

Todos obedecieron sin hacer preguntas.

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La columna de humo era visible en la lejanía, como parte de la silueta de Atlanta, que iba quedando atrás con todas las últimas experiencias vividas allí. Mara observaba la escena con tristeza, pensando en que Elena no sería más que cenizas en esos momentos. No podía quitarse de la cabeza que la militar había muerto por salvarla, sabiendo que Vicent querría que lo hiciera para que así pudieran reencontrarse.

En la pequeña cama de enfrente al sofá donde se encontraba sentada descansaba el pequeño Dylan, que por lo visto no había podido dormir aquella noche y había caído rendida nada más tumbarse en el mullido colchón. Dillan había ido a la cabina. No habían hablado, en realidad él no había cruzado una palabra con nadie desde la primera hora del día.

—No podíamos enterrarla. —Escuchó decir a Daryl tras ella.

—Lo sé —respondió sin apartar los ojos de la ventanilla desde donde contemplaba la humareda a lo lejos.

—Pero… toma.

La joven se volteó, reconociendo las chapas militares de Elena colgar de la cadena en la mano de Daryl. Alargó el brazo para tomar la cadena con cuidado, como una valiosa reliquia. El cazador se sentó junto a ella, tomando aire con fuerza mirando al niño que dormía plácidamente.

—Gracias —susurró Mara.

—Es un viaje muy largo para él y también para Judith…

—Lo sé, y si ese sitio es seguro lo mejor es que…

—No vamos a separarnos de nuevo —la interrumpió.

—¿Me prohíbes que vaya? Se trata de Vicent y Shally.

—Él opinaría igual.

—Sabía que esperaba un hijo cuando me instó a ir con él, Daryl. Me lo dijo, ya sabía que estaba embarazada y quiso que fuera.

—Tú misma lo dijiste, ahora es más complicado.

Mara se incorporó en silencio. No quería hablar de ello en aquel lugar ni en ese momento.

—No sabemos si ese sitio es seguro —dijo antes de abandonar la pequeña habitación al fondo de la caravana.

En realidad Mara no estaba convencida de qué decisión tomar, no había ninguna solución sencilla o perfecta en aquellas circunstancias. Su futuro hijo le preocupaba, no quería que nada le sucediera y deseaba que pudiera nacer en un lugar seguro donde pudiera velar por su bienestar, pero ignorar el hecho de que Vicent y Shally iban camino a Washington y que el militar regresaría a buscarla a la prisión en cuento encontrara la zona segura la atenazaba el corazón. Ellos también eran su familia, en realidad lo eran más que Rick y el resto si lo pensaba fríamente, pero entendía que no sucedía igual para Daryl.

—Tendrás que tomar ese desvío y seguir por lo caminos, nos separamos del grupo en un casa en el bosque, lo mejor sería continuar desde allí, por si nos han esperado o han dejado algo para nosotros en ese lugar —La voz de Carol dando indicaciones sacó a Mara de sus divagaciones.

—Más retrasos… —murmuró Abraham.

El talante de aquel hombre le quitaba las ganas a la joven de viajar con él por medio país, y seguramente el preferiría no cargar con una embarazada de la que velar. Sin duda el futuro que se les planteaba estaba lleno de dudas.

—Te di por muerta —dijo Glenn, acercándose a Mara y apoyándose en uno de los laterales del interior del vehículo.

—¿Qué? Perdona… —preguntó ella confusa.

—Cuando desperté, tras la explosión de la pasarela. Te vi tirada al otro lado de la brecha y pensé que habías muerto… Salí de allí para buscar a Maggie y al resto y te dejé…

—Glenn yo también pensé que habías caído cuando desperté y no te vi. Es normal y… tal vez de haber intentado ver si era o no uno de ello ahora no estarías aquí. Los dos estamos vivos y ahora juntos. Eso es lo importante.

»Además, estoy segura que no somos los únicos. Puede que Maggie siga con vida.

—Si salió de la prisión y vio los carteles de los que han hablado sobre el santuario acudiría allí. Estoy seguro…

—Es algo que Hershel haría, confiar en que hay esperanza —asintió Mara pensativa—. Y que tú también harías, así que ella iría allí… lo haría para encontrarte.

—No podemos dejar de creer que hay esperanza —aseguró el asiático.

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Pararon pasada llegada la media tarde. La caravana no tenía ningún suministro y nadie había comido nada más que alguna barra energética del gimnasio desde el día anterior, encontrar víveres al menos para ese día resultaba necesario.

Había unas pocas casa a unos metros de la carretera que podrían tener algo útil y tal vez, con suerte, conservas para alimentarse.

—Será una parada corta —determinó Abraham junto a la puerta del vehículo.

—Después será tarde para llegar a ningún lado. Lo mejor es acercarnos a ese lugar por la mañana a primera hora —apuntó Daryl, un tanto cansado de la actitud autoritaria del militar al que él no consideraba su líder.

—No es sensato llegar a pasar la noche directamente a una nueva comunidad —se unió Glenn que estaba junto al cazador comprobando las armas que disponían.

—Es cierto. No hay prisa, descansemos y repongámonos. Mañana tendremos todo el día para valorar ese lugar en la mejor situación posible. Si no teneos calma podríamos entrar en la boca le lobo para dormir —dijo Dillan bajando de la caravana seguido de Mara.

Carol también descendió hasta la carretera con un par de bolsas al hombro.

—Esto es lo que tenemos, no hay mucha munición —comentó dejando las bolsas en el suelo para que comprobaran su contenido.

Mara reconoció la ballesta que Daryl le había cedido meses atrás, la que llevaba cuando Dillan la encontró y se la llevó con él al hospital dejando todo lo que portaba consigo atrás.

—¿Cómo…?

—Ty y yo la encontramos retomar el camino. La caja de medicinas que había al lado nos llevó hasta a vosotras —dijo la mujer.

—Sin saberlo les dejaste una pista, D —comentó la chica a su amigo, casi ignorando premeditadamente a su compañera—. Pues, ya que tengo mi propio arma iré a echar un vistazo con vosotros.

Daryl torció el gesto, pero no se negó, no quería discutir con Mara por ello y sabía que ella no cedería con facilidad. Además prefería tenerla cerca y saber cómo se encontraba. Se dividieron en tres grupos: Daryl y Mara, Glenn y Carol, y por último, Dillan y Tara.

Beth se quedaría cuidando del pequeño Dylan, y Abraham junto con rosita velando por Eugene, cuya vida valía más que la del resto como todos habían aprendido a comprender en poco tiempo por la forma en que era tratado.

Cada pareja se alejó hasta una de las casa sabiendo qué era lo que tenían que encontrar. Daryl caminaba un paso por delante de Mara, mirando en rededor, comprobando dónde estaba ella cada tanto con el rabillo del ojo, con la ballesta en las manos sin apuntar pero lista para disparar si era necesario.

Llegaron hasta la entrada de la casa, la puerta no precia demasiado robusta por lo que el cazador dedujo que un potente empujón cedería para abrirse sin dificultad.

—Quédate a mi espalda. No te separes de mi lado —indicó tomando el pomo de la puerta. Mara le lanzó una mirada un tanto contrariada, no llevaba muy bien esa sobre protección hacia ella—. Quiero tenerte a la vista.

—Por eso no te has opuesto a que viniera, ¿no? No es que confíes en mí, sino que así me puedes controlar más.

Daryl no respondió, tomó aire con fuerza y según giraba el pomo de la puerta la golpeó con fuerza con el hombro en un movimiento brusco, que rajó el marco abriéndole el paso a la vivienda.

—Sígueme —ordenó.

Mara apuntó con la ballesta tras la espalda de Daryl, manteniéndose tras él como le había indicado. El cazador emitió un silbido para atraer a algún posible caminante que rondara por el interior de la casa, pero solo tuvo un completo silencio como respuesta; el domicilio estaba vacío de vivos y muertos. Sin embargo, avanzó con cautela.

Era evidente que aunque la casa no había sido asaltada por otros supervivientes sus habitantes habían salido de allí con prisa tras llevar consigo todo lo que pensaron que era útil o de valor. Algunos cajones y armarios estaban abiertos y revueltos, pero no todos, como si supieran exactamente dónde debían de buscar y el qué.

Daryl se dirigió directamente a la cocina, en busca de comida. Tras revolver todos los armarios y compartimentos hasta el fondo, solo encontraron una bolsa de tiras de cecina y un par de latas de fruta en almibar.

—Come algo ahora —dijo él, pasándole la bolsa de carne ahumada.

—Es para todos…

—Come, lo necesitas —insistió tendiéndole la bolsa.

Mara sonrió y aceptó la comida, acercándose a él hasta abrazarlo por la cintura.

—Me gusta que cuides de mí, en serio. Pero no quiero perjudicar al grupo, no quiero ser un problema —declaró pegándose a su costado, para que él la rodease el cuello con el brazo mientras negaba.

—Aunque no te gustase lo haría.

—Lo sé. —Sonrió—. Pero no soy una inválida ni estoy enferma… Me siento fuerte y capaz. No quiero arriesgar lo que tenemos, pero tampoco voy a convertirme en un carga.

—Si fueran un carga no habría dejado que me acompañases —aseguró el cazador—. Ahora come.

Mara abrió el precinto de la bolsa y sus fosas nasales se inundaron con el olor salado de la cecina que abrió su apetito. Comió unas cuantas tiras, sin demasiada prisa para que no le cayeran mal en su vacío estómago.

—¿Qué te pasa con Carol? Apenas le has dirigido la palabra —preguntó Daryl observando como la chica se alimentaba.

Mara se limitó a negar de primeras, como si no ocurriera nada y por ello no hubiera nada que decir, pero la mirada de él dejó claro que no creía que fuera así en absoluto, obligándola a que diera una respuesta real.

—No puedo olvidar lo que hizo, lo que Rick nos contó… y temo preguntarle por las niñas. Sé que algo malo les ha pasado…

—Lo que hizo… intentaba proteger a la gente que…

—¿Pensarías igual si hubiera enfermado en lugar de Karen? —preguntó la chica.

—No fue así…

Mara se encogió de hombros y cerró la bolsa decidida a salir de la casa, pero Daryl la tomó por la muñeca y la retuvo.

—¿Qué, qué esperas que diga? La encontré cuando estaba sola, cuando pensaba que todos estaban muertos. Luego encontramos a Ty, Jude y las niñas Samuels, y le confesé que esperaba un bebé. Lo vi, lo vi en sus ojos, vi que me veía como una complicación que suponía un peligro para ella porque era otra carga más, por eso me fui. Fui en busca de Viz porque pensé que era al único que tenía, porque pensé que habías muerto y quería traer a tu hijo al mundo pese a todos lo peligros para conservar algo de ti. Si Carol fuera la última persona del mundo no tendría más remedio que unirme a ella, pero si no es así no puedo confiar en ella, no puedo, porque sé que me eliminaría sin dudar y se escudaría en un bien mayor, sin importarla que estuviera débil o fuera inocente, me clavaría un cuchillo o dispararía y luego me prendería fuego, y ahora. —Se llevó la mano al vientre— no solo se trata de mí.

—Ella me ayudó a encontrarte —dijo Daryl acercándose más a ella.

—Pero no puedo confiar en ella… Ni olvidar lo que pasó en la prisión, sabiendo que podría haber sido yo la que enfermara y muriera por su decisión. Y no puedo actuar como todo fuera normal. Sabes cómo soy, ocultar lo que siento y pienso no es lo mío, para lo bueno o lo malo.

—Ella jamás te haría algo malo —aseguró Daryl, que escuchaba a Mara sin compartir por completo su opinión.

—Eso pensaba, pero ya no…

—Hay que confiar y seguir juntos. No vamos a perder a nadie más.

Mara asintió a aquello mirando fijamente a los ojos de Daryl, sin parpadear.

—A mí no me vas a perder, te lo juro. Nos hemos encontrado, has vuelto conmigo. Y sé que siempre, pase lo que pase, volverás a mi lado. Lo mismo con el resto, si seguimos juntos es por algún motivo.

Según hablaba Mara se fue acercando a los labios de Daryl, hasta juntarlos con los suyos en un beso suave y pausado, alejándose con la misma lentitud.

—No vamos a ir a Washington. Si ese sitio es seguro nos quedaremos, por el niño pelirrojo, por Judith y por ti. Aunque te enfades y sientas que tienes que ir, no lo haremos. No lo vamos a arriesgar, no eres solo tú como has dicho —dijo entonces Daryl sorprendiendo a Mara, que se apartó un poco de su lado, hasta que el la retuvo por la cintura—. Me alegro que el bebé esté bien, porque lo quiero, y no quiero que le pase nada, ni ahora ni después. Necesitamos un lugar seguro, no por nosotros sino por él.

—Daryl…

—Ese sitio, el santuario, escuchamos una señal de radio que lo mencionaba. Si era de ellos podremos comunicarnos, tal vez lejos. Pero no quiero que la madre de mi hijo recorra medio país, porque he conocido lo que es la vida sin ti y no quiero regresar a ella, Chip. Aunque me odies por esto…

—No voy a odiarte —dijo ella.

—Podrías hacerlo y estoy dispuesto arriesgarme, para odiarme tienes que seguir viva —declaró.

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Antes del ocaso llegaron hasta la cabaña donde Carol había encontrado a Daryl, Rick, Michonne y Carl siendo atacados. Donde se habían dividido para ir en busca del rastro de Mara. Allí no quedaba nadie, Rick y el resto habían seguido el acuerdo de llegar al santuario sin esperar, lo que era normal velando por la seguridad del bebé que los acompañaba que no estaría realmente a salvo en el exterior de una comunidad protegida.

Recorrieron el perímetro, observando la pila de cadáveres de Joe y sus hombres a una veintena de metro, a medio calcinar. También inspeccionaron el interior para poder repartirse entre la cabaña y la caravana para descansar aquella noche.

—Aquí, dejaron un mensaje para ti o para quien sepa quien eres —dijo Glenn tomando una lata de un estante donde se podía leer el nombre de Dixon con rayado. Sin dudar el asiático la tomó y comprobó el interior, sacando una nota—. Hay una bolsa con armas bajo el nogal que hay tras la casa.

—¿Por qué vuestra gente dejó las armas aquí enterradas? —preguntó Rosita.

—Un As bajo la manga —dijo Daryl.

—No es mala idea dejar algunas de las nuestras también, no llevar todas con nosotros —dijo Dillan tras pensarlo—. Seguramente nos las quitarán al entrar. Es lo que cualquiera haría.

—Pues entonces hay que cavar —dijo Daryl tomando una pala que había junto a la pared.

Mara se quedó en el interior de la cabaña, tomando a Dylan en brazos y llevándole con ella hasta una camastro destartalado que había en una esquina.

—¿Te gusta este lugar para dormir? —preguntó al niño que negó de forma enfática—. No te culpo, este lugar no es nada bonito… Aunque con unas cortinas y una mano de pintura. ¿Tú que pondrías? ¿Una máquina de caramelos? —intentaba distraer al niño, que con tanto cambio de lugar estaba algo confuso en todo momento.

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Daryl entró portando una pesada bolsa de deportes azul que dejó caer sobre la mesa de madera que había en mitad de la cabaña. En un principio Mara no le prestó demasiada atención, ya había dejado su ballesta y estaba conforme con dejarla allí escondida. Sin embargo algo en el petate llamó su interés y se fijó más hasta que un escalofrío recorrió su espalda y se incorporó de la cama casi sin pensar.

La actitud de Mara llamó la atención tanto de Dillan como de Daryl. Hasta que la joven llegó a la bolsa, y limpió el costado del barro pegado a él, haciendo visible la serigrafía blanca donde se podía leer «YukioKan Dõjõ». Dillan leyó la inscripción y luego a la chica mostrando su desconcierto.

—Es tuya, ¿no? —preguntó, pero Mara negó.

Con manos temblorosas y ante la mirada de todos los presenten que no entendían qué ocurría, tomó el asa y la giró para darle la vuelta, mostrando esta vez un nombre escrito a rotulador con letras mayúsculas: «Roland»

—¿De donde habéis sacado esta bolsa? —preguntó con voz quebrada mirando a Daryl—. ¿Lo sabes?

—La llevaban los tipos muertos que están fuera, los de la pira… Era suya —dijo el cazador.

—Era de mi hermano, los tipos que lo mataron se la debieron llevar…

Entonces como si comprendiera algo importante de pronto la abrió con rapidez y comenzó a sacar todo cuanto había en su interior, agitada. Nadie se lo impidió ni le preguntó qué estaba haciendo, hasta que cada arma y cuchillo estaba esparcido sobre la mesa, y ella revisaba un pequeño bolsillo interior, palpando el contenido. Una sonrisa triste se dibujó en sus labios al sacar la mano que seguía temblando de la emoción.

La curiosidad de todos los presentes era más que evidente, y la mayoría dio un paso hacia ella para comprobar qué sacaba de la bolsa. Con gesto visiblemente emocionada Mara sostuvo entre sus manos lo que parecía una pequeña libreta que se apretó contra el pecho, reteniendo en su mano cerrada algo más que nadie fue capaz de ver.

—¿Es…? —preguntó Daryl.

—Es de mi hermano, sí. Es de Roland —asintió reteniendo las lágrimas—. ¿Matasteis a los que llevaban esta bolsa?

—Sí, a todos —dijo Carol.

—Me alegro —afirmó la joven, alejándose del grupo para salir de la cabaña y refugiarse en la caravana.

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Mara había pensado que jamás podría volver a ver el rostro de su hermano o sus padres, que únicamente podría recurrir a su memoria para poder rememorar como eran sus ojos, sus sonrisas. Sin embargo, el destino había conseguido que en esos momentos tuviera delante de sus ojo varias fotografías familiares que le sacaron lagrimas tanto de pena como de alegría. Ella había dejado atrás, en aquella pasarela de la prisión todo lo poseía de su pasado, pensando que lo había perdido para siempre, pero, por suerte, ahí estaba; su pasado había regresado a ella, con recuerdos de toda su familia, tanto de su hermano como de sus padres, pues aferrado en su mano izquierda y sin querer soltarlos tenía las alianzas de sus padres, que Roland se había llevado con él.

Unos ruidos en la entrada de la caravana la advirtieron que alguien había entrado en el vehículo.

—¿Cómo estás? —preguntó la rasgada voz de Daryl.

—Bien —aseguró, limpiándose las lágrimas que amenazaban con desbordar sus ojos—. No esperaba encontrar esto, pero…

—Estuve con ellos, con esos tipo —dijo el cazador entonces, Y Mara lo miró confusa, como si le hubiera hablado en un idioma que no era capaz de comprender—. Me topé con ellos tras perder a Beth y me uní a su grupo, hasta que supe que estaban tras el rastro de Rick y Michonne para matarlos…

—¿Cómo eran? —preguntó la chica, queriendo saber más sobre las personas que le habían quitado la vida a su hermano, para así poder odiarlos en consecuencia.

—Como debería haber sido yo. No me costó acostumbrarme a estar con ellos… Me adapté bien y si no hubieran ido tras nuestros compañeros…

—Tú no eres como deberías haber sido —dijo entonces Mara—. Y te uniste a ellos para sobrevivir, nada más. Además, están muertos. Los hombres que mataron a mi hermano ya no caminan por este mundo, y solo lamento no haber podido estar presente cuando acabasteis con ellos.

—Fue gracias a Carol… Ella fue quien realmente consiguió que los superásemos y pudiéramos matarlos a todos y no al contrario.

—Y nunca… ¿nunca les escuchaste decir nada? ¿Algo que pudiera referirse a Roland, a cómo murió o por qué?

Daryl negó con la cabeza, sabiendo que Mara había ignorado premeditadamente lo dicho sobre Carol.

—Pero supongo que no necesitaron un motivo. Eran un grupo violento, que nunca podría adaptarse a una comunidad o normas… Merecían morir, sin ellos el mundo es un lugar mejor y más seguro. Ahora estoy más seguro de ello.

—Ves como no eres como ellos en absoluto…

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. TWD .


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Seguimos avanzando, los capítulos que vendrán por delante cambiaran por completo en comparación a como la historia se desarrolló en la serie, aun así espero que os gusten. Muchas gracias a los que aún seguir pendientes de la historia y aventuras de Daryl y Mara.