Hope/Esperanza

Guiados por un joven moreno con una incipiente barba, Daryl y Mara fueron guiados junto al resto de sus compañeros al edificio norte que formaba el entramado de edificaciones que componían el llamado Santuario. Por lo que parecía a primera vista el edificio principal de la estación de tren, pues tuvieron que atravesar el amplío vestíbulo, con sus paneles de información obsoletos y en desuso desde el advenimiento del fin de la civilización, hasta llegar a un sala no muy grande, donde estaban el resto de su grupo menos Glenn y Maggie, que aún no se habían unido al resto.

—Necesitaran más tiempo tras su reencuentro —comentó Mara, tras un primer vistazo.

—Una pena no haberlo sabido para aprovecharlo —apuntó Daryl, sacándola una leve sonrisa.

Frente a todos ellos estaba situada Mery, y a su lado el joven que los había encontrado en las vías; Gareth, quienes observaban con detenimiento a todos los miembros del nuevo grupo que habían acogido en su comunidad. El cazador casi leyó en su mirada cómo los evaluaban uno a uno. Era algo normal, incluso lógico e inteligente, pero aun así le generaba incomodidad.

La puerta de la sala volvió a abrirse y tras ella apareció la pareja faltante, un poco ruborizada al percatarse de las sonrisa que el resto les dedicaba. En la mente de todos (al menos los adultos) había un claro pensamiento que explicaba su retraso.

—Ahora que estáis todos presentes, habéis tenido tiempo para refrescaros y reencontraros con el resto de vuestros conocidos es hora de explicaros como funcionan las cosas aquí.

»Por si alguno no lo recuerda yo soy Mery, y soy la matriarca de este lugar. Junto con mis hijos: Gareth y Alex. —Señaló la chico a su lado y seguidamente al joven que había guiado a Daryl y Mara, ambos hicieron un leve asentimiento de cabeza al ser nombrados—, nos ocupamos de que la humanidad no sucumba ante los muertos.

»Somos una comunidad con un objetivo claro: crecer; crecer y fortalecernos. Por eso no hemos dudado en acogeros viendo que vosotros también sois personas que creéis en el futuro y apostáis por él; no solo sobreviviendo al horror del exterior sino mirando más allá y con el deseo de repoblar la tierra de vida.

»Las mujeres y los niños son el bien más preciado que tenemos ahora. Ellas y su legado son los cimientos del futuro. Debemos no solo protegerlos sino fomentar su llegada.

Aquellas palabras, que tenían ciertos tintes a sermón religioso no dejaron indiferente a buena parte del grupo, que sin poder evitarlo se removieron en su lugares asimilando cada frase.

—¿Se siente incómodo? —preguntó Mery, mirando directamente a Abraham, el más expresivo de todos los presentes—. No quiero que sienta herida su virilidad. Los hombres son necesarios, pero las mujeres y su descendencia es lo que dará sentido al mañana.

»Sus niños y sus mujeres estarán aquí al salvo, pues ahora serán parte de nuestra comunidad y para nosotros no habrá nada más valiosos por lo que luchar, créanme.

»Nunca habíamos recibido a un grupo como el vuestro, pero espero que vosotros creéis un precedente, que llegue más gente portando un futuro.

»No son tampoco los primeros que llegan, pero no le abrimos nuestro hogar a cualquiera. Como he dicho aquí velamos por algo valioso y no lo ponemos en peligro sin un motivo. Y tampoco os confundáis, somos fuertes, nos hemos enfrentado a aquellos que no han querido acatar nuestras normas ni seguir la cadena de mando. Si queréis un futuro aquí lo tendréis, con nosotros. Si no están dispuestos a asumir las normas las puertas están abiertas para los que deseen volver al mundo de muerte que reina allá fuera.

Todos quedaron en silencio. Las palabras de Mery no estaban carentes de sentido, sin embargo, algo en su tono, en su forma de mirar o de su lenguaje no verbal inquietaba a la mayoría, que con disimulo miró a un par de sus compañeros con cierta complicidad.

—Es admirable su lucha para que el futuro sea posible —tomó la palabra Abraham, poniéndose en pie—. Y me alegra que ese sea el objetivo de esta comunidad. Pero yo tengo un fin diferente, aunque no está enfrentado al suyo.

—¿Cuál es ese fin? —preguntó con cierto deje escéptico la mujer.

—Salvar el mundo —afirmó sin titubeo el militar.

Como era de esperar los pocos residentes del Santuario quedaron un tanto confusos, pero no preguntaron, dejando que el pelirrojo pudiera proseguir.

—Mi compañero, Eugene, es científico y necesita ayuda para llegar a Washington y poder colaborar desde allí en la aniquilación de todos los muertos que pueblan en el exterior.

—Asumo entonces que su interés no es el de quedarse aquí con nosotros —dijo la mujer que si se sorprendió al escuchar la confesión de Abraham lo disimuló con habilidad, pues su gesto se mantuvo en una expresión de póker indescifrable.

—No, algunos de nosotros nos iremos rumbo a Washington tan rápido como sea posible y si alguno de vosotros quisiera unirse sería de mucha ayuda, por un bien general, claro.

—¿Quiénes se irían? —preguntó entonces Gareth, que le quitó la palabra a su madre por primera vez.

—Aún no lo hemos hablado —dijo Rick volteando la cabeza para mirar a sus compañeros.

—Yo estoy dispuesta a acompañaros —dijo Sasha.

—Y yo —se unió su hermano.

—Yo también iría con ellos —afirmó Bob.

—Pero eres médico, aquí sería muy necesario… —comenzó a decir Alex, hasta que su hermano alzó la mano y le hizo callar con solo aquel leve movimiento.

—No se retendrá a nadie, pero espero que lo consideren —dijo Gareth—. Washington está lejos y es un camino complicado, aquí…

—Se trata de salvar el mundo —dijo Rosita.

—¿Cuánto piensan dejar el Santuario? Aunque luego cambien de opinión. Necesitamos saberlo para no organizar el alojamiento y trabajar en balde —dijo de nuevo el chico castaño con tono directo.

No solo Sasha, Tyreese y Bob alzaron la mano, sino que también lo hicieron Carol, Tara, Dillan y Michonne.

—¿Estás loco? No puedes exponer a Dylan así —dijo entonces Mara.

—Él no vendrá, este lugar es seguro para él. Te tiene a ti y a Beth, estará bien.

Aquel no era lugar para esa discusión, así que Mara se limitó a mirar a su amigo negando con ojos incrédulos. Dillan no podía estar diciendo aquello en serio. No podía plantearse dejar a su única familia; su pequeño sobrino, para ir en pos de una misión cuasi suicida.

—En ese caso, los que no vayan a permanecer aquí seguidme a mí. Los que tengan niños a su cargo y las mujeres que sigan a Mery y el resto id con Alex —ordenó Gareth—. Esto es algo inesperado, pero evitaremos que sea un problema.

Algo desubicada Mara se dirigió hacía a Mery, hasta que se percató que Daryl estaba sin moverse y lo tomo de la mano para que la siguiera. No iba a separarse de él, ya no. Lo mismo hizo Glenn que acompañó a su mujer y cuñada, seguido por Rick y su hijo.

Mara se quedó observando, sabiendo que algo estaba mal, hasta que vio a Michonne acercarse a Gareth y la intensa mirada que le dedicó a la mujer logró que esta se volviera para que la joven la cuestionara con los ojos «¿te vas a ir?», clamaban los ojos dorados de Mara.

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Tanto Rick como Maggie llevaban allí mas tiempo y tenían asignado un lugar donde descansar desde su llegada. En el edificio al oeste había una pequeña parte que en su día era alojamiento para maquinistas u otros trabajados de la estación; habitaciones pequeñas pero cómodas con baño propio. Era más seguro que estar en uno de los remolques del patio, y por eso esa zona estaba reservada para mujeres y niños; lo más valioso que había en el Santuario, como había dicho Mery.

Junto a la habitación hasta la que fueron conducidos Daryl y Mara se alojaba una chica de cabello moreno con un bebé de apenas tres meses.

—Si quieres después de la comida podemos echar un vistazo a tu bebé, supongo que no has podido ver su estado en este tiempo… —comentó Mery.

Mara la observó un poco confusa, no esperaba una oferta así y se limitó a asentir sin encontrar las palabras adecuadas para mostrar su entusiasmo ante la idea.

—¿Tiene equipo médico? ¿Alguien que esté en el parto? —preguntó Daryl.

—Claro, yo soy matrona, tengo treinta años de experiencia, y aunque no contamos con un médico con todas las letras salvo vuestro amigo, en lo referente a alumbramientos tenemos todo lo necesario.

—Me alegra oír eso —confesó Mara, tan feliz que sintió ganas de llorar. El momento del parto la asustaba secretamente desde hacía mucho, y cada día lo afrontaba con mayor temor.

—Este será su hogar por ahora. Hay ropa en los cajones para la mamá y yo estoy al final del pasillo por si hay algo que se necesite —Dirigió su mirada hasta Daryl—. Esta tarde Alex te informará que tareas se les tienen asignadas a los hombres.

Tras decir aquello Mery cerró la puerta tras ella y dejó sola a la pareja.

—Dime que no es solo a mí al que todo esto le da escalofríos —dijo Daryl.

En lugar de responder Mara se sentó sobre la cama sin cuidado alguno, dejándose caer.

—No…, pero tiene que funcionar. Tenemos que quedarnos aquí, al menos yo —confesó palpando la colcha bajo su mano con nerviosismo. El entusiasmo por los materiales y conocimientos sobre la ayuda al parto que le había mencionado Mery había dado paso al miedo latente pero constante que sentía en su interior. Daryl tenía razón, algo en todo aquello le resultaba inquietante, pero el niño que crecía en su interior le daba pocas opciones para poder elegir, debía pensar en él y su bienestar, y aunque aquella ya no era su comunidad ni su hogar como lo había sido la prisión debía aceptar sus normas y acostumbrarse a sus forma de vida, porque no tenía más opciones—. No quieres que viajemos a Washington, me sacaste esa idea de la cabeza tú mismo…

—Lo sé —declaró Daryl mirando por la ventana al exterior, sin abandonar su recelo—. Pero es pronto para confiarse. Unirse a ese soldadito sigue sin ser una idea mejor, me fio tan poco de él y del científico raro que protege como de esa mujer con complejo de mesías que nos ha traído aquí. —Mara lo miró confusa. A esas alturas estaba dispuesta a confiar en su decisión; irse o quedarse, solo le importaba seguir junto a él—. Ella es matrona, es lo que necesitamos…

—Aun podría viajar, unas semanas más al menos —apuntó ella levantándose de la cama y yendo junto a Daryl—. Podríamos irnos. Tú y yo, juntos y solos… Como te he dicho antes —propuso con una sonrisa y los ojos apunto de desbordarse en lágrimas.

—No lo dices en serio —negó él—. No quieres separarte de los nuestros.

—Nos vamos a separar… y… estoy muerta de miedo —confesó al fin.

Llegar a aquel lugar era su objetivo, la resolución de aquel periplo que se habían visto obligados a iniciar con la caída de la prisión, pero no por ello era algo que alegrase y mucho menos tranquilizara a Mara. Porque al llegar allí y descubrir que ese era el destino había comprendido de manera plena que era cierto que habían perdido su hogar, y aunque siguieran vivos y juntos ya nunca volverían a estar como lo habían hecho. Debían adaptarse a otros, seguir nuevas normas y confiar en que nada se torciera y aquellas personas fueran sinceras al acogerlos. La futura llegada de su hijo al mundo la ponía sobre los hombros no solo un responsabilidad sino también una debilidad enorme que sería siempre su talón de Aquiles, y eso la aterraba. La aterraba perder al bebé, la aterraba el parto, la aterraba la fragilidad de esa criatura que iba a depender de ella para sobrevivir y que sin duda la haría débil ante el resto. Y por todo ello no pudo contener el llanto.

—Estoy contigo —dijo Daryl, como si hubiera podido leer en sus grandes ojos todo lo que bullía en su cabeza—. Puedes con esto, podemos con ello.

—No quiero que nuestro hijo dependa de nadie más que tú y yo… Sé que es egoísta, y no quiero perjudicar a los nuestros, pero si pudiéramos irnos juntos sin mirar atrás, sin preocuparnos por nadie más… Daryl, iría contigo al fin del mundo.

—Ey, no… —La tomó con sus manos enmarcando su rostro y limpiando con los pulgares las lágrimas que surcaban sus mejillas—. Si nos fuéramos te arrepentirías, lo sé, digas lo que digas, en poco tiempo te lamentarías por dejar a los demás. Te conozco, Chip, tanto como tú a mí. Nos haremos fuertes aquí, los que quedemos, seguiremos siendo un grupo…

—Estoy asustada —confesó—. Creo que llevo asustada desde que vi ese tanque, desde que vi a ese tipo matar a Hershel y me separé de ti… Pensé que ahora que volvíamos a estar juntos se había terminado el tener miedo, pero no es así. Encontrar a Rick y Michonne, ver a Maggie con vida… tendría que alegrarme pero no estoy feliz, sigo teniendo miedo. Siento que nada va a ir bien. No sé por qué pero no dejo de tener miedo.

—No lo hagas, no dejes de tener miedo —dijo entonces Daryl, sorprendiendo a la chica—. Si no tienes miedo es porque no te queda nada por lo que temer. Es porque solo estas tú, y añorarás tener miedo. Sé de lo que hablo. El miedo te mantiene con vida.

»Cuando estuve con los tipos que mataron a tu hermano no tenía miedo. Estaba solo. Te había perdido, Beth se había ido y solo estaba yo. Me despertaba con la única idea de volver a dormir y que te me aparecieras en sueños una vez más. Añoraba tener miedo, añoraba tener algo que perder, algo por lo que vivir…

Mara se aferró a su torso y lo abrazó con fuerza, ocultando la cara en el hueco de su cuello, sintiendo como el cazador la estrechaba entre sus brazos con fuerza a la espera de que su corazón se calmara y la razón y el sosiego volvieran a dominar su mente y su cuerpo.

—Es por el bebé, por las hormonas que estoy tan loca y digo cosas que realmente no…

—Lo sé —dijo él sin soltarla.

Unos golpes en la puerta sobresaltaron a la pareja, que se quedó unos segundos a la espera, hasta que reconocieron la voz susurrante del Rick al otro lado de la pared.

Daryl se apresuró a abrir e hizo pasar al otrora sheriff dentro de la habitación, donde este observó con detenimiento a la pareja antes de explicar qué hacía allí, observando los restos de llanto que aún se apreciaban en el rostro de Mara.

—Lloro por todo —explicó la chica abochornada y se acarició el vientre como explicación a su inestable estado emocional.

—No es para menos —declaró comprensivo—. ¿Cómo te encuentras?

—Dadas las circunstancias y lo que hemos pasado, bien. Es fuerte, lo que me tranquiliza, tiene a quien salir —dijo mirando con orgullo a Daryl.

—¿Qué pasa? ¿Hay algún problema? —preguntó entonces el propio Daryl, que se temía lo peor al ver allí a Rick aparecer casi en cubierto.

—No, problemas no hay, de momento —dijo con cautela—. Pero casi no hemos podido hablar cuando habéis llegado, y desde que llegamos aquí intentan tenernos controlados.

—Es lógico —comentó Mara, intentando convencerse de que todo era normal.

—Lo sé, pero quiero que me contéis que ha pasado desde que… desde que nos separamos, y qué hay de cierto en lo que ha dicho ese militar.

Mara tomo la palabra para explicarle a Rick que ella fue llevada hasta el hospital donde estaba Beth por Dillan, explicando brevemente quien era y porque él y el niño los acompañaban en ese momento, asegurando que podrían confiar en él plenamente. También le habló de Tara y que ella fue la que se topó con Glenn que estaba con Abraham y su gente.

—Hay algo en lo que cuenta el tipo raro sobre la cura que no me cuadra. No sé —argumentó Daryl con recelo—. ¿Recuerdas lo que dijo ese médico en el CDC? Él decía que no quedaba nada, nadie… Dijo algo de Francia y que todo acabó.

—Apenas recuerdo que me dijo que todos teníamos eso dentro, es lo que más recuerdo de aquello. ¿Pero quieres decir que miente?

—No lo sé… No sé de lo que habla cuando abre la boca, no sé si inventa algo o realmente es un genio y ni el CDC estaba al tanto de su investigación secreta —confesó el cazador.

—Nadie le entiende cuando habla —declaró Mara—. Y yo sé que os pudieron decir en el CDC, pero confío en tu instinto y si no te fías de él o de lo que dice sé que no es por nada… Pero…

—¿Qué? —preguntaron tanto Rick como Daryl.

—Washington; Vicent también ubicó allí la zona segura, él dijo que allí estaba lo que quedaba de civilización. Es cierto que no habló de ninguna cura, pero dijo que la única esperanza era ir allí porque si queríamos tener un futuro no podía ser en un campamento sino allí, lo único estable en todo este caos.

—Muchos están dispuesto a ir —apuntó Rick, ambos asintieron pero el pesar en Mara era más evidente—. No me gusta esa idea. Deberíamos seguir juntos, los que quedamos. Esto parece seguro, pero si no lo es…

—No se puede obligar a nadie a quedarse —dijo Daryl.

—No, pero Michonne debería saber que Abraham sacrificara la vida de cualquiera para proteger a Eugene, y Sasha o Ty, porque no le conocen, no saben como es. No digo que sea peligroso, pero solo tiene un objetivo y una prioridad: Washington y Eugene.

Rick asinitó al escuchar a Mara, como si su cabeza estuviera trazando un plan y uniendo todas las piezas que necesitaba.

—Dile a Carl que hable con ella —apuntó entonces Mara—. Si Carl se lo pide sé que Michonne se quedará y él quiere que se quede.

—Aun no sabe que pretende irse, pero no hará falta que yo diga nada, él no se quedará callado cuando lo sepa —aseguró Rick con seguridad.

—Yo hablaré con Dillan, también debe quedarse. Y si esto no sale bien nos vendrá bien contar con él, era colega tuyo, ayudante del Sheriff en mi pueblo.

—Mara, esto va a salir bien. Solo debes preocuparte por recuperar fuerzas y dejar que el embarazo siga su curso. No estaría aquí con Carl y Judith sino tuviera confianza.

—Lo sé, pero no voy a dejar de tener miedo. —Miró a Daryl.

La puerta de la habitación se abrió con lentitud pero sin una llamada previa y tras ella apareció Mery, con la misma expresión sonriente que había mantenido durante todo su discurso un breve rato antes y que erizaba el vello a Daryl.

—He preparado todo para poder ver como está el pequeño, y poder pensar en un nombre para él o ella —dijo sin dar muestras de que la presencia de Rick la perturbara—. Sé que tendréis mucho que contaros pero ahora tendréis tiempo de sobra para ello, y esto seguro que no queréis retrasarlo.

Mara sintió como la emoción y el nerviosismo la invadían, pero no pudo evitar que aquella ecografía revelase algo malo y volvió a verse llena de temor.

—Vamos —Escuchó que decía Daryl y la tomaba del brazo.

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Era un sonido rítmico, rápido y fuerte como Daryl no había escuchado jamás en su vida y que le removió cada célula del cuerpo por dentro y por fuera e hizo y se aferrara con las fuerza a la mano que sujetaba de Mara.

—Es un corazón muy fuerte —dijo Mery—, como todo, parece sano y perfecto, y es mayor de lo que pensaba, estas ya en los seis meses por lo bien formado que esta —señalo la pantalla—. ¿Veis la cabeza? Y esto son los brazos y aquí las piernas. Así que vas a tener que comer más, porque estas más delgada de lo que es de esperar.

—¿Pero esta bien? —preguntó Daryl sin pensar, hasta ese momento no había sido capaz de pronunciar una sola palabra a causa de la emoción, al igual que Mara.

Hay delante estaba la primera imagen que tenía de su hijo, el de ambos, el sonido de su corazón y la forma de su cuerpo ya formado casi en su totalidad. Era asombroso e increíble, lo más hermosos y aterrador que había presenciado jamás, y las sensaciones que le producía eran inexplicables e incomparables.

—Está perfecto o perfecta, ¿queréis saberlo?

Ambos se miraron, y al cruzar al fin la mirada con Mara pudo ver en ella la emoción que la invadía, pero también lo radiante que estaba en ese instante.

Sin dudar se inclinó hacía ella y apoyó su frente en la de ella, pero fue incapaz de decir una sola palabra, la garganta era el epicentro de todas sus emociones y por ello no podía darles voz, por mucho que deseara decirle a Mara que era terriblemente feliz y ella era la culpable, que la amaba y que jamás había soñado con vivir un momento como aquel, pero no lo cambiaría por nada del mundo. Deseaba decirla que quería a ese bebé más que a nada, incluso que a ella, y lo daría todo por él, sería la mejor versión de sí mismo para ser el padre que aquel pequeño merecía. Quería decirle muchas cosas pero era incapaz, así que se inclinó un poco más y la beso.

—Te amo, ¿lo sabes? —dijo ella.

—Sí, claro. ¿Y tú?

—También lo sé.

—¿Qué hacemos? ¿quieres saber qué es? Sé que es una tontería, no voy a ir a comprarle ropita de un color u otro, pero…

—Lo que tu quieras, me da igual —aseguró Daryl.

—Si sabemos si es niño o niña será más real…

—No podría ser más real —declaró él sin apartar los ojos de la pantalla donde la figura que flotaba ajena a todo aquello—. Si quieres saberlo me parece bien.

—Me gustaría. Solo he pensado nombre para niña y si es niño…

—¿Entonces os lo digo? —confirmó Mery y Mara asintió—. No es necesario que pienses en nombre para chicos, el que has pensado seguro que a tu pequeña le queda perfecto.

—¿Niña? ¿Es niña? ¿Vamos a tener una hija? —preguntó Daryl incrédulo.

—Diría que sí, ¿cuál es el nombre que habías pensado?

—Hope —dijo Mara—. No puedo pensar en otro.

Mery asintió y seguidamente salió de la pequeña sala donde apenas cabía la camilla de Mara y el aparato médico. Cuando al fina se quedaron solos Daryl se sintió más tranquilo y relajado.

—¿Te gusta Hope? Sé que tal vez algo como Samantha o Diane es más clásico… A mi madre le gustaría, por todo lo que representa, aunque siempre he pensado que ella tenía mal gusto para los nombres, en fin… me llamó Amaranta. Pero pienso en lo que supone este bebé y siento esperanza. Y llamarla así me hace pensar también en Hershel…

—Me gusta Hope —aseguró Daryl.

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. TWD .


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En varios comentario y mensaje algunas de vosotras me indicabais que querías/pensabais que Daryl y Mara tendrían un hijo, varón, incluso dos niños. No voy negar la idea de que si cruzó por mi cabeza que fueran dos niños por unos segundos y llamarlos Merle y Roland, pero realmente no me convencía del todo esa idea, me parecía como muy "a propósito". Y si soy sincera rondó por mi cabeza que el futuro hijo de la pareja fuera una niña. De hecho en el segundo capítulo ya Mara dice que de tener una hija la llamaría Hope, creo que ya ahí estaba la idea de que llegara este momento.

Para los que seguir esta aventura, espero que el capítulo os gustase.

Un abrazo enorme.