Los encuentros

Habían pasado dos semanas desde que la aquella iglesia en el bosque se quemara hasta los cimientos, dos semanas que el grupo se había sumados dos nuevas bajas, dos semanas que habían vuelto a la carretera y a huir de una amenaza de muerte, pero no habían conseguido avanzar apenas unas decenas de millas a causa de las carreteras intransitables, las vías cortadas y los desvíos que por estas causas les había rechazado, y en último momento al estado del sargento Ford.

Abraham no había dado muestras de la gravedad de aquella lesión sufrida al recibir un disparo, no quería más retrasos y por esa misma razón su herida se infectó, se agravó y los estaba retrasando, pues hacía más de cuatro días que el grupo por entero había abandonado la caravana para instalarse en una gran casa colonial que otrora había acogido a un elitista club de campo para lo más granado de la sociedad.

Beth había sorprendido a todos, principalmente a su hermana, cuando tomó la iniciativa de operar al militar para extraer la bala que en el interior de la herida estaba siendo la fuente de la infección, ayudada por Rosita no le tembló el pulso al sajar la carne y extraer el plomo, así como para suturar la herida y atender al convaleciente Abraham que estaba semiconsciente a causa de la alta fiebre. Y aunque tras los días de convalecencia tras la operación la fiebre había remitido la debilidad del sargento no le permitía seguir viajando y mantenía al grupo refugiado en aquella enorme mansión.

—Voy a tener que salir de caza —dijo Daryl, entrando en el saloncito de té en el que Mara se había instalado tras su llegada.

Aquel edificio no constaba de dormitorios, todo eran salones, salas de reuniones, comedores y salones de baile o exposiciones, y los sofás se habían convertido en improvisadas camas para los integrantes del grupo.

—¿Cuándo? —preguntó ella, intentando disimular inútilmente el escalofrío que aquellas palabras la provocaron.

—Pronto, antes de caer el sol —respondió, escrutando como sus palabras contraían el semblante de la mujer mientras asentía invadida por la tristeza y la resignación que la invadían en esos instantes—. Cuanto antes salga antes volveré, necesitamos la comida, estos días hemos acabado con lo…

—Lo sé, lo sé —aseguró negando con la cabeza, pero se apoyó abatida sobre el respaldo de una silla bellamente tapizada—. ¿Iras con alguien?

—Tal vez se lo diga a Rick o a tu amigo, me dijo que sabía cazar…

—Sí, aunque creo que se maneja mejor con un rifle que con flechas —recordó intentando mostrar normalidad, pero su tono abatido era imposible de disimular.

—Voy a volver contigo, Chip, no tienes que…

—¿Volver a temer perderte? Tranquilo, no voy a estar preocupada por eso cuando te vayas, al menos no más de lo que lo estoy constantemente cuando te pierdo de vista —confesó sin tapujos—. He pasado más tiempo pensando que estabas muerto y jamás volvería a verte que a tu lado en las últimas semanas, es ya casi la situación natural.

Daryl juró para sí, pero fue incapaz de no responder abiertamente.

—Nos hemos quedado sin comida porque llevo retrasando alejarme todo lo posible —declaró, logrando que Mara desviara la vista con culpabilidad—. No es porque seas una carga —declaró, intuyendo qué pensamiento cruzaba la mente de ella mientras se aproximaba—. No he salido por no dejarte, no por tu estado ni porque me preocupes más que de costumbre, pero no quiero tentar a la suerte.

Mara se acercó hasta que Daryl pudo rodearla con los brazos la cintura. Su abultado vientre ya no era disimulable de ninguna manera y quedaba en medio de ambos.

—No sé si es el embarazado, las hormonas o que al final este mundo le ha ganado la batalla a mi cordura, pero creo que me vuelvo loca cuando no te veo… Temo que si te pierdo de vista desaparecerás para siempre. Si nos volvernos a separar por tercera vez… a la tercera…

Instintivamente Daryl la estrechó contra sí. Prácticamente sentía lo mismo, incluso se sentía físicamente incómodo si salía de la habitación donde Mara se encontraba o no la veía durante varios minutos seguidos. También sentía que su mente iba a enloquecer si se alejaba por horas sin saber cómo se encontraba, pues después de lo ocurrido en la terminal cuando se confió y se sintió seguro temía que cualquier distracción o bajada de guardia le arrebatase lo que más quería en el mundo de forma definitiva. Sobre todo tras perder a Carol; seguía rememorando aquella noche, como la había perdido pese a estar a una decena de metros y como había sido incapaz de ayudarla. Tenía clavado su grito en la mente. No podía permitir que nadie más callera, principalmente Mara.

Cerró levemente los ojos, acariciando el antebrazo de Mara con la yema de los dedos y aspirando el aroma de su cabello, y sintió como la presión que sentía en el pecho casi de forma constante desde hacía semanas se descomprimía.

—Solo estoy bien a tu lado —confesó, obligándose a cumplir aquellas palabras que se había dicho estando en la soledad del bosque tras separarse de Beth, cuando comprendió que debía haber querido a Mara sino más sí mejor y sin miedo o reparo, como ella lo quería a él.

Mara alzó la vista hasta los azules ojos de Daryl y dibujó una leve sonrisa agradecida, entendió en aquellas breves palabras que él no pensaba que estaba loca, sino que aquel temor casi enfermizo que sentía era compartido.

Un brusco movimientos bajo su pecho sobresaltó a la pareja, y Daryl miró inquieto a Mara.

—Temo que mi preocupación la haya inquietado a ella también —confesó sin poder evitar sonreír ante los bruscos movimientos del bebé en su tripa—, está muy inquieta.

Sin dudar tomó la mano de Daryl para que palpara como eran aquellos movimientos.

—¿No te hace daño? —preguntó curioso, pues sentía que aquel movimiento no era nada leve.

—No, no es dolor, pero resulta algo incómodo, no te voy a mentir —confesó. Mientras hablaba Daryl notó como parecía que su preocupación se había desvanecido y su rostro estaba luminoso y emocionado.

—No voy a salir —dijo sin dudar.

—Daryl, pero… —Se sorprendió.

—No podré concentrarme en seguir un rastro o estar al acecho por horas, no si tengo la mente aquí y en vosotras. Será una perdida de tiempo —aseguró—. Hasta que no encuentre un lugar en el que estéis seguras y que sea nuestro no te voy a perder de vista ni a separarme más que unos metros.

—Siempre he temido que el embarazo te hiciera decidir entre el grupo o yo, porque me odiaría si me elegías a mí, pero me equivocaba…, en todo además; porque no me eliges a mí —Daryl frunció el ceño levemente, pues no la entendía—. Eres el mejor padre que podría haber elegido —aclaró, consciente de que hasta que Hope no se había mostrado presente con sus súbitos movimientos Daryl no se había negado a salir de caza—. Y aunque pensé que era imposible, te amor más de lo que lo hacía.

—Mi decisión no le va a gustar a Rick, él contaba con ello —comentó Daryl.

—Él lo entenderá más que nadie, de lo contrario le haré ver que se equivoca —dijo Mara con picardía, logrando que Daryl se relajara lo suficiente como para mostrar una sonrisa torcida —. No eres el único que sabe cazar, pero sí el único padre de mi hija, así que no hay nada que cuestionar.

Daryl miró los ojos de Mara, la fuerza y convicción que había en ellos y sintió como dónde se había instalado la preocupación a lo largo de tantos días, en mitad de su pecho, ahora se extendía un sentimientos cálido que hacía no mucho había aprendido que debía ser aquello que llamaban amor, porque nacía en él ante la cercanía de Mara y la idea de lo afortunado que era de poder tenerla en su vida y sobre todo de que ella lo amara como lo hacía y, aunque deseaba decirla lo que sentía no fue capaz de encontrar palabras para ello, así que bajó el rostro para apoyar su frente contra la de ella y segundo después la beso lentamente, pidiendo en silencio que ella entendiera que la amaba completamente y que formar junto a ella una familia, una de verdad y completa, era más de lo que quería o deseaba, era un sueño para él.

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Dillan y Tara se pertrechaban para salir a cazar. Ambos contaban con experiencia como para poder estar en el exterior sabiendo protegerse y se habían ofrecido a salir. Eran las últimas incorporaciones al grupo y sentían que debían ayudar y aportar al resto para ganarse no solo el sitio sino la confianza de aquella pequeña comunidad, porque sentían que cada uno de sus integrantes era capaz de todo por el resto y ellos también querían ser así.

Mara fue a agradecerle a Dillan que saliera a cazar, una parte de ella se sentía culpable, pues de no ser por su estado Daryl no hubiera dudado en salir, incluso en solitario, pero se frenó antes de entrar en la habitación donde su amigo se encontraba al hallarle junto a Beth, como si un sexto sentido le advirtiera que no debía interrumpir.

La joven se encontraba con aire alicaído frente al rubio.

—Sé que estas muy ocupada cuidando de Abraham, pero Dylan está a gusto contigo…

—No me importa cuidar de él, Rosita se ocupa de Abraham, no me agobio por eso —dijo ella—. Es solo que… Separarnos, con todo lo que ha pasado.

Dillan notó un pinchazo en el pecho al escucharla decir aquello, y volvió a recordar el beso que se habían dado para disimular en la terminal. Y miró a los enromes ojos de Beth y su pulso de aceleró.

—Yo… Eh, Tara y yo nos cuidaremos, nos cubriremos nuestras espaldas —dijo nervioso—. Volveré antes de que te des cuenta.

Beth asintió, bajando la mirada con tristeza.

—Tampoco me gusta alejarme… —confesó Dillan, viendo su reacción, y acercó su mano hasta la muñeca de Beth, que acarició levemente con las yemas de los dedos—. Me gusta estar contigo.

—A mí también. — Sonrió ella, sonrojada.

Dillan salió de la sala agitado, y cuando sus ojos se toparon con los de Mara en la gran recepción de la casa bajó la vista con culpabilidad. Temió por unos segundo que su vieja amiga le recriminara algo o sacase a relucir la juventud de Beth, pues la forma en que Mara desvió también la vista le hizo pensar también estaba disimulando. La conocía lo suficiente para saber leer en sus ojos sus pensamientos.

—No te arriesguen demasiado. Dillan te necesita con vida… y no es el único —fue lo único que le dijo su amiga, para su sorpresa.

—Tranquila. Cuida del fuerte mientras estoy fuera —respondió él.

—Lo haré —le sonrió.

Por el rubor de las mejillas de Dillan, Mara supo que su intuición no había sido errónea y había sido buena idea no interrumpir su charla con Beth. Aunque por un segundo se preocupó ante la idea, pues veía a Beth como a una hermana pequeña, sabía que no podía tener en cuenta la edad de la joven en base a los antiguos varemos. Todo lo que había vivido Beth a los largo de los últimos años era de sobra suficiente para confiar en el criterio de su corazón. Y también conocía a Dillan para saber que enamorarse de él no era en absoluto un mala elección. Y eso sería lo que alegaría si alguien osaba opinar en contra de aquella relación que parecía que estaba naciendo y ojalá llegara a consolidarse.

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Al caer la noche, con los cazadores fuera buscando vivieres, algunos en el grupo se reunieron para racionar los pocos alimentos que les quedaban. Había que planificar bien los próximos movimientos. Muchas cuestiones contaban en su contra para continuar el viaje.

Rick estaba frente a un mapa de carreteras, acompañado de Michonne y Daryl, intentando trazar una ruta segura.

—Si nos seguimos retrasando Mara no podrá continuar —susurró Daryl, visiblemente preocupado.

—Tiene razón —asintió Michonne, bajando la voz aún más que Daryl—. Está ya en el tercer trimestre y apenas hemos avanzado. Un mes más y podría ponerse de parto prematuramente. Hay que avanzar, pero no Washington sino a un lugar seguro donde permaneces un tiempo.

—No encontraremos un lugar más seguro que este —afirmó una voz.

Los tres compañeros se giraron y contemplaron a Eugene.

Con paso lento el científico se aproximo hasta la mesa donde estaba extendido el mapa y señaló el punto en el que se encontraba.

—La disposición del edificio al estar en un llano rodeado de campo permite que nada se acerque sin ser visto, aunque no haya muralla. Su lejanía de todo también supone una protección y el tamaño y comodidades que dispone favorece que podamos permanecer aquí durante un periodo medio de tiempo. Creo que reforzar el lugar y permanecer aquí es nuestra mejor opción a medio plazo.

—¿Y la cura? —preguntó Rick, confuso por la propuesta de Eugene

—Si morimos en el camino jamás se hallará. Es mejor lento pero seguro —determinó—. Ha muerto demasiada gente, no quiero que también mueran niños o futuras madres.

—Abraham no apoyará esto —aseguró Rick.

—Pero es la mejor opción —insistió Eugene—. Reforzar el lugar y continuar viajando cuando sea seguro para todos.

—Sería un viaje demasiado largo después —dijo Daryl, pensándolo fríamente—. Mara puede seguir por ahora. Está bien y es fuerte. Continuará sin problemas unas semanas más. Pero cruzar dos estados con un recién nacido… No quiero arriesgarme.

—Un recién nacido durante los primeros días solo duerme, es más seguro… —continuó defendiendo su postura Eugene.

—Creo que Mara debería opinar al respecto —concluyó Michonne interrumpiendo—. Estoy con Daryl, pero debe ser ella la que diga si esta o no con fuerzas para seguir por un tiempo.

—Conocemos a Mara y sabemos qué dirá —comentó Rick.

Daryl negó con la cabeza.

—Ahora es diferente, la niña es la que nos preocupa y lo importante —determinó Daryl.

Todos desviaron su vista a Mara, que se encontraba haciendo compañía a Sasha, a la que intentaban no dejar sola en ningún momento tras las dos perdidas que había sufrido recientemente.

—Hablaremos con ella por la mañana, y cuando vuelvan con la caza decidiremos entre todos que hacer —determinó Rick.

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Todo era confuso, la fiebre le sumergía en extraños sueños, algunos sin el más mínimo sentido y otros tan verosímiles que le confundían aún más. Había llevado hasta el límite sus fuerzas con la ilusa idea de que podría llegar a la zona segura para poner a Shelly a salvo, pero no había sido capaz. Tras separarse de Poker y perder a Olga todo había sido un cúmulo de actos improvisados donde la única meta era seguir sobreviviendo. Y aunque él esperaba que llegar a Washington relajara su situación la realidad había sido por completo diferente, y su convicción de encontrar aquel lugar utópico donde llevar a Mara para que estuviera a salvo se había desvanecido.

Iba a morir, y Shelly se quedaría sola y desprotegida.

Iba a morir y a romper su promesa, todas sus promesas.

Iba a morir, se decía en los escasos instantes donde recuperaba mínimamente las consciencia para obligarse a aunar fuerzas y poder hacer algo, pero ni así conseguía ponerse en pie. Tan solo conseguía agotarse y caer rendido en un nuevo sueño, donde lo último que sentía era como su cuerpo tiritaba sin controla.

La última vez que abrió los ojos, envuelto en una agradable calidez, suave y liviana, y contempló un techo blanco y limpio supo que había muerto. Podía sentir como sus músculos estaba relajados, y aunque todavía notaba el cansancio acumulado no sentía ningún dolor. Decididamente había muerto.

Giró la cabeza buscando el origen de aquella luz que bañaba toda la habitación y reconoció a Shelly jugando en el suelo con una muñeca. Su pelo estaba limpio y brillante y vestía unos pantaloncitos y camiseta igual de pulcros.

No solo había muerto, sino que se encontraba en el cielo, lugar al que jamás aspiró ascender.

Escuchó unas tenues voces, reconoció una voz cálida y llevó sus ojos hacía el lugar de donde procedían. Una puerta lacada en blanco. Sus pensamientos se fueron hasta Mara, pero deseo no verla a ella, eso significaría que también había muerto. Para su consuelo la voz no parecía femenina, aunque sí joven. «Roland, ¿será él quién me dé la bienvenida a este lugar?» pensó, deseando encontrarse con los Darling, su familia: Yukio, Susanna y Roland, y estar junto a ellos hasta que pudieran unirse a Mara, esperaba que dentro de mucho tiempo.

Divagaba sobre esa idea sintiéndose en paz cuando la puerta se abrió y un desconocido entró en la habitación.

No sabía quién diablos era aquel tipo, y sin embargo le recordaba; extraños fogonazos con la visión de ese tipo cerca de él vinieron a su memoria.

—Estás despierto —dijo el hombre, mostrando un aliviada sonrisa.

Shelly levantó la cabeza de su muñeca con rapidez y clavó sus ojos en él mostrando un alivio emocionado, y sin perder un segundo se incorporó para correr a la cama.

—Espera, espera… Aún necesita descansar —dijo el desconocido.

Vicent negó. No entendía nada.

Difusos recuerdos se amontonaron en su cabeza. Aquel tipo asistiéndole en la gasolinera donde se había refugiado con Shelly exhausto. Aquel tipo hablándole y asegurándole que le ayudaría. Aquel tipo intentando incorporarle, y luego un doloroso traqueteo en el que sentía el movimiento mientras estaba quieto. Y supo que nada de aquello había sido un sueño ni tampoco el viaje previo al cielo.

Intentó incorporarse, pero su cuello se mostró entumecido y se dolió en los hombros. No, no estaba muerto.

—¿Por qué no corres a avisar? El Doc debe venir a echarle un vistazo —dijo el tipo y Shelly asintió emocionada, saliendo de la habitación si perder un segundo—. ¿Cómo te encuentras? Supongo que confuso…, pero no te alteres, ahora estáis a salvo…, los dos.

—¿Quién eres? ¿Dónde estoy?

—Me llamó Aaron, y estas en Alexandria.

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-FETWD-


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Como los capítulos anteriores habían sido con mucho sobresalto y en los que parecía que los personajes jamás tenían un momento de calma y tranquilidad (en parte porque escribir 3000 palabras sobre cómo conversan tranquilamente al atardecer sobre los relajados que se encuentran carece por completo de interés) quería que en este capítulo no pasára en sí nada, o al menos nada malo, porque han pasado cosillas, y por lo menos espero que el final os haya alterado un pelín el pulso...

Decir que he tenido una mudanza de ciudad algo complicada y por ello he tardado más de lo querido en publicar, tener todo organizado hasta ahora para poder escribir en condiciones, pero ahora intentaré sacar minutos a las horas para tener capítulos más seguidos.

Ojalá que os encontréis bien, y vuestras familias. Y espero que el capítulo os gustara. Un gran abrazo.