Hace más de quinientos años existió un Avatar procedente de los nómadas aíre, su nombre era Yangchen, y gracias a ella logramos sobrevivir dentro de un paraíso cuando el resto del mundo comenzaba a desplomarse.

Primer pergamino: El Avatar Yangchen y nuestro origen.

"Recuerden contar esta historia a todas las generaciones futuras de la isla. Es importante no olvidar que esta es nuestra última oportunidad."

Yangchen nació en un mundo industrializado que se dirigía al desastre. Los recursos naturales se consumían más rápido de lo que se podían reabastecer, las aguas se ensuciaban más rápido de lo que se podían limpiar, y la humanidad, aunque numerosa y amontonada, se encontraba más separada que nunca.

Como Avatar, Yangchen dedicó su vida a intentar despertar algo de conciencia sobre la indiferencia que predominaba en las mentes de la gente que habitaba las grandes ciudades de concreto. Preocupada por el descontento de los espíritus, intentó señalar el alarmante aumento en los ataques que los espíritus dirigían a ciertas poblaciones rurales cerca de las selvas o bosques.

Lamentablemente a las ciudades y grandes empresas no les importaba lo que ocurría con los pequeños poblados siempre y cuando se cumpliera con la constante demanda de recursos. El consumo continuaba al igual que los ataques de los espíritus, y Yangchen se vió forzada a buscar una alternativa que ayudara a aliviar el constante roce que había entre espíritus y humanos. Al final el Avatar logró su cometido, los pueblos no serían atacados, pero al pasar del tiempo su solución terminaría por demostrar ser un problema que afectó al mundo entero.

El decreto de Yangchen había sido separar a los espíritus y humanos, cada uno tenía su propio mundo y por lo tanto debían respetar sus límites, los espíritus vivirían a salvo entre la naturaleza que su propio mundo tenía que ofrecer mientras los humanos resolvían la crísis que había en el de ellos. Se impusieron guardias en las entradas de los portales espirituales y nadie tenía permitido entrar o salir.

El Avatar no ignoraba el peligro que esto suponía para el mundo humano, pero en vista de las limitadas opciones que había sobre la mesa, aquella había sido la más viable. Solo una pequeña cantidad de espíritus permaneció en el mundo humano, pero su presencia no bastaba para cubrir la ausencia de todos los que se habían ido.

De esta forma se recuperó una paz relativa entre los poblados que colindaban con zonas naturales. Sin espíritus furiosos que los castigaran, los pobladores podían andar afuera de sus casas sin temor a desaparecer y, sobre todo, sin temor a ser llevados a la temida prisión espiritual de la cual nadie era capaz de volver.

Sin embargo, la dicha no les duró mucho, los ancianos de cada poblado comenzaron a darse cuenta de lo grave de la situación cuándo las lluvias se retrasaron y las flores dejaron de abrirse en la primavera, cuándo la nieve apenas cubría el suelo durante el invierno y el calor del verano comenzó a volverse cada vez más insoportable. Los espíritus eran una parte importante del equilibrio en el mundo humano, su ausencia traía de la mano graves consecuencias para la naturaleza e inevitablemente para nosotros.

Fue así que los poblados de distintos continentes comenzaron a ponerse en contacto, preocupados por el futuro de sus jóvenes elaboraron una reunión con el Avatar para hablar sobre la posibilidad de pedirle a los espíritus que volvieran. Lamentablemente era demasiado tarde, Yangchen ya había hecho un trato con los espíritus que no podía romper, los espíritus no volverían, mucho menos sabiendo que los verdaderos encargados de gobernar el mundo humano no estaban involucrados en esta petición de paz.

El Avatar, contemplando la esperanza de abrir el camino para un mejor futuro, hizo una propuesta. Si los pobladores demostraban ser capaces de llevar un modo de vida que no resultara devastador para la naturaleza, ella intercedería pidiéndole a algunos espíritus que volvieran a un área designada para ellos en la que pudieran convivir en harmonía.

Los pobladores no vieron más remedio que el que les era ofrecido, la joven Avatar hablo con palabras serias y contundentes, no existía alternativa, esa era la única oportunidad que tendrían de recuperar a los espíritus que necesitaban para reestablecer los ciclos de las estaciones como solían recordarlas.

Claro, las grandes industrias no prestaron atención a las huelgas de la gente del campo, pues el llamado de ayuda que emitían no beneficiaba para nada a los negocios que se alimentaban de los recursos de la tierra. Luego de un par de años los poblados rurales se dieron cuenta de que la industria no se detendría, con o sin ellos, las enormes máquinas entrarían para seguir consumiendo sus tierras y bosques.

Rehusándose a ignorar la misión que el Avatar mismo les había encomendado, muchos poblados rurales comenzaron a educarse y a educar a sus jóvenes en busca de la mejor manera de existir sin convertirse en una amenaza para el medio ambiente, pero la presión de las ciudades jamás cesó por lo que los pobladores llamaron a otra junta con la esperanza de encontrar solución al problema que esto implicaba. En esta ocasión el Avatar no pudo estar presente, en su lugar asistieron un grupo de monjes nómadas aire a ayudarlos con sus planes.

La solución fue desesperada y amarga para la gente del campo pues no todos lograrían escapar para cumplir las condiciones del Avatar. Los pobladores, desesperados por salvar a sus jóvenes, optaron por poner a todos los menores de diez años en manos de los nómadas aire quienes mantenían el control sobre un amplio territorio del pantano en el corazón del Reino Tierra. Solo unos cuantos adultos de cada pueblo fueron admitidos para que pudieran transmitir el conocimiento de su cultura a los jóvenes, el resto debió acostumbrarse a vivir sin sus niños, y los niños sin sus padres.

Integrarse a la cultura de los maestros aire no fue algo sencillo para la gente que debió internarse en el pantano, aun así, esto no desalentó a los pobladores quienes con esfuerzo asistían a todas sus clases y entrenamientos sin falta. Las familias tenían permitido visitar a sus hijos en el pantano dos veces al año y así lo hicieron durante veinte años hasta que el Avatar Yangchen llamó a la que sería su última junta.

"La tierra se encuentra en serio peligro, el alcance del hombre no conoce límites. Incluso el pantano, respetado por todas las generaciones del hombre hasta el momento, se verá amenazado dentro de unos cuantos años más, sin importar los constantes esfuerzos de los nómadas aire por salvar este santuario espiritual.

Los espíritus no volverán. Pero eso no significa que no se sientan conmovidos por todo el esfuerzo y sacrificio que ustedes han hecho para demostrar que la preocupación y empatía que sienten por lo que pasa en el mundo es sincera."

Nuestra experimentada Avatar se mostraba terriblemente seria y pesarosa. Los que estuvieron ahí presentes describieron la expresión en sus ojos como un augurio de desastre. Nadie se atrevió a reclamarle, luego de haber observado sus acciones durante poco más de veinte años y ser testigos de lo insistente que había sido con el mundo y lo mucho que había sido ignorada, ninguno de los pobladores podía culparla por el escepticismo de los espíritus.

"Por eso logré obtener una alternativa para ustedes. Deberán elegir a setecientas cincuenta personas en total. Doscientos cincuenta de cada nación, tendrán un mes para elegir a su gente y durante la primera noche de luna llena deberán reunirse conmigo en las costas del templo aire del oeste.

Quiero que tengan en cuenta que no volverán a ver a estas personas, disfruten el tiempo que les quede con ellos y hagan sus despedidas."

Concluyó Yangchen para luego partir de la junta sin voltear atrás. A sus cuarenta y tres años de vida, no le quedaba duda de las dimensiones que alcanzaba la avaricia humana. Su lucha era interminable y ella se mantenía firme, pero muy en el fondo deseaba encontrar algo de esperanza para el futuro, ya que no esperaba ver progreso durante su presente.

Llegado el día pactado, Yangchen y sus maestros aire recibieron a los pobladores en la isla, nadie más tuvo acceso y nadie pudo documentar lo ocurrido como una noticia popular, las costas se habían cerrado a los turistas y visitantes con dos semanas de anticipación con la intención de aislar aquel evento sin precedentes.

La playa estaba cubierta en una espesa niebla que impidió notar la presencia de la misteriosa isla que se volvería su nuevo hogar. Yangchen elaboró un puente de hielo macizo para facilitar el paso de los pobladores y al cabo de un par de horas todos desaparecieron para jamás volver a ser vistos por el resto del mundo.

Fue hasta la madrugada, cuando la isla ya se había alejado del continente del Reino Tierra, que la poderosa y respetada Avatar rompió en llanto, un evento que nadie había presenciado desde que se había anunciado a la joven Yangchen como la nueva Avatar. La cansada nómada aire lloró desconsolada entre los brazos de otras monjas del templo que también habían subido a la isla. Tiempo después explicaría que aquella isla y sus habitantes representaban la última esperanza que los espíritus veían para la humanidad.

Yangchen permaneció en la isla ayudando a la gente a erguir el pueblo en el que vivirían, los maestros aire más cercanos a ella dijeron que aquel retiro de cinco años le sirvió al Avatar a recuperar las fuerzas necesarias para continuar su misión. La vida en la isla resultaba tan tranquila y alegre que no solo sanó el espíritu del Avatar sino que también ayudó a los pobladores a amortiguar el peso que suponía la separación del mundo en el que todos habían nacido y crecido.

Cuando Yangchen se sintió lista para volver a su misión, dejó la isla con una sociedad bien establecida confiando en la sabiduría del león tortuga para que se moviera por las zonas desconocidas del mar y se mantuviera escondido para jamás ser encontrado, la gente de la isla no podía volver a ser corrompida por el estilo de vida del hombre moderno.

Segundo pergamino: El legado de la humanidad.

Yangchen visitó la isla cinco veces más a lo largo de su vida, la usaba para recobrar energías y motivarse a seguir adelante, sin importar lo difícil que fuera se negaba a aceptar que la isla fuera la última esperanza de la humanidad y continuó esforzándose hasta que su cuerpo no pudo más.

Durante su quinta visita Yangchen decidió quedarse hasta que su vida expirara, vivió un año en la isla y muró a sus 83 años. La tumba de nuestro Avatar yace debajo de su estatua en el centro del templo que se irguió luego de su muerte. Cada año veneramos la fecha de la fundación del pueblo en la isla, así como la fecha de muerte de la mujer que debatió con los espíritus para regalarnos la oportunidad de tener una vida mejor.

Los nómadas aire insistieron en preservar un registro de lo ocurrido y plasmaron nuestra historia en forma de pinturas en las paredes internas del templo.

Tanto las pinturas como estos pergaminos deben ser retocados y renovados cada año, la historia de la isla de Yangchen deberá contarse de generación en generación y se recreará en canciones u obras teatrales con la intención de mantener viva la memoria del esfuerzo y sacrificio que hicieron nuestros antepasados al lado de su Avatar.

"Somos el legado de una sociedad perdida y nosotros seremos los responsables de traer a la humanidad de vuelta cuándo el tiempo sea apropiado."

Tercer pergamino: El mundo exterior.

Con el pasar de los años y la muerte de los familiares de nuestros pobladores, el mundo exterior se olvidó de la isla y desde entonces las noticias llegan en forma de náufragos o personas perdidas en el mar que el león tortuga decide rescatar. Nosotros nos dedicamos a rehabilitarlos e integrarlos a nuestro poblado, a cambio ellos nos informan de lo que ocurre allá afuera mientras nosotros guardamos un registro fiel de todo lo que escuchamos.

Siglos después de nuestra fundación nos enteramos sobre el Avatar oscuro. Fue devastador escuchar que el final del mundo como lo conocíamos fue ocasionado por una de las reencarnaciones de Raava. Zaheer, el cuarto Avatar después de la muerte de Yangchen, también nacido entre los nómadas aire, cedió a la maldad que había en el mundo y terminó por destruir lo poco que quedaba.

Desde entonces las historias de los náufragos se han vuelto más tristes, más devastadoras y alarmantes.

Los espíritus tenían razón, la humanidad fue incapaz de mantenerse y el colapso había sido inevitable. Yangchen y sus sucesores lucharon arduamente y sin descanso, pero todo había sido en vano. Los años pasaban, generaciones iban y venían y los náufragos siempre repetían lo mismo.

"El mundo está perdido, la isla de Yangchen es única y no vale la pena abandonarla."

Cuarto pergamino: La esperanza y el momento de volver.

Han pasado más de quinientos años después de la fundación de la isla y recién acabamos de escuchar que otro Avatar alcanzó a reparar la fractura dejada por el Avata oscuro.

Hoy vivimos en los días del Avatar Korra, una joven valiente de espíritu rebelde que perdió la memoria durante la explosión de una isla. Su cuerpo malherido cayó en manos de tres hombres que la rescataron y llegaron a las costas de nuestra isla mientras escapaban de la furia de la explosión que había incapacitado al Avatar.

En la isla de Yangchen no existen las casualidades. Un Avatar nos puso aquí para resguardarnos y volvernos la semilla que traería de vuelta a la humanidad, cientos de años después un Avatar llega a nuestras costas, malherida y sin recuerdos con la necesidad de recuperarse. Al ayudarla habremos salvado al jardinero que ha preparado la tierra para nosotros. El destino nos llama.

El hecho de que el Avatar Korra haya caído en esta isla cierra el ciclo que se inició cuándo Yangchen perdió las esperanzas y depositó años de su vida en este lugar. Es como si el espíritu de Raava se hubiera extendido una mano a sí mismo a través de sus distintas vidas hasta alcanzar a Korra el día de hoy.

Pronto deberemos comenzar a abandonar la seguridad de nuestras costas para devolverle al mundo las esperanzas que el Avatar Yangchen depositó en nuestra gente cuándo nos regaló la isla.

Ochenta años de vida me parecen cortos ahora que la luz brilla en el horizonte. Lamentablemente, soy demasiado viejo para volver a ver los continentes que mis antepasados un día abandonaron, pero me basta con tener el privilegio de ser el líder quién escriba el capítulo en el que se termina la decadencia y se abre paso al renacimiento.

Gyatso.