Falso Destino

La temperatura había ido aumentando gradualmente en las últimas semanas casi de forma imperceptible, pero el día que abandonaron el club de campo hacía un calor asfixiante que ralentizó que salieran hasta llegar pasado el medio día.

Habían conseguido un par de vehículos grandes, un todoterreno y una berlina que irían tanto detrás como delante de la caravana RV por las carreteras. Se había decidido que Mara y los niños fueran siempre en la caravana, pero el resto debían rotarse, también se había acordado parad solo para estirar las piernas y conseguir suministros necesarios, pero no para descansar; dormirían por turnos y no dejarían de avanzar.

No solo se trataba de la necesidad de llegar a un refugio seguro para que Mara pudiera dar a luz con medios para ello, sino también en la necesidad de encontrar un lugar donde Judith pudiera encontrarse bien atendida, no podía seguir alimentándose de leche y cereales ni podía comer exclusivamente carne de caza, que era el alimento más recurrente para el grupo. Necesitaba frutas, verduras y legumbres que ayudasen a su desarrollo y en el camino sería imposible obtener lo necesario para un buen desarrollo de la pequeña.

Pararon cuatro horas después de salir para cambiar a los conductores. Abraham y Eugene subieron a lo alto de un edificio para poder observar a distancia el camino que tendrían por delante y el resto se desplegó por la zona en busca de suministros mientras Mara se quedaba en la RV al cuidado de Judith y Dylan y Daryl vigilaba.

—Sal, cariño, no creo que podamos volver a pisar tierra hasta mañana, aprovecha ahora para airearte —animó la joven a Dylan bajando ella misma del vehículo con Judith en brazos—¿Te ayudo a bajar?

—Voy —dijo Daryl adelantándose hasta la puerta de la RV y tomó al niño en brazos para dejarlo en el suelo. Las incómodas escaleras de acceso eran un obstáculo casi insalvable con la muleta que el pequeño usaba.

Mara observó la escena y una extraña sensación recorrió su cuerpo por completo. Aquel niño se parecía a su padre, su primer amor, y verlo junto a Daryl, quién era sin lugar a dudas el amor de su vida la resultó, a falta de otra palabra, raro.

—Casi no las necesito, tengo muy buen equilibrio —declaró el niño—. Déjame.

Daryl obedeció y lo dejó en el suelo, sujetando su muleta cuando el pequeño se la tendió. Sobre su única pierna el niño saltó avanzando con seguridad hasta donde estaba Mara y se apoyó en las paredes de la RV.

—hey, pero qué bien que te mueves —lo admiró ella—. Me dejas fascinada, Dy, tienes muchísima soltura.

—Si practico podré correr, e ir con mi tío como Carl va con su padre.

—Bueno, Carl es más mayor —recordó Mara—. Cuando tengas su edad estoy segura que el tío D siempre querrá que salgas con él.— Daryl la miró poco convencido con la idea, pero Mara disimuló—. Ve a por esa piña, a ver si hay piñones, venga… tan rápido como puedas.

El niño, animado por ser de ayuda, se dispuso a cumplir la petición con premura, y tomó dos piñas que había junto al camino.

—Sí que tiene piñones, están súper ricos. Necesito también una piedra grande para partirlos.

Mara dejó que Judith analizara con su infantil curiosidad la primera piña que había vaciado de piñones revisando que no hubiera tampoco ningún bicho entre las escamas. Y fue vaciando el resto según el entusiasmado Dylan las iba trayendo bajo la supervisión de Daryl, que portando su ballesta se quedaba a una relativa distancia del niño, ante el temor de que un caminante saliera de entre los arboles.

Cuando Mara tenía varias docenas de piñones en su regazo volvió a pedir la ayuda de el niño.

—Ahora tienes que partir los piñones, ¿vale? —pidió, dándole un pequeño puñado—. Pon uno sobre el asfalto y golpéalo fuerte, fuerte con la piedra, pero no lo sujetes con los dedos o te los machacarás. Es una cuestión de precisión, ¿podrás?

—Sí —declaró con entusiasta seguridad.

—Lo sé, pero si a la primera no sale, no te frustres, a nadie le sale a la primera. ¿A que no Daryl? A ti no te salió hasta la quinta o más…

Daryl se giró algo extrañado, pero no tardó en seguir el juego de Mara.

—Perdí la cuenta —dijo mirando al niño pelirrojo—. Solo sigue intentando machacarlas.

Mara, que se había sentado en los escalones de la RV, para desgranar las piñas le tendió la mano a Daryl para que la ayudara a incorporarse.

—Voy a caminar un poco, a Judith también le vendrá bien algo de paseo —dijo, estirando la espalda cargada—. Cuando termines con esos piñones ven a por más.

Mara caminó cargando con Judith rodeando los vehículos mientras Dylan intentaba sacar el fruto de aquella dura cascara.

—Que te tenga a la vista —dijo Daryl, que no se movió a cinco metros del niño.

—Claro, papá —dijo Mara con picardía.

Dillan, Tara y Rosita fueron los primeros en regresar con un par de garrafas de agua destilada que, aunque no pudieran beber pues les deshidrataría, sería útil en los vehículos si se estropeaban las baterías, y algunas piezas y herramientas encontradas en una gasolinera que habían dejado un milla atrás.

Cuando Dillan vio que su sobrino se levantaba he iba hasta mara saltando son tomar su muleta se sorprendió y quiso llamarle la atención, pero Mara le miró negando con rapidez para que no lo hiciera.

—Le ayudará a sentirse más autónomo, le dará seguridad. Tendrá que seguir usando muleta de vez en cuando, pero no verse ligado a ella siempre le vendrá bien, hasta que encontremos una prótesis —le explicó—. Es muy pequeño, y eso no es malo, su capacidad de adaptación es asombrosa.

—Si tú lo dices… —asintió con dudas—. Me cuesta no verle desvalido.

—Pues tú también tendrás que adaptarte, porque que lo mires con pena no le ayuda. —comenzó a encaminarse hacía Daryl.

—¿Cómo se ha portado contigo? —preguntó, pensando en que Mara le había dicho semanas atrás que el pequeño la veía a ella como la causa de estar sin hogar.

—Bastante bien, he intentado animarle para que vea en mí un apoyo y no a una bruja malvada que lo ha alejado de su casa y le ha lanzado a los peligros del mundo. —Dillan asintió más tranquilo ante aquellas palabras—. Toma, ahora no tienes que seguir vigilando cual sabueso, puedes disfrutar de la patea-traseros. —puso a Judith en brazos de Daryl—. Y ella disfrutar de su tío Daryl.

Con la seguridad infantil que tenía la bebé se lanzó a tocar la perilla de Daryl con su pequeña mano sin que él se quejara o hiciera el más mínimo gesto por apartarla. Mara se derritió ante aquello y dio unos pasos atrás solo para poder tener una panorámica mejor de la escena. Pese a lo extraño que resultaba ver a Daryl con Dylan en brazos, ella debía de reconocer que la visión de él, el solitario y arisco cazador, junto a uno de los niños la llenaba de ternura y amor, y también hacía que su convicción de haber elegido al mejor padre posible para su hija se acrecentara.

El resto de los grupos no tardaron en llegar en los minutos siguientes. Abraham advirtió que aunque no había visto nada preocupante desde lo alto de una torre de agua cercana, la carretera si parecía tener vehículos diseminados que ralentizarían el camino. No pararían por la noche, por lo que Rick junto a sus hijos, el pequeño Dylan, su tío, Mara y Daryl ocuparían la caravana, mientras el resto del grupo ocuparían los coches en grupos de cuatro y cinco.

Los tres hombres que irían en la RV echaban a suertes el turno de conducción cuando Mara se acercó ha ellos.

—Yo también se conducir, os lo recuerdo —el trio la miró con dudas—. Vale, no queréis que lo haga, entendido, pero decidme ¿es porque soy asiática o porque estoy embarazada?

—¿Sabes conducir con marchas? —preguntó Rick.

—D, diles tú si sé o no —pidió ella y el rubio asintió—. De hecho aprendiste estando embarazada.

Mara se heló cuando le escuchó decir aquello y notó como Rick frunció el ceño al escuchar aquello.

—En fin, os puedo relevar un par de horas si lo necesitáis, más no porque es el máximo que aguanto hasta tener que hacer pis —dijo dirigiéndose al interior de la RV.

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A Daryl le había tocado el primer turno, y Mara se quedó como copiloto un largo rato, pero terminó por ceder su asiento a Dylan y encarar la conversación que suponía Rick iba a tener con ella antes o después. Caminó hacía el fondo de la RV, pasando junto Dillan y Carl que jugaban a las cartas y entrando en el reservado de la habitación. Rick domía a Judith en sus brazos.

—Es fascinante lo rápido que se duerme contigo, supongo que con nadie se siente tan segura —dijo ella, sentándose junto al exsheriff.

Rick sonrió complacido al escuchar aquello, pero no tardó demasiado en mostrar que quería decir algo, pero no encontraba con qué palabras dar voz a sus pensamientos.

—Te lo pondré fácil. —Se adelantó Mara—. Sí, estuve embarazada… Fue hace mucho, pero el bebé no sobrevivió.

»Pensaba que tras aquello no podría tener hijos, bueno… No lo pensaba, me dijeron que sería así. Por eso esto pasó —se señaló la abultada tripa—. Se suponía que era imposible, pero no…

—¿Hace mucho? —preguntó él, Mara asintió en silencio.

—Pero hay cosas que jamás se sienten lejanas, las llevas siempre contigo… Incluso si el mundo cambia y todo se trasforme, tú incluida, siguen ahí.

Rick no supo qué decir ante las palabras de Mara, y se limitó en asentir mirando el apacible rostro de Judith. Compartía la afirmación de la chica, y pensó en que no podría dajar jamás atrás, que era aquello que aunque no nombrase siempre tenía presente y rápidamente dos pensamientos con nombre propio llegaron a su cabeza, tan seguidos que no podría haber dicho cual fue el primero. Lori y Shane. Que ella muriera tan distanciada de él, con tanta culpa dentro sería un gran pesar que siempre cargaría, al igual que jamás podría superar haber tenido que acabar, por propia supervivencia, con el que fue su mejor amigo. El resto, cualquier otro pecado podría llegar a dejarlo olvidado en lo profundo de su conciencia, pero aquellos dos no. Aquellos le acompañarían en su último aliento. Por ello, tal vez, su entrega a la protección de Judith era tan abnegada, se lo debía.

—Pero pensemos en algo más alegre, yo al menos, necesito estar de buen ánimo —dijo Mara incorporándose con energía.

—¿Nos amenizarás el viaje? —preguntó curioso.

—No diría tanto —confesó—, pero tengo que animar a Daryl. No permitirá que le compadezca, y lo único que se me ocurre para paliar la perdida de Carol es decir tonterías y hacer el imbécil… de forma sutil.

»Yo no estaba bien con ella. Me separé cuando encontramos un refugio con Ty, porque no podía sentirme segura a su lado, no en mi estado. Cuando nos reencontramos se que a Daryl eso le incomodaba, y ahora… No sé cómo sentirme…

—Tú no la expulsaste de la prisión —comentó Rick.

—No, pero lo hubiera hecho —confesó ella—. Y no puedo negar que, incluso ahora y después de todo, me tranquilizó que lo hicieras.

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Tras varios días reconociendo Alexandria y a las gentes que lo habitaban Five había llegado a dos conclusiones.

Primero: era un lugar donde Shelly podría estar feliz y alejada de los peligros del camino.

Segundo: quienes lo habitaban no estaban preparados para hacer frente a una amenaza.

Internamente la organización era buena. La líder de la comunidad, Deana, había sido política de carrera en el mundo anterior y gestionar aquello de manera eficaz era una especie de talento natural, lo cual era positivo porque por lo que veía se había adelantado a posibles problemas gracias a su experiencia. Además contaba con la ayuda de su esposo, Reg, un arquitecto con conocimientos de sobra para fortificar aquel lugar ante la amenaza caminante con los escasos recursos de que disponían. El problema eran los vástagos de este competente matrimonio. Sus hijos Spencer y Aiden, hombres adultos ambos, eran el clásico caso de personas que han subsistido de la renta de tener padres excepcionales y, que por desgracia y de manera por completo errónea, piensan que ellos también lo son.

Spencer se pensaba que era la última defensa viva de la humanidad porque hacía guardia y revisaba el perímetro del campamento para comprobar que todo estaba bien. Lo revisaba tras la valla, porque una cosa era ser un protector y otra exponerse al peligro sin necesidad. Su idea de colocar un rifle con mirilla de francotirador en lo alto de un campanario donde nunca subía nadie le parecía el mayor hito de la inteligencia desde la creación de internet.

Y luego estaba Aiden, el pequeño. Veintipocos años de pura testosterona y fanfarronería. Five había visto decenas de chicos como él en el ejercito, y no le sorprendió descubrir que había sido militar, era el típico soldado que no deseas que esté en tu batallón porque es un riesgo. Era el encargado de conseguir suministro y la fortuna había hecho que tras perder a media docena de supervivientes en las salidas él continuase con vida, para alegría de su madre.

La idea de organizar expediciones en el exterior se le quitó de la cabeza a Five a los cinco minutos de conversación con él.

El resto de habitantes no estaba cualificado para estar en el exterior. Algunos llevaban allí desde el comienzo, apenas habían tenido contacto con los muertos. Y ese era el mayor problema que veía Five.

El lugar era viable, pero no hallaba la forma de poder llegar nuevamente a Atlanta para traer al grupo de Mara y poder dotar a ese lugar de personas capacitadas de sacarlo adelante en el nuevo mundo. Y con la suerte que había tenido en las últimas semanas, más bien meses, desde la separación de Poker, arriesgarse en seguir buscando la zona segura era algo que dudaba que tuviera buen final.

Si aquella comunidad se asentaba con firmeza, de quedar un atisbo de poder y estado dirigido a la supervivencia de la nación los acabarían descubriendo y ayudando. Esa era su baza en Alexandría, pero no sabía como unir aquella posibilidad sumando a Mara a la ecuación.

—Voy a volver a salir. —Escuchó tras de sí.

Al girarse se encontró con Aaron, el hombre que lo había encontrado y salvado la vida.

El único habitante de todo el maldito poblado que merecía el honor de llamarse superviviente.

—¿Es una invitación? —preguntó Five.

—Solo si aceptas —contestó—. Eric podría acompañarme, pero he pensado que tal vez quieras conocer el perímetro. No nos alejaremos demasiado, como mucho pasaremos la noche fuera.

—Eric es tu marido, ¿no?

—No, bueno sí, es decir no estamos casados, pero…

—No es seguro salir con el contrario, por h o por b al final no estás a los que hay que estar. Me preparo y me uno. No tardo —dijo Five.

—Te espero en la puerta.

Five entró en la casa que le habían asignado para decirle a Shelly que saldría aquella noche y la encoentró en la cocina, dibujando bajo la supervisión de una mujer llamada Olivia, que se había ofrecido a ser algo así como el comité de bienvenida de aquel lugar y le llevaba comida y estaba pendiente de lo que pudieran necesitar ya que gestionaba los vivires de la comunidad.

—¿Podrías quedarte con ella esta noche? Voy a ir con Aaron al exterior.

—Claro no habrá problema, puedo quedarme aquí esta noche –contestó la mujer, aunque no pudo disimular que la petición la pilló por sorpresa—. Me alegra que hallas encontrado una labor a tu gusto.

Five no diría tanto pero asintió, acercándose hasta la mesa donde estaba Shelly.

—¿Te portarás bien, ratita?

—¿Vas a ir a por Mara? —preguntó la pequeña.

—No…, todavía no. Pero saldré hasta mañana, tal vez fuera encuentre la forma y el modo de lograr que Mara llegue aquí— mintió.

—Esta bien… ¿Prometes volver?

—Lo juro.

—Te haré un dibujo para cuando vuelvas.

Five sonrió y la besó el cabello.

Le alegraba haber cumplido su promesa de mantener a la pequeña con vida, tan solo deseaba que Mara pudiera agradecérselo algún día.

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El plan de no detenerse había funcionado.

Se habían topado con caminos intransitables y habían tenido que tomar desvíos pero no habían dejado de avanzar. Y, dos días atrás, por fin habían pasado un cartel que les anunciaba su llegada a Carolina del Norte. Si todo seguía así no tardarían en llegar a Virginia y al otro lado del aquel estado por fin llegarían a Washington.

Washington no solo significaba la posibilidad de hallar un refugio seguro, sino también la posibilidad real de dar fin a aquel mundo, de que los muertos dejaran de caminar sobre la tierra y a dar un final a aquella infección que los levantaba convirtiéndolo en amenazas de muerte.

Washington significaba civilización.

Y según avanzaban por las carreteras todos y cada uno de los miembros del grupo comenzaron a ver en Eugene lo que Abraham sentía. El científico era la única posibilidad para lograr ese futuro. Protegerlo era no solo necesario sino indispensable.

Que viajar en la caravana junto con los niños no se discutió. Había que protegerlo.

Pararon al alba, para disfrutar del aire fresco de las primeras horas del día para estirar las piernas y despejarse antes de cambiar a los conductores. Dayl había conducido el todoterreno que iba delante de la RV gran parte de la noche, y Mara no había conseguido conciliar el sueño de forma profunda a lo largo de la noche, por lo que había estado sentada como copiloto de Michonne gran parte de la madrugada, observando el vehículo delantero la mayor parte del tiempo. Seguía temiendo separarse de él y que fuera para siempre.

—No queda demasiada agua. Apenas una decena de litros para todos —dijo Maggie, comprobando los suministros.

—Aquí no encontraremos gran cosa, no sin alejarnos bastante del camino —determinó Glenn.

—Aunque la racionemos no será suficiente —dijo Sasha.

—Tampoco podemos arriesgarnos y confiar que encontraremos agua más adelante —afirmó Rick pensativo—. Sin agua no podemos seguir más de un día.

—Sobre todo con este calor —asintió Mara.

En las ultimas semanas su tamaño había aumentado, se sentía más incómoda y el calor sofocante del invierno no le ayudaba.

—Entonces, no queda más que… —comenzó a decir Glenn, pero fue interrumpido por la llegada de Dillan que había estado comprobando los al reddores.

—Se acercan muertos, hay que moverse —dijo, caminando hacía los vehículos.

Sin perder un silo segundo, el grupo se introdujo en los vehículos y cargó lo necesario para volver a moverse. Los motores se encendieron cuando varios caminantes hicieron su incursión el a carretera.

Daryl se quedó mirando por la ventana trasera de la RV mientras se alejaba, comprobando que el número de caminantes aumentaba tras ellos. Parecía que era la cabeza de un rebaño. —Hemos tenido suerte —dijo Michonne, observando tras Daryl el exterior.

—Alguna vez tenía que ser —contestó Daryl.

La mujer se tumbó en el camastro pequeño que había a un lado, que en realidad era un pequeño sofá, dejando que Daryl descansara en la cama más amplia del otro lado.

—¿No quieres la cama? —dijo él.

—Os la dejo a vosotros.

Daryl se quedó dudando, pero respondiendo a una pregunta no formulada Mara descorrió la cortina portando unas grandes ojeras de sueño y preocupación. El cazador se tumbó en la cama sin ni siquiera descalzarse, en los viajes nunca había que ponerse demasiado cómodo, dejando un hueco para compartir la pequeña cama. Mara se tumbó junto a él, moviéndose lentamente para hallar una postura en la que ser capaz de conciliar el sueño.

—Debes descansar todo lo que puedas —dijo Daryl, cuando Mara se giró hacía el, intentado acomodarse de lado.

—Descanso cuando puedo, te lo aseguro —susurró—. Pero es difícil.

Daryl no insistió más. Él también conseguiría dormir mejor si la tenía a su lado.

Mara hizo un gesto de incomodidad y volvió a girarse lenta y torpemente hacía el lado exterior.

Michonne puso los ojos en blanco, rezando porque su compañera encontrara una cómoda postura y callera dormirá a causa del agotamiento cuanto antes. A los pocos minutos suspiró con alivio al escuchar su respiración contantes.

Daryl la abrazó por la espalda, dejando descansar su mano sobre el vientre y percibiendo con fascinación los movimientos que notaba en él. La niña parecía que tampoco lograba encontrar una postura cómoda para descansar, pero aquello le alegraba, le hacía pensar que estaba fuerte y sana. Sintiendo aquella vida bajo su mano también se sumió en un profundo sueño.

Unas horas después se despertó al notar como el vehículo se detenía. Mara seguía profundamente dormida junto a él y rezó por notar que la rv volvía a ponerse en camina, pues aunque no volviera a dormirse quería seguir disfrutando de aquella calma junto a ella. Deseaba disfrutar de su presencia y contacto sin prisa, relajado. Pero el vehículo no volvió a ponerse en camino y escuchó voces en el exterior que advertían que estaban deteniéndose por largo tiempo. Aspiró el aroma del cuello de Mara para mantenla en su conciencia más tiempo y se incorporó.

—Estamos parando, marmota.

No sabían el tiempo que habían estado dormidos, pero sentían que había sido suficiente para poder estar serenos.

—¿Qué pasa? ¿Vamos a ir a por agua? —preguntó Daryl bajando del vehículo a Rick, que comprobaba el mapa junto a Glenn y Abraham.

—Parece que hay un río no muy lejos —contestó el militar.

—Pero no nos hemos detenido por eso —apuntó Rick señalando la carretera que tenían por delante.

Daryl observó en aquella dirección e instintivamente hizo el gesto de coger su ballesta, pero estaba dentro del vehículo. Un gran rebaño de caminantes cubría prácticamente todo el horizonte frente a ellos.

—Estamos casi en el centro de las tres ciudades más grandes del estado —dijo Glenn—. Es posible que todos sus muertos se hallan encontrado aquí.

—Aunque loca, parece la explicación más simple —dijo Michonne, que también observaba el desalentador paisaje con gesto preocupado.

—No hay tantos —dijo Abraham que había estado mirando el mapa negando—. Si retrocedemos nos encontraremos con el rebaño que dejamos atrás.

—Serán menos —dijo Daryl.

—O no, no lo sabemos —contradijo—. Si dejamos los coches y volvemos todos a la caravana, moviéndonos lentos podríamos…

—Eso es una locura, no conseguiremos cruza —dijo Maggie.

—Caerían bajo las ruedas y nos quedaríamos en medio, sin ninguna posibilidad —aseguró Daryl.

—No si tomamos ese desvío —alegó el militar, señalando el mapa—. Aquí, este tramo pasa por un rio, así que iríamos sobre un puente y el numero sería menor.

Mirando el mapa y luego el horizonte Rick situó el lugar de paso que indicaba Abraham. Pero negó.

—También está infectado de ellos.

Eugene que había bajado de la RV no dejaba de mirar la marea de caminantes que tenían frente a ellos y su expresión era de horror. El grupo seguía discutiendo las opciones. Abraham como era su premisa quería avanzar, y tenía razón en el peligro que conllevaría retroceder sabiendo que una horda estaba a su espalda avanzando y otra en frente, porque podían quedar atrapados y sin posibilidades. Pero la alternativa de meterse directamente dentro de un rebaño no convencía a casi nadie.

—Mañana estaremos en Virginia, no podemos seguir deteniéndonos. Y menos aquí —declaró impaciente —Si avanzamos lentos los muertos no nos detendrán.

—Podríamos camuflar la caravana con restos —dijo Glenn, a lo que Mara puso una mueca de asco.

—Si no funciona nos estaríamos metiendo no en la boca del lobo, sino directamente en su estómago —dijo Mara.

—Bien, ¿Y qué propones? —preguntó Abraham —¿Quedarnos aquí y esperar a que los muertos nos hagan una pinza?

»Solo podemos retroceder hacía el este, que era por donde venía el rebaño que dejamos atrás, Charlestón está al Oeste, y acercarnos a la ciudad es igualmente peligroso. De frente sabemos lo que hay, es el único camino ante el que nos podemos preparar, sabiendo lo que nos espera.

—Pero no tenemos con qué, ni siquiera tenemos agua —respondió Mara a la defensiva—. Ni tiempo para ir a por ella, los muertos se están moviendo y nos alcanzarán si no retrocedemos.

—No podemos retroceder —sentenció tajante—. Ni esperar aquí. —Miró a Daryl—. Tú lo dijiste en el vagón, esperar nunca es una opción, hay que moverse y solo tenemos una dirección en la que ir.

—Es un suicidio —murmuró Beth, que cargaba con Judith.

—Hemos retrasado demasiado esto, cada día muere gente y seguirán muriendo y levantándose mientras no lleguemos a Washington y Eugene haga la cura. No podemos desviarnos del camino, debemos seguir y salvar el mundo. Debemos llevarlo a su destino.

—¿A costa de qué? —preguntó Rick, acercándose a su hija, a la que la discusión había inquietado.

—Bien, si el mundo os importa menos que vuestra propia vida, iremos solos… —dijo Abraham—. No podemos seguir retrasándonos.

Tomo de la manga a Eugene y se encaminó al todo terreno. Si algún vehículo podía salir de entre una horda de caminantes era sin duda un 4x4.

El científico se revolvió negando, su miedo era más que evidente.

—Vamos, tenemos un destino —dijo Abraham—. Tenemos una misión.

Glenn intentó detenerlo, al igual que Tara que viendo la resistencia que ponía Eugene intercedió para que el militar lo dejara, pero este no se rindió.

—Venga déjale —dijo Glenn poniéndose entre los dos tipos.

Eugene negó y se zafó de su agarre, apartándose torpemente de los intentos del militar por volver a arrastrarlo con él.

—No…, no, no… —dijo nervioso—. No, soy científico, no sé cuál es la cura ni como lograrla… no soy científico.

Todos los presentes se quedaron sorprendidos ante su declaración, pero algunos pensaron que el miedo era la causa de su negación.

—Claro que sí, lo has demostrado —aseguró incrédula Rosita.

—No, solo sé ciencias, más que la mayoría, soy más listo que el resto, pero no sé cómo salvar el mundo.

—¿Qué coño estás diciendo? —preguntó Daryl.

—Soy listo, y no me importa mentir… Necesitaba que alguien me protegiera para llegar a Washington, y me inventé lo de la cura para lograr llegar vivo. Solo no podría —declaró el falso científico con su característico tono hierático.

—¿Por qué a Washington? —preguntó Mara, aún esperanzada porque sí tuviera conocimientos de algún refugio, aunque la cura fuera un invento.

—Si queda algo debe estar allí, si queda algo…

—Ha muerto gente por intentar llevarte, mucha gente —le achacó Rosita, que parecía que comenzaba a aceptar que todo era mentira.

—Lo sé… Stephany, Warren, Pam, Rex, Roger, Jorshia, Kim, Josephine, Bob y Tyreese —enumeró, como si los recordase como una obligación moral—. Pero consideraba que si quedaba algo, sería en Washington y que me llevaran sería como hacerle un favor.

Sasha, que había escuchado cada palabra con semblante desconcertado se dobló sobre sí misma, ahogando el llanto y la rabia que sentía en aquel momento.

—Soy un cobarde, solo no lo lograría, así que necesitaba engañar a alguien que quisiera…

Abraham se abalanzo hacia él con determinación, tanta que nadie fue capaz de detenerlo ni impedir que golpeara con su puño en la cara a Eugene, una vez… dos veces. Glenn se intentó detener, pero fue inútil, Rick tampoco llegó a tiempo y cuando el farsante quedó acorralado entre el militar y la caravana, el puño del pelirrojo lo golpeó por tercera vez, provocando que su cabeza rebotara contra la carrocería y quedando completamente noqueado. Al apartar Abraham, nadie pudo evitar que Eugene cayera a plomo contra el asfalto.

Pese a la consternación que todos sentían, Beth y Maggie llegaron hasta el herido para comprobar su estado. Abraham se alejó caminando en dirección a la horda, pero tras una veintena de metro se detuvo y se quedó mirando el horizonte.

Mara tardó en reaccionar ante los rápidos acontecimientos vividos, pero cuando procesó todo lo que había escuchado se sintió conquistada por la desazón.

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*FETWD*


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Hola lectores hermosos.

Espero no spoilear a nadie si advierto o adelanto que el futuro de la historia se dirige a Alexandría. Así que por eso estoy "presentando" o, mejor dicho, recordando quienes formaban parte de aquella comunidad, porque ha pasado mucho tiempo desde que aquellos personajes formaron parte de la serie y tal vez halla quién sencillamente no sepa de quién hablo si de pronto menciono a Spencer sin más. Para no hacerlo muy lioso más adelante prefiero ir introduciendo a esa gente desde ahora, poco a poco.

Se que este capítulo también fue lento, pero la conversación entre Rick y Mara surgió tecleando, y sinceramente me gustó demasiado para eliminarla. Espero que el cap no os resulte pesado.

Muchísimas gracias por leer y comentar, de verdad que me hace muchísima ilusión ver que se sigue aún la historia, me da mucha motivación aunque durante muchísimo tiempo tuve la historia súper abandonada, pero ahora estoy volviendo a escribir con frecuencia y seguir contando con el feedback vuestro es maravilloso. Muchísimas gracias, de corazón.

Un abrazo.