¿Tienes pudor?
No había prisa y no había destino, porque no había misión.
Tras la confesión de Eugene, de que toda su historia era una simple mentida, detenerse ya no suponía una molestia y tras cargar a Eugene en la caravana, aún inconsciente, decidieron desviarse por carreteras secundarias y caminos unas decenas de millas y tomar refugio en el primer lugar que encontraron. Un destartalado granero que al menos les proporcionaría espacio techado para pasar la noche, las noches tal vez, y que estaba lo suficientemente alejado de las hordas que los rodeaban.
Beth comprobaba el estado de Eugene, los golpes sufridos en la cabeza siempre resultaban peligrosos, y pese a todo lo sucedido la rubia le dedicaba la mayor de las atenciones y cuidados. Como había hecho con el sargento unos días atrás.
—Pero debe haber algo allí —dijo Maggie, sentada al lado a Glenn, alrededor de una pequeña hoguera junto a la mayor parte del grupo—. Es cierto que es listo, no dijo una dirección al azar.
—Five también habló de un refugio: dijo Washigton —apuntó Glenn, mirando a Mara.
—No dejo de pensar en ello… —confesó esta—. Él nunca creyó en la prisión, desde que la vio dijo que era un lugar de paso. Temo que hablara de la zona seguro para sacarme de allí, como excusa.
—No, ya les había hablado de aquello a los Decatour. Un pequeño grupo partió hacia allí cuando unimos las comunidades —recordó Glenn, que había formado parte del grupo que informó de la propuesta de unión.
—Dijo que volvería, se fue con la niña y Olga dejándote volver porque estaba convencido —apuntó también Michonne—. Sus acciones demuestran que, al menos, él estaba convencido de que la zona segura existía.
Mara asintió, comprendiendo que sus temores eran infundados y sus compañeros tenían razón en todo lo que mencionaban.
—Pero no nos dijo dónde estaba —recordó Rick—. Se suponía que Eugene nos conduciría directamente al lugar. Ahora no tenemos destino, no sabemos dónde vamos.
—Washington sigue siendo el destino —dijo Rosita.
—Washington es muy grande —comentó Tara.
—Eugene no es el único hombre listo del mundo —apuntó Dillan—. Dudo que seamos los únicos que se dirijan o hallan dirigido allí.
—Podría estar lleno de personas, sobreviviendo o intentándolo, con o sin zona segura —planteó Sasha.
—Casi prefiero a los muertos —declaró entonces Daryl.
Mara lo miró incrédula y negó tímidamente.
—Pero…, si queda algo… está allí —dijo, aunque lo que realmente pensaba era que lo que la quedaba a ella, de seguir con vida, estaría allí.
Todos se quedaron en silencio, pensativos, con sus dudas y miedos rondando en sus cabezas durante largos segundos, escuchando tan solo el crepitar de las llamas que iban consumiendo lentamente los maderos.
—Ha sido un largo día, será mejor que descansemos. Lo que haya que decidir lo valoraremos mejor por la mañana —dijo Rick—. Vamos a dormir, haremos guardias por parejas.
Daryl sabía lo que rondaba por la cabeza de Mara, sobre todo tras lo que había dicho, y cuando se acomodó junto a ella en una esquina del granero no perdió tiempo en intentar hacerla entender lo que pensaba.
—Podría ser el lugar más peligroso del mundo.
—No puedo simplemente descartarlo —negó ella—. Shelly y Vicent podrían estar allí, y si no vamos jamás los encontraré. ¿Si nos separásemos y pensaras que Rick podría estar en un lugar descartarías arriesgarte a ir?
—Por protegeros… —declaró casi sin pensar—. Vi cómo era la vida habiéndote perdido.
—Lo sé —asintió ella se acarició la barriga—, pero me resulta tan complicado…
»Antes, cuando el mundo era… como antes… a veces me acostaba y lloraba al pensar que jamás volvería a sentir esto dentro de mí —confesó mirando su tripa—. Me sentía vacía, como si hiciera lo que hiciera jamás sentiría que mi vida tendría un verdadero sentido. Y cuando Caleb me dijo que mis síntomas eran claros. —Sonrió, y miró a Daryl—, aunque sentí miedo, estaba muy contenta, mucho. No solo era que sucedía lo imposible, sino que era contigo. Sentía que era perfecto, era mágico incluso, porque mis sueños se habían cumplido. Sin embargo, ahora no puedo evitar pensar… No debiste haberle dicho que dejara de ponerse el puto condón… —sonrió agotada—. Todo sería más fácil…
—Fácil, sí… Pero no mejor —declaró él.
—Me siento tan inútil —declaró quebrándosele la voz.
—No eres inútil —aseguró Daryl, acariciando su melena negra—, estas haciendo un esqueleto completo ahora mismo.
Ella sonrió, cansada, pero por primera vez sin que su sonrisa tuviera un halo de tristeza o resignación.
—El esqueleto hace tiempo que lo terminé, creo que ahora estoy dando los últimos retoques al aparato respiratorio —bromeó, intentando recordar las clases de biología sobre reproducción.
—No le queda mucho —comprendió él entonces, y vio que los ojos de Mara se tiñeron con un velo de miedo—. Todo irá bien.
—Dime que me quieres —pidió ella entonces.
—Te quiero, chip. Os quiero a las dos —declaró sin dudarlo un segundo—. Ahora descansa, hacer unos pulmones debe ser agotador.
Mara sonrió de nuevo, pero no discutió las palabras de Daryl y se recostó sobre el suelo cubierto de paja. No era cómodo, pero necesitaba descansar la espalda y ese lugar era mejor que nada. El cazador se quedó apoyado contra la pared, mirando la entrada al pajar fijamente. No era un lugar del todo seguro, y no quería arriesgarse. Le hubiera gustado recostarse junto a Mara y rodearla con el brazo desde la espalda, para acariciar su tripa y tonar como Hope se movía, como a veces ocurría, pero no se hubiera quedado tranquilo. Prefería permanecer entre la puerta y Mara, sentado y con la ballesta preparada por si surgía algún peligro poder ser la última línea de defensa para ella y su hija.
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Antes del alba Mara despertó por un intenso espasmo de dolor en la tripa. Durante una fracción de segundo la recorrió el pánico ante la llegada del bebé de forma prematura, pero intentó sosegarse y convencerse que aunque aquello pudiera ser una contracción el bebé aún no iba a llegar, simplemente su cuerpo se estaba preparando para cuando lo hiciera, pues no tardaría demasiado. Lenta y torpemente se incorporó, tratando de no despertar a Daryl que había sucumbido al sueño y dormía con la cabeza caía a un lado. Aunque el dolor seguía recorriéndole la parte baja de la tripa Mara se puso en pie, necesitaba caminar y relajarse.
Caminó hacía donde se encontraba Michonne, que hacía la guardia.
—¿Estas bien?
—Sí —dijo, pero su voz monstro algo de angustia.
—¿Seguro?
—Sí, en serio… —reiteró, aproximándose lentamente—. Me cuesta dormir, estoy mejor de pie.
—Mientes de pena, ¿aviso a alguien?
—Serán solo contracciones de preparación, no significan nada…
—¿Las has tenido antes?
—Sí, no tan fuertes, pero sí…
—Voy a… —Mara la frenó negando.
—Es pronto. Solo distráeme si quieres ser de ayuda —aseguró—. Estas molestias son las típicas del tercer trimestre. No es agradable, pero no tenemos que alarmar al grupo.
—De acuerdo, pero si sigue doliendo pasado un rato…
—Lo sé, Mich…, Aunque prefiera no pensarlo.
Ambas permanecieron un rato observando el exterior, el ambiente era fresco, pero el sol no tardaría en salir.
Mara sintió una nueva contracción pasado un tiempo y se centró en tomar aire y aguantar el dolor que la recorría. Aquello no sería nada con lo que tendría que soportar al alumbrar, e intentaba mentalizarse en canalizar el dolor de forma silenciosa. Sin embargo, terminó apoyándose sobre la pared arqueando la espalda. Michonne se puso a su lado y aquel alarmado movimiento alentó a Dillan que había despertado hacía unos minutos y estaba mirando a las dos mujeres sin entender que hacían.
Mara le vió acercarse y reconoció el pánico en su cara, pero le intentó tranquilizar con un gesto de calma con la mano.
—No es nada D, tranquilo.
Este la rodeó los hombros con total confianza, intentando reconfortar a su amiga y serle de apoyo. Michonne no pudo evitar mirarle con recelo, le parecía inapropiado ver tanta confianza en alguien que ella apenas conocía.
—Siéntate —pidió a su amiga, pero esta negó.
—Estoy mejor de pie, en un rato todo pasará y volveré a sentirme bien.
Dillan obedeció a su amiga, pero se quedó junto a ella.
Cuando Mara sintió nuevamente aquel intenso calambre estaba preparada y consiguió disimular, apretando con fuerza la mano de Michonne, que la miró a los ojos intentando trasmitirla fuerza. Mara rezó, sin saber cómo se debía hacer, para que aquello remitiera porque si no era así dudaba de poder controlar su pánico. Lo último que deseaba era traer al mundo a su hija tan pronto y en aquel lugar. Ni siquiera tenían agua.
Los minutos pasaron y la sensación de bienestar volvió al cuerpo de Mara, pese a que se sentía agotada y aún dolorida, comenzó a relajarse.
Suspiró aliviada, sacando una sonrisa sosegada a Michonne.
Segundos después Glenn anunció que a poca distancia de allí, apenas a un centenar de metros había un pequeño arrollo de donde podían obtener agua.
—Parece que hoy es un día de buenas noticias.
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Eugene parecía no haber sufrido lesiones cerebrales a causa de los golpes de Abraham, pero por pudor o decencia no abrió la boca para nada. Se quedaría allí, bajo la supervisión de Beth junto a los niños. Sasha, Tara y Dillan cuidarían del lugar mientras el resto conseguían el agua.
No solo podían llenar garrafas, sino que debían filtrar y cocer el agua para asegurarse de su potabilidad y les llevaría tiempo.
—No pienso dejarte aquí —le dijo Daryl a Mara, anunciándola que en aquella ocasión no se quedaría en su usual posición: cuidando el fuerte.
Aunque aquel día se sentía agotada tras el doloroso despertar no se negó. Su mente necesitaba aquello, aunque su cuerpo hubiera preferido pasar el día en posición horizontal y limitarse a seguir dando las últimas pinceladas a el cuerpo de su hija.
Reunieron cualquier botella que les pudiera servir como recipiente para el agua de la caravana y marcharon al riachuelo.
Aunque el caudal no era grande la orografía del terreno había formado una pequeña balsa de agua a una decena de metros de donde el grupo estaba recogiendo el agua para cocerla.
Mara atizó el fuego, pero se quedó mirando la calma de aquella balsa de agua por minutos. Sentía su cuerpo dolorido y el calor del sol y la hoguera le resultaba sofocante. Así que dejando que Rosita se hiciera cargo de aquella labor se incorporó y caminó con lentitud hacía aquella piscina natural. El agua era clara, limpia. Se podían distinguir los peces que por ella nadaban con total claridad, incluso aunque estuvieran a unos metros de la horilla. Y la joven no se pudo resistir. Ayudándose de los pies porque era incapaz de agacharse para quitarse los zapatos se desprendió de ellos y luego de los gruesos pantalones que sentía pegados a su piel, quedando tan solo con la holgada camiseta que cubría su ropa interior.
—Pero… ¿Qué coño hace? —preguntó Daryl al verla, para salir corriendo hacia ella cuando fue evidente que se iba a sumergir en el agua.
Mara no se sorprendió por la frescura del agua cuando esta cubrió sus pantorrillas, y siguió avanzando notando el agradable frio del agua calmando sus cansadas piernas, hasta llegar a su estómago. El contraste de temperatura era completo, pero le resultaba agradable, y ante la posibilidad de dejar flotar su cuerpo y dejar de cargar con el peso de su embarazo en sus riñones no lo dudó.
Rick y Glenn iban a seguir los pasos de Daryl, pero Michonne los detuvo.
—No os metáis —dijo poniéndose delante de ellos.
—Es peligroso —dijo Glenn.
—Ha llevado su embarazo por tres estados, no creo que un baño le suponga un gran riesgo.
—Compararse con quedarse embarazada no, claro —dijo desde la hoguera Abraham.
—Ella sabe lo que necesita —contestó Maggie—. Nadar le aliviará.
Rick asintió, aunque con gesto contrariado.
—Vigila, que no se acerque nadie —ordenó a Glenn.
Mientras Daryl, medio impotente no tuvo otra opción que descalzarse también para entrar tras Mara al agua con la intención de sacarla de allí.
—¿Qué narices estás haciendo? ¿Te has vuelto loca? Sal de ahí —dijo entrando en el cauce del riachuelo —¡Joder, está helada!
—Qué va… es una delicia —declaró Mara, sonriendo con satisfacción.
—Chip, joder…
—Es la primera vez que no me duele la espalda en… no recuerdo cuando no notaba mi espalda… —Braceó relajada.
Daryl observó su rostro y comprendió que sus palabras daban sentido al gesto satisfecho que mostraba su rostro, y comenzó a relajarse.
—No estamos de picnic —dijo, sin querer ceder del todo.
—Pues deberíamos… lo mismo no hay ocasión de hacer un picnic en el futuro… —dijo ella risueña y extendió la mano hacía él —Estas demasiado lejos para que este momento sea perfecto.
—No me gusta el agua…
—Tenía esa sensación… no sé por qué —bromeó—. Ven.
Aunque seguía extendiendo la mano con gesto de invitación cada vez iba más al centro de la pequeña laguna de agua, obligando a Daryl a que se metiera más profundamente, hasta que el agua le llegó por encima del pecho y ella se impulsó hacía él, rodeándole el cuello con los brazos. Instintivamente él la rodeó el cuerpo y acarició sus muslos desnudos, abandonando por completo su sentimiento de contrariedad al verla sonreír plenamente.
—A veces me vuelves loco —dijo él, resignado.
—Lo sé, y me encanta —contestó con picardía.
—No me refería a eso…
—Ni un poco —dijo ella, y le rodeó la cintura con las piernas, arqueando su espalda con gesto de placer.
—Chip, diablos… —miró tras de sí, viendo como Glenn intentaba disimular su incomodidad parado a una decena de metros de ellos en la orilla.
—No soy yo, son las hormonas —alegó con tono fingidamente inocente, acercándose a su rostro—. A muchas mujeres nos sube la libido de forma brutal en el último trimestre.
—No extiendas recibos sino los vas a cobrar… —susurró él, afectado por sus palabras, atrayéndola más a su cuerpo.
Mara le miró y se mordió el labio. Había comenzado bromeando, pero en esos momentos y pese a la temperatura del agua se sentía acalorada. Y, al ver aquel gesto con la boca que la joven siempre hacía cuando en su mente solo había un pensamiento, Daryl la tomó por el trasero y la besó con ansia.
—Me vuelves loco…
Ella rio en sus labios y Daryl se aferró con más ímpetu a su cuerpo, pero reprimió el deseo que sentía. No estaban solos, el resto del grupo andaba cerca y les podía ver. De otro modo habría hecho el amor a Mara en aquel río, bajo el agua, sin el menor reparo.
No habían vuelto ha hacer el amor desde que le sacaron de La Terminal, porque no habían vuelto a tener verdadera intimidad, y contener su deseo por Mara teniéndola al lado le suponía un gran esfuerzo.
—Seguro que ha habido y habrá muchos días en los que Daryl necesite de tu protección, Glenn, pero hoy no es uno de esos días —dijo Mara, mirando al asiático por encima del hombro de Daryl. Y salpicó un manotazo de agua hacia él.
—Menos mal —confesó Glenn, que no tardó ni un segundo en volverse y apartarse de la orilla.
—¿Qué es lo que pretendes? —preguntó Daryl.
—Tener un poco de felicidad —confesó Mara, bajando su mano por la cintura de Daryl, hasta llegar a sus pantalones.
—No podemos… nos pueden ver… —declaró el cazador.
—Y se llevarán una gran sorpresa al descubrir cómo me quedé embarazada ¿no?—dijo ella con ironía, acariciando su entrepierna para contrarrestar los efecto de la fría agua del manantial.
Daryl no podía ni quería oponer resistencia, ni frenar los estímulos de Mara, así que se limitó a impulsarse tras unas grandes rocas, que bordeaban la pequeña cascada que había dado forma a aquella balsa en el río, para ocultarse de la vista del resto.
—Daryl Dixon, eres más pudoroso de lo que había imaginado —comentó Mara con picardía—. Ni que toda la galería C no hubiera escuchado cómo me hacías gemir de madrugada.
El recuerdo de las noches en la prisión llegaron a la memoria de Daryl, pero no sintió pesar por lo que habían perdido, sino que le invadió el deseo de revivir aquella sensación placentera de hundirse en el cálido cuerpo de Mara sin cuidado, dominado por la pasión.
—Te amo —susurró muy bajito, con la voz más ronca que de costumbre a causa del deseo.
—No… —dijo Mara—. Pero vas a amarme…—Se giró entre sus manos para darle la espalda y se rozó contra su pelvis—. Ámame…
La nueva fisionomía de Mara, con su abultada tripa, hacía que aquella posición fuera la más cómoda y accesible para tomarla. Daryl se sentía algo torpe, con su ropa empapada pegada a su cuerpo y la corriente que, aunque levemente, lo empujaba. Se apoyó contra la roca y se desabrochó los pantalones, atrayendo a Mara hacia él, sintiendo el calor que desprendía su cuerpo, antes de mover su ropa interior para poder tomarla.
El agua no era un buen lubricante, a pesar de lo excitada que estaba la joven.
—No me harás daño —dijo ella con deseo, rozándose con más intensidad.
Daryl se aferró a ella y la atrajo con fuerza para invadirla por fin, notando como lo acogía con placer y liberando un gemido ahogado.
Aquella sensación no era comparable con nada, era literalmente lo mejor del mundo y podría haberse quedado así para siempre, pero su cuerpo reaccionó involuntariamente impelido por su deseo y comenzó a mover las caderas.
Extasiado, llevó sus manos a los pechos de Mara, ahora eran generosos y más blandos, los manoseo con sus manos frías por la humedad del agua, entrando bajo la tela de la camiseta para notar la suavidad de aquella firme piel.
Mara era todo lo que estaba bien en el mundo, era todo lo bueno y agradable, sobre todo porque le correspondía.
Ella estaba embelesada por el placer, había sentido tanto deseo que la costaba contenerse al sentir la dureza de Daryl en su interior y su fuerza guiando su cuerpo. Tras los calambres de aquella mañana aquellas sensaciones que la dominaban desde su centro la hacían sentirse extasiada y le costó mucho controlarse para no gritar, limitando sus expresión a meros gemidos ahogados con cada nueva embestida de las caderas de Daryl contra su cuerpo. Sentir las rudas manos de Daryl acariciar con posesividad sus pechos sensibles la enardecía y, aunque hubiera querido alargar aquello no pudo evitar explotar de placer.
Sin embargo, Daryl sí había contenido su deseo y continuó poseyéndola e invadiéndola con más y más potencia a cada segundo. Cuando notó que llegaba a su limité atrajo el torso de Mara contra su pecho y la sujetó por el cuello, elevando su rostro para que le mirase.
—Te amo —dijo apenas sin voz, antes de besarla, porque no necesitaba una respuesta, pues ella le correspondía con cada aliento de su cuerpo.
Y ambos se fundieron en el éxtasis al alcanzar Mara el orgasmo por segunda vez.
Mara se recostó contra él desfallecida. Se habría quedado dormida de no haber estado sumergida en el agua hasta el pecho, pues era lo que su cuerpo le pedía. No recordaba la última vez que no había sentido que su cuerpo era un pesado traje con el que le costaba moverse con fluidez, pero en el agua su peso no era impedimento. Se giró hacia Daryl y rodeó su cuello con los brazos.
Ya no la dominaba el deseo y la lujuria, por lo que la idea de salir de su escondite y mostrarse ante el resto siendo tan evidente lo que había pasado la ruborizó.
—Ahora quién es la que tiene pudor, ¿eh? —preguntó Daryl, viendo su rostro sonrojado y las reticencias que tenía por nadar hacia el centro de la piscina natural.
—Tengo dos cerebros en mi cuerpo, es lógico que cambié de idea con frecuencia —se justificó—. Aunque lo volvería a hacer…
—Si pudiera sería lo único que haría —alegó Daryl—. Es por lo único que merece la pena vivir.
Ella se acercó aún más, todo lo que su barriga le permitió.
—Lo único no —dijo, dejando que la corriente los arrastrara lentamente—. Pero sí lo que más compensa el esfuerzo de sobrevivir.
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*FETWD*
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Esta vez he tardado un poco más en actualizar. Lo siento, pero en mi defensa diré que he escrito un novela durante estos meses desaparecida y, si todo va bien, pronto estará disponible en Amazon. Es una nueva historia del universo de Presa de su objetivo, en la que me inspire en Norman Reedus como protagonista masculino, en esta nueva historia la inspiración vuelve a ser Norman (¿obsesión? Obvio,sí) pero en una versión más joven. Seguiré informando…
Por otro lado, no estoy viendo la serie, ni siquiera he visto la anterior temporada. Si alguien la ve me dice qué pasa. Tengo curiosidad, pero me da pereza ponerme, jeje.
En fin, como siempre, mil gracias por leer y mil más por comentar.
¡Ah! Creo que Hope no se va a hacer esperar demasiado.
