Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Kishimoto. La historia es de El Reino.

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Día2: Amaranthine (inglés)

"Eterno e inmarcesible; una belleza eterna"

Sasuke se negó a sentirse extraño mientras se apoyaba en la pared exterior del hospital. No estaba merodeando. Estaba esperando.

Claro, estaba fuera, frente a las puertas principales. Pero siempre esperaba aquí a Naruto y Sakura cuando querían salir después de su turno. ¿En qué se diferenciaba ahora?

Se cruzó de brazos. El sol golpeaba la parte superior de su cabeza, calentando su cabello de forma incómoda. La gente entraba y salía. Él los ignoró, estaba demasiado ocupado mirando el suelo.

Si los compañeros de Hinata la dejaran sola, aunque sea por un minuto, Sasuke no tendría que estar esperando aquí como un idiota. Pero no salían de la habitación.

Se mordió el labio y trató de pensar.

Como ninja, la paranoia se le pegaba en la piel. Eran gajes del oficio. Sin embargo, realmente parecía que el Equipo 8 ocultaba algo. Si no, ¿por qué se ponían tan nerviosos cuando intentaba preguntar sobre el Byakugan?

Por supuesto, los Hyūga mantenían ocultos los secretos del Byakugan. Pero como ninja médico, la lealtad y la imparcialidad de Sasuke no era algo para cuestionar. El paciente siempre era lo primero.

Si las vías de chakra de Hinata seguían inflamadas, podría tener un gran problema. Como usuario de dōjutsu, Sasuke sabía que debían cuidar sus ojos. ¿Por qué Hinata no quería hablar de eso con él?

Una vez más, tal vez su paranoia le estaba jugando una mala pasada. Tenía que intentar atraparla antes de que desapareciera en las entrañas del complejo Hyūga.

Después de un tiempo, oyó el sonido familiar de las muletas chocando sobre el suelo de baldosas. Se enderezó un poco. Mentalmente, rastreó el sonido hasta...

Allí.

Se acercó a la Hyūga mientras ella parpadeaba ante el contraste de la luz del día y las luces fluorescentes del interior. Otro Hyūga la acompañaba. Llevaba una pequeña mochila.

Sasuke no lo reconoció. Llevaba una bandana sobre la frente, la que disimulaba su condición de Rama Secundaria o Rama Principal. Lo que complicaba las cosas. Había muchos Hyūga.

Sasuke no podía saberlo. Además, él ni siquiera sabía los nombres de la mitad de sus primos.

—Hyūga —llamó Sasuke mientras se acercaba—. Tengo una pregunta.

Hinata parpadeó una vez más antes de que sus ojos lechosos se centraran en él.

—Oh, hola, Uchiha-san.

Se alejó de la puerta. Los dos hombres la siguieron hasta situarse bajo la sombra de un árbol. Se sentía íntimo, aunque la puerta principal estaba a solo un metro de distancia.

Una vez acomodados, Sasuke asintió como saludo.

—Solo Sasuke. Tengo una pregunta.

Los labios de Hinata formaron una pequeña sonrisa. Él se quedó mirándola, por alguna razón, estaba un poco irritado.

—¿Puedo evitar que preguntes? —cuestionó divertida.

Sus ojos se dirigieron a los de ella. La miró con desconfianza.

—Probablemente no —respondió con sinceridad.

El miembro del clan Hyūga frunció el ceño, lucía como si Sasuke acabara de escupirles. Tocó el hombro de Hinata con cuidado.

—Hinata-sama... —murmuró el Hyūga.

Ella puso una muleta bajo su brazo y acarició la mano de su familiar.

—Está bien, Kō-kun. Tenemos tiempo —se centró de nuevo en Sasuke—. ¿Cuál es tu pregunta?

No pudo evitar notar cómo sus ojos brillaban a la luz del día. Parecían nacarados. ¿Siempre habían tenido ese aspecto? Se aclaró la garganta, avergonzado por haberla mirado fijamente.

Sasuke miró a su alrededor antes de acercarse y bajar la voz. No quería lanzar un jutsu silenciador. Hacerlo solo daría a conocer que querían esconderse. Kō empezó a juguetear con su reloj, pero Hinata le dio toda su atención a Sasuke.

—Quería hablarte de tus ojos. No vi que tus médicos lo abordaran, aunque lo puse en mi informe. La inflamación es preocupante y te aconsejo...

Sonó una alarma de reloj.

—Se acabó el tiempo, Hinata-sama —Kō habló con desgana.

—¡Oh! ¡Lo siento, Uchiha-san! —dijo Hinata.

Antes de que Sasuke pudiera abrir la boca para objetar, los dos Hyūga desaparecieron. El aire le alboroto el cabello y dejó un remolino de hojas a su paso.

Se quedó allí atónito por un momento. ¿Por qué demonios Hinata había hecho el jutsu de cuerpo parpadeante mientras usaba muletas? ¿Y si aterrizaba mal? ¿A dónde tenía que ir con tanta prisa?

Se sintió furioso por su evasión y también por su imprudencia. Tuvo la intención de ir al complejo Hyūga y exigir una audiencia. En lugar de eso, miro la alta torre del reloj y vio la hora.

Si no se iba ahora, llegaría tarde a la cena. Sasuke dijo una maldición.

Para cuando llegó a la casa de sus padres, su ira aún ardía con fuerza y amargura.

—¡Ya estoy en casa! —Sasuke gritó.

Él vivía en un apartamento en el centro de la ciudad. Pero todavía tenía una habitación en la casa de sus padres. Su madre insistió en ello. También insistió en que fuera a cenar una vez a la semana.

Mikoto asomó la cabeza por la esquina. Algo olía bien.

—¡Bienvenido a casa! —dijo—. ¿Qué tal estuvo tu día?

Se acercó a ella y se inclinó de mala gana para que ella pudiera depositar un beso en su mejilla. Sospechaba que tendría más de cuarenta años y su madre seguiría insistiendo en besarlo.

—Mal —respondió Sasuke.

—Sasuke —la voz de Fugaku retumbó desde su lugar en el kotatsu. No levantó la vista del periódico que le tapaba la mitad del rostro—. No uses ese tono con tu madre.

—De acuerdo —murmuró Sasuke en un tono significativamente peor.

Mikoto se rio torpemente y le palmeó el hombro.

—¿Acabas de salir del trabajo?

Sasuke asintió. Esta vez Fugaku levantó la vista.

—Sasuke —espetó el hombre mayor—. ¿Caminaste hasta aquí con la bata?

Sasuke resistió el impulso de sonreír. No sabía si era porque la mayoría de los ninjas médicos eran mujeres o porque Fugaku quería que Sasuke fuera policía. Pero había algo en las batas que realmente molestaba a Fugaku. Sasuke pensó que eso era muy divertido.

—¿Qué más voy a utilizar? —preguntó Sasuke con dulzura, fingiendo confusión mientras miraba su uniforme blanco y sus sandalias ninjas reglamentarias.

Fugaku parecía haber mordido un limón.

—Creo que te ves muy bien —intervino Mikoto. Ella siempre sabía cuándo estaban a punto de discutir y hacía lo posible por detenerlos—. Vamos, ven y ayúdame con la cena, Sasuke.

Dejó que lo empujara hacia la cocina.

Itachi estaba en una misión, por lo que no había alguien intermediando entre Fugaku y Sasuke.

Sasuke sintió lástima por su madre mientras ella le hablaba sobre varias cosas con alegría forzada. La ignoró un poco, hurgando ociosamente en su comida, hasta que se quedó en silencio.

Levantó la vista. Mikoto lo miraba con curiosidad. Cohibido, Sasuke se limpió el rostro.

—¿Qué? —preguntó Sasuke.

Fugaku frunció el ceño, mirándolos a los dos.

—¿Qué?

Mikoto estaba sorprendida. Se acercó y puso una mano sobre la de Sasuke.

—¿Estás bien? Apenas has tocado la comida.

Él miró su plato. Quedaba más de la mitad de su ración.

—Tiene tomates —mencionó Mikoto.

Sasuke sonrió y dio unas palmaditas en la mano de su madre.

—Supongo que estoy perdido en mis pensamientos.

Fugaku resopló y volvió a ignorarlos.

—¿Paso algo en el hospital? —volviendo a sentarse.

Sasuke negó con la cabeza y se rascó la mejilla mientras pensaba.

—¿En realidad no? Es que...

Antes de que él pudiera encontrar las palabras para explicarse, Mikoto jadeó. Fugaku volvió a centrar su atención en ellos. Mikoto le hizo un gesto para que no se preocupara.

—Me olvidé de la estufa —soltó—. Sasuke, ven conmigo a la cocina.

Rápida como un rayo, le tomo la muñeca y lo levantó de su asiento, la acción le recordó a Sasuke la antigua condición de kunoichi de su madre. Su silla sonó detrás de él mientras la seguía sin poder evitarlo. Una vez en la cocina, Mikoto hizo los signos con la mano para usar el jutsu silenciador. Fugaku no se dio cuenta.

Ella entró en la cocina. Sus ojos brillaban con alegría. Sasuke retrocedió, desconcertado.

—¿Mamá?

—¡Es una mujer! —ella exclamó, picándole el pecho con un dedo.

Él le agarró el dedo. Su espalda chocó contra la pared.

—¿De qué estás hablando?

Incluso con su firme agarre, ella volvió a picarlo.

—Conozco esa mirada, Sasuke. Estás pensando en una mujer.

Sasuke gimió.

—Mamá. Estoy pensando en una paciente. Una paciente.

En lugar de disuadirla, su sonrisa solo creció.

—Por supuesto. Solo interactúas con Naruto y Sakura. ¿Cómo más ibas a conocer a alguien?

Se puso una mano sobre el pecho, sintiéndose sorprendentemente ofendido.

—¡Mamá!

Mikoto juntó sus manos y suspiró soñadoramente.

—¡Y una vez que la salves, ella verá lo brillante, inteligente y guapo que eres!

Sasuke gentilmente le tomo el rostro.

—Mamá. Madre, ¿dónde estás ahora? Necesito que vuelvas a la realidad.

Su madre frunció el rostro y Sasuke la soltó rápidamente, preocupado de haberla herido. Ella se aferró a su camisa y apoyó la frente justo debajo de su clavícula.

—No se está muriendo, ¿verdad? —Mikoto resopló—. ¡Tienes que salvarla!

Las manos de Sasuke volaron hacia su cabello y se lo jaló con consternación.

—¡No tengo idea de lo que estás hablando! ¿Qué te pasa?

Dirigió sus grandes y llorosos ojos hacia los de él. Sasuke gimió y se cubrió el rostro.

—Mamá —intentó, con voz baja—. Es una paciente. De hecho, ni siquiera es mi paciente. Puede que nunca sea mi paciente. Por favor. Detente.

—¡Oh! —dijo ella alegremente y lo soltó.

Sasuke miró sus dedos. Milagrosamente, todas sus lágrimas habían desaparecido y su sonrisa era genuina y brillante.

—Si no es tu paciente, entonces no hay conflicto de intereses. ¡Bien!

El dolor de cabeza floreció lentamente, partía de la base de su cuello y engullía el resto de su cráneo. No sabía si era porque se había jalado del cabello o del drama emocional. Fuera cual fuera la causa, se sentía preparado para irse.

Cansado, disipó el jutsu de su madre.

—Me voy a casa.

—No antes de que te haga un bento —ordenó ella con severidad. Señaló un taburete en la esquina—. Siéntate y espera.

Sasuke, hombre adulto y ninja médico, se sentó y esperó.

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Naoko Ichigo