Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Kishimoto. La historia es de El Reino.
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Día 5: Duyen (vietnamita)
"Una afinidad predestinada que une a dos personas en el futuro"
Unos días más tarde, Hinata se sentó justo al lado del camino mientras se apoyaba en un árbol. Le gustaba ese árbol. Daba mucha sombra. Era robusto. Y muy grande.
No podía abrir los párpados para comprobar su alrededor.
Una intensa migraña le estaba partiendo el cráneo y le latía al ritmo de su corazón. Cada vez que abría los ojos, sentía como si la luz fueran fragmentos de cristal que se clavaban en los ojos.
No era una situación agradable.
El sitio donde estaba parecía ser el sitio más privado al que pudo acceder en ese momento. Al parecer, no fue así, ya que pudo oír el crujido de las hojas del árbol, como cuando alguien saltaba entre las ramas. Hinata tuvo la idea de usar su Byakugan para ver de quién se trataba, pero inmediatamente descartó la idea.
El Byakugan era el culpable de esto en primer lugar.
La persona se detuvo, probablemente, al verla. Saltó al suelo y se paseó tranquilamente hasta detenerse frente a sus pies.
Hinata pensó que su firma de chakra le resultaba algo familiar. Sus sospechas se confirmaron cuando una voz grave cortó el aire de forma sedosa.
—¿Supongo que no estás durmiendo la siesta? —preguntó Sasuke en voz baja.
Sus ojos se abrieron con sorpresa. Los cerró un segundo después y se le escapó un gemido. Poso la mano que no sostenía su muleta sobre sus ojos y presionó con fuerza.
—Ah —Sasuke suspiró—. ¿Puedo ayudarte?
—No hace falta —gimió Hinata.
Él se burló. Lo escucho agacharse y entonces Hinata pudo oler su colonia.
—¿Puedo acercarme? Voy a subirte al árbol. Para que tengas un poco de privacidad.
Hinata no consiguió alzar la voz por encima de un susurro.
—Sí, por favor.
Él le quitó la muleta y luego la acomodó para que ella pudiera aferrar la herramienta a su pecho.
—Agarra esto.
Sasuke deslizó un brazo detrás de la espalda de ella y el otro bajo sus rodillas. Sin hacer ruido, la levantó. Ella se tensó, agarrando la muleta.
—Apóyate en mí —le instruyó en voz baja y con severidad—. No necesito que tengas una conmoción cerebral.
Ella se apretó contra su calidez y soltó una risita. Poniendo la cabeza entre su clavícula y cuello, trató de no asustarse. El contacto casual se sentía bien cuando Kiba o Shino estaban involucrados. Pero ella no sabía casi nada sobre Sasuke.
Las manos de él se mantuvieron firmes. Con un pequeño resoplido, la subió al árbol. Acomodándola cuidadosamente en una gran rama, la guio para que se recostara.
—Aquí —dijo—. Voy a poner la muleta a tu lado, ¿de acuerdo? Hay espacio.
Le puso la mano encima, para que ella supiera dónde estaba.
—Gracias.
—Hn... —hizo una pausa—. ¿Puedo curarte? No me entrometeré, lo prometo. Solo ayudaré a que el dolor desaparezca.
A Hinata le costó no gemir.
—Sí, por favor.
El chakra calmante se difundió sobre su piel. Casi inmediatamente, el dolor desapareció. Ella suspiró aliviada.
—¿Supongo que era sensibilidad a la luz? —preguntó él.
Ella murmuró una respuesta afirmativa.
—Mmm-hmm.
—¿Qué estabas haciendo antes de esto?
—Estaba caminando por el sendero. Es parte de mi fisioterapia.
—De nuevo, no estoy escudriñando. Pero con lo inflamadas que están tus vías, el sol probablemente irrito tus ojos. Tendrás que empezar a usar gafas de sol cuando salgas.
Hinata hizo una mueca. Eso no molestó a Sasuke. En su lugar, dejó escapar una risa baja. Ella no lo hubiera oído si él no estuviera tan cerca.
Los Hyūga tenían una relación complicada con las gafas para el sol. En realidad, solo se las ponían en misiones y tenía la sensación de que intentaban ocultar algo cada vez que las utilizaban.
—Tienen que ser oscuras —continuó—. Como las de tu compañero de equipo. El Aburame.
Lo pensó. Puede que él tuviera un par de repuesto que le pueda prestar.
—Ya casi he terminado —dijo.
—Ya me siento mucho mejor. Gracias.
—Lo que sea —el calor se disipó y ella pudo sentir cómo él se movía hacia atrás—. Intenta abrir los ojos ahora. Lentamente.
Hinata hizo lo que él le indicó. Lo encontró más cerca de lo que suponía. Él la inspeccionó intensamente.
Ella hizo lo mismo con él. La luz que se filtraba a través de las hojas iluminaba uno de sus ojos, haciendo brillar su oscura pupila. Hasta ahora, nunca se había fijado en lo increíblemente atractivos que eran sus rasgos.
Desde luego, cuando aún asistía a la Academia, no pasaba un día sin que alguien se entusiasmara con los hombres Uchiha. Personas como Ino y Sakura preferían a Itachi y Shisui, que eran más maduros y mayores. E ignoraban en gran medida a Sasuke en favor de sus parientes.
Hinata, bueno, cuanto menos se hable de su anterior enamoramiento por Naruto, era mejor. Fue una pena que ella tampoco prestara mucha atención a Sasuke. Tal vez observarlo ahora no fuera tan terrible.
Además de su atractivo físico, este hombre la ayudaba por la bondad de su corazón. No tenía por qué detenerse. Recordó las palabras que Sakura le dijo unos días antes. Uchiha Sasuke hacía todo lo posible por ocultarlo, pero su alma albergaba una inmensa bondad.
Un rostro bonito, un corazón bondadoso, confianza en sí mismo y era extremadamente competente en lo que hacía.
El corazón de Hinata se agitó y ni siquiera podía culparse por ello. Si en ese momento se hubiera enamorado, hubiera sido completamente comprensible.
Él olía bien. Y sus manos eran cálidas.
¿Cómo podía contenerse?
Sasuke entrecerró los ojos y sus largas pestañas los enmarcaron con belleza.
—¿Por qué me miras fijamente?
Ella se encogió de hombros.
—Estoy pensando.
—Entonces hazlo en voz alta.
—Estoy tratando de encontrar alguna forma para agradecerte.
Sasuke puso los ojos en blanco y se burló. Apartó la mirada y contemplo las profundidades del bosque.
—Ya te he dicho que no es nada.
Sus ojos eran realmente su mejor característica. Su mirada se deslizó hasta los labios de él. Bueno, tal vez no.
—No tenías que hacerlo. Pero lo hiciste. Y aprecio eso. También aprecio que no te hayas entrometido.
Su atención volvió a centrarse en ella. Parecía molesto, lo que Hinata lamentó.
—Sé que no puedes decírmelo —dijo Sasuke con solemnidad—. O no quieres hacerlo. Pero mis pacientes son mi prioridad. Están por encima de mis prejuicios, de los clanes, incluso de la aldea. Quiero que lo entiendas.
—Creo que lo entiendo.
Se movió en su lugar, ajustando su pierna. Estar sentada durante tanto tiempo la hacía sentir dolorida.
Él captó el dolor en su expresión.
—¿Quieres que te ayude con la pierna?
Ella negó con la cabeza.
—No hace falta.
Él extendió la mano sobre la extremidad en cuestión.
—¿Quieres que lo haga?
—Solo si tú quieres —desvió ella.
La mandíbula de él se endureció con exasperación.
—¿Tienes opinión propia? —espetó.
A su pesar, ella soltó una risita. La mano de él se sacudió con sorpresa.
—Claro que sí, Uchiha-san. Me encantaría que me ayudaras. Pero ya te he incomodado bastante y eres demasiado amable como para decir que no.
El chakra verde envolvió su mano y la apretó contra la pierna de ella.
—No soy amable —dijo con malicia.
Ella no pudo reprimir su sonrisa.
—Eres muy amable.
La boca de él se abrió para protestar, pero ella lo cortó.
—Eres muy amable, aunque te haya insultado y evadido. Me encantaría confiar en ti y decirte por qué mis vías del Byakugan están inflamadas.
Él se sentó más erguido.
—Pero no puedo.
Sus hombros cayeron y retiró la mano. Ella lo agarró de la manga de su uniforme jōnin antes de que él pudiera ponerse en pie.
—No puedo decírtelo. Los ancianos me dijeron que no te lo contara. Pero si solo te enteraras... —Hinata sonrió pícaramente—. Pues entonces, tendría que explicártelo.
Sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta.
—¿No puedes decírmelo? ¿Por qué?
Ella extendió las manos en gesto de impotencia.
—Es parte del misterio.
—Te estás burlando de mí —siseó.
La alegría se desvaneció de su rostro.
—De verdad que no.
Rápida, como un rayo, lo agarró de la mano antes de que él pudiera levantarse. Acunó sus dedos con suavidad. Él podía soltarse en cualquier momento. Ella se encontró con su mirada y la sostuvo.
Su voz se convirtió en un suave susurro suave.
—Te creo. Creo en ti. Y si tengo la suerte de que aún quieras ayudarme, te lo agradeceré mucho, mucho.
Para su total deleite, sus palabras hicieron que él se sonrojara tan intensamente que pudo ver el color, incluso con la tenue luz. Sasuke se aclaró la garganta y apartó la mirada, mostrando sus orejas rosadas.
«—¡Bonito!»
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Naoko Ichigo
