—Bien, ¿entonces volamos hoy? Necesito que volemos hoy porque he traído a personas y ellas quieren ver London desde el cielo junto conmigo —explica Emily señalando a Arthur y los otros dos en una de las mesas.
—Eso es un vuelo recreativo. ¿Qué sabes de dirigibles? —decide preguntar el ruso como si esto fuera de verdad una entrevista de trabajo.
—Se cómo funcionan —responde ella muy segura y cómoda con que se la esté tomando en serio.
—Demuéstralo —pide, concentrado.
—Es muy simple. El dirigible está lleno de gas hidrógeno que es menos pesado que el aire y por eso flota —explica haciendo gestos con las manos.
—¿Y?
—Metes el hidrógeno en un globo con una estructura de madera y debajo una cabina. Flota. Solo hay que ponerle un propulsor para que te lleve a donde quieras y puedas dirigirlo —todo muy fácil.
—¿Y ya está?
—Pues la teoría dice que sí. Están los sacos además para subir y bajar y la temperatura —sigue, rascándose la cabeza.
—Esto se complica... —valora sonriendo un poco.
—¿Que se complica? ¿Que yo sea tu asistente? ¡No se complica! Venga, ya has dicho que sí —protesta ella frunciendo el ceño.
—Net, net, la explicación —niega con la cabeza.
—Ah, sí. Bueno. No creo que necesites que te lo explique todo —hace un gesto de desinterés.
Él se encoge de hombros y se vuelve a su vaso, notando que está vacío y no se ha enterado hasta ahora. Levanta las cejas sin acabar de entender cómo es posible que este así, como si fuera una imposibilidad natural el concepto "vaso vacío".
—Quizás tú podrías contarme qué tengo que hacer —pregunta Emily sin notar el dilema existencial. Braginski sigue mirando el vaso vacío unos segundos más—. ¿Quieres una bebida?
—¿Eh? —la mira a ella como si acabara de aparecer.
—Te compro una y tú me cuentas. ¿Vale? —se gira por primera vez desde que llegó a mirar a algo más que al ruso buscando, de hecho, a Sesel con la mirada, que está en una mesa hablando con Francis y Arthur, con una cerveza cada uno.
Emily se encoge de hombros porque no suele hacer estas cosas ella sola, pero no le molesta. Se levanta esperando que el chico de la barra, que esta solo un paso más allá, le mire.
—Net. Ya hay bastante —Iván se baja de su taburete y cualquiera que le mire puede notar por sus movimientos como es que "es bastante" es un nivel considerablemente alto para ser "bastante".
—¡Ah! ¡Entonces vamos a ver el dirigible! —levanta las cejas al notar a altura y le brillan un poco los ojos al ver que además es muy muy grande de tamaño, no pequeñito como Arthur. Sonríe complacida.
Él se dirige a la puerta sin decir nada ni responder y ella le sigue, haciéndole un gesto a Sesel con la mano y yo les recomendaría que los siguieran. Eh... sí, claro. El problema es que Sesel está interrogando a Arthur sobre su hermano Patrick ahora mismo... y a Francis sobre su ayudante, así que ninguno de los tres se entera.
Iván se dirige a los hangares del fondo del recinto con paso seguro, sin mirar si Emily le sigue, pero desde luego lo hace a buen paso y mirándolo todo.
—No me has dicho que tengo que hacer, aunque yo todo lo sé hacer todo muy bien, hasta cosas que nadie cree que pueda hacer yo porque soy chica, pero sí que puedo —sigue parloteando la americana mirando alrededor. El ruso la mira de reojo al notar que le habla, sin detenerse—. ¿Hace mucho trabajas aquí? ¿Cuánto? ¿Es tuyo el dirigible? ¿Cómo lo conseguiste? ¿Lo construiste tú? ¿Por qué?
—Net, da, da —responde escuetamente solo a las preguntas de sí o no.
—¡¿Cómo lo construiste?! ¿Puedo ayudarte a construir el siguiente? Tengo unas ideas para mejorar cualquier dirigible —asegura ella emocionada ahora.
—Net —sentencia tajante.
—¿Por qué no? —le mira de reojo frunciendo el ceño de nuevo.
—No voy a construir otro —explica encogiéndose de hombros.
—Ah, ¿no? Bueno, quizás yo te compre este. O yo construya uno para mi sola —decide ella, tranquilamente.
—¿Por qué ibas a querer uno? —pregunta él como si esa fuera la idea más estúpida sobre la faz de la tierra que pudiera ocurrírsele a alguien.
—¿Cuántas veces te tengo que decir que quiero uno para volaaaaar? —protesta ella repitiéndole como si fuera idiota.
—Es una mala idea —sentencia.
—¿Lo es? ¿Por? —levanta las cejas, curiosa.
—Es caro, siempre se rompe de un lugar o de otro y hay que estar arreglándolo todo, todo el tiempo y nunca puedes volar donde quieras —resume con un suspiro.
—¿Por qué no puedes volar donde quieras? Deberías poder, ¡es tuyo! —protesta un poco indignada con esta perspectiva.
—Porque cuesta dinero y a los que viven abajo no les gusta —la mira de reojo.
—Mmm... Que aburrido. Aunque aun así me gustaría tener uno. Quizás uno pequeñito —valora, pesándoselo.
—Uno pequeñito no levanta una cabina —abre la puerta metálica del hangar con una llave.
—Entonces mejor vuelo en el tuyo y se acaba el problema —pim, pam. Todo solucionado tan sencillo.
—Da, pero el mío es mío —se mete dentro y ya se pueden ver el morro en lo alto, enorme de color amarillo sucio, arena del desierto asomando detrás de unas cajas y estantes.
—Y yo soy tu ayudan... ¡Oh! ¡OH, DIOS MIO! Es...¡Es enorme! —exclama Emily levantando la cabeza y corre para que los estantes no le tapen la vista.
—Da —la mira a ella y luego al trasto en cuestión, acercándose. Ella le toma de la muñeca y tira de él con fuerza más cerca. Iván parpadea sin esperarse eso y se deja tirar, siguiéndola.
—¡Mira! Es... ¡Es imponente! ¡Es gigante! ¡Es increíble que vuele! —brincotea sin soltarle.
—Vuela porque no pesa.
—Ya lo sé, ¡pero aun así es increíble! ¡Vamos, tienes que sacarlo! ¡Andaaaaa! —sigue tirando de él, que la mira brincar sin entender demasiado bien lo que hace y la sigue cuando ella tira. Emily se detiene frente a la cabina y mira hacia arriba... Y se ríe.
—Algún día voy a tener algo así de maravilloso —se promete a si misma.
—No es maravilloso —asegura él con ese aire de alguien que lleva demasiados años preparando los trucos detrás de bambalinas y ya han perdido toda su magia inicial... aunque ahora mismo no está tan seguro solo por como de emocionada está ella.
—Cómo no va a serlo, ¡mira el tamaño! ¡Y NOS VA A LLEVAR AL CIELO! ¡Anda! ¡Anda! ¡Prepáralo! —exclama emocionadísima. Iván la mira, sin moverse—. ¿Qué? ¿Por qué no haces nada? —pregunta al ver que no se mueve.
—No está listo, hay que repararlo —explica volviendo a mirarlo como si intentara redescubrir de nuevo que es lo fascinante de ello, como cuando era más joven.
—¡Eso no me lo habías dicho! —protesta—. ¿Repararlo cómo? Te ayudaré.
—Donde esté roto. No lo sé —se encoge de hombros.
—¿Y cómo sabes que está roto, Iván? —le mira a los ojos, que son extraños. ¿Violeta? Está muy lejos pero le llaman bastante la atención... Le da curiosidad de hecho, cosa rara. Se pone frente a él para que le mire.
—Siempre se rompe después de volar —asegura desviando la mirada hacia ella.
—¿A dónde volaste la última vez? ¿Cómo se ve todo desde allá? —pregunta poniéndose de puntas para verlo más de frente. Es un hombre raro. Es mayor, aunque no sabe cuántos años tiene no puede determinarlo, aunque calcula que tendrá la edad de su madre más o menos.
—Hasta aquí —responde sin entender muy bien qué hace ni por qué se pone de puntillas
—Nah, ¡pero viniendo de dónde! —exclama riéndose porque no le ha entendido.
—De Italia —responde escuetamente, mirándola un poco embobado con toda su forma de moverse y actuar. Es la primera mujer que le hace tanto caso y tantas preguntas.
—¡Oh! Italia. Nunca he ido allá. ¿Es bonito? —sonríe.
—Da —asiente.
—¿Sueles ir mucho? No hablas casi, ¿verdad? Deberías contarme más. Pero antes de eso deberías mostrarme tu dirigible —sigue ella. Iván la mira y luego mira el dirigible—. Me da la impresión que no sueles hablar mucho con nadie. Casi no me has dicho más de dos palabras seguidas.
—Net —decide y se mete a la cabina del dirigible, tras abrirla y ahí va detrás de él. El interior del dirigible es pequeño y oscuro, a primera vista parece un submarino porque todas las persianas de madera de las ventanas que cubren todas las paredes están bajadas para conseguir intimidad. No hay muchas cosas más allá de las necesarias para la estructura se la cabina y el motor, una mesa, unos bancos y un colchón al otro lado para los viajes más largos. Al fondo hay una puerta que da a la sala de máquinas.
—¿Desde cuándo tienes esto? —pregunta entrando, súper curiosa. No ve demasiado bien lo que hay, pero por el olor se intuye que Iván utiliza la cabina como camarote para dormir.
—Desde siempre —responde Iván dejando que le siga acercándose a la puerta desde la que se accede al motor.
—¿Siempre? No es verdad, tú eres de antes de que esto estuviera construido. ¿Cuántos años tienes? —sigue preguntando intentando ver en la oscuridad.
—Yo ayude a construirlo de pequeño y luego a añadirle cosas —explica abriendo las persianas.
—¿Lo tienes desde niño? ¿Y qué es lo que más te gusta de él? —levanta las cejas.
—Nada, lo odio —asegura volviéndose al motor empezando a revisarlo, está en un cuarto aún más pequeño que huele fuertemente a queroseno y otros combustibles.
—¿Cómo vas a odiarlo? —se le acerca y le mira a él y luego al motor, mucho más cerca de lo que suele ponerse la gente habitualmente. Iván parpadea un poco sintiendo enseguida que le invade el espacio personal, volviéndose a ella—. No puedes odiarlo, es un globo enorme que te hace verlo todo desde arriba.
—Pero se rompe mucho y arreglarlo es muy caro —insiste.
—Mmm... ¿Y no vives bien? —inclina la cabeza, pesándoselo. Él se encoge de hombros, ella hace una mueca porque no le gusta esta respuesta y le pica la mejilla suavemente con el dedo—. Iván, explícame qué tengo que hacer.
—¿Por qué te acercas tanto? —da un pasito atrás dejando el motor tranquilo un instante otra vez.
—¿Acercarme a dónde? —pregunta inocente,
—A... mi —se vuelve a lo que estaba haciendo, ella vueeeeelve a acercarse.
—Para ver qué haces —explica.
—¿No ves bien? —la mira de reojo. Emily abre la boca y se sonroja, atrapada.
—Y-Yo... Ehh... C-Claro que... —risita nerviosa
—No puedes ser mi ayudante si no ves bien —saca las manos del motor y la mira.
—Sí veo bien —asegura mintiendo, sosteniéndole la mirada. Justamente eso era lo que temía.
Se quita su gorro y se lo pone a ella en la cabeza dejando ver su pelo rubio casi blanco y luego le baja las gafas que tienen unas pequeñas lupas en la parte inferior de los cristales para ponérselas frente a los ojos.
—Mira por aquí —se las señala.
La americana traga saliva porque está muy cerca y así de cerca es difícil mentirle a alguien. Y ella realmente quiere ser su ayudanta. Mira por donde le dice, eso sí, parpadeando.
Iván se quita los guantes y el abrigo y se vuelve al motor sin más problema con la visión de ella.
—Oh... —susurra al notar que sí que ve mejor por las pequeñas lupas. Todo infinitamente más claro y nítido, así que ahora se acerca otra vez a mirarle fijamente. Él revisa las partes del motor para asegurarse que están en su lugar y funcionan—. No me has dicho aun qué tengo que hacer.
—Mmm... —se lo piensa porque no ha tenido nunca un ayudante y no sabe cómo tenerlo.
—Puedo hacer cosas útiles —asegura.
—¿Cuáles? —la mira.
—Pueeees, contarte cosas —decide, sonriendo.
—¿Qué cosas? —inclina la cabeza.
—Cosas sobre... Los dirigibles. Si sobre ideas que tengo que serían buenas —propone.
—¿Qué ideas tienes? —pregunta.
—Ideas como ir a la luna. O cosas como no llenar el globo de Hidrógeno —explica—. No deberías llenarlo con Hidrógeno es peligroso y se prende fuego así —chasca los dedos.
—Pero es menos denso que el aire y así flota.
—Hay otros gases que flotan —le sonríe.
—Pero son más caros —suspira volviéndose al motor, poniéndose en cuclillas.
—Veo que el dinero te preocupa mucho —valora aun viendo lo que hace con las manos.
—¿A ti no? —pregunta sin mirarla.
—No, no me preocupa nada —se ríe y él inclina la cabeza mirándola de reojo un instante.
—¿Por qué no?
—Porque yo lo tengo todo —se encoge de hombros.
—¿Todo el dinero? No pareces una chica rica —valora. Ella se ríe otra vez y él parpadea de nuevo porque no esperaba risas para nada.
—Ah ¿no? ¿Parezco una chica pobre? —le sonríe. La mira de arriba abajo y es que su ropa no está rota y sucia, pero no es como los vestidos de las esposas de los mariscales y coroneles que conoce—. Vaya, has puesto cara de impresionado
—No sé si eres pobre —confiesa porque no le cuadra nada, volviendo a mirarla a los ojos.
—No lo soy —le asegura—. Así que si haces buenas migas conmigo puede que algunas cosas empiecen a mejorar.
—¿Buenas migas cómo? —la mira sin entender del todo lo que espera.
—Pues si me subes a volar en tu globo hoy, por ejemplo —le sonríe encantadora.
—Hoy no sé si se pueda —explica desde ya apretando algo que hace un ruido raro y le hace fruncir el ceño.
—Ahhh —suelta muy desilusionada—. De verdad tengo muchas ganas de volar.
—El globo se ha de reparar. Cuando crucé los Alpes se escarchó mucho y tuve que poner parches temporales, pero ahora hay que arreglarlos bien —explica sin mirarla y se pellizca un dedo con algo haciéndose daño, sacándolo de ahí dentro y moviendo la mano de arriba a abajo para quitarse el escozor.
—Te ayudaré —asegura ella porque esa parece una buena tarea.
—Pero se ha de subir al globo —señala hacia arriba mirándola.
—¿Y? Yo puedo subir a dónde sea —tan segura, hasta pone los brazos en jarras.
—No puedes subir con falda larga —señala con un gesto de la cabeza.
—Pareciera que quieres encontrar razones para que no suba... —piensa un poco y se mira la falda.
—Para subir se usa esto —le explica yendo a por unas cuerdas—. Se atan así —se lo muestra, haciéndose un arnés con facilidad—. Y luego se atan de arriba del todo para que si te caes no te mates.
—Puedes hacerme uno con todo y falda —se cruza de brazos. Él niega porque es que ata la cadera y por entre las piernas, no la cintura, para que la cuerda no estrangule el estómago.
—Pues... Puedo ponérmelo con un pantalón —propone mirándole a los ojos. Él se lo piensa unos segundos y considera eso aceptable. Asiente conforme—. Pero...
—¿Qué?
—No tengo pantalones —explica.
—Mmm... —se lo piensa—. Pues te corto la falda.
—¡No puedes cortar nada! —se ríe—. Tengo que volver a casa tal como he salido —explica—. Mi madre se enoja si no lo hago
—Oh...
—Pero puedes prestarme unos tuyos —propone de nuevo encantadora.
—¿Unos míos? —pregunta no muy seguro.
—¿Qué tiene de malo? —se encoge de hombros.
—Nada —se encoge de hombros también, tras pensárselo un momento y empieza a quitarse los que lleva... porque solo tiene estos.
Ella levanta un montonal las cejas y no dice nada, aunque se sonroja un poco porque nunca un hombre ha hecho esto antes con ella ahí y es... Diferente. Se queda en calzoncillos y le tiende los pantalones. Emily le sigue mirando con grandes ojos sin podérselo creer.
—Te... M-Me... Eres...
—¿Qué?
—Eres un chico y los chicos no hacen esas cosas frente a las chicas.
—Ah... net? —nervioso, porque siempre le pasan esa clase de cosas de no estar comportándose como debería. Ella toma el pantalón de igual manera y se lo pone debajo de la falda.
—No se supone que lo hagas. Ningún chico lo ha hecho nunca conmigo —explica atándoselo a la cintura como puede porque a pesar de todo le va bastante grande.
—¿Por qué no? —parpadea un par de veces con eso.
—Pues porque no. No se puede. Con trabajos están cerca de mí en general. Tampoco es que conozca a muchos chicos —sigue y le mira, quitándose la falda ahora, sin que se le vea nada. La deja por ahí.
—¿No se... puede? —parpadea de nuevo.
—No se puede que los chicos se quiten los pantalones frente a las chicas —aclara.
—¿Por qué no? —sigue él sin entender ese asunto, hay muchas cosas que se hacen sin pantalones y que no se podrían hacer con esa regla social.
—Pues porqueeeeee no. Porque los chicos y las chicas no están juntos nunca hasta que se casan —sigue ella.
—Yo no estoy casado —suelta como si eso lo justificara todo.
—Yo tampoco aun, pero es... Tendríamos que casarnos los dos —explica, no muy segura. Él inclina la cabeza y parpadea.
—Si tienes que casarte conmigo para que te de mis pantalones... ¿cómo haces para tener sexo? —es una pregunta inocente, piensa que tal vez ella sea de algún pueblo inglés raro no comunista con extrañas costumbres.
—¡¿S-Sexo?! —levanta las cejas aún más, se sonroja y le da risa floja. Iván parpadea un par de veces sin entender qué le hace gracia porque era una pregunta sincera—. T-Tú... Usted... Usted tiene... Co-Como es que... No es que yo me esté insinuando que quiero... E-e-eso
—¿Qué? —ni idea de lo que le hablas.
—¡Yo no le dije que quería sexo! —protesta sonrojada valorándolo por primera vez. Él la mira unos instantes sin entender.
—Ya lo sé.
—Pues tú dijiste que como es que lo tenía si te pedía tus pantalones —no crean que solo él se hace bolas.
—Yo te pregunte, si necesitas casarte para que te de mis pantalones, ¿qué haces cuando quieres acostarte con un hombre? —repite y decide ir de todos modos a por las cuerdas y atarse de nuevo el arnés y el cinturón de herramientas, como si esa fuera la pregunta más normal que hacerle a una chica joven a la que acaba de conocer.
—Yo no me... Yo-Yo nunca me-me... Yo no he querido... Nunca... Me he...
La escucha mientras acaba de atárselo a si mismo, sin interrumpirla.
—¿Tú que haces cuando quieres acostarte con alguien? —pregunta para deshacerse de la pregunta anterior, de manera torpe.
—Voy al prostíbulo y les pago a las mujeres de ahí —se encoge de hombros—. Pero ninguna de ellas me ha pedido que me case —toma otra cuerda y se acerca a ella.
—¿Vas al prostíbulo? ¿De verdad? —incrédula—. Yo nunca he ido a uno.
—Están muy oscuros y huelen raro —asegura agachándose frente a ella y empezando a anudarle la cuerda en la cadera y las piernas sujetándole de la pelvis.
Ella de PARALIZA con esto, incluso temblando un poco con ojos muy abiertos.
—¿Qu-qué... Que haces?
—Atarte el arnés por si te caes, como el mío —le pasa las manos por entre las piernas.
Pega un salto y repentinamente siente un poco de calor en sus genitales sin saber por qué, Iván se queda con la cuerda en las manos y la mira a la cara sin entender. Ella se sonroja un poquito más.
—Yo lo... Yo lo haré —susurra extendiendo la mano hacia la cuerda.
—¿Qué pasa? —pregunta de nuevo sin entender.
—Me pones nerviosa... No que me pongas nerviosa de verdad nerviosa, pero me tocas y estás muy cerca —se quita la gorra y las lentes. Él inclina la cabeza sin entender otra vez. Emily se pasan las manos por el pelo muy nerviosa porque nunca le había pasado esto y no acaba por entender qué es.
—¿Nerviosa?
—No del todo. Solo es que estás muy cerca y esto es raro.
—No puedo atarte desde más lejos...
La americana traga saliva y piensa que está siendo una tonta. Este hombre va a atarla para VOLAR mañana y ella haciendo tonterías y pensando en el calor.
—Vale, vale, no pasa nada.
Iván se acerca otra vez dispuesto a hacerlo de nuevo, Emily toma aire y le deja hacer mirándole fijamente. Es un hombre adulto, quizás de la edad de su padre. Con unas manos grandes y fuertes, un acento particular y un dirigible... Todo esto lo hace por el dirigible y por volar, él era solo el mecanismo para obtenerlo.
El ruso sujeta un cabo entre los dientes y le pone la mano en la cadera para no caerse del todo al estar en cuclillas y hacerla girar un poco para alcanzar bien el otro cabo.
La americana gira como le hace hacer notando que las manos en efecto son fuertes, él está muy cerca y vuelve a darle la sensación de cierto calor en donde no debe. Tiene además un pelo rubio casi blanco que le da ganas de levantar la mano y revolvérselo. Tarda exactamente tres segundos en levantar la mano y revolvérselo.
Él le ata el nudo y cuando nota lo que hace en su pelo la mira sin impedirlo.
—Es casi blanco como de abuelito.
Iván sonríe un poco por primera vez porque eso lo hacía su hermana mayor, revolverle el pelo de esa forma y se la ha recordado. Ella le sonríe de vuelta, relajándose un poco y mirándole a los ojos.
—¡Sabes sonreír! —exclama ella sonriendo también al darse cuenta.
—¿Eh? —deja de hacerlo sin notarlo.
—¡Nooo! ¡Estabas sonriendo! —le pone los dedos en la comisura del labio.
Él se humedece los labios, muy quieto, mirándole a los ojos con intensidad. Emily traga saliva y le sostiene la mirada. El piloto hace una mueca rara como sonrisa, enseñando los dientes. Claramente forzada y mal lograda. Ella sonríe un poquito otra vez.
—No, te salió mejor la primera vez. Así es rara y escalofriante —valora, no obstante sin parecer para nada asustada. Él deja de hacerla y ella vuelve a revolverle el pelo a ver si es como un interruptor, consigue que cierre los ojos y sí sonríe un poco otra vez—. Así. Justo Así —sonríe encantada.
—¿Por qué haces esto?
—¿Hacerte sonreír?
Bagrinski le mira con cara de "sí, bueno y todo en general"
—Es divertido y te ves bien sonriendo. Me gusta que la gente sea feliz —resume con tanta sencillez.
—Tú sonríes todo el tiempo —nota y Emily se ríe un poco—. ¿Ves?
—Me sale solo.
Iván se encoge de hombros pensando que en realidad está bien ser así alegre y que le contagia un poco.
—¿Así que vas a acabas de hacerme el arnés o no? Ya quiero treparme —pide Emily, impaciente.
—Da —se gira buscando un mosquetón y pasa un dedo agarrando las dos cuerdas justo bajo su vientre y en la cintura, ata una cuerda y la levanta con un brazo—. Siéntate.
Vuelve a pensar que tiene unas manos enormes mientras hace lo que le dice. Iván la sostiene en alto con solo un brazo notando que el nudo no se desata y la deja en el suelo asintiendo satisfecho.
—Ya está —se va hacia la puerta para salir. Le mira VERDADERAMENTE impresionada.
—¡Me has levantado con una mano! —suelta corriendo tras él
—¿Qué?
—¡Así! ¡Me levantaste con una mano!
El ruso parpadea sin saber qué es tan impresionante de eso, acercándose a los andamios.
—¡A mi padre le cuesta trabajo cargarme! Eres muuuuuuy fuerte —le toca un brazo.
—No pesas mucho —y aun así hace bola con el bíceps
—¿No? —levanta las cejas y le sonríe un poco notando que el brazo es duro y firme. Se sonroja otra vez un poquito.
—Net, creo que podría lanzarte al aire —valora.
—Eso lo dices solo para hacerme un cumplido —se ríe.
—¿Un cumplido?
—Obviamente.
Ivan suelta el andamio, se gira a ella, la toma de la cintura y la levanta con los dos brazos por encima de su cabeza.
—Waaaaaah! —suelta un grito bastante agudo aunque empieza a reírse como LOCA y él se asusta con eso sin saber qué hacer—. ¡Da vueltas! —chilla, él parpadea y empieza a girar sobre si mismo y ella empieza a reírse más, encantada, estirando los brazos y las piernas. Directos al ballet.
El ruso levanta las cejas con eso empezando a hacerlo más deprisa y sonriendo un poco, pero de repente pisa algo del suelo poniendo mal el pie y perdiendo un poco el equilibro, teniendo que dejarla caer y abrazarla consiguiendo no caerse, a pesar de ello.
Ella se le abraza absoluta, total y completamente muerta de risa. Él sonríe un poco contagiado de su risa, sin soltarla.
—Va a ser muy divertido ser tu asistente —asegura sin soltarle el abrazo. Sesel, creo que vas a tener que explicarle algunas cosas de las abejitas.
—¿Te ha gustado? —pregunta sonriendo un poco, sin estar muy seguro.
—¡Claro que sí, ha sido muy divertido! Te lo haría yo a ti pero eres enorme... Quizás con la cuerda y el arnés.
Toma una cuerda que cuelga por ahí, se la engancha a su arnés, aprieta a la chica contra sí y con un cuchillo de su cinturón de herramientas corta otra que los hace subir en un momento hasta casi treinta metros. Nadie podrá decir jamás que ese movimiento no ha sido sexy.
Emily se queda sin risa y sin habla mientras sube a toda velocidad, sintiendo un hueco en el estómago y apretándose contra el ruso. Esto era como volar. No tenía que subir al dirigible.
Rápidamente cuando están arriba, el ruso se engancha en otra cuerda con solo un segundo y le da una patada al andamio deslizándose hasta una plataforma sobre el dirigible.
Emily le mira completamente idiotizada pensando por primera vez en su vida que justamente ASÍ es como tenía que ser un hombre y no tonterías de ser médico o abogado o empresario. Él la deja sobre la plataforma con cuidado y la mira.
Ella sonríe más y se sonroja notando ahora lo bastante más alto que es en comparación con ella y lo grande, no le para abrazarle por completo aun cuando ella es... bueno, grande.
Además tiene el pelo rubio y los ojos de un color extraño, que la miran por primera vez sin aparentemente preocuparse de que sea chica... O de que no sea chico.
Iván se emboba un poco con la mirada de ella, casi tanto como con la risa. Emily parpadea lentamente volviendo a sentir bastante calor, un poco bochornoso y esa extraña necesidad de un rato atrás de acercarse aún más a él, lo cual le parece absurdo porque ya bastante cerca están y es que no hace cinco minutos que se conocen... pero no han hecho nada más que sentir calores y ahí a Emily le gana otra vez la risita nerviosa y tonta que lo hace inclinar un poco la cabeza saliendo del embobamiento.
La americana respira un poco, mirando a otro lado, esforzándose porque no sea directamente a él, que además va en calzoncillos.
—¿Esto no te ha gustado? —pregunta notando que antes se ha reído más.
—Esto me ha dejado sin... Aliento —asegura sonriente pasándose otra vez las dos manos por el pelo y resoplando un poco, tratando de estar menos temblorina. Así que él la suelta del todo y se gira para tomar otra cuerda y atarla a ella a la línea de vida.
—¿Eso es... malo?
—No, no, para nada. Al contrario —mira hacia abajo y luego le mira a él... En calzoncillos.
—Oh —sonríe y se acerca a ella enganchándole el mosquetón. Sonríe también, dejándole hacer.
—¿Esto es lo que haces para trabajar?
—Ya está. Da. Mira —le señala el dirigible bajo ellos—. Esas cosas que se ven es la estructura, solo se puede andar por encima de ellas —salta del andamio hasta ahí.
Emily le mira hacer y vacila un poquito antes de pensar que está bien amarrada. Toma un poco de impulso y salta detrás de él.
—Mira, ahí hay un agujero —se lo señala y se agacha agarrándose de las cuerdas que hay en el mismo globo para llegar hasta él y empieza a repararlo con las herramientas de su cinturón.
Ella le sigue un poco lentamente y con algún cuidado, poniéndole mucha atención en la parte de la reparación. Probablemente nunca le había puesto tanta atención a nadie.
La verdad es que no se le da muy bien explicar qué es lo que está haciendo, así que no le explica nada... solo lo hace.
Mejor, así no le distrae con palabras complicadas. Le mira a él y luego al globo, y luego a él de nuevo tratando de mantenerse en silencio... Lo consigue dos minutos.
—¿Esto qué es? ¿Y esto para qué sirve? Deberías hacerlo mejor de abajo a arriba, quedaría mejor hecho.
—El viento lo parte antes de abajo a arriba.
—¿Y esto otro cómo lo arreglas? —arruga la nariz.
Iván se vuelve a mirar lo que señala. Es una rajada delgada y larga que casi no se ve pero por la que se cuela el aire
—Cosiéndola y alquitranándola —toma un trapo, hace un fardo con las cosas y se las lanza.
La atrapa levantando las cejas porque nadie, NUNCA le lanza nada. Aunque ella quisiera. Su madre la ha regañado ya lo bastante por lanzarle cosas a Sesel.
Iván se vuelve a lo suyo sin prestar más atención una vez nota que ella lo ha atrapado sin problema. Emily le mira unos segundos extrañada sin saber qué hacer, pero luego sonríe al ver que va a poder arreglar el dirigible... O intentarlo. Esto es casi como poner rieles de un tren. Saca las herramientas del fardo mirándolas.
—Emilyyyyyy —se oye a lo lejos la voz de Sesel. La nombrada mira hacia abajo, levanta las cejas y sonríe.
—Ehhh! Sesel! Aquí arribaaaaaaa
—¡Emily! —se asusta ella al verla llevándose las manos a la boca—. ¿Cómo has subido ahí? ¡Bajaaa!
—¡He subido volando! —explica y se ríe.
—¿Qué? ¡Baja! —hace un gesto con la mano cuando Francis y Arthur entra tras Sesel buscándola al haber oído gritos.
—¿Queeee?
Sesel vuelve a hacerle que baje con las manos y cuando Arthur levanta la cabeza y la ve ahí arriba, casi se desmaya.
Emily les muestra una de sus herramientas y les grita que ahora no puede bajar, que está trabajando. Iván levanta la cabeza con todos esos gritos y se acerca a ella a ver qué pasa.
—Son mis amigos... Y... Artie. Dicen que baje, pero estoy terminando de hacer esto, mira... —se lo señala. El ruso mira lo que ha hecho y luego abajo. Se encoge de hombros.
—¿Quieres bajar? —pregunta Iván, la americana le mira... Los mira... Le mira
—¿Mañana puedo venir otra vez? —pregunta un poco ansiosa.
—¿Por qué no? —él se encoge de hombros otra vez.
—¡Perfecto! ¿Y si acabamos me llevaras a volar? —insiste.
Asiente y es posible que él se quede en ello toda la noche solo para poder hacerlo como quiere ella. Emily le sonríe un poco y se le acerca dándole un beso en la mejilla
Iván levanta las cejas y ahora seguro se va a quedar en ello toda la noche. Ella se sonroja porque ha visto a su madre hacer esto cientos de veces pero no lo había hecho ella así nunca.
El ruso cambia un poco el pie y trata de sonreír otra vez con ese gesto raro. Ella se ríe con esa cara y entonces sí le sale un poco mejor.
—Mejor sin caras raras.
Él se humedece los labios sin saber qué responder a eso. Emily sonríe otra vez.
—¿Vas a bajarme como me subiste? —le abraza.
—Más o menos. Ven —le pide yendo al andamio. Cambia las cuerdas otra vez, la levanta en brazos de debajo de las axilas y las rodillas y sale corriendo hasta la punta de dirigible... desde donde salta al vacío.
Emily da un grito épico que resuena por todo el dirigible, todo el mundo grita, hasta Iván un poco. A Sesel y a Arthur les da un infarto incluso a Francis un poco, por el amor de dios.
Todo queda en silencio unos segundos... Hasta que resuena la risa de Emily, primero suavecita, que parecería que está llorando... Un instante más tarde son unas risotadas maravillosas.
Iván se suelta y cae al suelo con un saltito, mirándola tremendamente embobado. Sesel es la primera en salir corriendo hacia ellos.
—¿Así vas a subirme y bajarme cada vez? —pregunta Emily casi en el oído del ruso, apretándole aun con toda su fuerza.
—Se puede subir por los andamios, pero es lento.
—¡Nooooo! ¡No quiero subir por los andamios!
Iván asiente.
