— ¿Podría... quitarse la mantilla? —pregunta con voz suave Lady Kirkland mirándola a la cara.

Ella lo hace con cuidado, sacándose el sombrero del que forma parte y soltándose el pelo ya que este lo mantenía recogido. Brittany Kirkland la mira cada vez más impresionada con su belleza y lo diferente que es a ella, sin entender del todo a Rómulo.

—Somos... Muy distintas —logra valorar.

—Eso veo —asiente ella. Lady Kirkland suspira.

—Por diversas razones estoy dispuesta a ayudarla.

— ¿En qué? —pregunta con curiosidad.

—No lo sé. Algo en concreto pretendía pedirme —la mira a los ojos.

— ¿Y por qué está dispuesta a hacerlo si aún no sabe la situación ni mi petición? —pregunta inclinando un poco la cabeza. Ella se revuelve porque... La culpa es dura y el lavado de consciencia, caro.

—He dicho ya que puedo decir que no. Pero algunas cosas quizás se ven muy complicadas desde su perspectiva y no lo son tanto.

—Lo que quiero... por diversos motivos sé que el futuro enlace de su hijo menor no le hace feliz. Quería pedirle que lo anularan.

Brittany parpadea un par de veces.

—¿De m-mi hijo?

—Eso mismo. Le pediría algo más específico al respecto y mis motivos, pero sé que algunos chicos tienen problemas para expresar ciertas cosas, en especial con su familia y no quisiera meterle en este problema. Así que puede tomarlo nada más como que él ha sido muy bueno y atento con nosotros y lograr hacerle feliz sería una buena forma de pagarle sus honorarios.

Lady Kirkland se humedece los labios y le mira fijamente unos segundos. Suspira.

—He casado a tres de mis hijos ya... Y en cada uno de sus matrimonios he encontrado que hay razones para parar y razones para seguir... —explica.

—Lo entiendo, pero me gustaría que valorara esta petición como una para parar —insiste ella, Lady Kirkland sonríe.

—No lo creerá, pero en este matrimonio en concreto estoy encontrando muy difícil encontrar una sola razón para seguir...

—Más motivo aun para detenerlo entonces. Puedo intentar convencer a la novia o a sus padres si quiere —sigue, más aliviada, pero sin sonreir del todo. Brittany la mira fijamente y se humedece los labios de nuevo.

— ¿Está mi hijo enamorado de usted? —pregunta en el tono más suave que puede.

Ella levanta las cejas y piensa que en alguna circunstancia, eso sería más sencillo. Niega con la cabeza. Lady Kirkland, que estaba completamente segura de haber acertado... Parpadea.

—Oh... —parecía que el asunto de su hijo seguiría siendo un misterio. Se mira las manos—. Es posible que pueda concedérselo. No depende solo de mí.

— ¿De quién más depende?

—De mi marido.

—Tal vez pueda hablar con él —propone de una manera menos agresiva de lo que podría parecer en cualquier otra persona, dadas las circunstancias. Lady Kirkland... SE REVUELVE.

—Y... Y que va a decirle u-usted a mí... —suelta el aire pensando un millón de cosas a la vez, entre ellas, que quizás esta mujer podría seducirle. O contarle. O chantajearla con contarle. Aprieta los ojos volviendo a entrar en pánico.

—Pues se lo pediré igual que a usted —explica con simpleza.

—Él no tiene el mismo incentivo —murmura—. Tampoco creo que entienda por qué podría usted pedírselo.

—¿Qué es lo que propone entonces?

—¿Usted cree tener mayor capacidad de convencimiento de mi marido que yo? —pregunta con más sinceridad de lo que quisiera.

—Pues... no lo creo, yo no le conozco. Pero podría probarlo —propone de nuevo inocente. Brittany se pregunta a si misma qué pensará esta mujer de ella.

—Quisiera entenderla —suspira—. Y saber lo que piensa. No lo sé. No sé si consiga convencerle con el plan elaborado de Arthur. No sé si usted pudiera convencerle mejor que yo. A decir verdad, Lady Bonnefoy... Ahora mismo quisiera un té.

— ¿Por qué no me cuenta lo que le preocupa de verdad? —decide cambiar de tema la francesa. La pelirroja la mira un poco sorprendida otra vez porque parece leerle el pensamiento.

— ¿Sobre este tema en particular o... en general?

—Sobre lo que quiera. Si no hoy, viene otro día a mi tienda.

Ella se ríe un poco y aprieta los ojos. Madamme Bonneyfo levanta las cejas sin saber de qué se ríe.

—Es... Es usted la esposa... De él. No la culpo ni la juzgo por venir aquí. En realidad, entendería si quisiera odiarme o hacerme daño. Entendería si quisiera seducir a mi marido y sospecho que no le costaría ningún trabajo. Y aun así, está aquí sentada siendo amable conmigo y pidiéndome que le cuente cosas, preocupándose por el bienestar de mi hijo pequeño...

Ella sonríe.

—Lo único que me está pidiendo, además de lo que es suyo... Es pagarle a mi hijo con algo que a mí misma me ha costado ver que en realidad es lo justo. Lo siento, señora... Pero no la entiendo —vuelve a revolverse y se le humedecen otra vez los ojos—. Y tristemente tampoco le entiendo a él...

—Yo no la odio ni quiero seducir a su marido. Estoy con otro hombre, nunca me ha sido difícil encontrarlos. Es un profesor, un hombre culto y delicado a pesar de que Rom siempre será mi media naranja. No quiero sonar cruel con usted, pero mi marido no la necesitaba. Estaba enamorado de mí y era perfectamente feliz conmigo, era usted quien le necesitaba a él y él quien no sabía decir que no. La quería, no lo dudo y lo hacía porque veía en usted lo mismo que veo yo ahora... que es usted una persona extremadamente querible.

Lady Kirkland cierra los ojos otra vez y vuelve a reírse un poco de sí misma al sentirse aliviada de que no quiera seducir a su marido. Marido al que un rato atrás quería dejar. Parpadea un poco con esa segunda parte de la declaración, sonrojándose un poco porque sí que era verdad que ella le necesitaba a él muchísimo más de lo que él la hubiera necesitado a ella. Y ella lo sabía en el fondo. Se muerde el labio.

— ¿Q-Querible? —susurra con los ojos húmedos aun.

—Sí. Una persona a la que es fácil quererla. En muchos aspectos mi marido y yo nos parecíamos extremadamente y le conocí tan profundamente que puedo saber incluso que pensaba cuando la veía a usted... y ahora que la he visto, no siento celos, ni dolor, ni rencor. Sé que él no pretendía hacerme ningún daño al hacer esto, sé que era un humano y las cosas se le iban de las manos y tal vez yo era demasiado necia y permisiva. Fue un error de los dos por el que no tiene sentido seguir sufriendo.

Lady Kirkland se limpia la cara y saca su pañuelo, porque aun con todo escucharla a ella decirlo implica cierta catarsis.

—Ojalá hubiera yo encontrado alguna manera de ser feliz de un modo más... Justo para todos— susurra con la cara dentro del pañuelo.

—Aún puede encontrar la manera...

—Quizás haciendo feliz a mi niño pequeño... O al menos no destinándolo a la misma miseria.

—Eso mismo —asiente.

Lady Kirkland se limpia los ojos otra vez y se suena la nariz, siendo aún más desastre de lo que era hace unos minutos. Madamme Bonnefoy le aparta un poco el pelo y le acaricia la cara queriendo abrazarla.

—Es el colmo del cinismo de mi parte que este usted aquí consolándome —solloza y es que sí, necesita un abrazo.

—Bueno, no se crea... —se acerca y la abraza—. En realidad me agrada que usted le quisiera tanto también.

Se deja abrazar y la viuda le abraza de vuelta con bastante fuerza. Le acaricia la espalda suspirando y se le humedecen un poco los ojos también porque aunque intenta ser fuerte, sí le echa de menos. Y quisiera ser amiga de ella para poder hablar de él y recordarle.

—Hablaba poco de usted, pero siempre bien. Sé que la quería más que a nadie —susurra—. Gracias por prestármelo un poco.

—Su recuerdo vive ahora en nosotras dos.

—Y en sus hijos —susurra.

—Sí...

—Es usted la mujer más fuerte que conozco...

—Gracias.

La señora de la casa se separa un poco y vuelve a limpiarse los ojos.

— ¿Querrían... Quedarse a comer? —pregunta después de pensarlo y volver a concluir que esto es DEMASIADO cinismo.

—Claro, muchísimas gracias... por favor, llámame Gala.

Gala. Usted... Puede llamarme Brittany.

Brittany —sonríe y se limpia un poco la cara. Lady Kirkland le sonríe un poco de vuelta sintiendo una extraña y muy poderosa calma cerca de esta mujer.

—Vamos a hacer pasar a los chicos de nuevo, ¿vale?

Asiente otra vez extendiendo el brazo y tocando una campanita. La francesa levanta las cejas porque pensaba ir a buscarles...

Wallace se recarga en la pared nada más salir, protestando porque no ha traído la botella de whisky. Arthur pone los ojos en blanco y ahí va a pegar la oreja para intentar espiar. Francis hace lo mismo.

—¡Deja de espiarles, es incorrecto! —riñe Wallace acercándose a ellos—. ¿Se escucha algo?

—¡A ti diciendo que dejemos de espiar! ¡Cállate!

—¡Pues es que no deberían! —protesta de nuevo queriendo encontrar desde donde escuchar él también. El problema es que el sastre está ahí y le estorba.

—¡Pues si no deberíamos no lo hagas tú tampoco!

—Cállate y... Ehm... Podría darme permiso señor... ¿Sastre?

—¡De verdad que no oigo nada si no dejas de molestar, Wallace! —discute Arthur.

Francis vacila un poco, pero esta vez se siente un poco más seguro con este hombre. Le hace un gesto con los dedos en los labios.

—¡Ja! ¿Lo ves? —sonríe Arthur... estas a dos segundos que te riñan a ti para que te calles.

—Shhh —le pide Francis a él, poniéndole una mano en la espalda.

Arthur se sonroja un poco y se calla, volviendo a apoyar la cabeza. Wallace arruga la nariz y se le encima a Arthur para escuchar también. Tras unos largos segundos, se oyen unos carraspeos al fondo. Tras ellos.

Wallace pega un GRAN salto, aún mayor que el de Francis. Scott les mira a los tres con una ceja levantada y cara de "¿Qué me he perdido?"

— ¡¿Que no tenéis casa propia vosotros!? —protesta Arthur que también se ha asustado.

— ¡¿Qué haces aquí?! —chilla Wallace.

—Venía a rendir exequias fúnebres a lo que quedara de Patrick, me han dicho que ha pasado aquí la noche después del incidente.

—No lo he visto en todo el día, me parece que consideró que los gritos de ayer eran suficientes —Wallace frunce el ceño.

—¡Ah! ¡Yo le estaba buscando también! —recuerda Arthur.

—Quizás deberías volverte al cuartel —sentencia Wallace a recordar para que le quiere Arthur y pensando que todo esto es demasiado grande para contenerlo... Y que van a acabar por enterarse todos de todo. Pero por ahora, Scott solo puede hacerlo peor.

—Quizás. Quizás debería quedarme a saber qué estáis espiando —sonríe de lado cruzándose de brazos.

—Quizás no. De hecho... No —asegura Wallace tajante, empezando a empujarle un poco hacia la puerta.

— ¿Por qué no? —se deja un poco, no demasiado.

—Porque estamos haciendo algo de trabajo —se inventa.

— ¿De trabajo de qué? —insiste porque una excusa menos creíble no podía habérsele ocurrido.

—De trabajo de Arthur —asegura de todos modos.

— ¿Para que necesitas un abogado? ¿Has matado al fin a Sigrid? —se ríe de su propio chiste.

—Sí, de un golpe fuerte en la cabeza más o menos aquí —le señala la nuca.

—¡Oh! ¿Se te puede contratar? Marlijn necesita un susto. Uno grande... puede parecer un accidente si eso te ayuda —sigue a lo suyo.

—Dile que quieres acostarte con ella, que se te levanta al verla. Eso debes asustarla lo bastante —replica Wallace perdiendo un poco las formas como solo Scott consigue hacer que lo haga.

—Para nada, se lo digo diario—responde tan cínico su hermano mayor.

—Esa no me la creo —niega con la cabeza, igual sonriendo.

— ¿Por qué no? —finge ofenderse.

—Ya se habría muerto del asco solo con la perspectiva —sonríe.

—Claro que no, mira como tú, con lo mariquita que eres, has aguantado cosas peores todos estos años —replica.

— ¿Mariquita? Ja. He estado mejor servido que tú, eso te lo aseguro —levanta la nariz.

—Ni de coña, sé que Sigrid tiene dientes ahí abajo —responde muerto de risa. Wallace aprieta los ojos y es que, es verdad, tiene dientes en todos lados la cabrona. Con lo histérica que es.

—Dientes, muelas y picos. Y calla que si me llega a oír me quema la colección de primeras ediciones de Shakespeare —se ríe un poco también.

—Ah, eso quizás hasta te la ponía dura del enfado... cuando no la usas hace tanto a tu cuerpo se le olvida como.

—Pues si no se me pone dura del enfado, con ella de esposa, no veo de que otra forma se me pueda poner dura.

—Mientras no te enamores de otras chicas hermosas que encuentres por ahí.

Wallace parpadea y piensa INMEDIATAMENTE en Lady Bonnefoy.

—Pfff... Ninguna tan hermosa como mi mujer.

—Seguro, seguro...

—Claro que sí, especialmente cuando se convierte en lobo...

—Esos fetiches.

—O con ella es más bien cuando se convierte en humano... —pone cara de asco siguiendo su idea, ignorando a Scott y empujándole un poco más para ir a la puerta. Arthur cuchichea con Francis sobre que pueden estar diciendo porque no se oye nada.

—Ah, pero lo hace —Scott se queda con ellos porque ahora le da curiosidad esto.

—Lo intenta —sonríe un poco y nota que Scott no cede realmente y sigue ahí a pesar de su intento por distraerle. Francis asegura con certeza de que algo están hablando de ellos dos, aunque realmente no escucha a su madre.

—Yo diría que eso es amor verdadero —responde tan sarcástico Scott, riendo.

Arthur mira a Francis con cara de susto, porque entre lo que sabe su madre y la suya lo saben TODO.

—Mi mamá es muy buena con la gente, seguro sabe lo que hace —lo tranquiliza el sastre.

—Pero no puede decirle... yo... —cambia el peso de pie, mirando a la puerta y a Francis intermitentemente, nervioso.

—No va a decirle un secreto tuyo, menos uno tan importante —asegura él con completa confianza.

—P-Pero mi madre puede... puede deducir si están hablando de... yo... —mira la puerta de reojo de nuevo, planteándose entrar.

—Confía en ella. Será algo bueno para ambas pasar unos minutos solas... Y hablar de nosotros— sonríe.

— ¿Por?

Maman hace cosas —se encoge de hombros.

— ¿C-Cosas? —no suena NADA tranquilizador.

—Cosas con las personas. Tú la has visto ya con nosotros en el tarot —sigue.

—Pero eso...

—No te preocupes, lo hará bien.

—No me gusta —responde aun nervioso. Francis suspira.

—A mí tampoco me gusta del todo que esté aquí.

— ¿Por? No dirá nada de ti.

—Pero es duro para ella.

Arthur vuelve a mirar a la puerta y Francis a poner la oreja.

—Aunque han tardado.

Arthur vuelve a poner la oreja también.

—Podrían verse un poco más idiotas —murmura Wallace.

—Shh —protesta Arthur otra vez, Scott se acerca a poner la oreja también.

— ¡¿Tú también?! No, no.., ¡quita la oreja de ahí! —protesta Wallace nervioso.

— ¿Por?

— ¡No quiero que oigas!

— ¿Por qué no?

—P-Porque está mal, ¡Es una entrevista privada!

—Estabas haciéndolo tú antes. ¿Con quién se está entrevistando?

Se sonroja otra vez al recordarla.

— ¡Con nadie! Es decir, nadie que te importe.

Levanta las cejas al notar que se sonroja.

— ¡No pongas esa cara!

—Pues es que mírate.

Se pone las manos en las mejillas.

— ¿Que me mire qué? Estoy igual de feo que siempre.

—Pero rojo.

— ¡Qué va! —gira la cara sintiéndose sonrojarse más, además de que el alcohol no ayuda en lo absoluto. Arthur también se gira a mirar a Wallace con eso. Francis da el golpe de gracia.

—Mi madre es muy bonita —comenta como quien no quiere la cosa.

—¿Tu madre? —pregunta Scott a Francis.

—¿Te gusta? —pregunta Arthur mirando a Wallace.

—¡No! —niega Wallace categóricamente. Francis sonríe un poco de lado y se encoge de hombros para Scott, sin afirmar ni negar.

—¡Sí te gusta! —chilla Arthur señalándole.

—¡No, no me gusta! A mí me gusta Sigrid —es que hasta a él le da risa esa declaración.

Arthur y Scott se mueren de risa. Francis levanta las cejas y sonríe un poco.

—Sólo es una muestra de apreciación a la belleza femenina. Ya la veras y me dirás si te parece fea —protesta Wallace hacia Scott.

Arthur carraspea y se sonroja con eso mientras Scott sigue riendo un poco. Francis sonríe triunfal y le cierra un ojo a Arthur a la primera oportunidad. Que en cuanto nota el guiño se sonroja aún más.

—Deja de reírte, sólo es una mujer guapa. Eso no le quita ser la esposa del... —Wallace se calla unos instantes pensando "mi padre" con horror.

—Viuda, más bien ¿no? Eso me han dicho —responde Scott mirando a Francis de reojo.

—Sí, viuda de nuestro padre, que en paz descanse —confirma Francis sonriendo un poquito de lado. Scott asiente sin fijarse en el plural. Wallace mira a Francis con la boca ABIERTA.

—¿Y a qué habéis venido? —pregunta a Francis.

—Pues lo que sea, viuda de SU padre o no, solo he dicho... —empieza a protestar Wallace y al final se calla al ver el cambio de tema.

—Oh, hemos venido a arreglar un asunto de nuestra herencia. Arthur tuvo la calidez de invitarnos aquí a leernos los papeles.

Arthur asiente a eso y Scott pone los ojos en blanco porque eso le parece sumamente aburrido. Wallace sonríe al ver la cara de su hermano.

—Te dije que era una cosa de trabajo de la larva —suelta en actitud de sabelotodo.

—¿Y ahora con quién está?

—¿Quién?

—Pues ella, ¿por qué la espiáis?

—Esta con su madre, Monsieur —confirma Francis.

—¡Oh!

—Ningún "Oh" — sigue protestando Wallace.

—Es extraño, nadie suele caerle bien a ella.

— ¿No? —pregunta Francis levantando una ceja.

—Que va, el encanto Kirkland.

—Conmigo es siempre muy amable —responde Francis.

—Pues debe ser el único.

—Y ahora sabemos por qué —susurra Wallace considerando que todo esto es un DESASTRE social. Y ahí suena la campanita.

Wallace se separa tres kilómetros de la puerta al oírla y reconocerla. Arthur y Scott se vuelven a la puerta, este segundo siendo el primero en abrirla. Lady Kirkland se pone de pie de golpe al ver a su hijo mayor, como si la hubieran atrapado en brazos del sastre.

—¿Qué hay, Madre? —se acerca a ella y se queda un instante sin aire cuando Madamme Bonnefoy se gira a mirarles.

— ¿Qué haces aquí, Scott? —Lady Kirkland, pálida, mira a Arthur muy nerviosa.

—Venía... he venido a ver a P-Patrick y les he encontrado a todos en la puerta.

—E-Estábamos... Yo... He... Lo-Lo que quiero decir es que... —Lady Kirkland súper nerviosa —. Ella es Lady Bonnefoy.

—Eso me han dicho, buenos días Lady Bonnefoy —se acerca a ella haciendo un gesto de saludo con la mano como saludaría a un colega y se sonroja un poco al notar lo que ha hecho. Ella se ríe y asiente con la cabeza.

Wallace y Francis entran detrás de los dos Kirkland, Francis busca la mirada de su madre.

—Deberías ir a buscar a Patrick, Scott —le pide su madre aun de pie.

—Ahora iba a ello, ¿qué está pasando que estáis todos tan nerviosos?

— ¡Nada! ¡No pasa nada! Arthur... —suplica un poco Lady Kirkland.

—Estamos hablando sobre la boda de Arthur —explica Madamme Bonnefoy.

— ¡Exactamente! ¡Eso! La boda.

—Oh... vale, vale. Ya me voy —protesta Scott.

Lady Kirkland le mira con una poca de tristeza porque de todos sus hijos, aun cuando del que más quisiera apoyo seria del mayor, y del que más le dolería que le odiara seria de él... Y no sabe en este momento qué tanto le odiaría.

—En fin... pasadlo bien —se encoge de hombros marchándose de todos modos.

Wallace se quita de la puerta para dejarle salir aliviado de que se vaya. Y nada, desaparece cerrando la puerta.

— ¿Qué tal si firmamos esto antes de que haya más interrupciones? —pide Arthur.

Y Lady Kirkland piensa que... Va a tener que hablar con él, en especial si lo de Patrick se hace. De hecho piensa un poco más y mira a Arthur de reojo preguntándose si no debería ser él el que incitara a Patrick para que fuera a ver a la chica. Porque a Scott le hace mucho, mucho, MUCHO caso.

—Firmemos de una vez, sólo... Wallace, detén a Scott, dile que me espere un instante afuera, por favor —decide Lady Kirkland.

Wallace parpadea sin entender nada y luego hace los ojos en blanco. Abre la puerta y le grita. Hoy demasiado en shock y enfadado como para guardar las formas. Scott levanta las cejas y vuelve.

—Madre dice que le esperes aquí un poco —pide Wallace y de todos modos le cierra la puerta, que para las pulgas de Scott...

—Que me espere aquí un poco una mierda —entra tras él. Wallace odia a su madre con todo su corazón.

—Lee eso y firme... mos —pide Lady Kirkland mirando a Scott entrar y odiando su estúpida instrucción—. Espera, Arthur. Antes de eso, ven.

El menor de los Kirkland le tiende los documentos a Francis, a Madamme Bomnefoy y a Wallace antes de irse con su madre a ver que quiere.

—Perdona esta interrupción pero... ¿Y si Scott le mete la idea a Patrick de ir a buscar a la chica? Sabes que si se la dice él es probable que este convencido de que es una idea brillante.

— ¿Scott? ¿Por qué iba Scott a querer participar en esto?

—Quizás si se lo pido... Y si sabe que Patrick sería más feliz... Y si a la vez puede molestar a tu padre.

—Y tal vez te diga que él también quiere divorciarse...

Se humedece los labios.

—Quizás debería.

— ¡Padre no va aceptar lo otro que es posible que salga bien si empezamos a añadir peticiones caprichosas!

—La vida de tu padre está empezando a desmoronarse —responde a eso mirándole a los ojos. Lady Kirkland instalada en el drama británico.

—Pues sí, ¡pero se negará más categóricamente así, madre! —protesta.

—Vale, vale. Sólo decía —suspira.

—Vuelve con ellos, hablare un instante con Scott y entro a firmar.

—Espera... ¿qué te ha dicho... Madamme Bonnefoy? —pregunta nervioso. Ella le mira a los ojos.

—Que cancele tu boda.

Levanta las cejas y se sonroja.

—¿T-Te ha dicho... p-por qué?

—¿Estás enamorado de ella? —pregunta en un susurrito.

—¿Qué?

—Cómo has dicho que estás enamorado de alguien y luego viene ella a pedirme eso… —se encoge hombros.

—¡No! Ella... ¡No! —suena bastante chillón de todos modos. Lady Kirkland levanta una ceja.

Arthur, ¿no crees que después de todos los secretos míos que sabes ahora, merezco uno de tus secretos? —pregunta.

—¡No es ella! —aprieta los ojos.

—Eso me lo dijo ella, de hecho...

—¿Te dijo que estoy enamorado de ella?

—No, me dijo que no era ella, que ella está con otro hombre —explica—. Pero no sé cómo es que ella viene a pedirme eso a mí.

—¡No es otro hombre! —chilla poniéndose más nervioso sin acabar de entender. Lady Kirkland no entiende un pimiento.

— ¿Eres tu entonces? Deja de chillar.

—Yo... —se cubre la cara con las manos.

— ¿Aja?

Es que no sabe que decirle.

—Sí, es ella, pero no quiere que lo sepas porque cree que es venganza contra ti.

Lady Kirkland abre la boca impresionada con esa confesión mirándole con ojos muy abiertos.

—Oh... Ohhh.

—O-O sea... que tú p-pensarás que lo es.

—Pero... ¡Pero!

Arthur mira de reojo a Francis y a su madre. Brittany les mira también y le cuesta mucho trabajo no ir a recriminarle a la mujer esto... Porque además había confiado en ella del todo y le había creído lo que le decía.

— ¿Y no es una venganza?

— ¡No!

Lady Kirkland frunce el ceño.

— ¿Cómo la conociste? Es... Una mujer del pueblo, aunque sea guapa —baja el tono de voz.

—Y-Yo... en... en la sastrería.

—No va a gustarle a tu padre —confiesa tratando de calmarse, porque ha sido un día demasiado intenso—. Vamos a firmar por ahora.

—B-Bien... —se acerca a los demás.

Lady Kirkland se acerca a su hijo mayor y le mira a la cara.

—Tengo que hablar contigo mañana —indica muy seria.

— ¡No he sido yo!

Ella le sonríe un poco tristemente... Y le da un golpe en el pecho.

—Pase lo que pase no preguntes nada hasta mañana, ¿vale?

— ¿De qué? ¡Oh! Mierda, eso ha sido una pregunta.

Se ríe ahora sí.

—Bien.

—Anda, que cualquier día te contratan para la policía secreta a ti.

Ella le sonríe, relajándose un poco y pensando que quizás si le cuenta va a dejar de quererla y bromear así con ella todo el tiempo.

—Voy a firmar unas cosas. Te veo mañana.

—No le vendas a nadie tu alma —responde yéndose a la puerta.

Brittany sonríe pensando que esa se la vendió hace demasiados años al sastre idiota de sonrisa adorable. Aprieta los ojos y se vuelve a la mesa.

Todos pasan un rato productivo leyendo los documentos y resolviendo dudas hasta tenerlo todo firmado. Francis le sonríe a Arthur cuando está todo listo tomándole de la mano a la primera oportunidad. Él se sonroja intentando huir.

— ¿Todo bien?

Niega y se aleja un pasito de él.

Non? ¿Ahora qué? —pregunta sonriendito.

—No... voy a decírtelo ahora —mira a todos alrededor.

— ¿Por?

— Están todos aquí.

— ¡Podrías darme una pista!

— Es muy complicado.

El galo hace los ojos en blanco.

—Bueno, pues... Entonces no te hablaré y ya, iré a festejar con mi madre.

—Pues... ve a donde quieras, tengo que recoger esto y... todos están aquí.

— ¿Te ayudo?

— ¿Vas a ir con tu madre o no?

Le mira un poco desconsolado.

—Depende

— ¿De qué?

—De ti.

— ¿Qué?

— ¡Si quieres que te ayude o no!

—Vale, vale... —se gira a los demás—. F... mister Bonnefoy y yo vamos a ir a llevar esto a Fleet Street.

Francis sonríe.

Gala se quedará a comer aquí —establece Lady Kirkland de manera MUY rara.

—Ah, sí. Brittany me ha invitado, venid luego cuando acabes con eso, chicos —les pide ella tan jovial. Francis se acerca a ella y le da un beso suave en los labios. Que ella acompaña de un abrazo, asegurándole que le quiere, tan natural.

—Vámonos.

Arthur asiente mirando a su madre y pensando en sí debería despedirse de ella con algo parecido. Le parece absolutamente fuera de lugar. Lady Kirkland ni siquiera lo piensa.

Wallace por su parte se queda un poco vacilante acercándose a Lady Bonnefoy. Ella le mira y le sonríe un poco, porque le parece que el muchacho se ha llevado un buen susto y no le sorprendería que quisiera saber cosas de su difunto padre.

Lady Brittany le mira y se sorprende un poco de que siga ahí y no emigre como todos los demás. Wallace ignora a su madre haciéndole un gesto a Lady Bonnefoy con la cabeza como saludo, sentándose a su lado.

—Ehm...

Allô —sonríe ella. Él se sonroja.

A-Allô —le saluda de vuelta en francés.

— ¿Estás bien? Pareces tenso e incómodo —comenta ella. Wallace carraspea.

—Todo esto es impactante para mí.

—Ya me imagino. ¿Qué piensas?

Mira a su madre de reojo.

—Es bastante desafortunado todo lo que ocurre —responde formalmente y muy poco sincero cohibido por su madre, desde luego.

— ¿Eso cree? Bueno, supongo que como para mi viene de lejos, no es tan impactante —responde con tranquilidad.

—Además no es lo mismo para usted. Bueno, lo es por mi madre, pero... —vacila mirando a su madre de nuevo.

Brittany le mira y luego mira a la mujer muy tentada a pedirle a su hijo que ya se retire, porque no está segura de que hace aquí.

— ¿Aja? —madamme Bonnefoy no hace mucho caso a Lady Kirkland ahora.

—Es distinto cuando he vivido engañado TODA LA VIDA.

—No es TAN así —comenta Lady Kirkland revolviéndose un poco con esta conversación, notando que Wallace y Madamme Bonnefoy tienen bastante en común.

—En realidad, opino que un padre es más que una noche de amor, así que aunque tu sangre quizás no sea la de Lord Kirkland, desde luego has sido educado y crecido siendo su hijo... no me parece que esto pueda cambiarlo.

—No creo que padre piense lo mismo cuando se entere —admite pensando en ello por primera vez y tragando saliva.

—Tu padre no va a enterarse —replica Lady Kirkland escandalizada.

—Me parece que no hay manera en la que tu padre no te quiera después de hacerlo desde que eras pequeño y sabrá que esto no es tu culpa.

Wallace se lo piensa un poco. Quizás no dejaría de quererle pero poco a poco le trataría diferente, aún más distante y él sabría que su padre estaría pensando en todo momento "eres hijo del sastre, no mereces nada de todo esto". Sigrid también lo hará... Si de por si se llevaban mal. Y sus cuñadas... No dejarán de hablar de esto. Era solo cuestión de tiempo.

—Es... Ehm… —responde palideciendo con todo ese pensamiento.

—Además, no sé si él vaya a saberlo nunca y de todos modos no dejas de ser hijo de tu madre y hermano de tus hermanos —la hace una caricia en la cara intentando consolarle.

—Medio hermano... Tan hermano suyo como del... sastre —aprieta los ojos siguiendo la caricia.

—Mi hijo, es un buen muchacho y puede ayudarte y quererte mucho.

Aprieta más los ojos porque es... El sastre. Él, que tan SUPERIOR se sentía... ¡Quizás terminara ayudado por el sastre! Hay veces que la vida te golpea en la cara... Lady Kirkland carraspea con tantas caricias, frunciendo el ceño.

—Creo que estás más asustado con esto de lo que amerita, verás como no es tan malo como crees al final —consuela madamme Bonnefoy. Él entreabre los ojos y la mira agradeciendo las palabras.

—Espero.

Le sonríe y vuelve a consolarle con un cariñito.

Wallace. Lady Bonnefoy y yo vamos a caminar un poco, ¿tú no tienes que trabajar?

—Ehm... Trabajar. Sí —se separa un poco de Lady Bonnefoy y se sonroja poniéndose de pie—. Gracias por... Escucharme.

—No hay ningún problema, espero que te sientas mejor pronto —desea sinceramente.

—Si necesita algo... No dude en buscarme.

Ella asiente amablemente y piensa que tal vez le haga unos chocolates como obsequio porque cree que el problema principal es que cree que van a dejar de quererle y no le gusta que se sienta así nadie.

—Madre —Wallace se despide de ella con un gesto de cabeza y se va a la puerta. Lady Bonnefoy sigue mirándole marcharse sin hacer nada.

Gala... Arthur me lo ha dicho.

— ¿Ah sí? —se vuelve a mirarla. La pelirroja asiente mirándola con intensidad.

—Menos mal —se alivia—. Creía que él no se sentía muy cómodo con la situación y prefería que no lo supieras, por eso no te lo he dicho yo misma, pero así puedo hablar contigo abiertamente.

—Sería lo mejor, que hablaras conmigo abiertamente para entender las cosas.

—Claro —le sonríe.

— ¿Y cómo es que se conocieron? Arthur me dijo que en la sastrería...

— ¿En la sastrería? No, no, fue aquí en su casa por lo que yo sé.

La dama parpadea por el "por lo que yo sé".

— ¿Aquí? Y... ¿Cuándo es que vino?

—Pues el otro día, cuando vino a tomarle medidas... luego fueron a la Ópera. Desde entonces es que están así.

—Espéreme... Habla de... ¿Francis?

— ¿Eh? Claro.

Arthur y Francis —repite suavemente.

—Sí, claro.

Parpadea otras dos veces.

—Me estás diciendo que Arthur... De quien esta...

— ¿Eh? ¿Qué no te lo ha dicho?

— ¡Oh dios MIO! —se lleva las manos a la boca. Madamme Bonnefoy parpadea sin entender la sorpresa. — ¡No eres tú! ¡Es Francis!

— ¿Qué?

— ¡Pero Francis es un hombre!

—Sí, es un poco complicado por ese lado, pero están muy emocionados...

— ¡¿U-Un poco complicado?!

—Pues porque son chicos los dos, eso siempre complica un poco las cosas —explica.

— ¿Un POCO? Son... Él es... Eso es, es... ¡Es!

—Sí, pero creo que les irá bien a pesar de ello.

Lady Kirkland se tapa la cara con las manos.

— ¿Qué pasa? —Madamme Bonnefoy inclina la cabeza con eso.

—Él me dijo que eras tú —chillonea.

— ¿Qué? ¿Por qué?

—Seguramente pensó que tendría esta misma reacción que estoy teniendo en este momento. Creo que voy a desmayarme.

—Pero entonces... ¡Entonces no lo sabías! —se asusta llevándose las manos a la boca, dándose cuenta de su error.

—Sabía ESO, que era terrible, y no esto... Que es más terrible aun.

—Por favor, no... No le juzgues mal —pide realmente agobiada.

— ¡No se quiere casar porque no le gustan las chicas! E-Eso es... Es... —a la vez no le parecía TAN ilógico.

—Pues al menos no con una chica...

—Pero es que Arthur es chicoooo —chillonea.

— ¿Y qué?

— ¡Y Francis también, eso no se puede! ¡Esta muy, muy mal!

— ¿Por qué? —la mira desconsolada.

— ¡Porque son homosexuales! —susurra casi con miedo de que alguien la escuche.

— ¿Y qué?

—Y es antinatural.

— ¿Por qué crees eso?

— ¡Porque los hombres hacen pareja con las mujeres!

—A veces, sí, pero a veces no... —se encoge de hombros.

— ¡¿Por qué estás tan tranquila con esto?!

—Porque están felices y eso es lo único que al final importa.

—Es justo lo opuesto a la filosofía de mi marido.

— ¿Y a la tuya?

—Nunca había pensado en un hijo... Así. A-Aunque...

— ¿Aja?

Toma aire.

—No deja de impresionarme que si Arthur es... Así... Haya encontrado a alguien que también lo sea.

Arthur no lo lleva muy bien en realidad, pero aprenderá a aceptarse.

—Si alguien llega a enterarse...

—No se lo digamos a nadie entonces... pero Brittany, me pareces una mujer inteligente.

La mira e inclina la cabeza sin saber a dónde va con eso

—Sé que es tu hijo pequeño y que quieres lo mejor para él, igual que yo para el mío. Y... hay dos formas en las que puedes reaccionar a esto. Con rechazo y con aceptación. Una de ellas hará a tu chico miserable y le obligará a apartarse de ti, la otra que se abra como tu confidente. Sé que sabes cuál es la que prefieres para él independientemente de lo que te haya enseñado o hecho creer el mundo que es lo correcto.

Se lo piensa un poco mordiéndose el labio.

—Y aun voy a decirte algo más, Brittany. Están planeando escapar después de que tu marido consiga lo que quiere. Me apena muchísimo que mi hijo parta de mi lado, pero no hay forma en que esto pueda impedirse realmente, así que no se me ocurre que otra cosa hacer que tratar de ayudarles a ser felices y me escriban o vengan a visitarme a veces antes que convertirme en otro bache y no saber de ellos jamás, ya van a encontrar más que suficientes baches.

—No quiero que huyan. Ya se lo dijo él a German. No le dijo con quién, pero sé que pretende huir... Si es que se casa. Si no se casa no tiene por qué irse.

—Por eso es que te pedí que anularas el compromiso, no quiero perder a mi niño.

Arthur tiene un plan.

—Voy a ser sincera contigo, no me hacía ninguna gracia venir a conocerte. He vivido mucho años sin hacerlo bajo los esfuerzos de mi marido que agradecí enormemente y lo único que me ha traído hasta aquí es la felicidad de mi hijo, aunque él no pueda entenderlo... así que espero que ese plan sea realmente bueno.

Traga saliva porque toda la figura amistosa y delicada de un rato atrás toma más sentido así. Estaba protegiendo al único suyo, aunque eso implicará venir a conocer a la amante de su marido muerto.

—Es un plan complicado, pero voy a apoyarlo del todo.

—Esta no es una amenaza y no te quiero mal... pero no estoy segura de poder seguir cuerda si pierdo para siempre a otro hombre de mi familia a causa de un Kirkland.

Brittany extiende una mano y se la pone en el brazo en un movimiento un poco tosco para ser una chica de sociedad. Gala se le echa encima abrazándola. Ella se paraliza un poco porque no está acostumbrada a los abrazos, pero algo en esta mujer le ablanda el corazón y le agrada profundamente. Así que la abraza torpemente de vuelta. Y Gala se siente mejor.

—Yo no quiero perder a mi hijo tampoco —le susurra suavemente.

—Entonces tenemos que trabajar juntas para que esto salga bien.

—Mi marido... Es inflexible. Va a requerir bastante el conseguir que acepte lo que Arthur propone. Aunque creo que es posible.

— ¿De verdad? ¿No crees que si se lo pedimos todos funcione?

—Él es como una roca. Frío y duro.

—A mi suele dárseme bien convencer a los hombres.

Brittany muerde el labio y la mira pensando que OBVIAMENTE se le debía dar bien. ¡Con lo guapa que era!

—No me extraña.

— ¿No? —sonríe inocente.

—En lo absoluto. Con esa cara y... Bueno, ya has visto a Wallace. Pensé que protestaría.

Wallace parecía genuinamente afectado... pobre chico.

—No creo que vaya a perdonármelo jamás, él es... El más... Bueno, el más Kirkland.

—Yo espero que mejore cuando se dé cuenta que estar aterrorizado es lo peor que le pasara.

—No conoces bien a su padre...

— ¿Por qué no me lo presentas?

—Hoy vendrá en algún punto... Aunque no creo que te haga mucho caso.

—Bueno...

—Aunque quizás se enamore de ti —sonríe un poco.

— ¿Quisieras que eso pasara? —la mira incrédula.

—Sería un horrible caso de justicia poética —responde bajando la mirada.

—Entonces mejor evitémoslo.

—Te cuento el resto del plan —decide cambiando el tema sin estar muy convencida. Gala asiente.

Y ahí va la inglesa a contarle la complicada idea de divorciar al reverendo y casarlo con la otra hija de los Jones que por alguna razón hasta ahora es solo la doncella, considerándolo una complicación ahora que lo dice en voz alta.