— ¿A qué tan feliz?

—A que... Ahora mismo soy simplemente Francis —le cierra un ojo—. No Francis el sastre.

— ¿Qué significa eso?

—Que cuando gane voy yo a invitarte una buena botella de champaña.

—No vas a ganar...

—No voy a perder

Ojos en blanco.

—Estoy seguro

— ¿Y qué te hace estarlo?

—Que se llama Black caviar y tiene mi lazo al cuello.

—No es tu lazo, es un lazo de los colores de la bandera de la Unión Jack

—Es mi caballo y mi lazo.

— ¡Claro que no!

Sonríe muy seguro.

—Ya lo verás.

El escritor niega con la cabeza sonriendo. Francis se muerde la uña del pulgar y mira a la pista.

—Estás nerviosoooo —se burla nervioso también.

—Claro que estoy nervioso. ¿Estoy nerviosísimo! —admite buscándole la mano.

—Que tonto ¿Y por qué? —no se entera de que quiere tomársela.

—Porque... ¡Sí! ¡Porque ya van a correr!

— ¿Y?

—Pues... ¡Pues! ¿Cómo es que tú no estás nervioso? —se estira y termina consiguiendo tomársela.

—Lo que pasa es que tienes miedo de perder —no lo siente raro para nada.

— ¿Miedo de perder? ¿Yo? Es que... No voy a perder.

—Entonces no estarías nervioso.

—Estoy nervioso por ti —sonríe de lado.

—No hace falta que lo estés —tan seguro.

—Yo creo que sí, ¡vas a perder!

— ¡Claro que no!

—Vas a ver que si —se incorpora un poquito.

— ¡Que nooo!

—Deja de llevarme la contraria —le pica la costilla con un dedo. Él se ríe y salta. — ¡Ja!

— ¡Nada de Ja! —trata de devolverse y hacerle cosquillas de vuelta.

Francis se ríe y se abraza a sí mismo. Mientras Arthur le ataca con los dedos. Son capaces de perderse la carrera.

Francis se ríe escondiéndose otra vez e intentando volver a picarle y ahí llega el valet con los platos, gracias al cielo. El francés intenta poner muy serio en su actitud de "sí, sí, yo soy el señor rico". Arthur se separa más bien una postura de "¡no estaba tocándole ni haciendo nada impropio!"

Los dos se ven bastante forzados en ese movimiento, hemos de decir, el valet levanta una ceja, pero les deja los platos con un carraspeo antes de irse.

Francis carraspea también antes de sonreír de nuevo mirando al inglés que atrae su plato hacia sí en una postura completamente estirada de aquí no estaba pasando nada.

—Esto es lo que llamas comida...

— ¡Sí!

Toma una papa con la mano y se la mete a la boca. Arruga la nariz y hace gesto de asco.

—Que sabrás tú de comida —él se lleva un puñado a la boca tan tranquilo.

— ¡Yo se mas de comida que tu!

— ¡Ja!

—Pues al menos sé que la comida en este país es MALA —le saca lengua.

— ¡Claro que no!

— ¿Ves? No tienes idea de comida —se recarga probando la copa de vino que les han traído.

Arthur le hace burla imitándole y haciendo ñañaña. Francis le saca la lengua haciendo los ojos en blanco. Él se ríe, comiendo.

—Bueno ¿y cuándo van a correr?

—Pues no lo sé, están montando la carrera.

El francés le da una mordida al pescado y piensa que no esta tan malo. Y se asusta de su propio pensamiento preguntándose qué tan jodidamente prendido esta del inglés para ver el mundo color de rosa y considerar que incluso la comida asquerosa es buena.

Arthur sigue mirando con los primaticos lo que pasa. Francis se ríe un poco de sí mismo y agita la cabeza mirándole intensamente aunque él no le vea.

Este nota la mirada en su nuca de todos modos, así que se vuelve a él. Y Francis desvía un poquito la mirada, sonrojándose levemente. El escritor parpadea sin entender lo que ocurre.

— ¿Sabes qué sería divertido? ¿Porque no apostamos entre nosotros también? —propone sin hacer mucho caso.

—Apostar... ¿Más? —pregunta no muy seguro, ¿que no que ya le parecía que estaba poniendo en juego bastante dinero?

—No dinero... ¡Sexo! —exclama sonriendo.

— ¿Qué? —chilla sonrojándose.

—Si gana tu caballo... Yo podré ponerte eso... Ahí. Si gana mi caballo tú podrás ponerme eso ahí.

— ¡No!

—Es el premio de consolación...

— ¡NOOO! —sigue escandalizado.

—Vale, vale... No te pongas así, sólo era una idea —Francis levanta las manos.

—No, vale, nada de más apuestas.

Noooooon, Arthuuuuur!

—No, ya está —se vuelve a su plato.

—Oh, venga... Ya no te digo más de eso —pide suavecito estirando un brazo y apretándole el suyo. El inglés refunfuña algo, comiendo—. No te enfades.

Ojos en blanco.

—No, no te enfades. Sólo era una propuesta.

—No se puede hablar contigo de otra cosa —protesta.

—Si se puede hablar conmigo de lo que sea —responde derrotado dejando caer los hombros.

—No es verdad, todo el tiempo sacas lo mismo—le acusa.

—Eso es porque me gustas mucho —confiesa sonriendo un poco.

— ¿Q-Qué? —pregunta descolocado con eso, dejando de comer.

—Haces que quiera tocarte todo el tiempo y que piense cómo será cuando tengamos aún más intimidad, cuando te enseñe las maravillas del placer y consiga hacerte perder la cabeza. Y sí. No puedo dejar de pensar en ello.

Se sonroja pero DE MUERTE.

—O cuando estés sobre mí, y yo me rinda del todo a ti dejando que me consuma el placer mientras me posees.

El escritor se mete bajo la mesa. Francis levanta las cejas.

A-Arthur? —pregunta levantando también el mantel un poquito para mirar. Esta hecho bolita ahí debajo—. ¿Qué pasa? —pregunta sin entender. ¿Se le había caído algo?

—Nnnn... —protesta ahí debajo.

—¿Qué haces ahí?

Se abraza su propia cabeza. Francis levanta más las cejas y acerca la mano hacia él, rozándole un poco el brazo.

— ¿Todo bien? —pregunta estirándose.

Da un saltito apartándose. El sastre suspira porque ahí debajo está sucio, para sus estándares... Pero con un suave movimiento se mete.

— ¿Te has enfadado más? —pregunta agobiadito.

Se hace más bolita. Él se le acerca y le pone la mano en un hombro.

—¿Qué pasaaaa? —pregunta.

Se le echa encima para esconderse y le deja hacer, claro, abrazándole y cayéndose sentado al suelo "sucio".

—No digas cosaaas —lloriquea.

—¿Cosas? ¿Qué cosas? —le acaricia la espalda.

—¡Cosas! —se esconde más, frotando la cara.

—¿Cosas del sexo y el placer? —susurra.

—¡Aaaaah! —protesta escondiéndose más. El galo se ríe un poquito escondiéndole él y poniéndole una mano en la cabeza.

—Me encantas —sentencia.

—Noooo.

Se ríe más.

—Cualquiera diría que te estoy diciendo algo horrible.

Lloriquea un poco. Le da un beso en la cabeza.

—Creo que deberíamos dejar de hablar de esas cosas...

Asiente.

—... y simplemente hacerlas.

Se detiene un instante y niega. El otro se ríe un poco.

— ¿De qué tienes miedo?

—De... esto.

— ¿De todo esto?

—De lo que dices.

—Entiendo que lo tengas en... Principio. Es decir, no dejan de ser cosas nuevas y no las más comunes —admite.

— ¡Pues deja de insistir!

—Vamos a hacer algo, ¿vale? Yo dejo de insistir... Pero tú lo consideras como una posibilidad en tu vida.

— ¡Es que no sé porque no tienes suficiente! Esta mañana has... ¡eso!

El sastre le mira y vacila un poco pensando que quizás si está exagerando un poco. Se sonroja levemente.

— ¿Crees que ya sea la carrera?

— ¡No me contestas! —protesta, porque que nadie crea que no le ha costado decírselo. El galo traga saliva y vacila otra vez.

—Solo me gusta mucho... Eso.

—Pero es que...

—¿Te abrumo?

Asiente, porque considera que lo de esta mañana ha sido bastante y bastante genial sin ser nada feo y asqueroso y no sabe porque no se puede hacer sólo eso un poco más. Francis le hace un cariño en la mejilla.

—Lo siento, a veces soy un poco... Así.

—Pero es que...

Le mira escuchándole

—Es que esta mañana...

Sonríe.

—Podría despertarme así diario.

Se sonroja otra vez. Francis se muerde el labio.

—Pero no SÓLO pienso en eso.

—Pues parece

—No en realidad... —le acaricia un poco la espalda y agradece estar bajo la mesa porque se siente sonrojar aun un poco más con esta plática—. He de confesar que me gusta como... Te pones cuando hablamos del tema.

— ¿Q-Qué? —le mira sin entender.

—Que te ves muy mono todo sonrojado e histeriquito.

— ¿M-Muy mono?

Asiente.

—No es verdad —se esconde de nuevo.

—A mí me gusta, te pones muuuuuy nervioso

—Pues a mí no, es incómodo.

—Lo sé, es un poco cruel —confiesa el muy cínico.

— ¡Eres odioso!

Sonríe con eso.

— ¿Te lo parezco?

—Sí —le empuja y se separa para salir de ahí debajo.

Se deja empujar saliendo él también aun sonriendo. Arthur se sienta a comer y nota que ahora ya sí está por empezar la carrera. Francis se peina y se sacude la ropa antes de sentarse a su lado y tomar los prismáticos.

— ¡Ya va a empezar!

Vuelve a emocionarse con eso buscando a sus caballos.

—Mira, mira... Ahí están ya en la salida —señala hacia allá.

—Claro —sonríe Arthur.

—Esto... Ahora entiendo por qué lo hacen.

— ¿Eh?

— ¡Es muy emocionante!

— ¡Ah! ¡Claro!

El francés da unas palmaditas y mira hacia la pista poniéndose un poco de pie. Arthur también, aunque sin levantarse, porque sin prismáticos no tiene sentido mirar.

— ¿Como saben cuándo tienen que salir?

—Ya lo verás.

Le sonríe un poquito estirándose aún más y creo que ahí suena la pistola que da inicio a la carrera. El francés pega un grito de nena y el inglés se muere de risa. Aunque el francés lo ignora dando saltitos emocionado y gritando "¡mira! ¡Mira!" Como si Arthur estuviera con los ojos cerrados.

Aun sin ver nada, este se levanta y se pone a gritar "¡Corre Morning Staaar! ¡Corre!"

Allez! ALLEZ! —grita Francis emocionado levantando los dos brazos y hemos de decir que es un poco un desperdicio que sea él el que esta con los prismáticos porque entre los brincos y la emoción ha perdido al caballo.

—¡Nooo! ¡Corre! ¡Corre como el viento Morning Star!

A Francis le da un poco de risa todo esto, abrazando de los hombros al inglés con un brazo y gritando eufórico a todo pulmón. Así que Arthur trata de gritar más, saltando y moviendo los brazos.

Y cuando están por llegar cree que es el caballo de Arthur el que va adelante. El escritor le quita los prismáticos en un revuelo ahora sí, pera ver él. Y se deja, claro que lo hace, dando saltitos con la mano en la boca.

Arthur se queda boca abierto al ver que Black Caviar es el caballo ganador. Francis ha tenido que cerrar los ojos al final y llevarse las manos a la cabeza con el corazón súper acelerado.

—Has...

—Perdido todo en las carreraaaaas.

—¡No! ¡Al contrario! ¡Mira! —le pasa los prismáticos.

—¡¿Qué?! —levanta las cejas y abre un ojo.

Black Caviar! ¿Has apostado por ese, no?

—¡Sí! Espera, espera... ¡¿Ganó?!

—¡Míralo!

Le arranca los prismáticos y mira por ellos tardándose un poquito en entender la escena, cuando lo hace abre la boca como un pez.

—¿Sí o no? —va corriendo a recuperar el resguardo de la apuesta que les han traído con los platos.

M-Mon dieu... ¡Es mi caballo! ¡El de mi lazo con la bandera! —susurra antes de pegar saltos como loco con un gritito agudo.

—¡Sí! Mira, ¡aquí está! —le muestra el resguardo. Francis se le echa encima a abrazarle aun gritando como loco—. ¡¿Pero cómo puedes tener tan buena suerte!? ¡Es absurdo!

— ¡Ganeeeee! ¡Gané! ¡Fue mi caballo! ¡Y tú! —es un milagro que no le bese.

— ¡Primero la herencia y ahora esto! ¡Alguien debería prohibirlo! —protesta aunque sonríe dejándose abrazar.

— ¡Eres tú el que me trae suerte! —asegura sonriendo sin dejar de brincar como idiota y reírse y llorar a la vez.

—Calma, calma.

Es que no sabe ni cuanto es que ganó.

—Relájate, relájate y respira —aun le acaricia la espalda. Él se ríe aun, pero las manos del inglés le calman dejando de saltar como enajenado—. ¿Bien? —le mira sin dejar de pasarle las manos por la espalda.

— ¿Cómo pude ganar en una carrera de caballos? Eso significa que no solo no me quedare sin dinero, ¿verdad?

—Quien sabe cómo pudiste, esto roza lo absurdo.

—Es muy... Es... ¡Es increíble! ¡Van a darme dinero! ¡En vez de quitármelo! —se pasa las manos por el pelo y se separa un poco.

—Pues has ganado...

Sonríe de oreja a oreja y de verdad llévatelo de ahí antes de que te bese.

—Tenemos que ir a buscar el premio.

— ¡Si, si! Y a comprar champagne.

—No sé si te darán el premio ahora en metálico o tienes que ir al banco, es bastante.

— ¿Bastante?

—Pues no es el que mejor se pagaba pero tampoco el que menos.

Da saltitos ilusionado otra vez.

— ¡Cálmate! —protesta sonriendo.

— ¡No voy a calmarme si ahora soy aún más rico! ¿Ves? Te dije que sería pronto millonario.

El inglés vuelve a poner los ojos en blanco y a negar con la cabeza, aunque para haber perdido está muy sonriente.

—Vamos, vamos por nuestro premio.

— ¿Has acabado de comer?

Mira al plato y ha medio picoteado un poco y dejado unos trozos que a él le parecen medio crudos.

—Ahm, sí. Ya estoy listo, sólo... —toma su copa y se bebe los últimos tragos.

—Bien, vamos —él se acaba las patatas fritas que le quedan, yendo delante.

El sastre se va detrás de él, sonriendo y poniéndole las manos en los hombros porque no puede dejar de tocarle, por el amor de dios.

—Tienes que dejar de sonreír tanto —le advierte dirigiéndose a las ventanillas de apuestas, bajando las escaleras. Él levanta las cejas notándose a sí mismo sonreír como un idiota. Se ríe.

—Nah, ¿por qué habría de dejar de sonreír?

—Esto es el hipódromo, una casa de apuestas... si la gente te ve tan sonriente puede que intenten perseguirte y atracarte al salir —explica.

—¡Ohhh! ¡No! ¡No quiero que me atraquen! —cambia la cara.

—Pues si saben que has ganado tanto dinero... más vale ser prudente y no llamar la atención.

Palidece un poco. Arthur le mira de reojo.

—Vale, vale —asiente.

El escritor sonríe y él da su papeleta para que vaya él. Así que ahí se va el francés a que le impresionen cuando sepa cuánto ha ganado porque quizás no sea tanto, pero para él es muchísimo.

Después de las comprobaciones pertinentes y de descontar los impuestos, como ha apostado bastante a un caballo no tan popular ha ganado un buen pellizco, no suficiente como para arreglarle la vida y retirarse, pero sí para hacerse una cocina nueva.

Vuelve a con el inglés con la cara completamente pálida sin poder evitar traer una sonrisa nerviosa e incrédula en los labios.

— ¿Qué? —sonríe un poco éste al verle la cara.

—Es un montonal de dinero —susurra.

—Shhhh —le hace callar sonriendo—. ¿Vas a ingresarlo al banco?

—Creo que... Debería, si es que no quiero gastarlo todo, aunque quiero comprarle un buen vestido a maman —sonríe un poco—. ¿Me acompañas al banco?

—Sí, a ver si es verdad que van a robarte...

Noooon, no quiero que me lo roben.

— ¡Shhhh! No chilles, vamos.

Le toma meñique con meñique y se deja llevar a la puerta. Arthur se sonroja un poco al notarlo, pero no le aparta.

Arthur...

— ¿Sí? —le mira de reojo.

—Necesito... Realmente necesito trabajar.

—Que me digas eso cuando acabas de heredar y ganar a las carreras...

Se ríe.

—Acabo de recordar que el dinero existe.

—Que digas eso es TAN cínico.

— ¿Por qué? Lo sería si yo fuera rico.

—En realidad, son los ricos los que se supone que no tienen que preocuparse del dinero.

—Yo sí me preocupo por el dinero —asegura —. Sólo que tú haces que me olvide de todo.

— ¿Ahora es mi culpa?

—Es completamente tu culpa.

— ¿Cómo puede serlo?

—Me distraes todo el rato.

—Tú te distraes solo, yo no hago nada.

— ¡Caro que si haces, ser mono!

— ¡Eso no es hacer nada!

—Eso es hacerlo todo —se sube al carro del inglés.

—Claro que no —discute subiendo detrás.

—Eres guapo y sexy —le asegura quitándose el sombrero y arreglándose el pelo.

— ¡No digas eso en público!

—No es público —asegura peinándose un poco y sonriendo—. Al menos no lo es tanto.

—Lo es bastante.

Levanta una mano y le hace un cariñito en la mejilla. Él se aparta sonriendo.

— ¡Ehh! ¡Ven acá!

Se aparta más. El galo se le echa encima del todo y él se ríe tratando de escaparse.

— ¡Ven acaaaa! —intenta atraparle como un pulpo. Y pelean y juegan hasta llegar al banco.

Francis entra otra vez con una sonrisa súper idiota de PERFECTO humor. Arthur le empuja hombro con hombro no tan disimuladamente como debería, jugando.

— ¡Ah! ¡Brutoooo! —se queja Francis. El inglés se ríe maligno y le da él un golpecito que creo que le duele más a él de lo que le duele al inglés. Éste levanta una ceja con cara de "¿Qué ha sido eso?" —Au...

— ¿Au?

—Me... He dado un extraño golpe. Cállate.

—Que debilucho.

— ¿Y qué?

Se encoge de hombros y se sientan a la mesa para que les atiendan. Francis sonríe volviendo a peinarse al quitarse el sombrero.

— ¿Qué crees que deba hacer con los trajes de tu boda?

— ¿Quemarlos para darle un infarto a mi padre?

Nooon! —se ríe. Arthur se ríe también cuando llega el hombre a atenderles.

Francis saca la abundante cantidad de dinero que le han dado hoy y ya que lo tiene en la mesa toma un poquito para el vestido de su madre... Y otro poquito para sus zapatos... Deténganle. Arthur le mira hacer.

—Y... Solo un poquito más para otra cosa —decide pensando en comprar o hacer algo para Arthur.

—Ya vale, al final no vas a ingresar nada.

— ¡Non, non! ¡Sí que voy a ingresar! ¡Todo esto, es mucho! —devuelve un poquito de lo que ha tomado.

—Es tu dinero, haz lo que quieras.

Noooon, non. Voy a guardar la mayoría, pero Maman merece un vestido.

—Bueno, venga, no marees a este señor.

—Vale, vale, no mareo a nadie —protesta levantando las manos y tomando un poco más de dinero, esperando que el hombre guarde todo lo demás y le de los papeles.

Así lo hace tras rellenar algunos formularios y hacer firmar al francés. Así que finalmente salen y llega la dramática despedida. Francis le abre al inglés la puerta del carro y le hace un gesto para que se suba.

— ¿Te llevamos a casa? —pregunta haciéndolo porque como siempre no quiere iiiirse.

El sastre se revuelve porque NO quiere despedirse ni separarse.

—A decir verdad... iba a ir por el vestido de maman—le mira y sonríe un poco.

—Ah... ehm... bueno. Pues... ya nos veremos —responde.

— ¿Y si... vienes conmigo? —le brillan un poco los ojos con el prospecto.

—Ehm... tengo que ir a hablar con mi hermano, pero...

Ya se está subiendo al carro casi tirándole de espaldas en un abrazo. Arthur Se ríe cayéndose dentro.

xoOXOox

Lady Kirkland se sienta en su salón privado tomando un poco de té una vez habiendo despedido a su invitada. Había sido un día demasiado largo y aun así tenía que conseguir una cosa más antes de acostarse en su cama y hacerse bolita.

Mira el reloj y suspira notando que esta última actividad no es en lo absoluto la más tranquila del día. De hecho, le pone en exceso nerviosa hablar con su hijo mayor, a quien justamente está esperando en este momento y ya ha mandado llamar con su doncella.

—Tú nada más dale a alguien que lo lleve —repite para la chica mientras entra a la sala con su madre.

Lady Kirkland da un buen salto mirando a la puerta y tirando un poco del té en el plato al bajar la tasa.

—Hola —sonríe Scott acercándose y sentándose con ella. Ella suspira un poco, visiblemente extraña y nerviosa.

—Hola.

— ¿Qué pasa?

—Este debe ser el día más largo que he vivido... Y aun faltas tú. Tengo... Tengo que contarte algo.

— ¿El qué?

—Algo que ha pasado y... No quiero que te lo cuente alguien más —se mira las manos

—Cuánto secreto —levanta las cejas y se recuesta más en la butaca.

—Justamente así... —le mira un poco desconsolada.

— ¿Por?

—Porque es una seria confesión de un enorme secreto la que te voy a hacer —cambia de posición—. Y... No quiero confesártelo porque creo que la concepción que tienes de mi va a cambiar y ya tuve esta discusión con dos de tus hermanos hoy... —se le humedecen un poco los ojos, pero también hay un cierto punto en el cual las personas empiezan a estar hartas de tanto secretísimo y de tanto sentirse mierda en un solo día por una cosa que han hecho la mitad de su vida.

—Así que soy el tercero en saberlo.

—Ahora sabrás por qué. ¿Recuerdas al... Sastre?

— ¿El chico rubio a quien Arthur no deja de perseguir?

—Su padre.

—Sí, claro.

Vacila pensándose si decírselo como tenía planteado no decírselo... Es decir, decirle directamente que es padre de Wallace. De esta manera todo, TODO, se explicaba. Pero conocía a Scott y sabía que iría directamente con él a decírselo o a burlarse. Claro que era cuestión de tiempo el que lo supiera o no. Se pellizca el puente de la nariz.

—No me vas a decir que te acostabas con él —responde el chico. Ella se queda absolutamente petrificada. Él parpadea porque era una... medio broma.

— ¿Cómo lo supiste? —susurra.

—Espera, ¿sí? ¿Es en serio? —levanta las cejas un poco incrédulo.

—¿Qué?

—¡Es en serio!

Ella se tapa la cara con las manos.

—¡Oh, cielos! ¡Es en serio! —sigue exclamando.

—¡No sabias! —protesta.

—Claro que no, era algo de lo que se hablaba. Yo qué sé... ¡Una broma! —sigue, protestando un poco, impresionado. Ella se hace pequeñita contra el sillón

— ¡¿Se hablaba?!

—Bueno, ya sabes... a veces las chicas del servicio y eso —se sonroja un poco porque en su adolescencia le gustaba una de las doncellas... que estaba por supuesto prendida del sastre como lo han estado muchas otras, no solo en la casa Kirkland y por ello es que empezó a fijarse y a escucharlas. Lady Kirkland se sonroja como cereza.

— ¿L-Lo sabían? ¡¿Ellas?! ¡Oh Dios mío!

—Bueno, no sé qué tanto sabían, sólo hablaban de cosas... de cómo te reías y de cómo hablabais y os mirabais, esas cosas. Yo sabía que te gustaba pero no creí que hubieras llegado a acostarte con él —explica.

—¡No me gustaba! —chilla culpablemente y él levanta una ceja, incrédulo. Ella aprieta los ojos porque esto se está saliendo del todo de control.

—Pero si tú misma lo has dicho.

—¡No he dicho nada!

—Me has dicho que sí te acostabas con él. Es increíble, ¿has visto a su esposa? ¿Cómo demonios lo hiciste? O el tío debía estar ciego... no te ofendas.

Ella levanta una mano y directamente se la pone en la boca para callarlo. Él se calla, claro, mirándola.

—Esto es algo muy, muy malo que he hecho por muchos años.

Él levanta más las cejas con lo de "por muchos años".

—Tu padre... —vacila y le tiembla un poquito la voz. Él mira al rededor pensando que ha venido y ella le suelta pegándose un buen susto pensando que ha visto a alguien

—No está, ¿no?

Su madre le da un golpe en el pecho bastante impropio de una dama como ella, al notar que no es que hubiera visto a alguien.

—¡Claro que no!

—Pues te has asustado tanto...

— ¡Pero no soy tan idiota para traerle aquí! ¡No! ¡No esta! Ni lo sabe aún.

— ¿Aun? ¿Piensas decírselo?

—No. No pero... Cuál es la probabilidad...

— ¿De que se entere?

—De que no lo haga si lo saben ustedes.

—Pues no sé si él notó nunca que te gustaba, debía estar ciego.

— ¡No digas eso así! ¡No me gustaba! ¡Y no se notaba tanto! —asegura sonrojadisima. Él se encoge de hombros. —Va a darse cuenta, van a decírselo... No lo sé —se muerde el labio —. ¿Qué crees que pasara si lo supiera?

—Tal vez querría... no lo sé, ¿divorciarse? No lo creo, eso se vería mal frente a todo el mundo y en realidad el sastre ya está muerto así que...

—Y me odiaría para siempre con toda la razón.

—Eso sí es posible...

—Me... ¿Odias? —se muerde el labio agobiada.

— ¿Yo? ¿Por?

—No lo sé, por... Engañarles a todos.

—Ah... Bueh, ya te he dicho que yo ya sabía que te gustaba más que papá.

— ¡No me gustaba más que tu padre! Ni menos. ¡No me gustaba en general!

Ojos en blanco.

— ¡Deja de decirlo! Y tienes prohibido molestarme con tu padre presente.

—Ah, ya veremos si logras detenerme —sonríe.

—Hablo en serio, señorito. Es algo muy serio e importante —le medio riñe, sonriendo, picándole el pecho.

—Una de esas pocas cosas serias e importantes a la vez interesantes.

—No tiene nada de interesante hacerme sufrir con tu padre.

—No hacerte sufrir, si no la situación.

—La situación que llevará a que me arrepienta de contarte —se ríe.

—Eso mismo. Me hace sentir menos mal por no acostarme con Marlijn.

Lady Kirkland levanta una ceja.

— ¿Nunca?

—Pues no, ya estoy resignado. Si ella tuviera un amante a mi hasta me alegraría, podría buscarme una yo. Quizás eso rescataría nuestro matrimonio.

Ella parpadea.

—Pero... ¿Nunca, nunca, ni en sus cumpleaños?

—Nah —se encoge de hombros.

—Ohhh, pero eso es... ¡Ugh! Yo que pensé que tu padre y yo... —balbucea sonrojadita—. Y... Tú no... No... ¿Nada?

—Dormimos en cuartos separados, mamá. Parece que nunca hayas venido a mi casa.

—Sí que he ido y si los he visto, pero yo también he dormido muchas veces sin tu padre y eso... Vale, vale. Pero no tienes una amante, ¿verdad?

—Ahora tendría una excusa genética.

Ella se ríe otra vez. Él sonríe con ella.

—Me parece que... Deberían encontrar tú y Marlijn la manera de ser felices, juntos o separados.

— ¿Crees que papá dejaría que nos divorciáramos?

—Cada minuto estoy notando que lo que piense tu padre da un poco lo mismo... Eso me da un poco de miedo.

— ¿Por?

—Porque creo que vamos a destruirle

— ¿Qué?

—Con todo esto, creo que vamos a romper todas sus estructuras.

—Pues tendrá que empezar a vivir como un adulto en el mundo real, no en el reino de fantasía— se encoge de hombros.

—Es verdad, sólo... Bueno, son demasiadas cosas. ¿Por qué no esperamos que pase todo este vendaval de Arthur y Emily y un poco más adelante vemos cómo podemos hacer contigo?

— ¿Cuál vendaval de ellos?

—Voy a hacer todo lo posible por impedir esa boda —suspira.

— ¿Y eso? —levanta una ceja.

—Es un desastre, no quieren casarse y... Ya ha sido un desastre con ustedes, mira tu caso. Tú mismo me hiciste pensar ayer que las cosas no TIENEN que ser así.

— ¿Yo?

—Me hiciste ver que es verdad que todos son infelices. Los tres.

—Pues maldita sea la gracia que ya podría haberlo hecho antes.

—Lo siento, llevo demasiados años siendo bastante cobarde.

— ¿Y las inversiones qué?

Arthur tiene un plan, uno que ayudaría a dos de ustedes a la vez. A él y a Patrick.

Scott inclina la cabeza con cara de "mira que bien". Ella le toca un poco el brazo pensando que justamente ella pensaría "bien por ellos y a mi qué".

Patrick podría divorciarse y casarse con la jovencita de ayer.

—Qué bonito —responde sarcástico.

—Es una locura.

—Sí, lo es.

—¿Crees que es una demasiado irreal? —pregunta mirándole a la cara buscando seriamente su opinión.

—La verdad... es que no solo depende de nosotros. Esa chica es una sirviente, Patrick tendría que divorciarse y los Jones aceptar el acuerdo. ¿Emily quiere casarse con Arthur?

—Esa chica es hija de Lady Jones.

— ¿En serio? —levanta las cejas porque eso no se lo esperaba.

—Por error me lo dijo ayer Mister Jones.

—No sé, es cuestión de hablarlo con todos los implicados a ver qué.

—No sé si Emily quiera casarse con Arthur... ¿Pero quién quiere casarse con alguien que no quiere casarse con uno?

— ¿Alguien a quien no le importa en si la relación sino algo más? —se encoge de hombros.

—Pues... No sé si sea el caso. Tampoco sé si Patrick quiera cortejar a esta chica.

—Creo que esa es una de las pocas cosas que yo daría por hecho... más bien a ver qué opina ella de esto.

—Le besó frente a todos.

—En realidad sí, eso estaba pensando.

Mister Jones me dijo ayer también que si Emily no estaba feliz con esta boda, la cancelaría.

—Mira que arregladito lo tenéis todo tú y míster Jones.

—No tenemos nada arregladito, simplemente me contó esas cosas por error. Pero creo que tú podrías hablar con Patrick.

—Cuantos errores comete Mister Jones hablando contigo.

—Pues por lo visto varios —le sonríe un poco—. ¿Hablarás con Patrick?

—Bueh... ¿por qué no? —se encoge de hombros

Su madre le sonríe un poco agradecida, levanta la mano y le despeina. Y sí, en realidad... Lo que está buscando es una poca de marcha para relajarse, así que APROVECHA Scott.

— ¡Eh! —protesta huyendo de ella, sonriendo. Levanta las manos para detenerla.

— ¡Eh! ¡Eh! —le imita en burla irguiéndose un poco intentando aun despeinarle.

Él le toma de las manos y sonríe con cara de "¿y ahora qué?" Ella le saca la lengua.

—Tengo piernas, ¿sabes? Una patadita por ahí debajo...

Le suelta las manos, la toma de la cintura y la levanta sobre su hombro. Ella pega un buen grito agudo y se muere de la risa olvidándose de todas las tragedias del día. Con una de las manos, eso sí, le despeina.

—Bajameeeee.

—Nah... Voy a ver si puedo meterte en algún lugar... ¿qué tal en una olla de la cocina? Seguro sabría a rayos, pero en general ya lo hace.

Se ríe más aun pataleando un poco.

— ¡No vas a llevarme así a la cocina!

Scott se la lleva a la cocina directo. Entre gritos y protestas.

Después de haber puesto a su madre en la olla más grande y haberse muerto de la risa... Y que todo el servicio les haya mirado incrédulos sin saber si reírse con ellos o no por si acaso alguien acababa ofendido, es que Scott sale de la casa y se acerca a la de su hermano en carruaje.

Patrick mira a la puerta teniendo terror de salir siquiera de su cuarto. Su esposa estaba... Ehm... Digamos que inconveniente... Por no decir "completamente insufrible"... Y además tenía razón.

El mayordomo de su casa es quien se ocupa de anunciarle la visita. Casi se había quedado sordo con los gritos la noche anterior, tanto que había terminado por irse a dormir con sus padres. Pero a estas alturas había tenido sí o sí que volver... A escuchar más gritos otra vez.

Se alegra CONSIDERABLEMENTE cuando el mayordomo le anuncia quien llegó.

Scott espera abajo en el vestíbulo, deseando no cruzarse con Cecil a ser posible. La casa del párroco es muy parecida a la suya en realidad. Lord Kirkland había elegido las casas para sus hijos con practicidad, de similar tamaño y precio para no hacer favoritismos y en la zona de la ciudad donde su mujer había decidido que quería a sus niños. A pesar de todo, decorar las casas era una tarea encomiable a la esposa, de modo que poco dejaban entre ver de la personalidad de los muchachos Kirkland cada una de ellas.

Más allá de algunos pequeños detalles en los que no habían transigido, casi todo lo demás resultaba más sencillo callar y acallar. Al final uno podía acabar acostumbrándose hasta a esa horrible cabeza de Alce colgada sobre la chimenea que parecía simular una silenciosa advertencia para todos los visitantes de "no seáis ni os comportéis como alces si no queréis acabar con la cabeza colgada del muro" como si ese pobre animal hubiera pecado de forma alguna.

Patrick sale con temor del cuarto, de puntillas para no despertar a la bestia. Cuando está en el linde de las escaleras la escucha abrir la puerta. Baja corriendo como loco tomando a Scott de un brazo y tirando de él para salir corriendo. Y ahí se va el mayor de los Kirkland fuera, claro, qué va a hacer.

—¡Ah! Menos mal que has venido —asegura agradecido.

—He venido a buscarte así que... sube —le señala el carruaje.

—No te habrá mandado padre a que me desaparezcas o algo así, ¿verdad?

—¿Desaparecerte? —levanta una ceja.

—No lo sé, ¿asesinarme?

— ¡Anda, pasa! —le da una palmada en la nuca por ello.

—¡Tú le has visto ayer, estaba histérico!

— ¿Y te parece raro?

—No... No en realidad. Esto es un desastre... Y es culpa del todo de Cecil.

—¿De Cecil? —se enciende un puro. Él se sonroja un poco.

—¡No pensé jamás que esta chica fuera DE VERDAD a besarme!

—¿Eso es lo que es culpa de Cecil? —sonríe de lado.

—Culpa o gracia más bien —confiesa riéndose un poco—. Vaya beso que me ha dado.

—Ah, ¡además el cínico quiere hablar de ello! —se ríe el mayor.

—Pues, maldita sea, no he dejado de pensar en eso.

—Y aun esperarás que te compadezca.

—Nah, espero que me envidies. Un poco. Aunque el precio es caro.

—Y aun así, le echas la culpa a tu esposa.

—Si ella fuera BUENA ESPOSA... No tendríamos este lío —se cruza de brazos y se sonroja un poco —. Lo cual sería algo trágico... Creo. ¿Sabes si la han echado?

— ¿Por? ¿Vas a contratarla tú para tu casa? —sonríe otra vez. Él sonríe también solo pensando en la idea.

—Puede atenderme en las noches mientras Cecil tiene dolor de cabeza.

—Ah, siempre que no empiece a tener ella también dolor de cabeza.

— ¡No va a tener ella dolor de cabeza! —protesta un poco.

—Eso no lo sabes...

—Bueno, si tuviera dolor de cabeza ella dejaría de ser tan genial. Pero... Tú no sabes las cosas que me contó, a esa chica SÍ le gusta el sexo —asegura el muy cínico.

— ¿Te lo contó?

—Me contó unas cosas sobre lenguas y... Sus necesidades. Unas cosas geniales, Scott.

—Mmmm... Suena bastante indecente.

—Del todo indecente —Patrick sonríe.

—Y tú como párroco y devoto esposo no deberías mostrar un poco más de... no sé, ¿temor diabólico por la exótica y lujuriosa súcubo negra? —se burla de él. El otro pelirrojo parpadea y se sonroja un poco.

—Le temo, le temo... De hecho para cómo se puso Cecil, me queda claro que el diablo está entre nosotros— asegura con cierta seriedad. Scott se ríe con ello—. Y no la oíste cuando llegó aquí... Parecía de verdad POSEÍDA. Como si fuera mi culpa.

— ¿Tú culpa?

—Pues yo no le dije a la chica que me besara. Ella está un poco trastornada nada más, pero yo no le dije que hiciera nada de esto.

—Así que ella es quien tiene la culpa.

—Deja la tarea de asignar culpas a nuestro señor —Patrick aprieta los ojos.

—Mira que conveniente. ¿Y qué planeas hacer ahora?

— ¿Hacer? Pues... Querría averiguar si la echaron o no.

— ¡Con Cecil!

— ¡Ah! Con ella —¿podría estar menos interesado?

—Exacto.

—Pues nada, esperar a que se le pase.

— ¿Y si no?

— ¿Crees que no? ¿Qué va a gritar eternamente? —levanta las cejas.

—Ni idea, pero si ha estado enfadada contigo hasta ahora, tal vez sea aun peor en adelante.

— ¡Ugh, calla! Voy a morirme.

—Pues divórciate —¿Ves que fácil?

— ¿Yo? — Le mira... Y le entra la RISA FLOJA.

—Pues no va a ser ella.

—¿Crees que quiera separarse? —palidece un poco.

—En realidad, tal vez sería lo mejor para ella —comenta Scott valorándolo.

—¿Padre quiere eso? ¿Va a desterrarme o desheredarme o algo así? —parpadea sin entender muy bien a donde va con esa idea.

— No he hablado con él —niega con la cabeza.

—¡Ahhh! —respira otra vez—. Seh, debería divorciarme.

—Tal vez ella podría pedirlo.

—No sé qué opinarían en la iglesia, sinceramente —se revuelve un poquito.

—A mí me da igual —asegura cuando el carro se detiene en la puerta del local de Wang.

—Pues a mí no me da especial igual —mira por la ventana—. ¡Ohh! Joder, menos mal.

—No sé si a padre le haga ninguna gracia tampoco.

—Seguro no le hará ninguna, pero es bonito soñar con ello, ¿no? —admite abriendo la puerta del carro. Scott sale tras él y se encoge de hombros—. Como si tú no soñaras con dejar a la tuya —sonríe verdaderamente agradecido de que le haya traído aquí.

—Pues claro —sonríe también.

—Como si fuera tan simple —le da unas palmadas en la espalda—. Quizás algún día alguno tenga suerte y se mueran.

—En realidad... He estado hablando con mamá —entran y tras pedirlo les acomodan en uno de esos rincones con cojines en la sala oscura y llena de humo. Patrick se acomoda sonriendo un poco y relajándose sin que le parezca extraño este lugar, al contrario, considerándolo perfectamente familiar y agradable.

— ¿También está histérica?

— ¿Cuándo no lo está?

— ¿Y qué dice mamá? —se ríe igual de la broma.

—Que eres una desgracia de hijo y ojalá nunca te hubieran recogido de la basura donde te encontraron —resume como siempre, trasteando con las pipas, el menor se ríe aún más.

—Siempre piensan lo mismo, dime algo que no sepa —pide tomando la boquilla de su pipa.

—Está pensando en cancelar la boda de Arthur —responde un poco más en serio recostándose otra vez.

—¿Qué? ¿Mamá? ¿Por?

—¿Por qué crees? Porque Arthur es su pequeño bebe llorica que no quiere casarse.

—¡¿Y sólo basta con eso?! —levanta las cejas.

—Pues por lo visto sí.

—¡ESO es completamente injusto!

—Opino lo mismo...

— ¿Y qué le has dicho?

—Pues que está loca si cree que papá va a consentir, necesita las inversiones —se encoge de hombros.

—Que se joda la larva como todos nos hemos jodido —Patrick hace los ojos en blanco y se recuesta un poco mejor, acomodándose. Scott da una laaaarga calada a su boquilla—. Papá no va a dejarle jamás... Diga lo que diga mamá.

—Bueno, si tú que vas a divorciarte te ofreces a casarte con una niña Jones... —suelta mirándole de reojo y el menor parpadea y se ríe otra vez.

— ¿Que me case yo con Emily? Admito que se ve más sonriente que Cecil, pero...

—Tendrías a Sesel de doncella en tu casa en vez de en casa de la larva —trata de animarle antes de contarle del todo para jugar un poco.

—Y sería un problema en el que me metería otra vez.

—Entonces pide directamente a Sesel y no a Emily.

—Claro, es la mejor solución. Pedir a la sirvienta. Claro que en tu mundo de fantasía... Pfff.

—Dicen que es hija de la actual Lady Jones, ¿sabes? Que ella y Emily son medio hermanas.

— ¿¡Que... Qué?! —levanta las cejas.

—Eso me han dicho —se encoge de hombros.

— ¿Y por qué la tienen de sirvienta? —parpadea.

—Qué sé yo —se encoge de hombros mucho más relajado.

— ¿Será un castigo o algo? Quizás porque es negra... —valora, pero Scott no responde—. Es muy bonita y tiene unos ojos oscuros en los que perderte y un cabello negro azabache...

—No, que va... es rubia —responde el mayor en un susurro, en su mundo.

—Nah... Y me besó... —también empieza a sonar un poco demasiado en su mundo—, mejor que todos los besos de Cecil juntos...

—Es todo tan estúpido...

Sesel... —Patrick cierra los ojos pensando en ella, quedándose en ese sopor...

—Le he mandado unos cigarrillos —susurra él pensando en Bella—. No llevan nota pero sabrá de quien son, aunque ni siquiera sé por qué lo hice... es la mejor amiga...

Y va a prenderse de ti del todo. O al menos va a acordarse de él con una sonrisa idiota mientras se fuma su cigarrillo escondida en el establo.

—No quiero que la lastimen, quiero que venga conmigo... —este en su asunto pensando en azotes a esclavos o algo así.

Creo que van a seguir en eso los dos. Cada uno en su rollo. Pero Scott, Patrick te lo agradece eternamente... Y va a agradecértelo un bueeen rato después cuando abra los ojos y mire el techo y sonría un poquito sintiéndose MUCHO mejor.


No olvides agradecer a Holly!