El problema es que al cabo de un rato le suena el estómago de hambre.
Francis se separa un poquito y se ríe porque hasta él lo ha escuchado. Arthur se sonroja de muerte al darse cuenta de qué es lo que le ha hecho parar y se tapa la cara con las manos.
—Tienes hambre —susurra con dulzura.
Asiente sin destaparse la cara.
—Te haré algo de comer... Si me das otro beso.
Niega con la cabeza muy avergonzado.
— ¿Por qué no? —le abraza un poco más, acomodándose las ya bastante felices regiones vitales. Y cuando mete la mano para tocar las suyas toca también las de Arthur que no lo están menos. Así que éste da un respingo.
Francis pierde un poco el equilibrio al saltar él también y se tiene que abrazar a Arthur para no caer del sillón. Que se suelta la cara para sujetarle.
Le sonríe agradeciéndole que le sujete. El escritor aparta la cara sonrojado.
— ¿Qué quieres cenar?
—Yo... —toma su camisa y se la estira para taparse las regiones vitales.
— ¿Quieres cenar Arthur?
— ¿Qué? —le mira sin entender esa frase.
—Has dicho "yo"... ¿Quieres cenarte? Porque yo a ti si —sonríe.
— ¡No! —se sonroja más y se lleva las manos a la cara. Luego nota que se ha dejado sus genitales al aire y hay un poco de baile de manos intentando esconderlo todo para acabar con una mano en cada lado. Francis se ríe sinceramente.
—Eres muy mono.
— ¡No te ríaaas! —protesta y se mueve para tirarle al suelo.
— ¡Aghhh! —es que se cae.
Arthur se incorpora y se cubre de nuevo con la camisa, buscando la toalla por el cuarto con la mirada. La toalla esta tirada por ahí. Hecha bolita. Demasiado lejos.
— ¡Eres un bestia! —protesta Francis desde el suelo.
—No te rías de mí.
— ¡No me río de ti! ¡Me río porque estoy contento!
Se da la vuelta y se hace bolita en el sofá
— ¿Qué pasa? —se asoma a verle.
—Eres un tonto.
— ¿Por qué?
Apoya la cabeza en las rodillas, bufa por la nariz y gira un poquito más para darle la espalda. Y de nuevo le suena el estómago. Francis le acaricia un poco la espalda y se levanta.
—Voy a hacerte algo bueno de cena.
Le mira de reojo y se le abre la boca como a un pez. El sastre sonríe, contoneando las caderas hacia la cocina.
—Puedes venir a ayudarme si quieres.
—Quiero mis calzoncillos —se estira la camisa todo lo que puede yendo tras él.
—Ya sabes cómo obtenerlos —asegura viendo si su madre ha dejado algo por ahí.
— ¡No! ¡Tú hiciste trampas! —protesta en la puerta de la cocina.
— ¿Cual trampa? —hay un poco de verdura y unos huevos y salchichas.
— ¡Me besaste!
— ¡Eso no es trampa! Eso es una necesidad.
— ¡No lo es! —se acerca y tira de sus calzones bajándole los dos que lleva y dejándole el culo al aire en solo un movimiento brusco.
— ¡Anda! —suelta levantando las cejas, pero sin hacer realmente amago de sorpresa.
Arthur frunce el ceño y le mira con cara de travieso, sonriendo un poco. Francis para el culo un poquito. Arthur parpadea un par de veces al notar que no se avergüenza ni se los sube
—Ahora dame una palmadita
— ¿Q-Qué?... ¿qué? —lo ha pensado también.
—Vengaaaa —ronronea.
Mueve la mano adelante y atrás erráticamente no muy seguro y acaba por ponerle los dedos sobre una nalga con suavidad. Rojo como un tomate.
—Esa es... Otra opción.
— ¿Qué? —chilla y quita la mano como si le hubiera atrapado robándole.
—Acariciarme el culo... Es otra opción.
— ¡No te estaba acariciando!
—Es mejor, de hecho.
— ¡No lo hice! —le da la espalda.
—Arthur... Cálmate —le pone las manos en los hombros.
— ¡Ni me gusta tu piel blanca ni tu culito suave ni nada! —chilla sin filtro de lo que piensa. Francis sonríe con todo eso.
—Culito suave...
— ¡No he dicho eso! —manos a la boca.
— ¡Te ha gustado!
— ¡Noo! —manos a la cara y ya se ha olvidado que va con las joyas de la corona al aire. Francis aprovecha y él si le da una palmada en el culo
Rápidamente se suelta la cara y se lleva las manos al culo, volviendo a estirarse la camisa de todas partes. Francis sonríe
— ¡De verdad eres muy mono!
— ¡No lo soy! ¡Quiero unos calzones o algo!
—Tómalos, ya te lo dije. Vas de gane.
— ¡No pienso tocarte más!
— ¿Por qué?
— ¡Porque eres un pervertido!
— ¡Pero si yo sólo estaba haciendo la cena!
— ¡Pero quieres que te toque el culo!
—Bueno, ¿quién no quiere que le toquen el culo?
— ¡Yo!
—Bah, no es verdad. Anda, deja tú de ser un pervertido y vamos a hacer la cena.
— ¡Pues sólo dame mis calzoncillos!
—Ya sabes el precio —sonrisa.
— ¡No pienso pagarlo! ¡Sólo quieres que te toque el culo y cosas cochinas y pervertidas de esas!
—Y me acusa como si a él no le gustara también.
— ¡No me gusta! —chilla indignadísimo.
—No tengo idea de cómo hacer que te relajes... —comenta Francis con suavidad.
Parpadea descolocado con eso.
—Y yo creí que si te gusta —sigue la discusión cerrándole un ojo.
— ¡Pues no lo creas!
—De hecho no sólo lo creo, estoy seguro.
— ¡Pues te equivocas!
— ¿Ah sí? Yo no he sido el que le ha llamado "culto suave".
— ¡Yo no lo he llamado culito suave!
— ¡Además, mentiroso! Prende el fuego, anda.
—No soy mentiroso, es la pura verdad —replica yendo a ello, buscando las cerillas en un cajón.
—Piel blanca y culito suave perfecto —lo gira hacia él y lo mueve un poco.
Se sonroja y da un pasito atrás apartándose al notarlo. Francis se ríe sacando un cuchillo para cortar las verduras.
—Vuelve a subírtelos, ¡no vayas enseñándolo!
— ¿Yo? Si TU me los bajaste!
— ¡Tú me dijiste!
—Con la boca.
— ¡No voy a acercar mi boca a tu culo!
— ¿Por qué?
—Porque es sucio.
— ¡Qué sucio va a ser! —. Es un culito suave.
— ¡Lo suave no le quita lo sucio!
— ¡Así que lo admites!
— ¿Qué?
— ¡Es suave! —sonríe.
— ¡No!
Se ríe.
— ¿Ya está mi fuego o vas a seguir admirando mi perfecto culito?
— ¿Eh? —se sonroja y frunce el ceño volviendo a buscar las cerillas.
Sonríe otra vez con cierta ternura, mirándole a los ojos.
— ¿Cómo lo has conseguido?
— ¿Qué?
—Robarme así el corazón —responde sonriendo un poco más y pasándose una mano por el cabello, que aún está húmedo.
—Y-Yo no... ¿q-qué?
—Así, por completo, sin siquiera preguntarme —levanta una mano y le acaricia la mejilla.
—Y-Yo no... No hice...
—Nada. Existir.
— ¡Eso mismo!
—Es bastante —le da un beso en la mejilla.
— ¡No! —vuelve a sonrojarse.
— ¿Por qué te parece mal?
—Porque dices cosas... ¡Cosas!
— ¿Y no te gustan?
— ¡No!
— ¿Por qué?
—Porque son pervertidas.
— ¡No lo son!
— ¡Claro que sí! —se cruza de brazos y sonríe un poco.
— ¿De dónde sacas que lo son?
— ¡Pues yo lo sé!
— ¡Son cosas bonitas!
Pone los ojos en blanco.
— ¡Pues claro que lo son! Cosas muy bonitas!
— ¿Qué tienen de bonito?
— ¿Robarme el corazón no te parece bonito?
Se queda sin habla y se sonroja. Francis le sonríe.
— ¿Ves?
— ¡Cállate!
—Vale, vale... Me callo.
—Jum —se sonroja y vuelve a buscar las cerillas.
Le sopla en el oído y da un salto. Francis sonríe porque ¡es que es muy mono!
— ¡Deja de molestarmeeee!
—Estoy jugando, no te estoy molestando... Y bueno, ¿qué vas a hacer con los calzones al final?
— ¡Pues tú! ¡No me los das! —protesta y se relame inconscientemente porque ya está empezando a oler bien.
—Tú los tienes que tomar. Pero si no los quieres, súbemelos en lo que hago el omelette.
— ¡No voy a volver a tocarte!
— ¿Nunca?
— ¡No!
— ¿Nunca, NUNCA?
— ¡Nunca!
Sonríe de lado.
— ¿Qué?
—Vale, NUNCA —puntualiza preguntándose qué tan elevados niveles de tensión sexual podrán tener antes de que alguno se quiebre.
Parpadea porque no esperaba que fuera a acceder a eso. Se muerde un poco el labio nervioso... ¿Besarle no contaba como tocarle, no? ¿O sí? De hecho... él sí podía tocarle... ¿No? Francis se humedece los labios, se acaricia un poco el pecho y baja la mano hacia su culo.
Sale de sus pensamientos en los que trata de abordar la situación de una manera matemática para ver hasta dónde puede alargar el concepto de nunca a su conveniencia y le mira de arriba abajo siguiendo la mano. El francés se acaricia el culito perfecto parándolo un poco y se toma el borde de la ropa interior deteniéndose, dejando en misterio si va a arriba o abajo.
Arthur le mira descaradamente y se humedece los labios quedándose con la boca entreabierta sin notarlo. Sonríe un poco más y se baja el calzoncillo un poquito. El inglés se sonroja un poquito.
—Podrías estar palmeando este culito a gusto hasta ponerlo rosadito...
Aprieta los ojos y sacude la cabeza de un lado a otro antes de mirarle a la cara otra vez.
—Pero no... —ronronea girándose al fuego para mover un poco lo que está haciendo. El otro frunce el ceño.
—Ni me importa, no quiero hacerlo.
—Ya me imagino. Saca platos —se ríe.
Se gira tan digno a buscarlos sin saber tampoco donde están. Francis aprovecha y sí que le da otra vez otra palmada. Y da un salto y vuelve a bajarse la camisa, nervioso.
—Están ahí, en la tabla de abajo.
—Ya lo sé —no, no lo sabe, pero se hace el que sí porque está nervioso.
—Tienes que agacharte
Mira el lugar, traga saliva y se agacha doblando las rodillas.
—Qué aburrido —se ríe dejándole hacer y terminando lo que ha puesto al fuego.
— ¡Ja! —sonríe habiéndolos encontrado y haberle fastidiado. El sastre le saca la lengua.
—Bien, yo enseñare culo por ambos.
— ¡No! ¡Tápatelo!
—Tápamelo.
— ¡No pienso tocarte!
—Entonces enseñare el culo.
— ¡Tápatelo tú mismo!
—Oblígame.
—Si no lo haces... —piensa en algo mirando alrededor—. Me comeré toda la cena yo solo, ¡sin darte ni un poco!
— ¿Ah sí? ¿Y cómo? ¿Por la fuerza?
— ¡Sī!
Levanta las cejas
— ¡Ja!
— ¿Ja, qué?
— ¿No eras un caballero?
— ¡No mereces que lo sea tal como te portas!
— ¡Ah! ¡Ahora YO me porto mal
— ¡Claro que sí! ¡Soy tu invitado y ni me prestas ropa seca!
—Te presté una camisa blanca muy hermosa que no dejas de jalonear
— ¡Porque no me prestas calzones! —vuelve a tirar de ella.
—Claro que si te los presto — paso hacia él, sacando los huevos del fuego y dejándolos a un lado de la estufa, sin mirarlos —. Anda, tómalos.
— ¡He dicho que no voy a tocarte nunca más!
—Entonces no es que yo no te de ropa, es que tú no quieres tomarla —extiende una mano para que le de los platos.
— ¡Lo que no quiero es tocarte a ti!
—Puedes quitarlos sin tocarme a mí.
— ¿Cómo? —le da los platos cuando entiende el gesto.
—Con mucho cuidado te hincas aquí y tomas la tela. Los bajas pooooco a poco.
— ¿Q-Qué?
Se encoge de hombros.
—Así podrías quitármelos sin tocarme.
—No, eso es acercarme... —se acerca y les da un tirón hasta que le quedan por las rodillas.
Y Francis pega un grito por el movimiento brusco apretado los ojos aunque no se cubre las regiones vitales que ahora si le han quedado al aire.
Arthur se aparta de un salto de su grito y le mira de arriba abajo. Francis se sonroja un poquitín con la repasada de arriba a abajo y sus regiones vitales vuelven a no parecer todo lo relajadas que deberían. El inglés decide cubrirse de nuevo tirando de su camisa sin quitarle los ojos de encima.
—Vale, te has ganado la ropa interior...—susurra agachándose un poco y quitándose los dos calzones a la vez.
—Q-Q... ¡Pero no te los quites los dos! —chilla y le da la espalda.
—Voy a ponértelos yo —decide acercándose a él.
— ¡NOO! —salta girando y planchando la espalda contra los armarios de la cocina, mirándole con cara de susto.
— ¡Si, he de atender bien a mi visita!
— ¡No! —se plancha más que casi se sube al mármol.
—Antes te quejabas de que no te atendía bien —se acerca del todo, agachándose frente a él.
Él levanta un pie y se lo pone en el pecho para detenerle.
— ¿Empezamos con este pie?
— ¡No! —le empuja.
Y se cae de culo de manera súper fácil. Arthur toma los platos de comida y corre a sentarse a la mesa y a comerse uno corriendo, por los nervios y la ansiedad, sin cubiertos siquiera.
Francis le mira desde el suelo algo descolocado porque no le encanta que le tire y van dos veces hoy que lo hace de manera un poco más agresiva de lo que él quisiera. Arthur come concentradísimo y como si no hubiera mañana, sin mirarle. Seguramente seguirá con el plato del sastre cuando acabe el suyo como no se dé prisa.
Francis le mira comer un poco impresionado porque a pesar de la histeria parece estar disfrutando la comida.
Oh, sí, en realidad, cuando consigue calmarse un poco es que mira a la comida con asombro como si hubiera algo raro en ella y es que esta buena y nunca había ni imaginado que un plato tan simple podía tener tan buen sabor.
Francis sonríe un poquito más y se pasa una mano por el pelo, algo orgulloso. Se pone de pie. Arthur le mira de reojo cuando se mueve y baja más la cabeza, comiendo más deprisa y fingiendo ignorarle.
Francis le mira ignorarle sirviendo un par de vasos de vino y se sienta a su lado esperando que le quede un pequeño trocito de comida últimamente, para hacer el sutil comentario...
— ¿Está bueno?
— ¿Qué? —pregunta dejando de comer, descolocado.
—Pareces estarlo disfrutando mucho —sonríe sinceramente con ello.
Parpadea, mira el plato y luego a Francis alternadamente.
—De hecho creo que te estabas muriendo de hambre. ¿Quieres que te prepare más?
—N-No...
— ¿No? No parece...
—Me lo he comido todo porque... estaba siendo educado, eso es.
— ¿Educado?
—Es de mala educación no comerse la comida que te ofrecen.
—Toda la comida que te ofrecen.
—Sí, eso.
—Y relamerse.
— ¿Qué? ¡No me he relamido!
—Sí que te has relamido, yo te vi.
— ¡No! ¡Viste mal! —discute.
— ¡No vi mal, si que te ha gustado!
—Claro que no.
— ¡¿Ah no!?
—No.
—Eso ni tú te lo crees.
— ¿Cómo qué no?
— ¿Por qué no habría de gustarte?
—Pues porque... no está bueno. Porque iba a gustarme si no está bueno, eso depende de cada uno.
Francis se ríe de buena gana
— ¡No te rías! ¡Hablo en serio! —protesta. No muy en serio en realidad.
—Ya me lo imagino.
—Pues no te rías —se acaba el bocadito que le quedaba sin pensar.
— ¡Ja! —lo señala.
— ¿Gué? —pregunta con la boca llena.
— ¡Te has comido TODO! —sonríe más contento aun.
Mira el plato dramáticamente.
—¡Ya te he dicho que ha sido por educación!
Francis sonríe una sonrisa irritante de "no te creo".
— ¡No me mires así!
— ¿Así cómo?
—Ya te he dicho que esto es por la educación.
— ¿Ese es el único pretexto que se te ocurre?
— ¡No es un pretexto!
— ¡Es del todo un pretexto!
— ¿Qué tiene de pretexto?
—Que todos sabemos que no es verdad.
—Eso es lo que tú dices —en realidad la forma en la que mira el plato del sastre con ojitos de querer no ayuda. Éste sonríe mirando su plato de reojo y tomando él sí un tenedor.
—Mmmm... Pues a mí me parece que se ve estupendo esto. Huele bien.
Pone los ojos en blanco, cruzándose de brazos, apoyándose en el respaldo de la silla y girando la cara. Francis prueba un bocado y se relame exageradamente. Arthur bufa sonoramente. Francis le imita divertido y él le saca la lengua. Pues se la saca de vuelta.
—Tonto.
—Tú.
Niega
—Oh sí —asegura metiéndose un gran bocado a la boca y relamiéndose
—No más que tú.
—Claramente no menos. ¿Vas a contarme una historia frente al fuego?
— ¿Una... historia? —cambia el tono completamente con eso, sin esperárselo. El otro sonríe y asiente.
— ¿Una historia de qué?
— ¿De qué te apetece?
—No lo sé, tú la has pedido —piensa en que lleva varios días queriendo escribir sobre esto que está pasándole.
—A mí... Creo que me gustara lo que sea que me cuentes —le da un trago a su vino.
—Que poco criterio —trata de molestarle, sonriendo.
—No es poco criterio —le saca la lengua —. Puedo pedirte una historia de piratas o de príncipes.
— ¿Príncipes... o piratas?
Sonríe.
—Príncipes.
— Piratas.
— ¡Eh!
—Has dicho que estaría bien cualquier cosa —sonríe.
—Pues... Luego me diste a elegir.
Se encoge de hombros
—Vamos hacia allá.
Traga saliva tratando de buscar algo que poderle contar... no quería contarle un cuento infantil de aventuras y todo eso o de príncipes y princesas como los cuentos de hadas que le leía su madre de pequeño.
Quiero recordarle a Arthur solo por un momento que Francis está desnudo. Y así como esta se levanta de la mesa hacia la chimenea. Y eso es justo lo que lo saca de sus pensamientos.
Francis se gira hacia él y extiende las manos.
—Ven, tengo frío.
Niega con la cabeza.
— ¿Por qué?
— ¡Estás desnudo!
—Eso es un detalle, ¡deja de obsesionarte con ello!
— ¿Qué? ¡No es un detalle!
—Es un pequeño detalle insignificante.
—Claro que no, ¡que detalle va a ser!
—Arthuuuuur —protesta yéndose igual y sentándose frente al fuego.
—Franciiiiiiis —le imita.
—Veeeeeen.
—Nooooooo.
—Entonces no vengas.
—Eso hago.
Va al cuarto por unas cobijas y las pone frente al fuego. Llevándose de nuevo un buen repaso de arriba abajo. Puro sentimiento inquisitorial de escritor para tener una base firme a la hora de describir.
Francis se recuesta en el suelo y cierra los ojos.
—Eh! —protesta Arthur al notarlo porque no quiere que se duerma
— ¿Qué?
—A dormir a la cama.
—Ven e impide que me duerma.
Frunce el ceño... pero se levanta, estirándose la camisa. Francis se estira como un gato. El escritor le pone el pie sobre el estómago y le presiona un poco... ¿No que no ibas a tocarle? Y es que además el pie esta HELADO
Sip. El grito de niña... se hace presente. Sonríe malignamente y trata de hacerle cosquillas con el pie.
—Nooooon! Non! —empieza a morirse de risa tomándole del tobillo.
Se desestabiliza un poco y se ríe, moviéndose para hacerle más. Tira más su pie, riéndose.
— ¡Quítate! —protesta intentando que se caiga.
El escritor se agacha para hacerle con las manos, sentándose sobre él sin pensar. Piernas abiertas y todo. Francis levanta las cejas casi quedándose sin aire, pero Arthur no se entera de momento, pensando que es por las cosquillas.
— ¡Dios mío! —exclama sonriendo un poco.
Arthur se detiene y le mira sin entender. Él se ríe un poco sin querer echarlo a perder.
— ¡No me hagas cosquillas! —chilla.
— ¡Sí te hago! —se ríe y se mueve un poco más hacia atrás para llegar mejor... está piel con piel y situado en el lugar estratégico, Francis.
A Francis le da un escalofrío, y es que empieza en solo un segundo a estar completamente a punto para poner lo que debe poner donde está bien colocado.
El inglés, que lo está aplastando un poco con el culo, ni lo nota al no prestar atención, mientras sigue toqueteándole para hacerle cosquillas muerto de risa. Y es que las risas del inglés no ayudan en absolutamente nada a Francis, que ahora le mira con unos ojos... Muy especiales.
Cuando nota la mirada, eso sí lo nota, gracias a dios, se detiene y le sonríe un poquito aun con las manos sobre su abdomen haciéndole cariñitos. La respiración de Francis se profundiza y ralentiza. Arthur se sonroja un poco sin acabar de entender qué ocurre.
Francis le mira los labios y se humedece los suyos. Se sonroja más con ese gesto intuyendo que quiere un beso. La intensidad de la mirada no disminuye. Traga saliva y se vuelve torpe y vacilante casi al instante. Se humedece los labios también.
El francés le pone las manos en los muslos. Él baja la mirada a ellas y en ese momento es que nota dónde está sentado, levantando las cejas y asustándose. Francis le acaricia los muslos hacia la cintura y se incorpora un poquito esperando su beso.
Arthur se incorpora un poco para poder levantarse y salir corriendo. Y no sé si van a chocar en algún punto intermedio, puede que sí. Arthur se cae de lado y repta por el suelo intentando alejarse. Francis le mira descolocado.
Se arrastra lejos hasta salir de las mantas del suelo y meterse bajo la mesa, mirándole desde ahí, muy asustado.
—Arthuuuur.
No dice nada, hecho bolita y rojo como un tomate sin poder creer que ¡ÉL se haya sentado AHÍ sin darse cuenta!
— ¡Esto es injusto! — protesta el francés haciéndose bolita también y tapándose con las cobijas— Ese era MI beso.
—Yo estaba... —susurra tapándose la cara.
—Sentado arriba de mí en una posición muy sensual.
— ¡Noooo!
— ¿Qué tiene de malo?
— ¡No quiero! ¡No!
— ¿Qué es lo que no quieres?
—Eso del... culo. ¡No quiero!
—No voy a hacerte nada que no quieras... ¡Pero tú te sentaste ahí!
— ¡No! — aprieta los ojos—. Eso no, t-te hago... te hago otra cosa.
Francis le mira interesado.
— ¿Qué otra cosa?
—Te... cuento una historia. Querías una historia.
— ¿Vienes conmigo debajo de las mantas?
No está muy seguro de eso. El francés le mira con ojitos desolados.
— ¿Y nada con el culo? Puede ser una historia e-erótica —trata de convencerle sin estar muy seguro de saber cómo contar una historia erótica, apenas puede decir la palabra sin morirse del sonrojo. Pero no quiere que Francis pierda el interés.
—Nada con el culo. Ven acá —levanta la cobija para que venga y sonríe con el prospecto de la historia erótica, cerrándole un ojo. El inglés se sonroja más y esconde la cara cuando se lo guiña. —Ven acaaaaa —suplica un poco.
Tiembla un poco y se arrastra sin mirarle a la cara. Francis sonríe y le abraza en cuanto se le acerca.
— ¡Una historia erótica!
—Ehm...
Se le abraza con brazos y piernas.
—Tú lo prometiste.
—P-P-Pero... —de repente le siente demasiado cerca y demasiado desnudo.
Si les sirve de consuelo, Francis intenta separar su asunto, bastante feliz, de la pierna de Arthur.
—Y si vamos a la ca... —se detiene porque eso suena fatal—. Me refiero a si nos acos... —aun peor, manos a la cara—. Dormir. Te pones a dormir y yo... me voy a casa o...
El sastre toma aire y le mira a la cara, sin soltarle. Le hace un cariñito en el pecho.
—Estás pensando demasiado.
Se quiere morir ahora mismo, se hace bolita escondiéndosele súper avergonzado. Francis le mira un poco desconsolado.
—No me gusta que... sufras entre mis brazos.
—Pues es queeee...
—Ya te he dicho que no haremos nada que no quieras —susurra con dulzura.
Es que no es eso, es que estás desnudo y le gustas. Si, si... Y para más inri le da un besito en el cuello. Tiembla con eso tensándose más.
Francis se separa un poquito al ver que no funciona sin estar seguro de qué hacer con él. Arthur no le deja separarse. Traga saliva aunque se siente un poquito mejor con ello, relajándose levemente. El escritor se queda escondido sobre él, buscando oír su corazón para calmarse.
— ¿Por qué no me cuentas la historia de piratas que habías dicho? —propone porque hace rato ya le ha dicho que todo es sexual y eso no le gusta, quizás así se relaje un poco.
—Es que si te duermes aquí...
—Vamos a enfermarnos.
Asiente.
— ¿Cama?
Asiente otra vez.
—Mmmm —protesta un poquito, aunque tiene sentido.
— ¿Qué? —gira la cara y le mira un poquito.
—Aquí está más calientito.
—Pero se apagara.
—Ya lo sé... —lloriquea —. ¿Vamos a mi cama?
Vuelve a esconderse y a sonrojarse.
—Andaaaa —le aprieta contra si.
—Nnnnnn... —lloriquea sin responder.
Le toma toda su fuerza de voluntad incorporarse un poquito. Arthur le suelta para que se levante. Lo hace con un gran esfuerzo.
—Vamos... Ven.
Arthur se levanta también estirándose de nuevo la camisa para cubrirse. Francis toma la manta del suelo, se la echa encima y le extiende una mano para ir al cuarto. Y ahí se va detrás mirando el suelo, con las orejitas rojas. Francis pone la cobija en la cama y se mete debajo de ella esperando que el inglés lo haga detrás de él.
—Y tu... pijama...
—No tengo.
—Pues unos calzones al menos —se mete bajo las mantas hecho bolita, tapándose la cabeza.
—Es incomodo dormir con ropa.
—No, no lo es...
Suspira y le mira de reojo y es que tampoco quiere que piense que no coopera en nada y solo es un pervertido. Aprieta los ojos.
—Vaaaaale, vale. Pero quiero oír mi historia —se incorpora otra vez yendo a buscar algo que ponerse.
Arthur saca un poquito la cara de debajo de las mantas para mirarle. Francis contonea el culo mientras se pone una camisa de algodón igual a la que le ha dado al inglés y unos calzoncillos.
Al notar que lo contonea vuelve a esconder la cara y a sonrojarse porque él no tiene calzones. El sastre vueeeelve a la cama. Arthur no se mueve.
— ¿Y mi historia...?
—Y-Yo... —es que no tiene ni idea de cómo contar una historia erótica. Si cuenta la historia erótica va a ser por gusto.
— Oui?
Se gira a mirarle, tapado hasta la nariz. El sastre le acaricia un poco el pelo. Cierra los ojos y vuelve a echársele encima para esconderse. Y le abraza, escondiéndole. Se siente un poco mejor entonces.
—Entonces los piratas...
—L-Los... piratas...
—Aja...
—Ehm... —traga saliva imaginando qué historia podría contarle sobre piratas y que fuera erótica, nunca había pensado de esa forma en los piratas, siempre los había considerado de aventuras.
—E-Era un... barco y...
— ¿Era un barco?
—Unos piratas en un barco
— ¿Cómo eran?
—Eran... príncipes —recuerda lo que le ha dicho antes.
—Príncipes piratas...
—Sí... bueno, sólo uno era un pirata, y él se llamaba a si mismo príncipe de los mares. El otro era príncipe de verdad de un país exótico que había sido secuestrado.
—Era rubio y de ojos azules.
— ¿Quién era rubio de ojos azules? —pregunta mirándole.
—El príncipe. Esta vez te toca a ti ser el plebeyo.
—Ehm... ¿Yo?
—Ehm… Tú —imita un poco vacilando.
El escritor traga saliva porque si son ellos dos aun es más difícil. Francis le hace más cariñitos.
—V-Vale... Y-Yo soy el... c-capitán pirata y-y tú el p-príncipe secuestrado en la bodega.
Sonríe.
— ¿Ajaaaaa?
—E-Es una bodega oscura y húmeda, de madera, llena de cosas, porque al secuestrar al príncipe también han robado en el país y... —empieza a describir cualquier otra cosa para no centrarse en la historia.
Y la ventaja que tiene es que Francis se enfrasca mucho en la descripción, dejándose llevar por su imaginación, olvidándose de que la historia ha de ser erótica.
—Es un buen botín, hay alfombras persas muy caras, teteras de oro, tapices, ropas de seda, hermosas porcelanas y cofres con dinero. Está completamente abarrotada, así que parece mucho más pequeña para el príncipe secuestrado, atado con las manos a la espalda del palo mayor.
— ¿Ahí afuera bajo el sol? —protesta.
— ¡En la bodega!
— ¡Ahh! La bodega... —eso te pasa, burro, por estar imaginando solo los tapetes persas y no seguir toda la historia —. ¿Hace calor?
—Sí, de hecho hay un tragaluz que da a la bodega por el que entra el sol y las voces de los navegantes
— ¿Y qué dicen los navegantes? No me gustan los barcos... Me marean.
—Pues cantan canciones de piratas, claro —sonríe.
— ¡Oh! Cántame una —circo completo para Francis.
—Pues... nunca he oído una en mi vida —nota, porque todas las que sabe ha LEÍDO sobre ellas.
— ¿Y cómo las imaginas?
—Como... de borrachos —sonríe un poco.
—Borrachos drogados... Te imagino muy bien —se ríe.
— ¡Eh! —protesta un poco y se ríe también dándole un empujoncito en el hombro.
—Pues... Lo siento pero si que te imagino.
— ¿Por? ¿Cómo me imaginas?
—Te imagino con unos pantalones recortados de las piernas, una camiseta sin mangas y abierta del pecho... Sudado y lleno de pecas por el sol... Y un lienzo amarrado a la cabeza.
El inglés se sonroja un poco y se pasa una mano por el pelo, sonriendo.
—Y... Una espada en el cinto. Aunque tú con una espada me darías un poco de miedo.
—Eso lo dices porque te gané con las varas de madera.
— ¡No me ganaste! Sólo digo que borrachos y con una espada... Y yo amarrado. Con cualquier comentario me pincharías como aceituna.
—Entonces más te valía ser bueno cuando bajaba yo a la bodega con tu comida y agua.
—Yo siempre soy bueno —asegura con voz angelical.
— ¿Sí? ¿Qué harías?
—Pedirte que me soltaras.
— ¿Y si yo me riera de ti?
— ¿Por qué no habrías de soltarme? Es un barco, ¿a dónde podría escapar?
—A correr y molestar a todos los marineros, o con un bote por la noche.
— ¿Con un bote? —le parece absolutamente irreal.
—Pues sí.
— ¡¿Remando?! Preferiría convencer al pirata de soltarme.
— ¡Aun así necesitarías que el pirata te soltara para eso! —exclama.
—Quizás.
— ¿Pues como ibas a irte en bote estando atado?
—Ah, eso no. Convencerle atado.
—Ves, primero convencerle y luego escapar... pero ¿cómo ibas a convencerle?
—Con mi infinita sensualidad.
— ¿Q-Qué?
—Si eres tú el pirata...
— ¿Aja?
—Te llevaría al camino del bien con mis encantos.
— ¡Ja!
— ¡Es verdad! Soy un príncipe, ¿recuerdas?
—Maniatado y mareado.
—Pero príncipe igual.
—Pero no encantador... tal vez el pirata fuera el que... —carraspea—. Tuviera los encantos.
—Seguro que los tiene. Si fueras tú, el príncipe acabaría enamorado en solo un segundo de su captor...
Se sonroja y esconde la cabeza debajo de las sábanas otra vez. Francis se ríe un poco.
—No me has contado nada aun.
—Claro que sí, el lugar y los personajes... —susurra desde debajo de las sábanas.
El francés bosteza porque ha sido un día largo y cansado, aunque no quiere dormirse.
—T-Tal v-vez... —susurra Arthur.
— ¿Aja? —sonríe otra vez, cerrando los ojos y escuchándole en la oscuridad.
—E-Él p-pirata s-si se... a-acerca al... p-p-príncipe y...
Se queda callado esperando que siga, acariciandole el brazo.
—L-Le... d-desabrocha y... —decide mejor intentar hacerlo. Así que va por el primer botón de su camisa con las manos temblorosas. Francis traga saliva y abre los ojos de golpe, sin moverse. Traga saliva sin mirarle a la cara. —L-Las largas campañas en el mar, sin u-una sola mujer a la vista por... m-meses... —abre toda la camisa. El francés traga saliva.
—El príncipe guapo y... Complaciente. No podrá violarle —susurra.
— ¿V-violarle? —susurra.
Sonríe un poquito.
—El príncipe era... Diferente. Tenía unos gustos especiales.
— ¿Cuáles?
—Le llamaba más la atención el pirata que cualquiera de las mujeres que había visto jamás.
Esconde la cara en su cuello con eso.
—Sigue contándome tú —le pide en un susurrito.
—Pues... —aprieta los ojos porque esto le cuesta horrores.
Francis le besa suavemente en los labios sin poder contenerse. Se sonroja paralizándose.
— ¿A-Aja? —pregunta esforzándose por no besarle aún mas y apretarle contra sí del todo
Arthur vuelve a esconderse en su cuello sin saber qué hacer. Le acaricia la espalda con suavidad, sintiendo sus propias hormonas demasiado exaltadas solo, si, SOLO con la idea de él, como príncipe, teniendo sexo con Arthur de pirata.
—Y... d-después de que el pirata hablara largo y tendido con su cautivo sobre su país, en principio a fin de poder sacar más dinero y riquezas del lugar, habían generado una rara... complicidad entre ambos.
—Aunque fueran muy diferentes... –complementa agradeciendo el que la historia siga neutral.
—Por eso es que una noche... d-decidió bajar a solas con él...
Otra vez, a Francis le da un micro infarto con la historia derivando hacia esa parte.
—Y... liberarle las manos por un rato.
—Y... y... ¿qué hizo el príncipe?
—Pues... é-él estaba... muy contento y agradecido con el pirata.
—A-Aja...
—Y... —se incorpora saliendo de su escondite todo sonrojado, intentando tomar el control de la situación. Le pone las manos en el pecho ahora desnudo y le acaricia concentrándose en eso para no mirarle a la cara—. No lo sé, es tú personaje.
—Yo c-creo que de-dejó al pirata hacerle todo lo que quisiera —susurra.
Se humedece los labios en silencio unos instantes, recreándose en los movimientos de sus manos y es que le pone la piel de gallina por donde pasa. Decide que es más fácil si no tiene que narrarlo, así que se lo ahorra, yendo hacia los calzones para bajárselos.
Francis levanta un poco el culo para que pueda bajárselos sin problema. Arthur traga saliva y se sonroja aún más mirándole descaradamente. Vacila un poco a punto de darse la vuelta y hacerse bolita para siempre, muy nervioso. No puede evitar mirarle a los ojos, como para pedirle permiso.
Francis le mira también algo vulnerable, temiendo un poco que no haga nada, le dé la espalda y se haga bolita o salga corriendo de su casa y su cama y su vida. Se echa un poquito al frente para recargarse en la mano del inglés que tímidamente decide esconderse en él otra vez, pero bajarla para tocarle. Le deja, aunque el gemidito al tocarle es EVIDENTE.
El inglés se sonroja de muerte y le da un escalofrío a él mismo haciéndole paralizarse un instante antes de ir a mover la mano. Francis tiembla y se le abraza con fuerza y es impresionante lo rápido que está completamente feliz. Y es que esto es lo primero sexual que es completa iniciativa del inglés. Y él lo sabe, lo sabe y es por eso que está tan incómodo, nervioso y torpe.
A Francis no le importa demasiado su incomodidad. Cierra los ojos y se resiste de mover las caderas por más fricción, tratando de tener paciencia.
—Mmm...
Arthur aguanta todos los sonidos como puede, temblando y sin apartar la mano, sufriendo y disfrutando esta actividad a partes iguales, dispuesto a hacer que termine. Y vaya que Francis le da todo un recital de soniditos, susurrando un par de instrucciones aquí y allá para que funcione bien, hundiéndole la nariz en el cuello y respirando a toda velocidad.
Todas las instrucciones son bienvenidas y de hecho se siente un poco mejor cuando siente de veras que lo está disfrutando.
Francis tarda unos cuantos minutos en habituarse a todos los movimientos y dejarse llevar del todo para terminar, pero cuando lo hace es muy, muy intenso y sin refrenarse o pensar, feliz de simplemente sentir a Arthur.
Arthur siente que él mismo va a explotar y terminar por pura empatía. Lo siento, Francis tarda un poco en recuperar la cabeza antes de pensar en tocarte a ti. No pasa nada, ni siquiera sabe muy bien cómo ha sido capaz de hacer esto ni que hacer ahora.
Un tamborino Francis le busca un beso en los labios. Supongo que debe encontrarlo ahí bajo sus manos que le tapan la cara.
Le quita las manos con las suyas y gira para acostársele encima. Él se sonroja en cuanto nota que le presiona su masculinidad para nada tranquila que no sabe cómo es que está aguantado. Francis empieza a moverse, sin tocarle con la mano, presionándole con el cuerpo y no creo que aguante ni un segundo, terminando de manera desordenada y violenta.
Francis sonríe un poquito al notarlo, moviéndose todavía un poco más para darle tiempo a que termine del todo. Y Arthur se siente morir. Hombre pero no es una cosa tan mala. Lo peor es que no está medio dormido, así que acaba también abrazado a él muy avergonzado.
—Te quiero —le susurra el francés al oído dándole un beso en el cuello.
—Y yo a ti —susurra escondido y decide taparse ambos hasta la cabeza, haciendo una especie de madriguera dentro de las mantas
Francis sonríe dejándole hacer, empezando a sentir el peso del cansancio del día, y todas las emociones con un perfecto fin. Y Arthur busca besarle. Se deja, cerrando los ojos y respondiéndole con tremenda languidez. Y al fin vamos a conseguir que los dos latosos se queden dormidos.
¡No olvides agradecer a Holly su beteo y edición!
