A Sesel le va a costar un montón terminar el beso que... Es raro y bastante torpe. Lo que le causa gracia a la tercera vez que lo intenta, así que se muere de risa sobre sus labios. Él levanta las cejas y se separa un poco parpadeando y medio sonríe idiotamente. Ella es que aún se ríe y se disculpa suavemente.

—Te estás riendo de mis besos...

—No, no —aún se ríe un poco. Él se ríe un poco con ella apretando los ojos.

—¿Entonces?

—Me hace gracia la forma en que...

—¿Aja?

Sonríe aun un poco y le da otro beso rápido. Que le devuelve mirándola con completo embobamiento.

—¿Y si nos quedamos aquí para siempre?

Ella se ríe otra vez y se levanta.

—Adiós.

—¿Te volveré a ver?

—Tal vez —se encoge de hombros sin dejar de sonreír.

—¿Tal vez?

—No destruyas el misterio.

—El misterio —sonríe un poco más.

Ella le guiña un ojo y abre la puerta del confesionario, levantándose. Él se queda ahí mirándole idiotizado. Ella sale, sonriendo todavía y se echa a correr mientras se pone la capa, quién sabe por qué.

Él se le asoma detrás y se ríe. Pero no se gira, saliendo de la iglesia en dirección al orfanato de las monjas. Patrick se pasa una mano por el pelo pensando que ella es absolutamente genial, poniendo los ojitos de corazón.

La madera truena bajo su peso una vez más cuando el reverendo se sienta dentro del confesionario otra vez después de cerrar la puerta. Esta es la única vez que lo nota, demasiado enfocado antes en la chica morena. Se lleva las dos manos a la cabeza y se hunde las manos suavemente en el pelo con un suspiro.

¿Qué estaba haciendo? No tenía ni idea. Su vida ahora mismo estaba demasiado de cabeza y demasiado fuera de su control para, incluso, tenerlo cómodo a él que no solía preocuparse por nada más que por despertar cada mañana y dar marcha a su vida, buena o mala... Y no era tan mala. Aunque tampoco lo era tan buena.

Había resumido su existencia en disfrutar ciertos placeres que le daba la vida: poco trabajo con bajísimo riesgo a cambio solo de seguir unas cuantas normas, ser una figura de autoridad para (casi) todos, mucho tiempo para leer, oportunidad de cotillear ampliamente sobre la alta sociedad y tener un buen status social, su padre y su madre contentos dispuestos a heredarle como al resto de sus hermanos. Ah sí, y también una esposa.

Hasta hace unos días no pensaba demasiado en esto último... En parte porque su propia situación no tenía nada de peculiar. Su situación con su mujer era casi como el resto de cosas que ocurrían en su vida (y en la de sus hermanos y la mayor parte de sus conocidos): amoldada a las necesidades sociales. Y sabía, porque lo sabía bien, que la interacción con ella distaba de ser la óptima desde el principio... Pero así era con todos, ¿no? Scott estaba igual, se quejaba continuamente con él de eso... y Wallace no lo decía, pero era algo sabido por todos.

Las parejas eran como un contrato comercial y el de él era tan poco interesante como cualquier otro, aunque secretamente Patrick esperaba que el día que tuviera hijos con Cecil su relación cambiara un poco y quizás finalmente tuvieran algo bueno en común. Claro que... Para tener hijos Cecil debía dejarle acercársele y eso no parecía que fuera a pasar, ni siquiera en esas noches incomodas donde dormido y excitado terminaba buscándola en la oscuridad solo para terminar frustrado durmiendo en la sala.

Y luego estaba esta chica a la que no había ido a buscar. Este punto le parecía muy importante para sentirse un poquito menos culpable con la situación y aun así se lo sentía un poco... Inevitablemente con Cecil, aunque también le daba un poquito de rabia con ella la falta completa de interés por ÉL demostrada después del beso. No que no la esperara y no que él no hubiese actuado igual si viera a algún hombre besándola a ella... Y a decir verdad eso hubiera sido mucho más esperado: que Cecil se consiguiera un amante con el cual ponerle el cuerno al reverendo para la burla de todo el mundo. ¡Nunca esperó que fuera con ÉL con quien llegara alguien!

Y ahora mismo, justo porque no se lo había planteado antes, no tenía idea siquiera de qué hacer o de cómo actuar. Lo correcto y lógico era intentar salvar su matrimonio con Cecil, pero Sesel le había hecho ver que con ella no tenía absolutamente... nada.

Tampoco sabía cómo reaccionaría la gente si decidía separarse de su mujer, más aun si había otra mujer de por medio. Era bajo y vil y reprochable y... También estaba lo que quisiera Cecil, ¿qué haría ella? Si bien no la quería, tampoco esperaba hacerla miserable para siempre... Sólo no sabía qué era lo que la haría menos miserable, si pasarse la vida con él, o... sin él.

Suspira sintiéndose un poco menos feliz que un rato atrás decidiendo trabajar un rato y hablar con ella cuando se vaya a casa.

oxOXOxo

Madamme Bonnefoy llega a la mansión de los Kirkland. Lady Kirkland está en algún lado, desayunando con la condesa. Así que es el mayordomo el que le abre la puerta y vuelve a quedarse sin aliento ante su belleza... Tal y como el día que fue a ver a Lady Kirkland. Traga saliva y se sonroja un poco cuando le informa que Lady Kirkland no está en casa en estos momentos, ha ido a un almuerzo con la Condesa de Reading.

—Oh... no importa. Venía a ver a Lord Kirkland hoy... aunque no sé si ella estaría más tranquila estando presente —piensa en voz alta para sí misma mientras se quita la chaqueta y el sombrero.

Lord Kirkland está trabajando en su despacho —apunta el mayordomo incapaz de no ayudarla a quitarse la chaqueta—. Ehm... ¿Quiere que la anuncie para ver si la recibe?

—Sí, por favor. Si es usted tan amable... dígale que quiero hablarle de la boda de su hijo pequeño —pide dejándose sacar el abrigo con naturalidad.

—A-Ah... Mmm... Bien. A Lord Kirkland no le gusta que le interrumpan mientras trabaja, señora. E-Espero que sí la reciba. ¿Podría acompañarme al salón del té para que le espere ahí, por favor?

—Claro, muchas gracias —le sonríe.

Por el pasillo la dirige al salón que ha prometido y que es el mismo donde ha tomado té con la señora de la casa. Con ciertas reservas le indica que volverá a la brevedad con la respuesta de Lord Kirkland. Ella asiente tranquilamente y se acerca a mirar los libros con curiosidad cuando la dejan sola esperando.

Pasan al menos quince minutos antes de que las puertas del salón vuelvan a abrirse y el mayordomo entre con la nariz muy levantada anunciando solemnemente a Lord Kirkland.

Para entonces, Gala se ha sentado en una butaca y está mirando caer la lluvia desde los ventanales que dan al jardín en una imagen así tan bucólica y contemplativa.

Lord Kirkland entra caminando con paso firme y se detiene en seco cuando la ve... No, el mayordomo no le había hecho notar la impactante belleza de la extraña mujer que venía a verle. Puro romanticismo y el caso es que ella está bastante embobada.

Con un gesto de la mano el señor de la casa despide al mayordomo acercándose a ella con curiosidad. Carraspea. Asustándola por lo repentino, ella se lleva una mano al pecho girándose al recién llegado. Tras el primer instante le sonríe.

—Bu-Buenos... buenos días —la saluda tartamudeando de manera poco propia en él.

—Ah, Lord Kirkland, ¿verdad? —se levanta y le tiende la mano para que se la tome y se la bese—. Discúlpeme por haberme presentado en su casa de este modo sin avisar, espero no importunarle demasiado. Soy Madamme Bonnefoy.

Lord Kirkland le besa la mano con suavidad y naturalidad. Agachándose un poco como haría con cualquier mujer de categoría. Le cuesta trabajo asociar el nombre, así que tarda unos segundos teniendo que repetirlo.

Madamme... Bonnefoy —susurra pensando de donde le suena el nombre, levanta un poco las cejas cuando al fin lo descubre sin estar seguro de que sean los mismos Bonnefoy—. ¿Nos conocemos?

—Soy la madre del sastre de su familia, Francis... y viuda de su anterior sastre, Rómulo Bonnefoy.

Esta declaración deja estupefacto a Lord Kirkland, solo asintiendo levemente y teniendo la enorme confusión mental de cómo tratarla. Carraspea otra vez pensando que es tan hermosa y se ve tan elegante, que tratarla como parte del servicio parece una infamia.

—Siéntese, por favor —murmura escuetamente soltándole la mano.

—Ah, merci beacoup —agradece suavemente volviendo a tomar asiento en la butaca donde estaba ya sentada sin invitación.

Él se queda de pie unos instantes más, volviendo a tener este problema de considerar extraño sentarse en su sala con el servicio. Al final, tenso y todo, se sienta en el sillón frente a ella.

—¿Viene a darme un recado? —pregunta volviendo a mirarla y a notar que es genuinamente bella, con facciones delicadas y elegantes.

—Más bien una petición —le mira intensamente. Él traga saliva poniéndose nervioso sin poder evitarlo, frunciendo levemente el ceño.

—La escucho.

—Verá, recientemente me he hecho amiga de su esposa y he tenido ocasión de conocer a algunos de sus hijos —empieza.

—Amiga de... Lady Kirkland —repite con lentitud entrecerrando los ojos.

—Sí, es una mujer adorable.

—Oh —levanta las cejas con esto, porque en general nunca, nadie le dice que su mujer es "adorable". En concreto porque, a decir verdad, no es adorable.

—De hecho, creo que ella quería estar presente en esta conversación, estaba un poco nerviosa conmigo.

Parpadea.

—¿Lo estaba? ¿Por qué?

—Creo que piensa que mi belleza podía cautivarle.

Lord Kirkland abre la boca como un pez y se sonroja completamente.

—En fin —sonríe como si no acabara de suceder eso.

—Y-Yo... U-Usted... Ehm... N-No sé a-aun... Ehm... ¿Qué dice que ne-necesita? —pregunta Kirkland desviando la mirada hacia cualquier otro punto que no sea ella y revolviéndose en su asiento.

—Me han hablado mucho de usted, en realidad. Brittany opina que es mejor ser directa con usted, eso es lo que estoy intentando —explica, a pesar de que no lo está consiguiendo en lo más mínimo.

Y no sé si lo consiga o no, pero claramente su belleza sí que le tiene anonadado. La mira de reojo otra vez y se sonroja.

—Ehm... E-Es correcto.

—Así que eso es lo que quiero —sonríe. Él parpadea.

—¿Qué es lo que quiere?

—Pues lo que le he dicho —tan tranquila.

Lord Kirkland se revuelve un poco otra vez y trata de hacer memoria, quizás estaba demasiado embobado en el movimiento de sus labios para darse cuenta que estaba hablando. Se sonroja sólo con la idea. Vuelve a carraspear.

—N-No estoy seguro de haberle entendido.

—Lo que ocurre es que conozco a su hijo pequeño y sé que no quiere casarse.

Parpadea verdaderamente incrédulo.

—¿Eh?

Arthur... es un muchacho encantador, muy sensible y especial.

—También conoce a Arthur bien, por lo que veo.

Oui. Y estoy segura de que usted, como su padre, sabrá bien lo apenado que esta con el asunto de sus cercanas nupcias.

—¿Tanto como para enviarla incluso a usted? ¡Esto es absurdo y se sale de proporción!

Oui, ese es justo el motivo de mi visita.

—Vino a pedirme que Arthur no se case.

Oui, no se ponga usted nervioso —le toma una mano con ambas suyas y se la acaricia.

Lord Kirkland levanta las cejas hasta las NUBES, poniéndose tres veces más nervioso, sintiendo las manos sudadas. Pero ella no hace caso, mirándole a los ojos. Le mira a los ojos también, tragando saliva. Ella le sonríe.

Y es que es tremendamente bonita. Nunca había visto a una mujer así y menos aún que le sonriera. De hecho quizás había mujeres así de bonitas en el mundo, pero él no solía notarlas. Se siente a si mismo parpadear lentamente y entreabrir los labios.

—Y-Yo...

—Sólo te pido que lo reconsideres —le aprieta un poco la mano.

El uso del tratamiento familiar le hace sentirla tres veces más cerca de lo que está en este momento... Que de por si es mucho más cerca de lo que suele estar la gente. Traga ooootra vez saliva.

—¿Por qué? —pregunta en un tono considerablemente menos distante que hace unos segundos.

—Porque estás poniendo en juego la felicidad de tu hijo y hemos encontrado una solución un poco más difícil, pero que hace felices a todos —explica con dulzura, sin soltarle.

—Mi hijo tiene todo para ser feliz, sólo no quiere aceptarlo por necio —murmura considerando importante decirlo. Suspira—. No casarse no es una solución.

Arthur es un muchacho verdaderamente especial... que sólo ha decidido ser feliz de otra forma y parece dispuesto a llevarlo hasta las últimas consecuencias.

—¿Qué otra forma? —frunce un poco el ceño después de escucharla con plena atención.

—Evitando el matrimonio. Este y cualquier otro.

Lord Kirkland niega con la cabeza.

—Casarse es una buena manera de retribuir lo que se le ha dado.

—Hay otras maneras que seguro vas a saber apreciar.

—¿Las hay? ¿Irse de casa por ejemplo?

—En realidad, entiendo tu postura... le has dado muchas cosas en la vida, siempre con la mejor intención, con amor y compromiso hacia él... pero es un error querer que te las devuelva a cambio de su felicidad.

—Lo que quiero es que sea feliz con las cosas NORMALES que le doy. ¿Desde cuándo es algo horrible recibir una casa y una familia?

—¿No crees que sería más feliz si pudiera elegir su familia él mismo? Por lo menos, eso no te haría culpable.

—¿Por qué nadie entiende por qué no pueden elegir a cualquiera? —pregunta con suavidad—. Elegí bien para ellos...

Germán... ¿esto tiene que ver con ellos o con el dinero?

Parpadea descolocadísimo con que le llame Germán. Prácticamente solo su madre le llamaba así... Y Lady Kirkland en ocasiones.

—Esto tiene que ver con el negocio familiar que nos afecta a todos —responde.

—Si es una cuestión económica solamente, tienes que escuchar lo que ha descubierto Brittany —sonríe y vuelve a apretarle la mano.

Él mira las manos notando que las tiene mucho más largas y delicadas que las de su esposa.

—La chica que le gusta a Patrick es hermana de la prometida de Arthur.

Vuelve a mirarla a los ojos.

—¿Patrick?

—Ehm... oui, creo que era Patrick, el párroco. La besó ante ayer noche, es una muchacha de piel morena.

—¡Esa mujer! Es la dama de la prometida de Arthur.

—Es su hermana.

—¿Según quién?

—Su padre. Él se lo contó a Brittany y ella a nosotros.

—Eso no tiene sentido, es alguien del servicio.

—Eso yo no lo sé —se encoge de hombros.

—¿Y que sugiere? ¿Que ponga a Arthur como alguien del servicio?

Non —se ríe suavemente pensando que es una broma—. Podría conseguir el nivel social de Patrick casándose con él y tú tus inversiones al unir a la familia a los Jones igual. Dejando de lado a Arthur en esta ocasión y dándole a Patrick lo que anhela.

Lord Kirkland parpadea varias veces

Patrick está casado —atina a responder en un susurro habiendo entendido lo que dice.

—Dicen todos que después del beso de ayer es fácil que pueda divorciarse. Aunque es un poco triste, es un final feliz.

Palidece un poco.

—¿Divorciarse? ¿De verdad? Cielo santo, pero eso es... Voy a matarlo.

Non —suplica apretándole la mano otra vez.

—No puede divorciarse, ¿sabe usted lo MAL que se vería para la familia?

—¿Peor que el estigma de una falsa felicidad? —vuelve a acariciarle.

—Cual estigma de una falsa felicidad, ¿a quién le importa eso? —protesta con menos fervor y más dulzura de lo que lo haría si no tuviera su mano entre las suyas.

—No tienes que decidirlo ahora, Germán, sólo pensar en ello. Hay tiempo para querer el dinero y tiempo para querer a las personas. Tú tienes una casa muy bonita con un montón de cosas hermosas... ¿para qué quieres más cosas bonitas materiales cuando con un poco de comprensión humana puedes conseguir el amor y respeto de tus hijos... y hasta nietos?

—Nietos... —susurra porque los quiere... Los quiere mucho.

—¿No los preferirías antes que una nueva alfombra o un bello tapiz?

—¿Por qué no pueden ser felices con lo que tienen?, como yo...

—Creo que ellos... son un poco más como Brittany. Inconformistas y apasionados —explica bajando la mirada a su falda y soltándole la mano, más a la defensiva con esto. Pensando en el asunto de su marido con ella.

Brittany es también feliz con lo que tiene.

Suspira sin contestar a eso.

—Tú eres quien tiene la última palabra, el que tiene que obrar con sabiduría y elegir con el corazón para guiar a tu familia por buen camino.

—No es tan simple y no es que no lo intente. Llevo guiando a esta familia por bastantes años, nadie parece tan inconforme como Arthur.

—Por favor... no dejes que se marche.

—Va a hacerlo en cuanto se case... ¿Se lo dijo mi mujer?

Non... pero sé que va a hacerlo.

—¿Se lo dijo Arthur también? Tenía la esperanza de que sólo fuera una amenaza.

—Estoy segura que es más que eso...

—Si esta vez cedo con esto, ¿qué van a decirme mis otros hijos?

—¿Que gracias a dios estás empezando a pensar en ellos? —protesta un poco más agresiva.

—¿Realmente cree que no he pensado en ellos nunca? ¿Qué clase de padre supone que soy?

Non, claro que creo que piensas en ellos... sólo creo que no es un pensamiento bien enfocado.

Levanta una ceja y la mira a la cara.

—Les doy TODO lo que tienen.

—Lo sé, pero quizás eso que les das no es lo que quieren realmente y por eso no lo aprecian.

—Les doy cosas normales, una esposa, trabajo digno, una familia, nombre y status —suspira.

—Pero no su amor, no su vocación... ¿entiendes la diferencia? —pregunta con dulzura volviendo a acariciarle.

—No en realidad...

—Como ya he dicho, conozco un poco a tus chicos... son unos muchachos extraordinarios, muy listos y honorables. Estoy segura que gracias a ti, pero ahora que ya son hombres, me parece que lo que necesitan de ti es que les guíes y les apoyes en las decisiones que ellos tomen, para que aprendan a elegir y sepan hacerlo concienzudamente cuando tú no estés —se mira las manos—. Sé que no soy quien para decirte cómo educar a tus hijos, ni siquiera soy tan buena madre... sé que muchas veces es difícil, imagínate sin un hombre en la casa que pueda dar ejemplo. Y aun así, amo a mi hijo más que a nada en el mundo —le mira a los ojos—. Y te ruego, por favor, que no le hagas la vida más difícil de lo que ya lo es al tuyo.

Lord Kirkland le escucha todo el tiempo con suma atención, relajando el ceño cuando le mira a los ojos. Se humedece de hablar cuando ella termina de hablar e inclina la cabeza un poco, pensando.

—Me gusta pensar que soy un hombre razonable...

Ella le mira, escuchándole y esperando a que siga hablando.

—Aunque a veces, con cuatro hijos que son unos demonios, no es tan simple serlo.

—¿Entonces? —decide levantarse y sentarse junto a él, más cerca y ponerle las manos sobre la rodilla.

—Cada aspecto de esta boda parece ir mal, incluso más allá de la lógica y la razón —traga saliva mirándole azorado porque está muy, muy cerca. Suaviza el tono—. Lo repetiré de nueva cuenta: Necesito a Jones.

—Pero tal vez puedas conseguirlo si la boda es con Patrick.

—Pero está Cecil. No puedo disponer de él como de Arthur... Puedo... Puedo hablarlo con él. Pero eso no va a quitar que la muchacha esta sea una chica del servicio y negra. Dios mío, esta familia va de mal en peor.

—¿Y Cecil quiere a Patrick?

Lord Kirkland parpadea descolocado de nuevo. Madamme Bonnefoy se muerde el labio porque todos parecen decir que no, pero ella no les conoce.

—¿Q-Quererle? Pues... ¡Seguramente lo hace, es su mujer!

Francis dice que no lo hace.

Otro parpadeo.

—¿Quién es ese Francis? No me dirá que el amante de Cecil porque los mato a todos.

—¡Mi hijo!

—¡Ah! El sastre. ¿Y el sastre qué…? —se detiene a sí mismo, levanta una mano y se la pone torpemente sobre las suyas a ella. Carraspea.

—Eso es —le sonríe.

Se sonroja un poquito y quita la mano si saber por qué la ha puesto ahí.

Si'l vous plait, prométeme al menos intentarlo —pide y levanta la mano haciéndole un cariño en la cara. A él le cambia la cara de nuevo y sin poder evitarlo sigue la caricia en su mejilla—. Oui?

—V-Voy a... —Lord Kirkland susurra—, pensarlo.

—Tienes que hablar con tus hijos —le sonríe.

—S-Si, tengo que hablar con ellos.

Merci —le aprieta un poco la pierna.

Lord Kirkland hace un gesto muy, muy extraño que casi nunca hace, que es sonreír un poquito de lado. (Lady Brittany le manda un golpe en la cabeza con el periódico... Si, así de cínica).

—Aún sigo sin entender una cosa.

—¿El qué?

—¿Por qué viene usted a pedir favores para mis hijos?

—Porque tu hijo le ha pedido al mío que se vaya con él.

Arthur le ha pedido al... ¿sastre? ¿Para qué? ¿A dónde va que requiere tantos trajes?

—No es por eso, son muy cercanos...

—¿Muy cercanos? Es... Verdad que se han ido a la ópera juntos, pero... No entiendo por qué irse. ¿Que su hijo no tiene una familia?

Anda, Gala, explícale todo... Al menos que se entere de UNA cosa.

—Yo soy su familia —explica porque considera que Arthur es quien tiene que contarle eso a su padre, ya hizo bastante que se lo dijo a Lady Kirkland por error—. Pero entiendo que lo que le propone Arthur es una aventura y le llame mucho la atención.

Lord Kirkland hace los ojos en blanco...

Arthur siempre tiene ideas que complican a todos, siento que usted y su hijo se vean implicados en esto también.

Germán —vuelve a tomarle de la mejilla y le gira la cara con suavidad para que le mire. Y él la gira hacia ella, claro—. No riñas a Arthur por eso, si'l vous plait —vuelve a acaríciale la cara. Él vueeeelve a seguirle la caricia.

—Bien, no le reñiré por eso, pero... Le aseguro que tampoco voy a darle un premio.

Gala suspira y quita la mano.

—¿Querría que le diera un premio? —pregunta porque... ha quitado la mano.

Non —niega y sonríe un poquito, no tan sinceramente porque esto es difícil. Lord Kirkland suspira y la mira de reojo.

—Quizás tiene razón... Y no soy el padre que mis hijos quisieran.

Le mira.

—He intentado darles estructura y orden... ¿Sabe? Yo también fui joven...

—¿Aja? —pregunta mirándole interesada.

—Yo también pensé en algún punto como Arthur, que la vida era muy corta y no la podía desperdiciar haciendo lo que debía hacer y no lo que quería hacer...

—¿Y?

—Me gustaba mucho la poesía —se sonroja un poco.

—¡Oh! ¿Habrías querido ser poeta?

—A los veinte años todos tenemos ideas tontas de lo que queremos ser.

—Eso es cierto... pero no creo que se curen con el tiempo, sólo aprendemos a renunciar a ello.

—Eso mismo me enseñó mi padre y eso es lo que intento que aprenda Arthur.

—Aunque a mí me parece que seguir luchando por realizar los sueños es la forma de lograrlos. Aunque ya no se tengan veinte años.

—¿No es mejor luchar por algo que si se va a alcanzar?

—Depende de si alcanzarlo y obtenerlo va a hacerte realmente feliz al final.

—La felicidad tiene muchas caras, algunas de ellas ocultas detrás de sacrificios o renuncias. ¿Usted cree que yo tendría algo de todo esto de haber sido poeta?

—Seguramente no, pero no hay ninguna manera de saber realmente como habrías sido más feliz —le sonríe—. Eso decía siempre mi esposo.

—Es verdad, pero la experiencia sirve de algo. Y yo puedo ver desde la posición de padre de Arthur que tengo, que renunciar a Emily por una aventura es renunciar a muchas más cosas de las que Arthur puede ver. De igual manera pasa con Patrick y ese beso idiota. Renunciar a su esposa, a su vida familiar, por un beso con una persona del servicio...

—Es verdad, pero también es renunciar a la pequeña posibilidad de que salga bien... tal vez necesiten pasar por esto y equivocarse antes de poder valorar de verdad lo que les ofreces. Aunque esto les salga mal, ellos son unos muchachos muy apuestos y con tu apellido no tendrán ningún problema en establecerse como esperas cuando sean nada más un poco más mayores.

Lord Kirkland suspira y se recarga en el sillón.

—No es tan simple dejar que las cosas pasen sin poder controlarlas... Si dejo que esto ocurra, Arthur tiene que entender que yo cada vez podré hacer menos por él. No sé si podré conseguirle otra esposa con este antecedente... Tampoco Patrick podrá separarse de esta chica con tanta facilidad después de dejar a Cecil.

—Tal vez ni siquiera quieran hacerlo... y si lo quieren y no pueden sabrán que es solo por su culpa, no por la tuya.

Cierra los ojos y vuelve a suspirar.

—Hablaré con Brittany, quiero saber qué piensa de esto —porque son sus hijos, no los míos—. Si está de acuerdo hablaremos con Arthur y Patrick.

—Esa es una buena idea —sonríe. Él asiente mirándola sonreír otra vez un poco embobado—. ¿Hay algo que podamos hacer mi hijo o yo para agradecerle esto?

Le mira e inclina la cabeza otra vez tomado por sorpresa. Ella le aprieta un poco la rodilla.

—Hacer algo... ¿Por mí? —baja la mirada hacia su mano.

—A cambio de... bueno, Arthur. Que Arthur pueda llevar la vida que desea.

La mira unos instantes y se revuelve un poquito.

—Quizás podría usted convencer a Arthur de... no irse.

—En realidad no quiere hacerlo —asegura.

—Le veo muy convencida.

—Estoy segura —asiente.

Lady Kirkland estará complacida de saberlo. ¿Al menos trabajará como abogado en el negocio familiar? —pregunta ahora seguro de que esta mujer lo sabe prácticamente todo.

—Creo que es fácil que consigas eso, ha trabajado como abogado para nosotros y parecía contento de hacerlo, parece que le gusta ayudar a las personas...

—A excepción de a su padre... —murmura un poco por lo bajo y luego carraspea cuando suena el reloj de la habitación dando la hora.

—Sólo porque no acaba por entenderte, lo que no significa que no vaya a hacerlo.

Asiente un poco y hace por levantarse, deteniéndose en el último segundo.

— ¿Algo más que pueda hacer por usted?

—No... Ya será suficiente si consigues esto para nosotros.

—Bien. Tengo que ir a trabajar.

—Ah... por supuesto —se pone de pie—. Muchas gracias por tu tiempo.

Se pone de pie al mismo tiempo que ella muy educadamente.

—La acompaño a la puerta. ¿Ha traído carro?

Non, he venido paseando —bajo la lluvia torrencial, sí. Lord Kirkland parpadea e inclina la cabeza.

—La enviaré con mi carro y mi chofer a su casa, si le parece bien.

—Ah, no es necesario, no quisiera molestar... Ni abusar de su generosidad.

—No voy a enviarla a casa sola con esta lluvia. No es molestia, además, mandare al chofer a hacer un recado —le ofrece el brazo para llevarla a la puerta como haría con cualquier dama de sociedad sin pensar que no lo es.

Ella le toma del brazo con absoluta naturalidad sin ni pensar.

Merci beacoup...

Lady Brittany está en la puerta de la casa chorreando agua porque cuando se bajó del carro una malévola ráfaga de aire la empapó.

—¡Oh! ¡Brittany! —exclama madamme Bonnefoy yendo hacia ella.

Lord Kirkland se sonroja, ya que estamos, agradeciendo infinitamente que la señora Bonnefoy le haya soltado.

—Oh... Madamme Bonnefoy... Gala. Hola —Lady Kirkland también se sonroja un poco por sus fachas y porque aún no acaba de hacerse a la idea de que esta mujer esté presente en su vida.

—¿Qué te ha ocurrido? ¡Estás empapada! Entra, deprisa —pide invitándola como si esta fuera su casa.

El mayordomo, que es quien ha abierto la puerta a Lady Kirkland, fulmina al chofer porque a su parecer la ha dejado muy lejos de la puerta. Hace unas señas a las chicas del servicio para que vayan por toallas.

Lady Kirkland pasa a la casa agradeciendo sin pensar a Madamme Bonnefoy por invitarla.

—Ahora te encontraras mejor, deberías ir por ropa limpia y una bebida caliente —sigue la mujer francesa, girándose a Lord Kirkland para que se ocupe de eso.

Lord Kirkland se queda ahí de pie mirando a Madame Bonnefoy y a su mujer sin sentirse en lo absoluto aludido. Abre de hecho la boca para decir que va a ir a trabajar, sin siquiera saludar a su esposa. Madamme Bonnefoy le hace un gesto para que haga algo. Él vacila un poco.

—¿Lady Kirkland, se hace cargo usted del carro para Madame Bonnefoy?

—Ehh... Sí, sí. Ehm... ¿Va a salir con esta lluvia?

—No tengo prisa, en realidad.

—Deje que me cambie y bajo a atenderla... Ehh... —mira a Lord Kirkland y luego a ella—. ¿Ya se conocen?

Oui, hemos estado hablando un rato, ¿verdad?

Lord Kirkland carraspea un poco.

—Sí, Madame Bonnefoy me ha explicado algunas cosas sobre Arthur y la boda y... Patrick.

La nombrada asiente y sonríe.

—Oh... Hablaron. Ehm... Y... ¿Qué es lo que piensas? —pregunta tomando una toalla que le ofrece una de sus damas. Mira a uno y luego al otro sin especificar de quien quiere respuesta.

—Creo que lo ha entendido y hará para ayudar a Arthur —asegura ella.

—¡Oh! ¿De verdad? —Lady Kirkland mira a su esposo con los ojos muy abiertos.

—Veo que tú también estas perfectamente informada de esto... —murmura él—. Son muchas piezas en el tablero.

Oui, ha sido muy comprensivo —asegura Madamme Bonnefoy.

—Muy... Comprensivo... —repite Lady Kirkland lentamente mirándole a él.

Lord Kirkland se encoge de hombros y desvía la mirada sin saber bien porque ha sido tan comprensivo. Gala sonríe tomando a Brittany del brazo. Ella se deja, mirándola de reojo y preguntándose si va a venir con ella a cambiarse

—Sigo trabajando entonces, buen día señoras.

La rubia saluda con la mano y le guiña un ojo antes de llevarse a la pelirroja hacia arriba. Guiño que hace que el señor de la casa de sonroje hasta las orejas.

—¡Lo has convencido! —Lady Kirkland la mira impresionada.

—No del todo, ha dicho que hablaría contigo y con los chicos.

—Ni yo ni los chicos vamos a decirle que siga la boda —sonríe un poco y tiene una oleada de afecto hacia la mujer... hasta que piensa un poco más—. ¿C-Como lo has convencido? Es decir... No que no estuvieras en derecho de hacerlo.

—Entonces es muy posible que lo logremos.

Se ríe un poquito poniéndose mucho más tranquila con esto. Y por alguna razón sintiéndose muy íntima con esta mujer, tanto que hasta la mete a su cuarto. Es un típico cuarto de una casa de lujo inglesa, con muebles oscuros y sobrios de madera fina con marquetería. Las paredes son amarillas con azul claro que hace que se vea luminoso a pesar del horrendo clima que trasluce por el ventanal en la pared del fondo. Hay varios cuadros de paisajes en las paredes y al centro una cama con dosel... La cama con dosel.

—En realidad solo le he contado lo que me dijisteis de Patrick y le he pedido que lo considerara —explica tan tranquila, mirando el cuarto con curiosidad... aunque la cama le hace cerrar los ojos y tomar aire con profundidad pensando en si debía... pasar ahí.

—¿Y no ha dicho nada malo? —pregunta incomoda de que este ahí, pero sin notar la tremenda preocupación, se acerca a la puerta doble de roble que le lleva a su cuarto privado, donde están sus vestidos y ropa.

—No, no me parece que haya dicho nada malo —responde más fríamente de repente.

—Me alegra —la mira desde dentro del cuarto y vuelve a pensar en el terror que en algún momento podría haberle dado esta mujer y lo sumamente extraño que debe ser para ella estar aquí—. Gala...

Ella se sienta sobre la cama y pasa una mano por ella imaginándoles besándose ahí tumbados, él sobre ella, medio despeinada y más desnuda que vestida.

Brittany se sonroja, sin que le sea difícil imaginar exactamente en que está pensando la francesa, volviendo a valorar que esto es una cosa que no debería ocurrir, ella no debería estar aquí y... esto debe ser algo que ninguna persona debería soportar.

Gala toma aire profundamente y le tiembla un poco en un sollozo. Brittany se acerca unos pasitos a la cama sin saber qué decir.

—Lo siento... —susurra sintiéndose idiota con todo esto. ¿Cómo se le puede pedir disculpas a alguien por la cosa tan HORRIBLE que ella había hecho? Gala pasa otra mano por el lugar, cerrando los dedos y se levanta.

—La esperaré en la sala.

Lady Kirkland se queda de pie en el cuarto sin decir nada más, pensando que... Es que debería lanzársele encima y romperle la cabeza. Y odiarla, odiarla mucho, no estar peleando por Arthur y su felicidad. Aprieta los ojos y se vuelve al vestidor llamando a su dama para que la ayude a vestirse.

Después de un rato no muy largo, pero si complicado, sintiéndose perfectamente mal y culpable, Lady Kirkland baja a la sala ansiosa.

Madamme Bonnefoy ha respirado un par de veces en la sala, aun sabiendo porque su marido no quería que viniera a esta casa y el daño que iba a hacerle todo esto... pensando que seguro le diría que es una tonta por pasar por todo esto sin que haya necesidad y la odiaría un poco por estar llorando.

Cuando Lady Kirkland entra se encamina directamente hacia ella deteniéndose enfrente del sillón en el que está. Ella se limpia un poco los ojos y le sonríe tristemente.

—Lo siento. Lo siento mucho. No tengo como resarcirla y si la hubiera conocido antes hubiera hecho todo de manera distinta. Nadie, absolutamente nadie merece nada de todo esto.

—No te preocupes, Brittany, sólo soy una tonta.

—¿Tú? No eres una tonta. Yo soy... Mala —se le sienta junto—. Y no merezco que no me detestes.

—Prométeme que no dejarás que mi bebé pase por esto. Que no tendrá que quedarse en casa viendo como la persona que ama se va con alguien más.

Brittany traga saliva y le mira a los ojos, se le humedecen.

—Te lo prometo.

Ella sonríe un poquito y asiente. Y con mucha, mucha torpeza Lady Kirkland se acerca a ella vacilando un poco para intentar abrazarla. Al notarlo, Gala se le echa encima y la abraza de vuelta.

Las palabras le sobran sin poder decir nada útil con ellas, solo abraza a esta extraña y fuerte mujer con una mezcla de sentimientos muy fuertes hacia ella. La francesa llora un poco desconsoladamente sobre ella como nunca pudo hacer del todo con su hijo por ser fuerte por él y consolarle...

Aun con la torpeza, Lady Kirkland le acaricia un poquito la espalda y susurrando "ya, ya está, calma" como haría con sus hijos de pequeñitos, cerrando los ojos y soltando silenciosas y culpables lágrimas, haciendo todo lo posible por consolar a Gala lo mejor que puede. Poco a poco es que se va sintiendo mejor.

—Sé... que siempre te quiso. Sólo tuvo un poco de compasión conmigo. No lo odies por ello —susurra al final.

—No le odio —asegura limpiándose la nariz con su pañuelo porque es incapaz de odiarle y hace tiempo que lo ha notado y durante una época se odio mucho a si misma por ello.

Britanny se muerde el labio porque ella se odiaría y odiaría a Rómulo.

—¿Qué más puedo darte o hacer por ti? No puedo volver el tiempo atrás...

—Nadie puede, ya no importa el pasado —niega intentando ser fuerte de nuevo.

—¿Qué puedo hacer por ti ahora? Además de lo de Arthur...

Niega con la cabeza.

—Quizás... deberías odiarme a mí. Puedes hacerlo. Puedes despreciarme. Puedes terminar mi matrimonio.

La mira desconsolada.

—Si te consuela... entre más pienso en lo que he hecho en mi vida más miserable me parece lo que soy y en lo que me he convertido. Conocerte me ha abierto los ojos a lo débil que soy y a la magnitud de lo que he hecho... Tú eres libre, eres buena y capaz de perdonarme. Yo voy a cargar mi cruz y mi culpa hasta el último día.

—No lo hagas —le sonríe un poco.

—Probablemente el tiempo mejore las cosas. Ahora mismo siento el peso de la culpa sobre mis hombros. Y tú estás aquí, sentada frente a mí, sonriendo con sinceridad —se limpia una lágrima—. Eso no evita que yo me odie a mí misma.

—Saldremos de esto las dos juntas.

Lady Kirkland la toma de la mano.

—¿Estás bien?

—Ahora sí —se la aprieta.

—¿Quieres... Distraerte un poco de todo este drama? Podrías venir conmigo a Harrods... Ahora que ha bajado la lluvia.

Oui —asiente—. Tengo dinero nuevo, tal vez pueda comprarle a Francis unos zapatos nuevos como él quería —porque madre e hijo son IGUALES.

La inglesa le sonríe un poco limpiándose la cara del todo con su pañuelo.

—Quizás podría comprarle una libreta a Arthur y escribirle alguna cosa. Podríamos comprar algo para ambos.

Galal asiente pensando que esa es una buena idea.

—Vamos, necesito respirar un poco de aire —se levanta y sonríe un poquito—. Gracias por hablar con German.

—Pensaba que estarías aquí cuando vine, por eso lo hice —se levanta con ella.

—Fui a comer con la condesa... Y a darme un remojo de vuelta —toca la campanita para llamar al mayordomo.

—Lleva todo el día lloviendo muchísimo, es verdad —asiente la rubia.

—Bueno, detrás de la lluvia siempre hay luz.

—Que hermosa idea.

—Eso... Lo pensaba tu marido y me lo decía con frecuencia, especialmente en momentos de desesperación.

La rubia suspira.

—Y es verdad... Uno sobrevive a casi todo —la mira y tira un poquito de su brazo hacia la puerta—. Más aún si puede uno comprar un sombrero nuevo o unos zapatos para su hijo.

Gala la sigue cabizbaja pero sonríe un poco de nuevo con eso.

—Podemos tomar té en un salón que está cerca de Harrods...

—Bien —asiente—. Puedes contarme mejor ese asunto con la chiquilla de los Jones, Francis me lo explicó bastante por encima.

La toma del brazo como si fuera alguna de sus otras amigas o sus nueras, que siempre la toman del brazo para caminar a su lado aunque ella lo odie. Y Gala le pone las manos sobre las suyas tan tranquilamente.

—Hace un par de días hubo una fiesta en casa del Coronel... —empieza a contarle yendo hacia la puerta. Y ahí se van las dos.


No olvides agradecer a Holly su beteo y edición