Francis le hunde la nariz en el cuello al inglesito y le aprieta el culo, por qué no, habiéndose despertado pero sin querer realmente hacerlo.
Arthur remolonea porque tampoco quiere despertarse y está muy cómodo y muy calentito susurrando algo indescifrable.
—¿Qué es lo que dices? —pregunta el francés sin entenderle.
—...astelitos.
—¿Astelitos?
—Dos —asiente.
—¿Dos?
Se acerca un poco más a él y se relame con los ojos cerrados. Francis se despierta un poco más al escuchar que se relame.
—Mmm... ¿Algo más?
Niega y se acerca a buscar algo con la boca para comerse su pastelito. Francis con su buena suerte gira la cara en el momento preciso y consigue que le dé un beso.
Así que es un beso un poco raro porque en un principio estaba comiendo, pero pronto el sueño cambia al notar que no es repostería lo que ha aterrizado en su boca aunque sí podría ser un dulce postre.
Francis no se resiste de profundizar el beso todo lo que puede, acostándose encima del inglés. Pronto este no sabe si está despierto o dormido porque el sueño y la realidad son lo mismo, devolviéndole el beso sin reprimirse de nada. Y Francis nota, ahí en lo más profundo de su subconsciente, que sí hay cierta diferencia entre los besos reprimidos y los que no.
Se lo COME perdiendo del todo la cabeza... Y despertándose. También del todo. Bueno, poca, porque en general le sorbe tanto el cerebro que acaba por sucumbir y el sastre se convierte en una especie de bola de demolición que destruye una a una todos sus miedos y represiones como si fueran paredes de ladrillos estallando en todas direcciones.
El sastre se mueve arriba de él buscando fricción nuevamente y, como buen adolescente, no tarda absolutamente nada en estar listo para la batalla. Y Arthur que no se está reprimiendo pues más o menos lo mismo.
Y ahí es cuando Francis tiene a bien separarse un poco y mirarle con ojos de completa pasión... Después de unos segundos los aprieta, asegurándose a sí mismo que aún es pronto, bajando la mano para hacerlo así. Es impactante que Francis se reprima de ello, pero no quiere asustarle, así que no quiere proponerle que hagan otras cosas.
Aunque de hecho, Arthur se dejaría hacer todo lo que quiera, aún no está seguro de estar despierto. Pero... Bueno. Denle un aplauso por ser razonable esta vez, que NUNCA lo es. Es que ayer le riño por solo pensar en eso y lo crean o no... Francis si le escucha... Un poquito. Aunque sea un poquito.
Arthur reacciona a todo lo que hace, hundiendo las manos bajo el cojín y moviéndolas arriba y abajo. Y siento decir que de nuevo esto no va a durar demasiado. Y cuando acaba es el inglés quien va a devolverle el favor, sonriéndole.
Francis le sonríe de vuelta dejándose llevar por las manos del inglés que parecen moverse con más fluidez y seguridad hoy. La sonrisa enorme le pinta los labios cuando termina, estirándose en la cama tirando del cuello del inglés para que le dé un beso.
Y se lo da con absoluta satisfacción y tranquilidad. Las ventajas de creer que se está soñando.
Cuando se separan del beso Francis está completamente relajado y despreocupado. Se pasa una mano por el pelo y le mira de reojo.
—Deberíamos ir a comer con Antonio.
—¿Eh?
Le acaricia la cara y sonríe.
—Quiero que te conozca.
—Bueno —solo porque es un sueño.
El sastre sonríe más, ilusionado, echándosele encima para abrazarle.
—Te va a caer muy bien, es muy divertido. Y hace una comida deliciosa.
—Ah... —sonríe un poco y parpadea abrazándole sin acabar de entender qué está pasando.
—Antes quiero desayunar un café porque si no, no me despierto —bosteza.
—D-Despertar... ¡Despertar!
— ¡¿Eh?!
— ¡No estoy soñando!
— ¿Soñando? Claro que no.
— ¡Debiste decírmelo! ¡No lo sabía!
— ¿Qué? —se ríe pensando que esta de broma.
—¡Decírmelo!
— ¿Decirte qué, amor mío?
—Que estábamos... —se sonroja y se olvida de lo que iba a decir con esa forma de llamarle.
El francés se incorpora un poquito hasta recostarse sobre sus antebrazos y codos y echa un poco la cabeza hacia atrás, mirándole de reojo. Le sonríe.
El inglés toma las sábanas y se tapa hasta la nariz, mirándole por encima, haciéndose un poco bolita.
—Vengaaaa. ¿Qué pasa? —se ríe melodiosamente de nuevo.
Se tapa del todo la cabeza con la sabana. Francis se estira hacia él tocando la sabana.
—Mon petit lapin... ¿Qué pasa?
Se hace bolita sobre él aun escondido dentro de las sábanas. Francis le abraza y acaricia un poquito la espalda. Se siente mejor, pero no se mueve
—Anda, vamos a vestirnos. ¿Quieres que te preste algo de ropa?
Asiente debajo de la sabana con la cabeza sobre su pecho sin ninguna pretensión de moverse. El francés sí intenta moverse, pero lo abraza y no le deja. Le da un beso en la frente
— ¿Va todo bien?
Asiente, pero no se mueve
—Vamos entonces... Tengo un traje blanco que se te verá muy bien.
Asiente... y de nuevo no le suelta. Francis le aprieta contra sí.
— ¿Qué pasaaaaa?
No contesta.
— ¿Quieres flojear un poco más?
Se lo piensa unos instantes... y asiente.
—Eres un tramposo.
Saca un poquiiito la cabecita para mirarle con gesto interrogante.
— ¡Lo que quieres es robarte las sabanas y quedarte aquí en lo que te hago desayuno! —protesta riendo un poco y abrazándole.
Como si acabara de invocar al demonio de los pastelitos, a Arthur le ruge el estómago. Francis se ríe.
— ¡Ja! Alguien quiere comer mi "asquerosa" comidaaaa —canturrea.
—Noooo —miente.
—Mentiraaaaaa
—Nooo —se vuelve a esconder dentro de las sábanas. Risas varias. Le pica ahí dentro de las sabanas al notar que se ríe.
— ¡Ahhh! —protesta.
Y luego se ríe maligno y le agarra del asunto.
—Oh... ¡Oh! —da un saltito sin esperárselo
Arthur se ríe más pero no saca la cabeza ni le suelta, solo se reacomoda.
—Ten muuuuuucho cuidado con eso que traes entre manos.
— ¿Ah sí? ¿Por qué? —le aprieta un poquito.
—Ay... —protesta un poco apretando los ojos—. ¡Es zona delicada!
—Si usaras un pijamaaaa —canturrea él y se lo vuelve a acariciar un poco como antes ha notado que le gusta, solo por jugar y molestar.
—No podrías acariciarme así... —sisea un poco con un tono de voz gutural y extraño... Arthur le aprieta otra vez—. C-Como sigas ha-haciendo eso...
Le suelta y suspira. Francis parpadea porque no esperaba que le soltara en lo absoluto. Aun así sonríe un poquito.
—Ja... Que fácil has perdido.
— ¿Qué? —se gira panza arriba en el colchón y gira la cara para mirarle.
Sonríe triunfal.
— ¡Me has soltado en cuanto lo he pedido!
—Pues... eso no es perder.
—Es dejarme ganar que es más o menos lo mismo. A ver... Vamos a ver —intenta meter la mano bajo las sabanas.
Se la pica imaginando a lo que va
— ¡Agh! ¡Andaaaa! ¡Deja de ser salvaje y veremos si es verdad que quitar la mano no es perder! — Francis se ríe encima del inglés—. Acéptalo, quieres de mi comida deliciosa.
— ¡No es verdad!
—La quieres con muchas, muchas ganaaaas —canturrea.
—Eres un tonto completo y no quiero saber nada de ti —se hace el ofendido intentando darle la espalda.
— ¿Nada de nada? Vale... Te dejo aquí en MI cama mientras te hago desayuno.
—Nada de nada —se cubre la cabeza con las sábanas infantilmente.
El galo le da una palmada en lo que calcula es su culo. Levantándose de la cama.
— ¡Ah! —protesta más por el susto que por la palmada, con un saltito y saca un poquito lo ojos mirándole por encima del hombro.
Francis se va a la cocina con solo su camisa blanca de algodón contoneando las caderas. Arthur incluso se incorpora un poco y se echa a un lado para conseguir una mejor perspectiva. Tratando de ver algo bajo la camisa, aunque tiene bastante con sus piernas y su imaginación. Acaba tapándose la cara, avergonzado.
Francis, no le digan a nadie, pero busca a ver que les hizo su madre de desayuno, seguro de que les preparo algo a ambos. Se decepciona un poco al ver que no ha dejado nada. Asumiendo que, en efecto, no se ha pasado siquiera por ahí. Así que decide buscar por ahí algo que hacer.
Arthur busca su ropa como un desesperado o algo con lo que cubrirse. Pues su ropa no recuerda donde está, pero si hay ropa de Francis. Elige algo del francés para vestirse antes de meterse a la cama de nuevo. Vestido...
Francis se toma su tiempo en inventar algo que desayunar. Cuando al fin consigue prepararlo todo lo pone en una charola y le roba a su madre una flor de un ramo que le ha mandado el profesor. Nadie lo sabrá nunca. Y ahí se va al cuarto sonriendo un poco, pensando que tener alguien a quien cocinarle es muy divertido.
Para entonces, el inglés esta sobre la cama pero tiene la cabeza metida bajo la cama, boca abajo, espiando por ahí debajo a ver qué encuentra.
Francis se recarga en el marco de la puerta mirándole con el ceño medio fruncido y sonriendo sin saber qué demonios hace. El escritor encuentra algunos papeles en blanco que seguro solo se le cayeron por ahí sin notarlo, intenta alcanzarlos estirando las manos.
Francis sigue mirándolo en silencio a ver si descubre que pretende
Casi se cae, aunque se detiene con una mano en el suelo, se mueve más hasta conseguir tomarlos y subirlos de nuevo a la horizontalidad superior del colchón.
—Allô.
Vuelve a asustarle y se le caen de las manos al oírle, soltándolos por el suelo y mirando hacia el lugar de donde proviene la voz completamente atrapado.
— ¿Qué haces?
— ¡Nada! —chilla y se mete a la cama tapándose como si hubiera estado en eso todo el tiempo.
— ¿Estabas barriendo mi cama por abajo?
—No, estaba durmiendo —le da la espalda.
—Te traje rico desayuno.
—No lo quiero, no tengo hambre —responde y le ruge el estómago de nuevo, como no.
—Claro que no tienes hambre, ya imagino.
— ¡Cállate! —vuelta a taparse la cabeza con las mantas.
—Oh, venga, Arthur.
El nombrado remolonea moviéndose de un lado a otro sin contestar.
—Siéntate, anda
Pero no se mueve
—Arthuuuuur.
—Nnnn —protesta remoloneando más.
—Va a enfriarse.
—Me da igual —pero espía un poco lo que hace.
Pone la charola sobre la mesita de noche. Arthur se gira un poquito, aun cubierto casi del todo, pero ya no le da la espalda.
—Te gustará, deja de hacerte el señoritingo.
—Vete.
Parpadea y le mira frunciendo el ceño.
— ¿Perdona?
—Que salgas... —hace un gesto con la mano.
Parpadea otra vez y profundiza el fruncimiento del ceño. En realidad, en todo este tiempo Arthur le ha hecho sentir que son bastante iguales, pero recuerda repentinamente que no lo son.
—No... Soy tu sirviente.
— ¿Eh? —saca la cara y le mira a los ojos porque... lo que pasa es que sí tiene hambre y se lo va a comer todo deprisa y con ansias y le da vergüenza hacerlo frente a él.
—Pues... No es como para que me eches así.
—Solo digo que te vayas del cuarto.
— ¿Por qué?
—Porque... me molestas. Quiero dormir.
— ¿Cómo voy a molestarte?
—Haciendo ruiditos todo el tiempo.
—Te hice desayuno.
— ¿Ves? Esos ruiditos.
— ¡No son ruidosos, te estoy hablando!
—Ruidos, ruidos, ruidos.
Le mira frunciendo el ceño un poco ofendido. Arthur le hace con la mano el gesto de blablablá. Se levanta de la cama.
—Arthur —se sienta en la cama aun con su ceño fruncido.
El nombrado se acerca y se hace bolita contra él sin descubrirse ni dejar de hacer blablabla con la mano. Francis desfrunce un poco el ceño. A estas alturas Arthur parece que haga el pato.
Le da un beso a la mano que mueve. La mano se paraliza un instante antes de meterse bajo las mantas rápidamente. Hasta abre los dedos, antes de cerrar el puño y esconderla.
— ¿Tampoco quieres besos entonces?
Niega fervientemente con la cabeza bajo las mantas y acaba moviéndose todo él de lado a lado, cayéndose un poco sobre el francés.
— ¿Por qué noooo?
—Porque eres tonto y no me gustas
— No, qué va.
— ¡Es la verdad! —protesta sin descubrirse
—Seguuuuuro. Tú a mí tampoco me gustas. De hecho te odio —kilos de sarcasmo en esa declaración.
—Sigues siendo tonto —abre un poco las sabanas para pincharle en los muslos y vuelve a rugirle el estómago.
Él se ríe intentando que no le pique y metiendo una mano por el agujero que ha abierto.
—Tienes hambreeeee.
— ¡Ah! —le toma la mano y tira de él hasta girarse cara arriba haciendo que Francis se le caiga encima, sobre la cama. Destapándose.
Francis le mira aunque esta vez no se le cae el pelo a la cara porque se lo ha amarrado en una medio desordenada (y sexy) colita.
Arthur le mira sobre si sin saber muy bien que hacer ahora... así que hace un poco como con sus hermanos y pelea para subírsele encima y "vencerlo". Francis ni siquiera opone resistencia, deja que se le suba y lo inmovilice.
— ¡Ja! ¡Gané! —sonríe vencedor.
— ¿Eh? No, no ganaste.
—Claro que sí.
— ¿Ganaste qué? No me has dado un beso.
—No es con un beso que se gana —se sonroja un poquito.
—Tampoco es con ponerte encima.
—Claro que sí, se gana consiguiendo que tu espalda toque el colchón y no puedas defenderte— explica mirándole a los ojos y dejando de hacer un poco de fuerza, porque... este juego... bueno, claro, nadie había dicho las reglas, pero era de conocimiento popular, ¿no? Todos los chicos jugaban a eso alguna vez... con sus hermanos o su padre.
Francis inclina un poco la cabeza con esas reglas y frunce levemente el ceño.
— ¿Pero qué gracia tiene este juego si es obvio que eres más fuerte que yo y me tienes detenido de los brazos? claro que no puedo defenderme.
—Pues... ¡es una pelea! —exclama como si fuera obvio y sonríe un poco esperando que con eso ya lo entienda y forcejee.
— ¿Pero por qué hemos de pelearnos?
—¡Pues tú y yo! —exclama y se incorpora, soltándole las manos y mirándole aun sentado sobre él.
— ¿Pero por qué? Es decir, ¿pretenderías que yo intentara acostarte de espaldas y hacer que no pudieras defenderte?
— ¡Sí! Bueno, o más bien intentarlo, porque dudo que tú... —sonríe, expresamente para molestarle. Francis hace los ojos en blanco y se ríe.
—Dieu. Probablemente no necesite la fuerza.
— ¿Perdona?
—Claramente por fuerza no voy a ganarte tan fácil.
Arthur sonríe vencedor.
—Entonces no vas a ganarme y ya.
—Mmmm no estaría yo tan seguro —sonríe.
—Hasta que no me lo demuestres no te creeré —le reta cruzándose de brazos, sonriendo de lado.
Francis sonríe con cierto brillo en los ojos. Extiende una mano hacia el inglesito y se la pone en el abdomen. Éste lo tensa sin soltar los brazos cruzados. Es decir, lo pone duro, a pesar de la ropa.
Francis le acaricia un poco el abdomen poniendo la otra mano en su pierna. Y Arthur se revuelve un poco incomodándose, pero no se mueve impertérrito en ganar.
Sube la mano del muslo hacia su culo y sonríe medio malignamente. Arthur parpadea y se incomoda un poco más, apartándose un poco y tensando los músculos otra vez al paso de la mano.
— ¿Q-Qué haces?
— ¿De qué? —sigue moviendo suaaaaavemente las manos sin tocar nada realmente indebido.
—D-de... esto —vacila otra vez
— ¿Yo? No estoy haciendo nada —cara de angelito sin dejar de mover las manos.
Traga saliva y se deja hacer. Mirando el movimiento, nervioso. Francis empuja un poco la mano de su abdomen y mueve la mano de la pierna hacia la rodilla. Intenta incorporarse un poquito.
— ¿Sabes qué es lo mejor?
Se mueve para atrás dejándole para que lo haga, fuera completamente ya del juego de lucha. Francis sonríe un poco y le acaricia levemente el pecho, empujándole para recostarle ahora de espaldas en la cama.
— ¿Q-Qué? —se deja, mirándole a los ojos hipnotizado.
—Lo mucho que me gustas.
— ¿Qué? —le sale una voz agudita, sonrojándose.
Se acuesta sobre él y le da un beso en la mejilla. El inglesito se pone más nervioso sin saber qué hacer ni qué hace el francés. Ya se ha olvidado completamente de lo que tenía que hacer.
El francés le acaricia el costado y sube hasta su brazo. Le acaricia el brazo y entrelaza los dedos con ella. Él le aprieta la mano con ello. Le besa otra vez, ahora el cuello y le busca la otra mano. Arthur cierra los ojos, echando la cabeza atrás. Le besa la manzana de Adán tratando de conseguir un maravilloso escalofrío.
Consigue que aguante la respiración y también el escalofrío. Francis sonríe un poco más aun y le mordisquea abajo del oído.
—Mmm... —se le escapa placenteramente sin poder evitarlo.
—Gane —susurra el francés antes de morderle el lóbulo de la oreja.
— ¿E-eh? —no sabe de lo que hablas.
Francis sigue besándole el cuello, aplastándole más contra el colchón e inmovilizándole también las piernas con las suyas. Sonríe. Arthur ni se entera, mientras no pare de hacer esas cosas tan maravillosas con la boca estará completamente hipnotizado y perdido por él.
El sastre sonríe y sigue un rato más porque le encantan los soniditos que hace y como se derrite a su paso. Aun así, se separa un poco más adelante y le mira sonriendo, acariciándole la mejilla. Y Arthur se va detrás porque ahora venía un beso y él lo quería... y no acaba de entender por qué para...
Y es que Francis es un corazón de pollo, se acerca y le deja besarle, acariciándole un poco el pelo. Y Arthur es feliz con ello, sonriendo... aunque sigue hambriento. Francis vueeeeelve a separarse y a mirarle sonriendo. Que le mira todo atontado con los ojitos en forma de corazón. Francis le acaricia la cara y sonríe
—Me encantas.
El inglesito se ríe tan tontito y se deja caer sonrojado intentando taparse la cara con las manos. Así en plan "jijiji, esto me da vuergüencita pero me gusta mucho". Francis le acaricia más el pelo y sonríe del todo acostándose a su lado.
— ¿Ves que no se necesita fuerza y si amor?
— ¿Eh? —se descoloca.
—También puedo ganarte con mucho amor sin necesidad de fuerza.
— ¿Ganarme qué?
—Al juego ese de las luchas.
Parpadea tres o cuatro veces.
—Pero si no me has ganado.
—Si acabo de ganarte por muchísimo rato, Mon amour.
— ¡Que va!
—Si estabas ahí inmóvil sin hacer nada. No podías quitarme siquiera.
— ¡Claro que podía!
—Ni siquiera te acordaste.
— ¡Pues es que no estábamos peleando siquiera! —se incorpora yendo a buscar las cosas de desayuno.
— ¡Estábamos peleando a mi modo!
— ¡No vale si no sé qué lo hacemos! —exclama abriendo la boca y dando un gran mordisco a la comida.
—Te dije "mira como yo puedo sin usar la fuerza".
—Eso no signi... —empieza a callarse amoldando las reglas a sus intereses y se queda callado mirando el trozo de quiche con las cejas en el techo, porque está realmente muy bueno.
— ¿Qué? —inclina la cabeza.
No le hace caso ahora ya y se come otro pedazo con ganas, pensando que es lo mejor que ha comido nunca en toda su vida, que no tiene nada que ver con la sopa de ajos del otro día.
— ¿Dónde compráis esto? —pregunta porque es imposible que haya tenido tiempo de cocerlo ahí antes... aunque debía tenerlo preparado de ayer o así porque no ha bajado tampoco a la calle, cree.
— Los... ¿Huevos?
—No, ¡esto! El... pastel o lo que sea —apenas si traga para hablar.
—Un quiché. Lo hice yo. ¿Te gusta?
— ¿Du 'é? —pregunta ahora con la boca llena, dejando de comer como loco.
— ¿Eh?
— ¿Que tú... qué? —pregunta después de tragar.
—Lo preparé hace rato.
Se queda con la boca abierta unos instantes... mira el quiche, mira al francés, mira el quiche de nuevo y la deja en el plato levantando la barbilla.
—No me gusta —miente porque no quiere que piense que cocina tan bien.
— ¡Ah! ¡Venga!
Niega con la cabeza y se sacude las manos para dejar caer las miguitas al suelo... demasiado acostumbrado a que venga alguien más a limpiar.
—No es posible que vayas a hacerte... ¡Eh! Deja de tirar comida al suelo que hay hormigas.
Da un saltito y para de hacerlo. Mirándole regañado
—Además sí que te ha gustado.
—Claro que no —discute cruzándose de brazos.
— ¡Te vi comerlo como enajenado!
— ¡Eso quisieras que hubiera pasado! —igual se sonroja.
—No es que quisiera, te acabo de ver.
—Claro que no —hace un gesto de desinterés con la mano. Él sonríe.
—Eso dices pero es mentiraaaaa.
—¿Qué? ¡No! —se sonroja más con la acusación y suelta los brazos, echando atrás la espalda.
—¡Sí que es mentiraaaaa! Mentira, mentiraaaaa —Francis canturrea sonriendo porque le parece que el inglesito es bastante mono negando algo tan obvio.
— ¡Noooo! —le salta encima y lo tira de espaldas contra el colchón.
El sastre suelta un agudo grito de nena que hace sonreír al británico.
—¡Arthur! — protesta —, aun así ¡te ha gustado el quiché!
—Nooo —le pica la frente con un dedo.
—Sé más delicadoooooo —aprieta los ojos.
—Que débil eres —igual para, sonriendo y se tumba a su lado—. ¿Qué vamos a hacer hoy? ¿Vas a trabajar? No sé ni qué día es ni qué hora es.
—Es... ¿lunes? ¿Martes? Trabajar... Debería trabajar. Aunque ahora tengo menos trabajo que antes por tu culpa —se estira un poco—. Tony, hemos dicho de ir a comer con él, ¿quieres?
De repente levanta las cejas, sin contestar. Francis le mira de reojo.
—Hoy... —susurra.
— ¿Aja?
—Creo que hoy es mi cumpleaños —le mira de reojo.
—Hoy es... Quoi? ¡¿Es tu cumpleaños?!
—Eso creo... —le mira. Francis sonríe.
— ¡Ehh! ¡Eso es fantastique! —se sienta en la cama. Él le mira aun tumbado—. Pero hay que celebrarlo y... oh... —suelta con cierta decepción pensando en algo.
—Sólo espero que no hayan ido a buscarme a mi cuarto para despertarme o esperaran verme en el desayuno—asegura apretando los ojos porque se le había olvidado por completo.
—Justo eso pensaba... Seguro tendrás que ir a que te celebren ellos.
Le mira desconsolado porque no quiere irse a que le riñen y le griten por no dormir en casa y todo eso. Francis suspira y se muerde el labio.
—Quizás sea entonces mejor que te vayas yendo, si no han notado aun tu ausencia mejor que no la noten.
—Pues no creas que estoy tan feliz de estar aquí ni nada, eres una rana francesa pesada y tonta —se tapa la cara con las manos porque no quiere irse. Francis le mira con el ceño fruncido un par de segundos... Y se le escapa una sonrisa
—Y yo odio a todos los franceses... y a ti más —sigue con su letanía.
—Ya, claro... Un odio profundo —se ríe un poco y se le echa encima acostándose de nuevo encima de él.
—Sí te odio —se destapa la cara y le abraza un poco. Él se le esconde en el cuello, sonriendo aun.
—Yo no te odio, señoritingo pirrurris.
—Porque eres tonto, niño vulgar y barriobajero.
—Quizás sí que sea por eso que te quiero... Y no pretendo dejar de hacerlo.
Traga saliva y se sonroja con eso, girando la cara al otro lado. Siente cosquillitas en la boca del estómago y que debería decírselo él también. Francis toma aire y se relaja sobre el inglés.
—Yo no... —vacila sin saber que decir. El francés levanta las cejas y se le esconde un poco más en el cuello—. Tú eres un tonto y... Quieres que te diga que te quiero, pero me da vergüenza.
Sonríe un poquito apretándole contra sí.
—No tendría por queeee.
—Bah, así no vale —se ríe. Arthur se ríe también—. Así que, ¿sabes todo lo que voy a hacer?
—Por supuesto.
— ¿Cuando voy a darte un beso lo anticipas?
—Lo que pasa es que ahora vas a intentar que no anticipe algo para decirme "yo tenía razón". Eres muy predecible.
—Nah, voy a seguir haciendo lo que hago y dándote besos que dudo mucho que anticipes.
—Solo lo dices para llevarme la contraria.
—Desde luego.
—Así que yo tengo razón —sonríe.
—En esto, sólo un poquito.
— ¡Ja!
—Aunque no es verdad que todo lo que hago te parezca predecible.
— ¿Ah, no?
—Hace rato no sabías que te dominaría a besos.
— ¡No me has dominado!
—Te domine por completo.
— ¡Claro que no! —protesta y piensa por un instante si puede conseguir que lo haga otra vez molestándole así.
—Desde luego que sí, estabas así perdido.
—En tus sueños...
Frunce un poquito el ceño
—Pon la cara que quieras, pero...
—¡Pero nada! —protesta frunciendo el ceño aún más y acercándose a él—. Ni siquiera te diste cuenta.
—Claro que no, esas son tus fantasías.
Le da un besito en la mejilla. Arthur se sonroja un poco. Le da un besito en el cuello.
—Veras como se convierten en las tuyas.
—Eso es lo que te gustaría, pero tú eres el que me pidió ayer una historia.
—A ti te gusto mi quiché.
—Pffff claro que no —miente.
—Hablar es muy fácil, ma cheri.
—Pues igual lo es para ti.
—Yo vi tu cara, no seas latoso —beso en la barbilla
—Y yo sé lo que comí y sabía maaaaal, seguro como la comida esa de tu amigo tonto hermano secreto al que quieres llevarme —levanta la cabeza para que llegue mejor a todo.
—No es ningún amigo secreto —vuelve a tomarle de la mano.
—Eso no lo sabemos.
—Es imaginario —se ríe.
—Con lo que se parece a tu padre...
—Si se parece a mi padre... En carácter también —piensa un poco en ello.
—Por eso, lo hablamos el otro día.
—Lo sé, lo sé. No me he dado el tiempo de pensarlo bien.
—De todos modos no hay forma de saberlo con un expósito.
—No, pero sería bonito.
— ¿Sí? ¿Qué harías? Tal vez te pediría la mitad de tu herencia.
— ¿Tony? Se la daría.
—¿Por? —es que él no les daría ni agua a sus hermanos.
—Él es como mi hermano ya... Le daría lo que requiriera.
— ¿Pues por qué no se lo das ya? —pregunta pretendiendo que no se haga el tan generoso.
—Había pensado que tendría que ayudarle con su restaurante...
— ¿Va en serio? ¿A eso quieres ir?
—Nah, quiero presentártelo.
Suspira.
— ¿No quieres?
—Sí.
Le sonríe.
—Aunque hoy no parece ser posible...
— ¿Por qué?
—Porque es tu cumpleaños y tienes que ir con tu familia. ¿No te harán una fiesta?
—No, no lo creo... tal vez una tonta cena familiar.
— ¿Por qué tonta? Es tu cumpleaños. ¿Te llevaran regalos?
—Porque las cenas familiares son lo peoooor —mueve las manos y las piernas haciendo angelitos sobre las sábanas y se encoge de hombros a la pregunta.
— ¿Por quéééé? —se ríe dejándole hacer pensando que él no le ha comprado nada—. ¡Oh! ¡Ya sé que voy a hacer!
— ¿Qué?
—Voy a hacerte un regalo —se hinca en la cama.
— ¿Eh? —parpadea—, nah, no hace falta.
—Sí que lo hace... Voy a hacerlo ahora. ¿Por qué no te aseas y vistes y ahora bajas a la sastrería?
—Mmm... —es que esta hoy taaaan perezoso—. De acuerdo, de acuerdo.
Francis le sonríe y se le deja caer encima de nuevo. Arthur lo abraza con eso sin moverse.
—Así no puedo levantarme.
—Eres tú el que no me deja ir —le peina un poco, sonriendo embobadito. ¡Es increíble lo que cuesta sacarles de la cama!
— ¡Ah! Que caradura —se ríe apretando el abrazo.
—Nah, eres tú el insoportable —se humedece los labios.
— ¡Claro que no! —gira y se le pone encima.
— ¡Claro que sí!
Pueden pasarse la vida peleando así... Es impresionante.
—Noooo —canturrea.
Francis se incorpora un poco pasa buscarle un beso. Él se deja. Sonríe un poquito cuando se separa dejándose caer otra vez en el colchón y el inglés se acerca a por otro. Francis entreabre los labios y le da un beso considerablemente más guarro y profundo. Que se lo devueeeeelve siguiéeeeendole. Y ahí están otra vez de adolescentes lujuriosos.
La única forma de sacarlos de ahí es que alguien golpee la puerta del cuarto. No sé si Francis reacciona un poco porque lo que es Arthur... Francis se separa un poco de Arthur, solo un segundo...
—Adelanteee.
—Francis, sé que estas acompañado y lo siento, pero... —entra la cabeza de Mathieu con los ojos cerrados—. Deberíamos trabajar en los trajes de la familia Kirkland...
Arthur levanta las cejas y se paraliza sin saber qué hacer.
Un instante más tarde, cuando deja de estar paralizado por el miedo, rueda hacia lejos de la puerta y se deja caer escondido fuera de la vista del ayudante del sastre, gracias a la cama.
—Ah, Mathieu... Oh, Allô! —Francis se levanta y se cubre con la sabana... Tiene la desfachatez de sonrojarse un poco.
—Buenos días. Lo lamento de verdad, no sé si estáis visibles, pero de verdad necesitamos hacer algo con eso. Faltan todos los trajes de Arthur Kirkland y ni siquiera logro encontrar la hoja con las medidas que me dijiste... lo de los demás ya están dibujados, cortados y montados, pero necesito que les eches un vistazo.
Francis levanta las cejas, le mira y al oír que lo tiene ya cortado le abraza.
— ¡Ah! ¡Mi asistente maravilla!
Se deja, sonriendo un poco.
— ¡Ya tienes dibujados, cortados y montados! Mon Dieu! ¡No te pago lo bastante! Voy a tener que darte un bono.
Arthur empieza a entender porque tiene Francis problemas de dinero. Hay que compartir con todos.
—Ahora... Ahora bajo a ver las... No, de hecho voy de una vez que si te digo que bajo en un rato no voy a bajar jamás —le sonríe peinándolo a él también un poco y girándose a buscar unos pantalones en su armario.
— ¡Ah! Muchas gracias —asiente Mathieu.
El francés le sonríe de vuelta terminando de vestirse con parsimonia y tranquilidad, mirando hacia el escondite de Arthur de reojo solo una vez. Se lava un poco las manos y la cara en una pileta con agua que hay cerca de la cama y se peina, mucho mejor que como se ha peinado un rato atrás.
—Te he dicho ya que he encontrado una chica que... Oh... —le mira desconsolado.
— ¿Qué? —pregunta esperándole en la puerta mientras Arthur espera a oír que se van para salir.
—La chica... Oh, Mathieuuuuu! ¡Creo que ya no está disponible! —protesta agobiado con ello abrazándole de la cintura al salir.
— ¿Es la chica que tienes ahí escondida? —pregunta.
—Non, Non. Esta... Ehm... Chica... Es otra —asegura sonrojándose un poquito y llevándoselo de ahí.
En cuanto salen del cuarto, Arthur no sabe qué hacer. ¡Mathieu casi le ve! Solo falta eso, una persona más a saberlo. Desde luego no puede bajar y verle, ni aun vestido y arreglado. Pero irse sin despedirse... da una vuelta sobre sí mismo y se deja caer en la cama de espaldas, haciéndose un pequeño capullito con las sábanas, pensando que Francis es taaaan guapo y le gustan tanto sus besos y todo lo que le hace y hablar con él y... suelta un suspiro tan grande que se asusta a si mismo de eso y de lo que está pensando. Tiene que meterse entero debajo de las sábanas para esconderse.
Tras asegurarse a sí mismo que Francis es un idiota y a él desde luego que no le gusta, lo que ha sobrado del quiche lo llama como una letal pero irresistible melodía. Se relame aun tapado con las sábanas por la cabeza y se acerca gateando, sin poder evitar mirar alrededor para asegurarse que nadie le ve, como si acaso hubiera alguien más en el cuarto antes de hincarle el diente con absoluta felicidad y comerse hasta las miguitas más pequeñitas. (Gesto que no pasara desapercibido para Francis, quien te amara por siempre por ello)
Se chupa todos los dedos pensando que debe ser tan bueno porque lo ha comido con las manos y eso desde luego siempre influye en el sabor de la comida y luego mira a la puerta pensando en que tiene que marcharse de aquí.
Tal vez podía esperar a que volviera nada más tumbado en la cama desnudo y... se sonroja muchísimo corriendo a por sus pantalones con esa idea. Además debía llevar el plato al fregadero para ocultar que se había comido el resto del pastel, o sabría que le habría gustado, pero no tiene ni idea de si hay alguien más en la casa, como Madamme Bonnefoy.
Madamme Bonnefoy, poseedora oficial de todos los secretos de la familia Kirkland. Solo faltaba encontrarse con ella, estaba seguro que nunca más podría mirarla a la cara y si además le había oído chillar de placer o algo... no que lo hubiera hecho, porque definitivamente no había sucedido nada que lo ameritara, se repite a sí mismo una y otra vez mientras se asea.
Francis baja con Mathieu terminando de vestirse y sonriendo aun como idiota sin hacerle demasiado caso cuando le explica lo que ha cortado. Le corrige realmente pocas cosas pensando que Arthur es tan mono y le ha gustado el quiché aunque diga que no.
Se pasa una mano por el pelo reflexionando en el asunto de que hoy es cumpleaños de Arthur. ¡Ni siquiera sabe qué día es! Se dispone prontamente a averiguarlo en su calendario, pensando en todas las cosas que no sabe de Arthur... No llevan ni una semana completa de conocerse y por alguna razón siente que han convivido tanto en momentos tan especiales que pareciera que se conocen de toda la vida.
Sonríe un poco decidiendo dejar de sobre pensar y analizar las cosas que solo le suele llevar a temerles innecesariamente. Tomando sus tijeras y tras darle a Mathieu el visto bueno de los trajes corta un cuadro pequeño de una de las telas de traje café, enhebra una aguja y se dispone a coserle a Arthur su pequeño regalo de cumpleaños.
Arthur que ha sacado la cabeza por la puerta investigando si en el piso hay alguien más, va saliendo de un cuarto y otro acercándose a la cocina para dejar su plato en el fregadero, aun mirando alrededor, nervioso.
Tras lograrlo mira las ventanas a ver de cual se puede descolgar para marcharse. (Francis no cuenta con esa astucia). Es que está ahí Mathieu...
