Después de estar un rato concentrado cosiendo, Francis termina un conejito miniatura de tela y sonríe satisfecho. Aunque el chico le pide a Francis otra vez por las medidas de Arthur que no tienen.

—¡Ah! ¡Las medidas de Arthur! Déjame ir a buscar... Ehm... El papel donde están anotadas.

Mathieu asiente. Así que ahí va Francis hacia arriba, directo a tomárselas a Arthur.

¿Arthuuuur? —susurra el francés.

Éste, que está con una pierna fuera de una de las ventanas, se gira a la voz.

—¡Ah! Aquí es... ¿Qué haces?

—Está ahí abajo ese chico... tu ayudante. No quiero que me vea.

—Oh... ¿Pero la ventana? ¿De verdad? —sonríe porque le parece mucho de amantes—. ¿Cuándo te volveré a ver?

—No puedo salir por la puerta, sabrá que era yo quien estaba aquí.

—No, no... Si no digo nada, solo me hace gracia.

—¿Gracia por? —le mira, sentado en el alfeizar aun.

—Porque es como de amantes secretos —se cruza de brazos.

—¡No somos amantes secretos! —casi se cae de la ventana del susto.

—¿Ah no?

—¡No!

—¿Por?

—Porque no me gustas.

Francis hace los ojos en blanco. Arthur frunce el ceño y gira la cara igual sonrojado, mira a ver como bajar.

—Quizás me puedas esperar.

—¿Qué?

—Esperarme un rato a que haga cosas y luego vendré. Cierra los ojos.

—No, quédate hoy trabajando, no seas vago —los cierra igual y pone un poco los labios de beso, pensando que es eso.

—Me quedo hoy trabajando, vale, ¿pero cuando te volveré a ver? —sonríe con la cara.

El inglés parpadea porque no le ha dado un beso y se sonroja mucho, girando la cara con el ceño fruncido. Refunfuña algo y saca los pies dispuesto a irse.

—¡Eh, eh! ¡Espera! —se acerca a él—. Tu regalo.

—¿Eh?

—Tu regalo, extiende la mano.

—No quiero uno —protesta enfadadito porque no ha tenido beso.

—¿Perdona? Espera...

Refunfuña y se cruza de brazos, mirándole tan enfadado. Francis se le acerca al alféizar, sonriendo.

—Te cosí algo.

—No quiero nada.

—No importa, voy a dártelo igual.

—Pues eres tonto.

—¡Bah, deja de llamarme cosas! —protesta, poniéndole igual el conejito en la mano.

Abre los ojos y mira lo que es, con el ceño fruncido. El conejito le mira. Se lo tira a Francis a la cabeza antes de dejarse caer por el canelón, todo enfadado. Francis le mira desconsolado sin entender el problema.

—¡Eres un completo idiota! —le grita desde la calle y luego se va corriendo. Al sastre se le humedecen los ojos sin tener idea de que ha hecho mal.

XOXOXOXOX

Lady Kirkland se sienta en la sala cansada de caminar y embotada con la cantidad de gente que han encontrado en la tienda.

Para ir de compras lo había pasado muy bien con la última persona que, tan solo unos meses atrás, hubiera pensado que podría pasar siquiera dos minutos en el mismo cuarto. Era extraña su relación y cada vez que pensaba en Rómulo cuando estaba en su presencia consideraba que ella debía estar fingiendo todo esto para darle una puñalada por la espalda... Pero conforme pasaba el rato en su presencia se olvidaba de eso y era como pasar tiempo con la más cercana de sus amigas.

De hecho, la sentía incluso más cercana que el resto de sus amistades, porque todo era muy franco y directo con ella. Cosas como... Eso que le había dicho de Arthur. Aprieta los ojos aun sin querer creérselo del todo un poco incomoda ahora que estaba sola con semejante revelación.

Con este recordatorio se levanta del sillón y se dispone a buscar a su hijo menor al que no ha visto en todo el día. Se pone muy nerviosa al subir las escaleras sin saber bien que va a decirle cuando le vea, de hecho sin saber en realidad que pensar de esta novedad. Apretando los ojos toca la puerta del cuarto.

Al ver que Arthur no contesta abre la puerta del cuarto metiendo la cabeza a buscarle. Y el cuarto está arreglado, claro, el servicio pasa todos los días.

Suspira al ver que no está entrando al cuarto del todo y cerrando la puerta a su espalda, reflexionando sobre lo muy normal que parece todo... Y el enorme secreto que ello esconde. Todos tenían secretos graves... ¿Tendrían sus otros hijos secretos así? ¿O su marido?

Se acerca a la cama y se sienta en ella habiendo estado segura de conocer bien a sus cuatro hijos y de ser cercana a ellos... Y esto nunca hubiera podido imaginarlo. Más allá de las implicaciones sociales que esto pudiera tener, las implicaciones personales que tenía... La vida oculta a la que estaba condenado. Cuando la puerta, abriéndose con la lentitud propia de la precaución seguida de su hijo pequeño entrando al cuarto de puntillas y aun vigilando el pasillo sin verla, la previenen.

Lady Brittany se gira a la puerta sonrojándose un poco como si la hubieran encontrado robando.

Arthur entra sigilosamente y cierra la puerta con especial cuidado para que no haga ruido antes de celebrarlo con un pequeño gesto de júbilo por haber conseguido llegar a su cuarto vistiendo las prendas de ayer sin ser visto. Se queda congelado al girarse y verla, bajo su perspectiva, acechante y acusadora figura de su madre.

—Hola, Arthur —ella le sonríe sonrojándose un poco.

Da un pasito atrás hasta sentir la puerta cerrada a su espalda sin esperarla ni saber qué hace ahí.

—Calma. Te esperaba.

—¿L-Lo hacías? Estaba... ehm... —vacila girando la cara hacia la puerta como si esta fuera a darle alguna idea para una mentira creíble o le iluminara sobre qué lugar era conveniente haber estado.

Ella traga saliva, suspira y se sonroja un poco más imaginando que estaba con Francis.

—No importa dónde estabas —asegura y da unos golpecitos en la cama a su lado—. Ven.

Se incomoda un poco con eso, cambiando el peso de pie. Esa clase de golpecitos siempre pronosticaban una charla con su progenitora, pero de todos modos no parecía haber escapatoria. Deja caer la cabeza y se acerca arrastrando los pies.

—¡No pongas esa cara de horror!—protesta un poco ella.

—¡Es que no sé qué es lo que quieres! —se defiende.

—¿Por qué crees que quiero algo malo?

—No sé, con lo dulce y amable que tú eres siempre... —replica sarcástico. Ella hace los ojos en blanco.

—Dios mío, ¡pobre niño maltratado!

—Oh, sí —finge un poco de drama—. Y ahora si me disculpas... —se levanta de nuevo dispuesto a huir.

Ella le da hombro con hombro desbalanceándole y tirándole a la cama sin que pueda escapar. Arthur se gira a mirarla levantando las cejas.

—No, no te vayas —se acuesta boca arriba en su cama.

El chico carraspea un poco como su padre cuando no entiende algún movimiento. Su madre se gira de costado sobre la cama... Quizás desde que Arthur tiene más de doce o trece años que no hace esto, pero no era una cosa rara antes.

—Eeeeh... —traga saliva, nervioso, y vacila.

—No pasa nada, ¿qué tanta prisa puedes tener para ir a algún lugar?

—Bueno, no es prisa, es que... —aparta la mirada.

Arthur...

Solo gira los ojos verdes hacia ella.

—Feliz cumpleaños.

Se sonroja y piensa en su conejito que ha arrojado a Francis a la cabeza sin recogerlo después y en su beso perdido.

—¿Qué piensas?

—Yo... gracias —decide que prefiere no responder a esa pregunta.

—¿Estás bien?

Piensa en que Francis es un imbécil y han peleado el día de su cumpleaños y la boda le estresa y cada vez que habla con su padre discute y aún no ha hablado con su hermano y... decide asentir. Lady Kirkland suspira sin estar segura, pero sonríe igual y estira la mano tomándole la suya.

—Fui de compras

—Oh... ¿Por qué?

Gala. Es muy extraño hacer cosas con ella.

Parpadea unas cuantas veces y piensa en cuando fue a Harrod's con Francis.

—A momentos parecería que podemos ser amigas... Lo cual es raro —se sonroja hablando con sinceridad antes de mirarle otra vez a los ojos pensando en si su propia sinceridad y transparencia conseguirá que su hijo le cuente alguna cosa personal... Quizás no todo. Traga saliva y levanta la mano para acariciarle la mejilla porque no deja de ser su niño pequeño al que quisiera proteger de todo lo posible.

—Ya, bueno, siendo francesa... —no todo tiene que ver con eso, Arthur.

—No es precisamente por eso —asegura optando mejor por revolverle un poquito el pelo.

—¿No? —la deja, claro. Ella niega con la cabeza y se sonroja un poco bajando el tono.

—No sé por qué no me odia...

—¿Por? —sí, se ha olvidado ya del asunto peliagudo.

Ella parpadea porque, a diferencia de Arthur, el asunto peliagudo y todo lo que gira a su alrededor es desde hace muchos años lo más grande y grave que lleva a sus espaldas. Y Arthur lo sabe ahora. Se sonroja un poquito más.

—B-Bueno...

—Es una... bueno, buena mujer. Me gusta que te lleves bien con ella —asegura para mantener su versión de la historia. Ella le mira sin pensar en lo absoluto en ESA versión de la historia.

—Ah... ¿sí? Yo aún no puedo creerlo. Es... raro.

—Bueno... no, no tanto. Solo quiere caerte bien —sonríe forzadamente.

Ella le mira la sonrisa y piensa en ello un poco. Si era verdad que ella quería que la ayudara a impedir la boda y no perder a su hijo... Quizás SOLO quería eso. Aunque hoy lo habían pasado bien. Aprieta los ojos hecha un lío.

—Ehm... ¿algo más? —pregunta esperando que se marche ahora. Abre los ojos y le mira.

—Sabes... Que puedes hablar conmigo de lo que sea, ¿verdad?

— ¿Cómo qué?

Se encoge de hombros.

—Cosas tuyas, cosas que creas que son malas, cosas que creas que no entenderé. Sé que últimamente no hablamos mucho y crees que yo no entiendo nada, pero... —se muerde un poco el labio. Arthur abre la boca como un pez pensando exactamente en lo que su madre quiere que piense—. Soy tu mamá y... lo que no entienda me esforzare por entenderlo —sigue mirándole a los ojos.

Piensa en eso... pero su madre no podía haberse dado cuenta, frunce el ceño. No había nada de lo que darse cuenta, Francis no le gustaba ni nada, esa rana que ni le había querido dar un beso, pues él tampoco quería los suyos. No quería nada de él ni quería que le diera besos ni que le quisiera ni el maldito conejito como si fuera un niño pequeño. Aprieta la mano con la que lo ha sostenido, echándolo en falta igual porque sí lo quería.

Lady Brittany se pregunta si lo está abordando de manera demasiado directa a juzgar por el ceño fruncido de su hijo.

—No hay nada que entender. Me casaré con Emily —decide ahora, por el enfado. Brittany parpadea incrédula.

—¿Q-Qué?

—Eso es. Haré eso y se acabó, es lo más normal y natural y lo que se espera de mí.

—P-Pero...

—¿Qué?

—Eso no es lo que quieres...

Se sonroja, porque sabe que solo es que está enfadado.

Gala habló con tu padre.

Abre los ojos como platos con eso, asustándose.

—¿Q-Qué?

—Lo ha tomado bien, va a pensar tu plan.

—¿C-Cuál plan? —ahora descolocado con todo.

—El de Patrick —frunce el ceño.

—Oh... ¡Oh!

—Exactamente. Oh.

—Pero...

—Por lo que me dijo Gala está dispuesto a cancelar tu boda.

Traga saliva y la mira un poco desconsolado con eso, porque es verdad que tampoco quiere casarse con Emily.

—Eso implicaría que podrías... Más o menos hacer tu vida de la manera que tú elijas.

—¿Qué pasa si nunca más encuentro a alguien que me quiera? —pregunta con mucha dificultad y vergüenza, como uno de sus miedos más profundos Su madre se humedece los labios y le revuelve de nuevo el pelo. Se esconde.

—Entonces serás feliz con lo que tienes —le abraza.

Aprieta los ojos porque aunque sabe que lo intentará suena más a una resignación que nada y siente que ahora que ha conocido esto... va a echarlo de menos para siempre. Y si Francis... y si realmente no le quería y solo quería destruirle en venganza de lo que su madre había hecho con su padre.

—Aunque la vida suele dar oportunidades, incluso para las brujas locas como yo.

—Creo que quiero ir a leer —susurra pensando en ir a hacer algo que le distraiga la mente un buen rato hasta que se sienta un poco mejor.

— ¿Peleaste con Francis? —pregunta casi en un susurro. Él se paraliza con eso.

—¿P-por qué lo dices?

Se encoge un poquito de hombros y cierra los ojos.

—Porque eso sería triste.

—¿Por? Sólo es el sastre.

—Como lo fue su padre —responde volviendo a sentirle muy a la defensiva.

—¿Y? —se echa un poco para atrás al notar que su madre está comparando su relación con el sastre con la relación que Arthur está teniendo con Francis.

—No lo sé, quizás solo tiendo a pensar en él como un poco más que el sastre —se acuesta boca arriba.

—¿Tú? —¿significaba eso que a su madre le gustaba Francis? ¡Tal vez por eso siempre era tan amable con él!

Ella aprieta los ojos.

—Quizás podrías contarme una historia, Arthur.

—¿Q-Qué? —es que esta en pánico.

—¿Por qué no me cuentas un cuento? —le mira de reojo.

—¡No te voy a contar ningún cuento!

—Vale, vale... No me cuentes nada... —replica sentándose en la cama y mirándole de reojo.

—¿Qué es lo que te pasa con Francis? ¿Es que te gusta o algo?

—¿Quééé? —levanta las cejas.

—¡Podría ser tu hijo, madre!

—¡Pero si no he dicho que me guste! —protesta aunque se sonroja un poco porque ¡el sastre es guapo! Es imposible no verlo.

— ¿A qué viene eso de preocuparte tanto entonces?

—¡Pues como no voy a preocuparme!

—¿Por qué ibas a hacerlo? ¡Solo es el sastre!

Frunce el ceño.

—Es el hijo de Rómulo.

—¡Pero no es él!

—Yo lo sé, sé que no es él. Créeme que lo sé de sobra —replica con esa pasión que solo Rómulo era capaz de encender en ella. Arthur frunce el ceño bastante posesivo con esto—. ¡Ahora además tengo otra razón para cuidarle!

—¿Qué? ¿Cuál?

—¡Tú!

—¿Y-Yo?

—Sí, tú. Y deja de hacerte el que no tienes idea de que hablamos, que llevamos un buen rato pensando exactamente lo mismo.

—Y-Yo no... yo... pffff —se ríe de nervios con la risa más falsa del mundo, incorporándose y apartándose de ella, todo sonrojado.

—No tenemos que HABLAR de ello, ¡pero no te hagas el que no te has enterado de todo lo que ocurre! —se pellizca el puente de la nariz.

—¡Yo no tengo ni idea de lo que hablas!

—Bien, hablamos en los mismos términos de siempre.

—Pues será pero... no te estoy entendiendo y no me gusta —se cruza de brazos.

—¡No creo que necesite ser más clara!

—¡Entonces seguiré sin entenderte!

—¡¿Por qué quieres que te lo diga directamente?!

—¡No quiero que digas nada!

Se calla mirándose las manos. Arthur se humedece los labios, muy nervioso y cambia el peso de pie sin saber bien qué hacer.

—Sólo quiero que sepas que... Aunque no tengo ni idea de cómo hablar contigo de esto, estoy bien con ello, ¿vale? —se levanta.

Parpadea un par de veces.

—Y quisiera que hablaras conmigo de ello.

—¿Q-Que hablara... que... qué?

—¡De ti!

—¡No hay nada que decir de mí!

Le mira a los ojos intensamente con una mirada cargada de sentido. Arthur traga saliva y da un pasito atrás, sonrojándose. Se sonroja con él, girando un poco la cara.

—Sospecho que tu padre querrá hablar con ustedes.

—Yo creo que acabo de contraer una horrible enfermedad contagiosa.

— ¿Ah, sí? —inclina la cabeza.

—Será mejor que me deje tranquilo todo el mundo por el resto del día —se deja caer de espaldas en la cama dramáticamente.

—Mmmm... Creo que nos arriesgaremos.

—No, no... Es mejor que no, siento la muerte acechándome. ¿Por qué no haces llamar a Vash?

—A Vash. Suena a una buena compañía para tu cumpleaños. Podemos invitarle a cenar también, si quieres.

—¿Ni siquiera porque tú hijo está agonizando vas a cumplir sus deseos quitando ese "también" de la ecuación?

Se ríe un poco.

—Vamos a ver si mejoras o no con las horas.

Se tapa los ojos con las manos pensando que mientras no invite a Francis... aunque le encantaría que estuviera ahí con él como las esposas de sus hermanos estarían... pero no hoy que ni siquiera le había querido dar un beso.

—Quizás deberíamos invitar a más gente.

—No se me ocurre nada que fuera a hacerme más feliz, madre —tan sarcástico.

Sonríe acercándose de nuevo a la cama. Arthur no la ve, por estar ahora con el brazo sobre los ojos en vez de las manos.

—Me alegra que te gusten mis ideas.

—¡Estaba siendo sarcástico! —protesta alarmado porque desde luego no quiere más invitados.

—Quizás pueda invitar a todo el mundo y hacer una gran reunión —se sienta en la cama de nuevo a su lado—. A tus hermanos, sus esposas, el coronel, la condesa, toda la gente de alcurnia a la que amas.

—¿Para que Patrick pueda volver a hacer guarrerias ante todo el mundo como le gusta?

—Exactamente. Y a tu padre le dé un infarto y el honor de la familia quede mellado.

—Es decir, una reunión común —se descubre los ojos y abraza su almohada girándose a mirar a su madre en posición fetal.

—O podríamos hacer una poco común, sólo no se me ocurre a quien podríamos invitar.

—¿Sabes qué sería poco común? Una en la que yo no estuviera —y lo dices así como si no llevaras varias noches sin dormir en tu cama.

—No, no creo que eso fuera poco común. Ya dudaba yo que fueras a acudir a tu propia boda—le sonríe y se escucha en su tono de voz.

—Me iré de todos modos si la boda sigue adelante, Emily es una imbécil.

Levanta las cejas con eso.

—¿No decías hace rato que querías casarte con ella? —le pica un poco—. No dudo que lo sea.

—D-Dije eso porque... —vacila sin saber qué decir ahora. Ella le pone una mano en la boca. Arthur levanta las cejas y se calla.

—No tienes que explicármelo todo.

Vuelve a sonrojarse. Su madre sonríe levemente y le quita la mano de ahí. Se humedece los labios mirándola a los ojos. Ella le sonríe un poco más.

—Y-Yo...

—¿Mjm?

Niega con la cabeza y gira la cara. Otro suave cariño en el pelo.

—En fin... —otra de esas fórmulas de ya doy por terminada la conversación. Vete. Ella suspira de nuevo con eso... Ya sabía que sería difícil hablar de esto.

Vash entonces... Mandare por él.

—Eso.

—O mejor Francis.

—¿Qué? —chilla. Brittany se ríe un poco con el grito y él se sonroja más cuando se ríe.

— ¡Eres digno hijo mío, Arthur!

—¿Qué? ¿De qué hablas?

Se sonroja un poco y le abraza. Él levanta más las cejas completamente desconcertado.

—Lo siento.

— ¿Qué sientes?

—Haberte heredado esa vergüenza.

—No tengo vergüenza —la abraza con fuerza.

—Yo lo sé... Es horrible.

Se esconde en ella.

—Te... Te...

La escucha. Ella aprieta los ojos con muchos trabajos.

—Te... Yo te...

La abraza más. Le acaricia un poco la espalda.

—Tú sabes... —susurra y él asiente. Le aprieta y él le aprieta también un poco y suspira, sin saber muy bien lo que está pasando.

Y todo aquello que ha podido pensar, que lo ha pensado en algún momento, sobre lo horrible que es que Arthur sea homosexual y lo desagradable que pensó, al menos por un segundo, que sería verle... Se esfuma. Este era su hijo, tuviera los gustos que tuviera. Era mucho mejor saberlo que no saberlo.

Arthur aun piensa que no es posible que su madre sepa lo que tiene/hace con Francis.

—Pase lo que pase, siempre serás mi hijo y estaré de tu lado —concluye Lady Brittany.

—Oh...

—No lo olvides nunca.

—V-Vale

Con cierta vacilación termina por soltarle. Él se pasa una mano por el pelo, nervioso.

—E-En fin.

—Sí.

—Voy a ir a hablar con tu padre.

—¿De qué?

—De su conversación con Gala. Quiero saber que piensa.

—Oh —asiente.

—Mandare mientras por Vash.

—Ehm... —vacila, porque era obviamente mentira que está enfermo. Aunque no le molesta que inviten a Vash y a su esposa a cenar por su cumpleaños.

Lady Brittany hace por levantarse y no obtiene resistencia.

—Te compré algo...

—Ah... ¿Ah, sí? ¿El qué?

—Es... De hecho es... —se sonroja. La mira con curiosidad—. N-No... Te sobresaltes ni te enfades.

—¿Enfadarme? ¿De qué se trata? No será otra cosa para que yo le regale a Emily, ¿verdad?

Brittany inclina a la cabeza y le mira con cara de "are You kidding me?". Arthur se encoge de hombros.

—Es algo que me recomendó Gala que comprara... —traga saliva.

—Ah, ella. Uhm... sí. Me conoce bien.

— ¿Ah sí? —levanta una ceja—. ¿Mejor que yo?

—Eh... de otra forma.

Ella frunce un poco el ceño.

—Es algo para ambos.

—Ah... —se sonroja—. ¿Ambos quiénes?

—P-Pues... —traga saliva con horror.

—¿E-Emily? —pregunta con horror también.

—N-No —baja el tono.

—Ehm... y ¿por qué no se lo has dado a ella? A... madam... Gala. A Gala, digo —carraspea nervioso.

—Porque no es para ella...

—¿Entonces?

—Es para... u-ustedes.

—Uhm. Bueno, ¿qué es? Recuerdas que la otra parte de "nosotros" cuando yo estoy incluido es Emily o Gala, ¿no?

—Ehm... Es... Una cosa de esas que podría tener una p-pareja…

xoOXOox

Algunas horas antes… Lady Brittany sufre un poco, después del té, cuando se deciden al final dejar de ver cosas para ellas y enfocarse en los regalos para sus hijos.

—Así que al final le dije que no valía la pena hacerse de rogar tanto por mucho que dijera y que lo que tenía hacer era decirle a su marido que antes de... terminar, la sacara. Así ya no tendría más hijos y podrían seguir disfrutando de su vida conyugal —explica Gala con absoluta naturalidad.

Lady Brittany la mira de reojo SONROJADA porque JAMÁS en su vida había hablado con otra mujer de una manera tan... Explícita y abierta. Bueno, no es que ella estuviera hablando en lo absoluto, pero ninguna mujer había hablado de eso con ella nunca.

—P-Pero... —susurra más bien bastante muda. Gala la mira, con tranquilidad.

Traga saliva imaginando... Cosas. Entendiendo en algún punto porque Rómulo y ella se llevaban tan bien. A él siempre lo criticaba por sonar tan corriente (ejem... No que no fuera sensual que hablara de esas cosas, pero no parecía algo que alguien de categoría hiciera), sin embargo en Gala solo sonaba natural y no tan... irritante. Aunque era completamente vergonzoso.

— ¿Sí? ¿Qué le hubieras dicho tú? Creo que las mujeres pueden sentirse tan frustradas con esto como los hombres y no es bueno —asegura jugando con un cigarrillo que además le ha dado muy amablemente un caballero un rato antes porque desde luego ella no compraba tabaco, pero de tanto en tanto le gustaba hacerlo.

—Yo me hubiera MUERTO antes de tener esa conversación con ella —asegura apretando los ojos súper sonrojada aun. Gala se ríe de buena gana con eso apagando el cigarrillo.

—Y aun así no me creo que no hayas hablado nunca de algo así con mi marido.

—T-Tu marido era... Era imposible no hablar de esas cosas con él, aunque yo lo detestaba —susurra.

Gala se encoge de hombros porque tampoco es como que quiera hablar demasiado sobre ello.

—Yo no podría hablar de eso con ninguna otra mujer —puntualiza Brittany.

—Es más fácil hablar con una mujer, en realidad —responde.

—A mí me da vergüenza hablarlo con quien sea. ¿Qué les compraremos a los niños? —cambia de tema.

—Ah, ¡quería unos zapatos para Francis! —exclama encantada porque este tema si le gusta.

—Es verdad... Y yo un "algo" para Arthur. Es su cumpleaños hoy.

—¡Oh! Tendríamos que comprarles algo para ambos, algo que fuera a juego.

—¿Algo como qué?

—No lo sé, algo que usen las parejas. Eso ayudaría a que se sepa apoyado y aceptado por ti.

—L-Las parejas... —traga saliva—. G-Gala...

Oui?

—No se te hace extraño que... Bueno...

Quoi?

—E-Es decir... Me... Pienso en ellos y...

— ¿Sí?

—Son dos chicos. ¿No piensas que... esta...? ¿Que no está bien del todo? ¿No crees que debiéramos hacer algo...?

—¿Por qué crees que no está bien? Es amor sea como sea, es hermoso —asegura con un cierto suspiro de ensoñación.

—Pero es que son chicos... Cómo van a... Ser íntimos o eso...

—¿Es el sexo lo que te preocupa? Tal vez deberías conseguirle a Arthur un poco de algún lubricante o vaselina, aunque quizás Francis ya le haya hablado de ello —explica a juzgar por los gritos de la noche que se quedó en su casa... y sobre todo los de la mañana siguiente.

—¿Lu-Lubricante? —de esas cosas en las que no se había detenido a pensar nunca.

—Sí, hay varias opciones, aceites o la clara de huevo, aunque eso luego tiene que lavarse bien. También el yogur... y la manteca si se vuelve aceite al derretirla y mezclarla con agua.

—Espera... Quieres que usen eso para...

—Pues para la penetración, ya sabes que no hay lubricación ahí detrás.

Levanta las sobre pobladas cejas.

—¿Q-Queeeee?

—¿No lo sabías?

—¡¿Por qué tú si lo sabes?!

—A los chicos les gustan esas cosas porque... está más apretado. Y ellos tienen una especie de... lugar ahí dentro como nosotras, así que a algunos les gusta que se lo hagan también.

Lady Brittany aprieta los ojos.

—¡No sé si quiero tener esta conversación!

—Ah... bueno, yo sólo lo decía —se encoge de hombros.

—Es decir, Arthur va a meterle su... Ese... A Francis... ¿Ahí? —se lleva las manos al culo.

—Tal vez... de hecho, seguramente. Francis es como su padre, le gusta probar. Seguro también al revés.

Abre la boca muda… y se la tapa. De hecho empieza a sentir el corsé demasiado apretado.

—Pero estoy segura que no va a hacerle ningún daño a Arthur, es muy delicado y mañoso —no estamos seguros que no hable de cómo sastre ahora.

—P-Pero es... Oh Dios mío de mi vida... No me... No sé... Es... Cielos —protesta un poco entrecortadamente—. C-Creo que Arthur puede comprarse su p-propia Vaselina en cualquier caso.

Madamme Bonnefoy se encoge de hombros.

—¿Sabes qué es muy romántico?

Después de esta conversación no está segura de que pueda pensar en romanticismos jamás.

— ¿Aja?

—Ellos querían huir juntos, sería tan bonito que tuvieran unas alianzas y se casaran aunque fuera en secreto —sonríe agarrándose las manos bajo la barbilla.

—¿¡Casarse!? —pregunta impresionada—. ¿Cuánto tiempo lleva pasando esto que yo no me entero?

—No, no, desde que fue a tomarle las medidas, pero igual iba a casarse con Emily sin ni haberla visto en persona.

Se humedece los labios pensando que en eso tiene razón.

—Entonces no crees que nunca... ¿Sean normales otra vez?

—En realidad... podría ser, aunque tengo la esperanza que sean felices para siempre —sonríe.

Suspira mirándola sonreír y contagiándose un poco de esa esperanza de felicidad de su hijo menor.

—Es curioso... —reflexiona—, que de mis cuatro hijos el que esté más cerca de la felicidad sea con... otro hombre.

—Te será más fácil si piensas en que es una persona, sin entrar en detalles como cuál es su sexo.

Asiente un poco y sonríe ante la idea.

—No crees que... ¿Unos anillos les pongan nerviosos?

—No lo sé... tal vez. Pero como nunca será oficial pues...

Suspira.

—Sí que quiero que sean felices...

—Yo también —la toma de las manos. Ella la deja hacerlo. Gala se las aprieta y tira de ella de todos modos a ver si encuentran algo que les guste.

—Podríamos... Hacer una boda para ellos

La rubia levanta las cejas.

—¿Cómo?

—Hacer como si fuera una. Tú y yo... Y ellos dos. Nadie más puede saberlo.

—Suena muy bonito —asiente.

—¿Conocen a más gente... así? ¿O alguien más... sabe?

—Pues... —se lleva un dedo a la barbilla pensando en ello—. El profesor. Él lo sabe, pero yo no se lo he dicho a nadie más, no sé si los chicos... tal vez Francis se lo haya contado a Toni.

—El... ¿Profesor? —inclina la cabeza —. ¿Toni?

—Ah, yo le llamo así porque su nombre se me dificulta mucho, es mi novio. Tiene un nombre griego o algo así y enseña historia clásica en Oxford.

Levanta las cejas.

Oxford! ¡Oh! Mis hijos estudiaron ahí... ¡Arthur estudio ahí! ¿No dirá nada? ¿Francis sabe que... sales con él?

—Claro, Francis lo sabe todo perfectamente, es como su padre, lo sabría sólo con mirarme. Pero no te preocupes, él es completamente confiable... de hecho, puede que conozca a algunos chicos más así como tu hijo, en el college e internados es mucho más común de lo que crees. ¡Oh! ¡Tal vez hasta conozca a tus hijos! Su apellido es Karpusi.

Abre la boca y se la cubre con las dos manos. Gala levanta las cejas con esta reacción y parpadea.

Quoi?

—¿El P-Profesor Karpusi?

Oui.

—¡Es el mentor de Arthur! ¡Su profesor favorito!

—¡Ah! ¿De veras?

—Le has dicho que Arthur Kirkland es... E-Es...

—No, él no sabe el nombre. Solo que mi hijo está enamorándose de un chico de casa buena.

Se muerde el labio.

—Sabe PERFECTAMENTE quien es Arthur.

—Tal vez pueda hablar con él, si quieres.

—¿Con el Profesor Karpusi? Que... ¿Qué crees que diga?

—Sí, ellos dos.

—Oh... —la mira—. ¿Sabes? Si yo fuera Arthur querría encontrar gente que no me viera mal por ello.

—Por eso, tal vez él pueda escucharlo o ayudarlo.

—No sé tampoco si Arthur se deje ayudar. Pero vale, no perdemos nada con intentarlo... Eso y lo de la boda y los anillos. Además hablaré con él más tarde —se piensa por un instante invitarla a la cena de cumpleaños de Arthur y luego vacila un poco sin estar segura de que vaya a aparecerse Arthur por su casa siquiera.

—Vamos a buscar unos bonitos —asiente.

Gala... Si mi marido se entera...

—Debería enterarse.

—Creo que sería capaz de mandarle matar —la dramática.

Mira a la pelirroja por un instante volviendo a pensar en este asunto y en que no es tan fuerte. La muy puta, que le había puesto las manos a su marido, que la había hecho sufrir tantas veces, le pedía que no le devolviera el favor y la verdad es que tenía muchas ganas de hacerlo, pero Francis estaba enamorado de ese muchacho, no podía destruir su familia porque no soportaría que su hijo lo pasara mal... y en su interior no sabía qué hacer. Se había acercado a ella para conocerla y en parte ver con que podía dañarla, pero le era fácil olvidarse de ello y en realidad el profesor la ayudaba mucho, creía firmemente en que el odio era un veneno para uno mismo, pero cuando le pedía favores... cuando además se atrevía a pedirle favores le hacía hervir la sangre. Nada más sonríe de lado sin dejar que pueda notarse sus sentimientos.

Lady Brittany suspira.

—¿Crees en el infierno?

La mira de reojo saliendo de sus pensamientos.

—Supongo que no tienes por qué creer en él... —hace un gesto al mesero para que pongan su cuenta y le cobren al cochero, levantándose.

— ¿Por qué lo dices?

—Porque eres buena persona —le sonríe un poco—. Vamos por los anillos.

—¿Y que tiene eso que ver? —se deja llevar.

—Creo que la mitad de mi familia va a terminar en él —confiesa.

—¿Alguna vez te contó Rómulo como nos conocimos?

Niega con la cabeza.

—¿Has salido alguna vez de Inglaterra, Brittany?

—Sí. Noruega, Suecia... A casa de mis nueras —hace los ojos en blanco. Ella sonríe.

—Conocí a Rómulo en Madagascar.

Levanta las cejas.

—Madagascar. ¿La isla al este de África?

—Éramos unos niños, pero el gobierno francés mandó a las tropas del ejército a conquistarla—asiente—. Rómulo estaba cumpliendo la obligación con su país y yo... yo quería ver el mundo, así que me alisté como personal médico.

—¡Te alistaste como personal médico! ¡En el ejército! —es que ya no puedes impresionarla más.

—No fue la mejor decisión que he tomado —sonríe de lado.

—Conociste a Rómulo.

—Eso sí, pero el caso es que me preguntaste si creo en el infierno... y necesitabas saber que estuve en un hospital de campaña en la selva de una isla africana en mitad del océano Índico para que entiendas que... estuve ahí.

—Cada vez me haces sentir una chica rica y tonta, Gala —responde mirándola de reojo, sonrojándose y sonriendo un poco.

Brittany... eso es lo que eres.

Lady Kirkland suspira otra vez mirándola esta vez directamente.

—Es posible que a tus ojos lo sea, llena de conocimiento completamente inútil... Sobre como tocar el piano o hacer un bordado perfecto y sin idea siquiera de la vida real. Llena de dudas además, y de necesidades tontas como la de un amante...

—No, en realidad, solo pienso que vives en otra realidad.

—Sabes, Gala... Me gustaría mucho ver, vivir y aprender de tu realidad.

—No lo creo —se ríe.

— ¿Crees que no podría con ella?

—No, solo que no te gustaría.

— ¿A ti no te gusta?

—A nadie le gusta.

—Lo siento —susurra volviendo a pensar en Rómulo. Gala se encoge de hombros porque tampoco es su culpa—. Te prometo que tú y Francis tendrán una vida sin preocupaciones.

—Gracias. Ojalá Francis pudiera vivir con Arthur...

Gala cada vez que hace sentir culpable a Brittany... Boom! Consigue algo mejor.

—Arthur tiene una casa.

—Oh... oui? Creo que Francis me ha hablado de ella, ¿la casa en Nothing Hill?

—Sí. La casa en Notting Hill. Su padre le dio a cada uno una casa donde cada uno quiso. Para vivirla con su esposa.

—Aunque si no tiene una esposa... —suspira con pesar, pensando que si realmente consigue todo esto para su hijo, podría realmente perdonar a esta mujer—. Es que nunca se consideró esa opción, Gala. Jamás pensamos en ello. Aun así, creo que puedo conseguir que se la de... Y Francis podría vivir ahí con él, siempre y cuando mi esposo no supiera.

—A tu esposo habría que introducirle la idea lentamente hasta el punto en que fuera necesario y nada más.

—Quizás sólo debiera decirle y ya —se encoge de hombros mirando una vitrina e inclinando la cabeza —. Mira...

—No, no creo que sea el tipo de hombre al que es bueno entrarle de frente —mira lo que le señala. Son unos anillos caros de oro.

—Quizás por eso es que nunca nos hemos entendido —asegura—. Me gustan esos.

—¿No te parecen demasiado caros?

Se fija en el precio.

—Ah... Bueno, eso es igual. Es algo importante.

Gala sonríe un poco.


¡No olvides agradecer a Holly como yo siempre olvido!