Tocan la puerta del cuarto de Arthur Y él se mete un susto saliendo de sus pensamientos al respecto de lo que estaba hablando con su madre... pensando que aun ni ha podido cambiarse de ropa.
—Eh... ¿sí?
—Soy tu padre.
—Ah... ehm... estoy... mam... madre está aquí.
La puerta se abre después de esa declaración dejando pasar a la alta y fuerte figura de Lord Kirkland. Arthur traga saliva y le mira, calmándose un poco y luego volviendo la vista a su madre de reojo. Ella se sonroja un poco como hace ahora cada vez que está en presencia de su marido y alguien que... sabe.
—Lord Kirkland —le saluda con formalidad.
Para su sorpresa, el nombrado se sonroja un poco también aun afectado por toda la conversación (e interacción) tenida un rato atrás con la hermosa mujer francesa que vino a hablar con él en la mañana. (Si, Gala... No has tenido que besarle siquiera para robarte un trocito de su cuadrado corazón). La mira a los ojos por un instante.
—Brittany —saluda él de manera tremendamente extraña, al menos en presencia de alguien más, antes de girarse a Arthur. Que les mira a los dos sin notar nada de esto, demasiado ahogado en sus propios asuntos. —Hijo.
— ¡Sí! —exclama, casi a punto de responder "presente".
Tampoco era muy común que le llamara hijo desde que tenía diez años. Lord Kirkland se le acerca mirándole intensamente. Arthur traga saliva y le sostiene la mirada. Lord Kirkland se le detiene enfrente mirándole desde arriba en una postura incluso un poco amenazadora. A él se le doblan un poco las rodillas, encogiéndose. Le mira unos instantes más fijamente y le pone una mano en el hombro.
—Feliz cumpleaños.
—G-Gracias.
—Tenemos que hablar.
—Ehm... ¿De qué?
—De la boda.
—Oh... eso...
Lord Kirkland mira a su hijo y frunce un poco el ceño con el tono. "Oh... Eso", como si fuera hablar del clima o cualquier otra cosa poco importante.
—Pensé que esta vez sí querrías hablar de ello —murmura mirando a Lady Kirkland.
—Yo... tenía que... quería hablarte de algo, pero tenía que hablar con Patrick... ¡y con Emily!— nota que no ha hablado con absolutamente nadie por estar jugando con Francis.
Lord Kirkland parpadea y frunce un poco más el ceño.
—Hablaremos antes. Todos ustedes conmigo.
— ¿Eh?
—Tu madre y yo queremos hablar con ustedes. Con los cuatro. He mandado llamar a Scott y a Patrick. Wallace ya está aquí.
—Oh... —se revuelve porque una reunión familiar suena bastante mal. German gruñe un poco.
— ¿Tampoco te parece?
—Sí... sí. Bueno, sólo quería hablar con Patrick y Emily, pero está bien.
— ¿Me harás el favor? —pregunta Lord Kirkland irritándose otra vez con Arthur. (Es que no puede... No puede).
— ¿Eh? ¿El favor? —mira a su madre de reojo y frunce el ceño pensando que es sarcástico.
—Pues suena como si me lo hicieras. Demonios, Arthur, ¿no es esto lo que quieres?
—Es eso lo que quiere, German, y no lo dice cómo hacerte el favor, no pongas palabras en su boca —intercede Lady Kirkland acercándose a ellos.
El chico asiente a eso aunque no puede evitar ponerle los ojos en blanco a su padre por estar tan a la defensiva
—A las cinco en mi despacho. Puntualmente.
—Pero... ¿y el té? —Arthur haciendo crispar a su padre hasta límites insospechados, un deporte de riesgo. O sea, ¿Té? ¡¿Que verdammt té!?
—Tomaremos el maldito té mientras hablamos cordialmente —sisea Lord Kirkland.
Arthur vuelve a tragar saliva mirando a su madre de reojo y decide asentir para no tensarle más los nervios.
—Bien —sentencia con el ceño fruncido aun girándose hacia la puerta, pasando por delante de Lady Kirkland y deteniéndose frente a ella en el último segundo casi cuando ya se iba de largo.
Lady Kirkland que no esperaba eso levanta una de sus pobladas cejas y le mira intentando averiguar qué es lo quiere. Germán vacila sonrojándose más y escrutándola casi como si la viera por primera vez.
Arthur el dramático se pone las manos sobre los ojos y vuelve a echarse de espaldas en la cama decidiendo que de repente le da muy igual todo el mundo y va a estar enfermo. De nuevo sobrepasado con la situación y aún más con el prospecto de todos los hombres Kirkland encerrados en el despacho de su padre para hablar de él.
Menos mal, porque Lord Kirkland repentinamente toma a su mujer de la cintura y le mete un muy buen beso antes de soltarla del todo e irse del cuarto.
Mientras su hijo pequeño lloriquea y refunfuña sobre que odia a todo el mundo y todo, TODO es culpa de Francis que es un IDIOTA y aun no puede creer que no le besara... y se va a casar con Emily porque él es un IMBÉCIL y no le quiere ni un poco, ni siquiera le cae bien.
Y lo mejor será no volver a verle jamás. Y lo que le dé su madre será para él y Emily, porque aunque Emily fuera demasiado crédula, demasiado infantil, solo se pudiera hablar con ella de ciertos temas que de todos modos no debían interesarle a una chica y tuviera ese extraño comportamiento cerca del piloto, era una chica agradable y alegre que siempre sonreía y contagiaba su buen humor.
(¡El drama de Arthur! Justo cuando al fin va la vida a su favor).
—Eh... Ehm... —Lady Kirkland carraspea roja como cereza mirando a Arthur de reojo. Así de poderoso puede ser un beso. Y ahí sigue él víctima de la sociedad y juguete del destino. —V-Voy a llamar a... Voy a... Voy...
Les ignora mientras se sigue lamentando e imaginando la cara que va a poner Francis cuando al final SI le obligue él mismo a que le haga sus trajes para su ostentosa y perfecta boda con Emily. ¡Así aprendería a darle besos cuando tenía que dárselos! Porque nunca se había sentido tan ridículo en su vida. No que él quisiera esos besos o algo... vuelve a repetirse a sí mismo sonrojándose.
Se imagina la cara que pondría todo desconsolado mientras él sería todo feliz con Emily que le daría besos cada vez que se los pidiera... aunque la verdad es que no era que quisiera pedirle demasiados a ella.
—Ehm... Nos vemos a la cena... —susurra Lady Kirkland agradeciendo sinceramente que su hijo la ignore yendo a la puerta.
O sea, no le PIDIÓ un beso, ¡iba a darselooooo! Sale de sus pensamientos cuando oye la puerta cerrarse, parpadea sin estar seguro de que acaba de pasar y corre a cambiarse de ropa antes de dirigirse al despacho de su padre... bueno, tal vez aceptar a casarse con Emily era precipitarse un poco, piensa ahora un poco menos vengativo y más consciente de la situación, golpeando la puerta del despacho. Menos mal, querido mío.
Wallace es quien se levanta a abrir la puerta (al parecer ese es su trabajo. Claro, como es el hijo del sastre, es medio del servicio. Mijijiji). Arthur frunce el ceño nada más verle, no por nada, es que con sus hermanos se sabe en tierra hostil.
—Larva. Pasa.
Se arregla la corbata al cuello y sin desviar la mirada de la de su hermano es que entra con un paso lateral. Scott está sentado en la silla de la derecha jugando con una pluma de su padre y ahora que este a apartado la vista y ha dejado de reñirle, los pies en la mesa. Wallace no parece estar de tan buen humor esta vez, así que le frunce el ceño igualmente.
Es que... Son un desastre estos niños para German. No hay cosa que hagan que no le irrite.
—Siéntate. ¿No has visto a Patrick?
— ¿Yo? —pregunta Arthur desviando la mirada a su padre y señalándose a sí mismo.
—Bueno, vienes de afuera... Quizás —se encoge de hombros y mira su reloj.
Niega y mira a Scott de reojo, sentándose recatadamente en la silla de la izquierda, la más alejada. German gruñe en cuanto dan las cinco con un minuto.
— ¿Dónde estará este muchacho?
—Follándose a una negra... —canturrea casi en un susurro Scott, porque no podría ser más políticamente incorrecto—. Uy, no, no... —finge que no debía decir eso poniéndose la mano sobre la boca, pero sonriendo.
Lord Kirkland le FULMINA porque justo como Scott quería, sí que le ha oído.
— ¿Qué has dicho?
En serio... es que va a matarles a todos.
—Nada, nada —no le mira, pero no hace ningún esfuerzo para evitar reírse. German hace los ojos en blanco.
—No quiero que vuelvas a mencionar JAMÁS la cuestión del color.
—Pues es que si fuera blanca sería su esposa... aunque dudo que Cecil sepa como abrir las piernas.
Golpe en el escritorio. Tanto Scott como Arthur dan un saltito.
— ¡Basta! Negra o blanca, ¡he dicho deja de hablar de colores!
Wallace también salta.
—Es difícil no hablar de colores en el caso de Patrick, padre —susurra Wallace.
—Pero no es un problema, ¿no? —pregunta Arthur.
— ¿A ti te parece que no lo es? Quieres casarte tú con la servid... —empieza Wallace y se calla al recordar su propio problema, apretando los labios y cambiando la cara. Decide irse a servir un whisky y que le den a su padre.
—Pero Madre dijo que sólo son apariencias, que sí es hija de Mister Jones —responde el pequeño.
—Sí. Sí. Eso mismo me han dicho a mí y es justamente el punto que pretendo discutir... Si es que Patrick llega algún día.
— ¿Y vas a discutirlo con Patrick? —pregunta Scott—. Más te valdría ir directo con Míster Jones. O con Cecil, porque como ella no acepte el divorcio...
—Ya, ya lo sé. No dudo que sea un mal plan, pero al menos quiero saber qué opinan todos —murmura cuando tocan la puerta.
—Espera, espera, ¿van a venir de nuevo esta noche? —pregunta Arthur refiriéndose a los Jones.
—Sí... Sí —le hace un gesto a Wallace para que abra —. Habría que hablar con Cecil. Esto es un desastre.
—Seguro Sigrid podría convencerla con facilidad —intercede Arthur a su padre, mientras Scott mira a la puerta.
— ¿Podría? —pregunta Lord Kirkland mirando pasar a su esposa con Patrick.
—Ellas son amigas o algo así, ¿no? —pregunta Arthur.
—Y Sigrid detesta a Patrick —Agrega Wallace cerrando la puerta.
—Más motivo para que convenza a Cecil.
—He arreglado todo —anuncia Patrick sonriendo.
— ¿Todo qué? —pregunta Scott sonriendo.
—Todo, todo, Cecil me pedirá el divorcio —yo no preguntaría como. Arthur levanta las cejas y Scott sonríe. —Puede que... Pasen algunas cosas con su padre y... Ehm, eso, pero nada tan grave —asegura, tengan miedo. German es quién debería tenerlo. Y lo tiene.
—Ehm... ¿Exactamente que le dijiste? —pregunta tragando saliva.
—Ehm... Cosas. Cosas de nosotros y de lo mal que nos llevamos y... Así.
—Bueno, entonces está todo bien —sonríe Arthur ilusionado con esto.
—No, no. A ver... Esperen un poco —trata de organizar Lord Kirkland.
— ¿Qué? —pregunta el más pequeño un poco en la línea de "¿y ahora qué ocurre?"
—Patrick, ¿me estás diciendo que VAS a divorciarte? ¿Qué te dirán en la iglesia? ¿Que pasara si la chica de los Jones no quiere casarse? ¿Sabes cómo se verá todo esto?
—No es como que Emily quiera hacerlo —interviene Arthur en un susurrito.
—Claro que si quiere... Eres tú el que no quiere.
—No, ella no quiere, me lo ha dicho.
German parpadea.
— ¿Emily te ha dicho que no quiere casarse contigo? ¿Cuándo?
— ¡Pues cuando se lo pregunté!
— ¿Le pediste que se casara contigo? —Lord Kirkland levanta las cejas.
— ¡No! ¡Le pregunté si estaba feliz con esto!
Lord Kirkland toma aire profundamente y aprieta los ojos.
— ¿Acaso hay alguien feliz con esta maldita boda?
—No —suelta Scott que hace para levantarse y marcharse porque parece que están dando vueltas sobre lo mismo y se aburre.
—Scott, siéntate —pide su padre también cansado de todo esto.
— ¿Vais a hablar de algo más o no?, porque a mí todo este asunto me da muchísima rabia y no parece que la cosa fluya a nada nuevo ya —no obstante, saca sus puros.
—Dame uno de esos y respira tres veces... Que quiero que de una buena vez me digan los cuatro que otra cosa no les parece y qué pretenden hacer para modificarla —Lord Kirkland se levanta de su asiento dándole la vuelta al escritorio... Porque si, estaban todos como si fueran sus clientes... Y acercándose a Scott.
El primogénito le pasa uno, prende el suyo y luego le tiende las cerillas.
—Ya me han dicho y explicado claramente que todos consideran que su situación actual es terrible y que preferirían cualquier otra cosa a continuarla, así que vale... Estoy aquí hoy para oír todo lo que quieran decir, incluyendo sus soluciones —puntualiza.
—Yo solo no... No quiero casarme con nadie —susurra Arthur el primero.
—Eso ya me queda claro —asiente Lord Kirkland sintiéndose considerablemente más tranquilo después de la primera calada al puro. Se recarga en su escritorio —. Y Patrick no quiere seguir casado con Cecil, siguiendo las fantasías de la otra chica de los Jones. ¿Quién más?
—A mí a estas alturas me la suda, pero no esperes que te dé nietos con Marlijn.
—Scott... Eres mi primogénito. Tú heredaras mi título, y tus hijos lo heredarán de ti.
—Pues serán los hijos de una prostituta... o los niños negros de Patrick —se encoge de hombros. Lord Kirkland le mira desconsolado casi como si le hubiera disparado una flecha al pecho. —No me mires así, es ella... habla tú con ella si quieres.
— ¿Yo? Scott... Pero... ¡Es que deja de ir con prostitutas! —protesta en riña.
Arthur se imagina a su padre hablando con Marlijn "Mira, ya sé que esto es un poco incómodo, pero necesito que dejes que Scott meta su cosita en tu lugarcito". Y le cuesta no reírse, tiene que taparse la boca con la mano.
—Sí, claro, no fumes, no vayas con putas, no bebas... ¿por qué no me asesinas directamente?
—No, no he dicho no fumes y no bebas... ¡Pero es que para que vas con una prostituta si tienes a tu esposa! Ve y... ¡Haz lo que tienes que hacer con ella!
—Ella no quiere que yo haga eso con ella.
—Eso dicen a veces, pero en el fondo no es así —puntualiza Lord Kirkland sonrojándose un poco.
— ¡Lord Kirkland! —protesta su esposa.
—Iugh —susurra Arthur y Scott aprieta también los ojos con desagrado. A Patrick le da la risa floja que hace que los dos padres Kirkland se sonrojen más. Wallace bufa un poco de mal humor empollando su copa de whisky.
—Toda mujer quiere que su marido le cumpla, quizás no lo estás haciendo bien... —murmura Wallace.
—Y me lo dices tú.
—Pues es más probable que Sigrid tenga un hijo mío que Marlijn tuyo. Aunque ahora que lo pienso y si se trata de probar novedades, podríamos intercambiarlas —bromea un poco mirando a su hermano mayor.
—Ah, seguro tú le gustas más que yo, por lo visto le van morenos a ella —suelta tan tranquilamente como si hablaran del tiempo. Ahorrándose, a pesar de todo, añadir "y pobres".
—Yo no tengo idea de que le gustará a Sigrid, pero seguramente tu carácter amargo le vendrá mejor que el mío dulce y delicado. Se potenciarán.
Scott se muere de la risa.
—Ehm... Estoy hablando en serio con ustedes. Puede que por única vez tenga la paciencia para intentar que su vida no sea el absoluto y ridículo drama que plantean.
— ¿Y tiene límite de caducidad la oferta?
—Mi paciencia es el límite —y se le está terminando.
—Yo solo quiero que no me obligues a casarme con nadie —susurra Arthur. Lord Kirkland le mira de reojo.
—Ya, ya entendí eso.
—Yo quiero a la chica negra —puntualiza Patrick teniéndolo muy pero muy claro.
—Yo no tengo una solución para ti, divorciarme o no, no va a cambiar nada, así que nada más... deja de pedirme nietos —sentencia Scott.
—Pero mi título... Es para ti y tu familia—insiste.
—Entonces cuando yo muera, pasara a Patrick y arreglado.
—A mi déjame en paz con el whisky... Si ya tengo una vida miserable, deja al menos que se me olvide —medio interrumpe Wallace la idea de Scott. Lord Kirkland frunce el ceño para ambos y se cruza de brazos.
—Voy a... —empieza Arthur arriesgadamente, pero piensa que ahora lo que dicen Scott y Wallace suena mucho peor, así que tal vez funcione—. Voy a cortejar a la madre de... a... Gala.
Wallace se gira a mirarle con tal violencia que incluso su silla se tambalea.
— ¿Queeeé?
Arthur se asusta con eso porque no se lo esperaba en lo absoluto. Lord Kirkland frunce el ceño también mirándole IN CRE DU LO.
—Vendrá a vivir conmigo, ¡es mejor eso que no darte nietos! —se defiende.
—P-Pero... Y vas a tener hijos con... Vas... —balbucea de manera MUY rara Lord Kirkland.
—Esto es COMPLETAMENTE injusto. Patrick tiene lo que quiere, la bloody larva tiene a esa mujer... Que... y uno que se joda con su vida de mierda —protesta Wallace bastante salido de si, lo cual es tan raro como su padre balbuceando.
—No he pensado aun en los nietos —susurra y baja la cabeza, tal vez él podía adoptar a un chiquillo del orfanato y decir que era hijo suyo y... se le corta la línea de pensamiento con esos gritos de Wallace.
—Soy el único idiota que hace exactamente lo que se espera de él y ¿que recibo a cambio? —mira a su madre fijamente.
— ¿Y qué quieres? —pregunta Scott.
— ¡Es que es completamente injusto que Arthur la corteje a ella! ¿Por qué no te frustra?
—Porque me da igual a quien corteje la larva... ¿O es que querías hacerlo tú?
—No seas idiota —protesta levantándose por más whisky pensando que él se lleva toda la puta mierda de todo. Ni siquiera corre por sus venas sangre Kirkland, es hijo del maldito sastre. Aprieta los dientes.
—Solo búscate a alguien tú mismo, Wallace —susurra Arthur.
—Wallace tiene a su esposa —interrumpe Lord Kirkland que NO puede creer que ninguno este ni remotamente contento con su mujer.
—Ninguno estamos seguros que Sigrid no tenga dientes en el coño —responde Scott a su padre.
—Pues es lo que tiene, como en todos lados. Quizás debiera decirle simplemente quien soy, seguro se larga —sentencia Wallace tomando la licorera completa y mirando a su padre y a sus hermanos —. Yo no tengo nada más que decir en esta reunión.
— ¿Quién eres de qué?
—Pregúntale a madre, ella te dará todos los detalles que quieras —puntualiza mirándola a ella otra vez un segundo de reojo y luego a su padre —. Volveré mañana a trabajar.
Scott pone los ojos en blanco entendiendo. Y Lord Kirkland para variar no entiende un pimiento. Es como... Su vida habitual. Les mira a todos sin entender nada, pero ninguno le explica.
— ¿Por qué no te enfocas en lo que si puedes arreglar ahora? —pregunta Lady Kirkland mientras Wallace sale del despacho sin más miramientos y de pésimo humor.
Arthur asiente porque bastante complicado es todo ya y quiere que salga bien.
—Es increíble lo difícil que es hacerles felices... —protesta Lord Kirkland un poco abatido, porque a pesar de parecer tan duro él siempre ha intentado hacer felices a sus hijos y darles lo mejor.
—Es que igual lo que pasa es que llegas ya un poco tarde —responde Scott—. Dale a Wallace tu nombre, tu posición y el negocio familiar, es el único que realmente lo quiere, aunque no sea el primogénito. Yo me basto con el ejército y Patrick con la iglesia.
Lord Kirkland mira a su hijo mayor fijamente dando una buena calada a su puro. Mira después a su esposa, quien asiente levemente en conformidad.
— ¿Y qué hay de ti? Tú eres mi hijo mayor, no puedo solo desheredarte del título y no me has pedido hasta ahora ningún beneficio.
—Padre... igual esto te sorprenda, pero me da igual tu título —lleva diciéndolo desde que sabe hablar.
La boca de Lord Kirkland se hace una delgada línea, porque detesta que Scott piense así... Tanto que nunca ha querido tomarle en serio.
— ¿Y qué es lo que no te da igual?
—Yo no lo quiero, él sí ¿a quién le importa que no sea el primogénito? Igual es la única manera de perpetuar el nombre y el negocio dentro de la familia... sangre de tu sangre —tiene que esconder la sonrisa con eso—. La otra opción es seguir así hasta que mueras y automáticamente yo se lo ceda cuando pase a ser mío.
—Lo que estoy diciendo, Scott, es que si no quieres mi nombre y mi título, ¿qué es lo que sí quieres?
Lady Brittany, a todo esto, se sonroja de muerte con el comentario de Scott, tratando de esconder su sonrojo en un ataque de tos. Scott le da una larga calada a su puro mientras piensa que su vida matrimonial era un desastre, pero no había tampoco ningún interés por su parte de mejorarla. Marlijn, al final, aunque desde luego no era su pareja románticamente, era una mujer a la que ya conocía y con quien podía compartir casa de una manera tranquila, no le pedía explicaciones ni se las daba, así que él podía hacer más o menos todo lo que se le antojara exceptuando los pequeños compromisos sociales mínimos. Y a pesar de ello, él consideraba que tenía el matrimonio más saludable de los tres hermanos casados.
El ejército no era un problema, al principio había sido una vía de escape para viajar y conocer el mundo, solo para huir. Le repateaba seguir órdenes sin poder pensar, pero inteligentemente había escalado un par de puestos a un cómodo lugar intermedio en el que podía mandar a otros hacer lo que le mandaban y no tenía que tomar decisiones que le valían un pimiento.
Mira de reojo a su madre con la tos... y piensa en ese asunto.
—Lo que yo quiero pedirte es mucho, mucho más complicado que cualquiera de las peticiones de mis hermanos —asegura decidiendo que lo que piensa conseguir con este "favor" gratuito de su padre, es el perdón de su madre.
Todos le miran con curiosidad.
—Es tan complicado, que no puedo exponértelo ahora, así que te pido que me guardes este ofrecimiento hasta el momento oportuno.
Especialmente Lord Kirkland, que no está seguro que haya cosas más complejas que divorciar a su segundo hijo y casarle con una chica negra americana que hasta ahora es de la servidumbre. Inclina la cabeza con ese detalle.
—Agh, bloody he... ehm —protesta Patrick entre dientes.
Scott mira a su hermano con eso. Él le sonríe... ¡Y es que le da mucha curiosidad saber qué va a pedir! Lord Kirkland sigue mirando a Scott haciendo conjeturas. Que nada más se encoge de hombros. Arthur también le mira con curiosidad.
—Bien —concluye el padre de todos sin pensarlo mucho más —. Podrás pedirlo más tarde, pero no demores demasiado que hasta no oírlo no modificaré mi testamento.
— ¿Qué? ¿Por qué? —protesta, porque con suerte, quizás ni tenía que decírselo.
Lord Kirkland se encoge de hombros.
—Retírense, por favor. Tengo que hablar con Patrick.
Arthur es el primero en salir corriendo.
—Esa no es una respuesta —protesta Scott.
—Quieres algo, y me parece justo. Seguro podrás encontrar el momento oportuno.
— ¡Sé perfectamente cuál será el momento, pero no cuando será!
—Ingéniatelas para que ocurra.
Frunce el ceño. Lord Kirkland le mira y suspira, incapaz de cederle del todo el control.
—Scott... Pídeme lo que quieres pronto.
— ¿Por qué?
—Uno no sabe lo que pueda pasar, y quiero poder morir en paz.
—Tal vez mueras y nunca haga falta que te lo pida.
—No puedo desheredarte del título sin darte algo a cambio.
—Eso lo dices tú.
Lord Kirkland le mira.
—Eres mi primogénito. Si no me pides lo que quieras pedirme vas a obligarme a encontrar algo que darte... Y ya hemos visto lo mal que hago yo esas cosas.
—No es algo propiamente para mí.
Frunce el ceño
— ¿Y para quién es?
Mira a su madre de reojo sin poder evitarlo. Lord Kirkland mira también a Lady Kirkland siguiendo la mirada de su hijo.
—Déjame hablarlo, de todos modos —pide Scott desviando la mirada. Lord Kirkland parpadea ante el sonrojo de su mujer.
— ¿Y no hay nada que quieras para ti?
—Así de desinteresado y dadivoso me criaste —se encoge de hombros medio burlón.
Le mira fijamente.
—También te crié para ser mi heredero.
—Me puedo quedar el dinero —se levanta y se acerca a la puerta—, pero no te aseguro que no me lo beba y me lo folle todo en la primera semana —suelta saliendo del despacho.
Lady Kirkland sale en automático tras él sin siquiera mirar a su marido. Que les mira irse a ambos volviendo a sentirse un poco desconsolado con la idea de Scott no queriendo nada suyo, preguntándose quien desheredaba a quien en esas condiciones... Él desheredaba a su hijo mayor al no darle nada importante, pero más aún era su hijo mayor el que despreciaba lo que era suyo por derecho.
No es que no quiera tus cosas, es que son un montón de responsabilidades muermazo. ¿Por qué crees que Inglaterra es la capital en la isla? Y de hecho vas a ganarte el amor y respeto de todos si haces todo esto... en la medida que puede amar y respetar un británico. El problema con Lord Kirkland es que no se entera.
No se entera que sus hijos no son felices, por ejemplo. Sus raros hijos que se quejan igual de todo si lo son que si no lo son. Seh. Salieron a su mamá.
XOXOXOXOX
—Scott… —Lady Brittany detiene a su hijo mayor casi en cuanto cruza el umbral de la puerta. El nombrado se gira a mirarla. Se le acerca y le mira a los ojos. — ¿Qué ibas a pedir? ¿Estás bien?
—Estoy bien, iba a pedir que se te perdonaran los deslices.
Lady Kirkland parpadea y se sonroja un poco, pero no deja de mirarle a los ojos. Traga saliva.
— ¿Qué?
—E-Eso es muy dulce de tu parte —susurra, y se le humedecen los ojos.
Scott aparta la cara poniendo los ojos en blanco. Lady Kirkland parpadea y traga otra vez mirando al suelo.
—No te equivoques... quiero a mi padre y no apruebo lo que le has hecho, pero no creo que actué contigo de la forma adecuada.
Asiente un poco y se sorbe los mocos, pero hace un sobre esfuerzo por mantenerse entera y sin llorar.
—Vamos... vamos a escondernos y hablar de esto —pide al notar que solloza, tomándole la mano.
Se la aprieta y asiente otra vez con suavidad. Scott tira de ella llevándola al que era su cuarto cuando vivía aun en la casa que ahora es un cuarto de invitados. Se deja llevar por la casa recomponiéndose un poco en el camino. Aunque con la misma sensación de ser débil y tonta por estar llorando.
La hace entrar, cerrando la puerta y mirándola.
— ¿Estás bien?
—No... Pero lo estaré —asegura después de pensárselo un poco.
—Para pedirle eso a padre... debo contarle eso a padre —explica yendo a sentarse en la cama.
—Debería al menos tener el valor de confesarlo yo.
—Sí... tal vez sería menos malo si lo hicieras.
—Es sólo que... —va a la cama y se sienta a su lado.
— ¿Qué?
—Tuve un amante por veinticinco años —susurra.
—Por lo menos a ti te casaron a la fuerza, a saber qué excusa tenía él contra ese pedazo de mujer.
—Él no sabía decir que no... De haber sabido creo que hubiera dicho que no —se encoge de hombros y le mira a los ojos —. Tu padre no va a perdonarme ni aunque se lo pidas. Y creo que no es justo siquiera pedírselo.
Suspira.
—Entonces no sé qué quiere de mí.
—Aun así, creo que debo decírselo y enfrentar las consecuencias de ello —concluye —. Serán serias y devastadoras... Quizás pueda, pueda vivir en tu casa después de ello.
—Espera —la detiene—. Aguanta hasta que ellos tengan lo que quieren —pide —. Patrick a la chica negra, Wallace el título y Arthur a esa mujer.
— ¿Y qué es lo que quieres tú? Piensa en algo para ti, Scott.
Aprieta los ojos.
—Debe haber ALGO que haga tu padre, o que haga yo, que consiga que tú seas al menos un poco más feliz
— ¿El qué? ¿Divorciarme? Marlijn me importa una mierda, no va a cambiar nada si lo que hace es planearme otra boda de conveniencia. ¿Cambiar mi trabajo? ¿Dedicarme a preocuparme todo el día por cosas que no me interesan para comprar chelines a diez peniques?
—Aun así, no eres feliz.
— ¿Y tú lo eres?
—Lo he sido por largos periodos.
—Tal vez me busque una amante como tú —sonríe y piensa por un momento en la amiga de Marlijn.
Lady Kirkland aprieta los ojos y se ríe.
—No deberías
—Oh, claro, habla la voz de la experiencia.
—Aunque... En realidad no deberíamos tener esta conversación —se acuesta en la cama boca arriba —. Cállate, que justo por eso creo que yo no soy la persona adecuada —. Su hijo se ríe.— Es una... Situación arriesgada, que no deja de tener la parte del... Peligro a su favor.
—No creo que a mi esposa le importara un cuerno. De hecho puede que ella se buscara también uno y fuera más feliz.
—Marljin no te ha valorado nunca. ¿Hay alguien que te guste?
—Todas las mujeres que no son mi esposa. Hasta Cecil y Sigrid.
Aprieta los ojos.
— ¿Pero qué tiene tan terrible? —pregunta con genuina curiosidad e incluso una poca de malicia.
—Nada, salvo que se niega rotundamente a estar conmigo.
— ¿Y seguro que se niega? ¿No es sólo que presente un poco de resistencia?
—Digamos que yo tampoco me esfuerzo demasiado.
— ¿Y nada de eso va a cambiar?
—Pues no parece que haya intención.
—Hay dos opciones... Una es intentarlo de verdad. Quizás haya algo que les guste a los dos hacer, algo de lo que hablar... O algo de ti que le atraiga.
—Me da taaaanta pereza.
— ¿No te gustaría tener a alguien con quien hablar de tus cosas y pasarla bien en vez de salir corriendo?
— ¡No! Seguro engordaría un montón al dejar de correr, ¡sería horrible!
Se ríe un poco más y lo mira de reojo.
—El sexo es un buen ejercicio —responde sonrijadita.
—Las putas me echarían de menos.
— ¿No preferirías querer a alguien?
—Me quiero a mi mismo.
Ojos en blanco
—En conclusión, no necesitas nada y así como estas, ¿estás bien?
— ¿No es genial?
—Lo es, pero esta es una buena oportunidad para estar bien, no la dejes pasar.
— ¿Y qué puedo hacer si no puedo decirle a padre "quiero casarme con esa otra chica"?
— ¿Hay otra chica? Si Patrick puede divorciarse, tú puedes divorciarte.
—No, no la hay, justo eso es lo que digo. Es un poco injusto que después de que tres de nosotros pasáramos por la boda sin querer hacerlo tampoco, ahora venga la pequeña larva tan mono y rubito a decir que no quiere casarse y de repente todos podamos rehacer nuestra vida como queramos. Muchas gracias, pero llegáis tarde en mi caso.
—Más vale tarde que nunca, sabes que no puedo regresar el tiempo.
—Bueno, pues yo tampoco.
—Está bien, está bien —se tapa los ojos con las manos. Al menos pídele una casa más grande. ¡Oh! Ya sé, una casa en el norte que tanto te gusta para vacacionar.
—Mmmm —sonríe porque suena bien.
—No va a negarse, puede darte terrenos ahí, hay algunos que eran de mis padres y fueron parte de mi dote. Una casa y los terrenos, aunque tendrías que hacerte cargo de ello como hace él.
— ¿Crees que podría largarme ahí y que nadie me molestara?
— ¿Y salirte del ejército?
—Sí, eso es lo malo... podría tener ovejas.
—Marljin podría morirse entonces —se ríe —. Pero no veo el problema en ello si lo haces bien, le quitarías a tu padre un problema.
—Ah... que ella tiene que venir...
—O podrías dejarla en la ciudad...
— ¿Verdad que sí? Viviendo contigo.
—Tú quieres ver una pelea a muerte, ¿verdad?
— ¿Qué otra cosa podría querer si no? —sonríe ampliamente. Su madre le da un golpecito en el brazo.
—Pídele la casa y los terrenos y vete a vivir allá.
Se ríe
—Vale, vale.
Sonríe más tranquila con haber encontrado algo para él.
—Y déjame estar ahí cuando se lo digas a tu mujer.
—Vamos, se lo contaremos ahora —se levanta—. Hasta puedes decirle tú.
—Va a creer que es broma, no creo que piense que DE VERDAD te vas a salir del ejército.
—Podría pedir que me destinen ahí a luchar contra yetis
—Más probable es que te manden ahí a hacer de Yeti.
Vuelve a reírse. Ella se levanta de la cama sonriendo y sintiéndose considerablemente mejor. Sale tras ella.
XOXOXOXOX
Bien, así que... Lord Kirkland está verdaderamente nervioso cuando suena el timbre, considerando esto que tiene que hacer una actividad muy complicada.
Nada ayudaba tampoco que Patrick le hubiera contado su conversación con Cecil, que aunque bastante productiva, dejaba un poco clara la falta de tacto del muchacho, aspereza que no habían podido limar ni los años en el seminario.
De esta manera era que él mismo había ido a recibirles a la puerta cuando llegaron, formalmente vestido con su traje de noche, con el cabello bastante recogido e incluso un poco engominado.
Mister Jones deja que todas pasen delante de él con una cara de apesadumbradas circunstancias tremendas. Lord Kirkland les saluda con seriedad dejando que sea su esposa quien les indique el conocido camino hacia el interior una vez que el mayordomo y los valets les quiten los abrigos.
Lady Jones sigue a Lady Kirkland poniendo los ojos en blanco de desaprobación y Sesel mira a Emily de reojo si poder evitar ver si por ahí está Patrick.
Al mirar a Míster Jones pasar frente a él casi ve en un espejo la cara que el mismo trae, sintiendo una punzada en el corazón claramente dirigida a suponer que... Ya sabe.
Emily trae esa cara de niña consentida y berrinchuda que pone en algunas circunstancias, en especial cuando las cosas no van exactamente a donde ella esperaba.
—Lord Kirkland —saluda el americano tendiéndole la mano al nombrado.
—Míster Jones —responde con voz profunda apretándosela —. ¿Qué tal está?
—No muy bien, me temo, mi buen amigo.
Lord Kirkland suspira y le pone la mano con la que no le aprieta en el hombro.
— ¿Por qué no pasa y me cuenta qué ha pasado con un puro y copa en la mano?
—Gracias —asiente a eso.
Hace un gesto con la cabeza al mayordomo mirándole cargado de sentido para que traiga el mejor whisky que tienen y sus mejores puros.
— ¿Cree que debamos ir antes a la biblioteca para hablar con más tranquilidad?
—Definitivamente.
Lord kirkland asiente dirigiéndole hacia allá con paso firme, sintiendo que le sudan las manos. Y finalmente se instalan en la biblioteca, él invitándole a sentarse en uno de sus sillones ingleses barnizados en oscuro y con tapiz bastante discreto. Él se sienta en su butaca.
Mr. Jones le sigue, mirando al suelo sin saber demasiado bien como exponer esto a pesar de haber estado pensando en ello por toda la tarde. (En realidad para las ganas que tienen ambos de hacer esto y lo complicados que están todos sus familiares ya deberían hacer negocios los dos sin necesitar una boda).
El mayordomo no tarda nada en entrar, ofreciendo los prometidos puros y la copa de whisky, antes de desaparecer con la misma discreción con la que apareció en escena.
—Cuénteme, Míster Jones... ¿Qué le aflige?
—Es... Emily —asegura después de vaciar la primera copa como si fuera agua—. No se quiere casar.
Y tener una cara de jugador profesional de póker tiene sus ventajas en algunos momentos de la existencia. Lord Kirkland siente por un momento que se le destensa el estómago y un rayito de esperanza ilumina repentinamente su pensamiento.
—Oh... Emily... —murmura de vuelta.
—Arthur no le agrada... lo siento, no digo que tu chico no sea un muchacho estupendo, pero a ella no le gusta.
Frunce un poco el ceño, y se revuelve en su asiento.
—Confieso que en alguna medida escuchar esto es... —carraspea —, liberador.
—Sé que habéis preparado esta ceremonia y nos habéis acogido en vuestra casa con... —se detiene con eso.
—Es verdad que la hemos preparado y tenía todo perfectamente planeado, pero Arthur también es un hueso duro de roer.
—Sé que usted quería estas nupcias como salvo conducto de las inversiones, pero no voy a casar a mi hija si ella no quiere. Tal vez podamos hacer negocios al margen de ello.
Lord Kirkland suelta un largo carraspeo
—Me encantaría hacer negocios con usted de igual manera y sin necesidad de una boda de por medio. Sin embargo...
—Lo entiendo, entiendo que no es tan fácil invertir el dinero en una empresa extranjera y casi desentenderse. Pero no puedo obligarla, eso formaba parte del contrato.
—Lo sé, lo sé, y no pretendo que lo intente —asegura —. Ya le he dicho yo que Arthur no parece por ahora tener madera para casarse.
Míster Jones suspira, más tranquilo con eso.
—A pesar de ello quisiera hacer aun tratos con usted.
—Si no le importa que sean sin un matrimonio...
—No es del todo mi costumbre hacer tratos así.
—No sé qué planea entonces.
—Algo complicado —confiesa —, pero no imposible. Algo que, creo, beneficiaría a su familia.
— ¿De qué se trata?
Le da ahora un trago largo él a su bebida y se pone de pie para servir un poco más para ambos.
—Sé que estuvo hablando con mi esposa en la última reunión que hicimos.
—Ah, sí, una mujer encantadora.
—Encantadora.
— ¿No se lo parece?
—Es mi mujer —sonríe levemente de lado sin especificar si eso es que si o que no.
— ¿Y?
—Y por esa razón me puso discretamente al tanto de lo que hablaron —le acerca su copa.
—No recuerdo muy bien... pero diría que no hubo nada digno de mención.
—Ella sí que lo recuerda. Es sobre su hija.
— ¿Aja?
—No me refiero a Emily —aclara carraspeando.
— Ah ¿no?
—Sé que la otra jovencita también es hija suya —aclara —. Lo cual me alegra bastante.
—No... Eso fue un malentendido —niega con la cabeza y le mira con los ojos entrecerrados con lo de que le alegra.
— ¿Lo fue? —vacila un poco mirándole también con suspicacia.
— ¿Le alegra?
—Están pasando cosas poco convencionales en mi familia —explica con voz grave —, algunas las ha visto usted mismo. Patrick, mi hijo, es infeliz hace tiempo en un matrimonio que arreglé yo.
—Patrick... el chico ese sacerdote, ya lo vi.
—Va a separarse.
—A separarse por haber besado a... ¡Oh, cielos! —hasta palidece.
—Nadie se separa solamente por un beso, Mister Jones, por más público que sea. Entiendo que esto es un descontento que tiene bastante tiempo...
—No me extraña que su esposa quiera... ¡Que desastre! Seguro que le daremos la reprimenda adecuada a Sesel.
—Míster Jones, creo que no me estoy explicando correctamente y eso me preocupa. Más aún me preocupa que vuelva a negar que Sesel es su hija.
—Es que a todas luces, no lo es.
Le mira fijamente.
—Entonces no voy a casar a mi hijo con personal de servidumbre. Olvídelo.
— ¿Estaba pensando en casarlos?
—Eso resolvía todos nuestros problemas. Un desafortunado malentendido de mi esposa —frunce el ceño.
—La verdad... no entiendo a los ingleses —confiesa.
— ¿Qué es lo que no entiende?
—La verdad es que todo el asunto de Sesel tiene que ver con mi esposa —se lleva las manos a la cabeza.
— ¿Qué asunto de Sesel? Vera, Míster Jones... A estas alturas puede sincerarse conmigo.
—Mi esposa, ella es la que no quiere que Sesel sea reconocida como hija nuestra —explica.
—Entonces sí es su hija —murmura conforme con ello —. ¿Por qué no quiere? Es considerablemente peor tenerla de servidumbre.
—No cuando se trata de una mujer negra, mi esposa sufre terribles acosos por ello en América... aun peor aquí en donde es... incluso menos común.
—Ciertamente nunca hubiera pensado tener una nuera... Negra —arruga un poco la nariz —. Tampoco habría querido tener un montón de hijos infelices.
—Por eso es que buscamos las inversiones en el viejo continente, en América la gente no quiere trabajar con mi familia, aunque bien que quieren mi dinero. No estoy seguro que sea una buena idea hacer que Sesel pase por ello.
—Déjeme ver si entiendo bien... Su hija Sesel tiene la oportunidad de ser una Kirkland e incluso de tener hijos con mi hijo, en una familia de estirpe inglesa... ¿Y usted no está seguro de preferir que ella sea mejor una sirviente?
—Lord Kirkland, se lo digo a usted desde la confianza y la sinceridad. Si Sesel quiere casarse con su hijo, tiene mis bendiciones, ya conozco a la familia y aunque no considero que sea el más correcto de sus hijos, es el que ella ha elegido —expone para empezar—. Estoy muy contento que usted sea un hombre considerado y con suficientemente mente abierta para aceptarla en su familia como un miembro más... lo que digo es que no sé si se hace usted a la idea de lo que representa.
—Tengo un nombre, un título, una posición y suficiente dinero como para considerar que no hay nada que una chica negra pueda hacerle a mi familia. No estamos hace cien años — (Y solo porque soy inglés y no germano en esta historia, que la chica no parece nieta de Odín ni a golpes. Pues teniendo en cuenta que eres padre de Inglaterra y la niña es quien es...)
—Está bien, si está usted tan seguro no tengo nada que objetar —sonríe un poco, de todos modos pensando que seguro va a ser mucho más difícil de lo que cree este hombre, él también tenía dinero y el dinero no compra que se nieguen a servirles en un restaurante o no les dejen espacio para sentarse en la iglesia, o los coches no se paren a recogerles o lancen huevos contra su casa.
—No, no estoy seguro de nada de todo esto, Míster Jones, puedo asegurárselo.
— ¿Qué podemos hacer? Hablaré con Sesel y le explicaré lo que está proponiendo.
—Esto quizás tome tiempo considerando que mi hijo el reverendo debe divorciarse antes —se pellizca el puente de la nariz.
—Supongo que tendremos que hablar de permanecer un tiempo más en el país...
—Y esperar que pase lo del divorcio, que será lo más silencioso que me sea posible pagar.
—Por lo menos tendrán tiempo de conocerse... tengo que ver que dice mi esposa de todo esto.
—Por ahora lo que necesito es que Sesel deje lo antes posible de ser la sirvienta y, de hecho, deje de hablarse de ese asunto de inmediato.
—Aun así debo consultarlo con ellas, necesitaré un par de días antes de poder darle una respuesta.
Asiente.
—Por ahora el compromiso de Arthur y Emily queda disuelto
—Emily estará feliz de saberlo —asiente.
—Y Arthur. ¿Cree que podríamos esperar un poco a hacerlo oficial?
—Sí, claro... aunque hay que cancelar todo lo que contratamos para la ceremonia.
—O posponerlo, aunque había yo pensado en que la boda fuera en América.
— ¿En América? ¿Por?
—No creo que a Patrick le venga del todo bien esta boda y con sus feligreses... Un cambio de aires no estaría mal aunque tendríamos que ir allá —cara de completo asco.
Mister Jones se muerde el labio porque eso significa que los vecinos notarían otra boda interracial.
—No le convence la idea.
—No están bien vistas estas ceremonias en América y ya tuvimos una en mi familia. No planeaba que tuviéramos que mudarnos de nuestra casa.
Lord Kirkland frunce el ceño.
—Su boda con Lady Jones... No fue entonces como la imagino. Curioso.
— ¿Cómo la imagina?
—Hasta hace un segundo como la mía... Como la que preparábamos para Arthur y Emily.
—En esencia así iba a ser.
— ¿Y qué pasó?
—Que no todo el mundo es capaz de entender que la piel oscura no tiene nada que ver con el demonio ni las hace inferiores.
—Aquí fue también un revuelo la llegada de su esposa, pero nada tan exagerado. La boda iba a llevarse a cabo normalmente —frunce el ceño.
El americano suspira.
—Al principio todo es bastante discreto.
— ¿Y empeora?
—En realidad, hablarle de esto a usted es un poco contraproducente si lo que Sesel quiere realmente es casarse con su hijo, así que le pido que me deje hablar con ella antes de continuar esta conversación y posicionarme al respecto.
Germán le mira unos instantes y asiente.
—Vamos con los demás, entonces.
El otro asiente. Lord Kirkland se levanta y le mira con cierto aprecio a pesar de todo, porque han podido hablar de ello tranquilamente y todo de buena voluntad.
—Ojalá consigamos ser consuegros.
—Ojalá —le tiende la mano y sonríe porque le cae bien este hombre.
Se la aprieta con fuerza y sonríe un poquito de lado también.
—Creo que voy a decirle a Arthur que la boda sigue en pie, solo para ver la cara que pone.
— ¡Pobre muchacho! —se ríe.
—Ya bastante es que no vaya a casarse, los otros tres no tuvieron esa suerte.
Asiente riendo.
—Detrás de usted Míster Jones —indica pasando por la puerta. Y ahí sale delante.
Cuando llegan al salón ya han llegado algunos otros invitados. Emily es quien se acerca a Arthur casi en cuanto le mira. Él levanta las cejas y se sonroja un poco culpable de no haber pensado casi nada en ella más que como una herramienta para fastidiar al francés.
—Hello, Artie... ¿Puedo hablar contigo a solas un poco?
—Ah... ehm. Sí, por supuesto.
La chica le sonríe un poquito y le toma del brazo echándole una mirada a Sesel de reojito.
— ¿Salimos?
—Eh... —vuelve a vacilar—. Sí, claro. ¿Me acompañas al jardín?
—Sí, vamos al jardín —asiente conforme de tomar un poco el aire fresco.
—Ehm... vale... ¿C-Cómo...? ¿Cómo te encuentras, Emily? —pregunta con toda la ceremonia posible, visiblemente nervioso.
Ella sonríe un poco otra vez a pesar de todo, mirando al inglés a su lado y considerando que es menos terrible ahora que ha tomado una decisión.
—Bien. Bueno, y mal a la vez. Pero mejor ahora. No que antes estuviera mal pero... Bueno, bien en realidad. ¿Tú como estas?
—Más o menos igual —decide. Sorprendido en realidad de poder empatizar con toda esa falta de concreción.
La joven se muerde el labio pensando en si no le vendrá mal la noticia, aunque se encoge de hombros porque cree que con el poco caso que le ha hecho en todo este tiempo no le puede ir tan mal.
— ¿Y qué es lo que te impide estar simplemente "bien"?
—Bueno... Creo que voy a estar un poco mejor ahora que hablemos.
— ¿De qué? —tira de ella haciéndola sentarse en la pérgola junto a él.
—Este lugar es muy lindo —comenta distrayéndose —. Debería tener un columpio.
—Había uno en el árbol de atrás —lo señala—. Cuando yo era pequeño.
Sonríe sinceramente girándose a mirar el árbol.
—Yo tengo uno doble en casa. En verano papá le pone unos almohadones y Sesel y yo salimos a tomar el fresco bajo la sombra del árbol.
—Mi padre mandó desmontar el que había cuando yo entré al College porque ya éramos mayores todos, pero dijo que lo montaría de nuevo cuando uno de nosotros le diéramos un nieto o nieta.
Deja de sonreír un poco pensando en ello aunque otra vez no le parece que eso sea tan grave ahora. Sonríe.
—Scott y Patrick ya deberían tener hijos, ¿no? O Sigrid. Sería bonito conocerlos... ¿Te gustaría tener sobrinos?
—En realidad... ellos se llevan mal con sus esposas. Patrick hasta va a divorciarse —responde mirándose las manos.
— ¡Oh! ¿De verdad? —se gira a mirarle abriendo mucho los ojos. Él asiente. —Oh, eso está muy... Mal, supongo. ¿Está triste? —pregunta recordando el tema en cuestión entre ellos dos.
—No... la va a dejar por otra —la mira de reojo. Ella levanta las cejas.
— ¿L-La va a dejar por otra? —completamente azorada... No escandalizada, si impresionada.
—Emily, ¿puedo confiar en ti?
—Claro que puedes confiar en mi —le asegura sonriendo otra vez con sinceridad.
—Quien le gusta a mi hermano... es Sesel —le cuenta en confidencia.
Levanta las cejas, sonríe un poco y le aprieta la tela del saco.
— ¡Noooo! ¿De verdad? ¡Oh! —risita tonta —. ¡Tengo que contarle!
— ¿Crees que ella... crees que ella quiera casarse con él si el divorcio y eso sale bien?
— ¿Casarse? ¿Sesel? No... ¡Wow! ¡No sé! Eso sería... ¡Oh! ¡Artie! ¡Eso lo arreglaría todo!
—Sí... eso es —sonríe un poco al ver que parece bastante emocionada.
—Aunque no sé si Sesel quiera casarse con él... ¡Claro que le beso en la boca bien besado! —le cuenta como si no hubiera estado ahí.
—Sí, por eso pensaba. ¿No te ha contado nada de ello entonces?
—Sí, sí que me ha contado que Cecil es una maldita —asegura asintiendo —, y yo... No sé, quizás si le gusta, ¿si no le gustara por qué le habría besado? Aunque no había pensado que si... Se casa ella con él, se quedaría aquí, ¿no?
—Supongo que sí, tú ibas a quedarte...
—Y ella conmigo —susurra —. Yo no puedo irme a ningún lado sin ella.
—Pero... ¿entonces te quedarías tú?
Ella parpadea y le mira recordando que no le ha dicho lo que ha venido a decirle. Sonríe un poco y le toma una mano.
—Artie, tengo que decirte una cosa.
Tuerce el morro con el "Artie" pero no protesta.
—Me caes bien, y me gustaría conocerte más...
— ¿Aja?
—Pero no puedo casarme contigo.
—Oh... ¿Por?
Se muerde el labio.
—No creo que... Seamos el uno para el otro como príncipe y princesa
Parpadea un poco sin esperarse esa respuesta sobre monarquía.
—Espero que no te enfades conmigo por eso y... y no me odies.
—En realidad pienso igual —le sonríe un poco.
Levanta las cejas sorprendiéndose con eso sin esperarlo aunque después sonríe y le abraza. Él se paraliza y se sonroja un poco con el abrazo.
— ¿Entonces tu tampoco quieres?
Niega aun en el abrazo.
— ¡Ah! Eso es buenísima noticia.
Se echa un poco para atrás para que le suelte, arreglándose la ropa nervioso. Carraspea un poco sonrojado y sonríe. Ella le deja soltarse sonriendo de oreja a oreja porque le agobiaba que no quisiera y le ignorara o algo así.
—Aunque es un problema con los negocios de papa
—Bueno, si Sesel y Patrick son quienes se casan... no lo sería.
—Y entonces de verdad yo... ¡Voy a ser libre del todo! —sonríe con esa idea.
—Eso parece.
Se muerde el labio otra vez al recordar otra cosa.
—Puedo... ¿Contarte algo?
Asiente mirándola con curiosidad.
— ¿Y confiar en que no se lo dirás a NADIE?
—Oh, claro —aún más curiosidad.
—Es posible además que... Bueno... No sé cómo lo voy a arreglar.
— ¿El qué?
—No pienses de mi algo tan malo.
— ¿Tan malo de qué? No te sigo.
—Quizás estoy embarazada.
— ¿Q-Qué? —la mira y por un instante de pánico cree que podría ser suyo, pero la verdad es que su amigo el doctor le ha hablado de esto algunas veces y con sus hermanos mayores, así que un poco sobre la mecánica del asunto sí sabe. Suficiente para que no puedan engañarle con eso. Emily se revuelve un poco. — ¡No es mío! ¡No puedes decir que lo es!
— ¿Qué? ¿Tuyo?
—No lo es. No lo hemos hecho ni hemos hecho nada, ¡apenas si nos hemos besado!
—Pues justo eso digo yo... —le mira extrañada
— ¿Eh?
—Que claro que no puede ser tuyo.
— ¡Ah! —se tranquiliza.
—Eres extraño.
— ¿Por? Espera... ¿de quién es?
Se sonroja un poco.
—De... Alguien.
—Pero... ¡No! ¡¿De quién?! ¡Esto es un desastre!
— ¿De quién? De... Bueno, eso... Es un secreto.
—No puede ser un secreto —se lleva las manos al pelo, tirándoselo un poco—. ¡Pensarán que es mío!
—Por eso te lo digo.
—Pero si piensan que es mío nos obligarán a casarnos, Emily —aprieta los ojos.
—E-Es de alguien más.
—Pues tienes que decírselo.
— ¿A-A él?
— ¡Por supuesto! ¡A él y a todos!
—No puedo decirles a todos, ¿sabes que van a pensar?
— ¡¿Sabes qué van a pensar si no lo haces?!
—Pues... No lo sé, nada. Ni siquiera es seguro, pero primero tengo que hablar con Iván, no lo puedo decir así como así — (Tomo exactamente tres segundos el que fuera secreto).
— ¿Iván?
Se cubre la boca con la mano.
—Emily ¡lo que van a pensar es que es mío! Te lo acabo de decir, todos van a pensarlo y... —de repente palidece pensando en que hasta FRANCIS va a pensarlo.
— ¡Pero no lo es!
— ¡Eso es lo que tienes que decirles! ¡Tengo que irme ahora, tengo que escribir una nota! —exclama y sale corriendo porque de repente le parece importantísimo aclarárselo al sastre antes que lo oiga por ahí o piense cosas raras.
— ¡Pero Artie! Pero... ¡Espera! —sale corriendo tras él.
No se detiene, metiéndose a la casa de nuevo. Ella se mete tras él, pero en cuanto ve a Sesel se detiene.
Patrick llega solo unos minutos después de que han llegado los Jones... Solo y con cierto semblante desencajado. Cuando la ve, se sonroja un poco y se dirige al otro lado del salón, sin saber en lo absoluto cómo comportarse ante esta situación.
Ella al no verle por ahí y ver las miradas que le han echado todas las cuñadas Kirkland ha decidido mejor intentar hablar con alguien del servicio o mediar la "pelea" entre su madre y Lady Kirkland.
El reverendo no saluda a sus hermanos cuando se acerca a ellos, aunque mira a Scott y le sonríe con muchísima picardía de lado, con cara de haberse robado la tarta de la ventana.
— ¿Qué?
Se encoge de hombros y mira hacia dónde está la chica morena guardándose las manos en los bolsillos. Scott mira de reojo también hacia ahí.
— ¿Ya lo sabe?
—No.
— ¿Se lo vas a decir primero a Cecil?
—Hablé con Cecil en la mañana —murmura y se le borra la sonrisa —. Parece aliviada.
— ¿Qué esperas entonces?
—Cecil no sabe... Bueno, sí que lo sabe, pero ¿no es demasiado cínico? —pregunta mirando a su hermano con ojitos de ilusión porque sí que quisiera ir CORRIENDO a hablar con ella.
—Sí, sí que lo es.
Suelta el aire y mira al suelo.
— ¿Y si conoce a alguien más solo por no saberlo?
—Vino a la fiesta con el sastre, ¿verdad? —pregunta en plan cabrón.
Aprieta los ojos porque no había pensado en ello.
—Todas las chicas del servicio están locas con él y más ahora que Arthur le trae a casa cada cinco minutos... me sorprende que no esté aquí, de hecho.
—Vino a la iglesia y me besó otra vez.
Le mira de reojo.
—De verdad. Vino y hablamos, y más o menos le dije y me dijo que estaba loco. Pero nos besamos —sonríe.
—Que claro lo tienes todo.
Parpadea sin saber si se refiere a tener claro qué quiere con ella, o si se refiere a que lo tiene tan claro todo que es absurdo pensar que va a salirle bien.
— ¿No debería?
Suspira porque solo intentaba molestarle
—No lo sé.
Patrick sonríe un poco al escuchar el suspiro.
— ¿Que tengo que perder, hermano?
—Tienes razón, ni dignidad te queda ya.
Frunce el ceño con esa respuesta. Scott sonríe.
—Pues si ese es el precio por esa chica, voy a pagarlo.
—Cuánta pasión. Hasta pareces sensible.
—Oh sí, soy muy sensible —hace voz aguda como de niña.
—Esperemos que a ella le gusten los tíos con voz de maricón.
El menor le da un golpe en el hombro y se ríe.
—Nah, que le va a gustar. ¿Cómo hago para hablar con ella?
—Sigue poniendo esa voz —se burla.
—Bah, idiota. Hablo de que hay como diez mil personas aquí y necesito decirle que de verdad voy a separarme y tiene que casarse conmigo —ese uso del "tiene"...
—Oooh ¿vas a arrodillarte? ¿Ya tienes el anillo?
Parpadea y le mira.
—Crees que Cecil me devuelva el suyo —no era mala Fe de su parte, simplemente era la parte práctica y de poco apego que tenía con su esposa la que le hacía pensar en ello.
Scott le mira fijamente unos instantes porque le estaba vacilando.
—Sinceramente, no.
—Eso pensé yo también —admite asintiendo y suspirando—. En realidad creo que puede quedárselo todo, aunque le da igual, solo quiere irse.
—Al enemigo, puente de plata.
—Lo sé, lo sé... Que se lleve lo que quiera —sonríe un poco aun sin podérselo creer del todo.
— ¿Entonces... te arrodillaras o no?
—Nah...
—Bah.
— ¿Te parece que debería? Quizás más adelante lo haga... Y ella también solo que no para hacer lo que crees.
—Lo que creo.
—Shut up. Y si... ¿Vas con ella y le pides que salga?
—Claro "Sesel, mi hermano quiere que se las chupes en el jardín".
— ¡Noo! O sea, si quiero, pero no es eso lo que quiero AHORA. ¡Quiero hablar con ella!
—Es lo que le diré —se encoge de hombros y se acerca.
— ¿De verdad? No, espera —se va un poco detrás de él, histérico. Scott se ríe y apresura.
— ¡Sesel!
—Oh, bloody hell... —protesta Patrick entre dientes yendo tras él.
Ella levanta la cabeza hacia ellos. Patrick traga saliva y mira a su alrededor nerviosito, rascándose la nuca y dejando de caminar hacia allá.
—Te está buscando mi hermano —Scott señala a Patrick—. Quiere que le hagas...
— ¡No! ¡No! ¡Quiero hablar contigo! —susurra HISTÉRICO Patrick.
Scott se muere de la risa porque igual expresamente ni ha acabado la frase. Sesel sonríe un poco frunciendo el ceño pero igual se acerca a él.
—Ehm... A-Afuera o en algún sitio donde no estén mis cuñadas —le pide en un susurrito.
—Intimidaaad —se burla Scott marchándose.
—Shut up —protesta Patrick pasándose una mano por el pelo y notando que sus cuñadas de verdad le están mirando —. ¿La cocina? Ahí jamás se meterán a buscarme.
—No creo que sea adecuado en lo absoluto que vayamos solos a un lugar privado, ya bastante hay con que esté hablando contigo —responde ella.
—Es... Es cierto, es cierto. Sólo quería... Bueno, quería decirte que me separo de Cecil y eso hace que tú y yo... Que... —se sonroja un poco y baja el tono de voz —. Ya todos en mi casa saben que quiero que tu... Ehm...
Levanta las cejas.
—Esta es como la PEOR manera de hacerlo porque Cecil ni siquiera se ha ido del todo, pero tienes que creerme que es solo como terminar una farsa y hacer algo que si se quiere y... No te vayas con el sastre.
— ¿Con el... qué?
—Sastre. Yo soy... Bueno, soy un desastre, ya te lo he dicho y tú quizás has pensado en una vida muy feliz con él teniendo hijos sastrecitos, pero...
—Sastrecitos... —repite.
Cambia el peso de pie.
—Contigo sería mucho mejor que con ella, de verdad, y tú podrías enseñarme todas esas cosas sobre querer y demás.
— ¿A qué cosas te refieres?
—A cosas como que los esposos deben quererse.
Le mira incrédula con eso. Él se pasa otra vez la mano por el pelo poniéndose más y más nervioso.
—Te dije el otro día lo que había pensado... —susurra.
—Mira... yo no soy una chica rica, así que a mí no me vas a seducir como a las chicas ricas. Esto no va de que me das un anillo y me abro de piernas, tienes que esforzarte más.
Se humedece los labios y guarda las manos en los bolsillos.
— ¿Esforzarme cómo?
—Como los chicos pobres.
—No sé cómo se esfuerzan los chicos pobres.
—Entonces busca uno y pregúntale. Tal vez Francis sepa explicarte —sonríe.
La mira con cara de circunstancias.
— ¿Quieres que le pregunte al chico guapo que te seducía como hacerle para que me digas a mí que sí y no a l? Es decir, no quieres casarte conmigo, ya desde el principio.
—Tú solo estás deduciendo eso —se encoge de hombros sin dejar de sonreír.
—Es que claro que no va a decirme, Sesel.
— ¿Ah, no?
— ¿Pues que idiota me diría qué hacer para robarle a una chica como tú? —se lo piensa un poco —. Pongamos que averiguo cómo hacerle para aparentar ser un chico pobre y te traigo una hogaza de pan o algo así en vez de un anillo, que tanto mejor porque no te había comprado uno. ¿Entonces podrías pensar en casarte conmigo?
— ¡No! —frunce el ceño porque no se entera de nada.
Le mira desconsolado
— ¡Piensa!
La mira unos segundos fijamente.
— ¿Quieres que haga cosas y luego DECIDAS si realmente quieres?
—Exacto —sonríe.
—Pero eso es un desastre, no debes pensártelo bien.
— ¿Qué?
—Es que vas a decir que no.
— ¿Por?
—Porque no soy así como el típico hombre casadero, mira a Cecil.
— ¿Qué? ¿Qué le pasa?
—Pues no funciona porque ya me conoce y sabe que soy medio bestia y malhablado y...
—Entonces no lo seas.
—No, estamos fritos si quieres que no lo sea. ¡Tú me diste un beso!
Se pellizca el puente de la nariz empezando a arrepentirse de esto... La mira en bastante pánico.
—Sólo... Déjate llevar y ya. Voy a hacerlo mejor porque tú sí me gustas.
—Bien —le mira.
Él parpadea sin poder creer que haya dicho que sí. Sonríe.
—Mi padre va a hablar con el tuyo.
—No —le señala con el dedo —Espera... ¿Qué padre? —cae en la cuenta.
—Pues Míster Jones...
—Míster Jones no es mi padre.
—Lo es, por eso a todos les parece bien esto.
Niega con la cabeza.
— ¿Como que no? Tu padre se lo dijo a mi madre.
—No quiero que esto vaya por este camino, vas mal.
— ¿Si?
—Sí, así que cambia de actitud —sentencia.
—Vale. ¿Qué quieres que haga?
—Ya te lo he dicho, esto no funciona así conmigo, no soy una chica rica, no consiste en un acuerdo familiar y unos cuantos regalos.
—Para empezar si eres una niña rica. Al menos eres hija de un hombre rico. Pero vale, pongamos que no funcione así DEL TODO, pero puede funcionar así en parte.
—No, no funciona así en lo absoluto —se cruza de brazos.
—Vale, vale. Como quieras que funcione es como lo haré, aunque no te prometo que mi padre... —le busca con la mirada en el salón —. Él pretende que sea a nuestro modo y no al tuyo.
—No estoy hablando de lo que hagan los demás, ¡hablo de ti!
—No te enfades —le pide suavemente —. Sólo me gustas y ya. Lo bastante.
—Entonces... ¿qué estás haciendo?
—Separándome de mi mujer... Y ahora viniendo contigo. Solo que no sé qué más hay que hacer, ¿cosas románticas de libros de esos?
— ¿Qué? ¿De qué vas? —protesta porque suena un poco como si tuviera que complacerla a ella y él no quisiera hacer... sólo habían hablado tres veces y ya estaban discutiendo.
—No sé, sólo quería decirte esas cosas, ¿por qué no te parecen? Puedo ir y hablar con el sastre, iré mañana a primera hora.
—Bien —asiente—. Creo que sí lo necesitas, sí.
Sonríe un poco.
—Y tú necesitas... Encontrarme el lado agradable.
—Yo necesito... entender lo que estoy haciendo.
Le sonríe.
—No soy tan malo como parezco, de verdad.
— ¿Cómo sé qué no?
—Habla conmigo. Pasa tiempo conmigo.
— ¿Cómo? —sonríe un poco porque parece que va por buen camino.
—Habla conmigo toda la noche, y mañana venme a ver en la tarde a la iglesia y caminaremos un poco... O algo así.
—Esta noche no me siento cómoda hablando contigo con todo el mundo mirándonos.
—Mañana. Te iré a buscar.
—Será... ¿Una cita?
Se sonroja con la idea. Ella sonríe un poco coquetamente.
—Una... Cita con un hombre casado aun —aprieta los ojos.
—Piensa ir a algún lugar donde no te vean tus feligreses.
—Vale, lo pensaré —sonríe un poco más con más ilusión de la idea —. ¿Y de verdad saldrás conmigo?
— ¿Por qué no iba a hacerlo?
Sonríe aún más con la idea y hasta le brillan los ojos.
—No lo sé, por ser una chica tonta como todas las otras, pero tú eres diferente.
—La verdad, la pregunta era más bien, porque SÍ iba a hacerlo, me he confundido —le toma el pelo.
Él deja de sonreír.
— ¡Oh! Oh... —le mira con clara decepción. Sesel sonríe más.
—Ehh... Pues... Eres una tonta.
—Y tú parece que tengas cinco años —se devuelve cruzándose de brazos sin dejar de sonreír.
—Pues tú pareces de tres y no eres ni bonita ni nada —levanta la mano y le jala un poco una coleta.
— ¡Eh! —protesta tratando de que la suelte. Y la suelta, si solo ha sido un jaloncito. Se ríe.—Eso es aún más infantil.
—Y que, tú eres una niña.
— ¡Soy mucho más madura que tú!
—En algunas cosas, quizás, en otras ni de chiste. ¿Cuántos años tienes?
— ¿Cuántos crees?
— ¿Doce? —sonríe de lado
Le echa una mirada de incredulidad.
— ¡Trece!
— ¿Le pedirías salir a una niña de trece? eres un enfermo.
—No me digas enfermo ahora, sólo porque pareces niña de trece... ¿Cuantos tienes? ¿Dieciséis?
—No te lo voy a decir. Míster Jones no sabe ni sabrá nunca la edad de Lady Jones, ni él ni nadie... y lo mismo será conmigo.
—No seas ridícula, como no voy a saber la edad de mi esposa.
—No la necesitas para absolutamente nada.
— ¡Ja! No has dicho que no serás mi esposa.
Pone los ojos en blanco aunque sonríe.
—Si solo se necesita no saber tu edad, vale. No la sabré nunca.
—No, no es lo único que se necesita.
— ¿Que se necesita además de eso? ¿Un marido loco por su esposa?
—Enamorarme. No voy a casarme contigo si no estoy enamorada de ti.
Se sonroja bastante.
—E-Enamorarte de mí... E-Eso sería... Algo nuevo. No sé cómo hacer que lo hagas.
—Pues tendrás que averiguarlo... —se sonroja un poco.
Y en esto es que Emily debe encontrarles.
— ¡Seseeeel!
Se gira a la voz. Emily mira a Patrick... Se sonroja un poco, se tapa la boca y se ríe. Tira de Sesel para alejarlo de él. Ella se deja tirar riéndose un poco, rindiéndose a la incontrolable americana, sin ni tratar de oponer resistencia.
— ¡Sesel, Sesel!
— ¿Qué? ¿Qué pasa?
—Miiiijijijijiii —serie como gallina loca —. ¡Arthur me contó! ¡Arthur me contó!
— ¿Eh? ¿El qué?
— ¿Sabes que Patrick... se va a divorciar y quiere contigo?
—Ah, sí, sí, eso me estaba contando —sonríe un poco.
—Y yo no voy a casarme con Artie, tú vas a casarte con Patrick y quedarte aquí y... Yo no sé qué voy a hacer con Iván... Pero Paaaaatriiiiiick.
—Espera, espera, espera... ¿qué?
—Vas a casarte con él y dejar de ser así para ser como yo
— ¡Yo no he dicho que vaya a casarme con él!
—Pero sí vas a hacerlo y serás una dama así como yo, y mi hermana.
—Pero yo no... —da un pasito atrás empezando a agobiarse un poco porque de verdad que Patrick ni es tan mono ni tan seductor ni tan nada, por dios, sólo le dio un beso o dos no es como que la hubiera embarazado.
Emily sonríe y la abraza.
—No más establos horribles.
Aprieta los ojos.
—Emilyyy —lloriquea.
—Y a todos le diremos que somos hermanas porque... ¡Lo seremos oficialmente! ¡Porque papá te reconocerá como hija de mamá para los negocios y así no tendrás que quedarte atrás nunca!
De hecho, a medida que hay más gente que la empuja a esto es que peor ve a Patrick, parece más desesperado, torpe e inútil y hasta feo, por la simple precipitación de la idea y más se apaga la pequeña llamita de interés que podía haber surgido. Emily le sonríe un poco.
—Y yo no voy a casarme.
— ¡Yo tampoco voy a casarme!
— ¿Pero por qué? A ti si te gusta el chico.
— ¡No! No sé si me gusta o no, cada vez me gusta menos.
—Oh... Pero... ¡Se quiere casar contigo!
—Pues... ¡ya veremos lo que pasa!
Tuerce el morro un poco.
—Tienes que casarte.
—No, no tengo que hacer nada. Tengo que asegurarme que tu cuarto se mantiene ordenado, que tu comida caliente y tu ropa limpia. No tengo que casarme por ti.
Le sonríe un poco entendiendo las intenciones de la frase completamente al revés.
—De verdad no me importaría, al contrario —asegura —. Le conté a Artie que quizás estoy... eso.
— ¿Qué? ¡Pero aún no lo sabemos!
—Pero si sí lo estoy van a decir que es de él.
—Él va a saber que no es suyo... creo. ¿Qué ha dicho?
—Que tengo que decirle a Iván... Y a todos, que no es de Artie, porque todos van a pensarlo.
—Sí, eso es cierto.
—Pero no lo es, si fuera suyo querría decir que sí queremos casarnos.
—Es más fácil que todos piensen que te has acostado con él que con otro chico. Y si Arthur les dice a todos, es posible que te obliguen a casarte con él aún más.
—Él no quiere casarse tampoco.
—Entonces espero que no lo diga...
—Me ha dicho que no lo diría. ¿Crees que le deba decir a Iván?
—Sí... pero cuando estemos seguras, creo que no debiste decirle a nadie hasta estarlo.
—Él no va a decirlo.
—Ya, pero ¿y si luego tenemos suerte y no lo estás?
Emily sonríe.
—Mejor.
—Pero si se lo hemos dicho él... tal vez haga algo, yo qué sé, los hombres son muy complicados.
— ¿Algo como qué? Se lo dije porque... Parecía importante que lo supiera.
—No sé, venir y decirles a todos. Creo que es un tema delicado y es mejor que seas discreta por ahora.
Es como pedirle que sea silenciosa. Suspira porque nada de lo genial y maravilloso que ha venido a decirle le ha parecido genial y maravilloso.
—Mañana iremos con la enfermera a ver.
—No quiero estar embarazada.
—Eso... ya lo sé —sonríe un poco.
—Pensé que te gustaría gustarle al chico que te gusta y ser una chica importante... Y que estarías feliz porque no tengo que casarme ya.
—Me gusta gustarle a un chico, pero solo he hablado con él un par de veces y la idea de TENER QUE casarme con él me asfixia un poco.
—Yo tenía que casarme con él sin conocerle siquiera. Y no te parecía TAN horrible, me decías que estaría bien.
—Porque tú eres una dama y eso es lo que hacen las damas. ¡Tenía que apoyarte para hacerte el hecho más llevadero!
Le sonríe un poco y la abraza. Sesel suspira y la abraza de vuelta.
— ¿Crees que Iván quiera volverme a ver?
—Es posible... aunque después de cómo has peleado con Míster Jones hoy será mejor que vayas con cuidado con ello.
Se ríe con eso.
—Quieres que vaya con cuidado con todo.
—Sí... es que todo es difícil y quiero que te salga bien.
—No debí contarle a papá quien era Iván.
—No... No debiste...
Suspira arrugando la nariz.
— ¿Y si me escapo con Iván?
— ¿Qué?
—Si le digo que me lleve en su dirigible y que no volvamos nunca más?
—Pues... todos nos pondríamos muy tristes y yo te echaría mucho de menos. Y nunca más tendrías a gente que te ayudara a vestirte ni te preparara la comida ni te lavara la ropa ni un montón de vestidos ni... nada de todo eso.
Pone carita triste.
— ¿Y si vienes conmigo?
— ¿Y tus padres?
— ¿Y si vienen también? —sonríe —. Allá arriba nadie nos diría que está mal nada de lo que hacemos.
—Pero es que son ellos los que se oponen a que vayas con Iván... que a mí me parece también que es demasiado mayor para ti.
—Ugh, ¿tú también?
—Es que... tienes que admitir que es un poco...
—Lo es, pero eso no importa. Es divertido y tiene un dirigible y da unos besos... —sonríe. La morena suspira. —No me gusta que no te guste... —lo que no me impedirá ser necia e ir tras él.
—Es que es un tío muy raro.
—El tuyo no se queda atrás, tiene esposa.
Aprieta los ojos. Emily suelta una risita.
—Iván es raro, lo acepto, pero creo que es porque sabe cosas que nadie más sabe.
— ¿Cuáles cosas? —pregunta con curiosidad.
—Cosas como las estrellas —sonríe —. En el norte y en el sur.
—Oh.
—Y volar, y subir y bajar muy rápido colgado de cuerdas.
—Eso ya lo vi —sonríe.
—Y me escucha cuando hablo de cosas.
—Yo también.
Sonríe.
—Es verdad, pero tú no me das besos ni calor en zonas raras
Aprieta los ojos.
— ¿Y Patrick? ¿También te hace sentir calores así?
—No quiero hablar de Patrick. Estoy harta de eso hoy.
—Oh... Bueeeeeno, hablemos de Iván entonces —tan feliz.
—Vale —se ríe.
Es que Sesel… ¿sabes? Sesel ahora esta con esa sensación del tipo... Ehm... ¿Si me esperan por favor y dejan de decidir todos lo que pasa conmigo? O como cuando acabas metido en algo a fuerzas casi sin querer. E igual antes lo querías, pero tanto dicen todos y tanto hace todo el mundo que es como "ya no sé si quierooooo". Además es que es como todo muy rápido.
Es que no me extraña ni tantito. Sí, es que es eso de... es eso justo, de cuando empieza a gustarte un chico y alguien hace que te imagines casándote y es como "joder, sólo me gusta un poco" ¿no te ha pasado nunca? Que hasta te arrepientes de haberlo dicho.
Y no me extrañaría que de primeras se negara. Porque por más que parezca la situación ideal en cuanto a que sería una señora blablablá, su situación actual tampoco es tan terrible. No. Es que además... venga, ni siquiera tiene que hacer cosas tan horribles, no lava baños ni cosas así. Es como ser otra hija y ya cuando están en casa solos sólo tiene que peinar a Emily, ayudarla a vestirse, ir con ella a todas partes, coserle un vestido para que Emily pueda decidir cómo lo quiere.
Y claro, la castigaron a palear el establo, pero… es decir, no es su ocupación habitual. Bien, bien, no otra hija... pero desde luego no la que tiene las tareas horribles de servicio. Hasta comparte cuarto con Emily en vez de con el servicio. O sea, no otra hija normal así del todo, pero... si un punto intermedio. Entre chica de servicio y una hija.
Y Patrick, es que entiendo que es un desastre. Aunque parece peor de lo que realmente es. Es decir, evidentemente Sesel puede y podrá hacer LO QUE QUIERA con él. Solo le ha frustrado porque quería que la invitara a salir y le ha costadoooooo.
Es que además me imagino a Patrick más bien bruto. Sería bueno que pudiera vivir dos mil años para que al menos le sirvan de algo. Pero este es bruto, y entre que su gremio no es el de los hombres que ligan por ahí y sólo le arreglaron una boda casi que suplicándole a una chica que se case con él y resulto ser un fiasco…
Bueno, bueno, ok. Será un bruto malhablado y medio bestia siempre, pero... puede que sólo necesiten enseñarle que hay que hacer. Por eso lo mandó a hablar con Francis, que le venderá tres sotanas y le dirá que hacer, porque además le interesa mucho que funcione. Todos salen ganando. Y con Sesel... Es que Patrick no lo hará mal, de verdad.
Y no lo sabe ella, pero le rompe un poquito el corazón cada vez que le mete un susto. Pero bueno, mientras no le mande a la mierda, todo va bien. Es BASTANTE peligroso todo lo que puede hacer con él. Debería probar un día pedirlo directamente. Sólo espero que no lo haga con algo extremo tipo "lame el piso", aunque el resultado sería más o menos el mismo: "salta del tejado", "préndele fuego a todos tus libros", "deja el alcohol", "no hables más con Scott"…
Saltar del tejado... Seguro lo hace, ya se está trepando y puede que tenga que llevarle al hospital con la pierna rota. No hables más con Scott dice que vale, que sin problema, quien quiere hablar más con ese idiota. Deja el alcohol, él asegura con su mejor cara de inocente que ya lo dejó. Sus libros... Podrían ser sus discos, (que sería peor) pero... ¿de verdad? Bueno, sólo si le deja ponerle una mano en cada pecho y apretárselos.
A todo esto Scott tiene un par de cosas que decir sobre ello. O sea, es que eso con Scott es como... Francis con Toni. No le va a salir bien a Sesel.
