Arthur acaba de escribir la nota para que alguien la lleve a la sastrería apresuradamente y se le escapa un "tuyo" antes de su firma como parte del escatocolo por los nervios y no estar pensando, igualmente se lo entrega a uno de los chicos de los establos para que vaya corriendo a entregarlo como si acaso ahora que él lo sabía, Francis no pudiera esperar diez minutos a saber que el niño que Emily llevaba en sus entrañas era un bastardo que nada tenía que ver con él. Vuelve a la sala, nervioso, aun pensando en este asunto.
El doctor Zwingli le hace un gesto con la mano cuando le ve, levantándose para saludarle. Así que Arthur sale de sus pensamientos, se sonroja un poco porque Vash lo sabe TODO pensando que nunca va a poder quitarse esa reacción en adelante, pero sonríe un poco.
Vash hace el gesto sutil que suele hacer como sonrisa de regreso acercándose a él y apretándole la mano, un poco nervioso pero a la vez decidido.
—Buenas tardes, mi buen amigo, gracias por venir —le devuelve el apretón.
—Feliz cumpleaños, Arthur. ¿Cómo estás?
—Gracias, un poco nervioso y cansado, como siempre que tengo que soportar a toda mi familia— esa respuesta podría tener más escondida la petición de drogas habitual.
El doctor Zwingli le mira levantando una ceja y se humedece los labios buscando a su esposa con la mirada.
—Acompáñeme por un trago.
—Claro —sonríe y señala el mueble bar para que pase delante, siguiéndole porque parece haber entendido y eso siempre es bueno.
— ¿Cómo lo llevas?
— ¿A qué te refieres? —pregunta sirviendo un par de copas y tendiéndole una.
Vash se saca la mano del bolsillo, toma la copa y se la devuelve un instante más tarde.
—A la boda... Y... En general
—Creo que voy a conseguir que no se celebre si juego bien mis cartas... cielos —aprieta los ojos—. Ya sé que siempre te hago lo mismo, pero tengo una consulta médica que hacerte.
—Bébete eso y háblame de la consulta que tengas, sabes que siempre que tenga las respuestas te las daré —responde sonrojándose un poco del... Otro tema del que quiere hablarle.
Arthur le cambia el vaso entonces, sonriendo agradecido y le da un par de sorbos.
— ¿Hay alguna forma de demostrar de manera fehaciente que el hijo de... una chica es de otro hombre?
—No —responde directamente y luego se lo piensa un poco más —. Solo en pocos casos.
Aprieta los ojos y se acaba el contenido de la copa de un trago.
— ¿Cuáles casos?
—Casos muy específicos de hijos con ojos azules, hijos de familias negras o cosas como esa. Nada que pueda incriminar a nadie —resuelve pensando en su propio caso y la hija de la soprano —, u otros casos en los que los hijos se parecen mucho al padre... Es poco confiable de igual manera.
—Mierda.
— ¿Por qué?
—Emily está embarazada.
Vash abre la boca impresionado y piensa de inmediato que debe ser de Arthur.
—O-Oh... Yo pensé que... —sonrojo.
—No es mío. Pero por supuesto eso es lo primero que uno cree... e igual que tú todos, así que seguro me obligaran a casarme —protesta porque había estado tan cerca de conseguir... iba a odiar a Emily para siempre. Ahora entendía que sus hermanos odiaran a sus esposas.
Vash parpadea otra vez.
— ¿Y de quién es?
—Pues qué voy a saber yo. De ese... ese idiota del dirigible debe se... —se queda sin habla a medida que lo dice notando que sí es posible que sea eso.
— ¿De quién? Pero si lleva como dos semanas en Europa ¿y ya tiene un "ese"?
—Al parecer... —le mira con cara de acabar de enterarse.
—Perdona la pregunta incómoda...
Se pellizca el puente de la nariz, fastidiado con esto porque no parece haber escapatoria de esta historia.
— ¿Cómo sabe que está embarazada?
—Pues no lo sé, debe saberlo porque es una mujer y las mujeres sienten esas cosas o lo que sea.
El doctor levanta una ceja.
—O sólo sabe que... bueno, ese idiota se la ha metido dentro. Bien por ellos, pero me han jodido vivo —aprieta los dientes y le mira.
—Bueno, si se la ha... Si se ha consumado la relación es POSIBLE que lo esté, no es seguro. No es que pueda saber tan pronto... A menos que lo traiga desde América.
Arthur deja de pensar en asesinar al piloto de dirigibles para mirarle con eso ¡Traerlo desde América! Pero tampoco podían confirmar eso, así que seguirían casándola con él como fuera.
— ¿Y ella pretende amarrarte con esto? ¡Cielos Arthur!
—No, ella no quiere casarse conmigo, pero como si no conociera a mi padre...
—No va a soltar a su primer nieto —le mira a los ojos —. Amigo mío...
Todo este drama por la tarada de Emily.
—Voy a ir a matar al piloto —asegura muy serio mirando al doctor a los ojos.
—Y entonces tendré que irte a visitar a la cárcel —le sostiene la mirada preocupándose por el efecto que podría tener lo que le echó en la bebida si Arthur realmente decide hacer algo precipitadamente —. ¿Y si la reviso?
—No si me ayudas a llevarlo a cabo. Tú eres médico y yo soy abogado, esto no puede salir mal. Te aseguro que tú no harás nada ilegal...
— ¿Y de qué sirve matar al piloto?
—Venganza, me ha jodido la vida, lo merece e igual Emily seguirá tras él mientras este en medio.
—Se me ocurren otras ideas mejores.
— ¿Cuáles?
—Hacer que pierda al niño
— ¿Podrías hacer eso? —levanta las cejas porque ni lo había pensado—. ¿Antes siquiera que nadie sepa que está embarazada?
—Sería mucho mejor saber si está embarazada antes de cualquier cosa, Arthur. Pero sí, sí que puedo hacer que pierda al niño... O al menos intentarlo — Suiza da miedo en esta historia.
—Me aseguraré de traértela a consulta pronto, tal vez mañana antes de que se lo diga a todos— asiente.
Vash se muerde el labio porque no le encanta la idea.
—Aunque, Arthur...
— ¿Sí?
— ¿Estás seguro?
— ¿De qué?
—De que no es tu hijo.
— ¡Claro que lo estoy, apenas si la he besado!
— ¿Y quieres seguro hacer eso? A veces es peligroso... Depende de cada cuerpo y es algo que no me gusta hacer.
— ¿Con el respeto que me tiene, crees que merece que se lo tenga yo a ella?
—P-Pues...
—Exacto.
Vash suspira.
—Llévala mañana.
Arthur asiente y agradece, sonriendo. El doctor le da un trago a su vaso y le mira de reojo.
—Hay otra cosa importante de la que quiero hablarte.
— ¿Eh?
—Una cosa... De... Algo que se me ocurrió—susurra el doctor, carraspeando un poco y sonrojándose.
— ¿Aja?
—No te ofendas ni te enfades... Te digo esto como tu médico y como tu mejor amigo —baja más el tono de voz y le toma del brazo alejándoles aún más de la gente que hay por ahí.
Arthur traga saliva yendo con él, nervioso ahora.
—Es una cosa... Importante. Más que dirás que no, pero no quiero luego lamentar el no habértelo dicho.
Parpadea un par de veces... ¿será algo sobre las mujeres que pierden bebés o algo así? ¿Y si le dice que Emily no puede volver a tener hijos?
El doctor se mete la mano al bolsillo del pantalón y saca un botecito.
—Ehm... L-Las mujeres... Cuando... A-Al momento de e-estar con u-una pe-persona... C-con un hombre...
Sigue pensando en eso... tampoco quiere que la pobre no pueda tener hijos, aunque en parte se lo merece por buscona y fácil.
—Si el hombre hace las cosas bien... Ehm... L-la mujer se... Humedece.
Pero es un desastre, tal vez podría casarse con ella en vez de con la madre de Francis y llevar al sastre igual a su casa y que ella se fuera con el piloto o lo que sea, tal vez ese sería un mejor montaje.
—E-Esto es algo normal debido... A la lubricación.
Claro que entonces no tendría sentido alguno que Francis viviera con ellos, cosa que sí lo tenía con su madre.
—A-Además de permitir... El mejor acceso y... Bueno, e-es lo que hace la excitación.
¿Cómo podía entonces...? No, no, no servía, tenía que ser con la madre de Francis. Aunque sería muy raro montar una boda con esa mujer.
— ¿Lo sabes?
— ¿Eh? —le mira saliendo de sus pensamientos.
— ¿Que pasa eso con las mujeres?
—No, no sabía nada —asegura pensando en que el problema es que Emily no podrá volver a tener hijos.
—Pues... Oh... Ya-ya lo sabes entonces, que las mujeres hacen eso.
— ¿Pero por qué?
—Porque se excitan y se humedecen.
— ¿QUEEEÉ?
—De eso estamos hablando, de la excitación.
— ¿Por qué estamos hablando de eso?
—Porque... ¡Porque hay algo importante que quiero explicarte! ¿Que no me estás oyendo?
— ¿Sobre la excitación de las mujeres?
— ¡No, sobre la de los hombres! ¿Por qué no me pones atención?
— ¡Es que no entiendo nada de lo que me hablas ni porque hablamos de esto! —tan escandalizado ahora.
—Llevamos media hora... ¡Ugh! A veces te detesto porque ¡NO ME OYES! —protesta.
— ¡Aun así!
— ¡Te dije que quería hablar contigo como tu médico!
—De acuerdo, de acuerdo —aprieta los ojos.
—Los hombres no producen humedad... Por... Ahí detrás —le extiende un bote y se lo entrega.
— ¿Por...? ¿Qué? ¿QUÉ? —levanta las manos para tomar lo que le da.
—V-Vas a necesitar eso cuando hagas... Eso.
— ¿Qué? ¿Cuándo haga qué? ¿Yo qué?
— ¡P-Pues en algún punto vas a ha-hacerlo y vas a ne-necesitar de algo como eso porque eso no se lubrica como eso otro! —chilla un poco —, y no quiero tener que curarte ESO cuando pase eso sin eso.
Mira lo que le ha dado con pánico sin entender nada. El Dr. Zwingli está listo para meterse abajo de la mesa y no salir jamás.
Con la letra perfectamente clara y simple del doctor (debe ser el único médico en la historia con letra así...) viene escrito "Vaseline". Algo en la mente de Arthur hace que bloquee lo que está pasando y casi ni sepa para lo que sirve esto que tiene entre sus manos, mira el pote como si fuera algún tipo de ungüento mágico desconocido.
—Sólo... A-Aplica y... Ehm... Relájate.
— ¿Qué?
—Pues si tensas los músculos...
— ¿Qué músculos?
—Arthur... Piensa.
— ¿Que piense qué?
— ¡De qué te hablo!
—No tengo ni idea —le mira a los ojos. Vash suspira.
—Cuando dos varones tienen sexo es por ahí detrás... Ahí detrás no está lubricado y ahí detrás puede doler si no se hace bien.
Y ahora sí, se sonroja de muerte, aun igual de paralizado y bloqueado mentalmente.
—Usa eso y... Relájate.
Seguramente si pudiera emitir algún sonido sería algo como piiiii. (Huye, Vash, huye lejos y no vuelvas antes de que se dé cuenta)
Vash carraspea sonrojado de nuevo pensando que quizás Arthur quiera preguntarle más cosas... Y no es por nada, pero ya ha dicho lo suficiente.
—Voy a pasar al aseo... —se disculpa.
Arthur le mira completamente ido, con la boca abierta, casi como si viera a través suyo. Vash se pregunta si no hubiera sido mejor no decirle nada, pero... Hubiera sido peor tener que atenderle.
Creo que lo único que puede sacar al pequeño Arthur de su ensimismamiento es la llegada de Francis y su madre. Que llegan además como siempre partiendo plaza. Es decir, por más que sean el sastre y su madre llaman la atención como si fueran un par de lores. Con completa elegancia y haciendo que todo el salón se gire a mirarles.
Arthur levanta las cejas y no entiende qué hacen ahí ni quién les ha invitado, parpadeando un poco.
Francis esta considerablemente más serio que de costumbre, buscando la mirada de Arthur de inmediato. Y la encuentra seguro porque no ha dejado de mirarle desde que le ha notado.
El francés traga saliva al mirarle, sonrojándose un poco. El inglés se sonroja un poco también a modo espejo. Él hace un gestito con la cabeza en forma de algo... Quizás un saludo, quizás un simple deseo de que se acerque. Arthur aparta la cara.
Francis le aprieta el brazo a su madre y la mira con cara de circunstancias. Ella le mira también y luego se vuelve a Arthur. Suspira con su actitud.
—Quizás se ha arrepentido ya.
—Solo lo sabrás si te acercas.
Francis asiente y se acerca con ella del brazo hasta Lady kirkland, saludándola y agradeciendo la invitación antes de dejar ahí a su madre e irse hacia Arthur.
Madamme Bonnefoy le da un beso en la mejilla a su hijo antes de que se vaya, sólo por si acaso no vuelve a verlo en toda la noche... o tal vez hasta pasado mañana. Ella sabe bien lo que hace. Lo sabe muy bien.
Francis se pasa una mano por el pelo y se acerca lentamente a Arthur que no se ha movido en todo el rato, pero si le ha echado miraditas.
—Allo...
Cuando se le planta delante es que recuerda el beso que no le ha dado y que él no quería, así que levanta la nariz muy digno y se cruza de brazos sin responder. Y al hacerlo, nota que aún tiene el incomodísimo bote de vaselina que le ha dado el doctor. Vuelve a sonrojarse de muerte intentarlo esconderlo, pero se le cae al suelo con un estruendo que los alerta a todos y rueda bajo la mesa.
Francis se agacha para ayudarle. Arthur se asusta de que alguien más pueda recogerlo y salta para abrazar el bote como si la vida fuera en ello, apartándole casi de un empujón y acabando bajo la mesa.
— ¿Qué haces?
Se hace bolita ahí debajo.
—Arthuuuur, ¿qué pasa?
— ¡Vete!
Le mira desconsolado.
—No quiero
—No debiste venir, ¿quién te ha invitado? —protesta y se abraza más.
—Tu mamá...
—Pues ve a hablar con ella, yo no quería que vinieras y no te quiero aquí.
— ¿Por qué eres así conmigo? —pregunta mirándole con ojitos tristes.
—Así soy yo.
— ¿Por qué te has enfadado tanto? No entiendo.
—Me da igual, vete. No te quiero —responde y trata de meterse más abajo de la mesa y los manteles.
—Yo si te quiero a ti —se mete debajo del mantel.
— ¡Nooo! —recoge los pies y se sonroja.
—Shhh. Deja de gritar que van a pensar MAL.
— ¡No debiste meterte aquí! ¡Sal! —se echa más atrás alejándose.
— ¡Shh! ¡Cálmate! Y explícame qué demonios te pasa.
— ¡No me pasa nada! ¡¿Qué te pasa a ti?! —protesta aunque sigue chillando, baja un poco el tono.
— ¡No sé qué te hice, debí detenerte y no dejarte ir o algo así!
— ¿Qué? —se sonroja.
— ¡Que no sé qué te pasa!
— ¡A mi nada!
— ¡Claro que sí! Estas siendo malévolo conmigo sin razón.
— ¿Perdona? ¿Cómo sin razón?
— ¡Sin ninguna! ¿Que hice?
—Nada. Pero yo no te quiero ni nada, así que ¡vete!
—Yo sí te quiero... Tanto como para arrastrarme por el suelo por ti.
Se sonroja y aprieta su botecito.
—Y llevo todo el día sufriendo porque no sé qué te pasa y no es justo —protesta abrazándose las piernas.
— ¡Que eres tonto! —estira el pie y le da un golpecito.
—Tú más por no explicarme —le saca la lengua.
—Me da igual —otra patadita.
—Pues a mí no —quita la pierna para que no le patee. Arthur se estira para alcanzar. Le toma del tobillo y sonríe.
Intenta no perder el equilibrio apoyándose con las manos. Francis tira de él hacía sí. Se desestabiliza un poco, aun con el bote en la mano, por lo menos ya no se cruza de brazos... ni se separa. Traga saliva.
Francis le acaricia un poco la pierna y por primera vez, sonríe. El inglés se sonroja un poco otra vez pensando en el beso de nuevo.
—Andaaaa... Deja de estar enfadado.
— ¡No!
– ¿Por qué?
"Porque no me besas, porque no me besas, porque no me besas"
— ¡P-Porque no!
Se le acerca un poco más, subiéndose a su pierna.
—Eso no es justo.
—Sí lo es —se sonroja más. El galo le sonríe un poco.
—Yo creo que sé cómo hacer que no lo estés.
— ¿Q-Q-Q...?
Sonríe listillo y se le acerca a buscarle un beso. Arthur abre los ojos como platos, paralizado, y se le acelera el corazón un montón. Francis se estira un poco más y le besa directamente. Cierra los ojos y casi se lo come, directamente.
Francis levanta las cejas sin esperarse una respuesta tan intensa. Sonríe sin que le moleste en lo absoluto. Arthur siente que quiere esto desde esta mañana y la verdad es que para cuando está más o menos saciado y nota lo que hace es... tarde, táaaarde. Francis debe estarle planchando contra el suelo completamente perdido.
Ah, entonces no nota lo que hace ni absolutamente nada. Se le cae el botecito de vaselina al abrazarle y rueda de nuevo fuera de la mesa hasta topar con el pie de...
Wallace se agacha a recoger el botecito lentamente, levantando una ceja cuando lee lo que es. Por ahora Arthur no se entera aun que lo ha perdido. Francis le besuquea un poco el cuello pero es cuidadoso si hace o no algún ruido.
Arthur sí hace algunos y no creo que pueda salir de aquí nunca más con dignidad. Cuando le oye se separa un poquito y ahí está Arthur, sonrojadito, ojitos cerrados y se muerde un dedo para ahogar el ruido.
—Mon dieu... Eres completamente sensual —le susurra en el oído.
Se sonroja más, abriendo los ojos sin esperarse eso. Francis le da un beso suave en los labios. En el dedo mas bien. En la comisura/dedo/lo que le alcance de los labios que lo descoloca aún más.
— ¿Ya no estás enojado?
—Yo no... Yo... ¿qué?
Sonríe.
—Te dije que funcionaria
— ¡Sí lo estoy! —recuerda demasiado tarde.
Wallace mira hacia la mesa y frunce un poco el ceño sin estar seguro del todo de por qué esto ha venido rodando. Se levanta.
—No ha funcionado —frunce el ceño e infla los mofletes girando la cara y... mintiendo, en realidad está muchísimo más tranquilo.
Wallace da un paso hacia la mesa
—Sí ha funcionado —se ríe.
A Arthur se le escapa un poco la sonrisa y tiene que girar la cara intentando esconderla.
— ¡Te estoy viendo sonreír!
—Pfff —intenta ponerse serio y no le sale.
— ¿Ves? ¿Ves?
— ¡No! —protesta igual riendo. El sastre le pica un poco.
— ¡Para! —trata de tomarle la mano para detenerle.
—Nooooo.
— ¡Para! ¡Y no grites que nos van a oír! —sigue protestando y riendo (y yo creo que Aquí Wallace debería ya...)
Se mueven un poco los manteles. ¡Por el amor de dios, despierten!
— ¿Qué es esto? —pregunta Wallace sin entender la escena que ve.
Arthur palidece de golpe y es el primero en reaccionar empujando a Francis de encima suyo fuera del mantel por el otro lado de la mesa... y luego se sonroja al mirar a su hermano.
— ¿Qué hacen? —pregunta Wallace frunciendo el ceño.
—Qué... qué ¿qué? —sale él por su lado poniéndose de pie.
Francis rueda otra vez escondiéndose debajo del mantel y temblando un poco, porque no le parece que el hermano del inglés sea comprensivo con esto.
—Estabas ahí debajo con... —Wallace parpadea.
—E-Estaba... estaba buscando una cosa que se me ha caído —miente a sangre fría.
— ¿Con el sastre? —niéguenlo, niéguenlo todo.
— ¿Tienes algún problema con que sea amable y educado y me ayude a buscar? —se aferra a su coartada, aunque se sonroja un poco.
— ¿Y qué perdiste?
—Yo... ehm... un... eh...
— ¿Ajá?
—Botón. Un botón.
—Un bote será —Wallace sonríe levantando el botecito hacia él y sonriendo.
Levanta las cejas y se sonroja de golpe, intentando quitárselo de un zarpazo. El mayor se lo quita del alcance. Igual que de pequeñito. Salta un poco para intentar quitárselo. Wallace le pone una mano en el pecho evitando que se lo quite.
— ¡Devuélvemelo, Wallace! —protesta infantilmente sonrojado, sin pensar que sería más fácil simplemente decir que no es suyo y conseguirse otro cuando nadie pueda incriminarle.
— ¿Por qué lo tieneeees?
—Es mío, ¡me lo ha dado Vash!
— ¿Y para qué sirve?
—P-P-P... —se queda sin habla con las manos en alto. Sin siquiera saber cómo contestarle de lo incomodo de esta situación
— ¿¡Eh!?
Se sonroja aún más incapaz de decir nada de nada, bloqueado con la sola imagen de decirle a Wallace para qué piensa usarla. Por algún motivo esta imaginando describir más besos, caricias y risas bajo unas sábanas de las que ameritan realmente el entendimiento.
— ¿No me respondes?
—E-Es para... p-para...
Por si no fuera poco imaginar para qué es, le viene a la cabeza lo que pasó ayer noche... y esta mañana.
—Para... para... qué —le imita.
— ¡Cállate! —protesta y vuelve a intentar quitárselo.
Wallace se lo quita aunque no es tan rápido esta vez.
— ¿Sabes qué creo? —pregunta sólo para amenazarle con que cree algo.
— ¿Q-Qué? ¿Qué? —pregunta más como si no hubiera entendido lo que ha dicho que como para saberlo.
—Que si sabes qué... Pfff... Anda, aquí tienes tu bote de vaselina que a saber dios para qué puedas querer —aun así no lo suelta.
— ¿Qué? ¿Qué sé? —intenta quitárselo, sonrojándose de nuevo.
—Que ocultas algo.
— ¿Q-Qué? —vacila otra vez dejando de intentar quitárselo.
—Tú me dirás
— ¡Yo no te voy a decir nada! —chilla.
—Ya con esto me lo estás diciendo.
— ¡No te estoy diciendo nada!
—Sí, claro que me lo estás diciendo.
— ¡No es verdad!
—Mira los chillidos.
— ¡No estoy chillando! —chilla.
—Imagínate que estuvieras chillando...
— ¡Cállate! ¡Déjame tranquilo!
—No. No voy a dejarte tranquilo hasta que me digas tu secreto.
— ¡No hay ningún secreto! —vuelve a sonrojarse y no puede evitar buscar a Francis con la mirada ahora.
Francis ha aparecido al otro lado de la sala y se ha puesto a hablar con el Mayordomo, por hablar con alguien. Algo así imaginaba Arthur, pero por la mentira o lo que sea es que se delata inconscientemente.
—El muchacho ese del sastre...
Vuelve a mirar a Wallace.
—Es la segunda vez...
— ¿Q-Qué? ¿la segunda vez de qué?
—Que pasan cosas raras con el sastre.
— ¡No es verdad! ¡No pasa nada con él! ¡Sólo... se cayó sobre mí, por eso estábamos bajo la mesa! —se inventa otra coartada diferente.
— ¿No que buscaban algo?
—Eh... sí, eso. Se cayó mientras buscábamos. ¡Dame mi medicina!
— ¿Ahora es medicina?
— ¡Sí! ¡Lo que sea! ¡Me da igual! ¡Dame mi bote! —le da vergüenza hasta decirlo.
— ¿Y qué cura esta medicina? ¿La tontería?
— ¡Eso no te importa! ¡Es un... remedio para una dolencia mía!
— ¿Cual dolencia?
—Dolores musculares —interrumpe la discusión Vash que ha venido en rescate de Arthur.
XOXOXOXOX
Scott se humedece los labios después de conseguirse otra bebida y de haber dejado a Patrick hablando con Sesel y mira a su esposa y... a su amiga, la esposa del doctor, pensando en alguna excusa para acercarse a ellas.
Después de sendas conversaciones con sus padres, no estaba muy cómodo. Patrick, de todos, enamorado. Arthur consiguiendo escapar del matrimonio, se iba a quedar virgen para siempre, conociéndole, seguro ni en sueños podía conseguir a esa mujer, la madre del sastre, pero bueno, aún tenía la esperanza y Wallace... su ambición. Él no tenía nada de todo eso. Ni esperanzas, ni sueños, ni ambiciones, ni amor. Se había conformado con las tierras en las Highlands. No que no le gustara Escocia, era de dónde provenía la familia de su madre, pero en su fuero interno, la falta de amor le parecía mucho peor y más ahora en comparación con Patrick. Se sentía superficial.
Pero si Arthur se había planteado conquistar a una mujer como la que planeaba, tal vez él podía quizás solo... acercarse a hablar un poco más con la mujer del doctor. Es una mujer desposada y lo sabe, lo que tiene un sinfín de implicaciones éticas muy complicadas que ahora mismo no podrían importarle menos. Patrick divorciándose le hacía sentir que no era imposible lograrlo, aunque siquiera estaba seguro de qué le atraía de esa chica y no de su esposa que pudiera hacerle llegar a plantearse cuantos divorcios harían falta para llevársela al norte de la isla... La verdad es que se asusta a si mismo con estas ideas tan tempranas.
Bella mentiría si dijera que no ha visto hacia el pelirrojo, recordando el asunto de los cigarrillos.
Tal vez solo es por eso, porque se rió un poco con él y hablaron con tranquilidad sin esquivarse el uno al otro. Hacía tiempo que no lograba eso con su esposa, quien más bien solo cruzaba palabra con él para decirle si había despedido al jardinero o se había encargado de mandar lustrar la plata y de manera no agresiva, pero sí distante.
Y tratando de quitarse alguna idea extraña de la cabeza. Había sido solo un regalo amable... Y ella, poco acostumbrada que estaba a que su marido hablara siquiera con ella, simplemente consideraba demasiado llamativo que este hombre se hubiera reído un poco y hablado con ella.
Toma aire con la poca profundidad que le permiten sus pulmones ennegrecidos y seguramente medioconsumidos ya por un cáncer no diagnosticado, sacando otro puro. De todos modos era raro que en otra reunión social volviera a acercarse a ella... y suscitaría sospechas claramente infundadas, por mucho que su cuñada Sigrid y su esposa estuvieran ahora muy entretenidas con el asunto de Patrick.
Bella le mira un instante de reojo por casualidad y sonríe un pequito sin poder evitar sonrojarse levemente. Él gira la cara saliendo de sus pensamientos, como si le hubiera pillado mirándola.
Seguramente no la estaba mirando a ella, ¿verdad?
Vuelve a mirarla de reojo, sin estar seguro que aún le mire o sólo haya cruzado la vista por casualidad, por estar mirando por la sala. Ella le mira otra vez, sólo para cerciorarse de que... ¿A quién ve? A su esposa seguramente.
Así que rápidamente vuelve a desviar la mirada y hasta a darse la vuelta buscando algo con lo que disimular, alguien con quien hablar o algo que hacer. Esa suerte de los británicos...
Ella sonríe un poquito haciéndose los ojos en blanco. Claro que no la estaba mirando a ella, obvio, que demonios estaba pensando.
Scott da una ridícula vuelta sobre sí mismo sin notar nada que parezca que pueda ayudarlo a disimular y aprieta los ojos sintiéndose idiota. Bella aprovecha para mirarle el culo y sentirse genuinamente idiota, ¿desde cuándo veía con esos ojos al marido de su mejor amiga?
Asiente para sí mismo con determinación antes de finalmente girarse y dirigirse a ellas, como mínimo podía contarle a su esposa el asunto de las tierras en el norte.
Levante las cejas cuando nota que ahí viene, sonrojándose sin esperar eso. Marlijn no le nota hasta que está frente a ellas, que es cuando deja de hablar y se gira a mirarle también.
—Hola —Bella le sonríe un poco sin perder el sonrojito.
— ¿Alguna ha estado alguna vez en las tierras del norte? —pregunta de plano. Marlijn frunce el ceño sin entender a qué viene eso.
—Yo he ido a Manchester, ¿eso cuenta? —Responde Bella.
— ¿De qué hablas ahora? —pregunta Marlijn un poco agresiva.
—No, no, más al norte. En Edimburgo —responde a Bella y luego se vuelve a su esposa—. Ya sabes que mi madre nació en Escocia, con esto del divorcio de mi hermano, es posible que me cedan tierras de mis abuelos ahí para que pueda retirarme del ejército antes de que quieran que mande demasiado.
—Oh. Unas tierras al norte. Dicen que es bonito... Aunque frío. No sabía que tu suegra era de allá, Marljin.
— ¿Y para qué quieres una tierras en el norte si vives aquí? —Marlijn pone los ojos en blanco pensando que ya podría haber conseguido el divorcio también.
—Sí, sí es bonito. Lógicamente, para dejar de vivir aquí.
Bella se ríe pensando obviamente que es una broma.
—No voy a irme de Londres —responde Marlijn que no sabe si es broma o no pero no le hace gracia.
—Bien, pues me iré yo solo, no es como que me importe.
—Quizás para casa de campo no estaría mal. Podrías ir en verano.
—En verano prefiero ir a ver a mis padres —responde.
Bella mira a Scott.
— ¿Y son tierras para habitar? ¿Hay un Castillo?
—Creo que sí y hasta voy a comprar un fantasma —responde Scott ignorando a Marlijn, que pone los ojos en blanco a eso. Bella se vuelve a reír con eso.
—Si compran uno que sea un jinete o algo así.
— ¿Y eso por qué? —el pelirrojo sonríe un poco, yendo a sentarse junto a ella.
—Me parece que asusta lo bastante ya un fantasma solo, a caballo es como para morirse.
— ¡Hombre! —se ríe—. Y cruzaría el castillo a toda velocidad, suena divertido.
—Ignórale, Bella, siempre está diciendo tonterías, no se puede hablar nada en serio con él —aconseja Marlijn.
—Así podrán asustar a varios invitados a la vez sin necesitar dos fantasmas. ¡Todo sea el ahorro! —le sonríe mirando a Marljin de reojo.
—No sé por qué le das alas —protesta ella y Scott hace un gesto de hastío a ello.
—Porque es divertido pensar en que compre un fantasma —Bella le mira sonriendo —. Y estaría bien jubilarse del ejército, ¿no? ¿No preferirías una vida más tranquila? Aunque yo voy a morirme si se van... Te-te vas.
—No lo creo... —responde Marlijn pensando en que entonces no ser iría de viaje a menudo y a saber qué haría todo el día... como ahora que no pasaban el día juntos porque ella se ocupaba de conseguirse un montón de compromisos sociales, pero no conocía a nadie en Escocia.
—Tendría que ir a verte de vez en cuando, pero... —murmura Bella nada segura antes de mirar otra vez a Scott, que levanta las cejas con eso sin esperárselo.
—E-Es decir, a-a Marlijn —aclara sonrojándose otra vez sin dejar de mirarle.
—Ya, ya suponía que te referías a ella —responde y Marlijn levanta una ceja de que haya pensado que alguien podía pensar otra opción. ¿A quién iba a ver?
Bella sonríe un poco suspirándose y mirándose las manos.
—Vaya, si te vas a Escocia ahora si mi vida será un infierno.
Aunque estaba el asunto de cómo se reía con él y que le parecía una buena idea y... había algo raro en todo esto. Entrecierra los ojos mirando a su amiga.
—Yo no me voy a ir a Escocia —asegura otra vez.
—Ya, ya —asiente Bella sin estar muy segura —. ¿Pero y si se va Scott?
—Pues que se vaya. ¿Es que quieres ir tú con él? —pregunta un poco expresamente para ver su reacción, el chico levanta las cejas y no puede evitar prestar atención también. Bella se sonroja un poco a pesar de que se ríe.
—Preferiría irme con él a quedarme con mi marido, ya sabes cómo es.
Scott traga saliva con eso... y se sonroja también. Trata de moverse lo menos posible porque esto parece una... parece... una oportunidad. Y no tiene ni idea de cómo moverse ni cómo hacer para que se convierta en una posibilidad, de ahí en un acuerdo y finalmente en un hecho.
— ¿En serio? —pregunta Marlijn incrédula.
—Ya sabes lo odioso que es —arruga la nariz sin mirar al pelirrojo.
—Scott, ¿te importa dejarnos solas? —pide Marlijn en un claro pero diplomático "vete" que el hombre por una vez en su vida, cumple solo por si acaso esto funciona.
Se levanta y da un par de pasos hacia otro lado imaginando llevarse de viaje a Bella en vez de Marlijn, los dos solos en el norte, podía ser un viaje de unas cuantas semanas... ¿habría alguna posibilidad? No, era imposible que Marlijn aceptara tal cosa tan turbia y menos aún el doctor.
Bella carraspea con esto sin mirar al chico Kirkland preguntándose si ha sido DEMASIADO obvia. Solo era un decir, claramente no es que estuviera pensando en irse con él, aunque se lo imagina por un segundo.
—Bella... —empieza Marlijn, mirándola cuando se ha ido.
—E-Era un... Decir.
— ¿Te gusta Scott?
—M-Me... ¿Quéee?
— ¿Te atrae? Puedes contármelo, no voy a celarle, ni siquiera me importa. Pero no entiendo qué ves en él.
—Él no me... No es que... E-Es decir... Él es un hombre divertido y... —se tapa la cara.
— ¿Divertido? No dice más que tonterías.
—A mí me parece que tiene ocurrencias que me hacen reír. ¿Tú has visto a mi marido? No hace más que hablar en serio como si el mundo fuera a acabarse... Eso o de esas cosas de ciencia que nadie entiende.
—Estás completamente loca, Bella. De todos los hombres...
—No es que realmente me guste —intenta defenderse aunque el sonrojo la delata —. Es sólo que he hablado con él... Poco. Y sólo pienso que... Cielos, ¡de verdad no te enfades!
—No me estoy enfadado, es que no me lo esperaba.
—En realidad es que Scott podría ser muchísimo peor, el me parece agradable.
—Agradable... es que no sé qué te parece... de verdad no lo es, es malhablado, irrespetuoso, bestia, infantil, indisciplinado y asocial. Siempre se está metiendo en líos como si fuera un crío ¿es que no escuchas cuando te cuento?
—Sí, sí que escucho, y de verdad te creo, pero... No te enfades —vuelve a pedirle tomándola del brazo —. Me parece que es bastante más sensual y apuesto que todos los demás, ya quisieran tus cuñadas. Siempre he pensado que de ser tú...
— ¿Apuesto y sensual? —no puede evitar mirarle a ver si hay algo que no ha visto... no se lo parece en lo absoluto.
—Lo es... Mírale las manos, fuertes. Y no tiene un mal culo..., lo único malo son los dientes como todos ellos.
—No creo que dijeras eso si le conocieras más. Deberías ir con él a Escocia como ha dicho.
— ¡¿Q-Que vaya con él?! —levanta las cejas y se sonroja.
—Sí, yo me ahorro el viaje pesadísimo, él mira el maldito castillo y todo lo que necesita, tú huyes de tu marido y así te das cuenta de cómo es en realidad, a ver si me entiendes mejor cuando vuelvas.
—Y... Pero... —balbucea incrédula poniéndose nerviosa de inmediato. No quería decir nada necesariamente, solo acompañarle.
— ¿Qué? Ya no te atrae tanto la idea, ¿no?
¿Y qué le diría a Vash? No que él no se largara cada que podía, pero no estaba segura de lo que pudiera decir.
—Claro, no te creas que no sé qué solo me lo dices para animarme y te lo agradezco, pero admite que es...
—Si voy.
— ¿Eh? —vacila sin estar segura de haber oído bien.
—Te ahorraré el viaje.
Levanta las cejas mirándola unos instantes.
—B-Bien.
Se sonroja un poco.
—No es realmente que me guste, es por ahorrarte el viaje e intentar entenderte.
—Vale, vale... —se encoge de hombros, porque al final le da lo mismo.
Bella hace un esfuerzo por no sonreír, poniéndose cada vez más nerviosa.
— ¿Se lo dices tú?
—Y-y cuando crees que... Sí, se lo digo yo —se levanta de golpe.
Marlijn levanta las cejas y... no dice nada, porque tampoco esperaba que fuera ahora mismo, pero bueno. Bella vacila porque siente que todo lo que diga puede ser usado en su contra.
Scott está a unos pasos de ahí, de espaldas a ellas fingiendo ver las cositas que hay sobre la chimenea, con la oreja más puesta que nada. Bella le sonríe a Marljin nerviosa y va hacia donde está el marido de ella sin decirle nada más. Él se gira a mirarla sin que tenga que ni llamarle la atención.
—Oh... Hola —le sonríe un poco dando un pasito atrás.
—Ehm... —se sonroja.
— ¿Decías en serio lo de estar pensando en irse al norte? —pregunta sonrojándose en espejo.
—C-Claro, ¿por?
—Hablaba con Marljin respecto a eso.
— ¿A...ja?
—Y... Ella no quiere hacer el viaje ni irse.
—Eso... eso ha dicho antes, ehm... sí.
—Pero creo que podríamos convencerla.
— ¿Eh? —se descoloca porque le había parecido oír que iba a ir ella y no su esposa.
—Creo que una buena forma de convencerla seria ver exactamente cuáles serían las condiciones...
—Las... condiciones —repite.
—Es decir, como estaría y eso. Si lo entendiera, creo que quizás accedería a irse.
— ¿Y cómo va a saberlo si no viene? —ojos en blanco.
—Mandará a una emisaria.
— ¿Aja...?
—Iré contigo si no te molesta.
Traga saliva y trata de no temblar. Ella vacila un poco.
—A menos que el Doctor Zwingli se oponga. ¿Cuándo tiene pensado irse?
—Tú... en vez de ella. El doctor, claro, el doctor.
—Sólo es para ayudarla a decidirse.
—Claro, claro. Lo entiendo. Sí, no hay problema. Sí —asiente aun nervioso sin poderse creer lo que pasa intentando sonar tranquilo, casi en automático.
— ¿Cuándo entonces es que pretende irse usted? —pregunta nerviosa usando el modo formal esta vez de manera extraña.
—Yo... — ¿Hoy? ¿Ahora mismo? ¿Antes de que mi mujer se lo piense dos veces?
— ¿Aja? ¿Es más a largo plazo?
Niega con la cabeza.
—Oh... Próximamente.
—Sí.
—Hoy mismo. Ahora mismo, de hecho.
— ¡¿H-Hoy?! ¿Perdona?
—No lo he dicho antes, pero es... es muy, muy urgente que me marche —responde mirándola a los ojos, serio y sin ninguna expresión porque aún no se cree esto.
— ¿Por? ¿Pasa algo? —pregunta preocupada.
—Sí... sí. Pero no es peligroso, nada más es un problema de... herencias. Sí. Con los hermanos de mi madre, eso. Han escrito esta mañana, por eso es que hoy... por eso todo. Sí. Eso —no tiene ni idea de lo que está diciendo ni lo que está haciendo.
—Oh...Vaya... Ehm... Bueno, ¿no crees que sólo por eso Marljin quiera ir contigo?
—A mí me parece que se ha negado muy, MUY categóricamente. Y la verdad, es que necesitaría que vinieras tú. Usted. Alguien como usted quiero decir...
Se sonroja y carraspea un poco
—E-Es decir... porque es alguien... ajeno. No tiene intenciones y puede dilucidar el tema de manera objetiva.
—Q-Quizás podría ayudarme a hablar con Vash.
—Ah, sí. Sí, claro —asiente y se lo imagina "Hola, doctor, vengo a pedirle permiso para llevarme a su mujer a mi castillo en el norte de Gran Bretaña los dos solos, esta misma noche, por... un par de semanas o más. Sin ninguna intención de tener sexo con ella ni nada, ¿eh?" Se sonroja solo con eso.
—Marlijn es mi mejor amiga y eso y... Bueno, le dejo para que hable con él, yo voy otra vez con ella.
— ¿Qué? No... ¿No viene usted conmigo?
—Es mejor si lo hace usted solo.
Levanta las cejas con eso, mirándola nervioso.
—Él es... Él... No creo que tenga problemas, pero si se lo pido yo...
— ¿Sí?
—Funcionara mejor si se lo dice usted, se lo aseguro. Explíquele que es por Marlijn.
Se pasa una mano por el pelo, nervioso igual... de la opción a la posibilidad. De la posibilidad a la probabilidad... y luego al hecho.
Bella desaparece sólo que en lugar de ir a donde esta Marlijn se va al baño a gritar como loca. (Ejem... Contra la toalla). Scott se queda plantado donde lo ha dejado por unos instantes todavía porque es que aún no se lo cree... ¡Y ella además quería ir con él! Sonríe un poquito al darse cuenta y mira alrededor de repente ansioso como si el tiempo se le echara encima. Sale corriendo a por Arthur y Wallace.
—Wallace, esfúmate —suelta llevándose a Arthur de los hombros mientras este protesta que aún no le devuelven su maldito bote.
— ¿Q-Qué? —protesta Wallace cuando ya ni le oyen.
—Dame ese puto bote —pide Scott impacientándose porque Arthur no se calla.
— ¡No! ¿Por qué?
—Porque quiero hablar con Arthur y es un puñetero grano en el culo —responde con agresividad.
Wallace le entrega el bote notando la agresividad y tragando saliva. Scott se lo da a su hermano pequeño para que se calle y se lo lleva aparte. Wallace frunce el ceño y trata de acercarse para escucharles.
—Colabora o te aseguro que te rompo las piernas —le susurra Scott a Arthur llevándole con el doctor. El doctor está sentado por ahí mirando el reloj, aburriiiiidiiisimo.
— ¿Doctor Zwingli? —le llama Scott aun sujetando a Arthur del cuello de la ropa. Sonríe forzadamente.
—Ehm... Buenas noches.
—Buenas noches.
Arthur les mira ahora a uno y a otro con curiosidad (y aun un poco de miedo de su hermano) Pero más tranquilo ahora con su botecito en su bolsillo, a salvo. El doctor mira a Scott y luego a Arthur tratando de entender que pasa.
—Doctor, venía solamente a comunicarle que un problema familiar nos aqueja a mi esposa y a mí en Escocia... y que Marlijn me ha pedido que le pida que Miss Zwingli nos acompañe.
— ¿A Escocia? ¿Cuándo?
—Por un par de semanas calculo. Cosas de esas de mujeres, ni siquiera entiendo por qué tiene que ir pero mi esposa se niega a venir sin ella —desvia la pregunta expresamente.
— ¿U-Unn par de semanas a partir de mañana?
—Esta misma noche, me temo
— ¡¿Hoy?!
— ¿Hoy? —pregunta Arthur también.
—Antes de que mi mujer diga que no viene bajo ningún concepto.
—Y porque es que... Y... ¿Qué dice Bella? Esto es algo que deberíamos planear por días.
—Usted no se preocupe, se queda en su casa solo, con la casa toda para usted sin que nadie le moleste —asegura Scott y le da un codazo a Arthur para que ayude.
— ¡Au! Ehm... si, solo sin que nadie te grite y puedes invitar a quien quieras.
— ¡¿I-Invitar?! ¡No es que quiera invitar a nadie! —el doctor se sonroja.
Scott pone los ojos en blanco pensando que Arthur se refiere a sí mismo. El doctor aprieta los ojos.
—Ehm... Es algo un poco irregular. Aunque admito que...
—En fin, si no hay objeción por su parte, nos pondremos en marcha con el equipaje cuanto antes.
Claro que el doctor piensa también... En un par de semanas sin su mujer le darían bastante libertad para ir a ver a la soprano, quizás sin que fuera lo bastante obvio. Podía llegar cuando quisiera y salir cuando quisiera. Quizás incluso podrían ir un fin de semana a la montaña.
—No, no. Ninguna objeción —suelta de repente recientemente convencido.
—Perfecto —sonríe Scott, mira a Arthur de reojo y le da uno de esos puñetazos de hermano, fuertes pero cariñosos en el brazo antes de irse, de buen humor.
— ¿Por qué razón se lleva a Bella tantos días? —pregunta el doctor, algo desconfiado, mirando el reloj empezando a preguntarse si pude ir hoy mismo a ver a la soprano.
Scott se detiene un segundo con la sonrisa congelada, volviéndose a mirarle.
—Yo que voy a saber, son cosas de mi mujer. Creo que para hablar con alguien ya que a mí no me habla, ellas son amigas o algo de eso.
El doctor asiente encogiéndose de hombros y dejándole ir con ridícula facilidad. Scott vuelve a asentir y Arthur se esconde un poco, girando por si le golpea otra vez, aun frotándose el brazo.
El doctor mira hacia donde está su esposa y sonríe muy levemente pensando ahora en Lily y lo último que había hablado con la soprano. Sí, es un buen momento para eso...
Scott se va corriendo a buscar a sus padres. Padres que están hablando a murmullos considerablemente más de lo que han hablado en años.
—Mamá, voy a ir a Escocia ahora —anuncia frente a ellos. Y solo ha ido a avisarles porque está de buen humor.
Lady Kirkland levanta las cejas y sonríe un poco al notar el buen humor de su hijo.
—Justo hablaba con tu padre de este tema. ¿Le has dicho a Marljin?
—Sí, pero no viene conmigo... y me da lo mismo.
—Oh, ¿no va? ¿Por qué? —Lord Kirkland la mira.
—Pregúntale a ella —se encoge de hombros dispuesto a irse.
—Scott —le llama du madre. Se detiene otra vez. Lady Kirkland le sonríe. —Pásalo bien.
Scott sonríe y asiente. Lady Kirkland asiente un poco para él tomando a Lord Kirkland cuando intenta hablar de nuevo y protestar. Y Scott se puede ir en santa paz. Porque es el consentido de mama.
Bella da vueltas sobre sí misma en el baño sin creer lo que acaba de pasar, sale y se dirige directamente hacia su marido. Y de lo feliz que esta, le toma de las solapas del saco y le da un beso extraño con los labios apretados. Cuando se separa le dice que se va a casa a empacar, pero que si se quiere quedar con Arthur no tiene ningún problema.
Que es más o menos la misma pregunta que le estaría haciendo Scott a Marlijn si no hubiera salido corriendo ya para su casa
Vash parpadea pensando que hace mucho, mucho tiempo que no parece tan feliz por nada, se encoge de hombros y asiente yendo con Arthur y preguntándole si es posible que ocupe a uno de sus mensajeros para enviar un recado.
Arthur asiente, claro, sin problemas. Evidentemente ya saben para quien es el recado.
El problema de Bella ahora, me parece, es despedirse de Marlijn. Se sonroja un montonal cuando se acerca a despedirse de ella recordando el interrogatorio de antes.
—Bella... —la detiene antes que se vaya, mirándola a los ojos.
Intenta no mirarla a los ojos y falla miserablemente sin saber qué demonios pasa con ella. Se tiene que repetir a si misma que lo que hace es ACOMPAÑAR al esposo de su amiga y salir de su estúpida rutina.
—No vas a acostarte con él, ¿verdad?
Abre los ojos mucho, MUCHO y la mira directamente.
— ¡Claro que no! ¡Desde luego que no! ¡Soy una mujer casada y él es tu esposo, Marlijn!
—Dos semanas a solas con un hombre que te gusta en un castillo perdido en mitad del hielo...
—No me gusta. Y no te haría algo así nunca —le asegura sintiéndose tremendamente culpable de desear de todo corazón acostarse con él. Lo cual era una niñería. ¡Ni siquiera le gustaba tanto!
—No lo sé, habéis tardado muy poco los dos en acceder a esto y... aunque le conozco y sé que es un idiota y confío en ti, pero...
—Marlijn... Tampoco estoy TAN desesperada.
—No eres tú quien me preocupa, es que... la gente no va a hablar, ¿no?
—Iré con mi dama, mi marido lo sabe. No dormiremos siquiera cerca y yo voy por ti, querida mía, para meterle a él la idea en la cabeza de que ese lugar es inhóspito. Además como bien dices ni siquiera lo conozco tanto.
Asiente y sonríe un poco más tranquila con ello.
—Seguro regreso odiándole como tú.
—Eso no lo dudo.
Le hace un cariño en la mejilla y le da un beso en ella.
— ¿Qué crees que pase si se empeña en irse a vivir allá?
—Tal vez entonces tenga un buen motivo para divorciarme yo también como Cecil.
La abraza. Y le devuelve el abrazo.
—Dime de qué quieres que le convenza.
—No... No lo sé.
—Hablaremos cuando vuelva... Y te escribiré diario, ¿te parece bien?
—Tal vez si sería bueno que te acostaras con él así podría dejarle sin remordimientos y sin que mi padre me matara... —suspira —. No lo sé, Bella, gracias de todos modos. Eres una buena amiga.
Bella aprieta los ojos con el corazón dividido y sintiéndose culpable solo por haber considerado siquiera el acostarse con Scott. Sólo iba a ventilarse y a charlar con él. OBVIAMENTE. Con esa idea se separa al fin de ella y se va a casa a ordenar que le hagan la maleta y se encarguen de su hijo.
Un par de horas más tarde se despide de su hijo, sorprendida de que su marido, que no parecía tan interesado en la fiesta, aun no haya vuelto. Toda la situación es irregular, pero se asegura una y otra vez que todo lo hace por Marlijn en el momento en que sus sirvientes la llaman porque hay un caballero pelirrojo muy ansioso y sonriente en la puerta diciendo que quiere verla y que aunque le han dicho que la señora parte al norte, no se ha querido ir.
Ella parpadea sin estar muy segura de qué es lo que pasa, por que la ha venido a buscar así o si quizás no ha dicho que él parte con ella para guardar alguna apariencia. Decide, ya con su vestido de viaje y capa, recibirle en la sala.
—Hola —saluda sonrojándose un poco.
—Mister Kirkland —se sonroja también, nerviooooosa. No puede evitar sonreír aunque es IDIOTA. Han hablado muy poco a solas.
— ¿Aun quiere venir conmigo al norte? —pregunta porque a pesar de todo, no acaba de creérselo.
El baúl está ya en la puerta, y la casa patas arriba... Se sonroja más de parecer tan ansiosa y desesperada.
—Lo hago por Marlijn.
—Bien —asiente—. Mi coche ya está preparado para que acomoden su equipaje.
—E-Esto es un poco irregular —asegura después de confirmarle al mayordomo con un gesto que acomoden la maleta —. Creo que hemos de establecer algunos... puntos.
—Ah, sí. Claro —responde sin dejar de sonreír como un tonto.
—Ehm... considero… —le mira y es que sonríe sinceramente. Cómo Marlijn podía considerar que no era atractivo cuando sonreía así —, que hay que enfocarnos en el objetivo.
—El objetivo, por supuesto —asiente como si tuviera alguna idea de lo que habla.
— ¿Quiere beber algo antes del viaje? Sólo que debemos ser rápidos antes de que vuelva... E-Es decir, para evitar complicaciones...
—Tal vez deberíamos incluso discutir esto de camino. Es un camino largo.
—Eso es. Largo. Debemos partir ya —concluye aun sin poder creer que vaya a hacer esta locura. Él asiente dirigiéndose a la puerta tan contento.
Se repite a si misma veinte veces que sólo está ayudando a su amiga... Aunque la duda le asalta de nuevo cuando están solos en el carro a puerta cerrada, sentados frente a frente.
Él traga saliva y... le sonríe, pensando secretamente que le gustaría poder tener con ella esa complicidad con la que se han reído, cada vez que han hablado e incluso enamorarse de ella, (y ella de él) ahora que tenía la oportunidad de pasar unos días con alguien no hostil. Ella le sonríe de vuelta poniéndose el pelo tras la oreja.
—Ehm... Y... ¿Qué tal?
—En general... bien. Sólo creo que he fumado demasiado o bebido demasiado. O tal vez he muerto. Ninguna opción me parece en especial desalentadora. ¿Tú?
—Así que ya tenemos fantasma aterrador para el castillo.
—Ah, suena bien, suena bien. Solo me falta el caballo.
Se ríe. Él también.
—Y por lo que a mí respecta, el castillo. Hasta no ver, no creer.
—Ah, sí, eso... bueno, veras... el "castillo" es solo una palabra. En realidad yo creo que solo he subido una vez en mi vida y aun no sabía andar, así que... por lo que a mí respecta podría ser una cabaña de pastoreo.
— ¿Le dices al chofer que dé la vuelta? —le pide seria.
— ¿Eh? ¡No! ¡Era una broma! —frunce un poco el ceño. Ella se ríe. Él no acaba de entender ahora, perdonadlo, acostumbrado a su esposa la seria.
—Lo mío también era una broma. Relájate, si quiero ir al norte.
Parpadea un par de veces y sonríe un poco.
—Uf, mejor, porque la verdad, es que no sé siquiera si aún haya la cabaña. Como he dicho, hace años que nadie sube —asegura sonriendo, pero con más solemnidad y alivio.
— ¡Espera, espera, espera! ¿Y que hay? ¡¿Bosque?! Dios, empiezo a pensar que mi marido te envió como escarmiento.
—Tal vez lagos. Mi madre siempre contaba maravillas de los lagos —se encoge de hombros.
— ¡Congelados! ¡Vamos a morir!
—Nah, se me da bien nadar en el hielo —sigue, sonriendo, eso ya ni siquiera tiene sentido.
—Nadar en el hielo... Pues... A mí se me da bien salir a ventilarme porque Vash tiene siempre las chimeneas ardiendo a todo lo que dan, ¡pero esto es extremo!
—Claro que no, hasta tengo un kilt.
—Kilt... ¿Eso es una falda?
—No así... como de mujer, pero más o menos.
— ¡Las he visto! —sonríe —, ¿de verdad tienes una?
—Sí, todos mis hermanos tenemos una cada uno —asiente.
Sonríe imaginándolos a todos.
—Es un poco triste, nos las hicieron por el funeral de mi abuelo, porque es el traje de gala tradicional escocés.
—Oh... Lo siento mucho, dejare de imaginarlos a los cuatro. Y, oh, ¿eso hace entonces que tu padre no tenga uno?
—Claro, mi padre es inglés —arruga la nariz—. Ni siquiera estoy seguro de que no rompiera alguna ley si tuviera uno.
—Ah, ahora entiendo. Madre escocesa, padre inglés. Mezcla inflamable —sonríe y asiente.
—Exacto. Por eso no se hablan pero tienen cuatro hijos —sonríe también.
—Suena a otra romántica historia Kirkland.
— ¿Otra? ¿Cuántas conoces?
—Todas las tuyas.
Se paraliza y se sonroja pensando en... algunas chicas que le han gustado y en cómo podría saberlas. Luego piensa en Marlijn, seguro le ha contado, pero ella apenas sabe nada. Miss Zwingli sonríe al verle la cara.
— ¿Qué...? uhm. ¿Cómo... cuáles, por ejemplo? —vacila un poco asustado.
—Me intrigas, Scott.
— ¿Por? —parpadea.
—Porque lo que me ha contado Marlijn dista de ser una historia de amor.
—No, lo que tengo con mi esposa no es una historia de amor, definitivamente —se revuelve un poco porque el tema se ha vuelto un poco más serio y personal y... va sobre él.
—Eso no es algo que no sepa... Aunque ¿quién por aquí tiene una historia de amor, Scott?
— ¿No? Habrá quien la tenga... o esté por conseguirla, espero —responde enigmáticamente pensando en su hermano y luego nota lo que ha dicho y como puede aplicarse a esto que están haciendo. Ella parpadea y le mira con la boca bastante abierta. —Me... refiero a Patrick... quiero decir... ¿Por qué no me cuentas de tu marido? Así estaremos a mano —cambia de tema.
— ¿Qué quieres que te cuente de tan terrible tema? —pregunta apretando los ojos y sonriendo aun.
—Tú historia de... ¿Horror?
—Yo... —sonríe —, yo tengo el peor marido de todos ustedes. El más aburrido y desconsiderado.
— ¿Y eso por qué?
—Está obsesionado con sus libros y su medicina y sus pacientes.
—Un hombre consagrado a su trabajo... así es Wallace —explica asintiendo.
— Es terriblemente aburrido. Creo que al menos Wallace sabe sonreír, y él tiene una esposa que es dura de roer. Vash ni sonríe ni habla ni nada, es como estar casada con un muerto.
— ¿Y siempre ha sido así? ¿Cómo es que te casaron con él?
Suspira. Scott inclina un poco la cabeza.
—Mi madre conocía a su abuela. A él no lo criaron sus padres porque murieron cuando él era pequeño.
— ¡Un hombre sin suegros! Seguro Marlijn te envidia hasta la muerte por ello.
Se ríe.
—Sí y no, Vash vale por un marido y unos suegros juntos.
— ¿Sabes? A veces pienso que el problema está en que no les damos una oportunidad a las personas con las que nos casan.
Sonríe
—Me sorprende que tú digas eso.
— ¿Por?
—Las historias de Marljin.
Pone los ojos en blanco.
—Ella es la que nunca me ha dado una oportunidad a mí.
— ¿Y tú si a ella?
—Por supuesto, pero no sirvió de nada —se encoge de hombros—. Se emperró en que yo soy horrible y no sé qué más cosas.
—Será que el pasto es siempre más verde al otro lado de la reja —le sonríe —. A mí no me pareces tan terrible.
Sonríe y se sonroja un poco.
—Quizás a alguien mi marido no se lo parecería.
—A mi hermano, por ejemplo. Ellos son amigos.
Ella hace ahora los ojos en blanco
—Ni me digas, Arthur viene y se acaba el mundo.
— ¿En serio? —sonríe.
—Le detesto, si he de confesarlo.
— ¿Por qué?
—Por un lado, me alegra que se lo lleve porque en casa es insoportable. Pero también tiene obligaciones —como tú, abandonados de hogares.
— ¿Te refieres a vuestro hijo?
—Exactamente.
Se humedece los labios pensando en eso... porque el muy bruto no lo había pensado, un niño aun complicaba más toda su historia. ¿Y si estaba malentendiendo todo? Tal vez realmente había ido con él para ahorrarle el viaje a Marlijn.
—Hay una realidad... Un hijo no arregla un matrimonio.
Levanta las cejas.
— ¿Te importaría poner eso por escrito y entregárselo a mi padre?
Otra vez se ríe.
— ¿Él cree que si?
—No para de insistir al menos. No sé si con el fin de arreglarnos o solo porque quiere un nieto— se encoge de hombros pensando que tiene ganas de ver que Patrick le dé nietos de colores a ver qué opina.
—Marljin no parece muy convencida... ¿Tú quieres hijos?
—No, en eso estamos de acuerdo —responde y la mira pensando que si no tiene ninguna oportunidad... tampoco tiene nada que perder, tal vez no hace falta hacer ningún papel de hombre perfecto entonces—. Aunque no me importarían más intentos para tenerlos —añade.
Ella se ríe otra vez, sonrojándose.
—Podría contar yo los intentos que mi marido y yo hemos hecho para tener hijos con los dedos de mis dos manos.
— ¿Por qué no me sorprende? —se ríe también.
—Y no estoy segura de que quisiera intentarlo muchas más veces con él.
— ¿Entonces? —se reacomoda inclinando un poco la cabeza y cruzando una pierna sobre la otra.
No es hasta que se escuchaba a sí misma que no nota lo MAL que suena eso.
—Es decir, con él o... Bueno... Solo digo que la situación con él no me hace propiamente desearlo.
—Entiendo... pero ¿qué haces entonces? ¿Tienes un amante? —pregunta pensando en su madre y el sastre.
— ¿Queee? ¿Yo? ¡No! —se sonroja mucho pensando en si eso podría ser una propuesta velada. SEGURO no.
—Oh... ¿Y quieres...? —no sé qué hada del destino hace que Scott se detenga antes de acabar la pregunta y se sonroje al notar lo que parece que esté proponiendo—. Digo... ¿qué haces entonces? ¿Tú sola o... cómo?
Se le queda mirando unos instantes con la boca abierta. Él se sonroja incomodándose aún más, revolviéndose y descruzando las piernas, sin saber cómo salir de aquí. O sea, no se refería a sí mismo, sino a querer tener uno, aunque sinceramente no le importaría ser él, pero... no era eso, ¿o sí?
— ¡No voy a contarte si lo hago yo sola o no! Que no lo hago, por cierto —se lleva las manos a la cara.
Levanta las cejas y se calma un poco al ver que sigue por el otro tema.
—Eso es un poco injusto, estoy seguro que sabes todas las veces que yo voy al burdel.
—Eso no es lo mismo... ¡O no del todo! ¡Y no deberías ir al burdel!
— ¿Y qué debería hacer?
—Aguantarte como todos.
Ojos en blanco.
—Entonces estaría aun de peor humor.
— ¿Aun peor? Cielos, Marlijn nos mata.
— ¿Ves? De todos modos no creo que tú te aguantes.
Se ríe sonrojada otra vez.
— ¿Que te hace pensar eso?
—Eso es de gente aburrida y tú no lo eres.
— ¿Ah, no?
—Claro que no, ¡mira dónde estás! Eres la persona más impulsiva e interesante que conozco— suelta con sinceridad—. Y ni siquiera me había dado cuenta hasta hoy.
—Loca. Yo también ya lo había pensado —se ríe sonrojadita.
—Loca —repite y sonríe.
—Es de locura extrema venir con usted hoy a Escocia.
—Tal vez... puede que este yo loco también entonces.
—Por eso hacemos un buen equipo —se pone el pelo detrás de las orejas, sonriendo.
—Ah... ¿Lo hacemos?
—Por lo visto.
—Es... algo bueno, supongo —carraspea.
Le sonríe volvieeeendo a pensar en si no estará siendo muy obvia y directa.
—Ehm... eh... —vacila nervioso, porque las señales son contradictorias. Es decir, ¿quería algo o no? Parecía que no con su vida ordenada, su hijo, marido, etcétera. Pero en cambio... no había tardado un segundo en irse con él y en hablarle de lo infeliz que era en su casa... pero ni había querido hablar de amantes ni de nada.
—Scott...
— ¿Sí? —la mira saliendo se sus pensamientos.
— ¿Tú tienes una amante?
—Si la tuviera me ahorraría el prostíbulo.
— ¿Y has pensado en tener una?
—P-Pues... tal vez de darse la ocasión —gira la cara sin mirarla, vacilando—. No me sentiría culpable con nadie de hacerlo.
— ¿Por? Marljin...
— ¿Qué? Ella ya ha perdido cualquier derecho a una oportunidad de nada ignorándome.
—No creo que estuviera tan tranquila —se vuelve a preguntar si no estará siendo demasiado directa y sin creer que estén hablando de eso.
—Me da igual, es su problema y ella se lo ha perdido. Yo también me he cansado de intentar que eso funcione —asegura.
Le mira valorando lo que dice. En resumen, si se acostaran, la de la culpa sobre los hombros seria solamente ella.
La mira pensando en si no estará siendo esto demasiado evidente. Un poco más y solo le faltaba decirle que justo para eso la estaba llevando con él al norte...
Se sonroja y gira la cara riñendo se a sí misma. ¿Qué le pasaba? ¡Marlijn era su mejor amiga!
—Ehm... ¿tienes... hambre? —pregunta porque al final con tanto apuro, solo ha comido un poco en la fiesta de Arthur y además tendrán que parar a pasar la noche en una posada o algo, aunque apenas si han llegado al primer pueblo tras salir de Londres.
—Sí, y muchas dudas —le sonríe mirándola de reojo —. El viaje es largo, ¿no? ¿Iremos en carro toda la noche?
—Llegaremos más deprisa, pero es incómodo dormir en el carro y el cochero va a odiarnos... podemos parar a dormir por el camino.
— ¿A algún lugar decente? —no sueñes que esta no es una señoritinga también.
— ¿Qué consideras tú?
—No. Nada de todo este viaje es decente y vas a empezar a aprender cómo no solo tu esposa se queja —le sonríe —. Estaba preocupada.
— ¿Preocupada por qué?
—Por... —se sonroja un poco — el qué dirán.
Se humedece los labios, pensando en ello, porque ni se le había ocurrido. Piensa que el doctor cree que Marlijn va con ellos, pero su familia sabe que no va y aunque ellos no saben que va con Bella, Arthur sí lo sabe... de hecho el doctor podría haberlo deducido al notar que Marlijn no se iba corriendo de la fiesta con Scott.
—Lo que piense mi marido no me importa, pero la conclusión obvia a la que se va a llegar...
Se muerde el labio porque les conoce y sabe que sí, seguro, SEGURO van a hablar como si hubiera pasado. Sigrid va a estar comiéndole la cabeza a Marlijn todo lo que dure el viaje cuando se entere... y a saber si la niña negra no aprovechaba esto para tapar su escándalo con Patrick. Anda que su padre iba a estar contento entre todos. Un divorcio, una boda anulada, un hijo escapándose... y porque no sabía que Wallace no era su verdadero hijo.
—No lo había pensado. ¿Qué crees que deberíamos hacer entonces? Volver ahora es un poco raro.
—Estaba pensando en algo un poco más...
— ¿Aja? —le mira con curiosidad.
Se sonroja.
—No, no. Vamos.
— ¿Qué? —pregunta sin entender... ¿Se estaría refiriendo a darles motivos para pensarlo? No, no podía ser eso.
—Es... Olvídalo, no le haría eso a Marlijn.
— ¿Por qué no? —frunce un poco el ceño.
—Pues es mi amiga. Iba a proponerte algo un poco...
— ¿Un poco qué? —se le acelera el corazón.
—Un poco, poco... Correcto.
Se humedece los labios mirándola a los ojos. Vale, eso sí, eso sí era la propuesta, estaba seguro, no podía ser otra cosa. De nuevo siente que menos mal que está sentado o las piernas no le responderían, sin atreverse ni a hacer movimientos bruscos de nuevo para no asustar al pequeño cervatillo que parecía esa idea.
Ella carraspea y mira por la ventanilla, sonrojada.
— ¿Crees que ella... tendría esa consideración conmigo a la inversa?
Se muerde el labio pensando en el chico del restaurante que últimamente la tiene tan enfadada y tan absolutamente frustrada y con quien está segura que tendría una noche de pasión si la vida se lo permitiera.
—No... No lo sé.
—No, desde luego que no.
—No creo que tenga la oportunidad.
—Eso no exime de saber bien como actuaría —suspira.
— ¿Y queréis que actuara de otra forma? ¿O preferirías quejarte y tener libertad?
—A estas alturas, ya me da lo mismo.
Ella se humedece los labios.
—Quizás no todos tendríamos que ser infelices todo el tiempo.
— ¿E-Entonces?
Le sonríe y suspira.
—Vamos a ver qué pasa estos días. Quizás...
Traga saliva, tal vez solo se refería a mentir o... algo parecido, no ha confirmar los rumores.
—Quizás para mañana quiera que me regrese a casa y descubre lo maravillosa que es su mujer— se ríe empezando a sentirse demasiado expuesta con toda esta conversación. Aun así extiende una mano y le toca el brazo.
Mira la mano en su brazo, no, no podía ser eso, tenía que ser... y es que además decía que tal que prefería a su esposa, ¡Como iba a preferirla!
"¿Pero que le estás diciendo, mujer?" Se riñe a sí misma.
—No hay forma en que prefiera a nadie —susurra sin poder evitarlo y pone la mano sobre la de ella, mirándola con intensidad. Ella traga saliva.
—No me conoces tú a mi tanto para saberlo —responde ella sosteniéndole la mirada.
—Y aun así eres lo bastante... —se sonroja y aparta la cara.
Gira la mano y le toma la suya inclinando un poco la cabeza para verle a la cara.
— ¿Lo bastante...? Solo lo digo porque tú no me conoces a mí lo que te conozco yo a ti —explica con suavidad.
No la mira, porque lo que iba a decir es que ella es... cercana. No es que nunca haya hablado con mujeres, pero no es como que le hayan hecho especialmente caso. Hace años que conoce a Bella, casi desde que conoce a Marlijn y aunque nunca habían hablado mucho, siempre le ha caído bien.
—Y yo... He oído tanto de ti, y me he tenido que hacerme un oído tan objetivo, que a veces siento que yo soy tan conocida para ti como tú para mí.
—No, no lo creo. Nadie me habla de ti y mi esposa debe quejarse contigo de mí cada vez que te ve.
—Pero yo te observo —le acaricia la palma de la mano con las yemas de los dedos.
—Eso suena terrorífico —intenta hacer una broma.
Mirando la mano y sus dedos sobre ella, pensando que se sienten bien las caricias... como si ella fuera aún más cercana
—Es peor que terrorífico —sonríe de lado sonrojándose porque no es mentira —, y te comparo todo el tiempo.
— ¿Con qué?
—Con Vash. Y en cada una de las cosas me pareces mucho mejor —le acaricia los nudillos.
—Tal vez... —susurra con la voz un poco ronca.
Ella le mira otra vez a los ojos sabiendo que han pasado pocos, muy pocos minutos y esto ya empieza a irse al traste.
—Tal vez te decepcionarías.
Sonríe un poco soltando el aire por la nariz. Él vuelve a girar la cara y se sonroja un poco intentando ponerse en un plan más de "todo me da igual".
—Quizás... Aunque conozco perfectamente bien todos tus defectos —le aprieta un poco la mano y luego le suelta.
Scott se encoge de hombros sin mirarla, sin saber que sucede, de repente parecía que habían sido tan próximos y de nuevo se había separado del todo.
— ¿Algún día Marlijn te habla de mí?
—Ella no me habla de nada. A estas alturas estoy seguro de que ya he hablado más contigo que con ella en todo mi matrimonio.
—Pensaba lo mismo con Vash —sonríe un poquito haciendo un sombre esfuerzo por no volverle a tocar —. ¿Sabes?
La mira.
—Es muy malo que seas el esposo de mi mejor amiga.
— ¿Por qué?
—Porque... ¿sabes lo terrible que sería?
— ¿Vamos a pasar las próximas dos semanas hablando de eso?
Se ríe.
—Quizás pasemos las próximas dos semanas hablando de lo terrible que va a ser —susurra sonrojándose más y girando la cara, pensando que esto era lo MAS directo que iba a decirle.
La mira y vuelve a sonrojarse con la idea que acaba de sobrevenirle.
Ya no se podía más, si no lo entendía era porque no quería entenderlo y ella NO debía siquiera intentar presionarle más por ello.
—Y si hacemos otra cosa... —empieza, volviendo a no mirarla.
—Oh... ¿Qué otra cosa?
Toma aire, se levanta y se sienta junto a ella apretujándola un poco contra el costado del coche. Es que desde YA que se le para el corazón. La mira a los ojos y pone las manos sobre la pierna de ella, con determinación.
—Vamos a olvidarnos de mi esposa, de tu marido, de tus amigas, de mi trabajo y de la familia. De que dirán y de que no cuando volvamos, de volver. Seamos solo tú y yo... haciendo un viaje.
Traga saliva y se le agita la respiración. Le mira a los labios y asiente sin entender cómo demonios es que Marlijn no considera a este hombre súper, SÚPER sexy.
—N-No sé si... ni siquiera sé si vas a enamorarte de mí —sigue intentando sonar seguro y fallando miserablemente—. Es lo que yo voy a intentar que hagas, pero nunca se me ha dado bien, así que si tengo suerte y sucede... ya nos preocuparemos de eso.
Solo con la idea de hablar de ENAMORARLE le tiemblan las piernas, y se enamora un poquito de él, porque nadie nunca ha intentado que ella se enamore. Él sonríe un poquito y mueve ligeramente las manos en su pierna sintiendo que las tiene sudadas porque además no ha pensado en qué iba a pasar más allá de este momento.
—A-Así que si vuelves a decirme sobre Marlijn te diré que no sé quién es y si me dices que algo está mal, fingiré que no sé de qué me hablas —sigue. Bella traga saliva y le mira a los ojos con intensidad.
—Solo somos tú y yo...
—Eso es —asiente—. Y cualquier cosa que no pase va a depender de tu fuerza de voluntad —añade pensando que se debe estar viendo como un absoluto desesperado con esto, sin estar en absoluto seguro que vaya a funcionar.
No acaba de decir "voluntad" cuando le calla ella a él para besarle. Pero hay un movimiento brusco del carro por culpa de un bache que hace que no atine y solo se caiga sobre él. Suerte de los brits.
