El cochero abre la puerta y les indica que el próximo pueblo está a más de una hora de camino y si quieren pasar la noche en una posada no pueden demorarse tanto.

Bella, que aún está descolocada por el desarrollo de los acontecimientos, se sonroja y esconde un poco en Scott. Que la abraza de la cintura y le asiente al cochero, aun sonrojado con todo lo que acaba de decir.

—Entonces... ¿Una posada de mala muerte? —le pregunta al cuello.

—Vamos... vamos a bajar. Sí. —no se mueve porque la tiene abrazada y se siente cálida y bien y... no puede abrazar a chicas muy a menudo. Las putas no se dejan y aún menos su esposa.

Ella le acaricia un porto el cuello con los labios, provocándole un escalofrío de esos que siente que debe haber provocado un terremoto. Se separa un poco súper sonrojada.

—Eh... uhm... eh. Ejem —responde en un alarde de ingenio.

—Va-Vamos a-a eso... —susurra en un alarde de puntería, refiriéndose a ir a la posada y no a... Eso.

— ¿Eh? —pensando en lo obvio.

—Vamos, anda —se separa aun sin reparar en ello.

Traga saliva... y se va detrás. Ella se baja cubriéndose la cabeza con su capa y cerrándosela hasta el cuello teniendo de esos instantes de racionalización que no debería tener.

Scott la adelanta andando a grandes zancadas a la puerta de la posada pensando otra vez en cómo podía haberle dicho todas esas ridiculeces. Aunque le daban un margen para ser todo lo ridículo que quisiera y sólo poder defenderse con un "ya te dije que lo haría" cosa que no le defiende de nada. ¿Cómo ha podido decirle que quería enamorarla? No le va a tocar ni con un palo. Aunque el beso que le ha dado en el cuello... se lleva ahí la mano.

Ella hace un gesto a la chica que la acompaña como su dama y al joven de su valija, caminando hacia adentro caso sin mirar a ningún lado, pensando que va a decirle a ella que se esfume. Scott la mira de reojo mientras espera a que aparezca alguien.

¿Dormirán juntos? ¿De verdad? ¿En una posada? Solo la idea de pensar en que la toque con las manos burdas y fuertes en una cama de un hostalcho...

—Generalmente no lo haría, pero como he dejado claras mis intenciones voy a pedir un único cuarto con una única cama y esperaré a que tú protestes —asegura sin mirarla.

Y el problema es que lo que recibe de vuelta es absoluto silencio. La vuelve a mirar de reojo sin saber si eso es buena o mala señal, nerviosísimo.

—Quiero cerveza —decide decir.

—Ehm... bien. Y cerveza... ¿y algo de cena tienen? —le pide a la posadera que les indica que cuarto van a darles y que enseguida les subirán la comida y bebidas.

Bella mira a su dama y le hace un gesto con la cabeza decidida directamente a ignorar el hecho de que está a nada de engañar a su marido. Decide imaginar por un momento que estuviera en este lugar con Vash... Un Vash mejorado, a decir verdad. Sonríe un poco con la idea levantando la nariz y sube las escaleras hacia el cuarto.

Scott sube tras ella, pasándose la mano por el pelo y con las piernas temblorinas sin poder creer que de verdad, DE VERDAD vayan a compartir cuarto y cama. Piensa por un momento en si querrá contarle todo esto a su esposa y luego decide que sinceramente a él que le importa su esposa y lo que le cuente

Ella piensa un segundo más en qué dirá Marlijn cuando se entere... ¿Pero por qué habría de enterarse? Solo va a devolverle a su marido de mejor humor y relajado. Se sonroja un poco con eso pero, hombre, ya estaba aquí, no había nadie. Ya no había vuelta atrás.

Acaba de despedir al servicio y cierra la puerta con una increíble sensación de "estás a solas con ella" y "esto está prohibido" que le hacen bombear el corazón con verdadera fuerza. Ella se gira a mirarle en un movimiento rápido y con mirada profunda. Traga saliva y hasta da un pasito atrás con la intensidad.

Ella se humedece los labios y se sienta en la cama pasando una mano sobre ella. Él la mira hacer, hipnotizado, ahora mismo aun le parece hasta más bonita.

—Ven...

Se acerca hasta ella por el otro lado de la cama, pero se queda ahí quieto. Ella levanta una mano y se suelta el pelo. Levanta las cejas y se agarra una mano con la otra, sonrojándose.

—N-No sé hacer esto

— ¿Q-Qué? —sale de su embobamiento. Ella sonríe un poco. Sonríe también y se sonroja un poco más

—Ven —vuelve a pedirle.

Se sienta y levanta una rodilla para volverse cara a ella.

—No... No has contestado nada a... a lo que he dicho antes.

— ¿Qué has dicho?

—Pues lo de... hacer... —se pasa una mano por el pelo y gira la cara.

—No he dicho que no y estamos solos tú y yo en un cuarto.

Traga saliva y asiente aun sin mirarla. Unos instantes más tarde sonríe y la mira impresionado habiendo entendido. Se ríe nervioooooosa.

— ¿Que tan difícil fue tu luna de miel?

—Fue en casa de los padres de... no sé de qué me hablas —decide cambiar de línea.

Se ríe aún más estirándose a él y tomándole del brazo. Él se ríe un poco, dejándola.

—Es verdad, es verdad.

—Pero sí recuerdo la primera vez que una mujer me vio desnudo. Una que no era mi madre.

—A ver, cuéntame eso —le mira con total atención.

—No es una buena historia... al menos no para mí —se quita los zapatos y se tumba en la cama.

—Quiero oírla igual —se desliza hacia atrás dándole la espalda —. Desabróchame el vestido.

Se incorpora otra vez como accionado por un resorte con las manos en alto. Ella se ríe un poco dejándole hacer curveando un poco la espalda.

Se poooone nervioso, porque esa es ooootra cosa que no se hace con una prostituta. Se humedece los labios mirando la tira de pequeños botoncitos que empieza en la nuca, bajo el pelo, así que lo primero que hace es levantar las manos para apartárselo con suavidad.

—No oigo la historia y me pones nerviosa.

—Ah... ehm. Mmmm... Sí —se recrea un poco, poniendo toooodo el pelo a un costado, pasándole los dedos por la piel blanca de la nuca.

Se le pone la piel de gallina. Al sentirlo, vuelve a pasar el dedo acariciándole otra vez, en silencio, demasiado concentrado para hablar. Ella estira un poco la espalda con un escalofrío.

Sonríe un poco porque le gusta la reacción que está teniendo y ahí es que empieza a desabrocharle, metiendo los dedos dentro de la ropa. Ella echa la cabeza atrás y sonríe.

—Cuentameeee.

—Ah, sí, sí —se ríe sin quitar las manos—. Éramos unos niños. Mi padre sirvió en Egipto y cuando era joven, quería hacer carrera militar.

Lord Kirkland.

—Sí, es muy eficiente para temas prácticos y entabló amistad con un alto cargo... con la suerte que había tenido una niñita el mismo año en que mi madre me tuvo a mí —sigue desabrochando botones poco a poco.

— ¿U-Una niñita? —pregunta sin entender nada de lo que dice.

— ¿Cuánto crees que tardaron en prometernos?

— ¿Con una niña? —le mira por encima del hombro más interesada en sus manos que en la conversación.

—Yo era un niño pequeño también —la mira parando con las manos—. Teníamos la misma edad.

—Oh cielos —ahora empieza a entender, lo siento querido tus manos la tienen idiotizada.

—El compromiso se rompió más tarde, porque mi padre se peleó con su amigo y nunca volví a verla, pero mientras éramos niños aun, solíamos ir a visitarles o la traían a ella a casa para que jugáramos y fuéramos amigos —explica.

—El primer hijo Kirkland prometido con una chica... ¿Y en qué momento te vio desnudo? —pregunta ansiosa de que termine de desnudarla, más que la historia.

—Una tarde, jugando, aseguró que si yo le enseñaba mi... ella me enseñaría lo suyo —acaba de abrirle del todo.

Se ríe echando la cabeza atrás.

—Nunca te tome por alguien tan inocente, Scott.

— ¡Era un niño pequeño! —se defiende haciendo que se apoye sobre él, abrazándola un poco.

Se ríe del todo disfrutando el momento.

—Así que le enseñaste el tuyo...

—Y ella nunca quiso cumplir su parte del trato...

—Tramposa.

— ¡Exacto!

—Tramposa ella y tú tremendamente crédulo. Si te enseño lo mío, ¿tú me enseñas el tuyo?

— ¡Tú primera!

— ¿Y cómo sé que tú no serás el tramposo esta vez?

—No lo sabes —sonríe y hace para bajarle el vestido por los hombros.

Traga y se queda inmóvil, dejándole. Él mete las manos casi esperando que le detenga, aunque lleva una de esas prendas de ropa interior complicadísimas.

Le da un escalofrío y se echa atrás SEGURA de que nadie nunca le ha tocado así

Vas a sudar para encontrar piel, Scott, la abraza un poco más contra sí mismo cuando se le echa encima al tirarse para atrás.

— ¿Y-Y... qué hay de ti?

—No fue Vash.

Hay una telaraña de listones debajo del vestido, parte del corsé y los interiores.

— ¿Quién fue? —pregunta mirando todo lo que hay que desanudar, un poco agobiado, tratando de ver por dónde empezar.

—El segundo valet de mi padre... No sabía que yo le veía espiarme por el espejo... Los hombres son un poco idiotas cuando quieren.

— ¡Oh! Pero me refería a cuando fue la primera vez que un hombre te vio desnuda —sonríe por haber conseguido una historia doble, tirando de un listón que no debería.

—Eso te estoy contando, me estaba viendo por el espejo... Ugh, ahí no que lo aprietas.

—Aja... —suelta ese yendo por otro.

—Me bañaba y él estaba escondido tras uno de los bastidores... Mi dama no lo veía, y de hecho tampoco lo hubiera visto yo.

—Creía que tú eras quien espiaba —consigue deshacer algunos nudos.

— ¿Yo? ¡No! —protesta con un escalofrío —. Él me espiaba a mí, así que le di lo que quería.

— ¿Ah sí?

—Le... Enseñe bien los pechos.

Se los mira bajando la vista de forma evidente sin poder evitarlo.

—Ugh... No mires así.

Gira la cara y se sonroja, pillado. Y por pura buena fortuna, tira del listón correcto. Ella suelta el aire al notar de inmediato que el corsé cede.

—N-No... Mires.

—Ehm... —igual cierra los ojos—. No puedo creer que le dejaras ver al valet y a mí no.

Sonríe de lado y se le repega un poco más. Scott traga saliva pero mantiene los ojos cerrados estoicamente.

—Si crees que voy a estar con los ojos cerrados toda la noche estás muy equivocada.

—Lo que... Estoy es nerviosa, hace tiempo que nadie mira con interés —explica.

—Eso sí que no me lo creo... sigues teniendo valets que seguro te espían y tu marido es médico, aunque sea interés facultativo —abre un ojo de todos modos.

— ¿Hay algo más triste que tu marido te vea como pieza de disecar? —pregunta riendo un poco y mirándole de reojo—. Íbamos muy bien.

—Ah, sí, que no sé quién es tu marido —se acuerda volviendo a cerrar el ojo para abrirlo de nuevo instantes después. Ella estira el cuello y le da un beso en la mejilla. — ¿Qué te parece como peor... que haya algo que ni tu mujer haya visto nunca?

—Yo quiero ver todo lo que ella no haya visto nunca... Y no sé de qué mujer hablas —le sigue el juego, calmándose un poco cuando hablan.

—Es mi espalda —sonríe.

—Me gustan las espaldas —asegura con convicción sonrojándose un poco por haber pensado que era algo más.

—No creo que hayas visto muchas como la mía —responde ahora ya abriendo ambos ojos al notar que no protesta, mirándola de arriba a abajo

— ¿Ah no? ¿Qué tiene de especial? —se sonroja un poco.

—Vas a tener que verlo tú misma —se encoge de hombros y se sonroja de nuevo sin creer que hayan llegado a esto tan rápido. Muy contento.

Parpadea un poco notando que quizás no sea broma, mirándole con curiosidad y humedeciéndose los labios. Nunca había desnudado a un hombre y eso le parecía tan sensual como que la desnudaran a ella. Vash siempre hacia lo que tenía que hacer, eso incluía desnudarse de la manera más simple y cumplir un par de veces cada año su obligación como marido.

Levanta la mano y la dirige directamente a la pajarita al cuello, tratando de sacarse a Vash el aburrido de la cabeza. (Y no deja de hacerme gracia que Vash el aburrido tenga una amante secreta y consuma drogas desde hace como un millón de años)

(Tenemos... Scott tiene una maldita pregunta ¿qué tan desnuda... se le ven la tetas? Creo que solo tiene flojo el corsé, lo bastante como para que si tira de él desde el frente se le salgan las tetas pero es tan rígido que no las tiene fuera aun)

Scott se estira poniéndose más nervioso al ver que realmente va a desnudarle... le mira hacia los pechos y quisiera abrir del todo el corsé para vérselos, pero piensa que eso aún le va a poner más nervioso. Dulce dilema.

Ella le desliza la pajarita lentamente volviendo a pensar que Mariljin está verdaderamente loca.

No la mira a los ojos, la mira a los pechos todo el tiempo. Levanta las manos y las vuelve a bajar unas cuantas veces.

—Ehm... —carraspea sonrojándose más al ver donde la mira tan evidentemente. Él levanta la vista a su cara y se sonroja más.

Le sonríe porque en realidad están aquí para esto, para verse el uno al otro y tocarse y todas esas cosas prohibidas. Se humedece los labios y levanta las dos manos para quitarle la pechera y desabrocharle la camisa. Él se deja hacer, un poco cohibido, con las manos en la cintura de ella y es que aún no se atreve a quitar del todo el corsé.

Poco a poco los botones se abren y le roza la camiseta de lino interior con las yemas de los dedos un poco frustrada ella también. No crean que ella no suda para encontrar piel. A la altura del abdomen es que consigue meter la mano debajo de la camiseta.

El pelirrojo lo contrae un poco por una reacción... a las cosquillas y al susto de que aún no puede creerse esto. Sonríe un poquito sintiéndole del todo delgaducho.

—Voy a terminar primero que tú, al paso que vas.

La mira y se sonroja un poco más pensando que ni siquiera se han besado. Y el sonrojo la hace detenerse y replantearse... Quizás se había arrepentido o algo.

—Yo...

Abre la boca cuando le escucha empezar a hablar soltándole del todo y cruzándose un poco de brazos para cubrirse. Aprieta los ojos.

— ¿Qué pasa? —se asusta al ver que se separa y se cubre, cambiando su línea de pensamiento.

—Si te has... Si... Arrepentido. Ahórrame la vergüenza y vete.

— ¿Qué? No, no, no —se incorpora y la abraza.

Ella se deja escondiéndose un poco.

—E-Estaba pensando... —se sonroja girando la cara, sintiéndose súper ridículo—. Que no...

— ¿Mmm?

—No nos hemos... besado —confiesa y aprieta los ojos porque suena fatal, Fatal, FATAL y no es como que no esté acostumbrado a no hacerlo con las prostitutas, pero por algún motivo esto se siente completamente diferente... que vayan a dormir luego juntos toda la noche y a despertar en la misma cama y que no esté borracho...

Parpadea descolocadilla con eso y termina por sonreír porque él es dulce y agradable.

—Entonces arréglalo.

— ¿Eh?

—Bésame —susurra bajito sintiendo mariposas en el estómago, incrédula de que vaya a pasar esto de verdad. A besar al marido de Marilijn... No. A Scott.

Traga saliva y la mira, humedeciéndose los labios. Se acerca a su boca lentamente.

¡Un beso de amor! Cierra los ojos y se le acelera el corazón. Y golpean a la puerta para traerles la cena y la cerveza.

Scott aprieta los ojos y gira la cara haciendo que el beso sea en la mejilla con los golpes en la puerta porque esto no deja de estar un poco... prohibido. Ella se separa de un salto queriendo morirse y tapándose los pechos sin saber exactamente qué hacer. Como si no fueran a estar todos enterados de que ambos están en una misma habitación solos.

—Voy a... voy a abrir la puerta —la suelta y se gira, acomodándose un poco la ropa.

—E-Espera, tengo que taparme o... —se siente un poco una mujer facilona... Por no decir una prostituta al estar aquí medio desnuda.

— ¿Y si te metes al aseo como si te estuvieras vistiendo?

—Esto es un desastre —se levanta yendo detrás de los biombos.

El pelirrojo aprieta los ojos con esa valoración y acaba solo de abrocharse la camisa, dejando la pajarita y la pechera por ahí. Abre la puerta dejando pasar a los camareros, indicándoles donde quiere que dejen las cosas que han traído para luego despedirlos educada, pero apresuradamente.

La señora Zwingli le espera impacientemente sentándose en la silla del aseo y llevándose las manos a la cabeza.

—Ehm... B-Bella. Ya... ya se han ido. ¿Tienes hambre? —pregunta pensando que acaban de enfriarse un montón las cosas y parece que de nuevo estén cada uno a un mundo de distancia del otro y que no sabe cómo va a conseguir reducir esta distancia otra vez.

—C-Come tú —responde ahora con un montonal de dudas, pensando en si Dios estará dándole oportunidades para arrepentirse de esto antes de que sea demasiado tarde.

—Ah... —se le seca la boca con esa respuesta y tras vacilar un poco se acerca a la comida pensando en si se estará arrepintiendo, eso ha dicho antes, ¿verdad? Creía que él se estaba arrepintiendo, pero tal vez era ella quien lo estaba haciendo. ¿Y si solo se lo había dicho para no dejarlo en ridículo? Y que era un desastre había dicho... bien que lo era. Aprieta los ojos abriendo la bandeja y notando algo de carne en salsa y pan. Decide mejor tomarse un vaso de cerveza.

A ella le cuesta salir de ahí atrás, porque además ha de intentar amarrarse un poco otra vez el corsé y ella no suele hacer eso nunca.

Y cuando lo hace, Scott está valorando en si quitarse o no la camisa y mostrarle la espalda... eso podía o convencerla de quedarse o convencerla de marcharse, así que no está seguro de que sea una buena idea, aunque al menos es una idea, mejor que no hacer absolutamente nada. Se descamisa del todo y se quita la camiseta interior de lino.

Asoma la cabeza sonrojada y cuando le mira abre los ojos como platos escondiéndose otra vez. ¡ESO era otra señal! ¡Seguro! ¡Estaba casi desnudo!

Scott se sirve otro vaso de cerveza, esperándola y un corte de roast beef con pan. Finalmente ella adquiere el valor suficiente y sale mirándole con cierta cara de circunstancias

El caso es que expresamente está de espaldas a ella. Y se ve la mitad de su tatuaje, porque los pantalones son realmente altos hasta la cintura. Así que apenas asoma el morro del dragón, solo se ven las alas y parte del cuerpo.

Levanta las cejas al ver que tiene un ¡TATUAJE! ¡Eso no lo sabía! Se le olvida la vergüenza y todo lo demás acercándose a él y poniéndole una mano fría directamente sobre él. Que le hace dar un salto sin esperársela.

—Es impresionante, ¡no sabía que tuvieras dibujada la piel!

—Ah... ¿N-No te horroriza?

— ¿Horrorizarme? No... No propiamente.

Sonríe aliviándose con eso.

—Es que es un poco agresivo y a veces... bueno.

—Me gusta. ¿Cuándo te lo hiciste?

—Después de una buena borrachera en la cantina del ejército, al acabar el servicio, cuando supe que si me renovarían y me subirían de categoría.

Se ríe.

— ¿Por qué no me extraña que Marlijn no me haya contado eso?

— ¿Para qué? Si ni lo ha visto.

—De lo que se ha perdido. ¿Qué tan abajo va?

—Hasta el muslo llega la cola —se levanta y señala con la mano sobre los pantalones.

—Déjame verlo —pide mordiéndose el labio.

Se incomoda un poco porque implica... bueno, desnudarse completo.

—Tú primero —sonríe un poco.

—Yo no tengo piel pintada que mostrarte —se ríe.

— ¡Pero tienes piel!

Se sonroja.

—Está bien si lo haces tú...

— ¿Si lo hago yo? ¿Yo estaba haciéndolo y ¡has vuelto a anudarte esta cosa! —hasta lloriquea un poco, no muy en serio.

—Pues estaba medio desnuda.

Frunce el ceño, busca el listón maestro con el que antes ha conseguido deshacerlo y tira de él con determinación hasta que todo se deshace y cae al suelo. Y ella se tapa ahora con las manos los pechos... Y no creas que no trae también parte de abajo e interiores. Por lo menos están empatados ahora.

No es lo mismo. Pero bueno, eso decís las mujeres. De todos modos él se relame un poco obscenamente y la mira a pesar de las manos en los pechos. Bella suspira, le mira a los ojos y se los suelta, porque hace muchos años del valet que la vio con lujuria.

Scott se sonroja de muerte, porque aunque está acostumbrado a los pechos de las prostitutas... esto sigue sintiéndose diferente. Sin apartar la vista de ellos, levanta una mano temblorosa. Ella le toma de la muñeca y le detiene sonriendo.

—No nos hemos besado...

Parpadea y levanta la mirada a sus ojos. Bella se humedece los labios y le acerca la mano a su pecho. Él abre los dedos y lo mira con cierto pánico, pero sin ofrecer resistencia, abriendo los dedos para ponerlos con suavidad. La sacude un escalofrío y entrecierra los ojos con un siseo.

—Bésame.

Se pone de pie, para hacerlo. Y es que es tan... alto. No es más fuerte que Vash, pero es algo y diferente. Le acaricia ella el pecho lleno de pecas.

Él le pone la mano sobre el pecho con cuidado sintiendo su piel suave, entrecierra los ojos y se humedece los labios de nuevo volviendo a acercarse, con el ritmo cardiaco alto otra vez. Se le pone la piel de gallina en todo lugar donde él le toca y levanta los labios esperando el beso. Y ahora sí que llega. Y sospecho que se COMEN el uno al otro.

Sí, oh sí. Con ansias. Para ser el primer beso que se dan, es todo bastante intenso debido a la vida que llevan ambos con sus respectivos. Sin olvidar que este beso no deja de ser incorrecto y prohibido. Eso a Scott no le importa tanto, es un beso, con una mujer que le gusta, la empuja hasta la cama, echándoles a los dos sobre el colchón que es viejo y duro.

La incomodidad y suciedad le potencia la parte prohibida. Lady Zwingli aprieta los ojos y profundiza el beso jalándole un poco el pelo hacia ella incluso de manera un poco más bestia de lo que parecería. Cosa que sorprendentemente le encanta a Scott ese lado salvaje, no tarda casi nada en clavarle cierta parte de su anatomía en el muslo.

Ella echa la cabeza atrás y cierra los ojos esperando que le bese el cuello, Y ha olvidado a Marlijn, a su marido y a la sociedad entera, pidiendo que le haga lo que quiere que le haga. Y ahí va él tras ella, tras su cuello, tras todo, abrazándola hacia sí.

Ha perdido la capacidad de pensar y de hablar, simplemente abrazándole, y tirando de él y buscándole besos y afecto negado por tanto tiempo. Que es lo mismo exactamente que quiere él, yendo por mas besos, muchos, muchos besos que es lo que menos tiene. Y ella le va a dar TODOS los que quiera, y unos más, descubriendo esa cosa extraña que no sabía que existiera... Llamada amor y cariño.

Es que igual ni logre hacerle nada más con lo mucho que le pierden la cabeza lo besos. En realidad creo que deben conseguirlo aunque el concepto en si les da igual a ambos, mucho más interesados los dos en tocarse y sonreírse y besarse... Y quererse.

Y cuando termina todo, Bella se le acurruca sonriendo un poco y acariciándole el pecho y disfrutando de un momento íntimo con él.

—Debimos hacer esto hace mucho —susurra antes de besarla otra vez.

—Debimos hacer esto desde siempre —asiente devolviéndole el beso y cerrando los ojos. Y ahí vuelven a estarse un bueeeen rato.

XOXOXOXOXOX

Francis le sonríe a Arthur acercándose a él un rato más tarde.

Allò, mon amour.

Mientras este habla aun con el doctor. No sé qué es lo que le sonroja más, si el francés, el "mon amour", el estar hablando con el doctor que le ha dado antes... eso que le ha dado, el que se haya acercado o... todo en general.

El francés guarda distancia prudencial y se guarda las manos en los bolsillo.

— ¿Ahora si vas a recibir tu regalo?

—Yo... tú... ¡No! —mira de reojo al doctor pensando que eso ha sonado tremendamente mal. Francis le fulmina.

—Hay un límite de veces que podemos hacer esto, mon amour.

Se sonroja más y le mira con cara suplicante, mirando al doctor de reojo.

— ¿Estas incómodo?

Aprieta los ojos porque es evidente que lo está porque además el doctor LO SABE y Madamme Bonnefoy LO SABE TAMBIÉN. Y hasta su madre parece que lo sepa. Su madre le sonríe y Arthur quiere irse corriendo.

— ¿Qué pasa?

—Que tú... que... yo... todos... no me hables.

Mon dieu. ¿Y a que vine?

—Es que... —se aleja un pasito.

—Es que no estoy haciendo nada, actúas más culpable tú.

— ¡Yo no actuó culpable! —grita absolutamente culpable.

—Menos mal, imagina que actuaras culpable.

— ¡No lo digas como si lo hiciera! —protesta y además es que Wallace casi se entera también.

—Shhhh.

— ¡No me hagas shhh!

Se calla.

—Es que no sé qué hacer... —susurra por la comisura de los labios.

—Vete y no me hables—da otro paso alejándose de él. El sastre hace los ojos en blanco.

—No voy a irme porque eso es aceptar culpabilidad.

—Pues no pueden verte hablando conmigo —decide irse a algún lado a buscar comida.

Suspira arrugando la nariz. Arthur le mira de reojo desde la mesa de la comida. Francis se va detrás de su inglesito favorito y le sonríe un poco guardando distancia prudencial. Él vuelve a asustarse y corretea hasta el otro lado de la mesa sin dejar de vigilarle.

Madamme Bonnefoy trata de saludarle por su cumpleaños y es COMPLETAMENTE ignorada por estar controlando a Francis. Que se ríe un poquito con ello y le cierra un ojo a su madre.

Es entonces que Arthur nota que acaba de pasar frente a ella sin ni verla, aprieta los ojos y se sonroja, alejándose más. Madamme Bonnefoy suspira y se va a buscar a alguien más con quien hablar, sin problemas.

Francis aprovecha para acercársele de nuevo. Mientras este se riñe a si mismo con los ojos cerrados porque tiene que estar más atento o todo el mundo va a descubrirlo todo aunque no estén uno junto al otro hablando ni nada, el susto que se da cuando tras tomar aire profundamente, abre los ojos y le ve ahí a su lado.

Allò —le sonríe encantador.

Se asusta y le tira encima la copa con alcohol, aun llena por haber sido recientemente servida, que lleva en la mano. La cara de HORROR que pone el sastre es ÉPICA.

— ¡Oh! —exclama él que sinceramente tampoco se esperaba que pasara eso y de hecho aún no hace siquiera la conexión en su cerebro de cómo puede A haber llevad pesar de lo obvio—. Yo lo... ¡lo lamento!

— ¡Arthur! ¿Cómo es posible?

— ¡Lo siento, lo siento! —se disculpa de verdad agobiado porque ha sido algo instintivo. Deja su vaso por ahí buscando un pañuelo o servilleta con que poder limpiarle.

—Me has dejado... Mi traje... Mi... —está en shock.

Arthur le pasa la servilleta por encima seguramente empeorándolo todo considerablemente.

— ¡Non, Non! ¡Ugh! ¡Me lo pones peor!

—Pero es que... —para de hacerlo, separando el pañuelo todo desconsolado.

— ¡Te detesto! ¡Mira esta mancha! ¡No va a salir jamás! ¡Y que van a decir de mí!

—Pero... yo no quería, lo siento.

Francis aprieta los ojos intentando no matarle.

—Deja que te... las chicas del servicio te lo lavan...

—No van a tocar mi traje, ¡no sabrían tratarlo! Llévame a donde pueda limpiarlo. Ahora me lo lavo.

— ¿Tú? No vas a ir al lavadero ahora es de noche y...

— ¿Y qué pretendes?

—Pues déjalo aquí y las doncellas lo lavaran mañana, son buenas en ello, en serio.

— ¿Y qué hago mientras? ¿Ir desnudo por ahí?

Se sonroja con la idea imaginándole desnudo en mitad del salón, hablando con él como si nada... y automáticamente piensa que él no estaría desnudo... pero no podría estar de pie.

El ceño tan fruncido que tiene se desfrunce al verle la cara.

— ¿Te gusta la idea?

— ¿Q-Qué? —sale de sus pensamientos y se sonroja más. El sastre se ríe un poco.

—Préstame ropa.

—Tonto —aprieta los ojos cuando se ríe—. Ven —se gira para dirigirse a su cuarto. Y él sonríe encantado y le sigue.

—Vamos, vamos a donde quieras.

—A por ropa limpia, ni te creas —replica nervioso igual, andando por el pasillo. Y él se ríe un poco. ( Y Wallace pregunta que si van a estrenar la vaselina)

—No te rías, esto es un completo desastre —protesta.

—No lo es, ¿por qué estás tan nervioso?

— ¡Todos lo saben todo! ¡Y los que no lo saben lo van a saber pronto! —se lamenta entrando al cuarto.

—Noooo, no lo pueden saber. Solo sabe maman.

—Creo que mi madre lo sabe también y Wallace casi y el doctor —se deja caer sobre su cama haciendo drama.

— ¿Wallace y el doctor? ¿Cómo?

Wallace no para de acosarme con que hay algo raro —susurra sin levantar la cara. — ¡Y casi nos ve bajo la mesa!

— ¿Y qué pasaría si se enterara? —pregunta sentándose a su lado.

— ¡Sería un COMPLETO desastre! —se gira un poco a mirarle.

— ¿Por? ¿Lo diría?

—Seguro —esconde la cara hundiéndola en la colcha.

— ¡¿A cualquiera?! ¿Sabes lo que nos harían? No, seguro no podría decirlo, haría como maman.

—No lo haría, ¡él es malo! Y está enfadado...

— ¿Por?

—Porque es hijo de tu padre y no del mío —se hace bolita—. Y además Patrick va a casarse con Sesel y han anulado mis nupcias y mi padre no quiere darle a él lo que quiere.

— ¿Y qué es lo que él quiere?

—El negocio... y seguramente divorciarse también.

—Pues si todos los demás pueden... Solo hay que convencer a tu padre.

—De todos modos hay otro problema —se tapa la cara.

— ¿Cuál? —le abraza acurrucándose y haciéndose bolita a su alrededor.

Emily está embarazada —susurra dejándose abrazar. Francis se paraliza. —Te he mandado un mensaje para decírtelo, pero no es mío —le mira.

—E-Esta... —y estaba a punto de dejar de abrazarle cuando escucha que no es suyo —. ¿Y quién va a creerte?

—Pues ese es el problema —vuelve a esconderse.

—Totalmente —aprieta los ojos.

—Justo hoy, que acababa de hablar con mi padre y habíamos convenido todo... —lloriquea un poco—. Y encima es del tonto aquel piloto...

— ¿Cual piloto?

— ¡El del dirigible!

— ¡Oh! ¿Es de él?

— ¡Ella misma me lo dijo!

— ¡Pero acaba de llegar!

—Ya lo sé... y mi padre había dejado hasta que me fuera a la casa solo y hasta cortejar a tu madre... —vuelve a lloriquear.

— ¡Pero como se embarazo la idiota!

—Pues no creo que haya muchas formas... —Arthur se lamenta con sarcasmo, además porque sigue siendo el único idiotamente virgen de toda esta historia, con lo contento que estaba él de sus toqueteos con Francis.

—Es... ¡Un decir! Sí que es una idiota —le abraza de la cintura —. Eso quiere decir que... Van a casarte.

—No... Mañana la llevaré con Vash y hará que pierda al niño.

— ¡¿E-En verdad?!

—Sí, lo hemos hablado, aunque aún no se lo he dicho a ella.

— ¡Y vas a decírselo!

—Debería, ¿no? Puede que diga que no quiere, pero es que es... su bebé.

—Lo sé, lo sé. Puede que te cace con eso.

—Ella no quiere casarse conmigo.

Levanta la cabeza y le mira.

— ¿Te lo ha dicho?

—Sí —se hace más bolita porque aunque él tampoco quiere, es un poco feo.

—Cada vez me agrada más esta chica, fuera de la idiotez del embarazo.

— ¿Por? —frunce el ceño y le mira.

—Porque si quisiera casarse contigo quizás pudiera convencerte —sonríe.

—Tonto —le da un coscorrón en la cabeza con su propia frente.

— ¿Que tiene eso de tontería?

—Tú —se esconde en él—. ¿No ibas a cambiarte de ropa?

—Puedes desnudarme.

Seguro siente como se paraliza y se sonroja aun escondido.

—Andaaa, no es tan difícil.

—Yo no te voy a desnudar que si lo hago te excitas —le acusa sin pensar en lo que dice.

—Eso no es mentira.

— ¡No es mentira!

—No lo es, si me desnudas, me excito.

— ¡Sí que lo haces! —aun no entiende que le das la razón.

Se ríe.

— ¡No te rías que es verdad aunque digas que no y digas que querías ir desnudo frente a todos solo para ponerme incómodo! —exclama clavándole el dedo en el pecho.

—Pero si no he dicho que no, mon amour.

— ¿Entonces porque me dices que lo haga?

— ¿Porque me gusta la idea?

— ¿Te gusta la idea de pasearte desnudo frente a todos? —incrédulo.

—Frente a ti.

— ¿F-Frente a... mi? —traga saliva y vuelve a sonrojarle la idea—. ¿P-Por qué?

—Porque es sexy.

—P-P-Pfffff... —es lo único que es capaz de responder, sonrojándose más.

Francis sonríe. Él toma la chaqueta de Francis y directamente mete la cabeza dentro, escondido.

—Eres muy monoooo—se ríe acariciándole la espalda.

—Lo dices solo para hacerme sonrojaaar —protesta desde ahí dentro.

—No solo por eso —canturrea sonriente.

— ¿Por qué si no?

—Porque eres de verdad mono.

Vash me ha dado una cosa fea que no entiendo.

— ¿Qué cosa fea? —le acariiiiicia la espaaaaaalda.

Saca su bote del bolsillo, casi se lo mete a la boca y vuelve a esconderse dentro de la chaqueta.

— ¿Pero qué es esto? —pregunta descolocado.

No contesta nada, sólo se esconde más dejando que lo lea él solo.

Vaseline... Oh... ¡Oooh!

Es que se sonroja aún más, debe sacar vapor de las orejas.

— ¿Vash te dio esto?

— ¡Es un idiota y no lo quiero y no sé para qué sirve!

— ¿No te explicó? Quizás tienes un amigo que entiende esto mejor de lo que crees.

— ¿Que entiende qué? ¡No quiero saberlo! ¡No quiero saber nada de este tema!

—Sirve para... Mejorar ese asunto.

—Nolodigasnoquierosaberloooo.

— ¿Por qué?

—Porque es feo y no me gusta y no va a pasar.

— ¿Nunca?

— ¡No!

Arthur...

—Nonononono —lloriquea.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué no quieres ni siquiera intentarlo?

—Porque es feo y atroz, y asqueroso y doloroso.

—No lo es. No tiene por qué ser doloroso y te parece atroz sólo porque acabas de descubrir cómo funciona, como la primera vez que supiste que tu papa le metía a tu mama esa cosita por ahí.

— ¡Eso no me lo pareció! —porque no tienes un agujerito de esos y las mujeres no hacen cacas por ahí, aunque si supieras como les sangra, casi te parecería peor.

— ¿Por qué no te lo pareció?

— ¡Porque eso es sano y natural! —y ser tú el que tiene que meter algo en otro algo da un poco menos miedo... aunque una vez Patrick les contó a él y a Wallace para asustarles que en el seminario les habían dicho que las mujeres tenían dientes ahí abajo y podían morderles si la metían mal.

— ¡Esto también es sano!

— ¡No tiene nada de sano!

—Solo porque la gente dice que no.

— ¿¡Quién si no va a saberlo!?

— ¡Quien sí lo ha hecho!

— ¡No!

—Sólo dices que no porque te da miedo.

— ¡No es eso! Es asco, ¿no te da asco con toda la mierda del culo, con perdón?

—No es como que pretenda que se mezcle nada con la mierda del culo, no es que todo el tiempo lo tengas sucio. Vas, cagas y ya está.

— ¿Pero y si no he ido? ¿O si está a punto?

—Pues vas y asunto arreglado.

— ¿Pero y si no lo sé porque aún no me han venido ganas?

— ¿Me estás diciendo que vas al baño cuando te dan ganas sin ningún tipo de horario? Que latino de tu parte.

— ¡A veces sí!

—Bueno, esas veces no pasara nada para evitar problemas. O esas veces lo haremos al revés.

— ¡¿Cómo vas a saber cuándo es una de esas veces!?

—Me dirás.

— ¡Pero yo no lo sé!

— ¡Sí que sabes si has o no ido al baño hoy!

—Pero... ¡¿Y si hay más?!

—Mmmm... Pues nada... La mandamos de vuelta —sonríe.

— ¡Esa es la cochinada más gorda que he oído nunca! —se tapa la cara con las manos. Francis se ríe echando la cabeza atrás. —¡No te rías! —protesta sonriendo y empezando a hacerle cosquillas.

—Me río porque no había pensado en nada de¡Aaah!

— ¡No mientas! —más cosquillas.

Más risas retorciéndose en la cama intentando evitar que se las haga. Arthur se ríe también y acaba chillando y saltando sobre la cama para ponérsele encima. Le desfaja para llegar mejor.

Noooon! Non! ¡Estas helado!

— ¡Aah! ¡¿No eras tú quien quería que te desnudara?! —grita riéndose sin parar y a este paso... les van a oír hasta Scott y Bella.

Francis se MUERE de risa cerrando los ojos y dejándole hacer... Aunque finge que no le deja hacer. Así que Arthur le quita la chaqueta, la camisa, camiseta y todo lo que lleve hasta dejarle el pecho descubierto, sentado sobre sus ingles.

Se echa sobre Francis un poco aun con las manos sobre su torso, acabando de reírse y notando que esta es la manera más fácil y menos vergonzosa que tiene de... tocarle. Le acaricia de una forma más suave y más tirando a lo sexual sin darse cuenta, porque le gusta su piel blanca. El sastre le deja, cerrando los ojos.

— ¿Entonces vas a intimar conmigo, Arthur?

Detiene los dedos con esa palabra... intimar. Sonaba como algo... como exactamente lo que estaban haciendo en realidad, aunque su significado ambiguo se relacionara con el acto sexual directamente, de forma literal, como una actividad íntima sonaba a algo más allá que nada más placer físico.

Francis le acaricia un poco el pelo y sonríe.

—He de decir que nunca lo he hecho con alguien así como... Tú.

— ¿C-Cómo... yo? —pregunta y le sale la voz un poco ronca, no sabe por qué, mirándole a los ojos y pensando que se refiere al asunto del dinero, cosa que le incomoda.

—A alguien de quien esté así... Como estoy de ti.

— ¿Cómo estás de mí?

—Pues enamorado.

Se sonroja y vuelve a detener los dedos con los que había empezado a acariciarle de nuevo.

—Debe de ser mejor así, ¿no?

— ¿Por? —susurra y tiene que esconder la cara en él. Nervioso porque él se siente también muy, muy enamorado y da un poco de miedo a pesar de lo agradable que es y las ganas que tiene de dejarse llevar por todo.

—Porque no es lo mismo hacer las cosas por probar que con alguien que si quieres, es como un beso.

— ¿Cómo un beso? —pregunta porque igual nunca había besado a nadie antes, volviendo a acariciarle.

—Darle un beso a cualquiera es fácil, pero los besos contigo me gustan más —sonríe.

— ¿De verdad? —ni siquiera se siente realmente un buen besador.

—Son húmedos y calientes y me disuelven todo por dentro.

Se sonroja más y vuelve a esconderse porque él siente muy parecido y no acaba de creerse que pueda provocarlo en alguien más. Francis sonríe más y le aprieta contra sí. Arthur le abraza un poquito sin sacar la cabeza.

—El sexo debe ser aún mejor, a pesar de que sea meter tu cosita en mi... ahí.

—Y-Yo... es que no te entiendo.

— ¿Por?

—E-eso.

— ¿Eso de meter tu pene ahí no lo entiendes?

— ¡Joder! —se esconde—. ¡Lo que te atrae de eso!

— ¿Sabes cómo vas a entenderlo?

Aprieta los ojos sabiendo lo que va a proponer.

—Haciéndolo, solo así vas a decir "no es la horrenda depravación que pensé"

Justo eso pensaba.

—De verdad no es así de terrible como crees, es placentero.

—No suena así.

—Lo estás pensando demasiado.

—A lo mejor si me cuentas qué...

— ¿... qué se siente?

Asiente.

—Se siente una conexión especial con esa otra persona, y uno deja de tener control sobre su propio placer solo para concentrarse en el vaivén y... Es que sólo es raro al principio, y sólo es raro si tú recibes. Si das es como con una chica.

—Con... una chica.

—Como con la boca, pero mucho más apretado.

Se esconde de nuevo considerando eso demasiado gráfico.

— ¿Por qué no lo intentamos?

— ¿C-Cómo?

Sonríe.

— ¿Quieres ahora?

— ¡No lo sé! —hunde la cara.

—Mira, enséñame el botecito.

— ¿E-Eh? —no sabe dónde lo ha dejado.

—Es indispensable para hacer esto que quiero —se separa un poco y lo busca por ahí. Se le debe haber caído por el suelo mientras se hacían cosquillas. —Mira que conveniente momento de perder el bote.

— ¿Yo? ¡Estará por aquí! —saca un poquito la cara.

—Pues no lo veo...

Mira él a ver si lo encuentra. Seguro Francis se mueve tres centímetros para buscar y Arthur pone medio cuarto de cabeza. Nah, porque en cuanto Arthur le ve a los ojos tiene que esconder la cara otra vez. Francis se ríe.

—Bueno, vamos a hacerlo de esta otra manera. Abre la boca.

— ¿Qué?

—Aaaaaaah.

— ¿Para qué?

—Puedo hacerlo yo si lo prefieres —se llame un dedo de esa manera súper obscena que debe haber aprendido de su padre (quien si no). Y hace que Arthur apriete las piernas y se meta bajo las sábanas rojo incandescente. —Sal de ahí que esto es lo que tienes que ver.

— ¡No voy a mirar tus guarradas!

—Peor aún, tú tendrías que hacerlas.

— ¿Qué? —saca la cabeza con la sabana por el pelo como si fuera una capucha.

—Esto es lo que tienes que hacer si pretendes meterme tu ESO por aquí. No creas que cede solo, hay que ser suave.

—Es que yo no quiero hacer eso —lloriquea un poco.

—Pero Aaaarthuuuur —se detiene porque tampoco es tan cómodo... Que... Se ponga así. Arthur se tapa la cara con las manos. —Respira y tranquilízate. Es un poquito asqueroso el CONCEPTO, pero tú eres un escritor. Tienes la mente abierta.

Se echa sobre él para que lo abrace. Lo abraza y le da un beso en la cabeza.

—Mi niño asustado.

Se le hace bolita encima.

—No pasa nada, calma.

Respira más calmado poco a poco.

—Si no quieres hacerlo ni probarlo, no lo haremos —le asegura. Él le mira. —Es algo que se hace y a mí no me parece malo. Como darse besos. Creo que si no lo hacemos nos perderemos de algo. Pero si no quieres... No lo hacemos.

—Es que...

—Suena muy raro, pero de verdad no lo es tanto.

—Ugh...

—Estás pensando demasiado en ello. Es como pensar mucho en un beso. La conclusión va a ser ugh al final.

—Pero los besos... salen en los cuentos.

Sonríe con eso.

—Lo otro también.

— ¡No! ¿En qué cuento?

—En todos. Siempre hacían abrazos especiales.

— ¿Abrazos especiales? ¿En qué cuento has leído eso?

—En los que me contaba papa.

—No valen esos cuentos, en la verdadera literatura los príncipes y princesas se casan y se besan y luego comen perdices —por lo visto el gran escrito de mente abierta está teniendo una regresión al pasado.

— ¡Pues ahí esta! ¡Comen perdices!

— ¡Significa que dan un gran banquete!

—Y se acuestan.

— ¡Un chico con una chica!

— ¿Y eso qué?

—Que no son dos chicos, nadie le mete nada al culo a nadie... —de repente vacila un momento porque... si a las chicas no se le mete por el culo, ¿por dónde es que se hace? No está muy seguro.

—Hay chicas a las que se les mete por el culo también

— ¿Qué? —le mira, porque él creería haber leído que había otro agujero específico para eso... pero le da vergüenza preguntar y que no sea así…

—Algunas —se encoge de hombros —, así no tienen bebés.

—P-P-Pero...

—Es una cosa normal. Un hombre podría equivocarse.

— ¿Equivocarse?

—Sí, de agujero. Y metérselo ahí detrás y no pasaría nada.

— ¿Por qué?

—Pues por error... ¡Estás perdiendo el punto!

— ¡Pero como van a equivocarse!

— ¡No están tan lejos!

—No es una... no... Cielos —vuelve a hundir la cara en su pecho... y lo que le gusta el tacto de su piel tal suave. Ni siquiera los pelitos le molestan.

— ¿No es una qué? —pregunta con dulzura.

—Nnnn... —protesta sin saber ni lo que dice.

Francis sonríe porque le parece un niño pequeño diciendo que, qué asco a los besos o al sexo.

—No tiene que ser hoy... —asegura moviéndose repentinamente para poner bocarriba al inglés. Le da un beso en la frente y otro en la mejilla.

Este le mira a los ojos en cuanto lo hace. El francés le sonríe y se señala las regiones vitales.

—No voy a ponerte eso ahí, ¿vale? Vamos a ir poco a poco.

Se tapa la cara con las manos porque todo el tiempo tienen la misma conversación. Francis se detiene vacilando un poco, le acaricia suavemente los muslos.

— ¿Q-Quieres que pare?

Se sonroja mucho más cuando le toca ahí y no responde, incapaz. El galo le dobla las piernas, agachándose entre ellas. Le mira hacer por entre los dedos. Besitos en el abdomen e interior de los muslos, sonríe un poco.

Le desabrocha el pantalón con suavidad y expertas manos de sastre. El inglés traga saliva sintiéndose súper sensible.

— ¿Alguna vez has escrito textos eróticos?

—N-No... —aunque piensa en el "cuento" del príncipe y el pirata que le contó ayer.

—Lo harías bien... ¿Cómo sería una escena de sexo homosexual? ¿Aberrante?

— ¿Aberrante?

—Seria dulce, ¿No? Los dos perdidos uno en el otro... Haciendo algo prohibido y extraño —toma el borde de los calzoncillos y se los baja—, ¿pero quién podría culparles de hacerlo? Es puro amor, intimidad...

Se sonroja aún más perdiéndose en sus palabras. Francis sonríe un poco más y le vueeeelve a besar los muslos ahora desnudos. Los temblores que provoca. Y ahí va a besar más y más abajo, doblándole las piernas y buscando besarle justo ahí de donde llevan hablando todo este rato. Solo con eso es que ya empieza a reaccionar.

Se dedica un bueeeeen rato a hacer guarradas en la zona. Y es que van a oírle seguro. Tocan la puerta del cuatro.

A Arthur se le corta el aliento y empuja a Francis con los pies de los hombros para tirarle. Francis se cae al suelo de espaldas dándose un golpe seco en la cabeza antes siquiera de haber podido reaccionar al sonido. El escritor se sube los pantalones corriendo, histérico.

¿Arthur? —pregunta Lady Brittany al otro lado de la puerta.

Corre a la puerta y abre solo una rendijita suficiente para sacar la cabeza. Sonrojado y acalorado, con la respiración agitada.

— ¿¡Qué!? —le ladra.

—No sabía dónde estabas y oí un ruido extraño y... ¿Qué haces?

—Nada, vete —cierra la puerta de golpe.

Vuelve a tocar la puerta

— ¡Vete!

—No hasta que me digas que pasa!

— ¡No pasa nada! ¡Vete!

— ¡No parece que pase nada!

— ¡Pues no pasa nada! —chilla de nuevo con la espalda apoyada en la puerta, completamente incomodo de los bajos.

— ¿Quieres que vaya por alguien que me abra la puerta? ¿O prefieres mejor pensar bien tu respuesta y decirme qué haces?

— ¡No vas a abrir la puerta, Madre! —chilla histérico.

—Dame razones.

— ¡Es mi cuarto!

— ¡Y estamos en TU reunión!

— ¡Tú la has montado! No vamos a discutir esto ahora. ¡Vete!

—Baja conmigo.

— ¡No!

— ¡¿Que te sucede últimamente que estas IMPOSIBLE?! ¿A qué hora bajaras?

— ¡No voy a bajar!

— ¿Por qué?

— ¡Por que no! Veteeee —lloriquea, sin poca sangre en el cerebro.

— ¡Pero es tu cumpleaños!

Francis se acerca a Arthur desde adentro del cuarto, toma aire y le toma de los hombros. Y a él le da un infarto.

—Bajaremos en cuanto terminemos, Lady Brittany. Merci —suelta con voz clara y segura.

Arthur se sonroja de muerte, sin habla, sin poder creer que le haya dicho eso TAN obvio a su madre.

—Oh... Oh —Lady Brittany se sonroja tanto como su hijo aunque nadie la ve, se pasa una mano por el pelo —. E-Entiendo no... Ehm... Abajo.

El scritor se vuelve a mirar a la puerta con eso. ¿Que entiende qué?

—N-No tarden mucho —se despide yéndose.

Y el siguiente impulso del inglés es abrir la puerta a aclarar que no hay nada que entender y que Francis no está ahí.

Francis pelea un poco para impedirlo aunque en realidad no tiene mucho caso, Lady Brittany ha bajado bastante histérica y avergonzada. Y ¿En serio no lo va a detener? Es que se va a ir tras ella. Pero sí que pelea para hacerlo, digo que al menos no la ve frente a frente cuando abre.

Arthuuuur —chillonea Francis abrazado a él como pulpo.

Como no sea algo más contundente, Arthur hace amago de abrir la puerta del todo y salir tras ella. En un momento del revuelo Francis le gira la cara hacia él y le da un buen beso en los labios. Gracias.

Ahora sí. Ahí sí que pierde del todo la cabeza. Y no ayuda la tensión, el haber confesado, la propia excitación que ya traían y demás. Francis pierde la cabeza también. Y no sé si esta vez Arthur recuerde cerrar la puerta. Como siempre, expuestos a vistas de todos. Es que va a ir detrás suyo como si fuera flautista de Hamelín.

Ruedan un poco y quedan detrás de la puerta en un besote de esos laaaaargos. Pronto los pantalones ceden nuevamente y Arthur le abraza hasta con una pierna con una fogosidad... Francis no le impide, dejando que los instintos de ambos hagan lo que tienen que hacer.

Y aún más pronto es que esta postura le parece incómoda, tirando del sastre para echarlo en la cama y saltarle encima. Francis se ríe suavemente con plena felicidad dejándose tirar en la cama y recibiéndolo de brazos abiertos. Y vueeelve a besarle el inglés sonriendo un poco.

El francés le deja hacer sonriendo con él porque le gusta mucho cuando están así relajados y felices, con el mundo desaparecido a su alrededor. Y es que se le sienta encima moviendo las caderas... Dios mío, Arthur, es que en una de estas va a ponértelo ahí así como quien no quiere la cosa. Tal vez debería...

Pues hala, en uno de esos movimientos fantásticos de cadera de Arthur, Francis aprovecha para poner ahí... Solo la puntita. El escritor no se entera demasiado con la cabeza demasiada ida. Francis aprovecha para avanzar un poco más, controlándose para no mover demasiado las caderas. SABE que esta si va a dolerle. Y Arthur se detiene del todo con eso, ahora sí notando lo que hace.

—Shh... Relájate —le pide mirándole a los ojos.

Mira abajo y mira a Francis nervioso sin moverse. Francis traga saliva porque la posición en la que están ahora es incómoda para ambos, más aún que Arthur parece haberse tensado de inmediato y él lo nota. Se incorpora un poquito tratando de no meter ni sacar nada

Es Arthur el que se separa. Francis le abraza y se asusta.

—Shh... Todo está bien.

— ¡No! Ibas a... ibas... —y es que aún está excitado.

— ¿Y qué pasó? Hazlo tú... Venga —le pide buscándole la boca para darle un beso.

— ¡No! —manos a la cara.

—Inténtalooo

Se echa sobre él otra vez para que lo abrace. Francis le abraza, claro, aun completamente insatisfecho y necesitado.

— ¡Duele! ¡Además duele!

—Solo al principio.

— ¡Es horrible!

—No lo es. Relájate y veras...

— ¡No! ¡Duele!

—Va a gustarte... Dame un beso.

— ¡No! —chilla muy nervioso porque no sabe qué hacer consigo mismo.

Le da él el beso directamente. Y eso sí que le calma, y poco a poco... vuelve a encenderle.

Y el problema es que Arthur piensa en un instante de lucidez que Francis ha hablado de todas esas otras chicas y quien sabe cuántos chicos más que han hecho esto y él está quedando como un idiota asustado y seguro Francis no lo está disfrutando nada.

—Ha-hazlo, pero con la cosa esa... cosa —pide con los ojos humeditos. Francis le mira y sonríe un poquito.

— ¿En dónde está? —beso en la frente.

—¡No lo sé, búscalo! —vuelve a taparse la cara con las manos.

Francis es repentinamente muy proactivo revolviendo un poco la cama. Arthur sí que se queda como inútil sin moverse. Y como es francés, a pesar de todo, tiene suerte, encuentra más o menos rápido el bote debajo de la cama.

Arthur se levanta y corre a cerrar la puerta del cuarto. Francis se quita del todo los pantalones y los calcetines quedando como Dios le trajo al mundo. Arthur se espera a la puerta, excitado, sin pantalones y con la respiración agitada.

—Ven acá, ven —igual Francis se acerca a él con el bote en la mano —. No voy a comerte.

Se sonroja más. Francis le abraza de la cintura y le mira sonriendo. Traga saliva mirándole a los ojos. Le beeeesa con fuerza contra la puerta y se derrite ooootra vez. Francis lucha para no derretirse él esta vez y dejarse llevar del todo porque lo que está a punto de hacer es muy importante y le pone de muchos nervios. Arthur se le abraza. Francis tira un poco de él llevándole hacia la cama.

Je t'aime... —le asegura temblando un poco de nervios.

Se le abraza dejándose llevar. Así que abre el bote y va a buscarle ahí abajo y a intentar ser lo más dulce y suave y cariñoso posible. Y es que los movimientos se sienten raros.

— ¿Estas bien? Se siente raro, pero no lo es...

Le recorre un escalofrío como respuesta. Francis vuelve a besarle profundamente poniéndose en posición y ahí va, Arthur... Resiste.

El... grito. Francis le abraza con fuerza y le tranquiliza asegurándole que todo va a ir bien. Es que le muerde sin saber que está pasando casi, le clava las uñas con fuerza.

—E-Es... Espera, relájate, que así de tenso a mí también me... Ahh —aprieta los ojos y se mueve un poco intentando hacer algo que de verdad le guste al inglés y haga que se pierda un poco.

No, es que sí le está gustando, no es exactamente de dolor del todo. Francis se mueve ayudando a que lo pase aún mejor y ahora sí, Arthur, vas a gritar aún más. Y vaya que grita más, claro. Seguro vienen a ver qué sucede.

Cielos. Lady Brittany suelta un gritito agudo y finge que se desmaya a la mitad de las escaleras esperando con eso llamar lo suficiente la atención. Seguro sí, claro. Y creo que aprovechando esos momentos de distracción es que Francis consigue que todo termine.

Arthur tiembla en sus brazos, apretándole. El francés vuelve a susurrarle que le quiere, apretándole con fuerza y cerrando los ojos, sin aire. Mientras que él no es capaz de hilar dos pensamientos. El francés tampoco lo es, con la respiración súper agitada arriba de él.


Agradece, por favor, a Holly