Como a las once de la mañana del día siguiente, después de haber dormido, no me preguntes cómo, en casa de los Kirkland, haber desayunado con ellos y no haber podido despedirse de Lord Kirkland porque Gala Bonnefoy no considera que pase nada interesante o digno de estar despierto en el mundo antes de las nueve de la mañana... se para delante de la puerta del taller de su marido, ahora de su hijo y suspira.

Abre la puerta con la llave y sube a la parte de la casa, dejando el bolso y la chaqueta en la entrada como siempre.

—Franciiiis, traigo desayunooooo.

Silencio, porque… Se han dormido muy tarde.

Ella se va a la cocina igualmente a sacar las cosas que le han dado en casa de los Kirkland: Croissants y fruta fresca y algo de pan con embutido también, poniéndolo en la mesa.

—Arthuuuuur, vamooooos —golpea la puerta del cuarto de Francis otra vez.

—Entraaaa —contesta Francis.

Arthur se cubre la cabeza con las sábanas porque todo el mundo grita mucho aquí y ahí va Gala suavemente abriendo la puerta.

—Buenos días, chicos. Siento despertaros, pero es que necesito hablar contigo, Francis... He traído desayuno, pero después tendrías que volver a casa, Arthur.

—¿Estás bien? —Francis bosteza.

—Oui... —suspira—. Pero necesito hablar contigo de algo importante, a solas. Así que por favor, vestíos y venid a desayunar.

Arthur está paralizado debajo de la colcha porque SABE QUE ESTA AHÍ, ¡pero qué le pasa a esta mujer!

Francis piensa que su madre, cuando se pone así toda seria y da instrucciones de esa forma, da bastante miedo.

—Vaaaale, vale. Solo unos besitos.

—Está bieeen —ella accede sonriendo un poco y saliendo de nuevo, cerrando la puerta.

Arthur está paralizado, hecho bolita con la colcha y los ojos como platos. ¿Le acaba de decir que se van a dar unos besitos?

Sip.

—Ugh, lo siento… no sé de qué quiere hablar —ahí va por sus besitos.

Arthur toma la cobija y se hace una capuchita con ella para protegerse, apartándole y se incorpora.

—¿Qué pasa?

—¡Tú! ¡¿Qué te pasa a ti!? —protesta el inglés.

—¿De qué?

—¡Porque le dices eso!

—¿Decirle qué?

—¡De los besos!

—¿Qué le dije?

—¡Pues ya lo sabes! Le has dicho que... ugh! —le da una patada.

—Que le… au! ¡¿Qué pasa?! —protesta el francés.

—Pues que sabe que estoy aquí —frunce el ceño, mirándole— y le has dicho... —se tapa la cara.

—Que te iba a dar unos besos… —Francis sonríe un poco y le abraza—. Vengaaaa...

—Noooo —se deja caer hacia atrás.

—Siiii... Son besitos los que quiero darte —le da uno. Arthur esconde la cara en sus manos—. ¿Has dormido bien?

—¡No! Contigo tirándote pedos.

—¡Yo no me estaba tirando pedos!

—Sí que lo hacías ¡y roncabas!

—¡Eran tuyos!

—Claro que no —sonríe un poco.

—¡No me eché pedos! —Francis se sonroja un poco porque… pocas cosas le dan vergüenza pero… esas cosas sí le dan.

—Sí lo hiciste.

—Si sí fueron… ¡silenciosos! ¡Te lo estás inventando!

—¡Claro que no! Eran olorosos y apestoso y pudurentos y...

—Arthur! —le patea ahora él. El escritor se ríe y le patea más, de vuelta—. Nooooo —protesta Francis pero se ríe también un poco, escondiéndose en las cobijas y acercándose igual a él para abrazarle.

Arthur se le echa encima para inmovilizarle y pelear con él.

Francis se ríe un poco más y medio pelea pero de manera casi inmediata pierde y se muere de risa.

Arthur consigue sentársele encima sujetándole las manos sobre la cabeza.

—No, Arthur noooo… aaah! —grita un poquito así medio agudo.

El nombrado se ríe, encima suyo, mirándole. Francis le mira, sonriendo… y después de un par de segundos cambia la cara para… mirarle, sonriendo y tragando saliva.

—Un día, te voy a atar así, ¡porque tienes las manos muy largas! —decide Arthur.

—A-A atar… ¿y después qué vas a hacerme? —pregunta y forcejea un poquito.

El inglés hace fuerza, sosteniéndole y sonríe de ladito, porque ha vacilado.

Es que no tiene nada que hacer, no se le escapan las manos. Traga saliva otra vez

—Tal vez... revisar tu cuerpo entero para conocer todos tus vulnerabilidades y puntos débiles —propone el escritor.

—Tú eres mi punto débil.

W-What? —Parpadea con eso.

—Yo no tengo más vulnerabilidades ni puntos débiles —sonríe un poco porque ha logrado que vacile y levanta la nariz aún en la posición vulnerable y débil en la que está.

—No te creo —frunce el ceño.

—E-Es verdad —asegura, retándole un poquito a ver si prueba.

—No lo es —le mira.

—¿Cuáles crees que sean? —pregunta estirando el cuello a ver si le alcanza para besarle.

—Todo el mundo tiene alguno —se aparta un poco, mirándole.

—Que va —estira más el cuello.

—Quizás... quizás no —le suelta las manos y suspira.

—¡Que va! —Francis parpadea sin esperar esto.

—Eh? —Arthur parpadea con eso sin entender.

—Se suponía que… ibas a probar. ¿No me has dicho que ibas a buscar mis debilidades? Esperaba que… las buscaras.

—¿Por? Ni siquiera tengo algo para atarte ahora...

—Tenías las manos, estabas encima de mí, ¡te estaba dando marcha!

Parpadea como... veinte veces con eso.

—¡Tienes que explorar! —insiste el sastre.

—¿E-Explo... rar? —vacila.

—Sí, hasta que encuentres las debilidades ¡y luego las uses! Tócame, bésame, muérdeme… no sirve si yo te digo cuales son, pero QUIERO que sepas cuáles son.

—¿Q-Quieres? —se sonroja un montón con eso.

—¿Cómo vas a usarlas si no? —Francis asiente.

—¿U-Usar... las?

—Oui!

—Y... lo de... ¿y la cuerda?

—A mí me va bien que me detengas con una mano… tienes una mano menos para buscar y puedo buscarte un beso mientras me detienes.

—T-Tengo que...

—Ajá…

—Irme —decide y se levanta.

—¿Qué? —Francis PARPADEA. Arthur se baja de la cama buscando su ropa—. Pero…

—Te... veré. Algún día, o sea... pronto —empieza a vestirse.

—¡¿Algún día o pronto!?

—Ehm... sí —ni siquiera le mira, solo en calzoncillos y pantalones, recogiendo las cosas del suelo.

—¡"Algún día" suena lejos! —protesta despeinado y un poco confundido, sentado en la cama.

—Uhm... sí. Ehm. Bueno —se va a la puerta, le mira, se humedece los labios, se sonroja de muerte y sale corriendo.

—¡Te quiero! —le grita Francis riendo un poco porque es muy monoooo.

Hace waaaaaaah suavecito al pasar corriendo detrás de Gala y bajar las escaleras hasta la calle.

Gala parpadea un poco con eso y no tarda en sacar la cabeza por el umbral del cuarto de su hijo.

—¿Todo bien?

—Yo qué sé… creó que se ha enfadado y luego se ha avergonzado —Francis suspira y sonríe un poco.

Ella se acerca a la cama para sentarse a su lado. Francis se acuesta en la cama y le hace un huequito para que venga a acostarse junto a él.

Lo hace, quitándose los zapatos y abriendo los brazos para que se le eche encima y poder jugar con su cabello.

—¿Fue bien ayer?

—Va bien casi siempre, maman… —se le acuesta encima y sonríe un poco, cerrando los ojos—. Aunque ayer fue cansado. Tuvimos que recoger todo el restaurante de Antonio… Arthur lavó casi todos los platos. Y luego fuimos al orfanato. Se quejó todo el tiempo, pero vino.

—¿Cómo le va a Antonio? —sonríe con eso.

—Se ha liado con la esposa del hermano de Arthur… —gira la cara a mirarla—. ¿Crees que…?

—Oh... ¿y la chica del orfanato? ¿Quoi?

—Pues es aún muy pequeña…

—Hum... Bueno.

—Ayer no estaba enfadada, sino lo siguiente.

—Pobrecilla.

—No creo que Antonio haga mucho más que acostarse con esta otra mujer —Francis suspira.

—¿Y tú? ¿Qué vas a hacer?

—¿Tú crees que… con las costumbres de esa familia, Arthur… Vaya a engañarme con alguien más?

—No, tú eres su amor verdadero, no su matrimonio arreglado.

—¿Tú estás bien? —Francis suspira y la abraza con más fuerza.

—Brittany me ha propuesto algo... pero es una idea horrible.

—Esa mujer tiene demasiada calentura —Francis levanta las cejas.

—No, no... —sonríe—. Para ti y Arthur.

—Ohh… pensé que te había propuesto que tú y ella… ¿Qué te ha propuesto?

—Que me case yo con Arthur.

—Ah, eso.

—¿Ya lo sabías?

—Arthur ya me lo dijo, que te tiene que invitar a citas.

—No me habías dicho nada ¿Qué piensas de ello?

—Que… es una buena idea —murmura y no la mira, humedeciéndose los labios.

—Se me... ha ocurrido una idea —empieza ella y ahora si la mira—. Por suerte... tú te pareces a mí, no a tu padre. Creo que si yo me corto el cabello como tú y tú te afeitas, vistiendo la ropa adecuada y tal vez algún sombrero con un velo... tú podrías hacerte pasar por mí y ocupar mi lugar. Sí alguien puede hacer que un traje se vea femenino en un cuerpo de hombre, eres tú... si hay un hombre en el mundo que puede verse bien en un vestido de mujer, eres tú.

—Quieres que yo… que… qué el… que… —Francis… parpadea.

—Que te maquillas y te vistas como si fueras yo y vayas... tú.

—¿Y me… case YO con Arthur? —La mira con mirada cristalina y transparente, sonriendo un poquito.

—A las citas y al altar, si de verdad es necesario —asiente.

—Todos creerán que soy tu… no sé si… si…

—Si llevas un velo y no hablas, nadie debería sospechar. Yo me esconderé y tú... no puedes decírselo a nadie. Ni siquiera a Arthur.

—¡¿Ni siquiera a él?! Pero…

—Es demasiado peligroso que él lo sepa, reacciona demasiado impulsivamente a ti. O quizás si deba saberlo y así pueda ayudarte a que nadie más lo note. De todos modos probablemente lo sepa cuando le beses... La parte buena de esto, es que finalmente sí podrás hacer el vestido de novia.

—¿Y tú? De todos modos te haría a ti el vestido de novia.

—Yo estaré escondida, prefiero ver esto a escondidas que tú me veas a mí yendo al altar con tu pareja.

—¿Estás segura de esto? Si nos atrapan, incluso tú…

—Nadie va a atraparnos si tú apenas hablas y no te quitas el velo.

—Maman… —Francis se lo piensa un poquito, y… sonríe sinceramente—. Esta es una buena idea.

Ella sonríe y le abraza.

—Casarme con… casarme con Arthur. ¡YO!

—¿Quieres?

—¿Y si él se enfada? —Francis asiente de todos modos.

—No lo hará, él no quiere casarse conmigo, te quiere a ti.

—¿Y si secretamente sí quiere?

—Ni siquiera se ha parado a mirarme, Francis

—Pero eso es porque… —sonríe —, es taaaan complicado.

—Eso es porque a quien te quiere es a ti, mon amour.

—Le cuesta…

—¿Por?

—No lo sé, pero le da mucha vergüenza. Se ha agobiado porque te dije que le iba a dar unos besos… ¡y no me ha dado ni uno!

—Oh —se entristece un poco con eso—. Lo siento...

—Aun así, hemos hablado de algo difícil antes de que se fuera… sobre el sexo y lo que esperaba yo.

—¡Ah! ¡Eso es bueno! Ven, vamos a que desayunes y me cortes el pelo mientras me lo cuentas todo.

—Ah, ¡vamos! Tengo una nueva idea para ti que se te verá bien.

—No, mon chou, tienes que cortarme el pelo igual que lo llevas tú, tenemos que parecernos lo más posible.

—Ohhh… Pero maman…

—Solo será un tiempo, volverá a crecer.

—Aún tenemos tiempo de que me crezca un poco más y quizás… podríamos hacerte más peinados con el pelo atado de manera que no hay que cortártelo.

—No quiero que haya la posibilidad... si'l vous plait, déjame hacer esto por ti.

—¿Cuándo vamos a hacer todos cosas por ti maman? —la mira y le sonríe.

—Cuando seas feliz.

—Yo soy feliz, maman… ya lo soy —la abraza. Ella le abraza de vuelta.