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"Roomies"

Por:

Kay CherryBlossom

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(POV Serena)

3. Tensiones

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Me alisto un poco el pelo, recojo lo que puedo del piso y recupero el aliento, todo al mismo tiempo mientras Seiya va a abrir la puerta. En menos de lo que canta un gallo, ya hay todo un jolgorio masculino en la estancia con carcajadas, comentarios y sonidos de bolsas metálicas y botellas de cerveza. Yo estoy muy nerviosa, todavía algo mareada y medio fuera de control. Las sensaciones se disparan cuando tengo a tres chicos buenos, altos y de pelos variopintos mirándome como si fuera una pieza de exhibición de museo.

El vaso tequilero que llevaba en la mano se resbala entre mis dedos, pero alcanzo a recuperarlo antes de que se estrelle en el piso. Sonrío en acto de reflejo y los muchachos sonríen también, aunque no precisamente de modo amigable. Parecen acabar de unir las piezas del puzzle rápidamente. No es que hubiera que ser un erudito para deducir lo que estábamos haciendo tampoco, claro. Seiya aún trae el pelo revuelto y para acabarla, se puso la camiseta al revés.

Yo me pongo más como un semáforo cuando los autos están en alto total. Dios, qué horror... quiero que el suelo se abra y me trague. Estoy muerta de vergüenza, pero trato de aparentar normalidad y quitarme el letrero de "frustrada del año".

Seiya lo nota y carraspea incómodo, sin disimular su enfado. Sus amigos no parecen darse cuenta de eso, están muy ocupados mirándome con morbo e interés.

—Serena, éstos son Diamante, Zafiro y Andrew —nos presenta uno a uno a regañadientes —. Chicos, ésta es Serena, mi compañera de...

—Mucho gusto —interrumpe el que dice que se llama Diamante, y me tiende una mano. No podría irle mejor el nombre, tiene el pelo plateado y sus ojos intensamente brillantes y una sonrisa ladina. Los demás se abstienen con un asentimiento con la cabeza y se secretean algo que no entiendo.

Yo le devuelvo el gesto con torpeza y suelto a Diamante, quien ya alarga mucho el saludo. Los tres son guapísimos, mayores y claramente con gran ventaja emocional para alguien como yo, que no sé ni interactuar con mi familia en domingo, menos con hombres en sábado por la noche.

—Así que tú eres la famosa Serena —revela Diamante sin dejar de mirarme. ¿Soy famosa? ¿Por qué? ¿Acaso Seiya les ha hablado de mí? —. No te ofendas, pero es noticia mundial que Seiya esté viviendo con una mujer. Siempre decía que las chicas tenían vetada la entrada sus sagrados aposentos. ¿Te está tratando bien? Porque si no es así, yo también tengo una habitación extra ¿sabes?

Yo me ruborizo y los demás se ríen, pero Seiya le da un empujón con el hombro al pasar a su lado para buscar hielos, como una invitación pasivo-agresiva de que se calle.

—Yo... gracias, estoy bien. La verdad ni siquiera he dormido aquí —murmuro con voz bajita —. Hoy es... bueno, mi primer día.

Me doy cuenta de lo que significa y eso me atormenta de inmediato.

No siquiera he dormido aquí, repito para mis adentros. No he usado la regadera, ni el buzón, ni el microondas... Ni siquiera tengo un juego de llaves y ya estaba de piernas abiertas debajo de Seiya Kou, muy dispuesta para que me haga lo que quiera. Dios, soy una imbécil... ¿cómo pude permitir eso? Se supone que ésto sería una convivencia normal, de adultos, no debí incitarlo. Todo es mi culpa. Él puso los límites, los respetó y yo los traspasé en la primera oportunidad sólo por lo sola y caliente que me sentía debido al tequila.

Soy patética.

—Estábamos celebrando —dice Seiya, como para tratar de excusar todo el numerito —. En fin... ¿qué traes ahí? Te he dicho que a mi casa no se traen ésas mariconadas, Zafiro. ¿Por qué no has traído whisky o algo decente?

—Pero si es el mejor vodka que he probado, macho... mira, directo de Rusia.

—Lo único ruso que vale la pena probar son las mujeres, hombre. ¿Has visto las tetas que tienen? Uf, para morirse.

—Te está oyendo la dama, cabrón —le riñe Anthony. ¿O es Alan? Soy pésima con los nombres, y estando así...

—A ver, a ver... si vinieron a joder al menos saca el alcohol. Serena, ¿quieres un trago? ¿Serena?

Sigo estando en la misma posición, como si fuera una figura de cera. Diamante se dirige a mí y me pica un ojo, invitándome a ir con ellos a la sala. Vaya que es directo. ¿Qué voy a hacer yo bebiendo y hablando con cuatro chicos? Qué intimidante.

¡Soy la carroña y ellos los buitres!

—¿Estás bien? —me pregunta Seiya de modo secreto. Los chicos han elevado el volumen de la música y están en lo suyo, sacando las cartas y el dominó.

Yo frunzo el ceño. No estoy bien. Eres mi roomie y creo que estoy a punto de vomitar.

Le doy la espalda y agarro un vaso grande, lo lleno de agua fría y lo vacío de un trago.

—Sí, sólo... creo que necesito dormir —anuncio compungida, y empiezo a caminar sobre el pasillo hasta mi cuarto.

Sólo quiero tirarme en mi cama, cerrar los ojos y pretender que nada pasó.

Él me intercepta tomándome del codo y me acerca hacia él. Aún en mi aturdido estado, me parece guapísimo.

—Lo siento —se disculpa de modo sereno —. Como te dije, no recordaba que ellos vendrían y... no sabes cuánto lamento que nos interrumpieran.

En la penumbra, sus ojos despiden un destello malicioso y sonríe, pero a mí no me causa mucha gracia.

Pues claro, él tenía planes. Yo sólo fui una ocasión afortunada para follar que se le cruzó en el camino. Ya lo creo que lo lamente. Recuerdo sus comentarios sobre las chicas rusas y me enojo. Me enojo de verdad.

—No importa, son tus amigos. Deberías ir con ellos —le digo pareciendo indiferente, y creo que mi voz suena algo golpeada.

Al menos las náuseas han desaparecido. Él me pasa los dedos por la mejilla, y para mi mala suerte, me gusta.

—La próxima vez... —empieza.

—No habrá próxima vez —le escupo.

Él parece perplejo y receloso a la vez. Me suelta.

—¿Por qué?

—Porque no lo quiero. Estaba... estoy ebria. ¿Eso es lo que quieres de mí? ¿Por eso me pediste que viniera a vivir aquí? ¿Quieres que sea tu muñeca inflable por si no tienes a una rusa prominente a mano?

Mis propias palabras me traicionan y él me mira espantado. Hace una pausa como para asimilar todo lo que acabo de soltarle y yo me ruborizo. No puedo creer que le haya dicho algo así en voz alta.

—En primera, no parecías no quererlo hace rato —me provoca él tranquilamente, y se pega más a mí. Todos los músculos se me endurecen y el corazón se me acelera—. Estabas muy excitada... y tú fuiste quien lo empezó. En segunda, te ofrecí el piso porque necesito el dinero, y Mina dijo que eras una chica responsable y tranquila y tú parecías necesitarlo. Sólo quise ayudarte. En tercera, lo que dije sobre ti sigue siendo verdad, me pareces deseable, Serena. Y en cuarta, lo de las rusas era un chiste. Es sólo sexo, ¿entiendes? Yo no tengo novias, no me interesan. Sólo sexo... el sexo es bueno, no es nada por lo cual avergonzarse. Y ni siquiera se logró, así por favor no hagas una tragedia griega de ésto...

Él se aparta, y yo me muerdo la boca. Ya lo sé, ya lo sé...¿por qué siento que me está regañando? Es muy impositivo.

No quería decírselo así... pero no puedo explicarle que me siento atraída por él y eso me asusta, porque me da miedo que me haga daño. Lo he visto con tantas mujeres, sé sus hábitos, sus costumbres... eso no va a cambiar porque yo viva acá. Un juego de llaves de la casa no me hace tener la llave de su corazón. Ni siquiera sé si quiero tener la llave de su corazón.

Dioses, soy un lío andante... sólo quiero irme a mi cuarto y él no me deja.

—Lo siento —digo.

—¿Qué sientes?

—Sólo... seamos corteses uno con el otro, ¿dale? —propongo lo más imparcial que puedo —. Necesito donde vivir. No más tragos juntos ni... besos ni nada. Cada quien que haga su vida como mejor le parezca.

Él asiente, con los rasgos de su cara muy endurecidos.

—Así será, buenas noches —concede tajante, y hace que me estremezca ligeramente.

Se marcha hacia la sala y el aire vacío que me deja sin su presencia me hiela los huesos.

Cuando estoy en mi cama, sola e intentado inútilmente dormir, permito que mis pensamientos se trasladen a lo de hace rato. No dejo de pensar en lo que Seiya me ha dicho, sobre que no tiene novias, y me enfado por no haberlo sabido antes de estar entre sus brazos, suplicándole mentalmente con todos los poros de mi piel que me hiciera suya de todas las formas que pudiera. Okay, ya estaban puestas las cartas sobre la mesa. No me quería como novia, aunque le parezco deseable...mmm...

Yo tampoco quiero ser su novia, ¿qué más da lo que él quiera o no?

Doy otra vuelta sobre el colchón.

Cierro los ojos y ruego por quedarme dormida. ¿Por qué no quiere novias? ¿Estará reservándose para alguien especial? Yo no soy especial, obviamente. ¿Le habrán hecho daño como a mí? Es posible... pobre, eso lo entendería. Tener una defensa es lo mejor que uno puede hacer cuando estás herido y no quieres que pase de nuevo.

Mi adormilado subconsciente me dice que no sea estúpida, que lo más probable es que no le guste el compromiso para poder abarcar muchas féminas y no cargar con el lastre de una novia celosa y pesada, que no es ningún niño abandonado que necesita cuidados especiales.

Gruño golpeando la almohada y vuelvo a acomodarme.

Todas las sensaciones prohibidas y desconocidas que he intentado negar frente a Kou salen a la superficie y recorren mi cuerpo agotado. Sueño con él, con sus labios mojados con sabor a tequila y su dureza refregándose contra mí, con su lengua saboreando mis pechos como paletas de dulce... lo más sensual que me ha pasado en la vida, a pesar de ya no ser virgen.

Cuando despierto de golpe, empiezan a torturarme las imágenes fragmentarias de la noche. La borrachera, Seiya y nuestro momento en la barra de la cocina. Me tapo con la almohada todavía avergonzada. La luz es fuerte en la habitación y me molesta. Me pongo de pie, dispuesta a hacer ése domingo algo más provechoso que odiarme y acabar los pendientes que me faltan. Podría ser peor. Podría haber amanecido en ése apartamento de pesadilla con una cucaracha aplastada pegada en la planta del pie y el hermoso olor a ollín. Y en cambio a éso, estaba en un lugar lindo y la resaca es menos terrible de lo que merezco. Sólo me duele algo la cabeza y tengo sed.

Vamos, intento ser positiva...

Me estiro y luego de tomar un ibuprofeno reviso mi celular. Tengo varios mensajes de Mina sin responder de parte mía. Claro, con todo el jaleo ni siquiera me había acordado de ella ayer. Decía que el clima en la playa era estupendo y se estaba divirtiendo mucho. Yaten la había llevado a bailar y a cenar, han buceando, hecho esquí acuático y todas ésos deportes extremos que sabe hacer y yo no. Cierro los ojos anhelando que los días pasaran rápido y vuelva, aunque sea para tomar un café. La echaba mucho en falta...

Me sorprende no ver gente tirada en estado etílico en los sofás. Todo está normal salvo dos bolsas de basura que hay en la cocina. Abro el refrigerador por inercia buscando algo de comer, y me detengo en seco. Yo no tenía comida. No había tenido tiempo ayer de buscar nada en algún supermercado. Qué despistada.

Miro el cartón de jugo que casi me coquetea en la rejilla del frigorífico, y los huevos y el paquetito de jamón. Las tripas me rugen. No podía tomar eso, no era mío. Era de Seiya, y después de nuestra charla de anoche, sería incoherente que me tome ésas confianzas.

Antes de que pueda cerrarlo y dirigirme hacia mi habitación para cambiarme e ir por algo de dinero, él aparece de la nada. Me hace respingar del susto. Me da los buenos días sutilmente y yo también.

¿Esto será siempre así? Qué incómodo.

—¿Ya desayunaste? —me pregunta sirviéndose el jugo frío. Se me hace agua la boca.

—No, iré a desayunar a algún café... —respondo en voz baja.

—¿Quedaste con alguien? —pregunta con su voz ronca, sentándose en uno de los taburetes.

Miro la barra de la cocina y siento que me arde la cara recordándome tumbada ahí, jadeando con las piernas enroscadas a su torso.

Tampoco puedo evitar mirar como se le ve la orilla de su bóxer Calvin Klein debajo del pantalón de chándal, y ésa camiseta sin mangas es demasiado embarrada.

¿Esto también será siempre así? Qué horrible. Es como si un vagabundo viviera en la cocina de un restaurante sin permitirle probar nada. Es muy cruel.

Y toda la culpa es mía... ¡yo lo rechacé! Así que pierdo automáticamente el derecho de quejarme, lo cuál también es cruel.

—No, es que no he ordenado lo de... mmm, ya sabes, víveres y eso —me explico caminando en retroceso hacia el pasillo nuevamente.

—No pasa nada, yo prepararé algo —me dice Seiya poniéndose de pie.

—No tienes que hacerlo.

—Quiero hacerlo —me discute, sacando un sartén y encendiendo la estufa.

—Que quieras no quiere decir que debas.

Seiya murmura una palabrota. ¿Lo estaré desesperando?

Oigo que suspira.

—Sólo será ésta vez.

—Pero tienes que ahorrar...

—Son unos huevos, puedo permitírmelo —me dice sonriendo de modo irónico y creo que se contiene para no perder los estribos.

Yo arqueo una ceja, asiento y me callo. Bueno... tampoco quiero pelearme otra vez con él. Es convivencia sana, desayuno entre roomies. Cosas normales. ¡Como lo hacía con Mina!

—Está bien, pero te ayudaré —le sonrío.

Él pestañea.

—No es que necesite un pinche para ésto... pero si insistes.

—¿Eeeeh?

Algo debe ver en mi cara, porque se echa a reír.

—Un pinche es un ayudante de cocina, Bombón.

—Claro... ya lo sabía —replico levantando el mentón, y saco dos tazas de la alacena.

Por alguna razón, me gusta que me vuelva a llamar así. Siento que no está enfadado conmigo.

El menea la cabeza y empieza a batir los huevos. Ayudarle es bueno, así me entretengo sin tener que mirarle el cuerpo descaradamente (aunque echo un par de vistazos involuntarios) y la comida estará más rápido. Seiya me sugiere que hierva el agua para el café y tueste el pan con mantequilla.

Todo me sabe a gloria por lo hambrienta que estoy. Él come como un cavernícola, pero por otra extraña razón... tampoco me molesta. No es que yo sea una duquesa precisamente, tiendo a atragantarme y cosas así, pero es diferente a...

Comemos sin decirnos nada, y cuando terminamos me ofrezco a lavar los platos como agradecimiento. Odio los que haceres domésticos, pero siento que es lo que me toca y él no me da la contraria. Seguro que también odia hacerlo. ¿Cómo sería su vida aquí con Yaten? Seguro que también lo extraña.

Paso el resto del día haciendo compras en la tienda (aunque olvidé la pasta de dientes), paseando por los alrededores del edificio para ubicar las papelerías, tintorerías y otros negocios que me serán útiles, y terminando de ordenar mi habitación. Mi madre me escribe un texto en la noche, preguntándome como va el nuevo departamento y hasta entonces empiezo a preocuparme. Mis padres no saben que vivo con Seiya. Se quedaron con la idea que seguía en búsqueda y... oh, no, ¿qué les voy a decir? Son demasiado conservadores, van a matarme si saben que vivo con un chico, que por cierto, no tiene pinta de ser un boy scout. No aprueban los músicos que son independientes y andan por ahí, bebiendo y con varias amiguitas... les gustan los intelectuales, educaditos, finos y distinguidos. Como Darien.

Siento una punzada de malestar en el pecho e ignoro la llamada. Ya veré que invento después.

He sobrevivido al tercer día con mi nuevo roomie, y ahora estoy en la rutina como en cualquier mañana en el trabajo. Como cada primero de mes, hay junta de dirección así que me toca ir un poco más presentable. Sin el armario de Mina mis opciones son bastante limitadas, así que me propongo destinar parte de mi próxima paga a un par de blusas formales. Elijo una falda ancha azul marino y una camisa ceñida blanca que se abotona al frente. Para mí esto es ya ir elegante. Conservo mis zapatos planos de charol para evitar desnucarme en la calle con unos tacones.

Hoy no hay carreras por servir cereal ni peleas por usar el secador de pelo, ni tampoco abrazos de despedida ni nadie me desea suerte. El apartamento está en silencio total cuando atravieso la estancia. Supongo que Seiya debe seguir durmiendo.

Siento el sol de verano picarme agradablemente en el rostro y mientras espero el autobús escuchando la música que me proporcionan mis audífonos, me imagino a Mina tendida en una hamaca bebiendo sorbitos de un combinado frío. Qué celos.

El contraste con mi imagen mental es más desoladora cuando entro a la oficina del periódico. Todo es más oscuro, húmedo y sepulcral. Me siento en mi cubículo, que está en el peor rincón de este inframundo. No hay ventanas ni luz natural, por lo que hasta el pobre cactus miniatura que lo adornaba ahora está seco y amarillo. Suspiro desganada y mientras mordisqueo un plátano, reviso mis correos electrónicos. Nada emocionante. Pon un post-it en mi agenda para no olvidar pasar a comprar pasta dental camino a casa, ya que si no lo hago, suelo olvidar un montón de cosas.

Mi jefe se acerca con pasos presurosos y sin darme los buenos días, me tira un montón de manuscritos en mi escritorio.

—Necesito que leas ésto por mí y me redactes los informes correspondientes para la hora de comer... por favor —añade bruscamente al no recibir respuesta de mi parte, salvo una mirada fría.

—Claro, señor Shiho —respondo.

—Y tráeme un café a mi oficina.

Ésta vez se le olvida decir por favor.

—Claro... —repito con el mismo tono monocorde.

Se retira andando como si fuera el puto emperador de Persia y yo le saco la lengua cuando me da la espalda. Cuatro años quemándome las pestañas en una de las mejores universidades de Tokio y todo ¿para qué? ¿servirle café a éste anciano cascarrabias? Pf. Bueno, no es que sea tan viejo... es quizá su carácter lo que lo hace feo y desagradable.

Voy a buscar el café a la cocineta y también sirvo uno para mí. Ahí me encuentro a Molly, mi compañera favorita del trabajo porque es la única de mi edad. No es tan mi amiga como Mina, pues la conozco de muy poco, pero es simpática. Nos llevamos bien desde que nos conocimos.

—Hola, Serena —me saluda con su habitual humor afable —. ¿Qué tal estuvo tu fin de semana?

—Muy movidito —confieso abrumada buscando el azúcar.

Ella se recarga en la mesita, curiosa.

—¿Y a que se debe? ¿Tuviste una cita?

Yo me sonrojo.

—Me he mudado... eso es todo —le explico.

—Oh.

No le tengo tanta confianza como para contarle mis hazañas estúpidas con Seiya. Molly no parece indagar más, es muy discreta. Mina ya me habría acosado hasta que le soltara toda la sopa con lujo de detalle.

—¿Ya supiste la nueva? —me pregunta con una sonrisa radiante.

Yo niego con la cabeza, no demasiado picada, la verdad. Los chismes de la oficina eran tan interesantes como mi vida sexual o mi cactus muerto.

—Bueno, van a anunciarlo hasta la hora de la junta pero... ¡van a ascenderme! —me susurra emocionada —. Chiharu renunció, así que ayudaré al señor Shiho en la redacción. ¿A que es genial?

Me derramo el café en la blusa.

—¡Mierda! —me quejo. Está caliente y además ahora voy toda manchada.

Genial, qué linda forma de empezar la semana.

Molly trata de arreglarlo con una servilleta, pero es tarde. Todo es un desastre. Me compongo lo mejor que puedo y le sonrío, pero no me sale ser solidaria con mi compañera. Molly tiene apenas tres meses en el periódico, yo un año. Ambas hacemos casi las mismas cosas, con la excepción de que yo me quedo horas extras, he trabajado fines de semana y además hago éstos encargos de sirvienta para el jefe, ella no. ¿Podría ser más injusto? ¿Por qué? ¿Qué tiene Molly que yo no tenga?

—Felicidades —le digo y me señalo la blusa, como perfecta excusa para no abrazarla. Molly asiente, toma una galleta del jarrón y se encoge de hombros.

—Gracias.

Apenas se aparta de mi vista siento la necesidad de echarme a patalear en el piso.

El resto del día fue una mierda. El Grinch (jefe) me reprendió por llevar manchada la blusa, me dijo que su café estaba quemado (aunque sabe que yo no lo hago) y me dio un montón más de trabajo. Mientras, Molly le contaba a todos su repentino ascenso y para colmo de males, tuve que ir a almorzar con los demás a un restaurante para "cerebrarlo", a gastarme dinero que no tenía y celebrar un ascenso que me parecía la peor injusticia del planeta desde la invasión nazi... todo porque no era capaz de decir un no.

Aunque no tengo a nadie a quien contarle mi rabieta sobre Molly y el Grinch, es un alivio al fin quitarme los zapatos y poder refunfuñar yo sola. No había rastro de Seiya por ningún lado. No había más mensajes de Mina, pero sí de mamá. Ya me sentía presionada, así que me prometo llamarla mañana y contarle alguna mentira para que se quede apaciguada. Me pongo el pijama y cuando voy al baño a lavarme los dientes ruedo los ojos y dejo caer mi frente en el espejo. ¡La puñetera pasta dental!

Usualmente, solía compartir éstas cosas con Mina, porque yo era la despistada número uno y ella la número dos, pero entre ambas nos las arreglábamos para compartir champú, tampones, ésas cosas, si faltaban. Pero ahora no estaba. ¿Cómo iba a salir a las diez de la noche a comprar? Qué pereza... sólo quería dormir, aunque sería asqueroso irme a la cama con millones de bacterias deambulando por mis dientes, y con lo caros que son los dentistas...

Se me ocurre una idea.

A hurtadillas, me escabullo hacia el cuarto de Seiya. Él debe tener pasta dental. Porque he visto sus dientes en ésa sonrisa arrogante, son blancos como la nieve así que eso es una buena garantía.

No tengo mucha experiencia en cuartos de chicos, salvo el de mi ex y mi hermano, y ambos son unos fenómenos del orden, la limpieza y el aburrimiento. Creo que por eso me sorprendió tanto la habitación de Seiya. Tiene grandes posters de músicos como Elvis o Billy Joel enmarcados, dibujos de cómics en lápiz trinchados en un corcho y muchos garabatos de partituras. Posee una colección de guitarras eléctricas que se ve muy sofisticada y una pecera enorme con ejemplares coloridos que me hipnotiza de inmediato. También tiene una rockola en miniatura que en es en realidad una alcancía. Uau... no esperaba ésto. Todo es genial, incluso la frazada de su cama, está hecha con retazos de camisetas de bandas musicales de giras de todo el mundo. ¡Qué original y cool!

Me resisto a husmear más tiempo, porque no quiero que me atrape con las manos en la masa. Ubico la puerta de baño y antes de poner una mano en el picaporte, este se mueve solo y la puerta se abre inesperadamente.

El alma se me cae a los pies.

Ahí, con la cara ardiendo y al borde un ataque de taquicardia estoy yo, mirando, y ahí, desnudo cual Adonis goteando agua y mirándome con los ojos muy abiertos y una sonrisa ladina está él. No grito, porque no me sale la voz. Me tapo los ojos y le pido perdón como quinientas veces, aunque ya no tiene caso. Ya lo vi, y lo vi bien. Suficientes fracciones de segundo para dejarme con una buena imagen mental de lo que me estoy perdiendo y seguir flagelándome por ello.

¡Qué horror!

—Vaya, vaya —no tarda en canturrear muy jocoso —. ¿Tan pronto me echas de menos, pequeña pervertida?

Lo odio. ¡Lo odio de verdad!

Pero ¿saben qué? Me odio más yo... porque posiblemente esté en lo cierto.

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Notas:

Whaaaatup!¿cómo están? Los planetas se alinearon inesperadamente para que terminara el capítulo antes de tiempo, así que para quienes empiezan a leer, no quise privarlos de que lo tuvieran salidito del horno, lo sé soy un alma de Dios. Parece que Serena no sólo tendrá incomodidades con su sensual y odioso roomie, si no con sus amigos también, en especial con Diamante (amo a ése morboso XD) y las cosas no parecen mejorar con la mudanza...¿quién no tiene un jefe nefasto? ¡Puaj!
Ya sabes, si te gustó lo que estás leyendo, no te cuesta nada decírmelo con un review. Miren que si me desmotivo ya saben lo que pasa... meses sin actualizar. XD

Besos primaverales,

Kay