.

"Roomies"

Por:

Kay CherryBlossom

.

(POV Serena)

4. Juegos

.

Queriéndome morir, sigo balbuceando que me perdone, con la boca seca de vergüenza, pero no puedo permanecer más ahí, me giro y salgo corriendo hasta mi cuarto, dando un portazo. Una actitud muy infantil, lo sé, pero no tengo a dónde más escapar y creo que tampoco tiene caso que me quede ahí. ¿Para qué?

Ni siquiera tengo tiempo de recuperarme del impacto de lo que acabo de ver. Un par de golpes discretos en la puerta me hacen saltar del susto. A menos que sea Santa Claus en pleno verano, es él.

—Serena —llama detrás de la puerta, y su voz se oye divertida. Yo cierro los ojos queriendo desaparecer como los niños. Si cierro los ojos no estoy —. Ábreme...

—Estoy ocupada.

—Patrañas, son las diez de la noche y llevas el pijama puesto.

—Quiero irme a dormir, si no te importa...

—¿Estás enfadada?

Ruedo los ojos.

—No.

—¿Estás llorando?

—¡Claro que no! —me ofendo.

¿Cree que es la primera vez que veo un... un? ¡Qué le pasa!

—Ah, ya sé... ¿estás masturbándote? —pregunta lascivamente.

¿Qué demonios?

Abro la puerta.

—¡Eres un cabroooón! —le grito con todas mis fuerzas.

Seiya se ríe y detiene la puerta antes de que la cierre con su pie. Forcejeamos unos momentos, pero pierdo la batalla rápidamente, pues él es más fuerte.

—¡Tranquila, fierecilla! —replica aún entre risas. Lleva puestas unas bermudas holgadas, pero sigue sin llevar nada en el torso y va descalza (necesito agregar una regla de vestimenta a la lista de convivencia), y me esfuerzo por mirarlo única y exclusivamente a los ojos —. Sabía que no me abrirías si no te jodía, no te pongas loca...

—¿Qué quieres? —le gruño. Sé que todavía estoy sonrojada y alterada, así que me escudo en la molestia para que no parezca que me gusta mirarlo.

Él se cruza de brazos y se recarga en el marco de la puerta.

—Yo debería preguntar eso. Pero como soy buena persona, ya no te atormentaré más.

—¿Entonces qué quieres? —repito incómoda.

—Te traje ésto.

Me extiende lo que identifico como un tubo de dentífrico. Yo abro la boca perdida, como un pez que acaban de sacar del océano y no tiene oxígeno para seguir viviendo.

—¿Cómo sabías lo que buscaba?

—Eres algo predecible, Bombón. Sin contar con que dejaste un post-it en el refrigerador esta mañana —revela sonriente —. Parecía algo muy importante —se mofa.

Qué raro, no parece enojado por haber invadido su privacidad. Si la cosa hubiera sido al revés, ya tendría muerte cerebral por el sartenazo que le hubiera dado yo en la cabeza. Ser mujer a veces tiene sus ventajas, supongo.

Me pongo como dos tonos más colorada. Aunque se hubiera dado cuenta de lo que pretendía, no tenía por qué tomarse la molestia de venir.

—Gracias —lo acepto torpe. Siento que estoy en deuda (otra vez) con él, a pesar de lo extraña y excitante de la situación, así que agrego acaloradamente —. Seiya, no quise entrar sin permiso, pensé que no estabas... no iba a tardar ni dos minutos. ¡Lo siento de verdad!

me agacho y junto mis manos en modo de plegaria.

—No importa —se encoge de hombros, aunque me parece que sí esperaba la disculpa —. Además así ya estamos a mano.

Levanto la cara.

—¿Cómo?

Seiya menea la cabeza como un chico travieso.

—Ya te vi, tú ya me viste. ¡Como un rito de iniciación!

—¿De qué diablos hablas? —me horrorizo.

Él se ríe con ganas. Todo el tiempo se burla de mí el muy cabrón. Qué pesado es.

—Me refiero a que ya estamos en igualdad de condiciones, por lo de la otra vez... —tantea sin profundizar mucho. Yo lo miro directamente, curiosa —. Me pareció que eso podría resultarte incómodo, que te sentirías... no sé, en desventaja o algo así. Ahora ya estamos igual, ¿no crees?

No entiendo para nada qué ventaja puedo tener de eso, pero aún así me parece algo tierno (un poco, no es para tanto) que le preocupe que me sienta mal por haberme visto.

Asiento medio reticente.

—Okay... gracias, supongo.

—De nada —dice muy alegre. ¿Siempre está feliz? La gente feliz es más molesta que un grano en el culo.

Aunque a él le queda bien, creo.

—Yo... me voy a dormir, si no te importa —le corto. No quiero ser grosera, pero en serio ansío que éste día se acabe.

—Tienes una cara horrible, Bombón. No como usualmente, peor —se apresura a aclarar divertido, al ver que lo veo con cara de pocos amigos —. ¿Te pasó algo en el trabajo?

—Fue uno de ésos días de pesadilla —me limito a responder, y empiezo a caminar hacia el baño.

Sabía que me iba a seguir, y lo hace. Nadie lo invitó a entrar, pero no estoy como para reclamar eso, sería incongruente, y además no me molesta que lo haga.

—Bueno, si fue un día malo, tal vez debas acabarlo bien. Así no sería tan malo.

—O podría irme a dormir y dejar que el tiempo haga su trabajo —evado, llenándome la boca de espuma de menta.

Seiya rueda los ojos. Se está dando cuenta de lo pesimista que suelo ser y eso parece desesperarlo. No lo culpo, pero yo soy así. No sé como ser diferente.

—Qué aburrida eres —me espeta. Yo escupo la pasta y le miro mal por el espejo pequeño de la pared. Me irrita que Seiya muestre así sus opiniones sin pedírselas, no es nada sutil y además a mí no me gustan sus hábitos. ¿Cuál es su problema?

—¿Y qué sugieres, gran amo de la diversión?

—Iba a sugerir que vinieras conmigo. Voy a tocar en un bar cerca de aquí. Tal vez te... no sé, distraigas o algo así —tantea.

Pestañeo intrigada mientras me enjuago la boca.

—¿Quieres que salga contigo? —pregunto sorprendida. Seiya capta instantáneamente lo que estoy deduciendo y me corta las alas de un sablazo.

—No como una cita —aclara, y ordena nuevamente sus palabras —. Sólo como algo casual.

Ya sabes, como un favor de mi parte.

Me río de modo vacío.

—Tu generosidad me abruma, pero no, gracias —declino con una sonrisa irónica.

—¿Por qué no?

—Es lunes.

—¿Y?

—Quiero dormirme temprano —respondo de modo obvio.

Él roda los ojos, a la par que cambia de táctica.

—A ver, ¿cuántos años tienes?

—Veintitrés —me escandalizo. ¿A dónde quiere llegar? ¿Qué tiene de malo?

—Pues pareces de ochenta y tres —decreta sonriendo —. Un par de horas máximo... no habrá tequila ni situaciones clasificación C. Al menos no de mi parte, porque si me espías otra vez en el baño, no te prometo nada...

—¡No te estaba espiando, buscaba pasta dental con un carajo! —le grito.

Seiya se ríe. Parece que reír es su hobby favorito, eso y sacarme de mis casillas. Sabe como convencerme mediante la persuasión más tramposa, atacándome por mis puntos débiles y arrinconándome hasta que no tengo de otra más que ceder.

—¡Está bien! Iré, pero sólo para que dejes de fastidiar.

—Excelente —sonríe y camina hacia afuera —. No tardes mucho, ¿vale? No me gusta esperar.

Me dirijo bufando hasta el armario. Es un mandón, aunque no deja de hacer parecer sus mangonerías como algo considerado, algo que haría cualquier amigo. Como cuando Mina me convencía de salir cuando yo quería quedarme en casa. Sé que no debería compararlos, pero quizá es la soledad la que me hace querer asociar todo lo que me ocurre con Seiya a lo que vivía con mi amiga, aunque sé que está a años luz de que nuestra relación sea así. Me imagino qué pensaría ella de que yo viva con él. No sabe nada, yo no he abierto el pico y si Yaten lo supiera por Seiya y se lo hubiera dicho, ya me lo habría preguntado, estoy segura, porque no se guarda nada.

Como no quiero que el sargento semi desnudo venga a apurarme, elijo un atuendo rápido: los vaqueros que mejor me quedan y hacen que mi trasero se levante, y una simple blusa de tirantes negra lisa y una chaqueta de imitación piel. No quiero producirme, ya es un milagro que yo esté fuera de casa un lunes por la noche y no quiero tentar al destino.

Debo admitir que es refrescante entrar al bar. No es un lugar ruidoso y aglomerado, si no un sencillo lugar donde venden pizzas y cervezas y tienen al fondo una pequeña tarima para que la banda se disponga a tocar. Cuando entro con Seiya, me siento inmediatamente fuera de lugar porque ¡no estábamos solos! Ahí están sus amigos esperando: Diamante, Anthony y... Zar...Zori... ¿cómo era? Bueno, el otro chico guapo amigo de los otros chicos guapos.

Diamante me mira con una sonrisa radiante y yo me ruborizo. Incluso vestido con una sencilla camisa y arremangada, está arrebatador y yo me cohíbo. Quizá debí venir más arreglada...

—¡Pero si es la linda Serena! —se sorprende encantado, y me da un beso en la mejilla a modo de saludo, pero muy cerca de los labios. ¡Qué osado!

—Hola, chicos —saludo a todos en general con una sonrisa tímida.

Todos se pelean para buscarme una silla extra y yo no sé ni cómo moverme. No estoy acostumbrada a tanta atención, menos la masculina.

—Voy a pedir algo a la barra —me dice Seiya al oído. Noto su aliento tibio y aspiro su perfume muy cerca, y yo siento en el estómago un retortijón raro, como si tuviera hambre. Le asiento como puedo —. Ustedes, cabrones, los estoy mirando —les amenaza, como para que se comporten.

—Te la cuidaremos bien —le dice Diamante sin dejar de mirarme, y cuando Seiya se voltea, me pica un ojo.

Yo desvío la vista hacia la mesa, porque nadie suele coquetear conmigo. Para mí es como estar en una obra teatral y ser la única a la que no le dieron su libreto.

—¿Y cómo la vida con ése orangután? —pregunta el chico rubio sonriendo. Me gusta su sonrisa, porque es más amistosa, no tan insinuante como la de Diamante. Me siento menos abrumada con él —. Espero que no te haya hecho nada malo.

—No, ha estado bien —le sonrío sin saber qué más decir, aunque se muestran muy ávidos porque les diga más. ¡Qué cotillas! Aunque de alguna manera, su cara de desconocimiento absoluto me relaja, eso quiere decir que Seiya no les dijo nada de nuestro... bueno, momento.

Siempre me imaginé a Seiya como el típico idiota que presume cuántas chicas se lleva a la bolsa por muy banales que fueran sus experiencias, como si coleccionara estampillas. Pero parece que no, y el que pudiera equivocarme me hace sentir... no sé, confundida, y también esperanzada. ¿Por qué?

—Nunca nos había presentado a una chica —comenta el chico que no recuerdo su nombre.

—Ni la había traído a una reunión —sigue Diamante —¿Verdad, Andrew? Él asiente. ¡Se llama Andrew! Qué alivio saberlo antes de cagarla. Sólo me falta el otro.

—Ah —murmuro.

¿Qué quieren que les diga? Ni yo entiendo porqué lo hace.

—¿Están saliendo? —me pregunta directamente Diamante, recargando su rostro en una de sus manos. Yo empiezo a mover las rodillas. Cielos, éstos hombres son más cotillas que las secretarias de la oficina.

—No, sólo somos roomies —respondo. Oigo como los chicos hacen un "¡Ooouch!" burlón, pero a Diamante parece fascinarle la idea.

—¿Y de dónde se conocen?

—Mi mejor amiga está casada con su hermano, y...

—¿Tu mejor amiga es Minako Aino? —pregunta el chico de pelo azulado, con los ojos abiertos como platos. Los demás sonríen socarronamente.

—Sí, ¿por qué?

—Por nada —ataja con brusquedad, y de un trago vacía su botella de cerveza. Yo me quedo medio perdida al mirar su expresión agria.

—No le hagas caso, es que Zafiro estaba obsesionado con Minako, pero como bien sabes, se la bajaron hace poco —me dice Diamante aleteando una mano con elegancia —. Y como verás, el muy lelo todavía no la supera.

—¡No estaba obsesionado! —replica Zafiro (me esfuerzo por retener su nombre) muy colorado —. Sólo me gustaba... ¡un poco! ¡Y claro que ya lo superé!

—¡Un poco! —refuta Diamante —. ¡Si no aguantaste ni ir a la boda!

—¡Pero no fue por eso, tenía trabajo!

—Claro, claro... qué casualidad.

Todos se desbaratan en carcajadas, y me siento contagiada. Seiya llevaba razón, fue buena idea salir, aunque sea para escuchar cosas que no entiendo del todo. Ellos son buena onda, aunque algo mezquinos entre ellos, son graciosos.

—Y babeabas como pug cuando la mirabas... —le empieza a joder también Andrew —. No quiero ni imaginar la cantidad de pajas que te hiciste en su...

Diamante lo calla de un chistido y me señala con los ojos, recordándole mi presencia.

—Perdón, preciosa —dice Andrew mordiéndose los labios algo arrepentido —. No estamos acostumbrados a tener compañía femenina por aquí.

Yo me río encogiéndome de hombros.

—No pasa nada —le digo.

—¿Cómo tartamudeaba? —dice Diamante y hace como que lo arremeda, poniendo cara de tonto —. Mi-mi-mi-na-na-ko... ¿te-ttte-puedo-i-i-invitar un café?

A pesar de lo malos que son entre ellos, me lo paso muy bien. Los chicos tienen un humor diferente a las chicas y la variedad de sus personalidades me entretiene bastante, aunque me siento algo mal porque agarren de mascota al pobre Zafiro. Ahora sé porque Seiya es así, tan sardónico... no es él, es toda su jauría de amigos quien lo hizo así. Es como la ley de la selva.

—Pues yo no te culpo, Mina es guapísima —repongo con orgullo, interviniendo por primera vez. Zafiro me mira como agradeciendo mi compasión.

—Tú también, con razón son amigas —dice Diamante. Yo me pongo roja y sacudo la cabeza —. Es cierto eso de que Dios las hace y ellas se juntan¿verdad?

—¡Para nada!

—¿No te gustan las halagos? —me dice Diamante riendo y me pasa una de las coletas por detrás del cuello. Yo me pongo rígida como una cuerda de violín —. Si deben decírtelo todo el tiempo...

Seiya vuelve justo a tiempo con dos jarras de cerveza y una mesera que nos trae una pizza que huele estupendo. Se sienta al lado de mí y no sé si a propósito o no, pasa su brazo por encima de mi silla y me siento extraña, pero bien, como si estuviera protegida.

Una curvilínea morena pasa al lado de nuestra mesa e instantáneamente, él gira la cabeza cual niña del Exorcista para poder mirarle indiscretamente el culo, sin importar si lo estoy viendo o no. Incluso lo comenta con sus amigos.

Y he ahí donde me recuerdo que no debo hacerme ideas ridículas en la cabeza. Yo no lo intereso, y nunca habrá nada entre nosotros, pero me gusta que ya no nos llevemos mal. En vez de estar acostada en mi casa, esperando despertar con una realidad diferente a la que tengo y toda mi vida se resuelva, estoy aquí con él, y es agradable. Él es agradable... a veces, aunque tiene una manera curiosa de demostrarlo.

Luego le toca cantar, y es como si me subiera a un carrusel de ensueño. Si no lo veo, si no recuerdo sus modos bruscos ni su promiscuidad, es un hombre que le habla al amor. Y de qué forma... canta tan bonito, que me propongo buscar su canal en la Internet y descargarme algunas de sus canciones, sin que se entere. ¿Por qué no se ha hecho famoso? Tiene talento, y la materia prima para acarrear montones de adolescentes y mojarles las bragas. No lo entiendo.

Omitiendo la parte de las bragas, se lo pregunto a Andrew.

—Seiya estudiaba administración empresarial, pero prefirió dedicarse a la música —me informa, jugueteando con el envase vacío de su cerveza —. Le ha costado mucho mantenerse, pero al parecer ya tienen algunas presentaciones. Ojalá pueda salir pronto de sus deudas, la ha pasado realmente mal.

Yo me rasco la cabeza. ¡Deudas!

—Pero... ¿en serio no les va bien?

Andrew sonríe cortés, pero dándome a entender que lo que pregunto es tan obvio como si el cielo fuera azul.

—No.

—Pero... ¡su coche, lo vi! —le digo algo fuerte, por los acordes de la música alta —¡Es como el de una superestrella!

—¿Coche? Seiya no tiene coche —se extraña pestañeando.

—Te digo que yo lo vi —le discuto —. No sé de coches caros, pero no soy ciega.

Andrew arquea una ceja y en dos segundos aclara mi malentendido.

—¿Un audi deportivo? No es de él, es de Diamante.

Se me cae la mandíbula hasta la mesa.

—Yo creí...

—Y ya te digo, ellos se conocieron en la universidad, pero siguieron caminos diferentes —se encoge de hombros —. Diamante es muy bueno para los negocios. Lo habrás notado por su... persuasión.

Yo me sonrojo.

Seiya no tenía coche. ¿Se lo pidió a Diamante sólo para llevar mis cosas? Vaya, éso es nuevo.

—¿Y el apartamento? —indago —. Es muy grande y lujoso para alguien que...

—Qué preguntona eres —se ríe él —¿Eres periodista?

—Sí —admito más roja aún.

—Pues serás una muy buena —coincide, y yo le sonrío. Andrew me cae muy bien. Es hora de dejar el interrogatorio, aunque no deja de darme vueltas su comentario. Seiya no era un hijo de papis como yo creía, tiene deudas... ¿de qué? ¿por qué? Mmm...

Los siguientes minutos me la paso evadiendo los piropos de Diamante, pero al final me acostumbro. No creo que yo le guste de verdad, quizá sea algo de su personalidad. Como lo de Seiya ser fastidioso. Nada de qué asustarse.

—Oh, no —oigo a Zafiro decir como asustado, en cuanto Seiya vuelve a ocupar su sitio a mi lado —. Alerta hiena, alerta hiena...

Seiya apenas lo nota, su cara se torna de terror y mira a mis espaldas. Se pone como dos tonos más blanco y murmura entre dientes una palabrota de las más vulgares que conozco. ¿Qué ocurre?

—No voltees —me dice muy bajito, pero es tarde, yo ya giré la cabeza para mirar.

Hacia mí viene una criatura surrealista pelirroja, de medidas noventa-sesenta-revienta, vestida para matar, con minifalda, tacones y todo. Camina contoneándose de aquí a allá, muy segura de su figura... aunque rime. Es así. No podría explicarlo mejor.

—Dijiste que ya no venía a éste bar —le reclama Andrew a Seiya. Él se encoge de hombros, desesperado.

Vista de cerca, la mujer desentona conmigo aún más. Sus ojos son color rojo fuego también, y me sonríe amablemente, sin duda divertida por el contraste que acaba de percibir igual que yo.

—Qué tal, chicos —saluda en general con una voz rara, como sospechosa . Hasta Diamante ha bajado su postura de pavo real, pero reprime una sonrisa —¿me invitan un trago?

—Lo siento, ya nos íbamos —replica Seiya.

—Lástima. No me llamaste —sonríe ella peligrosamente.

A mí se me erizan los vellos de los brazos. ¡Qué miedo!

—Yo... sí... er... he estado ocupado —tartamudea Seiya. Le tiene miedo también.

Por un instante, la escena me parece graciosa. ¿Seiya intimidado por una chica? Bueno, se lo merece por cabrón. Seguramente hizo el mismo proceso de manual. Cortejar-follar-correr. Cualquiera estaría molesta.

—¿Con qué?

—Con... con...con mi novia —declara inesperadamente, y su brazo se dirige cual tentáculo hasta mi cintura, y me repega contra él —. Kakyuu, te presento a mi novia, Serena Tsukino.

A Zafiro le da un ataque de tos para disimular las carcajadas. La mujer, que antes me miraba como si fuera algo cómico e inofensivo, ahora me mira irradiando una hostilidad termonuclear. ¿Qué le pasa a éste idiota? ¿Por qué inventó éso? Soy pésima mintiendo. La peor...

—¡En serio! —finge sorprenderse, y coloca las manos sobre sus caderas —¿Desde cuándo?

A una velocidad asombrosa, Seiya se transforma en Ryan Golsing de Diario de una Pasión. Sus facciones se dulcifican, su mirada se hace profunda y me toma una mano con cariño, depositando un beso en ella.

Yo estoy hiperventilando. ¡¿Cómo se le ocurre?!

—¿Bombón? —me repite cauteloso, y oigo bufar a la tal Kakyuu ante el apodo, que seguro le parece ridículo. Yo le atiendo pues le sale natural, pues ha sido mi apodo por mucho tiempo —. ¿Cuándo nos conocimos...?

—En un karaoke, hace cinco meses —respondo atragantada.

Kakyuu me mira arqueando una ceja. Su antipatía es brutal, y siento la necesidad de ocultarme detrás de Seiya para que no me degolle con la pala de la pizza.

—Pero apenas hace un mes que... tú sabes —explica él sin torpeza. Sonríe cálidamente y mientras me acaricia la espalda, me mira con absoluta devoción, tanto que hasta yo me la creo.

Desgraciado...

Lleva su boca a mi pelo, y ahí, oculta, en vez de decirme alguna cosa amorosa, me pide que lo ayude. A mí se me dispara el corazón. ¿Cómo puede tener éste efecto en mí, incluso en este sitio lleno de gente y así?

Miro sus anhelantes ojos azules, sabiendo que me voy a arrepentir, y aún así le asiento con la cabeza. Yo era la Eva del Edén, y él la serpiente... y caí en la tentación.

Recibo su labios de modo abrasador, pero dulces. Es un beso muy diferente al que nos dimos antes. Y... el de antes de ése. Lo siento en cada célula de mi cuerpo, porque no estoy ebria ni tampoco cogida por sorpresa. Por breves instantes, me olvido de quienes están a nuestro alrededor, y me permito delirar con la absurda fantasía de que es mi novio, de que alguien me ama. Su boca se mueve de aquí para allá, como queriendo saborear cada parte de mis labios, e incluso los muerde un poquito, haciéndome flotar como globo aerostático. La Tierra y la gente se ha quedado abajo, muy abajo...

¿Qué has hecho? Me grita mi subconsciente a lo lejos como eco.

Cuando nos separamos, ya no está la chica pelirroja, y los demás nos miran divertidos. Yo, con la cara ardiendo y algo mareada, me levanto y le digo que voy al baño. Él me coge una mano, y me da las gracias con una sonrisa deslumbrante, como si nada hubiera pasado.

Luego de hacer tiempo y lavarme la cara con agua fría, caigo en la cuenta de las cosas. Seiya me usó para sacarse de encima a una chica, a una que por cierto, mandó a freír espárragos... No me sentía bien con ello. No quería ser la cómplice del dolor de una mujer, independientemente de las circunstancias. Yo ya había estado en ésa posición y créanme, no es una posición linda. Aunque ella parezca desagradable y él divino. Las cosas jamás son lo que parecen.

Seiya podrá saber a miel, pero en realidad es veneno para mí.

No dije ni pío al regreso del apartamento, me excusé con la desvelada y como mis bostezos eran auténticos, no me cuestionó nada. Cada quién cerró su puerta, distantes, como si fuéramos cualquier otro par de vecinos. Esa noche dormí mal, con la cabeza dándome vueltas como un disco rayado que dice "tonta, tonta, tonta" con música tecno.

Cuando me levanto al día siguiente, y tomo el IPod para irme a la oficina, me doy cuenta de que tiene uno de mis post-its pegado a la pantalla.

La nota dice así:

Buen día, Bombón

Anoche mientras dormías, me tomé la libertad de incluirte música de verdad y mandé a One Direction de paseo a la mierda. Me lo agradecerás algún día.

Espero esto ayude a que sean más amenos tus días de pesadilla del trabajo.

Seiya

Lo inesperado de él son éstas cosas, que parecen normales, pero son íntimas. No puedo reconciliar éste gesto tierno con lo que le hace con lo de los novios de mentira. Sencillamente no quiero creer eso. Debe haber un error...

A la par que me emociono, brota el temor en mi estómago. Siento que estoy jugando con fuego.

Siento que me voy a quemar.

.

.

.


Notas:

Baia baia... parece que la pequeña Serena se aventura en aguas peligrosas, aunque le gusta nadar en ellas, ja, ja! Espero que les haya gustado, no dejen de decirme.

Aunque este espacio sea de Sere y Seiya lo usaré para promocionarme cual vendedor de infomercial xD, porque quiero y puedo:

Si te gusta el personaje, únete mi grupo personal de Facebook "Venus Love", página dedicada a Sailor Venus/Minako. Hay juegos, chismes, martinis, fics, fanarts y más. El link está en mi perfil.

Besos acidulados,

Kay