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"Roomies"

Por:

Kay CherryBlossom

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(POV Serena)

11. Presentimiento

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Amanezco sintiéndome algo indispuesta. Estoy segura de no haber bebido más de lo necesario en mi cumpleaños, aunque sí comí más de lo necesario. Me rehúso a creer que algo del restaurante de ensueño estuviera malo, así que lo achaco al exceso de comida y mi organismo debilucho. El malestar se intensifica cuando me levanto, pero no vomito. Diablos. Cuando se me pasa, me dirijo a la cocina. Hidratarme me hará bien.

Me pongo las pantuflas y me miro en un espejo del pasillo. Estoy medio gris, enferma y encima tengo que tratar con este hombre, que está silbando y cantando Bohemian Rhapsody como si fuera día de fiesta.

Pongo mi mejor cara indolente y le doy los buenos días mientras hurgo en el refrigerador. Por el rabillo del ojo, veo como Seiya me mira con una sonrisa de oreja a oreja.

—Hola vaga, ye se te echaba de menos —dice como extrañado. No sé qué cara le pongo, pero debe ser una muy fea, porque pregunta —. Ayer no te vi en todo el día. ¿La pasaste bien? ¿Qué hiciste? Oh… qué carita. ¿Estás con resaca? —se burla.

Evado su mirada y me sirvo el jugo dándole la espalda.

—No, pero no me siento muy bien.

—¿Entonces no desayunarás? Hice huevos con tocino, tostadas con mantequilla y...

Él sabe que me encanta desayunar eso. Lo fulmino con los ojos, atónita y cabreada.

—¿Por qué lo haces? —espeto interrumpiéndole.

Mierda, sigo muy enojada con él y no logro disimularlo.

—Siempre hago el desayuno los domingos —murmura con un ceño reprobatorio, y gira el tocino que se fríe en la sartén. El olor a carne me provoca una arcada, pero bebo más jugo y eso tranquiliza mi estómago, al menos momentáneamente.

—No eso,ésto —señalo con desdén el pastel.

Sonríe.

—¿Ya lo probaste?

—Claro que no —suena como un improperio —. No lo quiero.

¿De qué va éste imbécil? ¿Es que quiere que se lo diga abiertamente o estaba tan ebrio que no lo recuerda o me quiere ver la cara?

Mi comentario lo desbarata totalmente. Me mira como si le hubiera dado un puñetazo en el estómago.

—¿Por qué? Es tu favorito...

Suelto una risotada porque es lo único que mis celos y mis neuronas consiguen hacer. Seiya se acerca hasta mí. Yo retrocedo instintivamente, y pongo la barra de la cocina entre nosotros. Por si tengo que huir, o estrellarle un vaso en la cabeza. Depende de hasta donde llegue su cinismo o mi histeria.

—Aléjate —le advierto.

Él me lanza una mirada dolida.

—¿Por qué eres tan mezquina? ¡Lo hice para ti!

—¿Por qué?

—Porque es tu cumpleaños, o al menos lo fue —Seiya está muy descolocado, nervioso. Nunca le he hablado en ése tono. Él pretende fingir que nada pasó, pero ahora mismo estoy siendo una auténtica perra. De ésas que yo temía que me agarraran sola en los baños de la secundaria.

Aleluya, corea mi subconsciente.

—Se lo hubieras horneado a la… mujer que trajiste el viernes, estaría más complacida que yo —le grito —, quieres follarte a todo Japón, ¡hazlo! Pero por favor ten más respeto por la casa y la rutina que se sigue aquí. También yo vivo aquí, y tuve que taparme las orejas con la almohada porque la muy zorra no dejaba de gemir tras mi pared. ¡Fue repugnante! ¡Eres repugnante!

Seiya parpadea muy rápido, sorprendido. No puede creer lo que le acabo de decir. Yo misma no me puedo creer lo que acabo de decir, pero me mantengo firme y lo miro con mis ojos letales de medusa. Mis coletas se han transformado en serpientes y sé que está asustado. Sus ojos azules se abren desmesurados.

—¿De qué… diablos… me estás… hablando? —dice cuando se recobra.

¡Hay qué ver el descaro de la gente!

—Lo que oíste —digo, no queriendo echarme para atrás. Estoy consiguiendo intimidarlo.

—Oh, sí lo harás —me amenaza caminado lentamente hacia mí. Yo retrocedo, poniendo más distancia entre los dos. No siento miedo, pero tampoco quiero que me toque —. ¿El viernes?

—Viernes —mascullo venenosa —. ¿O estabas tan ebrio que no recuerdas ni qué día es hoy?

—El viernes estuve ocupado hasta el amanecer.

—¡Ya lo creo, y te esmeraste! —chillo furiosa.

Y celosa.

—Bombón…

—¡Es Serena!

Seiya rueda los ojos como queriéndose dar la paciencia. El tocino huele a quemado y me dan unas náuseas impresionantes. No sé si voy a vomitar bilis o el jugo. O ambos. Dios, qué asco… quiero irme a mi cuarto, pero no me deja.

—Siéntate —me ordena. Yo lo miro desafiante —. Por favor —pide calmado, pero aún tenso.

Me recuerdo que no soy su esposa celópata sino su roomie, y bueno, supongo que es lo más maduro. Era lo que yo quería, hablar como adultos. Genial. Al menos ya me desahogué un poco, pero no sé si me apetece oír sus mentiras, las típicas de mujeriegos. "Es una amiga. No sabía lo que hacía. Ella me provocó. No fue gran cosa, sólo sexo". Ay… me las sé de memoria. Darien empleó conmigo varias de ellas.

Seiya apaga el fuego y luego se sienta frente a mí.

—El viernes, como dije, trabajé. En el bar hasta tarde —explica otra vez con énfasis.

—¿Y el póker? —pregunto rápidamente como policía.

—No hubo póker. Apenas tomé el taxi para casa de Andrew me llamó mi jefe. Kal se intoxicó con unos mariscos y no había quien lo cubriera, así que fui directo para allá. Cuando me levanté en la mañana ya no estabas. ¿A qué hora saliste?

Arqueo las cejas con escepticismo e ignoro su pregunta.

—Preferiste ir a trabajar que al póker con tus amigos.

Él me mira de modo raro.

—Pues sí. Doble turno, doble paga. Lo necesito, ya lo sabes.

—Entonces, según tú, yo tuve alucinaciones y oí follar a un tipo que entró con tus llaves, a tu cuarto, pero no eras tú.

—Exactamente.

—¡Me quieres ver la cara, cabrón! —le rugo.

—¡Cálmate!

—No me digas que me calme —le insinúo peligrosamente, rechinando los dientes. Él se ríe, y eso me hace enfadar más. ¡Carajo, de veras quiero golpearlo!

Él suspira.

—Creo saber lo que pasó… sólo, déjame comprobarlo, ¿sí? —me pone las manos al frente, como si fuera un domador de leones. Bueno, supongo que en este momento soy una leona. Eso me hace sentir bien, pero por alguna razón, empiezo también a sentirme medio estúpida.

Sin creerle, me limito a mirarlo con frialdad mientras él saca su móvil, marca un número y lo pone en altavoz.

Hola, maricón —saluda la voz de Zafiro jocosamente. Seiya se sonroja y pone una cara de pocos amigos.

—Cállate, zoquete… estás en altavoz.

Oh —se ríe nada más y agrega con formalidad fingida —. ¿Qué hay, amigo mío? ¿en qué te puedo ayudar?

—Escucha… ¿entraste al departamento el viernes?

Hay una larga pausa silenciosa. Lo suficientemente larga y que podría denotar culpabilidad. Seiya niega con la cabeza malhumorado.

Yo…

—¡Te di las llaves de Yaten para emergencias, imbécil! Como para que si un día me rompo el cuello por cambiar un foco puedas venir a sacar mi cuerpo hediondo. ¡No para que traigas desconocidas y te las tires en mi cama mientras no estoy!

Otra pausa larga. Esta vez, Zafiro habla con tono apesadumbrado.

Perdona, macho. Te llamé para pedirte permiso, pero no atendiste el móvil y en el bar estabas ocupado…

—¿¡Y eso lo tomaste como una aprobación?! —le riñe Seiya.

Estaba como una cuba, hombre. Y ya estoy harto de que me fastidien con lo de Minako, ¿sabes? Conocí a una chica en una fiesta y estaba cerca, y no quise llevarla a un hotel y que se me echara para atrás...¡estaba muy buena!

Seiya gruñe fastidiado.

—¿Y se te olvidó que no vivo solo?

¡Joder, es cierto! —se ríe el muy mequetrefe —. Se me olvidó por completo. ¿No nos vio Serenita, verdad?

Vaya… soy Serenita. Eso es nuevo.

Seiya se ruboriza y me mira avergonzado. Mi furia ha bajado como termómetro en la cima de una montaña.

Oh, no...

—Los oyó.

¡Ah, bueno!

—¡No es bueno, grandísimo…! Discúlpate con ella, la asustaste y no la dejaste dormir.

Vaya… qué pedazo soy. Claro, lo haré cuando la vea.

—Te está escuchando.

Esto… perdón, preciosa...er… fue sin querer. No volverá a pasar.

Seiya me mira inquisitivo, exigiendo mi respuesta. Carraspeo incómoda.

—No hay problema...

Gracias. Tú entiendes, ¿verdad? A veces es necesario descargar el depós-

—Bieeen, suficiente —interrumpe Seiya abochornado, y quita el modo altavoz, pegándose el teléfono en la oreja —. Nos debes unos tragos Zafiro, y ya me puedes devolverme las llaves. Con Bombón aquí no necesito que las tengas. Vale, adiós.

Y cuelga.

Cuando levanto la vista para mirarle, él me sonríe casi imperceptiblemente, pero sus ojos entrecerrados están resentidos.

—¿Y bien?

—¿Qué?

—¿No tienes nada qué decirme?

—Yo… no… —murmuro incoherentemente, tambaleada por la información. Sé lo que tengo que decir, pero me miro los dedos, aún confusa y molesta conmigo misma. Tras un rato, saco el aire derrotada —. De acuerdo, siento haberte tratado así.

Me sigue mirando. Yo gruño reticente. Quiere que me esfuerce más.

—Y haberte gritado e insultado... ¡Pero no es toda mi culpa, es que tú eres tan... irritante!

—¿Irritante?

—Un idiota.

—Prefiero irritante.

Quiero sacar una risa de alivio… pero no me sale tan natural. ¿Podría creerle de verdad? Seiya no sería capaz de inventar esta parafernalia, ¿cierto? Zafiro sonaba sincero… son cosas que pasan. ¿Como les dicen? Gajes del oficio.

El problema de confiar en alguien y que te traicione, es que siempre vives con la duda si las demás personas son iguales. Todo es muy difícil, y yo...

Bueno, aún así, supongo que cambia todo en un día. Asumiré que esto fue algo así como la Ley de Murphy, pero también sé, que lo que no pasó anoche, sí podría pasar. Quizá no aquí, pero pasaría. Y no sé si cambiara mucho el hecho de que siguiera doliéndome por igual. Sigo estando en la misma cuerda floja.

Creo que a Seiya le sorprende mi expresión, porque lo noto casi alarmado. Se pone de pie, se acerca a mi taburete y se pone en cuclillas, quedando debajo de mí rostro, por lo que no puedo rehuir su mirada. Él pone sus manos sobre mis rodillas.

—¿Todavía estás molesta?

Niego con la cabeza, sin mirarlo. Tras una pausa larga él me dice:

—Bombón… ¿no estarás celosa, verdad?

De inmediato lo miro asustada.

Luego me sonrojo, y fijo otra vez los ojos en mis dedos entrelazados. Sé que lo estoy. Pero… no puedo decirle nada. No sé si lo quiero, no sé si esta estúpida dinámica sexual me ha hecho verlo como algo mío, y sería irracional hablar de ello.

—Porque no sé si yo lo estaría, si hubiera estado en tu lugar —me revela.

Se me entrecorta la respiración. Él sonríe de lado y se pasa una mano por el pelo.

—¿Por qué? —pregunto con el corazón en la boca.

Él se encoge de hombros.

—No sé, hemos pasado mucho tiempo juntos. Y este es nuestro hogar.

Ay, Dios mío. Sus ojos sueltan brillos zafrinos, fijos en los míos. Seiya se muerde el labio inferior, y finalmente dice:

—Como sea, que sepas que no lo mancharía, no te haría eso. No a ti.

—Pero… es decir, en algún otro lado... tarde o temprano va a pasar, ¿no? —tanteo con la voz quebrada —. El que quieras acostarte con otra chica, quiero decir. Como lo que le pasó a Zafiro...

Él se encoge de hombros.

—No sé, supongo que sí. Pero si sé hoy por hoy, me gusta mucho estar contigo —dice en voz baja —. ¿A ti no?

—Mmm, sí, claro...

—Bien. Por eso, Bombón, si te enamoraras —habla muy serio —. Sólo dímelo.

Lo miro cautivada, perdida.

—...y me haré a un lado.

Los ojos se me empañan, y todas mis emociones en conflicto vuelven a salir a la superficie. ¿Cómo voy a explicarle lo confusa que estoy? Me ha herido y frustrado su comportamiento que ni era real. Y este, el real, también. En un segundo me ha ilusionado y me ha vuelto a cortar las alas con sus palabras. Un minuto me hace un pastel y confesado que podría ponerse celoso, y al otro me dice que se irá de mi vida sin dudar si conozco a alguien más, que no peleará por mí. ¿Cómo voy a entenderle?

Asiento con la cabeza sin decir nada.

—Y si te hace algo, sólo dime y le reviento la cara y las pelotas. ¿De acuerdo?

Sonrío, porque no me queda de otra.

—De acuerdo.

—Bien.

Se pone de pie, pero yo tomo instintivamente su muñeca.

—Seiya.

Cuando levanto la vista, él me observa atento.

—¿Y si… no quisiera estar con nadie más, es decir… ahora? ¿Harías lo mismo por mí? ¿Me lo dirías?

Su intensa mirada me tiene en ascuas. Es como si estuviera luchando por meterse en mi cabeza, pero no dice nada. Su silencio es una maldita tortura.

Al fin, pregunta inseguro:

—¿Como un... trato?

Una promesa. Yo quiero una promesa, no un trato. Pero supongo que puedo conformarme con el trato. No es romántico, pero es justo.

—Sí, algo así.

—¿Significa mucho para ti? —pregunta especulativo.

—Me sentiría más cómoda. Ya sabes… por seguridad sexual.

Mi subconsciente suelta una carcajada. Sabe que no quiero que se me escape entre los dedos, y lo estoy chantajeando con sexo. Su talón de Aquiles. No sé si esto muy brillante o humillante.

—Pero sólo por eso, ¿verdad? —pregunta como probando la intención de mis palabras.

—Sí, Seiya, sólo por eso.

—Como quieras —accede, y me suelta —. ¿Tienes hambre? ¿Probarás tu pastel? No es por presumir, pero me quedó de fábula...

Vale, no es la respuesta de mis sueños, pero es mejor de lo que pensé que era. El estómago entonces me gruñe como si me apoyara, vuelve mi apetito y el mal humor se me pasa… por ahora.

Toda la siguiente semana es demasiado estresante y neurótica. He estado trabajando en el proyecto del lanzamiento de los nuevos libros y ha sido muy desgastante. He dormido pésimo, y he hecho un montón de estupideces que superan lo habitual. Un día me fui al trabajo con zapatos diferentes, olvidé mi almuerzo, tomé el autobús incorrecto y envié las propuestas a mi jefe sin adjuntar los documentos. Sorpresivamente, no me reprendió. Hasta él me compadeció por todo lo que he estado absorbiendo sola. He tragado como un cerdo cualquier porquería y he ignorado las llamadas de Mina y los mensajes de Diamante sin ninguna culpa de por medio. Incluso eché a Seiya de mi cuarto anoche, aunque el sexo quizá me hubiera ayudado a relajarme. Estoy a punto de explotar con lo de la presentación. ¿Y si todo está mal? ¿Y si no les gusta? ¿Y si reafirman que no sirvo y se lo dan a Molly? No sé si soporte ver otra vez ésa sonrisa condescendiente suya diciendo "No te preocupes, yo me encargo".

El temido día llega y me levanto mareada y muerta de nervios. Debo presentar mi propuesta ante el comité. Me ducho y aún con mi bata, miro colgado mi atuendo: un falda entubada beige, y una blusa nueva de seda marfil y tacones bajos cerrados. Muy profesional, pero necesito desesperadamente café, ya que lo que menos debo hacer es quedarme dormida en el autobús.

Seiya está en la cocina leyendo la sección de deportes del periódico. Me mira cuando me ve.

—Buen día, Bom...

—Cállate.

—Okay —dice sarcástico pero manso, y vuelve la vista al periódico. Noto sus miraditas furtivas mientras suerbo el café.

El estómago se me revuelve. Oh, no. Tranquila, sólo son nervios. Todo estará…

Dejo la taza en la mesa. No, ésos no son nervios. Corro hasta mi cuarto, me inclino en el inodoro y vomito escandalosamente. Una vez… dos. ¿Qué diablos? Me arrodillo y me llevo una mano a la frente. Todo me da vueltas.

—¿Bombón? —oigo la voz de Seiya a mis espaldas —. ¿Estás bien?

—Sal, no quiero que me veas.

Él suspira.

—He visto esto más veces de las que me gustaría, no te preocupes.

El revoltijo es insoportable, y mi cuerpo no lo tolera. Vuelvo a agacharme tosiendo y vomito otra vez, aunque en menor cantidad. Qué asco. Seiya me sujeta suavemente el cabello y yo sigo devolviendo el café, la cena de ayer y jugos gástricos.

Cuando al fin se me pasa, Seiya me ayuda a incorporarme y me siento sobre la tapa del WC. Moja una toalla pequeña y me la pone en la frente. Se siente bien.

—¿Estarás enferma?

—Los dos cenamos lo mismo, no creo —murmuro débil. Sería mucha coincidencia que me tocasen los pedazos malos de la pizza —. Tal vez sólo sea estrés.

—Eso no parece estrés, Bombón —dice Seiya preocupado —. Estás verde como un duende. ¿Y si llamo al médico?

—Ni hablar, tengo la presentación en una hora.

—Pero…

Me pongo de pie, me enjuago la boca y salgo a mi cuarto. Él me sigue.

—Ya me siento mejor. ¿Ves?

Él me mira dudoso, aunque de hecho no le miento. Las náuseas han desaparecido. Aún contra sus recomendaciones de mejor quedarme en casa, me termino de arreglar y me voy a la oficina. Me pongo bastante rubor en las mejillas para disimular mi palidez y algo de brillo labial. No hay rastro del malestar, pero me siento vacía y tengo mucho frío, probablemente por la falta de alimento. Aún así, me abstengo de comer por ahora. Ya está, apenas haga la puñetera presentación ordenaré un desayuno decente a la cafetería más bonita que conozco. Hot cakes y tocino, chocolate y mediaslunas. Se me hace agua la boca y las tripas me reclaman. ¿Cómo es posible? Estúpido cuerpo traidor. Cuando llego a la oficina cojo una galleta del tarro y me la como. Sabe horrenda, pero quizá es la sensación de la mañana. Me tomo un vaso con agua y me dirijo a la sala de juntas.

Todos mis superiores llegan uno a uno a la sala, incluido mi jefe. Me saludan amigablemente de la mano y toman sus puestos. Yo enciendo mi portátil y Unazuky me ayuda a conectar el proyector, porque las manos me tiemblan tanto que no logro enchufarlo adecuadamente. Me da una sonrisa tranquilizadora. Respiro profundamente, pulso «enter» e inicio.

Para la penúltima diapositiva ya siento que lo estoy logrando, sus caras son interesadas y ninguno me ha interrumpido. Incluso Shiho está atento y les comenta cosas que parecen positivas, porque asiente, sonríe y...

Y…y...

Estoy explicando una gráfica de barras cuando un espasmo me llega al estómago y sube hasta mi tráquea. Las manos me hormiguean y sudan frío. Me detengo un momento. Sonrío y carraspeo. Respiro profundo y sigo hablando. Mierda. No, no, no por favor… La oficina se ve borrosa. Mierda. Sus caras son desconcertadas. Otra arcada. Voy a vomitar. Aquí. Ahora. No llegaré al baño, lo sé...

Corro a la esquina de la habitación y me agacho sobre el pequeño bote de basura, echo lo poco que llevo en el estómago ahí. La galleta, agua, y más jugos gástricos.

Acabo de arruinarlo todo, lo sé.

Una hora después, sigo encerrada en el último cubículo de los baños. Sólo Unazuky y Molly están fuera, tratando de persuadirme para salir.

—Vamos, ellos entenderán —dice Molly.

—Casi terminaste —me anima Una —, y al menos no vomitaste en el piso, o en sus zapatos...

Me refriego la nariz con el papel higiénico. Por si no ha quedado claro, he estado lloriqueando aquí. Y vomitando también.

—Van a echarme —sollozo.

—Oh, no lo harán —dice Molly —. Es decir, todos se taparon la nariz y no quisieron quedarse al desayuno ejecutivo, pero…

Sigo moqueando y chillando, más fuerte.

—¡Pero no vienen a eso! —exclama Unazuky fervientemente —. Lo que les interesa es el proyecto. El señor Shiho les dio tu presentación y dijeron que la evaluarían por su cuenta…

—¡Lo único que van a recodar de ése proyecto es mi… asqueroso olor a vómito! ¡Shiho va a despedirme!

Hacen una pausa. Sé que se están mirando y ruedan los ojos.

—No puede despedirte por estar enferma. Porque lo estás, ¿no?

Abro la puerta lentamente. Las chicas se acercan y parpadean como ansiosas. ¿Qué les ocurre? Una compañera entra al lavatorio y ellas no me dejan decir nada hasta que sale. Es de las más chismosas de la empresa.

—No estoy segura… apenas me sentí mal. Pensé que eran los nervios.

—O sea que antes de hoy, ¿no habías sentido malestares? —inquiere urgentemente Unazuky.

Frunzo el ceño.

—Bueno, sí que he tenido muchas náuseas últimamente, pero sólo hoy vomité.

Las dos se miran alarmadas. Saben algo que yo no sé.

—¿Qué?

—Serena… —Molly se inclina y dice lenta y claramente —. No estarás...embarazada, ¿verdad?

Me río, pero en un segundo me detengo.

De repente, siento un frío que me cala hasta los huesos, y un mal presentimiento nace de lo más hondo de mi ser. Esto era lo que había estado sintiendo. Una mala intuición. Una mala sospecha… lo que tanto me preocupaba.

Pero no, es imposible, me repito en automático. Me ruborizo.

—No —sonrió defensiva y boba —. Es decir, se necesita tener sexo sin protección para… para eso, ¿no?

Ambas asienten como si yo fuera estúpida. Unazuky como que reacciona y le dice a Molly:

—Cierto, además Serena ni tiene novio. Debes tener una gripe estomacal. ¡Lástima, quizá hasta boda hubiéramos tenido! —dice haciendo un puchero. Molly le da un manotazo y ambas se ríen.

Una palabra en un inicio inofensiva, me retumba en el cráneo. Las miro aterrada. Boda.

La boda…

La boda de tía Kaolinete. El baño. El sexo improvisado, promiscuo, ardiente y claramente inseguro. Muy inseguro.

—Boda —musito, mientras toda la sangre abandona mi cabeza.

—¿Boda? —repiten a coro. Ya no se ven relajadas. Miran el terror en mi rostro.

Otro reflejo me viene a las entrañas, me giro y vuelvo a vomitar. No saco nada. Unazuky me da una toalla deshechable. Me raspa los labios mientras voy entendiendo. Comprendiendo. La tensión me está atenazando la garganta.

—¿Como se ve? —pregunta Molly desde fuera, ya que no cabemos todas.

—Como si acabara de darse cuenta que está embarazada.

Molly hace un ruido extraño, como si hubieran aplastado un ratón. ¿Estoy embarazada? No puede ser. ¿Como he podido dejar que pase esto? No es posible. Mi último período fue… fue…

¿Cuándo fue?

Y la madre… ¿Cómo voy a saberlo? He usado zapatos impares, tomado autobuses equivocados y mandando correos sin archivos. Es obvio que mi periodo no era una prioridad. Oh, Dios, no...

—Necesito un calendario —exijo re-incorporándome. Las chicas están desorientadas —¡un calendario! —grito histérica.

Tras contar diez veces y corroborar los tantos días que llevo de retraso, al fin puedo darme por enterada que estoy abrumada. Consternada. Quizá debería estar feliz… pero también debería tener treinta años. Debería tener un trabajo importante. Una casa. Ahorros. Un marido… o al menos, un novio.

Seiya…

Intento sofocar la sensación de pánico creciente dentro de mí. ¿Qué va a decir? Obviamente, no lo va a querer. Se pondrá furioso. Si no quiere ni una relación, ¿cómo va a querer un hijo? No tiene lógica, por donde se le vea. Está ahogado en deudas, vive emborrachándose y no le gusta la estabilidad. He visto la cara de repelús que pone cuando un crío llora en el supermercado. Él es un crío. Yo lo soy. Un bebé no puede tener un bebé. No quiero decírselo, pero no quiero lidiar con ésto sola… ¿qué voy a hacer?

Lo hice. La cagué como mamá siempre predijo que lo haría. Aflojé las riendas, me divertí un poco… y ahora estoy embarazada de un hombre que no me ama y que no tiene un yen en el bolsillo. Y yo ni siquiera sé si tengo aún trabajo.

Magnífico.

Antes de que suelte el llanto, Molly me sujeta los hombros y me zarandea un poco.

—¡Tranquila, Sere! Quizá no estés embarazada.

—Necesitamos hacerte una prueba primero —apoya Unazuky firmemente —. Sólo así estarás segura y podemos descartar cualquier cosa.

Asiento. Dios, ¿qué haría sin ellas aquí? Mina… necesito hablar con Mina.

Vuelvo a mi lugar mientras espero a que Unazuky vuelva de la farmacia. De inmediato llamo a Mina, pero desgraciadamente me manda directo al buzón:

Estás llamando al número de Minako Aino. Si oyes esta grabación es porque estoy demasiado ocupada o porque no quiero hablar contigo. ¡Probablemente sea la segunda, ja, ja, ja! Aún así no te cortes y deja tu mensaje.

Su melodiosa voz se corta y se oye el tono de bip. No dejo ningún mensaje. Qué raro. Mina siempre atiende el móvil. Es de las que reprenden en los aviones y callan en las iglesias. Su teléfono es como su tercer brazo, es imposible que no lo lleve consigo. Quizá se le estropeó. Suspiro amargamente y espero tratando de tomarme el té de manzanilla que me dejó Molly en el escritorio. Tengo mucho miedo. Mi bonita blusa está manchada de vómito y ni siquiera me importa...

Paso las seis horas más lentas y agonizantes de mi vida en el trabajo. No puedo concentrarme en nada y no me atrevo a hacerme la prueba porque Molly y Unazuky deben atender sus ocupaciones, y yo soy una cobarde y no me atrevo a hacérmela sola.

Vuelvo a llamar a Mina al menos dos veces más, y obtengo el mismo resultado. ¿Por qué no está conmigo? En serio la necesito. Molly y Una han sido unos cielos, pero no son ella. La extraño. Quiero quejarme, llorar sobre su hombro, que me diga que todo va a estar bien…

Hago lo que las chicas me dicen como autómata. Ni siquiera soy capaz de leer las instrucciones. Lo único que puedo hacer bien es orinar, mientras pienso en que, si el resultado es positivo, mi vida va a cambiar muchísimo… Tras decírselo a Seiya, que se va a trepar de las paredes, ¿qué sigue? No puedo tenerlo. No me fascina la idea de hacerme un… legrado (me estremezco al pensarlo) pero no tengo alternativa, ¿o sí? ¿Y si mis padres se enfadan tanto que me quitan su apoyo? Seiya no sería capaz de abandonarme, ¿o sí? ¿Me dejaría tirada con un niño, aunque no me quiera? Él sabe lo que es quedar huérfano, el desamparo… pero, ¿cómo puedo estar segura? Lo conozco muy poco.

Me dan asaltos de lagrimeos mientras espero en el baño de la oficina, recargada en el lavamanos. Todos se han ido a sus casas. Molly me acaricia la espalda y Unazuky mira la "cosa" esa.

—Veamos… —masculla con la frente arrugada —. Una rayita es… positivo. Oh. Pues… sí, es positivo. Mmm… ¿Felicidades, supongo?

El alma se me cae a los pies.

—¡Oh, no! Dos rayas es positivo, sí… er… parece que es negativo.

—¿Parece? —grita Molly —. ¡Fíjate bien, casi haces que le dé un ataque!

—¡Perdón, esta cosa se ve borrosa!

Cierro los ojos y recito todas las plegarias que me sé. Luego, me detengo. Eso no cambiará el resultado. Debí pensar en esto cuando tuve sexo. No ahora.

Molly me muestra la prueba.

—Negativo —confirma.

Sonrío como nunca. De alivio y felicidad. Siento la necesidad de reír, brincar y dar marometas.

—Pero… deberías cotejarlo con un médico. Éstas cosas sólo son seguras si son positivas, ¿entiendes?

—Oh.

Mi emoción se desvanece. No duró ni tantito.

—Conozco un lugar donde hacen exámenes express. Vamos, te acompañaré.

Yo quería ir con Mina, pero sigue sin dar señales de vida. La he llamado tantas veces que ya he perdido la cuenta. Incluso le dejé mensajes en su trabajo. Estoy muy enojada con ella. ¿Qué clase de amiga se supone que es? Yo siempre estoy con ella, escucho sus tonterías y sus problemas.

El segundo procedimiento es casi igual de tormentoso, pero por alguna razón me siento más tranquila. Aún así, sigo teniendo sentimientos encontrados. Quiero reclamarle a Seiya, que es igual de culpable que yo, a Mina por su indiferencia (que quizá esté castigándome por hacerlo yo en la semana) y a la vida por joderme tanto. Los demás a mi alrededor parecen tener vidas perfectas, con sus estúpidos matrimonios, novios, asensos, siendo ricos… todo eso.

—Tsukino, Serena —me llama una doctora de edad mediana, rubia y de apariencia inmaculada, toda blanca ella.

Su despacho es bonito, minimalista y muy bien decorado, pero sigo sin apreciar nada de lo bello que me rodea.

—Así que se hizo una prueba de embarazo.

Asiento dócilmente, como si eso ayudara en algo.

—Y dio negativa —agrego, como si eso también ayudara en algo. Ella sonríe con amabilidad. Me toma del brazo y me saca apenas una pequeña muestra de sangre con una jeringa.

—Tome ése jugo, puede sentirse algo mareada dado que no ha ingerido alimento.

Lo bebo de un jalón. Mi estómago parece en orden.

Tras lo que pareció otra eternidad (escasos sesenta minutos), vuelvo a ser llamada a la oficina de la doctora Yamaoka.

—Bueno… no está embarazada, señorita Tsukino.

Juro que sentí que la luz del sol iluminó el lugar. Las nubes se despejaron, los pájaros volvieron a cantar, los niños ríen, ¡e incluso no me molestan…!

—¿En serio?

—En serio —me dice en tono monocorde —. Lo que sí creo que tiene una infección estomacal, una no muy grave, pero que se ha acentuado. ¿Qué ha comido?

—Yo… no mucho, ni muy bien —confieso sonrojada. La doctora arquea sus cejas —. Pero mi… es decir, vivo con alguien y está perfectamente. Comemos de los mismos alimentos.

—Es algo en mal estado que ha ingerido fuera de su casa, en pequeñas porciones y por varios días, y por eso la bacteria no dio síntomas graves como fiebre, dolor de piernas, todo eso. Las náuseas eran leves por lo mismo mientras la bacteria se alojaba, hasta que dejaron de serlo. Es completamente normal.

Me rasco la cabeza, ofuscada, pero feliz. ¿Qué más da que tenga un cultivo de millones de bichos? ¡No estoy embarazada! ¡Gracias, Dios, gracias!

—Las galletas —dice Molly en tono severo. Yo volteo a verla, confundida —. Tenemos un tarro de galletas ya rancias en el trabajo. Le dije que no las comiera, pero creo que no me hizo mucho caso.

Me pongo roja como una ciruela. La doctora suelta una risita. ¡Las galletas! Es cierto, sabían feas. Qué despistada. Qué tonta. Que...

—Bueno, señorita Tsukino —concluye la doctora Yamaoka —. Tome este antibiótico por cinco días, no coma grasas ni irritantes y estará como nueva. Y fíjese en lo que come, pudo hacerle más daño del que cree.

—¿Y mi periodo? No me ha llegado aún —comento, asaltándome la duda.

—Puede ser estrés, cambios hormonales, actividad sexual inusual. Varias cosas. Si su período no llega para la próxima semana llámeme.

—Sí he estado muy estresada —evado ruborizada.

—Ahí lo tiene —me sonríe, y me entrega mi receta.

Me despido de Molly y le doy un abrazo para luego volver a casa. Mis compañeras han sido geniales, muy distintas a la ingrata ésa que ni dio señales de humo en todo el día, ¡y con todo lo que pasé!

Mientras voy en el autobús, marco su número y tras oír la cantaleta de la grabadora, dejo mi mensaje:

—¡Hola, extraña! No tengo idea de dónde estés… he tenido un día de mierda hoy. ¿Sabes qué te lo contaría con lujo de detalle? Pero no te lo mereces. Como sea, estuve creyendo todo el día que estaba embarazada. Como lo oyes. Ya sé… iré a ver a la ginecóloga la próxima semana. ¡Te imaginas! ¡Yo con un horrible crío llorón! No me imagino que me pasara nada peor. Llámame y te cuento todo, ¿vale? Aún te quiero. ¡Ciao!

Paso a la farmacia a comprar mi medicina y voy sonriendo y cantando con mis audífonos hasta el departamento. Seiya tiene turno en el bar y no está. Me quito la ropa formal de trabajo, enciendo la tele y abro una cerveza dejándome hundir en el sofá. Sabe deliciosa.

Apenas me concentro en un programa de ésos de casos policiales, mi teléfono móvil suena. ¡Es Mina!

—¡Heeey, ya era hora desgraciada! —atiendo refunfuñando y bajando el volumen —. ¿Cómo est-…?

Me callo, porque la voz que escucho al otro lado del auricular no pertenece a mi amiga.

Es… Yaten.

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Notas:

Baia baia… :v empecemos con lo primero: ¿cuántos de ustedes ya habían castrado al pobre Seiya? XD Tsk yo siempre confié en él (Maldito Zafiro jajaja), aunque eso no quita que la situación siga compleja. Segundo: ¿cuántos de ustedes de verdad pensaron que Serena estaba ya preparándose para ser madre? Bueno… ésas cosas que parece pero no son sí pasan, aunque no lo crean. ¿Y qué tal el final? No diré más, como siempre, prefiero (torturarlos) aguardar y leer todos sus comentarios y opiniones. ¡Hasta el otro!

Besos de cereza,

Kay