.

"Roomies"

Por:

Kay CherryBlossom

.

(POV Serena)

26. Tentación

.

Voy saliendo de la librería Pollock a eso de las cinco de la tarde. El sol dorado de otoño cae sobre mi rostro y el aire frío hace que me abroche el abrigo hasta el cuello.

Mi siquiera la sonrisa ancha de Seiya me anima un poco.

—¿Y bien? ¿Cómo te fue?

Hago una X con los brazos y niego con la cabeza en un gesto de máscara de teatro, arqueando la boca hacia abajo al máximo. Él suspira y luego caminamos por la avenida, que a esta hora está llena de gente. He acudido a mi entrevista para dependienta de la tienda, pero no me ha ido como esperaba. Todo fue al revés. Minako ha insistido (por milésima vez) en que no ande sola, así que le pedí a Seiya que me acompañara. Se autodenominó "mi guardaespaldas", cosa que se ha tomado muy en serio. No se ha despegado de mí ni un minuto.

Aclaro que no me quejo al respecto… obviamente.

—¿Cómo es que han podido rechazarte? —se ofende Seiya mirando de reojo los escaparates de una pastelería muy extravagante —. A no ser que busquen una chica con cuatro brazos o algo así, eres perfecta para el puesto.

—Aparentemente demasiado perfecta —digo malhumorada.

—¿Cómo es eso?

—Efectivamente, tengo disponibilidad de tiempo, me encantan los libros, sé de ellos y todo eso. Pero estoy «sobrecalificada» para el puesto de vendedora en particular.

—Qué palabra tan más chocante.

—A mí no me reclames, yo no la inventé.

Giramos en una calle más angosta, llena de locales de comida, puestos callejeros de chatarras y cafés, ya que esa nos lleva más rápido hasta la estación de autobús. Huele delicioso por donde se le mire.

—Bueno, ¿y qué quiere decir eso de sobrecalificada? —prosigue mostrándose interesado.

—Me dijeron que básicamente, con mi experiencia y estudios, estaría desperdiciando mis habilidades aquí. Buscan a alguien que dure al menos un año, y no creen que yo encaje y los dejaré botados. Fueron muy amables, casi me hicieron una reverencia y me dijeron que no me merecían.

Seiya arquea las cejas, y yo levanto la vista al cielo.

—Qué mierda, ¿no? Pasé dos años en ésa pocilga de editorial sin buscar otra cosa, porque yo pensaba que no me contratarían en ningún lado. ¡Y resulta que estoy sobrecalificada! —me exaspero, sintiendo fogonazos de rabia por mi torrente sanguíneo.

—Ya no digas sobrecalificada —me pide Seiya arrugando la frente —. Bueno, esas son buenas noticias, Bombón. Ahora sabes que tienes la capacidad de aspirar a algo mejor, algo que te guste. Sólo debes esperar…

—Sí, eso fue lo que dijo el gerente —rezongo mirando con antojo un carrito de crepés. El aroma dulce me calma un poco los humos —. Pero él no sabe que tengo 16,000 yenes en mi cuenta bancaria y duermo en el sofá de mi mejor amiga.

—¿Quieres un helado? —ofrece Seiya. Enseguida me toma de la mano y prácticamente me introduce en el local, por lo que es imposible negarme, aunque no lo haría. Yo siempre quiero helado. De noche, de día, con frío o calor. Incluso ahora, que quiero dar patadas a lo loco. Siempre es una buena idea, supongo.

—¡Ni siquiera tengo para pagarme este puñetero helado! —sigo quejándome.

—No vas a pagarlo tú.

—No quiero que me invites, gracias. Aun tengo dignidad —replico mirando los menús iluminados, aunque ya sé qué quiero.

Seiya gruñe.

—Serás ridícula… es un puto helado, no un collar de esmeraldas —me dice maleducado —. Además es 2x1, ¿ves? ¿Sabes leer?

Y me señala los letreros de la promoción.

La empleada, una chica gordita y de pelo corto, le mira de modo reprobatorio por su lenguaje florido. Ni siquiera cuando él le sonríe a modo de disculpa le cambia la cara. Qué raro, casi nadie se resiste al efecto Seiya. Debe haber algo malo con ella. O conmigo. No, es ella. Siempre noto como las mujeres le miran con descaro en la calle.

—¿Chocolate? —me pregunta él. Más bien es una afirmación. Me tiene calada, como siempre.

—Por supuesto.

—Dos de chocolate con barquillo de chocolate también —dice imperativo.

La chica le cobra de modo impersonal, es claro que ahora los dos se caen mal. Yo sonrío sin que ninguno me vea mirando los cubos de los sabores bajo el mostrador. Cuando ella me entrega mi helado me sonríe con gentileza y me desea un buen día. Yo también le devuelvo la sonrisa y le doy las gracias. Sencillamente hay gente que no tolera las groserías, supongo, por muy guapo que sea. Me hace recordar los tiempos en los que realmente no soportaba a Seiya ni en pintura.

Ironías de la vida.

En vez de quedarnos en las mesas de la heladería, salimos a caminar. Sería un día idílico si no tuviera tantos problemas personales. El cielo está despejado pero no hace calor, el ambiente y decoración por las próximas festividades de Halloween me encanta. Además mi helado está delicioso y voy paseando con mi persona favorita.

—Bombón, ya sé que lo he dicho, pero o lo has olvidado o creo que necesito reiterarlo para que me lo tomes en serio… —empieza a decirme, mientras yo le doy pequeños lenguetazos a mi helado —. Sabes que puedes volver a mi departamento cuando quieras. No tienes que vivir con Minako y Yaten.

El helado casi se me cae de la mano, afortunadamente lo sostengo con firmeza antes de cometer semejante crimen.

—Yo… —alzo la vista para verlo bien —. Tampoco es que esté mal allí. No te molestes.

—Dices eso porque sólo llevas ahí un par de semanas. Hablo en serio, no puedes quedarte con ellos —rectifica impaciente, y le muerde a su helado. No es de los que se toma el tiempo de saborearlo, sencillamente es un aborazado. La asociación de ideas me hace ruborizarme. Entre nosotros hay demasiados recuerdos con helados, lenguas y mordiscos…

Pero no es el momento de hablar o pensar en eso, así que le digo:

—No es el Four Seasons, pero no tengo problema. Ya me estoy acostumbrando a…

—No sabes ni qué dices —se ríe Seiya, pero parece más bien una risotada con mala leche.

Yo frunzo el ceño.

—¿Exactamente qué sabes y yo no? Hey, Seiya —le obligo a detenerse y mirarme sujetándolo del brazo —. No quiero otra sorpresita como la de Molly. Si sabes algo escúpelo o no insinúes estupideces.

Seiya gruñe en respuesta.

Como llegamos a una zona abierta de comercios, donde hay jardineras y macetas, nos sentamos en una fuente que suelta chorros con patrones geométricos coordinados. Seiya se rasca la cabeza de modo mortificado con la mano que tiene libre.

—Quizá sea mejor que no te lo diga —se escaquea a último momento.

Yo me enfado.

—Seiya Kou, te juro que como no hables te embarro todo este helado en tu cabezota dura —le amenazo.

—No desperdiciarías tu helado en eso —me reta.

Me sonrojo. Qué bien me conoce.

—¡Bueno, pues lameré el tuyo entonces! —se me ocurre, recordando lo mucho que le fastidia que toquen su comida. Yo me inclino para llegar hasta el barquillo y saco la lengua de modo grotesco. Seiya ríe y hace cara de repulsión simultáneamente. Me empuja y me dice que soy una asquerosa y tal.

Resopla antes de hablar.

—Mira, sucede que el matrimonio es como una lupa. Si la relación es sólida, los unirá más. Pero si hay problemas de incompatibilidad desde el noviazgo, seguro que empeorarán.

Creo que arqueo una ceja hasta el cielo. Qué cara tiene, la verdad.

—¿Y eso lo sabes porque eres su consejero matrimonial? ¿O por tu amplia y exitosa experiencia en las relaciones monógamas? —espeto con mofa.

Seiya me pone mala cara.

—Fue lo que me dijeron mis padres, y yo les creo. No en balde duraron casi treinta años de casados.

Prefiero no meterme con la sangre, y menos con la de los que ya se han ido y su palabra parece ley en piedra. Pero sí lo abordo de un lado distinto:

—Okay, pero no todos los matrimonios deben ser iguales. Mis padres pelean un montón, todo el tiempo. Y se aman muchísimo —discuto.

—Yo no dije que no se quieran, digo que no vas a querer estar en primera fila cuando empiecen a lanzarse los platos, Bombón. Necesitan resolver sus rollos, y no lo harán pronto si estás tú en el medio.

Me quedo sorprendida mirando en un punto fijo. Incluso mi helado se derrite un poco, y debo limpiarlo con la servilleta para que no se escurra el líquido pegajoso entre mis dedos.

—¿Me estás diciendo que Mina y Yaten tienen problemas? ¿Es grave? —me rehúso a creerlo. Mina me lo hubiera dicho. Lo haría, ¿verdad?

—No lo sé.

—Entonces no eres más que un chismoso.

—¡No lo soy! —se enoja otra vez, dándole un aspecto tierno y rudo a la vez con ése helado en mano —. Tú no los visitabas. No ves todo el panorama completo. Yo me doy cuenta, no necesitan decirme nada.

Hago un puchero. ¿Será? Bueno, es verdad que durante los últimos meses estuve prácticamente secuestrada con Diamante. Y antes de eso, secuestrada en el trabajo. Realmente no he puesto mucha atención a la relación de mi amiga desde que se casó. Pero ella tampoco me ha dicho nada. Y se veían la mar de bien el día del bar. Quizá mis problemas lo han ensombrecido todo, y por eso no se anima… cree que le restaré importancia o algo así. ¡No le dejaré!

Seiya nota mi preocupación cuando dejo de engullir.

—Bombón, estarán bien —me alienta —. Mi hermano está loco por Minako, y Minako seguro debe estar loca de remate para querer vivir con él, así que su crisis será pasajera. Pero como dije unas cuatrocientas veces, no es apropiado que vivas allí. Mi departamento es enorme, no tienes que dormir en un sillón o escuchar discusiones ajenas. Tendrías tu propio cuarto y tu baño, privacidad para leer y escuchar tu música sosa y cursi. Como antes.

Como antes, dice él.

Sus palabras me generan demasiada confusión. Me suben a una montaña rusa y cuando estoy arriba grito de alegría, pero la realidad me baja a tierra de sopetón. Es cierto que antes ya lo había mencionado, pero lo sentí más como un acto de solidaridad que como una propuesta en sí. Dijo lo que se supone que debía decir en un momento como ése, pero a fin de cuentas yo vivía con Diamante. Era mi novio. Ahora… no sé. Claro que en mis alucinaciones más poderosas nos veo así. Sueño con el momento de vivir juntos. Me encantaría despertar todas las mañanas a su lado, pero de un modo diferente. Ahora lo tengo claro, después de tantos dramas, peleas y vaivenes, no creo que pueda volver a ser sólo su roomie. Será muy viable para mi economía, pero desastroso para mi corazón.

Me giro un poco para que quedemos cara a cara y trato de oírme lo más racional posible.

—Seiya, eres muy generoso pero no puedo pagarte alquiler. Además…

Ya sé lo que va a decir, pero ni siquiera me ha dejado comenzar. Es tan, tan cabezota...

—No necesito ningún alquiler, tontuela. Los pagos del banco ya no están atrasados, así que puedo permitirme vivir solo sin tener por la garganta los hue… —ve mi cara de espanto ante la descriptiva y se ríe —. Sin estar tan presionado, quiero decir —corrige, y su sonrisa picarona crece. Yo me derrito a la par del helado, así que lo acabo a mordiscos con su estilo antes que se vuelva pudín.

Pero no son sus gestos lo que me tientan, es toda la situación. Sé que con Seiya tendría más comodidades, más privilegios y oportunidades de ser yo misma. No quiero ser un lastre para Mina y Yaten, pero tampoco quiero volver a sucumbir a los encantos de Seiya. Y estarán ahí, a mano, servidos cual buffet para que yo, la idiota más grande del mundo, muerda la maldita manzana del pecado otra vez. Nos acostaremos. Una, dos, cien veces. Las que sean. ¿Y en qué acabará de todos modos? Él me dejará por otra chica nueva cuando se canse de mí, y yo no puedo pagarme un corazón nuevo. Perderle lo destrozaría hasta dejarlo irreconocible. Lo sé. Sólo pensarlo hace que me encoja y mi pecho duela como si hubiera un agujero en el medio. Al menos ahora, así, puedo tenerlo en mi vida, aunque lo mire de lejos como los mendigos miran los pasteles de la tienda que acabamos de pasar.

—Nuestra convivencia tampoco es que fuera muy buena —le recuerdo, intentando sonar lógica y mostrarle así los inconvenientes posibles —. Y realmente quiero tener mi propio espacio. Me hace mucha ilusión. No quisiera complicarlo todo… no ahora que nos llevamos bien —le confieso en voz bajita.

Seiya hace una pausa para recobrar el aliento. Y vaya que la necesitaba, porque me suelta:

—¿Es por Diamante?

Se me sale una tos que resulta entre cómica, entre trágica. Casi me caigo de espaldas a la fuente si no me agarro del borde. Lo miro descolocada y él me mira impasible.

Me aclaro la voz.

—No… bueno… En parte, supongo.

—¿Qué te hizo? —me pregunta tranquilamente, pero un eco retumba en su voz el desprecio.

—Nada, no me hizo nada —le aseguro sentándome correctamente otra vez —. Se enojó mucho, pero no me hizo ningún daño. Físicamente hablando, quiero decir.

—¿Y no físicamente hablando? —indaga otra vez atravesándome con los ojos.

Suspiro y aprieto los párpados. No quiero hacer leña del árbol caído, y no por proteger a Diamante. Simplemente quiero seguir con mi vida, no veo caso sacar a colación los horribles mensajes que me envió y que me amenazó en plena calle. Menos con él.

—Da igual, Seiya. Si no me importa a mí, no debería importarte a ti —le esquivo.

—¡Me importa porque es por eso que no quieres vivir conmigo! —aúlla, casi furibundo. Me hace abrir mucho los ojos. ¿Está siendo sarcástico o lo está diciendo en serio? Estoy tan atarantada por su expresión que ni siquiera reparo en que se ha puesto de pie.

—Tal vez deba confrontarlo y preguntárselo. Hemos acumulado suficientes broncas y ya va siendo hora.

Yo le miro horrorizada sólo de imaginarme la escena.

—¡No! ¡No puedes hacer eso! —le grito y me le cuelgo de su brazo como un mono para que no se mueva.

Seiya me mira con frialdad desde las alturas.

—¿Por qué no? No le tengo miedo a Diamante Black. Y tú sí, por lo que veo. Así que no me equivocaba de nada… ¿qué te hizo ése cabrón?

Saco el suspiro largo y apesadumbrado. Después de todo, con el antecedente de Reika es normal que sospeche algo muy malo. Y sí, la verdad es que le tengo miedo, pero sobre todo, tengo miedo de que le haga algo a él. No me importa que me llame puta o traidora por mensajes millones de veces, pero no soportaría que le hiciese daño a Seiya.

—Te lo diré, pero siéntate. Y júrame que no irás a echarle pleitos —le señalo con mi dedo índice. Seiya asiente sin convicción —. Sólo está celoso de ti, ¿vale? Muchísimo. Se puso como loco cuando rompí con él, porque pensaba que tú y yo…

—Ajá, sigue —me urge.

Yo me mosqueo y eso hace que hable algo borde también.

—Pues es obvio que no, pero él no me creyó. Está convencido que somos amantes, adúlteros, novios, etcétera... ponle el nombre que prefieras. Así que, ¿cómo crees que se pondrá cuando sepa que yo vivo contigo? Un kraken va a parecerte un cachorrito en comparación y perdón si no me apetece lidiar con más drama en mi vida del que ya hay.

Espero que sea fiel a su palabra. No le digo más, sólo miro de modo ausente los chorros de agua ir arriba y abajo. Quisiera decirle además que temo por él, pero su ego masculino no me va a dejar continuar. No lo verá como un acto de amor, si no porque yo le creo a él un pelele y a Diamante el amo del universo, lo máximo... aunque para mí sea exactamente al revés.

—¿A ti aun te interesa? Diamante, me refiero —me pregunta Seiya en voz baja.

Me quedo mirándolo, sorprendida que él pueda plantearse ésa posibilidad. Parece incómodo sólo con decirlo, y claro, es que no estamos acostumbrados a este tipo de conversación. Después de que yo decidiera salir con él a sus espaldas y el dramón que nos echamos encima, ya no quise volver a mencionarlo.

Si supiera que siempre quise volver estando con Diamante. Bueno, siempre no, pero sí la mayor parte del tiempo. Si no lo hice fue porque pensé que él no me quería ahí.

—No, Seiya. Lo quiero fuera de mi vida definitivamente —le contesto seria, y soy muy honesta al respecto.

Ladeando la cabeza, me dedica una pequeña sonrisa engreída. No sé por qué, pero eso me irrita. Esto parece concurso de sacársela para ver quién la tiene más grande y no es como le pertenezca a alguno tampoco...

—¿A ti por qué te interesa tanto que vuelva conti —me doy cuenta de cómo suena y mentalmente borro todo el texto con una tecla invisible —. ¿Por qué quieres que sea tu roomie otra vez? Y no me vengas con el cuento de Mina y Yaten, que no te lo creo. Al menos no como el único motivo.

Seiya se despeina el flequillo, como siempre que está inquieto.

—¿Tan difícil es creer que quiera ayudarte? ¿Por qué siempre quieres saberlo todo?

—Porque soy mujer, soy periodista y además porque se supone que soy tu amiga. ¿No son suficientes elementos para saber la verdad aunque…

Pone una mano en alto.

—Ya ssssh Bombón, vas a hacer que me duela la cabeza.

—Uy, Y NO SABES LO ALTO QUE PUEDO GRITAR...

Se pone de pie otra vez. Qué maña de siempre picarme la paciencia y discutir tenemos. Creo que es mutuo. ¿Por qué querría volver a aguantarme cuando puede vivir su vida de soltero a gusto? Yo porque no tengo cura, prefiero estar con él peleándome que no verlo nunca, pero él sí que tiene opción.

—¡Porque te ha pasado pura mierda últimamente y si vives en mi departamento, yo puedo protegerte!

Oh...

Lucho por hacer caso omiso de lo cautivador que me resulta que eso sea lo primero que tenga en la mente. Le contemplo desde mi posición, mucho más abajo que él, y aun así no sé por qué siento que él está en la posición más vulnerable de los dos. Lo noto distinto, como ése día del bar. ¿Pero qué es? ¿Es que he pasado tanto tiempo con Diamante que he dejado de dilucidarlo?

Seiya no dice más, pero yo comento el error de reírme. Siempre lo arruino todo.

—¡Venga Kevin Costner, lo del guardaespaldas no era en serio! Ja, ja, ja...

—Ya lo sé, tarada —espeta.

—No me insultes.

—Pues tú no te burles de mí, ¡estoy hablando en serio y eres desesperante! —se queja. Se me cierra el pico inmediatamente. Sólo vuelvo a hablar para pedirle disculpas y que se vuelva a sentar. Parece que tiene chinches en el trasero. ¿Qué le pasa? ¿Primero baila baladas y ahora se pone susceptible por llevarnos como prácticamente siempre nos hemos llevado?

Le sonrío y su resentimiento parece menguar un poco. Menudo orgulloso que es. Kou tenía que ser.

—Seiya, es un lindo gesto el tuyo pero… ya has hecho mucho por mí. Me acompañaste a la policía, y mi entrevista. Estaré bien, soy una chica grande. Y aunque no lo parezca por enclenque y mi cara súper infantil, creo que me he vuelto más fuerte.

Y le saco la lengua traviesa, para que se relaje.

Siento la mirada penetrante de Seiya en mí. Yo me estoy quitando las pequeñas pieles de alrededor de las uñas.

—No lo dije porque seas débil. Me queda claro que eres una guerrera, Bombón. Si no por… —la voz de Seiya se apaga a media frase. Yo levanto la vista. Se ve muy mortificado, más que eso, como impotente y hasta algo deprimido diría yo —. Bombón, me comporté como un imbécil integral los últimos días que vivimos juntos. Si no te hubieras mudado con Molly, no habrías ido corriendo donde Diamante… y no puedo evitar pensar que es uno de ésos retorcidos efectos mariposa donde una cosa lleva a la otra. Quizás si yo hubiera sido más agradable contigo, quizá tú te habrías quedado y yo habría detectado algo en ése… —parece que se contiene de maldecir, pero hace una mueca asqueada —, en ése jefe tuyo. Después de todo antes charlábamos mucho, podría haberlo previsto de alguna forma. Sé defensa personal y pude haberte enseñado, pero no hice nada. ¡Maldita sea! —grita apretando los puños. No llama la atención de nadie, por fortuna.

Salvo la mía, claro. Me ha impactado con arrolladora su revelación.

Más allá de que sabía lo cabreado que estaba por lo que me había pasado (como todos los que me conocen y me aprecian), nunca habría imaginado que se sentía tan culpable por ello. Pongo una mano sobre su hombro instintivamente.

—Seiya, no había manera en que lo hubieras previsto. Jugó muy bien sus cartas el muy cínico. Además no es cierto eso de que no hiciste nada. Tú estuviste conmigo ésos días que estuve tan sola, tan lastimada… si no fuese por ti me habría vuelto loca. Más de lo que ya estoy —intento bromear para aligerar la plática. Él sonríe sólo un poquitín, y eso me devuelve la alegría —. Siempre estaré en deuda contigo por eso.

—No seas boba, no me debes nada —refunfuña. Luego parece que tiene una idea asombrosa y se alegra —. Espera, sí. Cambié de parecer. Como estás en deuda, quiero que regreses a vivir al departamento.

Me río negando con la cabeza.

—No tirarás la toalla, ¿verdad?

—¡Nunca! —decreta solemnemente. Yo me río otra vez —. Mira, te conviene. Si vives en casa puedo estar disponible siempre para acompañarte a salir a tus entrevistas, o para ir a la estación de policía cuando agarren a ése bastardo. Porque lo van a agarrar, ya verás… no pude hacerlo yo, pero la va a pagar. Ya verás.

Inhalo y exhalo. Sus buenas intenciones sólo harán que a cada segundo que pase, mis sentimientos que estaban apaciguados hacia él crezcan como la hiedra sobre una vereda. Es peligroso dejar que se den este tipo de pequeños, y en apariencia insignificantes sucesos entre nosotros, pero sé que no puedo controlarme cuando se trata de él. Volveré a malinterpretarlo todo, a pensar en cada cosa buena que diga y haga… me volveré loca, pero de otro modo. Aun así, no puedo dejar de tentarme ante la posibilidad. Pero ni siquiera por la egoísta que quiere estar más cerca suyo, si no por la de mi bienestar. Él me hace bien, como nadie. Lo he comprobado. Quizá con Seiya las pesadillas desaparezcan, mi padre se quedaría más tranquilo (ya que casualmente le cae tan bien) o quizá hasta me enseñe defensa y me vuelva menos miedosa a todo el que se me acerque. Quizá.

Detesto los quizás, pero no quiero darle una respuesta definitiva tan pronto.

—De acuerdo… lo pensaré unos días. Sólo lo pensaré —le advierto haciendo cara de maestra de jardín de niños. Luego le pico en la mejilla con un dedo —. Con una condición. No quiero que confrontes a Diamante. Te aseguro que no me hizo nada permanente ni irreparable, pregúntale a Minako si no me crees. Ella estuvo ahí. Así que por favor no hagas más grande el lío, ¿sí?

—Black no me hará nada. No es la primera vez que pasamos por algo así —dice.

—Lo sé —Reika. ¿La habrá querido de verdad?

—¿Qué?

¡Demonios!

—¿Que de qué? —me hago la loca y me vuelvo a mirar el paisaje.

—Dijiste que sabías, ¿por qué?

—No sé, sólo… contesté por contestar. Me refiero a que tú… eh... tú me dijiste una vez que quizá nunca fueron amigos. Por eso. ¿Tú por qué estás tan seguro que no hará nada? —le devuelvo.

Seiya suspira y se cruza de brazos mirando al frente, como si se acordara de algo.

—Porque sé que detrás de todo lo narcisista, cruel y obsesivo que puede llegar ser, está también el Diamante que fue mi amigo. El que me ayudaba con economía en la universidad o me dejaba quedarme en su casa cuando no quería llegar a la mía. No dudo que quiera estrellarme la cara contra una pared, pero en eso estamos parejos.

Me tapo la boca con las manos ahogando un grito como en las películas, pero a Seiya le causa gracia.

—Estoy suponiendo, Bombón. Además Zafiro jamás le permitiría que hiciera una tontería. No se lo perdonaría él. Aunque lo admira, es un tipo legal y noble. Y si hay alguien a quien Diamante realmente le importa genuinamente más que él mismo, ése es Zafiro. No se arriesgaría a que él lo odiara. Es lo único que tiene.

Me deja pensando profundo en eso, y estoy un poco, sólo un poco más tranquila. Espero que los recuerdos y Zafiro le puedan más que el rencor que me tiene, y nos deje en paz. De todos modos no quiero tentar al diablo. Está en los detalles, dicen.

—Aun así no quiero que lo enfrentes. Aunque si te busca o te lo encuentras te provoque, o aunque te diga lo peor de mí —le pido fervientemente. Ellos podrán conocerse mutuamente, pero yo ya he estado con los dos. Diamante es mezquino y calculador, y Seiya totalmente reactivo y protector. Y los dos son demasiado intensos. Sé cómo se podría iniciar fácilmente una pelea para que pareciera sólo su culpa… usándome a mí.

Como si fuera un animal rabioso y desconfiado —¿Ven que tengo razón?—se vuelve hacia mí, pero yo me le adelanto y mantengo la calma añadiendo:

—Promételo Kou. Si no, no hay trato.

—Como quieras. ¿Estás segura que no estás siendo una ingenua respecto a Diamante también? —pregunta sin tacto.

—¡Qué! ¡Yo no soy ninguna ingenua! —me defiendo, sintiéndome humillada —. ¿Quién es el que aun confía en su disque amigo universitario? ¡Yo no!

—Yo me atengo a los hechos. Tú en cambio eres la persona más ingenua que conozco, Bombón. Nunca entiendes los dobles sentidos, ni sabes cómo pensar mal de la gente. Te aseguro que ni siquiera notaste que la tipa de los helados te estaba coqueteando.

Abro los ojos como platos.

—¡Estás loco, sólo estaba siendo linda conmigo!

—Pues sí, tenía que serlo si quería bajarte las bragas —repone con sarcasmo, levantándose.

Yo sigo escandalizada. Seiya me ofrece una mano para que me ponga de pie y echemos a andar. Obviamente no rechazo la oportunidad de tocarlo aunque esté ofendida. Una cosa es una cosa y otra, pues otra.

—No soy una ingenua —protesto mientras cruzamos la calle. No siempre al menos, espero.

—Despistada, entonces. Tampoco te diste cuenta de que Michiru era súper gay o que Minako y Yaten tenían conflictos gordos. Nunca ves nada de lo obvio, en resumen.

—¿Estás insinuando que fui una ingenua con Shiho y por eso es lógico lo que me pasó? —le refuto totalmente despiadada.

Seiya empalidece y me suelta la mano.

—¡Pero claro que no! ¡Cómo te atreves!

Aunque se supone que no debería ser divertido, me río. Al menos me gusta que he dejado de sentirme una víctima todo el tiempo. Que ya no soy una simple observadora de todo este torbellino. Quiero pensar que puedo lograr tener el control, al menos un poco para marear a Seiya.

—Venga, guardaespaldas. Ya me está dando hambre… ¿y si me invitas sushi? —pregunto para cambiar de tema. De paso, aprovecho para volverlo a coger de la mano.

—Eres un pozo sin fondo —sentencia.

Una semana después estoy con Mina en la tienda de artículos para fiestas. Hay tantas cosas que incluso ni me imaginaba que existían. Yo creí que iríamos al supermercado por vasos desechables y velitas de cumpleaños, pero no, se lo está tomando muy en serio. No, corrección: está fuera de control.

Ella va empujando un carrito más pequeño de los estándar y echa ahí lo que se le antoja. Yo sólo le sigo la corriente y juzgo horriblemente… pero en silencio.

—¡Mira eso! ¿A que son monísimos? —señala unas gafas de plástico de colores y que de paso se cuelgan al cuello con una cadena de cuentas coloridas. Yo no diría que son monísimos, más bien medio ridículos, pero no me da oportunidad de responder. Los echa en la canastilla sin más.

Yo suspiro calculando la fortuna que se va a gastar en estas tonterías. Y eso que ni siquiera hemos tomado en cuenta el pastel, las botonas y las bebidas…

—Mina, dijiste que era una reunión. Llevas tantas chucherías como para un carnaval nacional —comento. Minako encuentra una bolsa con confeti en forma de corazones y los agrega también, haciéndome suspirar otra vez. Basura, basura y más basura —. ¿No se enojará Yaten?

—¿Por qué?

—Er… no sé, tal vez porque convertirás su perfecto y tranquilo hogar en una fiesta de fraternidades —sugiero irónica.

Se encoge de hombros despreocupada, y esboza una sonrisa malévola.

—Que se enoje. Es mi cumpleaños.

—Ya, pero…

—Todos necesitamos un poco de alegría aquí, ¿no? —discute sin mirarme. Su atención la acaparan los globos metálicos y otros adornos de un solo uso e igual de inútiles —. ¿No la pasaste bien el día del bar? ¿No tenía yo razón?

—Ssssí, pero esto es un pelín diferente, creo.

Mina me quita de encima con un gesto de la mano.

—No, es lo mismo —dice tan tranquila. Nada más lejos de la realidad.

—Sólo quiero evitarte problemas —tanteo para iniciar el tema. Desde que Seiya me lo dijo, no he dejado de preocuparme por ella —. O agregar más, si es que los hay…

Minako frunce el ceño, pero sonríe.

—¿Problemas por qué?

Vacilo y tengo que desviar la mirada hacia unas coronas que gritan «Happy Birthday» en papel de oro y plata.

—Nada importante. Es que ustedes a veces parecen tan… no sé, fríos. Distantes. No los veo cariñosos casi nunca.

Una mirada de indignación le cruza la cara.

—¿Fríos? —repite con acritud —. Eso no es frialdad, somos respetuosos con tu presencia. ¿Quieres que montemos el kamasutra en tus narices para sumar un trauma más a tu lista?

Abro la boca como un pez que se queda fuera del agua.

—¡No he dicho eso! En realidad fue Seiya quien…

Oh, no. Se me ha escapado con el vago intento de justificarme.

—¿Seiya? —Minako me lanza dagas de hielo azul por los ojos. Diablos, qué estúpida soy. Lo normal.

Le miro con súplica.

—Por favor, no la tomes con él…

—Si no quiere que la tome con él, tal vez debería cerrar su bocota —espeta. Está en serio enfadada. Joder. Cierro los ojos con pesar y le hago detener el cochecito. Luego le hablo en mi tono más comprensivo:

—Mina, no es así —comienzo a excusarle —. En realidad se refiere a que yo puedo causarles problemas con mi estancia ahí, y sugirió que sería buena idea que me vaya a vivir con él de nuevo a su apartamento. Para no estorbarles. Apenas tengo ahí unas semanas, pero podrían convertirse en meses. Piénsalo.

Ella tuerce el gesto con desaprobación pero ya no parece estar que muerde. Toma un paquete de servilletas variopintas y al mismo tiempo, una sonrisa socarrona asoma su hilera de dientes blancos.

—Qué rastrero de su parte usarnos para convencerte de que vuelvas con él, pero está bien, lo dejaré pasar porque obviamente está desesperado.

—¿Desesperado? —escupo riendo —. No, no. Sólo quiere ayudarme, como cualquier amigo —añado, enfatizando cada palabra. Sencillamente imaginar a Seiya desesperado porque yo viva con él me parece absurdo. Él no gana nada con ello, además de sentirse importante como siempre.

—Bueno, a la próxima dile a tu archiamigo Seiya que no se meta en nuestros asuntos —dice en un tono sospechosamente amargo y defensivo. La analizo detenidamente mientras lee la etiqueta de una espuma de fiesta, y como la conozco, ahora sé que Seiya estaba en lo cierto. Ésos dos tienen problemas, sólo que no me lo quiere decir. De lo contrario no reaccionaría de esa forma. Mina es así, siempre esconde su dolor con trivialidades, como ésta forzada celebración de cumpleaños. Quiere pretender que todo está bien.

Me acerco a ella y le paso el brazo por los hombros, lo que hace que la tome desprevenida. Acerco mi rostro al suyo y saco exageradamente mi labio inferior tal como lo hacen los bebés.

—Oye… ya entendí que no quieres tocar el tema, pero si sólo por casualidad, pasara algo y quieres hablar conmigo, sea lo que sea, sabes que estoy para ti. Estaré en quiebra, deprimida y sin techo propio, pero sigo siendo tu mejor amiga.

Se sonroja y abre mucho sus ojos azul cielo, que brillan como lagunas al sol. La he tocado en su rebelde y altanero corazón.

—Sere…

—No quiero que pienses que mis problemas son más importantes que los tuyos. No lo son. Todos tenemos nuestra cruz que cargar, y no olvido lo buena que has sido conmigo.

Agacha la cabeza apenada, mientras se pasa un mechón de pelo detrás de la oreja.

—No ha sido nada…

—Sí que lo ha sido. Me han salvado el pellejo y nunca lo olvidaré. Bueno, ¿entonces estamos claras? —le digo severamente. Siempre es ella quien parece mi madre pero curiosamente ahora invertimos los papeles, cosa que parece agradarle, porque asiente sonriendo.

Miro los estantes de los pasillos rebosados de artículos. En mi cabeza sólo retumba la palabra desesperado, que Mina usó para referirse a Seiya. No puedo creerlo. Sólo lo dijo para ridiculizarlo por ser tan cotilla, no porque sea verdad. Yo no tendría tanta suerte. Nunca la tengo.

—Vale, entonces vamos a por ésos globos de estrella gigantes con los que tanto has dado la lata…

—¡Whoo!

Llega el gran día y como de costumbre, me siento totalmente fuera de lugar.

El departamento de Minako y Yaten está, tal como lo predije, rebasado de extraños. La música está muy fuerte (¿Qué dirán los vecinos?), hay mucha gente apiñada en el sofá, en las esquinas y… básicamente en todos lados. ¿De dónde saca Mina tantos amigos? Ni siquiera los ubico de la universidad. Todo mundo me ofrece vasos con licor de extraña procedencia, a los cuales siempre rechazo con un educado «No, gracias». Lo que menos necesito es estar borracha en un mar de pirañas que sólo quieren echarse un polvo con la chica remilgada de coletas. Algunos son atractivos o simpáticos, e incluso me han saludado con la cabeza o me sonríen cuando hay contacto visual, pero yo prefiero estar sola.

Debe ser producto del forzado arreglo por el que he pasado esta tarde: Mina me ha hecho ponerme una falda rosa y corta de volados con estampado de flores, medias negras abajo y una blusa blanca arriba. También me maquilló con delineador y labial aun a pesar de mis objeciones. Ha hecho uso de su chantajista poder de cumpleañera para que haga lo que ella quiera. No me quejo, la ropa es bonita, pero hubiera preferido estar con mis atuendos seguros. Me siento medio desnuda debajo aun con las medias. Me pone de los nervios, pero ya es demasiado tarde para cambiarme. Si no aguanto la presión de las miradas, me encerraré en el cuarto de lavado hasta que termine la fiesta.

—¡Hola, Serena! —oigo desde un rincón, y es un alivio reconocer una cara. Es Andrew, que viene acompañado de Lita. Me da muchísimo gusto verles. Los dos son altos y guapos y se destacan.

Me aferro a ellos como una lapa.

—¡Hey!

—¿Cómo has estado? —me saluda él, dándome la mano. La tiene fría por la bebida que sostiene pero su sonrisa es cálida. Lita me da un beso en la mejilla y comenta que mi falda es preciosa. Agradezco el cumplido aunque no sea mía.

—¿Cómo va el café? —les pregunto contenta.

Me ponen al tanto del negocio y me preguntan por mi búsqueda del trabajo, después de ponerlos al tanto de mi situación me desean suerte para encontrar un trabajo pronto.

—Tal vez Seiya podría conseguirte trabajo en el Joe's, después de todo él ya es parte del inventario de allí —bromea Andrew.

Río, pero también niego con la cabeza.

—Puede ser, pero mis padres se han gastado una buena plata en mi educación. No quiero pagarles el favor metiéndome de mesera a la primera. Esperaré.

Andrew parece sorprendido por mis palabras, que hasta hace poco eran dudosas. Hoy no. Lita sonríe con su usual carisma.

—Chica lista —me felicita Andrew, haciendo un gesto de satisfacción con un pulgar. Yo me ruborizo.

Me ofrecen una cerveza (no sé de dónde la gente saca las cosas, yo sólo recuerdo haber puesto algunas botellas y una heladera en la mesa) y se la acepto. Una no me hará daño y me guste o no, supongo que tengo que encajar con el ambiente. Miro a todos lados, buscando incesantemente a mi amiga o a Seiya, pero la primera seguro estará ocupada socializando y el segundo no debe haber llegado. A nuestro lado, un grupo de chicos con pinta de pandilla de motociclistas busca pleitos rugen como leones y gritan por un concurso de cervezas agitadas. La derraman en buena parte sobre la fina duela. Son como una caravana de vikingos ebrios y salvajes. Madre, esta fiesta va de mal en peor. Espero que no llegue la policía. No, mejor que sí vengan.

Lita se pega a Andrew algo asustada, y yo frunzo el ceño con mortificación. Espero que Seiya no tarde, me prometió que vendría y me hace falta tanto como el aire mismo.

Como si el cielo me escuchara, él aparece. Está buenísimo con una camiseta blanca de manga larga en cuello en V y unos pantalones guinda de pana y su chaqueta de cuero negro habitual. Levanto la mano y la agito vigorosamente con la esperanza que nos vea. Hacemos contacto visual, su rostro se ilumina y se abre paso entre la atestada estancia.

—Quién diría que todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar —nos dice sarcástico. Advierto que repasa con la mirada mi ropa y sonríe ligeramente. Se me encoge el estómago y le doy un trago a mi cerveza disimuladamente. Luego me refugio detrás de él y quedo bien pegada a la pared. No quiero estar cerca de los vikingos por ningún motivo.

—Y aun así, aquí estás —le dice Andrew estrechando su mano para saludarlo —. Qué hay, hermano.

—Hola. Obvio, quiero ver la cara de Yaten cuando le dé el derrame cerebral. Su precioso piso laminado, ufff, que no me lo pierdo.

—¿Qué yo qué, subnormal? —se oye una voz displicente en alguna parte, pero nadie le ve cerca.

Seiya se pone una mano arriba de la frente como apreciando el panorama desde la cima de una montaña. Es un payaso, pero encantador como siempre.

—¡Oh, ahí estás! —exclama cuando Yaten tiene que casi empujar a un sujeto lleno de tatuajes para hacerse notar —. Eres tan diminuto que te pierdes en la multitud. Creo que te encoges cada día más. Me preocupa que un día simplemente desaparezcas. Necesitas unos zancos, hermanito.

Me empiezo a atragantar de la risa.

—Lo que necesito es que te calles y que esta horda de simios se largue de mi casa —replica Yaten colérico. No lo culpo, francamente. Ésta gente no parece decente, ya no digamos considerada.

Seiya goza de la situación.

—Oh, vamos. A todos se nos ha colado un poquito de muchedumbre en una fiesta —Yaten le fulmina con la mirada pero se queda callado, y yo también. Seiya nos mira a los dos por turnos —. ¿No? ¿Nunca?

Los dos negamos con la cabeza. Él con desdén y yo con ignorancia. Seiya se lleva una mano a la frente, como sintiendo vergüenza ajena.

—Se me olvidaba con quién estoy. En serio, ¿qué hicieron en la universidad?

—¿Estudiar para no ser tú en un futuro? —le agrede Yaten, mirando a todos lados.

Está tan tenso que hasta Seiya accede a hacer algo al respecto. Se aclara la voz, y grita fuerte y claro para que todos lo oigan:

—¿Pueden creer que se acabó el alcohol? ¡Menuda fiesta de idiotas apretados! ¡Busquemos otra! ¡Vamos!

Como si hubiera recitado un hechizo inquebrantable, la gente de mala pinta aúlla y asiente. Entonces la puerta se abre y salen al menos la mitad de los "invitados". Ahora puedo ver los muebles, el piso y la puerta del baño. Y los que quedan parecen ser más del círculo social de Mina. Chicas monas y parejas de nuestra edad. ¡Seiya es un genio!

—Impresionante —me asombro mirando el resultado. Como ya puedo ver la mesa de las bebidas, tomo una cerveza fría de la heladera y se la paso a Seiya en recompensa. Él la recibe con una sonrisa.

Yaten suspira, y muy a su pesar le dice entredientes:

—Gracias por eso.

—De nada —sonríe encogiéndose de hombros, muy orgulloso de sí mismo. Debe estarlo, ha sido una estrategia magnífica.

—¡Mierda! —dice una voz masculina y ebria, y un segundo después siento como un líquido frío me empapa la parte delantera de mi blusa. El tipo calvo y gordo tropieza, se incorpora y se apoya contra un mueble mientras se pasa la lengua por los dientes —. Estás en mi camino, nena…

—¡Hey, piérdete vejestorio! —le brama Seiya empujándolo lejos de mí. El vikingo que quedaba farfulla incoherencias y se sienta, pero Seiya le obliga a levantarse por la camiseta y lo echa del departamento en un santiamén.

Apenas soy consciente que estoy petrificada contra la pared hasta que Seiya me vuelve a hablar.

—¿Estás bien?

Asiento mecánica.

—¿Segura? ¿No te ha tocado?

—No. Sólo ha sido la… —y señalo la mancha en mi blusa sin lograr terminar. Tiene un olor dulzón y fuerte, y para colmo, ni siquiera es mi ropa. Cojo una servilleta de la mesa y las manos me tiemblan. ¿Qué me pasa?

Como hay más espacio, la gente se dispersa a mejores lugares. Lita y Andrew se sientan en el sofá mientras yo intento tranquilizarme. Veo como las pequeñas fibras de celulosa del papel barato cubren la parte mojada, empeorando el problema. Frustrada, me masajeo las sienes. Tenía días que no me atacaba la ansiedad.

—Vamos, Bombón —me dice Seiya pasándome un brazo por los hombros —. Iremos a cocina por un poco de agua mineral para quitar la mancha.

Noto las miradas de Andrew y Lita en la espalda, pero trato de que no me afecte.

Estar en la pequeña cocina solos me produce alivio. Seiya usa un paño de tela y lo moja con el agua gasificada, luego empieza a tallar suavemente sobre la mancha en la tela, que está a la altura de mi abdomen. Desde abajo, me sonríe con confianza. Empiezo a ponerme nerviosa con tanto toqueteo, pero no del nervio malo, si no del que te hace cantar a Ryan Cabrera y deshojar margaritas a los cuarto vientos.

—¿No te lo estás pasando bien?

—No hasta que tú llegaste —Me vuelve a sonreír.

—Siento llegar tan tarde, tuve que turno largo hoy.

—No importa. Gracias por ayudar con esto. Y con el monigote aquél...

—En el bar se aprenden muchos trucos. Hoy estás muy guapa, sería una pena que te tuvieras que cambiar —dice, pero sigue concentrado en lo suyo. Yo suspiro fuertemente. Estoy contenta de estar con él, pero es demasiado tentador. La tela es muy fina, así que siento sus dedos casi contra mi piel. Lo extraño demasiado y definitivamente no confío en mí, y menos con la lavada de coco que Mina me ha dado previamente. Decido entonces que no beberé ni una gota de alcohol en ésta fiesta. No quiero hacer una tontería de la que después me arrepienta.

—Ahora sólo hay que esperar a que se seque, que a juzgar del calorcito que hay aquí, será pronto —me guiña un ojo y se quita la chaqueta —. Vamos, la fiesta está en su mero apogeo.

Y no miente. La gente ha comenzado a bailar y hacer la cháchara típica de quien que lleva varios tragos encima. Hay conversaciones acaloradas, risas y cantos por doquier. Mina está ahí en medio del salón, bailando en grupo con dos chicas que nunca he visto. Se sostiene el pelo y menea las caderas y el trasero en círculos, y además le da la risa tonta cuando bromea con ellas. Es obvio que está bastante entonada, lo que no le quita un gramo de sensualidad a su persona. Es el foco de atención de todos, justo lo que le gusta. Me pregunto que pensará Yaten al respecto.

—Sólo están bailando, Bombón —me dice Seiya soltando una risita, al ver mi expresión de inquietud.

—Sí, ya sé —respondo, aunque no es algo tan inocente para mí. Yo no bailo de esa manera. Mientras sólo sea entre chicas, supongo que no arderá Troya.

Regresamos a la sala y me sirvo refresco de limón con hielo y Seiya destapa otra cerveza. Andrew y Lita se levantan del sofá a bailar un rato y Seiya me empieza a contar cosas del festival y comentamos o criticamos a la gente que vemos, según sea el caso.

Pero luego, Mina camina hacia nosotros en línea recta. Implacable con su mini conjunto de top y falda naranja embarrado y sandalias a juego, sonriendo para sí misma. Tal como cuando va a decir una impertinencia mayúscula o se quiere tomar revancha por algo.

Pero me quedé corta. No sabía la que me esperaba.

—¡Ahí está! ¡Mi pareja favorita! —grita eufórica uniendo sus manos con ilusión. Yo no hallo ni dónde meterme, Andrew y Lita han regresado y no entienden ni pío. Yo estoy más roja que un semáforo y Seiya empieza a toser. La botana salada que estaba masticando se le ha atorado en la garganta. ¡¿Cómo que pareja?! ¿Qué mosca le ha picado?

—Mina, ¿qué dices? —sonrío forzada, dándole por su lado. Andrew y Lita nos miran con interés.

Minako se pone las manos en las caderas y hace sus ojos finas rendijas.

—Ustedesh dosss —nos señala con su uña índice recién arreglada de esta mañana —. Deben dejar de hacer el tonto y salir juntos. ¡Es obvio que gustan! ¡Que digo se gustan, ssse aman!

Y se ríe escandalosamente. Luego empieza a cantar ésa cancioncilla con la que nos molestaban en el jardín de niños cuando jugabas mucho con alguien: «Se gustan, se quieren, se besan en la bocaaa» arrastrando las palabras que no puede articular bien. Mina es de ésas borrachas que tienen muerto de risa a todo mundo. Andrew y Lita están muy entretenidos, pero nosotros queremos desaparecer de la faz de la Tierra. Bueno, yo quiero descuartizarla y luego desaparecer. ¡Cómo se le ocurre! ¡Me las va a pagar!

Hace un bailecillo para acompañar su canción pero sus tacones la traicionan. Trastabilla y Yaten sale de la nada y la pesca antes de irse de culo y hacer un numerito.

—Ahí estás, e igual de etílica y elocuente que el día que la conocí —dice él sonriendo a modo de disculpa —. Venga, vamos a conseguirte un poco de agua, borrachina.

Pero ella le sujeta fuertemente el cuello y le obliga a quedarse.

—No, no… esh que tú no entiendesssh. Ven, yo te lo cuento —le dice y le chista como si fuera un secreto, pero en realidad su voz es tan alta y chillona que seguro más de uno nos escucha aun con la música —. Ellosss creen que pueden engañar a todo el mundo, hasta a ellos mismosss. Pero no me engañan a mí, yo tengo un don para detectar el amor...

Se oyen varias carcajadas en sintonía. Parece que tenemos más público del que imaginaba. Obvio, esto es un stand up. Yo bajo la cabeza y cierro los ojos rogando que Yaten haga otro movimiento inteligente de los que suele hacer y le cierre el pico.

—Mina, ya para —le regaña él compadeciéndose de nosotros y trata de llevársela de nuevo, en vano. Se retuerce y se resiste a su marido y le espeta que es su cumpleaños. Yaten suspira como armándose de paciencia.

Pero a Minako le puede la borrachera y empieza a cantar como un canario:

—No puedo callarme cuando veo amor verdadero tan desperdiciado —dice ahora en tono melodramático — ¿Cuándo van a enterarse que ustedesss son el uno para el otro? ¡Están perdiendo el tiempo, la vida es corta, par de necios! ¡En unosh añosh se van a arrepentir y no lo permitiré! Ustedesss son mi familia...

Varios aplauden y gritan apoyándola. Incluso algunos exigen que nos besemos de una vez.

Yo me quiero morir.

—Yo también pensé que eran pareja —confiesa Lita. Yo la miro horrorizada y Mina la señala sonriente.

—¡Ea! Tú me caes bien —frunce el entrecejo, y ladea la cabeza como un cachorro —Por cierto, ¿Quién eresh…?

—Ya fue suficiente celestina. Con su permiso —Yaten toma medidas drásticas y coge a Minako en volandas tal como una novia, y se la lleva mientras ella nos mira pícara y sigue riendo y cantando «Se gustan, se quieren, se besan en la bocaaa».

Las miradas nos acaparan y yo huyo como la rata cobarde que soy, excusándome con que voy al baño.

Pero me pierdo en la cocina y recargándome en el refrigerador, trato de apaciguarme tapando mi cara con las manos. No sé si llorar o reír. No puedo creer que Mina dijera ésas cosas enfrente de todos. Bueno, es una borracha impertinente y no conozco a nadie salvo a Andrew y Lita, por suerte. Pero Seiya… ¿por qué no ha dicho nada? ¿Por qué yo me quedé paralizada? Debí jugar su juego y bromear… pero no pude.

Porque aunque hayan sido delirios los suyos para todos, yo sé que en el fondo no lo son. En absoluto.

Necesito hielo y bajarme el calor, pero cuál es mi sorpresa al encontrar una cajita con polos de sabores en el congelador. Perfecto. Tomo uno rojo de sabor cereza y me lo como a mordidas. Son pequeños pero de sabor concentrado. Demasiado para mi gusto, pero tengo mucho bochorno. Tomo otro amarillo de piña y lo mordisqueo hasta que me lo acabo. Luego uno verde que me termina de refrescar. Están deliciosos, ya no me saben tan dulces. Me llevo otro rojo para el camino y ya me siento mejor. No me importa lo que haya dicho Mina, yo lo negaré hasta la muerte y así acaba el cuento. Todos contentos.

Muy contentos. De hecho estoy tan contenta que toda la habitación se ve un poco borrosa. Sonrío a todo el mundo y tengo ganas de bailar ésa canción de electro-disco que suena. Pero sobre todo, tengo ganas de ver a Seiya y decirle que Mina tiene razón. Y besarlo, besarlo hasta que no le queden labios y se lo grabe bien.

Lo que sea que traiga en las venas me infunde valor, porque no soy de las que baila en grupo. Cierro los ojos y dejo que la música lleve a mi cuerpo. Me siento incómoda con tanta gente cerca, pero pretendo que no me importa y me sigo moviendo. Seguro que estoy ridícula, pero me sienta bien disfrutar de la música y olvidar todo lo demás.

A media canción noto que hay alguien detrás, muy cerca de mí, y me vuelvo. Es un chico guapo, con vaqueros oscuros y camisa blanca. Lleva el pelo engominado y una bonita sonrisa. No es Seiya, pero es que nadie es como Seiya.

¿Se habrá marchado? ¿No me quiere ver? Pienso mientras el chico se acerca a mí aun más.

—Hola —saluda y se presenta, pero al instante olvido su nombre —. ¿Quieres bailar?

Asiento no sé por qué, y trato de imaginar que soy una chica distinta. Una que baila sexy con chicos en fiestas, que no duerme en un sofá y no está enamorada de quien no le corresponde. Le sonrío, pese a que mi estómago tiene una sensación desagradable. Tal vez porque nuestra conexión no es auténtica.

La música cambia a algo más cachondo y lento, y él se acerca peligrosamente para poner las manos sobre mis caderas. Me aparto de un paso hacia atrás instintiva. Definitivamente no me pienso enrollar con él. Primero el baile, luego querrá más.

—Lo siento —le digo, dejándolo desconcertado. Todo me empieza a dar vueltas y cuando decido ir a la cocina por un vaso con agua, Yaten está frente a mí y me toma por los hombros.

—¿Todo bien? —pregunta examinándome con precaución.

—¡Sssí, pero creo que estoy mareada! —le grito. Yaten cierra un ojo probablemente porque le molesta mi voz. Tiene mucho parecido con Seiya.

—¿Qué tomaste?

—¡Nada! Una cerveza y sólo he comido polos de la nevera. Tenía mucho calor...

Se echa a reír y se endereza.

—Serena, no son polos normales de la tienda. Tienen vodka, ron y ginebra. Y sabrá qué más… los trajo una amiga de Minako.

—¡Oh, no! —me espanto y al instante empiezo a hipar —. Con razón. No me di cuenta. ¡Estaban tan sabrosos!

—Ya lo creo. ¿Cuántos de mí ves? —me pregunta como si fuera un policía de tránsito.

Trato de enfocar bien, pero me tambaleo. Estoy peor que Mina en su momento.

—Uno, pero ahora mismo tienes tres ojos —le digo riendo como boba, y seguramente haciendo viscos. Luego me vuelve el maldito hipo y le miro fijamente—. Wow… Tus ojos tienen un color extraordinario. ¿Te lo han dicho?

—Sí —me corta—. Y bueno, ¿cuántos polos te comiste?

—Hablo en serio. Son geniales. ¿Nos los cambiamos? Jijiji...

¡¿Por qué he dicho eso?! Mañana no podré verlo a la cara.

—Ven —ataja, y me conduce del codo a la cocina y entonces el aroma a café intenso me llega a las fosas nasales. Me hace un café espresso súper concentrado. Me quema la lengua por descuidada, pero dos vasos de agua mineral y veinte minutos después, el efecto del alcohol se ha pasado casi por completo. Estoy anonadada de su eficacia.

—Gracias —le murmuro a Yaten algo avergonzada, dejando el vaso desechable en el bote basura. Menos mal no he hecho algo peor —. ¿Cómo está Minako?

Carraspea y creo atisbar un rubor en sus mejillas. Me da la espalda y se pone a buscar algo en un cajón.

—Bien, sólo se recostó un rato.

—Vale. ¿Te ayudo en algo? —me ofrezco, ahora que he retomado el control de mí misma.

Parece sopesarlo.

—Creo que es buena hora de sacar el pastel, sirve de que así se largan los que quedan —me dice —. ¿Puedes ir por las velas? Están en el cuarto de lavado con las bolsas de la compra. Yo iré por Minako.

Dispuesta a ayudarlo en lo que sea después de salvarme, hago lo que me dice sin rechistar.

Camino hasta el pequeño cuarto pero apenas abro la puerta pego un brinco. Seiya está ahí. Está recargado justo en la lavadora y me mira asombrado cuando me ve. Lo recorro de arriba abajo con ojos aun medio borrachos, pero sacudo la cabeza para no dispersarme. Debo mantenerme fría.

—¿Qué haces a...? —empiezo a decir, pero Seiya me interrumpe.

—Yaten me dijo que buscara unas velas, pero sólo encontré éstas cosas que sólo lanzan chispas —resopla, pero evita mirarme. ¿Estará enojado por lo que dijo Mina? ¿Por qué? ¿Le molesta que lo asocien sentimentalmente conmigo? ¿Cómo lo que dijo Lita?

—Tal vez Mina no quiere que se sepa que edad cumple —intento hacer un chiste. Seiya no dice nada. Mierda. Me entra el pánico.

Me acerco un poco hasta él y me cruzo de brazos, porque no sé que hacer con ellos.

—Disculpa a Mina, sencillamente dice puras tonterías cuando se le suben las copas…

—¿Lo hace? —dice, y su voz se escucha cavernosa. Luego me mira profundamente con sus ojos azules y brillantes. Sigue teniendo la piel algo bronceada, y en esa postura todos los músculos de los brazos se le marcan perfectamente. Joder, está tan bueno que quiero arrancarle la camiseta.

Paso de la oleada de calor que me revuelve el vientre y me concentro en la pregunta. Juré que no caería, y ya he caído en el alcohol. Y Seiya es la más peligrosa de todas las tentaciones existentes.

—Pues sí —respondo, pero me escucho sin convicción. Y él lo sabe.

—¿Y si no lo fueran? —pregunta lentamente otra vez.

A mí se me va el aliento.

—¿Qué? —jadeo perdida. Debo seguir borracha, o estoy dormida. No sé exactamente qué está pasando, pero sé que no puede ser real.

—Ya me has oído —replica Seiya, y se gira para plantarse frente a mí —. Si lo que dijera Minako fuese verdad, ¿qué diablos estamos haciendo, Bombón? —dice finalmente, alzando un poco las manos y luego dejándolas caer a los costados, en un gesto impotente.

Contrariada, le lanzo una mirada suplicante.

—¿A qué viene eso, Seiya? Tú… tú querías que fuéramos amigos —le recuerdo, y espero no echarme a llorar como idiota —. Desde un inicio me lo dijiste.

—¿Tú no? —me devuelve, lanzándome otra bala certera. Me ha pillado totalmente por sorpresa con eso, y si no me equivoco, estoy temblando. Me alegra haberme cruzado de brazos.

Trago saliva y mi garganta arde. Seguro que no es por tantos polos helados. La vocecilla responsable que oigo en mi cabeza me recuerda que quizá esto sea un completo error, pero el impulso de querer que por una vez sepa realmente como me siento al respecto me hace callarla. No pienso hacer el tonto, como dice Mina. Al menos ésta vez.

Pongo la vista en el suelo porque sé que no lograré decírselo a la cara. Descubro que el pequeño cuarto tiene setenta y cuatro mosaicos grises antes de graznar:

—Yo sólo quiero a alguien que me mire como Yaten mira a Mina. Que baile conmigo porque quiere verme sonreír, no porque sea algo decente para sus gustos musicales o un reto. Quiero que alguien que me priorice sobre cualquier cosa, como las fiestas u otras chicas... Que sepa qué siente por mí con exactitud para que me brinde la seguridad que necesito. ¿Eres tú esa persona, Seiya? —le pregunto finalmente con seriedad. Lo tengo a centímetros de distancia, y pese a que sé que me acerco al borde del precipicio, no me aparto.

Esperando que me diga que soy una cursi o que estuvo buena la broma pero ya podemos ir a la fiesta, me preparo incluso para lo peor: que me diga que por supuesto que él no es ésa persona. Está bien, nada que no supiera, pero necesito oírlo de su boca para poder desechar cualquier esperanza absurda que pudiera estar albergando inútilmente con sus actitudes contradictorias.

Pero Seiya sólo exhala fuertemente y sonríe en una mueca dolorosa.

—No sé si soy ésa persona. Nunca he tenido novias. Sólo sé que eres la única con la que podría ir a un acuario sin sentirme un imbécil y de hecho divertirme de verdad. Con la única que puedo ver un maratón de películas horribles sin quedarme dormido. Y que me pone enfermo pensar que alguien te pueda volver a hacer daño. Y que sí, eres en la que siempre pienso cuando alguien me habla de sentar cabeza, aunque no sé si quiera. O cuando me pasa algo, bueno o malo... lo único que se me viene a la mente desde que te mudaste una y otra vez es «Ojalá pudiera contárselo a Bombón» ¿En qué me convierte eso? Honestamente, no sé. Pero sé que no es poca cosa tampoco.

Todo aquello es tan raro e impropio de él, tan sincero, autentico y hermoso, que me deja de piedra sin saber qué pensar al respecto.

—Seiya… —murmuro, y es la única palabra que consigo pronunciar.

Y por el tono suave en que lo hago, no sé qué puede interpretar él. Si le estoy reclamando o rogando que me bese. Mi respiración no se realentiza, al contrario, mi pecho sube y baja más rápido a cada segundo que pasa. Los segundos parecen horas.

Finalmente uno de los dos se mueve. Seiya asciende su mano derecha hasta mi pómulo, y luego con sus dedos largos y tibios los lleva a mi cuello, jugando con los pequeños mechones de rizos rubios que se escapan de mi peinado. Todos los poros se me erizan y reaccionan con ése inofensivo contacto suyo. Juraría que puedo oír su pulso cuando acerca su rostro al mío, y un fuego interior que estaba dormido y asustado, hace que reviva y que me arda toda la piel. Esto es lo que he anhelado sentir desde que me rompieron en pedazos. Sentirme viva. Normal. Feliz. Si tuviera que elegir una sensación para el resto de mi vida, sería ésta. Sería estar con él.

Antes de que aparte la mano, miro sus labios y siento la lucha a muerte interna entre mi sentido común y mi corazón. Sin embargo, todos los puntos previos me han llevado hasta éste momento y sé cuál perderá la batalla. En un movimiento audaz me pongo de puntillas y mi boca impacta contra la suya, no tomándole tan desprevenido como yo pensaba.

Me responde en el acto.

No me permito pensar por qué lo estoy besando. Tampoco quiero plantearme qué me dirá después. Cedí a la tentación por ilusa o por optimista. Lo que sea, no me arrepiento. En lo único que deseo concentrarme es el manera en la que presiona el cuerpo contra el mío cuando sus manos me estrechan la espalda contra sí, incluso causándome dolor, pero estoy dispuesta a soportarlo para estar así de cerca de él. En el aroma que despide, en cómo danza mi lengua con la suya y cómo mis manos se deslizan por sus hombros anchos. Seiya gira, me acorrala en el extremo opuesto de la pequeña habitación y me agarra de la parte trasera de los muslos para levantarme. Me sienta en la lavadora y una de mis piernas se abre para que se enrede conmigo y nuestros torsos puedan tocarse. Me quedo fascinada al comprobar que mi cuerpo, de alguna manera, sigue sabiendo cómo responder a sus movimientos. No siento miedo ni rechazo. Mucho menos asco. Porque es Seiya. Siempre ha sido el único que puede tenerme.

Interrumpo nuestro beso acalorado para mirarlo. Seiya me mira con la vista nublada, baja los ojos hasta mi pecho y luego otra vez me mira a los ojos. Sé que se resiste a desnudarme, pero creo que su lado bueno quiere oponer un mínimo de resistencia para no sentirse tan culpable. Sabe cómo me siento todo el tiempo con otros hombres. Si supiera que no me importaría que lo hiciéramos aquí mismo, aunque estemos en un cuartucho con puros detergentes...

—Vuelve al apartamento conmigo, por favor —me pide con voz baja y seductora, mientras sus dos manos me acarician los muslos por encima de la tela suave de las medias. Yo tengo las manos enroscadas en su cuello todavía.

Se me escapa un gemido por sus caricias, y por la duda.

—¿Por qué? —pregunto aun así, pese a que ya me tiene en su mano.

—Porque te necesito, y tú a mí.

Le miro extraviada.

—Sí, pero lo sigo pensan...

Me toma el rostro con las manos y me vuelve a besar, profundizando mucho más con su lengua y jugando con mi labio inferior. Me deja extasiada y loca de deseo cuando se detiene.

—Mentirosa, sabes que no tienes nada qué pensar —me pincha con su antaño estilo provocador. Luego me sonríe con ternura —. Por favor, Bombón. Vuelve...

Y me vuelve a besar. Yo me dejo hacer. Dios...

Me muerdo el labio inferior mientras Seiya me mira anhelante por una respuesta. Jamás nos habíamos dicho cosas así, tan significativas, pero bien podrían ser cantos de sirena para cualquier pirata borracho. Como yo. No sé si significa lo que creo que significa. El inicio de algo diferente, o la segunda vuelta de lo mismo, donde voy a volver a quemarme otra vez.

Pero le quiero. Maldita sea, cómo le quiero. No puedo detenerlo. Ni aunque quisiera. Me necesita y lo necesito. Y lo dijo él. Es verdad. Borracha o no, sin casa o no. Verle sólo de lejos es una tortura y soy lo bastante egoísta para aceptar, si éste es el único modo de conseguir lo que quiero.

Entonces oigo el pomo de la puerta. Salgo del trance en el que me encontraba, salto de la lavadora y me giro para no ver quien nos ha pillado. Claro, es Yaten quien entra y se detiene de golpe al vernos a mí y a Seiya. Frunce el entrecejo, pero cuando su mente parece asimilar la escena se abochorna. Sé que tengo las mejillas coloradas y no por la pena, si no por lo que me ha hecho sentir.

—Necesito las velas —ordena pragmático, apenas habla.

—Sí, sí. Están rudas. Ten cuidado de no volarte un dedo, zopenco —le dice Seiya entregándole la cosa ésa, como si no hubiera pasado absolutamente nada extraño.

Yaten nos echa una ojeada crítica y divertida antes de salir, pero no dice nada ni tampoco cierra la puerta. En segundos todo mundo empieza a juntarse y cantar el feliz cumpleaños para Minako. Debemos irnos, pero yo detengo a Seiya antes de que atraviese el umbral. Nuestra relación, o lo que sea esto, ha cambiado por completo en una sola noche. Sé que si no soy clara ésta vez, me convertiré en lo que más miedo me daba ser. Puede hacerme la mujer más dichosa del planeta o puede hundirme en la miseria más vil con una sola acción suya.

—Está bien, volveré.

Sus ojos se iluminan cual alboradas, pero ésta vez no me dejo tentar.

—Pero seremos sólo nosotros, nada de ver a otras personas con derecho a roce —le advierto, tragándome mi orgullo y pretendiendo ser muy firme —. Y todavía hay mucha agua bajo el puente, Seiya. Hablo en serio.

—Ya lo resolveremos —me sonríe, y me da un beso corto que me deja atontada —. Confía en mí.

Suspiro derrotada.

—Confío en ti.

En mí, no tanto.


.

.

.

Notas:

¡Habemus actualización! :D Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo. ¡Al fin Serena fue un poco más valiente! Si te gustó no te cortes y házmelo saber con un rw (uno bueno y sano por piedad jajaja ya saben como me pongo con las tóxicas :v).

Gracias a Betza, Yadis Piña, Eva, Anto Díaz, Natty, Gabrii, Naiara y princessnerak también, no tienen cuenta o tienen desactivado los mensajes privados, por eso no puedo contestarles : pero agradezco muuucho sus lecturas y comentarios uwu

Adicionalmente los invito sutilmente (jiji) a que lean la serie de OS de Mina y Yaten en "SÍ, ACEPTO" donde también hay apariciones de SxS o para quienes quieran conocer más a esta peculiar pareja.

Hasta el otro!

XOXO