Capítulo 6
Sakura intentaba no arrugar el rostro por el dolor que sentía en su brazo. Sasuke le apretaba tanto el brazo que durante unos segundos creyó que se lo iba a partir. La joven intentaba mantenerle el paso, pero este caminaba demasiado deprisa para ella mientras la rabia parecía embargarlo.
El guerrero la condujo a través del pasillo hasta las escaleras, donde la empujó para que subiera, haciéndola tropezar con su ropa y estuviera a punto de caer de rodillas frente a él.
—Para ser una Haruno sois demasiado torpe, muchacha —le dijo tirando con fuerza de su brazo para ayudarla a levantarse.
Sakura le dedicó una mirada cargada de odio y resopló para quitarse del rostro un mechón que le impedía ver con claridad.
—Y vos sois muy poco cortés. Yo no os he hecho nada para que me tratéis como si fuera un saco de estiércol.
Sasuke la miró de reojo con el gesto serio, pero no respondió. No obstante, Sakura no se quedó callada.
—¿Por qué me odiáis tanto?
—Vuestro padre...
—¡Otra vez él! —masculló enfadada—. ¿Cuándo vais a entender que no tengo nada que ver con él? Yo no soy así. Y no me vengáis otra vez a decirme lo de la sangre, porque aunque lleve la misma en mis venas, no me parezco a...
La joven se quedó muda al sentir que el guerrero tiraba de ella hacia él y chocó contra su pecho. Al instante, lo miró y dio un paso atrás, tragando saliva. Sin darse cuenta, habían llegado a la habitación que le habían indicado, por lo que calló a la espera de que el guerrero dijera algo. Este la observaba con seriedad, pero tenía los ojos tan fijos en ella que creyó temblar de nuevo bajo su escrutinio.
—Mi hermano ha sido demasiado bondadoso al ofreceros una habitación del castillo en lugar de las mazmorras, lugar en el que acabaréis si intentáis huir de nuevo. Así que tened cuidado con lo que hacéis porque os estaré vigilando. ¿Lo entendéis?
Sakura asintió en silencio. Sasuke se dio por satisfecho y abrió la puerta del dormitorio, empujándola dentro sin miramientos. Y antes de que pudiera reprocharle de nuevo su comportamiento, el guerrero cerró la puerta con un sonoro portazo, dejándola completamente sola.
En ese momento, la joven miró a su alrededor y sintió un escalofrío al ver la poca decoración que había en aquella estancia. Parecía tan fría como el tiempo que hacía fuera de aquellos muros, pero al menos agradeció que no fueran las mazmorras. Una enorme cama llenaba el espacio central de la habitación mientras que en una pequeña chimenea crepitaba un flamante y acogedor fuego. Una mesita al lado de la puerta tenía una jofaina llena de agua y a su lado reposaba una palangana de color blanco. La estancia era iluminada por un balcón y al lado de este, un baúl viejo. Las paredes estaban vacías de cuadros o tapices y tan solo las frías piedras de las paredes adornaban el dormitorio.
La joven caminó cansada hacia la cama, donde se sentó y dejó escapar un suspiro lastimero. Recordó el momento en el que había rezado en la capilla del convento suplicando salir de ahí y vivir libre, pero jamás imaginó que su vida cambiaría tan rápidamente y de la manera que menos había imaginado. En su garganta se formó un nudo que amenazaba con ahogarla, pues se sentía sola y desprotegida en medio de un clan que no era el suyo y donde ella era la enemiga. Temió por su vida, pues podía sentir en la lejanía el odio que manaba de Sasuke. Sin embargo, junto a Itachi sentía algo diferente. A pesar de su gesto serio, mandatario, tosco y gruñón había tenido la deferencia de ofrecerle una de las habitaciones del castillo en lugar de una sucia mazmorra. Su padre jamás habría hecho eso por un prisionero y estaba segura de que el tercero de los hermanos Uchiha estaría sufriendo en manos de su clan. Pero estaba segura de que ella no podría hacer nada para liberarlo. Le habría gustado ir a su propio castillo y pedirle a su padre que lo soltara, pero lo único que recibiría sería desprecio y golpes por parte de su padre. Y a pesar de que Itachi Uchiha parecía una persona con más temple que Sasuke, estaba segura de que haría lo que fuera por su hermano Irvin, y si tenía que hacerle daño a ella para salvarlo, lo haría, algo que la hizo temblar.
Cuando las lágrimas amenazaron con subir a sus ojos, unos nudillos llamaron a la puerta. Esta se abrió antes de que la joven pudiera responder y un par de doncellas entraron con una tina y jarros de agua para que se bañara. Otra entró justo después con un cómodo vestido como los que ella había llevado cuando vivía junto a su familia. Hacía más de un mes que vestía aquel horrendo hábito negro y había echado terriblemente de menos sus antiguas vestimentas. Y aunque ese vestido tenía en la falda los colores del clan Uchiha, no le importó.
Una de las doncellas, que era mayor que las demás, se paró frente a ella y le dijo:
—El señor nos ha ordenado que os traigamos la bañera para que podáis quitaros el polvo del camino y os pongáis ropa limpia.
En el rostro de Sakura se dibujó la sorpresa.
—¿El señor? ¿Os referís al laird del clan?
La mujer hizo un guiño como si pensara que aquella joven no tenía la capacidad mental suficiente como para entenderla.
—Sí, muchacha.
Sakura asintió y le agradeció el gesto. La mujer ordenó a las demás que abandonaran el dormitorio para dejarla sola y cuando la puerta se cerró, en su rostro aún podía leerse la sorpresa. Estiró una mano y acarició la tela del vestido, que habían dejado justo a su lado sobre la cama. La joven sonrió tontamente y por primera vez en más de un mes volvió a sentirse bien, ella misma.
El agua de la tina parecía llamarla. Hacía demasiado tiempo que no probaba una, pues en el convento únicamente se lavaban con una jofaina como la que había en la mesita. Por ello, se levantó con decisión y comenzó a desnudarse. No sin dificultad, desanudó los cordones de la parte trasera del hábito, que cayó a sus pies al instante. La camisola blanca que llevaba bajo él pronto lo acompañó en el frío suelo y completamente desnuda se dirigió hacia la tina.
Primero comprobó la temperatura del agua con una mano y después se metió por completo. La joven soltó un suspiro cuando el agua cubrió su cuerpo y una sonrisa amplia se dibujó en sus labios. Sakura cerró los ojos unos instantes e intentó relajarse para olvidar la situación en la que estaba metida y lo que podría suceder más tarde. Con la suave esponja que le dejaron a un lado, la joven comenzó a pasarla lentamente por un brazo y después por otro, disfrutando de la sensación de limpieza que le quedaba. Al igual que hacía cuando era pequeña, Sakura dejó escurrir su cuerpo, respiró hondo para tomar aire y hundió la cabeza en el agua. Siempre le había gustado estar ahí durante unos segundos hasta que sentía que los pulmones le ardían y su pelo se mojaba por completo.
Y tras unos segundos, Sakura volvió a emerger de entre el agua, apartó la que sobraba de sus ojos y los abrió para llevarse un gran susto. La joven dio un respingo que estuvo a punto de hacer que el agua rebosara de la bañera y cayera al frío suelo y miró a la persona que había frente a ella. Supuso que había entrado mientras ella estaba bajo el agua y no había escuchado la puerta al abrirse ni al cerrarse.
De pie junto a la tina se encontraba la misma doncella con la que se habían cruzado nada más llegar al castillo. Esta la observaba con las cejas casi juntas por la rabia que parecía recorrer su cuerpo y lanzaba chispas por los ojos. Sakura tuvo la sensación de que en cualquier momento iba a saltar sobre ella y la iba a ahogar en la bañera. Al instante, se dio cuenta de que la doncella la miraba de arriba abajo y a pesar de que el agua cubría su cuerpo, Sakura sintió vergüenza al estar desnuda frente a ella, por lo que se tapó como pudo con las manos y la encaró.
—¿Acaso en este castillo no se llama antes de entrar?
La doncella lanzó un bufido y dio un paso hacia ella. Sakura casi podía oler la peligrosidad que rezumaba aquella mujer, como si ella hubiera hecho algo en su contra.
—Ese es un privilegio que no tienen los prisioneros. Sakura sentía la rabia corriendo también por sus venas.
—¿Qué queréis?
—Lanzaros una advertencia —siseó al tiempo que sus ojos se convertían en una fina línea—. Yo soy la que le dio la idea a Itachi para que fuera a buscarte. Y ya sé que no es un hombre que pase desapercibido para nadie, así que espero que no os acerquéis a él con la intención de seducirlo. El laird es mío.
Sakura no podía creer lo que estaba escuchando. ¿El guerrero tenía una relación con esa mujer? Cuando se cruzaron con ella en el pasillo no le había dado esa sensación, aunque sí notó que ella se acaramelaba con él, pero el joven no le hacía caso. Y, sin saber muy bien por qué, aquello la molestó.
—Si tanto temes que lo seduzca, ¿por qué lo enviaste a mí? —le preguntó.
—No sabía que fuerais... —La recorrió de nuevo con la mirada— así.
Sakura frunció el ceño, sin comprender, pero cuando intentó hablarle, la doncella la cortó.
—La idea de mi laird es manteneros aquí con vida unos días y después cortaros la cabeza para enviársela a vuestro padre cuando su hermano sea liberado y esté de nuevo entre nosotros. Así que espero que disfrutéis de estos baños o ropajes bonitos mientras podáis porque mi señor no tendrá piedad con vos ni con nadie de vuestro miserable clan.
Y de nuevo, sin darle tiempo a responder, Karin salió del dormitorio, dejando a Sakura con temblores incontrolables en la bañera. Aunque el agua seguía caliente, para ella ya no estaba tan deliciosa como hasta hacia unos minutos. Todo a su alrededor se había vuelto tan negro como el cielo fuera del castillo en esos momentos. La noche se había ceñido sobre la tierra de la misma forma que sobre ella, dejándola fría, desprotegida y con la mente llena de preguntas.
¿Sería verdad lo que la doncella le había contado? ¿Itachi había pensado cortarle la cabeza después de
todo? Aunque le parecía un fiero guerrero no creía que tuviera aquella sangre tan fría como para matarla sin apenas conocerla y sin tener nada que ver en todo aquello. Si la doncella le hubiera dicho Sasuke... tal vez lo vería más claro, pero Itachi... Sin embargo, se dijo que no lo conocía. Que a pesar de haber cabalgado junto a él no sabía nada de su vida ni de cómo era, por lo que no podía juzgarlo, así que la doncella tal vez tuviera razón. Esta había hablado con seriedad y sin dudar ni un solo segundo de lo que estaba contándole, por lo que tal vez estuviera en lo cierto. Además, Itachi le había dicho en alguna ocasión que acabaría muerta si su padre no cumplía.
Un nuevo escalofrío le recorrió la espalda y se dejó caer en la bañera de nuevo. Debía pensar algo rápido para no acabar con su cabeza camino a las tierras de su padre. La joven volvió a mirar hacia el balcón y observó de nuevo la negrura de la noche. Hacía tan solo unos minutos que había anochecido y una idea comenzó a surgir en su mente. La luna estaba tapada por las nubes que amenazaban lluvia, por lo que no habría una luz que pudiera descubrirla fuera del castillo.
Tenía que salir de allí cuanto antes, por lo que se dijo que no podía esperar a un nuevo día. Sakura se puso de pie en la bañera y tomó entre sus manos el paño que le habían dejado para secarse. Haciendo caso omiso a la frialdad del suelo, la joven corrió hacia la cama y se puso la camisola limpia que le habían prestado y, en lugar de vestirse con su hábito negro, la joven decidió ponerse el vestido que había sobre la cama. La falda de este no era tan amplia, por lo que para correr sería más cómodo, ya que la tela no se le enredaría entre las piernas. Además, pensó que tal vez así llamaría menos la atención de la gente en caso de cruzarse con alguien. Tras esto se puso su propia capa y la capucha y se dirigió a la puerta del dormitorio.
El corazón le latía con tanta fuerza que pensó que iba a ser descubierta en cualquier momento si alguien escuchaba sus latidos, pero se dijo que podía escapar para darse ánimos y abrió la puerta lentamente, temerosa de que hubiera alguien tras ella. La joven asomó la cabeza para comprobar que no hubiera nadie en el pasillo y cuando vio que todo estaba despejado, salió, cerrando la puerta tras de sí para que nadie sospechara.
Dedujo que tal vez todos estaban cenando o preparándose para ello, por lo que no podía perder más tiempo. Estaba segura de que si bajaba las escaleras principales la descubrirían, por lo que se dispuso a buscar unas escaleras de servicio en algún otro lado del pasillo. En el castillo de su familia había una a cada lado del piso superior, por lo que Sakura, pensando que aquella fortificación no sería diferente a la de su padre, se dirigió hacia la izquierda del largo corredor. Sus pies apenas tocaban el suelo para evitar hacer ruido innecesario y caminaba tan rápido como podía. A cada puerta que había en el pasillo, Sakura intentaba hacer menos ruido aún, ya que temía que alguna de ellas fuera el dormitorio del laird o su hermano.
Con desesperación, la joven buscó las escaleras y, efectivamente, al fondo del corredor logró encontrarlas.
—Gracias a Dios... —suspiró, aliviada.
Con precaución, pues apenas había luz, Sakura bajó las escaleras. No sabía hacia dónde se dirigía, pero lo que sí tenía claro era que no pasaría más tiempo en ese lugar. El simple hecho de pensar que podrían hacerle daño, le daba escalofríos y le hacía seguir adelante, sin importarle dónde acabara después.
Cuando bajó el último peldaño, una corriente de aire frío le dio de lleno en el rostro y supo que había alguna salida por allí cerca. Al mirar a su alrededor, comprobó que había llegado a un estrecho pasillo semioscuro. La humedad reinante en ese lugar le hizo arrugar la nariz, pues el olor que desprendían las paredes era pestilente. Pero no le importó. La joven se animó a seguir hacia adelante y al fondo, entre toda aquella oscuridad, descubrió una puerta abierta.
Sakura estuvo a punto de lanzar un grito de alegría y alivio, pero logró contenerse. Con la misma precaución corrió hacia allí y descubrió que aquella puerta la llevaba a un patio interior del castillo, donde troncos de madera y un carro viejo con heno la recibieron. Allí volvió a sentir la frialdad de la noche y tras echar un vistazo a las posibles vías de escape descubrió que solo había una. Una vocecilla interior le dijo que sería imposible escapar de allí sin ser vista, pero sabía que si se quedaba allí encontraría la muerte, así que se lanzó a la negrura de la noche.
Hacía rato que Itachi había salido del gran comedor, donde gran parte de los guerreros estaban disfrutando de un buen manjar, con la única intención de sentir en el rostro el aire frío de la noche e intentar serenarse de una vez por todas. Desde que habían llegado al castillo y se habían separado no había podido sacarse de la cabeza a la joven que habían secuestrado. Esta parecía haberse metido en su cabeza para atormentarlo y hacer que sus planes se tambaleasen, por lo que por una parte la odiaba. Ella era una enemiga de su clan, no una invitada como cualquier otra persona. Pero por otro lado, algo dentro de él le decía que se estaba equivocando, que su plan no acabaría como él pensaba y que junto a ella iba a quemarse como si de un fuego se tratara. ¿Pero por qué tenía esa sensación tan extraña? Su mente regresó al momento en el que la vio por primera vez en el corredor del convento. A pesar de su feo y poco llamativo hábito, había descubierto el rostro de un ángel. Incluso antes de saber que era ella la joven a la que buscaban, ya le había llamado la atención su belleza.
Pero a pesar de mantenerse frío, o al menos intentarlo, tras descubrir la historia de la joven su forma de pensar respecto a ella cambió por completo. No obstante, se decía una y otra vez que aquella historia formaba parte de un plan de Sakura para inspirarle pena y dejarla libre.
Hacía ya una hora que había enviado a uno de sus mejores hombres con la misiva que había escrito a Kisashi Haruno exigiendo la liberación de su hermano. Itachi no era un hombre al que le gustaba extenderse mucho con las palabras, por lo que había sido muy escueto y directo en ella:
LairddelosHaruno,
Esta es la segunda vez que le exijo la liberación inmediata de mi hermano Shisui y será la última vez que lo haga en términos suaves. Yo soy un hombre de acción y os estoy dando demasiados días para llevar a cabo su liberación. Como podéis pensar, yo no me he quedado quieto mientras mi hermano está en manos enemigas, por lo que tengo algo vuestro por el que hacer un intercambio por él.
Hace unos días llegó a mis oídos que vuestra primogénita se encontraba aislada en un convento, por lo que me he desplazado hasta allí y la he traído a mis tierras para ofrecerla como moneda de cambio. Si deseáis volver a verla con vida, tan solo debéis soltar a mi hermano y cuando este llegue a mis tierras, os devolveré a vuestra hija sana y salva.
Si pensáis que os estoy mintiendo, mirad en el interior del sobre. Ahí os envío un mechón del cabello de vuestrahijaSakura.Esperoqueestavezospenséismejorlaliberacióndemihermanoytodoestoacabesin lasangredevuestrahijadepormedio;seríaunapenaquesusangreregaralastierrasdelosUchiha, o tal vez me plantee entregársela a mis hombres para que disfruten de ella...
Itachi Uchiha.
Le había costado mucho encontrar las palabras exactas para escribir la misiva y a medida que la pluma dibujaba en el papel la última frase, sintió cómo su estómago se revolvía de puro asco. Nunca había aceptado la violación entre sus hombres, pero había tenido que poner en duda el destino de la joven para presionar a su padre.
Itachi lanzó un suspiro y miró su mano derecha con disimulo. Aún no sabía por qué lo había hecho, pero cuando metió en el sobre el cabello de Sakura tuvo la tentación de quedarse con la mitad del mechón. Y así había sido. Lo tomó entre sus manos y lo guardó en su chaqueta, y ahora sentía el tacto bajo su piel.
Un escalofrío le recorrió la espalda al sentir el deseo irrefrenable de llevarlo a su nariz para inspirar su aroma, pero al no estar solo no podía hacerlo, pues llamaría la atención de sus hombres. Sus pasos lo habían llevado a la muralla, concretamente una de las almenas cerca del gran portón de salida. Desde allí podía disfrutar del silencio y la oscuridad de la noche para poder pensar con claridad. Pero le era altamente imposible, pues aquellos ojos azules se colaban en su mente, amenazando con volverlo loco.
Su mente vagó a Karin. Ella era la única mujer con la que últimamente había yacido y sin darse cuenta, comparó a ambas mujeres. La doncella era atractiva, encantadora, arrebatadora y extremadamente sensual y ducha en los artes amatorios. Sin embargo, Sakura poseía un aire dulce, sereno, educado, amable y valiente, cualidades que siempre había buscado en una mujer. Y en ese momento frunció el ceño.
¿Cualidades que buscaba? Él no buscaba nada. Su vida estaba bien así como estaba y pretendía que siguiera de la misma forma. ¿Cómo era posible que hubiera siquiera pensado en Sakura como algo diferente a lo que era, una prisionera? Itachi se sintió frustrado y furioso y soltó de golpe el aire contenido, llamando la atención de los guerreros más cercanos a él y que en ese momento se encontraban de guardia.
Al cabo de unos minutos, cuando ya pensaba marcharse a su dormitorio, Itachi vio un movimiento extraño entre sus hombres y miró hacia ellos. Vio a Konohamaru acercándose a Udon, que ya se había recuperado de sus heridas y había retomado sus quehaceres. Los vio hablar en tono bajo y en el rostro de Udon se formó una expresión de sorpresa que llamó poderosamente su atención. Lo vio asentir y este fue directamente hacia Itachi, que lo esperaba nervioso.
Udon carraspeó, incómodo, y se acercó más para hablarle en el oído.
—Mi señor, Konohamaru acaba de ver a la prisionera saliendo al patio trasero.
Itachi frunció el ceño y lo miró con el mismo gesto de sorpresa que había puesto el guerrero cuando se lo contó su compañero.
—¿Cómo dices?
—Al parecer lleva una ropa diferente, pero dice que es ella. La ha visto intentando acercarse al portón.
Itachi se giró levemente y miró de soslayo hacia el patio, intentando disimular y contrariado por no poder verla en la oscuridad.
—¿Dónde está ahora? —preguntó en apenas un susurro.
—A unos diez metros del portón, mi señor, tras las pacas de heno.
Itachi dirigió su mirada oscura hacia donde le indicó el guerrero y, efectivamente, vio un movimiento extraño tras el heno. Al instante, desvió la cabeza y volvió a mirar hacia Udon, simulando no haber visto nada.
—¿Actuamos, mi señor? —preguntó el guerrero.
Pero Itachi no respondió al instante. Estaba tan estupefacto por la locura y la valentía de aquella
muchacha que no podía pensar con rapidez para actuar. No obstante, se le ocurrió una idea y una sonrisa se dibujó en sus labios. Si ella quería escapar, él le daría juego...
—Abrid el portón y dejad que salga.
Udon lo miró como si se hubiera vuelto loco.
—¿Señor?
—Que se confíe. Quiero ver a dónde llega.
Itachi dio un paso atrás y se dirigió a los hombres.
—¡Abrid el portón para el cambio de guardia!
Los dos guerreros que se encargaban de las enormes y fuertes cuerdas que sujetaban el portón lo miraron con el ceño fruncido sin poder creer lo que escuchaban, pues no tenía sentido. Itachi los miró, se llevó una mano a los labios y asintió, dándoles a entender que estaba sucediendo algo que ellos desconocían.
Finalmente, haciendo caso a su orden, tiraron con fuerza de las cuerdas y poco a poco levantaron el portón para después instalarse un ensordecedor silencio entre todos. Los guerreros se miraban entre sí sin comprender lo que sucedía mientras Itachi miraba de soslayo hacia el patio para ver cómo la sombra de la joven se movía de su escondite.
Sakura no podía creer su suerte. La enorme puerta que la separaba de su libertad se estaba abriendo frente a ella y hasta entonces, nadie la había descubierto. Había logrado burlar la seguridad de los guardias de la muralla hasta entonces y estaba segura de que podría hacerlo un poco más para salir de los muros del castillo.
Con nerviosismo, Sakura se colocó la capucha de la capa e intentó disimular, haciéndose pasar por alguien más del clan que salía de trabajar. Agachó su cabeza al pasar por la puerta y una sonrisa se dibujó en sus labios al ver que nadie la paraba para identificarla.
Cuando vio en la muralla a Itachi, pensó que iba a ser imposible salir de allí, pero le estaba resultando demasiado fácil, y le habría gustado darse la vuelta para burlarse del laird y de la seguridad de su castillo, pero se mantuvo firme y mirando al frente. Tomó el camino que llevaba hacia el pueblo tan solo para disimular y cuando por fin se hubo alejado demasiado y con la seguridad que le daba la oscuridad, Sakura se desvió hacia la arboleda cercana a la zona.
Desde su posición, Itachi dibujó una sonrisa al comprobar la desfachatez y el coraje con el que su prisionera intentaba escaparse delante de sus narices y, aunque en parte lo irritaba, le divertía enormemente.
El laird miró a sus hombres y los vio con la sorpresa dibujada en el rostro. Después se dirigió hacia las escaleras para bajar de las almenas y les dijo:
—Quedaos aquí. Yo me encargo.
Con disimulo, el guerrero tomó el mismo camino que la joven y la siguió a cierta distancia. Aunque era poca la luz que daba la luna, estaba acostumbrado a moverse por la noche en sus tierras y conocía todo como la palma de su mano, además de que sus ojos estaban acostumbrados a la oscuridad.
Desde la distancia la observó caminar deprisa, aunque sin correr, hacia la arboleda y contuvo el aliento. Aquella no era precisamente la zona más segura de los alrededores del castillo. Hacía unas semanas que varios cazadores habían colocado cepos para intentar cazar los lobos que más de una persona había denunciado ver, e Sakura se dirigía directamente hacia la zona de más peligro.
