Advertencia: Este es un What if, así que cambié un poquitito las cosas, incluyendo las edades, para acomodarlas mejor a mi conveniencia.

Disclaimer: Shingeki No Kyojin no me pertenece.


2.

No puedes cambiar a alguien sin destruir lo que fue.

.

Tres años después

-¿Lo trajiste contigo?- pregunta Eren, indignado, a su hermana, al ver el viejo pañuelo (cuyo origen conoce tan bien) que se le esconder en su bolsillo.

-Por supuesto que sí; es un tesoro- responde ella simplemente, ignorando completamente su tono reprobatorio.

-Eres ridícula- espeta con un bufido.

-Déjala en paz, Eren- interviene Armin, a un lado, para variar, mediando entre los otros dos-; tú trajiste la llave de tu padre y nadie hace un tema de ese tema, ¿o sí?

-Bien dicho, Armin- sonríe la chica, al ver el rubor del muchacho de ojos verdes que tiene al lado-. Sabía que por algo eras mi favorito.

Ya, basta de tonterías. Llegaremos tarde a la formación; sería una vergüenza que nos castigaran nada más empezar.

Los tres se apresuran a la explanada que será su campo de entrenamiento por los próximos tres años. Los cadetes comienzan a formarse en hileras por orden de llegada, ya que no pueden hacerlo por nombre: son demasiados y no se conocen.

Keith Shadis, el instructor encargado del entrenamiento de la Tropa N°104 a la que pertenecen se para delante y les grita y les insulta mientras se pasea entre ellos para intimidarlos con feas miradas. Todo es bastante esperable hasta que se para frente a una chica a la que pilla comiéndose una papa cocida en medio de la formación, y a los que están al lado les causa tanta gracia como les aterroriza la cara que pone el instructor cuando ella le ofrece la mitad. No saben bien si será por el descaro o porque el trozo es claramente únicamente un cuarto de papa.

La chica, Sasha, como todos aprenden esa mañana, trota por la explanada hasta que atardece (o car desmayada del cansancio y del hambre, lo que es sorprendente en sí mismo, ya que fueron varias horas), y sus compañeros le atienden con agua y pan.

A Mikasa le agrada Sasha y se hacen amigas casi de inmediato, lo que es raro, ya que en casa nunca tuvo otras amigas. Por otra parte, no le gusta Annie, porque ésta le dijo Bestia luego de haber vencido sin demasiada dificultad a Reiner, un chico tan alto y ancho como un ropero, en el entrenamiento de cuerpo a cuerpo.

Eren se ha enemistado al instante con Jean, porque el segundo le ha dicho al primero que querer salir de los muros es in suicidio, y el segundo le ha respondido a primero que, aparte de tener cara de caballo, es cobarde, y todo antes de que a Jean se le ocurriera piropear a Mikasa por su cabello y que a Eren le diera porque debe cortárselo, a pesar que ahora pasa sus manos por las puntas con más frecuencia que antes (si una cosa tiene o no que ver con la otra, es difícil saberlo, pero definitivamente no ayuda). Pero sí se empieza a llevar muy bien con Reiner y su amigo todavía más alto, Bertolt.

Armin, en cambio, se lleva bien con todos, como siempre.

Los días y los meses pasan demasiado rápidamente con el entrenamiento y las clases severas. No hay tiempo casi para extrañar el hogar, pero sí se cartean mucho con mamá y papá, y a veces reciben cosas, tales como gorros y bufandas tejidos por mamá para el invierno, unas cuantas pomadas para heridas y cortes, hechos por papá, o incluso pastelería casera, cuando soportaban el viaje. Cosas como ésa hacían que la espera por visita que tenían permitido hacer a casa dos veces al año fuera menos larga.

Cada uno encuentra algo en lo que destaca; Armin brilla en las clases teóricas y talleres de estrategia, Eren se esfuerza para ser el mejor, pero puede tomárselo con calma en las actividades de supervivencia, y Mikasa, si bien es felicitada y tiene la mejor marca en la simulación con titanes, es en las sesiones de pelea antipersonas que reúne a sus compañeros gritando su nombre. Sin embargo, los tres disfrutan mucho el entrenamiento con el equipo multiaxial.

La sensación del viento golpeándoles la cara, de volar más alto y más rápido que las aves, de poder salir con ellos a ver lo que hay afuera… les llena el corazón de codiciosa felicidad.

Volar es la experiencia liberadora que llena sus jornadas hasta que llega el día de la inspección.

Los diez mejores reclutas tienen derecho a elegir a qué rama del ejercito unirse una vez graduados, el resto no tiene más opción que irse a la Legión de Explicación, ya que siempre falta gente. Es por eso que los altos mandos de cada Cuerpo tienen el propósito de convencer a los reclutas de que la suya es la mejor, lo que en realidad no es tan difícil para la Policía Militar, encargados de mantener el orden público en la muralla interior, así que no exponen su vida en las afueras y son respetados por la población.

Son las Fuerzas de Guarnición y las Tropas de Supervivencia las que lo tienen más difícil. Los primeros, porque si bien se encargan del orden público en las Murallas Rose y María, tienen mala fama, por verse a muchos de ellos dedicados al ocio y a la bebida durante sus turnos. Hannes, uno de los soldados asentados en Shinganshina mientras eran niños, tenía la costumbre de pasearse con resaca para patrullar, hasta que tuvo que sacar a Armin y Eren del río luego de que ellos cayeran accidentalmente empujados por Mikasa. Definitivamente, lanzarse al río en estado de ebriedad fue motivación suficiente para tomar la decisión de que solo podía hacer bien su trabajo y ser un ejemplo positivo para los niños, sobrio, restringiendo el alcohol para sus días libres. El Cuerpo de Exploración es lo último que quiere cualquier cadete; tiene una altísima tasa de mortalidad y una escasísima, de éxito.

Salvo, claro, que alguien importante se fije en un cadete y crea que tiene el suficiente potencial como para hacerle una invitación especial para unirse a su rama. La esperanza de ser el primero en mucho tiempo y burlar el sino que les encadena a las afueras de las murallas es suficiente como para que los cadetes se esfuercen. Ése es el objetivo. Sin embargo, eso no ocurre jamás, por supuesto, pero lo que los cadetes no saben, no les hace daño.

Eso ocurre una vez al año, hasta el día de su graduación.

Para esas alturas, Mikasa Ackerman es, lejos, la mejor cadete. Shadis expone maravillas de ella en el informe que debe hacer para los comandantes del ejército: una recluta sin precedentes, una experta en todas las áreas y, probablemente, la mejor desde que se inventaron los equipos de maniobras multidimensionales.


Levi Ackerman sonríe ante la pila de informes de los reclutas que tiene sobre el escritorio. La mayoría de los mocosos de esta generación son tan normales como cualquier otro, pero no puede evitar sorprenderse un poco por lo halagadores que son algunos de ellos, considerando lo estricto que es Shadis, como los de Arlert y Jeager.

El de Mikasa, por otro lado, es espectacular. Una parte de sí mismo está orgullosa de la soldado en la que se está convirtiendo. De no ser porque está real, realmente molesto.

Alguien probará el sabor de la suela de sus botas.


Eren estornuda nuevamente mientras camina en compañía de Mikasa y Armin hacia la explanada en donde comenzarán a ser evaluados por los altos rangos de cada rama del ejército.

-Salud, Eren- dice Armin-, no te estarás resfriando, ¿cierto?

-No, ha venido de la nada.

-Eso pasa cuando hay alguien hablando de ti- acota ella, al otro lado, como si fuera un hecho de la causa. Es algo que solía decir su madre, la primera.

-¿De dónde sacas eso?- responde. Como si fuera una brutalidad.

-¿Quién podría estar hablando de ti?- pregunta Armin en cambio, ignorando completamente a su amigo.

-Oh, no lo sé, Eren se lleva bien con todos aquí; no se me ocurre quién podría ser- vuelve a decir Miaksa, como al aire.

Amin ríe.

-¡Oigan!

Sin embargo, dejan de reírse casi de golpe cuando llegan a la formación, ahora sí por orden alfabético (ahora que sí se conocen y son menos, ya que un tercio de los cadetes desertó justo antes de cumplirse el año), y ver quién está de pie junto a un enorme soldado con toda la pinta de ser el comandante del Cuerpo de exploración.

Levi Ackerman los mira desde su lugar con una severidad amenazante, a tal punto que los tres, sin excepción, se encogen ante su escrutinio.

-Ya sabemos quien hablaba de ti, Eren- comienza tímidamente Armin, en un lamentable intento de distender el ambiente.

-Hasta aquí llegué, moriré, no conoceré el exterior- murmura Eren en una oración casi desesperada.

Mikasa guarda silencio. Por supuesto que está feliz de verle después de casi un año y medio, antes de enlistarse, pero nunca le dijo lo que pensaba hacer.

Por primera vez, teme ponerse frente a él.

La inspección empieza, una especie de saludo a la bandera, porque los mejores lugares ya están decididos y los demás no tienen otras opciones, pero de todas formas, sirve para ver cómo estará la cosa al día de la graduación, y para ver cómo reaccionarán los reclutas ante la presión.

A pesar de sus nerviosa, Mikasa destaca. Hace los ejercicios de pista a excelente velocidad, vence a sus oponentes con grácil facilidad en combate, y rompe su propio récord de titanes muertos en simulación.

Erwin silba ante la demostración de elegante destreza al blandir las espadas. Mira de soslayo a su capitán, con los brazos cruzados a su lado, con esa expresión en el rostro, que pone cuando huele a mierda.

-Es muy buena- comenta el superior, como si hablara del clima.

Levi calla, uno de sus dedos golpea rítmicamente contra su codo.

-¿Dónde la tenías?- vuelve a presionar Erwin, más por el alcance de nombre que porque sepa exactamente cuál es la relación entre ambos. Lo hará hasta que su amigo se decida a responder.

-¿Qué tipo de pregunta de mierda es esa, Cejón?- gruñe el más bajo, molesto por la insinuación. Erwin ríe para sus adentros; le causa gracia que Levi, malhablado y obsesivo-compulsivo, también se ofenda con tanta facilidad cuando hablan así de las mujeres-. Ella estaba aquí, entrenando para impresionarse, por supuesto.

-¿Por eso estás tan molesto?- insiste él, oliendo que hay algo más ahí de lo que Levi le está diciendo.

-¿Quién está molesto? Ella puede hacer con su vida lo que quiera, incluso salir a matar titanes como una fiera, para eso es que le salvé la vida, después de todo.

Erwin vuelve a reír, con una carcajada esta vez. Muy progre su discurso y todo, pero Levi se ve furioso.

-Lo que tú digas. Pero vas a tener que contarme esa historia.


-Al fin ha terminado- resuella Armin con cansancio, echándose en la mesa del comedor de reclutas.

-No puedo estar más de acuerdo- acepta Mikasa, sus hombros tensos aún a la altura de las orejas.

Eren no dice nada, está muy ocupado imaginando su propia muerte a manos de un ascendido Levi Ackerman.

-Pues yo creo que ha ido bien- acota Connie, a un lado, comiendo un trozo de pan como quien ha tenido un buen día.

-Sí, no ha sido tan malo- logra decir Sasha entre uno y otro bocado de estofado, hambrienta como siempre.

-¿Qué pasa con ustedes? Lo hicieron genial, sobre todo tú, Mikasa, ¿por qué parece que van afuera del muro sin equipo?- pregunta Jean, intentando picar a Eren para pelear con él, solo por distender el ambiente.

Si Eren iba a decir algo, nadie lo sabría: en ese instante, Keith Shadis aparece con un portazo en el comedor, recorre la estancia con esa mirada espeluznante, como en busca de la presa perfecta. Todos los presentes se encogen, en un intento de no ser elegido para lo que sea que esté pensando él, hasta que se detiene. La mi9tad de ellos respira con alivio al saber que no es para ellos, y la otra mitad, con horror a las pobras almas que sí lo son.

-Jeager, Arlert, Ackerman- vocifera el instructor, seco, sin hacer eco en las paredes de madera del comedor.

-¡Sí, señor!

Ellos primero se tensan y luego de ponen de pie como una vara. Sus compañeros de mesa les ven desfilar hacia su superior como va al patíbulo, sin saber si los volverán a ver.

Cruzan la puerta en la que aún está Shadis esperándoles, camina tras ellos y cierra con fuerza a sus espaldas. Al otro lado, en donde había reinado un silencio de cementerio, ahora se oye el rumor de las voces amortiguadas por la madera. Shadis camina frente a ellos, con su postura adusta y sus manos tras la espalda, tal como los otros días de su vida.

-Me hubiera gustado saber de antemano que conocían al capitán Ackerman, cadetes- comienza a comentar él con voz severa, a pesar de que en su tono está la intención de sonar jovial. Quizás simplemente no pueda evitarlo-. Supongo que debí haberlo sabido, ya que tienen el mismo apellido continúa refiriéndose claramente a la única chica presente.

-No era un secreto, señora, pero tampoco creímos que fuera prudente- responde Armin, más por no dejar a su superior hablando solo, que por que él mismo quisiera tener esa conversación.

-Eso habla bien de ustedes, cadetes- termina él, luego de un instante de silencio.

-Gracias, señor.

El resto del camino es casi tan malo como la primera mitad. Que Shadis no quisiera asustarlos solo significa que no sabe lo que les espera, y eso, ciertamente, los asusta más.

Una vez que atraviesan el sendero que separa el comedor de las oficinas administrativas 8que jamás, de todas las veces que lo han transitado, les ha parecido tan largo), tienen tiempo para respirar profundo una vez más antes de travesar la puerta que les separa del ahora-capitán Ackerman, el infame soldado más fuerte de la humanidad.

-Lo hicieron bien hoy, cadetes; siéntanse orgullosos- dice Shadis como última cosa antes de despedirse y abrir la puerta para dejarles entrar.

Ellos tragan pesado.

Para su sorpresa, dentro de la oficina están el comandante del Cuerpo de Exploración junto al capitán, lo que les alivia un montón, sobre todo a Eren, ya que el soldado no asesinará a cadetes frente a su superior.

-Buenas tardes, cadetes- saluda amablemente el enorme soldado, contrastando graciosamente con el ceño fruncido del soldado a su costado.

-¡Buenas tardes, comandante!- saludan a coro, cuadrándose.

-Descansen.

Ellos obedecen y relajan su postura.

-Están aquí, cadetes, porque Shadis me ha revelado que todos están interesados en unirse a la Legión de Supervivencia, ¿es eso cierto?

-Así es, comandante- responde Eren, seguro.

-Me parece fantástico, ya que los tres tienen buenos informes de progreso, sumado a que su desempeño el día de hoy ha sido satisfactorio- sonríe con los papales entre sus grandes manos-; especialmente la cadete Ackerman. Mikasa mira su expediente y luego a ella , si tus antecedentes están en lo correcto, podrías elegir cualquier rama que tú desees. ¿Estás segura que deseas perseverar en unirse al Cuerpo de Exploración?

-Sí, comandante- responde ella con seguridad.

-Excelente. Sigan así: la Legión es afortunada de contar con futuros reclutas como ustedes.

-Gracias, comandante- responden los tres a coro.

-Ahora, desde un punto de vista más doméstico- el comandante distiende el tono de voz, sonando más jovial-, el capitán Ackerman aquí presente, me explicaba porqué tienen el mismo apellido, así que ahora sé que lo conocen desde hace tiempo.

Antes de que cualquiera de los cadetes pudiera responder, el capitán interviene:

-Eso no es de tu incumbencia, Erwin- gruñe él, arrugando la nariz en un gesto tan atractivo como arisco.

Mikasa le mira, expectante de lo que le dirá. Se ve mayor, por supuesto, que la última vez que le dio, cuando había superado recién los veinte años, según sus cálculos. Se ve más bajo de lo que creyó que era, pero no sabe si es porque ella es ahora bastante alta para su edad o porque, junto al comandante Erwin cualquiera se ve del tamaño de una muñeca de trapo.

Por alguna razón, su ansiedad disminuye.

-No seas así, Levi, estoy seguro que hay cosas que quieres decirles a estos niños- sonríe al superior, ignorando el humor de perros del otro, y el hecho de que tampoco es apropiado tratar de niños a personas que se están preparando para no-morir en acción-: los dejaré a solas para que puedan hablar.

Eren palidece de golpe, Armin quiere pedirle por favor no se vaya, y Mikasa únicamente mira a su salvador como queriendo leerle el pensamiento. No obstante, Erwin se ha ido, ya sea porque no ve las expresiones de pánico de los cadetes o porque no cree que Levi les haga algo. O porque no le importa. La cosa es que les deja.

Y la habitación se vuelve a ensordecer dolorosamente silenciosa.

Los adolescentes le miran como a un titán que va a comérselos, mientras que él lo hace como si fuera un titán que está pensando seriamente si comérselos o no, porque quiere, pero sabe que luego le dará indigestión.

El ambiente es denso, casi irrespirable.

Hasta que el capitán habla, y el ambiente se relaja.

-Ciertamente, mocosos- comienza con esa voz rasposa y dura que ellos conocen desde que eran tan solo unos niños-, no sé si patearlos a todos por estúpidos o felicitarlos por salirse con la suya.

De alguna forma, lo hace sonar como si fuera una travesura bien lograda.

-¿No se les ocurrió decirme qué es lo que pensaban hacer, acaso?- rezonga, todavía con los brazos cruzados.

No saben bien cómo responder a eso; cuando eran más niños, ni Armin ni Eren escondieron jamás el hecho de que querían unirse a los exploradores cuando cumplieran la edad mínima reglamentaria. Más bien, era Mikasa quien solo les dijo a última hora a su familia, pero jamás al entonces sargento. De alguna manera, Levi está teniendo la delicadeza de interpelarlos a todos en nombre de ella.

Distinto sería si estuvieran solos.

-Lo siento- murmura Mikasa con cuidado.

-Sí, nuestras disculpas, capitán- completa Armin, en un intento por armar un frente unido, que cualquiera que sea el castigo, lo asumirán los tres.

Por más que Eren apenas pueda consigo mismo en este momento.

Esto, por alguna razón, parece causarle gracia al capitán, porque éste resopla y hace una mueca que quizás es una sonrisa.

-Esfuércense, mocosos; lo están haciendo bien. Cuídense el uno al otro: son todo lo que tienen- hace una pausa-. Tú- mira a Eren, quien se envara-, hoy me siento dadivoso: vivirás otro día- mira a Armin y asiente-. Sigue así: llegarás lejos , se detiene en Mikasa-. Y tú: esto no ha terminado. Ya hablaremos.

Mikasa asiente, como si acabara de aceptar un castigo.

-Pueden retirarse, mocosos- anuncia él, tan informal como le han conocido siempre.

-Con su permiso- susurra uno de los tres, y salen.

Cuando la puerta se cierra a sus espaldas, con un suave clack, nadie dice nada. Caminan hacia el campo abierto, lejos del comedor, los dormitorios y las oficinas. En medio de la explanada de la pista, se detienen y se dejan caer.

Armin se desploma, sus rodillas ya no son capaces de sostenerlo, ha sido demasiada adrenalina para él. Eren se arrodilla con los hombros para atrás, todavía sin creer que ha burlado a una muerte segura a manos de Levi Ackerman. Mikasa permanece de pie, pero apoya sus manos en sus rodillas, sus hombros aún pegados a sus orejas.

-Creí que iba a morir- susurra Eren.

-Todos creímos que lo harías- acota Armin, desde el suelo.

Eren ni siquiera tiene fuerzas para protestar por la falta de fe de su mejor amigo.

Ambos miran de reojo a su tercer tercio, a sabiendas de que, en palabras del propio Levi, no ha terminado aún para ella. Están a la espera que de haga algo, que reaccione, que llore, suspire o sonría. Pero todavía nada.

Hasta que la oyen inspirar hondo por la nariz, tan profundo, que ven su espalda inflarse. Y luego exhalar ruidosamente.

Una pequeña catarsis.

-Eso no salió tan mal, ¿o sí?- dice después de erguirse y mirar a sus amigos.

Los otros dos la miran como si estuviera loca porque, honestamente, fue horrible. Y luego se largan a reír porque siguen vivos al final.


-¿Tienes algo que decir en tu defensa?- pregunta Levi, con los brazos en jara, lo que le da un aspecto similar a una mamá gallina.

Mikasa cree que tiene deseos de reír ante la idea, pero sabe que no es una buena idea.

-No- responde ella con simpleza-. Ya tuve esta discusión con mamá Carla hace tiempo y no fue bien. No tenía ganas de repetirla. Muchas menos contigo.

Levi bufa, como si le causara gracia lo que la chic acaba de decir. Su forma de responder es completamente una falta de respeto a un superior, digna de ser castigado; limpiar las letrinas sería poco. Pero no lo hará; ella no es un subordinado y él no es capitán de escuadrón. Son solo un hombre frente a la chica a la que salvó hace cuatro años.

-Mocosa ingrata malagradecida- protesta él, ignorando deliberadamente el hecho de que hay un pleonasmo* gigante en el apelativo-. No es como si me debieras explicaciones; y salvé tu vida tanto como tú salvaste la mía esa noche, así que puedes hacer con ella lo que tú quieras, ¿comprendes?

El gesto le parece tremendamente condescendiente, levantando la ceja, con ese tono como si le hablara a un niño; ella hace tiempo que dejó de ser una niña. Pero al mismo tiempo, lo agradece. Agradece que no la trate como a un ser sin voluntad, que haber salvado su vida no signifique que ahora es su acreedor, que puede entregársela a la persona o a la causa que quiera.

-Gracias- atina únicamente a decir, conmovida. La pica la garganta.

-No tienes nada que agradecerme, mocosa- suspira él, cansado. Lidiar con tontos adolescentes llorones no es lo suyo-. Lo que sí: debiste haberme dicho algo. Demonios, con un aviso habría bastado- se tapa la frente con una mano, con profundo estrés de solo pensarlo-. Llegué a Shinganshina y no estabas, ninguno de ustedes, mocosos descarriados, que se habían enlistado. ¿Tienes idea de cuántas Tropas de cadetes hay este año? ¿Cuántos se enlistaron? Pensé que te había perdido.

Mikasa le mira desde su sitio, a escaso medio metro de él. Se siente culpable, no pensó que esconder de él sus intensiones le iba a afectar de esa manera.

-No me perderás- asegura vacilante.

-¿No?- Levi saca su frente de su mano, mirándola con esos intimidantes ojos azul oscuro, como si quisiera decirle sin palabras lo que ella no entiende-. Mikasa, estuve buscándote seis meses antes de enterarme que estabas aquí. Al graduarte irás tras los muros a arriesgar tu vida contra unos monstruos sobre los que solo sabemos que comen gente porque sí, ¿y me dices que no te perderé?

Él deja la frase en el aire, y hasta ella puede identificar que se trata de una pregunta más bien retórica. Al menos tiene la decencia de parecer arrepentida.

-Lo siento.

-No hagas eso- le corta, cansado. Le lleva ambas manos a los hombros y aprieta-. No me debes nada, ni siquiera disculpas. Pero si aún quieres pagarme por lo que pasó esa noche, entonces cuídate. Puede que tú tengas a Jeager y a Arlert, y que ahora tengas más amiguitos que pululen a tu alrededor, pero yo solo te tengo a ti.

Todo, la intensidad de su mirada, el peso de sus palabras, el calor de sus palmas sobra sus hombros, le hace tartamudear. Quiere decir que sí, que no se preocupe, que estará bien, pero ella ya lo ha perdido todo antes por mucho menos que un titán, también juntó sus manos y rezó porque él volviera sano y salvo cada vez que le vio salir por las puertas del Distrito. También temió perderlo a él. Y que mentiría si no admitiera, al menos a sí misma, que sí se enlistó porque admira a este hombre.

Todo eso y más le entra como una avulsión a la cabeza, pero es incapaz de decirlo.

Levi lo hace innecesario, no obstante.

-¿Lo prometes?

-Lo prometo.

Él sonríe entonces, de pronto, liberando todo el pego del mundo conocido de encima de sus hombros.

-Ésa es mi chica.

Levi descansa su frente contra la de ella y sonríe.

Mikasa sonríe también, tímida y contenta por el apelativo. Levi, porque en ese instante es solo un hombre, se ve acogedor y jovial, mientras que ella, que es solo una chica, se siente apreciada y femenina.

Es una escena sobria, casi íntima, en que el contenido de sus palabras se pierde entre el rumor de sus voces, respiraciones agitadas y sílabas tónicas*. Una conversación privada que se habría mantenido así, de no ser por el testigo no bienvenido que les ve de lejos por casualidad y que se queda por malicia.

Y que sabe perfectamente qué hacer con la información que acaba de encontrar.


Eren jamás se preocupó por cómo le mira la gente, más bien, está acostumbrado a ello, ya que se hizo la fama de ser el niño excéntrico del pueblo, al querer abandonar la seguridad que brindan los muros para ve qué hay detrás de ellos (aparte de titanes, claro). Pero debe admitir que, estando lejos del Distrito, fuera de la vista del Muro Sina, eso disminuyó. Ahora, al sentir las miradas y murmullos de sus compañeros a su alrededor, siente que se malacostumbró a la paz y la quietud de ser uno más del montón, en lugar de resaltar como un dedo afiebrado.

A su lado, puede decir que Armin piensa lo mismo. Salvo por una diferencia: ahora hablan de Mikasa. La gente allá en Shinganshina solía hablar mucho de esa pobre niña que ahora vive con los Jeager, ¿supiste? Al parecer, asesinaron a sus padres y luego fue secuestrada… pero luego la novedad pasó y solo la veían junto a su raro grupo de amigos.

Es raro saberla nuevamente el centro de las habladurías, salvo por el hecho de que no saben exactamente porqué.

Cuando entran al comedor para el desayuno, Sasha, Connie, Jean y Marco, sentados todos juntos, les miran tal como les vieron salir tras Shadis. El trio de Shinganshina se sienta en los lugares desocupados y el resto, luego de pegarles una última mirada exploratoria, vuelve a sus platos de comida.

-Me alegra saber que siguen vivos- comenta Connie, tras un sorbo de café ; pensamos que ya no les veríamos más.

-Sí, nosotros también- responde Armin con una sonrisa incómoda, tanto por el tenso ambiente de esa mañana, como por el recuerdo de la tarde anterior.

-¿Qué fue todo eso? Cuando volvieron no era tan tarde, pero fueron a dormir de inmediato- comenta Marco, amable como siempre.

-¿De verdad? Mikasa volvió cuando ya era de noche, ¿qué hacías?- pregunta Sasha, inocente, pero ansiosa de saber el paradero de su amiga.

Ella no contesta, no obstante, o más bien, no alcanza a hacerlo, sino que es Annie quien lo hace por ella, de pie junto a la mesa.

-Coqueteando con el capitán Ackerman, por supuesto- dice Annie Leronhart con voz grave, llena de saña-. ¿No era eso lo que hacías anoche, Mikasa, detrás de las oficinas? Yo tenía entendido que las mujeres que follan con familiares tienen niños con cola de cerdo, ¿o es acaso un alcance de nombre? Apuesto a que ni siquiera importa; serán lindas, pequeñas y rosadas bestias, como su madre…

Los ocupantes de la mesa miran a la chica rubia con los ojos bien abiertos. Todos conscientes de los rumores que llenan las paredes desde que amaneció, pero de ahí a hacerse eco y, peor aún, meterse con Mikasa en frente de todos, es otra cosa.

-Annie- Reiner, junto a ella, intenta detenerla. La mirada glacial de los ojos azules de la chica le hace callar a él, en cambio. La enorme diferencia de alturas entre uno y otro, y la tensión que se genera entre ambos es casi tragicómica.

-¿Qué, Reiner?- le torea ella, sin amilanarse-, ¿crees que si te poner de su lado ella te preferirá a ti por sobre el capitán?

Reiner, grande, fuerte y confiable, se ruboriza ante las palabras, incapaz de negarlo, y completamente avergonzado de haber sido dejado ene videncia, sea o no verdad. Lo que ninguno de los presentes cree en absoluto, de hecho, ya que, aparte de que, desde que lo venció totalmente en su primera semana de entrenamiento, lo que hace que Reiner le agarrara un respeto casi reverencial, todos saben que bien podría estar enamorado de Krista (al igual que la mitad de los cadetes que quedan, para total disgusto de Ymir, quien también es una de ellos).

Eso no evita que el ambiente se vuelva más tenso, si es posible. Resulta increíble lo lejos que es capaz Annie por molestar a Mikasa, con quien entablaron una relación de desprecio y rivalidad mutua desde el mismo instante en que la segunda venció a Reiner, y la primera la llamó Bestia por, quién sabe, quizás de pura pica o por intentar defender el honor herido de uno de sus amigos de la infancia.

Pero, según parece, con el tiempo, no hizo más que volverse personal, a pesar de la dignidad del amigo por el que empezó todo esto.

¿Será que por eso sigues siendo la mejor evaluada? Quizás todas deberíamos follarnos a un superior, a ver si así obtenemos un trato especial.

-Es suficiente, Annie- interviene Armin, poniendo ambas palmas sobre la mesa y poniéndose de pie. El gesto sorprende tanto a Mikasa como a Eren, los dos conscientes del hecho de que el rubio siente debilidad por la otra. Por alguna. Extraña. Razón.

Pero Armin siempre estará de su lado, no importa lo que suceda. Únicamente eso basta para que Mikasa quisiera quitarlo de en medio: ella también se pone de pie y usa toda su altura para desafiar a Annie, muchísimo más baja.

-¿De verdad crees que es por eso que soy la Número Uno? Si eso es lo que te dices a ti misma para poder dormir bien, pues bien por mí. Te haría bien follar, también, porqué no. Seguro te hace bien- un jadeo se oye a un lado, pero ninguna de las dos sabe reconocer quién es, tampoco es que les importe-. A menos que realmente quieras saber cuál de las dos es mejor- dice, dejando el desafío sobre la mesa. Se produce un silencio en que nadie dice nada, esperando a que Annie acepte (porque nadie cree que la rechazará, ¿o sí?). Sin embargo, cuando la rubia de verdad no dice nada, Mikasa sonríe de medio lado-. Eso pensé. Ahora- vuelve a sentarse-, si ya acabaste, no hemos terminado de desayunar.

Y mientras Mikasa se lleva la taza a los labios, ante la mirada impresionada del resto de la Tropa de reclutas N°104, Annie enrojece de ira, sin palabras.

-Vamos, Annie- Bertolt pone una mano en la espalda de su amiga, imponiendo su poco impresionante presencia a pesar de superar el metro noventa de altura, para evitar que alguien pretenda hacer leña del árbol caído que es Annie en ese momento y llevársela de ahí.

Cuando la multitud se da cuenta que el espectáculo ha terminado, comienza a dispersarse, dejando a los ocupantes originales de la mesa con la boca abierta de la sorpresa. No solo porque pensaron que aquello iba a terminar a las manos (y nadie ahí iba a ser capaz de separarlas, en honor a la verdad), sino porque, además de no haberse agarrado a golpes, la contundencia de sus palabras dejo a Mikasa como la absoluta vencedora de ese encuentro.

Mientras terminan de comer y se dirigen al campo de entrenamiento, algunos de ellos advierten que ella nunca negó las acusaciones de Annie. ¿Significa eso, entonces, que ella sí tiene algo con el capitán Ackerman, el infame soldado más fuerte de la humanidad, aparte del mismo apellido?

Quién sabe. No es que ninguno de ellos se atreviera a preguntar.

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* El pleaonasmo es una clase de figura retórica. Ésta consiste en el uso de términos que refuercen lo dicho en una oración o expresión, pero que no añaden información valiosa, ya que sin ellos la frase se entendería de la misma forma.

*La sílaba tónica es aquella que recibe la mayor acentuación en relación con las demás sílabas dentro de una palabra, es decir, es la que se pronuncia con más fuerza.

¡Uf, este capítulo me quedó un pelito más largo, pero se sintió bien! Espero que les haya gustado.