Nota de la traductora: Gracias a sus comentarios es que este capítulo llega un día después del capítulo anterior.


.

Capítulo 19 El arrogante residente de primer año

.

Carlisle Cullen

.

—En 1992, yo era residente de primer año en el Hospital General de Forks: joven, ambicioso... y quizás un poco arrogante, como suelen ser algunos médicos. Después de haberme graduado el año anterior como el mejor de mi clase, estaba convencido de que mi destino era salvar el mundo, un paciente a la vez.

»Por lo tanto, estaba más que un poco frustrado por las limitaciones impuestas a los médicos residentes debido a nuestra inexperiencia. Como dije, me gradué como el mejor de mi clase y fui lo suficientemente arrogante como para creer que, a diferencia de otros médicos nuevos, la inexperiencia no era un término que se aplicara a mí. Estaba listo para conquistar el mundo.

»Desafortunadamente, aunque luego llegué a verlo como una suerte, a mitad de mi primer año de residencia, me pusieron en rotación en la Sala de Emergencias. Ahora, como saben, en Forks no somos conocidos por emergencias de vida o muerte. Sin embargo, supongo que ya tengo edad suficiente para admitir (y sentirme avergonzado al admitirlo) que anhelaba una emergencia de vida o muerte para caminar, arrastrarme o incluso que me llevaran a través de esas puertas dobles de cristal que conducen a la entrada del área de Emergencias de paredes blancas. En cambio, día tras día, lo único que teníamos eran madereros con los dedos de los pies congelados, la hija del jefe de policía, que parecía resbalar en el hielo cada maldita semana o amas de casa cortándose los dedos mientras preparaban la cena. Era muy aburrido.

»Una tarde típicamente tranquila, unos ocho meses después de mi residencia, estaba de guardia con el doctor Bowman como asistente.

»¿Lo recuerdas, Bella? No. No, no pensé que lo harías. Se jubiló y se mudó a Florida cuando tenías unos seis años. No importa. Él no es crucial para esta historia.

»Como dije, era una tarde típicamente tranquila de primavera. Los pasillos del hospital estaban vacíos. Todas las habitaciones, a excepción de una, estaban vacías, y esa habitación estaba ocupada por un camionero que había estado conduciendo por la ciudad y perdió el control de su camión debido a la fuerte lluvia. El doctor Bowman y yo solo tardamos un par de minutos en administrarle los cuatro puntos necesarios en el antebrazo. Después, el buen doctor, que en ese momento ya rondaba los setenta años, desapareció en una de las muchas habitaciones desocupadas para tomar su siesta al final de la tarde. Las dos enfermeras de turno estaban en su puesto hablando y chismorreando entre ellas. Y comencé a vagar por los pasillos, silbando para mis adentros mientras entrelazaba mis manos ansiosas y desocupadas detrás de mi espalda.

»Fue entonces cuando entraron tu mamá y tú.

»Sé que nunca te lo dije, pero eras una criatura. Escúchame. ¡Bella Cullen, deja de hablar y escúchame! Cuando tu mamá y yo nos casamos, pensé que nada de eso importaba. ¿Por qué? ¡Porque te amaba como si fueras mía! Por eso, y por todo lo que pasó después, tomé la decisión de no... sí, sí, tienes razón. Estoy dando un salto adelante.

»Así que volvamos a aquel día lejano. Tu mamá y tú entraron, y… ella era tan hermosa, Bella, pero parecía perdida y asustada. Te llevaba en brazos mientras corría por el pasillo vacío.

»—¿Hola? ¡Hola, necesito un médico!, gritó ella.

Me acerqué rápidamente.

»—¿Puedo ayudarla? Soy el doctor Cullen.

»A pesar de que Forks era un pueblo pequeño, ella simplemente me parecía vagamente familiar. Tu mamá, que sólo tenía veinte años, era casi diez años menor que yo ese día que apareció en el hospital. Es más, ella se mantenía reservada y yo... bueno, estaba demasiado ocupado con mi residencia como para tener una gran vida social.

»Tragó nerviosamente y te miró mientras tú gemías silenciosamente en sus brazos. Sosteniendo cuidadosamente tu codo izquierdo y, por la forma en que descansaba, me di cuenta de que tu brazo era el problema. Te susurró palabras suaves y tranquilizadoras antes de respirar profundamente y mirarme a los ojos.

»—Mi hija se cayó del sofá y creo que pudo haber... —tragó de nuevo—, me temo que se haya roto el brazo.

»Gemiste una vez más, haciendo pucheros con tus pequeños labios y luciendo tan triste que me dolió el corazón por ti, a pesar de que no eras la primera niña a la que atendía en la sala de emergencias.

»—Venga conmigo —dije en voz baja, sin querer asustarlas más a ninguna de las dos. Puse mi mano ligeramente sobre el brazo de tu mamá y las conduje hacia uno de los cubículos vacíos. Mientras caminábamos, bajé la cabeza a la altura de tus ojos y sonreí.

»—Está bien, cariño. Todo estará bien. Llamaré al Dr. Bowman y tomaremos algunas fotografías de tu brazo, y si se ve un poco raro. —Hice una mueca para acompañar la palabra, tratando de hacerte sonreír y, con suerte, olvidar tu dolor por un ratito—. Lo envolveremos bien hasta que mejore.

»Sonreíste, aunque no estaba seguro de cuánto de lo que dije habías entendido realmente debido a lo joven que eras. Pero tu mamá de repente dejó de caminar.

»—Doctor, Bella es muy tímida. —Fruncí el ceño ante esta declaración y te miré de nuevo. Tu sonrisa sólo se hizo más amplia. Con un resoplido desconcertado, volví a mirar a tu madre y me sorprendí cuando vi su labio inferior temblar. Su siguiente petición fue expresada en un susurro—. ¿Sería posible que sólo usted pudiera cuidar de ella?

»Negué con la cabeza.

»—Lo lamento. Verá, soy médico residente y, a pesar de que soy completamente capaz de atenderla yo mismo, las normas del hospital prohíben a los residentes atender a pacientes sin un médico tratante presente. Pero, por favor, no se preocupe —agregué tranquilizadoramente—, una vez que la registremos con las enfermeras en la estación de clasificación, iré a buscar al Dr. Bowman y nos encargaremos de...

»—¡No! —respiró apresuradamente y sus ojos entraron en pánico—. No, no puedo tener demasiadas… mire, le pagaré en efectivo, no importa cuánto cueste. Si no tengo suficiente encima, le daré toda mi información de contacto para que...

»Admito que, en este punto, tenía algunos pensamientos locos corriendo por mi cabeza: teorías sobre que tú eras una niña secuestrada que estaba siendo buscada mediante carteles en algún lugar o que tu madre era el tipo físicamente abusivo que le había roto el brazo a su propia hija y tenía miedo de que los Servicios Infantiles intervinieran. Por supuesto, ninguna de mis teorías se acercaba a lo que resultó ser la verdad. Pero como ya he admitido, yo era un médico arrogante y sabelotodo.

»Sin embargo, mientras las examinaba a ambas más cuidadosamente, noté las semejanzas físicas entre las dos. Junto con la teoría del secuestro, mi teoría del abuso físico también se fue por la ventana debido a cómo te aferrabas a tu madre con tanto amor y confianza y cómo ella te abrazaba como si fueras lo más importante en su mundo. Por supuesto, había otras posibilidades que podría haber considerado, pero el hecho era que estábamos en un hospital y tú necesitabas atención inmediata.

»—¿Lo siento, señora…?

»—Solamente Renée, por favor.

»—Renée, el protocolo del hospital exige que un residente...

»—Doctor Cullen, por favor —suplicó abiertamente—, haré lo que sea. Por favor, no involucre a nadie más.

»En ese momento, tus lamentos se hicieron más fuertes, pero no demasiado. Siempre has sido valiente, pero era evidente que te sentías incómoda y eso empezaba a hacer que me doliera el pecho. También había que considerar el miedo en los ojos de tu madre, un miedo más allá de un brazo roto. Así que hice lo que sabía que iba en contra del protocolo del hospital: lo que sabía que me metería en serios problemas con la administración si alguna vez se descubría.

»—Está bien, Renée —admití en un susurro nervioso mientras miraba a mi alrededor para asegurarme de que no hubiera testigos de lo que estaba a punto de hacer y decir—. Primero llevémosla a esta habitación para una radiografía rápida y luego... veremos a dónde vamos a partir de ahí.

»—Gracias, doctor —tu madre exhaló en voz baja.

»Recuerdo lo buena chica que fuiste durante las radiografías. Mientras te ponía el pesado chaleco, te pregunté tu edad y levantaste dos dedos de la mano del brazo que no estaba lesionado. Intenté convertir todo esto en un juego para distraerte, y de hecho sonreíste e incluso te reíste entre lamentos. Tu mamá esperó ansiosamente detrás de la puerta protectora de vidrio, y cuando terminamos, te levanté con cuidado y te puse de nuevo en sus brazos expectantes. Ante su gentil insistencia, me agradeciste con la voz más dulce que jamás había escuchado. Todavía puedo oírlo en mi mente.

»Después de leer rápidamente las radiografías, las llevé a tu mamá y a ti, al cubículo más alejado de la estación de enfermeras y te di un estetoscopio y algunos depresores de lengua para mantenerte ocupada. Luego fui rápidamente a ver al doctor Bowman, a quien confirmé con alivio todavía roncaba profundamente. Después de pasar por la estación de enfermeras y asegurarme de que todavía estaban bastante entretenidas con sus chismes y programas de televisión, regresé ansiosamente con ustedes. En ese momento, me puse a trabajar para cuidar tu fractura.

»Sí, Bella, estoy seguro de que estaba fracturado. Sí, sí, soy consciente de que era simplemente un residente, pero conocía mis radiografías entonces tan bien como las conozco ahora. ¡Bella! ¡ Tu brazo estaba fracturado! ¡Eso es indiscutible! Ahora por favor, permítanme continuar.

»Está bien. Ahora, nunca has sido del tipo de niña que se retuerce o llora. Es más, cuando comencé a arreglar tu brazo, te sentías bastante cómoda conmigo. Sonreíste e incluso te reíste de mis chistes cursis, que, mirando hacia atrás, probablemente se te pasaron por alto a tu tierna edad. Supongo que fueron las caras que hice las que te hicieron reír. De cualquier manera, me sorprendió el buen comportamiento de una niña para alguien tan joven.

»Y tu mamá… ella sonreía cada vez que tú sonreías, y cuando ella sonreía… No sé si lo recuerdas, Bella, pero cada vez que tu mamá sonreía, iluminaba toda la habitación.

»Cuando terminé, te di un golpecito en la nariz y me aseguré de felicitarte por lo buena paciente que habías sido. Luego, aclarándome la garganta, me volví hacia tu mamá.

»—Tendrá que usarlo durante al menos cuatro semanas. En ese momento, tendrás que traerla de regreso para que nuevamente revisarle el brazo. Si está curado, entonces podemos quitarle el yeso. De lo contrario, es posible que tenga que usarlo un poco más. ¿Tiene alguna pregunta hasta ahora?

»Tu mamá solamente me miró fijamente. Después de unos largos momentos, abrió la boca como si fuera a decir algo, pero luego la cerró rápidamente.

»—Gracias —respiró antes de tomarte rápidamente en sus brazos y salir corriendo de la habitación.

»—¡Espere! —siseé—. ¡Espere! —Con un par de zancadas largas, la alcancé en el pasillo.

»—¿Podría contarme qué está pasando?

»—No. —Su paso nunca flaqueó.

»—Todavía puedo llamar a Servicios Infantiles.

»Eso la hizo detenerse. Ella me miró con ojos tensos y defensivos. Mientras tanto, sonreíste y extendiste tu brazo sano para jugar con mi escarapela.

»Me incliné más cerca y susurré con los dientes apretados.

»—Mire, sé que no lastimó a su hija, pero obviamente algo está sucediendo y esa niña necesita regresar y que le vuelvan a examinar la fractura para asegurarse de que sane adecuadamente. También necesita que un médico le quite el yeso —dije con cuidado—. Si intenta quitártelo usted misma, corre el riesgo de lastimarla y sé que no quiere eso.

»Respiró hondo y cerró los ojos con fuerza. Vi un profundo debate en su expresión de agonía, como si estuviera luchando contra un demonio interior. Reabrió los ojos y miró con nostalgia hacia las puertas dobles a sólo unos metros de distancia, donde afuera, la lluvia azotaba el estacionamiento de concreto. Cuando extendí la mano y apoyé la palma en su antebrazo, ella saltó y sus ojos cautelosos se volvieron hacia mí.

»—Le daré mi número de teléfono celular y podrá llamarme directamente cuando esté lista para traerla de regreso. Cuidaré de ella tranquilamente, tal como lo hice hoy —agregué—. Puede confiar en mí.

»Tragó saliva y había tanta ansiedad en su mirada tensa que me hizo querer abrazarlas a ambas y mantenerlas allí permanentemente. Cuando ella asintió rápidamente, disimulé mi profundo suspiro de alivio sacando papel y lápiz.

»Después de anotar mi número de teléfono y algunas instrucciones más, nos paramos junto a las puertas dobles de vidrio. Esa fue la primera vez que te enseñé ese truco de magia que siempre te ha gustado, el de la moneda detrás de la oreja. ¿Lo recuerdas? Honestamente, simplemente estaba tratando de evitar que ambas se fueran. Pero echaste hacia atrás tu cabecita y reíste y reíste. Cuando moví mis ojos hacia las puertas de vidrio, me sorprendió ver que la lluvia había cesado repentinamente y algunos rayos de sol tardíos se asomaban entre las nubes.

»Tu mamá suspiró y sonrió suavemente.

»—Esa es nuestra señal para irnos.

»Y sin poder pensar en nada más que decir, les dije adiós a la dos mientras salían por las puertas.

»Menos de cuarenta y ocho horas después, tu mamá me llamó.

»—Doctor Cullen, creo que Bella está lista para que le quiten el yeso.

»—Eso es imposible. —Me reí entre dientes. Estaba junto al camión de comida del hospital, tomando un almuerzo rápido y podía oírte a través del teléfono. Sonabas como si estuvieras jugando bastante feliz—. Me alegra mucho saber que parece sentirse mejor, Renée, pero el yeso tendrá que permanecer colocado durante al menos cuatro semanas.

»—Doctor… —exhaló—, ¿puedo llevarla al hospital esta noche?

»Me aseguré de tragarme el trozo de perro caliente que tenía en la boca antes de responder. No sería bueno ahogarme con mi propia ansiedad antes de poder verlas nuevamente. Y aunque sabía que tu yeso no estaba listo para quitarse, si aceptar quitarte un yeso que simplemente tendría que reemplazar de inmediato llevaría a tu madre al hospital, entonces lo vi como un pequeño precio a pagar.

»—De acuerdo.

»Por el amor de Dios, Bella, estaba fracturado. ¡Escúchame! Guardé esas radiografías y, a lo largo de los años, las he reexaminado cientos de veces. Tu brazo. Estaba. ¡Fracturado! Luego, menos de cuarenta y ocho horas después… ya no lo estaba.

»Muy bien, Bella, respóndeme esto: ¿cuándo fue la última vez que te lastimaste? No, ¿por qué lo miras? Mírame y respóndeme. ¿Cuándo fue la última vez que estuviste enferma? ¿Cuándo has tenido gripe, virus estomacal o faringitis estreptocócica? Cuando eras pequeña y teníamos reuniones ocasionales en el hospital, los otros médicos bromeaban y me preguntaban qué brebaje mágico te daba para mantenerte tan saludable. Se reían y decían que, si todos los niños fueran tan sanos y saludables como tú, los médicos estaríamos fuera del negocio. Me reía con ellos. Bromeé y dije que descendías de una estirpe buena y dura. Pero mientras tanto, en mi cabeza rezaba para que nunca miraran demasiado de cerca. Sí, a veces te raspabas o te lastimabas al correr, pero ¿alguna vez te detuviste a notar lo rápido que sanaban esos rasguños y moretones? Por supuesto, no lo hiciste porque eras una niña. Pero yo sí los seguí en silencio, cada golpe, hematoma y rasguño que se curaba rápidamente.

»Bella, ¿por qué estás examinando tus brazos? ¿Qué estás buscando? ¿Te lastimaron? ¡Déjame... quédate atrás, asqueroso animal! ¡Es mi hija y tengo todo el derecho a examinarla! Bien, Bella, bien, pero entonces dile que se mantenga alejado mientras yo... está bien, está bien, simplemente continuaré.

»Después de eso, me convertí en el confidente de tu madre. ¿Cómo no podría hacerlo después de los secretos que compartimos? Entre turnos, pasé cada momento libre con ustedes. Comíamos juntos, íbamos al cine. Te llevábamos al parque y tu mamá me señalaba las nubes que flotaban cuando otro niño te empujaba o las flores que florecían cuando jugabas felizmente. Con el tiempo, comencé a notarlo todo por mi cuenta. Y con el tiempo, no sólo corrías a sus brazos cuando estabas cansada, sino que también corrías a los míos. No pasó mucho tiempo antes de que te considerara mi hija, antes de amarlas a ambas.

»Tu mamá y yo nos casamos rápidamente, sólo seis meses después de esa fatídica visita al hospital. Estaban tan solas en el mundo y yo estaba desesperado por mantenerlas a salvo a las dos. Verás, unas semanas después de que nos conocimos, nos sentamos en su pequeño apartamento en las afueras de la ciudad y ella me contó toda la historia. Dijo que me debía la oportunidad de alejarme antes de que profundizara demasiado. Pero la cuestión es que me enamoré intensamente en el momento en que ella entró en ese hospital contigo.

»Sí, sí, Bella. Por supuesto, te diré lo que ella me dijo. ¿A dónde crees que voy con todo esto? Además, no parece que tenga muchas opciones, no con estos... hombres parados a mi lado. Quizás una vez que conozcas toda la historia, verás cómo estos hombres de los que pareces estar rodeándote… son realmente monstruos.

»Bella, tu madre creció en un barrio de clase media al norte del estado de Nueva York. Durante su último año de secundaria, ella y una amiga se escabulleron, como suelen hacer los adolescentes, a una fiesta de fraternidad en Syracuse. Como también es común en muchos adolescentes, bebió demasiado. En retrospectiva, el hombre que conoció esa noche probablemente añadió algo extra a su copa. Ella y este hombre durmieron juntos y después, nunca volvió a verlo hasta unos pocos meses después. Verás, sus padres, tus abuelos, sufrieron un accidente automovilístico, el accidente que les quitó la vida. En el funeral, tu… padre apareció inesperadamente. Mientras estaba allí, le hizo una pregunta a tu madre.

»Sí. Sí tienes razón. Quería saber si la madre de Bella estaba embarazada. ¿Cómo adivinó eso? No me responderás, pero se espera que me siente aquí y... Muy bien, Bella. Está bien. Por ti continuaré.

»Algún instinto hizo que tu madre le mintiera. Ella se rio de su pregunta y le dijo que no, que no estaba embarazada. Al día siguiente, huyó del estado de Nueva York sin decir ni una palabra a nadie. Tomó una ruta indirecta hacia un pueblo pequeño y relativamente desconocido en el extremo opuesto del país: Forks, Washington. Dejando todo atrás, alquiló un pequeño apartamento en la ciudad, cambió su nombre y empezó a trabajar como bibliotecaria. Y a medida que avanzaba su embarazo, empezó a tener… sueños extraños.

»¿Qué tipo de sueños? Bueno, ya te dije que ella planeaba ponerte el nombre de Marie, como su madre, ¿verdad? Y ya te dije que fue un sueño lo que la hizo cambiar de opinión. Pero lo que nunca te dije, Bella, fue que tu madre me dijo que te vio en sus sueños. Ella vio una versión adulta de ti y en su sueño habló contigo y le dijiste que te llamabas Bella.

»Sí, Bella. Sí, estoy seguro. Es más, dijo que cuando naciste, te miró y supo sin lugar a dudas que eras la joven que había visto en sus sueños. Y ella supo...

»¿Qué más sabía ella? Ella sabía que eras especial, y no, no en la forma en que todos los padres creen que sus hijos son especiales, sino verdaderamente únicos.

»Por supuesto, al principio dudé, Bella. Las amaba a ambas, pero dudaba. Nunca dudé de que fueras una niña maravillosa, y nunca dudé de mi amor y devoción hacia ti y tu mamá, pero me creía un hombre racional, un fiel estudiante de la ciencia y la investigación. A veces… a veces, mientras yacía en la cama en la oscuridad, exhausto por un largo día en el hospital, miraba a tu mamá dormida a mi lado y me preguntaba si tal vez la muerte repentina de sus padres la había afectado o perturbado su mente. Me pregunté si había algún tipo de enfermedad mental en su pasado. Eso sí, no me importaba si lo había; Todavía la amaba con todo mi corazón. Pero tal vez, pensé, había alguna explicación médica aún sin descubrir sobre la rapidez con la que sanó tu fractura. Quizás simplemente tenías un sistema inmunológico extremadamente sano, razón por la cual nunca te enfermaste. Posiblemente, fue solo una coincidencia que las nubes aparecieran cuando estabas triste y las flores florecieran cuando estabas feliz. Pasé cada momento libre que tenía investigando y buscando una explicación lógica.

»De todos modos, apenas dieciocho meses después de nuestro matrimonio, tu mamá se enfermó. En ese momento, las nubes siempre flotaban, por mucho que tu madre y yo intentáramos animarte y protegerte de lo rápido que la enfermedad se estaba propagando por todo su cuerpo. Y a medida que empeoraba, los sueños de tu madre se hacían más vívidos. Se convirtieron en… visiones.

»Otra pregunta de los hombres que no me responden. ¿Ahora quieren saber por qué las llamo visiones?

»Porque solía despertarse en medio de la noche gritando en latín y luego me decía que acababa de estar en el antiguo Imperio romano. Otras veces, visitaba un castillo oscuro y veía a un hombre que, según ella, se parecía al hombre que te engendró, Bella, excepto que era obeso y vestía ropa medieval. Más de una vez, Bella, te vio en ese mismo castillo. Te vio con un chico mayor que creía que era tu hermano. Luego te vio como una mujer joven... una mujer joven enamorada de un caballero. Ella te vio en otra época que no podía entender ni describir claramente, y estabas sosteniendo la mano de un niño pequeño. Finalmente, en su lecho de muerte, vio...

»Dame un segundo, Bella. Sólo dame un segundo aquí. Nunca he dicho estas cosas en voz alta. Y … ¡deja de mirarme de esa manera! ¡Ella es mi hija, sin importar quién haya donado el esperma! Ella es mi hija, y mi esposa me advirtió que algo o alguien vendría por ella, ¡y protegeré a mi hija hasta mi último aliento!

»¡Muy bien, Bella! ¡Está bien! ¡Quizás después de que te cuente el resto, entenderás por qué no confío en él, por qué no confío en ninguno de estos hombres que te rodean! ¡Mira, no puedo decir exactamente lo que vio! Lo único que sé es que sus últimas palabras para mí fueron:

»—Él vendrá por ella y la encontrará. Protégela, Carlisle. Protégela de todos los monstruos que vienen por ella. Llévala a la cabaña en el bosque. Cuando llegue el momento, llévalos a todos a la cabaña en el bosque.

»Bella, ¿realmente no ves por qué nunca te dije nada de esto? Sólo tenías cuatro años cuando tu madre enfermó, así que no recuerdas esas últimas semanas. ¡Pensé que tu mamá estaba delirando! No tenía idea si ella sabía siquiera lo que estaba diciendo en esos momentos finales. Pero la amaba y, cuando murió, lamenté la pérdida de toda una vida. Sólo estuvimos juntos unos pocos años, pero en esos cortos años, ella se convirtió en mi vida. Después de su muerte, lo único que me mantuvo adelante... fuiste tú. Y me avergüenza admitir que, por un tiempo, en mi abatimiento, olvidé todas las advertencias de tu mamá, o debería decir, las relegué a las divagaciones de una mujer moribunda.

»Entonces, un día, miré y te habías convertido en la joven más hermosa que había visto en mi vida, incluso más hermosa que tu madre, y eso es mucho decir. De repente, todas sus advertencias volvieron a mí.

»Protégela.

»No hubo explicación científica para que tu brazo fracturado sanara en menos de 48 horas. Pasé años investigando posibles razones, pero simplemente no había una explicación racional. Tampoco había una explicación de cómo nunca has estado enferma por más de un par de horas aquí y allá, ni de cómo afectas el clima que te rodea. Y una vez que acepté todo eso y acepté que tu mamá nunca tuvo una ruptura con la realidad ni deliraba en su lecho de muerte… supe lo que tenía que hacer.

»Su último pedido fue que te protegiera, así que me lancé a ello con fervor. Te vigilé lo más de cerca posible. Supervisé a tus amigos. Escudriñé tus idas y venidas e hice lo mejor que pude para convencerte de que nunca abandonaras Forks, a pesar de la monotonía de la vida en una ciudad tan pequeña y las mejores ofertas de trabajo que estabas recibiendo en Seattle. Intenté mantenerte escondida en nuestro pequeño rincón del mundo, y supongo que lo único que logré fue alejarte. Cuando decidiste mudarte a Seattle, me enfurecí… porque estaba aterrorizado. Verás, tu mamá vio monstruos viniendo por ti, y ahora… ahora parece que te han encontrado.

*Bellaria*

—Sí, los monstruos me han encontrado, pero estos hombres aquí no son monstruos —dije temblorosamente mientras lágrimas silenciosas rodaban por mis mejillas. Mi… padre y yo nos sentamos uno al lado del otro en el solárium sobre los nuevos muebles que Edward, Emmett y Jasper compraron después del incidente. Edward se cernía detrás de mí, su mano reconfortante y protectoramente sobre mi hombro. Emmett y Jasper estaban centinelas a ambos lados de nosotros.

La mirada cautelosa de mi padre… Carlisle viajó desconfiadamente de un hombre a otro. A su vez, lo acogieron con la misma atención. Su mirada errante se posó en donde la mano posesiva de Edward se curvaba alrededor de mi hombro.

—Entonces, ¿qué son? —frunció el ceño—. ¡Obviamente no son hombres normales con sus ojos negros y rojos y su fuerza inhumana! Y ese intentó…

Me reí sin alegría. —Como acabamos de establecer, yo tampoco soy una mujer normal. Aparentemente nunca lo he sido. Son parte de mi mundo, papá. Mi mundo real. —Puse una mano encima de la de Edward—. Este hombre, Edward, es… mi vida, y yo soy la suya. Nos pertenecemos el uno al otro desde hace mucho, mucho tiempo. El hombre a su derecha es Emmett, mi hermano de una vida pasada, y el hombre a la izquierda de Edward es Jasper, mi amigo y probablemente la persona más brillante del mundo. Son vampiros inmortales, papá, y ahora son una parte permanente de mi vida. No son los monstruos que mamá vio venir. Esos monstruos son reales, pero estos hombres me protegen de ellos. Me están enseñando a protegerme porque hay una criatura inmortal que viene por mí y estará aquí en cuestión de semanas. Y te lo digo sin rodeos porque, después de todo lo que me acabas de decir, no veo que esto te sorprenda.

Sus propias lágrimas silenciosas cayeron antes de responder en un susurro. —Es... ya no, ya no.

—¿Por qué, papá? ¿Por qué nunca me dijiste nada de esto?

—¿Cómo se suponía que iba a decírtelo? —replicó—. No importa la parte en la que yo no sea tu verdadero padre, pero ¿cómo te habrías tomado que te contara la parte en la que tu madre temía que el hombre que te había engendrado algún día nos encontrara o la parte en la que tuvo visiones o incluso la parte en la que sabíamos que eras especial... diferente?

—He pasado semanas tratando de encontrar respuestas a este enigma en el que se ha convertido mi vida, y durante todo este tiempo, tú has tenido esta gran pieza. Debiste haberme dicho —me atraganté acusadoramente.

Edward apretó mi hombro. —Shhh —susurró reconfortantemente—. Está bien, mi amor.

—Tal vez debí haberlo hecho —admitió Carlisle.

—Y, sin embargo, todavía hay cosas que necesito saber —dije, secándome las lágrimas y fortaleciendo mi voz.

—¿Qué? —preguntó mi papá—. Bella, te he dicho todo lo que sé.

—¿Cómo se llamaba, papá? ¿Cómo se llamaba el hombre que me engendró?

Carlisle sostuvo mi mirada, frunciendo el ceño sombríamente. —Su nombre era Charles.

Charles.

Carolus.

Karles.

—¡Jesús! —suspiré—. Dios mío, han vuelto todos. De una forma u otra, todos han regresado. —Lentamente siguiendo mis ojos hacia Edward, lo encontré usando una máscara estoica e impasible, pero un fuego furioso bailaba en sus ojos.

—¿Qué más puedes decirnos de Charles? —El hielo en la voz de Edward contrastaba marcadamente con las llamas en su mirada.

—Eso es todo lo que sé —respondió mi padre, inhalando y exhalando profundamente, con sus ojos puestos en mí a pesar de que hablaba con Edward—. Eso era todo lo que mi esposa sabía. Cuando nos casamos, traté de localizarlo, sólo para saber más sobre él y tranquilizar a mi esposa, pero no tenía suficiente para continuar. También he investigado los antecedentes de tu madre, cariño —dijo, sonriéndome en tono de disculpa—. Quería ver si podía encontrar alguna explicación, algo que tuviera algún tipo de sentido para los sueños de tu madre y tus… habilidades, pero no encontré nada sustancial. Tu mamá venía de una familia muy pequeña. Ella era hija única y sus padres eran hijos únicos. Su madre, tu abuela, era hija única de tu bisabuela, quien también era hija única. Tu tatarabuela también era hija única y...

—Y así sucesivamente, y sucesivamente —murmuré, interrumpiéndolo—. Mujeres de mujeres.

—Sí —corroboró mi padre con el ceño fruncido, perplejo—, mujeres de mujeres tan lejos como pude llegar. Esa fue la única anomalía que pude encontrar.

A pesar de todo, le sonreí y me estiré sobre el sofá para tomar su mano. Cuando lo hice, exhaló aliviado y trató de disimular el sollozo que lo ahogó.

—Bueno, papá, te topaste con la madre de todas las anomalías allí.

—¿Qué significa eso?

—Papá —susurré desesperadamente, con el corazón acelerado en el pecho—, entiendo tu necesidad de protegerme. Es frustrante saber que nunca me dijiste esto, pero también entiendo tu necesidad de protegerla. Pero papá, te lo prometo, estos hombres no son a quienes ella temía, y tengo que saberlo. El nombre de mamá... ¿cuál era el verdadero nombre de mamá?

Pasó toda una vida antes de que finalmente respondiera, pero de alguna manera ya lo sabía. Incluso antes de que su boca se curvara en una sonrisa, como si la estuviera imaginando en su mente, imaginando a la mujer cuyos hermosos rasgos solo recordaba vagamente. Ella era la misma mujer cuyos rasgos había bloqueado a propósito cuando todavía no estaba lista para aceptar la verdad, la mujer que un día no hace mucho me había ayudado en la biblioteca, la mujer que había sido mi madre en mis dos vidas.

Incluso antes de que pronunciara las palabras, sabía lo que diría.

—Su verdadero nombre... era Esme.

*Bellaria*

Nota de la autora: ¿Qué piensas?

El formato de esta narración hecha por Carlisle fue un poco diferente. Es una nueva voz para la historia y quería probar algo diferente. En caso de que alguien estuviera confundido, estaba contando su historia y hablando con Bella y, a veces, con Edward y los demás a un lado mientras respondía sus preguntas y demás. Intenté que la esencia de las preguntas que le hacían se explicaran por sí solas.

Nota de la traductora:

Muchísimas gracias a Lady Grigori, aliceforever85, Kriss21, Ali-Lu Kuran Hale, Cecilia, Car Cullen Stewart Pattinson, AnnieOR, PRISOL, Tata XOXO, solecitopucheta, indii93, miop, tulgarita, Marbelli, E-Chan Cullen, malicaro, Ivon Ramirez, saraipineda44, Noriitha y sandy56 por sus comentarios en el capítulo anterior.

¿Cuándo leemos el siguiente? Recuerda que el ritmo lo marcas tú.