Los personajes principales le pertenecen a Stephanie Meyer la historia es mía queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización.


Capítulo 48.

Marissa Ryan, el final de un legado maldito.

"¡Reposad en paz, humildes felices! ¡Que incierta es la cabeza que lleva una corona! William Shakespeare" . . . Rosalie apagó la grabadora y automáticamente Isabella se detuvo y esta vez la miró.

Los ojos de Isabella desatan tormentas y tempestades que estoy dispuesto a controlar. Podría estar perdido en sus ojos por años sin apenas notarlo.

Esas palabras había escrito Edward en uno de sus diarios mostrando aquella adoración por las tormentas de pensamientos que Isabella escondía en sus ojos.

Fue un impulso, una reacción que ella no pudo controlar. Cuando Isabella levantó las cejas esperando y dió un paso al frente ella retrocedió y se arrepintió de haberlo hecho, los ojos de la señora brillaron con algo que Rosalie no supo leer, pero no había arrepentimiento, o siquiera un pequeño remordimiento. Isabella caminó hasta la grabadora y la encendió de nuevo sin dejar de mirarla directamente con la frente en alto pareciendo medusa.

—Es por eso que te dije que meter las manos al fuego por el diablo era resultar…

—Quemado.

Isabella asintió dándole la razón. Por un momento le dió la espalda para caminar hasta estar tras el escritorio y acarició, sin sentarse, la silla del escritorio de su padre. Rosalie vio el fantasma de Hyõ fumando en esa silla y cuando levantó la mirada se imaginó que, si Hyõ estuviera vivo, esa sería la realidad. Como un cuadro victoriano Hyõ estaría sentado en el trono e Isabella estaría apoyada en el respaldo con esa mirada que es capaz de congelar el Sáhara.

—No se que decir —admitió Rosalie por primera vez en mucho tiempo. No tenía preguntas esta vez. Sabía que excavar bajo los demonios de cada una de las decisiones que Isabella había tomado era solo cometer un error demasiado grande, demasiado profundo e Isabella le sonrió antes de moverse al librero de la oficina de su padre para ver los libros que estaban allí con atención.

Parecía que Isabella quería mirar a todos lados menos a los ojos de ella.

—Fui víctima y verdugo, Rosalie. No me justifico. Busqué en el odio y la venganza mi paz; cuando tuve en mis manos el poder lo usé a mi antojó. Félix se alteró al saber que dos de sus fieles y más buenos lacayos no estaban. Investigó pero había sido inteligente y no había dejado rastro.

La siguiente en mi lista fue Victoria. Ella manejaba la casa de campo en dónde fabricaban drogas al por mayor. Era la mujer de James. Conseguimos pruebas suficientes para que la encarcelaran y misericordiosamente iba a dejarla vivir, pero ella se quitó la vida. Se metió una escopeta a la boca y se dió un tiro cuando la policía llegó al bosque en dónde estaba.

Una a una las piezas claves del imperio de un maldito traicionero asesino fueron cayendo hasta que solo quedó él, Marcus Brow y unos pocos hombres que no servían para nada.

Derribé, cómo a una maldita pila de dominó, su empresa de taxis hasta que está costó un centavo y la compré haciendo de ella nada. Usé portanombres para que no me rastrearán. Era obvio que Félix no sabía nada de finanzas por lo que lo hundí en deudas, tantas que congelaron sus cuentas. Pieza por pieza desmantelé su fortuna y la quemé. Fue tan fácil. Y se sintió tan bien…

Tardé años en hacerlo en silencio, en hacerlo temer, en hacerlo irse. Pero esa no era mi venganza completa.

Jane se suicidó meses después y me dejó su casa. Ella y yo hablábamos tan poco que pararme en su tumba y poner tierra sobre su cabeza se sintió extraño en cierto punto; Jane fue la mujer que me rescató en Asia, la que me dejó en manos de Hyõ y la que me dió las charlas estúpidas de sexo. Dolió mucho aunque estoy segura de que ella debe de estar a lado de mi padre en el infierno siendo, a su manera, feliz con él, o quizás con Harry.

Apreciaba a Jane, pero ella se había ido, todos en algún punto se iban. Sabía poco de Quil, y Sam.

Sabía que Sam estaba cometiendo errores grandes al beber demasiado. Tenía un hijo al que alejó sin pensar que un día ese chico iba a crecer. Y así fue. El corazón de Quil se vistió de amargura por no tener un padre cuando lo necesitaba. Si te soy honesta no sé lo que habría sido vivir con un alcohólico aunque sí sabía lo que era vivir con un adicto al tabaco.

Me tomó tiempo. Tiempo que usé para edificar un imperio tan grande que fuera indestructible. No fue perfecto. No es perfecto. Saqué a Sienna de las garras de Félix como le prometí a Amaya. Ella intentó ayudar a su hija a cambiar, pero Sienna se confío mucho pues estaba enamorada de Marcus y uno de los agentes de la Interpol casi nos descubrió. Había cosas ilegales pasando bajo el puente ¿Sabes? Yo había cometido errores grandes, pero cada cosa que hice valió la pena. No lastimé a nadie que no se lo mereciera, pero aún estaba enojada.

Amaya no pudo perdonar a Sienna después de eso. Yo le puse un arma en la sien para hacer énfasis en qué había un solo bando en esta venganza. Sienna lo entendió después de que Marcus la traicionara llevándose a su hija.

Eso no fue lo que marcó un antes y un después sin embargo.

Tomé las indicaciones de Hyõ y cumplí cada cosa que me pidió; me ocupé de diversos negocios y de pagar todas las deudas del donador de esperma. Tripliqué ganancia tras ganancia, aún así Félix se había ido. Las calles estaban más tranquilas por eso, pero había algo que aún me costaba mucho.

Podía empezar diciendo que Félix no estaba muerto.

Pero aún había algo más que debía hacer antes de enfocarme en él completamente.

El cuaderno de Hyõ decía:

"Una última cosa, Oujo. Recuerda siempre de dónde vienes, da a los que los necesitan, ve al hospital un día y siéntate con un paciente que no tenga a nadie para cuidarlo, regala dinero para edificar, lo tendrás, haz cosas buenas. Por Emily, por mi, este viejo tosco que te ama"

Done dinero a caridades, cree una fundación para venerar el nombre de ellos dos. Akihiro, un padre para un genio es mi forma de darle honor a mi padre de forma sencilla.

Me tomó meses sin embargo poder llegar a un hospital y pensar en sentarme con alguien. Elegí el hospital en el que Hyõ había muerto.

Entrar en un hospital fue difícil, peor de lo que creí. La gente se sorprendió al verme caminando por los pasillos de los hospitales con hombres que me cuidaban la espalda de una forma no muy sutil.

El centro de oncología del hospital en dónde Hyõ había recibido tratamiento estaba en silencio, nadie se inmutó cuando entré.

Había gente jugando a las cartas, varios jugando a damas chinas. Todos parecían iguales aunque diferentes. Nadie más que yo tenía cabello en esa habitación, todos estaban conectados a bolsas gigantes de sueros de colores que supuse eran la quimioterapia.

Al fondo una mujer intentaba alcanzar con su mano derecha un vaso con agua maldiciendo varias veces por no poder tomarlo porque tenía el suero y estaba temblando como una hoja.

Me acerqué a ella y se lo di en silencio y ella me sonrió abiertamente viéndose agradecida antes de beber de su vaso.

—Te he visto en televisión —me dijo antes de recostarse sobre un almohadón y suspirar con alivio

—Creo que es la primera vez que alguien me lo dice —le susurré y ella asintió antes de señalar la banca que estaba a los pies de camilla, en una invitación silenciosa a qué me sentará

—¿Estás esperando a algún camarógrafo o algo así?

—¿Por qué haría algo así?

La sorpresa brilló en sus ojos antes de levantar la mano que tenía conectada al suero y hacer una mueca. Ella me recordaba a alguien, pero mi memoria no me estaba ayudando.

Sonrió y quise preguntarle cómo podía sonreír si estaba muriendo, pero fui respetuosa y no le dije nada, ella en cambio tenía mucho que decir.

—Hoy en día tener cáncer y ver a gente famosa desfilando queriendo hacer obras buenas es normal.

—No vine a hacer una buena obra.

La mujer bufó antes de rodar sus ojos y maldecir mientras se inclinaba en lado contrario a mi para levantar un cubo de basura con una bolsa roja y vomitar el agua que apenas había bebido.

—No viniste a sentarte conmigo, eso es seguro —me susurró cuando se limpió la boca. Me encogí de hombros intentando parecer despreocupada, pero tenía interés en esa mujer. No era vieja, unos cincuenta años quizás, sus ojos eran de un color que me hacían querer preguntarle ¿Quién era? Porque tenía mucha curiosidad. Se veía bastante mal, cansada y su piel me recordaba a los últimos días de mi padre enfermo.

—Mi padre murió de cáncer en este hospital. Me pidió venir y hacerlo, solo estoy honrando su memoria —le dije sin saber porque. Algo parecido al reconocimiento brillo en su mirada antes de que se tocará el estómago con sus manos sobre la sábana y acariciara su vientre de forma extraña.

—¿Cómo está tu madre? —la pregunta me descolocó un poco y la mire de nuevo, ella seguía pareciéndose a alguien, solo que no podía saber a quien.

—Muerta —pareció sorprendida cuando lo dije, pero lo ocultó muy bien. Permanecimos en silencio un par de horas antes de que me dijera

—Mi hija también murió hace tiempo, mucho tiempo quizás. No dejo de culparme por eso sin embargo.

—La muerte siempre llega, a algunos antes que a otros —le respondí sin darle el pésame o fingir que sentía lástima. Ella asintió dándome la razón antes de sacar una bolsa de mentas y llevarse una a la boca

—Hay cosas que pueden salvarse, niña. Otras sin embargo son irrecuperables. Quise intentar ser una mujer diferente un tiempo después de abandonar a mi hija en la puerta de un orfanato un día desastroso en Nueva York. No pude fingir que era una buena mujer después de eso.

Visité por días a esa mujer sin preguntar su nombre y me permitió escuchar su historia sin saber que estaba escuchando la historia de alguien importante. Hice un donativo que les permitió tener la mejor atención.

En ese entonces no sabía que ese hospital era propiedad de los Whitlock ni que estaba arruinado y que mi donación los había salvado de la ruina. Me di cuenta unos meses más tarde cuando el padre de Jasper me visitó en mi oficina para ofrecerme la mano de su hijo.

Por supuesto me negué rotundamente y le aclaré que yo estaba casada. Me enteré por Connor Whitlock, el padre de Jasper, que debido a la falta de ingresos esté había tenido que dejar la universidad donde estaba y volver a terminar los estudios a la universidad de San Francisco y ahora estaba haciendo sus prácticas en su hospital. Connor me ofreció convertirme en socia, accedí y empecé a manejar acciones del hospital al igual que las finanzas, sin pensarlo les di la opción de recursos y material que por supuesto no habrían podido comprar antes.

Empezaron a tratarme con respeto y a escucharme, sabía de cosas que innovaron el hospital, tenía el respeto de todos por igual, al menos eso creí hasta que me topé de frente con Jasper. Quise preguntarle por Edward, pero no éramos amigos. Él no me hablaba, no me aprobaba tampoco, la mirada de desaprobación estaba allí todo el tiempo. Jasper siempre tenía algo que decir. En ese entonces no eran palabras amables. No era educado.

—¿Por qué estás en el hospital homeless?

Recuerdo como el hecho de que me dijera sin hogar no me ofendió, recuerdo como quería golpearle el rostro y pagar por un cirujano plástico después para que le arreglará la nariz que iba a romper. Estaba segura de que el hospital le haría de gratis la operación en mi nombre.

No respondí a ninguno de sus ataques, ni a su forma despectiva de mirarme.

Él y yo no tuvimos un buen comienzo y nosotros no podíamos tratarnos de forma educada siquiera, pero él había sido el padrino de mi boda.

—No voy a responderte y lo sabes —le respondí sin faltarle al respeto aunque quería romperle el rostro. Jasper sonrió abiertamente de forma fea y cuando la mujer a la que había acompañado durante días se aclaró la garganta tras él, llamándonos a ambos la atención, Jasper pareció arrepentido.

—Señora MacGregor, es un gusto verla fuera de la cama.

—Marissa —lo corrigió y me miró antes de decirme —. Te he dicho de todo menos mi nombre, niña. Por supuesto no esperes que me levanté para presentarme.

Le sonreí antes de extender mi mano hacia ella y decirle

—Isabella Cullen.

Ella me sonrió abiertamente también y tomó mi mano presentándose.

—Marissa Ryan. Aunque quiero decir que cuando me dijeron que pagaste una fortuna por salvar a este hospital no me lo creí. Ahora me siento orgullosa de ser amiga de la única mujer que no está aquí porque quiere ser noticia.

Cuando sus ojos brillaron con una luz de cariño un caleidoscopios de recuerdos me devolvieron de golpe al único buen recuerdo que tenía de mi madre, ese único día en el que ella había intentado ser lo que no estaba lista para ser y había muerto.

Me di cuenta que había sido una tonta a la que de nuevo. El destino me golpeaba el rostro gustoso con mi pasado cuando Maryssa, mi abuela, me frunció el ceño y retiró su mano de la mía.

Yo sabía quién era ella porque había leído la investigación de Hyõ. Si mi padre estuviera vivo supongo que se reiría de cómo el maldito karma quería burlarse de mis buenas acciones o, quizás, de cómo la vida me estaba mostrando mis raíces para de una u de otra manera crecer y cambiar.

—El doctor Whitlock dijo Mcgregor —le dije intentando remediar el silencio incómodo que yo misma cree. Marissa se encogió de hombros y movió sus manos hasta las llantas de la silla de ruedas para intentar girarlas, pero no la dejé. Me paré tras ella y le pregunté si podía llevarla y ella asintió en respuesta. Jasper parecía congelado en su lugar con el rostro pálido en cuanto Marissa dijo lo del hospital.

—McGregor es mi apellido de casada. Viuda de hecho. En la televisión dicen que eres una Swan y me dijiste Cullen sin embargo. Creo que todos nos presentamos como nos sentimos mejor, más cómodos supongo. Si yo hubiese podido elegir mi nombre me habría llamado a mi misma Katherine o Clarisse. Marissa es un nombre común y obtuso.

Levantó su mano y me mostró una alianza de matrimonio mientras el corazón me latía en los oídos. Quise creer que tenía raíces para volverme alguien menos solitaria, quería saber muchas cosas de ella aunque sabía las primordiales.

Esa mujer era mi abuela. La madre de mi madre.

—¿Tienes más hijos?

Le solté de repente casi chillando y ella me miró sobre su hombro recordándome tanto a René que estuve a punto de desmayarme. ¿Cómo no lo noté? ¿Cómo no me di cuenta de que ella era como mi madre?

—No. Mi legado muere conmigo niña. Mis hermanas se fueron tan lejos que jamás volví a verlas a este punto creo que me olvidaron o olvidaron la vida miserable que tuvimos cuando éramos jóvenes y yo moriré pronto. El cáncer está demasiado avanzado. Puedo hacer lo que quiera sin embargo y me apetecía un paseo asi que me escape de la enfermera idiota que finge cuidarme.

La llevé de paseo esa tarde. Ella se dedicó a hablar de su vida y de cosas sin sentido entonces. Esa es la historia de Marissa. Ella murió una semana después y yo sostenía su mano mientras la veía partir. Ella me dejó su diario sin saber que su legado aún estaba vivo y era un infierno. . . .

Isabella se detuvo antes de poner su mano sobre la grabadora para apagarla y luego recorrió con la mirada la oficina de su padre. Rosalie estaba demasiado aturdida cómo para decir algo.

—Creo que deberíamos descansar —le dijo Isabella llamándole la atención. Rosalie tomó la grabadora en sus manos y se giró para salir, pero Isabella la detuvo

—¿Puedo ver lo que has hecho con la historia?

Rosalie asintió intentando salir de su trance pues era imposible no sentirse aturdida con la cantidad de cosas que la señora le había contado. Ella se había metido a la casa de alguien a encender sus válvulas de gas para que esté explotará, había pagado por ver el juicio de alguien, había juzgado a un hombre frente a ella y luego él había muerto de forma trágica en venganza a la muerte de una mujer que apenas reconoció como su madre, en venganza a aquella que la había traído al mundo buscando salir de la miseria.

Y ella iba a publicarlo.


El destino suele ser cruel a veces, ¿Isabella encontrándose con su abuela agonizando de todas las personas que hay en el mundo? ¿Ella hablando sin remordimiento de lo que hizo? Pero por alguna razón no pudiendo ver a Rosalie a los ojos. Para quienes leen esta hermosa historia cada domingo solo puedo decir gracias, chicas, gracias por quedarse a leer mi lado oscuro, se que quieren que Edward despierte, y puede que las sorprenda lo cerca que eso esta de pasar pero antes ¿No es la agonía un fantasma al que estan dispuestas a leer? El amor no solo es pureza. El amor es la agonía de soltar a alguien no sabiendo si este regresará.

¿Reviews?

PD: No se les olvide que Rosalie quiere hacer algo que creé traicionara a Isabella. ¿Que será?

Hasta el próximo domingo chicas,

Ann.