El Ascenso de un Científico Loco
¡Descubriré cómo Funciona el Mundo!
Llega el Invierno
No estaba seguro de como lo había logrado, pero pude evitar los avances de Rozemyne durante todo el otoño alargando mi estancia dentro de los distintos ducados tanto como me fue posible.
Pero no podía alargarlo por tiempo indefinido…
Quizás por eso, mientras me despedía de mi padre adoptivo y la delegación de nobles que partía rumbo a Ahrensbach dejé salir un suspiro derrotado, pensando cual sería la mejor forma de proceder.
No había logrado hacer retroceder a Rozemyne en su decisión, lo que si logré conseguir fue una concesión.
"Si esto va a pasar, será bajo mis propios términos."
"Realmente no lo entiendo, Ferdinand, pero si es lo que quieres, está bien."
"Y… si llegas a sentirte insegura de avanzar, aun si ya estamos a punto de… eso deberás decirme, y me detendré."
"No me arrepentiré. Pero si eso necesitas para estar tranquilo, si deseo detenerme, te lo diré. Lo juro por la diosa de la luz."
"Ferdinand" llamó Zent Trauerquel luego de terminar de dejar sus indicaciones "Estaremos fuera toda esta semana. Quedas a cargo por ahora, ya que eres el mayor."
Sonreí sintiendo como si me hubieran abofeteado y pateado en el estómago, asintiendo y tratando de ocultar lo que estaba sintiendo y pensando en ese momento.
"Por supuesto, padre. Mantendré la Soberanía en funcionamiento y me encargaré de defenderla en caso necesario."
Padre sonrió complacido antes de dedicarle unas palabras también a Rozemyne y yo miré a los que aun estaban ahí a la espera.
Ralfreida fue enviada mientras tanto con sus dos asistentes principales, las cuales, junto a un par de eruditas, dos caballeras y varias asistentes más sumaban un grupo de doce prisioneras para entregar a Lanzenave... en honor a los doce dioses subordinados, según explicaría padre al Rey Gervasio en un par de campanadas más.
La Reina Magdalena parecía tranquila y compuesta, con su porte imponente y severo en tanto Galtero no dejaba de mirar a Rozemyne con algo parecido a la añoranza. A decir verdad, me extrañó mucho que mi novia se acercara a él en lugar de despedirse desde nuestro lugar.
"No puedes perder tu orgullo como príncipe de Yurgensmith frente a Lanzenave. No es una tarea complicada, hermano Galtero, así que confío en que podrás llevarla a cabo con el decoro y la altivez que se requiere."
La mirada de Galtero pareció iluminarse y sus ojos anegarse de lágrimas por un segundo o dos antes de que recobrara la compostura hasta cierto punto, enderezando su postura y mostrando un rostro más serio de lo que era usual. Cuando me miró solo asentí, incapaz de decir nada para no arruinar el trabajo que Rozemyne acababa de hacer.
Nuestro padre adoptivo subió entonces al círculo y los tres desaparecieron entre las luces doradas y negras de la pareja suprema. Rozemyne volteó a verme con una enorme sonrisa sin lanzárseme encima, quizás debido a los caballeros que estaban ahí, custodiando la sala de transporte.
Yo le ofrecí mi brazo y ambos salimos de ahí en silencio, mientras yo me sentía un poco angustiado, recordando los avances de mi novia luego de que ambos volviéramos de Dunkelferger.
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Laurenz, Alerah, Justus y Margareth estaban frente a mí, tratando de protestar, pero sin que ninguna palabra saliera de sus labios, Rozemyne a mi lado no parecía muy contenta, pero después de un momento solo asintió.
Mandaría al cuarteto de adictos a Eisenreich.
Por mas que intenté olvidarlo, no pude ignorar el hecho de que sabía que ellos sabían lo que iba pasar. Lo que no significa que los quiera aquí.
Sinceramente era por mi salud mental que necesita al menos no hacerlos conviertes del día en que pasará.
"Los veré en una semana."
Los cuatro hicieron muecas de inconformidad, pero no protestaron. Les advertí que no los quería presentes cuando llegara el momento, no quería ninguna ayuda externa que pudieran brindarnos y, sobre todo, no quería que supieran con anticipación que día había elegido para nuestra primera noche. Si sería esa noche o el día de la tierra antes de que nuestro padre adoptivo volviera, ellos no tenían porque saberlo.
Retiré mi maná de las piedras de nombre de mis hermanos después de dar una última orden, «no volverán hasta dentro de una semana.» Rozemyne hizo lo mismo con sus dos juramentadas, ordenándoles lo mismo.
Sabia que era poco probable que Rozemyne se retractara y, llegado el momento, yo tampoco querría parar, pero la posibilidad existía, y ellos tendrían que esperar toda una semana para descubrir si había pasado o no.
'Esta es mi venganza… digo, castigo para ustedes cuatro.'
"Ferdinand, no sé que estas pensando, pero parece que mataras a alguien." Murmuró mi novia mientras veíamos a los cuatro salir de mi habitación oculta.
Solo sonreí aun más besando sus labios, aprovechando que estábamos solos.
Guardé los nombres de mis asistentes en un lugar seguro para poder recuperarlos la siguiente semana.
Eckhart y Lazfam estarían en Eisenreich por orden mía. En el caso de mi caballero, una de sus esposas, no estaba seguro de cual, Angelica o Heidemarie, estaba con la carga de Gedulh y necesitaba del maná de Eckhart así como algunas piedras Fey para esperarlo durante el invierno. Con Lazfam, su prometida se graduaba este año, por lo que necesitaba verificar el atuendo que usaría para escoltarla y hablar con ella y su familia para asentar los últimos detalles de su enlace y su vivienda.
Antes de salir de mi habitación le dije a Rozemyne que nada pasaría esa noche, lo que de hecho no evitó que se aprovechara de que estábamos casi solos y apareciera en mi habitación para dormir.
Estaba ansiosa y expectante, lo sabía. También sabía que su declaración de pasar conmigo todas las noches de esa semana eran más una tentación que otra cosa a fin de evitar que yo cancelara o evadiera el encuentro esperado.
Originalmente había planeado para nuestro cuarto día solos, pero no quería arriesgarme a que Rozemyne perdiera la paciencia, por lo que la mañana del segundo día revisé algunas películas que recibí de Kaltmeer. Después de algunas pruebas, la cámara de video que hice para ellos se volvió usable para otros nobles. La había obsequiado al archiduque junto a la idea de las películas, aunque eran más grabaciones de alguna obra desde un punto fijo.
Aún faltaba mucho para lograr películas como las de la tierra, pero poder proyectar esos filmes durante las reuniones los ponían sobre Klassenberg. La idea era respetar la herencia cultural de Klassenberg, buscando una forma de superarlos.
Y me darían a mí el inicio de una noche perfecta.
De entre los filmes elegí uno cuya historia me recordaba a una novela clásica llamada Cumbres borrascosas. Mientras preparaba la herramienta y el lugar para proyectarla, mis cocineros prepararon una cena especial para dos, la cual coloqué en una herramienta que detiene el tiempo.
Como quería que este momento fuera solo de los dos, me estaba asegurando de tenerlo todo listo con anticipación.
Usando papel Effon escribí música para ambientar la cena y lo armé como una caja de música.
Todo lo monté dentro del edificio para candidatos, aprovechándome del hecho de que faltaban tres semanas para iniciar las clases y ahora estaba vacío; insonorizando los lugares que usaríamos para no alertar a los caballeros que hacían sus rondas.
Le dije a mis asistentes que me dormiría temprano, por lo que tuve media campanada para prepararme. Odiaba admitirlo en voz alta, pero yo también estaba deseando que este día llegara.
A la sexta campanada estaba bañado y listo para mi cita.
Usé un círculo de teletransporte que instalé en mi habitación y llegué a la villa que, hasta este año, había sido mi hogar.
Rozemyne ya estaba ahí.
Aunque llevaba un vestido sencillo se veía hermosa, su cabello suelto y con pocos adornos caía a su espalda como una brillante cascada nocturna. Tampoco llevaba puesto el amuleto de bloqueo cognitivo, por lo que pude apreciara su encanto en todo su esplendor.
"¿Te hice esperar mucho?" pregunté mientras me acercaba a ella, besando sus dedos, viéndola sonreír.
"No, o un poco en realidad, pero yo llegué antes." Noté como comenzó a recorrerme con la mirada, como si quisiera grabar mi imagen en su mente. "¿Qué tienes planeado?"
La guie hasta la sala que elegí como cine. Tenía preparados algunos dulces que no arruinarían nuestro apetito sobre una mesa, por otro lado, opté por un sofá de dos plazas en lugar de dos sillas.
Apagué la luz y la escuché jadear por la sorpresa cuando la proyección inicio.
"Esto es más similar a un cine." Le susurré, consiguiendo que me observara con una sonrisa enorme y sincera, recordando nuestras primeras citas.
Rozemyne parecía estar disfrutando la película, en algún momento recargo su cabeza en mi hombro y entrelazo sus dedos con los míos. Cerca del final de la historia yo ya había rodeado su cintura con mis manos, para abrazarla y acercarla más a mí.
Con la película finalizada, la escolté hasta el comedor. La música ya estaba sonando cuando entramos. Tenía velas por todos lados para crear una atmósfera más íntima y acogedora, y la luna brillaba a través de la ventana. La llevé hasta su silla y sus ojos se arrugaron felices mientras le servía la cena. Tuve que admitir que yo no lo había cocinado.
Conversamos de todo y nada, dejando que la música nos hiciera compañía, disfrutando un rato de la hermosa luna que asomaba por la ventana durante la sobremesa, poco antes de que ambos nos pusiéramos a levantar el servicio y colocarlo en un pequeño carrito usado por los asistentes.
Nuestros dedos se rozaron en el proceso. Un par de bellos ojos de un dorado oscuro se cruzaron con los míos robando mi aliento. Esa mirada cargada de afecto, de un amor profundo y avanzado, era como mirar mis ojos en un espejo, porque era eso lo que yo sentía por la dueña de esos ojos.
Nuestros labios se rozaron cargados de maná y anhelo. Acuné su rostro y me acerqué a ella cuando el beso se rompió, sintiendo la necesidad de besarla y mirarla de nuevo.
Cuando nos pusimos en pie, no podía parar de sonreírle o mirarla, su rostro todavía en mi mano, tan cálida como la desbordante sensación en mi pecho.
Me forcé a soltarla para ofrecerle mi brazo, feliz de que se abrazara a él sin dejar de mirarme en ningún momento. Mi Rozemyne era hermosa en todo sentido. El hilado de Dregarnuhr la estaba convirtiendo en una mujer confiada y capaz, severa en ocasiones, magnánima y piadosa también. Orgullosa de sus logros y consciente de sus habilidades y sus conocimientos, sofisticada en sus modos. ¿Cómo no amarla cuando nos veíamos cómo iguales?
Pronto llegamos a la cama en silencio. La música que estuvo sonando en la caja de música durante la cena, siendo apenas un eco breve y a punto de detenerse sin que le diéramos importancia.
La tomé de los hombros sin dejar de beberme su imagen, acercándome despacio hasta besarla de nuevo, separándome apenas lo suficiente para hablar.
"Te amo, Rozemyne. Siempre voy a protegerte a ti y a todo aquello que aprecias."
La vi sonrojarse y mostrarse un poco tímida, sonriendo complacida antes de lanzarse a mis brazos y besarme de un modo mucho más apasionado, similar a todos esos besos que estuvo dándome a escondidas durante el otoño, cuando mis breves retornos le daban oportunidad.
"También te amo, Ferdinand. Estoy tan feliz de que Bluanfah jamás dejara de bailar para mí, tan feliz de que Liebeskuhilfe y Sterrat nos darán su bendición, y entonces, estaremos juntos para siempre."
Un beso más y ambos nos sentamos en el lecho, nuestras manos ansiosas recorriendo la ropa del otro hasta comenzar a soltarla.
La curiosidad pudo más que el deseo cuando logré retirarle el vestido y sentí dos tipos de tela sobre la piel de su torso. Dejé de besarla entonces para poder mirar, sintiendo mi excitación creciendo y deleitándome en su sonrojo.
"No podía arriesgarme a qué, cambiaras de opinión, Ferdinand."
Mi hermosa novia traía encima una blusa semitransparente similar a un baby doll de pequeñas mangas abombadas confeccionada con la tela de los velos de Ahrsenbach y debajo, una gargantilla, un top y un boxer corto de seda negra de Hauchletze que la hacían ver mucho más voluptuosa, remarcando que, en efecto, era una mujer adulta.
'Si llevara unas orejas y una cola de gato también…' pensé sin poder moverme, temblando de solo imaginarla llevando accesorios extra y sintiéndome perverso.
¿Cuántas veces llamé a Shuu pervertido zoofilico por escucharlo hablar con entusiasmo sobre las chicas haciendo ese tipo de cosplay? Descubrir que me encontraba deseando que mi novia usara algo similar me tenía un poco en shock. Una suerte que ella lo interpretara de otro modo, dejando escapar una risita divertida antes de tomarme de la barbilla y besarme con suavidad para traerme de vuelta.
"Vaya, vaya. De verdad no te gustaba que usara ropas así cuando lucía más joven."
No me atreví a explicar o corregirla… y era cierto que me sentía menos incómodo sabiendo que ella era, de algún modo, legal justo ahora.
"Te ves preciosa, si… pero no podremos avanzar si sigues vestida… claro que podemos solo acostarnos a conversar y dormir si tú…"
"Ferdinand, sabes que no quiero detenerme ahora, y sé que tú tampoco lo deseas."
Me cubrí el rostro un momento sin dejar de sonreír, suspirando más tranquilo y atrayéndola para pasear mis manos sobre ella sin dejar de besarla, encontrando pronto los listones que mantenían la ropa en su lugar sobre su espalda y retirando cada pieza sin dejar de acariciarla en ningún momento.
No era la primera vez que nos veíamos en esas condiciones, a decir verdad, aunque estaba haciendo lo posible por besarla y pintar palabras de amor en su piel con mi maná, escribiéndole cientos de Te Amo en los brazos, la espalda, el vientre y las piernas conforme la iba desvistiendo.
"Ferdinand, ¿qué me estás escribiendo en el idioma de los dioses?" bromeó ella cuando terminé de retirarle las medias oscuras y los pequeños y brillantes boxers con que estuvo resaltando su figura para mí.
"Es… un hechizo para que no vuelvas a dudar de lo que siento por ti."
Ella me sonrió, besándome y dibujando flores sobre mi piel en tanto me retiraba la ropa a mí. La sensación de su dulce y confortable maná entrando por todos mis poros, transmitido por medio de nuestros besos y caricias… ni siquiera recordé que deberíamos tomar una poción sincronizante
La razón me invadió de pronto. '¿Me tomé el té?' me encontré preguntándome de repente, dando un rápido repaso mental a mi mañana y relajándome al recordar el amargo sabor que inundó mi boca como todo el otoño.
Rozemyne me besó de nuevo y el asunto quedó en el olvido.
La besé con adoración por todo el cuerpo, atento a sus reacciones para pasar más tiempo ahí donde ella pareciera disfrutar más, acariciándola con las yemas de mis dedos que no dejaban de escribir en japonés sobre ella. La abracé con fuerza cuando regresé de mi pequeña incursión por su torso y sus piernas. Quería ser tan gentil cómo fuera posible.
Cuando Rozemyne comenzó a besar mi cuello y mi hombro para devolverme el favor, guíe mis manos a su centro. Quería ahorrarle todo el dolor que pudiera, por eso estaba usando mis manos para tocarla y prepararla, escuchándola jadear y gemir.
Me apenaba admitir que aquello fuera idea de Laurenz o que el muy desvergonzado me hubiera hecho toda una tesis sobre cómo tocar y estimular a una mujer para desvirgarla con la menor cantidad de dolor posible un par de semanas atrás… o que estuve repasando el maldito escrito cada noche hasta tenerlo más que memorizado.
Cuando dejé que uno de mis dedos entrara en ella pude sentir un escalofrío debido a la cantidad de maná goteando de ella. Tan cálida y suave que mi espada estaba más que lista para entrar.
Tuve que derribarla sobre su espalda para seguir, observándola sin dejar de mover mi dedo hasta estar seguro de poder meter uno más, besándola en sus rodillas dobladas, en las manos que se alzaban para enredarse en mi cabello, extasiado al oírla decir mi nombre como una plegaria y deleitándome en el adorable sonrojo que le cruzaba el rostro de un lado al otro.
Me agaché a besarla cuando la noté arqueándose en éxtasis, sus músculos aferrando mis dedos y su calor aumentando como si tuviera fiebre. Estaba en verdad tentado a reclamarla cómo mía, pero temía no tener suficiente tiempo para complacerla una vez que consumase el acto por completo.
Sin dejar de acariciarla por dentro y por fuera, deslicé mi boca por su cuello y su hombro hasta sentir con claridad el palpitar de su corazón, besando y succionando despacio, paseando mi lengua sobre la piel que debía estar cambiando de color. Esos cuatro sabrían lo que habíamos hecho en cuanto volviéramos a tomar sus nombres, así que no tenía caso contener mis ansias de marcar a mi Geduldh.
La escuché lloriqueando y gimiendo, registrando el movimiento cada vez más urgente de sus caderas y el calor incrementando de nuevo. Solté la piel que acababa de marcar, dejándola tan amoratada como ella había hecho conmigo en dos ocasiones durante el verano, sonriendo antes de dedicarme a depositar besos en cada zona sensible de su ser. Que ella me abrazara, obligándome a enterrar mi rostro entre sus senos casi me hace perder del todo el control.
Rozemyne se vino una segunda vez y yo decidí besarla en los labios, un beso hambriento antes de constatar si eso era suficiente para ella o no.
"Lléname con tu nieve, Ewigeliebe" me dijo ella cuando recuperó el aliento y pudo soltarme "Estoy en mis días seguros. No habrá carga alguna. Lo prometo."
La contradicción se apoderó de mi mente un momento. Estaba furioso de que alguien le hubiera enseñado el método del ritmo a mi novia… y demasiado excitado por sus palabras de consentimiento.
"¿Estás segura?... Mi espada es mucho más grande que mis dedos."
Ella dejó escapar una risilla divertida antes de mirarme, estudiándome hasta posar sus ojos entre mis piernas con la curiosidad y el asombro demasiado visibles.
Una parte de mí deseaba que se espantara de mi tamaño, que me pidiera detenernos y dejar todo esto para otra ocasión… pero también deseaba llegar hasta las últimas consecuencias de este encuentro. La falta de estimulación directa era incómoda, mi excitación dolía un poco. Necesitaba terminar así fuera por mano propia… pero eso no era lo que en realidad deseaba.
Rozemyne volvió a mirarme a los ojos, tocando mi torso y dejando que sus dedos resbalaran por el cuerpo que tenía ahora, tan parecido al de un soldado por el tiempo que dedicaba a entrenarme ciertos días a la semana… hasta llegar a mi espada.
La sentí pasear sus dedos y su maná a lo largo y alrededor, robándome suspiros roncos y jadeos de placer. Sentir su mano era cien veces mejor que sentir las mías.
"Tu piel es tan suave y cálida" alabó Rozemyne sin soltarme, mirando con afecto el miembro entre sus manos y luego mi rostro, haciéndome sonrojar. "Creo… que se sentirá mejor que tus dedos, Ferdinand."
Fue demasiado. La besé con desesperación, obligándola a soltarme y a hacerme un espacio entre sus piernas, entrando en ella tan despacio como pude sin dejar de besarla en ningún momento, hasta que no hubo nada más que pudiera insertar.
Jadeábamos como quien ha corrido por su vida un buen trecho. Acomodé un par de mechones rebeldes detrás de su oreja y lejos de sus ojos sin atreverme a mover mis caderas a pesar de la imperiosa necesidad de hacerlo.
"¿Tomarías mi nombre el día previo a nuestra ceremonia estelar?" pregunté sin siquiera pensarlo, estudiándola en busca de algún rastro de dolor sin encontrar nada, solo amor y felicidad.
"Lo tomaré si tú tomas el mío. Quiero tu maná a mi alrededor incluso cuando no estemos así de cerca."
Estaba feliz, eufórico incluso, ebrio de amor y felicidad, de su maná y de sus palabras.
Rozemyne se aferró a mí entonces, haciendo un movimiento torpe para exigir que me moviera, cosa que hice de inmediato tratando de contener las sensaciones tanto cómo podía… y fallando miserablemente luego de un par de veces, ocultando mi rostro en el hueco de su cuello sintiéndome tan apenado, que quería desaparecer.
"¿Ferdinand?"
"¡Lo lamento, Rozemyne! En verdad quería… durar un poco más."
Sentí sus labios en mi cabello y en mi frente, frotando mi rostro en ella cómo si necesitara más consuelo.
"Esta bien. Yo ya me había quemado dos veces en las flamas… gracias a ti. La próxima vez será mejor."
Temblé de inmediato, aferrándola más fuerte antes de salir de ella y girar para poder abrazarla como era debido en lugar de cargarla con mi peso. Deseaba una siguiente vez, si… pero temía que la siguiente llegara demasiado pronto.
"Ferdinand" me llamó ella de nuevo, provocando que besara su nariz y sus ojos sin atreverme del todo a soltarla "ni se te ocurra hacerme esperar hasta después de la graduación. Si quieres redimirte debes practicar y si vas a practicar lo harás solo conmigo."
Su rostro de niña traviesa y confiada me llevaron a sonreír, acercándola más para luego invocar un washen y jalar una sábana colocada con antelación en la mesita de noche, pensando que podríamos no tener fuerza para meternos debajo de las sábanas.
"Soy tuyo, Rozemyne. Lo seré hasta que no quede más que mi piedra Fey e incluso entonces, mi hilo seguirá siendo tuyo. No necesitas reclamarme con insistencia…"
"Es que ya no se trata de… bueno… asegurarme de que seas solo para mí."
Su rostro adorable y cargado de dulzura me hizo suspirar. Tras un último beso nos deseamos buenas noches con nobles eufemismos y nos abrazamos para dormir.
De pronto el mañana dejó de importarme, concentrándome solo en el cálido abrazo y la respiración que no tardó en acompasarse con la mía
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Me removí en la cama sintiendo un calor familiar a mi lado, provocando que los recuerdos de la noche anterior llegarán a mí con fuerza.
'Lo hicimos…' apreté el cuerpo durmiente de mi novia en un abrazo, besándola cuando me di cuenta de que no me sentía culpable como creí que me sentiría.
"Buenos días, mi amor." Le murmuré mientras la sentía despertar, observando una sonrisa en su rostro.
Se estiró y me besó de nuevo, abrazándome feliz.
La idea de quedarnos en esa cama todo el día me atravesó por unos segundos, pero teníamos trabajo que hacer.
Sin embargo, no quería separarme de ella, por lo que termine invitándola a desayunar.
"Preferiría quedarme aquí contigo todo el día, pero sé que no se puede."
Nos ayudamos a vestirnos mutuamente y dejé que se fuera primero a su villa, mientras escribía una carta de herramienta mágica para Hugo diciéndole que desayunaría junto a Rozemyne.
Esperé a Rozemyne en la entrada para escoltarla hasta el comedor. No estaba seguro del motivo, pero mi novia siguió usando el amuleto de bloqueo cognitivo desde que los dioses la hicieron crecer. Hasta ahora la forma que proyectaba era la de una puberta, haciéndola lucir como una estudiante de tercero en lugar de una de sexto, cosa que me tenía confundido.
Se lo pregunté mientras desayunábamos.
"No podía ajustar mi imagen, así que la mantuve."
Asentí a sus palabras. En verdad no me importaba ser el único que viera la apariencia real de Rozemyne, de echo me sentía satisfecho con esa idea. Incluso si en Klassenberg intentaron ofrecerme niñas, valía la pena ser el único capaz de ver su forma real.
Para cuando terminamos nuestro desayuno, la escolté hasta su área de trabajo, luego me dirigí a mi despacho, siendo recibido por varias cartas.
Archiduques, algunos eruditos, una carta de Zent… y una de Justus.
La curiosidad pudo más que yo y en lugar de abrirlas por orden de estatus, como sería lo usual, abrí primero la carta de mi hermano, encontrándome con algo que en verdad no esperaba.
«Querido hermano, lamento infinitamente mi impúdico y deplorable comportamiento en Dunkelferger. No sé cómo podré volver a verte a los ojos sabiendo que mis súplicas indecentes y malintencionadas podrían llevarte a traicionar tu necesidad de mostrarle respeto a tu prometida.
«Lo lamento. ¡No he sido capaz de atravesar de manera satisfactoria por esta terrible prueba impuesta por Glückität! He sido un pésimo asistente, un terrible erudito y un hermano egoísta influenciado por Chaocipher y tentado por las exaltadas bendiciones de Brëmwärme y Beischmacht.
«Ruego tu perdón de la forma más sincera y espero que esta carta te encuentre antes de que invoques al invierno. Ninguno de nosotros tenía derecho a forzarlos o a exigirles faltar a la bendición de Duldzetzen que con tanto cuidado has venido a cultivar solo los dioses saben desde cuándo.
«Espero que, sin importar lo que haya pasado cuando volvamos, sea fruto de tu propia determinación y acuerdo con la princesa a quien Margareth está escribiendo ahora mismo una carta similar. Les queda un poco menos de tres temporadas antes de su enlace estelar, no es tanto en comparación con lo que ya han esperado hasta ahora.
Justus»
"¡De haber sabido que así se desintoxicarían…!" murmuré frustrado y molesto.
En realidad, no me arrepentía de amanecer con Rozemyne o de lo que hicimos anoche, pero en verdad habría preferido esperar a la noche de las estrellas para no tener que escondernos ni esconder lo que hicimos de los demás. Era una de esas bendiciones que venían con el matrimonio.
Abrí y revisé las demás cartas pensando todavía si debería responderle a Justus o esperar a que volviera. Ahora que mi hermano estaba desintoxicado responderle podría suponerse una pesada carga moral… no estaba seguro de sí quería cargarlo con esa responsabilidad, menos luego de las palabras de Rozemyne. Seguro se saldría con la suya más veces está semana… bajo sus propios términos.
'¡Supongo que no soy tan especial si la idea me emociona más de lo que es conveniente!' pensé, recordando partes de lo que hicimos anoche, deseando practicar mi resistencia hasta saber que podría dejarla satisfecha y sintiéndome preocupado de las consecuencias de nuestros actos.
Dos métodos tan imprecisos como un té anticonceptivo hecho con hierbas y el método del ritmo no me parecían suficientes. De estar en Japón, habría podido estudiar todos los artículos y recomendaciones médicas sobre los diferentes tipos de anticonceptivos disponibles, incluso habría tenido una discusión al respecto con Urano para escuchar sus preocupaciones y sus necesidades. La habría llevado a un médico para estar más informados antes de tomar un paso así de importante para asegurar que no nos enfrentaríamos a un embarazo antes de tiempo, pero aquí…
El día se pasó volando en medio de revisiones, respuestas, un par de formulaciones y verificar el currículum para comenzar a preparar mis clases. Con los hermanos de Rozemyne en Eisenreich lo que quedaba antes del regreso a clases, mis preocupaciones académicas se limitaron a preparar las clases para los candidatos a Archiduque… y la idea de preparar un currículum diferente para quienes tuvieran las posibilidades de convertirse en Zent apareció ante mis ojos.
Cómo príncipe candidato a heredero tendría que pedir permiso. Cómo Zent, podría aprobarlo y aplicarlo sin apenas oposición. ¿Cuántos Aubs estarían dispuestos e interesados en que sus hijos consiguieran la sabiduría y compitiera por el asiento del Zent? Incluso podría convertirlo en un curso más largo para asegurarme de que tuvieran algo más de edad y preparación. Podría adoptar a todos los candidatos con aspiración al trono para agrandar la Familia Real y dejar el reino en manos capaces antes de los cuarenta para dedicarme a ser solo consejero… tendría más tiempo para Rozemyne entonces… más tiempo para ser esposo y padre… incluso profesor, después de todo, disfrutaba la docencia...
Con esos pensamientos y una parte de mi mente trabajando en formas de volver a los Aubs en responsables del llenado y manutención de las puertas y a sus hijos en candidatos a Zent, el día pasó en un abrir y cerrar de ojos.
Mis pendientes del día terminaron y yo fui a mi habitación a qué me ducharan para mi cita de la noche. Rozemyne me había invitado a cenar en la misma villa de ayer. Estaba tomándome un momento a solas, todavía preocupado por las medidas tomadas la noche anterior cuando abrí el cajón de la mesita de noche junto a mi cama, encontrando…
"¡Maldita sea!"
Tomé la caja que Laurenz me entregó dos semanas antes de manera casual, soltándome una serie de datos curiosos en japonés sobre la historia de varios anticonceptivos y juguetes sexuales… y encontrándome un preservativo antiguo, mucho más grueso que uno normal debido a que estaba diseñado para reusarse varias veces y lavarse.
Un washen debería ser suficiente para mantenerlo higienizado y evitar que se rompiera demasiado pronto… y era posible que también me desensibilizara lo suficiente para complacerla antes de terminar.
Con un suspiro resignado por estarle debiendo una a Laurenz en un área en que no quería deberle nada en absoluto, tomé la caja y la guardé en mi ropa. Rozemyne no me dejaría ir con facilidad… y era posible que yo no me resistiría mucho tampoco. Solo me quedaba la ligera esperanza de que ella deseara charlar y dormir después de la cena.
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Pronto me encontré cenando con Rozemyne en la villa de candidatos bajo una herramienta antiescuchas.
"Margareth me escribió..." comentó Rozemyne conforme terminábamos el plato fuerte "No pensé que se arrepentiría tan rápido de darme la razón éstos últimos meses."
"Yo también recibí una carta de Justus." Respondí antes de dar un sorbo a mi copa de agua "Pienso que debí devolverle su nombre antes y tomarlo de vuelta hasta nuestro enlace."
"Sí" suspiró ella "Supongo que... estarán muy felices cuando les devolvamos los nombres la siguiente semana." Comentó ella con una enorme sonrisa.
"¡No hablas en serio!"
"Tú eres el que no hablaba en serio cuando dijo que no habría más antes de atar nuestras estrellas." Se burló mi novia sin dejar de verme de un modo curioso, obligándome a bajar la guardia y ceder, esperando a que nos retiraran los platos y nos sirvieran el té, ya que hoy si contábamos con el apoyo de algunos asistentes.
"¡Termina tu cena, mujer desvergonzada! Nuestros padres y Galtero van a regresar en un par de días..."
Rozemyne se cubrió el rostro con un abanico para ocultar su sonrisa divertida de los asistentes, dejándome escucharla antes de juguetear con una galleta sin dejar de mirarme de manera seductora.
"¿Tu habitación o la mía?"
"Tú decide," contesté resignado a que estaríamos practicando esa noche "yo me rindo contigo."
Algo más tarde usé el círculo en mi habitación oculta para llegar a su habitación.
Besarnos, tocarnos y dejarnos llevar fue un poco más fácil sin la preocupación de lastimarla, o de los métodos anticonceptivos, sorprendiéndome y terminando antes que ella por culpa de la maldita Alerah, que usó estos meses para enseñarle con algunas frutas cómo complacerme… y cómo tenerme listo en un santiamén otra vez usando su boca.
Decidí no decir nada al respecto. Era demasiado orgulloso y no quería admitir que la llevaría a mi cama la noche siguiente para tratar de hacerla sentir bien.
La semana se terminó de ese modo, trabajando cada uno sus responsabilidades y sus propias agendas durante el día, amándonos durante la noche.
La última de ellas nos la tomamos con demasiada calma. Quería que la noche y el encuentro duraran para siempre, de modo que nuestro juego previo fue lento y dulce.
"Rozemyne" susurré en algún punto, incapaz de hablar más fuerte por miedo a descubrir que todas estas noches eran solo un sueño, una alucinación por el uso excesivo de maná en las puertas "¿crees que podríamos compartir una habitación cuando atemos nuestras estrellas?"
"¿Tanto has disfrutado las bendiciones de Brëmwärme y Beischmacht, Ferdinand?"
Sonreí sin dejar de acariciarla, besándola y atrayéndola más a mí.
"No, solo… quiero dormir a tu lado sin la incomodidad de tener a nuestros asistentes cuchicheando sobre lo que hagamos o dejemos de hacer a puerta cerrada."
"¿Es una de esas costumbres del mundo de los sueños?" preguntó ella en un susurro y yo asentí apenas un poco, peinando su cabello sin dejar de acariciarla.
"Si, pero… cuando vivía como plebeyos, toda mi familia dormía junta en el mismo lecho. No teníamos dinero o espacio para dormir separados y yo siempre estaba enfermo… me hacía sentir apegado a mis padres y mi hermana, seguro y amado. Quiero que te sientas así siempre. Quiero que seas lo primero que vea al levantarme y lo último al irme a dormir."
Rozemyne sonrió embelesada y con los ojos llorosos, conmovida antes de lanzarse a besarme, rodeándome con brazos y piernas para permitirme la entrada sin apenas moverse una vez estuvo sobre mí.
"Habría dormido contigo desde que llegaste a mí de haber sido posible. Nada me gustaría más que saber que estarás conmigo todas las noches hasta el final."
La abracé, sembrando besos por toda su cara y dejándola llevar el ritmo. Sabía que no haríamos esto cada noche una vez atados… y también que tendríamos que esperar una vez iniciadas las clases, con o sin la ayuda del cuarteto de adictos que teníamos como asistentes principales.
Mentiría si dijera que no disfruté cada una de esas noches. No sentía arrepentimiento alguno tampoco, en especial al aferrarla y ayudarla a llevar un ritmo lento sobre de mí. Con algo de esfuerzo disipé la idea de que estaríamos en abstinencia las siguientes dos semanas con toda seguridad, sentándome en algún punto para poder besarla y sentirla tanto cómo me fuera posible, escuchándola jadeando y sonriendo por poder juguetear con mi cabello sin que dejáramos de movernos a ritmo de vals sobre mi cama.
Para cuando terminamos, me retiré el preservativo rudimentario que me obsequió Laurenz y lo lavé con un washen antes de guardarlo en su caja y ponerlo en mi cajón.
Con lo compatibles que éramos, estaba dispuesto a usar todos los métodos a nuestra disposición, no podía dejar que empezáramos una familia en una fecha que no permitiera que los otros nobles levantaran sucios rumores sobre todas mis diosas.
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El día llegó, Rozemyne y yo nos encontramos temprano en el cuarto de transportación para recibir a mis hermanos y sus esposas, los cuales llegaron en parejas con el poco equipaje que se llevaron
Luego de unos breves saludos y que los matrimonios se despidieran entre ellos, las chicas se reintegraron al séquito de Rozemyne en lo que mis hermanos y yo esperábamos por el resto de mis juramentados que no tardarían en llegar. Quizás debido a que no volvería a tomar sus nombres sino hasta esa noche o al cargo de conciencia, Justus me dio una herramienta antiescuchas.
"Ferdinand, sobre la carta…"
"Justus, tu carta llegó demasiado tarde."
Pude sentir cómo se tensaba y dejaba de respirar, llamando la atención de Laurenz que se nos quedó viendo justo antes de pasarnos a ambos otras herramientas antiescuchas para escuchar también, a pesar de mi reticencia a aceptar.
"¿Que tan tarde...?"
"MUY Tarde."
Una mirada y noté la preocupación reflejada en el rostro de Justus o cómo comenzó a hacer cuentas en su mente, revisando cada posibilidad… las cuales no eran en realidad demasiadas teniendo en cuenta su correspondencia.
"¿Qué llegó tarde?" preguntó Laurenz con curiosidad, cuidando de no moverse demasiado ni permitir que algo se reflejara en su rostro.
"Justus me envió una carta para pedirme no adelantar el invierno."
Miré a Justus y luego a Laurenz de reojo. Mientras que mi hermano mayor se notaba miserable y preocupado, el menor estaba teniéndola difícil para suprimir una sonrisa y una mirada tan encantada cómo si le hubiera dicho que conseguir reproducir todos los mangas de su amadísimo Dragon Ball.
"¡Ya estoy deseando que tomes de nuevo nuestros nombres, Ferdinand!" confesó mi idiota hermano menor en el exacto momento que las luces del círculo se activaban y yo devolvía las herramientas para poder dar la bienvenida a Eckhart y Lazfam. Ambos se veían felices. Eckhart un poco ansioso.
