El Ascenso de un Científico Loco
¡Descubriré cómo Funciona el Mundo!
¿Dónde estás?
"¡Vive!" la orden salió de mis labios al tiempo que canalizaba maná a una de las piedras colgando de la jaula en mi cintura, impulsada solo por la sensación sofocante que amenazaba con hacerme perder la conciencia.
La orden salió incluso antes de que pudiera recuperarme de la visión borrosa y mirar a mi alrededor.
¡Era un desastre!
Me costaba trabajo respirar y no sabía si era por la impresión de escuchar la voz de Rozemyne desesperada ordenándome mantenerme consciente y vivir o por su desaparición en sí, lo cierto es que el Gran Salón estaba sumido en el caos absoluto.
Mientras me sobreponían e intentaba usar mejoras mágicas en mis propios pulmones para seguir respirando, comencé a buscar a Laurenz, quién se lanzó de cabeza desde el palco donde me encontraba con el resto de la Familia Real.
No tardé mucho en encontrarlo saliendo de alguna parte de la zona de asistentes con su esposa en brazos y… Margareth.
"Fer… ¡Príncipe Ferdinand!"
Más que un llamado era una súplica por parte de Justus, cuyos ojos estaban inmóviles sobre el cuerpo aparentemente estéril de su esposa.
"Ve por ella, Justus. Póngalas en jureve." Logré decir antes de ganar suficiente fuerza para ponerme en pie y voltear.
El rostro de Zent Trauerquel y la reina Magdalena, así como el de mi madre de adopción estaban pálidos como el papel de la imprenta. No tenía tiempo que perder y tampoco podía solo salir corriendo por mucho que lo deseara. No con todos los nobles gritando y moviéndose de un lado al otro abajo.
"Padre, buscaré a Rozemyne en el Templo, en las puertas y en la Sala más lejana, pero… ¿Podrías encargarte de esto, por favor?"
El Zent pareció recobrar algo de color y de propósito. No tardó nada en ponerse en pie y tomar la herramienta mágica para elevar el volumen de su voz de inmediato, sin dejarme partir todavía.
"¡Silencio!"
El rugido de mi padre descendió entonces como el trueno de Verdrena, provocando que el tiempo pareciera detenerse, convirtiendo en silenciosas estatuas a los nobles presentes ahí.
Salvo por Justus y Laurenz que estaban saliendo para resguardar a sus esposas en mi villa o en la de Rozemyne, nadie más se movió por un par de segundos, cómo si la razón estuviera tardando en volver a todos. En menos de medio minuto, los nobles presentes estaban mirando hacia el palco donde nos encontrábamos. Sus rostros y miradas cargados de preocupación, confusión y esperanza.
Padre no tardó en mirarlos a todos y pararse tan erguido cómo pudo, siendo respaldado por sus dos esposas y sus hijos que también se pusieron en pie.
El movimiento de Galtero, aun en las túnicas ceremoniales que estaba usando para celebrar las ceremonias, llamó mi atención el tiempo suficiente para notar que, en lugar de tomar su lugar junto a la familia real, se retraía a una zona donde no sería visible para los nobles. Si no me costara tanto mantenerme en pie habría profundizado en sus motivos.
"Cómo bien sabemos, los dioses solían llevar a la princesa Santa a dónde consideraran adecuado para servirlos. Es posible que eso sea lo que ha pasado justo ahora."
Hubo algunos murmullos y pronto, uno de los asistentes, el actual Aub Klassenberg nos miró desdeñoso, señalando al escenario de forma acusatoria y despectiva.
"¿Y cómo explica el círculo mágico que apareció recién en el escenario? ¿Es algo que suceda siempre que la princesa ha sido, supuestamente, arrastrada por los dioses?"
El ruido subió de nuevo, escalando a una velocidad vertiginosa y por alguna razón, tanto Eckhart como el resto de nuestros escoltas se pusieron en guardia en ese momento.
"¡Suficiente!" Rugió mi padre de nuevo, trayendo un nuevo silencio, pero sin evitar que los nobles se cruzaran de brazos o se movieran incómodos mirándonos con todo tipo de emociones en sus ojos.
Mis ojos se apresuraron a localizar a la familia archiducal de Eisenreich. Era claro que necesitaron toda su noble compostura para evitar perder la razón en ese mismo lugar.
Podía ver a Sylvester ser sostenido por sus esposas, y el tío Adelbert era sujetado por Bonifatius, mientras que Eglantine y Anastasio sostenían a Lady Verónica cuyo rostro lucía cenizo incluso bajo su velo. Lady Seradina se había desmayado de la impresión y era Fabrizio quien la estaba auxiliando en tanto Bernadette se mantenía a un lado de su padre, lista para sostenerlo si se soltaba de Bonifatius. Un segundo vistazo me reveló que quienes servían de apoyo no estaban mejor.
En Haucheletz, Constance parecía al borde del desmayo, y en Ahrensbach, Georgine tenia la mano sobre su boca, como si contuviera las ganas de vomitar. Nunca los había visto mostrar tal cantidad de emociones, ni siquiera cuando descubrieron que Rozemyne estaba siendo envenenada y comenzó a pensar en sí misma como una flor.
"El Príncipe Ferdinand investigará posibles lugares a los cuales la princesa Santa haya sido transportada," declaró mi padre adoptivo devolviendo mi atención a él, haciéndome notar que lo que sentí como largos minutos, no fueron más de meros segundos. "por su parte, encomiendo al Sumo Sacerdote …"
No me quedé a escuchar más. Con mis sentidos algo recuperados crucé mis brazos en sumisión, realicé una reverencia parcial al Zent y luego salí con tanta prisa como era socialmente aceptable, corriendo apenas alcanzar los pasillos y sacando mi bestia alta para cabalgar por la Academia Real hasta llegar a la biblioteca.
No solo no estaba ahí, ni siquiera pude usar la estatua de Mestionora o el pasillo que debíamos atravesar para conseguir nuestro schtappe para entrar al Jardín de los Inicios… aunque sí encontré la entrada verdadera a la fundación del país, notando que a pesar de estar por completo teñida por Rozemyne, estaba llena hasta poco más de la mitad.
"¡Esa tramposa…!" me quejé entre divertido y agobiado por pura frustración. Necesitaría pensar en lo que esto significaba con más detalle, pero ahora mismo no tenia la cabeza para hacerlo.
Antes de irme, solo por curiosidad, me arrodillé rezando y dejando que una parte de mi maná fuera absorbido con avidez en apenas un par de segundos, sacando un vial con una de las pociones de sabor amargo para recuperar mi maná de inmediato.
'Nuestro color se ha vuelto tan similar que ni siquiera la fundación puede distinguirnos.' Pensé al notar lo poco que se llenó con mi maná.
Suspiré, ya tendría tiempo de preocuparme por ello.
Salí dirigiéndome al Templo de la Soberanía, sorprendiéndome al encontrar a Galtero buscando, dando indicaciones y recibiendo reportes de los azules cómo si llevara más de una temporada ahí, apoyado por Nahelache.
"¿Algún indicio de Rozemyne?" le pregunté al expríncipe apenas alcanzarlo.
"No está aquí." Me dijo con una mueca de frustración y furia demasiado obvias. No me quedé más, cabalgué hasta su villa, entrando de inmediato a su habitación oculta y pasando a la mía, revisando mi habitación y regresando por el círculo que unía nuestras habitaciones ocultas.
¡Nada!
Sin importarme si alguien me veía ni dejar de moverme, invoqué mi Grutisheit para buscar los círculos y el hechizo para viajar entre las puertas, regresando a la fundación para que el viaje fuera más rápido, encontrando un tapete bordado conectando la fundación con la habitación de Rozemyne…
"¡No tengo tiempo para esto!" pensé o dije en voz alta, no estaba seguro, tampoco era como si me importara. Estaba solo en la fundación del país.
Las revisé todas, una por una, tomando otra poción de rejuvenecimiento después de verificar la cuarta puerta, dejando la de Eisenreich para el final.
Incluso volé hasta el Templo de Eisenreich y al castillo sin encontrarla en ninguna parte.
Cuando volví a la Soberanía tuve que esconderme en mi habitación oculta para destrozarlo todo y calmarme. Por suerte, noté como laynobles y mednobles comenzaban a desmayarse a mi alrededor luego de salir de la fundación, haciéndome cambiar de rumbo a tiempo. Si visitaba la villa de Zent en ese estado, solo los dioses saben a cuántos más terminaría aplastando.
Una campanada más tarde, cuando se hizo de noche, visité al Zent en su villa. Toda la Familia Real estaba ahí escuchando el informe de Galtero.
"¿Entonces no encontraste nada que nos diga dónde está?"
"No… tío Trauerquel."
Eso me desubicó. Galtero jamás había llamado tío al Zent.
Habría querido culparlo, pero no estaba seguro de nada en este momento. Conteniéndome lo más posible, esperé a que me dieran la palabra y relaté acerca de los lugares donde la busqué.
Debían estar demasiado preocupados si no mostraron sorpresa alguna o curiosidad por la cantidad de lugares que visité en tampoco tiempo
"Entonces tú tampoco has podido encontrarla, Ferdinand."
"Me temo que no, padre. Lo lamento. Creo que podría buscar en los textos antiguos de la biblioteca subterránea por las ubicaciones de todos los lugares sagrados y las condiciones para entrar en ellos" ofrecí recordando el baño de la diosa y la dificultad que experimenté para alcanzar a Rozemyne en aquella ocasión "es posible que los dioses la retengan en algún lugar sagrado que haya estado en el olvido hasta ahora."
"¡Yo puedo ayudarlo a buscar!" Se ofreció Galtero de inmediato "Ahora que puedo leer con más rapidez el lenguaje antiguo, podría serle de ayuda al… príncipe Ferdinand."
Lo miré serio, preguntándome qué le hice yo para que no pudiera soltar su fastidio hacia mí ni siquiera en un momento cómo este, olvidando mi propia incomodidad en cuanto el Zent nos dio la orden de comenzar a buscar mañana y ordenándonos a ambos comer algo y descansar esta noche.
Fue la primera vez en bastante tiempo que dormí con el rostro hundido en la barriga de la pequeña Myne, el shumil que Rozemyne me regalara tanto tiempo atrás, la primera vez en mucho tiempo que saqué a Ayame de la caja donde permanecía para pedirle que me hablara, consiguiendo un consuelo amargo en la voz idéntica a la de mi novia. Si Ayame podía hablar aun, significaba que ella estaba bien, o esa fue mi pobre escusa. Para mí desgracia, parecía que en verdad era incapaz de dormir sin su maná luego de intercambiar nuestros nombres.
.
La mañana siguiente me sentía cansado. La sensación de semiagotamiento continuo me enfermaba. Observando mi propio maná me di cuenta que no era por mí, si no por Rozemyne. Era como si su maná estuviera desapareciendo del mundo, sin llegar a desaparecer del todo.
Margareth y Alerah tampoco daban señales de despertar. Fue mientras revisaba el estado de ambas mujeres que descubrí que no eran las únicas devotas. Hartmut y Clarissa también estaban inconscientes y dentro de sus jureves, su hijo no dejaba de preguntar por sus padres y los demás azules se dividían entre mantener el templo funcionando sin el Sumo Sacerdote y la Sumo Obispa, y cuidar del pequeño que no entendía porque sus padres se desplomaron frente a él.
Los siguientes días transcurrieron en un remolino de actividad.
Algunos Aubs comenzaron a teorizar sobre su desaparición. Algunos incluso sospecharon que eran partidarios sobrevivientes de la facción del cuarto príncipe, que de alguna manera lograron instalar un circulo de teletransporte para asesinarla.
La teoría carecía de sentido, porque sus juramentados seguían vivos. Inconscientes dentro de sus jureves, pero vivos al fin y al cabo.
Padre deseaba unirse a la búsqueda de su hija, como el resto de sus hijos, pero como Zent, no podía dejar su puesto.
Los Aubs exigían una actualización, por lo que padre decidió celebrar una conferencia de emergencia, para el día siguiente a que los archiduques celebraran sus fiestas para vivir la primavera y los sacerdotes partieran rumbo a la ceremonia de oración. ¿Por qué? Porque Rozemyne se enojaría si atrasaran las ceremonias en el templo y podría decidir no volver. Padre incluso lo llevó tan lejos como para estipular el día exacto en qué todo el país celebraría dichas fiestas.
Por fin llegó el día de la conferencia extraordinaria, si podía llamarse así.
No solo los archiduques y sus primeras esposas estaban presentes, también se encontraban reunidos algunos herederos y la familia de mi novia en su totalidad.
Observé a lady Seradina. Lucia una sonrisa resiliente. No me sorprendió. Esa mujer sentía una devoción a los dioses que rivalizaba con la de su hija. Lady Seradina estaba segura de que Rozemyne estaba bien, o eso me informó Bernadette.
"Por supuesto que estaba asustada cuando desapareció, pero ella asegura que mi hermana no está sufriendo." Solo pude asentir a sus palabras, viéndola torcer el gesto. "No te ves bien, Ferdinand. Parece que tienes un pie en la imponente escalera."
"No señales lo obvio." Gruñí sin poder evitarlo, molesto.
A estas alturas no sabía si me mantenía en pie por la orden de vivir o por intervención de los dioses. La verdad es que ninguna de las opciones me gustaba, yo solo quería a mi novia de vuelta.
Se suponía que deberíamos estar preparando nuestro enlace.
'¿Dónde estas, Rozemyne?" me pregunté como cada día desde que desapareció.
"¿Sabes que te apoyamos, cierto?" me preguntó Bernadette con cautela, solo asentí. Sabía que no era su culpa y sabía que no podía desquitarme con ella. "La encontrarás. Ella regresará. Nunca se perdería su ceremonia de enlace." Dijo como si tratara de animarme y me aferré a esas palabras.
La conferencia dio inicio saltando todo noble protocolo. Casi no estaba escuchando cuando la noticia más relevante de esta sesión informativa llegó.
"… a partir de este momento, dejaré mi puesto como Zent y ocupare mi lugar como caballero comandante soberano. Mi formación, mi entrenamiento, será más útil para encontrar a mi hija.
Gritos y protestas. Los nobles comenzaron a elevar la voz. Este parecía un pésimo momento para dimitir, pero yo lo sabía, lo que mi padre adoptivo podía hacer desde detrás de un escritorio era nada en comparación con lo que haría en el frente de la fuerza militar.
"¡Ya no soy Zent!" gritó con voz fuerte y firme a través de la herramienta mágica que amplificaba su voz. Los ojos de todos se dirigieron a mí por pocos instantes antes de apartar su vista.
Sabía que no me veía bien, y de echo no me sentía bien. Estaba funcionando al 50 o 40 % de mi capacidad.
"O quizás debería decir que nunca fui Zent." Dijo callando a los que aun protestaban. Mi padre adoptivo nunca fue reconocido como un verdadero Zent, admitirlo en voz alta provocó que los archiduques perdieran la fuerza para protestar.
"Esto no es una orden" continuó padre, "Anastasio, Eglantine, ¿aceptarían ser la pareja relevista hasta que su hermana aparezca?"
El silencio inundó la sala una vez más. Mi hermana menor y su esposo estaban pálidos, negando con suavidad.
"No, no puedo, padre. Lo lamento." Murmuró Anastasio mirando a Eglantine quien se sujetó de él. Mi hermana competía para volverse archiduquesa, pero ninguno estaba preparado para ser lanzado al trono por un tiempo indefinido.
Mi padre asintió, mirando entonces hacia la familia ducal de Dunkelfelger.
"Aub Dunkelfelger, ¿tomaría el manto oscuro hasta que mi hija regrese?" preguntó.
"No puedo ser Zent y Aub, Lord Trauerquel." Negó despacio, mirando a Werdekraft. "Mi hijo podría estar listo para tomar el manto oscuro, pero su entrenamiento aún no se completa."
"¿Su padre?" insistió una vez más mi padre, pero Aub solo negó. "Entiendo." Sus ojos se volvieron entonces hacia la familia archiducal de Eisenreich.
"Aub Eisenreich, ¿usted podría?"
"Aún no se ha seleccionado un heredero, no puedo gobernar en las alturas más altas descuidando a mi Gedulh."
Mientras todos se negaban, no pude evitar sentirme sorprendido de que Galtero no se hubiese ofrecido aún. Él que codició la corona desde que era un niño prebautismal, justo ahora podía obtenerla y aun así no hablo, no tenía sentido que ahora se quedara callado.
Lo busqué en silencio sin encontrarlo, preguntándome apenas un segundo donde estaba, dejándolo al instante siguiente luego de recordar su actitud el día que Rozemyne desapareció.
Debía sentirme peor de lo que pensé si tardé en notar que los archiduques y candidatos se quedaban callados aun si no habían llegado a un acuerdo. Fue solo cuando uno de mis asistentes, no estoy seguro de quien, me tocó el hombro y me señaló el altar, que me percate del silencio a mi alrededor.
De pie, en lo alto del altar, Rozemyne miraba a todos los presentes. Cuando sus ojos se posaron en mi, comenzó a bajar tan despacio que parecía flotar.
Mi cerebro al fin procesó lo que pasaba cuando los nobles a mi alrededor comenzaron a arrodillarse en sumisión, con rostros pálidos en lugar de jubilosos.
¡No era Rozemyne, era Mestionora!
El vestido de la diosa de la luz que usara durante la danza votiva había desaparecido, sustituido por uno que nunca vi. Su cabello caía suelto a la espalda. No existían amuletos sobre ella, de modo que su figura adulta quedo revelada. Lo único que la adornaba era la piedra de compromiso que hice para ella descansando sobre su pecho.
"Tómalo." Dijo la diosa con la voz de Rozemyne tan pronto como llegó a mí, haciendo que tardara un poco en entender lo que me daba. "Tómalo de vuelta y retira la orden."
Mis ojos se dirigieron a su mano, notando el capullo blanco que debía ser mi nombre.
Las palabras salieron de mis labios antes de procesar lo que pasaba, "Me niego."
Su ceño se frunció y comenzó a mirar a mi alrededor. Recordé entonces que, momentos antes de desaparecer, Rozemyne me dió una orden y yo le di una a su vez. Lo hice por instinto en el momento en que desapareció, el instante después de verla llevar su mano a la jaula de su cadera, rozando mi nombre con sus dedos sin alcanzar a hacer nada.
"Tómalo. Retira la orden y conviértete en Zent como mi Airvermeen desea. Cuando Myne se vaya, tu sabiduría se completará."
"Me niego." Repetí sin recibir lo que me daba, "¡Devuélvemela!" exigí en su lugar.
Escuché algunos jadeos de sorpresa por parte de los reunidos mientras mi mente comenzaba a despejarse, "Se lo dije a su santidad Airvermeen, Si ella muere, yo vendré justo detrás de ella. ¡No pienso aceptar mi nombre devuelta!"
Se supone que el intercambio de nombres era secreto, sin embargo, en este momento no me importaba y, de todas maneras, la diosa frente a mi acababa de revelarlo, por lo que no tenía sentido alguno ocultarlo más o tratar de negarlo.
Su gesto se torció, molesta. La vi suspirar antes de apretar los labios con fastidio y darme una segunda opción.
"Entonces retira tu orden y ven con nosotras," sus ojos vagaron alrededor, asintiendo hacia algunos, "Otros entre los reunidos pueden conseguir mi sabiduría y volverse Zent. Myne ha preparado todo. El giro del hilo se completó ya dos veces desde que ella se volvió Zent. La fundación está medio llena. El jardín de los dioses funciona correctamente a pesar de que estuvo desatendido sin un Zent durante trescientos años."
Jadeos y ruidos de sorpresa. Vi a mi padre adoptivo palidecer aun más ante la revelación.
"Dis… disculpe, su santidad," avanzó mi padre con dificultad, pálido y encogido, "¿A que se refiere? La familia real…"
"¿Qué es la familia real?" interrumpió la diosa, cerrando los ojos un momento antes de volver a abrirlos con evidente fastidio. "Ah, ese clan ducal. Ahora entiendo. Fue confuso que ocho generaciones de Zent provinieran del mismo clan. Después de la zent de Eisenreich, no hubo nadie más. Ningún otro fue a buscar mi sabiduría."
El silencio volvió a invadir la sala. Según lo que sabia, hace trecientos años la heredera de Eisenreich se convirtió de pronto en primera esposa del príncipe heredero antes de ser degradada a segunda. Esto se sabía ya que su sangre fue tan espesa como para que sus hijos heredaran su tono de cabello azul media noche y permaneciera hasta los días actuales, convirtiendo al azul medianoche y al blanco perla, en los colores de la familia real.
Sin embargo, lo que la diosa sugería era inaudito. La familia real había existido desde la fundación del país, al menos según mi sabiduría…
Las palabras que dijo cuando llegó se registraron por fin en mi cerebro. "Cuando Myne se vaya, tu sabiduría se completará."
'¿Se completará? ¿de qué habla?' me pregunté sin poder pronunciar palabras. '¡¿Qué hiciste Rozemyne?!' Por desgracia no tuve ni un momento para preguntar porque la diosa que usaba el cuerpo de Rozemyne siguió hablando.
"Myne ha sido la única zent en trescientos años," repitió, "su reinado casi ha completado tres vueltas de hilo." Dijo como asegurándose de aclarar la situación, revelando cuánto tiempo llevaba ella sosteniendo el país.
En ese momento entendí porque su santidad Airvermeen no me exigió teñir la base cuando llenamos las puertas. Entendí como fuimos capases de saltar de un ducado a otro y entendí porque quería poner a Galtero como Zent relevista.
Si no lo hacía, ella seguiría siendo Zent, cargando en secreto con el peso de proporcionar maná al país, lo que le impediría, de hecho, volverse madre… con esto obtuve otra revelación. Ella quería ser zent, o sentía que era su deber. No quería que yo fuera quien gobernara en las alturas, solo necesitaba vacaciones.
"… ha cumplido con su papel fungiendo como nuestra mediadora para llevar nuestras ordenes a los Aubs, pero no puedo permitir que siga fungiendo como Zent. Ya no pertenece al mundo de los vivos."
Silencio.
Esa revelación se sintió tan pesada que casi olvidé como respirar. No fui el único.
"Muchas veces, durante su infancia, caminó por la imponente escalera. Varias veces, incluso llegó a lo más alto. La primera vez, hasta me arrebató un libro, o debería decir que recuperó un libro," murmuró de forma pensativa la diosa, como si hablara del clima o algún otro tema banal, complicándome entender la profundidad de sus palabras. "Era un libro que quería leer, pero lo tomó de vuelta y luego dejó que partes de sus páginas se obscurecieran con el velo de Verbergen porque dijo que era doloroso recordar… después de eso solo volvió al mundo terrenal aun si la invité a leer conmigo y permanecer en mi biblioteca."
Sus ojos barrieron el lugar hasta llegar a la familia ducal de Eisenreich, caminando hasta quedar frente a ellos. Por mi parte no fui capaz de apartar mi vista de ella, temía que la diosa desapareciera y me impidiera recuperarla.
"Los intentos para protegerla y los escudos que le ofrecieron aquellos que velaban por su seguridad no fueron suficientes y ella siguió viniendo a mí. Volvió dos veces más después de tomar ese libro precioso." Se cruzó de brazos llena de fastidio. "No lo entiendo. ¿Por qué seguía renunciando a vivir en mi biblioteca para ahogarse en el sufrimiento?" preguntó a los padres de mi novia sin darles tiempo para responder.
"Myne era especial. Una niña incolora que consiguió el nombre de mis abuelos antes de su bautizo. Una niña incolora que llamó la atención de mis padres, mis tíos y mis abuelos en tanto habitaba en el seno del jardín. Una niña que oraba con fervor. Una niña que convirtió cada uno de sus actos en una oración… entonces dejó nuestro templo y partió a Eisenreich, donde alguien atentó contra su vida una y otra vez. Cuando subió la escalera por tercera vez, decidimos que no la dejaríamos ir la próxima vez. Pero no volvió a subir, siguió viviendo tranquila. ¡Estaba feliz por ella! Pero entonces, en el seno del jardín, volvió a verse en peligro y, por alguna razón no pude llegar a ella."
Apreté los labios mientras la veía caminar de nuevo hacia mí. Debía estar hablando del momento en que entró en su jureve durante su primer año.
"Le permitimos llegar a la edad adulta porque ese era su deseo. Su deseo se cumplió, así que me la llevaré," declaró con voz firme, extendiendo su mano una vez más. "Ahora tómalo. Retira la orden y vuélvete Zent, o retira la orden y ven con nosotras."
"Me niego." Repetí con voz firme. El deseo de Rozemyne y mi propio deseo era celebrar nuestro matrimonio, tener una familia, vivir juntos una larga vida y luego volver a iniciar en otro mundo. No renunciaría a sus deseos. No renunciaría a mis deseos.
Sus ojos me observaron, fríos y sin emociones, haciéndome dolorosamente consciente de que Rozemyne no estaba ahí.
"Niño con la marca de Ewigeliebe, no solo recibiste su marca, también su bendición y…" guardó silencio de forma abrupta, mirándome como si mirara más allá de mí, "¡Tu también te robaste uno de mis libros!" me acusó, "la única vez que caminaste por la imponente escalera…, veo ahora porque Myne te aprecia tanto," comenzaba a detectar ansiedad en ella, quizás no era mi novia, pero era su cuerpo. Su voz se estaba elevando poco a poco, los dedos de su mano libre se contraían de manera casi imperceptible, "no tengo tiempo para esto, elimi…"
"¡Me niego!" le grité interrumpiéndola, sintiendo por primera vez que podría conseguir lo que quería.
Me crucé de brazos mirándola del mismo modo que ella me miraba, "Si te estoy haciendo perder el tiempo, ¡retira tu misma el maná! ¡Devuélveme mi nombre! pero no eliminaré la orden, ¡no si eso es lo único que evita que te la lleves!"
"… tienes que ser tu." No logré escuchar el inicio de su respuesta, pero no lo necesitaba.
"Tú no puedes." Dije feliz de encontrar el límite del poder divino de la diosa en tanto comenzaba a armar planes en mi mente.
"El maná que te tiñó es tan diferente al que ahora existe en este cuerpo que no puedo retirar el maná, no puedo liberar el nombre de Myne, o devolverte el tuyo. Tienes que ser tú."
Tan pronto como las palabras fueron pronunciadas me alegré sobremanera del hecho de que esa diosa no usara eufemismos para hablar y de que hubiese revelado casi desde que llegó que habíamos intercambiado nombres. Los murmullos murieron de inmediato a la par que los nobles reunidos decidían que se refería a nuestro intercambio de nombres y no a que hubiéramos recibido el invierno.
"Me niego. Si Rozemyne desea que devuelva su nombre, ¡que me lo diga ella!" exigí.
"¡TU…!"
"Mestionora, hija, es suficiente." La voz llegó como una suave caricia, cálida y calmante, tan fuera de lugar que hubiese volteado al instante si no sintiese una presión sofocante, como un aplastamiento de maná. Pero no fue necesario voltear, una joven de cabello oscuro, entre azul y morado, avanzó mientras recogía su cabello en un moño sencillo, sostenido con algún tipo de horquilla. Por la forma en que se dirigió a Mestionora en el cuerpo de mi novia, debía ser Gedulh, su madre.
Bernadette cumpliría quince años esta primavera, por lo que el resultado no fue tan surrealista, Bernadette era una niña temprana, y era más alta que Rozemyne, por lo que no era evidente quien era la más joven. Quien era la adulta y quien la estudiante.
"Ese niño esta demasiado bendecido por Ewigeliebe. Es claro que no renunciará a su mujer, como tú tampoco renuncias a Airvermeen. Aun si él mismo eligió su destino."
"Abuela…" sollozó Mestionora.
Me sentía mareado. Mestionora, Gedulh y la diosa de la luz habían decidido presentarse entre los mortales, usando los cuerpos de Rozemyne, Bernadette y Lady Seradina.
Era demasiado tener a tres deidades aquí; y aun no eran todas…
Vi a mi tío avanzar hacia Lady Seradina. Pero no era mi tío… era el rey de los dioses usando su cuerpo para comunicarse.
Llegó hasta la mujer y la tomó de la mano, ofreciendo una escolta. Fue entonces cuando noté que los ojos dorados de Aub Eisenreich se habían teñido de negro en tanto los ojos pálidos de Lady Seradina ahora imitaban el tono de mi novia.
"¡Esto es un desastre! Te dijimos que si querías venir esperaras a que estuviera solo, Mestionora." La voz de Werdekraft se alzó con reproche, y vi a la joven diosa encogerse sobre si misma.
"Pero…"
"¿Pero?" habló ahora Eglantine, acercándose con desaprobación en sus ojos, ¿…verdes? "Nos obligaste a todos a venir. Es el trabajo de Zent hablar con nosotros, nosotros NO deberíamos bajar al jardín, pero tu alboroto nos trajo aquí. Nos trajo a todos aquí."
"No a todos…" intentó defenderse cómo una niña malcriada recibiendo un sermón que sabe que merece aun si no quiere escucharlo.
"Si, a todos." Esta vez fue Christine quien se presentó, "Eres mi sobrina y mi subordinada. Solo debías pedir a Ventuhite que cortara el hilo de Myne. Lo habríamos retenido en el jardín hasta que estuviera lista para avanzar, pero bajaste al reino mortal poniéndote en peligro, aunque no era necesario."
"¡Pero Airvermeen lo quiere a él!" protestó, "¡Debía separarlos!"
"Tal parece que ni si quiera teñirte con mi divino color pudo eliminar por completo la influencia de tu padre en ti." Suspiró la mujer cuyos ojos resplandecientes eran del mismo color que la capa de Eisenreich, lo cual tenía sentido para mi, aunque tal vez solo era resultado del maná divino qué saturaba el ambiente y me impedía respirar bien.
"Aun si te escondes bajo el escudo de Schutzaria, sigues siendo mi hija." Se rio Fabrizio, o mejor dicho Ewigeliebe, llegando hasta donde se encontraba Gedulh, su esposa, y Mestionora, su hija.
El joven tomó a su hermana de la cintura de manera descarada, obligándola a recargarse en su pecho y abrazarlo, (aunque ella no puso resistencia alguna), y se agachó palmeando la cabeza de Rozemyne, dejando que una sonrisa divertida se extendiera en su rostro cuando la diosa que usaba el cuerpo de mi novia lo apartó de un manotazo
La escena casi parecía una obra de mal gusto. Sabia que no eran la familia de mi novia ahora mismo.
Los ojos de mi primo entonces se dirigieron a mí. El rojo de sus iris fue sustituido por un pálido oro, más similar al tono de mis ojos. Sin perder la sonrisa divertida de su rostro, habló: "Mi viejo amigo parece preferirte, niño con mi marca, y estoy feliz de ayudarlo a conseguir lo que desea como el me ayudó a mi, pero tú te niegas a permanecer en el jardín si Myne es retirada del mundo de los mortales. ¿Es esto cierto?"
"… lo… es" logré decir notando que ahora también estaba arrodillado.
"Bien, entonces juguemos."
"¿Qué?" pregunte incrédulo. El dios Ewigeliebe caminó entonces hacia mi, agachándose para quedar a mi altura sin dejar de sonreír ni un segundo.
"Si pierdes, retirarás la orden que le diste a Myne, después de eso, seguirla o volver al jardín, puedes elegir lo que más te convenga."
"¡NO!" chilló Mestionora llegando hasta su padre, cruzándose de brazos y torciendo los labios. "Cuando pierda, volverá al jardín y se volverá Zent como mi Airvermeen desea."
"¡Eso nunca pasará!"
"Eso nunca pasará."
Mi voz y la del dios de la vida se alzaron a la vez, mi voz con furia y resentimiento hacia la diosa que usaba como un avatar a Rozemyne, la de Ewigeliebe con calma y diversión.
"Incluso si consigues ordenarlo, este niño es más listo que tú. Encontrará la forma de desafiar la orden y se llevará a Myne antes de que tú puedas leer una sola pagina de algún libro." Se burló.
Si no estuviere tan mareado y enojado, de seguro habría negado su afirmación, pero ahora mismo no tenía forma de hacerlo, solo podía trabajar para encontrar el mejor resultado para Rozemyne y para mi.
"Contrólate, Mestionora. Incluso si Schutzaria te tiñó y tus abuelos te otorgaron su protección, aun eres hija mía. Seguir alargando esto solo hará inútil la presencia de todos aquí. Seguir alargando esto hará que pierdas tu dominio y vuelvas a tu origen como la niña que nació de mis propios deseos, diosa del egoísmo."
La vi apretar los labios y desviar la vista. Su padre en el cuerpo de Fabrizio se rio con los dientes apretados mientras veía a su hija correr a los brazos de su abuela repitiendo una y otra vez, 'no quiero.'
"Ahora," continuó volviendo a mirarme, "si llegas a ganar, devolveremos a Myne a tu lado. No intervendremos, y haré que Daoareben les otorgue su protección para que disfruten de una vida larga y tranquila en el reino de los mortales. ¿Aceptas?"
"Tengo dos condiciones." Logré decir cuando los dioses dejaron de aplastarme con su maná divino y pude volver a ponerme de pie. "La primera," empecé antes de que pudieran negarse a mis palabras, "debe ser un juego que pueda ganar. No quiero enfrentar uno que sea imposible de completar para los mortales."
"Willkürspab y Gebordnung nunca permitirían tal curso de acción, así que quédate tranquilo. ¿Cuál es la segunda?"
"Nunca más podrán usar a Rozemyne de esta forma sin su consentimiento." Dije con firmeza, "o a ningún otro." Agregué cuando mis ojos recorrieron a los dioses y a quienes estaban usando como recipientes.
Escuché reír al dios de la vida. Los demás dioses, por otro lado, mostraron distintos niveles de descontento. Pensé que era debido a mi petición, hasta que uno de ellos murmuro que ahora entendía porque era el favorito de Airvermeen y Ewigeliebe, aunque eso dos nunca se ponían de acuerdo para nada.
"Muy bien. De todas maneras no debemos influir en el reino mortal, así que tus peticiones en realidad no lo son." El dios se sujetó la barbilla pensando un momento antes de volver a mirarme. "Piensa en tus peticiones, las concederemos si es que llegas a ganar. A cambio, si pierdes, deberás permanecer en la biblioteca de Mestionora hasta que mi hija esté satisfecha y haya leído cada uno de los libros que tú y Myne poseen."
Lo pensé un momento. Los librosde los que hablaba debían ser todos los libros que leí alguna vez como Tetsuo, y los que alguna vez Rozemyne leyó como Urano. Aunque combinados eran una suma considerable, se trataba de una suma finita.
Incluso si Mestionora se tomaba su tiempo para leerlos todos, eventualmente se acabarían y Rozemyne y yo podríamos renacer en algún otro mundo. Con suerte, en un mundo que no estuviera al borde de la extinción.
"Acepto."
"¡Excelente!" celebró el dios de la vida. Los demás dioses parecían interesados, pero solo dieron asentimientos ligeros para demostrar su acuerdo. Habían llevado a Mestionora de nuevo entre ellos, alejándola de su padre, quizás protegiendo su color.
"Llamaré a Willkürspab para que prepare un juego."
"Madre, padre," interrumpió Flutrane desde el cuerpo de Eglantine "con su permiso convocaré a Verfuremeer aquí. Los niños del jardín necesitan calmarse antes de que partamos."
"Hazlo, pero antes," hablo Lady Seradina, el avatar de la diosa de la luz, "traeré a Liebeskhilfe y Sternrath. Ferd no podrá jugar nada mientras siga siendo un mortal, sin embargo, su hilo y el de Myne son casi idénticos. Si lo atamos a ella podrá venir con nosotros."
"Por desgracia, solo hay otros dos que pueden recibirnos, así que tu subordinada y el subordinado de Ewigeliebe tendrán que esperar." Señaló mi tío… el rey de los dioses.
"Myne hizo un buen trabajo como Zent. No habíamos tenido tantos posibles receptáculos desde hace ya un tiempo. Creo que los niños del jardín lo llaman la era mítica." Comentó Bernadette, Gedulh con voz alegre. "Sylvester, Brunhilde." Los llamó con la misma voz cálida que usó para llamar a su hija cuando apareció. "¿Pueden prestarnos sus cuerpos?"
No los vi, pero la diosa sonrió con calidez y satisfacción, "Gracias."
Resistí el impulso de poner los ojos en blanco. En esta situación no existía modo de que se negaran, pero al menos estaban cumpliendo lo que pedí.
"Señorita, por favor salga del cuerpo de Myne", dijo entonces Brunhilde, ahora como la diosa del matrimonio. "No podremos atar sus estrellas si permanece en ella."
"Lo haré, pero ella no volverá. Está a salvo en mi biblioteca" se enfurruñó.
"No es necesario que vuelva. Aunque débil, su hilo aun está conectado a su cuerpo. Solo necesito que retires tu maná. Será un instante."
"Bien."
En el momento que dejé de sentir el maná divino envolverme, usé mejoras físicas y me lancé para atrapar el cuerpo de mi novia conforme se desplomaba como si se hubiese desmayado. Me mordí el labio para no gritarle a esa egoísta que tuviera cuidado, ya no estaba aquí.
"En general, nunca ataría dos estrellas sin el consentimiento explícito de ambas partes, pero… están tan teñidos en el maná del otro que, de no ser porque tienen nombres distintos del dios supremo, no podría distinguirlos entre si."
Mientras el calor de la furia me abandonaba, un terror frio me inundó debido a lo que el dios de las estrellas acababa de decir.
'¡Grítalo más alto, Sterrat! ¡Creo que en Lanzenave no te oyeron decir que adelantamos el invierno!' grité internamente, frustrado mientras, de nuevo, me alegraba que esa diosa revelara nuestro intercambio de nombres frente a todos.
Abracé el cuerpo de Rozemyne tratando de calentarlo, extendiendo mi maná a través de ella ahora que Mestionora la había abandonado y su alma estaba en las alturas.
Apenas podía recordar que no estaba solo. No me interesaba y no le di importancia mientras aferraba el cuerpo inerte de mi novia. El decoro podía esperar.
"Muy bien, esta listo." Anuncio la diosa que ahora usaba a Brunhilde con alegría, despidiéndose y dando paso a Verfuremeer.
Sentí como era empujado, obligándome a soltar a Rozemyne cuando Mestionora volvió a ella.
Vi a mi hermana invocar un bastón sin decir nada y comenzar a girarlo. Todos los sentimientos en mi interior, ira, frustración, desesperación, parecieron borrarse y los demás reunidos aquí, aunque no podían levantarse, también parecían más tranquilos. Ahora con la mente despejada podrían asimilar lo que estaba pasando.
La verdad que se estaba revelando ante sus ojos.
Con la mente tranquila y en tanto los dioses seguían hablando me di cuenta de que no podría irme así. Necesitaba hacerme cargo de la situación y, ahora que la verdadera función de Zent fue revelada, sería más difícil, por no decir imposible, que alguien aceptara ser relevista hasta que se decidiera el final de este juego.
Miré el brazalete que estaba en mi muñeca. Los últimos días, conforme me debilitaba, revisé el Grutrissheit falso que Rozemyne preparó, encontrándome una historia sobre la fundación de la familia real por parte de una candidata a Zent que quería detener las guerras de sucesión. En ese momento lo había descartado como ficción, como la forma de controlar a Galtero sin tomar su nombre. Pensé que Rozemyne creo la historia como una forma de evitar que Galtero usara su sangre y ascendencia como influencia, pero ahora sabía que esa parte era real.
De alguna manera mi ahora esposa, alteró la información que recibí de ella. Fue una jugada muy astuta de su parte, yo mismo estuve tentado a limitar o modificar algunos de los círculos mágicos más peligrosos para evitar que los usara cuando estábamos pasando la información de un Grutisheit a otro.
Pensé por un momento cual era el mejor curso de acción.
Los días previos a conseguir las respuestas que ahora tenía agregué más información a la herramienta. Planeaba entregársela a padre en caso de que yo desapareciera al igual que Rozemyne, de modo que él pudiera trabajar como zent relevista mientras entrenaba a alguna de mis hermanas menores para obtener la sabiduría correcta.
Pero ahora no le daría esta carga.
Mientras tomaba una decisión me felicité mentalmente por no eliminar nada dentro de la sabiduría falsa. Mis ojos recorrieron de nuevo el lugar, encontrando a la persona que buscaba un poco lejos, como si hubiese llegado sin darse cuenta de nada todavía o bien estuviera tratando de ignorarlo todo debido a la sorpresa.
"Galtero." Lo llamé. Su postura se tensó en el lugar donde estaba arrodillado. No levantó la vista. "Galtero, mírame."
Lo hizo. No podía identificar todas las emociones que sus ojos albergaban, pero podía ver desesperación.
"No tengo tiempo para nada, no puedo elegir un Zent relevista, no puedo dar indicaciones, ni compartir información con alguien más. Tienes que ser tú."
Miedo, pánico, desesperación. Fue interesante el desfile de emociones que encontré en los ojos que hasta ahora solo me miraron con resentimiento y sospecha.
Sus labios se movieron, pero nada salió de ellos. Tampoco le daría tiempo u oportunidad para negarse. Estaba hablando a un volumen lo suficientemente alto como para que todos los reunidos me escucharan.
"Rozemyne vio algo en ti durante el invierno. El entrenamiento que recibiste de ella en el templo debería ser suficiente para iniciar." Retiré el brazalete de mi muñeca y se lo ofrecí, pero él no se movió. "será tu trabajo evitar que todo el trabajo de mi esposa se deshaga, sea cual sea el resultado."
Como no se movía, me agaché y coloqué la herramienta mágica en su muñeca, usando mi propio maná para obligarlo a teñirla. No hubo reacción alguna por su parte, como si su cerebro y cuerpo estuvieran desconectados. Solo seguí empujando mi maná en él, usando el brazalete como si fuera una piedra receptora de maná misceláneo, tratándolo a él como a una feystone en el proceso.
Sabia que con eso le arrebataba un poco de su dignidad como persona y noble… y, aun así, no logré que me importara en lo más mínimo. Justo ahora podría haberlo reducido a una pequeña piedra fey sin sentir ningún tipo de remordimiento.
Todo mi ser lo culpaba. Todo de mi me gritaba qué todo esto era su culpa. Que se la habían llevado por su culpa. Qué fue él quien originó todo este desastre con su insistencia de tomar lo que nunca fue suyo… de reclamar a quien nunca lo quiso a su lado.
Y estaba siendo razonable.
Rozemyne y yo encontramos el camino a la sabiduría de Mestionora durante mi último año como estudiante. Tenía la sospecha de que ella ya lo estaba buscando en ese momento y habríamos descubierto la verdad. Si él no hubiera intervenido para llevársela lo habríamos dejado gobernar en las alturas más altas, le habríamos indicado como hacer brillar el círculo de la selección en su graduación e incluso le habríamos facilitado la sabiduría. Cuando mucho le hubiésemos obligado un contrato para restaurar la sucesión de zent y nosotros hubiéramos vivido como la pareja archiducal de Eisenreich… pero ese patrón desapareció antes de que pudiera iniciar.
En el momento exacto en que el brazalete brilló revelando qué estaba teñido, empujé aun más maná y el libro apareció frente a él.
Lo obligué a levantarse, asegurándome de que todos vieran y le di también la llave del Sumo Obispo.
Sus ojos estaban perdidos, viendo más allá de mi sin terminar de procesar lo que pasaba. Estaba tentado a irme y dejar que encontrara las respuestas en la herramienta, pero también sabía que si lo hacía, la posibilidad de que sobreviviera a este día era poca o nula.
"La herramienta mágica que te di es una sabiduría falsa, un falso Grutrissheit que solo funcionará por una generación." Dije como si hablara con él, aunque era una advertencia para los demás, para evitar que lo ejecutasen, después de todo, la muerte era un final dulce para la persona que se ganó mi odio.
"Si pierdo, deberás encontrar un sucesor y enseñarle el verdadero camino que, aunque tarde, lograste descubrir. Si gano, será tu trabajo asegurarte de que no regrese a un país al borde del colapso."
Miré a mi alrededor. El maná divino se estaba extinguiendo, señal inequívoca de que los dioses estaban abandonando el lugar, por lo que los nobles reunidos pudieron comenzar a enderezarse.
Las miradas en sus ojos me demostraron qué todos escucharon mis indicaciones. Ahora Galtero no podía escapar.
"Debería ser fácil para ti descubrir el resultado." Agregué mientras comenzaba a caminar hacia Mestionora, quien ahora se encontraba de pie frente a la imponente escalera, un poco lejos de todos los avatares qué ahora se encontraban derrumbados en el suelo. Al pasar por su lado vi como comenzaban a recomponerse uno a uno. Sus asistentes acercándose para verificar sus estados.
Mis cuatro juramentados me interceptaron, listos para acompañarme.
"Ellos no pueden venir." Dijo la diosa, haciendo un gesto con su mano para despedirlos.
Asentí, girando para encararlos y hablar, diciendo lo que podría ser una despedida.
"Perder este juego significa que subiré la imponente escalera y estoy bien con eso. No los obligaré a mi destino si no lo desean, por eso estoy dispuesto a devolver sus nombres."
Se miraron entre sí. Lazfam y Eckhart avanzaron y les devolví las piedras que ataban su vida a la mía.
"Esperaremos su regreso, mi señor, pero si llega a fallar, nos aseguraremos de que sus deseos no se desvanezcan con usted."
Sonreír a mi caballero, agradecido y miré a mis hermanos"
"Laurenz, Justus, ayuden a Zent Galtero sin hacer su trabajo. Oblíguenlo a leer el Grutrissheit que le di de principio a fin. Necesita saber todo lo que esta ahí escrito. Es una orden."
Ambos se arrodillaron aceptando la orden, haciéndome sentir tranquilo. No tenía caso que insistiera en devolverles sus nombres, ninguno lo aceptaría. Desde el inicio dejaron en claro su intención de seguirme incluso a nuestra siguiente vida.
"¿Terminaste?" preguntó la diosa por la que estaba perdiendo todo respeto. Solo asentí mientras comenzábamos a subir las escaleras. "Bien, el juego fue decidido: restaurar el patrón." La vi inclinar la cabeza hacia un lado, golpeando su mejilla como si pensara, era un gesto que pertenecía a Rozemyne.
"Es… bueno, Ventuhite aflojará algunos puntos en el tejido, y tu trabajo será restaurarlos… creo." Murmuro antes de encogerse de hombros en un gesto indiferente. "Bueno, da igual. Willkürspab te dará los detalles del juego."
Las estatuas de la pareja suprema se cerraron a mi espalda, dejando fuera de mi alcance a mi familia y mi vida. Si fallaba, no podría volver a despedirme.
No pensaba fallar.
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Los Dioses y sus Avatares
Rozemyne - Mestionora
Seradina - Diosa de la luz
Adelbert - Dios de la oscuridad
Eglantine - Flutrane
Werdekraft - Leidenshaft
Christine - Schutzaria
Bernadette - Gedulh
Fabrizio - Ewigeliebe
Bruhilde - Liebeskhilfe y Verfuremeer
Sylvester – Sternrath y Willkürspab
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Un poco de historia.
Aub Eisenreich descubrió el fraude que era la familia real gracias a la cooperación de Bosgeiz y la información descubierta dentro de su propia biblioteca. Como escudo de Zent, decidieron que debían hacer algo, sin embargo, en lugar de intentar tomar la corona por medio de la guerra, la heredera sugirió que intentarían un enfoque indirecto para evitar la muerte de personas inocentes.
Usando veneno de acción lenta (uno que tardo dos semanas en hacer efecto) eliminaron a todos los hijos del falso Zent. El prometido de la joven heredera del ducado se volvió el heredero de Zent y la heredera en princesa soberana.
Después de dos años consiguió la sabiduría de Mestionora y, con ayuda de Airvermeen, llegó a la fundación del país, convirtiéndose en Zent.
Poco después de que su esposo ascendiera al trono, Klassenberg forzó a una de sus princesas como primera reina, haciéndola perder su posición política.
Como segunda reina fue incapaz de conseguir el apoyo y poder necesarios para revelar el fraude que era la familia real.
Por desgracia, sus hijos e hijas no consiguieron el apoyo político para volverse Zent y la hija que logró reunir los requerimientos para conseguir la sabiduría fue comprometida como primera esposa de Klassenberg antes de poder regresar al jardín del inicio.
Sin la sabiduría o el apoyo político para gobernar, la joven princesa fue obligada a guardar silencio para no ser acusada de traición. La hija a la que educó como reina para cumplir el cometido de su familia falleció misteriosamente antes de poder conseguir la fundación, truncando así los esfuerzos de su madre y abuelo de restaurar la selección de Zent.
