Cuatro meses habían pasado desde la llegada de Asami a la isla, tres meses desde que Korra había iniciado sus entrenamientos y su progreso era notorio; ya no batallaba para levantarse temprano por las mañanas, muy por el contrario, la morena se levantaba desde las cinco para alcanzar a Ikem en su barco pesquero. Mantenerla fuera del agua resultaba casi imposible, desde el descubrimiento de su agua control, la morena buscaba cualquier pretexto para meterse a nadar o chapotear en la orilla de la playa; resultaba fácil ver que al fin había encontrado algo que en verdad le apasionaba.
Como consecuencia Asami se había visto forzada a consultar con los espíritus sobre ejercicios de natación que pudiera usar para fortalecer su cuerpo, y claro, de vez en cuando había que convencerla de ejercitarse fuera del agua, caminando alrededor de la isla o subiendo y bajando la colina. Korra renegaba de vez en vez, pero sus berrinches carecían de ese fulgor que solía caracterizarlos, parecía que los usaba más de pantalla que como algo genuino; oponiendo lo mínimo de resistencia obedecía las instrucciones que se le daban, terminaba con sus entrenamientos, comía y se escapaba hacia la playa de dónde había que volverla a llamar para atender el resto de los pendientes.
La meditación seguía siendo el área en dónde tenía más dificultades, Gyatso y los otros monjes habían intentado cambiar el horario de las meditaciones, mañana, tarde y noche, el resultado siempre era el mismo, también habían intentado distintas técnicas con distintos métodos de apoyo, pero nada parecía funcionar; la morena siempre se quedaba dormida o terminaba notablemente irritada por el aburrimiento.
"Ya tarda más en quedarse dormida" comentaba Gyatso sin perder las esperanzas mientras Laghima negaba con la cabeza de forma desaprobatoria. Los monjes y espíritus habían llegado a la conclusión de que el espíritu de Korra se encontraba cerrado, como un viejo baúl con candado, pero sin llave que lo abriera. Asami sabía que perder la paciencia no iba a ayudar a nadie, así que todos los días continuaba investigando en la biblioteca de Wan Shi Tong en todo lo que tuviera que ver con meditación, espiritualidad y el Avatar mismo.
Al final había encontrado medidas alternativas para inducir un estado meditativo ligero; uno de los ejercicios era bastante sencillo, consistía en sentarse frente a una vela encendida y concentrarse en la flama, así se enfocaba la mirada en un solo lugar mientras se intentaba vaciar la mente de cualquier pensamiento. Korra podía detestar la meditación, pero no se negaba a probar nada de lo que le sugerían. Fascinada con sus habilidades de maestra agua se notaba que no podía esperar para comenzar a manipular otro elemento.
"Bien, haré lo de la vela con una excepción." La observó de forma retadora. "No es necesario que los monjes estén ahí para eso ¿cierto? quiero que tú me acompañes durante el ejercicio." No hubo manera de convencerla de lo contrario, y esa no era la única condición que había impuesto, también demandaba su presencia durante sus ejercicios al caminar por la isla y, aunque esto fuera algo que ya hacía, quiso dejar en claro que, si ella no aparecía en los días en que ayudaba a algún poblador con sus deberes, se negaría a realizar la actividad en su totalidad.
Korra solía coquetear con ella, Asami no sabía si era de forma consciente o no, pero la morena la retaba entre jugueteos o actividades, se mostraba más amigable con ella, sonreía más y cooperaba mejor con lo que le pedía. El constante buen humor de la joven bastaba para contentar a la ojiverde quién notaba como, al abrirse el corazón de Eclipse, comenzaba a mostrar rastros del Avatar que se había perdido dos años atrás.
Ya una vez se había dejado llevar hasta besarle la mejilla en agradecimiento por la flor que le había regalado, desde entonces no lo había vuelto a hacer, pero se volvía cada vez más difícil no dejarse llevar por la falsa impresión de que la persona que tenía enfrente era su morena y no la confundida chica sin memoria conocida como Eclipse.
Ambas eran la misma persona, pero no era lo mismo hablar con Eclipse que con Korra, existía ahí un vacío difícil de llenar con nada más que la apariencia de la morena. La Guerrera del Sur había vivido muchas desaventuras y situaciones difíciles; así como ella, Korra conoció a los rebeldes y al Loto Rojo, supo del peligro que representaban y sufrió por su culpa; Eclipse no conocía nada de eso, vivía despreocupada en aquella isla de fantasía, y aunque disfrutaba verla feliz, a veces resultaba difícil ignorar el deseo de volver a tener de vuelta a la mujer a quién le había pedido formar parte de su familia.
Por eso debía seguir esforzándose, aunque a veces pensara que para Korra lo mejor era vivir en un paraíso como aquel y toda la situación se volvía un problema ambivalente difícil de digerir. ¿Recuperar a Korra junto a todos los recuerdos de un pasado complicado atado a responsabilidades imposibles de satisfacer, o permitirle a Eclipse desarrollarse libremente en una isla que reflejaba un estilo de vida ideal como no se podía encontrar en ninguna otra parte del mundo? ¿Qué tan egoísta quería ser?
- ¡Oye! ¡hija de Sato! - Ikem se acercó a la distancia.
- Asami. - Corrigió algo a lo que el chico parecía no interesar decir bien, pues esta no era la primera vez que ocurría. Sentada en la playa evaluaba el último intento de prótesis para la pierna de Korra, hasta el momento no habían iniciado con sus entrenamientos elementales porque resultaba obvio que la morena necesitaba ambas piernas con tal de ejecutar las poses básicas para el control de cada elemento.
- Mira, yo no sé nada de tecnología, pero esa cosa ya se ve mejor que cualquiera de mis dos piernas. Creo que está lista para que la use. - Insiste. Ikem se había estado mostrando impaciente, ninguno de los tres le habían mencionado nada a Korra sobre la prótesis para evitarle la pena de tener que esperar por resultados, pero sospechaba que la inquietud de Ikem provenía de las constantes demandas de la morena quién no dejaba de hacerle todo tipo de preguntas sobre el agua control.
- Si, eso creo. - Concordó luego de revisar por tercera vez la unión que permitía el movimiento del pie. Los planos sacados de la biblioteca de Wan Shi Tong eran detallados, pero complejos; esto había añadido un grado de dificultad digno de horas de estudio, ensayos y errores que llenaron horas de su tiempo hasta el día actual. Gracias al perfeccionismo de la ojiverde y el persistente esfuerzo de los chicos habían logrado crear algo prometedor.
- Hace lo que se le da la gana con el agua y yo no puedo dirigirla bien porque no se puede poner de pie. - Bufa dejándose caer al lado de ella. Son las seis, el sol comienza a ponerse sobre el horizonte, la brisa sopla gentil permitiéndole refrescarse durante aquella cálida tarde lo que parece ser propicio para una sesión de pruebas.
- Yo también quiero verla caminando, pero tengo que asegurarme de que esto funcione o si no terminará lastimándose. - Sonríe. Ikem baja la mirada y se encoje de hombros intentando aparentar una actitud desinteresada.
Durante los últimos dos meses Asami se había permitido conocer a los chicos más a fondo, después de todo, ellos eran las personas más cercanas a Korra ahora en la isla y eso era algo que no podía ignorar o clasificar como insignificante.
Ikem había sido el más curioso de los dos, Shoji casi siempre se limitaba a escuchar las conversaciones que Ikem echaba a andar mientras él se enfocaba en trabajar la roca dándole la forma apropiada. Ahora los tres tenían un conocimiento básico que les permitía convivir con algo de normalidad; aunque el juego de poder aún afloraba de vez en cuando entre ella y el maestro agua, no era nada serio que pudiera mermar la relación que tenían. Usualmente bastaba orientar al chico para aplacar sus berrinches, la nobleza de su espíritu solía quedar expuesta bajo la mención del nombre de Eclipse.
- ¿Y Shoji? - Preguntó aburrido luego de liberar un ruidoso suspiro.
- Se fue con su novia a resolver algo. - Le responde bajando el artefacto hasta dejarlo sobre el suelo. - ¿Quieres que vaya por Eclipse o prefieres ir tú por ella? - Ofrece sabiendo que el joven también solía competir por la atención de la morena, aunque esto era algo más como un celo fraternal más que otra cosa, por eso lo veía como algo inofensivo y, hasta cierto punto, enternecedor. Algo difícil de imaginar cuándo intentaba recordarse que el chico había sido un soldado del Loto Rojo.
- ¡Yo voy por ella! - Se pone de pie de un salto, medio se sacude la arena de los pantalones y echa a andar con entusiasmo. Asami lo observa alejarse sin decir más. Ikem y Shoji se habían vuelto el vivo ejemplo de la capacidad de cambio que existe en el corazón de todas las personas. Criados en un mundo lleno de violencia y carente de empatía ahora vivían en una sociedad tranquila y pacífica sin mostrar señales de incomodidad o disconformidad.
- Te los ganaste a los tres. - Acusa una voz desde la sombra de los árboles que delinean la separación entre la arena de la playa y el resto de la isla. Piandao había estado intentando entablar conversaciones con ella, nada que indicara el deseo de iniciar alguna pelea, sino más bien algo parecido al deseo de encontrar respuestas más allá de lo que la experiencia le había permitido. Asami pertenecía al grupo vencedor durante la guerra y había vivido en el mundo luego de la derrota del Loto Rojo, al parecer eso bastaba para verla como una posible fuente de información.
- ¿Qué quieres? - Pregunta viéndolo de frente, a pesar de que el viejo maestro fuego no mostrara indicios de querer lastimarla, Asami no podía ignorar el instinto que le dictaba mantener la guardia en alto.
- La soledad es algo terrible. Tanto así que me ha orillado a venir a hablar contigo en busca de cosas que no tiene sentido pensar. - Responde pensativo. Piandao había estado perdiendo peso, el sol comenzaba a causarle estragos en la piel, su apariencia en general era preocupante, pero sin importar la insistencia de los monjes siempre se negaba a recibir ayuda. Daba la impresión de que su mente se perdía cada vez más entre todos los pensamientos que su constante silencio era capaz de concebir.
- Te dije la última vez que fueras con Gyatso. - Suspiró batallando para mantener la mirada sobre la descompuesta figura del maestro fuego.
- ¿Cómo fue la guerra? - Murmuró tristemente mientras sus ojos se perdían viendo el suelo.
- Mi pueblo fue destrozado, mucha gente murió o resultó gravemente herida. ¿Qué quieres de mí Piandao? - Pregunta con irritación. Se negaba a sentir pena por el hombre que con odio había confesado el asesinato del Avatar Aang.
- Lo lamento. - Hizo una reverencia y se dio la media vuelta dejando a la ojiverde irritada y confundida. ¿Cuál era el plan de ese viejo? Entregarle una infinidad de cartas a Korra, interrogarla a ella ¿y después? ya se había aislado de Ikem y Shoji, gruñía y pedía estar solo la mayor parte del tiempo rodeado de tinta y papel en una pelea interna de la que se mostraba incapaz de escapar. Los monjes comenzaban a dudar de su salud mental, pero se mostraban renuentes a utilizar la fuerza bruta para obligarlo a aceptar al ayuda que necesitaba.
- Está perdiendo la cabeza. - La suave voz de Shoji la obliga a voltear hacia su izquierda desde dónde el chico la observaba con una mueca triste. - No puede desapegarse del pasado. - Murmura.
- La deshidratación puede afectar mucho la mente de una persona. - Razona en voz alta.
- ¿Pero quién lo va a obligar a beber agua? - Pregunta fastidiado. - ¿Has leído las cartas que le entrega a Eclipse? A nosotros no nos deja acercarnos mientras escribe. - Gruñe haciendo una de las escasas demostraciones de emoción negativa que se podía apreciar en su persona.
- No las he leído. Gyatso es quién se asegura de que el contenido no sea una agresión en contra de Eclipse antes de dárselas. Yo me he tenido que limitar a confiar en su juicio, porque luego del altercado que tuve con Piandao, los monjes no quieren darme más razones para desear atacarlo. - Admite algo que ya se había dado el tiempo de hablar con ellos.
- Cuándo Eclipse recupere su memoria... ¿Crees que ella sea capaz de castigar a Piandao por lo que dicen las cartas? - Pregunta temeroso.
- No. - Le asegura casi al instante. - La Guerrera del sur fue una persona temible, dentro de la arena de batalla llegó a infringirle mucho daño a sus oponentes, sabía torturarlos y humillarlos sin llegar a matarlos, por eso se ganó el respeto de los rebeldes, pero nunca cruzó la línea más allá de eso. - Suspiró. - Yo tuve que ser la persona dispuesta a quitar vidas y... digamos que Korra nunca aprobó lo que hice. - Sonríe culposa. Shoji abre los ojos de par en par, pero antes de poder responder algo se escucha la voz de Ikem que los llama con entusiasmo.
- ¿¡Es que a nadie le importa que me falte una pierna!? - Reniega la morena batallando para mantenerle el paso a su amigo.
- Ya deja de quejarte. Dijiste que querías saber lo que hacíamos en las tardes ¿No? - Ikem se detiene orgulloso frente a la ojiverde quién sin esfuerzo cambia su mueca sombría por una sonrisa alegre y brillante luego de posar su mirada sobre la figura de la renegada chica con muletas.
- Esto te va a encantar. - Shoji sonríe con la misma naturaleza y levanta el artefacto que hasta el momento había estado descansando contra una roca.
- ¿Le quitaron la pierna a una estatua? - Eclipse arquea una ceja, Ikem rompe a reír, Shoji se detiene a digerir la perspectiva que acaba de escuchar, Asami se acerca para tomar el artefacto entre sus manos y tomar control de la situación.
- No, es una prótesis para tu pierna. - Señala las correas que servían para ajustar el dispositivo. - Nos llevó algo de tiempo, pero puede que este no sea perfecto. Es necesario que te lo pruebes para darnos cuenta. - Se acerca a ella y le entrega el artefacto para permitirle examinarlo. Eclipse lo observa detalladamente, el escepticismo en su mirada es evidente, pero en lugar de un comentario negativo termina liberando un pesado suspiro.
- Luce demasiado estúpido para ser efectivo. - Admite. - Supongo que deberé intentar usarlo antes de negarme ¿verdad? - Conecta la mirada con la de ella y Asami asiente con la cabeza.
- Por favor. - Le sonríe, la morena se ruboriza y bufa apartando la mirada. Por un instante la escena le recuerda a Korra durante los primeros meses que vivió en su asentamiento, cuándo ninguna de las dos podía explicar bien la tensión que existía entre ambas y ella se divertía incomodándola para hacerla sonrojar. Eclipse le recordaba mucho a la joven Avatar de diecisiete años y a veces le resultaba imposible no dejarse llevar por el impulso de molestarla como en aquel entonces.
- Bien. - Accede entregando el objeto de vuelta para poderse encaminar hacia el tronco caído que todos usaban para sentarse en esa parte de la playa, tomó asiento y esperó. Asami se acercó sin prisa, se hincó frente a ella y con cuidado comenzó a colocar la prótesis en su lugar explicando cada paso de lo que hacía con la intención de que, en el futuro, Eclipse fuera capaz de hacer lo mismo sin la necesidad de ayuda.
- Listo, intenta ponerte de pie. - Le sugiere ofreciéndole sus manos como apoyo, Eclipse las toma y Asami la jala hacia ella con cuidado para ayudarle con el impulso inicial.
La distancia entre ellas es reducida, Eclipse comete el error de buscar los ojos de la ojiverde quién le sonríe en respuesta, y luego de un ligero tambaleo, termina haciendo que Asami la sujete con fuerza por la cintura. - Cuidado. - Le advierte tras aclararse la garganta y volver a apartarse sin soltarle las manos. Korra lucía tan frágil en esos momentos; su delgada figura y el largo cabello castaño trenzado de los lados y suelto de atrás le daban una apariencia más femenina, más...delicada.
Debía respetar los límites de Eclipse, se recordaba día con día cuándo se atrapaba a sí misma en medio de pensamientos inapropiados detonados por recuerdos de su pasado.
- Vamos a intentar dar un par de pasos. - Le indica para no tomarla por sorpresa y comienza a retroceder lentamente, Eclipse duda, pero logra avanzar. - Necesito que me digas si algo te molesta o incomoda. - Le indica ayudándole a seguir practicando. Shoji e Ikem observan de cerca, el maestro tierra con especial interés en el objeto en sí y el maestro agua admirando los frutos del arduo trabajo que había efectuado hasta el momento.
- Funciona mejor de lo que esperaba. - Menciona el maestro agua alzando las cejas tras ver que, luego de ser soltada de las manos, la morena se mantuvo en pie.
- Se siente extraño. - Admite Eclipse.
- Bueno, deberás practicar andar con esto hasta que te acostumbres a usarlo. Igual no espero que este sea perfecto, si notas que algo está mal solo dilo y lo arreglaremos. - Sonrió la ojiverde. - También puedes usar la muleta si necesitas apoyo adicional.
- Cuando aprendas a usarlo te daré una paliza con agua-control. - Ikem comenta, Eclipse alza la mirada para contemplar los rostros de sus amigos y vuelve a enfocar el objeto que ahora llena el vacío creado por la ausencia de esa parte de su pierna.
- No tienes por qué usarlo todo el día, puedes entrenar por ratos hasta que poco a poco te acostumbres a la sensación. - Asami se apresuró a acercarse a ella y tomarle las manos al ver las lágrimas que comenzaban a formarse en la mirada de la morena.
Eclipse jaló a la ojiverde y, colocando los brazos alrededor de su cuerpo, la abrazó con fuerza escondiendo el rostro contra su cuello. - Nunca les voy a poder pagar por esto. - Murmuró débilmente.
- ¡Si lloras te voy a echar agua encima! - Ikem resopla en su lugar, pero Shoji se apresura a acercarse y envuelve a ambas mujeres entre sus poderosos brazos.
- Una sonrisa basta. - Responde el menor sin perder la oportunidad de reconfortar a su amiga.
- O tus porciones de pollo cuándo entre la temporada. - Agrega el maestro agua con tono burlón.
- ¡Hey! Solo podemos disfrutar de los pollos dos veces al año. - Eclipse se da el tiempo de objetar apartándose un poco del abrazo y, luego de un breve silencio, los cuatro se echan a reír.
Continúan practicando hasta que la morena caer rendida por el cansancio; aprovechando la hora, los chicos las invitan a comer en la plaza a dónde acercan la comida que les había sobrado durante la tarde. En el pueblo la gente enciende lámparas de aceite iluminando los coloridos edificios de alrededor, los niños juegan en las calles llenando el ambiente de gritos emocionados y risas alegres, un grupo musical ensaya sobre el escenario del teatro y distintas familias de pobladores charlan amenamente sobre los banquitos debajo de los árboles.
-¡Eclipse! Al fin puedo hablar contigo sobre lo que Asami se traía entre manos. ¿Qué opinas? Una pierna de madera y roca, nosotros nunca habríamos podido ir más allá de una pata de palo. - Gyatso se acerca con un grupo de monjes que les sonríen y rodean la mesa sobre la que comen.
- Pues, luce extraña, pero funciona mejor de lo que esperaba. - Se toma el tiempo de explicar y conversar con el viejo monje quién continúa elaborando preguntas variadas para que la morena y los chicos respondan.
Como líder, Asami sabía reconocer el talento del monje para convivir con su gente; a pesar de solo aceptar el título de "líder espiritual", Gyatso había demostrado tener una mente brillante capaz de adaptarse a distintas situaciones y afrontar problemas complejos que nada tenían que ver con meditaciones o problemas emocionales. Si hacía preguntas sobre la prótesis era más un medio para empatizar con Korra, Ikem y Shoji que para entender la ingeniería detrás del artefacto, porque él ya había pasado horas hablando con ella al respecto cuando el plan aún no estaba en marcha.
La plática continuó de forma amena, como uno de esos sueños capaces de alegrarte el día de principio a fin. Korra sonriendo al ritmo de la conversación, usando sus manos para expresar sus ideas, viéndola de reojo de vez en vez dirigiéndole sonrisas tímidas, bromeando con sus amigos, luciendo feliz y satisfecha. Resultaba difícil pensar que apenas cuatro meses antes había estado sufriendo su pérdida, decir que se sentía afortunada de tenerla sentada a su lado no alcanzaba para describir la sensación que le llenaba el pecho cada vez que se permitía contemplar la existencia de su amada morena.
-Es tarde, será mejor que me retire a dormir. - Se disculpa y pone de pie sin la intención de interrumpir la atmósfera que compartían.
- Te acompaño. - Korra se apresura a levantarse detrás de ella, agradece a sus amigos por los alimentos y comienza a caminar a su lado usando sus muletas.
- Creo que si de verdad quisieras podrías acompañarlos otra hora más antes de irte a dormir. - Comenta con la mirada perdida en las estrellas.
- Podría, pero tú siempre me acompañas a la cima de la colina cuándo me canso primero y pido terminar los entrenamientos para irme a dormir. - Responde con sencillez. - Sé que te has estado levantando más temprano para estudiar en el mundo espiritual. Te esfuerzas mucho todos los días... solo para ayudarme. - Murmura sus últimas palabras y Asami sonríe.
- Pero no me debes nada. - Aclara. - Todo lo que hago es por gusto. Allá afuera recibí la ayuda de muchas personas. La guerra dejó a muchos heridos, los doctores de mi pueblo se volvieron expertos en tratar a las víctimas, entre todos desciframos la mejor manera de recuperarnos de algo tan difícil y ese conocimiento es el que intento usar para ayudarte a ti. - Pausó. - Lo ideal sería que tuvieras acceso al mismo equipo que me ayudó a mí, pero supongo que, por el momento, mi ayuda deberá bastar. - Se encoge de hombros y sigue caminando.
- ¿Bromeas verdad? - Pregunta deteniéndose. - No eres un "remedio alternativo". Asami, eres una persona increíble. - Sus palabras suenan como una acusación más que un halago, pero no resulta difícil percibir las buenas intenciones detrás de ellas.
- Gracias. - Sonríe. - Mucho de lo que soy hoy en día fue inspirado por ti. - Se permite confesar volviendo a retomar su camino.
- ¡Espera! - La escucha resoplar a lo lejos. - Como odio que hagas eso. ¿Lo haces a propósito verdad? - Reniega al alcanzarla.
- ¿Qué cosa? - Sonríe de lado intentando no reír.
- Halagarme para avergonzarme. - Pronuncia entre dientes.
- No, te halago porque lo mereces. Te avergüenzas porque te niegas a aceptarlo. - La corrige deteniéndose a la entrada de su choza. - Buenas noches. - Intenta despedirse antes de que sus emociones la lleven a querer ruborizar a la morena de forma intencional.
- ¿Podemos practicar un poco de meditación? - Sugiere manteniéndole la mirada como señal de determinación. No iba a poder negarse a eso. Suspira dejando los hombros caer y accede extendiendo uno de sus brazos como señal de una invitación a pasar.
El proceso rutinario es algo a lo que la morena ya está acostumbrada, sentadas una frente a la otra, Korra enfoca la mirada en la vela que brilla sobre la mesita que hay en el medio, con Naga recostada detrás de su espalda y Sai entre los brazos de la ojiverde, no se escucha nada a su alrededor más que los grillos y el viento.
Los minutos pasan, Asami batalla para mantener los ojos abiertos, y luego de un prolongado parpadeo, ambas terminan siendo seducidas por el sueño. Una hora más tarde recupera la conciencia al sentir la fresca brisa que entra por la ventana, afuera comienza a lloviznar, la vela ya se había consumido.
Korra duerme usando a Naga como almohada, no tiene caso levantarla. Poniéndose de pie va a buscar las mantas que usa para dormir y con cuidado se acerca a la morena para cubrirla, luego se dirige a las ventanas para cerrarlas, coloca la puerta de madera y se asegura de que la lluvia no se cuele al interior. Perezosa, piensa en preparar su lecho para dormir, pero al ver a su invitada tan cómoda siente tentada de invadir su espacio. Nada de eso había sido planeado y no se había preparado para tener las mantas suficientes para las dos, suspiró, además estaba lloviendo.
Sigilosa se acerca al espíritu del perro-oso polar quién instintivamente mueve su cuello un poco para permitir que ella se acomode, no era la primera vez que dormían así, recordó al cubrirse con las mismas mantas que la ojiazul. Así recorrió su cuerpo un poco hasta que su espalda hizo contacto con la de Korra, eso debía bastar, pensó contenta de volver a sentir su compañía al dormir.
