Ese día, Sanemi esperó lo más pacientemente que pudo.
Pero las horas pasaron y Saori no dio señales de vida.
Para el mediodía, su nerviosismo era inmanejable.
-Que sorpresa verte por aquí.- dijo Iguro Obanai cuando Sanemi cruzó su puerta.
-¿Sabes algo de los resultados de la Selección?- preguntó él, ni bien entró.
Iguro lo miró de reojo, mientras limpiaba su espada, y Kaburamaru se acomodó en su lugar en el cuello del Pilar, casi expectante.
-Hubo sólo 3 sobrevivientes.- dijo.
-No me agrada ese número.- Sanemi fue sincero, no era bueno en absoluto.- Vaya mierda, pocas veces hubo tan pocos Cazadores.-
- Dos mujeres, un hombre.- Agregó Iguro, aún concentrado en su tarea.
-¿Sabes si…?- Preguntó Sanemi, pero dejó la frase inconclusa, no era necesario terminar.
- No. No lo sé.- Obanai entendió, cómo Sanemi supuso que lo haria, sin necesidad de explayar más.- El rumor es ese, pero no sé si tu aprendiz está entre ellos. Aún no ha llegado ¿verdad?-
-No...y ya es bastante tarde.- Dijo Sanemi, sentándose frente a él.
-Vaya...mírate, todo preocupado...- Una sonrisa sutil se dibujó en el hombre de los ojos peculiares, oculta por los vendajes, pero no miró al otro Pilar.
-Por supuesto, invertí dos años entrenando a esa mujer.- pareció ladrar Sanemi.
-¿Sólo te preocupa el tiempo que perdiste?-
Hubo un momento de silencio. Sanemi miraba a Iguro trabajar y su mente pareció divagar unos segundos.
-No...-dijo Sanemi finalmente.- No es eso...-
-¿Tienes miedo de que haya muerto porque te quedaron asuntos pendientes con ella?- preguntó calmadamente Iguro, sin descuidar su tarea.
-¡No!.- exclamó Sanemi, y agregó, con prudencia.- Solo me preocupa porque...digamos que le tomé aprecio a la chica.-
- Ya. Aprecio...- repitió el otro Pilar.
-Si. Tú nunca entrenaste a nadie tanto tiempo...no sabes- comenzó a decir Sanemi, cruzándose de piernas a lo indio.
-Pero si sé.- lo interrumpió Iguro.- Lo que es querer a alguien y no poder decírselo.-
Sanemi abrió grandes los ojos, de repente se sintió expuesto, desnudo, vulnerable. Como si de pronto alguien le hubiera deslizado un hielo por la columna.
Iguro levantó la vista levemente, y sólo sonrió debajo de las vendas.
-Mira...- Dijo finalmente, dejando de hacer lo que estuvo haciendo hasta ese momento para poder mirarlo a los ojos.- para el resto del mundo serás el Pilar más cabrón de todos pero yo te conozco, Sanemi. Y puedes dejarte la garganta negándolo pero de aquí afuera el panorama es claro. Te enamoraste de ella.-
Sanemi no dijo nada.
"¿Como lo supo? ¿Le hablé demasiado de ella? ¿Sonreí mucho cuando estábamos juntos? ¿Como lo supo? ¿Acaso Kaburamaru se lo dijo? Esa condenada serpiente..." Se preguntó Sanemi. Desvío la mirada y se puso de pie.
-Ah no, no huyas de mi.- lo reprendió Iguro, pero sin moverse. - Solamente me estarás dando la razón si lo haces.-
Sanemi dudo. De pie, miró a Iguro un momento, y luego paseó su mirada distraídamente por toda la habitación. Se rascó con disimulo la nuca.
"Estás atrapado, hombre. Ya deja de huir." Pensó para si. "Quién sabe...quizá dejar salir todo lo que llevo dentro sea buena idea. Además es Iguro...si hay alguien con quién pueda hablar es con él o con Tengen."
-Yo no quería.- dijo finalmente.
-¡JA! ¡Tenía razón!- Exclamó el Pilar de la Serpiente y se cruzó de brazos con suficiencia.- Kaburamaru y yo nunca nos equivocamos.- dijo, y alzó una mano para acariciar con un dedo la cabeza del reptil.-
-¿Vas a hacer un escándalo de esto? Me voy a la mierda si es así.- Anunció Sanemi, visiblemente molesto.
-No.- Dijo Iguro, levantando levemente las manos.- sólo que es sumamente satisfactorio que lo aceptes de una vez.-
Otro silencio.
Sanemi se llevó las manos a las caderas y se aclaró la garganta, mirando a la nada.
-¿...tan evidente es?- preguntó.
- Para quienes te conocemos bien si.- Dijo Iguro, poniéndose de pie.- No te enojes pero teníamos una apuesta con Tengen. Él decía que solamente te la estabas tirando y yo que estabas enamorado.-
Sanemi sintió que una vena debió estallarle en algún lugar de la frente. Apretó los labios y cerró los puños.
- Nunca hicimos eso. Puedes decirle al idiota de Tengen. O mejor, iré yo a decírselo.-
-Oye oye oye cálmate, no lo hicimos de mala fé.- Iguro lo tironeó del haori y puso a Sanemi una mano en el hombro, pero este se liberó violentamente.
Ahora él rostro del Pilar del Viento estaba enrojecido.
- Váyanse los dos a la mierda.- exclamó.
- Sanemi cálmate.- Repitió Iguro y rodeó al otro con un brazo.- No es nada malo. Me hubiera preocupado más si no te hubiera movido un pelo. Siéntate hombre. Ahora cuéntame.-
Sanemi se quedó quieto un momento, intentando hacer disminuir las ganas que tenía de ir a golpear al Pilar del Sonido y luego volvió a sentarse. Iguro lo imitó y quedaron nuevamente frente a frente mientras Sanemi le contó cómo fue que de repente se dio cuenta del impacto que había tenido Saori en su vida, y cómo se le hizo cada vez más difícil frenar la situación hasta que finalmente decidió dejar de hacerlo, porque era agotador. Le habló del dilema que lo atravesaba, porque en parte quería decirle todo, y en parte temía que la maldición que se asentaba sobre todos los que él amaba termine alcanzandola.
-¿'Maldicion'? Vaya excusa - dijo Iguro.- No pensé que fueras un cobarde.-
-No lo soy.- Gruñó Sanemi.
- Entonces deja las excusas estúpidas y dile todo.- Obanai le dijo mirándolo a los ojos.- Nosotros vivimos al borde de la muerte siempre, no puedes excusarte en eso para no disfrutar tu vida. Deja de ser un jodido amargado. Dile la verdad.-
Sanemi odió escuchar eso. Porque sonó horriblemente lógico. Y acertado.
-Quizá tengas razón.- dijo, cruzándose de brazos, mirando hacia afuera.
- Claro que la tengo.- Exclamó Iguro, con suficiencia, cruzándose de brazos también.- Además, amigo...-
-¿Qué?- Sanemi lo miró.
- Ni se te ocurra dejarla ir. Es increíble que una mujer como ella te haya echado el ojo. Lo mismo pasó con Kanae...¿cómo haces?- Preguntó Obanai.- Sinceramente no me lo explico,-
Sanemi rió despacio, e hinchó el pecho de orgullo.
Lo cierto es que simplemente no sabía qué hacía. Si es que en efecto hacía algo.
- ¿Para qué quieres saberlo? Ni siquiera puedes con una ¿y quieres saber cómo conseguir más?- Sonrió Sanemi.
- Ja-ja muy gracioso.- Dijo Iguro, entrecerrando los ojos. Era al único al que podía dejarle pasar algún chiste que involucre a Mitsuri.- Oye...¿puedo preguntarte algo?-
- Si.-
- ¿Realmente no te la tiraste?-
-No.- Sanemi desvío la mirada. El pecho se le deshinchó enseguida.
- ¿Nada? Ni un roce, un beso...una- insistió Iguro.
- No.- lo interrumpió Sanemi, incómodo.
- Vaya sorpresa, te hacía más del tipo 'procedo luego pregunto'.- dijo el otro, alzando las cejas.
- ¿Tengo cara de violador?- preguntó Sanemi, poco feliz con la imagen que aparentemente su amigo tenia de él.
- No, quizá no de eso, pero de que si la dejas prestarte atención, pierdes la presa.- Dijo Iguro.
- Vete a la mierda.- Sonrió Sanemi, desviando la vista.
En ese momento, un cuervo kasugai entró chillando. Buscaba al Pilar del Viento.
Saori estaba en la Finca de las Mariposas.
- ¿Donde está?- Sanemi entró casi pateando la puerta a una de las habitaciones de la Finca.La Cazadora de la Selección Final. ¿Dónde está?
Había dos Kakushis y ambos se paralizaron ante tan intempestiva entrada.
- La..la...la...señorita Kocho está con...con... ella…-Uno de los muchachos intentó explicarle la situación pero estaba tan nervioso que no le salían las palabras.
Todos los Kakushis o su gran mayoría le temian al Pilar del Viento y por más que no era un habitué en la Finca, si él aparecía por allí intentaban no cruzárselo.
Y cruzárselo en esta situación era una pesadilla.
- Llévame.- Sanemi puso énfasis en la palabra y el Kakushi pareció hacerse pequeño.
- Maestro Shinazugawa, tengo órdenes de...-
- QUE DÓNDE ESTA, MALDITA SEA, ¡¿DÓNDE ESTÁ?!- Tomó al Kakushi por el cuello del uniforme y lo arrastró a centímetros de su rostro. Los pies del joven se levantaron del piso unos centímetros.
- Bájalo ya.- la voz de Shinobu fue clara e imponente.- Ella está aquí, pero está inconsciente. Tuve que sedarla para trabajar. Sígueme.-
Lo condujo a través de los pasillos hasta una habitación con una sola cama, que es donde ponen a los heridos más críticos. Le abrió la puerta y allí estaba Saori.
Un vendaje amplio el recorría el torso. Y aunque la habían limpiado, su rostro estaba magullado, tenía un corte en la ceja derecha y un hematoma enorme en la sien del mismo lado.
- ¿Qué pasó?- preguntó él, acercándose a ella. La observó un momento, y sintió esa sensación desagradable en el pecho, como si el corazón se le hubiera ido a los pies.
- Tiene una herida grave en el estómago, un demonio de la montaña Fujikasane la hirió a último momento... Es fuerte, porque cuando llegué allí, estaba conteniendo la hemorragia con la Respiración. Pero si hubiera tardado un poco más, estarías despidiéndola.- Shinobu sonrió levemente.- La entrenaste muy bien.-
Sanemi se sentó al lado de la cama de Saori, y acomodó el cabello negro de ella con suavidad.
Tomó la mano floja de la muchacha inconsciente entre las suyas. Estaba fría y pálida, producto de la perdida de sangre. Sus labios estaban resecos, entonces él estiró la mano, tomó el vaso de agua de la mesa y con los dedos, los humedeció lentamente.
Shinobu, que observaba todo en el lado contrario de la cama, no tardó mucho en atar cabos. Ella mejor que nadie identificaba las chispas del amor.
Después de todo, conocía a Shinazugawa bastante bien como para saber que no era un comportamiento que tendría con cualquiera. Y aunque sabía que él había amado a su hermana, pensaba que era justo que siga adelante.
Porque era un buen hombre y se lo merecía.
Porque así lo hubiera querido Kanae.
- Sanemi...- Empezó a decir el pequeño Pilar del Insecto.
- Que.-
Kocho seleccionó las palabras con toda la delicadeza que pudo. Porque Sanemi podría estar sintiendo muchas cosas en este momento, pero no dejaba de ser él.
-Hace mucho tiempo no te preocupabas tanto por alguien...- Dijo Shinobu.
Sanemi no se sintió cómodo con el rumbo que tomó la conversación. Pero no dijo nada.
Soltó con disimulo la mano de Saori, y la acomodó a un lado de su cuerpo.
- Gracias por cuidar de ella, Shinobu.- le dijo finalmente, dejando pasar la observación de la pequeña mujer.
La habitación se inundó de silencio.
- Debes decirle lo que sientes.- contestó Kocho.
Sanemi levantó la vista y sintió que la mirada de Shinobu le atravesó el alma.
Ella lo sabía.
"¿Que no hay otro tema de conversación hoy?" Pensó él, volviendo a mirar a Saori. "Esto es increíble" se dijo. "¿Y ahora qué? ¿Vendrá Kagaya Ubuyashiki a decírmelo también?"
-Te estás imaginando cosas, Kocho.- le dijo él, sin levantar la vista.- O al menos, malinterpretándolas. Yo-
- Nuestra vida es corta.- lo interrumpió ella está vez.- Tenemos que tratar de ser felices...la gente que perdiste querría que fueras feliz, Sanemi.- Dijo Shinobu, acariciando el brazo sano de la chica.- Incluso mi hermana.-
Se miraron.
- Ese fue un golpe muy bajo...- deslizó Sanemi.
- En la guerra y el amor todo vale, y no se trata sólo de valentía en la batalla.- Sonrió ella, y pasó a su lado. Pero le puso una mano en el hombro y justo antes de irse, le dijo con calma.- No hay mayor acto de valentía que amar.-
Cuando se quedó solo con Saori, su mente corrió en el silencio de la habitación.
Kocho y Obanai tenían razón, por más que le moleste o lo incomode.
Y ahora que Saori casi muere, fue como una bofetada, tenía que hacer algo al respecto. Decidir.
Avanzar o cortar de raíz todo eso que burbujeaba bajo su piel.
Dos días después, Saori abrió los ojos. Miró el techo, extrañada.
Le tomó un momento reconocer dónde estaba, y por qué estaba ahí.
Recordó que en el último momento antes de decapitar al último demonio, éste la hirió gravemente. Había visto como una especie de tentáculo espinoso perforó su costado antes de que ella pudiera reafirmarse a su katana y cortarlo.
Pese a eso había logrado matarlo, y cuando el tentáculo desapareció junto con el demonio fue cuando las cosas se complicaron. Si bien contuvo lo más que pudo la hemorragia con la respiración y un vendaje improvisado con un trozo de su propia ropa, para cuando los dos niños de cabello blanco y negro terminaron de hablar, Saori se desmayó.
Ahora la cabeza le dolía terriblemente. Y entonces la realidad la atravesó
Se sentó, o en realidad lo intentó, en la cama. El mundo pareció girar a su alrededor y tuvo que cerrar los ojos para estabilizarse
Observó su alrededor. Estaba sola, pero viva.
Entonces lloró, porque ya había superado lo que ella consideraba hasta ese momento su gran prueba. Lloró porque todo lo que había pasado durante dos años valió la pena, cada segundo de dolor, cada corte, cada moretón. Cada grito de Sanemi. Cada noche que pidió a los dioses fuerzas para seguir, todo había tenido su conclusión y había valido la pena.
En ese momento, Sanemi entró por la puerta, y se congeló cuando la vio.
- Saori...- El nombre salió de sus labios casi en un suspiro, mezcla de sorpresa y alivio.
Ella giró su cabeza hacia él y verlo allí removió aún más su sensibilidad.
- Sanemi...- lo llamó ella, con suavidad y le sonrió.
Él se acercó despacio, y le acarició el rostro, gentilmente. Hubiera querido llenarle las mejillas y la boca de besos, hubiera dado cualquier cosa por tener el valor de hacerlo. Pero no era el momento.
- Lo lograste, Saori.- le dijo él.- Eres una Cazadora.-
- ¿Lo hice bien?- preguntó ella, intentando contener su llanto.
- De maravilla.- Sonrió él.- Estoy orgulloso de ti. Aplicaste perfectamente todos tus conocimientos. Detuviste tu hemorragia con la técnica de respiración. Eres... asombrosa.-
Ella cerró los ojos y dos lágrimas cayeron por sus mejillas.
- Estoy muy dolorida.-
- El dolor pasará.- Sanemi le sonrió, le acarició el cabello despacio.- Yo voy a cuidarte, siempre lo haré.-
Ella alzó una mano y la puso sobre la que él tenía sobre su mejilla.
-Estás aquí realmente.- le dijo entonces entre sollozos.
La emoción la conmovió hasta los cimientos. Y si hubiera podido moverse más, hubiera saltado a abrazarlo y besarlo sin importarle más nada. Era la primera vez que estuvo tan cerca de morir, y eso le daba a la vida un sabor diferente. Las cosas hoy tenían otro color.
- Por supuesto que estoy aquí.- Rió Sanemi levemente. Le secó las lágrimas. - Hasta tengo un permiso especial para quedarme contigo. Te llevaré a casa cuando pueda.-
- Espero que tengas mucha comida porque muero de hambre...-Dijo ella.
Sanemi rió, y volvió a acariciar el cabello de Saori.
Se miraron un momento. Y ella pudo jurar que todo su cuerpo vibró ante esa mirada, esos ojos tan peculiares, que parecían quemarla con sólo mirarla.
Saori reconoció las cenizas del deseo brillando en su interior, avivadas por el viento.
Ahora que la muerte le había susurrado al oído que aún no era tiempo, tenía que empezar a aprovechar el que tenía para conseguir lo que quería.
