7.1 Esta vez para siempre.

Desde hacía siete años el 1 de Septiembre había representado un día especial o diferente y este año no iba a ser menos.

Albus y Scorpius empezaban su último año en Hogwarts y su petición de futuros estudios iba a llevarlos muy lejos. Para aprobar esta petición y hablar sobre su futuro el director había llamado a sus respectivos padres para reunirse con ellos.

Draco y Harry habían ido esa mañana a llevar a sus hijos a la estación y como cada año Lily saludó a Ava con un abrazo. Su hija había crecido considerablemente. Se acercó a despedirse de Malfoy con un abrazo. Ava también se despidió de él. Cuando le abrazó a él le susurró al oído:

— Es curioso que vengáis los dos a traernos a la estación — había comentado la niña.

— ¿Por qué? Llevamos mucho tiempo haciéndolo así.

— Si pero no sé, esta vez como que se siente diferente.

Harry sonrió a su hija y le dio un beso en la mejilla.

— Anda, corre que perdéis el tren.

Lily fue hacia el tren con una sonrisa en la cara junto a su amiga. Albus y Scorpius versión casi adulta estaban organizando unos pergaminos.

— ¿Has traído los permisos internacionales? — preguntaba Scorpius.

— Si, los llevo en la carpeta.

— ¿Las autorizaciones firmadas?

— Si, las llevo todas juntas.

Adoraba verles interactuar, recordó esos días en los que Scorpius llevaba a su hijo de la mano a todas partes y les imaginó ahora, charlando como prefectos por los pasillos del castillo con sus voces graves y sus expresiones serias. El tren hizo sonar la campana y los chicos guardaron sus cosas.

— Os vemos esta noche — dijo Scorpius despidiéndose con la mano.

— Hasta la noche.

— Adiós, chicos — dijo Harry.

Un año más el tren se fue pero esta vez la situación era diferente. Ya no era necesario disimular, ni esconderse. No era necesario fingir que no se conocían o que no deseaban estar juntos. Salieron del andén y ya en la entrada de la estación se detuvieron.

— ¿Tienes que volver al trabajo?

— Si, estamos en medio de una investigación y necesito volver lo antes posible. ¿Por qué?

— Me apetecía tomar un café contigo en la cafetería, por los viejos tiempos.

— Lo siento, hoy precisamente me es imposible. Pásate a buscarme a las 7 y vamos juntos a la reunión en Hogwarts, ¿vale?

— Perfecto. ¿Vendrá Ginny? — preguntó Draco.

— No lo sabe, está pendiente del traslador de vuelta, tuvo que adelantarlo y no sé qué rollos con la confirmación y la disponibilidad.

— Bueno, igualmente paso a buscarte.

— Perfecto, nos vemos esta noche.

Draco miró alrededor y tiró de su manga para darle un fugaz beso en los labios antes de darse la vuelta y alejarse ondeando su capa.

Ese hombre terminaría volviéndole loco.


La investigación no estaba yendo todo lo bien que esperaban y habían tenido que enviar varios refuerzos a lo largo del día. Estaba temiendo que no le dejasen salir puntual y se perdiese la reunión. No podía dejar de ir por nada del mundo, no podía fallarle a Albus.

Estuvo especialmente atento a todos los detalles y finalmente, cerca de las siete consiguieron controlar la situación.

— Tengo que irme — dijo Harry a sus compañeros a las siete en punto.

— Aún no hemos afianzado el terreno.

— Tengo una reunión a la que no puedo faltar, en cuanto termine volveré. Controladlo en mi ausencia, por favor.

Cogió su túnica y salió. Malfoy le esperaba en la zona de chimeneas del Ministerio.

— Por los pelos, Potter.

— Vamos, tenemos la chimenea 37.

Se apresuraron y entraron en ella juntos. Tras la habitual espiral de colores aterrizaron en el despacho del mismo director.

— ¡Neville! — dijo Harry yendo a saludarle. Su antiguo compañero le abrazó con fuerza.

— Señor Longbottom — saludó Draco formalmente.

— Señor Potter, señor Malfoy, acompañenme. Su mujer ya ha llegado — dijo recuperando la compostura.

— ¿Qué?

— La señora Potter, ha venido con un traslador desde la terminal de Londres.

Se encontraron con Ginny en el pasillo, esperando sentada. Harry se acercó a ella y le dio dos besos. Draco le ofreció la mano pero ella ni la miró.

— ¿No te llegó mi patronus? — preguntó ella.

— No, lo siento, he tenido un día terrible en el trabajo.

— Si, seguro que sí — murmuró mordaz. El director entró en el despacho y les invitó a sentarse.

— ¿Estamos todos? De acuerdo, comencemos antes de que lleguen los chicos. Veamos, vuestros hijos han solicitado beca para poder ir a estudiar especialización de transformaciones a Uganda, a la escuela de Uagadou.

Neville fue explicando paso a paso el procedimiento, las calificaciones necesarias, los costes y las pruebas que tendrían que pasar tanto físicas como psicológicas sus hijos para poder ser aceptados allí. A Harry le parecía una exigencia muy alta, les pedían notas perfectas en sus ÉXTASIS.

Según les contó Longbottom, en la escuela de Uagadou se encontraban las montañas de la luna, allí tenía lugar su ritual de ingreso que les permitía adaptarse a las difíciles condiciones de una ubicación tan peculiar como la de Uagadou. La altitud y las bajas temperaturas ponían a prueba a los magos más experimentados. Así que la primera prueba sería sobrevivir en la selva mágica y llegar vivos a la escuela.

— ¿Ese ritual de iniciación es para los magos adultos que van a estudiar allí desde el extranjero?— Preguntó Draco con el ceño fruncido.

— Oh no, ese es el ritual para los primeros estudiantes, pero se adapta a los adultos y se les quita la protección para evitar que mueran.

Harry estaba horrorizado. Y no pudo evitar preguntarse qué habría allí para que estuviesen dispuestos a sacrificar tanto por estudiar en esa escuela. Por supuesto ellos ya sabrían de sobra a qué se enfrentaban, así que ni siquiera se planteaba proponerle una reflexión al respecto. Por otro lado se sentía orgulloso de las altísimas aspiraciones de su hijo.

Firmaron consentimientos paternos para las pruebas, para los traslados y recibieron copias de los presupuestos. Más tarde llegaron los chicos y se reunieron con ellos.

El director hizo un resumen de lo tratado con sus padres, ya les pondría a ellos al día más detalladamente pero en ese momento debían recibir la información básica general junto a sus progenitores y dejar constancia de ello. Debían estar informados convenientemente de los peligros a los que se exponían.

Una hora más tarde salían del castillo, Ginny se desapareció en los límites del mismo dejando solos a los dos padres. No parecía muy cómoda en presencia de Draco.

— ¿Qué se les pasa por la cabeza a estos chicos? — preguntó Harry mirando hacia el castillo.

— ¿Es una pregunta retórica o realmente no lo sabes? — preguntó Draco.

— ¿Saber qué?

— Estás en el mundo porque tiene que haber de todo, ¿no?

Harry no entendía qué se estaba perdiendo. Draco le había cogido de la túnica y miraba alrededor. Como intentando que se diese cuenta de algo.

— Mira donde estamos, Potter.

Harry miró a su alrededor y vio la explanada frente al castillo, el puente, la entrada principal, el patio… De pronto le golpeó el recuerdo del momento en que el rubio se había alejado de él aquel día hacía muchos años. Aquella última mirada que le había acompañado cada noche durante años. Las dudas, el remordimiento, el rencor, la soledad…

— Aquí fue…

— Aquí fue — repitió Draco en voz baja.

Después le guió por el camino que él mismo había recorrido aquel día, mostrándole en qué momento le había perdido de vista. Allí se detuvo y buscó algo en su túnica.

— ¿Lo has traído?

— Por supuesto.

Sacaron los viales con el conocido líquido plateado de los recuerdos juntos que habían borrado al principio de todo. Los abrieron y con la varita devolvieron los recuerdos de sus días juntos en el colegio a su lugar. Cerraron los ojos, cogieron aire profundamente y se deleitaron en la agradable sensación de recordar. Abrieron los ojos, se miraron y se tiraron el uno contra el otro. Besándose como si llevaran años sin verse. Como hubieran querido hacer en aquel momento. Ansiosos, desesperados. El auténtico reencuentro.

— No te vuelvas a alejar de mi — jadeó Harry contra sus labios.

— Te lo prometo — susurró Draco antes de desaparecerlos a los dos rumbo a su habitación.

El mundo aguantaría una noche más sin ellos.