Capítulo 53. Todo lo que empieza, puede continuar

Cuando Sakura había salido corriendo en dirección a Sasuke, blandiendo su espada como si fuera una esquizofrénica amazonas, Itachi había activado su instinto asesino por defecto, tratando de detenerla a toda costa, pero para cuando su Sharingan se activó en el acto, Sakura ya arrojaba lejos a Sasuke del ataque de un ser monstruoso.

Sin el Sharingan no lo había visto, y cuando lo hizo, frunció gravemente el ceño por no haberlo descubierto antes. Habían tenido una pista de que Izumi había estado en el lugar de paso y por ello había sido el lugar de encuentro de Itachi.

Apenas había dado un paso en su dirección y la cosa tembló y gritó, un ataque sonar que detuvo todo movimiento. Cuando Itachi, comenzó a moverse nuevamente, el cuerpo de Sakura tenía atravesado un enorme y feo brazo negro desde su pecho hasta su espalda.

No era un escenario nuevo, algunos enemigos habían hecho eso en misiones del pasado y gracias a la autosanación de Sakura, la joven se burlaba de ellos. Pero esta vez, algo se sintió… mal.

Esa cosa la dejo caer al suelo y ella no opuso ninguna resistencia ante la gravedad. No volvió a levantarse.

- ¡Iie! ¡Suéltala, bastardo!

Naruto ataco al deforme para ser respaldado por Sasuke, a quienes le siguieron Kakashi y Suigetsu. Acercándose a toda velocidad, pudo observar bien a su prometida con una expresión de miedo tocando su corazón.

- Sakura. Levántate. ¿Sakura?

Había visto este escenario muchas veces antes. En la guerra, en las misiones, en aldeas y en batallas. Había visto como a amigos y enemigos les pasaba por igual. Había apreciado su buena fortuna pensando que jamás le ocurriría a él, el ver caer a una amante, y congelarse en medio de la batalla por la conmoción y la masacre. ¿Ahora? Ahora helo aquí.

Cayendo de rodillas porque la mujer que ama está muriendo.

La piel blanca había sido reemplazada con parches negros que abarcaban extrañamente su cuerpo, era como si tinta china hubiera caído dentro de una taza de leche y quedaran marcas en formas de copos de nieve; su cabello también se veía cambiado, completamente negro, manchado. Un ojo aún era verde, pero el otro había cambiado a un gris espantoso, aunque por la forma en como estaba parpadeando se presumía ciega.

Y aquel orificio que el monstruo le ha hecho, no sana, no está recuperándose como tantas veces antes lo había hecho.

- ¡Atiende a Sakura! – Sasuke había ordenado y de pronto Karin estaba sobre la pelirosa.

- ¡Está muy grave, Sasuke-taicho! ¡No tengo el material para sanarla aquí!

- ¡Si le pasa algo, te mueres Karin! – fue el grito de Sasuke al esquivar un latigazo de brea hedionda del deforme.

En la desesperación, vio a Karin tratarla, pero tras varios cortes en su piel, la sangre de Karin que caía sobre las heridas de la pelirosa no servía; inyecto chakra medicinal y tampoco hizo diferencia alguna. Se repelía como si de un virus demasiado poderoso se tratara.

- N-no puedo… no puedo curarla. Su cuerpo no reacciona a mi chakra, es como si estuviera... Lo que sea que le hizo eso, no me deja…

Cayendo en un hoyo de pánico, Itachi ignoro los sonidos de la cosa deforme gritando al sentir los efectos de los jutsus combinados de Naruto y Sasuke, lo estaban asesinando, pero al Hokage no le importaba nada más que la vida en sus brazos que tan desesperadamente rezaba que no se apagara.

Sin importarle aquel líquido viscoso que sobresalía de todas las heridas de Sakura y su boca, trato de infundirle de su propio chakra para que pudiera restaurarse, pero no podía, lo repelía como un impermeabilizante.

- Sakura. Responde, lucha. Pelea conmigo, ¡vamos!

Ella trataba de verlo, de acurrucar su cabeza contra él, y ella dejaba salir una que otra lágrima que le rompían el corazón a Itachi. No quería verla así, no podía perderla, no así.

Le susurraba las promesas que se habían hecho, sus sueños que ahora quedaban en pedazos sobre el suelo donde ella se desangra.

- ¿Qué dirá Naruto cuando te vea así, Sakura? Vamos, hime. Pelea.

Los golpeteos contra el suelo, contra los árboles, contra las rocas, eran constantes como pequeños temblores. Tanto Sasuke como Naruto habían atacado al ser deforme con el mayor de los odios desatando una furia inhumana.

Cuando Sakura coloco la mano en su mejilla, sintió tanto amor y miedo por ella, que supo que haría lo que fuera por ella. Pero ahora la estaba perdiendo. Su cuerpo se enfriaba rápidamente mostrando el resto de sus carnosos labios haciéndose pálidos a cada instante.

- ¡El sello fúnebre, Itachi-san! Puede servir, la llevaremos a Tsunade-sama lo antes posible, pero debemos sellarla primero para detener cualquier sangrado interno.

Haciéndole caso a Kakashi, empezó a activar el sello fúnebre.

Se usaba para congelar en el tiempo un cadáver, especialmente el de los shinobi cuando se encontraban fuera de su aldea; con ello, se evitaba que el cadáver se descompusiera, pero técnicamente detenía cualquier padecimiento en el cuerpo.

- Lucha conmigo, hime. No te rindas. No me dejes.

Sakura no le contestaba, aunque le sonreía tan inocentemente con sus dientes manchados de aquella tinta negra dándole un aspecto de muñeca rota.

Cuando termino el sello, estaba a punto de aplicarlo sobre el pecho roto de su novia, y fue entonces cuando escucho su dulce voz moribunda:

- M-me hub-biera… gustado vivir en e-esa cabañita… llen-na de cerezos… co…mo imag-ginamos, anata.

Su pequeña mano cayo de la mejilla de Itachi, al igual que su ahora único ojo verde perdía cualquier brillo en él, su cuerpo laxo y flojo contra el de Itachi le advirtió todo lo que el Uchiha necesitaba saber.

Itachi sintió su mundo detenerse, sin percatarse de como el cielo comenzó a nublarse rápidamente.

Sakura era su guerrera, una luchadora, una bruja de guerra.

Nació para esto.

Seguramente, se levantaría en un segundo y diría, "aha, te la creíste, ¿a que sí Taicho?"

Pero pasaban los segundos y ella no levantaba esa sonrisa arrogante. Su pecho no subía ni bajaba con su respiración, su latido había desaparecido, a pesar de que ella había prometido de que no lo haría.

Ella había dicho que no moriría. Ella se lo prometió a Itachi varias veces.

Ella… ella nunca prometió nada.

Simplemente, le gustaba jugar con las palabras y eso era lo que estaba congelando a Itachi.

Miraba sin ver el rostro inerte de Sakura, su mente entrando en un estado de impacto tal que sintió que entraba a otra dimensión. Una en donde ella seguía viva, en donde aún le jugaba bromas, en donde la encontraba recostada en la ventana leyendo sus pesadas ediciones de historia, donde se sentaban a ver el fuego de la chimenea.

- ¿Hokage-sama? – una voz empequeñecida suena a su lado llamando su atención.

Itachi mira con los ojos enrojecidos a Karin quien lo desvía de esos sueños despiertos.

Karin baja su voz al igual que su mirada al ver a su Hokage con un cambio tal que nadie pensaría que era el mismo hombre de hace tan sólo diez minutos. Había envejecido diez años en su rostro, con aquellos lagrimales eran más prominentes cuando dos lágrimas rebeldes de sangre habían escapado de su Mangekyō Sharingan tan vidrioso.

Apretaba el cuerpo de Sakura como si no se diera cuenta de que ella ya no respiraba.

A Karin también le dolía, la pelirosa fue básicamente una guía que le enseño un nuevo camino, que le dio un lugar entre los de Konoha, que le permitió demostrarse a si misma sin tener que derramar una sola gota de sangre. Ni siquiera le quedaban marcas de sus cicatrices de años y eso se lo debía a Sakura, Sasuke y al mismo Hokage.

Llena de vergüenza por su propia ineptitud comienza a decir obstruida por la garganta llena de pena y dolor:

- O-onegai, perdóneme. Le juro que… yo -

- ¡Rghhaagahhh!

Fue interrumpida por un grito que parecía un ataque sónico desgarrador. Resulta que más allá en las fronteras del claro, Sasuke y Kakashi, habían logrado capturar en una celda magnética al destructor de mundos y Naruto lo había atravesado de lado a lado con un trinchete dorado que sobresalía por la enorme energía dorada que llevaba consigo. El trinchete era tan peculiar a los ojos de Karin, quien tenía sangre de sensor; aquel artefacto no era dorado, sino que resplandecía con una energía propia que era muy parecida al sol; jamás había sentido algo como aquello. Parecía energía pura.

El ser miro con odio y rencor a Naruto mientras se retorcía en el suelo por el dolor que el trinchete estaba haciéndole. Y antes de cualquier contraataque, Naruto volvió a empalar esta vez con mayor fuerza contra el cuerpo del demonio, dejando que la luz que envolvía el trinchete se desplegará por todo el cuerpo del ser amorfo causando que se revolcará como el gusano que era:

- ¡Fordømme! - ¡Malditos!

Karin desvió la mirada cuando aquella cosa volvió a gritar horriblemente, definitivamente, ya muriendo dejando a la vista de todos inauditamente que aquella sombra fue renegada por la luz de Naruto, y se desplazaba como una escoria desangrándose hacia el suelo permitiendo ver al verdadero portador de la sombra.

- ¡Obito! – grito Kakashi al ver que era su antiguo amigo el que estaba atrapado en esa mancha - ¡Naruto, basta, Obito está muriendo!

- Iie – gruñe el jinchūriki luciendo imponente – Esa cosa esta arraigada a su cuerpo, no lo estoy matando, sólo lo estoy descarnando de ese demonio.

- Obito… - la cara del copia ninja era de total tristeza al ver el dolor ahogando el alma del amigo.

Los gritos de dolor de Obito opacaron al de la mancha que seguía retorciéndose, ambos en el suelo separándose con infinito dolor, dejando ver el cuerpo mutilado de Obito sin brazo ni pierna derecha.

- Entonces, fue él quien coloco las falsas pistas sobre Izumi-san – murmuro Jugo – haciéndonos creer que sus secuestradores la habían traído por aquí. Pero entonces ¿Quién estaba en la celda de ese tipo?

- ¿Quién va a hacer, tonto? – contesta Suigetsu entrecerrando los ojos ante la escena – De alguna manera, engaño a la chica, y seguramente es Izumi-san, la que esta encerrada en la celda. Con razón gritaba que no era un criminal todo este tiempo hasta desgarrar su garganta. Aunque es magistral que la haya disfrazado de si mismo. Su chakra debe ser realmente fuerte.

Karin se percató de que nadie sabía aún lo de Sakura, y ante la escena del hombre descarnado, regresó la mirada a la escena a su lado, la cual era muy deprimente.

El Hokage estaba retirando los cabellos sueltos del rostro de su amante, tan gentilmente, tan delicado. Le había cerrado los ojos y le acariciaba los labios tenuemente con un amor sumamente devoto, tanto que a Karin se le estrujo el corazón al ver a su Hokage, a un hombre tan digno como el prodigio Uchiha, caer en las fauces de la negación, sin comprender que su amante ya no está junto a él.

Estaba a punto de mejor darle su espacio levantando su rodilla para darle privacidad.

¿Quién mejor que Kakashi o Sasuke para tratar con Itachi?

Dirigiendo su mirada a Sasuke, noto que el Uchiha ya estaba viendo a su hermano mayor arrodillado en el suelo, y al comprender rápidamente la situación, abrió enormemente los ojos, con temor en ellos, moviéndose a toda prisa hacia Naruto.

Pero su amante rubio ya estaba corriendo con triunfo hacia donde estaban arrodillados Karin e Itachi.

- ¡Sakura-chan! ¿viste eso? Ojalá Obasan-sama nunca sepa que le robe el cetro de Byakko-sama, pero ¿viste? Sin una sola gota de sangre, ¡¿a qué soy el mejor shinobi?! ¡¿Eh?!

Karin observo cómo esos ojos azules felices, contentos, se fueron opacando al ver que Sakura no se levantaba. Y cuando se acercó aún más, vio el rostro de Itachi primero, alzando las cejas sorprendido al ver lo triste que estaba su Hokage. Agacho más la mirada y así como Itachi, Naruto no pareció procesarlo al inicio.

- ¿Sakura-chan?

Ladeo la cabeza mirando a Sakura, frunció el ceño y después, segundos después, el trinchete que tenía en la mano derecha cayo estrepitosamente al suelo llevándose su luz con él.

Pasaron uno, dos, tres segundos en silencio.

Un enorme rayo atravesó el cielo.

Nadie dijo nada creyendo que necesitaba procesarlo.

Y ese fue un error.

Porque nadie sabía cuánto adoraba Naruto a Sakura.

Nadie se movió. No después de que el instinto asesino de Naruto escapara en todo su horroroso esplendor en una bola rojiza potente que levanto la tierra y el temor en la piel; no cuando sus ojos se volvieron feroces y congelaron todo chakra.

Y mucho menos, se imaginaron que, al ver sin vida a su hermana, perdería la cabeza al dejar salir con una ira ciega, el poder completo de Kurama-sama.

Era hora de una tormenta atroz.


La tinta dejo de desplegarse elegantemente sobre el pergamino cuando su escritor observó al bakeneko mirar a la ventana. Su expresión gatuna era totalmente distinta a cualquier cosa que hubiera visto antes en él, porque el gato era orgulloso, caprichoso, lleno de tiranía y autoridad.

¿Pero miedo?

Bastet jamás tenía miedo.

Shisui ladeo su cabeza, llamándolo con voz suave:

- ¿Príncipe? - Pregunto el nuevo patriarca sentado en la oficina superior del clan - ¿Qué ocurre?

Pero el neko no respondía, miraba hacia el cielo a través de la ventana y un aire frío entro por ella como una premonición que helo los huesos de Shisui; cosa que el Uchiha caminará hasta la ventana y procediera a cerrarla, pero justo cuando la tocaba, una voz suave le murmuro:

- Es la hora, muchacho.

El tono de voz de Bastet fue una señal para Shisui al sonar completamente entristecido, que, al verlo a sus ojos violetas con grises, observo cada uno de los cien años que cargaba el gato.

Estuvo a punto de preguntarle que era a lo que se refería, cuando el óvalo en el collar de Bastet brilló en una tonalidad verde esmeralda, agregando brillo con cada segundo.

Sólo una vez antes, Shisui observo aquel suceso; dentro de las memorias de Sakura, cuando le hizo una promesa imposible.

Pero si era así…

Sin tiempo para pensar, sólo para actuar, Shisui se movió a toda velocidad en su oficina, se colocó el uniforme shinobi en un respiro, y mando rápidamente un aviso a Itachi. Puede que su primo estuviera cerca, pero no sería capaz de detener la masacre.

No sin Shisui.

Colocando un pie en la ventana, el Uchiha estiro su brazo y Bastet se subió rápidamente, montándose en su cuello.

Ambos salieron a una carrera frenética, en donde todo se determinaría en que tan tarde llegaría Shisui.

No hubo conversación. No había planes que rememorar.

No había más que la conciencia de que Sakura había predicho que esto pasaría tarde o temprano.


- Llévatela.

- ¡Pero, Hokage-sama!

- ¡Llévatela! – dijo Itachi entregando contra si mismo el cuerpo de su amante a los brazos de Karin – ¡regresa a Konoha! ¡Jugo!¡Suigetsu! Tomen a Uchiha Obito de vuelta a la aldea y aprisiónenlo. Esta vez que no se les escape. ¡Shiranui, escóltalos y avisa a Yamato-san que venga ahora mismo!

- Pero-

Interrumpida nuevamente por el Mangekyō Sharingan que recobro toda su cordura y la miraba como si fuera un insecto, Karin asentía rápidamente a la vez que robaba una última mirada de Naruto, quien había quedado ciego del dolor y se estaba transformando rápidamente en un zorro con ya tres colas de fuera que quemaban todo el aire a su alrededor.

Los relámpagos intempestivos y espontáneos rugieron junto a los truenos mostrando la escena más tumultuosa en tonos grises.

Sasuke lo había mantenido boca abajo, gritándole que se controlará, que debía reformarse, pero los ojos de Naruto estaban perdidos con una ira nunca antes vista. Su cuerpo crecía y crecía en tamaño que incluso Kakashi y Jugo tuvieron que intervenir tomando un brazo cada uno mientras Sasuke seguía montando a sus espaldas, aunque eso sólo parecía enfurecer más al jinchūriki.

Apretando a la pelirosa a su cuerpo, cargo con su cadáver, alejándose rápidamente. Si algo le llegase a pasar – más – al cuerpo de Sakura por culpa del ataque rabioso de Naruto, éste jamás se perdonaría.

Aunque algo le decía a Karin que Naruto terminaría culpándose de esto de cualquier manera.

Itachi se retuvo de observar a la pelirroja irse con el amor de su vida en sus brazos.

No se permitió pensar en quien era la pelirosa. Hacerlo sólo supondría un dolor interminable y justo ahora Naruto es una amenaza que debía ser contenida.

Sin hacerle daño. Sakura no aceptaría ni un solo rasguño a su hermano.

No, no ahora, se dijo Itachi, no es hora de pensar en su nombre.

Naruto no estaba en pro de calmarse; al contrario, por la forma de su mirada, muy posiblemente había perdido la consciencia y era el poder del zorro el que lo controlaba desde ahora. El pasto, el aire, todo crujía gracias a la llama rojiza que escurría como olas del cuerpo del rubio; ni siquiera podía hablar normalmente con aquellos colmillos que le habían crecido extraordinariamente.

Todo su cuerpo temblaba con ira y apenas Kakashi y Sasuke podían mantenerlo bajo el suelo por un minuto; al ver como Suigetsu y Jugo tomaban el cuerpo maltrecho de Obito, Naruto gruño fieramente y rugió:

- ¡No! ¡Es mío! ¡Lo quiero muerto!

Después de eso, otra cola azoto contra la espalda de Kakashi arrojándolo contra un árbol, un hilo de sangre brotando de su frente.

En dos movimientos, Naruto se levantó, para darle tremendo golpe al estómago a Sasuke, sólo para descubrir que este era un clon, el cual explotó en una bomba de humo. Enfurecido por ser taimado, Naruto olisqueo y miro a su alrededor encontrando a Itachi, mirándolo con completa seriedad.

El jinchūriki apretó sus puños varias veces y entrecerró los ojos cada tanto. Itachi no creía que era por su presencia que se detenía. No. Era más bien por la forma en cómo los bigotes de Naruto se movían, como si oliera algo. Apretando su propio puño, sabía que era lo que estaba deteniendo al kitsune.

La sangre de Sakura en el cuerpo de Itachi.

- Naruto-kun, cálmate y termina con lo que estás haciendo.

La bestia rubia se rio malévolamente.

- ¿Pero qué estoy haciendo, Ho-ka-ge? Dime.

Se burlaba Naruto cuando en menos de una fracción de segundo recibió un golpe atroz de parte de Itachi en el esternón, sacándole el aire. El rubio doblo mínimamente sus rodillas, tosiendo levemente mirando al Uchiha a su lado.

Cuando Itachi había tocado a Naruto, discretamente le coloco el Sellado de Collar, el cual evitará que al menos en otros cinco minutos más Naruto se transforme en el Kyūbi completamente.

Eso si logra calmarse.

- Ella no querría que te pusieras así. – le murmuro Itachi aun sobre Naruto.

Escupiendo saliva, recuperando aire rápidamente se compuso el rubio y con una sonrisa respondió:

- Que poco la conocías entonces. Mi hermana querría venganza.

El brazo de Itachi comenzó a quemar cuando Naruto lo tomo violentamente del hombro y lo jalo hacia el suelo, pero más tardo en hacerlo cuando decenas de cuervos volaron alrededor de Naruto desapareciendo el cuerpo del Uchiha y reapareciendo al otro lado, empujándolo con fuerza sobre sus rodillas con tal de aplacarlo; sin embargo, las colas azotan a Itachi al unísono y evade las puntas calientes tan sólo por un pelo.

Alejándose una buena distancia observa como Naruto se endereza lentamente mirando su propia mano, la cual estaba manchada de algo cobrizo oscuro que no estaba ahí antes. Cuando el Hokage tomo a Naruto, unas cuantas manchas de su sangre, cayeron en la mano del rubio.

Una expresión de infinito dolor paso por su rostro bronceado, frunciendo sus cejas con confusión, con tristeza, con agonía. Pero al final, cuando elevo la mirada a Itachi, éste sólo puede ver su coraje.

- Entrégame al maldito bastardo.

- No harás nada hasta que te calmes.

- ¡Dámelo! Lo desgarraré como la escoria que es.

- Iie, Naruto. – Itachi fulminando con la mirada al rubio – No eres así; no ganarás nada asesinándolo.

- ¡¿Quién dijo que lo asesinaría?! – rugió furioso Naruto - ¡Voy a desmembrarlo pedazo a pedazo y sus tripas se las daré a los grifos! ¡Pero no dejaré que muera! ¡Lo curaré una y otra vez, cuanto sea necesario!¡Necesito que sufra! ¡Que sufra el maldito cabrón por lo que nos arrebató, Itachi!

- ¿Crees que ella querría verte así? – pregunto serenamente el Hokage – Ver cómo te conviertes en un indomable es lo que menos querría ella. Ella quería que vivieras sin remordimientos.

Un bufido salió de los labios rojos de Naruto, pero al menos la ola de energía macabra había ralentizado su andar un poco. Midiéndose con Itachi, éste pudo ver cómo le costó trabajo a Naruto pronunciar sus siguientes palabras, apretando duramente sus puños una y otra vez.

- Entonces devuélvemela.

Aunque su voz es demoníaca, no lo es el tono. Realmente está tratando de controlarse a través de la furia y el dolor; e Itachi esta tan avergonzado porque sabe que no puede hacer lo que pide.

- Si te calmas, Naruto-kun.

- Iie. – gruñe – Devuélvemela.

- No, sin antes de que dejes caer tu poder.

- Es mi hermana – gruñe en voz baja – Es mi familia.

- Y tú eres parte de la mía.

- ¿Lo eres? – entrecierra los ojos a Itachi – Ordenaste proteger a su asesino, quien atravesó su pecho desgarrándola y no moviste ni un dedo para salvarla. Impides que su único hermano le dé un entierro digno y tú… Tú, en lugar de vengarla, deshonras su memoria, y aun así ¿te atreves a decir que la amas? ¿Eso le haces a la familia, Itachi-nii?

El emocional golpe bajo congelo a Itachi un segundo, antes de que Naruto volviera a dejar salir esa bola peligrosa suya de energía, y estuviera frente suyo con una garra desproporcionada a punto de tomar su rostro cuando una patada la esquivo a la derecha, apareciendo Sasuke deteniendo a Naruto.

En un par de movimientos bruscos, Kakashi con un enorme sangrado en su frente, tenía amagado a Naruto en un movimiento brusco.

- No le hagas caso en este momento. Es el zorro quien habla, no Naruto, nii-san – dice Sasuke evaluando con una mirada a su hermano mayor quien luce demacrado pero firme aún.

Sin más palabras, Itachi comienza a voluntad, Fuinjutsu: la Etiqueta Supresora a los ojos de Naruto, en teoría debería poder suprimir y noquear al rubio antes de que emerja otra cola, pero éste se ríe alocadamente con su intento.

- Neh, neh, Itachi-nii, sabes mejor que los trucos Uchiha no funcionan en mí.

- Lástima que no sea un truco, Naruto-kun – e Itachi golpea con la palma abierta al rubio para incrustarle un jutsu de sellado, arrebatándole todo uso a sus bobinas de chakra.

El joven no resiste mucho y cae de rodillas, zafándose del agarre de Kakashi quien sonaba sofocado.

Sasuke se arrodilla cerca de Naruto, quien había dejado caer su cabeza hacia abajo y parecía haber sido controlado:

- Naruto. Naruto, reacciona.

Sin más movimiento, Sasuke posa una mano en el hombro de su amante y lo sacude un poco. Inmediatamente una garra apresa el cuello del Uchiha acercándolo al rostro de Naruto. Pero este no es su enamorado, esta es una versión demoníaca que ni siquiera era seguro decir que fuera el Kyūbi.

Este era el dolor y la furia de Naruto en su máximo esplendor.

La mirada del rubio es de ira absoluta mientras le escupe a Sasuke:

- ¿Acabaste? Ahora es mi turno.

Una patada impacta el rostro de Naruto logra retirar el agarre sobre el Uchiha. Itachi retoma inmediatamente la guardia sobre su hermano menor, viendo como Naruto es arrojado al otro lado del prado, desapareciendo entre el bosquejo de árboles perennes. Sin dejar de ver donde quedó relegado el rubio, pregunta con un toque de preocupación a su hermano:

- ¿Estas bien, Sasuke?

- Hai, nii-san.

- Hokage-sama, debemos sellarlo rápidamente con Gogyou Fuuin - Kakashi es interrumpido bruscamente por un temblor que sacudió la tierra.

Con la visión del Sharingan, los tres shinobi observan que la energía vital a su alrededor está cambiando rápidamente. El ninshu se está retorciendo.

Del lugar donde había aterrizado Naruto, los árboles comenzaron a despegarse del suelo y caerse unos contra otros. Las raíces como si tuvieran una ráfaga de poder salen velozmente a apuñalar lo que sea que les atraviese.

Esquivando las filosas puntas, Itachi observa a la tierra comienza a abrirse rompiéndose en enormes grietas, de las cuales brota lava a toda velocidad dirigiéndose hacia a los shinobi, como si su único objetivo fuera aniquilarlos.

El cielo se oscurece con la misma fiereza y los vientos arreciaron, trayendo nubes cargadas de lluvia y rayos. Relámpagos caen a la tierra buscando quien pagará la venganza, buscando a cualquier ser vivo.

La tierra tiembla nuevamente y se pueden observar nueve colas surgir de entre la espesura del bosque, con un chakra envolvente rojo y poderoso.

Alzándose como un demonio encarnizado, el Kyūbi ruge un grito de guerra, mientras que todo a su alrededor parece moverse a su voluntad. La naturaleza responde a su llamado.

Con el ceño severamente fruncido, Itachi se coloca frente a Naruto, aunque en este punto parezca una pulga para el joven. Sabe que necesita llegar a él, y para ello debe mirarlo a los ojos. Cuando éste se digna a mirarlo, no es al travieso rubio al que mira.

No. Esa mirada está muerta y perdida para el mundo y, sin embargo, cuando reconoce a Itachi, un brillo lleno de malicia retumba en esos ojos zorrunos. Esa mirada parece decir tantas cosas, pero sólo una es la más latente e Itachi la comprende perfectamente.

"Tú me la arrebataste, entonces te arrebataré lo que más amas"

La sonrisa filosa del Kyūbi se hace demoníaca y este le hace una seña a Itachi, un desvío con la cabeza.

El Uchiha no tiene que voltear a donde el Kyūbi señala. Sabe perfectamente que está pensando el zorro.

Toda la destrucción de la naturaleza entonces cambia de rumbo, tiene un nuevo camino, una sola dirección.

Naruto ha escogido su venganza.

No sólo quiere que Obito pague, sino que toda Konohagakure lo haga.

Quiere destruir la aldea.


El chakra oscuro la perseguía, la consumía y Karin corría a toda velocidad con su carga al hombro, rogándole en silencio que le perdone en la otra vida por sostenerla como a un saco de papas viejo.

Naruto había dejado salir todo su potencial malvado e incluso mientras atravesaba la muralla de la aldea se podía sentir ese chakra demoníaco, buscando el cuerpo de su hermana.

Estaba a nada de llegar a la primera guardia shinobi, al vislumbrar a las alertas shinobi que también sintieron el cambio en el aire, cuando Karin tropieza con una rama que pareció salida de la nada.

Ese movimiento ocasiono que la pelirroja saliese volando, soltando de sus manos sudorosas su preciosa carga, rodando ambas a través de la barranca, cayendo de espaldas.

Polvos nebulosos aparecen en la vista de Karin, preguntándose que ha pasado. Cuando recobra la consciencia segundos después, observa el cielo sobre ella. Es completamente negro.

Una enorme tormenta, muy parecida a un huracán ruge por encima de su cabeza al mismo tiempo que un gruñido que instintivamente conoce sin haberlo escuchado antes.

El Kyūbi se ha formado completamente.

El ensordecedor chakra que tintinea a su alrededor la envuelve como si fueran fuegos artificiales que la atacan, como si fueran una criminal. Sus oídos se llenan de un sonido que provoca que vuelvan a sangrar; mucho más poderoso que el sonido desgarrador que el que dejo salir el monstruo que ataco a la pelirosa.

En un momento de valentía, busca a toda prisa el cuerpo de su superior, arrojada más debajo de la ladera como un trapo sucio; con un único objetivo, se arrastra sobre sus rodillas, raspándose y mutilándose con ramas espinosas hasta llegar a su cuerpo, y protegerla de los relámpagos que parecen caer sin sentido por todo el bosque.

La cubre con su propio cuerpo, llorando en silencio por que el terror de que la naturaleza se está volviendo violenta, es abominable.

Jamás pensó que la madre naturaleza se volviera tan increíblemente agresiva al chasquido de dedos del jinchūriki.

Uno de aquellos rayos cae demasiado cerca, y luego otro, y otro más. Como si supieran que ella guarda un secreto debajo de su cuerpo y entre las hojas secas de los árboles de Konoha.

Karin cierra los ojos intensamente y ruega en silencio.

Por favor, por favor, si aun estas por ahí, por favor… por favor manda una señal. O Naruto-san nos matará a todos. No permitas que lo haga.

Se sentía ridícula por rezarle a Sakura, que volviera a la vida, que detuviera el caos, que hiciera una de esas cosas mágicas que ella sabía hacer, pero eso no impedía que continuará llorando de desesperación al oler las hojas quemadas cada vez más cerca.

Entonces como si de un mal sueño se tratara, todo se detuvo.

Todo ruido, todo olor, toda sensación de oscuridad envolvente se detuvo.

Con miedo, Karin abre los ojos notando que uno de sus lentes se ha roto, pero nada la prepara para sentir una mano en su hombro.

Sacando un kunai a toda velocidad, protege con su cuerpo al cadáver y se voltea a su visitante.

Alta es su sorpresa cuando encuentra de pie a Uchiha Shisui, ladeando la cabeza. Bajando la mirada, el Uchiha frunce el ceño cuando mira el cuerpo maltrecho de Sakura. Karin se impresiona.

Pensó que el hombre preguntaría que ocurrió, si todos los demás están bien, quien, y como la asesinaron, pero todo lo que hace es ofrecerle una mano a Karin para ayudarla a levantarse.

Al verla renuente, Shisui murmura:

- Ven. Dejémosle hacer su trabajo.

- ¿A quién? – pregunta ella contrariada.

En ese momento, Bastet, la mascota loca endemoniada de Sakura, aparece al lado de Shisui, como si hubiera estado aguardando eternamente en el lugar. La criatura no ofrece consuelo ni explicaciones, simplemente se acerca al lado de su dueña y con una mirada seria, Karin entiende que debe retirarse.

Tomando la mano de Shisui, se levanta agradeciéndole en silencio y vuelve la mirada al neko, este ya se ha adelantado al cadáver fresco.

El bakeneko observa sin mucha expresión el cuerpo de su seikō, viendo la enorme herida en su pecho, inspeccionando desde esos dedos torcidos, al cabello sin brillo, la piel de la garganta manchada con su propia sangre.

Durante la carrera, Karin no se había percatado que aquel fluido viscoso de color negro había desaparecido por completo, asombrándola cuando solo fue el tono rojizo de la sangre de la pelirosa lo que manchaba sus ropas.

Como si de un doctor forense se tratará, Bastet revisaba con esos ojos extraños cada hendidura en el cuerpo de Sakura; Shisui, aunque no se mostraba dolido por la muerte, parecía… triste. Deprimido.

Karin apenas estaba evaluando por qué el Uchiha y el gato no habían cuestionado sobre la muerte de la pelirosa, cuando se dio cuenta de otra cosa lo que la hizo abrir enormemente los ojos: todo a su alrededor se había congelado.

El magma que venía bajando a toda velocidad por la ladera, los múltiples relámpagos se habían congelado a metros de su lugar, la lluvia quedo suspendida en medio del bosque, como si estuvieran encerrados en una burbuja de tiempo donde el sonido también se apagó.

- ¿Nani? Pero, ¿Qué está pasando?

Pregunto dando vueltas a su alrededor, y al no escuchar respuesta alguna, devuelve la mirada para percatarse del gato que se ha subido al estómago de Sakura y Shisui se ha acuclillado a su lado y le está retirando su collar. La gema de color verde que adorna el collar de Bastet brilla intensamente y Shisui se lo coloca enfrente del gato, sólo para que éste cierre sus ojos y suba su cabeza.

Parecía que estaba… orando.

La gema brillaba con un único resplandor y Karin se sofoca con su propio jadeo cuando saborea el chakra que emerge de esa esmeralda.

Sin más ceremonias, Bastet empuja con su naricita la gema al pecho abierto de Sakura y ese resplandor parece apagarse un momento.

A su lado Shisui, murmura:

- ¿Funcionará?

- No hagas preguntas cuyas respuestas ya sabes, niño.

Shisui entonces coloca sus manos en sus rodillas y se levanta con un suspiro; se da la vuelta y se dirige a Karin, a quien le coloca una mano en el hombro.

- Cuídalos.

- Shisui-sama, ¿qué está pasando? ¿qué pasara con Naruto-san? ¿Hokage-sama podrá detenerlo?

- Me encargaré de ello. No te preocupes - le dirige una mirada a Bastet quien sigue mirando las vísceras de Sakura – En cuanto suceda, resguárdalos. Itachi te lo agradecerá.

- ¿Perdone, Shisui-sama?

Pero Shisui ya había aplicado el shushin y desaparecido del bosque; sin embargo, poco importo porque Karin presenció con ojos bien abiertos un milagro. La esencia que crecía a pasos de bebé salía en pequeñas oleadas del pecho de Sakura el cual empezó a resplandecer con un tono verdoso que cambiaba al color del pasto, puro y vibrante.

Bastet seguía encima del cadáver, un cuerpo que estaba cerrando sus heridas; impactada, Karin se acerca a Sakura sólo para ver como de su interior, aquella gema se había roto y estaba creciendo un corazón.

¡El corazón de bruja!

El bakeneko no dejaba de ver la transformación sin retirarse, como si estuviera supervisando que todo con sus formas misteriosas sin perder de vista aquel corazón que comenzaba a latir lenta pero constantemente. Del tamaño de un frijol hasta volverse del de un puño, el miembro no dejo de funcionar.

A través del ninshu, se observa el nacimiento de venas recorriendo el pecho de la pelirosa, recubriendo su cuerpo y formando nuevamente los blancos costillares y los músculos ensangrentados del pecho; su piel adquiría pausadamente una tonalidad más rosada; al poco tiempo, el chakra de Sakura que tenía escondido en aquella gema se había transmigrado completamente a su cuerpo de nuevo y el corazón comenzaba a quedar protegido por toda aquella maravilla de industria muscular.

Karin jadeo duro cuando observo como el pecho de Sakura comenzó a elevarse y descender lentamente.

- ¡Está respirando! – murmuro entre extasiada y asustada.

Sin embargo, cuando volteo la mirada hacia Bastet, este lucía apesadumbrado, al igual que Shisui hace unos minutos.

Las pestañas rosadas se movieron, como si Sakura estuviera a punto de despertarse; su piel completamente restaurada y sonrojada, salvo por una salvaje cicatriz rojiza en su pecho justo donde quedo incrustado su corazón y el ataque de Uchiha Obito, nadie diría que estuvo muerta por veinte minutos.

Arrodillándose, Karin se acercó para tomar su pulso. Se asombro al notar la cálida muñeca con sangre latente en las venas.

Como lo imaginaba.

- S-su latido es estable. Pero, Bastet-sama, ¿c-có-cómo?

Sólo entonces, el gato levanto la mirada, una vez que el cuerpo destrozado ahora volvía a su normalidad; y, sin embargo, a Bastet se le veía… resignado. Si es que la cara de un gato podía verse así.

El minino respondió:

- No te veas tan feliz, niña. Ella seguramente no lo estará cuando despierte.

Frunciendo el ceño, Karin sabe que no debe de preguntar a qué se refiere, aunque la curiosidad la esté matando; así que se dedica exactamente a lo que le dijo Shisui.

Cargando a Sakura nuevamente, toma rumbo hacia el hospital, tan sorprendida por el giro de los acontecimientos, que no se percata de que el bakeneko no le sigue.

Bastet sabe que esto será un parteaguas. No será lo mismo cuando su cachorra se despierte; de eso se encargará la bruja.

Mirando al cielo de su burbuja congelada en el tiempo, se permite lamentarse un poco por la pequeña mariposa cuyas alas estaban creciendo tan hermosamente sólo para que al final se las arrancarán.


La enorme mano del Susanoo se movía rápidamente, deslizando a través del aire zumbante la espada Tsotsuka, enviando oleadas de poder catastróficas a los cielos. Poderosas garras detuvieron el ataque hacia la cabeza del contrincante, y en un movimiento rápido, el zorro pateo duro contra el fantasmal samurái.

El Kyūbi era implacable contra el Susanoo y afortunadamente, la bestia con cola no había logrado atravesar las barreras que incrusto Itachi antes de que el infierno se desatará.

- ¡Jigou Jubaku no In! – convoco Itachi alzando su mano provocando que el Kyūbi se paralice a la mitad de un contrataque.

Había logrado relegarlo incluso hasta el Valle de la Muerte, a kilómetros lejos de la aldea una vez que activo su Mangekyō Sharingan y el Kyūbi lo tomo como nuevo objetivo de ataque. Al menos por el momento.

Sin embargo, el poder de Naruto era increíblemente inagotable, mientras que el de Itachi y el uso del Susanoo no lo era tanto. Ambos eran poderosos y estaban igualados, pero no sería por mucho tiempo, dictamino el Hokage.

La naturaleza seguía obedeciendo a placer la voluntad de Naruto, la tierra seguía temblando y no había señal del sol a través de las nubes cargadas de rayos y granizo. Los vientos rugían como si fuera el apocalipsis obstaculizando la vista de Itachi.

Había ordenado a Sasuke y a Kakashi a elevar más allá la barrera de ninshu sobre Konohagakure.

Sasuke se negó una y otra vez a dejar a cualquiera, a Itachi o a Naruto, pero fue una mirada de su Hokage, no del hermano mayor, el que lo hizo obedecer. Nadie no podría calmar a Naruto en este punto, pero al menos podrían mantener elevada la defensa sobre la aldea. Incluso el infame Kyūbi no podría hacer nada con esa protección.

Él y su hermana misma la habían creado.

Se siente pisoteado por el destino.

Una vez le dijo a Sakura, que, si algo le llegaba a pasar por culpa de sus travesuras inconscientes, Naruto dejaría salir toda su furia por el dolor, tanto que lo consumiría.

En aquel momento, lo dijo para poder manipularla, para evitar que se reclutará en Akatsuki.

¿Ahora? Haría lo que fuera para regresar el día de hoy, en la mañana, cuando la encontró acurrucada a su lado, apaciblemente, murmurando venganzas asesinas tiernamente luciendo como un lindo gatito.

Cuando Itachi muera y sus almas se vuelvan a encontrar, ¿qué será lo que le dirá a ella? ¿Con qué cara le dirá que tuvo que atacar a Naruto por temor del daño que podía provocar a Konoha? ¿Cómo podría enfrentarla cuando toda su vida se dedicó a proteger a su hermano y él lo lastimo a la primera oportunidad?

Destrozaría su corazón. Odiará a Itachi el resto de la eternidad.

Él ya se odiaba a si mismo.

Esquivando esos tenebrosos pensamientos, así como la siguiente patada de zorro, toma el talón del Kyūbi y lo lanza lo más lejos de la aldea como puede.

La bestia se contorsiona sobre el aire, girándose para caer de pie, enterrándose en la tierra al momento de caer. La tierra se desplaza conforme es arrastrado por la potencia hacia atrás, y al detenerse, inicia una nueva carrera a Itachi quien ya tiene preparado su nuevo sello:

- Isshi Toujin – Inmediatamente un círculo con marcas especiales debajo de sí mismo y Naruto, impidiendo cualquier movimiento de la bestia.

El Hokage aprovecha para golpear con el mango de su katana del Susanno en el estómago de la bestia provocando que esta sangre por la boca.

No se enorgullece de golpear tan duramente a Naruto; sabe que está sufriendo por negarse al duelo y la ira es la forma de sacar todo su estrés, pero eso no impide que se haya convertido en una amenaza. Una que lo mira con odio en esos ojos rojizos.

- ¡Itachi!

A su lado se sorprende al ver a Shisui en su uniforme shinobi, de pie en la cima de la cabeza de la estatua de Uchiha Madara. Lucía pétreo, con su propio Mangekyō Sharingan, rodando lentamente fijos en el Kyūbi con una mirada que casi se veía de lástima.

Un segundo después, Shisui aparecía al lado de Itachi diciéndole tranquilamente:

- Necesitamos distraerlo, Itachi. Debo llegar a su nuca.

- ¿De qué estás hablando? – el Hokage pregunto rápidamente.

- Sólo haz lo que te digo por favor. – dijo Shisui – Te explicaré todo después, pero por el momento, debo llegar a su cabeza.

Con estas palabras, Shisui desapareció e Itachi supo que debía darse prisa. Su primo tenía un plan, y esperaba que fuera uno bueno. Había intentado incrustar un genjutsu en la mente de Naruto infructuosamente. Realmente no lo había logrado porque las fortalezas mentales de Naruto, por muy dolido que estuviera, estaban altas.

Sin soltar al Kyūbi del sello Isshi Toujin, se comienza a acercar a él con dificultad. El zorro tiene mucho poder y está peleando contra Itachi a cada paso con su propio chakra.

Para cuando el Susanoo está a tan solo metros de la bestia, Itachi prepara un puño y lo lanza contra la mandíbula, cosa que estremece y sangra más al Kyūbi quien lanza otra llamarada de poder que destruye el sello y se abalanza sobre Itachi.

Deshaciendo el Susanoo, Itachi se desvanece en una decena de cuervos que escapan del agarre del Kyūbi. Frustrado e iracundo, el zorro busca con la mirada a Itachi, a quien localiza en la cima del valle de la muerte.

Se lanza en una carrera en sus cuatro patas hacia el Uchiha quien lo mira con verdadero dolor en el rostro.

Con una floritura de su mano, Itachi suelta el doton que tenía preparado una vez que el Kyūbi está escalando la meseta hacia él; rápidamente la tierra y lodo comienzan a tragarse a la bestia succionándola de nuevo al fondo del Valle. Kyūbi ruge, gruñe y rasguña todo lo que alcanzan sus garras mientras la tierra recubre su pelaje hasta llegar a sus hombros dejándolo debajo del suelo; pero una vez que enfoca de nuevo la mirada a Itachi, parece fortalecerse en su ira, y contra todo pronóstico, sale de un salto de su celda polvosa y se dirige hacia Itachi.

Sin sorprenderse de la resistencia de la bestia, Itachi activa inmediatamente el Susanoo nuevamente y se enzarza en una guerra de puñetazos y patadas contra la bestia. El Kyūbi lo toma de la cabeza y lo arrastra contra él cayendo de espaldas, permitiendo que el cuerpo del Susanoo sea el que tome todo el peso al caer. Sin tiempo que perder, Itachi se remueve y contornea su cuerpo.

El Uchiha se levanta para hacerle una llave tomando bruscamente su brazo, jalando su brazo, sentándose a horcajadas sobre la espalda del Kyūbi. Las nueve colas toman posición bruscamente tanto del cuello como de los brazos del Susanoo.

Es en ese momento, cuando el Kyūbi esta boca abajo gruñendo y moviéndose salvajemente que Shisui llega y se coloca en la nuca del zorro.

Itachi observa como su primo se apresura y murmura al cielo con el Mangekyō Sharingan corriendo a toda velocidad:

- Torii Shiiru – Shisui baja su palma abierta al centro de la nuca del zorro liberando su chakra el cual empieza a enredarse sobre el brazo del Uchiha, recubriendo todo su cuerpo. Casi comiéndoselo.

- ¡Shisui! – grita Itachi preocupado pero su primo gira levemente la cabeza y lo tranquiliza.

- Todo está bien Itachi. Sólo espera.

Tan sólo unos segundos después, el Chakra del Kyūbi ya estaba relajándose, deshaciéndose en el viento como si estuviera tranquilizándose.

Y en efecto, Itachi sintió cuando el brazo retenido de la bestia empezaba a ablandarse, ya retrayendo las garras negras. El sello que había utilizado Shisui había funcionado.

Incluso las nubes de lluvia y relámpagos copiosos se habían detenido y estaba tranquilizándose la tierra. Poco a poco el cielo volvía a abrirse dejando entrar los rayos del sol. La catástrofe había pasado.

Pero, ¿cómo?

Con muchas dudas, y menos respuestas, Itachi percibe que el zorro comenzaba a decrecer y a desaparecer dejando en el suelo a los pocos segundos a un desnudo Naruto cuya piel estaba completamente pálida por la pérdida de chakra.

Naruto había caído desmayado boca abajo; Shisui amablemente giro su cuerpo maltrecho para asegurarse que estaba inconsciente, pero a salvo.

Hasta que Shisui asintió con la cabeza, Itachi dejo caer el Susanoo. En ambos ojos podía sentir como la sangra emanaba en pequeños riachuelos.

Se acerco a su primo y al rubio, y le dolió sinceramente al ver como estaba Naruto; incluso desmayado parecía sufrir, frunciendo el ceño levemente y soltando suspiros cada tanto. Los moretones en su cuerpo serán la evidencia en los próximos días de la pelea que tuvo al perder la cabeza.

- Ella también está bien, Itachi.

Sin entender las palabras, el Hokage miro a su primo. Shisui lucía verdaderamente triste, entonces ¿de quién hablab…?

- ¿Qué acabas de decir?

Suspirando, Shisui baja la mirada al pecho de Naruto y comienza a trazar un sello extra. Sólo es para aligerar su peso, para poder cargarlo. Servirá hasta que puedan llevarlo al hospital.

- Sakura está bien-

Ni siquiera había terminado de decir aquello cuando Itachi ya lo tenía enganchado por el cuello de la camisa shinobi con ambos puños exigiendo respuestas. A Shisui se le ablando el corazón al ver el dolor esperanzado en la mirada de su primo por ello continuo:

- Esta viva. Todo este tiempo, la anciana bruja tenía un seguro para la vida de Sakura-chan; el corazón que le arrebato la bruja, ¿lo recuerdas?

Itachi no respondió, no necesitaba hacerlo.

- Bastet lo tuvo todo este tiempo sellado en su collar; y al devolvérselo, Sakura-chan recupera todo su chakra. Ella respira, lo puedo jurar.

Soltándolo a toda prisa, Itachi ya estaba caminando cuando sintió una mano detenerlo por su codo. Giro la mirada a Shisui quien le mandaba advertencias en la mirada:

- Pero no será la Sakura-chan que conociste, Itachi. No era un seguro para la misma Sakura, ni para Naruto-kun. La bruja guardo muy bien sus propios propósitos.

- ¿Qué no estás diciendo Shisui? – pregunto Itachi frunciendo el ceño.

- Itachi… Ah, Itachi, ¿recuerdas cuando te dije que Sakura-chan y yo nos hicimos una promesa?

Enderezándose, asintió a su primo. Lo recordaba. Fue en uno de esos días en que sintió celos de Shisui.

- No fue un favor para Sakura-chan, Itachi. Ella… ahhh, primo. Sakura me dio una garantía; ella sabía o presentía que algo podría pasarle, algún día. Y cuando eso pasará, Naruto se… - señala al rubio - …se desataría sin control. Y siendo así, ella no podría detenerlo, no si no estaba presente y sabía que alguien debía hacerlo.

Iluminándose como un árbol de Navidad, la mente de Itachi entendió:

- Te mostro como detenerlo. Al Kyūbi.

- Hai. Itachi, pero por favor entiende una cosa. Ella no ganaba nada con esto. Me mostro cosas, al igual que Bastet. Ambos sabían que no muchos iban a respetar su deseo de no lastimar a Naruto.

- Todos querrían matarlo o sellarlo en una celda – asintió Itachi.

- Y si fuera así, todo su trabajo y los sueños de Naruto se verían truncados.

- Pero no entiendo. ¿Por qué tú?

Shisui ríe amargamente negando con la cabeza por la expresa confusión de Itachi.

- Porque, aunque no quisiera demostrarlo, era más empática de lo que hacía ver.

Entrecerrando los ojos a su primo, Shisui explica:

- Sakura quería que fueras tú, a quien pudiera compartirle sus secretos. Pero para ella, tú tenías el mundo sobre tus hombros. Tú eras su elección para proteger a su hermano, pero al conocerte más no pudo hacerlo. No quería delegarte una carga más. Ella sabía que tarde o temprano desarrollarías el Mangekyō Sharingan, necesario para el sello, pero no quería que te sintieras presionado por la seguridad de Naruto. No más. Ya ella misma te daba guerra por cualquier cosa. Por eso ella me eligió, porque, aunque soy fuerte, no tengo una aldea que cuidar en mis manos; al inicio, tampoco entendía porque lo hizo; y la odié por un minuto por mostrarme tanto… - miro a Naruto de nuevo con dolor para después cerrar los ojos – créeme cuando te digo que ahora entiendo su decisión.

Sin palabras, Itachi apretó sus puños, comprendiendo por fin, pero eso no impedía que la envidia y los celos volvieran a emerger; pero más importante aún.

Estaba viva. Su Sakura estaba viva y respiraba.

Necesitaba regresar a Konoha inmediatamente.

Con una decisión impoluta, toma el cuerpo de Naruto y sin importar el sello previo de Shisui, Itachi lo disuelve entre su invocatoria de cuervos. Él mismo ya estaba desplazándose cuando vuelve a sentir esa mano en su codo.

Con una mirada a Shisui, se da cuenta que su primo reprime cualquier cosa que pudiera decirle, y sólo atina a asentir con la cabeza y así, ambos Uchiha, salen corriendo con dirección a Konoha.

E Itachi sólo podía pensar en volver a ver esos hermosos ojos esmeralda sonreírle otra vez.


Cuatro semanas después

Una vez que todos guardaron silencio, el honorable juez anunció:

- ¿Cómo se declara la acusada?

La joven de pie, con esposas de chakra en las muñecas, miro de nuevo a aquel amigo de su infancia, buscando piedad y lástima, pero lo único que encontró fue indiferencia y estoicismo.

Bajando la mirada avergonzada, sabía que debía decir, sabía lo que había hecho, y era por ello que quería disculparse primero:

- Culpable, señoría – elevo la mirada hacia Nara-sama quien la enjuiciaba – Me arrepiento de mi error. Nunca quise liberar a Uchiha Obito de su prisión; fui engañada por él, pero eso no demerita que no debí entrar a un lugar restringido o a su celda en primer lugar.

Girando su cabeza levemente, mira a su madre, la cual susurra llorosa:

- Izumi-chan.

El ver a su madre bañada en lágrimas silenciosas, que contenían mucho pero mucho amor, pero también cierto grado de decepción en esos ojos, estremecieron en el alma a Izumi. Su madre era abrazada por un Shisui que lucía su frío papel de patriarca. Indiferente y serio.

A su lado, Sasuke en su sobrio traje Uchiha, era un tempano de hielo.

- Pido disculpas a mi familia, y a todos aquellos a los que lastime. Especialmente a ti, Hahahue. – la joven vuelve a mirar al impoluto Hokage – a Sasuke-kun, y a ti Itach-

Izumi es interrumpida por la mirada helada de Itachi que aterriza en ella. Un miedo como nunca la embarga ante la sensación de un depredador cercano, y vuelve a callar, agachando la cabeza. Susurrando vuelve a pedir perdón sintiendo su corazón apretado.

- Bajo los cargos de traición y conspiración contra un miembro shinobi, a Uchiha Izumi se le declara culpable y se le dicta sentencia de once años en la prisión de Konohagakure con restricción de chakra vitalicia. Guardias. Pueden llevarse a la reclusa.

Para cuando la policía militar reacomoda sus cadenas y la guían a la salida, Izumi arriesga otra mirada a donde se sentaron Shisui, Sasuke e Itachi, aunque no se sorprende nada cuando no encuentra a su ex novio o al hermano de éste.

Poco le importan las miradas de decepción y vergüenza del resto del clan que vinieron en apoyo del Hokage y ver impartir justicia, aunque sea a uno de los suyos, lo único que le importa en este momento es como su madre es arrastrada entre sollozos por Shisui. Mientras Izumi es jalada por los hombres de Fugaku-sama, su madre le dedica una última mirada, una llena de amor y apoyo, pero también de dolor.

La joven se muerde los labios para no llorar más fuerte. Lo había perdido todo por un pensamiento infantil y acciones aún más infantiles.

Había destruido a su pequeña familia, su relación con el resto del clan que eran su mundo, y cualquier intento de comunicación con Itachi, quien no le había vuelto a hablar más que para preguntarle porque lo había hecho.

Jamás había visto esa expresión en él. Recordarlo hace que su cuerpo tiemble.

Y contra todo pensamiento lógico, Izumi esconde una sonrisa sucia de sus escoltas. Porque al menos si ella no será feliz, la hechicera tampoco.

Y al parecer, nunca más lo será.


Hacía días que no podía encontrarlo. Shisui había buscado hasta por debajo de las piedras, pero Bastet no aparecía.

Sabía que el bakeneko debía estar cerca, pero ¿dónde?

Su tazón de comida no había sido tocado, tampoco los enormes almohadones donde dormía a altas horas de la mañana. No lo había visto desde… bueno, desde ese día.

Esto hacía sentir tan frustrado a Shisui.

Pensaba que al menos podía ayudar a Bastet, en vista que sus primos parecían… ahhh…

Sasuke se había convertido en un cubo de hielo desde que Naruto dejo de hablarle; lo que sea que haya pasado entre ellos dos, definitivamente dejaron a su primo menor rogando por migajas de atención del rubio, el cual parece haber perdido el habla, el apetito, la risa, y su energía.

Naruto había perdido mucho peso el último mes y se notaba demacrado y ojeroso; pero como si de una competencia se tratara, Itachi parecía un fiero competidor.

Cuando se sentaba en la silla kage, Itachi hacía lo que tenía que hacer. Ser un Hokage en regla. Firme, paciente y sabio.

Podía atender sus miles de pendientes y resolverlos con el carisma de una bailarina sobre hielo, pero cuando caía la noche, cuando sólo vagaban las almas borrachas en la calle, Itachi saldría de su oficina con una sola dirección.

No comería, no dormiría, sólo se quedaría sentado, junto a un silencioso rubio.

En esa insípida habitación de hospital mirando a la joven de la cama 306.

No había mucho después de eso y a Shisui le estremecía el corazón no poder contarle toda la verdad a Itachi. La maldición de Sakura se había presentado en cada oportunidad en que Shisui trataba de contarle a Itachi sobre lo que ocurriría a continuación.

Su garganta se cerraba y sus ojos se tensionaban ante la alta presión sanguínea que corría al revés en sus venas.

Sabía que Sakura no lo había hecho con mala intención; incluso ella estaba maldecida, pero eso no quitaba que él se sintiera frustrado.

Ninguno de sus primos quería hablar; Bastet había desaparecido, y estar maldito mataba a Shisui.

Todo lo que habían vivido, todo por lo que habían pasado y justo cuando el universo parecía alinearse para dejarlos vivir sus vidas cómodamente, pasa esta desgracia.

Al menos Sakura seguía respirando. Inconsciente después de un mes, pero respiraba.

Shisui no podría imaginarse como se encontrarían Itachi y Naruto si ya no lo hiciera. Sólo esperaba que cuando tuviera que suceder, lo que debía de suceder, ambos no lucharan.

De lo contrario, O-ren no tendría piedad.


Sintiéndose frustrado más que aliviado, Itachi cerro la carpeta del presupuesto aduanero y dio por finalizado su día. Si tan sólo hubiera podido posponer esa última agenda, ya habría salido una hora antes.

Estirándose un poco después de dieciocho horas continúas sentado, se colocó su abrigo y empujo sus dedos entre sí para poder transportarse.

Un segundo después apareció a las afueras de la misma habitación blanca.

- Hokage-sama – Shizune lo saluda mientras ella detiene su caminar. Una tabla informativa entre sus manos.

- Sensei.

Su voz sale increíblemente ronca, a pesar de haber estado hablando todo el día. Shizune lo mira con tristeza un segundo antes de comenzar a informar:

- Sin cambios hoy. Tampoco. Hokage-sama.

Incluso parecía un hábito para ella decirlo, aunque Itachi ya lo sabía. Había buscado cualquier cambio en el chakra con el suyo propio, pero no había nada nuevo.

Nada durante los últimos treinta días.

Asintiendo y despidiéndose de ella, entra a la habitación del hospital, pasando el pequeño pasillo con baño a la izquierda, caminando otros ocho pasos, llega a la habitación resort.

La primera vez que piso esta habitación casi pudo escuchar la voz de ella en su mente.

"Ulala, no sabía que para morir se necesitará tanta clase"

A comparación de sus primeras misiones, en donde ella curaba a cualquier moribundo, incluso a si misma, en establos o en fangos, se quejaría ahora de tener lujos como una verdadera princesa. Una vez, vio como curo una flecha en su vientre dentro de una alcantarilla con ratas y lombrices a su alrededor sonriendo alegremente. Esa clase de recuerdos lo mantienen sonriendo a veces en la soledad.

Nada ha cambiado desde la última vez que estuvo aquí. Hace diecinueve horas.

Los pocos muebles sanitizados de color blanco, un sofá del mismo color al lado de la enorme cama. Mantas dobladas para los visitantes que no se han movido desde que se pusieron ahí. El constante pitido de un latido lento que se torna insoportable en ciertos días.

En aquella cama, un cuerpo que parece muy pequeño y débil, cuya piel es tan pálida que se pueden ver las finas venas por debajo de ella; unas manos delicadas cuyos brazos están cubiertos por la bata hospitalaria, pero que dejan ver las mangueritas transparentes para el suero. Cabellos rosas debidamente peinados en una trenza que adorna su hombro derecho. Pestañas largas de un rosa más oscuro que embellecen las mejillas ligeramente sonrosadas. Nariz pequeña y respingona, labios dulces y rosados.

Nadie entiende porque no puede despertar. Su cuerpo se reestableció y aunque queda una densa cicatriz rojiza en su pecho, tras varios estudios de sangre, ultrasónicos, electro gramas después, Tsunade-sama confirmo que Sakura está en una especie de coma, uno del que no se sabe cuándo abrirá sus ojos.

Quiso obtener respuestas de Bastet, pero el bakeneko tenía días desaparecido.

La ninfa durmiendo su sueño eterno.

Sentándose en el sofá, saluda como siempre:

- Hola, Naruto-kun.

Y como siempre, no recibe respuesta.

Suspirando internamente, el Hokage retoma sus reflexiones sobre el rubio al ver sus muñecas tatuadas con el sello Hakke no Fuuin Shiki, el cual impedirá que Naruto vuelva a convertirse en el Kyūbi a la primera señal de ira, desmayándolo inmediatamente.

Al siguiente día del ataque, cuando Naruto despertó, un demacrado Itachi tuvo que explicarle porque lo hicieron, porque lo sellaron. Pero poco o nada importo esa explicación. El jinchūriki únicamente preguntaba por su hermana, y al contarle lo ocurrido sólo pidió verla y que le permitiesen quedarse junto a ella.

Al menos Itachi no volvió escuchar hablar a Naruto después de eso.

Sasuke y él habían quedado encerrados un día; pero su hermano salió furioso después de eso, dando a entender que todo entre ellos había terminado.

Su otouto regresaba cada día a revisar a Naruto, a semi escondidas. No dejaba que Naruto lo viera, por lo general, era cuando el rubio estaba dormido en ese sofá.

El jinchūriki apenas y comía, más por petición de Jiraiya-sama y de Mikoto que por si mismo. A duras penas se daba una ducha, y sus ojeras ya estaban en el extremo.

Incluso Mikoto había amenazado con mandarlo a dormir bajo fuinjutsu si no lo hacía por su propia voluntad.

Aun así, Naruto no se despegaba del lado de Sakura. Algo se había muerto con el coma de ella.

Había perdido su brillo y su capacidad de sonreír porque no importaban las caras disimuladas de Kaskashi o de Konohamaru queriéndolo sacar de su caparazón, nadie pudo lograrlo.

Pero Itachi no se sentía diferente a Naruto. Lo comprendía totalmente.

Si él pudiera, si no tuviera una aldea que cuidar, estaría aquí noche y día cuidándola, hablándole de sus sueños, tomando su mano y rogando para que despierte.

Sólo que, a diferencia de Naruto, Itachi debía verse presentable, aunque no tuviera la energía para levantarse, aunque se sintiera vacío por dentro.

Todos sus sueños se habían cumplido: se había vuelto kage, se había vuelto un estandarte para otros shinobi, había logrado que otros aceptasen su propuesta de paz y nada de eso lo satisfacía ahora.

Todo porque una criatura de ojos verdes lo había embrujado con sus ironías y cinismo.

Una criatura de la cual tomaba su mano inerte y comenzaba a contarle su día:

- Hoy vino un niño a mi oficina, dice llamarse Komatoru. Era pelirrojo y muy pecoso, pero él no me buscaba a mí. Imagínate mi sorpresa, hime, cuando pregunto por ti. Vino a dejarte esto.

Itachi saca de su abrigo una pequeña cajita y la abrió dejando ver un brazalete malhecho de flores y ramas:

- A su lado había un curioso perro, una cosa rara hecha de hojas verdes de durazno y ojos dorados llenos de ninshu, un amigo de regalo dijo él. Escucho sobre ti y te hizo un regalo.

El Uchiha se lo coloca en la muñeca, aunque ciertas hojas ya estaban desarmándose. Aun así, se lo acomoda para que se le vea precioso.

- Komatoru-kun desea que te recuperes. Dijo que quiere hacerte una fiesta para cuando despiertes. Te sorprendería saber cuan celoso me sentí al ver sus ojos llenos de adoración por ti, hime. No deberías de hechizar corazones tan jóvenes, Sakura.

Una mirada al monitor cardíaco indica que no hay cambios.

Itachi besa sus dedos uno a uno, cerrando sus ojos que comenzaban a ponerse vidriosos.

Naruto no dice palabra alguna, sólo mira al rostro de su hermana imperturbable.

Ambos sufriendo a su manera, cansados, agotados, pero no se separarían por nada del mundo de su lado.


- ¡Vas a salir de aquí así te deba cargar al hombro y es mi última palabra!

El grito de B-san retumbo por todo el piso sino es que por todo el hospital. Itachi cierra los ojos viendo a la siempre amable Shizune-sensei fruncir el ceño amenazadoramente a la puerta cerrada de la habitación 306.

Abriendo la puerta, puede ver al enorme rubio moreno con espuma en la boca, totalmente rojo de ira, hacia su hijo a quien había tomado del codo y lo mangoneaba de aquí a allá.

- ¡No vas a empezar a pudrirte aquí sentado como un Yūrei! ¡Debo estar loco antes de dejarte muriendo aquí!

El rubio miraba a su padre con ojos entrecerrados con cierto nivel de enojo.

Ambos ignoraron a Itachi, quien sólo se acercó a su amada. Ilógicamente, pensó que los gritos podían perturbar su sueño. Beso su frente y tomo su mano, empapándola de su propio chakra para ocultarle el ruido.

- Te vas a mover de aquí mocoso. Vamos a llenarte de carne ese estomago tuyo así te abra la puta garganta. Tomarás una maldita ducha y vas a comportarte como el hermano orgulloso que se supone debes de ser. Me importa poco o nada como te sientas. Vas a salir y fingir que te gusta la puta vida. ¿Me di a entender?

B-san había bajado el rostro quedando a centímetros del de Naruto, amenazándolo con furia en el tono de voz.

Hace dos semanas, B-san había llegado a la capital de la Tierra de Fuego; llego corriendo al saber que su hija e hijo habían tenido una "desgracia".

Palideció al darse cuenta de lo sucedido, pero enrojeció de ira al saber la condición de Naruto. No es que fuera su favorito, pero B-san tenía una afinidad tal a Naruto que cuando vio a su hijo tan delgado y oscurecido, no dudo en tratar de convencerlo de salir de la habitación.

Tanto él como Yugito-san habían intentado hablar con Naruto de diversas formas. Todos lo habían hecho pero el rubio actuaba como si la vida se le hubiera escapado.

Hasta que B-san se le acabo la paciencia; era un hombre tolerante cuando se trataba de Naruto, pero un padre es un padre.

- ¡¿Crees que esto me gusta?! ¡¿Te parece que quiero perder a otro hijo?! ¿Qué ver a tu hermana tirada no me está matando?

Grito un día B-san, cuando Naruto no daba señales más allá de un ceño fruncido.

Yugito-san a su lado lucía demacrada, y saludo a Itachi, pero también estaba en pro de llevarse al rubio. Itachi les deseo suerte. Ya todos lo habían intentado incluso con genjutsu nivel S. El Hokage no lo había intentado. Muchas veces no podía ni ver al rostro a Naruto, y al parecer, el sentimiento era mutuo.

- ¿Crees que ella querría esto? Verte aquí matándote de hambre y sueño sólo la haría burlarse de ti. ¿Eso quieres Naruto?

Las palabras de la fémina poco hicieron al rubio que seguía mirando a B-san como si fuera una molestia.

- ¡Bien! ¡No me contestes si no quieres! ¡Te voy a sacar la mierda a golpes, mocoso! ¡Y una vez que lo haga…!

- ¡Baja la voz, B-sama! Este es un hospital, no un maldito coliseo.

La voz imponente de Tsunade había detenido la amenaza del ninja de Kumogakure que había tomado por los hombros a su hijo, azotándolo.

- No te metas, tierra caliente – advirtió B-san.

- ¿Te atreves a amenazarme en mi propio hospital? ¿En serio quieres continuar, Kumo? – gruño la Senju tronando sus puños.

Apretando los labios, el enorme moreno murmuro una maldición y soltó a Naruto, quien volvió a sentarse en el sofá.

- Tsk, bien. Pero volveré, mocoso – señalo con un enorme dedo a su hijo.

Saliendo como un huracán, B-san no dirigió una mirada a su hija dormida. No lo hacía muy seguido. Cada vez que lo hacía, su ceño se fruncía gravemente y su garganta parecía tener problemas de tanto que movía la manzana de Adan.

- Lo lamentamos, Tsunade-san – empezó Yugito – él intenta ayudar, es sólo que…

- Lo entiendo completamente – dijo la Senju – pero no son los únicos aguardando en este edificio. Apreciaré lo comprendan.

- Totalmente.

Ambas mujeres salieron, no sin antes de que Yugito se dirigiera a donde Naruto y lo abrazará fuertemente. Un susurro de ella a él se hizo visible pero no pudo escucharlo Itachi, sin embargo, hubiera querido hacerlo.

Lo que sea que le murmuro, logro que Naruto apretara sus puños dos veces. Le entregó una carta sellada y él la tomo como si fuera una reliquia demasiado preciada. Fue la mayor expresión que Naruto hubiera demostrado en todo este tiempo. Eso era una mejora.

Horas más tarde, medio dormido en el cómodo sofá, Itachi escucha por primera vez en semanas la voz de Naruto, murmurándole suaves palabras a Sakura mientras remueve los flecos de su frente dulcemente.

Al sentir el cambio de chakra activo de Itachi, Naruto callo una vez más, pero sin soltar a su hermana; sin embargo, tras una incómoda pausa, el rubio hablo con una voz profundamente ronca:

- Te-te debo una disculpa, Itachi-san. Y-Yo no he sido de mucha ayuda estos días. No me estoy tomando bien todo esto.

Comprendía por qué Naruto no pudiera verlo al rostro, por eso pasados unos segundos el Hokage responde:

- También te debo una disculpa Naruto-kun. Prometí protegerlos a ambos y yo… fallé. Te fallé a ti, y ella pago las consecuencias.

Escuchando como Naruto sorbe un poco, y reprime su llanto una vez más, espera hasta que él se recomponga.

- No te culpo. Sinceramente no lo hago, Itachi-san. Si alguien es culpable aquí, soy yo.

- No es así, Naruto-kun. Soy el responsable por ambos, yo les prometí protegerlos y no pude cumplir esa promesa.

Peinándola nuevamente, Naruto no despega la mirada ni el tacto de ella mientras murmura:

- Nunca debiste prometernos nada, porque nunca debiste conocernos. Fue mi deseo de salir al mundo y explorarlo lo que provoco todo esto. Si yo no hubiera querido vivir más allá, si yo no hubiera exigido más de ella, si me hubiese conformado, si yo no… si tan sólo hubiera sabido lo que iba a pasar, nunca habría dicho nada. Me quedaría callado con tal de verla sonreír, sembrando espinacas en su invernadero, cantando felizmente. Ella, ah…, ella estaría sana y – los labios del rubio tiemblan estrepitosamente – salva.

Dirigiendo la mirada a la ventana, Itachi observa que sigue siendo de madrugada:

- ¿Podrías vivir con eso? Aun si supieras o no lo que pasaría, ¿te hubieras negado a ti mismo todo lo que has aprendido?

Naruto no hablaba, guardaba silencio mientras Itachi continuaba:

- Te hiciste de un lugar dentro de la aldea de tus padres biológicos, que aun sin conocerlos, los enfrentaste de alguna manera; conociste tus orígenes, y te exorcizaste de tus propios demonios, Naruto-kun. Conociste la amistad y la aventura, hay conocidos que piden ser tus amigos; te hiciste del amor, uno que mi otouto te corresponde a pesar de que lo has alejado. Tus vivencias no son cualquier cosa, Naruto-kun; y eso lo sabía ella. Por eso hizo lo que fuese por ti, porque no podía negarte absolutamente nada.

- ¡¿Y de qué sirvió, Itachi?! – murmura en gritos Naruto – ¿Dónde estamos ahora? Tú lo has dicho. ¡Fue por mí! Hizo todo por mí. Salvo a Sasuke de esa maldita cosa llena de mierda porque sabía lo que significaba para mí. ¡Si no fuera por mí, ella no estaría aquí, a medio morir! ¡Estaría a salvo! Estaría a salvo. Estaría a salvo.

Itachi veía como Naruto dejaba salir su frustración sin decir nada. No necesitaba hacerlo.

- ¿Sabes que es lo peor? – dijo Naruto cuando paso media hora después de su estallido, más tranquilo – Por un momento, por un momento muy pequeño, cuando creí que iba a por Sasuke…yo…yo estuve a punto de atacarla.

Alzando las cejas, Itachi mira al rubio cuyas lágrimas rebeldes ya se habían secado, pero se las arreglaba para lucir más deprimido.

- No me preguntes cómo, tampoco vi a la extraña cosa que iba a por él. Pero el verla envainar a Kubikiribōchō directo al pecho de Sasuke, mi primer pensamiento fue detenerla. A toda costa. No hubo un segundo pensamiento, sólo… Sólo… ¡mierda! No te puedes imaginar cuan podrido me siento, por haberla traicionado así. Y-yo no puedo perdonarme por siquiera haber pensado en tocarle un solo cabello, Itachi. ¡Porque soy un maldito bastardo! Y te culpe a ti injustamente, porque si no hubiera sido por mí, habría sido por ti, ella te adora y odiaría verte dolido por Sasuke. Culpe a todo aquel que se me puso enfrente aun cuando yo… Yo-yo… no puedo más. ¡Maldición! ¡Soy una maldita pobre excusa de hermano!

Cuando Naruto se atraganta con un nudo especialmente duro en su garganta después de sus gruñidos con molares apretados, Itachi entiende completamente.

Culpa.

Lo que ha tenido callado y entumecido a Naruto todo este tiempo fue haber pensado en lastimarla. Así que Itachi decide confesarse también:

- Tú lo pensaste. Pero fui yo quien acciono contra ella, Naruto-kun.

El rubio mira al Uchiha por primera vez a los ojos, luciendo sorprendido.

- Yo la detuve. Un segundo. No sé cuánto de mi instinto asesino la lastimó o la sorprendió, pero tú no eres más culpable que yo Naruto-kun. Pensé exactamente lo mismo que tú cuando todo paso. Que iba a por mi hermano – Itachi cierra sus ojos recordando – y sólo podía pensar en desviarla. Sólo un poco. Aunque estoy seguro de que ese segundo en que mi poder desenfoco al suyo, fue determinante.

El Uchiha abre sus ojos para ver los vidriosos de Naruto y continúa:

- Yo no puedo pedirte una disculpa, pues lo mío es imperdonable. Sólo puedo pedirte que tengas paciencia hasta que encuentre una manera de devolvértela, de despertarla. Así que cualquier castigo que tú creas que merezco, lo aceptaré sin titubear. Cualquier pena no sería suficiente para enmendar mi error. De cualquier modo, ella se llevó todo de mí el día en que su corazón dejo de latir.

El rostro de Itachi es demacrado, los lagrimales más prominentes que nunca y la vergüenza tiñe su voz. No puede perdonarse a si mismo, aunque por más que repite la escena su mente lógica le demuestra que no podría haber actuado diferente. Nadie sabía que o como iba a suceder. De hecho, si Sakura no hubiera estado presente, el que hubiera sufrido todo el ataque habría sido Sasuke.

Y de cierta manera, agradece que haya sido ella y no su hermano. Eso… eso lo hace sentir más culpable aún. Ahora sabe que Naruto se siente de la misma forma.

La mirada de Naruto baja, también avergonzado y ninguno dice nada por un largo tiempo. El pitido del monitor es pausado y constante, pero no minimiza el dolor de ambos hombres que retornan su mirada a la joven en la cama. La durmiente es totalmente ignorante de la conversación a su lado.

- Le dije a Sasuke que no quería volver a tener algo que ver con él. También… también lo culpe, Itachi, aunque no tenga nada que ver. Grito y maldijo, pero estoy tan cubierto en esta asquerosa esencia de la traición que no puedo confiar en mí mismo. Debo disculparme con él, con todos, pero es tan difícil hablar con… con quien sea, ¿sabes?

El Uchiha asiente con la cabeza sin dejar de ver a la paciente.

- También lamento haberte golpeado y haberme descontrolado. Lamento haber golpeado a quien fuera. Ella estaría tan avergonzada de mí en este momento, ¿no es así?

Y ahí fue el punto de quiebre de Naruto, cuando jadeando por aire se deshizo en sollozos cubriéndose la cara y siendo arrastrado en un abrazo por Itachi. El rubio golpeo al Uchiha en el pecho para que lo soltase, pero eran ínfimes golpes comparados a como realmente lo había golpeado un mes antes.

Dejándose abrazar, se rindió ante el llanto que no había dejado escapar en todo este tiempo. Gruño y se maldijo a si mismo durante mucho tiempo. Las lágrimas cayeron sin cesar un buen rato y un relámpago cruzando el cielo tormentoso hacía eco de iluminar la habitación de vez en cuando.

- Ella te ama más que a si misma, Naruto-kun – y otra ola de lágrimas brotaban.

Para cuando el primer gallo cantaba, Naruto parecía más vivo que en semanas, aunque el tono rojizo de su rostro por todo el llanto y la desnutrición lo hubiera envejecido años. Itachi se sentía como un reflejo del rubio, solo que un poco más cuidado por todos los sirvientes a su alrededor, pero su interior estaba exactamente igual de destrozado.

Sentándose más erguido, el rubio se frota los ojos, se tira del cabello y coloca sus manos sobre sus rodillas, la inquietud lo carcomía; su mirada reflejaba mil y un pensamientos pasar rápidamente hasta que la determinación parecía crecer en esa mente suya.

Volteándose hacia Itachi, le dice:

- Un amante tonto y un hermano imbécil, qué cartas tan finas le tocaron a Sakura-chan, ¿eh? Aunque… - Naruto duda un segundo antes de rebuscar en su bolsillo derecho la carta de Yugito - …Tal vez… un paso a la vez.

Abriendo la curiosa carta, Itachi abre el sobre maltratado donde podía ver el título:

"Aceros inoxidables, sociedad mercantil a su servicio.

La mejor solución para su emprendimiento.

En respuesta a su pedido le adjuntamos la información de precios y descuentos:

Cotización a la fecha por 3 mesas de acero inoxidable y cuatro hornos de gas natural equivalente a…"

Frunciendo el ceño a Naruto, éste le sonríe con labios apretados reprimiéndose las lágrimas de nuevo, pero Itachi recordó alguna vez una plática de un sueño muy tonto de Sakura.

Uno que siempre pensó que era mentira porque lo conto como si fuera una broma.

Siempre ocultando tus verdaderas intenciones, hime, sonrió ligeramente Itachi.

Entonces tal vez, sólo tal vez, ella ya había planeado quedarse permanentemente en Konohagakure desde mucho tiempo antes de lo que les hizo creer a todos. Tal vez realmente pensaba en vivir por siempre en la aldea, porque jamás se alejaría de Naruto, pero a la vez, se haría de sus propias cosas.

Viviría como siempre quiso vivir su vida.

Y eso hincho de orgullo y amor el corazón de Itachi.

Regresando la mirada a su Sakura, le sonrió como si estuviera despierta, como si pudiera verlo; sólo para regresar la vista a Naruto quien esperaba su respuesta atentamente.

- Un paso a la vez, Naruto-kun.

Y el rubio que había perdido todo brillo por semanas, sonrió, tibiamente sin ganas, pero una sonrisa adorno sus labios. Y el eterno sabio Itachi, supo que el rubio estaría bien.

Tardaría, pero estaría bien.

Y eso alegraría mucho al corazón de una joven pelirosa.


- ¿No hay medicina entonces que pueda ayudar?

- Para este tipo de situaciones, no existe.

- ¿Hay algo que se pueda hacer?

- Nada. Me temo que ha perdido su voluntad de vivir. No hay nada que hacer.

El hombre escucha a Tsunade, y esta le dedica una mirada triste detrás de toda la indiferencia. Sin importar quién era el paciente, siempre había tenido simpatía por los shinobi que consideraba sus amigos.

Y Kakashi siempre había sido uno de ellos.

El peliblanco se acercó en silencio a la cama de un esposado Uchiha Obito y se sentó a su lado. A pesar de todo lo que habían tratado de hacer por sanarlo, el cuerpo del pelinegro estaba maltratado más allá de la sanación, en este caso espiritual.

El único visitante para este prisionero habían sido el Hokage y Kakashi. Este último sabía que la visita de Itachi no fue para nada cordial; duda mucho que incluso le haya preguntado cómo se sentía. Nunca supo que hablaron entre ellos.

Pero para Kakashi, Obito había cambiado. Lo que fuese esa cosa que Naruto le extirpo con el misterioso tridente, había envenenado a su amigo de la infancia, y era lo que había ocasionado ese pozo lleno de ira y dolor en su interior.

El primer día en que Obito despertó, lloró.

Lloró largo y tendido; pidiendo disculpas a todas las personas que podía pronunciar y sollozaba que jamás aceptaría el perdón de nadie. No se lo había ganado. Kakashi estuvo ahí en esos días negros para él; sosteniendo su mano con cada lagrima.

Obito hablo, mucho, pero en murmullos apenados, tan arrepentido por sus acciones.

Le conto a Kakashi su odio por él cuando vio como atravesaba el cuerpo de la niña a la que él amaba. Un nombre olvidado en las arenas del tiempo para algunos, pero tan presente para ambos: Rin.

Describió como fue ser criado unos años por Uchiha Madara y ganarse la misteriosa mancha oscura como parte de la bendición de su ancestro; el cómo se sentía incómodo, casi violado, por ese ser que invadía de a poco sus recuerdos y su cuerpo.

Confesó como es que fingió ser Madara y engaño a unos niños en ese entonces, ciudadanos de Amegakure para construir Akatsuki y sus políticas anarquistas.

Acepto haber sido el perpetrador tras la liberación del Kyūbi veinte años atrás, y su lamento por haber sido la mente maestra detrás del asesinato de Namikaze Minato y Uzumaki Kushina.

Su garganta se destrozó cuando a duras penas pudo pronunciar sus nombres.

No pregunto jamás por Naruto ni por Sakura.

El ojo Sharingan que tenía Obito había sido extirpado como parte de la condena que implanto el concejo de Konoha; por tanto, un hombre ciego se recostaba sin la mitad de su cuerpo en la cama del hospital.

Tras semanas de haberle suministrado más sedantes que alimento, Obito pidió que Kakashi lo llevará al lugar de descanso de Rin.

Entre flores y piedras ceremoniales, Obito fue recostado al lado de la tumba limpia y miro al cielo con una tranquilidad envidiable.

- ¿Crees que ella me odie por todo lo que he hecho?

- Jamás lo haría.

La respuesta calmada de Kakashi sobre lo que Rin haría hizo que Obito inhalara profundamente y lo que dejara salir con la misma lentitud. Sin soltar la mano del copia ninja, el Uchiha dejo que la brisa pasara entre ellos, disfrutando del día raramente cálido para ser invierno.

Minutos después, para cuando la mano de Obito se antojó completamente flácida y fría, Kakashi bajo la mirada a su rostro.

Que raro, se decía a si mismo al ver las mejillas húmedas de su amigo. Que extrañas gotas de lluvia en un día soleado.

Segundos después, el copia ninja se percató de que la humedad de sus propios ojos eran lo que empapaban el rostro de su mejor amigo.


Sai nunca reflejaba emoción, así que para Itachi se le hacía rarísimo que su shinobi pareciera… dudoso.

Observa como el hombre pálido se acerca y con una reverencia le ofrece al Hokage un paquete sellado en su oficina.

Del tamaño de un pequeño libro, Itachi nota que es demasiado ligero como para serlo; no huele extraño y no siente chakra sellado alrededor.

Alza mínimamente la ceja a Sai, que por un momento parece arrepentido de habérselo dado. Presintiendo que debe alguna explicación, el shinobi comenta enderezándose:

- Era un regalo. Para ambos.

Más nervioso que sorprendido ahora, porque Sai maneja definiciones muy extrañas, Itachi procede a retirar el sobre que cubre el regalo. Sus ojos no revelaron la enorme sorpresa que sintió al desenvolver el objeto.

- El día que en que partió a la Cumbre Kage, ella lo despidió por horas, como esperando su regreso, Hokage-sama.

Dice Sai incómodo ante el silencio que su líder ha ocasionado, un líder que no ha despegado ni por un momento la vista del cuadro enmarcado.

El shinobi había estado tan orgulloso de su obra y había influido su fuinjutsu sobre la fotografía de forma en que se viera tan natural como un video corto de tan sólo seis segundos.

La pintura retrataba a una joven de aspecto delicado, cuyos cabellos rosas ondeaban ligeramente sueltos fuera de su coleta. Con un gato negro enorme en su regazo, ella está sentada como una princesa feudal que miraba a la ventana, sólo su perfil es visible, antes de que, por el rabillo del ojo, ella gire su cabeza elegantemente captando a su pintor directamente a los ojos; lo mira, entrecierra los ojos casi amenazantes, y un segundo después, alza la barbilla altiva mientras una sonrisa entre arrogante y genuina sobresale de sus esponjosos labios.

Un brillo espectacular adorna la mirada esmeralda en toda su maravilla junto a la suave ondulación de su cabello.

Regresa la mirada a la ventana acariciando a su gato que bosteza perezoso, y todo comienza de nuevo.

Por tanto tiempo, Itachi bebe de esa imagen en silencio, que Sai se despide a si mismo incómodamente.

El Hokage ni siquiera lo nota, no cuando la joven del retrato voltea a verlo y enfocando la mirada al centro, sonríe.

Para él, es la sonrisa más hermosa del mundo.

Sai no sabe el daño que ha hecho, piensa Itachi. Es el más hermosamente atroz regalo que ha recibido.


- Es un edificio rústico, pero se encuentra en una buena zona. Justo en el centro de la sociedad civil de Konoha. Los cimientos son firmes y lo más importante – el representante de la inmobiliaria juega con sus cejas señalando con gala al fondo – se puede poner un horno de piedra del tamaño de su imagen. ¿Puede imaginarlo? Yo sí. Sus clientes serían atraídos por si solos por la vista.

- Ajam, y ¿qué me dice del precio? – pregunta el Sennin Jiraiya cruzando los brazos – Suena demasiado hermoso para ser verdad.

- De hecho, el lugar es cotizado. Por ello entenderá que el precio es… - el inmobiliario se soba los dedos – más que justo.

- Ah, ¿si? ¿Qué tanto?

Caminaban entre los pisos polvosos, viendo algunas mamparas sucias y llenas de telarañas; mesas de exhibición con vidrios rotos, aunque los enormes ventanales que recubrían tres de las cuatro paredes de la recepción eran enormes y se podía vislumbrar una gran entrada de iluminación y ventilación.

- Mucho. De hecho, a inicios de año fue alquilado. Apartaron el edificio por seis meses en un solo pago; aunque como pueden ver, quien lo alquilo no utilizo la oportunidad. Nunca supimos el porqué. Tal vez ella se casó. O se arrepintió, aunque era un monto sustancioso que nunca intento cobrar.

- ¿Ella? – pregunta Jiraiya imaginando cuánto costaría limpiar todo el lugar.

- Hai. Una… ¿cómo se hacía llamar? Cierto. Una Emprendedora. Bastante joven. También tenía la misma idea empresarial que ustedes.

- ¿Arrendar un edificio viejo para morir en él? – murmuro Yamato a Sai, quien fruncía el ceño ante un nido de cucarachas.

Volviendo a dar vueltas, evaluando las dimensiones, la calidad de los materiales de construcción e imaginando todo lo que usarían, el representante inmobiliario continúo moviéndose aquí y allá, escondiendo un ratón muerto.

- Iie, mi joven shinobi. Quería tener su propia panadería también. Ser su propia jefa, decía. Si me preguntan, era un pensamiento muy acorde a ella. Tan dulce como su cabello de algodón.

- ¿Algodón?

- Hai, mi señor. Una joven de cabello rosa. Incluso supe que cotizo sus charolas y batidoras con un amigo mío que le recomendé. Aunque no supimos más de ella. Una pena. – no nota la tensión repentina en los shinobi - Pero bien, díganme. ¿Quieren que les muestre más lugares?

- Iie.

Todos voltearon a ver al dueño de esa voz, un rubio quien tenía la mirada gacha; pero al alzar la cabeza, una sonrisa zorruna se desplazaba por sus labios, su mirada recordando algo gracioso.

- Lo tomo.

- ¡Una elección perfecta, Naruto-sama! Si puedo preguntar, ¿pagará en parcialidades la renta o gusta hacer una sola exhibición?

Sonriendo burlón, casi bufando, Naruto no responde, sólo da la vuelta y sigue revisando el edificio de dos pisos.

Jiraiya detrás de él, suspira con la cabeza ladeada, murmurando la desgracia que será limpiar todo para Sacacorchos con sus manos en las caderas.

Al lado del representante, un sobre aplasta su pecho gracias a la mano de Yamato que le comenta:

- Nos quedamos con el edificio entero, pero no vamos a rentar, amigo mío.

El inmobiliario abre rápidamente el sobre y observa el cheque firmado a nombre de Namikaze Naruto por una cantidad exorbitante de dinero.

Oh Kami-sama.

El chillido de emoción surge a través de su garganta al calcular la comisión que le tocará.

- ¡¿Quieren comprarlo todo?!


Cuando Naruto entro a la familiar habitación insípida, un olor a fuego y leña llenaba la estancia. Cruzando el pasillo pausadamente, con las manos en los bolsillos de su chaqueta negra, observa que de espaldas la paciente del 306 tiene un visitante.

De esos frecuentes; aunque tampoco es que se le permitiera a cualquiera ingresar. La puerta estaba fuertemente resguardada, no sólo por los crueles genjutsu de Itachi sino por un poderoso fuinjutsu de Naruto.

Sin tomar asiento, observa que el joven termina de murmurar unas palabras a Sakura. Entonces pasados unos segundos, el pelinegro se pone de pie y se gira para encontrar a Naruto.

Es la primera vez en dos meses, que se encuentra cara a cara con Sasuke.

Naruto sabe que debe disculparse con él; a este momento, es el último que le falta. E irónicamente, el único con el que no quiere hablar. Todo lo que le dijo a Itachi solo fue la versión ligera del cómo trato a Sasuke después de saber lo que le sucedió a su hermana; realmente lo odiaba y amaba por igual el día en que dijo que todo era su maldita culpa.

Si no lo amara tanto

Como siempre, Sasuke guardaba celosamente sus emociones, noto el rubio. Estaba impecable: uniforme limpio y planchado Uchiha; sandalias nuevas y armas pulidas en el cinturón ninja.

Su rostro estaba limpio de pecas realzando su característica piel blanca tanto los labios perfectos y esos ojos que podían atravesar el alma.

Cada vez que estaba cerca de él, Naruto sentía que Sasuke podía leerlo como un libro abierto, sin necesidad alguna de preguntarle nada. Ojalá pudiera leerlo ahora mismo…

Sin ningun asentimiento ni saludo, un indiferente Sasuke se encamino por el pasillo hasta la puerta; para cuando su mano estaba en el pomo, Naruto tuvo un ataque de valentía:

- Espera.

El Uchiha no giro, pero se detuvo. Eso ya era un ganar, cuando Naruto no le había dirigido la palabra a pesar de que las primeras semanas Sasuke lo buscaba sin cesar, hasta que… se cansó.

- Quiero hablar contigo. – empezó Naruto – Pero no aquí. Si es posible, eso es.

Los segundos pasaron incomodos, tan tensos que el aire podía cortarse con un cuchillo de untar; el rubio pensó que Sasuke no lo estaba considerando realmente, sino que más bien quería verlo retorcerse en culpa. Por ello estuvo a punto de pedirle que lo ignorara cuando escucho la voz ronca del Uchiha, plana y sin emoción:

- Mañana. Campo 7. Antes del primer rayo de sol.

Y así el Uchiha desapareció en un borrón de la habitación, en silencio y llenando de frio el corazón de Naruto.


Después de haber sangrado hasta la médula, Naruto cayo de rodillas, éstas sangrando tras la batalla que el Uchiha le dio; un ojo estaba tan inflamado que no podía abrirlo. Con el otro ojo podía ver como Sasuke, se cubría las costillas izquierdas tras el kunai del rubio que logro impactarlo. Sus ropas, a diferencia de las quemadas de Naruto, estaban rasgadas como si hubiera sido atacado por un animal.

Sasuke se acuclillo hasta donde Naruto, su tobillo le seguía punzando ante el talón de Aquiles que corto el pelinegro. Por su lado, Sasuke tenía problemas con un pulmón el cual se llenaba de sangre lentamente.

Ambos hombres se miraban imponentes, acero contra acero.

Músculo contra elegancia.

Cada golpe, cada grito de rabia, cada jutsu, cada kunai lanzado fue hecho con frustración e ira reprimida; cada gruñido y patada estuvo lleno de poder y resentimiento.

Pero cada vez, cada maldita vez, que estuvieron a nada de asesinarse, se detuvieron.

Fingieron bajar la guardia para permitir al otro que lo lastimase; fingieron errar los golpes, fingieron que no escuchar el grito de dolor del otro.

Y para el final del crudo entrenamiento, Sasuke resoplo mirando los ojos de Naruto, pozos negros miraban el azul cielo y dijo entre jadeos discretos con la mirada llena de determinación:

- Nunca quise que tomara mi lugar. Yo habría hecho exactamente lo mismo por ella. Por ti, por nii-san. Y por mí. Porque para mí, Sakura es familia. Una rara y borracha miembro de mi familia. ¿Y a ti? A ti te amo, maldito idiota.

Fue escuchar esas palabras, con la convicción de un guerrero leal como lo era Sasuke, lo provoco que Naruto sollozará bajando la cabeza, avergonzado, apretando sus sangrantes puños. Lloraba en silencio, hasta sorprenderse cuando una mano tocaba su mejilla herida.

No hubo más palabras allá de eso, no cuando Naruto se le arrojo a los brazos a Sasuke quien lo tomo con toda la paciencia del mundo, como si supiese que sólo necesitaba un par de golpes duros para sacar toda la rabia que yacía en el corazón del rubio para volver a ser el mismo.

- Perdóname, onegai, Sasuke. Perdóname. También te amo, teme.

- Con una condición. Nunca vuelvas a alejarme. Dobe.

Esa fue la primera vez que Naruto le prometió a Sasuke no volverlo a lastimar así, y, en consecuencia, el Uchiha beso al rubio con la magia de una promesa sellada.


Mansión Uchiha

- A ver, déjame ver si entendí bien. Esta… araña-cosa-masajista – el Raikage señala a Sacacorchos – ¿la construiste cuando eras un cachorro de seis años?

Una mirada plana implantada, Naruto le responde por enésima vez:

- Iie. Sakura-chan y yo lo reanimamos con la fuerza del kodama infundada en las bobinas de ninshu del árbol que en aquel entonces fue un perchero.

- …Aja, ¿entiendes todo lo que él dice? – dice el Raikage a su hermano señalándolo con las cejas fruncidas.

Con una carcajada, B responde:

- ¿Quieres que te vuele la mente? Atrévete a pregúntale por fuinjutsu de nivel no clasificado.

- Onegai, caballeros. Pueden pasar a la mesa, ya está servida la cena – Mikoto avisaba como la excelente anfitriona que era con sus mejores galas.

- Ahora, esto es algo a lo que podría acostumbrarme, Uchiha-sama – dijo B muy sonriente, alzando sus cejas coquetamente.

- ¿Comer tan tarde? – pregunta Mikoto curiosa.

- Iie, iie. Ver a una bella mujer tan refinada en parajes tan áridos como est-

Un enorme brazo le hace una llave a B, quien sofocándose se remueve bajo el abrazo mortal de su hermano, quien le indica a Mikoto:

- Por favor, no le haga caso a este homínido. No sabe controlarse ante una dama tan hermosa como usted, una tan fina y elegante, Uchiha-sama.

Yugito se palmea la cara cuando Mikoto comienza a reírse de ambos hermanos de Kumogakure.

Mastodontes que estaban halagando a una noble matriarca Uchiha. Que fortuna que Fugaku no estuviera presente o ya estarían provocando la cuarta guerra ninja.

- Por favor – le dice a Naruto – recuérdame ponerles hiedra venenosa a las almohadas de estos dos imbéciles.

- No olvides que uno de ellos es tu kage, Onii – dice el rubio sonriente – Pero no es tan malo. Tan sólo míralos. No tienen oportunidad contra la sonrisa de Mikoto-sama, aunque al menos han dejado de tratar de meter al teme y a Itachi-nii a un concurso de músculos magros.

- Por favor – murmura Shisui malicioso – todos sabríamos que Yugito ganaría.

- ¿Qué dijiste animal? – gruñe la mujer ante la broma del patriarca.

Sonriendo ampliamente, el rubio lanza una mirada al otro lado de la sala, cuando un trío Uchiha entra a la mansión.

Itachi como siempre, luciendo pulcro y sereno. Un collar de caracolas luce en todo su esplendor en su cuello y le sonríe levemente a Naruto; su padre a su lado, esta serio y ensombrece más la mirada cuando nota que su esposa está siendo cortejada por dos enormes gigantes rubios.

A la final, Sasuke atrapa su mirada luciendo pétreo y sereno; ha alcanzado tanto en altura como en fama a su padre y hermano; ya no luce como el miembro más joven de su familia, sino como alguien igual de peligroso y refinado.

- Deja de babear, Naruto.

- Tú también lo haces, Sakura-ch—se interrumpe a si mismo cuando nota que quien está a su lado es Yugito.

La rubia lo mira con una dulce sonrisa triste mientras palmea su espalda con cariño.

Los demás, nota, no lo escucharon y por ello las carcajadas siguen en el aire; nadie excepto Itachi. Y cuando sus miradas se cruzan, ambos se entienden.

Aun después de cuarenta y cinco días, podrá haber alegría alrededor de ellos, risas y algarabía, pero siempre quedaría ese hueco que sólo un par de ojos verdes podrían llenar.


Parque Central de Konohagakure

- ¡Rosquillas! ¡Tumpkin y Dumping! ¡Nuevo! ¡Delicioso! ¡El mejor precio al mejor sabor!

Afuera de un nuevo local, gritaba Komatoru, el niño pelirrojo muy animado a todo aquel que se acercaba a Olin, su perro árbol.

Era entonces cuando daba muestras de las placenteras harinas y ofrecía paquetes de deliciosas galletas como gancho para todo aquel transeúnte que quedaría encantado con el sabor y pediría llevar dos o tres paquetes más; entrarían a la recepción compuesta por enormes ventanales que ocultaban un olor exquisito que hechizaría a cualquier tonto que inhalara con adicción al azúcar.

Los clientes eran bombardeados por tamaños, texturas y colores rellenando los pasteles y las confituras en los estantes, a cada cual, más exótico y llamativo que el anterior.

Komatoru se encargaba de llevarlos y detallarles alegremente los ingredientes de tal o cual panecillo, y con bolsa de papel en mano, servía de guía en la gran galería para clientes escépticos de tal dulzura comestible, encandilándolos al final.

Era tan buen trabajador que Uchiha Mikoto, la panadera en jefe de "Flores de Cerezo", le pagaba el doble de su salario. Nada tenía que ver que el niño fuera una cosita tierna, obediente y atento.

A pesar de tener seis años, sabía ofrecer una sonrisa divertida para ganarse a los clientes que de vez en diario le ofrecían buenas propinas y quedar anonadados al ver a su mágico compañero perruno.

Además de que, gracias a su trabajo como anfitrión de la exquisita panadería, le habían comprado vestimentas nuevas de calidad, así como todo un kit escolar, para que pudiera empezar su nueva vida en la Academia ninja, patrocinada por el héroe jinchūriki, Namikaze Naruto.

Tampoco tenía que ver que fuera uno de los discípulos favoritos del Hokage.

El fantástico niño se había vuelto popular y al poco tiempo, fue la misma Mikoto quien lo tomo bajo su ala también, ganando así un saludable peso, a comparación de lo desnutrido que parecía las primeras semanas de persistencia que tuvo al querer ganarse un puesto en la panadería que llevaba por nombre Sakura.

La panadería había empezado de a poco, pero se había hecho famosa por su delicioso sabor desde el día uno; eso y que las donaciones que hacían cada tanto al hospital como al orfanato eran sustanciosas.

Cuando Kakashi menciono que debería incluir una pequeña cafetería, la expansión fue aprobada enseguida, y el olor del té y la cafeína impregno la esquina de la tienda, llenando de bullicio aún más el lugar. Órdenes entraban y salían todo el tiempo e incluso Sai había aprendido a relajar la falsa sonrisa cuando entregaba su recibo a los clientes que le devolvían la sonrisa genuinamente.

Lamentablemente, ninguno de los shinobi acepto ir medio desnudo usando únicamente mandiles para llamar la atención de las clientas femeninas para obligarlas a gastar más; al menos no fue una política que Mikoto aprobara.

Y así, recargado en una de las escaleras al segundo piso donde Yamato llevaba la contabilidad, Naruto observaba a las familias contentas ir y venir por un postre o diez.

El rubio sonrió ladeando sus labios, imaginando que Sakura estaría muy orgullosa al ver su sueño hacerse realidad.


La había encontrado como cada noche al regresar a casa. Lucía un camisón blanco mate que no era sensual, pero en su cuerpo parecía una segunda piel.

Acostada sobre las sedas negras de su cama, los cabellos desperdigados sobre la almohada, ella lo miraría con un deseo y amor implícitos en la mirada que calentaría inmediatamente el cuerpo masculino.

Un paso después, él comenzaría a quitarse las pesadas vestiduras mientras veía lentamente como ella se arrastraría lujuriosamente por la cama hasta llegar a él, quien había detenido su andar hasta el pie de la cama.

Su sonrisa pícara sería inocente y sin consciencia de lo tremendamente tentadora que se veía. Con la piel lechosa, el tirante de su camisón se desliza de su hombro dejando ver unos centímetros más la seductora protuberancia de su pecho sin mostrar todo.

Súcubo, retumba en su mente al ver el sonrojo en las mejillas de su novia.

Una mano delicada recorrería su pecho desnudo, serpentearía entre sus abdominales y rozaría grácilmente el vello cercano a lugares sin retorno, antes de dudar un segundo, y regresar por su camino, seduciendo a su paso. Unos labios se acercarían a su pecho, estremeciéndolo con su aliento cálido.

No podía determinar que lo seducía más. Si sus intentos sensuales tan innatos o que era completamente suya.

Él se sienta en la cama, dándole la espalda. Necesita un segundo para controlarse y no tomarla duramente como tanto ha deseado todo el día. Un beso es implantado lentamente en su espalda. Luego otro. Y entonces, un exquisito dolor que hace cerrar sus ojos.

La mordida deliciosa en su cuello lo hace suspirar.

- ¿Me extrañaste, Itachi? – escucha la voz floral murmurarle detrás suyo - ¿Me extrañaste tanto como yo te extrañé a ti, anata?

Lo hago, trata de responder, pero las cosquillas en la garganta lo asfixian y no puede hablar. La voz vuelve una y otra vez con las mismas preguntas, e Itachi no puede responder, desesperándose porque no puede dar la vuelta y mirarle el rostro.

- Entonces, no me has extrañado para nada, mi querido Taicho.

No, no es así, onegai, escúchame, piensa él estresándose. La voz se impacienta y aguarda un segundo antes de continuar:

- Aunque claro. ¿Cómo podrías extrañarme, anata…

Mientras murmura, la mano continua su viaje acariciando sus mejillas. Otra mano toma su brazo casi sin fuerza y de la oscuridad frente a él, puede ver su silueta traslucida entre las sombras.

- …si fuiste tú quien me asesino?

Una Sakura de ojos muertos como un pescado se le acerca, y el horror se asienta en su estómago, cuando del pecho de ella, sangre viscosa de color negro explota como fuegos artificiales.

Queriéndose alejar, Itachi retrocede y la muerta Sakura toma fuertemente su barbilla con la misma mano que lo seducía segundos antes para que con la otra remueva de su propio pecho la sustancia hórrida y tome un enorme coagulo de sangre pútrida, metiéndoselo a la boca a Itachi con una sonrisa cruelmente rota.

- Traga mi amor para ti, anata.

El jadeo rompe el silencio de la recámara cuando Itachi se sienta a toda prisa bañado en sudor en el medio de la noche.

Tarda en recuperar el aliento y su latido disminuye al punto de ser estable nuevamente. Cubriéndose la frente con una mano, respira hondo varias veces, hasta que voltea a ver el reloj al lado de su foto favorita de una joven sonriéndole.

Al menos esta vez, duro una hora más de sueño.

Pero cuatro horas por noche, no es suficiente para quien lleva una aldea en los hombros.

Sabiendo que no volverá a dormir por más que lo intente, procede a darse una ducha. Bajo el chorro de agua, mientras se lleva las manos al cabello para limpiar el sudor, cierra los ojos con temor, pensando que esa o cualquiera de las otras pesadillas que lo han atormentado volverán a él en cualquier momento.

Esperando el día en que Sakura despierte y vuelva a por su alma.

Mientras más tiempo pasa sin que ella abra sus ojos, más le pareciera a Itachi que es justo que ella cobre venganza por lo que le hizo; y gustoso le dejara tomarla.

En cuanto despierte.

Jiraiya menciono un "Si despierta" e inmediatamente fue fulminado por Itachi. Ella debe de.

Ducha, desayuno, hospital, entrenamiento, oficina, hospital de nuevo.

Esos eran sus planes para cada día de cada semana; sin nada nuevo, o eso pensaba hasta que, terminando la ducha, encontró en la ventana con mirada fija en él un par de morados con gris.

Itachi se congeló al verlo, puesto que no lo habían podido encontrar por semanas, por más que lo habían buscado. De hecho, en algún momento dudo de volver a verlo, o eso pensaba Itachi al ver a Bastet sentado en su ventana.

El pelaje negro como la noche brillaba a contraluz de luna; las dos colas largas enrolladas alrededor de sus patas, las orejas puntiagudas completamente erguidas. Parecía un caracal depredador más que mascota.

El Uchiha jamás imagino que se sentiría tan aliviado de ver al bakeneko de nuevo, como si fuera un familiar al que no hubiera visto en años y había extrañado tanto sin saberlo.

- Bastet-sama.

El gato no respondió. No enseguida. Parecía evaluar a Itachi con ojos entrecerrados, de arriba abajo. Entonces sin más, salió por la ventana.

Sabiendo que debía moverse a toda velocidad, Itachi tomo el primer par de pantalones que encontró sin más remedio que dejar el pecho desnudo y los pies descalzos.

Debía encontrar al gato a como diera lugar. Si alguien sabía cómo despertar a Sakura, ese era Bastet.

El espíritu corrió largo y tendido desapareciendo continuamente de la vista de Itachi, quien para poder perseguirlo tuvo que activar el Mangekyō Sharingan para poder ver su estela de chakra. Fue hasta que llegaron al cementerio que la carrera imposible llego a su fin.

Aunque al llegar, el Hokage busco y rebusco con sensores de chakra sin poder encontrar al gato. La luz de luna había sido cubierta por una nube cargada y la oscuridad había impregnado todo el cementerio. Entonces una voz felina se hizo lugar:

- Aquí no nos escuchará.

Dirigiéndose a toda velocidad al árbol de donde broto la vocecita, Itachi observo aquellos enormes ojos que parecían diamantes en las sombras.

- ¿A quién te refieres, Bastet-sama?

El gato en cambio respondió:

- Nadie te dirá la verdad, seikō. Esa es la maravilla de su poder. Todos son tan culpables como todos son tan inocentes.

- No entiendo.

- Por supuesto que no. – dice el gato arrogante – Todo lo hizo con tal de que nadie entendiera. Así nadie podría predecirla. Nadie ganaría jamás en su juego.

Un foco ilumino la mente de Itachi, cosa que Bastet aprovecho a sonreír:

- Ah, veo que ya sabes a quien me refiero, muchacho.

- O-ren.

- Ah… O-ren. La bruja abuela.

La nube se deslizo suavemente dejando ver al gato en todo su esplendor peludo. Se notaba más flaco, y ágil. También se veía agotado.

- ¿Qué desea ella?

- Haces malas preguntas, y por eso tendrás malas respuestas.

Reflexionando, Itachi hizo gala de todo su ingenio para poder unir las piezas del rompecabezas.

Que Bastet estuviera más preocupado en hacerle entender que O-ren estaba… ¿cerca? Que en informarle como despertar a Sakura era una señal; entonces indicaba que la bruja debía de saber sobre la condición de Sakura.

Pero si era así, ¿por qué no la había ayudado? O-ren es más capaz curativamente que la pelirosa o eso dijo Naruto en algún momento, entonces, ¿Por qué? Oh… ¿por qué dijo Bastet que no los escucharía ahí?

Eso quería decir que O-ren estaba…

- Así es, seikō. Ella está vigilándote. Constantemente.

¿Desde cuándo? ¿Por qué a él? ¿Por qué no se había acercado, aunque fuera a la habitación de Saku—?

- ¿Le hizo algo a Sakura para que no despertase?

Los ojos de Bastet brillaron con astucia, indicándole a Itachi que iba por buen camino.

- ¿Por qué no quiere que despierte? – pregunta el Uchiha frunciendo el ceño.

- Porque, Uchiha, busca el momento perfecto.

- ¿Para regresarla a Yugakure?

- Para despedazarte, Uchiha. – Itachi se congela ante la voz muerta de Bastet – y con suerte, a tu hermano también.

- ¿Porqué? – pregunta el hombre sintiéndose ingrávido.

El neko lo mira ladeando la cabeza, perdiendo la sonrisa. Y entonces le pregunta cambiando el tema:

- ¿Cuánto sabes del sacrificio de corazón de bruja?

Arrugando el ceño, Itachi recita lo que ya sabe:

- Se lo arrebataban a las brujas de guerra para poder controlarlas a voluntad. El… dueño escondía el corazón y a menos que la bruja lo pudiera encontrar por fuerza del destino, el dueño podía controlarla. Aunque claro, como con Sakura, es una garantía de una segunda vida. Un seguro que podría aliviar cualquier herida por más mortal que esta sea, una vez que le es devuelto.

- ¿Qué más?

¿Más? ¿Es que acaso para una maldición ya de por si horrible había más términos y condiciones?

A Itachi se le encogió su propio corazón al ver que tan maltratada fue Sakura por su propia abuela. Pero, por más que trató de investigar con Nekobaa-sama no encontró más allá que esa información.

Su rostro debió de evidenciar su ignorancia porque Bastet le respondió:

- Te he dicho que ella no juega con tus reglas, o tus leyes. Juega con base a las de ella. Un corazón de bruja no es un objeto conocido por su enorme poder, sino por sus peligrosas consecuencias.

- ¿Además de ser atada a la voluntad de otra persona? ¿no es suficientemente malo?

- Ah, pero Uchiha, dime. ¿No sería más especial si dicho corazón borrara los recuerdos durante el mismo lapso de tiempo en el que no lo tuvo en su pecho el portador original?

El alma se le fue a los pies a Itachi. Abrió los ojos con error al comprender el significado.

Si eso era cierto… se entendería porque no había más información, más mitos… pero eso también significaría…

- Sí, Uchiha, al recuperar su corazón, seikō no recordara los años en los que ella lo perdió. Todo lo que haya vivido, todo aquello que haya conocido desaparecerá de su mente. Porque el chakra contenido en su corazón no tendrá memoria, al no haber estado sincronizado con el de su alma y menos con su poder actual. Es por eso que quien tenga el corazón de una bruja, es quien podrá manipularla a su voluntad.

- … ¿Cuándo fue la última vez que Sakura tuvo su corazón consigo? – pregunto el pelinegro inconsciente del tono de temor en la garganta.

El neko miro con lo que sólo podría definirse como lástima a Itachi y murmuro:

- Antes del fin del Reinado de Terror de Kirigakure.

Cerrando sus ojos, Itachi se estremeció ante la fatalidad.

Tenía trece.

Era una niña de trece años. Una joven inocente.

No recordará siquiera su plan de proteger a Naruto y llevarlo a Konohagakure. No recordará el haberlo conocido; no tendrá memoria sobre todo lo que logro, ni siquiera podrá… ni siquiera será la misma Sakura.

¡Maldita sea! ¿Porqué? ¿Porqué? ¿Porqué?

¿Por qué no podían estar juntos y en paz una sola vez? Si tan sólo pudiera apreciarla un segundo más entre sus brazos, un segundo más, se encargaría de congelar el tiempo para admirarla el resto de la eternidad.

Pero entonces Itachi tuvo un momento de iluminación. Miro al neko quien dejo la vista uniforme en el Uchiha, aguardando:

- Sabes cómo reversarlo.

- Iie. – suspiro Bastet – Lo que te estoy diciendo es lo que ni los ninjas de la nube, Shisui o el simio rubio podían decirte sobre este ínfimo detalle, por más que quisieran. Y créeme, lo han intentado.

- O-ren logro embrujarlos.

- A través de Sakura, sí.

La bruja no juega con nuestras leyes, se repite Itachi constantemente, tratando de grabar a fuego aquella frase.

- Por eso Sakura no recordaba cada vez que lograba hallar su corazón; decía que lo encontraba de casualidad hasta que un día ya no más.

- Así es. La bruja quería encargarse de que no muriera en su incursión a Kirigakure. Cuando la seikō notifico éxito y un sutil éxtasis por la vida ninja, la bruja no se lo devolvió más. Como dije: un seguro.

- Para O-ren, no para Sakura.

- Como desees verlo. Pero ese hecho, logro que seikō siguiera respirando, ¿no es así?

- … Admiras a O-ren, ¿no es así, Bastet-sama?

- Admirar es una palabra fuerte. Me divierte. Es una criatura astuta y le gusta jugar con sus presas antes de decidir si devorarlas o destrozarlas.

- ¿Cómo con mi hermano y yo? ¿Por qué?

- Eso tendrás que preguntárselo – Bastet bosteza.

Enderezándose un poco, el Uchiha pregunta desconfiado:

- ¿Por qué decirme? Bien podrías seguir escondiéndote sin decir nada.

- … Ella tiene planes para Seikō. Planes que tú estropeaste. Pero… en este punto, ahhh Uchiha…

El gato mira a la luna sobre ellos, entornando los ojos, sombras traspasan su mirada.

- Alguna vez, conocí a un cachorro humano. Uno bastante estúpido. Ingenuo e ignorante. Pero feliz a su manera. Dedicó su vida a su hermano mayor, el cual era implacable y aunque adoraba al cachorro insolente, no impidió que le desgarrara el alma. El mayor no se arrepintió sino hasta darse cuenta de que aquel cachorro inútil había muerto estúpidamente. Ambos terminaron consumiéndose en la llama eterna de la muerte.

El bakeneko dirige su mirada fría a Itachi para continuar explicando:

- Seikō no debería de vivir para nadie más. La cachorra jamás había disfrutado tanto su vida como al vivir aquí, pero eso no lo entenderá la bruja. Odia la idea; seikō no nació para ser lo que llamas bruja de guerra; pero ha luchado para serlo y eso lo respeta la anciana. Es por eso, que necesitas estar preparado, porque seikō despertara pronto. La bruja se ha cansado de esperar el momento perfecto y desea recuperar a su familia a la brevedad.

- ¿Cuándo será eso?

- Hoy.

Abriendo sus ojos, Itachi aborrece y agradece al gato por igual. Le hubiera dado más tiempo si le hubiera contado antes todo esto; pero tampoco estaba obligado con Itachi. Bastet respondía a sus propios intereses. Afortunadamente, Sakura era uno de ellos.

- ¿Qué debo hacer? – pregunta Itachi enderezándose.

Con una sonrisa digna de Cheshire, Bastet le cuenta todo el plan a un hombre enamorado de su cachorra.


Hospital de Konohagakure

Lo primero que llega a mí, es el olor. Alcohol y sanitizante purgan mis fosas nasales.

Lo segundo es la desagradable sensación de haber sido pateada nuevamente por Bosu-sama con diez de sus mejores lobos y al final, apaleada por Sacacorchos.

Me recuerda tanto a cuando el trol de tierra nos persiguió por haber pisado su casa por error. Aunque un desafortunado katōn de nivel S lo haya considerado menos que una amenaza.

No puedo abrir los ojos, la arena nebulosa se filtra en ellos y a la primera oportunidad de luz, me quedo ciega; inhalo profundamente sólo para sentir que mi pecho es estrujado ferozmente.

No puedo respirar bien.

Siento mi cuerpo débil, tonto y patético.

Treinta minutos después, sigo pensando que he caído en otra trampa de Otousan. He quedado congelada en el tiempo porque a penas y he podido mover temblorosamente dos dedos.

Mis párpados no me obedecen y por más que quiero, el maldito dolor de mi pecho me obliga a contener la respiración varias veces.

No hay ruido a mi alrededor más que ese molesto pitido que creo que marca mis latidos. Eso me hace pensar que estoy en un hospital.

Pero luego, recuerdo que Obasan-sama moriría de ira al saber que he caído en un lugar tan inculto e insufrible como un hospital civil.

Además de que en Yugakure, hospital es una palabra muy grande para una choza de cuatro por cuatro en donde la gripa es lo más mortal que ha visto jamás la doctora encargada.

Por más que deseo, no puedo mantener mi mente enfocada; la oscuridad exige llevarme nuevamente por momentos hasta que definitivamente, cedo.

En cuanto despierte, volveré a intentar mover otro dedo.


No sé cuánto tiempo ha transcurrido, pero sé que han sido al menos ocho horas. Cuando intento abrir los ojos, aquella luz más temprana ya no está presente. Y alguien ha abierto la ventana.

El dulzor de la noche puedo saborearlo al fin y me motiva a intentar levantarme.

Y es en ese primer estirón del esternocleidomastoideo en contra de las varias estructuras neurovasculares de mi cuello, que descubro que he pasado mucho tiempo en esta cama.

Puedo sentir el desgaste de mis músculos con cada tensión que mando a través de mis tendones; siento el correr de las glándulas rojas más rápido intensificando el pitido molesto de mi latido.

Maldigo mentalmente al sentir mi chakra cansado, como si lo hubiera agotado todo; y juro por Seiryu-sama, que no tengo idea en que lo gaste para quedar tan arruinada.

Mientras retomo mi constante intento por mover el pulgar derecho, viene a mí un recuerdo repentino. Pero sólo es una voz, no una imagen.

Un borroso bajo la laguna de mi consciencia que dice palabras ininteligibles:

- …ve… no… dejes…me.

Es de lo más monstruoso el recuerdo porque son sílabas repetitivas cuya voz suena desolada, pero irreconocible para mí.

Me deshago de los pensamientos molestos; de nada me servirán mientras siga como una momia atrapada en esta burda cama. Necesito saber dónde estoy, que ocurrió, porque sí de algo estoy segura es que esto ya no es un truco de Obasan-sama ni de Otousan.

Ni siquiera Narut- ¿¡!? ¿Mi hermano? ¿Dónde está Naruto? ¡¿Dónde mierda esta mi hermano?! Jamás me abandonaría.

Él está bien, una voz interna me dice, pero la aparto.

El pensamiento de que él no esté aquí me atraviesa a toda velocidad como un relámpago haciendo el dolor en mi pecho más atroz. Con sólo un objetivo a la vista, planeo y me concentro.

Debo de salir de aquí e ir a buscar a mi hermano.

Porque si no está conmigo, significa que ha sido atrapado por quienes desean su poder; y quien haya sido, sufrirá bajo mi mano.


Treinta y ocho horas, cincuenta y siete minutos con tres segundos después, mis pesados párpados se agilizan y pude abrir los ojos, así como mover las manos. Temblorosamente, como un flacucho ciervo al nacer después de que su madre fue devorada por los coyotes en el proceso, pero al fin, exitosa.

Trato de levantarme de la cama, aunque apenas y puedo sentarme. Miro a mi alrededor.

"Oh, así que esto es morir con clase", pienso al notar el lujoso mobiliario minimalista de color gris que adornan los suelos y las paredes; la habitación es cálida a pesar del blanco estilizado, y la tarde se observa caer por la ventana cerrada. Sin entender mucho que hago aquí, pongo un pie congelado en el suelo.

Me asombro al notar calefacción en el suelo, calentando la planta de mi pie.

Tardo otros cuarenta minutos en estabilizarme en dos pies, pero… algo anda mal. No puedo sentirme completamente yo misma.

Siento, algo tan extraño, me siento… vacía. Como un jarrón sin flores. Como un cerdo sin tripas.

El molesto pitido es originado por una máquina al lado de la cama; el monitor es elegante y se nota caro; sigo esa manguera de plástico que al parecer está conectada a mi pecho. La remuevo con todas mis fuerzas que apenas equivalen a la de un niño de dos primaveras. Apenas estoy bajando la mirada, cuando sin haberlo notado antes, siento más de lo que veo, un deslizamiento sombrío en el pasillo de la habitación.

Ni siquiera lo pienso. Acumulo mi poca energía al centro de mi palma derecha y arrojo un kunai de chakra puro al shinobi que atraviesa el pasillo, directo a su hombro y lo clava a la pared.

El hombre no gruñe, ni siquiera jadea, sólo una respiración gruesa es arrojada de él, es entonces cuando intenta arrancar el kunai de su hombro, inútilmente, que lo ha dejado de puntillas contra el muro.

Alzo la mirada para verlo mejor. Mi vista es parcialmente nebulosa, casi como la de una anciana con cataratas, pero es lo suficientemente buena para ver los dos rubíes sangrientos que tiene por ojos.

Sabía que era ninja desde el momento en que lo note. Ningun civil recrearía tanto silencio en la habitación.

Pero ¿un ninja?… ¿qué querría de mí?

El hombre continúa mirándome y tras pasados dieciséis segundos, pregunta con un mínimo dolor en la voz:

- ¿Te sientes bien?

Arrugo la nariz menos de una fracción de segundo.

¿Acabo de estacarlo contra la pared, pero es por mí por quien finge esta preocupación?

- Hay agua en la mesita a tu derecha.

No me muevo, ni siquiera pestañeo. Espero que mi mirada fulminante lo desafíe a decir más.

Jamás confíes en shinobi. No importa de qué aldea, ni que tan inocente se vea, nunca confíes en ellos, ninfu.

Las palabras de Obasan-sama vuelven a mí con fuerza antes de ser interrumpida por la voz del joven:

- Tómatela, Sakura. Siempre te sientes mejor con el agua.

Es un macho de veinte nacimientos, calculo por el tono de su voz; más alto que yo, y bastante fornido, de olor a fuego y llamas con un chakra tranquilo, pero inflamable.

Y aparentemente le gusta dar órdenes a jóvenes desvalidas. Pero más allá de identificarlo, lo que dice me descoloca.

¿Cómo sabe que respondo al agua? ¿Es otro sacerdote de Seiryu-sama?

¿Conoce las leyes ninshu?

Aunque algo es seguro. Tengo mucha sed.

Sin despegar la mirada de él, muevo mi mano a la derecha, buscando el dichoso vaso de agua. No lo encuentro, girando mi cabeza, hasta localizarlo. Vuelvo inmediatamente la mirada al shinobi, desconfiada, aunque no parece haberse movido.

Huelo el vaso, olfateo buscando amatoxina, o venenos hepatóxicos en el agua, aunque todo parece estar en orden. Entonces, bebo.

Oh, Kami.

Inconscientemente dejo un suspiro anhelante.

Es la sensación de frescura más deliciosa del mundo. Siento que mi sangre corre a mil por hora y mi corazón estalla de alegría. Cierro mis ojos de nuevo suspirando. Puedo sentir ese vacío llenarse de a poco, mis bobinas de chakra respondiendo al manantial que brota del vaso, una sensación como ninguna otra llena mi cuerpo como si de vida se tratara.

Unas gotas se me escurren de entre los labios y caen por mi garganta, ganándome una risa oscura del shinobi:

- Tranquila. Hay más de donde salió eso.

No respondo. Ni siquiera cuando abro de nuevo mis ojos y encuentro que mi vista ha sido restaurada parcialmente.

Dirijo la mirada al shinobi, entornando mis pupilas, manteniendo mi mirada cautelosa; no es de fiar. Sé que el hecho de decir mi nombre es un gancho para llamar mi atención. Aunque lo admito, tengo mucha curiosidad.

Es hermoso. De la forma en que un hombre elegantemente peligroso y construido a si mismo puede serlo.

La palidez en su carne y la forma propia de hablar lo hacen parte de la nobleza. Algo en su mirada parece leerme; entrecierra los ojos varias veces mientras hago lo mismo, él evaluando mis manos y hombros temblorosos por la falta de estabilidad; yo contando la cantidad de armas que porta para arrebatárselas.

Puedo usar los senbon de su bolsillo izquierdo para enterrárselas en las muñecas.

- A sabiendas de que puedes y vas a insultarme, debo preguntar por mi bien mental. ¿Te sientes bien, Sakura?

Me pregunta sin moverse de donde está estancado mientras determino que no es una amenaza. Aún.

Volteo a mi alrededor admirando mucho mejor la vista, tratando de reconocer algunas cosas, pero sin éxito alguno.

No suspiro de frustración. No muestro emoción frente a él; podría ser mi ruina. Su uniforme no revelaba nada más allá de que es un Anbu. O eso creo. No lleva diadema y eso sólo lo hacen los Anbu para no identificarse en caso de ser atrapados.

Trato de moverme dos pasos, pero mi mente se desvanece y debo cerrar los ojos para no marearme de más. Me recargo en la pared varias veces antes de acercarme a la ventana para recuperar el equilibrio.

La luz del sol al fin se ha escondido, aunque la noche es cálida.

No puede ser ni Kumogakure, ni Kirigakure. Y definitivamente, no estoy en Yugakure. Los tres países son fríos sin importar la época del año. No. Aquí es caliente.

Sunagakure y Amegakure quedan descartados por obvias razones, al ver las copas de enormes arboles a través del cristal sin una gota de lluvia o arena en el cielo.

Eso sólo deja cuatro naciones más, aunque por descarte de la calidad del hospital, ni Takigakure ni ninguna colindante tendrían este nivel de riqueza.

¿Otogakure? Por favor. La anarquía gobierna ese lugar.

La estructuración tan ordenada y actualizada deja una conclusión: Konohagakure.

¿Qué tengo yo que ver con Konohagakure?

- Sakura.

Habla el shinobi con esa voz de mando molesta de nuevo.

- Si te sientes perdida, como creo que te sientes, toma asiento. Te contaré todo desde que te desmayaste. Únicamente necesitas estar tranquila. Perdiste mucho chakra.

Le entrecierro los ojos amenazadoramente. No necesito que me diga lo que tengo o no que hacer.

- No me veas así. ¿O es que acaso quieres parecer como un gato arisco cuando llegue Naruto?

No reacciono. Eso es lo que está buscando.

Cierro toda fortaleza mental para su frustración, pero estoy prácticamente subiendo por las paredes en mi mente ante el nombre de mi otouto.

Pasados unos segundos de efímera guerra mortal de esmeralda contra rubí, me muevo frente a él.

Me dirá lo que quiero, sea por la buena o por la mala; pero iniciemos por la mala.

Sonrió al ver a mi presa atrapada; una sonrisa sádica que crece a medida que me acerco, una sonrisa que provoca una sutil tensión en él.

Ahhh, entonces sabes quién soy, shinobi.

Sus ojos se entornan y se retrae más hacia la pared una vez que estoy a unos pocos pasos.

Coloco mi mano en su pecho y muevo el ninshu a mi antojo: directo sobre su corazón.

No tengo que hablar. No es necesario, no cuando mi voz se escucha en su mente:

- ¿Dónde está?

Él aprieta su mandíbula, los molares truenan al sentir mi energía quemando sus bobinas de chakra.

Es duro, pero yo lo soy más.

Remuevo mis uñas sobre su pecho quemando su uniforme en perfectas filosas:

- No me repetiré. ¿Dónde?

Me mira con lo que sólo puedo describir como determinación reforzada. Ni siquiera es odio y no lo puedo entender. Cualquiera sentiría odio al sentir como su sangre comienza a correr al revés llenando sus globos oculares de sangre. Me mira como si no fuera su enemigo natural.

Entonces, mi intuición me grita que me mueva a toda prisa. Sin pensarlo dos veces, aplico shushin alejándome del brazo que aparece de la nada.

Un brazo que pertenece al que fácilmente pudiera ser el gemelo mayor del primer shinobi. Hermanos, me dice su olor.

Sin mucho tiempo para darle a accionar, el instinto y mis músculos dictan mis movimientos. Con una floritura, elevo mi mano derecha y suelto el primer conjuro que me viene a la mente:

- Tejgma- ni siquiera he terminado de conjurar la destrucción inevitable cuando el ninshu ya está actuando con un potencial extraordinariamente poderoso.

La cama, el lujoso monitor, la mesa de noche, mi vaso de agua y todo lo que este suelto, se mueve a través de la habitación a toda velocidad hacia la ventana.

Algunos cuadros nada pintorescos salen volando por la ventana, seguidos por el enorme sofá que destruye el muro llevándose consigo el resto de los muebles que siguieron mi conjuro.

El desastre provoca que me quede pasmada unos buenos tres segundos, incrédula de lo que acaba de ocurrir.

¡¿Fui yo?!

Este grado de poder, ¡¿lo provoqué yo?!

Dirijo la mirada a los shinobi que lograron resguardarse gracias a un muro de protección del nuevo ninja, el cual ya está ayudando a su hermano a retirarse mi kunai, deshaciéndose éste cuando fue retirado.

Mientras ellos están en sus cuidados, estupefacta, veo mi mano derecha buscando alguna imperfección que pudiera decirme que fue eso. Ese descuido de poder tan imperiosa de mi mano derecha la cual analizo… pero ¡¿qué le paso?!

La sorpresa e incredulidad es enorme al ver mi propia mano soltando un jadeo. Es definitivamente más grande, callosa y pálida, incluso mis venas sobresalen por la falta de actividad, y se ve… grande.

Continuo la línea de mi brazo derecho, dándome cuenta de que todo ha crecido proporcionalmente, incluso puedo ver mis pies más allá de la tela que me cubre.

Soy… ¡alta!

Mucho más alta que la última vez que me vi a mí misma, ¡¿pero qué rayos?!

Mis pies descalzos también se ven gigantes. Alzo inmediatamente mi palma derecha, acercándomela lo más que puedo al rostro.

Veo la línea de la vida, la de la fortuna, la de la familia, y la de la edad y…

¡¿Nani?! ¿Veinte nacimientos? ¡Tengo trece! ¡Trece!

Frunzo el ceño gravemente mientras mi respiración se agita sin mi consentimiento. Debe de ser un error, un terrible error. Mi mano izquierda me dirá más, me contará mis días finales, ¿Cuántos faltan?

Pero es alzar mi palma izquierda y apenas verla, que el horror se lleva mi sangre a los pies, dejando mi mente en blanco.

Mi mano izquierda me revela toda mi vida, batallas y agonías.

Jadeo aún más al tiempo que arrugo el rostro; aquí dice que he muerto y revivido dos veces, que tengo una bendición oculta de Seiryu-sama, la línea transversal del destino dice que mi vida se ha alargado últimamente, la línea de la muerte curiosamente se acercó más a la de la vida entrecruzándose, alargándose también la del destino; y la del corazón, aparece rojiza, como si apenas hubiera sido delineada con un cuchillo filoso. Un amor entro a mi vida y por como termina, significará mi ruina.

Miro entre ambas manos, ambas callosas, ambas llenas de cortes antiguos y cicatrices viejas y nuevas.

No reconozco ninguna.

No entiendo nada; y mi cuerpo lo grita a voces cuando doy un paso hacia atrás sin sentir aire en mis pulmones. Una espiral de temor y miedo crece en mi espina dorsal; este no es mi cuerpo.

Inconscientemente niego con la cabeza, no aceptando mi realdad. No aceptando que lo que estoy viendo.

Es entonces cuando una voz suave, bastante baja se hace escuchar frente a mí:

- Det er et speil bak deg, det er trygt - Hay un espejo detrás de ti, es seguro.

Abro los ojos sorprendida e incrédula ante el shinobi mayor que habla a través de mi lengua natal; el mismo que protege con su cuerpo al hombre detrás suyo. Sus ojos también son de un rojo sangriento pero los de él, a diferencia de su hermano menor quien me ve con cautela, son más cálidos, incluso podría decir… afectuosos.

Me habla como quien no desea asustar a un animal acorralado, pero no importa. No importa que el ninja hable ninshu; importa quién soy ahora.

Trago un poco de saliva antes de retroceder un paso más, sin separar mis manos de mi pecho, protegiéndome; lo miro con recelo, pero él es inamovible, ni siquiera porta armas encima o viste el uniforme Anbu.

Moviéndome tan orgullosa como puedo a pesar de mi inestabilidad, busco el dichoso espejo.

Un brillo me ayuda a encontrarlo en forma de cepillo y lo levanto como si todo mi temor fuera imaginario. Pero es verme y congelar mi sangre, llevándome una mano a la garganta.

No puede ser, esta no soy yo, no puedo ser yo.

No. No. No.

Mi mano ahora se mueve a través de mi rostro, mis ojos tan abiertos a la vez que son enormes cuyo color verde oscureció levemente, sólo que ahora en un rostro pequeño y estilizado, levemente pecoso, pecas que no estaban ahí, tanto en la nariz recta de botón como en los delicados pómulos ahora sin grasa de bebé, dejan a la vista una mandíbula suavemente delineada.

Los dedos largos de mi mano tocan mi cabello rosado; mi larga trenza fue reemplazada por una mucho más corta que me llega al pecho. Por donde ya no cubre la bata de hospital, hombros que ahora lucen clavículas finas y de apariencia delicada.

El aire que entra por todo el muro destrozado remueve la tela de hospital que me cubre, viento cálido ondea los mechones familiares, dejándome sentir el ninshu removerse ante mi mente atrofiada.

La chica que me devuelve la mirada, está llena de confusión mezclado con miedo, mucho miedo. …Pero el vistazo del tatuaje en mi muñeca – Musume -, me dice lo que ya sé.

Soy yo. Soy la chica que antes de despertar tenía trece, y ¿ahora? Soy esta… esta cosa extraña. Una… Kami no lo quiera… postadolescente.

¿Qué fue lo que me ocurrió?

No estoy hiperventilando, pero estoy a punto de hacerlo; tengo tanta confusión y horror corriendo por mis venas que sólo el hecho de sentirme débil por la falta de uso en mis músculos, me mantiene sumida. El mismo barítono murmura detrás de mí:

- Du ble angrepet; Og den eneste måten å bringe deg tilbake til livet var å returnere hjertet ditt til sin opprinnelige plass

Fuiste atacada; la única manera de devolverte a la vida, fue regresando tu corazón a su lugar original.

Es lo que dice el shinobi; y no puedo sino quedarme viendo a la nada intentando comprender, sin girarme a verlo o responderle. Debo pensar rápido.

Siento que me estoy quedando sin tiempo.

¡Naruto! Pienso meteóricamente.

Debo encontrar a Naruto.

Cierro los ojos y bajo el espejo.

Inhalo profundo, buscando calmarme. Aprieto mi mandíbula.

Enfócate, Sakura.

Primero lo primero. Salir de la vista de estos shinobi molestos. Veo la ventana ahora rota, quepo perfectamente en ella si quiero saltar. El problema sería la caída.

¿Cuántos metros hay del cielo al suelo?

Puede ser que mi estresada faz es muy evidente para ellos, porque el mayor dice:

- Ikke gjør det – No lo hagas.

Y de vuelta, aquel molesto shinobi me interrumpe. Resoplando, y lo miro directamente de forma amenazante.

Vestida como una paciente agónica, seguramente parezco más un chiste que un depredador a sus ojos, pero poco me importa. Su hermano al lado, herido tanto en el hombro como en su pecho, entrecierra los ojos cuando me dirijo completamente al mayor y le susurra:

- Ten cuidado, Itachi. No es ella misma.

- Lo es; sólo está perdida en sus memorias, otouto.

Fijo mi mirada en el llamado Itachi, quien también queda atascado en nuestra guerra de miradas silenciosa; sus ojos rubíes son peligrosos, lo sé. He leído sobre una especie de humanos que pueden hacer girar así sus pupilas gracias a su dōjutsu ocular.

Uchiha.

Eso refuerza mi justificación de que me encuentro en Konohagakure. Ambos hombres frente mío son parte del noble clan cofundador de esta aldea, y ambos ruedan su kekkei genkai hacia mí como si fuera un animal peligroso, aunque no pierden vista de mis manos y ojos; casi como si supieran exactamente de lo que soy capaz.

Bien por ellos, porque ni siquiera yo misma lo sé. El terrible conjuro es prueba de ello.

En este momento, mi norte se ha vuelto mi sur y a la inversa. Nada es lo que creo que debería de ser, me siento como Alicia en el país de las maravillas. Adelantándose un paso, Itachi dice:

- Ikke stikk av, Sakura.

Entrecierro mis ojos hacia él, mucho más mortífera y silenciosa, cosa que inquieta a su hermano detrás suyo:

- Itachi.

- Lo sé. – responde su hermano sin soltar la mirada, para volverme a hablar en ninshu - No recuerdas quién eres o como llegaste aquí, ¿no es así? Pero todo tiene una explicación de la cual necesito toda tu mente abierta.

Un movimiento a mi izquierda me revela que no estamos solos; un cuervo aterriza en el muro que mi poder ha dejado abierto. El animal me mira con conocimiento, ladeando su cabeza de aquí a allá para retomar su vuelo a otra parte.

Viendo el cielo estrellado, hago gala de mi voz la cual sale ronca y atrofiada por falta de uso:

- Snakk, vampyr – Habla, vampiro.

Volteando a verlos, es desconcertante observar cómo ambos Uchiha se emocionan de forma burlona ante mi orden; incluso el menor ladea los labios originando una cuasi sonrisa que hace más bondadoso su rostro.

Frunzo el ceño ante tal carácter inapropiado ante una jovensita como yo. El mayor comienza a relatar en lenguaje ninshu:

Lo último que recuerdas seguramente es el haberte quedado dormida bajo el gran roble tallado en el honor al hermano de tu Otousan, el Raikage. Tus pies no llegaban siquiera a la raíz más larga, ni tu altura alcanzaba la rama más baja, pero te gustaba la frescura que proporcionaba el kodama en ese árbol.

A tu lado, el noveno hijo más amado yacía horas dormido, agotado, después de que su Obasan los hubiera llevado a cobrar venganza por una cachorra humana abusada y asesinada dentro de los bosques templados de Yugakure, maldiciéndola y dejando que su espíritu vagara como un fantasma al que tuviste que exorcizar. Aun olías la sangre del violador bajo tus uñas cuando gritaba piedad una y otra vez cuando volteaste sus vísceras sobre su garganta, ¿es así?

El silencio llena la habitación; su hermano lo observa – aunque no quiere – con curiosidad.

Mi rostro se descompone porque todo lo que dijo de mi último recuerdo es verdad, cada pequeña cosa es cierta. Incluso algunas partes las expreso bajo mi costumbre y no la suya.

¿Có .Eso?

Este no es un shinobi. Este debe de ser un genio. Se dice que los Effir de arena pueden adivinar el futuro, los de agua ver el pasado, pero jamás escuche leyenda alguna sobre un Effir de fuego. Porque si algo caracteriza su chakra es la cantidad de energía katōn que siento alrededor de su cuerpo.

Estoy impactada. Anonadada. Tanto que no retrocedo cuando él se adelanta un paso lentamente; y luego otro aún más pasivo. Extiende su mano hacia mí mostrando una pequeña bola de fuego azul.

Katōn perfecto, inimaginablemente incontrolable, que a medida que crece se forma una hermosa flor. Una flor de fuego.

El símbolo del poder de la naturaleza, de la transformación; hermosa y fascinante que me cautiva; y me la ofrece tan libremente.

El significado es obvio en mi cultura, no en la suya: me ofrece paz.

- No voy, ni quiero lastimarte, Sakura. – murmura con un tono de voz que no identifico – Una oportunidad. Sólo una.

Su poder es tan puro que puede estabilizar la flor de fuego sin problemas, dándome la oportunidad de escucharlo. Lo medito un minuto.

Ni él, ni su hermano intentaron atacarme en ningún momento; defendieron mi espacio, o lo que sea que esta habitación destrozada es; han hablado en ninshu, sin faltarme el respeto o hablándome como las banshi de los pantanos muertos de Tetsugakure lo harían. Incluso Itachi envió un jutsu de privacidad, así como un genjutsu a nuestro alrededor, para que nadie pudiera ver el caos que he creado con mi desconocido poder.

Retirando la mirada de la flor, observo al hombre, veo determinación y seriedad en ese Sharingan, el cual se ve todavía más hermoso que su katōn, rubíes llenos de poder y fuerza que me atraen, aunque siento que tratan de decirme algo. No a través de las palabras sino de esa emoción que ronda su mirada que luce a cada segundo más familiar.

Estoy a punto de tocar su ofrenda cuando una ventisca me envuelve y me hace retroceder.

El olor a hierbabuena me rodea abriendo los ojos al detectar el familiar olor; unas manos espirituales se enrollan alrededor de todo mi cuerpo y dejo que la transportación me lleve, alejándome del shinobi que abre sus ojos, asustado, tratando de alcanzarme.

- ¡Sakura!

Pero es muy tarde, ninja.

Obasan-sama ha venido por mí.


El jutsu de transportación me lleva hasta la cima de un barranco; el sonido del agua corriendo llena mis sentidos al igual que el aire fresco. La luna está posicionada en el último mes. Es diciembre.

- Ninfu.

Volteo rápidamente a la orilla del barranco, donde observo el cabello rojo ondeando levemente; la luz lunar la ilumina en su esplendor. En un segundo reconozco su poder y fuerza; otro segundo, es para reconocer su rostro.

De tez clara como la nieve, sus ojos dorados brillan con intensidad mientras me observa detenidamente; la trenza rojiza de su pelo es tan larga y un tanto suelta que le llega hasta la cintura. Sus brazos llenos de pulseras, brazaletes y tatuajes, hacen el típico sonido gitano; así como cuando al caminar mueve sus faldas que conllevan cinturones metálicos.

Los delgados labios orgullosos me dicen que esta alegre.

- Obasan-sama – la reverencio dejando caer una rodilla al suelo.

No dice nada, y tampoco pregunto. No levanto la cabeza, sino que espero su turno de hablar. El mejor aprendizaje para la curiosidad impaciente son los bastonazos en las rodillas que ella sabiamente me ha hecho entender.

Pasados treinta segundos, su voz rasposa entona:

- Es bueno ver cuanto has crecido, ninfu.

Ella muestra una sutil felicidad bajo su tono.

Y yo, yo soy muy feliz al sentir su caricia en mis cabellos.


Itachi sabía que esto pasaría, pero no era menos difícil aceptarlo.

Su novia no lo recordaba en absoluto y eso dolía. Dolió verla sufriendo cuando noto la gravedad de su situación; cuando realmente parecía una niña temerosa. Esos ojos verdes transmitían abandono y desolación.

Él sólo podía imaginarse como podía sentirse; aunque la piel mortecina de Sakura le dio una buena idea.

Aun así, sabía que lo único que lograría al abrazarla y susurrarle que todo estaría bien, sería una pelea de parte de ella; y con la poca noción que tiene de su poder actual, seguramente sería un desastre.

Se haría daño a si misma y a inocentes colaterales.

- ¿Encontraste a Naruto? – pregunta el Hokage quien continúa mirando la ventana por donde la bruja escapó.

- Iie. Dice Jiraiya-sama que despertó de pronto, oliendo el aire, y salió corriendo sin decir a donde iba – comenta Kakashi, evaluando los daños de la habitación.

- Nii-san, ¿qué está ocurriendo?

Sasuke se acercó con disimulo a Itachi, se le notaba tenso y cauteloso, al igual que el copia ninja.

Suspirando internamente, dio la vuelta y miro a ambos hombres antes de comenzar a relatar todo lo que había hablado con Bastet. Hasta cierto punto.

A medida que contaba los nuevos acontecimientos, Kakashi abría incrédulo su ojo grisáceo, mientras que su hermano menor apretaba los puños.

Sasuke apretó los labios al saber el plan de la bruja.

Si Sakura no volvía a Konoha, decidiendo irse con la abuela, Naruto no lo pensaría dos veces.

Se iría con ellas.

E Itachi sabía que eso rompería el corazón de su hermano.

Un destello rojizo apareció en el horizonte, y con la noche oscura, era perfectamente visible el ver correr la energía de Naruto deslizándose hacia las afueras de Konoha. Por fortuna, Itachi ya había tenido el cuidado de colocar un rastreador en el rubio antes de su despertar.

- No te preocupes, Konohagakure sigue siendo mi prioridad – entono el ahora Hokage; dando a entender que cualquier amenaza sería neutralizada por él mismo.

Ojalá esa amenaza no se llame O-ren.


El aire fresco soplaba mis cabellos suavemente y cerré los ojos, disfrutando el calor nocturno. La presencia de mi lado, por el contrario, parecía… inquieta.

- Tu hermano siempre ha tardado demasiado.

- Debe de estar tan confundido como yo, Obasan-sama.

- Razón por la cual retomaremos su disciplina al volver.

- Aún no me has dicho cómo es que llegamos a aquí, Obasan-sama.

- Y ya te dije que no necesitas saberlo, ninfu – respondió cortante.

Y ahí estaba de nuevo, ese tirón en mi pecho, señalándome que había algo que no cuadraba.

No había forma de cambiar la decisión de mi terca abuela, pero siempre había preferido jugar conmigo antes de arrojarme un trozo fresco de conocimiento.

Esta vez, simplemente parecía negarse del todo. Eso no era normal en ella.

Abriendo los ojos suavemente, volví a mirar mis manos. Mi bata de hospital había sido reemplazada por un camisón azul cielo anticuado que me proporciono ella, después de un baño rápido en el enorme río salvaje que rodeaba Konohagakure, procedí a limpiarme y a tratar de no parecer tan patética.

Diez minutos después, Obasan-sama me había visto de pies a cabeza, evaluándome. Sin decir una palabra, sentí su satisfacción; al parecer, en el tiempo que no nos habíamos visto, crecí conforme sus expectativas. Volví a sentirme contenta por su aprobación.

Pero luego había ciertas anomalías en su comportamiento.

Como ese tick que tiene entre su pulgar y el índice, lo cual sólo lo puedo asociar a la ansiedad. No que ella haya demostrado algo así nunca jamás.

Mis pies descalzos apenas podían aguantar mi cuerpo cansado; según ella, estuve dormida por alrededor de dos lunas nuevas, por lo que era normal que mi metabolismo estuviera tan apagado. Tenía tanta hambre y sueño, irónicamente. Me sentía cansada y sólo pude atribuirlo al suero que me administraban en el hospital shinobi.

Me sorprendí al saber sobre mi largo sueño, pero ella acallo mis dudas con una vibra agresiva; las pocas veces que intente sonsacarle más información o detalles, ella simplemente me miraba cada vez más disgustada.

Guardaré mis preguntas para mí misma para después.

A lo mejor se siente preocupada, porque estamos en territorio desconocido, lleno de los más mortíferos ninjas y una extraordinaria capacidad militar; aunque… jamás le ha preocupado eso antes.

Mis pensamientos se desviaban cada tanto, pero no lo suficiente como para evitar sentir que ya no estábamos solas.

Un rico olor a rayos de sol y playa impregnaron nuestro lugar con una potencia increíble llenándome de calidez y de confianza inmediatos. Abrí los ojos conmocionada al oler tan especiado aroma porque era tan familiar que era imposible confundir ese chakra.

Giré mi cabeza ligeramente para ver al recién llegado.

Al límite del claro que rodeaba el barranco, un par de zafiros me saludaron.

Los zafiros que más he amado en la vida me devolvieron una mirada profunda. Sentí entreabrirse mis labios al igual que mis ojos incrédulos, porque al mismo tiempo, no pude reconocer a aquel que me veía.

Ojos mucho más intensos y feroces que nunca.

- Otouto – suspire sin aliento, anonadada al ver a la criatura sobresalir de entre la maleza.

Oh, Seiryu-sama.

Es… es… imposible.

Mi hermano pequeño, mi tan ohhh pequeño hermano, mi torpe rubio favorito más enano que yo, ahora era enorme.

Un joven tan robusto como alto de cabellos dorados y piel besada por el sol, músculos trabajados hasta el cansancio, manos grandes y de aspecto áspero, todo bajo unas piernas rudas y fuertes haciéndolo ver casi del tamaño de Otousan. Su boca se ha afinado al igual que la mandíbula cuadrada dejando en evidencia una belleza masculina inaudita.

Pero eran sus ojos los que me tenían aguerrida. Hipnóticos.

Mi otouto. Oh no, ¿Cuánto tiempo me he olvidado?

- Sakura-chan – una voz potente, grave, resuena mirándome con ojos que se vuelven aguados rápidamente, enternecidos.

No importa lo alto que sea ahora, sigo viéndolo como mi hermano pequeño; uno que ahora me rebasa por dos cabezas de altura y fácilmente podría ser aplastada por él. Aquel tirón en mi pecho se intensifica y lo único que quiero es abrazarlo para que no suelte las lágrimas que tiene acumuladas, mojando sus pestañas.

Si llora, Obasan-sama lo castigará por su debilidad.

Naruto da un paso adelante, alzando sus brazos hacia mí, dispuesto a abrazarme y a cambio, también doy otro más, sólo para ser detenida por mi brazo bruscamente. Con una mirada hacia atrás, veo que Obasan-sama está observando de forma muy extraña a otouto, mientras continúa deteniéndome.

- ¿Obasan-sama?

Pregunto sin moverme más; sin entender porque no me deja acércame a mi hermano. En su lugar, ella no quita la mirada del rubio, quien se endereza dejando de caminar y dirigiéndole a nuestra abuela una mirada hosca.

La tensión se siente crecer en el claro a la vez que las uñas de mi abuela se hunden en mi piel. Sé, aun así, que no debo de mostrar signos de dolor.

- Obasan-sama – dice Naruto haciendo una reverencia, que, aunque no fue irrespetuosa, se sintió… incompleta.

- Kitsune – responde con la misma entonación muerta que otouto.

De nuevo la brisa se mueve a nuestro alrededor, esta vez más fría, pero no hace nada por cortar el ambiente lleno de ansiedad entre ambos.

- Tanto tiempo, Obasan-sama – mi hermano mira a nuestra abuela con frialdad.

- Y, aun así, pareces olvidar tus modales, kitsune – ella responde con suma arrogancia.

- Entonces no te sorprenderá que te pida que sueltes a Sakura-chan.

Más que una petición, la voz de Naruto emite una orden, y mi mente está perdida. Parece que ambos están a punto de entrar en una pelea y no tengo idea del porqué.

Unos segundos transcurrieron en silencio, hasta que ella responde:

- Si no lo hago, kitsune, ¿qué es lo que pasaría?

Otouto entonces entrecierra los ojos en un aspecto sombrío que sólo puedo definir como amenazante y responde con voz gélida:

- No me atrevería a decirlo, Obasan-sama.

La escena es tan irreal para mí, que regañ+o a mi hermano suavemente, temiendo que la abuela se enoje con él:

- Naruto. Basta. Estas hablando con Obasan-sama.

Mi hermano dirige su mirada a mí, luciendo sorprendido un segundo, antes de intensificar su mirada de nuevo a la anciana:

- ¿No le has dicho, cierto Obasan-sama? Y por lo visto, no le dirás nada.

Nuestra abuela que luce tan joven, sonríe alzando la barbilla:

- Es un buen momento para que tú se lo digas, kitsune. Adelante. Dile lo que ha pasado.

Por alguna razón, Naruto aprieta sus puños, a la vez que se tensa y cierra fuertemente su mandíbula. Esta molesto y se siente como su vibra espiritual se despliega a cada segundo.

Su poder, incluso si no lo he visto o recuerdo, es descomunal; siento mi chakra reconocer al suyo, aunque sé que el suyo es mucho más grande de lo que recuerdo.

Sigue oliendo a rayos de sol, pero también hay algo debajo. Un leve olor a naranja, como la de la flama ardiente, un olor que sube conforme la molestia de Naruto se hace visible.

La mano de Obasan-sama me suelta y con un empujón, me dirige hacia mi hermano. Camino lentamente hacia él, mientras ella dicta:

- Dile, kitsune. Dile todo lo que ha hecho por tu egoísmo.

Naruto vuelve a cerrarse mientras continúa observando a la pelirroja detrás de mí; pero es poner una mano en su mejilla que inmediatamente me mira con una intensidad que calma todos sus nervios. El efecto es inmediato cuando me reconoce: deja de apretar la mandíbula y sus puños.

Sube una mano a mi mejilla también a la vez que como un gato se recarga en la mía:

- Sakura-chan, ahhh. – Siento la tristeza, el anhelo, todo su amor en ese suspiro que lo abandona. Cierra los ojos cuando junta nuestras frentes.

Suspira varias veces como calmándose a si mismo mientras se aleja y abre los ojos, remueve mis cabellos y toma mi cara con sus grandes manos para darme un dulce beso en la frente; enseguida me abraza como cuando niños, después de una de sus monstruosas pesadillas.

Una voz mandante nos quita nuestro momento de ensueño:

- ¿Le dirás tú o le digo yo?

Con una mirada llena de veneno, Naruto abre los ojos inyectados en sangre hacia la abuela, mientras me abraza más fuerte en sus brazos, al punto que duele.

Los segundos transcurren en su batalla, hasta que puedo mover una mano hacia la barbilla de Naruto; mis dedos tocan su rostro, dirigiéndolo hacia mí. Con la voz más suave, le digo:

- Lo que sea que sea, sabes que puedes decírmelo. Jamás te juzgaré hermano.

Sus ojos se aguadan, sus latidos se apresuran, sus labios se endurecen, pero es su mirada la que me dice que no puede con la culpa. Así que Obasan-sama toma las riendas de la conversación:

- Kitsune estaba aburrido en nuestro hogar, así que, a la primera oportunidad, encontró un terrenal con el que jugar. Lamentablemente, aquel terrenal es un matahombres de sangre fría – abro los ojos inconscientemente sin dejar de ver ahora los asustados de Naruto, mientras Obasan-sama continúa – Y no era el único. Los descubrieron a ti y a tu hermano, y aunque podías destruirlos, kitsune rogo que acabarás con su aburrimiento, no con sus vidas. Así que aquí estamos. Conviviendo con los sangre fría terrenales, porque tu hermano quería aventuras y jamás fuiste lo suficientemente fuerte como para negarle nada, ninfu.

- ¡No fue así y lo sabes, Obasan-sama!

El grito furioso de Naruto me sorprende y creo que no soy a la única. Obasan-sama luce perturbada un segundo entero – ¡un segundo entero! – antes de que ella replique con mirada voz fría y calculada:

- ¿No? Entonces, explícale a tu hermana de donde salieron las cicatrices de su cuerpo. – camina lentamente a nosotros con su despampanante visión – explícale cómo la esclavizaron los sangre fría terrenales para que pudieras vivir tu fantasía, muchacho.

- Nunca hubo esclavitud – respondió Naruto entre murmullos furiosos, su mirada se volvía más triste y menos llena de enojo con cada paso de la abuela.

- Por supuesto que no hubo cadenas en su cuello. No literalmente. Pero ¿negarás acaso que, por tu felicidad, ninfu no entrego sus encantos a tus tan preciados shinobi? Dinos, kitsune. ¿Cuántas veces viste a tu hermana durante este periodo de… - Obasan-sama vitoreaba arrogante al viento con la mano - …entretenimiento tuyo? Y en alguna de estas veces, ¿le preguntaste como se sentía o solo fingías escucharla aun sabiendo cuan infeliz era?

Para este punto, Naruto ha aflojado totalmente sus brazos, liberándome, mientras que ha agachado la cabeza, en señal de derrota. Doy un paso atrás sin entender -básicamente- nada.

Algo dentro de mí, me decía que, a pesar de la congruencia de las palabras de la abuela, hay algo más. Algo que no cuadra.

Obasan-sama llego a donde Naruto, aprovechando el lugar que he dejado libre; y coloca ambas manos de aspecto frágil sobre su rostro. No recordaba que la abuela fuera tan pequeña o sencillamente es que otouto es demasiado alto, pero la mujer apenas le llega al hombro, viéndose tan empequeñecida como conmigo.

Siento fuego cálido dentro de mí, al verlos así de cerca nuevamente. Obasan-sama siempre odio las lágrimas, y nos hacía voltear a verla obligándonos a retraerlas cuando éramos niños. Sin embargo, verla hacerlo ahora con un jinchūriki que nos rebasa en tamaño, y en la cima de su juventud, provoca un pinchazo de amor y nostalgia en mi corazón.

Alza su rostro, ahora con una o dos lágrimas perdidas, tratando de no soltar el llanto, a lo que la abuela le susurra suavemente:

- Oh, mi kitsune, te he dicho que ese corazón noble sería un problema – de entre sus manos y las mejillas de otouto, se veían las líneas de ninshu de la abuela recorrer el cuerpo de Naruto iluminando los ojos de ambos – Siempre fuiste tan travieso, tan indomable. No te culpo, ni tampoco lo hace ninfu, porque también los matahombres se han aprovechado de tu falta de experiencia.

Naruto cierra sus ojos violentamente volteando el rostro a un lado. Supongo que Naruto realmente aún se siente culpable por lo que sea que nos ocurrió.

- Pero no hay nada que no se pueda corregir – continua ella, limpiando sus lágrimas – Hay un lugar especial que he encontrado que les encantará a ambos. Yugakure no es un más un lugar seguro; pero este nuevo, es perfecto para lo que nos tengo preparado. Y lo mejor, es que no hay matahombres sangre fría cerca.

Inclino ligeramente la cabeza al ver cómo Naruto se petrificaba por completo.

Curioso. Mi hermano no esperaba mudarse al parecer.

Pero no entiendo por qué.

Si Konohagakure nos produjo tanto dolor, ¿por qué él querría quedarse? A no ser que no haya aprendido nada, pero es que acaso ¿no se siente culpable? Es evidente que sí.

Él jamás querría que me lastimarán. Sería obvio el irnos de un lugar tan abominable, pero a la vez, no me siento maltratada… creo. Es más, no siento todo aquel dolor del que se habla, incluso una sensación agridulce. Entonces una duda surge en mí, y la dejo salir en voz alta:

- ¿Dónde estabas durante todo esto, Obasan-sama?

Con un suspiro sutilmente cansado, Obasan-sama voltea a verme y coloca una mano en mi mejilla. Cierro los ojos al sentir su ninshu dorado entrar y calmar mi mente llena de pensamientos veloces y dudosos. Sus dulces palabras acallan mi voz interna:

- Te lo he dicho, aunque es parte de tus memorias perdidas. Tenía mi propia misión con Byakko-sama, ninfu.

- Ayyyy. Por favor. Si vas a mentir, que sea algo creíble.

El gruñido masculino salió molesto y abrí los ojos al reconocer a quien pertenecía la voz que dijo aquello. Otro doloroso pinchazo de amor y afecto me llena al notar los típicos lentes oscuros y brazos musculosos rudos cubiertos por la capa color arena de Kumogakure.

El dominante hombre de cabellos rubios y piel morena está de brazos cruzados recargado en un árbol cercano mirando a la abuela con malestar. Su ceño fruncido es la única evidencia de cuan realmente está enojado.

Sin pensarlo, susurró un anhelante:

- Otousan.

Su mirada se vuelve hacia mí, y al igual que Naruto minutos atrás, parece derretirse al verme y murmurar:

- Es bueno verte sostenida por tus dos -demasiadas- delgadas patas, cachorra.

Sonrío al escuchar esa voz rasposa y misericordiosa. Sí, era Otousan. Aunque parte de su voz parece temblar al final.

La abuela lo mira con visible malestar sin bajar sus manos ni de Naruto ni de mí y pronuncia casi escupiendo:

- Octavo hijo.

- Bruja.

- En algún punto pensaría, sangre fría, que te cansarías de espiar, pero veo que tus modales siguen siendo tan cuestionables como antaño.

- Obviamente, te funcionan bien los ojos locos a pesar de tu muy avanzada edad.

Ambos se hablan tan cortantes y golpeado como de costumbre, tanto que por un segundo me siento aliviada de regresar a la familiar sensación de casa, pero dura poco cuando Otousan le reclama:

- ¿Yo soy cuestionable? ¿Por qué no mejor hablamos de ti, bruja? De como los abandonaste por años y ahora lo haces ver como los culpables del cómo actuaron.

- Jamás hice tal cosa – responde cortante Obasan-sama endureciendo la mirada.

- Oh, por supuesto que no. Porque durante todo este tiempo los has vigilado. ¿No es así? Y ahora, vuelves a manipular a Naruto anestesiando a su bijuu con tu aclamado chakra, como tu costumbre, porque al hacerlo sabes que controlas a Sakura.

- Entiendo que, para ti, la palabra manipulación sea interpretada con fines políticos por tu posición, sangre fría, pero nada más lejos que la verdad. Es un correctivo.

Una risa oscura sobresale de Otousan que lo hace ver como un depredador recargado en el árbol:

- ¿De verdad? ¿Corrección dirías? Oh, pero yama-uba, tú eres espléndida tergiversando las palabras para tu beneficio. Si los señores feudales tomaran clases de diplomacia contigo, quedarían estúpidos a tu lado.

- Como lo quieras ver, sangre fría, pero henos aquí. Tu hija con amnesia y tu hijo con problemas de rebeldía. Así que dime, ¿tú qué hiciste todo este tiempo para ayudarlos?

- La pregunta es, ¿qué lograron ellos por si mismos y quieres evitar que se den cuenta? ¿Tanto es el temor de que te abandonen y se olviden de ti?

La altivez de Obasan-sama es inmutable y retira la mirada de Otousan, dejando ver que se ha aburrido de la conversación con Otousan. Retirando las manos de nuestras mejillas, ella da media vuelta y camina al borde del barranco nuevamente:

- Poco o nada de lo que digas o hagas importa. Sin embargo, como obviamente sabes, nos mudaremos. Eres apto de acompañar a tus hijos en silencio o quedarte con tus compañeros sangre fría a esperar a que tomen tu alma y carne a la primera oportunidad en la que puedan apuñalarte.

Con una floritura de su mano, Obasan-sama desprende su dorado ninshu, del nivel más puro, a su alrededor para crear un portal. Al otro lado, se observa un bosque oscuro; sombrío incluso. No lo reconozco a primera vista, pero tampoco recuerdo prácticamente nada de los últimos siete años.

Instintivamente, ante cada orden muda de Obasan-sama, obedezco. Estoy caminando tranquilamente hacia el portal, pero cuando la abuela nota que Naruto no está siguiéndonos, ordena con un leve toque duro:

- Ven aquí, kitsune.

- Iie.

Me congelo un instante antes de voltear a ver a mi hermano el cual, ha apretado sus puños nuevamente, aunque está mirando al suelo. Mi hermano jamás ha desobedecido, estoy segura de que es un malentendido, eso pienso hasta que:

- ¿Estás desobedeciéndome, muchacho?

La voz pétrea de Obasan-sama me asusta internamente. Cada vez que usa ese tono de voz, sólo significa un castigo; uno duro. El aire ondea el dobladillo de mi camisón mientras envió una plegaria mentalmente a Naruto de que debe de obedecer. ¿Qué estás haciendo hermano? ¡Obedece Naruto!

Otousan se ha colocado al lado de él, y pienso que tal vez va a ayudarlo a recapacitar, pero mis esperanzas caen en picada, cuando padre coloca una mano en su hombro y dice:

- Será él quien decida, no tú, yama-uba.

Abro los ojos incrédula. Por más que Obasan-sama y Otousan se hayan peleado, jamás, jamás, se había negado a una orden de la abuela. Otousan incluso decía - entre dientes- que ella sabía lo que era lo mejor para nosotros. A regañadientes y con renuencias, siempre la ha apoyado, y ahora, ¿Por qué?

Mi mirada debe de ser estúpida porque Naruto me dice suavemente con ojos suplicantes:

- Tú tampoco querrías esto, Sakura-chan. Hay tantas cosas que no sabes. Sí, mucho de lo que dijo es cierto; pero no es lo único.

Un suspiro hastiado brota de los labios de Obasan-sama, a la vez que niega la cabeza luciendo cansada, aunque sé que es un gesto calculado. Le cansa a veces la actitud traviesa de Naruto y al suspirar provoca que él lo piense dos veces para recapacitar.

Esta vez, mi hermano no parecer hacerlo.

Estando a su lado, Obasan-sama remueve uno de mis mechones sueltos de cabello rosado y lo coloca detrás de mi oreja diciéndome:

- Me temía justamente este resultado. Oh, ninfu. Tu hermano ha pasado tanto tiempo entre los mortales sangre fría que se ha hecho a sus malas maneras – mi corazón se estremece ante tal pensamiento, y Naruto intensifica la mirada ante mi leve temblor.

- No es así, Obasan-sama – replica Naruto con una voz más firme – Sí, tienes razón. Fui muy irresponsable, y la situación de Sakura-chan es totalmente culpa mía.

- Naruto – susurro, herida por sus palabras.

- Pero – él evita mirarme, fijando la mirada en la abuela – no voy a irme. Irnos. No cuando hemos aprendido tanto; tantas cosas que mostrarte, Obasan-sama. Tanto en lo que podríamos apoyarnos con los matahombres como a nosotros mismos.

- No seas tonto, kitsune – refuta Obasan-sama rodando los ojos – Ellos desean tu poder, no a ti. Como ser vivo, te desecharán a la primera oportunidad.

Naruto niega con la cabeza levemente:

- Han tenido la oportunidad. Oportunidades. Varias veces. – Otouto se endereza aún más – pero no han hecho sino defenderme; tanto a mi como a Sakura-chan en innumerables ocasiones. Me han enseñado, me han entrenado, me han protegido de aquellos que realmente deseaban algo de mí.

Entonces él voltea a verme con el mismo tono firme de voz:

- Cuando recuerdes, te darás cuenta de la verdad de mis palabras, Sakura-chan. Tú también aprendiste mucho. Eres admirada y respetada por ellos; hay quienes te buscan tanto por tu poder como por tu persona. No digo que no haya cosas de las que no me arrepiento. Los pasados dos meses sin ti fueron una tortura, Sakura-chan, jamás me lo perdonaré – su voz tiembla un segundo – pero ahora estas aquí. Créeme cuando te digo que irnos sería un error, Sakura-chan. Otousan es mi testigo.

- No serás tan tonto como para pedir confiar en él. Un sangre fría respaldando la vida de los sangre fría. Que nefasta explicación, kitsune. Detén esta ridícula farsa. Camina, niño. – dice sin mucha expresión Obasan-sama.

La orden fue fulminante, un ultimátum definitivo, tanto que Naruto agacho la cabeza nuevamente en señal de derrota apretando los puños. Una sensación de temor se instaló en mi pecho. Frunzo el ceño al sentir que está siendo obligado a hacer algo que no quiere hacer.

Fuimos instruidos para jamás desobedecer a Obasan-sama; no sólo porque es mucho más poderosa que nosotros, sino porque es quien nos ha cuidado y criado toda la vida.

Es la cabeza de la familia.

Pero Naruto siempre ha protegido lo que él cree correcto. Si tuviera la más mínima duda de algo, él lo diría. No haría algo hasta que este convencido completamente de que es lo mejor.

El hecho de que ahora Naruto la este… renegando, me da a pensar que siente que es incorrecta toda esta situación. Eso o… que yo también me siento descolocada.

En un momento, veo a Otousan endurecer los labios y fortalecer su mano sobre el hombro de Naruto. Ambos se observan un minuto antes de ver esa armonía llena de energía y poder detrás de los ojos azules de Naruto, quien dice imponente:

- He dicho que no. Perdóname Obasan-sama… – él niega con la cabeza – …pero tampoco permitiré que te lleves a Sakura-chan.

Ojalá pudiera describir que tan en blanco quedo mi mente o como es que mi cuerpo se quedó tan quieto por las palabras tan estruendosas y rebeldes que suelta mi hermano, pero nada me sorprende más que la reacción de Obasan-sama.

Es la primera vez que siento una vibra cruel del cuerpo de mi abuela completamente con un frío sin igual.

La sensación que emana de ella es abrumadoramente mala.

Ella, quien ya estaba dirigiéndose a su propio portal, da la vuelta lentamente, y sus facciones antes tan hermosas, por alguna razón, parecen deformarse casi demoníacas ahora dirigidas a Naruto. Deformes. Entonces entendí que estaba viéndola realmente enojada ahora. Jamás la vi tan molesta. No, no molesta.

Furiosa.

Una expresión que duro menos de medio segundo pero lleno mi corazón de terror por la forma tan calculada en que su mirada se había ensombrecido en menos de la fracción de un segundo, casi un demonio asomándose entre las gemas doradas que son sus ojos. Por debajo de su piel, su poder corriendo a toda velocidad a sus manos iluminando sus venas y arterias permitiendo ver que estaba acumulando su poder.

Entonces alza su barbilla levemente, mostrando su superioridad y pregunta demasiado calmada:

- ¿Es así, kitsune?

Su voz baja demasiado sedosa ocasiona que nuestras pieles se ericen. Incluso Otousan deja que el poder de Gyu-sama apareciera bajo su piel un segundo, como barrera protectora, casi prediciendo un ataque espontáneo.

Naruto, aun así, como el niño dorado rebelde que es, no duda; él continúa explicando sin perder su vista:

- Quiero que te quedes con nosotros. Eres mi Obasan; eres mi familia y cualquiera que diga lo contrario, se las verá conmigo, Obasan-sama. Lo juro por mi sangre. Jamás cambiaría nada, ni terminaré de agradecerte todo lo que has hecho por mí – dice él muy regio y como un hombre en su máximo esplendor – Y por ello, necesito ser muy honesto, aquí y ahora. Este es nuestro nuevo hogar, aunque mi hermana no lo recuerde. Este es nuestro lugar en el mundo. Uno al que quiero que te unas.

Mi mente gira a todas partes en mil pensamientos, a cada cual más demente:

¿Está loco? ¿Perdió la cabeza? ¿Está drogado, enfermo, idiota?

Obasan-sama odia las ciudades.

Obasan-sama odia a los sangre fría.

Obasan-sama odia a los terrenales.

Obasan-sama detesta cualquier cosa que tenga que ver con ellos.

Jamás aceptará algo así, la abuela jamás querría eso y más importante aún: odia a aquellos tontos ilusionados que desean esa misma vida ninja.

Con una mirada de ira hacia Naruto, los ojos dorados de Obasan-sama brillan intensamente antes de perder aquella malicia y dirigirse hacia mí con una resolución completa:

- Lo has visto. Tu hermano ha perdido la cabeza por su amor a los matahombres terrenales. Ninfu, tráelo de vuelta a nosotras.

La orden es implacable, no necesito más instrucciones, no cuando también yo misma creo que él ha perdido un tornillo en toda esta tierra de fantasía en la que ha vivido.

- Cría, no. – ordena Otousan se colocándose frente a otouto, pero una floritura de Obasan-sama lo hace levitar en el aire congelándolo en el instante.

Las púas de Gyu-sama apenas sobresalen de la espalda de Otousan y sus ojos se mueven demencialmente mientras observa como tomo posición metros adelante, contra Naruto.

Asombrosamente, de entre los oscuros árboles brotan shinobi por montones. Todos aquellos de distintos olores, edades y géneros.

Puedo distinguir entre ellos, el ANBU al que fastidié en el hospital, y con él, varios que visten igual, aunque ahora tienen máscaras, sólo algunos. Por la alineación, el Uchiha es el líder de entre su grupo; sin embargo, hay otros más que son jōnin en su mayoría, uno con un ojo cubierto por su hitai-ate, y otro más alto que esconde demasiado bien su chakra.

Todos miran con cierto recelo a Obasan-sama.

Los había olido hace rato pensando que no atacarían en cuanto vieran que nos íbamos. Y por un segundo, pienso lo más lógico. Evidentemente, no quieren que Naruto se vaya. No cuando es el poseedor del bijuu más poderoso, y por como veo las cosas, ha aprendido a controlarlo completamente, lo cual es un precioso logro de mi hermano.

Sin embargo, lejos de levantar armas contra mí, levantan entre todos, un escudo protector que el más alto había instalado minutos atrás por medio de un fuinjutsu escurridizo al colocar una mano en el suelo.

Inclino ligeramente la cabeza sin entender.

Pensé que me atacarían, pero… siento sus chakras extrañamente acercarse a mí. Como si quisiesen extender su fuinjutsu protector hasta mí.

Mi mente capta lo que están haciendo, especialmente el hombre alto, aquel de cabello largo totalmente blanco con pinturas por debajo de sus ojos y un enorme portador ridículo de pergaminos a su espalda.

Quieren acercarse a mí también.

- No permitiremos que le hagas daño a Naruto. – Dice uno de ellos. El de cabello largo y blanco, con cara tosca y voz imperiosa. Su mirada esta fija sobre la abuela.

- Jamás lo lastimaría – respondo ofendida.

- No te hablaba a ti, Sakura-chan – responde el peliblanco mirándome desafiante – Aunque puedo devolverte tus palabras ahora, niña. Te protegeremos de tu propia estupidez.

Frunzo el ceño ante tal infamia.

¿Protegerme? ¿De qué? ¿Conviví con todos estos seres durante mi estancia?

Una helada brisa detrás mío me revela que no debo preocuparme. Obasan-sama lo tiene dominado.

- Blasfemos – susurra ella sin moverse – No se atrevan a entrometerse.

Acto seguido, el jadeo de una pelirroja sorprendida que se encuentra al lado del ANBU Uchiha resuena en el claro.

Obasan-sama eleva su mano derecha y siento como contrae los chakras de todos ellos, tal cual un manojo de hilos sueltos los toma y los retuerce en un movimiento brusco, ocasionando que, a todos ellos, no sólo les robé el aire de los pulmones, sino que también los azoté de rodillas en el suelo.

- T-taicho, tsk, ¿q-qué es esto? – uno de los shinobi con dientes de tiburón pregunto al pelinegro apretando los dientes. – S-siento que me está rompiendo la g-garganta.

- E-es demasiado p-poderosa – silba otro, muy alto y de cabello naranja.

- Resistan – ordena el Uchiha mirando a la abuela.

Otro movimiento de mano y el chakra sobre ellos se estrella como un puño invisible.

- D-demonios. T-todo esta infectado por ella. Puedo ver a-a los elementos f-fundirse bajo su mando – dice el peliblanco cuya presión mágica en su cuerpo hace que su rostro enrojezca rápidamente.

Unos aterrizaron de lleno de cara contra el polvo, dejándolos aplastados contra la tierra que rápidamente se llenaba de agua, cubriéndolos de lodo; otros como el del ojo cubierto y el peliblanco resistieron por poco a caer con ambas rodillas.

Tan fácil como si de muñecas feas de porcelana se tratasen.

Un disgusto dibujado en los labios de Obasan-sama se fija, y aplica más ninshu en su mano. El efecto inmediato fue ver como la tierra se hundía como si de una mano enorme del tamaño de un Kami estuviera hundiendo el cuerpo de los shinobi a las profundidades del subsuelo.

Sin quejidos ni gruñidos, sólo uno que otro hueso se escuchan crujir. Eso dolería mañana.

Si es que Obasan-sama no acaba con ellos antes, eso es.

Aunque hay que darles crédito. Por menos, había habido otros que gritaron de desesperación destrozando sus voces de pánico. Los de Konohagakure hacían respetar la magna fama de su aldea.

- ¡Basta! – grita Naruto fijando su vista en varios de aquellos shinobi caídos - ¡No los quieres a ellos!

- Cierto – menciona Obasan-sama bajando su mano, pero sin soltar su poder sobre los ninjas – Ninfu.

Su orden no tácita me despierta del breve letargo por el que caí un segundo. El poder de Obasan-sama continúa siendo infame, peligroso, letal.

Aun se siente como sin ser el receptor, el poder que tiene su ninshu es un imán que poco a poco atrapa dentro de la espiral del dolor que quiere infligir. Es tan mortal que incluso los gnomos de tierra, conocidos por su indiferencia al mundo, tiemblan en sus rocosas rodillas. Las demás yama-uba que alguna vez conocí, miraban con envidia y molestia a Obasan-sama, de lejos se sabía que la abuela valía su peso en ninshu.

Podía sentir mis vellos erizados, mis manos frías, la corriente eléctrica zumbaba a su voluntad a nuestro alrededor creado las más perfectas chispas cortantes, el viento se había vuelto violento y las nubes negras habían cubierto la luna tan solo por un parpadeo de la abuela.

Los shinobi cambiaron sus formas de mirarla en cuanto notaron que tan fácil fue para ella reducir a ocho de ellos, más a Otousan quien seguía levitando en el aire. Era un poder catastrófico.

Y, sin embargo, lo sentí…. Disminuido.

Como si no fuera lo que yo recordaba. Según yo, era todavía más… brutal.

Dejando de perder el tiempo en tonterías, me enfoco en mi tarea. Regreso la mirada a Naruto, lo más neutral que puedo.

No quiero que los shinobi vean mi debilidad reflejada por enfrentarme a mi hermano. Cualquier debilidad es una oportunidad para el enemigo. No importa que ellos mismos estén tirados en el fango como gusanos infelices.

Me duele el pecho al ver la tristeza en esos preciosos ojos azules, y trago saliva varias veces sintiendo que estoy haciendo algo muy malo, pero mi corazón y mi mente están en contradicción. Obasan-sama dijo que esto sucedería por mi pérdida de memoria. Que habría veces en que no me gustaría lo que haría, pero estaríamos bien siempre y cuando le obedeciera.

Así que acallo mi mente, equilibro mi pulso cardiaco y fijo atención en el chakra de mi hermano, quien me ve con un amor que estremece mi corazón:

- No dejes que te controle, Sakura-chan.

- Obasan-sama sabe lo que es lo mejor para nosotros, otouto – respondo sin emoción manteniendo la cara limpia de expresión – Te sentirás mejor después.

- Iie, Sakura-chan – dice él con ojos vidriosos – serás tú quien lo resienta.

No puedo esperar más, no con la impaciencia de Obasan-sama emanando, y suelto mi voz en forma de suave canto ninshu:

- Kom til meg, min bror, kom hjem, kom tilbake til familien, blodet søker deg, ringer deg og hevder at du er fravær - Ven a mí, hermano mío, regresa a casa, regresa a la familia, la sangre te busca, te llama y reclama tu ausencia.

El aire a nuestro alrededor revolotea con gracia, llenando de rica esencia a madera el claro; es obvio que incluso con mi desafinado canto, por la falta de uso en la voz, es magnético para todo aquel que escuche.

Los ojos de otouto brillan de un exótico rojo y un rico naranja, mostrándome que incluso Kurama-sama está tratando de protegerlo de mi cántico. Lástima que, para el zorro, él también ha caído cada vez, así que no me detengo:

- Sov og roe sjelen din, sov og kom hjem - Duerme y calma tu alma, duerme y regresa a casa

- Sakur… - la mirada de Naruto se vuelve demoníaca por un momento evidenciando que el poder de su biju está ayudándolo a no obedecerme, aunque sus ojos empiezan a adormilarse.

Veo la cabeza de algunos shinobi caídos dirigirse hacia adelante; sus ojos casi en blanco a excepción del que parece vampiro y los dos más viejos. Mi voz los encandila como abejas a la miel al ver que intentan llegar inconscientemente a mí, moviendo sus dedos en mi dirección. Me sorprende que tanto y tan rápido está funcionando mi canto cuando una fuerte mano en mi hombro me insta a seguir:

- Más poder, ninfu. Kitsune también creció estos años.

Sintiendo que todo esto se siente mal, coloco más ninshu en mi voz, cuando Naruto abre sus labios y de su boca, surge una masa negra, que no distingo que es al inicio, y detengo mi voz asombrada, al ver que es un cuervo de ojos rojos extraños que asoma al vuelo sólo para regresar y posarse en el hombro de mi hermano, quién tosiendo, se recupera tanto de mi hipnotismo como del mágico cuervo de su garganta.

Es tan extraña la criatura sin igual que volteo a ver a Obasan-sama pensando que ella le coloco eso a mi hermano, pero noto que sus labios se aprietan finamente al ver al mismo cuervo.

- Sigue, ninfu – ordena y canto nuevamente, sólo para sentir que algo me repele con una suavidad inusitada.

Alzo las cejas, sorprendida, sentir que un chakra grueso y poderoso envuelve al cuervo, quien ha creado una capa de protección alrededor de Naruto, creando una barrera esmeralda de energía. Un chakra exponencialmente poderoso, al que voy acercándome de a poco con el mío.

Es enigmático.

Cual lobo reconociendo a otro depredador, sin saber que es realmente.

Estoy fascinada. Es cálido y huele absolutamente delicioso. Canela y menta. Algo se remueve en mi interior, reconociéndolo como algo que apenas he olido.

Justo cuando doy con el reciente recuerdo, el mismo hombre en el que pienso, apareciendo a la derecha de Naruto, saliendo de entre la espesura del bosque con aquellos Sharingan imperturbables.

Itachi.

Uchiha Itachi.

Armando las piezas del rompecabezas, ahora tengo más preguntas que respuestas.

Él sabe lenguaje ninshu, pero ¿fuimos tan tontos como para enseñarle a un sangre fría terrenal? Jamás habríamos hecho eso ni Naruto ni yo… a menos que sea de confianza como lo es Otousan.

Este hombre debe de ser realmente interesante.

- O-ren-sama – dice el recién llegado mirando a la abuela y no puedo sino tensarme.

Nadie dice el nombre de la abuela tan descuidadamente. Incluso la respiración de Naruto se ha congelado. A cambio, ella responde algo que me hace verla todavía con asombro mayor:

- Hijo de fuego. Las primaveras han pasado develando el noble legado de tu sangre, veo – dice observándolo de pies a cabeza, pero hay un dejo de irritación inusual en su voz.

Para cuando terminar de escanearlo, una sonrisa arrogante y burlona se eleva en los labios de la abuela:

- Heredaste la belleza de tu madre; aunque también heredaste los malos defectos de tu procreador.

- ¿Cuáles? Si me puedo atrever a preguntar, O-ren-sama.

- Como el entrometerte a una conversación privada, sangre fría.

La voz de la abuela se endureció y regaño al shinobi, quien, inafectado, le da una mirada que rozaba la indiferencia y se mueve al lado de Otousan. Coloca una mano en uno de sus brazos congelados.

Alta fue mi sorpresa cuando de su mano, una línea de ninshu verde esmeralda brota dejando salir poder para anular el de Obasan-sama. Otousan regresa con sus dos pies firmes sobre la tierra con sumo cuidado, y le da un asentimiento lleno de gratitud al pelinegro.

¡Otousan jamás aceptaría y mucho menos agradecería ayuda de un tierra caliente!

Pero, ¿qué está pasando? ¿Cómo es que el sangre fría tiene mi ninshu contenido en un brazalete?

Mi mente viaja con las posibilidades mientras veo a esta criatura moverse elegantemente, casi un espectador más que un ser poderoso.

El pelinegro tranquilamente se agacha y coloca su palma en la tierra, liberando al resto de los shinobi. Rojo y verde se mezclan en su palma, liberando un poder sin igual.

Jamás vi tal cosa.

Nadie escapa de las trampas de Obasan-sama.

¿Quién es este shinobi?

No es de extrañar que Obasan-sama se irrite al verlo; no la teme. No tiene por qué.

Mi mirada no se despega de la personificación de la serenidad hecha hombre, siendo el objeto de admiración y agradecimiento de los shinobi que habían caído, quienes se colocan al lado de mi hermano el cual ahora luce imponente con su pequeño ejército.

Los ninjas duros, fuertes, como una barrera humana, con mi hermano en medio protegido por un ninshu gentil, y aquel pelinegro poderoso parándose a su lado.

- Temo decir que eres tú quien ha cometido una falta, O-ren-sama. – dice el Uchiha – Como dicta el protocolo, cualquier criatura o ser vivo con afinidad al chakra superior a un ser humano civil debe de reportarse adecuadamente para entrar a Konohagakure, de lo contrario, pudiera ser visto como una amenaza. Lo cual no dudo que sea tu caso.

La carcajada de mi abuela resonó en el claro, maliciosa. El portal detrás de ella se ilumina mostrando realmente su temperamento molesto, haciéndose pasmoso con turbulentos estallidos, a pesar de la rica risa.

Ella acalla un segundo para decir divertida:

- Eres muy bueno evaluando posibilidades, ¿no es así, Hokage-sama?

¡Nani! ¡¿Hokage?!

¿Es que no acaban las sorpresas?

Miro a mi abuela con incredulidad, quien se percata de mi estupor y vuelve a acariciarme la mejilla dulcemente:

- Oh, sí, ninfu. La criatura a la que casi matas en el matasanos, es el otouto del sangre fría líder de tierra caliente.

- ¡¿Nani?! – pregunta Naruto sorprendido y atemorizado volteando locamente, buscando desesperadamente al shinobi que no despega la mirada de nosotras.

- No hay daño, Naruto. Sakura no lastimo a Sasuke. Está a salvo. – dice Uchiha Itachi sin perder pista de la mano con la que me acaricia la abuela.

Es ver a mi hermano darme una mirada extraña, como entre compasión, dolor, tristeza y amor perdido, que me pregunto si no es el llamado Sasuke, el terrenal del que hablaba la abuela.

Al menos Naruto tiene buen gusto, me dice esa molesta voz interior.

Bajo la vista a mis manos al sentir como el cálido ninshu puro sube a mis dedos por si sólo con finas vetas doradas, propias de la naturaleza. Ni siquiera lo estoy llamando, pero de alguna manera, siente mi confusión y casi pareciese que la energía quiere calmarme, llegar a mí. Es como si pudiera escuchar al viento susurrar "todo está bien". Madre tierra está consolándome.

Esto no lo hago aún. Convocar inconscientemente la energía. He visto a Obasan-sama ser atrapada en el ninshu, pero yo no tengo esa capacidad. O no la tenía aún.

Son muchos detalles, mucha información por digerir y lamentablemente, siento que mi mente es muy lenta procesando, más de lo que mi cuerpo se ha superado a si mismo. Puede ser por los medicamentos que me daban, por estar dormida tanto tiempo, o porque simplemente ya no siento congruencia en mi nueva realidad.

Me siento perdida, sola, a pesar de toda la gente alrededor; a pesar de estar entre la familia, pareciera que todos están en contra de Obasan-sama y no entiendo cómo llegamos a esto. Amo a mi hermano, pero no actúa como debiera. Amo a Obasan-sama pero se nota que Naruto necesita explicar sus acciones y no se lo permite. Sin contar con los shinobi que me hablan como si me conocieran.

¿Cómo podría ser?

- Sé que es nuevo para ti, Sakura-chan – murmura Naruto suavemente con una mirada amorosa – Créeme incluso para mí, todo esto es… extraño. Pero amabas esta vida. Lo juro. Te encantaba nuestra vida en Konohagakure.

- No le llenes la cabeza como lo hicieron contigo, kitsune – reprende Obasan-sama mostrando una mueca altiva – Que ella tenga lógica y sentido común es la razón por la que continuaron vivos por tanto tiempo.

El dolor de cabeza arrecía en mi lóbulo derecho; siento explotar por mucha ayuda que el ninshu puro me ofrezca.

- No tienes derecho, yama-uba. Castigaste a musume aun cuando hacía las cosas bien; o ¿es necesario recordarte el "regalo" que le enviaste cuando su nombre fue reconocido en el mundo shinobi?

- ¿Nani? – pregunto con voz ronca pero curiosa, mirando a mi padre - ¿De qué hablas?

- Te volviste famosa, Sakura-chan – responde Naruto en su lugar viéndose serio – y peligrosa a los ojos de tus enemigos; pero nada evito que Obasan-sama – mira resentido a nuestra inexpresiva abuela – mandara un jutsu de raiton -sandāboruto detrás de ti.

¿Qué? ¡Tal….!

Siento mi estomago revolcarse. Entrecierro los ojos hacia Naruto, molesta. Este niño…

- ¿Y qué esperabas? – espeté alzando un poco la voz – Las sombras del mundo son lo mejor para protegernos, otouto, y lo sabes bien. Hacerme "famosa", como dices no es un éxito, ni un logro. Es un desperdicio. Obviamente merecía un castigo por mi descuido, Naruto. Nada menos que eso.

- ¡Iie, Sakura-chan! No es así. ¡Era inevitable que tu nombre se hiciera sonar! ¡Tarde o temprano debía de pasar! Incluso el mío resuena por las esquinas más recónditas.

Jadeo por su descaro al decirlo tan libremente, y mis ojos se suavizan con pena hacia mi hermano. La confusión crece en mí del porque cree que eso es una buena cosa.

- No, no, no. No pongas esa cara, cachorra. – dice Otousan – No es un éxito, cierto. También los shinobi tenemos esa filosofía, pero ocurre, así como el Hokage presente que es un excelente ejemplo, que los nombres y reputaciones terminan por llamar la atención y allanar el camino ninja.

- Lo has dicho, Otousan. A los ninjas. No a mí. No a nosotros – digo regia, mirándolo con enfado. Su cara se pone triste por un segundo antes de endurecerse.

- Como dije – respira Obasan-sama luciendo aburrida – Alguien aquí tiene sentido común al menos. Última oportunidad, kitsune rebelde. ¿Vienes o te quedas?

El ultimátum de la abuela resuena, cuyos cabellos rojos son mecidos tranquilamente por el aire, dándole una sensación de belleza única y celestial. Se estremece mi corazón al ver que Naruto me mira con tanta tristeza, pérdida y amor. Entiendo sus ojos acuosos y quiero abrazarlo tanto, aún con sus necedades.

No quiere irse de Konohagakure.

Aunque, entiendo ahora más o menos lo que dice Obasan-sama. Otouto ha sido contaminado bajo las maneras ninja. Sin embargo… de lo que recuerdo plenamente, de nuestros jóvenes trece otoños, es que a veces también él era muy infeliz. Nada lo llenaba, no como a mí, o como a Obasan-sama. El silencio es nuestro lugar. No el de él.

Incluso buscaba aventuras en nidos de ardillas o de jabalíes, esperando encontrar algo que lo volviera completamente feliz. Su carita llena de grasa con salpicaduras de sangre por nuestras destripadas presas, por lo general era triste o inexpresiva.

Jamás olvidaré lo parlanchín o lo emocionado que se ponía cuando conoció a Otousan o a Olli. Era como verlo nacer de nuevo.

Y eso ni siquiera lo podría compensar nuestro hogar de origen.

Es verlo, casi irreconocible de aquel niño llorón, erguido, hecho un hombre, uno con las agallas de decir sin temor lo que piensa, que dudo mucho que esta vez haga caso. Él esta convencido de que Konohagakure es su nueva aventura. Su nuevo hogar.

Una voz suave de barítono me hace despegar los ojos de mi hermano hacia el poderoso Hokage:

- Eres libre. – sus ojos profundos en mí tienen una intensidad peligrosa - Siempre lo has sido. Mucho has olvidado. Triunfos y derrotas. Es tu oportunidad de verlas por ti misma. No te sientas obligada – dice él para terminar mirando a la abuela sobre mi cabeza. – Si algo aprendí de ti, Sakura, es que eres tú quien decide tu propio destino.

- Así es cachorra, tú no eres sino tu dueña. Aunque ciertas brujas piensen distinto. Incluso has vencido a tu viejo cuando querías algo; - ¿lo vencí? - y tú sabes que no soy fácil. Pero heme aquí, queriendo obligarte a entrar en razón, y, sin embargo, respetaré cualquier decisión tuya, aun si no es la misma que la de tu hermano. A ambos los cuidaré y seguiré amando, eso sí aun quieres ver a este viejo persiguiéndote por el mundo como una madre gallina, eso es. – la triste sonrisa de Otousan era temblorosa por ocasiones mientras hablaba.

- ¿Sakura-chan? – La dolida voz de Naruto me devuelve a él.

La tristeza en sus ojos es tal que siento despegar mis pies del suelo, dirigiéndome a él directamente con lentitud. Una lágrima, dos. No me percato que mi cuerpo se mueve por si solo de una manera antinatural. Estoy levitando hacia él, los dedos de mis pies apenas tocan el suelo.

Los shinobi formados se tensan levemente, preocupados por mi actuar.

Para mí, sólo importa llegar a él.

Cuando cae su sexta lágrima, la limpio de su mejilla bronceada rodeando su cara con mis manos. Sonrío internamente, al ver que sin importar lo enorme que se vea, sigue siendo un niño.

Uno al que odio ver llorar. Paso mis dedos sobre sus mejillas para continuar limpiando su desastre, dejando unos segundos de silencio hasta que susurra:

- Te lo juro – comienza él con un aguerrido coraje – nunca voy a detenerte, porque yo… yo te detuve por mucho tiempo. Aun cuando, yo sabía que te estaba costando trabajo, y te sentías incompleta… yo fui egoísta y me dejaste serlo. Y-yo me aproveche de ti. Y aprendí de eso, Sakura-chan. – toma un mechón de mi cabello entre sus dedos enrojeciendo sus ojos – pero créeme cuando te digo que también viviste muchas cosas maravillosas, y te gustaron. Estabas enamorada… - no veo la tensión del Hokage al lado nuestro - … del poder que obtuviste. De los shinobi a los que podías explotar de trabajo. Disfrutaste de atormentar a los niños de la Academia con fantasmas, y de plantar toxinas en las celdas de Tortura e investigación. Incluso, descubrimos de que trataban los libros Icha Icha Paradise… – tampoco veo la tensión de Otousan y de Obasan-sama ante la risa tonta de Naruto - … los odiaste.

Lo deje decir cosas sinsentido; no tengo el corazón para decirle que no tengo idea de lo que me habla, pero sé qué si le duele así, como para llorar tanto enfrente de Obasan-sama, es porque realmente lo siente.

Sin embargo, a la vez me doy cuenta de algo más. Al haberme acercado a él, tanto mi dolor de cabeza, como aquella sensación de malestar en mi pecho se desvanecieron.

Fue esto. El haberme acercado y consolar a mi hermano; rodeado de personas que al parecer lo están protegiendo; y por extraño que parezca, también me protegen… a su muy rara e inútil manera.

Mi chakra siente y disfruta envolverse con el chakra rojizo sabor a canela del Hokage; adora también juguetear con el azul nebuloso sabor a hielo de Otousan y ni qué decir del rico naranja de mi otouto.

Es ahí donde detengo mi pensamiento un segundo.

No sentí eso con el chakra de Obasan-sama. Como si fuera familiar, pero de una forma obvia. Y darme cuenta de eso, hace que algo en mi mente se fracture.

Extraños pensamientos corren en mí, hasta que siento algo bajo mi nariz. Naruto expresa preocupación creciente al ver en su dedo ver la sangre que ha limpiado de mis fosas nasales.

- ¡No te fuerces, Sakura-chan! ¡Onegai! No soportaré de nuevo verte en cama. – mendiga él mientras observa unas gotas carmesíes caer hasta mis labios, muy fluidas – Yo…yo… ¡h-haré lo que tú digas! Onegai, nos iremos si eso quieres; ¡nos iremos lejos y jamás volveré a hablar de Konoha! Lo juro, pero onegai… yo…. ¡Yo no puedo perderte! ¡No de nuevo!

Su abrazo inmediato es desesperado; cálido y familiar; uno que me hace suspirar tranquila y cerrar los ojos. Acomodo mi cabeza su pecho aprovechando su calor. Puedo oír su rápido latido, sus irregulares respiraciones y el sentir de sus manos sudorosas.

Obviamente, los shinobi a nuestro alrededor no quieren ver a Naruto irse y aunque están tensos, a la espera y en vanguardia, - especialmente el hermano del Hokage - también noto que, a diferencia de lo que esperaría de criaturas tan chismosas, no están presionando. Nos están dando a otouto y a mí nuestro espacio. Eso es… wow.

No sé cómo describirlo.

Y el ver a Naruto sufrir tanto, solo por unas insignificantes gotas de sangre, dejando desesperadamente todo lo que dice amar para irse conmigo, me dice todo lo que necesito saber.

Él es y sigue siendo mi amado hermano menor.

Es entonces cuando me decido. Sí, esto es lo correcto a hacer.

- Otouto – me remuevo para volver limpiar su mejilla de lágrimas con mi mano, mientras que con la otra capturo su mano derecha – mírame.

Él continúa cerrando sus ojos, llorando, y sé que debo poner más autoridad en mi voz:

- Naruto, mírame – y en eso, pone su mirada acuosa en mí, a lo que decido responder, asintiendo una única vez – De acuerdo.

Abre sus ojos enormemente, al igual que su boca. Sus labios abriéndose en una perfecta O y le sonrío suavemente para calmarlo:

- Lo haremos a tu manera, otouto. Veamos que te tiene tan fascinado, ¿está bien?

Y ahí está.

El cambio es instantáneo.

Es como ver el mejor amanecer de la historia, toda su faz se ilumina radiante.

Alza sus cejas en señal de sorpresa antes de que una sonrisa explote en su boca y me alza en sus brazos; me da vueltas cual muñeca de trapo o un costal de papas. En sus brazos soy lo que sea al parecer, pienso cuando siento dos costillas tronarse.

- ¡Sakura-chan!¡Si!¡Si! ¡Jajaja! ¡Te encantará, lo juro! ¡No te arrepentirás, lo juro, dattebayo!

- Ya lo está haciendo, Naruto, jajaja – se burla Otousan también sonando más relajado – Bájala antes de que la termines de romper.

- ¿Nani? Oh, si si, perdona Sakura-chan, oh, oh, tranquila – me pone en el suelo y se estremece cuando ve que me he mareado.

Al tratar de dar un paso, la debilidad llega a mí.

Pierdo el equilibrio y aunque veo las manos de Otousan y de Otouto dirigirse hacia mí, cierro un momento los ojos al sentir que he sido atrapada por la cintura. Tratando de recomponerme, abro los ojos sólo para ver que ni Naruto ni Otousan me rescataron, no cuando ambos tienen sonrisas burlonas en sus rostros.

Me doy cuenta de que son los brazos de Uchiha Itachi; quien me sostiene con tanta delicadeza y detalle. Baja la cabeza dos centímetros y susurra con ese exquisito barítono:

- Te tengo, Sakura.

Mi pecho se aprieta con calor que se expande rápidamente por todo mi cuerpo al ver su rostro perfecto, mi sangre está subiendo a toda velocidad a mi cuello y mejillas.

¡¿Me estoy… sonrojando?!

De cerca, el hombre es ridículamente hermoso y huele maravillosamente; no estoy acostumbrada a este tipo de belleza elegante y refinada. La clase de belleza que roba el aliento; una que no puedes dejar de ver, tratando de averiguar si es un ángel o demonio de tan hermoso que es.

Me avergüenza la velocidad de mi latido y mi piel sudorosa. Casi creo que puede leer mi mente porque aún más bajo continua:

- No sabía que te podía dar fiebre tan fácilmente. Deberé cuidarte aún más de cerca, ¿no crees?

Y entrecierra los ojos con un guiño peligroso y una sonrisa fantasmal en sus labios pecaminosos.

Eso… eso… ¿me está coqueteando?

Oh, Seiryu-sama, ¿pues a que me dedique para que el Hokage, del clan Uchiha, quienes se dice son genios malvados hechos hombres, me esté coqueteando?

Tan estúpidamente estaba perdiendo el tiempo con esos pensamientos, que no reflexioné en lo que realmente debía de hacer. No cuando la voz de Obasan-sama resuena inexpresiva a nosotros:

- Y así es como me doy cuenta de que mi tiempo no valió la pena.

Frunzo el ceño mínimamente al verla, pero es Naruto quien le dice:

- Onegai, Obasan-sama. Quédate con nosotros. Te mostraremos tod-

- No has entendido nada, kitsune. – dice ella cortante interrumpiéndolo – Todo este tiempo cuidándolos para ver cómo me darían la espalda a la primera oportunidad.

- No, no es así, Obasan-sama – dice otouto un tanto frustrado – Tan sólo una oportunidad, vennos. Conócenos en un nuevo entorno. No es como piensas, de verdad que no.

Ella no le responde, ni ríe ni desafía. Ella me mira, y sus ojos son filosas navajas llenas de crítica y decepción. La flecha de su amargura golpea de lleno mi pecho, haciendo retraerme y distanciarme a la vez de los brazos que me envuelven.

Pero no esperaba que aquellos brazos no me soltasen, sino que me envuelven más. La voz de Uchiha Itachi, entonces, se vuelve fría al dirigirse a mi abuela:

- No quiere hacer eso, Naruto-kun, porque ya lo ha hecho. Y no le gusto lo que vio.

- ¿Nani? – pregunta curioso mi hermano, aunque Otousan parece darle la razón al Hokage.

- Nunca los abandono realmente; siguió observándolos desde la lejanía. Y vio el potencial de cada uno desplegarse. Ella no está decepcionada de ti, Naruto. Lo está de Sakura.

- ¿Cómo? – vuelve a preguntar Naruto mirando incrédulo ahora a Obasan-sama.

Yo también miró, pero al Uchiha con desconcierto y me revuelvo en sus brazos que, aunque no me lastiman, no me quieren dejar ir; él mantiene su mirada pétrea sobre la fría de Obasan-sama, quien no niega ni afirma lo dicho. Entonces el Hokage explica:

Naruto era tu niño estrella, quien debía brillar tarde o temprano, era y es su destino ser lo que es ahora. Por ello, no te molesto cuando su nombre e historia se hicieron sonar a través del barullo del mundo.

Lo que te enfado fue la facilidad con la que tu ninfa, desafió tus órdenes. Porque a diferencia de Naruto, Sakura es tu propio legado para el mundo. La nueva generación de brujas de guerra.

Silenciosas, letales, misteriosas, prácticamente inmunes. Una criatura ansiosa por probar la sangre en el campo de guerra.

Ya habías presenciado y participado en la Tercera Guerra Mundial Shinobi; así que debía continuar tu línea familiar. Y esa era tu planificación tan cuidadosa para Sakura.

Para ello, la educaste como lo hiciste. Por eso, desapareciste durante tantos años, dejándolos solos, que se valieran por si mismos. Que ellos exploraran el mundo a su manera.

Es por eso, que tú también contribuiste al plan ideado por ella hace dos años, de traer a Naruto a Konoha con engaños e ilusiones; pues sabías que tarde o temprano, él terminaría estorbando en su destino. Él se quedaría en Konoha por sus orígenes, y Sakura continuaría su camino nómada entre bosques y mares cuando se aburriera de esa vida shinobi. Así matarías dos pájaros de un tiro. Permitir que Naruto regresará a donde pertenecía y sería protegido, a la vez que Sakura se comprometería de lleno con la oscuridad que le inculcaste.

Y tú, de alguna manera, sabías que una guerra se cocinaba a fuego lento. Esa era la oportunidad perfecta de tu nieta para probarse ante ti.

Pero jamás imaginaste un escenario donde Sakura fuera un paso más allá.

Ella no quería guerra alguna. No cuando su hermano estaba encantado con su nuevo hogar; y, como la hermana devota que es, hizo todo lo posible para evitar que cualquier cosa derrumbara su felicidad; se forzó, esclavizándose a si misma como tanto has dicho, rompiéndose mil veces sin quejarse, porque adora a su familia, incluso más allá de lo que hace por si misma.

Le enseñaste y le enseñaste tan bien, que tu nieta tan cultivada, evito la Cuarta Guerra Mundial Shinobi.

Evito las masacres en las que querías envolverla; evito el derramamiento innecesario de sangre por el que tanto añoraste para ella; educaste a una guerrera amante de la sangre, pero fue tan extraordinaria, que incluso tus enseñanzas las mezclo con lo que fue aprendiendo a través de sus victorias; así, creo a la más fascinante y contradictoria criatura que el mundo haya conocido

Mi corazón late tan rápido por todas estas revelaciones, mis ojos están tan abiertos, me siento incrédula, que el Uchiha se percata y me dice más suavemente con esa voz tan rica:

- Perdóname por decir todo esto sin la menor estima por tu memoria perdida. Te lo compensaré como todo lo que te debo.

Se acerca un momento y me da la impresión de que besará mi frente, pero lo piensa mejor y vuelve a mirar a Obasan-sama con sobriedad:

- Te decepciona que ella no te haya seguido, que no sea el legado que tanto anticiparon tus altas expectativas. Puedo pensar que incluso te decepciona aún más, que Sakura peleo consigo misma, por no ser tan temida como tú en el Bajo Mundo. Aunque, O-ren-sama, puedes tomar como válidas mis palabras: jamás renegó de ti o de su origen. Alzaba la cabeza orgullosa cuando alguien le decía lo sádica o macabra que podía llegar a ser; desafiaba a todo aquel que pudiera menospreciarla por el simple placer de humillarlo. Hacía que se respetara tu memoria. Gozaba con el sufrimiento ajeno siempre y cuando no fuera alguna de sus personas preciosas. Y ella sufría. Sufría mucho odiándose a si misma, al saber que no era la Bruja de Guerra que tanto esperabas que fuera.

Trago saliva temblorosamente mientras veo cómo Obasan-sama entrecierra sus ojos sobre mí. Las palabras del Uchiha cortan tanto, que deseo que se calle, pero a la vez revela tantas otras cosas más que no puedo decidirme si seguir escuchando.

Siento la mirada de Naruto entre nosotras, antes de que esté a punto de hablar, pero Otousan aprieta su hombro con una mano, negando con la cabeza.

Una voz trémula y tímida sale de mí, avergonzada por tal debilidad, pero necesito saber:

- Oba-Obasan-sama – trago nerviosamente - ¿Eso es verdad? ¿Yo…yo te… decepcione?

Casi no sale la última palabra a falta de mi miedo máximo, no soy así de fuerte. Mi corazón late a mil por hora mientras el pánico se hace cargo de mi médula espinal.

El silencio estalla en el claro.

Obasan-sama esta inexpresiva por tanto tiempo, que, aunque nuestras miradas están atrapadas, me estremezco cuando responde con una voz muerta:

- Lo es.

Siento mi rostro arrugarse un breve momento, mi barbilla tiembla, mis labios se cierran, tratando de no soltar el llanto, aunque algunas rebeldes lágrimas ya están corriendo por mi rostro.

Inmediatamente un trueno abarca el cielo que se nubla todavía más a una velocidad inaudita. Se oye el río abajo como revuela su oleaje y las hojas de los árboles azotan salvajemente sin dirección ni sentido. Más truenos advierten sobre una tormenta catastrófica y se oyen a los animales y espíritus del bosque correr asustados cuando varias ramas arremeten contra el suelo al haberse roto sin una razón.

Pero no me percato de nada de aquello. Mi concentración es total sobre la figura de Obasan-sama, quien esta…

Decepcionada de mí. Decepcionada. ¿Te decepcione, abuela? Soy una basura que merece la muerte.

¡Estúpida versión mayor de mí misma! ¡Mira lo que has hecho! ¡Arrepiéntete tanto como yo lo hago sin saber que hice!

No, no. Esto es un malentendido, estoy segura.

Me reacomodo a mí misma, enderezándome sin dejar de mirarla, tratando de verme firme aun cuando no me siento fuerte. Mi corazón se saldrá de mi pecho por la desesperación que siento ante su confesión.

Tranquilamente, ella hace una sutil mueca alzando su mano derecha. Los shinobi e incluso otouto, se tensan al ver el movimiento; sin embargo, ella se dirige a mí:

- Pero como he dicho: todo tiene solución – dice ella seriamente y extiende la mano hacia mí – Volveré a reconstruirte. Es bueno que hayas olvidado tus años rebeldes; así será más fácil volver a dignificarte.

- ¡Obasan-sama! ¡Basta! – grita Naruto sonando asustado avanzando unos pasos – Por eso le quitaste el corazón cuando comenzó a tratar con shinobi. ¡Era tu seguro!

- Una vez que se encariñara con alguien indeseable para ti o se desviará de tu propósito, simplemente le regresarías su corazón; borrarías sus memorias, así Sakura volvería fácilmente a ti. Incluso para ti eso es demasiado cruel, yama-uba – reclama Otousan con el rostro complicado.

Y aunque Naruto y Otousan siguen reclamando a la anciana disfrazada, yo sigo mirándola, sintiéndome tan muerta por dentro.

Ella me cuido, me crio. Ella y Naruto son mi mundo.

Tengo miedo, tanto miedo de su mirada llena de desaprobación, que lo único en lo que puedo pensar es en ir y quedarme a su lado para siempre.

- ¡Sakura-chan! ¡Iie! – grita Naruto cuando nota que he dado dos pasos hacia ella como un autómata. - ¡No te atrevas! ¡No!

- Esto es lo que quiere la bruja, Sakura – dice Otousan – Ya no estamos en Yugakure donde puede controlarte. No es tu dueña.

Doy otro robótico paso y una gran mano toma la mía con la más grande de las delicadezas. Doy otro tembloroso paso, pero aquella mano, detiene mi andar.

Con los ojos poblados en lágrimas que me abruman, distingo al Hokage, un rostro que no conozco, pero quien posee una mirada llena de pesar y resignación. Mi pecho, por quincuagésima vez en el día, se aprieta con dolor al saber que lo estoy lastimando. Su chakra lamiendo el mío como si estuviera rogando que no me vaya.

Naruto se apresura hacia mí, y me toma por los antebrazos bruscamente:

- ¡Prometiste quedarte conmigo! ¡Onegai, Sakura-chan! ¡Quédate conmigo! ¡Lo prometiste, onegai! – ruega entre gritos y llanto mi hermano antes de voltear y gritarle a nuestra abuela con dolor - ¡No estás decepcionada de ella, dile! ¡La familia no abandona! ¡Onegai, Obasan-sama! No nos rompas; no la rompas más, onegai.

Naruto no sabe lo mal que me pone que llore, tanto que no puedo pensar que hacer para calmar su llanto y provoca más el mío ante mi insignificancia. Mi ineptitud para cuidarlo queda en evidencia.

- Lamento causarte dolor, otouto – digo patéticamente al ver que derrama lágrimas furiosas.

Me mira como si lo hubiera golpeado durante un segundo y después, endurece sus puños:

- Jamás y escúchame bien, Sakura, jamás me has lastimado – su voz se tiñe del poder demoníaco dentro de él. Su poder revolotea tanto que una capa rojiza comienza a cubrir su cuerpo a la vez que sus ojos cambian de un hermoso azul a un rojo zorruno – y no dejaré que pienses lo contrario.

- Otouto – quedo estúpida al sentir aquel poder que tan familiar era, volverse aterrador e inconmensurable.

Me hace dar dos pasos atrás, de vuelta a los brazos del Uchiha, quien tiene apretados los labios al mirar a Obasan-sama. Ella luce curiosa al ver el cambio en otouto. Lo examina con ojo crítico e incluso pudiera decir que le da su visto bueno ante su evolución.

- No te la llevarás. Ha decido quedarse, Obasan-sama. – expresa Naruto con una firmeza envidiable frente a ella – Nos vamos a sentar y vamos a hablar, seriamente. Porque es obvio, que nos hemos estado ocultando cosas entre todos nosotros.

Con un parpadeo perezoso, el cabello rojo de Obasan-sama en su versión joven se mueve grácilmente, y en lugar de responder, simplemente dice sonando aburrida:

- Cuando uno ha encontrado su lugar en el mundo, es fácil hablar, hijo de Kushina. – mi hermano aprieta sus labios – pero cuando uno no encaja, es obvio cuan inepto es para sobrevivir al mundo. Tu hermana es el mejor ejemplo ahora mismo.

Agacho la cabeza instintivamente, evitando apenas derramar las nuevas lágrimas que brotan en mis ojos. Aprieto mis puños con la noción de hacerme daño a mi misma. No soporto escuchar la cruda verdad y menos cuando su mirada dorada está cargada de desilusión.

¡Soy una decepción! ¡Soy una decepción! ¡Soy una decepción! ¡Merezco su peor castigo!

El clima que se había calmado un segundo, regresa con violencia. Los truenos se intensifican e incluso algunos árboles se oyen caerse ante los vientos brazos.

Los brazos del Uchiha me arraigan más fuerte, más duro. Su chakra abraza al mío de igual forma, pero me cierro alejando mi cara y mi cuerpo de él, provocando una pequeña guerra entre sus brazos.

- ¡Basta! ¡No hables así de ella, Obasan-sama! – grita Naruto con unas gotas sanguinolentas brotando de sus duros puños.

- No lo haré si prometes algo, kitsune – dice la abuela oliendo el aire y cerrando los ojos al disfrutar las primeras gotas gordas de lluvia caer a su rostro.

- …. ¿Qué es? – pregunta cauteloso Naruto.

Ella abre sus ojos y sonríe justo como lo hacía cuando nos había atrapado en alguna travesura. Lista para un castigo prometedor. Lista para hacernos sufrir.

Una sonrisa que es espantosa a la vez que amenazante. Tan peligrosa que los tensos shinobi a nuestras espaldas, se ponen en guardia inmediatamente. Uchiha Itachi inclusive se coloco protectoramente entre Naruto y yo, también su energía se siente como un depredador a la espera.

- Naruto, chico, ten cuidado – dice el peliblanco muy atento a cualquier movimiento de la abuela.

Ella alza la barbilla y mira fijamente a mi hermano por unos segundos; una batalla entre ellos hasta que dice Obasan-sama:

- ¿No te dan ganas, querido kitsune? ¿De cerrar los ojos y que todo vuelva a como era antes? Tus dibujos aun los guardo celosamente, así como tus juguetes favoritos. Evidentemente, has crecido, pero ¿sabes, kitsune? A medida que los niños crecen, pueden olvidar lo que dijeron, pero no olvidarán la felicidad en la que crecieron.

- Y jamás me cansaré de agradecerte, Obasan-sama. Eres una parte muy importante para mí y lo serás por el resto de mis días mortales – responde Naruto firme - Pero un niño nunca debe sentir como si necesitara ganar el amor de su familia. No le hagas creer a Sakura-chan que no vale nada, cuando tú más que nadie, sabes lo que ha hecho para ganarse tu respeto.

- ¿Y tú, niño? ¿No reclamas nada de ese respeto para ti?

Apretando los labios, Naruto responde:

- Estoy en una etapa de mi vida, Obasan-sama, en la que no necesito impresionar a nadie. Si te agrada como soy, perfecto. Si no…. Puedes vivir con ello.

- Valiente. – responde burlona.

- Iie. – niega con la cabeza otouto – Frustrado. Triste. Porque eres mi familia. – me señala – Sakura-chan es mi familia. Otousan, Olli, todos aquí incluyendo al estúpido gato loco. Y en lugar de estar celebrando que mi hermana despertó, que tú estás de vuelta, que estamos todos juntos después años de silencio, estamos… peleando – resopla mi hermano irritado. – No debería de ser así. No somos así.

- Todos somos el malo en el cuento de alguien. Pero, querido kitsune, es fácil solucionar esto.

- Si vas a pedirme que vuelva contigo al bosque, Obasan-sama, onegai. No sigas. No te confundas. Te amo y te extraño locamente, pero no significa que vaya a buscarte otra vez.

- ¿De verdad, Naruto? – pregunta ella seriamente.

Siento la mirada de otouto sobre mí, y no puedo reprimir los escalofríos por el miedo en mi corazón por los sentimientos de Obasan-sama hacia mí. Mi hermano suspira neciamente y responde:

- … A veces es mejor solamente dar las gracias por darme lo mejor de ti, por hacerme el hombre que soy hoy con todos tus sacrificios, por enseñarme que las cosas más importantes de la vida no se enseñan en una academia, por amarme a tu manera; no importará en donde estes Obasan-sama, será mi amor el que volará hacia ti. – hay dolor en su voz mirando a la abuela como quien pierde algo muy valioso.

Un minuto de silencio muy tenso transcurre mientras ella responde con un susurro igual de dolido:

- Det sårer meg mer enn det sårer deg, kjære kitsune, hvis du visste hvordan sjelen min blir klemt når jeg ser deg lide.

Me duele más que a ti, querido kitsune, si supieras como se estruja mi alma cuando te veo sufrir.

Una pesada mirada pasa entre ellos un segundo antes de que ella alce una vez más su barbilla y decrete roncamente:

- Pero has escogido – su ninshu sale rápidamente de entre sus dedos entrelazándose en el aire junto a las hojas y la tierra que vuela, y se dirige hacia él – No te quejes de las consecuencias.

- ¡No! – Jadeo.

Con postura en guardia, Naruto brota de si mismo cuatro colas de Kurama-sama al mismo tiempo que una corriente de aire cortante comienza a engrosarse desde los finos dedos de Obasan-sama hasta partir en finas brechas la tierra con dirección a otouto.

No espero a ninguno de los shinobi y su protección.

Con pánico en el alma y adrenalina en las venas, mi instinto me mueve deslizándome de los brazos del Uchiha, de que siento un leve temblor en su cuerpo al sentirme más liviana. La memoria muscular no me sorprende en absoluto cuando contorsiono mi cuerpo a través de mi propio jutsu de teletransportación, ni me impresionan los asombrosos dragones en forma de humo que se enroscan en mi cuerpo.

Todo lo que me importa es llegar a Naruto antes que los cortantes vientos letales de Obasan-sama.

Con nada de tiempo para pensar, sólo reacciono de una manera que mucho tiempo después entendería.

Siento el ninshu arremolinarse frente mío a una velocidad increíble y extendiéndose detrás de mí tal cual un muro grueso y palpable, completamente tangible, mientras me posiciono frente a Naruto.

Es levantar la mano conservando una calma sorpresiva y ordenar mentalmente que todo movimiento cese.

Acto seguido, el viento cortante se detiene a centímetros míos, dando una vuelta pausada, revoloteando como un tornado horizontal permitiendo ver el desastre que dejo detrás suyo.

Doy un vistazo un poco más allá. Esta vez, frunzo el ceño levemente.

Es entonces cuando escucho un aplauso y una risa genuina:

- Esa es mi niña. Seiryu-sama te ha dado su bendición, mi ninfu.

Dice Obasan-sama tocando curiosa las gotas de lluvia que ahora están levitando de vuelta al cielo lentamente. Su trenza también está volando hacia arriba sutilmente. Un relámpago aparece con una pausa inusual en el cielo iluminándolo completamente y admirando su rara belleza.

Los cuervos que vuelan a unos metros para protegerse de la lluvia también vuelan increíblemente lento, puedo ver sus alas casi pausadas batiendo contra las gotas de agua que van hacia arriba.

- Una criatura que convierte su dolor en poder – dice Obasan-sama mirando el relámpago surcar el cielo a su calmado tiempo para voltear a verme. No, no verme. Mirar mi cuerpo. – A diferencia de lo que los sangre fría creen y quieren hacerte creer, no me creo tu dueña.

Comienza a caminar a través de las verdes hojas mojadas que levitan hacia arriba mientras habla:

- No se puede domar el espíritu de alguien que tiene magia en sus venas. Alguien cuyo dolor es parte de su armadura. Una muy necesaria, para proteger aquello que tanto aprecias.

El viento cortante que había quedado muy estático se fue diluyendo con cada paso de mi abuela hacia mí.

- No era necesario atacar a otouto, Obasan-sama – respondo levemente mirando sus dorados ojos que brillan con alegría.

Ella no deja de sonreírme como antaño. Cuando yo aprendía algo nuevo y lo superaba con creces; o cuando me anticipaba a sus movimientos y demostraba resultados. O simplemente, cuando tomaba su mano antes de dormir y besaba su mejilla como señal de Buenas noches.

Mi corazón se estruja ante el recuerdo, a lo que la velocidad de nuestro alrededor se agilizaba.

Ella lo nota y se adelanta rápidamente a mí, tocando mi mejilla dulcemente. Esta vez, ningún chakra se entromete a mi cuerpo. Su sonrisa se ha suavizado un poco con ternura:

- Eres una fuerza sagrada de la Madre Tierra, ninfu. El cielo te guía y la tierra te sostiene. A los ojos de los simples terrenales eres un misterio; pero ¿ninfu? Para esta anciana, fuiste, eres y serás la canción más perfecta que la naturaleza ha cantado.

El poder en el claro ha vuelto a su sensación tranquila y llena de paz a pesar de que medio campo esta levitando con un sentido paciente.

- Esta eres tú, demostrando el porque no eres una decepción, ninfu. – Obasan-sama toma un mechón de mi cabello, pero abro los ojos al ver que no sólo es más largo, sino que es blanco con puntas azules.

Coloco una mano en mi cabeza, y siento una protuberancia enorme a la derecha. Subo la otra mano y encuentro otra a la izquierda.

Parecen ser… ¿cuernos? En mi cabeza.

Vuelvo a revisar mi cuerpo y observo que ahora soy mucho más pálida y más allá de eso, al dar un paso atrás, siento algo pesado en la espalda. Entre la adrenalina y el miedo por ver a Naruto lastimado, nunca me percate de que tengo ¿alas?

¡¿Alas?! Y aletean fuertemente cuando pienso en ellas. No son finas como las imaginarias de los ángeles. Estas son toscas. Blancas, casi azuladas, pero de textura lisa y casi reptiliana.

- No las agites mucho, no tienes entrenamiento con el chakra medular – advierte Obasan-sama calmadamente.

En un momento, veo más allá, a mis espaldas y observo algo brutal.

Los shinobi están congelados también.

Cabellos, armas, dobladillos de camisas, todo levitando a unos cuantos metros en el aire.

Paso la vista entre ellos, pero ninguno parece haber sido lastimado, o que tenga dolor. Simplemente han sido… ralentizados.

Y Naruto…

Otouto continua en su posición de defensa, totalmente congelado también, aunque sus ojos asombrados se mueven entre Obasan-sama y yo.

Mi impresión es enorme porque, este no es el poder de Obasan-sama. ¡Es mío!

Todo esto fue ocasionado por mí.

¡Necesito respuestas!

Miro a la abuela, que se colocó a mi lado, admirando a los shinobi; ella ya predice mi pregunta por lo que responde:

- A su debido tiempo, ninfu. Pero como dijo tu hermano. Habías elegido quedarte.

- Puedes quedarte con nosotros también.

- Mi oscuridad es algo sagrado que no compartiré con cualquiera. Va en contra de mi naturaleza pensar "normal" como ellos. Las mujeres rebeldes siempre seremos brujas sin importar el siglo en el que nos encontremos, ninfu. – me mira inclinando mi cabeza – aunque eso lo sabrás pronto.

Aprieto los labios, sabiendo lo que ha hecho y lo que creado. Y por el poder que emana Naruto a un lado, también él se ha dado cuenta.

- Obasan-sama. – reprendo ligeramente.

- Todos necesitamos mirar hacia el lado oscuro de nuestra naturaleza, niña, pues esta es la fuente de una energía ilimitada y poderosa. La gente tiene miedo de mirar porque esta oscuridad posee aquello que estamos ocupados en negar, pero ¿tú? – besa mi frente –apreciarás mejor la luz ahora que conoces tu oscuridad.

Da media vuelta y se dirige de nuevo al barranco con las manos entrelazadas hacia atrás. En lugar de seguirla, me acerco a Naruto, indecisa de tocarlo, porque no sé si el conocía esta faceta de mí. No sé si me había visto antes, convertida en esta… gárgola.

Cuando estoy a punto de tocarlo, no calculo bien y una filosa uña convertida en una garra, crea una herida alargada en su mejilla. La sangre comienza a correr lentamente, gordas gotas que se elevan al mismo tiempo que aquella herida no sana, porque su piel ha palidecido.

Congelada ante mi demoníaco toque.

La mirada de mi hermano es de terror.

¿Me teme? Pero yo… Prometí que no lo lastimaría.

Alejo rápidamente la mano de él, con la cara avergonzada.

- Perdóname Naruto, y-yo no quería herirte.

Un movimiento en su garganta es visible y entiendo que quiere hablar desesperadamente. Tal vez quiere decirme que soy la cosa más espantosa que ha visto.

Que soy un monstruo. Que soy igual a los demonios que lo asustaron de niño.

Siento mi cara arrugarse ante la anticipación de su rechazo. Otousan a su lado no se ve mejor, también se ve casi asqueado. Incluso el Hokage me ve con molestia. El ninshu les prohíbe moverse más allá y siento el enorme alivio de no escuchar sus palabras llenas de repulsión por mi transformación.

Así es como comprendo.

Naruto encontró su lugar, pero yo no. Obasan-sama tiene razón.

Una vez que siento la oscuridad, esta sensación de poder inaudito, comprendo que estoy muy lejos de mi luz, muy lejos del soy que es Naruto. Acercarme sólo sería dañarlo. Arruinar su nido y las relaciones que estableció en Konohagakure. Rumores de mi ser bestial destrozarían cualquier oportunidad para él de ser normal.

Pienso un momento, y cerrando los ojos, decido respirar hondo tragándome el duro nudo de la garganta. Con una reverencia perfecta, digo profesionalmente:

- Me disculpo con todos y cada uno si en algún momento los ofendí. Posiblemente fue mi intención; sin embargo, entiendo que mi presencia es más un estorbo que un aliciente. No volverá a ocurrir, sangre fría de tierra caliente.

Me enderezo para ver nuevas expresiones. Unas llenas de confusión como la del shinobi peliblanco alto, otras de ira como la de Otousan; unas más se transformaron en dolor como la del Hokage, así como la de incredulidad de su hermano metros atrás.

Me acerco a Otousan, notando que, con cada paso, copos de nieve se deslizan al suelo que brotan de las alas. Aprieto los labios sólo para sentir que al parecer también tengo colmillos.

Soy un demonio.

Otousan está furioso. No deja de ver a la abuela con un odio irascible, así que espero no ver su decepción por mí cuando le hablo:

- Un buen maestro no puede reemplazar a un gran padre. Tú, Otousan, has sido ambos para mí, y por ello, estaré infinitamente agradecida contigo. – él no quiere mirarme. Aprieta sus molares, coloreando su piel en tono rojizo – Lamento ser una decepción; lucharé para ser un orgullo a tus ojos. Aun así, en los futuros días oscuros, me bastará con recordar que soy la hija de un hombre que me hizo feliz con los más maravillosos recuerdos que dejo en mi negra alma.

Cuando voltea a verme, las gafas oscuras no me permiten ver los ojos debajo del ceño profundamente fruncido, y aunque se estremece, no puede evitar unas gotas que corren por sus mejillas.

- Te llevaré en mi espíritu, Otousan, oraré por ti y tu felicidad. Sólo hazle un favor a esta criatura enferma. – Coloco una mirada determinada – Cuida de otouto. Ámalo por los dos a partir de ahora. Su alegría será la mía. Tú, el más grande héroe de mi vida.

Beso su mejilla la cual tiembla por el miedo de mi ser y susurro mi último adiós:

- Te amo tanto, Otousan. Perdóname por ser tan cobarde.

Otousan deja caer la cabeza hacia adelante, siendo imposible ver su faz, aunque se oye como resopla y respira pesadamente, viéndose derrotado. Me alejo lentamente ignorando a los shinobi aunque siento la mirada de todos ellos. Un camino de hielo se alza delante de mí.

Me dirijo a Naruto.

La mirada de mi otouto es la que más me duele. Es miedo. Miedo puro.

Por última vez, me acerco a él. Temblorosa, una lágrima se congela y evapora en mi mejilla, camino el metro que me separa de él, pero esta vez no lo toco, aunque cada célula de mi quiere abrazarlo fuertemente.

No. En cambio, el aire a mi voluntad lo baja lentamente hasta que su frente queda a la altura de la mía.

Lo miro a los ojos con todo el amor que puedo reunir. Quiero que vea y sepa que lo amo más allá de cualquier cosa; que daría la vida por él. Me destroza la garganta y el alma decirle:

- En lo que me he convertido, con el poco conocimiento de mi misma o sin idea de cómo controlarme, no es seguro estar cerca mío. Soy una granada. Un día voy a explotar y destruiré todo a mi paso. Y no quiero lastimarte - los ojos de Naruto enloquecen de pánico al escucharme – No quiero alejarme de ti, pero no sé como estar a tu lado así – señalo mis alas tontamente – no quiero que me temas como lo haces ahora.

Él se retuerce, de hecho, todos lo hacen sin mucho éxito. Otouto es terco y se remueve tanto que temo que se contorsione mal; así que con muchísimo cuidado lo tomo de las manos y lo mantengo quieto. Me sorprende que tan fácil puedo manejar a un hombre de arriba de cien kilos y treinta centímetros más alto que yo.

- Creo que lo que necesito para volver a ti, es simplemente irme. – digo suavemente, aunque sus ojos empiezan a nublarse con furiosas lágrimas que no puedo limpiar, no sin herirlo, además de que no sé si quiera que lo toque.

Se remueve una y otra vez, creo que quiere alejarse de mí de una vez por todas. Seguramente soy una pesadilla a sus ojos. Pero nada me puede quitar este último momento con él.

Es mi pequeño hermano al que siempre amaré; incluso si no lo vuelvo a ver.

- Por favor. Por favor. Sé feliz, Naruto.

Le doy un beso sufrido en su frente con todo el sentimiento que tengo en mi corazón para él, y lloro. Despego mis labios de su piel cálida y doy media vuelta sin volver a ver esos preciosos ojos cerúleos llenos de vida y alegría.

No soportaré ver su asco que siente por mi beso.

Una de las decisiones más difíciles en esta vida es elegir si tienes que intentarlo un poco o más vale alejarse.

Lamentablemente para mí, no hay cupo para un demonio como yo en la vida de Naruto.

Los truenos vuelven a hacerse sonar esta vez con un eco infernal.

Camino rápidamente hasta Obasan-sama cuya expresión es dolida. Jamás nos habíamos tratado así unos a otros, jamás con tanta agresividad y toxicidad.

Me duele el corazón y llego hasta la abuela con la cabeza gacha. Ella coloca una mano en mi barbilla y me gira la cabeza hacia ella.

Sus ojos son nobles. No me temen, ni muestran compasión. Casi podría decir que me quiere abrazar, pero no lo hará con los shinobi mirando.

- Arriba, ninfu. La decisión que te esta destrozando ahora será una lección para tu futuro – me evalúa ahora con la cara más serena – Ahora respira, llora si quieres, levanta la mirada y aprieta el corazón porque tu vida no se detiene por nadie – susurra al oído.

Su mano en mi hombro dándome consuelo, realmente no le ofrece ninguno a mi pesada alma, la cual quiere regresar corriendo a Naruto y rogar su perdón.

Girando levemente la cabeza, mis cabellos largos y blancos se mueven en sincronía, y atrapo por última vez la mirada angustiada y completamente llena de dolor de Naruto. Le dedico una sonrisa que se antoja triste:

- ¿Sabes que te amo, verdad otouto?

Y él cierra sus ojos inyectados en sangre pesadamente con gruesas lágrimas.

No espero más e ingreso al portal donde me espera una vida nueva.

Una vida llena de sombras, tal cual pedí. Con un bosque oscuro propio y toda la atención de Obasan-sama.

Lucharé para reaprender de mí. Debo saber que soy y lo que represento.

Que tipo de don se me ha dado y porque fue dado.

No puedo hacer nada sin entender eso primero y requerirá mucho tiempo. Concentración. Determinación.

Una vida nueva.

Una vida sin Naruto.

Una vida así, no será vida. No habrá días cálidos ni olor a rayos de sol.

Pero haré lo que sea, para que él sea muy feliz. Aun si no es conmigo.


Los relámpagos retoman su curso en el cielo oscuro, está vez, a su velocidad corriente, mientras una hermosa y letal pelirroja amenaza abiertamente a sus enemigos:

- Bloqueado el perro, se acabó la rabia.

Al no estar la favorita de Seiryu-sama, la magia se acabó. Todo regresa su ritmo provocando que la madre naturaleza suelte su épica tormenta.

El primero de los shinobi descongelados es un rubio iracundo que corre a toda velocidad hacia el portal de la pelirroja.

Un grito de guerra nace de su garganta, sin embargo, no llega ni a dos metros cuando una fuerza espectral lo golpea enviándolo metros atrás. El rubio cae ruidosamente al suelo en sus cuatro, mientras observa con un profundo resentimiento a la pelirroja:

- ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué hiciste eso Obasan-sama?! – incluso con la voz demoníaca de Kurama filtrándose, la ira es palpable en Naruto.

Sasuke detrás suyo, respira silenciosamente con odio en el Sharingan que gira a toda velocidad, ocultando sus dedos de la mirada de la bruja, da una orden a su séquito.

Karin, Jugo y Suigetsu se despliegan inmediatamente con total discreción entre las sombras de la noche; Yamato y Sai permanecen quietos, de forma que la bruja no sospeche.

Kakashi y Jiraiya se dirigen una mirada mutua. La incertidumbre crece en ellos porque no se habían enfrentado a una amenaza como O-ren. Ni siquiera Sakura era tan impredecible en sus peores momentos.

Y la forma en como engatuso a Naruto. Todos se habían percatado de la manipulación emocional y la sutil intimidación con la que trataba a sus nietos.

Con razón – entendieron - la respetaban tanto.

Ella no dejaba lugar a la rebeldía.

Era imponente aquella mirada dorada que parecía atravesar el alma de una forma macabra, como si pudiera succionar la vida. Por todo lo que sabían, ella podía hacerlo.

Por más que Naruto intentaba correr hacia el portal y entrar en él, en distintas direcciones, con distintos jutsus, todo fue en vano y sabía el por qué.

Él había prometido indirectamente no perseguir a O-ren.

Y si Sakura se iba con O-ren, bueno, el resultado era obvio.

Los únicos que no estaban tensos eran tal vez los hombres que entendían mejor que nadie, que no había punto de retorno. Eso lo entendía perfectamente Killer B.

Un hombre que, con los hombros caídos, recordaba la triste despedida de su preciosa niña. Había sido un tormento escucharla y verla creerse asi misma que era un monstruo cobarde a sus ojos.

¿Cómo podría pensar eso?

Pero de nuevo. Ella se creía una joven cría de trece, una que no probó su potencial sino hasta después de su cruzada a Kirigakure. Cuando supo el nivel de guerrera en la que podría convertirse, fue cuando tomo mucha más confianza y afianzó su determinación, pero eso solo lo logro años después. Era evidente que su mente fragmentada creía haber hecho algo malo o ser un demonio cuando vio cómo se transformó.

Eso probablemente la traumaría, especialmente cuando no hubo tiempo para explicárselo.

Sus ojos esmeraldas tan pesados por la culpa de ser una pérdida de tiempo en la vida de Killer B sería un recuerdo que jamás podría olvidar.

Su niña preciosa. Se odiaba a si mismo por no poder ser la fortaleza que ella necesitaba.

O-ren la había manipulado y tenido en sus manos todo el tiempo. Sólo jugo con ellos, como piezas de ajedrez para demostrar su punto.

Ella sabía que un ataque a Naruto alzaría los instintos protectores de Sakura desplegando su poder en automático. O-ren lo había preparado desde el segundo cero; y sabía que Sakura no entendería sus cambios físicos, ni su potencial tan crecido.

La bruja contaba con ello. Los demás ni siquiera lo imaginaron.

Buscaría a su musume. Se dedicaría a ello el resto de sus días, decidió el moreno gigante.

Aun si eso significaba arrebatarla de las garras de la bruja en una sangrienta pelea.

Y estando en ello, Killer B dirigió una mirada al Hokage.

Nadie que lo viera podría decir que acaba de perder a alguien importante. El Uchiha lucía sereno y pétreo.

De hecho, se veía demasiado calmado. Demasiado.

Frunciendo el ceño levemente, decidió que enfrentaría al ojos rojos más tarde. Ahora, era necesario detener a Naruto quien continua con su infructuosa batalla con el ninshu.

- ¡¿Porqué?! ¡Dile que regrese! ¡Regrésamela, Obasan! – gritaba una y otra vez.

Las mojadas colas del bijuu azotaban la lluvia y las hojas volátiles mientras él corría lastimándose a si mismo en el proceso. Por cada vez que el ninshu lo restringía y arrojaba lejos, un latigazo de chakra venenoso también lo tocaba.

Si bien recordaba Killer B, las promesas de la bruja eran mucho más tóxicas que la de Sakura. Llevaban la muerte en ellas.

- ¡Chico! ¡Basta! – grito B acercándose a Naruto y tomándolo por la espalda con ambos brazos.

La fuerza de Naruto era tremenda, pero en desesperación, era más como un gato salvaje que el zorro demonio que representaba. Entre todo el barullo, los tres shinobi que se habían escondido entre la maleza más cercana botaron sus propios jutsus.

Jugo se dedico a crear más ruido entre la lluvia volátil y el aire escabroso, sordeando el sonido de Suigetsu, quien se convertía rápidamente en agua para acercarse al portal.

Por su parte, Karin estaba desviando el chakra de ambos de la bruja; de tal manera que no sentiría cuando el shinobi de agua entrará al portal como un espía para localizar donde estaba ubicada Sakura.

Pero tardaron más en hacerlo, que en lo que O-ren giro la cabeza con un aburrimiento letárgico directo a los ojos rojos de Karin.

La bruja hizo una mueca ligera. Karin se quedo quieta un segundo, y al siguiente, un hilo de sangre se filtro por su nariz, al otro, más hilos carmesíes botaban de sus oídos.

Jugo salió de su escondite y se adelanto a rescatar a su compañera quien caía de rodillas desmayada.

- ¡Karin! – preocupado el shinobi gigante le daba palmaditas en la mejilla a la pequeña pelirroja, pero esta no respondía. Afortunadamente, el sangrado se había detenido.

Entre tanto, con un breve pisotón de O-ren, una brecha se abrió en el suelo creando una gran profundidad y un canal de agua caía estrepitosamente con un grito varonil.

Suigetsu recupero su forma rápidamente, sujetándose entre las grietas del enorme agujero. Yamato y Sai se apuraron para tratar de alzarlo antes de que terminara cayendo a la nada.

- Pelear no será fructífero – susurro Jiraiya-sama a Kakashi a su lado.

- En efecto. No tenemos idea de como funciona su chakra. Es distinto al de Sakura. – contesta el copia ninja.

- Detenernos es la mejor alternativa ahora – asintieron ambos ante la respuesta de Jiraiya-sama.

Sasuke escucho brevemente y aunque no le gustaba, sabía cuando era mejor retirarse. Aunque… su Naruto estaba sufriendo con toda su alma, arrojándose a las fauces del dolor.

Jamás sanará, pensó el Uchiha, sintiendo pena tanto por Naruto como por Sakura.

- Alto. – todos miraron entonces al hombre más calmado.

Itachi miraba a O-ren sin despegar la vista. La sensación de estar en la calma antes de la tormenta era palpable.

Era como ver a dos depredadores a punto de saltar uno sobre el otro, hasta que el Hokage decreto:

- Si has terminado tus asuntos, retírate, O-ren-sama.

- ¡Nani! ¡Iie! ¡Pero Sakura-¡ - grito el rubio, quien era retenido por Killer B.

- ¡Basta, Naruto! No podemos hacer nada por ahora – dijo el de Kumo, tratando de controlar a su hijo.

El rubio sólo se calmo brevemente al ver como Itachi pasaba a su lado, caminando hacia la bruja quien no se había movido más. En un punto muy cercano a ella, el viento dejo de revolotear y la lluvia paro lentamente. Sólo hasta que el silencio regreso, su voz de barítono dijo:

- Cada quien sabe lo que hace, sabe el porqué lo hace, cómo lo hace y también sabe lo que puede perder haciéndolo. Espero que hayas obtenido lo que buscabas. Aunque espero más allá, que no te arrepientas de tu resultado.

Itachi expreso suavemente viendo a O-ren. Al estar la mayoría lejos, Itachi dudaba que cualquiera viera ese atisbo de soledad que atormento los ojos dorados.

Ella respondió igualmente en un tono serio:

- Tengo muy claro que es lo que no quiero que se repita de nuevo en mi vida. Costo años aprender que no merezco menos de lo que brindo. También lo aprenderás, hijo de fuego.

Cuando termino de hablar, dio un paso al portal, antes de girar la cabeza hacia Naruto.

Este lloraba acongojado gruñendo mostrando los caninos, y aunque ya no había resentimiento ni enojo en esa mirada, O-ren mostro una expresión maternal inusitada.

- Que rara etapa de mi vida. Un día no me importa nada, y al otro, duele ver a un niño llorar.

- Obasan – berreaba Naruto inconsolable a lo que ella sólo sonrío con tristeza:

- Me entenderás cuando te duela el alma como a mí, querido kitsune.

Su voz tan amorosa sonaba al borde del abandono a pesar de la sonrisa afligida que asomaba por sus labios rojizos provocando un gemido de parte de Naruto.

- ¡Llévame contigo!

La misteriosa pelirroja se enderezó altivamente ignorando el desgarrador grito de su nieto y cruzó su portal cerrándose inmediatamente tras ella.

Y con ella, la tormenta de su ausencia.


Trueno y relámpago.

Un grito aterrador resuena en la cima, un grito que parece infinito lleno de dolor y miedo.

No es hasta que siente los brazos de su Otousan, enormes pero gentiles, que Naruto se da cuenta de que es él quien está gritando terroríficamente.

Con cada grito suyo, es gratificado por un susurro de su padre, quien lo aprieta más contra su pecho, colocando su cabeza en su cuello en un desesperado intento de calmarlo. Envuelto en su calor, nada hace por calmar el lago congelado en el que está volviéndose su corazón.

Naruto siente que lo ha perdido todo.


Casa Namikaze

- ¡Ojos rojos! – exclama enojado Killer B.

Esa misma noche más tarde con un muy desmayado Naruto siendo resguardado por Sasuke, Itachi mira a su casi suegro con indiferencia.

Asintiendo, espera lo que tenga que decir el hombre quien se acerca señalándolo con el grueso dedo acusatoriamente:

- ¿Qué fue eso? Pensé que darías guerra, chico. No se suponía que actuarías como un… como un… - Killer B jamás fue bueno con las palabras.

- B-san – inició Itachi calmadamente – Como Hokage, debo pensar primero en la seguridad de la Aldea.

- Eso no es a lo que me refiero, muchacho – grita en susurros el otro.

- Es justo eso B-san. La amenaza que representa O-ren no debe ser tomada a la ligera. La falta de información sobre sus usos y costumbres fueron determinantes para nuestro encuentro.

B frunce el ceño con molestia a punto de replicar cuando Itachi le recuerda:

- Siendo que no hubo una competencia real contra ella, de ninguna índole, no había forma de salir ilesos de ahí. Ni que decir sobre una posible venganza de parte de ella en caso de mayores conflictos y considerando que ha podido espiarnos continuamente sin levantar sospechas, sabe dónde y cuándo golpear en caso de ser necesario a su punto de vista.

Con labios apretados y sienes a punto de explotar, B se traga sus palabras. Itachi básicamente le dijo que nadie era apto para pelear con ella. Ni siquiera B.

- Descansa, B-san. Fue una larga noche.

Sin más palabras, Itachi se despide dando media vuelta y transportándose a cierta parte del bosque.

Los demás habían quedado tan paranoicos y tensos del encuentro con la bruja que no podrían dormir. No esa noche. O la siguiente. O siquiera la semana completa.

A diferencia de Kakashi y Jiraiya, Yamato y Sai habían emprendido una revisión completa a las fronteras de la aldea; pero los dos mayores habían dicho lo que era lo más lógico.

La bruja ya no rondaba cerca.

Según ellos.

El bosque le dio la bienvenida con las corníferas espesas y arbustos esponjosos.

Le dolía cada paso que daba, pero todavía tenía algo que hacer. Lo había prometido.

Horas atrás en el cementerio central, había escuchado a un bakeneko de pelaje oscuro.

Ojalá no lo hubiera hecho, piensa en un momento; al otro, reflexiona que era la única manera.

"Haz un trato con la anciana", dijo aquel minino.

"… ¿Qué tipo de trato?", pregunto con cautela.

Las fragancias del bosque húmedo le devolvían otro tipo de recuerdos al Uchiha: risas, una espada sangrienta, cuentos con vetas esmeraldas, hadas traviesas, gnomos asustadizos, manos delicadas y finas tocando su cara.

Sueños de una maravillosa cabeza rosada.

"¿Cuánto amas a la seikō, muchacho?", los ojos morados de Bastet se agrandaban con cada palabra.

"… ¿Qué es lo que desea O-ren de mí?", adivino Itachi apretando los labios sutilmente.

Pasando el sendero lleno de arcos floridos con palo rosa y lirios rojos, observa su destino frente a sus ojos.

"Como siempre, muy inteligente, muchacho", contesto complacido el bakeneko.

La luz de la luna brillaba hermosamente sobre la cabaña recién construida. Una pieza arquitectónica de ensueño para cualquier amante de la naturaleza.

Los acabados eran nobles y finos; su camino de entrada empedrado firmemente con un pequeño riachuelo sobre un puentesito en el jardín lleno de flores rosadas. Parecía mítico. Precioso.

Nuestro regalo de bodas, recuerda. Era el regalo que le daría a la dueña de aquellos ojos verdes que atormentaban sus sueños.

Parándose frente a la cerca principal adornada con la figura de dragones metálicos, admira la obra finalizada.

Respira profundamente llevándose a los pulmones la fragancia de los cerezos que no han marchitado, así como de la tierra húmeda. A pesar de la comodidad del lugar, el corazón de Itachi se siente pesado.

Minutos después, una silenciosa presencia se acomoda a su lado y parece admirarla también.

Cuando transcurren unos segundos de silencio, la otra voz elogia la contemporánea mansión:

- A ella le gustaría.

El Uchiha responde monótonamente:

- Lo dudo. Deseaba un río sangriento lleno de peces hikaru.

Un resoplido divertido contesta:

- Ninfu jamás se conformaría con menos.

El silencio pesa entre ellos mientras siguen observando a las aves cantoras que se bañan en el estanque debajo del hermoso árbol de sakura.

Los recuerdos de esa misma noche más temprano llegan al pelinegro sin dejar de ver aquella puerta que sería su casa. Bastet lo había conducido del cementerio a un lugar más familiar.

Sintió una punzada de nerviosismo que no dejo ver, cuando el bakeneko lo dirigió hacia la casa Namikaze. Siendo la casa más alejada en las orillas del bosque, no había vida o testigos en las cercanías.

Sin embargo, se podía sentir una vibra pesada con cada paso por el pequeño camino empedrado del camino principal a la casa. Bastet había desaparecido lentamente a la vez que la puerta se abría lentamente con un crujido estruendoso.

La oscuridad impregnaba la casa. Fue el llegar a la cocina y tener vista a la sala que la vio por primera vez.

Una figura alargada y femenina se alzaba a la luz de la luna; una que estaba de espaldas a él, viendo en las repisas, las fotos y reliquias que los chicos habían guardado a través de los años.

No hubo una frase de bienvenida. No hubo más que el tenso silencio de parte de ambos.

Eso, hasta que ella se giró. Itachi no dudo que era una mujer que por su sola belleza exterior era capaz de hechizar a hombres de frágiles corazones a primera vista.

A pesar de estar vestida con ropas campesinas de largas faldas y blusas holgadas, era su alta figura la que podría ser relatada como gitana. Su cabello rojo estaba trenzado tal cual lo hacía Sakura al conocerla, rico y espeso, así como una piel blanca que estaba manchada de tatuajes y cicatrices en los brazos; su rostro era de delicados rasgos, con pómulos altos y labios delgados pero llamativos. Aunque lo más llamativo de toda ella, eran los ojos. Dorados y amielados, como si algo brillará dentro de ella.

Y, aun así, había algo predeterminado que la señalaba como una persona peligrosa.

Una que lo miraba con un resplandor pretencioso.

El silencio había atormentado la reunión tan incómoda.

Inclinando su cabeza, Itachi sólo podía imaginar lo que ella quería. Él se había detenido entre las sombras de la estancia, por lo que estaba seguro de que ella no podía verlo correctamente. Así que los minutos pasaron, pero el Uchiha no era sino paciente.

Ella había pedido su presencia, así que ella tendría que dar sus razones.

Un resoplido salió de los labios pintados suavemente de rojo:

- De haber sabido que te volverías una amenaza, no habrían sido canciones de cuna lo que te hubiera cantado cuando eras una cría.

La irritabilidad y el desdén irradiaban de la voz rasposa. Una voz, irónicamente, acorde a la mujer enigmática frente a él.

Itachi no respondió. No era necesario responder a la grosería.

Así que ella alzo su barbilla en un gesto arrogante y continúo:

- Aunque supongo que debo de agradecer que seas tú, y no cualquier otro idiota.

La mujer elevo una ceja y se dio la vuelta, continuando su inspección sobre los libreros de sus nietos.

- He de pensar que sabes quién soy, pero más allá de eso, debes de saber qué quiero.

- Asesinar a todo aquel que ose hablar con tu familia, especialmente con Naruto y Sakura.

La voz calmada de Itachi resonó en la estancia, sin expresión o emoción. Sólo delatando un hecho.

Algo que hizo sonreír a la bruja, quien lo miro por un segundo con sorna antes de continuar su lento caminar por la sala.

- ¿Asesinar? No, sangre fría, asesinar sería fácil. Degollarte mientras sueñas como mi vengativa ninfu te estrangula sería demasiado sencillo. No.

La bruja detiene su andar y gira su cabeza, estrechando sus ojos hacia el Uchiha mientras baja más la voz. El viento afuera arrecía contra el cancel cerrado del patio.

- Quiero que sufras más allá de lo que podrías imaginar. Quiero descarnar tus vertebras y destrozar tu médula espinal para poder cercenar tu cabeza, adecuadamente, para dejarte vivo y anclado en la pared cual trofeo de caza. Así cada vez que veas lo hermosamente destructiva que es mi niña, llores por dentro al ver que ella no recordará ni un segundo de ti.

Ahhh, es casi refrescante, piensa Itachi.

Es casi como si escuchará hablar a Sakura en sus mejores días.

La brisa se detiene y aquel denso ambiente se relaja cuando la bruja regresa al librero. Entonces Itachi pregunta lo que lo ha carcomido por tanto tiempo:

- ¿Porqué te molesta tanto que Sakura no sea como tú?

La mujer detiene su mano casi al tocar la foto donde se ve a un rubio alto lleno de lodo salir de un pantano, y a su lado un pelinegro serio en forma de Sasuke, en las mismas condiciones que parece decir "te lo dije" mientras mira de forma plana al sonriente Naruto.

Ese día, Sakura los obligo a bañarse a ambos en el patio. "No entrarán y mancharán mi piso", había dicho ella sin inmutarse al verlos desnudos a ambos mientras los mojaba a manguera completa.

Itachi evitó por poco la sonrisa ante el recuerdo. La bruja a pesar de estar de espaldas, tenía sus mañas para saber lo que él hacía.

- Dime, hijo de fuego – comenzó demasiado melosa ella – si supieras que ciertos caminos conllevan a la muerte, ¿no impedirías que tus seres queridos caminaran a través de ellos?

- Todos los caminos conllevan a la muerte, O-ren-sama. – responde sin moverse – Unos sólo son más peligrosos que otros. Es uno mismo el que define el peligro y si será capaz de soportarlo.

- Y si ese camino, por más peligroso que sea, es elegido sólo por ser el más hermoso a primera vista. ¿Cómo serías capaz de evitar la muerte más lastimosa posible?

Frunciendo el ceño internamente, el Uchiha instiga:

- Entonces, ¿odias el camino que tomo tu nieta por ser aparentemente la razón de una muerte probable? U ¿odias más el hecho de que lo eligió junto a mí?

El pelinegro adivino acertadamente al ver la mandíbula femenina apretarse ligeramente.

Aunque eso no fue nada nuevo para el Hokage. Él mismo ya había predicho esto hace bastante tiempo y se lo hizo saber a la abuela:

- ¿De qué sirven las alas que le diste si deseas arrebatarle el coraje para volar?

La ironía en el tono de Itachi parecía burlarse de O-ren, quien entrecerró los ojos y miraba asesinamente al pelinegro.

A diferencia de su novia, la bruja abuela parecía no poder contener la emoción ante un prácticamente desconocido. Eso, o las feroces palabras dieron en el clavo.

Entonces, inesperadamente, la mujer sonrió sádicamente sin mostrar los dientes:

- Como dije. No un idiota cualquiera.

Era evidente que la bruja odiaba a Itachi, lo decía cada poro de su piel, cada gesto arrogante y deleznable; y el Uchiha sólo podía recordar algo que le había dicho su propia madre, días antes del ataque de Uchiha Obito a Sakura.

A O-ren no le gustaban los shinobi, detestaba a todo aquel que tomará la vida de otros por motivos superficiales, según ella; pero si había algo que podía respetar, era la inteligencia. Si mostrabas una mente audaz, no importaba de que aldea o clan fueras, ella mostraría interés y te dejaría vivir

- Si tanto deseas recuperar a Sakura, ¿qué haces perdiendo el tiempo hablando con un terrenal inútil a tus ojos?

Ladeando la cabeza y un chasquido después, ella apretó sus labios, una, dos veces y posterior, cerró los ojos en un gesto cansado. Parecía… resignada. Levanto la cabeza, como reafirmando algo interno.

Pero Itachi sabia que esta mujer era una maga de los gestos. No podía ni debía confiar en absolutamente nada de ella.

- Porque, por mucho que aborrezca admitirlo, - dijo ella sentándose en el sofá, estirando sus brazos cómodamente – Ciertamente eres la mejor opción. Tú y tu raza.

- Y dicho eso debe comenzar el trato – maulló Bastet apareciendo de la nada para sentarse en la mesa del centro, luciendo como un intermediario entre ambos.

Así comenzó la extraordinaria conversación entre ambos con confesiones irreales.

"Habrá una guerra", dijo la bruja, después de que Bastet hubiera propuesto el trato.

"La detuvo tu nieta", respondió el Uchiha excesivamente cauteloso sin activar el Sharingan por más que quisiera.

"Iie. Sólo la postergo."

Itachi sospecho al escuchar aquello, especialmente con una confianza desmedida. O-ren era más un ser del bosque que un ser humano, dictamino el pelinegro.

Ella de movía de una forma antinatural que a la vez era propia de un espíritu antiguo.

Al instante, supo que sería imposible evaluar su nivel de poder.

"¿Cómo sé que dices la verdad?"

La bruja entonces sonrió tristemente ante un recuerdo.

"Porque yo aun sigo viva"

El Uchiha no entendía, no hasta que O-ren le conto un secreto:

"Byakko-sama es mi dios guía. Él, así como Seiryu-sama lo hizo con ninfu, me mostro mi muerte al tomarme como cierva. Moriré en la guerra. Sino en esta, en la que sigue. Ninfu será mi sucesora".

La confesión tan fácil, asombro y confundió a Itachi. ¿Por qué le diría esto?

"¿Qué pasará cuando mi niña despierte? ¿Crees que mi pequeña guerrera aceptará de la noche a la mañana que tiene veinte otoños y vivirá entre los sangre fría fácilmente, cuando ninguno de ustedes sabe a bien como usa ella su poder?".

Y ahí entendió el pelinegro.

Konohagakure no podía ayudar a Sakura; no con ese pensamiento. No cuando Sakura estaría acostumbrada a su antigua vida.

Muchos minutos transcurrieron en silencio. La bruja se quedó quieta, esperando la respuesta del Hokage, hasta que, con dolor en su corazón y lógica en la mente, pregunto: "¿A cambio de que?"

Ella sonrió todavía más triste. "Kitsune".

El trato había sido entre ellos, horas antes de que Sakura despertase, acordando que Itachi protegería con uñas y dientes a Naruto; aun si este decidía irse de Konoha; siempre y cuando Sakura se fuera con la bruja para reaprender sobre el arte ninshu y prepararse para la guerra futura.

Era la mejor solución para la estabilidad mental atrofiada que tendría la confundida pelirosa al despertar.

"Él peleará por estar cerca de la hermana, pero no puede. Necesita quedarse en la seguridad de tu aldea; además sólo entorpecería el reaprendizaje de ninfu", detallo la mujer.

"Naruto podría morir de tristeza", discutió Itachi.

"Puede, pero no lo hará. Al contrario, debes exigirle control natural de su poder", contestaba la bruja. "La guerra que se asoma esta al menos a una década. Pero incluso yo en mis sabios años, puedo advertirlo, sangre fría" – la mirada intensa sobre Itachi lo tenso – "Ni siquiera yo tengo certeza de quien ganara esta vez"

"¿Por qué sería eso?"

Un brillo sin igual por la sed de sangre y violencia nació en esos ojos dorados letales.

Estaba ansiosa por pelear como nunca.

"Porque no serán humanos, ni ser vivo alguno que haya pisado en esta tierra, los que la inicien"

O-ren había explicado que Naruto ya había alcanzado su potencial; estaba listo para cualquier obstáculo en su vida, pero estar quieto no haría nada bueno por él; debía continuar con su entrenamiento. Por cada palabra, Itachi se percató que ella era buena escondiendo sus emociones.

Pero él era un Uchiha. Cada vez que mencionaba que Naruto se quedaría en Konoha por seguridad, la bruja tenía tics en la mano derecha; una esquina de su labio superior se hundía y se saltaba un latido visible en su cuello.

A diferencia de lo que pareció en su encuentro más tarde junto a los demás, la bruja realmente amaba a Naruto.

Le dolía no volver a tenerlo, pero estaba claro que entendía completamente que estaba mejor dentro de su mundo ninja. Le dolía y lo amaba tanto como para perderlo.

El hecho de hacer esta separación de hermanos dolorosa, era precisamente porque Sakura requería tiempo de calma y concentración. Cosa que Naruto no ofrecería.

Itachi no estaba de acuerdo, pero fue el escuchar "Ninfu regresará" que él perdió toda lógica. Prefería su bienestar, aunque eso costará corazones rotos.

El desagradable encuentro había sido para planear el resultado que todos habían visto después, pero eso no significaba que Itachi dejará ir tan fácil a la bruja. Aun admirando la casa, él pregunto:

- ¿Cómo esta ella? – pregunta sin emoción el Hokage.

- A diferencia de kitsune, ella no ha terminado de procesar todo a su alrededor.

- Me imagino.

La brisa calma llenaba de serenidad y luciérnagas el bello sendero de la casa.

- Prepararé a ninfu. Tiene más descontrol del que supuse. Es un peligro para si misma. Recomiendo que también hagas lo mismo con tus matahombres, sangre fría – O-ren suspira cansada – Ver a su hermano causo desastres en su psique.

- ¿Por qué no lo haría? Ella lo ama.

- ¿Y tú no a ella?

El recordar ver esos ojos verdes mirarlo con total desconocimiento como un extraño, habían estrujado dolorosamente el pecho de Itachi; pero el ver como ella se veía a si misma como un demonio malvado, capaz de la peor de las maldiciones, había roto el corazón de Itachi.

Escondida, muy recóndita y dormida en su mente, la Sakura madura aun existía. La guerrera, la dominante, la fuerte fémina que poco le importaba lo que pensarán los demás. A plena vista, era una preadolescente confundida con mucho miedo de hacer daño.

Sus brazos dolían por abrazarla y acurrucarla junto a él; sin embargo, ella no entendería. Sakura no lo recordaba y menos sentía aprecio por él. Ni siquiera se había despedido de él. Un recuerdo doloroso que mantendrá en vela a Itachi por meses.

A menos que una ligera atracción, ella necesitaba enforcarse en recuperar su mente primero. Y aunque doliera, aceptaba que eso no lo lograría en Konoha. No con los shinobi.

Ni siquiera Naruto sabía muchas veces como Sakura actuaba.

Si Sakura podía volver a recuperar sus recuerdos, volvería a él. Lo sabía, lo presentía. O tal vez era su necesidad obsesiva de tenerla junto a él, lo que le daba esperanzas.

Había entendido lo que la bruja le había dicho. Tenerla cerca podría ocasionar la muerte prematura de la joven, algo que había pasado por la mente de Itachi en innumerables ocasiones; aunque, así como se lo dijo a O-ren, el destino de Sakura está en sus propias manos. Si ella decide volver a él, luchará con ella codo a codo.

- … ¿Ella estará bien? – la pregunta indiferente del Hokage ocasiono que una ceja roja se elevará de la mujer a su lado.

La bruja no respondió, simplemente dio media vuelta y comenzó su salida. Itachi la miro con ojos entrecerrados hasta que ella se giró con astucia:

- Por cierto. Ya sabes cuanto odio que ella haya elegido a alguien como tú.

- Para no tener corazón, tienes muchas quejas sentimentales, O-ren-sama.

Una esquina de sus labios se elevó con sátira.

- Pero prefiero que seas tú, a cualquier otro. Al menos tú eres más difícil de matar entre los hombres.

- Algo que te fastidia de verdad.

- Así es – dijo sinvergüenza la mujer – pero algo que no te dijo el gato, es que es ella quien decidirá al final.

Itachi entendía. Si Sakura recuperaba sus recuerdos podía o no regresar a Konoha.

Eso dependía totalmente de ella. La bruja siguió:

- Es posible que no sea la última vez que nos vemos, hijo de fuego.

- Por desgracia, soy consciente, O-ren-sama.

- No te veas tan contento, muchacho. – dice con sarcasmo - Por tanto, de aquí a que nuestras almas vuelvan a coincidir, te pediré algo.

Molesto, Itachi encendió su Sharingan en consecuencia; en cambio, la bruja rio graciosamente. Negando con la cabeza, ella lo mira con letalidad. Increíble como podía cambiar de emoción de un segundo al otro.

Igual que aquella pelirosa hermosa.

Con una última mirada llena de desdén y malicia, O-ren continua su camino mientras un laberinto de fuego se eleva sobre ella.

La frase quema de brujas jamás se había sentido tan inútil.

La voz de la mujer resuena en murmullos apagados mientras se desvanece, pero Itachi escucha perfectamente y abre los ojos, estupefacto:

- Por muy amorosa que sea, no permitas que tu cariñosa madre malcríe a mis futuros bisnietos.


Un verano más.

Un paso a la vez.

Era la frase de cada día.

Caminaba fingiendo la sonrisa, enderezando los hombros como si realmente estuviera orgulloso y hablaba con una falsa emoción alegre.

La fachada servía mucho ante los amables transeúntes de la mañana, cuando salía a correr muy temprano y en el mercado al recoger sus alimentos.

Pero era el llegar a casa, que había aprendido que podía ser su lugar más seguro.

No afuera en la calle, con personas que lo miraban como si de un héroe se tratará. No en los restaurantes donde le pedían una foto o un autógrafo.

En casa, podía quitarse la máscara alegre y dejar salir la asolada tristeza mezclada con resignación que ahogaba su corazón.

Especialmente, porque en casa, antes de que los recuerdos los embriagaran con las fotos que aun impregnaban las paredes, una voz le diría:

- Okaerinasai.

El más que familiar cabello negro azulado se movería de su típica lectura del sofá, donde tenía innumerables informes y se levantaría para acercarse grácilmente a él.

A pesar de que cuando se conocieron, eran de la misma altura, ahora el rubio lo sobrepasaba por unos buenos diez centímetros; así que esperaba a que el pelinegro se acercase; sería cuando lo abrazaría y cargaría sosteniéndolo contra la puerta.

Lo besaría fieramente, buscando en su exquisita boca el elixir de la felicidad, hasta que el comprensivo shinobi ralentizaría los besos a un modo más tierno y menos entusiasta. Justo lo que hacía suspirar a su desesperado compañero.

El rubio lo bajaría lentamente, tocando a conciencia el cuerpo de su amante mientras tanto.

Tiene la seguridad de que no habría logrado superar los meses anteriores de no ser por el guapo macho que lo ha aceptado como pareja, tanto incluso como para irse a vivir con él y ganarse el repudio de gran parte de su familia.

A veces, piensa en ello como el haber ganado un amor después de haber perdido a otro.

Otras veces, piensa que no merece ningún amor.

Algunas tantas, siente resentimiento contra aquella que lo abandono.

Y muy rara vez, cree volver a sentirse completamente feliz porque le hace falta una parte de su corazón.

Pero su creencia más fuerte, es que no volverá a perder a quien ama, por ello se aferra tanto a Sasuke, quien lo mira como si fuera su mundo.

A cambio, Naruto lo trata como si fuera su universo entero.


Un invierno más.

Con toda la reestructuración completamente finalizada, el primer festival de luces da brillo a las noches cálidas dentro de la Aldea escondida entre las Hojas.

En un sentido lleno de estupor, él mira desde su balcón la ambrosía vuelta fiesta en las calles de su pueblo natal.

Aldea ya no podría ser una palabra correcta.

Ciudad sería más adecuado.

Durante casi dos años, aprovecho el favoritismo de su señor Daimyo hacia la Tierra del Fuego y la cosecha de tantas reuniones, presupuestos, disputas y disposiciones tecnológicas habían dado buenos frutos.

Konohagakure ya no se veía como un pueblo muy grande y pintoresco. Ahora era una metrópoli avanzada, con plazas comerciales y de áreas verdes de exquisita decoración. Dos academias más y otro hospital se habían abierto en los últimos ocho meses, el comercio exterior había refinanciado los túneles subterráneos donde alguna vez, un genio loco llamado Orochimaru había experimentado con niños indefensos, y se había transformado en un tren subterráneo que rodeaba la ciudad sustentada por los jutsus de energía eólica e hidráulica.

Y a través de los tratados con otros pueblos, Konoha era conocida por su diversa gama de precios y costos, volviéndose cada vez más comercial, aunque también exclusiva – militarmente - hablando.

Así que, como parte de la recompensa, fue su mano derecha en el consejo shinobi, Hatake Kakashi, quien le había mencionado realizar un festival. Uno para agradecer al pueblo por su paciente espera.

Y así se hizo.

- Felicidades, Hokage-sama. Puedo decir con toda honestidad que ha superado con creces las expectativas de nuestro señor.

A su lado, Sherin-san sonreía graciosa, cubriéndose los labios elegantemente al ver a los mimos hacer travesuras a los niños en el parque central.

La mirada que se suponía inocente no fue nueva para Itachi, quién por protocolo, debía escoltar a la princesa, hija de dieciocho años del Daimyo de Fuego, toda la noche.

Había sido un conflicto interno decidir si escoltarla él mismo o delegarle la responsabilidad a alguien más, alegando a que estaría ocupado con las responsabilidades de seguridad nacional.

Sin embargo, haber parafraseado aquello pudiera incurrir en ofender no sólo a la princesa sino al propio Daimyo. Un señor feudal que deseaba fervientemente una relación estrecha con el Hokage, especialmente ahora que su economía podía considerarse prácticamente autónoma de la visión del feudal.

Itachi entendía que el Daimyo se sentía presionado o inclusive preocupado de que Konoha decidiera en algún momento separarse del resto de la Tierra de Fuego. Y aunque era una vana preocupación, entendía por ello que aquel señor enviará a su hija para "supervisar" el primer festival de luces.

Sabiendo eso, ni quería ofender a nadie, ni deseaba el resentimiento de su señor contra Konoha, por ello a la final, decidió escoltar a la delicada joven, quien desde su llegada se notaba que no tenía altas expectativas.

Siendo una dama que jamás había salido de casa, pensando que todo afuera del palacio de su padre eran pueblos llenos de gente sucia, el haber llegado a una ciudad completa como lo era Konohagakure, había abierto sus ojos azules magníficamente. Pero fue el ver a Uchiha Itachi, lo que hizo que Sherin-san se sonrojará y agachará la cabeza avergonzada por ver a un hombre tan guapo.

A partir de entonces, tres semanas antes, Itachi no había dicho ni mencionado queja alguna de que la princesa lo siguiera a todas partes, aunque eso sólo incluyera su oficina y la mansión Uchiha donde Shisui la había hospedado amablemente durante toda su estancia.

La joven de diecisiete estaba decidida a cumplir con la petición de su padre, especialmente al ver el guapo candidato a esposo.

Todos los cercanos al Hokage lo veían con algo parecido a la pena, por tener que soportar la voz quejumbrosa de la noble que no sabía siquiera pronunciar las palabras por favor y gracias.

Trataba a todos como súbitos inútiles cuando Itachi no estaba presente, y se consideraba tan hermosa que cada noche, le saltaba una pequeña vena asesina a la jefa de servicio en Uchiha, cuando pedía 60 litros de leche para darse un ligero baño.

Claro. No se esperaría menos de una princesa mimada, pero había algo que incluso al duro Ibiki Morino le incomodaba.

El toque algo duro en el antebrazo de Itachi lo trajo de vuelta a su presente. Agachando la cabeza, observa a Sherin-san, quién sonrojada, trataba de ocultar su furia, un vano intento de fingir pureza:

- Me temo que mi compañía no es lo suficientemente interesante para mi señor, Hokage-sama. Tan aburrida es mi conversación, que su mente estaba vagando hace unos segundos.

Palabras pretenciosas destinadas a responder con halagos para no enfurecerla más. Aunque Itachi, era mucho mejor diplomático que ella.

- Cuando uno tiene a cargo la salud y seguridad de una población superior a diez mil almas, es difícil permitirse bajar la guardia por cuestiones vanales, mi señora. Una fortuna que Sherin-san no tenga tal responsabilidad en sus hombros.

La chica no entendió al inicio si era un cumplido o una ofensa. Y tardo tanto en procesarlo, que para cuando tuvo la certeza de que fue una grosería de parte de Itachi, al decirle que es una inútil, así como una cosita superficial, Sasuke, el hermano grotescamente guapo del Hokage, apareció a su lado haciendo una reverencia.

- Hokage-sama, requerimos su asistencia inmediatamente, mi señor.

Una rama de olivo, supo Itachi, quien asintió a su shinobi, el cual, con una señal de dos dedos, hizo aparecer a su escuadrón Anbu de dos ninjas.

Dirigiéndose a Sherin-san, Itachi la reverenció removiendo fácilmente su mano de su brazo:

- Me llaman al deber, por lo que ruego su comprensión. Estos caballeros podrán atender cualquier necesidad que requiera, mi señora.

Y sin más, Itachi se enderezó, y asintiendo hacia Sasuke ambos emprendieron una caminata tranquila a la Torre Hokage; ni una mirada más dedicada a la hermosa hija mimada de Daimyo, cuya cara se volvía roja con cada segundo.

Apretaba sus delicados puños y dando un pisotón inmaduro contra el amaderado piso del parque central, dejo salir un murmullo:

- ¡¿Cómo se atreve?! Ningún súbdito me ha tratado así. ¿Qué cree que soy? ¡¿Un perro al que puede abandonar?!

- ¿Y se dice princesa?

La voz que pregunto sin tono ni emoción provenía de uno de los shinobi que Sasuke había dejado fue quien había preguntado. Su máscara había ocultado su rostro, pero eso no impidió que Sheryn-san lo mirara como con rabia.

- ¿A qué te refieres con ello, shinobi? ¡Por supuesto que soy una princesa! ¡Trátame con respeto, y pide mi misericordia para no castigar tu grosería al hablarme tan informal!

- Es que no pareces una.

Sheryn-san abrió los ojos estupefacta, y le dedico una mirada al otro hombre esperando que este la defendiera, pero al ver que tampoco decía nada, la dama enfurecio, las ganas de humillar fueron altas.

- Hasta donde yo sé, soy la única princesa que ha pisado la tierra de Konohagakure, por lo que no tienes idea de cómo puede ser una.

- No eres como nuestra princesa – volvió a responder el shinobi.

Sheryn-san lo mira, esta vez, con detenimiento. Ha decidido castigar a este insolente frente al Hokage, y necesita recordar sus características; aunque no será difícil.

Con ese uniforme que deja al descubierto la mayor parte de su ombligo y torso, pantalones pegados y piel excesivamente pálida será fácilmente reconocible. El otro shinobi a su lado, más alto, es tan inmóvil como una estatua aunque parecer cercano al casi desnudo.

- Konohagakure no tiene princesa – se bufa la noble – que le digan a Senju-san, hime, no significa que sea una noble de sangre real. Eso se lo inventaron ustedes.

El shinobi ladea un milímetro la cabeza:

- Tsunade-sama es una hime, claro está. Pero no me refiero a ella. Y por lo visto, las princesas de tu clase no tienen oportunidad contra las princesas de Konohagakure.

Sheryn-san deforma su cara, sin saber a lo que se refiere el shinobi y antes de que pueda preguntar, el ninja continúa:

- No eres una princesa de guerra, ni de sangre. Nosotros tenemos la nuestra; una hecha con carne de dioses y armas infernales, que no dudaría en descarnarse o atacar a los cielos por esta aldea. Por eso jamás le agradarás emocional ni sexualmente a Hokage-sama. Tiene gusto por las princesas de guerra que defienden su hogar.

Entonces los rumores eran ciertos. Incluso en su burbuja, Sheryn-san, había escuchado los rumores de una mujer cambiaformas que protegía a Konohagakure.

Pero…

- ¿Y dónde dices que esta ella?

También estaba el rumor de que ella había desaparecido, y considerando que Itachi había estado ausente de compañía femenina todo este tiempo, Sheryn-san estaba segura de que el rumor era una certeza.

- Esa princesa tuya, de la que tanto alardeas – dice ella acercándose seductoramente a Sai – los abandono.

El silencio impregno su compañía de tres, el aire meciendo las hojas, y la princesa feudal se dio palmaditas mentales al hombro, sabiéndose victoriosa. Sintiéndose superior, decidió que el castigo de ambos shinobi sería expulsarlos de la Aldea, en cuanto ella fuera la esposa de Itachi. Y cualquiera que se atreviera a hablarle como si fuera una idiota, como ese estúpido de Jiraiya, que la menosprecio hace poco, también tendría el mismo destino.

Pensaba en hacer "justicia" una vez que tomará el poder sobre la Aldea.

Eso hasta que algo se arrastro por su cintura llena de exquisita tela para el obi, oyendo como se rasgaba, a la vez que sentía ser jalada por su codo derecho bruscamente, el mismo sonido desgarrador hizo eco.

Los transeúntes veían con diversidad de miradas. Algunos con piel extranjera, veían asombrados lo que ocurría, mientras que otros, los locales y shinobi, veían de pie, sin impresionarse sobre lo que ocurría.

Sheryn-san quiso pedir ayudar, gritar y exaltar su desesperación, eso hasta que abrió la boca y algo rasposo le tapo la boca. Asustada, volteo como pudo la cabeza y quedo impactada al ver que dos árboles de hojas sangrientas, descendían sobre su cuerpo, con cabezas colgantes en sus ramas en forma de brazos, cuyo sonido era de gritos.

Las ramas eran bruscas con las ropas de la princesa, desgarrando y dejando sus manchas de sangre en las ricas telas, rompiéndolas y peleándose mínimamente entre ellos por el cuerpo de la femina.

Sólo hasta que la princesa dejo todo pensamiento afuera, con la mente en blanco, y suplicando a los cielos que la ayudarán, los árboles la dejaron en paz.

Atrofiada, con el pelo desordenado y empapada de un líquido rojo con olor frutal, la princesa quedo arrodillada en el suelo de madera del puente en el que había estado parada un minuto antes.

Los árboles se retrajeron regresando a plantarse en el lugar en el que habían estado; una vez quietos, incluso algunos ciudadanos valientes se les acercaron para acariciarlos y darles las gracias en voz baja.

Los foráneos murmuraban entre sí al no saber lo que paso; no, hasta que los shinobi se acercaron a la mujer tirada en el suelo, incapaz de procesar lo que había ocurrido, levantándola con cuidado, siendo cargada por el shinobi alto. Se dirigieron hacia la mansión Uchiha, con Sheryn-san en brazos cuya mente estaba perdida.

- Un-un-un á-ár-árbol, fue, fue, un-un-un á-ár-árbol…. -

Lo que no sabían los foráneos, es que los árboles Jirukko son extremadamente celosos con capacidad de una habilidad única. Al estar conectados íntimamente con la madre tierra, sabían la energía humana cambiaba, cuando alguien tenía malas intenciones con la aldea o la gente de ésta y tendían a castigarlos.

De esa manera, los árboles grotescamente cariñosos, eran queridos por los ciudadanos de Konoha, por proteger su hogar de aquellos que tenían pensamientos perjudiciales para ellos.

Una cualidad sobrenatural poderosa que mantenía segura a Konoha, cuando los shinobi no podrían.

Es por ello que, en su momento, cierta señorita de cabello color algodón, los había plantado aun en contra de las órdenes de su entonces Taicho.

Así era como, al encontrar a una nerviosa Sheryn-san esa misma noche, Sai le susurro un hecho fundamental al oído:

- Nuestra princesa no nos ha abandonado.


Un asombrado padre noto el deliberado cambio de su caprichosa hija, quien, no sólo ya no quería casarse, a diferencia de sus cartas tiempo atrás donde sonaba muy emocionada. Ahora de hecho, decía querer dejar en paz todo lo referente a los negocios de su padre dejando el tema en manos de los hombres; siempre negocios sin involucrar ningún tema matrimonial.

Se podría decir que básicamente le rogo no volver a tocar el tema y menos con la aldea escondida entre las hojas. Pero lo que más le sorprendió es que mando a deforestar cada árbol de su palacio con impecable supervisión.

Así fue como el Daimyo desistió a regañadientes de casar a su hija con el Hokage más productivo que conoció durante su reinado.


Dos otoños después.

- ¿Ves todo eso?

- ¿…Aquí quieres que te entierre?

Un golpe en la nuca resonó y un Auch resonó en la cima de la cordillera.

Naruto rio risueño mientras su Otousan lo tomaba por el cuello con el brazo y volvía a elevar su grueso dedo, señalando la parcela en la montaña rocosa.

- Eso cría – dijo Killer B sonriendo también – es tu destino.

El rubio volvió a ver la falda de la montaña, la cual, siendo parte de Kumogakure, era completamente rocosa, sin un gramo de pasto verde o un árbol a la vista.

De hecho, parecía ser un despeñadero, listo para cualquier turista desprevenido que buscara la muerte inconscientemente. A un lado, el mar agresivo golpeaba contra la piedra del arrecife tan duro que ni los cangrejos se atrevían a dormitar ahí.

- Bieeeeen – dice Naruto con el ceño fruncido, confundido – Me dices que esto es…

Lo interrumpe una ola particularmente ruidosa que golpea cerca del despeñadero.

- Eso – aprieta los hombros de Naruto con ambas manos – es la parcela que me dejo al anterior A-sama al adoptarme. Parcela que ahora es tuya.

Volteando a verlo con escepticismo, Naruto confirma de que B está totalmente sobrio. Todo lo que dice es cierto.

- Cuando niño, A-sama fue el único que me salvó. Lo hizo porque era el más fuerte de mi generación, pero me gusta pensar que, de alguna manera, vio algo más en mí.

La voz rasposa se vuelve nostálgica mientras B, con sus lentes puestos, parece perderse en los recuerdos.

- En ese entonces, Kumo no tenía grandes riquezas, la guerra nos azotaba, y aun así el viejo me dio algo. Me dio esto – señalo el peñasco – se lo había dado su padre. Un legado que ha pasado por generaciones, niño.

La sonrisa triste de B azota el corazón de Naruto, quien también le sonríe. B vuelve a mirar el rocoso lugar, lleno de aire salado y nubes plagadas de lluvia.

- Tal vez a los ojos de desconocidos, esto no es nada, ni mucho. Pero para mí era el mundo. Jamás me habían dado un regalo. No cuando todos me temían. A, mi hermano, era el único que no me alejaba, pero tampoco tenia tiempo. Ya sabes, cargos de kage y esas mierdas.

B salta a través de las rocas, siendo seguido de cerca por Naruto, mientras continúa hablando a través del mar bravo:

- Pero A-sama me dijo un secreto. No lo olvides: "Mientras la sangre lata fuerte en las venas" – B coloca un brazo en una piedra de la pared rocosa - "Hay vida que proteger, niño."

Con una inyección de Shizen enerugī, cual mecanismo elegantemente sincronizado, removió las rocas, retrayéndolas hacia adentro de la montaña una por una, se movían como piezas de rompecabezas y de a poco se observa el interior de la montaña.

Dentro hay un hermoso paisaje, un jardín que, aunque descuidado, luce florido, y lleno de diversidad de fauna; un piso empedrado señala el sendero a seguir, y al centro una casa sencilla pero enorme.

Un manantial muchos metros atrás desemboca en el mar.

Y Naruto entiende de inmediato lo que B le quiere dar.

- Esto… -

- Hai, cachorro – confirma B al ver a su embobado hijo – es mi herencia para ti.

- Pero no puedo aceptarlo Otousan, ¡es tuyo! ¡De Kumo! Iie, iie, no es correcto.

- En primer lugar, esto no es de Kumo – explica B caminando a la casa amaderada – a diferencia de las casas de seguridad Uchiha de Tierra Caliente, esto no es propiedad de mi hogar. Esto es de familia.

- … - Naruto frunció sus labios.

- En segundo lugar – suspira B con cansancio mirando a Naruto un segundo antes de evadir – Eres mi orgullo. Jamás podrás imaginarte lo que significa para un hombre, uno que no daba un centavo por la vida, volverse padre. Saber que existe una persona que te espera en casa cada vez con más ilusión. Ustedes me hicieron… - B se calla un minuto antes de continuar - …Tuve suerte, cachorro. Soy un maldito cabrón condenado suertudo. Nunca imaginé que le dejaría este lugar a nadie. Nunca estuvo en mis planes tener hijos. Y pensé que esta hermosura se perdería en los parajes del tiempo. ¿Pero ahora? Ahora es de ustedes, niño.

Así, con corazones enternecidos, ambos procedieron a limpiar el lugar compartiendo una tarde llena de recuerdos y experiencias.

Un refugio para seres amados.

Un lugar seguro para la familia.


Tercer invierno.

Besos feroces, manos rapaces, labios calientes.

Las sábanas blancas eran testigos del amor que se profesaban los cuerpos desnudos que se entrelazaban sobre de ellas; los toques sin censura, los dedos valientes, valles y profundidades al descubierto.

El cuerpo debajo de él gemía y suplicaba pidiendo que la hiciera suya de una vez; tanto tiempo habían esperado haciendo que ella moviera instintivamente sus caderas buscando persuadirlo con su celo femenino.

En cambio, él deseaba disfrutarla, provocarle placer en el más mínimo lugar, besando el punto dulce que separaba su cuello del hombro. Sentía enloquecer cuando escuchaba el gemido tartamudo de su amada suplicándole por más, por algo que ella misma no sabe, no cuando sigue siendo tan inocente.

Pura. Intocable.

Permaneció ajena al toque masculino mientras estuvieron separados, ¿pero ahora? Ahora es suya para tomar.

Fue ver como ella arrojaba lejos su ligero kimono tan sólo entrar por su ventana, sin importar la tormenta detrás suyo; y antes de que siquiera el aire tocara sus rosados pezones, él ya había cubierto su cuerpo con el suyo.

Se besaban restregándose la piel, y aquel suspiro para tomar aire, le deleitaba la nariz al saber que ella estaba lista.

Aun así, quería hacerla tocar otras dimensiones. Las estrellas no eran suficientes.

Bajo los labios por el valle de sus pechos, hasta tomar sensual posesión envolviendo en cálido aliento el pezón derecho, a lo que ella aulló apretando su mano sobre su cabellera. Un segundo después ella arqueo su espalda de manera provocativa cuando él presionó dos dedos sobre su abertura empapada.

Él le susurraba cosas vergonzosas, sobre su humedad, sobre su calor, sobre su estrechez cuando metió uno a uno los dedos llenándolos de celo femenino. Gozaba inmensamente cuando ella se mojaba más y más, o su cuerpo parecía ordeñar los dedos exquisitamente, debiendo sacarlos y meterlos con una habilidad casi religiosa. Descubrió que un pulgar presionando su capullo detonaba distintas sinfonías en ella.

Ella no podía hilar palabra alguna, aunque su cuerpo expresaba lo que deseaba; se arqueaba una y otra vez, con la respiración interrumpida, unas cuantas uñas rasgaron la espalda masculina, mientras que las otras inducían a su cabellera negra para que bebiera más de su pecho bruscamente. Perdía las palabras, pero las súplicas de sus muslos se veían reflejadas al cerrar las piernas sólo para encontrar que el cuerpo masculino impedía que se escondiera de él.

En un rápido movimiento, la lengua experta bajaba y succionaba gruesamente aquellos labios empapados, haciendo que ella gritará de inaudito placer.

En ese momento, los músculos de su delicioso centro se estremecían haciéndole ver a él que estaba cerca de su clímax.

Era entonces cuando sacaba los dedos así como la lengua de tajo, y ella abría los ojos para mirarlo confundida en su éxtasis.

Y él amaba ese momento. Cada vez.

Cuando ella no recordaba ni su propio nombre, pero sí podía articular el de él, con la lujuria que sólo una mujer necesitada y enamorada puede rogar a través del placer:

- Itachi…

Sus pechos brincaban junto a su agitada respiración, especialmente cuando llevaba los dedos llenos de su sabor a la boca de ella, y hambrienta, la criatura se saboreaba a si misma, sin dejar de mirarlo.

Sacaba la lengua y la movía sensualmente sobre sus dedos hasta dejarlos limpios. Él la besaría inmediatamente después; gruñendo al saber que hay más de donde vino esa ambrosía almendrada.

La lujuria seguiría latente, pero a fuego lento, hasta que haya logrado bajarle el ritmo cardíaco.

Y volvería a empezar todo de nuevo.

Nunca llegaban al éxtasis; no cuando él era el dueño de su cuerpo. Ella se sabía perdida en el momento en que pisaba la ventana, entregándose a los brazos fuertes con delirante frenesí.

Él no la hacía llegar porque de hacerlo, pensaba, no volvería a verla.

Ella siempre regresaba. A veces hablaban, cuando la lujuria no era celosa; se miraban fijamente por horas sin decir palabra, sino simplemente mirándose a los ojos, besándose de vez en cuando en los labios esponjosos.

Otras tantas, ella cantaría para él, nunca alejada más allá de dos metros. Parecía tan necesitada de su tacto como él.

Algunas más, ella le susurraba, pegadita a él, abrazados en el secretismo de la desnudez, sobre cuanto lo extraña; lo rara que se ha vuelto su vida sin él a su lado.

Y muy rara vez, era él quien le daba la espalda, enojado con ella, consigo mismo por no tener más de esto, enfadado por tener momentos robados. Ella besaría su espalda con infinito cariño y lo abrazaría fuertemente rodeando su pecho, inhalando su aroma.

- Aguanta un poco más, anata.

Susurraría ella provocando que Itachi abra los ojos en la oscuridad que rodea su habitación, sólo para encontrar silencio y soledad. Por eso no le daba la espalda.

Eran los sueños más cortos con Sakura.

Apenas tenía un par de meses con los que empezaban estos sueños; al inicio pensó que eran eróticas alucinaciones. Demasiado reales, vívidas. Podía recordar absolutamente todo, cosa que en un sueño normal no ocurría. Sin falta cada noche, había empezado a soñarla, y él sabía que era de su Sakura.

Tenía que ser ella. No podía ser que él alucinará por tanto dolor que sentía.

Tenía que ser ella, se trataba de convencerse a si mismo el resto del día.


Tres primaveras después.

Una niña de cabellos negros corría traviesamente en el pasto creciente. La risa malvada que la perseguía sólo hacía que la chiquilla se desesperara y corriera torpemente hasta que termino cayéndose.

- ¡Te tengo! – dijo el hombre que le perseguía haciéndole cosquillas al soplar en su pancita rechoncha.

- ¡Ña!¡Ñan! – reía la niña a todo pulmón.

Mikoto asomo la cabeza a su jardín y ofreció en voz alta:

- ¡Naruto! Deja en paz a mi linda Sarada-chan. La acabamos de bañar.

Con cosquillas extras, Naruto miro a su suegra con una sonrisa y contesto:

- ¡Ella comenzó!

La risa de la antigua matriarca fue interrumpida por un beso que recibió en la mejilla.

- Oh, Sasuke-kun. Querido, te he dicho que no me espantes – dijo tocándose el pecho – ya no estoy tan joven como para soportar un susto.

Con una leve sonrisa, el pelinegro de veintitrés años contesta:

- Sigues siendo tan joven, por dentro y por fuera. La mitad de las quinceañeras de la aldea quisieran verse tan hermosas como tú.

- Zalamero – le recrimina con una sonrisa astuta la matriarca.

Sasuke voltea a ver a su pareja, quien ignorando todo, ahora lleva de caballito a la bebé.

Sarada llego a sus vidas como una huérfana rescatada en el ataque a Konoha años atrás, un pequeño amor protegido por las enfermeras de la sala de pediatría del Hospital General.

Tan parecida como era al clan Uchiha, se dio una investigación por saber quienes habían sido los padres, pero jamás nadie la reclamó aunque paso la prueba de chakra con el fuego, dando a entender que en efecto era una Uchiha.

Mikoto, siendo ya una mujer con tiempo libre, había decidido adoptarla.

Nadie se quejó al respecto. Ni siquiera el exigente Fugaku, quien a veces entretenía a la menor.

Así una niña de poco más de tres años, se había convertido en la consentida de la mansión Uchiha; inteligente y curiosa, seguía tanto a Naruto que indudablemente éste terminó por ser el niñero oficial.

Para ese entonces, el rubio tenía una pérdida de seis meses en forma de hermana, y había caído en una espiral de depresión, cuya alegría había sido resucitada por aquella niña traviesa.

Una niña que sonreía al ver a todos sus parientes tan similares de cabellos y ojos negros, pero sonreía como un sol al ver llegar a su persona favorita. Un rubio que la mimaba a morir, cargándola y regalándole toda clase de juguetes, que aburrían a la niña en minutos.

Incluso Itachi con sus muy ajetreadas agendas, se daba el tiempo para jugar con la niña, como un tío amoroso cuya forma cariñosa de demostrarlo era paseando con ella en brazos, con unos cuantos escuadrones detrás quienes cuidaban que ni un pétalo tocarán su suave cabello de bebé.

Cuando cumplió su primer año, una algarabía avivó los corazones de la familia Uchiha; globos y peluches negros adornaron el cuarto de la pequeña. Una sublime sonrisa de bebé emocionada encandilo incluso a los más inadaptados sociales, como a un Jiraya, que no gustaba mucho de cambiar pañales.

Aun así, hubo cierta tensión en el aire aquella noche.

Algunos esperaban que apareciera cierto espíritu a entregar algún tipo de regalo. Tal vez una canción de cuna o un regalo místico.

La decepción envolvió el amanecer al saber que no habría magia para esta pequeña niña.

Aún así, ignorante del pesado corazón de sus familiares, Sarada era una inocente a la cual se le atendía hasta el mínimo capricho, incluso si este significaba que no quería separarse de Naruto quien la trataba como una cosita frágil y preciosa.

Odiaba verla llorar, y sólo fue hasta que Sasuke se lo impidió, pero por un tiempo pensó seriamente en envolver a Sarada en una burbuja de aire para que nada la tocará.

- Vamos a cenar. Dile a ese león que debe de dejar correr a la linda ovejita en paz – dijo Mikoto risueña a su hijo.

Asintiendo, Sasuke descendió los dos escalones hacia el jardín y camino hasta donde permanecían Naruto y Sarada. Alta fue su sorpresa cuando escucho un tartamudeo lindo de la pequeña quien con ojos grandes hacia el rubio decía:

- ¡Tata, tata! Pa,pa…. Pa,pa… ¡Papa! – Sasuke se sorprendió un segundo antes de dejar salir una sonrisa inconsciente.

Sin embargo, al ver la espalda de Naruto quien estaba agachado a la altura de Sarada, parecía temblar.

Asustado, Sasuke se acercó a Naruto rápidamente y se arrodillo para ver el rostro del rubio, quien estaba llorando estupefacto sin dejar de ver a la niña.

- Naruto – murmuro apresurado el pelinegro, sin entender lo que sucedía.

- ¡Papa! – volvió a decir Sarada emocionada, ajena al sufrimiento de Naruto.

En ese momento, Naruto se adelanto y tomo en brazos a la niña, abrazándola fuerte pero cuidadosamente.

Transcurrieron unos segundos, en los cuales Sasuke, desentraño que estaba ocurriendo.

Con ojos cerrados, Naruto parecía bailar con la niña en brazos, sin dejar de llorar; y ahí Sasuke comprendió.

El rubio alguna vez pensó que una parte de su familia muy importante se había perdido para siempre. Nunca creyó que podría volver a encontrar algo tan amado; especialmente algo que consideraba como un hijo. O hija.

Al saber que había una vida que creía en él y que dependía de él, Naruto comprendió que no habría nada que no haría por esos ojos negros que lo miraban con adoración.

Cuando Naruto escucho la palabra Otousan salir de los labios de esa bebé cuando intentaba desesperadamente dar todo este amor que él tenía atrofiado, él se congeló y la voz le tembló.

Al mirar los ojos llorosos de su amante, mucho rato después, Sasuke decidió unirse al tembloroso abrazo ocasionando otra oleada de sollozos de Naruto.

- Ahora entiendo. Ahora entiendo.

El murmullo de Naruto se extendió al cielo, rogando que cierta abuela lo escuchará. Pedirle perdón por como la trato la última vez que la vio.

En silencio por muchas noches impías después de eso, pidió perdón a sus padres biológicos, a B, y a… O-ren, porque nunca había sabido que era este tipo de amor que consume hasta las entrañas y a pesar de todo, aun podría dar más por una sonrisa de un hijo amado.

Al hablarlo con su Otousan, con B, éste le dio una sonrisa llena de lástima y orgullo. Orgullo por la madurez de Naruto, lástima porque ahora su corazón estará sacrificándose constantemente para hacer feliz a alguien más.

Pedía también una nueva oportunidad para poder ofrecer una disculpa a su abuela, a quien no había vuelto a ver desde ese día.

Si pudiera regresaría el tiempo y aceptaría las condiciones con calma. Pero el hubiera no existe.

Ojalá ella y la adorada hermana lo recuerden con el mejor de los cariños.


- ¡Mama! – grito emocionada Sarada alzando sus brazos a quien se acercaba.

Incluso Fugaku e Itachi, ocultaron sus sonrisas, al ver la cara estupefacta e idiota de un congelado Sasuke.


Tres veranos y un atardecer

- ¿Ya se durmió? – murmuro Sasuke con miedo.

Naruto lo callo de inmediato con una señal y asintió.

Ambos hombres suspiraron y cerraron los ojos dejándose caer por la pared del pasillo.

Sarada estaba en esa rebelde etapa en que no quería dormir a menos que le dieran chocolate después de la cena; cosa que Mikoto le había cumplido un millar de veces, pero era una tortura el nivel de azúcar en su sistema que Naruto y Sasuke debían combatir antes de que la niña quedará noqueada.

Por lo general, Sarada-chan era un ángel, siempre y cuando no hubiera azúcar involucrada.

Ambos se levantaron con la pereza de un par de padres primerizos y se dedicaron cada uno a su tarea.

A medida que la cocina de Sasuke estaba lista, Naruto estaba acomodando el desastre de shuriken y jutsus sellados en el patio de Namikaze, que dejo su pequeña traviesa.

Ambos decidieron tomar una copa de sake caliente antes de la cena; tal vez dos más, sólo para relajar los músculos sabiendo que, al día siguiente, Naruto no tenía entrenamiento con su equipo gennin y Sasuke no tenía misiones asignadas sino hasta la siguiente semana.

Un respiro para ambos caballeros.

Uno que les venía bien y decidieron con una mirada mutua, que a lo mejor una salida nocturna les vendría bien.

Cuarenta minutos después, Konohamaru llego con su sonrisa típica, afirmando que sería el mejor niñero del mundo.

Más que salir de fiesta, ambos habían decidido una copa o dos en el bar que había abierto Choji, encontrándose con varios amigos.

La noche transcurrió tranquila con un Kiba presumiendo novia nueva, y Sai asombrando a todos cuando Ino lo beso sin pudor al llegar.

Risas y diversión tranquilizaron a Naruto y Sasuke hasta que se dio por finalizada la noche, y a media noche, regresaron a casa.

Apenas habían dado un paso por el sendero a la casita modificada para dos pisos, cuando Sasuke sintió la tensión en el cuerpo de Naruto, que lo apretó más a su lado por los hombros.

El rubio frunció el ceño y olisqueó moviendo los bigotes, pero más que amenazado, Naruto parecía confundido.

Activando todo instinto shinobi, Sasuke se transformó en el cruel taicho Anbu, y movió a Naruto indicándole órdenes a través de las señales manuales.

Asintiendo, ambos entraron aprovechando las luces oscuras de la casa, para encontrar completamente dormido a Konohamaru con la televisión apagada, pero más allá de eso, era el silencio y la oscuridad demasiado pronunciada de escaleras arriba lo que provocaba temor.

Las luces para niños siempre estaban encendidas, y en aquella ocasión, estaban apagadas.

Moviéndose rápido, sabiendo que el tiempo era valioso, ambos se sumergieron en el silencio de la casa, hasta llegar a la puerta de su amada hija.

Con el corazón a mil, Sasuke puso la mano en la manija, una mirada al rubio, lo descubría con su puño levantado, listo a encender el Rasen Shuriken en cualquier momento. Un vistazo del enemigo y él partiría a la mitad tanto su alma como cuerpo.

Sharingan activado, Sasuke abrió lentamente la puerta, cual brisa que mueve la madera, para revelar la habitación floreada de la niña.

Ambos contuvieron el aliento por un segundo al inspeccionar cada centímetro cuadrado visible, sólo la puerta al balcón estaba abierta dejando entrar el aire fresco de la noche; contuvieron otro segundo más hasta escuchar el aliento de Sarada completamente tranquila y dormida.

Entraron impetuosos a la habitación, examinando por si mismos cualquier objeto mal colocado, algo que no estuviera en su lugar. Sasuke revisó cualquier rastro de chakra sólo para fruncir el entrecejo cuando noto algo en el aire. Estaba a punto de decirlo cuando escucho a Naruto susurrar:

- Teme.

Su pareja estaba inclinado sobre la cama de su hija, una cama cubierta por un velo para protegerla de los mosquitos, no porque Sarada era una princesa como decía ser.

Al acercarse, Naruto volteo a ver a Sasuke con una sonrisa; algo que no le cuadro a Sasuke cuando vio que también estaba comenzando a llorar.

El rubio se movió un poco para dejar ver a Sasuke que era lo que había visto para provocarle tal reacción, y fue cuando Sasuke abrió los ojos como pocas veces antes.

Miro a Naruto y a la cama nuevamente, una y otra vez.

Ahora entendía que era ese remanente de energía que vio.

- Sasuke, Sasuke.

Sabiendo que esto ponía muy sentimental a su amante, el pelinegro lo abrazo y el rubio se refugió en sus brazos. Una risa acuosa brotaba de Naruto, que no le molestaba hacer ruido para despertar a la niña.

Con un vistazo a la cómoda al lado de la cama, Sasuke sabía que la niña dormiría toda la noche. Incluso él dormiría así, cuando bebía leche con miel, como se ve el vaso vacío sobre la cómoda.

Vaso que no estaba ahí cuando se fueron.

Y ni que decir, sobre la pulsera casera que rodeaba la muñeca de Sarada; una pulsera hecha de ramitas de caoba, adornada con una esmeralda llena de ninshu brillante que evidenciaba quien se la había puesto.


Tres veranos y una luna.

Es curioso como pasa el tiempo.

Un día eres un joven shinobi y al siguiente, te duele la rodilla cuando va a llover.

Al menos eso pensaba Shisui, sobándose la pierna antes de levantarse a cerrar la ventana de su recámara.

Caminando aun adormilado, el joven patriarca trataba de atrapar la rebelde ventana para cerrarla completamente. Siendo que había sido un pesado día, especialmente con su esposa embarazada en el primer trimestre lleno de desmayos y nauseas continuas, la presión sobre su cuidado había crecido, sinceramente no había notado bien su entorno.

No hasta que pareció ver mal, y volvió a echar un vistazo sobre el piso de madera del balcón de su recámara.

Su corazón se detuvo un latido y fue suficiente para activar todo sensor shinobi.

Encendió el sharingan incluso antes de ser consciente de que lo había hecho y volteo la mirada a todas partes, revisando el resto de la madera.

Medio segundo después, giro su cuerpo hacia su propia cama donde Uruchi-chan debía seguir durmiendo tranquilamente.

Las huellas mojadas en la madera lo habían emocionado sin darse cuenta, pero nunca imaginó que realmente estaría al punto del llanto al ver a la figura alargada, recostada mirando el rostro de la linda mujer embarazada de casi veinte años.

Abrió la boca para decir el nombre prohibido, pero antes de eso, fue la figura quien con un sonido relajante llamado ronroneo lo perturbo:

- No seas ruidoso Seikō, nos vas a despertar a todos.

Una mezcla brillosa de precioso morado con verde aguamarina lo miro a los ojos con pereza, para volver a cerrarse y desaparecer en el momento.

Pero Shisui se sabía esos trucos; activo el Magenkyo Sharingan y pudo percibir la forma espiritual del felino saltando de la cama, desesperanzándose en una larga caravana y meciendo sus colas sincronizadamente para salir de la habitación.

Dando prisa a su paso, Shisui se movió detrás del bakeneko sólo para ver que se metía a su oficina; al entrar observo que, como si nunca se hubiera ido, el gato se recostó sobre su camita.

Shisui nunca la había movido. Sentía que él siempre regresaría.

Su incomparable amigo de travesuras.

- Sigues siendo caprichoso…. – susurro el pelinegro - … Príncipe.

Con una mirada felina de típico desprecio, el hermoso Bastet bostezo, dándole oportunidad a Shisui de ver su figura.

Ni gordo ni flaco, estilizado, bien alimentado y cuidado. Donde sea que estuvo todo este tiempo, estuvo a salvo, aunque se ve igual de ágil que antes. Aunque… se ve más viejo.

- ¿A qué debemos tu visita, Bastet-sama? – pregunta Shisui sin hacerse ilusiones.

Porque si Bastet está aquí, significaría que ella…

Pero no puede brincar de emoción. Si Bastet sólo vino a una visita social, no valdría la pena mencionarlo a su primo. No es que Bastet haya pasado alguna vez de visita.

- ¿Importa? Deberías estar más enfocado en servirme, seikō. Tsk. Las malas costumbres te han cegado. – dice el gato sin dedicarle otra mirada.

Inmutable al peligroso dojutsu Uchiha, Shisui sólo quiere suspirar aliviado y sonreír porque Bastet como siempre, le importa muy poco el poder humano.

- Mis disculpas, príncipe. Pero como viste, estoy ocupado ahora.

- ¿Lo dices por la criatura que huele a ti en el vientre de tu pareja? Hai, hai. Es una buena idea. – Bastet lo mira con astucia casi sonriendo – Un nuevo seikō para mí. Debes educarlo bien para mi delicado servicio. No aceptaré menos de lo que me das.

Agitado, Shisui entiende las palabras de Bastet. Pero necesita confirmación antes de informar.

- Mi señor, entonces, ¿tienes intención de dejarme a tu servicio?

El bakeneko mueve sus colas, acurrucándose en su mullida camita, en la ventana más grande de la habitación, sin perder de vista al pelinegro:

- ¿Qué te parece el resto de tu vida, seikō?

Con shunshin, Shisui toma a Bastet y al cargarlo le da vueltas, abrazándolo fuertemente.

- ¡Mi niño, Bastet-sama! – Shisui emocionado lo carga como un trapo a lo que Bastet se remueve con un gesto hosco queriendo alejarse.

- ¡Suéltame! ¡Me quieres matar! ¡Miauuuu, miaayuda!

- ¡Príncipe!

- ¡Miau! ¡Esto merece un castigo! ¡Infame!

- ¡No! ¡te extrañé demasiado!

- ¡Castigo, dije!

- Oh mi…, ¿Pero qué está pasando aquí?

La voz confundida de una fémina que enciende la luz de la oficina, llega a ambos, deteniéndolos en el acto.

Uruchi, la joven esposa y amante compañera del patriarca, era una joven delgada, cuyas curvas sutiles se ensancharían con el paso del tiempo en el embarazo; de facciones delicadas, casi con una carita infantil si no fuera por el lunar escondido por debajo de su labio inferior en la piel lechosa; sus cabellos negros sedosos tan característicos de Uchiha, le llegaban a la cintura.

Tan protegida como era, a Shisui le enamoro que fuera tan traviesa como él. Un alma genuina y pura que disfrutaba de la vida; y veía tan curiosamente a Bastet.

- ¡Mátalo! – ordeno Bastet con un gruñido felino mirando a la fémina acercarse.

- Príncipe – dijo emocionado Shisui cargándolo y mostrándoselo a Uruchi – Te presentó a mi señora, la actual matriarca Uchiha. Dueña de mi alma y corazón. D-después de ti, claro está, príncipe.

La cara de Shisui mostraba toda la ternura al mirar a su esposa mientras la presentaba, antes de recordar que Bastet no era sino celoso de sus seikōs. Bastet no despego la mirada de la joven, quien sorprendió agradablemente al bakeneko cuando esta se arrodillo y mostro una reverencia perfecta:

- Es un honor conocerlo finalmente, príncipe Bastet. Mi esposo, su ciervo más entusiasta, me ha hablado mucho de usted y su grandeza.

La satisfacción que recorrió al bakeneko al escuchar tales palabras de alabanza, hicieron que sus músculos se relajaran, cosa que Shisui noto cuando el cuerpo de Bastet se sintió más liviano.

El patriarca Uchiha contuvo la risa, al saber que su amo-gato, estaba contento con Uruchi. Un caprichoso egocéntrico, recordó Shisui.

- ¿Qué más te ha contado el seikō? – Ronroneó Bastet deshaciéndose de los brazos de Shisui y arrojándose elegantemente al suelo, caminando hacia la mujer que ya había levantado su cabeza.

- Que su belleza no tiene límites, así como su inmensa gracia raramente reconocida; pocas veces una criatura tan hermosa es contemplada con la magnitud que, oh, mi señor Bastet, se merece. Si usted nos lo permite podemos asegurarle una vida placentera, mi señor.

- Ohhh – ronronea Bastet al escuchar tan ecuánimes palabras – dime más. No, la oreja no… bueno sí…, así, si, la otra también… Miauuu, siiii, compláceme.

El enorme gato se había echado sobre las piernas de la joven al sentir como esta lo acariciaba con una destreza inaudita.

- Otro más que cae – dijo la cosita traviesa llamada Uruchi, al mirar a su esposo quien seguía de pie.

Shisui echo a reir con una sana carcajada al ver la escena, y antes de nada, cargo entre sus brazos a su esposa quien cargaba a su vez a su nuevo gato.

El pelinegro sólo puede agradecer la familia tan preciosa que se ha formado, y pensar que, en unos meses, un nuevo miembro alegrará más sus días.

Suerte que Bastet ya ha lidiado con bebés antes.

Tan feliz como estaba, Shisui no se olvidó de su primo.

Una sonrisa se formó en sus labios al saber que Bastet siempre acompañana a su seikō principal. Y si él había regresado una noche tormentosa a Konohagakure, significaba que no había sido el único que lo había hecho.


Tres veranos y una tormenta

Cerrando su libro de contabilidad de gastos personales, se retiro las gafas de lectura y se pellizco el puente de la naríz.

Itachi nunca se había sentido tan satisfecho de ser meticuloso con sus gastos. Sabiendo que tenía pensiones vitalicias tanto por ser Hokage como por su puesto anterior Uchiha, quería seguir aportando a la comunidad tanto como pudiera.

El año pasado fueron a los shinobi que perdieron alguna extremidad. Este, sería para todos aquellos que buscaban una segunda oportunidad después de prisión.

Tan orgulloso como estaba de su trabajo, aún así no podía dejar al azar los detalles. Había descubierto proveedores de servicio que eran realmente estafadores.

Pero es la última vez que le hace caso a Kisame.

Nunca volverá a creer en sus amigos del Bajo Mundo por mucho que se lo recomiende.

Tronando su cuello, decide terminar su día. O su mañana.

Siendo las tres de la mañana, sabe que sólo le quedan unas pocas horas de sueño antes de retomar sus actividades.

Debatiéndose entre terminar de leer el libro de política internacional que le regalo Mei-san, o dormir dos horas, camina hasta su recamara, donde comienza a deshacerse de su kimono casual. Eso hasta que el aire arrecía y decide mejor cerrar la ventana antes de que la lluvia comience a mojar los muebles de la sala.

Da media vuelta recolocándose el kimono cuando se congela.

Una figura aparece en la enorme ventana principal; la misma figura de sus sueños.

La pequeña silueta esta a contra luz de luna, y sólo es un relámpago lo que revela que su cabello trenzado ha vuelto a llegarle a la cintura.

Otro relámpago revela que continúa usando los innumerables brazaletes en ambos brazos.

Un último destello permite ver el brillo esmeralda que lo mira de forma posesiva y criminal.

El silencio es tenso, chispas eléctricas encienden el alrededor, pero lo único que Itachi siente es su alborotado corazón a punto de salírsele del pecho.

¿Es un sueño?

Piensa él, sin recordar en qué momento se quedó dormido.

Pero a diferencia del sueño, ella no va en un suelto kimono blanco.

Esta tal cual la recuerda cada vez que la piensa.

Armada hasta los dientes, forrada en cuero, y tatuajes ninshu que llegan a sus hombros y terminan en la punta de sus dedos. Las típicas botas de tacón alto la hacen ver arrogante, sino fuera por Kubikiribōchō en su espalda. El anillo de ninshu para controlarlo sigue en su delgado dedo.

La imagen de una bruja guerrera.

Y por primera vez, en cuatro años, Itachi es apremiado con la mejor de las sorpresas, sabiendo que el resto de su vida, estará lleno de aventuras y felicidad junto a una de los demonios más corrosivos que ha conocido. Uno al que no cambiaría por nada. Incluso si hay otra guerra en camino.

Así escucha el más dulce de los saludos derritiendo su corazón:

- Hola, Taicho.