CAPÍTULO DOS
"Destino"
"Tal vez debería dejarte a tu puerta,
Dejarte esta noche y luego impulsarme a la costa,
En cualquier lugar menos aquí…"
At the stars - Better than Ezra.
.
Misao suspiró mientras caminaba por las calles de Tokyo. Había desarrollado el hábito de dar largos paseos para aclarar su mente, ya que nunca le había gustado meditar como Aoshi lo hacía. Le costaba mucho sentarse y estarse quieta, y era demasiado aburrido. Su mente necesitaba estar ocupada incluso cuando su mente se relajaba, y había descubierto que un agradable paseo vespertino era suficiente.
Durante los primeros días de su estancia, había caminado por la orilla del río, pero pronto extrañó el bullicio que generalmente se desarrollaba en Tokyo. Por eso se ofreció a comprar el tofu para la cena esa tarde; era la excusa perfecta para ir al pueblo sola, y Yahiko se veía feliz de ahorrarse el viaje.
Mientras caminaba, silbaba una melodía que Hannya le había enseñado cuando era una niña. Era una especie de canción de cuna que él mismo había compuesto, y descubrió que, cada vez que se sentía sola o nostálgica, recordarlo cantándola la ayudaba mucho...
Hermosa
Nuestros caminos se han separado
Y cada paso que doy hacia ti
Parece llevarme más lejos
Canta a mi corazón
La travesía es tan larga
Pero da un paso más por mí
Mi amor será tu fuerza
Te extraño
Por favor, vuelve a casa
Mi amada
Donde podamos estar juntos para siempre…
De repente, se detuvo en seco, y cada nervio de su cuerpo le gritó una advertencia que hizo volver su mente al presente. Sus ojos pasaron instantáneamente del color de una laguna tranquila al de un embravecido mar tormentoso.
La estaban siguiendo.
Buscó a su alrededor rápidamente, no por su acosador, sino por una ruta de escape en caso de necesitarla. Deslizó una mano en su obi y se aclaró la garganta, "Sé que estás allí," dijo con valentía, "Será mejor que salgas ahora."
No hubo respuesta. Se empezaba a sentir un poco asustada, pues definitivamente alguien estaba allí. Escuchó un ligero roce detrás y se dio la vuelta para ver a un hombre grande en medio del camino. Sin pensarlo, dio un paso atrás. "¿Qué es lo que quieres?" le preguntó, esperando que su voz no sonara tan ansiosa como se sentía.
"A ti." le respondió con naturalidad mientras daba un paso hacia ella.
Los ojos de Misao se entrecerraron ligeramente y apretó el agarre a su kunai oculto en su obi. "No creo entender…" arrastró las palabras mientras lo evaluaba con la mirada.
"No se supone que tengas que entender, muñeca." Otra voz surgió detrás de ella.
Giró de lado para que el primer hombre no se saliera de su línea de visión. Otros dos sujetos habían llegado detrás de ella mientras el primero la hacía hablar. "¡Bien hecho, baka!" pensó, "Mientras perdías el tiempo conversando con este tipo, sus amiguitos te rodeaban."
"Qué estúpida soy," murmuró Misao por lo bajo.
"¿Qué te parece si vienes a divertirte con nosotros, preciosa?" Preguntó el segundo hombre, "Una chica linda como tú no debería andar sola de noche."
"Gracias, pero me arriesgaré," replicó Misao con vehemencia, lista para atacar.
De repente, varias manos la sujetaron desde atrás. Había dejado ese lado completamente desprotegido. Dejó escapar un grito de rabia cuando el balde de tofu se le resbaló de la mano. "¡Ahhh! ¡Suéltenme!" gritó mientras la arrastraban hacia un callejón. Podía oler el sake en sus alientos y el sudor de sus cuerpos, podía escucharlos reírse mientras ella luchaba desesperadamente por liberarse. Su corazón se llenó de pánico. "¡Kami-sama, ayúdame!" oró.
Soujiro levantó la cabeza. Podía escuchar que una pelea tenía lugar en una calle cercana, y sus ojos se abrieron de par en par al escuchar el grito desvanecido pero inconfundible de una muer aterrorizada. Miró a su alrededor para ver si no había nadie mirando, y golpeó su sandalia en el suelo para desaparecer.
"¡Suéltenme, bastardos!" Chilló Misao. Se las arregló para liberar una mano y hundir el kunai en el brazo de un hombre cuya mano apretaba su garganta. Él siseó con dolor mientras la soltaba. "¡Perra!" le espetó, levantando una mano para abofetearla. Misao hizo una mueca, preparándose para el impacto, pero… la mano nunca llegó. Cuando abrió los ojos vio que su 'agresor en potencia' yacía inconsciente en el suelo.
"Qué demonios…"
Misao sintió que las manos que la sujetaban se deslizaban para dejarla ir. Cayó al suelo y miró con incredulidad. Todos sus atacantes estaban tirados en el suelo inconscientes o gimiendo en agonía. "¿Hi…Himura-san?" chilló.
Entonces, captó un movimiento por el rabillo del ojo. Un hombre joven, vestido con un gi celeste estaba de pie detrás de ella. Sostenía una espada. Misao parpadeó, de alguna manera le resultaba conocido...
"¿Estás bien?" preguntó él con suavidad.
"H..hai. Arrigatou...eeto…"
"Mi nombre no es importante." intervino, "Me alegra que estés bien."
¡Esperen un minuto!
Misao reconoció su voz, ¡estaba segura! Sus ojos se ensancharon al reconocerlo, la imagen que le ofrecían sus recuerdos era inconfundible. Un rostro sereno con una sonrisa firme y engañosamente benigna.
" ¡Seta Soujiro!" susurró.
Ante la mención de su nombre, Soujiro se detuvo. No reconoció a la joven que se había dirigido a él. "Debe estar equivocada," dijo rápidamente, "Ese no es mi nombre." Insistió mientras reanudaba su marcha.
Misao estalló, "¡CLARO QUE LO ES!" Rugió mientras lanzaba su kunai hacia su cabeza. Soujiro la hizo a un lado para evitar que atravesara su cerebro. Observó cómo el proyectil se incrustó en una pared que estaba frente a él. Fue entonces que reconoció la voz de la chica cuya vida había salvado. "¿Makimachi Misao?" preguntó incrédulo, dándose la vuelta para volver a mirarla. Si esta era la "chica comadreja", de verdad que había cambiado desde la última vez que la vio. Ya no era la flacucha lengua suelta que había acompañado a Himura durante el reinado de terror de Shishio. En cambio, veía ahora a una mujer joven y esbelta que no se parecía en nada a la pequeña cascarrabias que recordaba.
"Qué casualidad verte por aquí." se burló ella, mientras se levantaba del suelo. De repente, siseó y se agarró del brazo izquierdo. El tipo que la sujetaba se lo había torcido, y ahora que el pánico había desaparecido, el dolor comenzaba a manifestarse. Mucho dolor. Se preguntaba si estaba roto.
Soujiro vio al manera en que su rostro se deformó y se acercó, vacilante. "Aquí," ofreció, bajando la espada, "déjame ver." Para sorpresa de la chica, sus manos eran cálidas y gentiles; mientras tocaban su brazo herido, Misao apretó los dientes y luchó contra el impulso de soltarse de sus dedos examinadores. "Creo que deberíamos inmovilizarlo," murmuró el muchacho, "si tan sólo tuviéramos una tira de tela…"
Misao pensó por un segundo, se le ocurrió una idea pero la descartó rápidamente. Ni hablar. pensó, pero luego un dolor desgarrador explotó en su hombro, obligándola a reconsiderar sus opciones. "Pero si es la única manera…"
"Mi kimono tiene dos capas," murmuró, "Puedes arrancar un trozo de la capa de abajo y usarlo." Soujiro la miró por cerca de un minuto para ver si había escuchado bien. Sus mejillas se sonrojaron levemente, "Bueno, ¡¿tienes una mejor idea?!" sugirió con enojo.
Por impropia que fuera la sugerencia, seguía siendo la solución más lógica posible. Soujiro suspiró y se agachó, y su mano comenzó a revolotear sobre el dobladillo de la falda.
"¿Estás segura?"
"¡Sólo hazlo!"
Soujiro levantó la primera capa y procedió a rasgar una tira de la segunda. Al terminar, la ató con rapidez al cuello y hombro de Misao. "Arigatou." musitó mientras se acercaba al balde de tofu que por suerte había caído en posición vertical. Al menos la cena no se arruinó. pensó.
"¿Qué haces en Tokyo?" preguntó ella súbitamente.
Soujiro sonrió de esa forma tan ajena y cautivadora suya, "Nada," respondió sin darle importancia, "Sólo pasaba…"
"Mentira." Gruñó Misao.
Soujiro se rascó la nuca, "Bueno, ella es del Oniwabanshuu," pensó.
"En realidad…" confesó Soujiro, "Quería ver a Himura-san… para agradecerle."
Misao se mordió un labio mientras miraba su tabi por un momento, luego suspiró.
"Me estoy quedando con ellos ahora, si quieres… puedes venir conmigo." se ofreció.
Soujiro estaba sorprendido. No esperaba ser invitado a casa de Himura, o a la de nadie más. No sabía qué decir.
"Yo.. Yo no podría…" comenzó.
Misao lo miró con tanta severidad que casi comenzó a sudar.
"Puedes y lo harás," insistió ella, "A Himura-san le gustará verte, y alguien tiene que ayudarme a explicar esto, " señaló el cabestrillo. "Así que bien podrías acompañarme."
Momentos después de que la extraña pareja se hubiera marchado, otro hombre se presentó en el callejón. Se acercó al primer hombre que había confrontado a Misao y lo agarró del cuello.
"¡¿Qué sucedió?!" siseó.
"Nosotros... fuimos atacados, señor," tartamudeó el hombre, "Fueron muy rápidos, ninguno tuvo tiempo para reaccionar. Lo lamento, señor, no fallaremos la próxima v..."
El aterrado hombre nunca terminó su oración, las palabras se le perdieron en el torrente de sangre que brotaba de su boca mientras una daga se retorcía en su corazón.
"Vete al infierno."
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Glosario
eeto- eh (expresión de duda)
Kami-sama- Dios
tabi- son las medias que acompañan a las sandalias
