¡Actualización de la semana!
Las tensiones entre Jill y Grey son evidentes, pero un asesinato repentino en la mansión, pone los pelos de punta a todos los invitados.
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Capítulo 21 - Asesinato
Para la cena, Sebastian preparó un bufete, de este modo los comensales podían elegir libremente que platillo deseaban probar. La charla entre los invitados era superficial y aburrida, Jill procuró no mezclarse demasiado en ello, no tenía modo de seguir charlas de negocios y de cómo los nobles se sentían dueños del mundo. Aun así, presto atención a los que la rodeaban, quizá le serviría saber quiénes eran en la sociedad.
Comenzando por el sirviente de la Reina, Charles Grey, no era solo parte de la guardia real, también se trataba de un Conde, aunque no tenía mucho de haber heredado su título, además era propietario de una empresa famosa de té, el Earl Grey.
Otro de los invitados, Carl Woodley, un hombre de edad madura de cabello obscuro, solamente marcado por dos líneas blancas a cada lado, y cuyos dedos estaban llenos de anillos de diamante, era el presidente de una empresa precisamente dedicada al pulido de diamantes.
La mujer rubia era Irene Díaz, una famosa cantante de ópera, y el hombre que la acompañaba era su esposo, un muy reconocido productor de teatro, Grimsby Keane.
El sujeto delgado y rubio, de mirada y actitud nerviosa, era Patrick Phelps, un delegado de construcción naval y transporte marítimo de la empresa Blue Star Line, el cual se puso aún más nervioso cuando se enteró que el señor Lau era el presidente de la empresa Kunlun, otra empresa mercantil y naviera.
— Conde Phantomhive, ¿por qué no nos presenta también a su joven invitada? — dijo Grey de repente — ha estado en la mansión durante un tiempo ¿o no? Creo que incluso lo acompañó a la competencia de curry del Palacio de Cristal, ¿o me equivoco?
Ciel ocultó bastante bien su sorpresa, al igual que Jill, sospechaban que aquello pasaría, la joven shinigami no podía pasar desapercibida, aunque lo intentara, las lecciones intensivas de Sebastian habían sido precisamente para ese momento. Jill suspiro, bebiendo un trago de agua de la copa que sostenía antes de dejarla en una bandeja que Sebastian le ofrecía. Se aproximó caminando con ligereza y elegancia hasta donde se encontraba el Conde Phantomhive con el resto del grupo.
— Mis honorables invitados, ella es Jill Sutcliff, y, como ha mencionado el conde Grey, Jill ha sido invitada de mi casa durante hace ya algún tiempo. — la presentó
Jill tomo la falda de su vestido, e hizo una reverencia ante los invitados.
— Es un placer conocerles — saludo amablemente
— Jamás había escuchado su apellido, ¿Y a qué se dedica, señorita Sutcliff? — pregunto Grey — el otro día que la vi, no tuve tiempo de conocerle mejor
— Soy cronista en mi lugar de origen — respondió con tranquilidad, si Grey quería fastidiarle, no le daría el gusto — viajo por diversos lugares recapitulando historias y noticias para mantener a mi pequeño poblado informado de lo que sucede en el resto del mundo — mintió con naturalidad, habían ensayado esa mentira las últimas semanas.
— ¡Oh! Aun así, me pareció que usted era muy buena combatiente, señorita Sutcliff — presionó Grey, Ciel lo observo con seriedad
— Lo lamento si fui muy ruda, señor Grey — respondió sin alterarse — el Conde Phantomhive ha sido tan amable conmigo durante estos meses, que consideré que su hogar estaba en peligro y debía actuar, me disculpo — sonrió con amabilidad fingida
— Aun así, considero que, de haber tenido la oportunidad, hubiera sido una buena combatiente, no parece ser inexperta en el uso de su arma.
— Soy una mujer sola que viaja por toda Inglaterra señor Grey, he tenido que aprender a defenderme — respondió
Grey no dijo nada más, sin embargo, sostuvo la mirada de la shinigami unos instantes.
— Bien, ya que las presentaciones han terminado, vamos a brindar — sonrió Grey, sin dejar hablar al joven Arthur.
Jill se apartó del grupo nuevamente cuando fueron a buscar algo de beber, necesitaba un respiro, definitivamente Grey era una persona molesta para ella, pero había logrado mantener bastante bien la compostura y no lo había arruinado. Observo a Arthur sentado al otro lado de la sala solo, él era como ella, no encajaban en ese mundo de pretenciosos como lo era el conde Grey.
— Parece que Lady Sutcliff no está disfrutando del todo está reunión — le dijo Sebastian ofreciéndole una copa de un licor anaranjado traslúcido.
— Simplemente estoy agotada — respondió tomando la copa — esto no es vino
— ¿Acaso no le tenía aversión al vino, mi lady? — le pregunto con algo de burla en su voz
— Por supuesto que sí, soy más afín a los sabores dulces — confesó meciendo la copa, desprendiendo un dulce aroma
— Es licor de durazno fabricado a mano, espero sea de su agrado — inclino la cabeza — lo hizo bien hace un momento
— Tu tortura sirvió de algo — susurró para que solo el demonio la escuchara
Sebastian devolvió la sonrisa y continúo recorriendo el salón, ofreciéndole copas de vino a los invitados. Jill meció la copa nuevamente, aspirando el dulce aroma que desprendía.
— Un excelente licor el que tiene ahí, señorita Sutcliff — dijo Siemens de pronto, trato de ocultar si sorpresa — ¿me permitiría? — señalo la copa en manos de la shinigami, ella simplemente asintió y se la entrego — ¡Ah! No me equivocaba, ¡un excelente y dulce licor de durazno! — exclamo regresando la copa a manos de Jill — ¿Alguna vez ha visitado Alemania en sus viajes?
— Solo en una ocasión — respondió bebiendo un trago del licor — lamentablemente fue una estadía demasiado corta, y no pude investigar nada de las historias que tenía para ofrecer
— Créame señorita, Alemania tiene mucho que ofrecer en cuanto a historias, si alguna vez va a Berlín, búsqueme, podría mostrarle las riquezas de mi país — ofreció mirándola de una manera perversa y un tanto lasciva, aunque tratara de simularlo, era más que evidente.
— Sería un honor, señor Siemens — notaba la manera en la que la miraba, pero no podía hacer notar su desagrado, por el bien de su misión, debía de ser amable, pero cada vez se sentía más acorralada e incómoda por el sujeto.
— Lamento mucho interrumpir su charla — dijo Sebastian de pronto, ofreciéndole una copa con cerveza a Siemens — Lady Sutcliff, el joven amo la llama
— Iré de inmediato — Sebastian la había salvado en ese momento — si me disculpa, señor Siemens, fue un placer charlar con usted
— Considere mi propuesta, señorita Sutcliff — le dijo el hombre
Sentía la libidinosa mirada de aquel sujeto clavada en su espalda mientras atravesaba el salón para reunirse con Ciel, el cual charlaba cómodamente con el señor conocedor de las palabras, el joven se apeno de que lo llamaran así, pidió que solamente lo llamaran Arthur.
Ambos hablaban de un escrito que había hecho para una revista, y de cómo realmente él quería ser escritor, pero las editoriales lo rechazaban porque decían que sus manuscritos no venderían. Ciel comento que solo necesitaba tener algo de autoridad como escritor, de esa manera sus manuscritos serían publicados, aunque no fueran del todo buenos, eso sucedía con muchos "renombrados" escritores. El señor Grimsby se unió a la charla secundado a Ciel, lo mismo sucedía con las obras de teatro, que los ancianos conservadores no lo ponían fácil a la hora de querer implementar nuevas técnicas o tratar de alcanzar otro tipo de público.
La charla fue interrumpida por las protestas de la señorita Irene al otro lado del salón, discutía con Siemens, pidiendo que se alejara de ella. El anciano estaba intentando propasarse con ella, argumentando que sus ropas eran bastante provocativas, y que no se hiciera pasar por una santa, Irene lo abofeteo furiosa, alejándolo de ella. Jill entendió por qué Ciel y Sebastian la habían alejado de aquel sujeto antes de que intentara propasarse con ella, de lo contrario, hubiera recibido algo más que una bofetada de parte de la Shinigami.
Siemens se enfureció, el sujeto estaba tan ebrio que no soportaba el rechazo, y mucho menos haber sido golpeado, tomo una copa de cerveza y arrojo el contenido sobre Irene. Todos en la sala se quedaron helados, aquel líquido no había llegado a su objetivo, Ciel se había interpuesto entre Irene y Siemens, resultando empapado en lugar de la cantante.
Grimsby estaba molesto por el acoso a su esposa, tomo una botella y la arrojó en contra de Siemens, exigiéndole que no volviera a acercarse a su mujer. Jill pudo ver la silueta de Sebastian girando en el aire, atrapando la botella en pleno vuelo, y aterrizando en la cima de una escalera justo frente a una torre de copas de Cristal de al menos 10 pisos de altura. El mayordomo descorcho la botella y comenzó a llenar las copas, dejando que el dulce vino blanco se deslizara piso por piso.
Los invitados estaban fascinados, incluso parecían haber dejado atrás el incidente de hace unos momentos. Los sirvientes repartieron las copas entre los asistentes, mientras Sebastian le proporcionaba una toalla a Ciel, el cual se había vuelto a apartar del grupo.
Ciel y Sebastian sostuvieron una pequeña charla en francés sobre lo imbécil que se volvía Siemens con el solo hecho de tener un poco de alcohol en el cuerpo. Sebastian se preguntaba si solo era un imbécil o si de plano Siemens no conocía la vergüenza.
Aquella charla solo podía ser escuchada por Arthur y por la shinigami, la peli azul no tuvo dificultades en entenderles, los shinigamis poseían el don de lenguas, podía aprender en días casi cualquier idioma que escuchara, y el francés no le era para nada ajeno. Arthur soltó una pequeña risilla divertida al escuchar a Sebastian expresarse así de Siemens, Ciel lo volteo a ver, llevando su dedo índice a los labios, pidiéndoles de ese modo, guardar el secreto de esa charla.
La velada continúo sin mayores incidentes, Jill permaneció todo el tiempo en compañía de Arthur y de Ciel, evitando acercarse a Siemens. A las 11 de la noche, el sujeto se había quedado completamente dormido, ahogado de borracho. Ciel le ordeno a Sebastian llevarlo a una habitación, dispuesta con antelación para que pasara la noche, y se excusó a sí mismo, ya que debía retirarse a descansar.
— ¿El conde ya se va a dormir? — pregunto Lau extrañado
— Para un niño como yo, ya es hora de ir a la cama — suspiro con un semblante de cansancio — Jill, quédate aquí, haciéndole compañía a los invitados en representación de la casa Phantomhive
— ¿Estás seguro de ello? — pregunto confundida
— Confío en que puedes hacerlo — respondió — si me disculpan, me retiro — Ciel se marchó acompañado por Sebastian, el cual llevaba a cuestas a Siemens.
El resto de los invitados siguió con sus charlas de negocios, o contando anécdotas, algunos jugaban billar, mientras que otros jugaban a las cartas.
— ¿Se…señorita Sutcliff…? — balbuceó Arthur
— Por favor solo llámeme Jill — le respondió amable
— Señorita Jill entonces — corrigió — ¿puedo preguntarle algo? — la shinigami solo asintió — ¿Es acaso familiar del Conde Phantomhive?
— No lo soy — respondió tomando un bocadillo de una bandeja — solo soy una conocida que está viviendo en la mansión un tiempo, antes de emprender mi viaje de nuevo.
— ¿Como son los lugares a los que ha viajado? ¿Qué es lo más lejos que ha estado? — pregunto con ilusión
Jill sonrió de medio lado, al menos en eso no tendría que mentir, de verdad había estado en diversos lugares, siendo el más lejano: la isla de Japón. Ambos permanecieron charlando hasta entrada la madrugada.
Después de que el reloj marcara la 1 de la madrugada, los asistentes escucharon ruidos provenientes de la planta alta, se escuchaba que golpeaban insistentemente una puerta, Jill se puso de pie, su fino oído percibía algo más, no solo golpeaban una puerta, Meirin llamaba insistentemente a Siemens.
— No es habitual que haya ruido a esta hora — murmuro Jill
— Deberíamos ir a ver entonces — la apoyó Arthur
Salieron de la habitación de juego seguidos de los demás invitados, no esperaba que todos la siguieran. Jill se acercó a ambos sirvientes para ayudarles en lo que fuera.
— Por favor retroceda, Lady Sutcliff — le dijo Sebastian dispuesto a tirar la puerta
— ¿Que está sucediendo?
El mayordomo no respondió, pateo la puerta con fuerza descomunal, sacándola de sus bisagras. Un relámpago iluminó la estancia, la escena en su interior era por demás aterradora, Siemens yacía tumbado sobre un sofá frente a la chimenea, su brazo caía pesadamente a un costado, y su pecho estaba lleno de sangre. Aquello había sido tan impactante que Phelps se desmayó en ese momento. Arthur por su parte paso entre todos, buscando el pulso de Siemens.
— El…está muerto — balbució palideciendo.
