Nikolai estaba observando por la ventana de su casa, sujetando la escopeta con manos temblorosas. Su esposa, Svetlana, se encontraba detrás de él, temblando. Había ocurrido a lo largo de las últimas semanas. Tanto a ellos como a sus vecinos. Y nadie había visto qué era lo que ocurría. Pero cada mañana alguien se despertaba y se encontraba a todo su ganado muerto.
La noche pasada había escuchado los ruidos, pero no se había atrevido a asomar la cabeza. Su vecino se había despertado encontrando a sus pollos completamente masacrados. Nikolai dependía enteramente de sus ovejas para sobrevivir. Apenas faltaba un par de días para esquilarlas. Y si no llegaban a la fecha, probablemente aquel invierno no podría reunir para comer. Estaba convencido de que no aguantarían con las conservas que tenían. Y por eso, aunque estaba aterrado, seguía observando.
Nikolai era un buen tirador. Como ex militar ruso, estaba más que preparado para situaciones límite. Pero no era tonto. Sabía que si había algo que se había metido en el corral de su vecino y había aniquilado los pollos en cuestión de minutos, que era el tiempo que habían durado los gritos, era un peligro.
Y quizá con los pollos no resultara tan intimidante, pero sabiendo que había ocurrido lo mismo con las vacas una semana antes, no se confiaba en lo más mínimo. Estaba en total concentración cuando escuchó un sonido, un ruido silbante y estridente que no había oído en los días anteriores.
Selennaya se encontraba apoyada en la baranda del panel de mandos cuando la nave reapareció, con aquel extraño ruido silbante que empezaba a gustarle.
_ ¿Y bien? _ Preguntó. _ ¿Dónde nos has traído?
_ Yo no, ha sido Lucrezia. _ Bufó Anzu.
_ ¿Lucrezia?
_ Sí, es como llamo a la TARDIS.
_ ¿TARDIS? _ Preguntó de nuevo.
_ Sí, la nave… se llama TARDIS. _ Bufó Anzu. _ Se me olvida que los humanos no sabéis nada.
_ Seré inculta, pero al menos no le pongo nombre ni le hablo a mi medio de transporte. _ Respondió Selennaya. _ ¿Y bien, dónde nos ha traído?
_ No te va a gustar… _ Anzu sonrió con malicia. _ ¿No querrías volver a casa?
_ Espera… me estás diciendo que de entre todos los lugares del universo… me has traído a Moscú.
_ No… no, claro que no. Eso sería absurdo… _ Rectificó Anzu. _ En realidad estamos más cerca de Siberia.
_ ¿Me estás diciendo que ahí afuera hay una estepa helada fría e inhóspita, Anzu?
_ No… de hecho creo que hay… una granja de pollos… mira. _ Dijo, señalándole una de las pantallas, que mostraba el exterior.
_ ¿Me explicas por qué todos los pollos están muertos? _ Bufó Selennaya.
Anzu, que había mostrado un tono afectado, se mostró mucho más seria de golpe. Selennaya la observaba con detenimiento. Era como si fueran dos… o incluso tres personas distintas. A veces era terriblemente borde, a veces parecía querer acercarse a ella y mostraba un humor muy cercano… otras parecía… centrada, fría. En aquel momento tenía la misma mirada que cuando había vaporizado aquella criatura en las catacumbas.
La rusa no encontraba natural la forma en la que cambiaba de humor de forma repentina. Tenía la sensación de que estaba ocultando algo. Pero dudaba que fuese a contárselo sin más.
_ Bueno… no te menti… allí donde voy, siempre hay un desastre esperándome. _ Susurró Anzu, tétrica.
_ Bueno, quizá sólo esté preparando un banquete. _ Sugirió Selennaya.
_ Cómo se nota que eres de ciudad. _ Bufó Anzu, de nuevo con un destello de bordería, encaminándose hacia la puerta de la nave, que ahora era más grande y con un acabado en madera.
Selennaya la cruzó y volvió la vista hacia atrás, observando que se había transformado en lo que parecía una letrina.
_ ¿Tu nave suele transformarse en un baño?
_ Es más común de lo que me gustaría. _ Respondió Anzu. Se estaba acercando a la granja de los pollos cuando ocurrió.
Un gran estruendo llenó la quietud de aquel pequeño pueblo silencioso cuando Nikolai disparó su escopeta e impactó en la cerca que Anzu estaba a punto de alcanzar. La mujer, con sorprendente agilidad, realizó una voltereta hacia atrás en cuanto cayó al suelo, incorporándose en busca de su atacante.
_ ¿Se puede saber qué te pasa? _ Preguntó la pelirroja, mirando hacia el hombre que aún sostenía el arma en su dirección.
_ ¡No queremos a yankees como tú en nuestras granjas! _ Exclamó.
_ ¿Disculpa? _ Anzu se puso en pie. _ Para su información, yo no soy estadounidense, y aunque lo fuera… eso no le da derecho a dispararme.
_ Era un disparo de advertencia.
_ Podría haber fallado.
_ Señorita… yo nunca fallo.
_ Eso es un poco prepotente por su parte. _ Bufó Anzu.
_ ¿Y bien? Si no es yankee, ¿De dónde es usted? Porque es evidente que no es de por aquí.
_ De Gallifrey.
_ Está en Escocia. _ Intervino Selennaya. _ Es escocesa. Puede bajar el arma, señor. Está conmigo.
_ ¿Y qué hacen un par de señoritas perdidas en mitad de la estepa rusa?
_ En realidad, veníamos por los pollos… _ Susurró Anzu. _ Quería averiguar qué les pasa.
_ Svet. _ Llamó al interior de su casa. _ No te lo vas a creer. El gobierno parece haber respondido.
_ ¿De verdad son agentes del gobierno? _ Preguntó la señora, mirándolas con suspicacia. _ Pero si van vestidas como…
_ No termine esa frase. _ Terció Selennaya. _ Yo soy Selennaya Ivanovna y esta es mi compañera Anzu.
_ ¿Y el apellido?
_ Sólo Anzu. _ Respondió ella, para descontento de Nikolai. _ ¿Su vecino me dejará analizar a los pollos o él tiene un fusil de asalto bajo la ventana?
_ La dejará… pero no hoy… ya empieza a anochecer… lo que quiera que haga esto… lo hace de noche. Y no querrá estar fuera cuando empiece.
Selennaya se estremeció ante la mirada del hombre. Había conocido a más de un soldado de su patria, y si algo le daba miedo como para decir eso… realmente debía ser una cosa terrorífica la que estaba matando su ganado.
_ Pasad dentro. _ Svetalana tampoco parecía particularmente feliz con que su marido estuviera en el porche. _ He hecho sopa. Os mantendrá calientes.
_ Muchas gracias. _ Repuso Selennaya. _ Es muy amable por su parte.
_ ¿No se va a disculpar por haber disparado? _ Le preguntó Anzu.
_ Anzu, calla y entra en la casa, haz el favor. _ Le dijo Selennaya, dándole un leve empujón.
La pelirroja emitió un bufido y se metió en la casa. No era demasiado grande, pero dos o tres personas podían hacer vida allí con facilidad. Suficiente para una vida relajada, alejada de las grandes ciudades. Selennaya nunca había entendido el atractivo del campo, acostumbrada a la gran ciudad.
Anzu se sentó en una silla, junto a la ventana, observando a través de ella. Miraba de forma muy concreta, una que Selennaya no identificó, pero Nikolai sí. Estuvo un par de segundos observando a la pelirroja, al tiempo que su esposa preparaba la mesa, antes de hacerle la pregunta que le rondaba la cabeza.
_ ¿Fue usted enfermera de campaña? _ Le preguntó. _ ¿Dónde sirvió?
_ Disculpe. ¿Por qué me pregunta eso?_ Preguntó, sin apartar la vista del exterior.
_ La forma en la que está vigilando. La postura, la mirada. Se encoge ligeramente para evitar el fuego enemigo… es fácil de identificar la postura de alguien que ha estado en el frente… aunque no ha reaccionado a tiempo al disparo, es extraño.
_ Temo que se está usted imaginando cosas… ¿Cómo dijo que se llamaba?
_ No se lo he dicho. Soy Nikolai. Y mi esposa es Svetlana. _ Comentó, con ligereza. _ Dígame… ¿Qué espera ver ahí fuera?
_ A lo que sea que ha causado esto, si es que tiene un cuerpo. _ Suspiró ella. _ ¿Nadie ha logrado verlo?
_ La tormenta siempre lo cubre… _ Comentó Nikolai. _ Pensaba quedarme a vigilarlo esta noche, de todas formas, pero Ivan dice que se pasó ayer la noche en vela y no logró ver nada. Sólo escuchó los gritos.
_ ¿Los gritos?
_ Sí, los gritos de los pollos.
Selennaya escuchaba la conversación atentamente. Svetlana, que acababa de servir los platos de sopa y algo de Pan, dejó una botella de vodka sobre la mesa y se sentó. Nikolai tomó el cuenco de sopa y se lo pasó a la pelirroja, que comenzó a removerla sin llevarle la cuchara a la boca.
_ Esta sopa… ¿Está hecha con esos mismos pollos? _ Preguntó Anzu.
_ Sí. _ Respondió Svetlana. _ La carne está un poco dura, pero se puede comer.
Anzu extrajo el dispositivo que llevaba consigo y apuntó con él a la sopa, produciendo aquel sonido al que Selennaya empezaba a acostumbrarse mientras emitía una luz roja. Se lo llevó al oído ante la atenta mirada de tres personas que ya habían probado aquella sopa y empezaban a temerse lo peor.
Con toda la calma del mundo, Anzu guardó el dispositivo en su bolsillo, agitó la sopa con la cuchara, la llenó y se la llevó a los labios, provocando que los tres emitieran un largo suspiro de alivio.
_ Joder, Anzu. Me has asustado. _ Exclamó Selennaya. _ Ya podías haber avisado antes de que la sopa podía ser peligrosa.
_ Te sorprenderá saber que entre mis muchos talentos no se encuentra la precognición, Selennaya.
_ Ya pero… no puedes venir aquí moviendo ese chisme de un lado para otro… espanta.
_ ¿Espanta? Si es sólo un destornillador.
_ ¿Desde cuando los destornilladores suenan así? _ Preguntó Nikolai, aquello parecía divertirlo.
_ Suena porque es sónico. _ Puso los ojos en blanco. _ No le deis más importancia. La sopa está bien. Pero efectivamente, la carne está dura. Supongo que mañana sabré por qué.
Anzu iba a decir algo, cuando el sonido de un trueno rompió el silencio nocturno. Anzu no había visto el primer rayo, pero sí que vio el segundo y muy poco después escuchó el trueno correspondiente.
_ Está muy cerca… _ Susurró la pelirroja.
_ Siempre empieza así. _ Susurró Svetlana. _ Hemos tenido tormenta todas las noches desde que esto empezó.
_ La luz eléctrica de esta casa, ¿De dónde viene? ¿Estáis conectados a la red?
_ ¿A la red? _ Nikolai se rió. _ Tenemos un motor en el granero. Tengo que acercarme a la ciudad cada dos o tres meses a reponer el combustible. Está como trescientos kilómetros.
_ Sí, lo imagina. _ Susurró Anzu.
_ ¿Lo imaginabas? _ Preguntó Selennaya. _ ¿Por qué?
_ Un rayo genera más electricidad que la que el motor de esta granja y las de sus vecinos generarían en años. Esa cosa, sea lo que sea… debe estar provocando la tormenta…
_ Dices que esa cosa… ¿Está usando los rayos como fuente de energía? _ Preguntó Selennaya, dubitativa.
_ De momento es una teoría. Pero Nikolai tiene razón… haríamos bien en esperar al amanecer. No es buena idea salir sin saber qué es eso que nos aguarda.
Svetlana les trajo mantas y Selennaya se acomodó en el sofá. Anzu, aún a pesar del frío, no se movió ni un ápice de su puesto en la ventana. Cuando la morena se despertó la vio exactamente en el mismo sitio, observando el exterior. Tenía esa mirada, esa expresión… la misma que había tenido cuando miraba a los animales muertos.
Aún se encontraban solas, así que decidió aproximarse y se sentó a su lado. Anzu no se inmutó, así que Selennaya asumió que la había sentido acercarse. A esas alturas, ni le extrañó.
_ ¿Llevas toda la noche mirando? _ Le preguntó ella.
_ La mayor parte, sí. _ Susurró Anzu._ Pero no he visto gran cosa. Los rayos han tapado la mayor parte.
_ Tendrías que haber dormido. _ Susurró Selennaya. _ Se te ve agotada.
_ No estoy agotada… estoy preocupada. _ Susurró ella. _ Tengo un mal presentimiento.
Su presentimiento no hizo más que crecer cuando salió al exterior y vio a una vaca tirada en mitad del corral de Nikolai. El animal estaba completamente inerte. No tenía ni un rasguño, pero Anzu ni siquiera necesitó tocarla para saber que estaba muerta.
Tenía los ojos abiertos en una expresión de total terror primitivo. Además… estaban completamente blancos. Anzu se acercó y la escaneó con el destornillador. Se lo acercó al oído mientras Nikolai se dejaba caer junto a la vaca.
_ ¿Ruperta, qué te han hecho? _ Preguntó el pobre hombre, aferrando a la vaca. _ La habíamos encerrado en el granero con las demás, pero ha debido escaparse…
_ Nikolai… déjame espacio, tengo que analizarla.
Anzu usó el destornillador sobre la vaca y se quedó un par de segundos con él junto a la oreja, como si quisiera confirmar lo que aquellos ruiditos le habían indicado. Lanzó un suspiro.
_ Las proteínas de la carne se han hecho trizas… _ Susurró la pelirroja. _ Es como si la hubiera impactado un rayo…
_ Pero no hay quemadura… _ Comentó Selennaya. _ ¿Qué puede haber hecho esto?
_ Lo que haya hecho no es de este mundo. _ Anzu se mostraba muy seria, sombría. _ Pienso averiguar de qué se trata y ponerle fin.
