Se llamaba Anna. Era una mujer de cuna noble, que vivía con todo lo que siempre había querido. Pero hacía un tiempo que tenía aquellos sueños. Soñaba con aquellos viajes espaciales, en los que era una joven rusa acompañada de una alienígena… A veces eran pesadillas, pero otras eran sueños mucho más agradables. Estaba ensimismada, mirando por la ventana de su cuarto, pero sin ver realmente nada.

_ Lady Anna. _ Aquella voz familiar la devolvió a la realidad.

Natasha era su ama de llaves y, como cada mañana, le llevaba el desayuno. Natasha… cuando soñaba, aquella mujer era Anzu. No entendía por qué seguía soñando aquellos viajes, por qué con Natasha… aunque empezaba a sospechar el motivo.

_ ¿Sigues pensando en esas historias? _ Natasha sonrió, colocando la bandeja de desayuno sobre la cama. _ Al menos son interesantes. ¿Me vas a decir ya cómo salgo en ellos?

Se sentó en la cama y cogió una tostada, con una confianza que alguien no esperaba de un ama de llaves. Anna tomó también una y empezó a untarla de mermelada.

_ ¿Salgo guapa, al menos? _ Natasha se mordió el labio.

_ Eres bastante inaccesible. _ Dijo, apoyando la mano en su puño. _ Aunque eso es atractivo.

_ Entonces está claro que es un sueño… _ Cogió la mano de Anna. _ Porque yo siempre estoy aquí para ti.

Natasha se aproximó y le dio un leve beso en los labios, al que Anna respondió. Ese pequeño romance entre las dos llevaba cociéndose a fuego lento desde hacía bastante tiempo. Después de todo, se habían criado juntas, como criada y señora.

_ Esto es mucho mejor que en mis sueños… _ Reconoció Anna. _ Pero en ellos, Anzu me lleva por el universo… A Lugares que parecen imposibles. Pero… no la conozco, no de verdad… no como a ti.

_ Supongo que el misterio siempre tiene cierto morbo. _ Natasha alargó su sonrisa. _ Créeme, me encantaría quedarme aquí todo el día, pero tú tienes cosas que hacer, y yo tengo trabajo.

_ Podrías quedarte si yo te lo ordenara. _ Le recordó Anna.

_ Sí, podría. _ Natasha alargó la sonrisa. _ Pero tú no puedes. Tienes otra pretendienta a la que rechazar…

_ ¿Otra más? De verdad, no entiendo por qué siguen intentándolo.

_ La gente no entiende que alguien pueda estar feliz estando sola.

_ Yo no estoy sola, amor.

_ Pero eso ellas no lo saben. Creen que estás disponible y van a seguir intentando ligarte.

_ Debería casarme contigo de una vez, Natasha. _ Bufó Anna. _ ¿Por qué no quieres?

_ No sé, me gusta cómo son las cosas ahora. _ Sonrió. _ Podemos alargarlo un poco más…

_ Soy tu jefa, deberías hacerme caso… _ Anna hizo un mohín. _ Ni siquiera me gusta que estés limpiando la casa, no es tu sitio.

_ Me gusta mi vida sencilla, Anna. _ Natasha sonrió. _ Me levanto cada mañana y te hago el desayuno, te limpio la casa… y me pagas bien… casi demasiado.

_ Puedo pagarte más si quieres. _ Natasha dejó escapar una risa.

_ No, es simplemente que no quiero tener que meterme en tus finanzas o preocuparme de ser una noble… todavía.

_ Todo lo contrario que en mis sueños. _ Susurró Anna. _ Allí eres muy complicada. Tanto que dudo que nunca pudieras quererme.

_ Por suerte, sólo son sueños, Anna. _ La tomó del mentón y la miró a los ojos. _ Y tú no eres tan complicada en la vida real como yo en tus sueños.

Le dio un beso en la frente, recogió la bandeja del desayuno y se encaminó hacia la salida, con el garbo de quien acostumbra a hacer ese trayecto.

Anna se quedó un segundo observando la puerta antes de emitir un largo suspiro. Llevaba una buena vida, no entendía por qué esos sueños la obsesionaban tanto. Había gente que, literalmente, habría matado por estar en su puesto.

Se incorporó y se dirigió al lavabo. Tras abrir la grifería de oro y lavarse la cara, se dio un tiempo para mirarse en el espejo. Tenía que despejar la mente, eso era todo. Era feliz, no tenía caso perderse en todas aquellas fantasías. Se duchó, se vistió con sus mejores galas, y se encaminó hacia el gran salón de su mansión.

Se paró a encender el interruptor de la luz y bajó lentamente por la escalinata. Era extraño que, aún con todos los años que llevaba usándolos, aún le costaba un poco conservar el equilibrio con tacones.

A los pies de la escalera la esperaba una niña menuda, rubia, metida en un vestidito amarillo. Anna sonrió cuando llegó a su lado.

_ July, ¿Ya despierta? No habrás estando hurgando en los cajones de mamá otra vez… ¿Verdad?

_ Ni se me ocurriría. _ July puso los ojos en blanco y expresó una sonrisa. _ ¿Cómo iba yo a hacer ninguna maldad? ¿Tú has visto esta cara de niña buena?

_ Sí, claro que la he visto, desde que naciste… y por eso mismo sé que eres un peligro, July. _ Anna alzó una ceja.

_ Ah, pero te pareció bien que fuera un peligro cuando tú última pretendienta se "cayó" al lago. _ July alargó la sonrisa.

_ Supongo que no puedo quejarme de que mi hermanita cuide de mí. _ Anna se encaminó a la salida. _ Intenta que esta no se parta las piernas, ¿Vale?

_ No puedo prometerte nada, Anna. Sabes que tengo las manos muy pequeñas y a veces soy un poco torpe. _ July dejó escapar una risa.

_ Te quiero, pequeño demonio.

_ Y yo a ti, santita. _ July le sacó la lengua y salió corriendo. Intuía que algo estaría tramando, y pobre de su próxima víctima.

Anna negó con la cabeza y, con una sonrisilla, se encaminó hacia su coche. Natasha ya debía estar esperándola, se empeñaba en hacer las veces de chófer también. Anna se habría opuesto, pero le encantaba cómo le quedaba su uniforme… con su gorrita y todo.

_ ¿Dónde la llevo, jefa? _ Le preguntó cuando vio que se sentaba atrás.

_ A la pastelería.

_ ¿Esa de los bollos de canela tan ricos?

_ Sí, esa misma. _ Anna sonrió. _ Cómete uno a mi salud.

_ Oh, me encantaría. _ Natasha arrancó. _ Pero no quiero que tu pretendienta me vea.

Y entonces… Anna empezó a sentirse muy rara. Se sintió mareada y confusa. Su visión comenzó a emborronarse y estuvo a punto de vomitar.

_ Anna… ¿Estás bien? _ Natasha parecía preocupada, mirándola por el retrovisor.

_ Sí, no es nada… pero mejor si esta noche le rebajas un poco el picante al guiso, creo que estoy un poco revuelta.

_ Sin problema, cielo. _ Respondió Natasha. _ También puedo prepararte algo más suave de postre.

_ Estás en todo. _ Se mordió el labio.

_ Para ti, siempre.

El coche aparcó y Anna se bajó, aún algo confundida, no se quitaba de la cabeza aquella sensación en el estómago. Había sido muy violenta, pero cuando entró a la pastelería ya se sentía mejor, así que a medida que tenía su cita con Vanessa, su pretendienta, se fue relajando.

Lo cierto es que Vanessa no le llamaba nada la atención. Ni aunque hubiera estado realmente libre, hubiera tenido el más mínimo interés en ella. Porque sí, era muy guapa y muy educada, pero nada más. Anna tenía claro que necesitaba a alguien que la estimulase intelectualmente, como hacía Natasha.

Estaba a punto de dar la cita por terminada cuando aquella sensación de malestar regresó. Pero… esta vez la cosa fue bastante peor. A su alrededor, el mundo comenzó a desdibujarse y deformarse. Las personas seguían allí, pero el lugar… el lugar era muy distinto.

Lejos de encontrarse en una pastelería, se encontraba en algo que parecía un enorme cubo de carne. Las mismas encimeras parecían echas de carne… las mesas… incluso el pastel que ella se estaba comiendo.

De hecho, Vanessa cortó aquel trozo de carne que tenía en su plato con total naturalidad y, aún sangrante, se le llevó a los labios y lo masticó, lo que produjo un extraño crujido. Anna se llevó las manos a los labios para contener una arcada… pestañeó… y repentinamente, todo volvía a ser como antes. ¿Acaso había sido una alucinación? Casi podía sentir un sabor ferroso entre sus labios… pero a cada segundo que pasaba, más se parecía a nata y menos a carne cruda.

_ Anna… ¿Estás bien? _ Vanessa la miró a los ojos.

_ Creo que necesito irme a casa, Vanessa. No me encuentro muy bien.

Vanessa suspiró. Interpretaba aquello como un rechazo, y no es que Anna no pensara rechazarla, pero sus intenciones habrían sido ser más sutil… o dejar que su hermana pequeña lo estropease, como le encantaba hacer.

_ De verdad que… _ Su visión estaba deformándose de nuevo. _ Necesito irme a casa.

Salió corriendo por la puerta y lanzó un grito cuando comprobó que todo el barrio parecía estar formado de aquellas masas de carne. Y el cielo era de un tono rojizo que le causó aún más repulsión si cabía.

Incluso los vehículos eran de carne. Las calles eran de carne… Los semáforos eran de carne y tenían ojos en lugar de faros. Se apartó junto a una papelera para vomitar… pero la papelera de carne tenía una boca que se tragó su vómito.

_ Anna… ¿Estás bien?

Se giró y se encontró con Natasha, que le puso las manos sobre los hombros. Cuando lo hizo todo pareció volver a la normalidad en el acto. Se sintió mejor mirando a aquellos ojos oscuros, aquella sonrisa.

_ No… estoy viendo cosas raras, Anzu. _ Dijo, llevándose los dedos al puente de la nariz.

_ Me has llamado como en tus sueños. _ La miró. _ Quizá debería verte el médico, me preocupas. Vamos al coche y te llevaré.

_ No, espera… no te separes… _ Le cogió la mano. _ Si te apartas, vuelvo a ver todas esas cosas.

_ Ahora me asustas, Anna. _ Apretó sus dedos. _ De verdad que creo que lo mejor es que vayas al médico.

_ Vale, pero déjame sentarme en el asiento del copiloto, por favor.

_ Sin problema. Si a ti no te importa, a mí menos. _ Natasha sonrió.

Durante el viaje, no vio nada extraño. El médico no encontró nada fuera de lo común en ella. Poco a poco se fue relajando del todo. A lo largo de la tarde todo transcurrió con total normalidad. Merendó con Natasha y con July, estuvo un rato comentando películas con sus padres… cenaron.

Para cuando llegó el momento de irse a la cama, ya había olvidado todo aquel mal sueño, como mucho, recordaba el desplante a Vanessa, pero nada más. Se fue a la cama ya ataviada con su pijama, y con una larga sonrisa. Estaba convencida de que el día siguiente sería un gran día.

_ ¿Quieres alguna cosa más, Anna?

_ Bueno… Podrías… ¿Dormir conmigo esta noche?

_ ¿Sólo dormir? _ Preguntó Nat, mordiéndose el labio.

_ Sí… estoy cansada… porfa…

Natasha alargó la sonrisa, mostrando todos sus dientes. Lo cierto es que le era casi imposible imaginarse una vida mejor que la que estaba viviendo. Así que se tumbó junto a Anna y se durmió. Pero, a diferencia de ella, Anna no tuvo dulces sueños. Se despertó en plena noche, empapada en sudor.

Natasha seguía a su lado, pero su habitación ya no se parecía en nada a su habitación. Una vez más, muebles de carne, ojos… su manta parecía tener vida propia y estaba cubierta de pelo. Lanzó un chillido y se la quitó de encima.

_ Nat… Despierta… _ Se detuvo un momento y la observó unos segundos.

Aún a pesar de su terror interno, algo la llevó a colocar su mano sobre el lado derecho de su pecho y pudo percibir aquello que estaba buscando. El latido de un corazón. También pudo notar el del lado izquierdo. Eso aclaraba las cosas.

_ Anzu… _ La nombró.

Y en cuanto lo hizo, fue como si todo se cayese. La máscara de Anna se deshizo en pedazos. Ella era Selennaya. Hacía unos minutos, habría jurado lo contrario, pero en aquel momento, tenía la certeza más absoluta.

_ Anzu, vamos, despierta… te necesito. _ Le dijo, zarandeándola.

Pero Anzu no reaccionó lo más mínimo. Parecía profundamente dormida… y probablemente no de forma natural. Selennaya maldijo en inglés y en ruso antes de moverse escaleras abajo. Escaleras de carne que crujían y se deformaban bajo sus pisadas. Y, frente a las puertas de la mansión, de pie, esperándola, estaba July.

_ No sé si llamarte July… O Tiff. _ Dijo, mirándola. _ Porque eres tú, ¿Verdad?

_ Diría que me alegra que me recuerdes… pero ese es precisamente el problema. _ Contestó la niña, mirándola, toda la casa pareció temblar cuando frunció el ceño. _ Los demás recuerdan alguna vez… es fácil. Algunos no lo hacen nunca, como la pelirroja. Pero tú sigues recordando… una vez y otra vez. Pensé que dándote todo esto serías feliz…

_ No creo que tenga que ver con lo que puedas darme, July. _ Selenna apretó los puños.

_ ¿Qué tengo que hacer para que dejes de recordar? Para que seas simplemente mi hermana… ¿Qué tengo que hacer para que podamos ser felices para siempre?

_ Aunque lo supiera… no te lo diría. _ Respondió Selennaya.

_ Selennaya… de verdad, me gustas mucho, no quiero hacerte daño… _ Suspiró. _ Pero pones en peligro todo lo que he construido.

_ Lo que has construido es falso, July.

_ No me importa que sea falso si me hace feliz. Y si tengo que quitarte de en medio para que lo siga siendo… _ Sus ojos se tiñeron de negro.