_Y ya están todos en casa. _ Anzu dejó los mandos y, con un suspiro de alivio, se apartó su nueva cabellera negra del rostro. Esa melena llena de rizos rebeldes, enmarcaba un rostro que se mostraba muy atractivo a ojos de Selennaya. _ Supongo que podemos dar por concluido el trabajo. Venga, Selennaya, anímate, llevas con esa cara larga desde que entramos.
_ ¿Seguro que te acuerdas de mí? _ Bufó la rusa. _ Antes me mirabas como si no tuvieras idea.
_ Eres Selennaya Ivanovna. Te conocí en París, en las catacumbas. Y eres mi mejor amiga. ¿No es eso, acaso?
_ Sí... tu mejor amiga. _ Repitió, con cierta rabia mal disimulada. _ ¿Seguro que te acuerdas de todo?
_ Recuerdo que Tiff me atacó, y que le dije que nos ocuparíamos de ella. Y entonces nos sentamos en la arena a esperar mi regeneración. ¿Ocurrió algo importante de lo que no me acuerde?
_ No, nada importante. _ Suspiró Selennaya.
_ Estás taciturna porque me ha cambiado la cara, ¿No? ¿No estoy guapa? A ver, sé que antes era más alta que tú y ahora medimos lo mismo, pero... estoy bastante bien, ¿No?
_ Me gustabas más pelirroja. _ Selennaya se esforzaba por quitarle hierro al asunto.
_ Bueno, podría teñirme, aunque creo que puedes acostumbrarte, venga, ven aquí.
Selennaya no se lo vio venir. Anzu la tomó del brazo, la atrajo hacia sí y la atrapó en sus brazos mientras apoyaba su cabeza en su pecho. Selennaya no lograba recordar ningún momento en que Anzu la hubiera abrazado antes. Se sintió muchísimo mejor, al menos, mucho más relajada, y emitió un suspiro de alivio. No se separó de ella.
_ ¿Desde cuándo das abrazos?
_ Supongo que ahora soy una de esas personas que lo hace. _ Susurró Anzu, acariciándole el pelo. _ ¿No te gusta?
_ Me encanta. _ Le corrió Selennaya. _ Estoy muy cómoda aquí. Tienes dos almohadas muy cómodas.
_ Oh, bueno... _ Anzu se sonrojó. _ Debería ir a comprobar que Tiff está cómoda en su nueva habitación.
_ Eh, sí, claro.
Selennaya se la quedó mirando mientras se marchaba. Sabía que no era buena idea forzar las cosas. Pero lo que había sentido con aquel beso le había afectado. Y que Anzu no se acordase le parecía una cruel broma del destino.
Anzu se encaminó a ver a Tiff. La niña había encontrado en la TARDIS una habitación infantil, que parecía pensada justo para ella. Había una cama de su tamaño, juguetes y libros. Llevaba toda la mañana leyendo cuentos cuando Anzu la encontró.
_ ¡Mami está en casa! _ Exclamó cuando la vio presentarse.
_ Sí, aquí estoy, peque. Veo que estás cómoda. ¿Has desayunado? _ Le preguntó, pasándole la mano por el pelo.
_ Sí, y la tarta de verdad sabe muy bien. _ Dejó escapar una risa.
_ Me alegro. _ Se sentó para quedar a su altura. _ ¿Quieres venir a la sala de control? Pronto vamos a aterrizar.
_ No sé, creo que hoy me apetece quedarme aquí. Me gusta tener mi propio cuarto.
_ Vale. Sé que sabrás cuidarte sola mientras estamos fuerza. _ Anzu le dio un beso en la frente y se puso en marcha, pero Tiff la detuvo cuando se dirigía a la salida.
_ Mami. _ Anzu se giró parar mirarla. _ Si aparece alguien a quien quieres que le dé una paliza, llámame.
_ Lo tendré en cuenta, peque. _ Anzu sonrió.
Cuando Anzu llegó a la sala de control, se encontró a Selennaya mirando los monitores fijamente, muy tensa. Cuando llegó, se giró hacia ella muy nerviosa.
_ Anzu, te juro que no he tocado nada.
Anzu, que en aquel momento llevaba un chupachups en la boca, alzó una ceja y se acercó al panel de mando. El dispositivo normalmente emitía un montón de luces parpadeantes y de imágenes en bucle, pero se había quedado repentinamente negro.
_ ¿Seguro que no has tocado nada?
Era la primera vez desde que se había regenerado que Anzu se mostraba seria. A Selennaya le recordó algo más a la mujer que había sido antes del cambio, aunque en sus nuevas facciones, se mostraba algo menos regia y más ruda. La mirada en los nuevos ojos azules de Anzu era salvaje, fiera.
_ Esto es el transmisor principal de la TARDIS. _ Le explicó, aún con esa expresión seria. _ Recopila y muestra todas las comunicaciones que recibimos. ¿Seguro que no has tocado nada?
_ Te lo prometo. _ Insistió Selennaya.
_ Entonces... el universo entero acaba de quedarse en silencio... _ Le expresó Anzu. _ Debo confesar que nunca había visto nada parecido.
Su seriedad se deshizo para formar una expresión pícara, con un hambre de aventura que a Selennaya... le asustó un poco.
_ ¿Preguntamos qué pasa?
_ No me parece buena idea.
_ Precisamente por eso me muero de ganas de hacerlo. _ Anzu acercó sus manos al panel de mando y escribió.
Selennaya pudo ver cómo una línea de un vivo color rojo cruzaba el centro de la pantalla, elevándose, y explotaba como unos fuegos artificiales. Durante unos segundos volvió a hacerse la negrura hasta que finalmente un pequeño hilo azul pareció llegar de vuelta a la parte baja de la pantalla. Anzu se quedó un segundo observando en silencio, hasta que la rusa la interrumpió.
_ ¿Y bien?
_ Alguien ha respondido. _ Anzu se aclaró la garganta. _ Dice "Guarda silencio... te van a oír"
_ Eso suena bastante mal.
_ Hay algo ahí fuera... que le ha dado tantísimo miedo a todo el mundo... que se han puesto de acuerdo para detener sus comunicaciones...
_ Ahora soy yo la que está asustada. _ Dijo Selennaya, aferrándose a la barandilla.
_ Haces bien en estarlo. _ Anzu alargó su sonrisa.
_ Supongo que voy a tener que acostumbrarme a que vayas de cara al peligro ahora.
_ Puedo dejarte en casa si lo prefieres.
_ Anzu, que vayas de cara al peligro o te lo topes por casualidad no cambia el hecho de que ir de viaje contigo siempre va a ser un riesgo. _ Le colocó la mano en el hombro. _ Pero al final vale la pena...
Selennaya habría terminado la frase de otra manera, pero no se atrevió. En su lugar se mordió el labio y dio un paso atrás, mirando de nuevo aquella pantalla completamente vacía.
_ Sea lo que sea, estoy segura de que podrás hacerte cargo.
_ Hace menos de dos días una niña de como tres años me ha matado, ¿Estás segura de eso?
_ Y aquí sigues. _ Selennaya sonrió. _ Estoy segura.
_ Me alegra que alguien tan extraordinaria como tú tenga tantísima fe en mí.
Extraordinaria. Selennaya estuvo pensando en ello mientras la TARDIS aterrizaba. Se quedó observando la superficie del planeta desértico en el que habían aterrizado. La arena y las rocas eran de un vivo color rojo sangre. Y fue como una de estas piedras como se camufló la TARDIS.
_ ¿Estás segura de que es aquí donde tenemos que venir? _ Preguntó Selennaya. _ No parece que haya gran cosa.
_ Hace dos días un estallido atravesó todos los canales de comunicaciones del universo a la vez... y salió justo de aquí.
_ No parece el lugar en el que alguien esperaría encontrar a algo capaz de asustar al universo entero.
_ Si das un par de pasos encontrarás la muerte, eso seguro. _ Le espetó Anzu, al ver que se alejaba de la nave. _ La atmósfera no es respirable. No te alejes más.
_ ¿Moriría en el acto? _ Preguntó, dando un paso atrás.
_ Desearías que ocurriese. A un humano común le llevaría al menos tres días de agonía antes de morir debido a la incapacidad de retener el oxígeno. A ti podría llevarte semanas.
_ ¿Y tú?
_ Selennaya, la cara es nueva, no tengo ganas de hacer experimentos. No querrás que la pierda antes de tener que acostumbrarte.
_ Nada más lejos. Entonces... ¿Nos ponemos una escafandra?
_ Premio. No querría yo que te pasase nada.
Caminar con la escafandra se hacía lento y pesado. La superficie rojiza del planeta no parecía cambiar gran cosa. Selennaya estaba empezando a sentirse agotada cuando vio a Anzu detenerse y sentarse en una roca, así que la imitó.
_ Es bonito, ¿No crees? _ Anzu sonrió bajo la escafandra. _ Me recuerda a casa.
_ ¿Gallifrey era así?
_ Gallifrey era de un hermoso color naranja. Similar al que tiene la tierra durante el anochecer... _ susurró. _ A veces, cuando voy a la Tierra me quedo esperando al anochecer... también me lo recuerda. Es una lástima que no pudieras verlo.
_ Hubiera estado bien poder verlo junto con mi padre. _ Suspiró Selennaya, sentándose con ella. _ Me hubiera gustado conocerle. ¿Crees que a él le hubiera importado... bueno, ya sabes?
_ A tu padre le habría dado igual la clase de gente que te gustase, Selennaya. Los señores del tiempo no vemos esas cosas de la misma manera por motivos evidentes.
_ Entiendo que cuando puedes cambiar de arriba abajo de un día para otro esas cosas son lo de menos.
Durante unos minutos, ambas se quedaron viendo aquel gigantesco espacio vacío. Selennaya emitió un suspiro, sintiéndose repentinamente en paz. Finalmente, sentía que podía acostumbrarse a la nueva Anzu.
Pero necesitaba saber qué había pasado realmente, si realmente los sentimientos que había mostrado antes de regenerarse habían sido reales o... simplemente, un acto realizado fruto del miedo a morir.
Estaba buscando qué palabras emplear para preguntárselo, cuando sintió un escalofrío... y una sensación de absoluto terror la invadió. Pero no era producto de lo que pensaba decir. Era algo muchísimo más primitivo y visceral.
Ni siquiera entendía qué la asustaba, pero sí que sabía que era puro miedo, que su cuerpo temblaba. Se había quedado paralizada y temblaba de arriba abajo. Anzu también parecía asustada. Pero demostrando una entereza de la que Selennaya carecía, consiguió ponerse en pie y mirar tras ellas. Y pudo ver algo que justificaba las sensaciones de la rusa.
Anzu podía decir que había visto cosas muy extrañas a lo largo de su vida, pero aquella, decididamente, podía entrar con facilidad en el top diez. Tragó saliva, tratando de controlar ese primitivo instinto de terror que estaba sintiendo.
Frente a ella se encontraba lo que parecía un astronauta. Sin embargo, el cristal del casco se había agrietado y roto y, en su interior, podía verse el rostro consumido de una persona, con los ojos inyectados en sangre, la piel pegada a los huesos sin apenas carne entre ellos... y emitía un sonido ruinoso intentando respirar.
Pero la figura, si bien era aterradora, no era lo que les causaba pavor. Había algo que emanaba de ella, un efluvio malva y negro, que se extendía a su alrededor. Y a ambas cada fibra de su cuerpo les transmitía esa sensación de pleno desasosiego.
_ Corre.
A Anzu le costó un gran esfuerzo articular aquella palabra, superar la parálisis de puro miedo que había sentido y moverse. Selennaya no lo consiguió hasta que le tiró del brazo y la forzó a reaccionar. Ninguna de las dos podía moverse particularmente rápido con la escafandra. Pero aquella criatura era incluso más lenta, así que pudieron ganar algo de distancia.
_ ¿Qué era eso? _ Preguntó Selennaya, notando como, poco a poco, iba recuperando el resuello.
_ Lo que vinimos a buscar. _ Susurró Anzu. _ Algo suficientemente aterrador como para que el universo entero quiera evitarlo.
_ Pero... ¿Qué es?
_ No tengo ni idea. _ Anzu alargó la sonrisa.
_ Debe ser la primera vez que no lo sabes.
_ Sí... Y es estimulante. Me encanta no saber algo. _ Anzu la tomó por los hombros, mirándola a través de la escafandra. _ Siempre tengo lugar para nuevos conocimientos.
_ ¿Y ahora qué? Y no me digas que volvemos ahí.
_ Bueno… puedo no decírtelo, pero es lo que vamos a hacer. _ Se encogió de hombros.
_ Decididamente… sigues siendo tú.
