—¡Atención, el príncipe Takeru está aquí!— Un grito se escuchó en el salón del trono.

Y Yamato, quien se encontraba en su trono sentado, alzó la mirada.

La puerta se abrió de par en par y cierto joven rubio de ojos azules apareció en el lugar. Sin prisa caminó por la sala del trono en dirección hacia el sultán dispuesto a hacerle una reverencia.

—Hermano.

—Takeru.—Yamato pronunció su nombre y se colocó en pie— Bienvenido de vuelta a casa.

El joven alzó la mirada y sonrió—Es un honor estar de vuelta.

—¿Cómo estás?—Preguntó el mayor—¿Cómo te fue en tu entrenamiento?

El menor asintió— Muy bien.

Fue así como ambos comenzaron a conversar de lo vivido esos meses, Takeru le comentó a su hermano todo lo que hizo desde inicio hasta el fin.

Yamato escuchaba atentamente las palabras de su hermano menor, al parecer había aprendido bastante, los jenízaros le habían dado la atención correspondiente y necesaria para que tuviese un buen entrenamiento.

—Y eso es todo lo que aprendí.

—Interesante.—Comentó el sultán— Veo que fue de provecho este entrenamiento.

—Lo fue.—Respondió Takeru— Me permitió aprender nuevas tácticas de guerra, así como administrar las tropas. Todos los jenízaros de alto rango me dieron muchos consejos y también pude compartir con jenízaros jóvenes que llevan unos años en servicio.

—Que bien.—Habló Yamato— ¿Algo que destacar?

—Pues...—Takeru hizo una mueca—Quería mencionarte acerca de un tema en particular que noté en los jenízaros.

—¿Qué problema?—Preguntó el mayor.

—He notado cierto descontento en los jenízaros con respecto a su salario.

—¿Con respecto a su salario?— Cuestionó el sultán.

Takeru asintió.

—Sí, alteza. Parece que algunos de los jenízaros sienten que su salario no refleja adecuadamente su dedicación y servicio al imperio —explicó Takeru con cautela, consciente de la sensibilidad del tema.

El sultán frunció el ceño, reflejando su preocupación por la posible disidencia entre las filas de los jenízaros, una parte crucial de su ejército y su poder.

—¿Por qué me mencionas esto?—Preguntó Yamato— El jefe de los jenízaros no me ha hablado de eso.

—Sé que no, porque tiene sus preocupaciones, pero los jenízaros jóvenes no están de acuerdo con el salario que tienen.—Comentó Takeru.

Yamato, el sultán, reflexionó por un momento, procesando la información recién presentada. Era consciente de que la lealtad de los jenízaros era fundamental para mantener la estabilidad de su imperio, y cualquier signo de descontento entre sus filas debía abordarse con prontitud y tacto.

—Entiendo. Es crucial mantener la cohesión dentro de nuestras fuerzas armadas. Si los jenízaros más jóvenes se sienten subvalorados, podría erosionar la moral y poner en riesgo nuestra seguridad —respondió con seriedad el sultán, preocupado por las posibles ramificaciones de esta situación.

Takeru asintió en señal de acuerdo, apreciando la comprensión del sultán respecto a la gravedad del problema.

—Exactamente, sultán. Creo que sería sabio abordar este asunto antes de que se convierta en un problema mayor. Tal vez podríamos considerar ajustes en los salarios o buscar otras formas de reconocimiento por su valioso servicio al imperio.

El sultán asintió, reconociendo la importancia de tomar medidas concretas para abordar las preocupaciones de los jenízaros.

—Sí, debemos tratar este tema.—Comentó el mayor— Pero, la solución déjamela a mí, no es simplemente llegar y subir el sueldo, necesito pensar esto. Y a su vez hablar con el líder.

Tk asintió—Entiendo hermano.

Justo en ese minuto una voz interrumpió su conversación.

—¡Atención, la sultana madre está aquí!

Fue así como la puerta se abrió y en el lugar apareció la madre ambos.

—¡Takeru!— Exclamó Natsuko.

—Madre.—Una sonrisa en el rostro del menor se hizo presente y la mujer rápidamente caminó hacia él.

Tk suavemente tomó su mano y besó sus nudillos.

—¡Mi príncipe!— Exclamó— Me alegra mucho ver que regresaste.

—Estoy feliz de estar de vuelta madre.—Respondió Takeru.

Natsuko acarició suavemente la mejilla de su hijo menor.


~Minutos más tardes~


En el salón principal, Yamato se encontraba cenando junto a su familia: Su madre, su hermano, sus hermanas, sus cuñados, Sora, Mimi y sus hijos. Además, Taichi e Hikari se encontraban acompañándolos en aquella cena.

—Estoy muy feliz por tu regreso, hermano.—Rika le habló a Takeru.

El menor sonrió— Yo también estoy feliz de volver hermana y volver a verte.— Fue así como tomó suavemente su mano y besó sus nudillos.

La cena transcurría en un ambiente de camaradería y alegría, con risas y conversaciones animadas llenando el salón principal. Yamato observaba a su familia con gratitud y amor, sintiéndose bendecido por tenerlos a todos reunidos una vez más.

—Es maravilloso tenerte de vuelta, Takeru —dijo Yamato con una sonrisa, expresando su sinceridad—. Te hemos extrañado mucho por aquí.

Takeru asintió con una expresión de gratitud en su rostro.

—Gracias, hermano —respondió—. Extrañé mucho estar en casa, pero estoy agradecido por la oportunidad de entrenarme y mejorar para servir al imperio de la mejor manera posible.

Mimi, sentada junto a Yamato, tomó la mano de su esposo con cariño, expresando su apoyo silencioso.

—Estoy feliz de que estés de regreso, Takeru.—dijo Mimi con una sonrisa cálida—. El palacio no era lo mismo sin ti.

Takeru devolvió la sonrisa, agradecido por las palabras de su cuñada.

—Gracias, Mimi —respondió— Significa mucho para mí volver a estar aquí con todos ustedes. Pero también me hacía falta estar aquí en palacio.—Declaró Tk—Pero era necesario, ya que necesitaba el entrenamiento.

La cena continuó en un ambiente de armonía y felicidad, con cada miembro de la familia compartiendo historias y risas. Para Yamato, era un momento de paz y conexión con sus seres queridos, y estaba agradecido por cada momento que pasaba junto a ellos.

—¡Atención!—Yamato alzó su copa—Quiero celebrar el regreso de mi hermano...—Declaró— Y a su vez, quiero celebrar la llegada de un nuevo hijo a esta familia.

¿Nuevo hijo?

Todos se sorprendieron ante esto.

—¿Nuevo hijo?— Preguntó Rika en voz alta.

Yamato asintió— Mi favorita, la sultana Mimi está nuevamente embarazada.

¿Qué?

¿Embarazada de nuevo?

Fue la impresión de Alice.

Daigo intercambió una rápida mirada con su esposa, y la rubia intercambió una mirada con Sora, quien no se veía muy feliz.

—Vendrá otro hijo a la familia.—Declaró Yamato.

—¡Hermano, felicidades!— Exclamó Takeru.

—Vendrá otro príncipe a nuestra familia.— Musitó Rika.

—Eso es una buena noticia...—Yamaki Mitsuo Pashá alzó su copa.


El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos y dorados mientras Takeru aguardaba en la torre más alta del palacio. Desde allí, tenía una vista impresionante de la ciudad que se extendía ante él, con sus edificios y callejones bañados por la luz crepuscular.

El viento jugueteaba suavemente con su cabello mientras esperaba con impaciencia la llegada de Hikari. Habían acordado encontrarse en ese lugar especial para ellos, donde podían disfrutar de momentos de privacidad lejos de las miradas curiosas.

Finalmente, el sonido de pasos ascendiendo por la escalera de piedra lo sacó de sus pensamientos. Una sonrisa iluminó su rostro al ver a Hikari aparecer en lo alto de la escalera. Su corazón dio un vuelco al contemplar su belleza bajo la luz dorada del atardecer.

—Takeru.—La joven pronunció su nombre.

—Hikari.—Tk sonrió.

Hikari devolvió la sonrisa a su amado y corrió hacia él con pasos ligeros, como si el tiempo se hubiera detenido en ese preciso instante. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se lanzó a sus brazos, fundiéndose en un cálido abrazo que les recordaba el amor que compartían.

—¡Al fin regresaste!—Susurró Hikari—Te he extrañado tanto.—Comentó mientras apretaba suavemente a Takeru.

—Y yo a ti, mi amor —respondió Takeru, sintiendo cómo el latido de sus corazones se sincronizaba en un palpitar armonioso.

Se separaron lo suficiente como para mirarse a los ojos, compartiendo un silencioso intercambio de emociones y complicidad. Había tanto que decir, tanto que expresar con palabras y gestos, pero en ese momento, el lenguaje del corazón era suficiente.

—Takeru... —comenzó Hikari, buscando las palabras adecuadas para expresar lo que sentía en su interior.

—Shh, no hace falta decir nada —interrumpió Takeru suavemente, colocando un dedo sobre los labios de Hikari para silenciarla.

En lugar de palabras, dejaron que sus acciones hablaran por ellos. Lentamente, se inclinaron el uno hacia el otro, cerrando la brecha entre sus labios en un beso lleno de amor y pasión. En ese momento, el mundo desapareció a su alrededor, dejando solo espacio para ellos y su amor eterno.


Sora estaba sentada en su habitación, su rostro mostraba una expresión de furia contenida. Las noticias del embarazo de Mimi, la concubina favorita de Yamato, habían llegado a sus oídos y la llenaron de un sentimiento abrumador de ira y frustración. ¿Cómo podía ser que Mimi estuviera esperando otro hijo de Yamato, mientras ella seguía sin concebir?

Miyako, la leal sirvienta de Sora, entró en la habitación con cautela, consciente del estado de ánimo de su señora. Se acercó con delicadeza, tratando de encontrar las palabras adecuadas para calmarla.

—Mi señora, entiendo que esté molesta, pero...

—¡No quiero oír excusas, Miyako! —exclamó Sora, interrumpiendo a su sirvienta con brusquedad— ¿Cómo puede ser que Mimi esté embarazada de nuevo? ¿Qué tiene ella que yo no tenga?

Miyako se esforzó por mantener la compostura, sabiendo que cualquier respuesta que diera podría exacerbar aún más la ira de Sora.

—Mi señora, cada mujer es diferente, y las circunstancias...

—¡No me importan las circunstancias! —gritó Sora, levantándose de su asiento y comenzando a dar vueltas por la habitación— ¡Es injusto! ¡Injusto que ella siga siendo la favorita de Yamato y yo me quede aquí, olvidada!

Miyako se acercó con cuidado y colocó una mano reconfortante en el hombro de Sora, intentando calmarla.

—Mi señora, debes tranquilizarte. No es bueno para ti estar tan alterada.

Pero las palabras de Miyako apenas penetraban el torrente de ira y frustración que inundaba a Sora. Por más que intentara tranquilizarse, no podía evitar sentirse abrumada por la sensación de injusticia y desesperación que la consumía. La idea de que Mimi continuara ocupando el lugar privilegiado en el corazón de Yamato la llenaba de un resentimiento cada vez mayor.

—No puedo tranquilizarme, Miyako —murmuró Sora, su voz temblorosa— No puedo soportar ver cómo Mimi sigue recibiendo todo lo que quiero, todo lo que necesito para ser feliz.

Miyako suspiró con pesar, comprendiendo la angustia de su señora, pero sintiéndose impotente para aliviar su dolor. En silencio, continuó ofreciendo su apoyo y consuelo, sabiendo que, aunque no pudiera cambiar la situación, estaría ahí para Sora en su momento de necesidad.


En el lujoso baño privado del palacio, Mimi se encontraba cuidando de Yamato, el sultán. Con delicadeza y devoción, ella lo ayudaba a desvestirse y prepararse para el baño. El ambiente estaba impregnado de un silencioso respeto, pero también de una intimidad compartida entre ellos.

—Permíteme ayudarte, mi señor —dijo Mimi con voz suave mientras desataba los cordones de la túnica del sultán.

Yamato asintió, permitiendo que Mimi lo asistiera. Aunque era el sultán, en ese momento se sentía vulnerable y agradecía el apoyo de su concubina favorita.

Con cuidado, Mimi retiró la túnica de Yamato, revelando su figura imponente pero también su humanidad. Con gestos delicados, lo condujo hacia la bañera, donde el agua tibia esperaba para recibirlo.

—Gracias, Mimi.—murmuró Yamato, su mirada encontrando la de ella con gratitud.

Mimi sonrió con ternura, sintiendo una conexión especial con el sultán en ese momento íntimo. Sin palabras, continuó cuidando de él, asegurándose de que su baño fuera una experiencia relajante y reconfortante.

—Así que ¿Se irá?—Mimi le preguntó al sultán.

Yamato asintió— No ahora, pero luego.

La castaña hizo una mueca ante esto—Justo ahora que estoy esperando a nuestro segundo bebé.—Comentó mientras acariciaba su vientre.

—Estarán bien mientras yo no esté.

—¿Usted cree?— Cuestionó Mimi— Acaso ¿no recuerda que hace un tiempo cuando esperaba a Thomas me intentaron envenenar?

Yamato hizo una mueca al recordar ese suceso—Esta vez no ocurrirá.

—¿Cómo puede estar tan seguro?— Preguntó la castaña.

—Yo me encargaré de que no ocurra...—Declaró el rubio— Atacarte a ti es atacarme a mí. Dudo que alguien quiera tener que enfrentarse a mí.

Mimi suspiró— Ojalá todos pensarán eso.— Se lamentó— Pero sé que hay muchas mujeres del harem a las cuales no les agrado.

Yamato frunció el ceño al escuchar el nombre de Sora. La tensión entre Mimi y Sora no era un secreto en el harem, y aunque había hecho todo lo posible por mantener la paz entre ellas, sabía que la rivalidad seguía latente.

—Sora no representa una amenaza para ti ni para nuestro hijo —respondió Yamato con calma, aunque en su tono se podía percibir un toque de preocupación— Está ocupada con su hijo y sus propios asuntos. No tiene tiempo para perder lastimándote.

Mimi suspiró, aún insegura.

—Pero ella siempre me ha mirado con desprecio, y no puedo evitar sentir que podría hacer cualquier cosa para deshacerse de mí y de nuestros hijos —confesó— No confío en ella, Yamato. Y no me sentiré segura hasta que estemos fuera de su alcance.

Yamato colocó una mano reconfortante sobre el hombro de Mimi, buscando calmar sus temores.

—Entiendo tu preocupación, Mimi. Pero te prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para protegerte a ti y a nuestros hijos —declaró con determinación— Si alguna vez sientes que estás en peligro, no dudes en decírmelo. Haré todo lo posible por asegurarme de que estés a salvo.

Mimi asintió, agradecida por el apoyo de Yamato, aunque aún preocupada por lo que el futuro pudiera depararles.

—Aun si no estoy, me encargaré de estés bien...—Musitó el rubio antes de depositar un beso en sus labios.

Mimi correspondió al gesto.

—Ahora, nos queda poco tiempo juntos y eso debemos disfrutarlo.—Comentó Yamato.


Mientras tanto en lo alto de la torre del harem, Takeru y Hikari se encontraban envueltos en un abrazo cálido y reconfortante, sus cuerpos cerca el uno del otro como si temieran separarse de nuevo. Las estrellas brillaban en el cielo nocturno, creando un ambiente mágico para su reencuentro tan esperado.

—Te extrañé mucho... —susurró Takeru, sus labios rozando suavemente los de Hikari.

—Yo también a ti —respondió Hikari, sus ojos brillando con amor y ternura mientras se perdían en los profundos ojos azules de Takeru.

Los dos se miraron el uno al otro con una mezcla de alegría y nostalgia, recordando los momentos que habían compartido juntos y anhelando crear nuevos recuerdos juntos.

—No puedo creer que estemos finalmente juntos de nuevo —murmuró Hikari, su voz llena de emoción— Te extrañé más de lo que puedo expresar con palabras.

Takeru acarició suavemente su mejilla con el pulgar, admirando su belleza con una sonrisa tierna.

—Yo también te extrañé, Hikari. Estar lejos de ti fue lo más difícil que he tenido que hacer —confesó—. Pero ahora que estamos juntos de nuevo, no pienso dejar que nada nos separe.

Hikari se acercó más a él, sus labios encontrando los suyos en un beso suave y tierno, lleno de amor y pasión. Se perdieron en el momento, entregándose el uno al otro con todo su ser, sus corazones latiendo al unísono en un baile de amor y deseo.

El beso se intensificó gradualmente, sus labios moviéndose con más urgencia y fervor, mientras las llamas del amor los consumían por completo.

Ambos estaban sentados en un pequeño sofá, sin embargo, la intensidad del eso provocó que perdieran el equilibrio y sin querer ambos se dejaron caer de lado al sofá quedando ambos acostados en el sofá. Takeru comenzó a acariciar suavemente la cintura y su espalda, este acto colocó nerviosa a la castaña. Esta posición no era la más adecuada.

No quería cometer una locura

—¿E? Ta-takeru...—Hikari se alejó de Takeru— Disculpa, pero creo que es hora de regresar.

—¿Por qué?—Preguntó el rubio— Por fin podemos estar juntos luego de varios meses.

—S-sí, pero es bastante tarde y mi hermano llegará pronto a nuestros aposentos.—Comentó la castaña— Y si no me ve tendremos problemas.

Takeru hizo una mueca ante esto.

—¿Te llevo a tus aposentos?

—No.—Respondió la castaña— Me encantaría, pero creo que lo mejor será que no, ya que si Taichi nos ve tendremos problemas.

Sí, eso era verdad.

—Está bien, Hikari.—Takeru tomó su mano y besó sus nudillos— Descansa preciosa.

—Usted también, mi príncipe.—Musitó la castaña.

Takeru alzó su mirada, se acercó a ella y besó suavemente sus labios.


~Al día siguiente~


En el majestuoso salón del consejo, Yamato, rodeado por sus consejeros más confiables, anunció solemnemente su decisión.

—Pashás...—comenzó, su voz resonando con autoridad en la sala— he convocado esta reunión para informarles de una decisión que he tomado después de una cuidadosa consideración. Como sultán de este imperio, debo tomar medidas para garantizar su seguridad y prosperidad.

Los miembros del consejo escuchaban con atención, expectantes ante las palabras del sultán.

—He decidido llevar a mi hermano, Takeru, a la guerra —declaró Yamato, su tono serio y firme.

Todos se sorprendieron ante esto.

El sultán se adelantó a explicar: —Creo que su entrenamiento y habilidades militares necesitan desarrollarse en el campo de batalla, como saben, tuvo un entrenamiento, pero lo mejor es colocarlo en práctica, además es un príncipe.

Masami Izumi Pashá y Masaru Daimon Pashá intercambiaron miradas preocupadas, claramente desconcertados por la noticia.

—Mi sultán, con todo el respeto, ¿estás seguro de que llevar a Takeru a la guerra es la mejor decisión? —preguntó Masami Izumi Pashá, su voz llena de aprensión.

—Él es tu hermano, pero también es joven e inexperto en asuntos militares. ¿No sería más prudente dejarlo fuera de los peligros del campo de batalla?

Yamato consideró la pregunta por un momento antes de responder con determinación.

—Es verdad que no tiene experiencia en el campo de batalla, pero confío en las habilidades y el valor de mi hermano. Además, su participación en la guerra no solo servirá para proteger al imperio, sino que también le proporcionará experiencia y entrenamiento invaluable que lo prepararán para asumir mayores responsabilidades en el futuro.

Masaru Daimon Pashá asintió, aunque claramente aún no convencido.

—Comprendo tu punto de vista, mi sultán —dijo—, pero aún así no creo que sea lo mejor.

—No es buena idea que un príncipe participe en una campaña militar, considerando que no es un heredero, sino un rival.— Comentó Masami Izumi Pashá.

—Takeru no es un rival. Es mi hermano.

—Sí, lo sabemos su majestad.—Declaró Masaru Daimon Pashá— Pero esto es algo nuevo, totalmente inesperado.

—A los demás pashás de alto rango no les gustará esto.— Musitó Akira Aonuma Pashá, el tesorero imperial.

Yamato hizo una mueca ante esto— Esto no depende de los demás pashás. Esto se trata de lo que yo decido. Y eso es lo que quiero.

—Sí, es lo que usted quiere, pero esa idea es fuera de lugar. Que Takeru aumente su poder a poco tiempo de ser eliminado el fratricidio no es buena idea.

—Entiendo sus preocupaciones, pero yo creo que, ahora más que nunca Takeru debe ser bien visto por el pueblo es un príncipe que tiene derecho a obtener poder militar, confío en mi hermano para llevar a cabo esta tarea con honor y valentía —respondió Yamato, su tono manteniendo la calma a pesar del debate que se desarrollaba a su alrededor—. Takeru no es solo un príncipe, es un ciudadano de este imperio, y tiene el deber de servir y proteger a su pueblo, al igual que cualquier otro hombre capaz.

Masami Izumi Pashá frunció el ceño, claramente sin estar convencido.

—Su majestad, respetamos su autoridad y su decisión, pero debemos expresar nuestras reservas con respecto a esta acción —dijo—. No estamos seguros de que enviar a un príncipe a la guerra sea prudente o beneficioso para el imperio. Podría ser interpretado como un acto de imprudencia y poner en peligro la estabilidad de nuestro gobierno.

Yamato reflexionó sobre las palabras de Masami Izumi Pashá, reconociendo la validez de sus preocupaciones.

—Entiendo su punto de vista, pero debo seguir adelante con esta decisión —declaró, su voz firme y decidida— Takeru está dispuesto a asumir este desafío, y confío en que cumplirá su deber con honor y dedicación.

Al parecer el sultán estaba decidido.

Todos intercambiaron miradas dudosos.

Yamato observó las miradas dubitativas de los pashás, consciente de que su decisión no era fácil de aceptar para todos. Sin embargo, estaba decidido a seguir adelante con su plan, convencido de que era lo mejor para el imperio y para su hermano.

—Además, quiero informar que dejaré a uno de mis hombres de confianza a cargo de esta campaña.

¿Qué?

Esto sorprendió a todos.

Siempre el jefe de los jenízaros estaba a cargo de todo lo militar, pero también había un pashá encargado del plan de conquista y la administración de tropas, era por decir así la "cara visible del sultán" trabajaba codo a codo con el jefe de jenízaros. En la guerra anterior no hubo, que esta vez nombrada significaba mucho.

Por lo general, el sultán dejaba a uno de sus yernos (esposo de sus hijas) o cuñados (esposos de sus hermanas) a cargo, ya que eran las personas de su mayor confianza y miembros de la dinastía.

Acaso ¿Yamato haría lo mismo?

—¿Quién será el encargado?— Preguntó el gran visir.

—En primera instancia había pensado en colocar a Yamaki Mitsuo Pashá.—Comentó y todos observaron al esposo de Rika— Pero, me informó que, en su provincia, hay problemas, los cuales le impedirán participar en la guerra.

El aludido asintió.

—Es por eso que, por esta ocasión he decidido escoger a...

Daigo cruzó los dedos por escuchar su nombre. Por lógica, él debía ser el líder de la campaña de guerra, ya que era el cuñado de Yamato más importante.

—Taichi Pashá.

¿Qué?

La sorpresa de los presentes fue absoluta.

—Buena elección sultán.—Comentó Masaru Daimon Pashá.

Akira Aonuma Pashá asintió.

—Taichi Pashá esté a cargo de la campaña —anunció Yamato, cambiando el rumbo de la conversación—. Confío en su habilidad para liderar nuestras fuerzas en el campo de batalla y garantizar el éxito de esta empresa.

Una leve sorpresa se apoderó de la sala ante esta decisión. Daigo Pashá, en particular, parecía sorprendido y algo molesto, aunque mantuvo su compostura.

—¿Por qué Taichi Pashá? —preguntó Masami Izumi Pashá en tono serio, con una leve sombra de desconcierto en su voz—Por lo general el sultán escoge a personas que pertenecen a la familia real que esté a cargo de campaña.— Comentó—Digo, no es obligación, pero generalmente es así.

Yamato miró a Masami Izumi Pashá, comprendiendo su desconcierto.

—Entiendo, pero, como tú bien dices Masami, no es obligación.—Comentó—Taichi ha demostrado su valentía y liderazgo en numerosas ocasiones —respondió— Confío en su capacidad para llevar a cabo esta tarea de manera efectiva y asegurar la victoria para nuestro imperio.

—Entiendo.—Musitó el gran visir.

Daigo Pashá se mordió el labio inferior.

—Espero que hagas un buen trabajo, Taichi.— Yamato le habló al hermano de Hikari.

—Claro sultán.—Taichi asintió— Haré lo mejor posible.

—Sultán, debo mencionar que, yo apoyaré a Taichi.—Comentó Yamaki Pashá—Como bien sabe, no podré participar, pero quiero que sepa que todo mi apoyo económico y de mis tropas irá en apoyo a Taichi, quien liderará, él administrará mis tropas.

Daigo frunció el ceño ante esto. De seguro esa idea no era de Yamaki, sino de Rika, como siempre, apoyando a Taichi, sabiendo que esto lo fastidiaba tanto a él como a Alice.

—Sultán ¿y qué ocurrirá con la provincia de Egipto?— Preguntó el tesorero imperial—Aun no tiene ningún gobernador a cargo, lo cual significa inseguridad, creo que es importante ahora más que nunca tener a alguien liderando para evitar rencillas de los hombres de confianza de Joe.

—Qué bueno que lo mencionas.—Comentó el rubio—En esta campaña me encargaré de analizar a cada uno de los pashás, necesito verificar quien tiene el puesto más alto y quien es el más respetable para que se encargue de organizar la provincia de Egipto.

¿Qué?

Daigo se sorprendió ante esto.

Organizar y tener bajo su cargo la provincia de Egipto era algo grande, porque estaba llena de riquezas, tierras y mucho poder. Era una provincia nueva. Eso le permitiría a él tener mayor poder económico. Pero...Con Taichi de rival era difícil saber si la provincia sería suya o de él.


El harem estaba impregnado de una atmósfera inusualmente animada esa mañana. Las mujeres estaban reunidas en el salón principal, algunas charlando animadamente mientras otras se entretenían con juegos de mesa o tejían en silencio. De repente, un grupo de sirvientas entró en la habitación, llevando bandejas cargadas de dulces y golosinas exquisitamente decoradas.

Sora observó con curiosidad cómo las sirvientas comenzaban a distribuir los dulces entre las mujeres del harem. La pregunta que ardía en su mente finalmente salió de sus labios.

—¿Por qué se están repartiendo dulces? —inquirió, su tono reflejando su confusión.

Una de las sirvientas se acercó a Sora con una sonrisa nerviosa, consciente de la tensión en el ambiente.

—Fue una orden de la sultana Mimi, mi señora —respondió— Está celebrando su embarazo y quería compartir su alegría con todas las mujeres del harem.

Las palabras de la sirvienta resonaron en la habitación, y un silencio incómodo se apoderó del lugar. En ese preciso momento, la puerta se abrió y Mimi entró en el harem, su presencia irradiando una mezcla de elegancia y autoridad. Sus ojos se encontraron con los de Sora, y en ese instante, ambas mujeres intercambiaron una mirada tensa y cargada de significado.

Sora sintió cómo una oleada de emociones la invadía. Sentía una punzada de resentimiento hacia Mimi por ser la causa de su propia frustración y desdicha.

Mientras el harem continuaba sumido en un silencio incómodo, Sora y Mimi se mantuvieron en un tenso enfrentamiento silencioso, cada una ocultando sus verdaderos sentimientos detrás de una máscara de cortesía y diplomacia.

Mimi finalmente decidió acercarse— Megumi Kalfa.

La mujer volteo hacia ella—¿Sí?

—Supongo que, le dieron dulces a la sultana Sora.—Comentó la castaña—Para celebrar mi nuevo embarazo.

Sora frunció el ceño ante esto— No quiero tus estúpidos dulces, Mimi.

—¡Sultana!— Corrigió— Sultana Mimi.

La pelirroja rodó los ojos— Jamás serás una sultana. Para mí, así como para el resto, siempre serás una esclava.

El comentario de Sora provocó un murmullo de sorpresa entre las mujeres del harem, y Mimi luchó por mantener su compostura frente a la provocación evidente.

—Entiendo que estés molesta, Sora, pero no es necesario que seas tan despectiva —respondió Mimi, su voz manteniendo un tono tranquilo pero firme— Yo soy la concubina favorita del sultán, y eso me otorga un cierto estatus en este harem.

Sora dejó escapar un suspiro exasperado, su expresión aún llena de desdén.

—Estatus que no mereces —replicó— Solo estás aquí por casualidad, porque Yamato te ha favorecido injustamente. Pero eso no te convierte en una sultana legítima.

Mimi apretó los puños con frustración, sintiendo cómo el resentimiento de Sora se aferraba a ella como una sombra persistente.

—Mis acciones hablan por sí solas, Sora —declaró, su voz adquiriendo un toque de determinación—Le di un hijo al sultán y ahora que le daré otro hijo...—Tomó su vientre.

—No cantes victoria antes de tiempo. —Comentó la pelirroja.

—Acaso ¿eso es una amenaza?

Sora miró a Mimi con desconfianza, sus ojos chispeando con una mezcla de resentimiento y desafío.

—Solo es un comentario.

—Pero fácilmente podría ser una amenaza ¿no?— Musitó Mimi—Después de todo, estoy segura de que tú fuiste la culpable de mi envenenamiento cuando esperaba a Thomas.

Sora rodó los ojos— No digas tonteras.

—Tú bien sabes bien sabes que no es una tontería.—Comentó la castaña— No sé cómo lo hiciste, pero esa vez lograste salirte con la tuya.—Musitó— No obstante, esta vez no será igual, a mi hijo lo cuidaré con uña y dientes.— advirtió.

La tensión en la habitación era palpable mientras Sora y Mimi se enfrentaban, cada una aferrada a su orgullo y determinada a no ceder terreno ante la otra.

—¿Me estás amenazando?

—No.—respondió Mimi— Te estoy advirtiendo.

—Es lo mismo.

—¡Como sea!— Exclamó la oji-miel— Cuidaré de mi hijo y no me importará lo que tenga que hacer para que esté bien.— Fue lo último que dijo antes de voltear e irse.


—¿Qué?— Preguntó Takeru sorprendido—¿Iré a la guerra contigo, hermano? Yamato asintió— Sí.

El menor observó sorprendido al mayor, jamás esperó esta noticia.

Yamato colocó una mano reconfortante sobre el hombro de su hermano menor, percibiendo la sorpresa en su rostro.

—Takeru, sé que esto puede ser abrumador para ti, pero confío en tus habilidades y valor —explicó con sinceridad— Además, esta experiencia te proporcionará una invaluable oportunidad de crecimiento y aprendizaje.

Takeru se esforzó por procesar la noticia, sintiendo una mezcla de emociones que iban desde la sorpresa hasta la anticipación y, en cierta medida, un leve temor ante lo desconocido.

—No esperaba esto, hermano.—admitió Takeru, su voz reflejando su asombro—Como príncipe renegado no pensé que...

—No eres un príncipe renegado.—Yamato lo interrumpió.

—L-lo sé...—Bajó la mirada— Pero, ya sabes, no soy como los demás príncipes...—Comentó—Estoy sorprendido por ir a la guerra contigo.

—Sé que es una sorpresa, pero, aunque seas mi hermano y no tengas acceso al trono, quiero darte las posibilidades para te puedas desarrollar como un príncipe común.—Aclaró Yamato— Y esto es parte de esto.

Sí, lo sabía.

—Espero que, aproveches la oportunidad.

—¡Claro!— Exclamó Takeru.

Quizás, la idea de ir a la guerra no le gustaba en lo absoluto, pero no quería quedar mal frente a Yamato, al contrario, él le estaba dando este voto de confianza que quería cumplir.

—Estoy listo para asumir este desafío si así lo deseas. Haré todo lo posible por cumplir con mi deber y proteger a nuestro imperio.

Yamato sonrió con orgullo ante la determinación de su hermano menor.

—Sé que lo harás bien, Takeru. Estaré a tu lado en cada paso del camino —aseguró—. Juntos, enfrentaremos lo que sea que nos depare el destino.

Los dos hermanos se miraron con complicidad, compartiendo un vínculo único y un compromiso inquebrantable con su imperio y su familia. Con esta nueva perspectiva, Takeru se preparó mentalmente para la desafiante tarea que tenía por delante, sabiendo que no estaría solo en su viaje hacia la guerra.


—¿A la guerra?— Preguntó Alice sorprendida a la noticia que su esposo le dio— ¿Yamato llevará a Takeru a la guerra?

—Eso parece.—Comentó Daigo.

Alice negó— Eso no puede ser.

¿Cómo era posible que Yamato le diera tantos privilegios a un príncipe que debía estar muerto? Sí, entendía que fuera su hermano completo y quisiera mantenerlo con vida, pero si demostró piedad por él ¿por qué no podía tener piedad por los demás?

—Los pashás no parecían muy agradados con esta decisión.

—No es para menos.—Comentó la rubia— Todos piensan lo mismo que pienso yo, Takeru debería estar muerto, al igual que los demás. Es un príncipe renegado. No debería tener esos privilegios.

Daigo observó con compasión a su esposa, sabía que a ella todavía le dolía recordar que su adorado hermano, Ryouma, había muerto en la guerra por el trono, aun cuando pidió piedad.

—Lo malo es que Yamato parece no querer ceder.—Musitó— Y sigue terco en su idea.

Alice se cruzó de brazos.

—Ojalá Takeru no sobreviva a esa guerra. Así como Ryouma no pudo sobrevivir a la guerra por el trono...—Murmuró.

Daigo tomó asiento al lado de su esposa y tomó su mano.

—Alice ¿estás segura de desear eso?— Preguntó—Takeru no es responsable de lo que le ocurrió.

—Puede que no.—Comentó la rubia— Pero es injusto que él continue vivo cuando a mi hermano no le dieron la oportunidad.

Sí, eso verdad, pero lamentablemente la ley Otomana era así hasta que Yamato decidió cambiarla.

—¡No soporto que todo le esté saliendo bien a Yamato!—Exclamó Alice— Él no debería ser sultán.

Ryouma sí.

—Sé que estás enojada, pero debes mantener la calma...—Comentó Daigo.

—¿Cómo quieres que me calme si todo nos está saliendo mal?

—¿Sabes? Esta situación no está de todo mal.

Alice bufó— ¡Claro que sí! ¿Por qué no estaría mal?

—Porque los miembros del consejo no están de acuerdo en que Takeru participe.—Comentó Daigo— Al contrario, la preocupación cada vez aumenta, eso genera desestabilidad, no creo que funcione del todo la idea de Yamato de ingresar a Takeru en la vida política.—Habló—¿Sabes? Solo basta con que los pashás hagan presión y Yamato tendrá que ceder a sus peticiones.

—Sé eso, pero dudo que lo hagan, todos parecen serle leal.

Sí, eso era verdad.

—Dime ¿tú enserio creerás que los pashás sean capaz de eso?

—No lo sé.—Comentó Daigo— Pero en cierto modo Yamato rompió la ley otomana. Y tú bien sabes lo fiel que son los miembros del consejo a la ley otomana.

Eso también era cierto.

—Ojalá sean leales de verdad y acaben con esta idea estúpida de mantener a Takeru vivo.—Musitó Alice.

El enojo era evidente en los ojos de Alice. En cierto modo a Daigo le preocupaba, después de todo, la rubia no quería dejar ir el pasado y por eso estaba donde estaba. Literalmente gastó todos sus ahorros haciendole un mausoleo gigante a su hermano. Y ahora estaban casi en la miseria.

Él como servidor de Yamato debía serle leal, pero era inevitable preocuparse por Alice, después de todo, era su esposa, quería cuidarla y cumplir sus deseos para que fuera una persona feliz.

—¿Qué más ocurrió en la reunión?— Preguntó Alice.

—Pues...—Daigo hizo una mueca— Yamato nombró al jefe de la expedición.

—¿Así?— Cuestionó la rubia.

Daigo asintió— Nombró a Taichi.

—¿Qué?— Preguntó Alice— ¿A Taichi?

El peliverde asintió.

—¿Es una broma?

Daigo negó— Ojalá lo fuera.—Comentó.

—Pero, se supone que generalmente los miembros de la familia real ocupan ese lugar. Mi padre siempre colocó a sus yernos o cuñados en esa posición.

—No es obligación.

—No, pero mi padre lo volvió costumbre, Yamato debía colocarte a ti o a Yamaki.

—Por lo que dijo, él iba a colocar a Yamaki, pero él no va a poder participar, así que, por consejo de él decidió nombrar a Taichi.

—¿Por consejo de él?

Daigo asintió.

Con eso decía todo

—Y no solo eso. Yamaki financiará las tropas de Taichi, comprando armas que se utilizarán en la guerra y armadura, carruajes, entre otras cosas. Todo esto lo hará con un aporte monetario del tesoro de Hungría.

—Mi odiosa hermana, como siempre, intentando mover todo a su antojo.—Comentó Alice— Ella sabe que, si apoya a Taichi, Yamato la valorará más, porque considera que Taichi es su hombre fiar, su posible gran visir.

Daigo apretó su puño.

Él hacia todo para que Yamato lo mirase con respeto y lo considerara dentro de su reino como un posible gran visir, pero Taichi siempre se interponía en eso, arruinando todo.

—Ese financiamiento que Yamaki le dará nos hubiese servido a nosotros.

Alice asintió.

—¡No puedes dejar que Taichi te supere!

—Eso intento, pero es difícil, parece ser que todos los apoyan.

—Tenemos que intervenir, Daigo, tú debes ser el gran visir. No él.—comentó.

Quizás, su hermano no pudo ser sultán, pero ella quería ser la esposa del hombre más poderoso del imperio para poder vengarse de todos los traidores que les dieron la espalda a su hermano, madre y ella.


Mientras tanto en la sala del tesorero imperial, Ryo se encontraba revisando unos informes que Akira Aonuma Pashá le dejó a cargo.

—¡Atención, la sultana Rika está aquí!

Un grito se escuchó a las afueras del lugar y las puertas de abrieron. Ryo rápidamente se colocó en pie. Rika entró con gracia en la sala del tesorero imperial. El joven asistente del tesorero hizo una reverencia respetuosa en señal de saludo cuando vio a Rika entrar.

—Sultana, es un honor tenerla por acá.—dijo Ryo con deferencia, su voz resonando con tono formal y educado.

Rika asintió con amabilidad, apreciando el gesto de cortesía de Ryo.

—Supuse que te encontraría aquí Ryo Bey.

—¿Me estaba buscando?

—Sí.—Contestó la pelirroja— He venido a solicitar el informe mensual de las finanzas de mi esposo, el sultán.—explicó con seriedad, su tono reflejando la importancia del asunto.

—Aun no lo tengo listo, sultana.—Comentó— Verá, el sultán me pidió hacer unas modificaciones al presupuesto debido a la expedición que se viene pronto.

—Sí, algo había escuchado. —Musitó Rika—Al menos, quiero ver lo que llevas avanzado.—Declaró— ¿Puedo?

—¿E?— El joven tesorero asintió en comprensión, mostrando su disposición para cumplir con la solicitud de la sultana—Cla-claro.— Con diligencia, tomó los documentos preparados que contenían los detalles financieros del imperio y los levantó de su escritorio.

Sin embargo, apenas levantó los informes de su escritorio cayó una hoja, la cual llamó la atención de la pelirroja.

—¿Qué es esto?

¡Oh no!

Pensó Ryo.

Rika observó la hoja donde Ryo había dibujado un retrato ¡De ella! Sí, de ella.

La pelirroja se arrodilló para tomar la hoja.

—¿Este es un retrato mío?

—¿E?—Balbuceo el oji-azul— M-mi sultana…y-yo…—Aclaró su garganta— es solo un pequeño dibujo que hice de usted…

—Así veo. —Comentó Rika— Dime ¿por qué?

—¿Por qué? ¿qué?

—¿Por qué este retrato?

Ryo hizo una mueca y bajó su mirada— Disculpe sultana, pero me es inevitable inspirarme en usted.—Comentó— Pienso en su belleza todo el día e inevitablemente me inspiré para ese retrato.

Rika se mordió el labio inferior ante esto.

—Ryo, bien sabes que no es correcto.

—Lo sé.—Comentó el Bey— Pero es inevitable.

Rika tuvo intención de decir algo, sin embargo, se contuvo, ya que, la puerta se abrió y en el lugar apareció cierto hombre rubio de ojos grises.

Tanto Ryo como Rika se colocaron tensos ante la llegada sorpresiva del esposo de la pelirroja.

—Rika ¿qué estás haciendo aquí?—Yamaki se sorprendió al ver a la sultana.

La pelirroja dirigió su mirada hacia su esposo— Vine a revisar los informes financieros.

Yamaki Pashá pasó su mirada por su esposa y luego por el Akiyama, después volvió hacia Rika.

—Pudiste pedirme a mi el informe ¿sabes?

—¿Por qué? — Preguntó Rika— Yo misma puedo venir a verlos.

Sí, lo sabía, pero desde que Ryo era el asistente del tesorero imperial no le daba buena espina que viniese mucho para acá y se viese con él.

—¿Qué es eso? —Cuestionó señalando la hoja.

—¿Eso qué? —preguntó la pelirroja.

—Lo que tienes en la mano.

Rika dirigió su mirada hacia su retrato— ¿Te refieres a esto?

Mitsuo Yamaki Pashá asintió.

—Es un retrato mío. —Respondió.

—¿Quién te lo dio?

—No te interesa saber. —Contestó Rika.

Mitsuo frunció el ceño— Acaso ¿te lo dio él? —Señaló a Ryo.

—¿Él? — Cuestionó la pelirroja.

El Pashá asintió.

—¡Ja! — Rió Rika— Por favor, no digas estupideces.

¿Estupideces? No era una estupidez, él notaba las miradas que Ryo le daba a su esposa y aunque Rika lo negara ¡No estaba loco!

—No es una estupidez.

—¡Pues sí, lo es! — Exclamó Rika— Ryo no me lo dio. —Comentó— Pero si así fuera ¿cuál sería el problema?

Ella sabía cuál sería el problema. Él jamás permitiría que su esposa le fuera infiel.

—Es un regalo que me dio una doncella del harem. —Rápidamente improvisó Rika— Me le dio camino hacia acá, no tenía donde guardarlo y lo traje.

—¿Segura?

—Acaso ¿estás dudando de mi palabra? —Preguntó la pelirroja.

La tensión se sintió en el lugar ante esta pregunta. Dudar de la palabra de una sultana era una falta de respeto gravísima, se podía considerar un delito. Mucho más cuando trataba de alguien tan importante como Rika, quien prácticamente era la hermana favorita de Rika.

—Claro que no, sultana. —Se apresuró a decir.

—Eso espero, Yamaki Pashá.


La preparación para la guerra fue meticulosa y extensa. Yamato convocó a sus más destacados comandantes y estrategas para planificar cada aspecto de la campaña militar. Se establecieron estrategias de batalla, se revisaron los suministros y se organizó el despliegue de tropas.

El ejército imperial se reunió en las llanuras al sur del imperio, donde se formaron filas imponentes de soldados, listos para enfrentarse a cualquier desafío que se les presentara. La moral estaba alta, impulsada por la determinación de proteger al imperio y expandir sus fronteras.

Yamato lideraba personalmente a sus tropas, montado en su caballo blanco, con su estandarte imperial ondeando en el viento. Takeru, con armadura reluciente y espada en mano, estaba al lado de su hermano, listo para demostrar su valía en el campo de batalla.

La marcha hacia el territorio enemigo fue larga y agotadora, pero el ejército imperial avanzó con determinación, atravesando montañas, ríos y desiertos para alcanzar su objetivo. En el camino, enfrentaron escaramuzas menores con las fuerzas enemigas, pero ninguna pudo detener el avance implacable del ejército imperial.

Finalmente, llegaron a las fronteras del territorio enemigo, donde se libraron intensas batallas que duraron días. El estruendo de las espadas chocando, el retumbar de los cañones y el grito de los soldados llenaron el aire mientras el campo de batalla se convertía en un escenario de caos y brutalidad.

Yamato y Takeru luchaban codo a codo con sus hombres, inspirando valor y determinación en cada golpe que daban. Taichi coordinaba las tropas con habilidad y estrategia, asegurando que cada movimiento fuera calculado y efectivo.

Mientras tanto en el palacio, los días, semanas y meses transcurrieron pacíficamente.

Mimi no se dio cuenta cuando su vientre creció y cumplió los siete meses. Yamato se fue cuando Mimi tenía tres meses de embarazo y el tiempo pasó tan rápido que nadie se dio cuenta cuando ya habían transcurrido los cuatro meses.

Al igual que en su primer embarazo, Mimi fue tratada con cuidado y mucho respeto. Natsuko intentaba mantener a Sora y Mimi alejadas, a Sora le daba lo correspondiente a su posición.

Cuando se trataba de la salud y el bienestar de Mimi durante su embarazo, Natsuko supervisaba personalmente que recibiera todo el cuidado y la atención que necesitaba. Se aseguraba de que los médicos y las parteras estuvieran disponibles para atender cualquier necesidad que Mimi pudiera tener, y se aseguraba de que sus deseos fueran cumplidos con prontitud y eficacia.

Además, Natsuko asignaba a sirvientas y doncellas de confianza para que estuvieran al servicio exclusivo de Mimi, garantizando que tuviera todo lo que necesitaba a su disposición. Desde masajes relajantes hasta comida especialmente preparada, Mimi era atendida con delicadeza y consideración en cada detalle.

Aunque la presencia de Sora en el harem a veces generaba tensiones, Natsuko se esforzaba por mantener la paz y el equilibrio entre las mujeres, asegurándose de que cada una recibiera su lugar y respeto dentro del hogar del sultán. Su habilidad para manejar las delicadas relaciones entre las mujeres del harem demostraba su astucia y diplomacia, asegurando que el ambiente en el palacio fuera lo más armonioso posible, especialmente durante momentos tan importantes como el embarazo de Mimi.

También, las cosas en el harem mejoraron un poco, algunas mujeres comenzaron a ser más amables con Mimi, ya que ella por cada semana que transcurría les daba regalos. A esto se le suma que, Gennai Aga comenzó a tratar a Mimi con mucha precaución.


En una cálida tarde de primavera, Mimi se encontraba descansando en su aposento del harem, acariciando con ternura su vientre abultado que albergaba la promesa de una nueva vida. Mientras se sumía en pensamientos sobre el futuro y la responsabilidad de ser madre, escuchó un suave golpeteo en la puerta.

—Adelante —llamó, curiosa por saber quién podría ser a esa hora del día.

La puerta se abrió lentamente, revelando la figura de Gennai Aga, el sabio consejero del sultán Yamato. Llevaba consigo una pequeña bandeja cubierta por un paño, que ocultaba algo que parecía ser un frasco de vidrio.

—Buenas tardes, mi sultana —saludó Gennai Aga, su voz serena y respetuosa—. He traído algo especial para ti.

Mimi levantó una ceja con curiosidad mientras observaba al sabio consejero acercarse con cautela. Con gestos cuidadosos, Gennai Aga retiró el paño, revelando un elegante frasco de cristal adornado con detalles dorados.

—¿Qué es esto? —preguntó Mimi, intrigada por el contenido del frasco.

Gennai Aga le ofreció una suave sonrisa antes de responder:

—Es una crema especial, creada con ingredientes naturales y hierbas seleccionadas con sumo cuidado. Está diseñada para nutrir y fortalecer la piel durante el embarazo, ayudando a prevenir la aparición de estrías y proporcionando alivio a la sensibilidad cutánea que a menudo experimentan las mujeres en esta etapa.

Los ojos de Mimi se iluminaron con gratitud mientras recibía el regalo con cuidado.

—¡Qué generoso de tu parte, Gennai Aga! —exclamó, emocionada por el gesto de atención y cuidado— No tenía idea de que existiera algo así.

El sabio consejero inclinó la cabeza con humildad.

—Es un pequeño obsequio, quiero asegurarme de que se sienta cómoda y cuidada durante este período tan importante de su vida.

Mimi asintió con gratitud, conmovida por la preocupación de Yamato. Mientras observaba el frasco de crema entre sus manos, una sensación de calidez y gratitud llenó su corazón, recordándole que, a pesar de las tensiones y desafíos que enfrentaban, había personas en su vida que se preocupaban genuinamente por su bienestar.

—Por favor, dile al sultán que estoy muy agradecida —dijo Mimi, con una sonrisa radiante— Y gracias a ti también, Gennai Aga, por tu amabilidad y consideración.

El sabio consejero inclinó la cabeza en señal de respeto.

—Es un honor servirle, mi sultana. Que esta crema le brinde confort y bienestar en los días venideros.—Comentó antes de sacar de su chaqueta un pequeño papiro— Por cierto, llegó una carta de su majestad.

Mimi se sorprendió ante esto y recibió aquella carta— Gracias Gennai Aga.

—Es un gusto servirle.—Musitó.

Con un gesto de despedida, Gennai Aga se retiró silenciosamente del aposento de Mimi, dejando a la futura madre con un sentimiento de gratitud y aprecio por el cuidado que la rodeaba.

Mimi suavemente abrió la carta y se dispuso a leerla.


Natsuko se encontraba sentada en su elegante sala, rodeada por Rika y Alice, discutiendo sobre la administración de ciertos fondos destinados al harem. Era una conversación seria, pero las opiniones divergentes de las hermanas agregaban un toque de tensión al ambiente.

—Estoy considerando invertir una parte de los fondos del harem en un proyecto que beneficie a todas las mujeres que residen aquí —explicaba Natsuko, con una expresión pensativa—. Pero aún no tengo claro en qué área deberíamos enfocarnos.

Alice, siempre pragmática, fue la primera en ofrecer una sugerencia.

—Quizás podríamos destinar una parte de los fondos a mejorar las instalaciones del harem, como reparaciones en los baños y áreas comunes. Sería una inversión que beneficiaría a todas y mejorarían nuestras condiciones de vida aquí.

Natsuko asintió, considerando la propuesta de la sultana.

—Es una idea sensata, Alice. Sin embargo, ¿no crees que podríamos ir más allá? —intervino Rika, con una mirada de determinación en sus ojos—. En lugar de centrarnos solo en mejoras físicas, podríamos utilizar esos fondos para financiar programas de educación y capacitación para las mujeres del harem. De esa manera, no solo mejoraríamos nuestras instalaciones, sino que también mejoraríamos nuestras habilidades y oportunidades para el futuro.

Alice frunció el ceño ante la sugerencia de su hermana, claramente en desacuerdo.

—No estoy segura de que invertir en programas educativos sea la mejor opción. Las mejoras físicas son más tangibles y benefician a todas de inmediato.

—Pero si invertimos en educación, podríamos mejorar nuestras perspectivas a largo plazo —replicó Rika, sin ceder en su posición. No solo para nosotras, sino también para las esclavas y futuras generaciones de mujeres del harem.

La discusión continuó entre las hermanas, cada una defendiendo su punto de vista con fervor mientras Natsuko escuchaba atentamente, considerando las ventajas y desventajas de cada propuesta. Eventualmente, tendría que tomar una decisión, y sabía que no sería fácil.

La madre sultana escuchaba atentamente las opiniones de las sultanas, sintiendo el peso de la responsabilidad de tomar una decisión que impactaría en la vida de todas las mujeres del harem. Ambas propuestas tenían méritos, pero debía considerar cuál sería más beneficiosa a largo plazo.

Después de un momento de reflexión, Natsuko finalmente habló, su voz firme pero tranquila.

—Ambas ideas son valiosas y podrían mejorar la calidad de vida en el harem —comenzó—. Sin embargo, creo que la sugerencia de Rika tiene un potencial a largo plazo que no podemos ignorar. La educación y la capacitación no solo empoderarán a las mujeres del harem en el presente, sino que también les proporcionarán herramientas para construir un futuro más próspero y autónomo.

Rika asintió con gratitud, mientras Alice parecía no muy agradada con esto.

—Disculpe sultana, pero creo que la educación es adecuada. Al ser unas simples esclavas no creo que merezcan mucho realce.

—Son esclavas, pero no sabemos el día de mañana.—Comentó Rika.

—Hoy pueden ser esclavas, pero mañana madres de un hijo del sultán...—Declaró Natsuko.

—Un ejemplo de eso es tu madre.—Recordó la pelirroja— Si tu madre hubiese tenido esa educación, creo que hubiese sabido mejor administrar el dinero que tenía en manos, hubiese criado a Ryouma de mejor manera.

Alice hizo una mueca ante este comentario.

Como siempre, Rika haciendo comentarios acerca de Ryouma y su madre, solo para fastidiarla. Sabía que esa situación siempre le había dolido.

La tensión en la habitación aumentó cuando Rika mencionó el tema delicado de la madre de Alice y Ryouma. A pesar de los intentos de mantener la compostura, el resentimiento latente entre las hermanas comenzó a emerger.

—No necesitas recordarme el pasado, Rika —respondió Alice con voz tensa—. Y no creo que la educación sea la solución mágica para todos nuestros problemas.

Natsuko intervino rápidamente, tratando de calmar la situación antes de que empeorara.

—Alice tiene razón en que la educación no resolverá todos los problemas, pero puede abrir puertas y proporcionar oportunidades que de otro modo no tendríamos —dijo con serenidad— Estoy segura de que, con el tiempo, veremos los beneficios de esta inversión en el futuro de todas las mujeres del harem.

Rika sonrió ante la decisión de la madre sultana.

Alice simplemente observó molesta a su hermana ¿Por qué siempre, todos, aceptaban las ideas de Rika?


Mientras tanto en el salón principal del harem, Gennai Aga, el respetado jefe del harem, se dirigió hacia las mujeres reunidas para darles una importante noticia. Las miradas expectantes se posaron en él mientras anunciaba:

—¡Señoritas del harem, tengo el placer de informarles que el sultán Yamato acabó de enviar un reporte y ha informado que, su expedición avanza de lo mejor! —Anunció Gennai.

Un murmullo de emoción recorrió la sala.

—Todo va excelente, tanto así que ha enviado regalos desde su expedición para su harem.—Comentó el jefe del harem— Cada mujer recibirá diez monedas de oro.

La emoción aumentó. Fue así como Gennai comenzó a repartir monedas de oro a todas las mujeres hasta que llegó a Miyako.

—Miyako...—Llamó a la sirvienta— Como la sultana Sora es madre de su hijo, recibirá una cantidad mayor de treinta monedas.

La pelilila sonrió ante esto, fue así como Gennai le entregó un pequeño cofre.

—Muchas gracias, Gennai Aga.—Comentó.

Luego el jefe del harem se dirigió hacia Yoshino.

—Y, para la sultana Mimi, también habrá treinta de monedas de oro.—Declaró.

Yoshino sonrió ante esto.

—Y además...—Agregó Gennai— Su majestad le envió un presente.

¿Qué? ¿Presente?

Todas las mujeres se sorprendieron.

Gennai sacó una caja de terciopelo, la cual abrió, dejando ver su contenido—Para Mimi, la concubina favorita del sultán, un precioso broche incrustado con gemas exóticas.—anunció.

—¡Wow! Es hermoso.—Exclamó Yoshino.

Las mujeres del harem escucharon con atención, ansiosas por saber qué les había enviado el sultán. Gennai Aga comenzó a distribuir los regalos, entregando cada uno con reverencia y cuidado.

Yoshino recibió el broche con gratitud, su rostro iluminado por una sonrisa de alegría. Mientras todas observaban con admiración el regalo que Mimi había recibido.

Sin embargo, la felicidad en la sala se vio interrumpida cuando Miyako, la sirvienta de Sora, la otra concubina de Yamato, notó que Mimi había recibido un regalo más costoso.

—¿Cómo es posible que Mimi reciba un regalo tan valioso? —exclamó Miyako.

—¿Perdón?— musitó Yoshino.

—Creo que esto no es justo.—Declaró la sirvienta de Sora con su tono lleno de indignación— ¡Mimi es solo una sirvienta!

Yoshino se sintió incómoda ante el comentario de Miyako, pero defendió a Mimi con determinación.

—El sultán ha decidido mostrarnos su aprecio a todas, independientemente de nuestro rango —respondió Yoshino con calma— La sultana Mimi está esperando un hijo de su majestad, y merece un regalo mayor a las de las demás.

Miyako frunció el ceño, sin estar dispuesta a aceptar la explicación de Yoshino.

—Pero Sora es la principal, debería recibir un regalo más valioso que el de ella.—argumentó Miyako, defendiendo a su propia señora.

—Sí, es la principal, pero su majestad decidió darle este regalo a Mimi, no tienes porque reclamar.—Insistió Yoshino.

La chica de cabello lila se acercó a Yoshino y sin piedad le arrebató el regalo de las manos.

—¡Oye! ¿Qué haces?— Preguntó la sirvienta de Mimi.

—Tomar el regalo que le pertenece a mi señora.— Respondió Miyako.

—¡Devuélvemelo!— Exclamó Yoshino jalando de la caja— Este regalo es de Mimi, no de Sora.

—¡Debería ser de Sora!— Miyako nuevamente jaló de la caja.

—¡Suéltalo!— Exclamó Yoshino jalando.

—¡Suéltalo tú!—Miyako empujó a Yoshino para hacerla a un lado.

—¡Ey! ¿Qué te ocurre?— preguntó la pelirosa— ¿Cómo te atreves a empujarme?— con su mano empujó el hombro de la pelilila en señal de respuesta.

Miyako frunció el ceño—¡Es lo que te mereces!—Y nuevamente empujó a Yoshino, provocando que ella nuevamente respondiera, fue así como la discusión aumentó.

Cada una defendiendo a su respectiva sultana y sus propias creencias sobre quién merecía más reconocimiento y atención por parte del sultán. Mientras tanto, Gennai Aga observaba la escena con preocupación, consciente de que las tensiones en el harem podían complicarse rápidamente si no se manejaban con cuidado.

—Señoritas...—Gennai las llamó— Señoritas...

—Pero ¿qué rayos está ocurriendo aquí?— Una voz se escuchó en el lugar.

Y antes que Gennai pudiera voltear para ver quien era.

—¡Atención la sultana madre está aquí!

¡Oh no! ¡Oh no!

Pensó el aga.

Esto traería problemas


+¡Lo sé! Había dejado esta historia votada. Lo lamento ToT pero la U me tiene super colapsada. Pido disculpas.

+El o la segundo/a hijo/a de Mimi nacerá pronto, ya que en los primeros capítulos donde nacieron los dos primeros hijos de Hurrem, no se contaba mucho. El sultán se fue de guerra y en un solo capítulo se contó sobre la guerra, aquí haré algo similar, a continuación de eso empezarán los verdaderos problemas.

Adrit126: ¡Hola! ¡Si! Mimi está embarazada otra vez. Natsuko es mala, pero es buena abuela, a pesar de todo, el hecho de estar embarazada le permite a Mimi estar bien, lamentablemente Natsuko es madre de Yamato y siempre él querrá creer en ella. Creo que pasará un tiempo antes que pierda su poder. Sí, a mí también me da pena Tk, yo no me preocuparía mucho por su madre. Hay otras personas que pueden hacer esta situación peor. Ya veremos que ocurre. Espero que continues leyendo y comentando. Te mando un gran abrazo a la distancia.

DespinaMoon98: ¡Hola! Jsjsjs si es una buena noticia del baby. Me alegra saber que estás leyendo mis demás historias todas las he escrito con mucho agrado, ojalá te gusten, son de diferentes temáticas. Pero siempre Mimato jsjsjs Espero que te esté gustando esta historia y los capítulos. Haré lo posible por actualizar. Te mando un saludo a la distancia.

James Birdsong: Thank you so much! I hope you continue reading and commenting. Greetings.

BethANDCourt: Hola ¡Sí! Mimi está embarazada...¡Uhhh! buena propuesta de hijos...ya veremos si es así o no. Te entiendo, Sora da pena, pero luego de todo lo que ha hecho es difícil empatizar. Creo que, Alice y Sora no serán tan tontas, saben que las miradas están en Sora JAJAJA si, en cualquier minuto se agarran a pelear Daigo y Taichi, pero eso se debe a dos razones: Daigo quiere ser gran visir y poderoso, pero sabe jamás logrará ese objetivo mientras Taichi esté en su camino. Segundo, ellos tienen problemas por sus "familias" Daigo es sobrino de Masami Izumi Pashá (actual gran visir) quien nunca fue gran visir hasta que murió el antiguo gran visir (Susumo Pashá el padre de Taichi) Entonces, sabe que, la familia Yagami siempre será un tema. Lamentablemente Hikari y Takeru no están en una muy buena posición. A mi también me gustaría que fueran feliz, pero, la tienen difícil. Ya veremos qué ocurre. Espero que te haya gustado este capítulo y ojalá sigas comentando (Muchas gracias por seguirme en esta y en la otra historia jiji enserio lo valoro) Te mando un gran abrazo a la distancia (También mencionaré que, estoy un poco atrasada con el capítulo de Revenge, como dije la Universidad me está consumiendo, no obstante, haré lo posible por actualizar ToT Por mientras puedes leer esta historia o mi trilogía para que no te hostigue la espera)