Nota de la autora. Las camareras de la taberna suelen aparecer en los fanfics como Pilar y Alicia porque Victoria menciona esos nombres en la serie.
Capítulo 4. Qué Le pasa. - Pilar.
Victoria me había dejado a cargo de la taberna, como hacía siempre las veces que iba a comprar a Santa Paula o a Monterrey a hacer algún trato con algún proveedor, pero esta vez había sido para ir a ayudar a don Alejandro con su hijo don Diego.
El alcalde había estado por aquí haciendo preguntas, tratando de averiguar si el Zorro había resultado herido o no, pero nadie había visto nada raro, y la verdad, de haberlo visto yo creo que nadie habría confirmado las sospechas del alcalde. Que el Zorro, que ayuda a la gente sin pedir nada a cambio sea un delincuente mientras que el alcalde, que se supone que es la autoridad, nos fríe a impuestos sin que eso suponga ningún beneficio para nosotros es algo que nunca he entendido. Los soldados cobran sus sueldos pero luego no son capaces de detener a los bandidos y tiene que venir el Zorro a hacerles el trabajo. Menos mal que a el Zorro tampoco le alcanzan cuando le disparan, porque ya sería lo último. Desde luego el alcalde conmigo que no cuente para ayudarle a capturarlo. La señora a la que el Zorro salvó en la plaza repitió una y otra vez que el Zorro no estaba herido, y no sé si es porque es cierto o porque no quiso darle la razón al alcalde. Sería lógico después de lo que él hizo por ella y por su hijo.
Me alegré cuando vi a Victoria entrar en la cocina cuando acababa de empezar a hacer la cena, pero al fijarme en su cara ya no estuve tan segura de que fuera una buena señal. Ella parecía enfadada, o confusa, no supe decirlo bien. Decidí preguntar.
"¿Cómo están los de la Vega? ¿Don Diego se encuentra mejor?"
Ella parecía tan desconcertada que por un momento temí lo peor y añadí, preocupada. "¿Se va a poner bien, no? Por aquí decían que la herida no es muy grave, y que cuando se recupere de la pérdida de sangre estará bien."
Victoria asintió y tardó un buen rato en responder. "El doctor cree que se recuperará, pero la herida es profunda y puede llevar bastante tiempo hasta que se cure. Espera que no se infecte."
"Menos mal, con esa cara que has puesto por un momento creí que pasaba algo grave."
Ella me miró con cara de susto. "No, espero que no. Seguro que todo irá bien." y trató de sonreír, pero la verdad es que se le seguía notando que algo no iba bien.
La hora de la cena se acercaba, y Victoria se quedó en la cocina para terminar de hacer las lentejas mientras yo servía a los que estaban pasando la tarde tomándose unos vinos o una limonada. Cuando entré llevando unas copas me di cuenta de que el fuego estaba demasiado fuerte.
"Victoria, vas a quemar la comida."
Ella se sobresaltó y volvió a la realidad de donde quiera que estuviera en ese momento. "Claro, tienes razón." dijo apartando el caldero para evitar que se quemara mientras retiraba uno de los troncos con unas tenazas.
"¿Tú estás bien?" le pregunté, y luego se me ocurrió algo, pero antes de preguntar me acerqué a ella para poder hablar sin que nadie nos oyera. "¿Y el Zorro? ¿Sabes si le ha pasado algo? El alcalde ha estado haciendo preguntas sobre él, parecía pensar que estaba herido, pero nadie le ha confirmado nada." susurré.
Ella me miró un momento y luego negó con la cabeza. "No, no se lo cuentes a nadie, pero le he visto de pasada y está bien, seguro que estará aquí la próxima vez que lo necesitemos."
Ella parecía muy convencida de eso, así que me sentí aliviada. "Menos mal, espero que no le pase nunca nada malo o tendríamos que confiar en los soldados para protegernos." dije y luego me reí. "¿Te imaginas?"
Ella sonrió, aunque a la vez parecía algo triste. "Sería terrible, pero por suerte el Zorro siempre escapa."
Me resultó curioso que un rato después ella se ofreciera a tirar el agua sucia del fregadero por la puerta de atrás. Antes de entrar pareció mirar atentamente la puerta, pero supuse que simplemente estaba distraída otra vez.
Llegó la hora de la cena con una visitante inesperada. Doña María. No sé de qué me sorprendía, con todo el pueblo hablando del último ataque de los bandidos lo raro era que no apareciera a buscar cotilleos. Quizá don Diego debería contratarla para el periódico, aunque igual no es buena idea, porque se inventa la mitad de lo que cuenta y repite cualquier cosa que le dicen, tanto si es verdad como si suena completamente falso.
Victoria parecía no estar bien del todo y le insistí en que se quedara en la cocina mientras Alicia y yo servíamos las mesas. Se resistió un poco, porque si hay problemas quiere ser ella la que los resuelva, pero por suerte hace tiempo que todos saben que no tienen que molestarnos mientras trabajamos. De vez en cuando tengamos que recordar a algún vaquero o soldado nuevo en la ciudad que no somos esaclase de taberna y que aquí sólo ofrecemos comida, bebida y alojamiento sin acompañante, pero eso sucede muy pocas veces. Con el anterior alcalde al principio tuvimos algún problema, como si a él le hubiera parecido bien que proporcionáramos entretenimiento, pero desde que llegó el Zorro quedó claro que hay que respetar a las chicas de la taberna.
Doña María parecía estar haciendo tiempo, hasta que se aburrió de esperar y pasó al ataque.
"¿La señorita Escalante ha vuelto de la hacienda de la Vega? Tengo entendido que anoche durmió allí."
Victoria me había dicho decenas de veces que no estaba bien responder mal a los clientes, ni siquiera a doña María. Después de repetirme a mí misma por tercera vez que no podía llamarla cotilla en su cara decidí responder. "Ahora mismo está en la cocina."
La señora (por no llamarla otra cosa más fea) empezó a estirar el cuello para seguir con la vista a Alicia, y cuando ella abrió la cortina de la cocina para pasar supongo que pudo ver a Victoria dándole unos platos y se quedó más satisfecha, o quizá no, con esa cara de cardo borriquero que tiene es difícil saberlo.
"Bien, es una vergüenza que una joven soltera pase las noches en casa de unos caballeros sin que haya una anfitriona presente."
A mí las sutilezas de la buena sociedad me la traen al pairo, por mi parte Victoria puede dormir donde le dé la gana, que ya es mayor como para saber lo que hace, así que no contesté.
"¿Puedo traerle algo más? De postre tenemos melocotón en almíbar."
"Sí, está bien." dijo ella algo seca. Menuda amargada, bastante que no la pongo a caer de un burro, no tengo ninguna obligación de aguantar sus tonterías. Me fui a la cocina a buscar su postre.
"¿Sabes si don Diego se encuentra bien?" me preguntó según volví. Qué interrogatorio, por Dios.
"Victoria dice que la herida no es grave, tardará en recuperarse, pero el doctor espera que se ponga bien."
Ella entornó un poco los ojos, y volvió a la carga. "Me alegro, la señorita Victoria parecía muy preocupada por él."
Por fin, algo que yo podía entender, estaba husmeando si había algo entre don Diego y Victoria. Pensé que no había nada que rascar, desafortunadamente, porque en mi opinión ése sí que sería un buen marido. No se cuelga de las lámparas, pero eso es un punto a favor. Decidí darle largas a la señora, porque en cualquier caso la vida privada de Victoria no es asunto suyo.
"Don Diego ha ayudado a todo el pueblo de alguna manera, todos nos preocupamos por él."
"Pero ella parecía muy afectada."
"Es amiga de la familia de toda la vida."
"Sí, amiga, claro." respondió ella con un tono que me hizo desear sacarle la lengua, pero como no tengo diez años pues me tuve que quedar con las ganas.
El resto de la jornada fue más o menos como siempre, hasta que esa noche fui a despedirme de Victoria.
"Buenas noches. ¿Cierro delante y salgo por la cocina?"
"Sí, gracias." respondió ella más… bueno, como ella misma, parece que el susto ya se le estaba pasando.
"¿Tengo que venir mañana temprano?"
"¿Por?" dijo ella sin dejar de amasar la masa que estaba preparando para hacer empanada al día siguiente. La verdad es que las empanadas salen buenísimas si se deja la masa toda la noche reposando.
"Por si vas a ir a ver a don Diego por la mañana."
Ella levantó la cabeza como si lo que yo había dicho fuera algo muy raro. La que estaba portándose de manera rara definitivamente era ella. Me pregunté qué le pasaba.
"Claro, estará en la hacienda." me dijo.
"Pues sí, con la pierna como la tiene. ¿Dónde iba a estar el pobre? Pero que sepas que si vas a verlo muy a menudo doña María volverá a preguntar si hay algo entre vosotros."
Ella abrió los ojos y se quedó con la boca abierta. "¿Doña María?"
"Bueno, parece que últimamente no tiene bastantes cotilleos y la ha tomado contigo, ya sabes cómo es."
"Ya, y se le ha ocurrido emparejarme con Diego." dijo pensativa.
"No sería tan emocionante como ser novia de el Zorro, pero al menos tiene la ventaja de que sabes dónde está la mayor parte del tiempo."
"Sí, eso sería una ventaja." dijo ella con desánimo.
"Bueno, entonces. ¿Qué hago?"
"Pues si me haces el favor, ven a primera hora."
"De acuerdo, hasta mañana."
