Pablo, en cambio, había pescado al pez gordo. Dunkan resultó ser el propietario de la imponenete mansión en la cual Tukk y Doss esperaban impacientes, y las coincidencias fueron muy oportunas.
El jedi pudo sentir la presencia de sus camaradas adentro, y sonrió al saber de su fortuna. Ahora, solo tenía descubrir una forma de colarse sin ser descubierto.
No parecía que iba a ser una tarea fácil, pues la mansión carecía de lugares poco protegidos, y a pesar de sus visibles lujos, si la mirabas con detenimiento podías apreciar que se trataba de un bunquer muy decorado, sin entradas más allá que la entrada principal, y con ventanas diseñadas para evitar a los intrusos.
Pablo miró a todos lados buscando una forma de entrar, pero la idea que tuvo no le agradaba en lo más mínimo. Cerca de él, la enorme tapa metálica que daba entrada a las alcantarillas. Por allí seguro podría acceder a algún lugar de los inmensos jardines que rodeaban la mansión. Tenía que haber alguna forma... lamentablemente.
Mientras tanto, aún dentro de la nave, Tesla y Hammer se dirigían lentamente a comprobar la fuente del ruido que escucharon. Estaban sumamente alertas, con sus rifles en alto apuntando a donde sus ojos ponían su mirada, pero incluso con sus cascos con sensores que mejoraban sus capacidades de detección no podían encontrar nada.
Tesla: - Estas paranoico. Te dijo que no había escuchado nada. -
Hammer: - No estoy jugando. Te digo que escuché algo. -
A pesar de la clara negativa de Telsa, Hammer siguió buscando cualquier indicio de movimiento entre los cajones y recovecos de la nave, pero no fue capaz de encontrar nada, y tuvo que regresar hacia donde su compañero estaba algo avergonzado.
Tesla: - ¿Y bien? ¿Encontraste la terrible bestia que se escondía entre los cajones? - Dijo con un tono bastante burlón.
Hammer: - Cállate. Pensé que había oído algo. Es mejor prevenir que lamentar. -
Tesla: - Si, si. Como digas. Vamos. Aún tenemos más cajas que descargar. Comienzo a pensar que solo querías tomarte un descanso. -
Hammer: - Ja. Se necesita mucho más que eso para cansarme. Pero este casco es insoportable. -
Y lo que decía no era incierto. El casco de Hammer era mucho más pesado que el del resto, dado que pertenecía a una armadura de centinela, como mayor blindaje y peso que cualquier coraza estándar. Y al ser un modelo tan antiguo, era casi un cincuenta por ciento más pesada que sus armaduras clon estándar. Y aún estaban usando las armaduras de la fase 1.
Aun así, cuando se quito el casco, y su cabeza carente de pelo y llena de sudor logró captar algo de frescura que se desató un infierno. Oculto de la mirada de los clones, utilizando todos sus mecanismos de infiltración y camuflaje, una máquina asesina se escondía entre los mecanismos y tuberías del carguero. Una máquina que muy pocos clones tuvieron la mala suerte de presenciar.
Los droides camaleón era una unidad extremadamente rara, y sus capacidades de infiltración lo hacen de un enemigo formidable. Haciendo uso de cientos de proyecciones holograficas, mimetizarse, y mecanismos que interfreían con campos eléctricos y electromagnéticos, era una unidad capaz de pasar a tu lado sin siquiera notarlo, tal como él propio Yoda experimentaría en los congelados páramos de Ilum.
Al quitarse el casco, Hammer le reveló su identidad al droide que se ocultaba a simple vista de ellos, como una sombra acechando a su presa. El por qué estaba allí era todo un misterio, pero cuando el droide reconoció a Hammer como un clon no dudo en lanzarse sobre él con un frenesí abrumador, intentando usar sus afiladas extremidades metálicas para rebanar al clon en pedazos.
En ese preciso momento, Hammer se retractó de todas sus palabras y agradeció a la Fuerza y al destino por portar la armadura más pesada del equipo, la única capaz de resistir las afiladas extremidades del droide camaleón, el cual en su desesperado intento por acabar con la vida del clon arremetia contra las placas metálicas con todas sus fuerzas.
Tesla no demoró siquiera dos segundos en alzar su rifle una vez más y comenzar a disparar a las placas traseras del droide, pero eran más duras que la de un B1 promedio, y el blaster parecía disiparse al impacto. En un desesperado intento por salvar a su hermano clon, Tesla se acercó al terrorífico droide, pues existía la ligera posibilidad que si le disparaba a quemarropa, el blaster tuviese la suficiente fuerza atravesar su armadura. Y lo tuvo.
Dos disparos lograron derretir parte de la coraza del droide, pero antes que Tesla pudiese saborear su triunfo, no se percató de lo peligrosamente cerca que se encontraba. El droide camaleón se agitó con violencia, y Tesla debería de agradecer con todo su ser el hecho que el droide lo hubiese golpeado con la parte posteriores de sus garras carentes de filo, aunque la fuerza del impacto lo hubiese mandado a volar varios metros hacia atrás hasta impactar contra las paredes de la bodega de carga.
Al menos esto fue la ventana que Hammer necesitó para actuar. En esos escasos cinco segundos en que no debía proteger su rostro de ser atravesado por el filoso metal, logró alcanzar su rifle, el cual afortunadamente había caído a una distancia al alcance de su mano.
Tan pronto como Hammer sintió el mando de su rifle DC-15S lo alzó justo al frente, y una ráfaga incontrolable de se desató con un solo apretón del gatillo. El arma de Hammar se sacudió con fuerza, dado que al sujetarla con una sola mano no era capaz de controlar el retroceso, lo cual, irónicamente, le permitió al clon desatar una descarga de disparos a quemarropa que trasaron una línea disforme de agujeros sobre el armazón del droide desde la base hasta su cabeza metálica, destruyendo centenares de circuitos hasta abrirle un enorme agujero en la cabeza.
Hammer grito aterrado cuando la imponente araña metalics cayó sobre él carente de energía, incapaz de entender que ya estaba fuera de funcionamiento. Sus intentos básicos se supervivencia habían jugado en su contra, y ahora era presa de un pánico momentáneo producto a su casi muerte apenas un par de segundos atrás.
Tesla: - Tranquilo. Tranquilo. Ya esta frito. - Su voz casi entrecortada al menos logró calmar al exaltado clon.
Hammer: - ¡Demonios! ¿¡Que diablos era esa cosa!? - Gritó exasperado mientras la adrenalina poco a poco disminuía de su cuerpo.
Tesla: - Parece que era un droide de reconocimiento. No conozco el modelo. Pero el diseño es muy pecular de Industrias Arakyd. -
Hammer: - ¿¡Y eso que demonios significa!? -
Tesla: - Significa que los Separatistas saben que estamos aquí. -
Aun así, una extraña reunión se llevaba a cabo en el que supuestamente era el lugar más lujoso de toda la ciudad de Motok. Después de una espera interminable, Tukk y Doss tuvieron la dicha de por fin conocer a su anfitrión. Un hombre singular como ningún otro, quien entró solo al recinto sin ningún guardia que lo acompañase.
Los clones quedaron sorprendidos a verlo entrar con tanta serenidad, teniendo en cuenta que cada uno de ellos aún portaba su pistola acoplada a sus cinturas. ¿Podría ser que fuese un tonto ignorante? ¿O acaso estaba tan confiado se su seguridad que no le temía a nada dentro de esa fortaleza a la que llamaba hogar. Fuese cual fuese la respuesta, los clones esperaron pacientes que este se acercaba a una mesita, se sirviese un vaso de un buen licor, y se sentara con toda la confianza del mundo en su enorme silla negra como todo un señor de la mafia de los años cincuenta.
Dunkan: - ¿Y bien? - Dijo con total despreocupación.
Tukk: - Supongo que usted es el señor... - Hizo una pausa, demostrando sus deseos que conocer el nombre del recién llegado.
Dunkan: - Dunkan. - Este contesto a seca. Sin título o cargo político. Solo su nombre.
Tukk: - Señor Dunkan... Como sabrá... Tenemos un cargamento de armas que quisiéramos vender. Y nos dijeron que usted sería el comprador adecuado. -
Dunkan: - Armas de la República. - Dijo antes de darle un largo sorbo a su bebida. - Puedo preguntar... ¿Cómo las consiguieron? -
Tukk: - Eso... Verá... -
Doss: - Eso no le interesa. - Afirmó el teniente con un tono bastante seco.
La verdad era que Doss se estuvo conteniendo todo ese tiempo. No solo le molestaba la actitud de ese hombre tan autoritario, sino que el simple hecho de pensar que él era el responsable de la desgracia de tantos inocentes era algo que le había hervir la sangre al clon médico. Y Doss en particular apreciaba la vida más que nada. Así que alguien que la despreciara de esa manera solo podía ganarse su reproche.
Dunkan: - Muy bien... Igual no importa. -
Respondió ignorando la falta de respeto ocurrida hace unos mmomentos. Dunkan estaba acostumbrado a tratar con gente así, y este solo sería otro idiota que se creía libre en esta galaxia. Un ilusos a sus ojos, pero sus ojos jamás serían capaz de ver la verdad.
Dunkan: - ¿Cual es su precio? - Pregunto tras un largo suspiro.
Tukk: - Diez mil créditos. Por cada caja. -
La voz del clon era precisa y sin errores, y no era para menos, pues tuvo que memorizar un listado de artículos del mercado negro para estar a la altura de esa conversación. Dunkan lo miró desafiante. Un rápido análisis para ver si podía obtener alguna rebaja, pero su casco le impedía ver algo. Pero las manos del clon estaba tranquilas, demostrando tener una paciencia bastante admirable. Algo que le dijo a Dunkan que no obtendría ningún beneficio.
Dunkan estuvo de a punto de aceptar el trato, cuando de repente todo se tornó oscuro, y una tétrica luz roja comenzó a inundar cada rincón de la habitación. Todos quedaron atónitos ante la sorpresa, pues no contaban con el encuentro que tuvieron Tesla y Hammer con el droide camaleón. Pero el Dunkan ya comenzaba a sospechar de esos dos frente a él.
Y para confirmar sus sospechas, el comunicador de Tukk chilló y parpadeó con un destello blanco al recibir una llamada de Tesla, el cual quería informar de la situación en la nave, pero eso fue todo lo que el mafios necesito para sacar conclusiones.
En un acto instintivo, Doss y Tukk intentaron con todas sus fuerzas alcanzar sus pistolas, pero antes de siquiera poder hacerlo, Dunkan se puso de pie y con una simple patada mando a volar el enorme escritorio de madera fina junto a los dos clones y sus dos sillones, para un total de aproximadamente cuatrocientos kilogramos. Una fuerza imposible para un simple humano, pero así había ocurrido.
Los clones hicieron lo posible por salir de bajo los escombros, pero tardaron demasiado. Para cuando se dieron cuenta de todo el desastre y sus cuerpo estaban libres, Dunkan había desaparecido, escabullendose por algún pasaje secreto que ellos desconocían. Pero sus intentos por buscarlo deberían esperar, pues no pasaron ni diez segundos cuando los matones de Dunkan comenzaron a disparar desde el otro lado de la habiatación, obligando a Tukk y a Doss esconderse tras el mismo enorme escritorio que casi los aplasta apenas unos segundos. La situación para ellos era precaria.
Tukk: - ¡Parece que tendremos que salir de aquí por las mala! ¿Crees que podrás con ello? - Gritó el comandante a su subordinado, sabiendo que este no mataría a nadie bajo ningún concepto.
Pero Doss no era un pacifista... simplemente no le gustaba cegar vidas... Hay una leve brecha en los términos. Lo suficientemente pronunciada para que Doss traqueara sus dedos y golpeara sus puños, liberando una pequeña pero potente descarga eléctrica de los electrodos que tenía instalado en los nudillos. Cortesía de Tesla.
Doss: - Así se hará.-
