Un sonido metálico llamó la atención de uno de los maleantes, quién vió con terror un objeto metálico golpear contra la pared y caer a pocos pasos de su posición.
Maleante: - ¡GRANADA! -
Pero era demasiado tarde. Lo que parecía un detonador estaba emitiendo un aterrador pitido que se repetía una y otra vez, indicando que estaba a punto de explotar. Pero para sorpresa de los que quisieron huir despavoridos, el estallido del detonador solo liberó una densa capa de humo que limitaba la vista a escasos centímetros del rostro mientras su espesura causaba una tos incontrolable para aquellos que no portaban casco con respirador integrado.
"Visión térmica, activada." La voz de una computadora sonó al oído de Doss, mientras el visor de su casco adquiría una coloración en blanco y negro con matices de grises, marcando a los seres vivos como enormes machas blancas que hacía lo posible por escapar del humo. La trampa estaba tendida, y el cazador se abalanzó sobre sus presas como un tigre en la oscuridad de la noche.
Era una sombra. Doss se colaba entre los enemigos y los golpeaba con sus puños, dejando que los electrodos integrados a sus guantes liberasen potentes descargas a aquellos que tenían la desdicha de probar su estremecedora furia. Los que no caían ante las descargas solo podían oír a sus compañeros gritar de dolor, mientras que en el tétrico retumbar de los pasillos el sonido de una hoja se deslizaba por la espesura del humo.
Doss no estaba solo, pero los malhechores lo hubiesen deseado. Aún más letal que el clon médico, Tukk se deslizaba entre los enemigos como una manada del credo de Asesinos, pero a diferencia de su compañero, la hoja de su cuchilla no conocía la piedad a la hora de arrebatarle la vida a sus víctimas. Para cuando el humo se disipó, lo único que quedaba para ver era una serie de cadáveres y cuerpos electrocutados esparcidos por todos lados, mientras Tukk y Doss guardaban sus armas y desactivaban sus equipos.
Doss: - Tantas vidas... ¿Y para qué? -
Tukk: - Tranquilo teniente. Así es la guerra. -
Doss: - Sigue sin tener sentido para mi... Lo siento... comandante. -
Tukk: - Es lo que somos. Para esto fuimos creados. Recuérdalo... Siempre. -
Doss: - Si... comandante. -
Tukk: - Vamos. Debemos salir de aquí antes que más vengan. -
Los dos clones se abrieron camino por los corredores del lugar a punta de blaster y puños. Doss tomaba la delantera, y no dudaba en dejar inconsciente a cuanto bandido y mercenarios estuviese lo suficientemente de su alcance, y aquellos que no tenían tanta suerte, caían abatidos por la mortal puntería del comandante Tukk.
No había nadie capar de detener a un par tan coordinado, y ya estaban llegando a la salida cuando vieron el cuerpo de un mercenario volar de un pasillo a otro, solo para ver con regocijo como el general Pablo doblaba en la esquina más adelante.
Tukk: - General. -
Pablo: - Parece que no necesitaban mi ayuda. -
Tukk: - Una mano extra nunca está de más. -
Ross: - ¿Qué es ese olor? Es peor que el excremento de Blurrg. -
Pablo: - Mejor no preguntes. ¿Y el objetivo? -
Tukk: - Lamento informa que escapó, señor. -
Pablo: - Mala suerte. Pero no tenemos tiempo. Debemos regresar a la nave lo antes posible. Para empeorar las cosas no puedo contactar con Roy. ¿Dónde estará ese muchacho? -
Tukk: - El teniente es listo, general. Sabrá que hacer. -
Pablo: - Eso espero. Ahora vámonos que aquí. Se acercan más traficantes. -
El comandante clon estaba en lo cierto. Tras descubrir que el rodiano no le daría ninguna pista de valor decidió regresar a la cantina donde dejó a su maestro, y usando sus ridículas habilidades de rastreo fue capaz de seguir el rastro de Pablo y el supuesto objetivo en cuestión. La verdad era que ese ojo biónico con detección de huella de carbono era muy útil. Una herramienta vital para un cazador por naturaleza.
Su rastro lo llevó a unos edificios cerca de donde se encontraba su equipo, aunque este no era consciente de ello. Fue entonces cuando el sonido de una explosión en las cercanías llamó su atención, misma explosión en la que Tukk y Ross estaban involucrados. El joven padawan corrió hasta el lugar del incidente, atravesando callejones y pasajes oscuros de la ciudad, hasta llegar a la parte trasera del edificio del cual se escuchaban provenir los blaster.
Bastó unos segundos para que Roy determinase que no sería tan fácil entrar al lugar, pero antes siquiera de poner a trazar un plan de infiltración, el sonido de una escotilla abriéndose captó su atención. A pocos metros de él, una pedazo de pared de metal se abrió de golpe. Una puerta secreta al parecer, y de su interior emergió una figura ostentosa que reconoció muy bien al instante. Era aquel hombre de aspecto refinado que estaba hablando con el rodiano. Era Dunkan.
El hombre y el padawan intercambiaron miradas, y Dunkan pudo sentir la amenaza provenir de ese joven. Tal vez un sexto sentido que desarrolló tras tantos años de estar involucrados en situaciones peligrosas. Uno que le sugirió darse la vuelta y correr tanto como pudiese.
Roy: - ¡Alto! - Pero el misterioso hombre no tenía intenciones de obedecer.
Si algo que Dunkan se enorgullecía era de su habilidad para escabullirse. Su cuerpo delgado y ágil se movía entre los callejones con gracia y agilidad. Se conocía los pasajes y recovecos de la ciudad como la palma de su mano. Ciudad en la que creció como una rata de alcantarilla. Robando y mendigando por comida. Por esa misma razón, él mismo no era capaz de explicarse como ese joven muchacho era capaz de seguirle el paso.
Roy se movía como un depredador siguiendo a su presa. Un rápido guepardo, un persistente lobo, un feroz tigre. Tenía su mirada sobre su objetivo y si algo estaba seguro era que no lo perdería de vista bajo ningún concepto. Su cuerpo era ágil y esquivaba los obstáculos como si pudiera preverlos antes de llegar, o simplemente su velocidad de reacción era simplemente inhumana. Ambos envueltos en una persecución que duró apenas unos cinco minutos hasta que el propio Duncan se adentró en las alcantarillas con la esperanza de perderlo en una zona que él tan bien conocía. Grave error.
El padawan tenía marcado su rastro. Su ojo biónico era capaz de ver las marcas microscópicas dejadas por el hombre que huía despavorido, y ninguna bifurcación en esos oscuros túneles era capaz de despistarlos. Duncan no podía creer lo que estaba viviendo, y como un acto desesperado, decidió que detenerse y disparar con su blaster sería la mejor manera de enfrentar a su perseguidor.
Era un túnel. Una largo pasillo con forma cilíndrica. Un espacio perfecto para encara a un perseguidor. Tan pronto como Roy asomó la cabeza, vio la luz del blaster detonar en la distancia, y la marca dejada por el disparo al surcar el espacio vacío. Su cuerpo se movió instintivamente y el disparo de blaster pasó a apenas unos milímetros de su cuero cabelludo, todo mientras desenfundaba el blaster que su maestro le había permitido utilizar sólo en esa ocasión.
Duncan no podía creer lo que sus ojos veían. A pesar de disparar con suma precisión, de alguna forma ese muchacho era capaz de prever los disparos y actuar en consecuencia, todo mientras él mismo debía hacerse a un lado para no ser golpeado por los disparos del enemigo. Roy se acercaba cada vez más y más a su objetivo, hasta llegar a una distancia crítica.
Duncan sonrió sínicamente. A esa distancia era imposible fallar. Podía ver perfectamente el rostro enojado del joven con ese aterrador ojo rojo que desgarraba la oscuridad de las alcantarillas con su luz carmesí. Falla er imposible, no importase que tan rápido se moviese. Se hecho hacia atrás para tener el mejor ángulo posible, con su blaster al frente listo para reventar el cráneo del joven de un disparo. Entonces... jaló del gatillo.
Duncan pensó haber liquidado a su perseguidor, pero al instante supo que no fue el caso. El malhechor vió con terror como una hoja de luz color celeste se alzaba junto al brazo del joven, lo suficientemente preciso para desviar el disparo antes que este tocara su rostro. Entonces lo entendió. Ese joven era un Jedi, y su cuerpo se estremeció al saber la verdad, pero más doloroso fue percatarse que la mano que sujetaba el blaster fue amputada brutalmente por la propia hoja del sable de luz.
Duncan gritó de dolor al sentir como la piel, los músculos, los nervios y el hueso quemado ardían en su brazo. Sus gritos hacían eco en las silentes alcantarillas, pero no había nadie que fuese capaz de escucharlo. No habría nadie que fuese testigo de su dolor.
Duncan: - ¿¡Por qué!? - Preguntó agonizante. - ¡Eres un Jedi! ¡No puedes hacer esto! -
La rabia y frustración querían reventar por el rostro de Duncan mientras miraba su miembro amputado, el cual se veía perfectamente gracias al brillo de la hoja celeste del sable de luz. Iracundo, alzó la mirada para enfrentar al joven causante de su dolor, pero toda su ira se convirtió en terror cuando vio la punta del cañón de un blaster mirando fijamente a su rostro.
Roy: - No eres quién para decir eso. -
Una vez más, un disparo solitario retumbó en las alcantarillas de Motok, la ciudad capital Cyrkon. El cuerpo sin vida de Dunkan caía desplomado sobre las apestosas aguas negras que corrían bajos sus pies, con la frente humeante debido al disparo que derritió su cerebro. Roy no dudó ni un segundo en acabar con su vida, y no sintió el menor remordimiento en hacerlo. Para él... Un castigo justo por todas las vida que él había destruido.
Y así, el joven padawan se dió la vuelta, dejando a su víctima podrirse en la oscuridad de las alcantarillas. Con algo de suerte, los desechos corroerían su cuerpo antes que alguien lo encontrase. Una muerte solitaria lejos de la luz. Una muerte que ese maldito merecía. O tal vez no...
Con un semblante carente de emociones, Roy recorrió las alcantarillas de regreso a la superficie. No era la primera vez que cegaba una vida, pero eso no le causaba pesar alguno que no fuese capaz de autocontrolar. Algo que era capaz de soportar gracias al propio uso secreto del Vaapad. Pero tan pronto como salió a la superficie, su comunicador comenzó a sonar como loco.
Roy: - ¿Maestro? -
Pablo: - Roy... muchacho. ¿Dónde estás? Estamos bajo fuego enemigo y debemos abandonar Cyrkon lo antes posible? -
Roy: - Voy en camino. Dos minutos. -
Pablo: - Entendido. Apúrese. -
No había tiempo que perder. El joven corrió de regreso al hangar donde estaba su nave, y poco a poco fue sintiendo cada vez más fuertes los disparos de blaster que retumbaban en el hangar mientras veía a los civiles correr despavoridos para evitar verse involucrados en ese conflicto.
Al llegar por sus espaldas, Roy fue capaz de abatir a cinco bandidos que estaban enfocados en acabar con su maestro y los clones, y no vieron a su ejecutor llegar desde su retaguardia, creando una confusión lo suficientemente efectiva para que Roy pudiese atravesar el campo abierto hasta llegar a la nave, mientras Hammer, Tukk y Tesla le proveían fuego de cobertura.
Una vez dentro, Doss asumió los mandos del carguero y despegó del hangar, alejándose de los disparos y de la ciudad, atravesando la atmósfera hasta llegar a un lugar seguro para dar el salto al hiperespacio.
Hammer: - Demonios... Ese maldito escapó. Todo esto fue en vano. -
Pablo: - No en vano, capitán. Ahora que saben que sus operaciones fueron descubiertas. Es posible no volver a ver actividad Separatista sobre la superficie de Cyrkon por un tiempo. -
Doss: - Casi teníamos a ese bastardo. Escapó delante de nuestras narices.
Tukk: - No hubo mucho que pudiéramos hacer. El enemigo estaba más preparado de lo que pensábamos. -
Tesla: - Teniente Roy. ¿En qué está pensando? - Preguntó el clon al ver al padawan con la mirada perdida en las enigmáticas franjas de luz que se veían al viajar más rápido que la velocidad de la luz.
Roy: - Cada cual recibirá lo que merece. Estoy seguro que... este Duncan tarde o temprano será castigado por sus actos. -
Doss: - Eso espero, muchacho. -
Pablo: - Bueno, señores. Ha sido una misión difícil. Tómense el día de mañana libre. -
Clones: - Si, señor. -
