La situación de Roy no podía ser más precaria. Herido mortalmente por cinco disparos sobre su abdomen y pecho, aún con tres de esos poderoso droides B2-RT a su alrededor y de espalda contra la pared. Si fuese capaz de usar la Fuerza bastaba con atraer a los droides mientras volaban y destruirlos, pero si se movía sabía que recibiría algún disparo por su espalda. Sus dos sables se luz giraban a su alrededor en una mortal danza que hacía lo posible por reflejar los disparos de bláster contra los propios droides, pero su coraza era tan dura que estos parecían burlarse de él, y lo peor de todo, era que la fábrica se veía abajo.

El suelo era cada vez más inestable, y Roy luchaba contra cada fuerza de la naturaleza para mantener el equilibrio mientras evitaba la muerte a manos de los droides, los cuales al estar en pleno vuelo no se veían afectados por el retumbar de la zona. La temperatura cada vez era más alta, y las enormes piezas de metal y escombros caían peligrosamente sobre sus cabeza. Este seguro sería el fin del joven pádawan, en una oscura caverna que se convertiría en su propia tumba, pero la Fuerza tenía otro destino para él.

De pronto, se escuchó el sonido de un tercer sable, el cual llamó rápidamente la atención de todos cuando uno de los droides B2-RT fue cortado a la mitad ante la abrumadora fuerza de aquel que lo blandía. Fue entonces que Roy vió un ápice de esperanza.

Roy: - Maestro... -

Pablo llegó a la escena en una épica entrada. Su rostro sudoroso y enojado se mostraba mientras las dos mitades del droide caían hacia los costados, y el burbugeante metal fundido a causa de la devastadora fuerza del sable de luz abría paso a su colérica mirada. Pablo cayó junto a su alumno y rápidamente usó la fuerza para atraer a un segundo droide cohete para partirlo en dos con su sable, mismo momento que Roy aprovechó para saltar al frente y destruir al tercer y último droide. Solo para luego caer sobre sus propias rodillas cuando la adrenalina dejó de correr súbitamente por su cuerpo y las heridas comenzaron a hacer efecto.

Pablo no dudó un segundo. El techo se les venía encima y tenía que salir de allí lo antes posible. Al ser una especie anfivia, el maestro Jedi estaba sumamente afectado por el infernal calor y su cuerpo sufría, pero no tanto como su corazón.

El maestro tomó al alumno y lo apoyó sobre sus hombros. Le dedicó una mirada convinada de preocupación y molestia, miró su sable de luz color malva, y luego lo volvió a mirar.

Pablo: - Tienes muchos que explicar... Joven padawam... -

Roy: - Maestro... Yo... -

Pablo: - Pero no ahora. Ahora debemos escapar de aquí. ¿Puedes caminar? -

Roy: - Si... no se preocupe por mi. Vamos. -

Era increible ver como Roy era capaz de moverse sin apenas quejarse. Pablo notó rápidamente las cinco marcas de disparos en el cuerpo de su alumno y temió por su vida, pero el ehco de que Roy no se quejara era muy impresionante. O en su defecto, estaba tan cerca de la muerte que ni siquiera era capaz de sentir dorlor alguno.

Su dificil travesía a traves de los conductos y pasarelas que aún no había colapsado fue toda una odisea. El piso bajo sus pies se sacudía con fuerza, obligándolos a buscar equilibrio desesperadamente antes de seguir adelante. Todo, mientras esquivaban los fragmentos de roca que cada vez eran más grandes.

Pablo hacía todo lo posible por despejar el camino, usando la Fuerza para apartar o desviar los escombros a su paso. Dando impresionantes saltos con su padawan a cuestas, y todo mientras su cuerpo sofría los amargos efectos del calor abrazador. Y para empeorar las cosas, los remanentes de metal fundido comenzaron a caer como mortales gotas de infierno sobre sus cabezas.

Ya faltaba poco. Pablo ya era capaz de ver el pasadizo por el cual llegó al interior de la fábrica, el mismo en el cual se encontró al sargento Collin y que le explicó lo que sucedía.

Él mismo había tomado el control de sus tropas y marchó de frente cuando vió que los ejércitos de droides que salían de la base de la montaña se detuvieron, aprovechando la sutil brecha que las formaciones enemigas sufrieron en su sector para avanzar de frente tan pronto como pudo. Sabía que algo había pasado, y sabía que Roy estaba involucrado.

Ahora, en las afuerzas del complejo subterráneo, el general Monn comandaba a los clones de ambos batallones para terminar con las fuerzas enemigas, sin saber lo que estaba ocurriendo bajo las capaz de tierra y piedra que cubrían las instalaciones soterradas. El licántropo era un lider nato, y con la ayuda de los comandantes Tukk y Bartok, el ejército clon no tuvo problemas en acabar con el resto de la armada separatista, mucho más qu ahora los droides carecían de un líder, pues apenas unos minutos atrás, un inesperado giro de los acontecimientos cambió el rumbo de la guerra.

Xile: - ¿Se puede saber donde está el general Grievous? Se supones que debía haber llegado hace media rotación. No creo que podramos resistir más. -

Droide B1: - Almirante Xile, hemos recibido un mensaje de general. No son buenas noticias. -

Xile: - ¿Qué ocurre? -

Droide B1: - Al parecer el asalto a las intalaciones médicas de Kaliida ha fracasado. El destructor Malevolnece fue destruido y el general tuvo que escapar. No creo que los refuerzos pueden llegar, almirante. -

Xile: - Esas son malas noticias. Sin esos refuerzos no seremos capaces de resistir. Preparen el hiperpropulsor y trazad las corrdenadas a cualquier parte del espacio galactico separatistas. Debemos huír de aquí lo antes posible. No hay nada que podamos hacer aquí. -

El almirante Xile estaba en lo cierto. Desde el primer momento sabía que su estrategia era resistir y esperar la llegada del Malevolence. Con sus cañones de iones, el destructor sería capaz de aniquilar la flota de la República sin mucho esfuerzo, así que se concentró completamente en defenderse hasta la supuesta llegada de refuerzos. Ahora, sin posibilidades de un contrataque, y tras haber perdido una de sus dos fragatas Munificent de apoyo, no podía quedarse o sufría un destino similar. Ya había resistido todo lo que podía. Mantener la posición ya no tenía sentido.

Mientras tanto, la situación dentro de la fábrica era cada vez más crítica. El avance de Pablo y Roy en su desesperado intento por alcanzar la salida se hacía cada vez más dificil, haciendo lo imposible por evitar ser apalstados por los escombros. Sus rutas de escape cada vez eran más difíciles de alcanzar, sobre todo cuando la gran cantidad de chatarra y rocas caídas tapaban los caminos una y otra vez. El tiempo se les estaba acabando.

Roy: - Maestro... Siga... No lo lograremos juntos.

Pablo: - No creas que te dejaré atrás, padawan. -

Tal vez Pablo debió hacerle caso a su alumno, pues antes de poder alcanzar la salida, ambos vieron con horror como una enorme piedra caía sobre sus cabeza. Y de pronto... Todo se volvió oscuro.

A las afueras de la fábrica subterránea, sobre las planiecies de noreste, se encontraba el generar Monn organizando a sus tropas una vez la batalla había terminado. Tan pornto como el mando Separatista dejó el campo de batalla, los droides restantes se conviertieron en presa fáciles para los batallones de clones, que no tardaron ni dies minutos en acabar con todos.

Ahora, debían atender a los heridos y revisar el campo de batalla, cuando de repente una violenta sacudida llamó la atención de todos.

La tierra tembló bajos sus pies, y la mayoría de los clones y algunos caminantes ligeros no pudieron mantener el equlibrio. Un fuerte extruendo similar a una explosión fue escuchado, y todos voltearon atónitos al ver como una sección de la montaña donde en cuyo interior se encontraban las intalaciones colapsaba bajo su propio peso. Tukk, Hammer, Tersla, Doss, y todos los clones del 194° Batallón miraron con horror el desastre, y corrieron como locos hacia la tormenta de polvo que se abalanzaba sobre ellos por el colapso de tal magnitud de corteza terrestre, a pesar de las órdenes del general Monn de no acercarse.

El caos inundó las filas del 194° Batallón, mientras corrían desenfrenadamente ante el fatídico suceso. El polvo apenas les permitía ver a más de dos metros de su posición y el viento en contra oponía una fuerte resistencia. Aún así, lograron ver un grupo se señales térmicas dentro de la tomenta. Eran el sargento Collin y los chicos jetpack que lograron escapar a tiempo.

Tukk: - ¡Sargento! -

Collin: - ¡Comandnate... Por aquí! -

Doss: - ¿Qué ha pasdo? -

Collin: - La estructura subtarránea ha colapsado. Todo de vino abajo. -

Tukk: - ¿Dónde está en general y el teniente? -

Collin: - No... no lo se... -

Hammer: - ¿¡Cómo que no sabe!? - Interrumpió colérico. - Estaban con ustedes hace un momento. -

Tesla: - Hammer contrólate. Déjale explicar. -

Tukk: - Sargento, continue. -

Collin: - Al entrar en la fábrica el teniente y yo nos separamos. Yo haría sabotaje y el destruiría los controles. No lo volví a verlo, y no hace mucho me encontré con el general. Él me ordenó regresar a pos los chicos y salir de lugar. Eso es todo lo que se. -

Hammer: - Mierda... Voy por ellos. -

Tesla: - Capitán espere... ¡Capitán! -

Pero ya era demasiado tarde, el clon se lanzó a la carrera hacia el origen de los temblores, ignorando los llamados de sus compañeros.

Tesla: - Menudo cabeza hueca. -

Tukk: - Doss, encárgate de los heridos. El resto, seguidme. -

La marea blanca de clones avanzó por los mermados páramos cubiertos de polvo y tierra. Al parecer, la sección de la montaña colapsó en su totalidad, y el terreno se volvió más estable. Aún así, ver la pila de escombros metálicos y rocas de lo que antes fueron las intalaciones subterráneas dejó a todos con un amargo sabor de boca, temiendo lo peor.

Entre el silencio y la penumbra, el maestro jedi Pablo hacía lo posible por recobrar la conciencia. Su cuerpo estaba adolorido, y no era capaz de ver nada, pero al menos sabía que estaba vivo, aunque desconocía cómo era posible.

Usando su sentido del tacto, buscó en su cinturón hasta que logró alcanza su sable de luz. Encenderlo era peligroso, pues no sabía en que situación se encontraba, y podía herir a Roy si este se encontraba a su lado, así que primero palpó sus alrededores y se sorprendió bastante al notar que no había nada. Extraño, pues lo último que recordaba era que una enormes piedra se les venía encima. Además, ese extraño sonido metálico le resultaba bastante incómodo. Pero cuando encendió su sable, quedó aún más estupefacto.

La luz azul que proyectaba la hoja del sable de Pablo le rebeló un vista sin presedentes. Ante sus ojos se encontraba Roy, enconrvado sobre sus piernas y sujetando con sus manos la enrome roca que recordaba haber caido sobre ellos usando solamente sus dos manos, pero lo más impresionantes sin lugar a dudas, era ver su cuerpo ahora que las túnicas Jedi que siempre llevaba puestas habían sido consumidas por el calor y el fuego. Roy no era humano.

O eso fue lo que Pablo pensó al ver la espalda de su pádawan O eso fue lo que Pablo pensó al ver la espalda de su pádawan. Un complejo mecanismo de piezas metálicas y cables electricos formaban el torso, el abdomen, los hombros y antebrazos de Roy, recubierto por una membrana gomosa de silicona media translúcida. Su alumno no era humano, o al menos en su mayor parte. Cuando vió con atención, pudo ver como las secciones me tal se unían a sus manos y cuello, y supo, que al menos en esas partes estaba... ¨vivo.¨

Pablo: - Roy... - Dejó escapar con sorpresa.

Roy: - Maes.. tro... necesito... ayuda... -

Ante las palabras de su padawan, Pablo reaccionó. Ese sonido metálico que escuchaba eran las articulaciones robóticas de Roy forcejenado ante el imponenete esfuerzo al cual estaban somentidas por la roca sobre su cabeza. Pablo no perdió el tiempo, y usando la Fuerza logró aligerar la carga de su padawan, quien cayó desplomado de rodillas al dejar de sentir el abrumador peso.

El Jedi se puso de pie lentamente, mientras usaba toda su concentración para levantar la enorme piedra con la Fuerza. Los escombros sobre sus cabeza comenzaron a moverse, y una voz lejana logró ser escuchada.

Hammer: - ¡Por allá! ¡Mirad! -

La voz del clon alertó a los otros, quienes se apresuraron antes el agujero sobre los escombros que había quedado cuando Pablo movió la enorme piedra. El Jedi salió de ese lugar, y el refrescante viendo golpeó satisfactoriamente su deshidratado cuerpo de anfibio. Aún así, no estaba para nada contento.

Pablo: - Padawan. Usted y yo tenemos mucho de lo que... -

Solo cuando el Jedi se dió vuelta y vió a su alumno pudo entender la situación. Roy, más que afectado por la cinco marcas de blaster que tenía sobre su piel de cilicona, hacía un intento inutil y desesperado por cubrir su cuerpo mecánico, sujetando sus hombros con sus manos mientras instentaba esconderse en si mismo. Roy estaba en shock, aterrado y casi al borde de las lágrimas. Se sentía... deprotegido.

Entonces Pablo lo entendió todo. Entendió porque el padawan evitaba tanto hablar de si mismo. Por qué ocultaba sus méritos tras cada batalla. Por qué siempre entranaba solo. Por que se bañaba solo cuando todos habían termiando. Por qué Joda le pidió esplísitamente que le diera un camarote para él solo.

Pablo pensó que simplemente se trataba de un niño mimado en el templo por ser bueno con el sable de luz, y tal vez el propio Joda le tenía aprecio a pesar de ser tan mediocre con la Fuerza. Pero al verlo en ese estado de vulnerabilidad, entendió que Roy posiblemente tuviese algún trauma que ni él mismo sería capaz de imaginar. Y entonces se preguntó... ¿Quién era su padawan exactament? Si se sintió mal consigo mismo al desconocer tanto de su alumno.

En un acto instintivo, Pablo se quitó su túnica y se lo ofreció a su padawan, quien en un movimiento tan errático como si fuese Gollum del Señor del Anillo, la tomó entre sus desesperadas manos y se cubrió con ella antes que cualquier clon pudiese verlo, y sin decir una palabra, Roy salió del lugar, pasó entre los clones sin decir una palabras, y se retiró hacia la LAAT/i más cercana.

Hammer: - Eh... ¿Y a este que le pasa? - Comentó al ver como Roy pasaba por su lado sin apenas saludar.

Tesla: - Tal vez este cansado. Déjalo en paz. -

Hammer: - Eso no es motivo para ser un mal educado. -

Y parado sobre una roca, Pablo veía con pesar como su padawan se alejaba entre la marea blanca de los clones que fueron en su ayuda, replanteándose tantas cosas y culpándose a si mismo por ser tan mal maestro. Habían muchas cosas que había jusgado sin saber. Aunque tal vez... era hora de exigir respuestas. Y sabía quién podía dárselas.