Los ojos del General Roy Mustang se posaron en su teniente, quien miraba a través de la ventanilla del auto las calles de Ishbal. El paisaje mostraba los esfuerzos de reconstrucción, edificios en proceso de ser levantados junto a marcas indelebles de la guerra, un recordatorio constante de lo que estaba en juego. Su atención se desvió hacia su mano derecha y la muñequera que portaba. El día anterior, habían interceptado a unos insurgentes. Aunque fue una disputa menor, parecía que su guardaespaldas personal, Riza Hawkeye, se había lastimado la mano en el proceso.

-¿Se hizo daño ayer, Teniente? -preguntó Roy, su voz teñida de preocupación.

Riza apartó la vista de la ventanilla y se giró hacia su superior, confundida. Al notar que sus ojos se desviaban hacia su mano, rápidamente le restó importancia.

-Solo me la torcí un poco, nada de que preocuparse, Señor -dijo, mientras sacaba unos guantes negros y se los ponía, ocultando cualquier rastro de lesión. Riza Hawkeye detestaba mostrar vulnerabilidad, era una fortaleza forjada en las llamas de batallas pasadas, en momentos compartidos con Mustang que habían cimentado una lealtad y comprensión mutua inquebrantable.

-Me preocupa más la reunión de esta tarde. Hace un mes que llegamos, y ha habido varios intentos de intentar contra usted. Debería estar alerta, señor.

-No se preocupe, Teniente. Todos los que vamos a acudir a esa reunión solo deseamos lo mejor para esta región. Scar estará presente como enlace entre Central e Ishbal, y además, tengo una flamante asistente que cuida de mis espaldas. No puedo sentirme más seguro.

Riza negó con la cabeza y rodó los ojos, su gesto un reflejo del profundo entendimiento entre ellos, sabiendo que, pese a su aparente despreocupación, Roy Mustang valoraba y dependía de su presencia más de lo que las palabras podían expresar.

-Esté alerta, señor.

Al llegar a su destino, Riza fue la primera en asegurarse de que el área estaba segura antes de permitir que Roy Mustang bajase del vehículo. Recorrieron los pasillos del edificio, un monumento a la resiliencia de Ishbal, escoltados por varios miembros del ejército. Sin embargo, al llegar a la sala del consejo, solo entraron ellos dos. La tensión en la sala era palpable, una mezcla de esperanza y recelo, reflejo de las heridas aún abiertas de Ishbal.

Scar los recibió con un gesto de cabeza, su presencia un puente entre dos mundos que buscaban reconciliarse.

-General Mustang, bienvenido. He oído que ha tenido unos días difíciles en Ishbal. Espero que se encuentre bien.

-Nada de qué preocuparse, gracias. Un par de descontentos no van a frenar los planos de reconstrucción, te lo aseguro -respondió Mustang, intentando transmitir confianza.

La reunión comenzó, la tensión en la sala era palpable, aunque se suponía que era una reunión amistosa para debatir sobre la reconstrucción y el presupuesto. Riza observaba en silencio, su instinto le decía que algo no estaba bien. Sus ojos caoba analizaban a cada uno de los presentes, buscando cualquier señal de amenaza.

De repente, notó la inquietud en uno de los guardaespaldas. Al ser descubierto por Riza, el hombre actuó, desatando el caos. Con una rapidez nacida de años de entrenamiento y lealtad, Riza actuó para proteger a Mustang, derribándolo de su silla justo cuando una bala silbó por el aire, rozando el lugar donde segundos antes había estado la cabeza del general.

Sacó su arma y respondió al ataque con tres disparos certeros, dos en el hombro y uno en la pierna del atacante. No buscaba matar; necesitaban respuestas. Pero el ataque no había terminado.

Por suerte Scar interceptó a uno de ellos, los otros tres atacaron intentando llagar a su objetivo. Logro neutralizar a uno antes de que llegaran con disparo en la pierna, pero pronto vio como los dos restantes se le echaron encima, bloqueo un ataque pero su mano derecha ya dañada del día anterior crujió al recibir el impacto haciéndole soltar su arma, momento que el segundo atacante aprovechó para hundir su puñal contra ella, todo lo que pudo hacer fue girar para que el arma blanca impactara en su omoplato en lugar de en pulmón.

Ignorando el dolor que sentía asesto un golpe la garganta de uno de sus atacantes, haciendo caer al suelo agarrándose el cuello, sin embargo, no logro, evitando la segunda puñalada que venía de su retaguardia. Justo cuando sintió como aquel puñal salía de su cuerpo escuchó un chasquido y su agresor prendió en llamas profiriendo horribles alaridos, Roy Mustang lo miraba consumiéndose por las llamas, se había jurado así mismo restringir el uso de la alquimia pero no podía dejar que un malnacido matase a su teniente.

-¡Hawkeye! -exclamó Mustang, atrapándola en sus brazos mientras ella se desvanecía.

La observa con terror en los ojos, una vez más herida por su causa, una vez más dispuesta a dar su vida por la suya. La abrazó contra su pecho, levantándose rápidamente en busca de ayuda, con el corazón pesado por la culpa.