Los personajes de Twilight no son míos sino de Stephenie Meyer, yo solo me divierto un poco con ellos.


Capítulo beteado por Yanina


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Capítulo 9

Bella

Entré corriendo a la sala de emergencia, había dejado a Edward buscando un lugar para estacionar, aunque más bien salté del auto apenas entró al hospital, suponía que Edward había entendido sin palabras que no podía simplemente mantenerme tranquila y esperar a encontrar un lugar en el abarrotado estacionamiento.

Llegamos relativamente rápido al hospital, ayudó que el oficial que había estado resguardando nuestra casa nos hiciera caravana para poder llegar más rápido.

—Soy la madre de Claire Cullen —dije en la recepción—, la han traído de emergencia.

La señorita en la recepción parecía estar esperándome, pues se puso de pie con una tablilla en sus manos y me guio hacia la habitación en donde había un guardia custodiando la puerta.

El llanto de mi pequeña era bastante claro, entré de inmediato encontrando a la trabajadora social y a otra enfermera intentando calmarla.

—Claire.

Sus bonitos ojos azules, los cuales ahora estaban rojos e hinchados, me miraron antes de comenzar a llorar y estirar uno de sus bracitos hacia mí.

—Tranquila, cariño —me acerqué intentando tomarla en brazos sin lastimarla más de lo que ya estaba—, mami está aquí, todo estará bien.

Fue como si la ya de por sí niña gritona se volviera un verdadero demonio, me aventó y comenzó a gritar, se agitó, comenzó a patalear y se dejó caer sobre la camilla. Su grito fue aún peor ya que al dejarse caer golpeó su brazo.

Me acerqué intentando calmarla, pero solo pataleó aún más. Me dejaba tocarla, pero al segundo siguiente me aventaba y comenzaba a sollozar.

—Claire, basta, te estás lastimando.

Logré tomarla en brazos, esta vez no se resistió, envolvió sus piernas en mi cadera y su brazo bueno rodeó mi cuello, sin dejar de llorar amargamente escondida en mi cuello.

—Tranquila, cariño, todo estará bien, te lo prometo.

La sentí hipar, intentando hablar, pero sin poder hilar una oración completa.

—No digas nada, corazón —la tranquilicé—, hablaremos después cuando estés más tranquila, te juro que hablaremos y todo estará bien, ¿de acuerdo?

Seguía hipando y sollozando, pero asintió con la cabeza.

Siguió escondida en mi cuello mientras la enfermera me explicaba que la doctora vendría en un momento con los rayos x que le habían practicado, también me dijo que hacían falta datos para el expediente, pero que esperaría a mi esposo para completarlo.

—Seguimos investigando qué es lo que ha pasado —dijo la trabajadora social—. Al igual que a ustedes, a los McCarty se les permitió pasar la noche en casa con la niña sin supervisión, pero con el oficial custodiando desde afuera, fue él quien me llamó cuando los McCarty salieron de casa con Claire sollozando.

—¿Han dicho que ocurrió?

—No he podido ir a entrevistarlos, pero están detenidos por el momento, y con Claire es mejor que esperemos a que este más calmada para poder hablar con ella y nos relate su versión de lo que ocurrió.

Sentí como su pequeño cuerpo se encogió ante sus palabras.

—El oficial se quedará en la puerta por seguridad de Claire, mientras tanto iré a reportar este incidente y me dirigiré con los McCarty.

Asentí sin decir palabra.

Quería gritarles y decirles que justamente era esto lo que desde un principio les advertí que pasaría si confiaban en ellos, que mi pequeña terminó lastimada como lo temía, pero debía mantener la compostura y comportarme de la mejor manera, todo lo necesario para demostrar que ambas estaban mucho mejor con nosotros. Ya me volvería loca después.

—¿Te duele mucho? —pregunté en un murmullo.

Claire asintió con la cabeza, sus sollozos eran más suaves.

—Todo estará bien, ¿de acuerdo? Esto no volverá a pasar, te prometo que intentaré que ella no se vuelva a acercar a ti.

—¿Pro… me… tes?

—Te lo juro. —Besé el tope de su cabeza—. Ahora intentemos calmarnos, ¿sí?

Claire asintió.

La mantuve en mis brazos caminando alrededor de la camilla, intentando calmarla, mantenía su rostro escondido en mi cuello, mientras su bracito bueno me abrazaba.

—¿Quieres regresar a la camilla? —pregunté—. Me puedo sentar junto a ti, así tu brazo estará más cómodo.

—Sí —susurró.

La dejé de nuevo en la camilla, acaricié su mejilla marcada por las lágrimas y besé su pequeña nariz intentando trasmitirle la tranquilidad que yo no sentía.

—¿Me quieres contar qué pasó?

—No.

—De acuerdo, ¿quieres un poco de agua?

—Sí.

Le serví agua en un vaso y la ayudé a tomar unos cuantos sorbos antes de decirle que intentara descansar un poco, prometiéndole que el dolor en su brazo sería menor.

—¿Me lo cortarán?

—Claro que no.

—¿Tendré que llevar una escayola?

—Probablemente.

—¿Puede ser naranja?

—Si tienen de ese color, claro que podrás.

—¿Cuánto tiempo?

—Quizás un mes, aunque no podrás ir a natación, necesitamos mantenerla seca.

—¿Entonces no me bañaré en todo ese tiempo?

—Buen intento, pero le pondremos una bolsa para cuando llegue la hora del baño.

—Pues ya qué.

Rodé los ojos, no entendía de dónde venía la aversión de los niños a bañarse.

Justo en ese momento, Edward entró en la habitación con una adormilada Rayza sobre su hombro.

Pude ver su alivio al ver a nuestra pequeña en buen estado, pero el alivio desapareció con el grito de Claire.

—¡No!

—¿Qué?

—No quiero, vete, lárgate, no la quiero aquí. —Me miró para después ver directamente a Rayza—. No te quiero, ¡no te quiero!

Rayza comenzó a sollozar.

—¡Claire!

—No, no, no —gritó y pataleó.

—Claire, basta, te volverás a lastimar.

—No la quiero aquí, mami —me tomó de la mano—, dile que se vaya, no la quiero con nosotros, no la quiero.

—No digas eso, Claire.

Siguió gritando y sollozando, el llanto de Rayza también se hizo presente.

Ahora teníamos a dos niñas inconsolables y no podíamos dejar a ninguna.

Meses atrás siempre acudíamos a Claire, si ella se sentía incómoda, lloraba o parecía molesta siempre le dábamos prioridad, más de una vez nos marchamos de las reuniones dejando a Rayza llorando junto con Emmett y Rosalie, pero con el paso de los meses los encuentros incómodos se hicieron cada vez menos, y cuando nos marchábamos lo hacíamos con ambas niñas.

No dejábamos a Rayza atrás, ella iba junto a nosotros.

Para nosotros, ambas estaban en el mismo nivel, nos preocupábamos por las dos de la misma manera. Pero era la primera vez que teníamos que aclararle a Claire que no alejaríamos a ninguna y que Rayza estaría permanentemente con nosotros.

—Claire, por favor —dije tomando su manita buena—, necesito que te calmes o realmente vas a lastimarte gravemente el brazo, por favor, intenta calmarte y escucharnos, ¿sí?

Su respiración había vuelto a agitarse, pero asintió no muy convencida, miraba a Rayza completamente enojada. Mi pobre niña estaba acurrucada en brazos de Edward, quien al igual que yo, estaba perdido sin saber qué hacer.

Nuestro instinto era proteger a Rayza, pero de la misma manera no podíamos reprender a Claire cuando estaba igualmente asustada y también queríamos protegerla de lo que la hacía sufrir.

—Nos calmaremos los cuatro y… —comenzó Edward, acercándose lentamente a la camilla.

—¿Ella mintió? —preguntó Claire mirando de mí a Edward y de regreso—. Ella mintió, ¿verdad? Lo que dijo que ella era… es mentira, es una mentirosa, ¿verdad?

Sabía a qué se refería, no necesitaba más explicación, no era necesario que me diera más información, sabía lo que estaba preguntándome.

Así no era como tenía que saber, esta no era la manera en la que Edward y yo planeábamos decirle.

Teníamos planeado sentarla y contarle mientras le mostrábamos las fotos que teníamos de ella de bebé, intentar explicarle que ella siempre sería nuestra bebé, que sin importar lo que biológicamente era la verdad, siempre sería nuestra, nuestra pequeña niña linda.

Pero ya nada importaba, habíamos fallado en protegerla de la verdad y ahora teníamos que afrontar las consecuencias.

—Bella…

Miré a Edward quien me sonrió tristemente, no teníamos opción, ya no había manera de retrasar lo inevitable.

—Es… verdad.

—¡No! —Su grito me desgarró el corazón al igual que su sollozo.

Me dejó tomarla en brazos, tuve cuidado en no lastimar su brazo, mientras sollozaba y seguía repitiendo "no".

—Hay mucho que tenemos que hablar —dijo Edward terminado por acercarse a nosotras, Rayza sollozaba en su hombro—, y vamos a hablar los cuatro juntos, ¿de acuerdo?

—¡No quiero! —gritó Claire saliendo de su escondite en mi cuello—. Quiero que se vaya.

—Eso no va a pasar —dijo Edward haciendo que Claire volviera a sollozar.

Era lo más difícil.

Podía notar el temor en las caras de ambas niñas.

Estaba en el pasillo con Rayza sollozando entre mis brazos.

Había sido un descuido, un estúpido descuido de los dos.

Logré que Claire volviera a acostarse en la camilla, la enfermera nos lo había pedido cuando fue a revisarla y darle un poco de medicamente para el dolor, se disculpó por el retraso de la doctora, pero un hombro dislocado no era precisamente una urgencia de primera necesidad y la doctora estaba demasiado ocupada, seriamos atendidos lo más pronto posible.

Después del medicamento, Claire estuvo más tranquila, la enfermera dijo que podía echarse una siesta si era lo que necesitaba, después de todo eran casi las cuatro de la mañana y no había dormido nada, una niña con sueño y dolorida era la fórmula perfecta para el desastre.

Se había quedado dormida, o al menos eso pensábamos; un temblor ligero por el frío hizo que Edward dejara a Rayza sobre la camilla —se negaba a dormir— y fuera por la manta de princesas, que suponíamos era con la que Claire llegó aquí. Posiblemente solo fueron dos segundos que bajamos la guardia, pero el suficiente para que Claire se impulsara, con su mano buena tomara el cabello de Rayza y tirara de él haciendo que cayera sobre la camilla, cuando reaccioné y la separé, la pateó haciéndola caer de la camilla.

Regañé a Claire, claro que lo hice, pero para ella fue la peor traición pues comenzó a empujarme y gritarme.

La doctora había entrado en ese momento, encontrando un tremendo espectáculo de niñas gritando y llorando y a nosotros a punto del colapso.

—Los placeres de la pediatría —nos sonrió y se acercó a Claire—. No se lo estás poniendo fácil a mami y papi, ¿verdad?

Claire no dijo nada, solo miró a Edward, no me extrañó, era a quien siempre buscaba cuando se enfermaba, era su príncipe que la mantenía segura cuando más mal se sentía.

—Quizás sea mejor que la pequeña pelirroja no esté cuando coloquemos ese hombro en su lugar —dijo la doctora revisando a Claire—, se puede poner un poco ajetreado.

Entendí a lo que se refería, así que tomé a Rayza para salir de la habitación.

—No, mami, no te vayas —sollozó Claire.

—Estaremos afuera —la tranquilicé—, solo será un momento, ¿de acuerdo? Solo un momento.

—No.

—Estarás aquí con papi.

—Los dos conmigo —sollozó.

—Mami regresará una vez ese hombro esté en su lugar —dijo Edward—, ahora necesitamos darle espacio a la doctora para que pueda hacer su trabajo lo mejor posible.

No estuvo nada feliz, lo que ocasionó que intentara tirar de nuevo del cabello de Rayza, ya que la tenía en brazos, por suerte la aparté lo suficientemente rápido como para evitarlo.

Dejé la habitación y me alejé solo un poco, lo suficientemente lejos para no escuchar si Claire gritaba, pero lo suficientemente cerca para poder ver cuando la doctora terminara.

Quería regresar y tranquilizar a mi pequeña, pero también tenía que mantener tranquila a Rayza.

Me senté en las sillas empotradas a la pared, acomodando a Rayza sobre mi regazo.

—Ya no me quiere —murmuró mientras limpiaba las lágrimas que resbalaban de sus ojos.

—Claro que te quiere.

—No es cierto.

—Claire solo está enojada, cuando se le pase el mal humor hablaremos con ella, se disculpará por lo mal que se ha portado y volverá a estar todo bien.

—Pero…

—¿Recuerdas cómo te sentiste cuando Rosalie te contó que yo era tu mami?

—Quería llorar.

—Bueno, así mismo se siente Claire, está confundida, así como en algún momento lo estuviste tú, tiene miedo y a veces no sabemos cómo enfrentarnos a lo que nos asusta, atacarte no estuvo bien, y hablaremos con Claire para que no vuelva a ocurrir.

—Pero ella dijo que no me quería, quiere que me vaya.

—Eso solo es el miedo hablando, te prometo que una vez que hablemos ella volverá a decirte cuánto te quiere.

—¿En serio?

—Claro que sí.

Tomé su rostro y besé su nariz haciendo que sonriera un poco.

—Te quiero, mi preciosa niña, y te prometo que todo se arreglará.

Rayza asintió y se acurrucó en mis brazos.

Había hecho tantas promesas en tan poco tiempo, esperaba poder cumplirlas todas, lo último que quería era lastimar a mis niñas.

Mis padres llegaron, habían estado viajando para poder ser testigos en el juicio, ellos testificarían a nuestro favor primero, siendo los más involucrados en nuestra rehabilitación podían dar fe de que no habíamos tenido ninguna recaída y que éramos personas de bien. Contarían lo bien que lo habíamos hecho antes, durante y después del embarazo.

Confiábamos en que su testimonio nos haría ver mucho mejor frente a la jueza, ahora necesitábamos más que nunca que ella nos viera como la mejor opción para ambas niñas.

—¿Cómo está Claire? —preguntó mi madre.

—No lo está pasando nada bien, entraron otras tres enfermeras en su habitación para apoyar —apunté al pasillo—, han terminado hace unos minutos. Por lo menos Rayza se había quedado dormida para cuando los gritos comenzaron y no tuvo que escucharla.

—Mis pobres chiquitas —suspiró Renée sentándose junto a mí—. Dame a Rayza y ve con ellos.

Miré a Rayza que estaba dormida en mis brazos.

—Sé que es difícil, pero Claire te necesita en este momento —dijo Charlie llamando mi atención—, los necesita a los dos, sin Rayza en medio.

—Rayza no se irá.

—Lo sé, pero necesita saber que ella no está por debajo de Rayza, no sabemos qué fue lo que ellos le dijeron, pero necesitas que confíe en ustedes de nuevo.

—Hablen con ella, cálmenla y después les llevaremos a Rayza.

—De acuerdo.

Dejé a Rayza en brazos de mamá, no se inmutó por el movimiento, mi pelirroja estaba agotada.

Entré en la habitación encontrando a Edward parado junto a la camilla en donde Claire permanecía acostada, mirando para el otro lado.

—¿Dónde está Ray? —preguntó Edward.

Claire giró para verme y una vez notó que no tenía a Rayza conmigo volvió a apartar la mirada, pero eso no evitó que notáramos la tristeza en su carita.

—Se quedó dormida, la dejé con mis padres.

—Les mandé un mensaje en la madrugada —respondió tendiéndome su mano, la cual tomé para acercarme a él—, su vuelo llegaba a las seis, no creí que pudiéramos pasar por ellos, y les dije en qué hospital estábamos, se me olvidó mencionártelo.

—Está bien —asentí y me recargué contra su hombro—. No quiero hacerlo.

—Yo tampoco.

Esperamos unos minutos, intentando darnos valor, sabiendo que no había marcha atrás, teníamos que arreglar esto para nuestras chicas, ellas eran las más inocentes en este caos.

—Tenemos que hablar contigo —dijo Edward.

Rodeé la camilla, sería mejor no darle oportunidad de que nos ignorara a los dos, sonreí al ver que cerró los ojos intentando no mirarnos.

—Mi niña lista —murmuró Edward sentándose en la camilla, imité su acción.

Puse mi mano sobre la rodilla de Claire, abrió sus ojos mirándonos con pesar.

—A veces —comenzó Edward— los adultos cometemos errores, unos son pequeños y fáciles de solucionar, como cuando me equivoco al hacer el súper, regreso y cambio los productos, eso es fácil de solucionar; algunos errores son un poco más complicados de resolver, como cuando la abue Renée terminó con el cabello verde y en la estética le dijeron que tendría que esperar unos cuantos días para poder teñirse nuevamente —Claire se rio al recordar—; pero hay errores enormes, tan grandes y difíciles que no podemos encontrar una solución, y con el tiempo solo se vuelven más y más complicados.

Claire miraba sus manitas.

—A veces esas equivocaciones hacen que una familia sea inmensamente feliz, porque obtienen el regalo más maravilloso de sus vidas.

Claire lo miró.

—No sabemos qué fue lo que pasó el día que naciste, tampoco lo que te dijeron Rosalie y Emmett, pero conocemos nuestra verdad.

—El día en que tú naciste también nació Rayza, en el mismo hospital, casi a la misma hora, y es probable que el mismo doctor y la misma enfermera ayudaran durante los nacimientos. La enfermera tomó a Rayza y te tomó a ti y las llevó a revisarlas, lo hacen con todos los bebés para asegurarse que estén sanos y puedan volver con sus papis para que los cuiden...

—Ella dijo que me robaron —sollozó.

—Eso no es cierto. —Acaricié su mejilla, agradecí que no me alejara, en su lugar me dejó recostarme junto a ella.

Edward nos ayudó a acomodarnos, lo que hizo que Claire terminara con medio cuerpecito sobre el mío.

—Los bebés tienen pulseritas en sus piecitos, lo que ayuda a las enfermeras a identificarlos y poder llevarlos con sus mamis.

—¿Qué ocurrió con mi pulsera?

—La enfermera debió equivocarse al leer la etiqueta —respondió Edward—, posiblemente te vio y vio a mami y dijo: definitivamente esta bebé tan guapa es de esta mujer tan bella.

La suave risita de Claire hizo que mi corazón doliera menos.

—Nunca dudamos de la enfermera ni del hospital, son personas muy listas que saben hacer muy bien su trabajo, pero aun cuando seas muy bueno en algo a veces te equivocas.

—¿Como yo con las sumas?

—Sí, eres buena en matemáticas, pero a veces cometes errores.

—Sí.

—Pues eso mismo pasó con la enfermera.

—No —sollozó—, no es cierto.

—La enfermera nos hizo muy felices por su descuido —dije al notar que Edward no sabía cómo continuar—, pero, como cualquier equivocación, tarde o temprano te das cuenta y tienes que solucionarlo.

—Pero…

—Hay veces que, aunque las cosas estén bien y sean maravillosas, tienes que arreglar esa equivocación.

—Pero…

—Pero no por eso tenemos que estar de acuerdo con lo que se supone que es correcto.

—¿Como cuando estuvo mal que aventara a Mike, pero estuvo bien que lo hiciera por defender a Jessi?

—Sí, te dijimos que no estuvo bien usar la violencia, pero estuvo bien que defendieras a Jessi, a veces hacer lo correcto significa hacer cosas que para otros es incorrecto.

Claire asintió no muy segura.

—Lo correcto para Rosalie es que Rayza esté con nosotros, porque ella es la bebé que creció dentro de mi barriga.

—No.

—Y lo correcto para Rosalie es que la bebé que creció dentro de su barriga esté con ella.

—No —sollozó nuevamente.

—Pero eso no es lo correcto para nosotros.

—¿No lo es?

—No del todo —dijo Edward—, porque queremos que Rayza esté con nosotros, porque la queremos mucho, pero eso no significa que ya no te queramos a ti.

—¿Ustedes siempre me van a querer?

—Claro que sí.

—Ella dijo que no.

—A veces las mamis somos muy celosas y, aunque nos gusta que nuestros niños estén rodeados de personas que los quieran, no queremos que ellos amen a otras personas más que a nosotras. Tú eres mía, en mi corazón y en mi mente eres nuestra pequeña y eso no va a cambiar nunca, pero nuestra sangre es diferente y para Rosalie eso significa que tienes que quererla más a ella.

—No la quiero.

—Y eso está bien, puedes sentir lo que tú quieras sentir, pero igual Rosalie puede hacerlo.

Odiaba tener que defenderla.

—Para Rosalie es importante que tú la quieras más porque creciste dentro de ella, comparten muchas similitudes y biológicamente ella es tu… madre.

—¡No!

—Biológicamente —dijo Edward recalcando la palabra—, pero eso no siempre importa, a nosotros no nos importa que no compartamos lazos biológicos contigo, porque te amamos y eres nuestra hija sin importar lo que los demás digan. Eres nuestra hija y siempre lo serás, pero Rayza es nuestra hija biológica y también la queremos con nosotros.

—Yo no la quiero.

—Sí la quieres, solo estás enojada y está bien sentirse enojada, puedes estar enojada con mami y papi, con Rosalie y Emmett, pero no puedes enojarte con la única persona que entiende cómo te sientes.

—¿Ray sabe?

—Lo hace y ella también ha estado muy confundida, aún lo está, pero ¿sabes cuál es uno de los miedos más grandes de Ray?

—¿Cuál es?

—Que cuando te enteraras de la verdad dejaras de quererla, ha temido que ya no quieras ser su hermana.

—¿Ray teme eso?

—Sí.

—Las cosas son muy complicadas, bastante, incluso para nosotros es difícil de entender en ocasiones, pero lo que mami y yo tenemos claro es que a las dos las amamos con todo nuestro corazón y eso jamás va a cambiar.

—¿Nunca?

—Nunca jamás.

—¿Y voy a estar con ustedes siempre?

—Eso es lo que hemos estado haciendo todo este tiempo, asegurarnos que ambas se queden con nosotros.

—Ella dijo que Ray se quedaría con ustedes y yo tenía que ir con ella, que ella no quería a Ray porque…

—Eso no es cierto —dije—, las quiere a las dos, así como nosotros las queremos a las dos, y nos estamos asegurando de que las dos permanezcan con nosotros.

Claire asintió.

Edward y yo habíamos acordado que jamás les diríamos que Rosalie no quería a Rayza, no permitiríamos que ella se sintiera menos querida o valorada, y nos apegaríamos al plan, ninguna podía sentirse más o menos querida que la otra, lo que menos queríamos es que hubiera resentimientos entre ellas.

—¿Dónde está Ray?

—Afuera con los abuelos, han venido a verte, pero se han quedado con Ray mientras nosotros hablábamos contigo.

—¿Podemos quedarnos un ratito solo nosotros tres?

—Claro que sí.

—¿Se pueden quedar con las chicas? —pregunté viendo a ambas dormir profundamente en la camilla.

—Claro que sí —dijo mi madre—, ellas estarán bien.

Miré una última vez a mis chicas y salí de la habitación, ambas estaban profundamente dormidas acurrucadas una junto a la otra. Tenía tanto miedo de que se guardaran rencor, pero en cuanto mis padres nos trajeron a Rayza y la pusimos en la camilla junto a Claire ambas se acurrucaron.

Esperaba que no hubiera ningún tipo de resentimiento entre ellas.

—Bella, Edward.

—Danos buenas noticias, por favor, Garrett —pidió Edward.

La trabajadora social todavía no hablaba con Claire y aún no sabíamos qué era lo que había pasado.

«Eso debe ser bueno, ¿no? Si no están interrogando a Claire quiere decir que ellos ya son culpables», había dicho Edward y rogaba que sus palabras de fueran ciertas.

—He solicitado una reunión de emergencia después de lo sucedido, este accidente está de nuestro lado, una sola noche y Claire resulta lastimada, no es nada favorable para su solicitud de custodia.

Suspiré aliviada y miré a Edward, quien intentaba ocultar la esperanza de mantener a nuestras chicas.

—La jueza ha aprobado la reunión de emergencia para evaluar el estado de ambas niñas y solicitó una prueba psiquiátrica de Rosalie.

—Eso es bueno para nosotros, ¿cierto? —preguntó Edward aún más emocionado.

—Lo sería si se hiciera.

—Pero acabas de decir…

—Los McCarty han renunciado a la solicitud de custodia de Claire y están renunciando a los derechos sobre Rayza en este momento.


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