4.- La Batalla del Mercado

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Link se dirigió al mercado, donde los civiles gritaban y huían despavoridos, mientras los hombres de cristal atacaban todo a su alrededor; personas, animales, plantas, infraestructura, incluso las frutas en los puestos de comida. Por su parte, los guardias se mantenían protegidos detrás de sus armas. Hacían lo posible por sobrevivir y mantener a los cristales a raya, al otro lado de sus lanzas, pero no estaban organizados.

—Así no aguantarán hasta que lleguen los refuerzos— pensó Link.

Él mismo no era un buen líder; no era llamativo, extrovertido ni tenía una voz potente. Le era mucho más fácil pensar en qué podría hacer él mismo en vez de dar órdenes, pero había tomado un par de lecciones en los cuarteles. Podía actuar como un capitán, al menos por unas horas. No que le agradara la idea.

Tras un suspiro de hastío, desvió el tajo de una espada de cristal y contraatacó al monstruo con un fuerte corte. El hombre violeta tambaleó, momento en que Link aprovechó de patearlo para que cayera, luego saltó sobre él y aterrizó con su espada en el pecho. El hombre de cristal se rompió y se convirtió en un montón de pedacitos.

El capitán entonces se dirigió a unas cajas apiladas, saltó y se paró sobre ellas.

—¡Soldados de Hyrule!— los llamó.

Los guardias, o al menos los que podían darse el lujo de mirar a otro lado, se giraron a él.

—¡Reúnanse en la entrada del camino al castillo!— gritó mientras apuntaba— ¡Todos allá! ¡Ahora!

Los guardias que consiguieron escucharlo sobre el tumulto de la batalla, hicieron lo posible por partir al lugar señalado. Link eligió ese punto porque les daba oportunidad de retirarse si la pelea se ponía muy dura. A la vez, las paredes los protegerían por los costados y les permitirían enfocar sus esfuerzos en un frente. El capitán vio a los soldados reuniéndose allá, pero también a otros teniendo problemas con los hombres de cristal. Rápidamente partió al que veía más cerca, le quitó a los enemigos de encima, lo tomó del brazo y lo levantó de un tirón.

—¡Con los demás! ¡Ahora!

—¡Sí, señor!

Link se defendió de dos más que intentaron tomarlo por sorpresa. De esa forma se dirigió al segundo, luego a otro más, y así fue rescatando guardias hasta que consiguió llevar a todos los que quedaban vivos con el grupo de resistencia. Los soldados se defendieron a sí mismos y a los civiles que pasaban, repeliendo a los hombres de cristal con sus lanzas y escudos. Link fue dirigiéndolos a cada momento, desde la vanguardia. Se desplazaba de un lado a otro de la línea de defensa, exterminando a monstruos en segundos y aliviando la carga de los demás.

Luego de media hora llegó la caballería. El ejército de Hyrule pasó y arrasó con los monstruos que quedaban, y barrió con las calles del mercado.

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El centro de la ciudad quedó hecho un desastre, pero los esfuerzos de Link y los guardias salvaron a la gran mayoría de los civiles. Luego de que se calmó todo, este se sentó un rato sobre una caja.

En eso alguien corrió a abrazarlo. Link casi se cayó de espaldas.

—¡Link!— dijo Zelda— ¡Estás vivo! ¡Estaba muy preocupada! ¡¿Estás herido?!

La princesa le despejó la cara con las manos. Tenía unos cuantos rasmillones, pero nada grave. Incluso se había sanado la herida del brazo con una poción roja. Zelda suspiró, aliviada.

Link se fijó en ella; tenía marcas de lágrimas debajo de los ojos. Se sintió mal, haciendo preocupar a la princesa de esa forma. Le puso una mano en la cabeza para hacerla sentir mejor. Zelda lo miró, sorprendida.

Por un momento se quedaron así, fijos en el otro. Se sentía extrañamente bien.

—Ejem— carraspeó Impa— estamos en público.

Ambos se giraron a ella. Se dieron cuenta que habían pasado un buen rato mirándose. Los soldados alrededor intentaron ocultar sus risitas. Link y Zelda se pusieron rojos.

—Vengan conmigo. Necesitamos descubrir el origen de esos monstruos— les recordó la sheikah.

—¡Claro!

Ambos la siguieron de cerca. Los tres se dirigieron a un grupo de soldados que había juntado los cristales, de los cuales quedaban apenas un puñado.

—¿Dónde está el resto?— inquirió Impa.

—Señora Impa…— musitó uno de ellos, nervioso— recogimos kilos y kilos de cristales, pero…

—Todos se desvanecen— indicó otro, y apuntó a los pocos que había reunido— observe.

Casi como respondiendo a su comando, los cristales de más arriba comenzaron a deshacerse, como si se trataran de ceniza en el viento. Cuando se acercaron y observaron mejor, se dieron cuenta que el desvanecimiento era continuo, solo que a veces aceleraba por momentos.

—¡¿Qué es esto?!— alegó Impa.

—Monstruos de cristales, pero se deshacen tras ser rotos— observó Zelda— Me imagino que la tecnología sheikah no contiene algo similar.

—Nada— aseguró Impa.

—¿Qué tal Death Mountain?— preguntó Zelda a Link— ¿Has visto un monstruo con estas características?

Mas Link negó con la cabeza.

Mientras hablaban, el resto de los cristales se disolvió en el aire hasta que no hubo nada.

—¿Dónde está mi padre? Hay que tomar decisiones rápido— dijo Zelda.

—En el castillo, en reunión con los generales y estrategas— indicó Impa.

La princesa se llevó las manos a las caderas, no muy complacida.

—¿Alguien vio de dónde llegaron estos monstruos? ¿Cómo consiguieron pasar a los guardias?

—Estamos preguntando a los sobrevivientes, pero no hemos encontrado nada— indicó Impa— pero fue extraño. Es como si se hubieran expandido a lo largo del mercado y esperado al momento justo para atacar. Estaban muy coordinados para ser simples monstruos.

—¿Tú tampoco los viste acercarse, Impa?— se extrañó Zelda.

—Nada.

Link meditó un momento.

—¿Y si hubieran aparecido de la nada?— se aventuró.

Ambas se giraron a verlo, extrañadas.

—¿Algo de tus aventuras?— inquirió Zelda.

—¿Cómo pueden aparecer de la nada?— demandó saber Impa.

—Bueno, si nadie los vio acercarse, si pasaron tan fácilmente por los guardias, si comenzaron a atacar al mismo tiempo Y son monstruos, entonces quizás no necesitaron coordinarse, quizás simplemente llegaron al mismo tiempo. Y si llegaron al mismo tiempo en todos lados, entonces deben haber aparecido de la nada ¿No?

Impa y Zelda se miraron, consternadas.

—Pero no pueden… haber simplemente aparecido— alegó Zelda.

Link se encogió de hombros.

—Solo son especulaciones. No conseguiremos nada mientras no busquemos más información.

Zelda meditó un momento.

—Quiero a todos los civiles y guardias reunidos. Necesitamos llegar al fondo de este misterio, antes de que vuelva a ocurrir.

Los soldados juntaron a las personas que habían estado en el mercado al momento del ataque. Los interrogaron a todos, pero nadie había visto a los hombres de cristal aparecer, era como si siempre hubieran estado por ahí.

Zelda pensó que habían llegado a un callejón sin salida, cuando de pronto, unos soldados se le acercaron.

—Princesa, encontramos a un niño que dice haber presenciado a los monstruos aparecer.

Zelda se giró. Los soldados abrieron paso a un jovencito de no más de ocho años, intimidado por la presencia de la realeza. Zelda se agachó y le sonrió.

—Descuida, corazón ¿esos monstruos te hicieron daño?

El niño negó con la cabeza.

—Muy bien. Es un alivio— continuó ella— sobre lo que viste ¿me podrías contar cómo fue? Es muy importante que me digas todo.

El niño asintió.

—Estaba jugando a la pelota, pero la pelota estaba sucia y la limpié. No con mi ropa, porque mi mamá me dijo que no usara mi ropa. Entonces vi una chispa y unos dedos, y las manos abrieron la chispa y… ¡Y salió un hombre feo de cristal!

Zelda le pidió calmarse con gestos de las manos.

—Espera, espera ¿Una chispa? ¿Y de dónde salieron los dedos?

—De la chispa.

—¿Y dónde estaba la chispa?

El niño alzó un dedo frente a sí.

—Por aquí.

Zelda asumió que hablaba de un lugar en el aire relativo a su cuerpo, y no específicamente ese punto donde estaban hablando los dos. Entonces la "chispa" había aparecido en el aire, y unos dedos surgieron de esta y luego un hombre. Sonaba como si alguien metiera los dedos en un agujero para abrirlo. Entonces los monstruos sí habían surgido de la nada, o más bien, de otra dimensión.

Zelda se giró hacia Link, preguntándose cómo su cabeza de niño del bosque había intuido algo tan complejo. La teoría de las dimensiones paralelas era algo que los altos sabios del reino apenas habían concebido unos años antes.

Eso les dejaba el problema de que aún no sabían dónde podrían atacar.

Estaban pensando en qué hacer, cuando apareció un soldado de un puesto de vigilancia al sureste del castillo. Lo llevaron de inmediato con la princesa.

—¡Princesa Zelda! ¡Vengo con un reporte urgente!

—Habla, soldado— le concedió esta.

—¡Princesa! ¡Se ha avistado a un nuevo tipo de monstruo provenir desde el bosque! ¡Son monstruos hechos de cristales violeta que atacan a todo lo que se mueva!

—¡¿Desde el bosque?!— exclamó Link.

Zelda e Impa lo miraron, preocupadas. Link se giró a la princesa, esta comprendió de inmediato.

—Soldado, dame más detalles ¿Cuántos monstruos eran?

—Vimos unos 200 antes de que yo viniera corriendo, majestad. No parecían tener un objetivo ni estar organizados, simplemente se esparcían sin prisas. Tampoco vi que huyeran o persiguieran nada en particular.

—¿Aparecieron todos desde el bosque? ¿No surgió ninguno en el puesto de vigilancia?

—No, majestad.

—Suena a que el bosque tiene una conexión con los monstruos— indicó Link.

—O quizás los monstruos también surgieron allá y no encontraron a nadie digno de atacar— comentó Impa.

—Princesa, déjeme ir allá— le pidió Link— descubriré el origen de los monstruos y los detendré.

Zelda apretó los labios, pensativa.

—No puedo tomar decisiones rápidas. La prioridad es enviar mensajeros a todo Hyrule para entender la situación. Tengo que reunirme con mi padre y…

Link la sujetó de una mano. Impa desenvainó un cuchillo sonoramente, a modo de advertencia. Zelda se giró a él. Link no le quitaba los ojos de encima.

—Zelda, voy a ir.

—Link, si los monstruos salieron del bosque, hay dos posibilidades: tus amigos se escondieron o… ya es muy tarde.

Link la soltó, suspiró.

—Iré a investigar los orígenes de los monstruos. Volveré con lo que encuentre.

—Link, no vayas ¡Es muy peligroso!— le pidió Zelda.

Pero el muchacho se puso en marcha de todas maneras.

—¡Link!— exclamó Zelda.

—Capitán Link ¿Qué cree que hace?— alegó el sargento mayor, que había liderado la caballería— ¡Vuelva aquí en este instante! ¡No puede abandonar su pues…

Pero se interrumpió al notar que Link no le hacía caso. Seguía caminando hacia la salida como si nada.

—¡Capitán Link! ¡Le estoy hablando!

Zelda se apresuró a alcanzarlo. Lo tomó de la mano.

—¡Link, es muy precipitado!

—No para mí.

Zelda lo abrazó de la cintura para obligarlo a detenerse. Link se paró.

Se quedaron así unos segundos, ella sentía su corazón en la oreja. Link estaba calmado.

Zelda lo miró arriba, preocupada. Este le sonrió y le acarició la cabeza.

—Volveré— le aseguró— lo prometo.

Zelda apretó los labios. Quiso resistirse, mas terminó asintiendo. Luego pensó en besarlo ahí mismo, pero su relación no estaba en ese punto. Tendría que contentarse con su caricia.

—Al menos sánate bien, prepárate y lleva un caballo. No puedo enviar a mi mejor capitán con una mera espada y una armadura dañada al bosque.

Link asintió.

—Está bien.

Tal y como le dijo su princesa, Link se puso una nueva armadura, se equipó con un escudo, bombas, un arco y flechas, y partió en un caballo hacia el bosque.