La postal que se elevaba frente a sus ojos la llenó de ternura. Sesshomaru no mostro expresión alguna, sin embargo, notó que estaba feliz cuando le susurró algo al oído a Rin, quién asintió sonriendo y, posteriormente, sus labios se unieron brevemente.

Los aplausos se extendieron hasta que se vio obligado a subir al escenario, el mismo que había compartido con Bankotsu y es que, al parecer, el tiempo se había detenido en aquel hotel, ya que muchas cosas se encontraban idénticas.

Todo el mundo ya sabía que el abogado de mirada de hielo era de pocas palabras, por lo que sólo unos segundos los separaban de la cena que le seguiría.

Se detuvo frente al micrófono, pasando la mirada por todos los presentes, tal vez con la finalidad de tener identificados a todos en lugar de disfrutar de sus presencias. Sus orbes dorados se detuvieron brevemente en Gatenmaru, quién sonrió y elevó su copa a modo de saludo.

Durante los años que había durado su sociedad con Bankotsu, siempre había sido el moreno el encargado de transmitir sus palabras ya sea en fiestas o eventos, sin embargo, desde que él no estaba, Kagura había tomado su lugar. Pero esa ocasión era diferente, esa noche no podía huir de allí y mantenerse al margen de la fiesta, debía pronunciarse al menos con una oración.

- Buenas noches, quiero agradecer a todos por estar presentes y, sobre todo, a mi esposa por prepararme esta sorpresa. - la castaña le lanzó un beso. - Disfruten.

Nuevamente los aplausos musicalizaron su descenso mientras las personas comenzaban a dispersarse hacia sus respectivos lugares.

- Bien, creo que debo buscar mi asiento. - sonrió el moreno. - Kagura fue lo demasiado generosa como para permitirme estar en su mesa, al menos hasta que comience el baile.

- Nosotros también estamos con ella. - pronunció Sango. - Cuando Kohaku le confirmó a Rin que no vendría, ella nos llamó para ofrecernos ir a su mesa.

- Kagura es una gran mujer. - acotó Inuyasha. - No me sorprende que incluso haya tenido piedad con este sarnoso.

- No creo que deba recordarte que conozco a su hermano desde la adolescencia, o tal vez si, ya que eres tan bruto...

- Oigan, no es necesario que sigan peleando. - intervino la morena. - Koga, seguramente que nos veremos más tarde.

- Eso espero. - tomó sus manos. - Me encantaría poder bailar una pieza contigo, pero dudo mucho de que alguien se aparte de ti...

- Y estas en lo correcto. - tomó las manos del joven, separándola de las de ella. - Estaremos muy ocupados, asique lo siento pero dudo que volvamos a verte.

- Inuyasha...

- No te preocupes, me las arreglaré para saludarte. - guiñó su ojo al mismo tiempo en que se iba en busca de su mesa.

- Vaya, sigue teniendo la misma confianza que recuerdo. - rio Sango. - Venga, será mejor que lo sigamos antes de no saber donde tenemos que sentarnos.

- Lo que tu digas, Sanguito. - miró a sus amigos. - ¿Nos vemos después?

- Si nos encuentran... - sonrió, pasando la mano por la cintura de la morena.

- Comprendo... en ese caso, que tengan una buena velada. - ambos se marcharon emitiendo pequeñas risas burlonas.

- ¡¿Por qué dijiste eso?! - susurró, con sus ojos cerrados y completamente roja.

- ¿Acaso estoy mintiendo?

- Ya cállate y busquemos nuestra mesa.

Miró a su alrededor unos momentos y sonrió de inmediato.

- Creo que ya la encontré.

- ¿He?

- Si, es la mesa de la linda señora de cabello largo que no te quita los ojos de encima y está sonriendo.

Kagome volteó y no pudo evitar emular el gesto de Izayoi, quién la saludaba con efusividad. Rápidamente se acercaron, saludando a los presentes, entre los que estaba el cumpleañero con su esposa y Toga Taisho.

- ¡Kag! - la abrazó. - ¡Qué alegría volver a verte!

- Lo mismo digo, Izayoi. - sonrió, cerrando sus ojos mientras correspondía su abrazo.

- Espero que el tonto de mi hijo no te vuelva a dejar ir.

- Oye, madre, sigo aquí.

- ¡Justamente por eso lo digo!

- Kagome, es un placer verte de vuelta, aunque sólo haya sido un mes, te extrañamos en los almuerzos familiares. - acotó Inu No Taisho.

- Al menos ya le volvió el color al rostro de este idiota. - pronunció Sesshomaru.

- Y hablando de rostros... - se sentó. - ¿Por qué no le avisas al tuyo que estas feliz con esta fiesta? Tu entusiasmo al entrar casi hace que me cayera de espaldas

- Que extraño, porque ingresé pensando en correr y abrazarte, hermano, después de todo, tú eres quién más alegría le trae a mi vida.

- Ja, muy gracioso, idiota.

- Extrañaba estas pláticas. - le susurró Kagome a Rin.

- Ellos jamás van a cambiar. - rio.

-¿Y tu bastón? - continuó. - Para la gente de tu edad es peligroso salir sin él.

- Pues, tienes suerte de que no lo traje o ya te hubiese golpeado con él.

- Si ustedes dos siguen así. - intervino su padre. - Los enviarán a una casa de reposo antes que a mi.

- Perfecto. - respondió el mayor. - Entonces podré perseguirte en el asilo con total libertad.

- ¡Feh! Morirás antes de alcanzarme.

- Entonces te perseguiré en tus pesadillas.

Todos rieron ante su comentario, inclusive el mismo Inuyasha esbozó una pequeña sonrisa, sin embargo, logró contenerse.

- Ay estos niños, definitivamente jamás cambiarán su carácter... niñas, debieron verlos de niños...

- Madre...

- Silencio. - intervino la morena. - Yo quiero escuchar esto.

- Izayoi, no es necesario...

- Señor Sesshomaru. - lo tomó de la mano. - No interrumpa, estamos escuchando.

La cena transcurrió entre risas y sonrojos de parte de ambos jóvenes, los cuales vieron expuestos, en boca de Izayoi y algunas intervenciones de Toga Taisho, muchos recuerdos no revelados de su infancia. Kagome y Rin compartían miradas de ternura de a momentos y carcajadas en otros.

De repente, el celular del mayor comenzó a sonar.

- Regreso en un momento. - le dijo a su esposa y se puso de pie, atendiendo y alejándose.

- ¿Sucedió algo? - le murmuró la morena.

Antes de que pudiese responder, Toga se adelantó.

- Seguro se trata de Irasue... no he tenido noticias sobre si vendría o no a la fiesta.

- De hecho... hace meses que el señor Sesshomaru y su madre no se ven.

- ¿Sucedió algo malo?

- Irasue siempre fue así, Inuyasha. - respondió su padre. - Ella es un espíritu libre y con su hijo no será la excepción, de igual manera, Sesshomaru no se siente incomodo por ello, por el contrario, tienen un excelente vínculo.

Momentos después, el peliplata regresó a su asiento y la cena continuó. Alrededor de media hora más tarde, la música cambió de melodías ambientales a algunas más animadas, invitando a los presentes a bailar.

- Sesshomaru, como el cumpleañero, deberías ser el primero en ocupar la pista, ¿no crees? - el mayor entrecerró sus ojos ante el comentario de su progenitor, mientras que el menor escondía una sonrisa de burla.

Sus orbes dorados se posaron en Rin, quién esbozó una ilusionada sonrisa. Un inaudible suspiro abandonó sus labios, al mismo tiempo en que se ponía de pie y tomaba su mano, guiándolo hacía la zona de la pista.

- Hace todo para complacerla, es tan adorable. - murmuró, colocando su mentón en sus manos.

- ¡Keh! ¿Y yo no lo hago contigo?

- ¿Por qué siempre te molesta que halague a tu hermano?

- Porque quiero que sólo lo hagas conmigo. - apoyó sus labios en su hombro, provocando que ella sonriera.

Mientras tanto, en la pista, la pareja se dejaba llevar por la suave melodía que envolvía el salón. Las luces comenzaron a bajar y, poco a poco, más personas se fueron sumando a aquella danza.

- ¿Querida? - extendió su mano e Izayoi la tomó. - ¿Ustedes vienen?

- Quizás luego. - respondió su hijo.

Ambos asintieron y salieron a la pista. La intensidad de las luces bajaron aún más, haciendo dificultosa la visibilidad de una mesa hacia la otra.

Ella se encontraba con su mirada perdida en la pista, sin embargo, la cálida mano del peliplata provocó que diera un respingo.

- ¿Inuyasha?

Los labios del joven atraparon los suyos, en un apasionado beso antes de que pudiese darse cuenta. Cerró sus ojos, dejándose llevar por el suave vaivén de sus bocas. Aquella acción escaló rápidamente, hasta que se encontró con un gemido que salió de su interior, en contra de su voluntad.

- Para... - trató de apartar su mano de su pierna, sin embargo, no lo logró. - Inuyasha... hay personas.

- ¿Y eso que?

En un rápido movimiento, llevó su mano hacia su intimidad, acariciándola con la punta de sus dedos.

- Oh por dios... - suspiró, apoyando su frente en la de él. - No hagas eso... la gente puede...

- ¿Quieres ir más allá?

Sus ojos se encontraron, atravesados por el brillo intenso del deseo. Mordió sus labios, demostrando sus sentimientos, mientras él esbozaba una pequeña sonrisa. Acercó su rostro hacía su oído.

- Si vuelves a hacer eso... todas estas personas te escucharán gritar mi nombre...

Aquella frase provocó que su lado más desafiante saliera a flote, por lo que desvió su rostro, mordiendo el labio inferior del peliplata.

- Estoy lista para recibir mi sorpresa... señor Taisho.

El tono juguetón de su voz provocó un tirón en su entrepierna y la lucha interna de no colocarla sobre la mesa en ese instante y llevar a la realidad todo lo que su mente planeaba y deseaba hacerle, fue más intensa de lo que imaginó.

- Fingiremos que iremos a la pista... sólo sígueme. - extendió su mano, la cuál ella tomó con seguridad.

Atravesaron aquel espacio, no sin encontrarse con la pícara mirada de sus amigos, quienes danzaban en uno de los costados.

- Esto es vergonzoso. - agachó la cabeza, sin embargo, al elevarla, los ojos de su prima se hicieron visibles a la distancia.

Kikyo.

Elevó su mano y ella le devolvió el gesto, pero otra pareja de desconocidos se interpuso y, tanto ella como Naraku, terminaron perdiéndose de su rango de visión.

Pronto, el sonido de la música pasó a segundo plano, en el momento en que ingresaron a aquel pasillo que ella conocía bien. Rápidamente, el peliplata ingresó a la primera habitación, la misma que los había encontrado en otra circunstancia, años atrás.

- Vaya... todo sigue igual. - murmuró, observando la decoración de la habitación. - Es como si el tiempo jamás hubiese pasado.

Sin responder, la tomó por la cintura, sentándola sobre aquel mueble de madera. Instintivamente ella buscó sus labios, sin embargo, él se apartó, sentándose sobre la cama.

- ¿Qué haces?

- Así comenzó todo. - sonrió. - Sólo que... tu cabello estaba suelto.

Le devolvió la sonrisa, dejando que toda la extensión de su cabellera azabache se bamboleara con aquel sensual movimiento.

- ¿Así te gusta más?

- Me gustas de todas formas.

Permanecieron en silencio unos momentos, dejando que sus ojos hablaran por si solos, recorriendo cada centímetro del rostro y cuerpo del otro.

- Recuerdo... tu expresión esa noche... estabas completamente devastado.

- ¿Tan mal me veía?

- Es normal. - se encogió de hombros. - Acababas de presenciar una situación muy fea.

- Hasta que mi enfermera de almas apareció.

- ¿Enfermera de almas? - una expresión de confusión invadió su rostro.

- Así es. - se acomodó sobre la cama, recordando las palabras de la joven.

Las heridas del alma son las más difíciles de sanar, Inuyasha... más aún cuando llevan tanto tiempo dentro de ti.

- ¿Eres enfermera de almas también?

- Sólo de tu alma.

- ¿Para que quieres un alma rota? - preguntó, tratando de identificar si ella comprendería a lo que se refería.

- Para devolvértela sana y salva. - para su sorpresa, ella también recordaba.

- ¿Entonces...?

- Entonces, me la entregaste. - una tierna sonrisa se formó en sus labios.

- Y de no haber sido porque el imbécil de mi hermano llegó, te hubiera besado en ese instante.

Ella rio ante su comentario.

- Pero... después fuiste por mi...

- ¿Creíste que te dejaría escapar con tanta facilidad?

Inicio del flashback.

- ¿A que te refieres? - volteó, sin poder verlo, mientras él la rodeaba con sus brazos.

- No te conozco... no sé que clase de persona seas, pero... no pareces ser del tipo que le gusten las fiestas alocadas.

- Ni siquiera me agradan las fiestas, dime... ¿por qué se fueron las luces?

- Le están dando tiempo a los que quieran retirarse, ¿tú quieres irte?

- Me estas asustando - respondió, sin embargo, en el fondo, no quería apartarse de su lado - ¿Qué va a suceder?

- Digamos... que la fiesta va a comenzar, al estilo de Bankotsu.

Cómo si hubiesen respondido a un anuncio, las lucen comenzaron a titilar, provocando que la mujer, de un respingo, se pegara más al cuerpo del joven.

¿Qué... está sucediendo?

Las luces comenzaban a marearla, no lograba distinguir más allá de las figuras, sin embargo, pudo notar a los meseros, con las bandejas elevadas, acercándose a los invitados, ofreciéndoles algo.

- ¿Y? El tiempo se acaba.

- ¡Ya! Sácame de aquí.

- De acuerdo - una sonrisa se formó en los labios del joven, mientras tomaba su mano y comenzaba a caminar.

Fin del flashback.

- Digamos... que me fui contigo porque tenía miedo de lo que pudiera suceder, no por algo más... - mintió.

- ¿Si? - se puso de pie, cruzando sus brazos mientras se acercaba. - No me pareció... al menos no... en el momento en que me lanzaste a la cama.

- Digamos... que fue un momento de debilidad. - lentamente abrió sus piernas, mientras los orbes dorados del peliplata se posaban en esa zona.

- ¿Sabes que es lo que no deja de sorprenderme? - se posicionó entre sus piernas, tomándola fuertemente por la caderas, mientras la atraía a su cuerpo, provocando que su centro chocara con su ya crecida entrepierna. - Que por más que pase el tiempo... te sigo deseando como la primera vez.

- Inuyasha... - murmuró mientras su boca comenzaba a devorar la suya.


Extra: Cercanía

Había pasado casi todo el día pendiente del móvil, ultimando detalles para la fiesta. Salvo por las horas que pasó con sus primas, lo demás había sido bastante estresante. Por suerte para ella, Kagura había estado a su disposición, haciéndose cargo de aquellos pequeños imprevistos que se volvían grandes bajo tanta presión.

-Tranquila. - murmuró, colocando las manos sobre sus hombros. - Todo saldrá a la perfección.

- Kagura. - sonrió, recostándose en sus manos. - Muchas gracias por ayudarme... no se que hubiera hecho sin ti.

Paradójicamente y, contrariamente a lo que cualquiera hubiera esperado, Kagura y ella tenían una relación cercana, una especie de amistad que se basaba en el respeto, la confianza y el acompañamiento mutuo. Poco quedaba de aquellos recuerdos en los que ella y Sesshomaru fueron pareja, o al menos, para ella ya no existían.

- Ya sabes que me tienes para lo que necesites. - sonrió, acariciando su mejilla. - Iré con los socios, seguramente ya llegaran mas invitados.

La castaña asintió y, segundos después, los padres del joven ingresaron por la puerta.

- Señor Taisho, Izayoi. - sonrió, acercándose.

- - Hermosa Rin. - la abrazó cálidamente, como cada vez que se veían. - ¿Cómo se encuentran tú y el pequeño retoño? - acarició su vientre.

- Estamos bien, por suerte, ya siento algunas de sus pataditas.

- Ya sabemos que será un niño fuerte, después de todo, lleva la sangre de los Taisho.

- O niña. - intervino su esposa. - No me molestaría tener una nieta en la familia.

- Pronto sabremos lo que será, lo más importante es que sea un bebé saludable.

- Oh, no tengas duda de eso, cariño.

- Querida, Rin tiene que recibir a sus invitados, ¿Qué te parece si seguimos caminando? por cierto, hermosa decoración.

- Muchas gracias, señor.

Los padres se retiraron en el mismo momento en que sus ojos se encontraban con los de Kikyo.

- ¡Rin! - se acercó, abrazándola.

- Hola, hermosa. - correspondió su abrazo. - Buenas noches, Naraku. - el moreno asintió.

- Todo esta hermoso, de verdad te esmeraste mucho.

- Muchas gracias, realmente fue agotador, sólo espero que salga todo bien.

- Estoy segura de que así será. Sé que tienes que seguir recibiendo a las personas y no queremos robarte mucho tiempo. - sonrió. - Nos veremos después.

- Espero que disfruten.

Inmediatamente, Inuyasha y Kagome hicieron su aparición. Luego de unos momentos amenos de su charla, salió en busca de su esposo.

Ingresó al auto de la empresa, en donde Mukotsu la estaba esperando.

- Ya conoces el plan. - el hombre asintió. - Demos la vuelta, por favor.

Marcó el número del peliplata.

- Aún no comprendo porque no quisiste que pasara a recogerte. - fue lo primero que pronunció al responder la llamada.

- Lo lamento, pero se nos hubiera hecho tarde si regresaba a casa... estamos llegando al hotel, ¿usted se encuentra muy lejos?

- No. Te veré en la entrada.

- De acuerdo. - cortó la llamada y se quedó en el auto a la espera de lograr divisar el auto de su esposo.

Momentos después, lo vio aparcar en el estacionamiento y descendió, no sin antes volver a agradecerle a Mukotsu por su colaboración. Lo esperó en la acera y su sonrisa se ampliaba a medida que se acercaba. Él se detuvo frente a ella, besando su mano.

- Bienvenido, señor.

- ¿Cómo te encuentras?

- Estoy bien, ¿usted?

- ¿Y el bebé? - colocó su mano sobre su vientre, haciendo caso omiso de su pregunta.

- También, está muy bien.

Él giró y extendió su brazo, el cuál ella tomó e ingresaron al salón. Los aplausos resonaron segundos después e, inmediatamente, sus orbes dorados se posaron en ella, quién lucía radiante y completamente feliz. Se inclinó, llevando sus labios a su oreja.

- ¿Tú hiciste esto?

- Feliz cumpleaños, señor Sesshomaru. - asintió.

- Gracias. - murmuró, besando sus labios brevemente.

Las personas se hicieron a un lado mientras ambos se encaminaban en dirección al escenario, sin embargo, sólo el peliplata se subió.

Luego de su pequeño discurso, ambos se sentaron en la mesa que, poco a poco, se completó con los demás miembros de su familia. La cena transcurrió de manera amena, entre risas y algunas situaciones vergonzosas para él y su hermano, sin embargo, aquel nombre que apareció repentinamente en su celular, provocó que su semblante se ensombreciera.

- Regreso en un momento. - pronunció, mirando fijamente a su esposa, para ponerse de pie y alejarse en dirección de la salida. - ¿Qué sucede, madre? - respondió la llamada.

- ¿No piensas salir a saludarme?

- Sabía que se trataba de eso. - cortó y, segundos después, se encontró con ella en la puerta.

- Hola, hijo. - sonrió. - ¿No piensas abrazarme?

Sin responder, se acercó, mientras ella lo envolvía en sus brazos y él correspondía su acción.

- ¿Por qué no entras?

- Ya sabes que no me va esto de las reuniones con... personas. - acarició levemente su mejilla. - Feliz cumpleaños, Sesshomaru.

- Gracias.

- ¿Kagura está aquí? Quisiera hablar con ella unas palabras.

- Puedes llamarla tu misma.

- Lo haré... dile a Rin, que agradezco su invitación, espero que pasen una grandiosa noche.

Él asintió y se despidió con una mirada, regresando nuevamente al interior del hotel.

La relación con Irasue siempre había sido extraña, sin embargo, ambos se sentías cómodos con ella y su trato, para nada peculiar para los demás, era lo más normal para ellos.

La cena continuó con normalidad, hasta que la música comenzó a sonar y supo que era el momento de alejarse un poco y ser solo uno con su amada, aunque, por fuera, se encargó de demostrar todo lo contrario, sobre todo cuando su padre propuso romper con el hielo. Suspiro levemente y tomó la mano de ella, llevándola a la pista.

Sabía que todas las miradas estaban posadas en ellos, pero no le importaba. Delicadamente, besó el dorso de la mano de su compañera y la rodeó por la cintura. Su abultado vientre chocó contra su abdomen, mientras comenzaban una ligera y pequeña danza.

- ¿Te sientes bien? - aquella pregunta era habitual en él.

- Quisiera saber... ¿cómo se encuentra usted?

- Estoy bien.

Sus miradas se encontraron y un pequeño beso se coló en el momento. Nuevamente pegaron sus cuerpos, mientras él le susurraba al oído.

- Quiero estar a solas contigo un momento...