Wallace se levanta muy temprano, nerviosito por tener que cubrir a su padre, no para una misión específica sino en si para un día regular del trabajo, queriendo ser el primero en llegar y si es el primero pone la tetera.
¿Del parlamento?
Pues... debe haber una. Es imposible que no la haya. Wallace siempre tan enfocado en el trabajo, ahora haciendo las tareas del servicio, fiel a sus orígenes.
Shut up, no es eso, es que quiere un té.
Luc también va a llagar muy pronto porque quiere revisar unas cosas de las que hablaron ayer antes de la junta de hoy, aun siente que lee lento en inglés y no está cómodo. Él si va a pedir a la gente del servicio en el parlamento que le han asignado el despacho... ehm... ¿Treinta y siete?
Treinta y ocho. Es exactamente junto al de Lord Kirkland. Lo cual no sabes aún pero es un inconveniente terrible
Ah, no, treinta y ocho, sí. Lo pone en su agenda. Treinta y siete es el de Lord Kirkland. ¿Podría alguien guiarle ahí, si'l vous plait?
Solo hay una mujer en la entrada a esta hora que está barriendo y le mira, parpadeando porque nunca llega nadie tan temprano.
—Ehm… Puedo yo… llevarle. Sí —propone ella.
—Merci! Prometo no ensuciar mucho —le sonríe amablemente.
Ella le sonríe de vuelta un poco y ahí va, con todo y escoba.
Luc va detrás, con su bolsa al hombro y algunos papeles que llevaba en las manos, leyéndolos mientras camina. Deberías prestar más atención por donde andas.
La chica le lleva por el pasillo laaaaaargo húmedo y lúgubre. Espero no te caigas.
Es bastante bueno para leer mientras camina, en realidad. Tanto entrenamiento.
La chica se detiene repentinamente.
Vale, ahora sí se tropieza con ella porque no esperaba eso.
—Ugh!
—Pardon!
—Ehm… e-el despacho está ahí… al fondo, a la derecha —le mira de reojo, palideciendo un poco.
—Quoi? Oui? —mira alrededor.
—Ehm… Ahí, hacia allá. Usted siga caminando y luego gire a la derecha.
—¿No viene conmigo? ¿Pasa algo? —la verdad, ahora que se fija en lo lúgubre del pasillo da un poquito de miedo.
—E-Es que aquí espantan —confiesa ella, vacilando.
—¿Espantan? ¿A qué se refiere? —mira al pasillo y luego a la mujer, no muy seguro.
—Pues… hay fantasmas —explica ella.
Luc parpadea... y parpadea... y parpadea... y parpadea.
—Perdón, aun no soy muy bueno con el inglés —se disculpa, seguro de que debe haber entendido mal.
—Ehh… bueno, voy a volverme a trabajar abajo —insiste ella, encaminándose.
—¿Cómo va a...? es obvio que he entendido mal. Esto es un edificio de gobierno. ¿Quién iba a...? —sigue Luc, viéndola marchar y mirando el pasillo de reojo.
—¡Los fantasmas! ¡Tenga cuidado! —la mujer le saluda con la mano desde lejos.
El embajador traga saliva, la mira irse y luego mira el pasillo de nuevo que hasta telarañas tiene.
—Por lo visto no son muy limpios los fantasmas... —murmura para si mismo y da un paso hacia dentro.
Lo que pasa es que… si debes oír un sonido metálico de una cosa golpeando con otra.
Y dar un salto apartándose a la pared contraria a donde lo ha oído, está, la verdad, bastante asustado.
Silencio… hasta que suenan una pisadas y se ve una sombra…
—"T-The B-Bill of rights" —empieza a leer en voz alta para si mismo con su terrible acento en francés.
Se hace el silencio otra vez.
—"W-Whereas the Lords S-Spiritual and T-Temporal and Commons assembled at W-Westminster"... quién demonios pone los "Lores espirituales" —protesta pensando que esta frente a uno, empezando a andar más deprisa.
Es que se va a topar de frente con la tacita de té de Wallace.
—"lawfully, fully and freely representing all the estates of the people of this rea...SACRE BLEU!"
—Ahhh! —grita Wallace a la vez que no le esperaba.
La verdad, seguramente hay una explosión de todos los papeles que llevaba Luc que ahora están regados de té y por el suelo.
—¿Pero qué…? —Wallace está también regado de té.
—Ugh! —Luc se agacha a recogerlos, porque los ha tirado por estar en tensión y ahora va a tener que ordenarlos.
—¿Qué haces… hace…. Ehm… e-embajador?
—Me he asustado. Me han dicho que no había nadie aun.
—¡Pensé que eras el fantasma!
—No hay fan... —levanta la mirada y sonríe de lado al reconocerle—. ¡Tú!
—Hello…
—¿Qué haces aquí? —cambia al francés automáticamente y le tiende la mano, levantándose.
—Vine temprano para… Bueno, t-tú sabes. Usted. E-Ehm… —se sonroja igual demasiado consciente de lo que le dijo Arthur ayer.
—Tu padre me dijo que él solía llegar después del desayuno y era de los primeros —explica, apartando la mano ya que no se la ha dado.
–Yo no, tú… y-yo. Too… No —Wallace estira la mano hacia él.
—Oh, eso está bien —se burla un poco de los balbuceos, sonriendo de ladito.
—Yo... quería llegar… antes que todos para organizarme y… —Wallace arieta los ojos y… sigue con la mano estirada…
—Ah, yo tengo que repasar algunas cosas —asiente acabando de recoger todos los papeles y tomándole la mano.
—Pero… quería hablar con… u-usted —tira de él para levantarle.
—¿Por qué no vamos a desayunar dentro de un ratito? —propone y a Wallace le brillan los ojitos con eso.
—Bien. ¿A qué hora?
—Sobre... ¿las nueve? ¿Las diez?
—Vale, a las nueve estoy por ti —sonríe.
—Estar por mí lo estás ahora, a las nueve vienes a buscarme —le guiña un ojo.
—V-Va-Vale. Vale —Wallace se SONROJA. Luc le mira unos segundos con eso y se pone un poco nervioso él también.
—Ehm... uhm. Sí. Eso. Au revoire —se va hacia buscar las puertas de los despachos.
Wallace va… Al baño a limpiarse el bloody te.
Luc consigue entrar al despacho y se pasa casi todo el tiempo dando vueltas y pensando que tiene que ir a ver al sastre.
Al sastreeeee a que le cuente los horrores de la familia.
Sí.
Wallace hace lo mejor que puede con la camisa y luego trata de… sacar todo el trabajo que tiene su padre en… antes de las nueve. Sobra decir que falla miserablemente
Puede llegar tarde, Luc no se va a enfadar porque le deje trabajar un poco más.
Va a llegar bastante tarde, habiendo terminado unas cuantas cosas.
Que Wallace no le haya contestado la broma está distrayendo más de lo esperado al embajador, así que tampoco se va a dar cuenta.
Te distrae hasta cuando no está ahí.
Es que no esperaba que no le contestara NADA.
Todo es culpa de Arthur. Wallace está HISTÉRICO. Si quieren les contamos la cantidad de vueltas que ha dado, como ha llenado mal todos los papeles y cómo es que… ¿le ha dicho que está por él? ¿Será que sabe algo? Peor, peor aún… le ha guiñado un ojo. ¿Será que él también…? ¡No que él piense nada!
Porque no es que a él le… guste. Ni nada. Pero en cuanto se lo ha encontrado ha sentido mariposas volando en su estómago y cuando le ha mirado y se ha dado cuenta que era él... LA SONRISA.
Wallace toma aire y toca la puerta del despacho contiguo.
—¡Un minuto! —pide Luc desde dentro y ya no hay más respuesta.
Wallace se limpia las palmas de las manos en el pantalón y vacila.
—Hello?
—Ya, ya voy.
—Estoy aquí en el pasillooooo —responde en un tono jovial.
—Vale, vale, entre —le permite pasar para que se calle.
—He-Hello —Abre la puerta y mete la cabeza.
—Allò. Aun no termino —le advierte, levantando la mirada solo un instante.
—¿Te... falta mucho? Ya pasan de las nueve.
—A mí siempre me falta mucho, crees que podamos... ¿hoy tenía planeado algo?
—Desayunar, para empezar. No puede quedarse sin desayunar… y ehm… hay que terminar lo de ayer.
—¿A lo mejor podría llevarme a la biblioteca?
—¿A-A la biblioteca? — No, bueno. Es que… el flechazo de cupido—. Of course… ¿habla de la del parlamento o la de Londres?
—La de Londres. Quisiera consultar algunos documentos.
—¡Desde luego! ¡Es uno de mis lugares favoritos! ¡Venga, vamos! ¡Anda! —tan feliz, empieza a arrearle para que vayan.
—¿No dijimos en cinco minutos? —igual sonríe porque mira esa reacción.
—Vaaaaale. No sé cuándo dijimos eso pero cinco minutos —se sienta—. ¿Qué haces?
—Ehm... tengo que revisar estos documentos que me dieron ayer —explica señalando los papeles que hay en su mesa.
—Ah, ¿y qué les revisas? —pregunta mirándolos, desinteresadamente.
—Ofrecen algunos negocios, tengo que ver si convienen.
—¿Puedes hacerlo en la tarde?
—Bueno, tengo que trasladarlos para que se manden al ducado para aprobación.
—Pero puede ser más tarde —insiste Wallace.
—Bueno... Oui. Aunque me temo que más tarde voy a tener más.
—Por eso es que hay que irnos.
—¿Qué clase de lógica es esa? —inclina la cabeza, sonriendo.
—La lógica que dice que… si te quedas, no vas a salir.
—¿Por qué no?
—Porque vas a estar muy ocupado.
—¿Y ahora no?
—Ahora no estás tan ocupado. Y tienes que comer.
—No entiendo porque cree que ahora estoy menos ocupado que dentro de un rato.
—Pues… entonces da igual. Vámonos.
—Está bien, contra eso no puedo discutir —le mira unos instantes.
—¡Ja!—Wallace se ríe, sinceramente.
—No todas las veces se va a salir con la suya —cierra la carpeta que estaba leyendo y se levanta yendo a ponerse su abrigo.
—Con que me salga con la mía en las veces correctas… —Wallace sonríe ampliamente.
—Por lo visto hay unas incorrectas —comenta poniéndose el pañuelo al cuello y su sombrero.
—Hay unas menos correctas, digámoslo así. ¿Sabe qué? Deberíamos ir al British también.
—¿Hoy? Seguro todo el mundo aquí va a estar encantado —comenta tan sarcástico—. Por cierto, creí que hoy me tocaría lidiar con el Lord, de los Kirkland.
—Ah… mi padre tuvo una urgencia y partió para Noruega en la mañana —le explica, encogiéndose de hombros.
—Bueno, mejor para mí, desde luego. ¿A dónde vamos a desayunar? —pregunta saliendo del despacho, andando de espaldas para poder mirarle.
—¿Quieres algo muy nice o quieres algo… local?
—Me hablaron de unos sándwiches de pepino y queso fresco.
—Ah, ¡son mis favoritos! Vamos —le sonríe—. Con un té, además… el mejor de la ciudad.
—Le sigo —hace un gesto para que pase delante, abriéndole la puerta de un pasillo como a una mujer.
—Gracias —tan feliz, ahí va—. ¿Qué hacía hace rato que le encontré caminando por los pasillos misteriosamente… a toda velocidad?
—Buscar mi despacho.
—Vaya… muy enérgicamente. Por cierto, no le he reclamado…
—Quería quitarme el sombrero mojado —carraspea porque se siente un poco ridículo de haberse creído la historia de fantasmas.
—¿Cómo que usted es el embajador? —protesta siguiendo su reclamo.
—Ah... E-Eso —se le escapa igual la sonrisa porque sabía que llegarían a este punto en algún momento.
—¡Me hiciste creer que no!
—Fue un... ¿obvio malentendido? —sonríe como en disculpa.
—¿Así le llamas tú al engaño?
—Me parece excesivamente dramático llamarle "engaño".
—¡Fue un engaño! —protesta sonriendo.
—No diría yo un engaño, es una palabra muy fea.
—Vaya, vaya… ¿y qué te pareció?
—Un malentendido —se encoge de hombros.
—Que conveniente —se ríe.
—Es... en realidad tiene un por qué —suspira.
—¿Sí?
—En general... todo el mundo suele echárseme encima para intentar hacer negocios primero, creen que daré prioridad a las primeras propuestas en vez de las más convenientes. Esto me ayuda a valorar un poco el talante de la gente y respirar.
—¿A echársele encima? ¿De verdad?
—En... sentido figurado —el embajador le mira de reojo.
—Menos mal.
—¿En qué estaba pensando?
—E-En algo claramente… diferente.
—No... No suele ser tan divertido —Luc vuelve a coquetearle pensando en el otro significado de echársele encima a alguien.
—¿Por qué lo dices?
—Ayer tarde ya lo hicieron —suspira Luc—. Siempre es igual. Solo falta usted, en realidad.
—No estoy seguro de entender.
—¿Qué es lo que no entiende?
—¿Qué pasó ayer?
—Pues que todo el mundo hizo eso salvo usted.
—Porque no sabía yo que era usted el embajador.
—Eso podría ser. Al final usted no estaba ayer tarde.
—Ni sabía que era el embajador… —repite.
—Bueno, ahora ya lo sabe, así que entonces esta es su oportunidad —sonríe Luc.
—Uff…
—Tampoco es que esté obligado...
—Estoy haciendo un terrible esfuerzo.
—¿Por?
—Porque a mi usted me ha caído fatal… y solo lo hago porque es el embajador —asegura Wallace todo serio aunque… se le escapa la sonrisa.
—Quoi? —parpadea con eso.
—Pues obligado estoy… ¿No?
—¿A qué?
—¿A… todo esto? Mi padre… Cielos, veo que hoy estoy haciendo mal las bromas.
—Estaba hablando de negocios —explica Luc.
—Yo… siendo sincero, creo que le habría tratado diferente de haber sabido que era el embajador.
—¿Qué habría hecho? —decide preguntar Luc en vez de seguir insistiendo.
—Exactamente lo que usted pidiera.
—¿Está mal que eso me parezca interesante?
—¡Sí! —protesta el británico.
—Qué pena —el embajador se ríe, falsamente triste.
—Se supone que usted debería automáticamente preferir a alguien que le tratara como Mr. Luc Dubois y ¡No como el embajador de Luxembourg!
—Bueno, soy ambas cosas, así que... —Luc se encoge de hombros.
—¿Le gusta recibir trato especial?
—Más bien me gusta el potencial de "Exactamente lo que usted pidiera"
—¿Qué tanta imaginación tiene? —Wallace se sonroja.
—No tan poca... y seguro podría ayudarme de la suya si acaso no fuera suficiente.
—Entonces eso puede ser la madre de los problemas —admite Wallace en un susurrito, deteniendo un carro.
—¿Le parece?
—Pues si usted no tiene tan poca y se ayuda de la mía, no sabe el tamaño de la imaginación que tenemos.
—¿Usted tiene mucha? —pregunta Luc inclinando la cabeza ya subido en el carro.
—A ratos diría yo que demasiada… a ratos, la suficiente —Wallace suspira un poco lastimosamente.
—¿Qué me sugeriría usted que le pidiera que hiciera?
—Mmmm... ¿Tomarse el día libre para mostrarle la ciudad?
—No creo que pueda yo hacer eso —Luc se ríe.
—La mañana, seguro que sí puede.
—¿No quiere ir a la biblioteca, entonces?
—Nah, sí que quiero... es parte de ver la ciudad.
—Entonces supongo que vale. No es como que haya sido muy difícil convencerlo a usted.
—Si me hubiera pedido visitar las tiendas de moda, esto sería un problema… pero siendo la biblioteca….
—No es una mala idea... aunque eso no creo que pudiera enmascararlo como trabajo.
—¿No iba a revisar no sé qué? Eso es trabajo.
—Exacto.
—Me gusta esta forma de pensar —es que no le conoces.
—¿Y usted? ¿Qué tiene que revisar en la biblioteca?
—Yo únicamente estoy ayudándole a usted, me parece que es parte del trabajo de mi padre —explica Wallace.
—Mire que conveniente —Luc se ríe y Wallace se ríe también.
—¿Qué tal su hotel?
—Es muy bonito y muy céntrico, aunque la comida... —Luc le mira de reojo y se muerde el labio de decirle que pensaba que ayer iría a verle.
—Tsk, detalles —Wallace hace un gesto con la mano—. Ayer pensaba… Visitarle en la tarde pero… me pareció que iba a pensar que solo le estaba reclamando.
—Ah, no, no... Ehm... Está bien, o sea, se lo dije... por si algún día quería... o sea, no es ninguna obligación. Esto es algo que consideraría yo fuera de sus obligaciones diplomáticas. Disculpe si soné impositivo.
Wallace se ríe un poco.
—Si le soy sincero, lo que me lo impidió fue precisamente pensar que… usted era el embajador y quizás le parecía un poco "confianzudo" el que yo fuera.
—Más motivos para mí supuesto... malentendido —suspira—. Está bien, de verdad.
—Quizás deberíamos hacer un trato.
—¿De qué tipo?
—Del tipo… yo olvido que tú eres el embajador a ratos... Y tú no te ofendes.
—Mmmm...
El británico levanta las cejas con esa vacilación.
—Bueno, probemos a ver cómo funciona —Luc se ríe un poco con esa cara.
—¡Es que sí que quieres lo del respeto! —Wallace hace una mueca.
—Me gusta, pero estaba bromeando —Luc sonríe más con eso.
—O sea ¿nunca dejaré de ser el… asistente del asistente y siempre me verás así… hacia abajo?
El luxemburgués parpadea porque no le ha visto así ni un solo segundo, ¿de qué habla?
—¿Me vas a poner a… barrer y a esposarme como si fuera yo un esclavo? —Wallace se está haciendo ya fantasía medio sexual en la cabeza.
—Ehm... No, no creo.
—Oh… Ehm.
—A no ser que...Oh, ¡venga ya!
—¿A no ser que qué? —pregunta medio en pánico el británico—. ¿Q-Qué estás pensando?
Luc le mira de reojo, sonrojándose un poco y luego se encoge de hombros y niega riñéndose a sí mismo.
—Oh, venga —protesta Wallace.
—Eso digo yo —replica Luc sin mirarle.
—D-Discúlpeme —Wallace suspira y aprieta los ojos.
—¿Por?
—A veces puedo ser un poco… pesado.
—Mejor hablemos de la biblioteca... —suspira sin mirarle.
—Mmm… ¿por qué no jugamos a algo? Yo le digo un dato y usted adivina si es verdad o mentira… si adivina podrá hacerme una pregunta, si no adivina se la haré yo.
—Está bien, veamos.
—La biblioteca de Londres no es la más grande de Reino Unido. ¿Verdadero o Falso?
—Mmmm... Falso.
—Ugh, vale… Sí, es probablemente la biblioteca más grande del mundo. Tiene más de cien millones de ejemplares.
—Ja! —Luc sonríe vencedor.
—No vas a atinarle a todas.
—Eso no lo sabes —se encoge de hombros cuando se para el carro, así que se levanta, bajando—. Ahora puedo hacerte una pregunta, ¿no? ¿Qué clase de pregunta?
—La que quieras, desde luego.
—¿Cualquier cosa? Mmmm...
—Sí.
—Solo se me ocurren preguntas inapropiadas —admite el embajador y se ríe.
—Ufff… pues anda.
—No, creo que mejor no... ¿Cuál es su libro favorito?
—Ahh, esa es una pregunta SÚPER DIFÍCIL —protesta el británico.
—¡Por lo menos!
—¡Es que no tengo un libro favorito!
—Mmm...
—Tengo DEMASIADOS libros favoritos.
—El más favorito de todos.
—¿El más más más? Pero ¡los demás se van a ofender si digo uno!
—Son libros, no tienen sentimientos.
—¿Cómo no van a tenerlos? —tan ofendido.
—¿Sí conoce el concepto de objeto inanimado?
—Pero son libros.
—Inanimados.
—Pero libros. Sus personajes están vivos en mi imaginación.
—No se lo diremos a ellos, entonces.
—Pero lo sabrán la próxima vez que los lea…
—Nah, tú los lees a ellos, no ellos a ti.
—¡Eso crees! —Wallace se ríe un poco mientras piensa que decirle.
—He leído algún libro —asegura un poco aleatoriamente mientras desayunan.
—Podría decirte… Hamlet. O… Great Expectations. O Jane Eyre. O Wuthering Heights… pero… David Copperfield. Pero Much Ado about Nothing! Ohh y qué tal Frankenstein! Hay uno muy nuevo, acaba de ser su presentación… Howards End —claramente es… un tema que nos APASIONA.
—Mmmm... He pedido uno... pero vale, vale.
—Es que no se cual… es mejor que el otro. Quizás me quede con Great Expectations. ¿Te gusta leer?
—Oui, aunque raramente tengo tiempo.
—P-Pero es leer —Wallace casi en pánico con esa idea.
—Ya... y hay que trabajar —Luc le recuerda.
—Bueno, pero… O sea está antes de dormir y cuando llegas a casa y… la hora de comer. Eres como que MUY apasionado del trabajo.
—Suelo hablar con mi esposa o llevarme documentos a casa. Me gusta mi trabajo.
—Hablar con tu esposa... —repite Wallace.
—Sí —le quita importancia.
—¿De... verdad hablas mucho con ella? Qué envidia.
—Pues... lo normal, supongo.
—Nah, la mía hay días que decide... no emitir sonido alguno.
—Aun no tengo el placer de conocerla —le recuerda.
—No es un placer, créame.
—No puede ser tan malo —insiste.
—Pues... lo es, dado que no se puede hablar con ella.
Luc niega con la cabeza sonriendo un poco.
—¡Ya lo verás! —Wallace se ríe, dándole un último trago a su té—. ¿Cuál es tu libro favorito?
—No he fallado una pregunta —le recuerda.
—Ugh… vale. Mmm, siguiente pregunta… en la Biblioteca de Londres hay un libro que tiene una receta para cocinar un Unicornio.
—¡Anda ya!
—Es una pregunta válida —Wallace se ríe.
—¡No lo es! No me creo que se haya leído todos los libros de cocina de la biblioteca de Londres.
—¿Entonces dice que es falso? —Wallace se ríe.
—No, tampoco digo eso, podría haber encontrado por casualidad un libro de broma o algo así. ¡Lo que digo es que no tengo forma de comprobarlo!
—¿Entonces dice que es verdadero?
—No hay forma en que me demuestre que es falso hasta que se lea todos los libros de la biblioteca de Londres, así que mis opciones parecen estadísticamente mejores pensando que es verdadero.
—¡Eso! ¡Tenías que decir que era falso! —Wallace abre la boca cómicamente.
—Y no es lo que he dicho, supongo que soy bastante listo —Luc sonríe y se encoge de hombros.
—Eres más que listo, es… una conclusión muy buena esa.
—Merci, me alegra haberle impresionado —hace un pequeño gestito con la cabeza.
—Pues… ¡pues! No sé si eso me da más rabia que…. Ugh!
—Creo que esto amerita una pregunta más interesante... —tan contento que está.
—Eso… suena justo —Wallace se sonroja un poco.
—Porque no me cuenta sobre... su primer beso —la verdad, estaba pensando cosas peores.
Wallace abre la boca cómicamente… otra vez. Cielos, menos mal que… cielos.
—Ohh… p-pues… —se rasca el cuello, nervioso—. P-Pues… cuando estaba en el college...
—Uuuh, eso es bastante tarde.
Wallace piensa que solo porque era un reto de sus compañeros es que terminó robándole un beso a alguien, si no, hubiera sido el beso de la iglesia con su mujer.
—¿No jugaban a la botella en el instituto? —va a ir a pagar el desayuno.
—A la… yo iba en una escuela de puros chicos hasta que mi padre decidió que… teníamos que tener una institutriz.
—Oh... fue con una chica, entonces —un poco sorprendido.
—Sí —Wallace parpadea—. C-Con… por… ¿el tuyo no…?
—No, sí, sí, pero cuando me has hablado del college... perdón, no sé porque lo he pensado —no le mira, acabando la transacción y saliendo a la calle.
—N-No. Pff… no, claro que no —Wallace se sonroja bastante nerviosito.
—La verdad, no es la primera vez que oigo una historia así sobre colegios masculinos. No creo que sea para tanto, pero entiendo la incomodidad —sigue sin mirarle, intentando parar un carro en la calle.
—Pues. S-Sí, sí. A veces… Pueden ser… raros.
—¿Los... colegios? —se vuelve a él.
—Ehhh… sí. Demasiados hombres juntos todo el tiempo… quizás. Aunque no vi yo tantas cosas extrañas —comenta Wallace abriéndole la puerta del carro e invitándole a subir mientras le dice al cochero a donde ir…
—¿No? A lo mejor algunas cosas no parecían raras en ese contexto —responde Luc una vez Wallace entra también.
—¿Cómo cuáles? —Wallace se lo piensa.
—Como besos entre dos chicos —se encoge de hombros sin mirarle.
—O-Oh... oh.
Luc se va ir a hacer algo útil como ordenar los papeles de su maletín.
—E-Ese asunto… ¿tú ibas a escuela o estudiabas en casa? —pregunta el británico cambiando de tema.
—En casa hasta que fui bastante mayor.
—Y… ¿una vez fuiste mayor si fuiste a un internado?
—La verdad, una vez fui mayor, fui a estudiar a Francia y a Alemania.
—Ohh! ¡Qué interesante! ¿Qué tan mayor?
—A Francia como a los doce y a Alemania a los diecisiete.
—¿Y eran escuelas de puros hombres?
—En Francia sí, en Alemania... era la embajada.
—Ah, ugh. ¿Y qué pasaba en Francia?
—¿De qué?
—¿En la escuela? Eran… veías… bueno…
—Había... chicos que hacían eso, sí.
—¡Oh! ¿Y les permitían? —Wallace levanta las cejas.
—Mais non!
—Pero ocurría.
—Oui —asiente y se encoge de hombros.
—Y ¿qué… pensaba de ello?
—Ni siquiera sé porque estamos hablando de esto —aprieta los ojos con eso.
—Nadie lo sabe —asegura bajándose a la puerta de la biblioteca.
—Lo lamento, probablemente ha sido mi culpa —Luc se va detrás.
—Aun así, ya que estamos hablando de ello… —carraspea Wallace—. ¿Q-Qué piensas de ello?
—Es una mala idea —sentencia muy seguro.
—Mala... idea —repite.
—Pésima —insiste.
—Vamos, pero... no es un tema me parece que se trate de ideas.
—Lo hace, eso seguro —le discute acercándose al mostrador de la entrada y dándole su nombre al bibliotecario.
—¿Cree que se puede elegir?
—Sí.
—Disculpe —les interrumpe en el bibliotecario.
—¿Yo? —Wallace le mira.
—Ya hay un Wallace Kirkland en la biblioteca, ¿puede mostrarme una identificación?
